Benito Mussolini (Los Años Revolucionarios)

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Mussolini:

Los Años Revolucionarios

(1883-1922)

En memoria de ENRICO y DIEGO (24‑III‑85) caídos por una ITALIA, FASCISTA y

PROLETARIA. Mussolini, fascismo. Van y vienen, como moda, como insulto. Se arrojan a

derecha o izquierda: "fascista el último”. Su peso, su leyenda negra su desconocimiento. Mussolini 1883‑1922, el revolucionario socialista, el radical de izquierda, el

Fascismo. El Veinteno 1922‑1943; innovación, originalidad y avance. Un remedo, una

frustración un no‑poder. La República Social, 1943‑1945, el único Estado socialista de la Europa

Occidental. El Mussolini que "volvió a ser”. Con esta traducción adaptada del trabajo de Jaime Nogueira Pinto publicado en la

revista portuguesa “Futuro presente" queremos mostrar el auténtico espíritu fascista. Lo que querían sus gentes, lo que fue en el asalto al Estado. Lo que, tardíamente, comenzó a ser en 1943. Madrid, enero de 1986.

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Desde la gran exposición de 1983 en Milán sobre el arte en la era fascista, bautizada Annitrenta, hasta un surtido editorial no de docenas, sino de cientos de títulos; desde los pósters a las camisetas con el Duce; de películas a series de televisión; de tarjetas postales conmemorativas hasta el multiplicarse de excursiones a Predappio; Italia parece, bruscamente, haber arrinconado el anatema impuesto por la "Santa Alianza Antifascista" de comunistas, laicos y demócratacristianos y, sin falsas ilusiones sobre lo pasado del Pasado, pero también sin sujeción a sus caricaturas, ojear otra vez ésos "años negros" cuyo recuerdo tiene mucho más de la nostalgia de Amarcord, que del ritual panfletario de Novecento, sin hablar de ése ejercicio de autoflagelación sadomasoquista que es el Saló de Pasolini. "Benito Mussolini son 25 años de Historia... No se puede, simplemente, cancelarlo" ‑ respondió a sus críticos Don Miguel Angel, el párroco de la Iglesia de San Antonio, de Predappio, que el 29 de junio del 83 celebró la misa de aniversario del Duce

¡Que Personaje!

André Brissaud se preguntaba quién fue Benito Mussolini en el indagar para

su biografía monumental sobre el fundador del fascismo. "Para unos un reaccionario anticomunista, un dictador chaplinesco, un "César de Carnaval", sin importancia histórica, un "paréntesis insignificante" en la Historia de Italia".

"Para otros, un reformador osado, un hombre de Estado fuera de lo común,

una reencarnación romana, un guía humano y heroico, tal vez un mártir o un santo...".

Y después de presentar esta dicotomía, el autor avanza con una respuesta de

síntesis: "La realidad es que este hijo de la Romagna, socialista revolucionario de extrema izquierda, inventó el Fascismo (verdad histórica, que es preciso aceptar), y fue, durante veintitrés años, el Duce (el Jefe) de Italia, a la que transformó en una potencia europea. Fue uno de los personajes más importantes de la escena internacional de 1920 a 1945".

Los intelectuales de alquiler de cualquier paralelo, que andan en el ruedo, de

apoderado en apoderado vendiendo ideas y estrategias a izquierda, derecha y centro, al gusto de quien va pagando y según los vaivenes diarios, tendrán siempre dificultades para apercibirse de estos fenómenos vitales, alejados de la racionalización economicista, que escapan a Marx, a Adam Smith, a Freud y a cualquier “vademecum"; sobre todo porque, desde el principio, su existencia individual y colectiva fue una guerra de treguas contra las clasificaciones anteriores, contra los dualismos simplistas, contra las reglas extraídas de anteriores reglas.

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"Qué personaje!", fue la exclamación de irónica ternura, pronunciada por Dona Rachelle (que acompañará fielmente a Mussolini, apagada y silenciosa en los tiempos gloriosos, aumentando de dimensión con las frecuentes dificultades, afirmándose, a partir de 1945 como jefe de familia, la Viuda, la mujer fuerte) cuando en 1922 el Rey llamó a su marido para formar gobierno. ¡Qué personaje!.

