Bertonatti - Rev 88 Nota - Elogio Del Baqueano

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Vida Silvestre - 88 42 Elogio del baqueano Un viaje para explorar o estudiar la naturaleza, puede ser orientado por un personaje singular y, a veces, olvidado. Este es un reconocimiento a ese experto sin diploma, que nos brinda su consejo y experiencia en el campo. Por Claudio Bertonatti Don Gerasín Burachof en su puesto, vecino al Lago Cardiel , Santa Cruz - Foto Luis A. Franke

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El papel del baqueano en la biología de la conservación.

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    Elogio del baqueano

    Un viaje para explorar o estudiar la naturaleza, puede ser

    orientado por un personaje singular y, a veces, olvidado.

    Este es un reconocimiento a ese experto sin diploma, que

    nos brinda su consejo y experiencia en el campo.

    Por Claudio Bertonatti

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    Atahualpa Yupanqui deca que "paisano" es quien lleva el pasadentro. De hecho, paisano deriva de "pas" y significa so, elque vive en la esencia de la patria, en su paisaje (palabra quetambin deriva del mismo lado).

    Cuando recorremos el campo, tarde o temprano, nos topamos conhuellas, picadas o senderos que conducen a un puesto, un rancho ouna tapera. Todava uno puede ver esas casas, ms cerca del horizonteque de las rutas, donde el tiempo camina con retraso. Es el "hbitat"de personas muy distintas a las de una ciudad. Viven humildemente"con lo puesto" y "al da", pero con orgullo. En ocasiones, pobres has-ta en las palabras. Son los descendientes culturales y herederos natu-rales de aquel gaucho que galop libre hasta el siglo XIX. Hoy, oficiande peones, puesteros o simples pobladores "ande" no llega el diario,ni la televisin. A gatas, una radio vieja transmitir su sonido distorsio-nado por la distancia y las pilas gastadas, porque tampoco suele haberelectricidad. Si hay tiempo y suerte, se podr valorar ese "Mensaje alpoblador rural", invalorable servicio de nuestra Radio Nacional, mez-cladito entre una linda chacarera de Sixto Palavecino o una reflexivamilonga de Jos Larralde.

    Si divisa el puesto, siga mi consejo: desmonte de su auto y pruebe lacompaa. Aunque ande buscando bichos raros o yuyos curiosos, cra-me que valdr la pena el encuentro. En todo caso, ganar tiempo ensu bsqueda, confirmar datos y hasta se llevar ms de una historia(natural o de vida). Me juego a que lo van a invitar a que "pase ms pa'dentro", para compartir unos mates. Y hasta imagino la calabaza ca-lentita, forrada con rumen de "capn" (oveja), cuerito de iguana o decarpincho, sbalo, cuando no de un pobre toro capado. La mano curti-da se lo ofrecer prolija y humeante, iniciando una ceremonia con mo-dos que la tien de homenaje. Si pega un vistazo al recuadro, ver quenuestra bebida nacional tiene su lenguaje, motivo de varios libros. En-tre mate que va y viene, el hombre sondear su rumbo o inters, perocon delicadeza. No sea cosa que pase por "intrometido". Por eso, noes raro que apueste ms a mirar que a hablar, y que mida sus pregun-tas para no incomodar.

    No se extrae y no mire la tapa de esta revista. S, sta es Vida Silvestrey a esta altura de los renglones, se preguntar qu tiene que ver todoesto con la fauna, la flora y las historias de siempre. Mucho! Porque lamayora de los hombres de campo estn muy familiarizados con su

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    entorno natural, ya sea en la llanura, la sierra,el monte, la estepa, la selva o la montaa. Es-to lo comprobamos una y otra vez cuando tu-vimos que trabajar cerca de ellos, campoadentro. Y son estas personas las que sabenleer los ms sutiles indicios, rastros o sealesque presenta la naturaleza. Es el baqueanoquien percibe, mirando sobre el suelo, que lapava de monte anduvo comiendo los frutitosde la tala gateadora, si el tateto o chanchodel monte pas mascando o cutiando las nue-ces del nogal, o si el mono caray est anun-ciando tormenta con su grito. Eso y muchoms, con slo "leer" unas pocas evidencias.

