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1 Cristián Gazmuri Benjamín Vicuña Mackenna Benjamín Vicuña Mackenna nació Santiago en agosto de 1831, en la casa que había sido de los Carrera en calle Agustinas. Su primera niñez transcurrió en Llay-llay. Era hijo de Pedro Felix Vicuña, caudillo populista (pipiolo) y publicista valiente y audaz, pero soñador, confuso y algo desequilibrado, en todo caso, sin genio. Fue uno de los fundadores de El Mercurio de Valparaíso y entre sus múltiples avatares fue deportado al Perú en 1846 y encarcelado varias veces. Su espíritu inestable, así como su incansable anhelo libertario, se reflejaría en su hijo, con el cual llegará a hacer una tardía carrera política paralela. Por su padre, Vicuña Mackenna entroncaba con la más rancia aristocracia colonial así como la de la temprana república. Su abuela paterna era hija del marqués del Montepío, en tanto su abuelo Vicuña fue primer mandatario interino varias veces (en 1825 y 1829), por breves períodos. Por el lado materno era hijo de doña Carmen Mackenna, y nieto del caudillo de la independencia general Juan Mackenna O'Reilly, un irlandés de nacimiento y temperamento 1 . Su madre tenía un marcado tipo irlandés 2 . Quizá un estudio genético (de ser posible) de Vicuña Mackenna podría decirnos mucho. Pero, ¿puede hacerse algo? Difícil y mucho menos hoy, a más de cien años de su muerte. Estudió en Santiago en el colegio de José María Núñez y fue un mal alumno, como el mismo lo confiesa. Sólo destacaba en historia 3 . Al cumplir los diecisiete años, el año de 1848, comenzó a escribir sus: Memorias íntimas. ¡“Memorias” a los diecisiete años!, pero ¿qué hacer? Estaba enamorado -embriagado de amor, diríamos- y no se atrevía a contar su sentimiento a persona alguna. No dejaría la pluma hasta su muerte. El mismo año fue nombrado secretario de la "Comisión de Aconcagua", organización política liberal. Era ya un gran lector, casi un devorador de libros y sobre muchas materias, rasgo que conservaría toda su vida (llegó a leer hasta seis en un día), pero, en particular, de libros de historia. Según Galdames, en su adolescencia leyó a Lamartine, Chateaubriand, Villemain, Blanc y Mignet y otros; es muy probable que así haya sido 4 . Ya mostraba, asimismo un carácter rebelde e imaginativo y una gran sensibilidad romántica, que no perdería en su madurez. Perteneció Vicuña a la generación de 1848-1850 y sus ideas políticas y valores sociales fueron en buena medida los de ésta, aunque siempre con su toque personal. El mismo da los nombres de quienes la integraron: Lastarria; los hermanos Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui, Domingo Santa María, el presbítero Hipólito Salas, Manuel Antonio Tocornal, Salvador Sanfuentes, Juan N. Espejo, Manuel Antonio, Guillermo y Felipe Santiago Matta, Rafael Vial, Felipe Herrera, Eusebio Lillo, Ambrosio Montt, Francisco Marín, Mercedes Marín, Pedro Gallo, Jacinto Chacón, Santiago Lindsay, Víctor y Pío Varas, Francisco y Manuel Bilbao, Joaquín y Alberto Blest, Isidoro Errázuriz, Federico Errázuriz, Vicente Reyes, Ramón Sotomayor, 1 Ricardo Donoso, Vicuña Mackenna, Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1977, pp. 3-9 y 51. 2 Eugenio Orrego, Iconografía de Vicuña Mackenna Santiago, Universidad de Chile, 1939. vol. II, sin N° de pág. Foto CLXXIII. 3 Donoso, Vicuña Mackenna., p. 12. 4 Luis Galdames, Op. cit., p. 30.

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Cristián Gazmuri

Benjamín Vicuña Mackenna

Benjamín Vicuña Mackenna nació Santiago en agosto de 1831, en la casa que había sido de los Carrera en calle

Agustinas. Su primera niñez transcurrió en Llay-llay. Era hijo de Pedro Felix Vicuña, caudillo populista (pipiolo) y publicista

valiente y audaz, pero soñador, confuso y algo desequilibrado, en todo caso, sin genio. Fue uno de los fundadores de El

Mercurio de Valparaíso y entre sus múltiples avatares fue deportado al Perú en 1846 y encarcelado varias veces. Su espíritu

inestable, así como su incansable anhelo libertario, se reflejaría en su hijo, con el cual llegará a hacer una tardía carrera política

paralela.

Por su padre, Vicuña Mackenna entroncaba con la más rancia aristocracia colonial así como la de la temprana

república. Su abuela paterna era hija del marqués del Montepío, en tanto su abuelo Vicuña fue primer mandatario interino

varias veces (en 1825 y 1829), por breves períodos. Por el lado materno era hijo de doña Carmen Mackenna, y nieto del

caudillo de la independencia general Juan Mackenna O'Reilly, un irlandés de nacimiento y temperamento1. Su madre tenía un

marcado tipo irlandés2. Quizá un estudio genético (de ser posible) de Vicuña Mackenna podría decirnos mucho. Pero, ¿puede

hacerse algo? Difícil y mucho menos hoy, a más de cien años de su muerte.

Estudió en Santiago en el colegio de José María Núñez y fue un mal alumno, como el mismo lo confiesa. Sólo

destacaba en historia3.

Al cumplir los diecisiete años, el año de 1848, comenzó a escribir sus: Memorias íntimas. ¡“Memorias” a los diecisiete

años!, pero ¿qué hacer? Estaba enamorado -embriagado de amor, diríamos- y no se atrevía a contar su sentimiento a persona

alguna. No dejaría la pluma hasta su muerte. El mismo año fue nombrado secretario de la "Comisión de Aconcagua",

organización política liberal. Era ya un gran lector, casi un devorador de libros y sobre muchas materias, rasgo que conservaría

toda su vida (llegó a leer hasta seis en un día), pero, en particular, de libros de historia. Según Galdames, en su adolescencia

leyó a Lamartine, Chateaubriand, Villemain, Blanc y Mignet y otros; es muy probable que así haya sido4. Ya mostraba,

asimismo un carácter rebelde e imaginativo y una gran sensibilidad romántica, que no perdería en su madurez.

Perteneció Vicuña a la generación de 1848-1850 y sus ideas políticas y valores sociales fueron en buena medida los

de ésta, aunque siempre con su toque personal. El mismo da los nombres de quienes la integraron: Lastarria; los hermanos

Miguel Luis y Gregorio Víctor Amunátegui, Domingo Santa María, el presbítero Hipólito Salas, Manuel Antonio Tocornal,

Salvador Sanfuentes, Juan N. Espejo, Manuel Antonio, Guillermo y Felipe Santiago Matta, Rafael Vial, Felipe Herrera, Eusebio

Lillo, Ambrosio Montt, Francisco Marín, Mercedes Marín, Pedro Gallo, Jacinto Chacón, Santiago Lindsay, Víctor y Pío Varas,

Francisco y Manuel Bilbao, Joaquín y Alberto Blest, Isidoro Errázuriz, Federico Errázuriz, Vicente Reyes, Ramón Sotomayor,

1 Ricardo Donoso, Vicuña Mackenna, Buenos Aires, Editorial Francisco de Aguirre, 1977, pp. 3-9 y 51. 2 Eugenio Orrego, Iconografía de Vicuña Mackenna Santiago, Universidad de Chile, 1939. vol. II, sin N° de pág. Foto CLXXIII. 3 Donoso, Vicuña Mackenna., p. 12. 4 Luis Galdames, Op. cit., p. 30.

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Manuel Guerrero, Eduardo de la Barra, Santiago Arcos, Marcial González y Marcial Martínez5, además del propio Benjamín

Vicuña Mackenna. Todavía no Diego Barros, quien, por ese entonces era todavía devoto católico y conservador, aunque

después se identificaría con ella. También la integraban otros más jóvenes, los dos Arteaga Alemparte, Eduardo de la Barra e

incluso José Manuel Balmaceda. ¡Que lista! Casi todos tendrían un futuro público en la historia de Chile.

Aunque no lo confiesa, todavía extremadamente joven, fue, al parecer, “Girondino chileno” y se juntaba con varios de

los jóvenes nombrados más atrás, en la redacción de el diario pipiolo El Progreso, a leer, en francés, la Historia de los

Girondinos de Lamartine, obra llegada a Chile en febrero de 1848. La costumbre de leer en locales de periódicos era copiada

de la Francia de entonces, aunque allá no se leía a Lamartine, cuyo libro era despreciado entre la intelectualidad seria6. Vicuña

Mackenna, siempre hiperbólico, nos cuenta que "aquella obra inmortal tuvo en Chile, y especialmente en Santiago, una boga

inmensa, cual no la ha tenido, ni la tendrá probablemente, libro alguno en lo venidero"7.

Siguiendo por el mismo rumbo ideológico, en 1849, el joven Vicuña Mackenna, fue nombrado secretario del malogrado

primer "Club de la Reforma" (“Club de la Patagua”, en boca de sus enemigos pelucones) y, en 1850, secretario del grupo Nº 6

de la combativa, al menos en el discurso, “Sociedad de la Igualdad”. Después del estado de sitio del 7 de noviembre de 1850,

disuelta ésta, entró en la clandestinidad8.

Ese mismo año escribió Vicuña sus primeros trabajos históricos, El sitio de Chillán en 1813 y La fundación del Instituto

Nacional, en los cuales ya mostró su estilo vivo y animado. Además obtenía el grado de bachiller en la Facultad de Leyes y

Ciencias Políticas, después de hacer estudios en la Academia de Leyes y Práctica Forense. Como alumno vivió un grave

conflicto con el director de ésta, Juan Francisco Meneses, con motivo del nombramiento como ministro de Estado del

conservador Máximo Muxica, que Meneses aplaudía ostensiblemente y el joven Vicuña rechazaba de la misma forma.