Basta con pasar los ojos por la prensa europea de la época, oír a sus

contemporáneos, ojear una vieja fotografía o una vieja película, escuchar un disco de la época, para comprender el carácter carismático, terriblemente popular, de éste hombre que, en diciembre de 1944. a cuatro meses de la muerte y de la derrota, a pesar de los espantosos sufrimientos de la guerra, de la miseria, de los bombardeos, a pesar de la dureza del terrorismo y el contraterrorismo, todavía juntaba 100 mil personas, en su último discurso público en Milán...

"Qué personaje"... Para Sir Ivone Kirkpatrick, que sirvió en Roma en los

años de apogeo del fascismo, la personalidad de Mussolini, el desdoblamiento entre el flameante hombre público y el responsable padre de familia con horror a la vida mundana, que conducía su automóvil y se encerraba en Villa Torlonia con la familia, correspondía a una realidad: "Esta vida solitaria que escogía y que le daba una utilísima aureola de misterio, correspondía, en el fondo a sus gustos. La simplicidad también. El lujo no le seducía. El dinero sólo le interesaba en la medida en que le servía para las necesidades corrientes. Nunca autotransigía con él (...) Los títulos y otros honores tampoco le interesaban. Puede entenderse así que el ejemplo de austeridad que daba a Italia no le suponía ningún sacrificio personal.

"Nadie lo comprende" ‑ "ahora aguda, ahora ingenuo; ahora brutal, ahora

dócil; vengativo y pronto perdonando; generoso y mezquino, es el hombre más complicado y más contradictorio que jamás conocí"‑ escribió Fernando Mezzasoma, uno de los compañeros del Duce, en la última semana de vida de ambos...

Las Raíces Y Los Maestros.

Tal vez algunos datos biográficos abran claves del personaje. En el mapa de Italia, en plena Romagna equidistante de Florencia y Bolonia,

cerca de Forli, está la aldea de Dovia de Predappio. Allí, o más exactamente, en una casa grande y en mal estado sita en una colina próxima, en un lugar conocido por Varano da Costa, nació hace algo más de cien años, hijo del herrero anarco‑socialista revolucionario Alessandro Mussolini y de la profesora de primaria Rosa Maltoni, el futuro jefe del fascismo. Bautizado con los nombres de Benito Almicare; Benito, del revolucionario mejicano Benito Juárez; Almicare y Andrea, dos anarquistas italianos, Almicare; Cipriani y Andrea Costa, éste secretario de Bakunin. Todo un programa.

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Alessandro es un autodidacta revolucionario, un bakuninista fervoroso, que funda una sección de la Internacional en Predappio, que está pensante en todos los desórdenes y escaramuzas contra las autoridades habitual de tabernas y cárceles por razones políticas; uno de ésos curiosos personajes mezcla de librepensador y socialista avanzado que definía así al socialismo: "La ciencia iluminando al mundo; la razón primando sobre la fe; el libre pensamiento derrumbando los prejuicios; libre acuerdo entre los hombres para llevar una vida realmente civilizada; la verdadera justicia establecida sobre la tierra, una armonía sublime de idea, pensamiento y acción''.

Después de una turbulenta estancia en los Salesianos de Faenza, donde su

anticlericalismo consanguíneo explota violentamente, el joven Mussolini se inscribe en la escuela de Forlimpoli, iniciando en su vida académica actividades de orador y periodista, conociendo una paz platónica, iniciándose en amores menos platónicos. Y también en la política.

Con fama de subversivo y revolucionario, el profesor Benito Mussolini sólo

consigue plaza en la escuela primaria de Piave de Saliceto, una aldea de Gualtieri ‑"la comarca más roja de Italia"‑. Tras algún tiempo, decide salir de Italia e ir para Suiza.

Y allí, el cortejo clásico de penas y trabajos de todos los emigrantes y

emigrados el hambre, la humillación, resentimiento los sueños de grandeza y venganza trabaja de picapedrero, de carnicero, de chico de los recados, en una fábrica de chocolates. Es detenido por mendicidad y por vagabundo, durmiendo bajo los puentes, vestido con harapos, el aire voluntarioso y patibular (como se ve en fotos hechas en prisión a los 20 años), una medalla de Karl Marx al cuello que le recomendará poco a la policía helvética.