    Adems, tiene la capacidad de traducir ycompartir eso, con generosidad y humildad.Y cuando desconoce algo, no dudar en reco-nocer: no s; pa qu le voy a mentir, comoacostumbraba hacerlo Don Jorge Acosta, enLos Chorrillos, por los pagos del Tucumn. lconocer los atajos, las picadas, la forma mscorta, menos sufrida y ms hermosa de dis-frutar del paisaje. Tambin, quin le sealar"el naciente" o "el poniente" para guiar sumarcha. Ir unos pasos por delante, para ma-chetear una rama potencialmente molesta opeligrosa, para no correr el riesgo de recibiruna cachetada floral. Y si el palo es derechito,podr ofrecrselo como bastn de campaa.Tratar de orientarlo, con referencias en le-guas, horas de a caballo y otros patrones inu-suales del tiempo y la distancia para un habi-tante urbano.

    Sarmiento, nos dej una buena definicinde estos hombres: "El baqueano es un gauchograve y reservado, que conoce palmo a palmo

    veinte mil leguas cuadradas de llanuras, monta-as, bosques." A m me gusta, aunque sueneexagerada. Es que cuando uno estrecha sumano callosa para sellar un acuerdo, enfrentaun deber, por modesto que sea. Y delo por se-guro: su palabra empeada tiene ms valorque la firma en un tratado internacional. Estolo supimos en ms de una ocasin, cuandoDon Gerasn Burachof, nos esperaba a orillasdel Lago Cardiel, para refugiarnos tras buscaral mac tobiano, por las mesetas de Santa

    El lenguaje del mate- Mate con leche: indica estima.- Mate con caf: ofensa perdonada.- Mate con toronjil: tu tristeza me aflige.- Mate con limn: disgusto.- Mate fro: indiferencia.- Mate muy caliente y entre hombres: disgusto, enojo o resentimiento. Ofrecido a una dama,

    en cambio: "yo tambin estoy ardiendo" (de amor, se entiende)- Mate tapado: te expons a un bolsazo.- Mate lavado: se acab la yerba... a tomar mate a otra parte.- Mate espumoso, exquisito, fragante: te quiero con todas las de la ley.- Mate amargo: quitate todas las ilusiones; llegs tarde.- Mate vaco: todo ha concluido entre nosotros.- Mate con azcar quemada, simpata.- Mate con naranja: ven a buscarme.- Mate con canela: ocups mis pensamientos.- Mate largo: visita molesta o poco grata.- Mate corto: quiero verte ms seguido.- Mate chorreado: visita inoportuna o desprecio.- Mate del estribo: cortesa, deferencia o amor, segn el caso.- Mate encimado: cansancio o fastidio.- Mate con la bombilla hacia atrs: desprecio seguro.

    Pero adems de estos mensajes del cebador, tambin hay seas de quien lo recibe. Si acomo-da la bombilla antes de tomar puede leerse como un acto de desprecio al cebador. Si lo devuel-ve, haciendo cimbrar la bombilla, lo est provocando. Hacerla roncar es una grosera y chupetearla bombilla, de mala educacin. Soplarla indica zoncera, y "gracias" slo se dice al final del lti-mo mate, para avisar al cebador que no desea tomar ms. Ah noms, le dir "buen provecho" yse acaba la cosa.

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  • Cruz. Si, en cambio, le dice que vendr "a laoracin", como gustaba hacerlo el chaqueoDon Ral Aranda, all estar cuando caiga elsol, despus de cruzar con su canoa de paloborracho el arroyo Bermejito.

    Pero adems, los baqueanos tienen clasepara dar clases. Ofrecen lecciones terico-prcticas de zoologa, botnica, toponimia,medicina emprica o produccin agropecua-ria, en cursos acelerados y con los recursosque aparecen al paso. Y, antes de que se meolvide, si pasa por la Sierra Morena y se lo encuentra a Don Belarn Belarmino, le asegu-ro que aprender a reconocer los rboles dela selva misionera con slo ver la corteza opor el aspecto de su copa. Por eso, si l le tiralos nombres "Anchico", "Timb" o "Palo Ro-sa", antelo en la libreta. El dato "es posta" y no falla.