Meneses logró que el Consejo Universitario lo autorizase para separar a Vicuña de la Academia; un escándalo mayor que

trascendió a la prensa. Finalmente, Vicuña retornó a la institución después de la intervención del rector de la Universidad,

Andrés Bello. El incidente radicalizó su postura política liberal y anti autoritaria.

Por ese entonces, Vicuña, como toda la generación de juventud liberal a la que pertenecía, era una afrancesado, pero

no extremo; nunca lo sería, su chilenidad telúrica se lo impidió.

Prohibida la Sociedad de la Igualdad, participó activamente en el motín del 20 de abril de 1851, como ayudante de

campo del coronel Pedro Urriola. Abortado éste, fue encarcelado, condenado a muerte y finalmente indultado. Escapó de la

cárcel de Santiago, vestido de mujer, según se dice, y viajó a La Serena con José Miguel Carrera Fontecilla, su gran amigo, a

pesar de las diferencias familiares (Luis Carrera había dado muerte, en un duelo, a su abuelo el general Juan Mackenna),

transformándose en uno de los dirigentes del alzamiento armado, de septiembre de ese año, contra el gobierno de Manuel

Montt9.

5 Gazmuri, El “48” chileno, cit. Cap. III, pp. 113-121. La mayoría de los nombres están tomados de Benjamín Vicuña Mackenna. Cfr., B.

Vicuña Mackenna, Los Girondinos…, cit, p. 7. 6 Georges Weill, Histoire du Parti Républicaine en France (1814-1870), París-Geneve, Editorial Ressources, 1980 Chap. VI. 7 Benjamín Vicuña Mackenna, Los Girondinos…, p. 10. 8 Donoso, Vicuña…, p. 23. 9 Virgilio Figueroa, Diccionario histórico, biográfico y bibliográfico de Chile, Editorial Balcells y Co. 1931, vol. V, P. 1051

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Fue gobernador revolucionario de Illapel por unos días. Formada una milicia, Vicuña, ignorante de toda teoría y sin

experiencia militar, salió a su cabeza, para detener una fuerza gobiernista que se aproximaba, sufriendo una aplastante

derrota. Otra, definitiva, que tuvo lugar cerca de la pequeña ciudad de Petorca, sepultaría a la fuerza contraria a Montt

levantada en el Norte. Pero Vicuña no cayó preso pues se había adelantado hacia el valle de Aconcagua buscando nuevos

aliados. El viaje se transformó, tras la derrota, en huida. Al romántico e imberbe hombre de acción, le habían dado una paliza,

pero poco aprendió de ésta.

Vicuña logró llegar a la casa paterna en Valparaíso, donde permaneció escondido. Decidió entonces -no tenía otra

posibilidad- emprender un viaje al extranjero y en noviembre de 1852, de incógnito, zarpaba desde ese puerto hacia San

Francisco, entonces un torbellino de actividad, sin mucha ley y poco Dios. Calificó la ciudad como la "la más curiosa y

extraordinaria en la faz del mundo habitado” y, sin duda fue la que más le gustó en los EE UU10

. En realidad, la asombrosa

vitalidad y diversidad de la ciudad ha de haber congeniado con su personalidad. Recorrió parte de California y viajó a México,

recién derrotado por los Estados Unidos, del cual deja una triste imagen (y en particular de sus indios, en los cuales veía sólo

un ejemplo de atraso y barbarie), para después emprender un largo viaje por EE UU y Canadá11

.

Visitó Nueva Orleans, donde pudo apreciar la miseria de la esclavitud, subió por el Mississipi, conociendo Cleveland y

Buffalo, llegó hasta las cataratas del Niágara, que lo decepcionaron. Las imaginaba más espectaculares y grandiosas... lo que

no impidió que les consagrara en su Diario una suerte de himno. Luego viajó hasta Nueva York y Boston, donde se reunió con

William Prescott a quien admiraba. Pasó por Washington, rumbo a Canadá (Quebec), volviendo luego a Nueva York. Allí se

entrevistó con el general José Antonio Páez y a Antonio José de Irisarri.

Ahora su juicio sobre Estados Unidos era más bien negativo, lo aburría, le achacaba falta de tradición cultural,

corrupción, materialismo y egoísmo, aunque reconocía su potente empuje democrático y ser el símbolo de un futuro mejor. Los

llama “joven y omnipotente república”12

. Al parecer había leído a Tocqueville.

En julio de 1853 se embarcó con Manuel Beauchef para Gran Bretaña, y desde allí, rápidamente, se trasladó a París,

la ciudad de sus sueños y ensueños juveniles y principal escenario de las revoluciones liberales de 1848. Permaneció cuatro

meses en la capital de Francia, la recorrió, con veneración, calle por calle. Asistió a conferencias de intelectuales, literatos y

científicos, visitó museos, sociedades científicas y sitios reales, teatros y plazas, cementerios, palacios y universidad. Pero, lo

fundamental, fue su caminata, incansable, por las calles -entonces estrechas- de la ciudad. Se relacionó con Claudio Gay. En

su Diario deja constancia del número de casas, calles y habitantes de París; del de sus enfermos, presos, obreros, soldados y

gendarmes (en ese orden).

Pero si bien admiró París, que, como es natural, no respondió completamente a su idealización, quedó con una imagen

muy negativa de la política de Napoleón III, sin duda un autoritario como los que bien conocía en Chile. En cambio -siempre

amante de las cosas bellas de la vida- quedó extasiado con la visión de Eugenia de Montijo, “la maga de Andalucía”13.

10 Benjamín Vicuña Mackenna, Páginas de mi diario, durante tres años de viaje, 1853-18544-1855, En, Obras Completas de Benjamín Vicuña Mackenna, Vol., I, tomo I, 1936. 11Vicuña, Diario…, pp. 67-84. 12Diario, pp. 151-264. 13Diario, p. 348.

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En noviembre de 1853 volvía a Inglaterra. Tampoco le entusiasmó la vida británica, a la que tildó de estirada e

hipócrita. Sin embargo, se inscribió en el Real Colegio de Agricultura de Cirencester, que era el objetivo final de su viaje. En

éste llevó una vida aislada, dedicada al aprendizaje; no hizo amigos, no le gustó la vida de deporte, típica del estudiante

británico. Al parecer su estadía estuvo marcada por la tristeza; las cartas de su familia eran su único consuelo. A pesar de ello,

tuvo energía para escribir un manual, Estudios sobre agricultura europea14, obra que, según Donoso, estaba destinada a

prestar reales y efectivos servicios “en un país de explotación agrícola tan rudimentaria como era Chile"15. ¿Quién pagó su

estadía en Cirencester? Naturalmente pensamos que su padre, pero Pedro Felix Vicuña no era hombre de recursos. ¿Cómo

fue ese episodio realmente? ¿Recibió ayuda?, ¿de quien?

Durante el verano (julio) de 1854 viajó, en una jornada romántica y nostálgica, primero a Escocia y luego a Irlanda,

cuna de sus antepasados Mackenna, donde conoció a su tía abuela, Mrs. Leticia O’Higgins (!). De retorno en Cirencester se

sintió, ahora, profundamente desengañado de Inglaterra, que pasó a considerar la negación de todos los principios que

profesaba, ¡incluso se alquilaban muchachas por términos de un año y se les marcaba!. “¿Libertad inglesa donde estabais que

rara vez os encontré en mi camino?”, se preguntaba el escandalizado chileno16. Era la Albión de Charles Dickens (Oliver Twist,

Hard Times), de Benjamin Disraeli (Sybil), de Elisabeth Gaskell (North and South), de Michael Armstrong (The Factory Boy) y

otras joyas que nos hacen ver la verdadera faz de Inglaterra victoriana, la de la Splendid Isolation, bajo otra luz.

Lo ofendía la miseria del pueblo de las Islas Británicas “el 90% de las mujeres de Glasgow sin zapatos”17. Pero es

posible que el encuentro con Irlanda, duramente dominada por los ingleses y recién saliendo de una de las crisis sociales más

terribles del mundo contemporáneo, tuviese mucho que ver con la radicalización de su postura anti británica, que fue

momentánea, pues cuando retornó a Chile muchas veces mostró orgullo de que fuésemos “los ingleses de [sud] América”.

En verdad, nunca disfrutaría Vicuña de sus estadías en el extranjero: "no he nacido para vivir en ciudades extrañas,

entre muchedumbres egoístas de pueblos desconocidos", escribió18.

En diciembre de 1854 dejó Cirencester. A pesar de su nostalgia por la patria, emprendió entonces un nuevo periplo por

Europa continental; posiblemente estaba muy conciente de que aún no tenía un lugar en el Chile de Manuel Montt. Volvió a

Francia, donde quedó asqueado por la libertad sexual de París, la que, al parecer, no había notado antes. En los primeros

meses de 1855 hizo publicar allí una obrita -en francés- sobre las condiciones de vida en el campo chileno, destinada a

posibles emigrantes, un verdadero himno de amor a Chile19.

Pasó a Italia, incluyendo una detenida visita a Roma y a Bolonia, donde recogió pertenencias y recuerdos del abate

Juan Ignacio Molina, que luego emplearía. En Milán se entrevistó con Cesar Cantú "al que profesaba la más rendida

admiración". Gustó de Italia y en especial de Roma. Desde Venecia, la que también amó, pasó a Austria que no le entusiasmó

14 Benjamín Vicuña Mackenna, Estudios sobre agricultura europea, Valparaíso, Imprenta y Librería del Mercurio de Santos Tornero y Cía,

1854. 15 Vicuña, citado por Donoso, op. cit., p. 49. 16 Vicuña, Diario…p. 404. 17 Diario, p. 437. 18 Vicuña, citado por Donoso, op. cit., p. 49. 19 Le Chili considéré sous le rapport de son Agriculture et de la Emigration Européene, París, Ede. Bouchard-Huzard, 1855.

