Bertolt Brecht, TEATRO
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BERTOLT BRECHT Y LA TEORÍA DEL DISTANCIAMIENTO
Pablo Francisco Juárez Jiménez, 5º. Semestre, grupo A-2
materia: Teatro y Ciencia, profesor: Miguel Ángel Rivera
Bertott Brecht fue un dramaturgo y teórico alemán, uno de los más recordados y
celebrados en su país y seguramente uno de los más importantes para la historia
del arte escénico. Nacido en una familia burguesa de Baviera, con un instinto nato
para contradecir las reglas sociales, acercándose primero a la medicina y,
después de su intervención como enfermero militar en la Primera Guerra Mundial,
comenzó su auténtico acercamiento al movimiento izquierdista que iba cobrando
fuerza en su país, concretando las ideas de revelación social que abarcarían toda
su obra dramatúrgica, y un profundo impacto ya no en las emociones del público
sino en la forma que el público ve la escena.
Para Brecht, el Teatro debía alejarse de su propósito de entretenimiento, al
resultar superficial y muy complaciente, y debía orientarse a revelar los malestares
del mecanismo social (sobre todo el de su época), y dejar al espectador con una
enseñanza capaz de motivarlo a cambiar su realidad. Por eso todas sus obras
tienen como característica unificadora ser didácticas y cercanas a las necesidades
de la clase obrera, sus principios de justicia, así como las posibilidades que tiene
el hombre para realizar cambios verdaderos en su modo de vida.
Así es como existen obras como “Madre Coraje y sus Hijos”, cuya protagonista
puede verse como un antihéroe que permite acercarnos a las realidades de los
pueblos devastados por la guerra; “La Opera de los Tres Centavos”, que es una
sátira musical en la que colaboró con Kurt Weill y hace una crítica al capitalismo al
tiempo que expone las posibilidades de alterar el curso de lo social; “La Vida de
Galileo Galilei”, donde parte del enfrentamiento del afamado astrónomo con las
autoridades religiosas de la época para hablar de la traición al progreso humano; o
“El Alma Buena de Szechwan” donde el rol principal es una prostituta bondadosa
imposibilitada a salir adelante frente a la crueldad de sus realidades.
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Su pensamiento era fuertemente influenciado por Karl Marx y los ideales
antifascistas de su época (Brecht mismo fue un comunista, aunque no formó parte
del partido), y dicho pensamiento alcanzó su máxima expresión mediante “El
Pequeño Organón”, su mejor y más relevante trabajo teórico. Publicado en 1948,
en la cumbre de la carrera del escritor alemán, significó al mismo tiempo una
crítica al supuesto realismo teatral y una propuesta de creación escénica alejada
del convencionalismo y el entretenimiento, defendiendo ante todo la postura de
crítica social que Brecht insistía en ofrecer al público.
Brecht sugiere que el teatro no debe apelar tanto al sentimiento como a la razón,
de tal forma que los personajes en escena no deben ser identificados o queridos,
sino discutidos y analizados. Se opone al romanticismo y excesos dramáticos
presentes. Este concepto contradice la tradicional premisa emocional, donde
espectador y actor establecen un vínculo, sin embargo se entiende debido al
contexto histórico y el afán de denuncia con el que Brecht terminó haciendo
escuela. La identificación y la empatía indiscrimanada, dice, han velado las
diferencias entre las relaciones sociales, y eso ha corrompido la estructura social
al punto del fascismo donde el individuo acepta un mundo ilusorio. Debe existir,
según sus propias palabras, un distanciamiento o alienación que debe “sustraer lo
representado a la intervención del espectador”, pretendiendo así neutralizar la
emoción de la producción, y motivar al público, e incluso al actor, de reflexionar el
mensaje antes que dejarse conmover.
Dicho efecto recae principalmente en el actor, al ser la entidad en escena que se
asocia más íntimamente con el público. Tiene que desechar sus técnicas y
métodos aprendidos para persuadir y llevar a la catarsis, incluso físicamente debe
liberarse de cualquier fricción y movimiento duro, dejando los músculos relajados y
dispuestos para guiar al público a través del trazo. En el distanciamiento no hay
espacio para la especulación o la gran técnica, y “su manera de hablar tiene que
ser libre del sonsonete eclesiástico y de todas esas cualidades que calman al
espectador para que el sentido de la obra se pierda.” El actor se dirige a la
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audiencia en una especie de aparte muy llamativo, su expresión corporal es
exagerada y en vez de actuar, se narra. Asimismo, las interacciones entre los
personajes son realizadas de forma austera, con trazos apenas definidos, más
enfocados en las ideas que transmitir que en las acciones a representar.
El resto de la producción también es crucial para el distanciamiento, ahora en un
sentido más estético o plástico. Brecht se refiere al empleo de luces artificiales y
directas, despojadas de toda naturalidad, y orientadas hacia el público de una
forma poco convencional, sin buscar nunca una escenografía envolvente o
llamativa. En los montajes dirigidos por Brecht, aparecen ocasionalmente
pancartas y letreros que anuncian los sucesos a continuación, impidiendo que los
espectadores se involucren o se fusionen con la narrativa. También incluía
canciones o números musicales que rompían la posible conexión que empezara a
establecerse con la historia.
Esta propuesta tan alejada de sentimentalismo e individualismo, y más orientada a
una exploración mental y grupal, terminó por relacionarse con el concepto de
teatro épico, también acuñado por Brecht. Su idea de “épico” no se refiere a una
producción majestuosa o una historia excitante; por el contrario habla de un teatro
reflexivo que exige al público tomar decisiones y visualizar o analizar lo que
aparece frente a sus ojos. Con el fin de evadir la manipulación o el melodrama, las
obras épicas no dejan que el pensamiento defina el ser de los personajes, sino
que estos son definidos por su ser social. Las escenas no existen en orden
cronológico y buscan evitar una cohesión, de manera que cada escena existe por
si misma. Las historias tienen un enfoque puramente político y social, siempre
haciendo funcionar al individuo dentro de un grupo y un progreso y no como algo
independiente.
A mi parecer, las propuestas de Bertolt Brecht significan un cambio muy
importante y necesario para la época en que desarrolló su obra dramatúrgica. En
ese tiempo tuvo que enfrentar el nacional socialismo, y posteriormente la
persecución a su trabajo por parte del nazismo (uno de sus estrenos fue
interrumpido por la policía), de manera que sus esfuerzos por llevar el teatro a un
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terreno mucho más crítico se volvieron un asunto casi personal, en defensa de sus
principios y la justicia que representaba. El teatro épico y su propuesta de
distanciamiento se desarrollaron durante esos años en que las vanguardias
teatrales hacían funcionar el progreso artístico y le daban otro significado. Sin
embargo, creo que en cierta forma sus ideas se han vuelto un poco caducas al
insistir en alejar al público de la experiencia escénica. Creo que vivimos en una
época que, pese a las problemáticas políticas y civiles, necesita un teatro más
emocional