    Crame, no es lo mismo visitar el montesolo que acompaado por uno de estos perso-najes, doctorados en la "Universidad del Cam-po", como dice el Dr. Enrique Richard. Esa,que no otorga diplomas, pero cuyo "nivel aca-dmico" tiene la certificacin de varios siglos.Porque cada poblador "nacido y criado"(NYC) en estos lugares lleva el conocimientoque le ha sido transmitido de abuelos a pa-dres y de padres a hijos, de una generacin aotra, vaya a saber uno desde qu tiempos...Llevan "cultura en la sangre", como decaGarca Lorca. Y cuando uno de ellos, ya viejo,muere, uno siente que se incendi una biblio-teca entera. As lo senta Romildo Risso, elgran poeta uruguayo.

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    le dedica a su auto en el centro porteo. Esmuy lindo conocer los nombres que se dan alpelaje del caballo. Es tan importante, que per-mite reconocerlo como un hombre de ciudadidentifica las marcas de los autos. As, puedeser: Alazn (cuando tiene el color del fuego),Atigrado (con rayas como las de un tigre), Bayo(al amarillento), Colorado (al rojizo), Lunarejo(cuando tiene lunares parejos), Malacara (siviene con una mancha larga y ancha en la ca-ra), Moro (al que tiene predominio de pelos ne-gros sobre blancos), Oscuro (todo negro), Ove-ro (al que luce manchas de dos o ms colores),Pangar (cuando parece desteido), Rosillo (sientremezcla pelos blancos con colorados),Ruano (al que tiene crines y colas muy claras),Tobiano (cuyo pelaje tiene manchas grandes ybien marcadas), Tordillo (cuando entremezclapelos blancos con negros), Yaguan (con una odos rayas blancas sobre el lomo), Zaino (entreel colorado y el oscuro) y Zarco (cuando tieneun ojo de color claro).

    Uno nunca anda con tiempo para desarrollarestos cuentos y encuentros. Y, cuando todo sepone mejor, nos tenemos que ir. Quedarnatrs, en el camino, como desperdigados porel campo y el tiempo, casi abandonados a susuerte. Muchos lo saben: si murieran o llegarana "finaos", lo ms probable es que pase muchopara que se los encuentre. Claro, que, hasta enesa situacin enriquecern el asunto, sumn-dose al compendio de aparecidos, como "El In-dio Parra", que recordaba temeroso Don Pradi-ni, all por el lago Belgrano.

    En fin, gracias, paisanos, por esa mano quenos dieron y nos dan. Hasta la vuelta.

    En general, el hombre de campo es hospita-lario y generoso. Curioso como el turista. Sen-cillo como las palabras con que se expresa. En-tusiasta para compartir su saber, cuando lo sa-be valorado. A veces, pcaro y siempre duropara enfrentar los porrazos. Todo un caballeropara manifestarse y digno en su pobreza, aun-que pueda pecar de sumiso. Ser fcil compro-bar su hospitalidad y resultar difcil equiparar-la. Ofrecer todo, teniendo poco o casi nada.

    Si es pen o puestero, rara vez tendr com-paera. Ser por eso que hacen un culto de la"conversa", para "hablare" de las cosas senci-llas, como lo son las del campo: el clima, el ca-ballo, la hacienda, el perro, el puma, el zorro,alguna historia de boliche (como las de DonJuanito, a orillas del ro Bote), o el recuerdo deuna antigua chulengueada o boleada de an-des, cuando los tiempos eran otros y la abun-dancia de estos bichos tambin era diferente.Es fcil imaginar que uno recibe un trato dife-rencial, como el de un invitado especial. Du-rante los primeros das habr formalidad y elhombre evitar hasta las bromas y, ni hable-mos de "malas palabras". Estarn ausentes ensu lenguaje pudoroso. En esa soledad, unaconversacin podr ser recordada con detalle yprecisin por aares. Y, si de compartir se tra-ta, puede darse la ginebra o la caa y hasta uncigarro "armao", para esperar el fin de un"chubasco" (tormenta) o de una "nevazn".

    El gran compaero de campo del baqueanoes, por supuesto, el caballo, cuyo afecto slodisputa uno que otro perro. Gracias a l se mo-viliza, trabaja y se divierte. Por eso, le estimacuidados similares a los que un taxista celoso

    Don Saladino Coaroza, lamemoria viva del paisajedel Parque NacionalMonte Len.

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