5

-"Fco. José de Austria ‘imberbe tirano’ de este país [Italia] usurpado"- y conoció varios estados alemanes20. Se entrevistó con

Alejandro de Humboldt. Su ánimo era cambiante e inconstante, tanto se "deleita" en Dresde, como se aburre en otra ciudad a

los pocos minutos (Hamburgo); sin duda todo dependía de los vaivenes de su alma solitaria.

En julio de 1855 se embarcó rumbo a su América; posiblemente había recibido de su familia noticia de que ya no se le

perseguía. Traía consigo unos 1.300 libros, la mayoría sobre historia hispanoamericana21. ¿Quien financió su largo viaje por

Europa, su publicación y sus compras?, otro misterio, parecido al de su estadía en Cirencerter.

Después de pasar por Lisboa, Madeira, las Canarias, las Islas del Cabo Verde y de Fernando Noroña, llegó al Brasil

imperial, el que, a pesar de reconocer su potencial para un futuro gran desarrollo, le produjo una impresión de desagrado, "de

sol, de sudor y suciedad", particularmente tratándose de negros y mulatos22. Verdaderamente no gustaba de los países

extraños a su cultura.

Luego, pasando por Uruguay, que tampoco le agradó, llegó a Buenos Aires donde investigó y copió documentos. Tomó

contacto con Mitre, con quien trabó amistad, también con Vélez Sarsfield y Sarmiento, con quienes no simpatizó en absoluto.

En cambio, sí le gustaron las argentinas, destino de muchos chilenos, hasta el presente. Luego viajó hasta Mendoza, donde

continuó la copia de documentos manuscritos, en particular en relación al proceso de los Carrera. A fines de octubre retornaba

al hogar paterno en Valparaíso. Volvía a casa contento, admirado y desilusionado por lo visto en la soñada Europa.

Trabajó entonces escribiendo biografías breves (Tupper, Beauchef, Wooster) para el álbum de Narciso Desmadryl.

Algunas ya las tenía terminadas antes de su partida a Europa o las terminó de redactar en viaje, pues ya se habían publicado

al volver. Otras las escribiría a su retorno. Además, comenzó a escribir en El Ferrocarril lo que habla, bien claramente, de una

cierta reconciliación con el gobierno de Montt23.

Había entrado en su primer período de incansable actividad como autor. En 1856 publicó cuatro obras, incluyendo

Páginas de mi diario durante tres años de viajes 1853-1854, 185524, del cual hemos sacado gran parte de la información

consignada más atrás. En agosto fue nombrado secretario de la Sociedad de Instrucción Primaria, recién fundada, y de la

Sociedad Nacional de Agricultura25. Transformado en editor de El mensajero de la Agricultura, en septiembre de 1856

publicaba La agricultura de Chile26 y, en diciembre, inició en El Ferrocarril la publicación de la Vida del general don Juan

Mackenna27, su antepasado. Ese mismo año, vio la luz, en fin, un afectuoso elogio a Juan Ignacio Molina, que apareció en

folleto en junio de 1856. Después, en 1860, saldría reproducido en los AUCH.

Por entonces era un joven de mediana estatura, de rasgos algo toscos, pero marcados y varoniles28.

20 Donoso, Vicuña..., p. 58. 21 Luis Galdames, op. cit., p.122. 22 Donoso, op. cit., p. 61. 23 Cfr., Raúl Silva Castro, Prensa y periodismo en Chile, Santiago, Ediciones de la Universidad de Chile, 1958, p. 211. 3. 24 Benjamín Vicuña Mackenna, Páginas de mi diario…pássim. 25 Inicialmente, la institución tuvo el nombre de “Sociedad Chilena de Agricultura”, pero cuando Vicuña fue nombrado secretario ya tenía el

nombre de “Sociedad Nacional de Agricultura”. Cfr. Ricardo Donoso, Vicuña…,p. 67. 26 Benjamín Vicuña Mackenna, La agricultura de Chile, Santiago, Imprenta Chilena, 1856. 27 Benjamín Vicuña Mackenna, Vida del general don Juan Mackenna, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1856. 28 Orrego Vicuña, Iconografía, vol. II, fotos XX, XXI, XXII y XIII.

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En abril de 1857 renunció al cargo de secretario de la Sociedad Nacional de Agricultura; en junio siguiente se recibía

de abogado, oficio que nunca ejerció, y en agosto inició la publicación de el primero de sus grandes estudios historiográficos: El

ostracismo de los Carrera29, obra fundada en documentos sobre su proceso y otros recuerdos, recopilados en Mendoza y en

los papeles, cartas y apuntes autobiográficos, que le hizo llegar el hijo del prócer, José Miguel Carrera Fontecilla. El libro, bien

investigado, ameno, apasionado, entrega un favorable y completo cuadro de la vida del prócer, en cierta medida,

contradiciendo en parte la opinión sobre el mismo que, dos años antes, había entregado Barros Arana30. Fue objeto de

polémica cuando apareció. Es posible que Vicuña se sintiera -hasta cierto punto- identificado con José Miguel Carrera.

Aristócratas ambos, impulsivos ambos, hombres de acción ambos, exilados ambos, turbulentos amantes de Chile ambos.... y

aún podríamos encontrar otros rasgos parecidos.

Olvidados sus fracasos y penurias de años antes, retornó también a la política. Poco después de volver a su hogar,

Vicuña se integró al grupo de liberales "rojos" o "radicales", en ese entonces compuesto por los Matta, los Gallo, Manuel

Recabarren, Juan Agustín Palazuelos, Francisco Marín, Justo Arteaga, José Francisco Vergara, José Alfonso y otros. Este

grupo publicará los periódicos, fuertemente contrarios a Montt, El País, El liberal y finalmente La Asamblea Constituyente

(1858). En la redacción de este último, cuya creación fue, fundamentalmente, fruto de una iniciativa de Vicuña Mackenna, se

incorporaron también Manuel Antonio y Guillermo Matta, Ángel Custodio Gallo e Isidoro Errázuriz, los que, además, con varios

otros de menor figuración, se agruparon en el “Club de la Unión” y solicitaron la convocación de una “asamblea constituyente”.

Era demasiado para lo que podía tolerar Montt; el 12 de diciembre se declaró estado de sitio y Vicuña Mackenna y otros

participantes del movimiento liberal “radical” fueron detenidos.

Durante su estadía de tres meses en la cárcel Vicuña, lejos de deprimirse -le molestaban las visitas31- llevó un

minucioso Diario y escribió tres obras mayores, de las cuales ya tenía apuntes y borradores: El sitio de La Serena, Diego de

Almagro32 y el primer tomo de la Historia de los diez años de la Administración de don Manuel Montt33. Pocas estadías en

prisión han sido tan fructíferas intelectualmente, al menos en cuanto a la cantidad de páginas escritas por día. En verdad el

encierro pareció gatillar uno de sus períodos eufóricos, el que, quizá, se remontaba al momento de su retorno a Chile.

Se le condenó a tres años de destierro y en compañía de Manuel Antonio Matta, Guillermo Matta y Ángel Custodio

Gallo, fue embarcado para Gran Bretaña en marzo del 1859. Segundo viaje a Europa de Vicuña, emprendido en condiciones

parecidas al primero...pero aún menos voluntarias.

Mientras en Chile ardía la guerra civil, después de un duro viaje, prácticamente en calidad de prisioneros, llegaron los

cuatro chilenos a Gran Bretaña. Pero una vez allá, Vicuña Mackenna se distanció de sus compañeros de viaje, debido a un

desacuerdo en relación a un proceso contra el gobierno de Chile y contra el capitán que los había maltratado durante el viaje,

que éstos iniciaron en Londres y al que se oponía por no considerar adecuado juzgar el régimen político de su patria en el

extranjero. Pero tuvo la suerte de encontrase con Diego Barros Arana, como vimos, ya un liberal y anticlerical decidido, quien

29 Benjamín Vicuña Mackenna, El ostracismo de los Carrera. Los generales José Miguel y Juan José y el coronel Luis Carrera. Episodios de

la Independencia de Sud América, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1857. 30 Diego Barros Arana, Historia general de la Independencia de Chile, Santiago, Imprenta El Ferrocarril, 1855. 31 Galdames, op. cit., p. 189. 32 Benjamín Vicuña Mackenna, Diego de Almagro. Estudios críticos sobre el descubrimiento de Chile, Santiago, Imprenta Cervantes, 1889. 33 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de los diez años de la Administración de don Manuel Montt, Santiago, Imprenta Chilena, 1862.

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también había partido de Chile huyendo de la dictadura legal de Montt. Viajaron ambos a París donde se sumergieron en su

mayor fuente....de felicidad, la investigación, recolección y compra de papeles y libros sobre historia de Hispanoamérica.

Luego, con recursos proporcionados por Claudio Gay, viajaron a España. En Madrid recorrieron más bibliotecas y librerías;

hicieron copiar documentos y compraron múltiples libros. Vicuña adquirió el manuscrito de la Historia inédita del Paraguay y del

Río de la Plata34 de Pedro Lozano y llegó hasta Valencia para examinar la Historia general de Chile35 de Diego Rosales,

todavía en manuscrito, la que no pudo adquirir debido a su elevado costo. Lo haría diez años después. Luego retornó a París e

Inglaterra desde donde partió hacia Perú, vía Panamá. Su ansia de Chile se hacía intolerable.

En el mes de enero de 1860 llegó a Lima, donde vivían numerosos desterrados chilenos. Se integró rápidamente en la

sociedad peruana que lo recibió afectuosamente, allí realizó nuevas investigaciones y reunió aún más papeles. Publicó

rápidamente, en el diario El Comercio, “Lord Cochrane y San Martín”, trabajo que vindica a este último de los cargos que el

primero le hace en sus Memorias, las que había conocido en Londres. Luego -incansable- redactó La revolución de la

Independencia del Perú de 1809 a 181936. Trabó amistad con el general Miller, quien le comunicó noticias y recuerdos. Puesto

a su disposición el archivo de O’Higgins por su hijo Demetrio, emprendió la redacción de El ostracismo del general don

Bernardo O'Higgins37, biografía completa -muy laudatoria- del prócer y que comenzó a dar a luz en El Mercurio de Valparaíso

en diciembre de 1860. Pero la obra, que contiene la mayor parte de la información que hasta hoy se maneja sobre la vida del

capitán general, resultó controvertida. En especial porque incluye un fuerte ataque a Rodríguez Aldea. Vicuña fue criticado por

ello durante largos años, principalmente en Chile. Incluso hubo de ir a un juicio de imprenta, en el que resultó absuelto. Quizá

Vicuña, en el retrato que hace de O’Higgins, estuviese influido por Carlyle o, como en el caso de Carrera, admirara en

O’Higgins algunos rasgos propios (no los mismos de Carrera, sin duda, excepto el amor por Chile y haber sido un desterrado).

Creo que ensalzó en O’Higgins su ingenuidad sincera, su básica bonhomía, su entrega total. En fin, el ser, como dijo Neruda:

“Un sólido retrato” siempre, en cualquier circunstancia; con sólo “una hora (...) en su cándida esfera (...) la de Chile”38.

En enero de 1861, hacia la conclusión de la administración Montt, enfermo, llegaba por fin a su patria, donde debió

ocultarse; pero esta situación cambiaría al asumir el gobierno José Joaquín Pérez.

Ya en libertad de aparecer públicamente, se encontró en graves problemas financieros. Debía dinero que no tenía. Se

decidió entonces a hacer el “sacrificio máximo”, vender su Biblioteca Americana39

. Antes de su amor a los libros estaba su

honra de caballero. Tres mil volúmenes de material valiosísimo sobre la historia de Hispanoamérica, algunos únicos y de gran

valor, recopilados en sus viajes, aún a precio de llevar una subsistencia magra con tal de adquirirlos. Antes de venderlos se

limitó hacer un catálogo, bastante desordenado pero completo, que da fe del tesoro bibliográfico. Por suerte, la mayor parte fue

adquirida por el Estado chileno para la biblioteca de la Universidad de Chile. Pero otra proporción se dispersó e incluso salió de

Chile.

34 Pedro Lozano, Historia de la conquista del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán, Buenos Aires, Casa Editora Imprenta Popular, 1873-75. 35 Diego Rosales, Historia general de Chile: Flandes Indiano, Valparaíso, Imprenta El Mercurio, 1877-1878. 36 Benjamín Vicuña Mackenna, La revolución de la Independencia del Perú de 1809 a 1819, Lima, Imprenta del Comercio de J. M. Manterola,

1860. 37 Benjamín Vicuña Mackenna, El ostracismo del general don Bernardo O'Higgins, Valparaíso, Imprenta y Librería del Mercurio de Santos

Tornero, 1860. 38 Pablo Neruda, Canto general, Buenos Aires, Editorial Losada, 1955, IIvols., vol I, pp. 96-97. 39 Galdames, op. cit., p. 239.

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En el año 1862, con motivo de expedición francesa a México se creaba la Sociedad de la Unión Americana de

Santiago de Chile, de la cual Vicuña, ya sano, libre y pleno de energías, fue nombrado director; nacía el Vicuña Mackenna

americanista. Se integró además como miembro a la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile. Publicó Historia de

los diez años de administración de don Manuel Montt40

, obra que no oculta -en partes- su animadversión al Presidente

autoritario. Vicuña, más allá de las diferencias doctrinarias y agravios recibidos, posiblemente lo despreciaba por su

personalidad calculadora y, quizá, socialmente.

En 1863 continuaron las publicaciones, entre éstas algunas de las de más vuelo que salieron de su pluma: El general

José de San Martín41

, con numeroso material inédito y, a continuación, la Introducción a la historia de los diez años de la

administración Montt, Don Diego Portales42

. Larga obra que es el relato de los orígenes de la guerra civil de 1851. Con todo,

quizá sea la principal obra historiográfica de Vicuña Mackenna, especialmente por lo que se refiere al estudio que hizo sobre

Portales, al que dedicó la mayor parte de ella. El libro que -aunque aparentemente no podía serlo- fue laudatorio y escrito con

entusiasmo hacia el ministro y su obra, los que van creciendo a medida que se desarrolla el relato. Frente a Portales, Vicuña

muestra, una postura crítica a parte de su acción pública, pero una enorme admiración al estadista y al hombre, ("coloso sin

equilibrio" lo llama43

). Esta actitud admirativa, una vez más, se hace particularmente clara en relación a los rasgos en que sus

caracteres resultaban parecidos: capacidad de trabajo, patriotismo, etc.

Entrega mucha información y, en su entusiasmo -quizá a pesar suyo- creó el mito de Portales en condición de figura

fundacional de Chile republicano. Mito que luego desarrollaría Sotomayor Valdés y llevarían, hasta convertirlo en leyenda,

Alberto Edwards y F. A. Encina.

Entró luego en una envenenada polémica y fue a pleito con Manuel Bilbao a propósito de Lord Cochrane y otros

motivos personales que fueron saliendo, un desagradable asunto. También polemizó ardorosamente con Irisarri (o continuó

una larga polémica que había comenzado con la publicación de El ostracismo del general don Bernardo O'Higgins)44

. En estos

episodios afloró, muy claramente, otro rasgo de la personalidad de Vicuña Mackenna, su agresividad. Antes había detestado y

atacado a Montt y su camarilla, pero con motivos más que explicables. En este caso sus razones eran de menor peso,

actuaciones históricas que nunca afectaron directamente a Vicuña y sus adversarios estaban fuera de Chile. Eso no fue

obstáculo para que el fuego de la contienda, historiográfica y personal, alcanzara a arder con furia. Bilbao viajo desde Lima a

Santiago donde presentó una acusación judicial contra nuestro autor por libelo. El tribunal, con razón, condenó a Vicuña a una

pena menor. ¿Lo afectaban estos desagradables incidentes? Muy posiblemente, pero no disminuían en nada su pasión y su

febril actividad.

40 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de los diez años de administración…cit. 41 Benjamín Vicuña Mackenna, El general José de San Martín, considerado según documentos enteramente inéditos, con motivo de la

inauguración de su estatua en Santiago el 5 de abril 1863, Santiago, Imprenta Nacional, 1863. 42 Benjamín Vicuña Mackenna, Introducción a la historia de los diez años de la administración Montt, Don Diego Portales, Valparaíso,

Imprenta y Librería El Mercurio, 1862. (cit. en su nombre actual Don Diego Portales, en nota 4) 43 Vicuña Mackenna, op. cit., Reeditada como Don Diego Portales, en Obras completas, vol. VI, U. De Chile, Santiago., 1937, (la cita

reproducida está en la p. 590). 44 Cfr., Antonio José de Irisarri, El charlatanismo de Vicuña o crítica del disparatorio titulado: El ostracismo del general don Bernardo

O’Higgins; su autor: B. Vicuña Mackenna, Valparaíso, publicado en casa de Ernesto Schultzenberg, 1860, 37 págs.

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Veamos. Redactor de El Mercurio de Valparaíso, defendió ardientemente las ideas liberales pero también al gobierno

de José Joaquín Pérez, el que, aunque tolerante y moderado, todavía se ceñía formalmente al modelo autoritario de la

Constitución de 1833. Esto lo llevó a romper con sus amigos radicales que atacaban al gobierno desde La Voz de Chile.

Episodio que es probable que explique, más allá de su conflicto de 1859 en Londres, el fin de su amistad con los Matta y Gallo

y, en parte al menos, el por qué Vicuña siempre se definió como liberal y no como radical, sector al cual habría podido

pertenecer naturalmente, después de sus primeras fintas políticas que hemos visto. Pero también puede haber pesado, a este

respecto, su débil, aunque nunca abandonada, religiosidad católica45

. Sin embargo, al mismo tiempo, mostraba su dura

oposición a sectores clericales que escribían en El Bien público. Paradoja sobre paradoja; en esta polémica a tres bandas, a

pesar las críticas que le mereció la realidad social del mundo burgués, industrial y materialista, que vio en Estados Unidos y

Gran Bretaña, apareció como un ardiente modernizador46

.

Para concluir. En 1864, fue elegido diputado (liberal) por La Ligua. Su plataforma fue el anticlericalismo y la lucha por la

"reforma" de la Constitución de 183347

.

Una vez en el parlamento, fue designado secretario de la Cámara de Diputados y de la comisión parlamentaria

destinada a fomentar la inmigración, problema que, como hemos visto, le preocupaba desde su estadía en Cirencester. Podría

pensarse que con su abrumador trabajo como publicista, Vicuña desempeñó su puesto tibiamente... todo lo contrario. Al mismo

tiempo que luchaba, ahora con tono más moderado, en la Universidad y desde la prensa por la supresión de la enseñanza del

latín (quizá recordando lo difícil e inútil que había sido para él su aprendizaje) y en medio de un frenesí de publicaciones

periodísticas sobre los más disímiles temas, desempeñaba su función de secretario con enorme entusiasmo, interviniendo en

casi todos los debates frecuente y ardorosamente.

En 1865, se destacó por su campaña por la libertad de cultos. Luego, en concordancia con sus acentuado

americanismo, fue nombrado "agente confidencial" en EE. UU., para promover la causa de Chile y sus aliados en la Guerra

contra España. Después de varias vicisitudes, en noviembre de 1865, llegó hasta Nueva York. Como era de esperar, desplegó

una febril actividad. Pero el ambiente le era hostil, sus actuaciones, marcadas por el empeño patriótico, fueron de dudosa

eficacia y la opinión pública y prensa yanqui lo atacaron con dureza, acusándolo de violar las leyes de neutralidad. Con todo,

hizo incansables gestiones para la compra de naves y armas; pero, a pesar de un relativo éxito, también en Chile sus acciones

fueron criticadas y ridiculizadas por la prensa, hasta el punto de que el gobierno decidió poner término a su misión. Finalmente

en junio de 1866, retornó, agotado, a su patria. Había estado sólo diez meses en Estados Unidos.

Posiblemente, como consecuencia del episodio norteamericano, había caído en uno de sus períodos depresivos; su

labor literaria y política fue, en los meses siguientes, muy escasa y, repetidamente, manifestó su deseo de retirarse a la vida

privada48

.

Por otra parte, puede haber influido, en su pasividad editorial y toda su conducta posterior a su retorno de

Norteamérica, el hecho de que en el mes de marzo del año 1867 contrajese matrimonio, por amor, con su prima Victoria

45 Cfr., Walter Hanisch, “Benjamín Vicuña Mackenna y la religión”, en Anuario de historia de Iglesia en Chile, N° 4, 1986, pp. 169-195. 46 Donoso, Vicuña…, p.178. 47 Donoso, op. cit., p.184. 48 Donoso, op. cit., pp. 228-230.

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Subercaseaux Vicuña, una joven y hermosa mujer de diecinueve años, en circunstancias que él tenía treinta y cinco. Su

esposa, de temperamento fuerte aunque de salud débil, algo lo asentó emotivamente y en todo caso mejoró su calidad de vida,

pues ella hizo de su admiración hacia él un culto. Ya haber soportado su estilo y su ritmo de vida habla de su amor hacia

Vicuña Mackenna. Su belleza y aspecto juvenil perdurarían hasta más allá de los cuarenta años, cuando su esposo ya había

fallecido49

. Moriría, anciana, en 1931.

Al parecer, Vicuña había sido hasta entonces mayormente de amores platónicos y románticos y bastante pasivo (hasta

pacato) sexualmente. El romance que lo condujo al matrimonio debió haber comenzado así, sólo que, siendo correspondido,

pudo terminar en un feliz matrimonio. Tendrían muchos hijos de los cuales sobrevivieron cuatro50

.

Si había estado deprimido, Vicuña se recuperó rápidamente. Pasó a impulsar en el parlamento -donde fue reelegido

diputado por Valdivia en mayo de 1867- una ardorosa campaña para la conquista militar de Arauco aún independiente,

mostrándose partidario de una dura política hacia los mapuches.

En consonancia con su preocupación por Arauco y las últimas acciones guerrilleras ligadas con la independencia, en

1868 aparecía La Guerra a Muerte:, memoria sobre las últimas campañas de la Independencia de Chile, 1819-182451

, que

había sido escrita como memoria histórica en 1866, una más de la serie anual que propiciaba la Universidad de Chile. Publicó

además dos nuevos tomos de su Historia general de la República de Chile52

, que, junto con J.V. Lastarria, Federico Errázuriz,

Z., Melchor Concha y Toro y Diego Barros Arana había comenzado en 1866 y luego dejado, para ser concluida, por él sólo, en

1882. Una obra útil por el material que recopila, pero que no es un trabajo bien investigado e independientemente desarrollado

y no admite comparación con la que después publicara su amigo Barros Arana sobre los mismos años de la historia de Chile.

También Francisco Moyen53

, ya aparecido antes en forma de artículos en los Anales de la Universidad de Chile en 1862 y que

sería traducido al inglés en 1869. Este último libro era un duro ataque a la Inquisición, que lo llevó, nuevamente, a entrar en

una dura discusión, pero esta vez respetuosa, con el presbítero José Ramón Saavedra.

Pero, casi al mismo tiempo, Vicuña fue la figura central, a pesar de no ser el autor de la iniciativa y en medio de un

escándalo de proporciones, en la famosa acusación parlamentaria contra la Corte Suprema y Manuel Montt, su presidente; un

acto de venganza que Vicuña apoyó. Rápidamente, por su fama, figura (y vulnerabilidad, después de los episodios de Bilbao,

Irisarri y su viaje a EE UU) se convirtió en el blanco de la prensa montt-varista, Lo atacaron El Ferrocarril y, de manera procaz,

otros dos pasquines El Charivari y La Linterna del Diablo. Vicuña respondió en el mismo tono y se querelló, con éxito parcial,

contra sus detractores. De nuevo era el de la época de su lucha contra Manuel Bilbao e Irisarri: infatigable, hiperquinético,

eufórico. Pero ahora también aparecía como inconsecuente. Recurría a la justicia contra un escrito en su contra. Era lo mismo

que él, campeón de las libertades públicas, había condenado anteriormente.

49 Orrego Vicuña, Iconografía, vol. II, pp. CLXL y CLXLI. 50 Virgilio Figueroa, op. cit., p. 1053. 51 Benjamín Vicuña Mackenna, La Guerra a Muerte, memoria sobre las últimas campañas de la Independencia de Chile, 1819-1824,

Santiago, Imprenta Nacional, 1868. 52 Benjamín Vicuña Mackenna et al. Historia general de la Republica de Chile, Santiago, Imprenta Nacional, 1866-1882. Libro que es en

realidad es una compilación de “memorias” históricas. 53 Benjamín Vicuña Mackenna, Francisco Moyen, Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1868.

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Por esos años, los más combativos de su carrera como hombre público, se parecía físicamente a Nietzsche, por sus

enormes, desproporcionados, bigotes y su mirada de águila54

.

Calmada, aunque no concluida, la tormenta, cuyos ecos lo acompañarían hasta su muerte, el año 1869, propició la

reinstalación de la Sociedad Nacional de Agricultura y dio a luz dos grandes volúmenes: su Historia crítica y social de la ciudad

de Santiago, desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868)55

, crónica animada y pintoresca, que tiene además valor

literario costumbrista. Después, el mismo año, Historia de Valparaíso56

; en verdad, al menos en su primer tomo, una historia del

Mar del Sur durante los siglos coloniales en la que aprovechó sus investigaciones en el Museo Británico de 1859. En el

segundo tomo predomina el carácter pintoresco, el episodio lugareño.

En enero de 1870, emprendió su tercer viaje a Europa, en compañía de su esposa y su pequeña hija Blanca. ¿Por qué

viajar si el estar fuera de Chile lo deprimía y sólo pensaba en el retorno? He aquí una de las muchas enigmáticas

contradicciones de Vicuña. Quizá en sus dos primeros viajes se daba el caso de que el retorno era imposible o difícil, pero no

en éste. Soñaba con el mundo grande, desarrollado y civilizado de "la Europa" e, imaginándola desde Chile, quería estar allí.

Pero habiendo llegado, se encontraba con que él no era nadie, que tenía que bregar con múltiples problemas y aburrimientos,

que lo soñado no era tan bello como en los sueños. Mejor era soñarla, adornada por la imaginación y los libros, sintiendo bajo

sus pies la tierra de su Chile. Pero insistió en verla otra vez, detallada y personalmente.

En este caso, la salud de su mujer fue el motivo explícito del viaje, pero, de ser así, habría sido un viaje corto. No lo

fue.

El hecho fue que su conducta evolucionó como en los viajes anteriores. Una vez fuera de Chile comenzaban casi

inmediatamente las desilusiones y los lamentos.

Radicado en Francia, una vez más hizo explícita su postura adversa al gobierno de Napoleón, III, al que -aunque, por

cierto, no lo sabía Vicuña- le quedaba poca vida. Pero se asombró por la transformación de París, obra de Haussman, algo que

probablemente fue importante para su propia obra en la remodelación de Santiago, años después.

Visitó la modesta casa de Lamartine, su ídolo hacia 1850, con gran emoción. Por lo demás, hizo la misma vida de

curioso de sus otras estadías en París, pero más pausadamente. En abril viajó a Londres y en mayo pasó a Bélgica y luego a

Alemania, de estación termal a estación termal, en busca de mejorar la salud de su esposa. Estuvo en Spa, Baden-Baden,

Luxeil, el Lago Léman, Arachon, Cauterets, Ems, la del famoso telegrama. En casi todas se aburrió bastante. Pero pudo visitar

otros sitios de mayor interés. Cada paso de su periplo lo iba contando en cartas y artículos para El Mercurio de Valparaíso57

.

Mostraba ahora menos entusiasmo andarín que en otras ocasiones. Ya no se sentía obligado a exprimir cada gota de

novedad que cualquier ciudad o pueblo europeo podía entregarle.

54 Cfr., por ej: Orrego, op cit., vol. II, foto XXXII. 55 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia crítica y social de la ciudad de Santiago, desde su fundación hasta nuestros días (1541-1868),

Valparaíso, Imprenta del Mercurio de Recaredo S. Tornero, 1869. 56 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de Valparaíso. Crónica política, comercial y pintoresca de su ciudad y su puerto, desde su

descubrimiento hasta nuestros días, Valparaíso, Imprenta Albion, de Cox y Taylor, vol. I, 1869; vol. II, 1872. 57 Cfr., El Mercurio de Valparaíso, 23, 25 y 31 de agosto de 1870; 15, 16 y 22 de septiembre de 1870; 15, 16 y 26 de octubre de 1870; 1, 15,

23 y 24 de noviembre de 1870; etc.

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Habiendo estallado la guerra Franco-Prusiana, Vicuña, en el teatro mismo del conflicto, se transformó en un

corresponsal privilegiado. Sus artículos periodísticos se tornaron muy interesantes; pero dejan ver que, con toda su intuición y

conocimiento, Vicuña no escapó a lo que sucede a todos los espectadores de una gran tragedia contemporánea; sus

predicciones se mostraron frecuentemente fallidas. Inicialmente sus simpatías estuvieron con Alemania (lo que cambiaría

cuando cayó Napoleón III y Francia se transformó en república), pero creía en el triunfo de Francia. Pudo ver parte de los

aprestos bélicos por lado y lado, pero pronto partió a Suiza, huyendo de la guerra. Recordemos que viajaba acompañado de

esposa e hija.

En el país Helvético tuvo noticias de las apabullantes derrotas francesas. Con todo volvió y recorrió Francia la que, a

pesar de la guerra, encontró apática. Caído Napoleón celebró la proclamación de la República Francesa. Después se

desilusionaría de ésta, como consecuencia de la Comunne, la que llamó “la insurrección del comunismo”58

.

Luego, en noviembre, arrancando ahora del invierno, viajaba a España, donde visitó Madrid, Sevilla y otras ciudades

andaluzas. Tal como sus viajes anteriores, esta visita fue ocasión de estudio, investigación y compra de libros. Adquirió el

manuscrito de la Historia general de Chile del padre Rosales, que, según vimos, ya conocía y que publicaría en 1877.

Andalucía le interesó, pero cubrió de críticas -algunas ciertamente con base- a Málaga.

El año 1871 pasó a Italia y en Nápoles, donde realmente disfrutó, se encontró con Santiago Arcos (el Marat del Chile

de 1848-1850) a quien calificó ahora de “casi pelucón”, pero sin mucha base, pues escaso tiempo antes Arcos había sido

candidato a Cortes en España por el Partido Republicano Federal, de extrema izquierda59

. Viajó nuevamente a Suiza y a

Alemania, donde vio las tropas regresando en medio de la alegría popular. Después volvía a París, que, con gran pesar,

encontró semi destruido por el asedio prusiano y la Comuna.

En octubre, partía de vuelta en Chile trayendo unos cincuenta volúmenes de copias de documentos recolectados en

España. Fue su adiós definitivo a Europa, la de sus ilusiones y desilusiones.

De nuevo nos cabe preguntarnos ¿Como financió Vicuña su largo viaje de año y medio por Europa, hecho ahora no a

lo pobre, sino alojando, con señora e hija, en buenos hoteles, termas famosas y vapores de cierto lujo; circulando en coche y

vestido como gran señor? Sus artículos enviados a El Mercurio pueden haber ayudado. Pero, sin duda, la principal fuente de

financiamiento del viaje vino de la cuantiosa fortuna de su esposa.

Llegaba 1872 y Vicuña Mackenna fue nombrado Intendente de Santiago por el presidente Federico Errázuriz Zañartu.

Teniendo vivo el recuerdo de Haussman, desde ese cargo desempeñó -digámoslo de nuevo- como era de esperar, una

asombrosa actividad, que, en buena medida, cambió el rostro de la ciudad.

Entre las obras de Vicuña Mackenna, junto con las de carácter progresista o modernizador, estuvieron las destinadas a

rescatar la fisonomía histórica de Santiago.

Como dice Donoso: “desde el primer día, con apasionante ardor [se dedicó] a su obra, presidió comisiones, nombró

otras, envió instrucciones para restablecer las inscripciones de los monumentos públicos, preparó la inauguración de le estatua

58 Benjamín Vicuña Mackenna. “Cartas del Tiber” y “Cartas del Arno”, aparecidas en El Mercurio de Valparaíso los días 19 de mayo, 6 y 7 de

junio de 1871. 59 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la jornada del 20 de abril de 1851, Santiago, Rafael Jover Editor, 1878. pp. 46-47.

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de O’Higgins, organizó la policía de seguridad, atendió la salubridad pública, encareció el cobro de las multas municipales,

compuso una ordenanza de carruajes, inició el adoquinado de la calle Estado y se multiplicó en todas partes”60

.

Después emprendió obras de mayor envergadura. Señalo la fundamental importancia de la canalización del Mapocho,

cuyo cauce era una basural; la construcción del camino de cintura (los grandes bulevares), que el mismo comenzó; la

transformación de algunos barrios de sur de la ciudad, hacinamiento de pobreza, enfermedades y desordenes; la apertura de

nuevas plazas; terminación del Mercado Central; construcción de edificios para escuelas y reparticiones públicas, canalización

y cubrimiento de las múltiples acequias que cruzaban la ciudad; construcción de un nuevo edificio para la Intendencia; apertura

de avenidas (otros boulevares: Ejército, La Paz, etc.); construcción de aceras, etc. Su amor a Chile, a un determinado Chile, se

derramaba como nunca.

Porque, consecuentemente con su afán de modernizar y limpiar la ciudad, hay que hacer notar que Benjamín Vicuña

Mackenna se empeñó en perseguir la prostitución, lo que podría tener alguna justificación en una época en que la sífilis hacia

estragos entre la población de Santiago, pero también la mendicidad, lo que no la puede tener, más todavía cuando en ese

aspecto preciso poco hizo de positivo61

.

Pero su gran proyecto y obra fue la remodelación del cerro Santa Lucía, hasta entonces un peñasco donde se

destacaban las ruinas de fortificaciones coloniales. Se adquirieron las propiedades de particulares en las laderas del cerro.

Utilizando presos, se construyeron caminos, taludes y terrazas; se vaciaron en él 18.000 carretadas de tierra vegetal, se

erigieron estatuas, se instaló agua potable y gas. Se construyó un restaurante, una biblioteca y un museo. También consultaba

entretenciones para niños y lugares de sociabilidad. “El plan de Vicuña era dar al cerro aspecto de castillo medieval, mitad

fortaleza, mitad residencia feudal, con torres, jardines fosos y acueductos”62

. ¿Por qué el ultra chileno Vicuña quiso hacer un

castillo como los de Europa medieval en el centro de Santiago? Era algo completamente ajeno a nuestra cultura. La respuesta

creemos que debe buscarse en la idea que tenía de que “europeo” significaba “civilizado” y por eso cayó en la trampa de copiar

-burdamente- una tradición arquitectónica ajena, un castillo, como los que frecuentemente ha de haber encontrado en el centro

de las ciudades de Europa.

No dejó de recibir numerosas críticas por los gastos que demandaba la gran obra. Respondió, pues, infinidad de cartas

en defensa de su proyecto, escribió varios folletos explicándolo, desafió la crítica como él sabía hacerlo. En octubre de 1872

estaban terminados los trabajos esenciales y en la primavera de 1874 su obra estaba concluida plenamente y los muchos

detractores iniciales de ella eran ahora fervientes admiradores. El mismo Vicuña se encargó de publicar un libro, el Álbum del

Santa Lucía63

, exhibiendo lo logrado.

Pero no sólo fue la ciudad de Santiago la preocupación de Vicuña como intendente. El mismo año de 1874 decidió

recorrer a caballo, y buena parte del trayecto al galope, toda la provincia acompañado de una pequeña comitiva. Durante el

duro viaje, escuchó a todos, inspeccionó casi todo, sacó muchas útiles ideas algunas de las cuales fueron realidad. También el

60 Donoso, Vicuña Mackenna… p. 29. 61 Donoso, op. cit., p. 293. 62 Donoso, op. cit., p. 315. 63 Benjamín Vicuña Mackenna, Álbum del Santa Lucía. Colección de las principales vistas, monumentos, jardines, estatuas y obras de arte

de este paseo, Santiago, Imprenta de la Librería del Mercurio de A. M. Echevarría, 1874.

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largo periplo fue relatado en un libro. La agotadora cabalgata fue otra prueba de formidable energía. Más todavía, cuando,

habiendo cumplido ya los cuarenta años, comenzaba a engrosar. Además, había perdido pelo y su bigote había encanecido64

.

Tampoco fue la Provincia de Santiago su único interés dentro de la vasta geografía de Chile. Ese mismo año vio la luz

el libro Quintero65

, una mezcla de loas hacia la más bella, quizá la única, de las bahías de la costa central de Chile y el proyecto

de balneario, ferrocarril y puerto que su geografía hacía posible y que más adelante, ya en el siglo XX llevaría adelante la

familia Cousiño, en una empresa que fracasó estrepitosamente66

.

Vicuña fue elegido, además, diputado en propiedad por Talca, aunque eso no ha de haberle demandado gran

esfuerzo.

Extasiado por sus logros y popularidad, renunció a la Intendencia de Santiago, en abril de 1875 para ser candidato a

Presidente de la República. Creía, en un principio que, dada su fama, tenía muchas posibilidades de triunfo.

Pero debió sufrir una grave contrariedad debido a su decisión. No habiendo recibido aval del Estado o de la

Municipalidad de Santiago por los cuantiosos gastos que demandó la remodelación del Santa Lucía, en una actitud muy suya,

los había avalado personalmente y en vista de su renuncia los acreedores le exigieron el pago. Era pues deudor de unos

50.000 pesos de la época. Debió pedir un préstamo, dando como garantía bienes de su esposa (parte de la hacienda de

Colmo) y su propia quinta en la avenida que hoy lleva su nombre. Estos salieron a remate y fueron adjudicados por terceros67

.

Era candidato presidencial. Pero las leyes no escritas de la vida política de entonces señalaban que el representante

del “oficialismo, en este caso Aníbal Pinto, nominado por una convención de notables, liberales, radicales, nacionales y otros

grupos menores, era el que sería futuro primer mandatario68

. Vicuña, a quien el presidente Errázuriz Zañartu, su amigo, al

parecer había prometido inicialmente que el gobierno no tomaría partido en la contienda, organizó, para quebrar aquella

tradición, el primer intento de conseguir una elección relativamente democrática. Lanzó la "Campaña de los pueblos", fundó el

"Partido Liberal Democrático" y recorrió el país.

La "Campaña", una iniciativa que exponía, quizá mejor que ninguna otra, la personalidad de Vicuña Mackenna,

constituyó el primer intento en Chile de llegar a la primera magistratura mediante un contacto directo con la ciudadanía y

utilizando el ferrocarril, algo que posiblemente había visto en Estados Unidos. Pese al esfuerzo, el apoyo popular y el del

¡Partido Conservador!, que en coyuntura no tenía mejor opción -lo que, por otra parte, posiblemente lo perjudicó ante el

electorado popular del que pretendía apoyo- se hizo evidente que no podía luchar contra la máquina electoral del gobierno y de

su candidato. Vicuña viajó, discurseó, escribió, saludó, cenó, entusiasmó, etc. etc.69

. Se cuenta (sin confirmación fidedigna) que

64 Orrego, Vicuña, Iconografía…cit., vol. II, foto XXVI. 65 Benjamín Vicuña Mackenna, Quintero, su estado actual y su porvenir, Valparaíso, Imprenta del Mercurio de Tornero y Letelier, 1874. 66 Cfr., Cristián Gazmuri, “La Compañía de Ferrocarril, Puerto y Balneario de Quintero (una empresa fracasada)”, en Historia, N° 32, 1999.

pp. 79-110. 67 Virgilio Figueroa, op. cit., p. 1053. 68 Virgilio Figueroa, op. cit., p. 1052. 69 Cfr., Manifiesto que con motivo de su proclamación como candidato a la Presidencia de la República dirige a sus compatriotas el

ciudadano Benjamín Vicuña Mackenna, Santiago, Imprenta de la Librería del Mercurio, 1875, 27 pags.; Guía del elector liberal, para las

elecciones generales de 1876, Santiago, Imprenta de la Librería del Mercurio, 1875, 142 págs. Y La Convención de los Pueblos, celebrada en Santiago desde el 25 de diciembre de 1875 al 1 de enero de 1876. Por un demócrata, Santiago, Imprenta de El Ferrocarril, 1876, 134 págs.

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despertaba tales adhesiones que una señora (¿?) del cercano sur, llegó a ofrecerle pasar la noche en su casa....y que eligiera

con cual de sus hijas “deseaba estar”. Vicuña declinó la oferta.

Ofreció esto, lo otro y lo de más allá. Pero la maquinaria gubernativa era invencible y un agotado Vicuña Mackenna

optó por retirarse pocos días antes de la elección (junio de 1876).

Había ocupado todos los cargos y desempeñado todos los papeles del escenario público chileno, excepto los de

ministro y Presidente de la República. ¿Por que no fue ministro Vicuña? Posiblemente por lo mismo que temió Errázuriz al verlo

como candidato a la primera magistratura y poner frente a él, a quien sin duda estimaba, un candidato oficial que lo derrotaría

de segur. Porque en la gente responsable no inspiraba confianza. En otras palabras, por su inestabilidad emotiva, la que

combinada con su energía inagotable, su ingenuidad y pasiones, lo hacía peligroso en cargos con gran responsabilidad

ejecutiva. Esto lo veremos cuando relatemos su actitud durante la Guerra del Pacífico.

En 1876, pese al desengaño, Vicuña Mackenna continuó con su ritmo de trabajo casi compulsivo; publicó varios

escritos e incontables artículos de prensa, dos o más por día, en diversos periódicos. Entre los escritos de más vuelo destaca:

Los Girondinos chilenos, ya citada, en verdad un relato, en parte autobiográfico, de la influencia que tuvo en Chile la Historia de

Girondinos de Lamartine70

. Además fue elegido senador por Santiago.

Intervino opinando sobre la cuestión de límites con Argentina. Igual que muchos otros prohombres de la oligarquía

chilena que gobernaba, sostuvo que defender los derechos sobre la Patagonia era una labor absurda. Se trataba, en su

opinión, de territorios malditos e inútiles que no merecían mayor interés. Diga la historia si tenía razón.

En 1877 vieron la luz Los precursores del mar (el carbón de piedra en el siglo XVIII)71

; Los Lisperguer y la Quintrala72

,

una obra de dudosos mérito histórico, pero que rescató una figura importante de la temprana Colonia, que estaba en la leyenda

pero de la que se sabía poco con certeza; De Valparaíso a Santiago73

, un largo (casi largísimo) relato misceláneo sobre el

ferrocarril de entre ambas ciudades, la historia o leyenda de cada lugar por el cual pasa y su construcción; su Ensayo histórico

sobre el clima en Chile74

y Los médicos de antaño75

. Esos libros, que sin tener la importancia de otros ya citados, son una

fuente casi inagotable de datos, detalles costumbristas, observaciones geográficas y anécdotas; Era ahora Vicuña Mackenna

historiador de la evolución geográfico-climática (como Emmanuel Le Roy Ladurie76

) y de la vida privada. Aún el mismo año

70La idolatría por los personajes de Lamartine llegó a tanto que espontáneamente muchos jóvenes se auto identificaron con figuras girondinas

o jacobinas: Lastarría fue Brissot; Bilbao, orador fogoso, desde su retorno a Chile en 1850, fue Vergniaud; Manuel Recabarren fue Barbaroux;

Juan Bello y Rafael Vial fueron Ducos y Boyer-Fondréde; Domingo Santa María escogió por modelo a Louvet; hubo también un Péthion, unos

hermanos Lameth, un Danton, un Saint-Just y un Robespierre. Eusebio Lillo, músico-poeta y futuro redactor jefe de El Amigo del Pueblo no

podía ser otro que Rouget de Lisle. Santiago Arcos fue Marat. Imposible concebir mejor preparación sicológica de un ambiente revolucionario. 71 Benjamín Vicuña Mackenna, Los precursores del mar (el carbón de piedra en el siglo XVIII) en El Mercurio, 6 de enero y El Mercurio del

Vapor, 17 de enero de 1877. 72 Benjamín Vicuña Mackenna, Los Lisperguer y la Quintrala. (Doña Catalina de los Ríos.) Episodio histórico social, con numerosos

documentos inéditos, Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1877. 73 Que en las Obras completas, fue publicado como, De Valparaíso a Santiago, a través de los Andes, aunque se trate de la unión de dos

obras distintas publicadas con mucha diferencia en el tiempo. 74 Benjamín Vicuña Mackenna, Ensayo histórico sobre el clima en Chile, Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1877. 75 Benjamín Vicuña Mackenna, Los médicos de antaño, Santiago, Imprenta de la Librería del Mercurio, 1877. 76 Cfr. Emmanuel le Roy Ladurie: L’histoire de la pluie et du beau temps, en, Faire de L’Histoire, Paris, Gallimard, 1974, pp. 3-30.

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escribió, en fin, el preámbulo a la Historia general de Chile de Diego Rosales y una recopilación de artículos aparecidos en la

prensa bajo el título de Chile: Relaciones históricas77

. ¡Impresionante frenesí de trabajo!; ¿dormía Vicuña Mackenna?

El año siguiente se convirtió, otra vez, en redactor de El Ferrocarril. En sus artículos predominan, “la orientación

histórica, la mirada retrospectiva, la evocación tradicional, [pero, como insiste Ricardo Donoso, y no podemos sino estar de

acuerdo recordando algunas que hemos leído], junto a ellas, ¡cuantas columnas pueriles, monótonas y perecederas!”78

.

Recordemos que, en buena medida, vivía de su labor periodística.

El mismo año dio a la publicidad su: Historia de la jornada del 20 de abril de 185179

, obra fundamental para comprender

la coyuntura política de 1850 y el nacimiento del Chile laico y progresivamente liberal.

Polemizó además con Justiniano Zubiría en relación a la actitud de hostilidad hacia Chile de Perú y Argentina. Vicuña,

candoroso, defendió al Perú. Después lo sentiría, como veremos.

En medio del torbellino fue elegido senador por Coquimbo. En todas estas elecciones (triunfantes) mencionadas, se

presentaba en calidad de liberal y lo era realmente, incluso del grupo más decidido en su afán de cambios, libertarios y

laicisantes, en las décadas de 1860 y 1870. Como dijimos, aunque nunca militó en sus filas, en buena medida perteneció a la

cultura que daría nacimiento al Partido Radical. Fue bombero pero, al parecer, no fue masón. Después de su matrimonio su

posición política iría moderándose. Por ejemplo: la “Campaña de los Pueblos” fue un nuevo estilo de hacer política electoral,

más democrática, pero no significó, en la realidad, una radicalización de sus posiciones ideológico-políticas, como que lo apoyó

el Partido Conservador.

Estalló la Guerra del Pacífico y Vicuña Mackenna, en contradicción con su actitud anterior, hispanoamericanista y

filoperuana, se transformó en un energúmeno belicista, comentarista y promotor de la contienda. Como ejemplo de su ardorosa

ingenuidad, Donoso cita la apología que había hecho de Manuel Pardo, ex Presidente del Perú, asesinado, que había estado

exilado en Chile dos veces. En ésta, escrita el año 1878, Vicuña lo llamaba “genio de la reorganización de su país”, lo

comparaba con Portales y lo catalogaba como “uno de los hombres de Estado más vastos, más generalizadores, más

ilustrados y atrevidos que hayamos conocido”80

. No sabía por entonces que el Presidente Pardo fue el principal artífice del

tratado secreto del Perú con Bolivia de 1873, y que en las conversaciones que lo precedieron se mostró como el más

intransigente adversario y hasta enemigo de Chile. Fue todo el incidente algo tan propio de la personalidad de Vicuña

Mackenna. Los comentarios estarían demás.

Durante los primeros meses de la contienda escribió en varios diarios y no aceptó el secreto con que La Moneda la

conducía, exigiendo la revelación de los planes del gobierno y la proclamación de sus intenciones. De hecho, propiciaba una

suerte de conducción popular de la guerra, un despropósito. Es posible que tal actitud ocultara, consciente o

inconscientemente, su deseo de ser él Presidente de la República en tan importante prueba. Pero también era expresión de su

personalidad, transformada en una hoguera como consecuencia de la guerra. Su frase "no soltéis el morro" pasó a la leyenda;

era, por lo demás, lo que muchos chilenos querían oír. Pero si criticó la forma como se conducía la guerra, ayudó de múltiples

77 Benjamín Vicuña Mackenna, Relaciones históricas, Santiago, Rafael Jover Editor, 1878. 78 Donoso, Vicuña…, p. 374. 79 Vicuña Mackenna, Historia de la jornada…, pássim. 80 El Ferrocarril, 19 y 20 de noviembre de 1878.

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formas al esfuerzo bélico. Senador por Coquimbo, se mostró muy activo en su cargo parlamentario. Su capacidad de trabajo

nuevamente alcanzó un ritmo frenético. Fue escribiendo -sobre la marcha- una historia de la guerra, evidentemente falta de

objetividad. Insistió en la necesidad de tomar Lima, mientras continuaba con su avalancha periodística refiriéndose a Bolivia,

Perú, la pampa, Arturo Prat, las corazas de los blindados, etc.

Hacia 1881 la guerra estaba ganada. No dejó por eso de dedicarle su atención. Pero también intervino activa y

polémicamente en la elección presidencial de ese mismo año, haciendo virulentos ataques al gobierno y al candidato Santa

María. Pero -algo diferente habría sido imposible- en medio de ese tráfago, escribió La edad del oro en Chile81

, historia de la

minería aurífera.

En 1882 apareció Vida del general don Bernardo O'Higgins, una prolongación del Ostracismo, en base, principalmente,

a nuevos documentos sobre la estadía del prócer en Perú, compilados apresuradamente y anexados. También publicó El libro

de la Plata82

historia de la explotación argentífera en el país.

El año siguiente, formando una trilogía con las obras sobre minería publicadas los años anteriores, dio a luz El Libro

del cobre y del carbón de piedra en Chile83

y luego Juan Fernández, historia verdadera de la isla de Robinson Crusoe84

, obra

que contiene muchos errores, como la fecha de nacimiento del propio piloto Juan Fernández que Vicuña ubica hacia 1500 en

circunstancias que fue hacia 1527. Después serían rectificados por José Toribio Medina.

También vio la luz el primer volumen de su Álbum de la gloria de Chile85

, su homenaje al ejército y pueblo chileno

cuando se daba fin a la Guerra del Pacífico. El segundo volumen saldría dos años después. Era el tema preciso para que,

encantado, Vicuña explayara su orgulloso patriotismo. La obra es un testimonio de época y así debe entenderse.

El año 1884, publicaba “La última campaña de Pedro de Valdivia y su muerte”86

en la revista La Lectura. Poco después

aparecía A través de los Andes. Estudios sobre la mejor ubicación del ferrocarril interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico en

América del Sur87

, donde sostenía, entusiasmado, la factibilidad de la obra, examinando sus ventajas y los mejores puntos por

donde tender la vía. Exactamente lo contrario a lo que había defendido en 1855 cuando retornaba a Chile del destierro. Sólo

los obtusos persisten en sus opiniones erradas.

Ya en 1885, todavía embriagado por el triunfo en la Guerra del Pacífico, publicó el segundo volumen de su Álbum de la

gloria de Chile. Casi al mismo tiempo vio la luz el estudio biográfico El coronel Tomás de Figueroa. Estudio crítico según

81 Benjamín Vicuña Mackenna, La edad del oro en Chile o sea una demostración histórica de la maravillosa abundancia de oro que ha

existido en el país, con una reseña de los grandes descubrimientos, argentíferos que lo han enriquecido, principalmente en el presente siglo, y

algunas recientes escursiones a las regiones auríferas de Catapilco y quebradas de Alvarado y Malcara, Santiago, Imprenta Cervantes, 1881. 82 Benjamín Vicuña Mackenna, El libro de la Plata, Santiago, Imprenta. Cervantes, 1882. 83 Benjamín Vicuña Mackenna, El Libro del cobre y del carbón de piedra en Chile, Santiago, Imprenta Cervantes, 1883. 84 Benjamín Vicuña Mackenna, Juan Fernández, historia verdadera de la isla de Robinson Crusoe, Santiago, Rafael Jover Editor, 1883. 85 Benjamín Vicuña Mackenna, Álbum de la gloria de Chile. Homenaje al ejército y armada de Chile en la memoria de sus más ilustres

marinos y soldados muertos por la patria en la guerra del Pacífico, 1879-1884, Santiago, Imprenta Cervantes, s/a. 86 Benjamín Vicuña Mackenna, “La última campaña de Pedro de Valdivia y su muerte” en La Lectura, 1884, números 34, 35 y 36. 87 Benjamín Vicuña Mackenna, A través de los Andes. Estudios sobre la mejor ubicación de ferrocarril interoceánico entre el Atlántico y el

Pacifico en América del Sur, Santiago, Imprenta Gutemberg, 1885.

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documentos inéditos sobre la vida de este jefe y el primer motín militar que acaudilló en la plaza de Santiago88

, con importantes

informaciones, desconocidas aún, sobre un proceso ya tan estudiado como la independencia.

Su último libro fue Al galope, una historia de sus viajes a caballo por las provincias de Santiago y Valparaíso,

entregado al público poco antes de su muerte89

.

El 25 de enero de 1886 fallecía en su hacienda de Santa Rosa de Colmo....de infarto. Su aspecto, aunque tenía sólo

55 años, era el de un anciano90

.

Aunque, en el mejor de los casos, como dijimos, fría y sólo formalmente católico; muy tolerante y abiertamente

anticlerical en muchos aspectos, en definitiva sería enterrado en una capilla construida en el cerro de Santa Lucía y allí

permanecen sus restos hasta el día de hoy91

.

Pero ¿Y las preguntas que nos formulamos al comienzo? ¿Cómo era el hombre? Creo que ha quedado en claro de

todo lo que hemos escrito más atrás, pero repitámoslo en esta síntesis. Fue: infantil, ingenuo, atolondrado, hiperquinético,

intuitivo, generoso, muchas veces genial, pero agresivo y capaz de sentir odio, al menos temporalmente. Veraz, a su manera,

no pactaba con la hipocresía. Pero todavía hay mucho que agregar.

Su psicología, que era posiblemente la de un depresivo bipolar, oscilaba entre la euforia y el pesimismo y la tristeza

que le hacían ver todo feo y malo. Estos ciclos negativos, se manifestaban con más fuerza lejos de Chile, pero, más

atenuadamente, también aquí. De allí sus polémicas agresivas y envenenadas; algo impropio en él que era la generosidad

misma cuando estaba “de buena”.

Nos preguntamos también si amó y fue amado.

Su identificación amorosa con la nación chilena era pasmosa. Así como no soportaba vivir en el extranjero, en Chile se

identificaba con el paisaje, con la gente. Amaba su mar, pero también su campo, sus montañas, sus ciudades. Quería lo mejor

para los chilenos, como se quiere lo mejor para sí o para un ser cercano. Es cierto que hacía diferencias. Los araucanos y otras

minorías autóctonas quedaban fuera. Era el siglo XIX cuando el "hombre blanco" -y Vicuña lo era- sentía su superioridad

natural. El hecho de ser un oligarca fue también fundamental en esa seguridad en sí mismo. Pero apreciaba a los mestizos, los

obreros del oro, carbón y plata, los soldados del 1879; a estos últimos los consideraba quizá más chilenos que a sus pares de

la oligarquía.

Como Portales, en muy diferentes estilos y más aún en el éxito de lo logrado, se preocupaba por la administración de

“su fundo” que era Chile. Buen político quiso ser sin duda. Pero a diferencia de Portales le falto astucia, frialdad y sentido de la

realidad. Fue también mucho más ingenuo, espontáneo y bondadosos que el gran ministro. Para ser un estadista quizá sea

preciso ser malo a veces, pero con duplicidad, inteligencia y sensatez. A Vicuña le sobraba la inteligencia, pero dudo que

pudiera ser auténticamente malo, doble o sensato.

88 Benjamín Vicuña Mackenna, El coronel Tomás de Figueroa. Estudio crítico según documentos inéditos sobre la vida de este jefe y el

primer motín militar que acaudilló en la plaza de Santiago, Santiago, Rafael Jover Editor, 1885. 89 Benjamín Vicuña Mackenna, Al galope, Santiago, Imprenta Gutemberg, 1885. 90 Orrego, op. cit., V. II, fotos, XXX, XXI, XXVI. 91 Galdames, op. cit., p. 15.

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Poco me atrevo a opinar sobre lo que pudo ser su vida de familia y sus afectos cercanos. Hemos dicho que amó

mucho y fue muy amado por su esposa. Los memorialistas cuentan que quería mucho a sus hijos y que sufrió mucho con la

muerte de varios, pero en sus escritos, frecuentemente autobiográficos, como hemos destacado, esto no queda patente.

¿Y el hombre en su vida privada, más allá de los afectos? Vivió, a veces, en casas grandiosas. Recién casado arrendó

la que había sido de Enrique Meiggs, un palacete. Después, sus viviendas y estilo de llevar la existencia dependerían de su

fortuna. Aunque no era rico y subsistió, en buena medida, de su trabajo, siempre trató de llevar un tren de existencia a lo

grande.

No sólo su matrimonio fue, aparentemente, exitoso. Tenía amigos. Sin embargo, creo que, en el fondo, fue un solitario,

extremadamente autista. Alternó con Barros Arana, Lastarria, Miguel Luis Amunátegui, Manuel Antonio Matta (un tiempo),

Federico Errázuriz Zañartu (al menos hasta 1875), Bartolomé Mitre (por correspondencia principalmente) y en general con los

jóvenes que pertenecieron a la generación liberal de 1850, la suya, años menos, años más92

. Pero una persona de tal actividad

no pudo tener tiempo para socializar mucho y esas amistades no creo que fuesen muy cercanas. Vivió en un torbellino y en él

murió.

92 José Victorino Lastarria en sus Recuerdos literarios, entrega una lista de quienes componían esa generación, en cuanto miembros del

Círculo de Amigos de las Letras de 185, pp. 365-366. Ver además otra en, Cristián Gazmuri, El “48” chileno, pp. 113-114.