Pero en Lausana, ayudado por Wilfredo Pareto, descubre en una biblioteca

universitaria a Blanqui, Kropotkin, Gustave le Bon, y sobre todo, a Georges Sorel. Sorel es todo un mundo nuevo para el joven revolucionario apasionado, asiduo de los círculos nihilistas y marxistas de la Brasserie Landolt, donde Angélica Balabannofi lo completa en su educación revolucionaria, haciéndole leer desde los idealistas alemanes hasta los socialistas utópicos; y sobre todo, a Proudhon, al que Mussolini calificará de "genial".

Pero Sorel es el gran descubrimiento... Sorel con su "socialismo ético", su

"metafísica sindicalista", el Mito por encima de la utopía; el marxismo heterodoxo, voluntarista, aristocrático. Y toda una filosofía y teoría de la acción. "Para mí, lo esencial es hacer. Pero repito que es a Sorel a quien más debo. Fue este maestro del sindicalismo quien, con sus rudas teorías sobre la táctica revolucionaria, contribuyó más a la formación de la disciplina, la energía y el poder de las cohortes fascistas" dirá, en un gesto romántico, retrospectivamente, en 1922...

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Y tras Sorel, Nietzsche... Este genio de la Naturaleza, de verdad, no respeta nada... Nietzsche, el gran irracionalista, el gran nihilista, el gran iconoclasta, el enemigo de Sócrates y de la tradición racionalista europea (de la que Marx es, por lo menos en cierto sentido, un producto acabado). Nietzsche, al que el socialista‑fascista Drieu la Rochelle contrapondrá a Marx en un texto célebre, sirve de inspirador a Mussolini. "Nietzsche marca el centro de un próximo regreso al Ideal. De un Ideal fun­damentalmente distinto de aquellos en los que se recrearon las generaciones pasadas. Para comprenderlo, surgirá una generación de espíritus libres, fortificados por la guerra, por la solidaridad, por los graves peligros a los cuales han estado expuestos; espíritus que conocerán los vientos, los glaciares, la nieve de las altas montañas y sabrán medir, con un mirar sereno, toda la profundidad de los abismos", escribirá, después, en un texto cuyo estilo debe bastante al maestro descubierto...

Al nihilismo nietzscheano se une, en esta fase, un profundo anticlericalismo y

anticristianismo, con la repetición de una escena clásica entre los ateos militantes de la época: con el reloj en la mano, dándole a Dios cinco minutos para matarle. Y curiosamente, el socialista extremista utiliza argumentos nietzscheanos para atacar al cristianismo "acusándolo de haber hecho caer el Imperio Romano, debilitando con su ideología la resistencia frente a los golpes de los bárbaros".

El Socialista Revolucionario.

Organizador de huelgas, agitador permanente, indomable, violento, su divisa en

ésta época era: "Arresto, carcere, sfratto" (Detención, cárcel, expulsión). Así va siendo persona non grata para las autoridades suizas (muy habituadas

entonces a revolucionarios de todos los matices) de Lausana a Ginebra; de Ginebra al lado francés del lago Lemán; después otra vez en Suiza, en Zurich; después en Alemania; después en Berna.

1905 es el regreso a Italia para el servicio militar; y la muerte de su madre,

que le duele profundamente. La familia Mussolini se traslada a Forli, donde Alessandro monta un café‑restaurante. Pero a partir de 1908, el profesor revolucionario Benito Mussolini, es imparable; en ese mismo año propone matrimonio a Rachele Guidi, y después, a principios de 1909, sale hacia Trento para trabajar en los periódicos de Cessare Battisti ‑ el diario Il Popolo y los semanarios La Vita Trentina y L'Avveníre del Lavoratore‑. Por poco tiempo, ya que los austríacos lo expulsan, en septiembre por sus acciones irrendentistas y sindicales.

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En Italia de nuevo, Mussolini se instala en Forli y se une a Rachele; ocupa el cargo de secretario de la federación local del Partido Socialista y es director‑redactor de La lotta di classe; gana 120 liras al mes de las cuales entrega 20 al Partido. En la Italia de entonces, con menos de medio siglo de unidad nacional, hecha por los hombres o intereses del Norte, con sufragio censitario (apenas 3 millones sobre 36 millones de habitantes, son electores) y el absentismo de conciencia de los católicos, consolidan una fuerte y reducida oligarquía burguesa en el poder político y económico.

El Partido Socialista es un partido pequeño‑burgués, reformista, con sus

líderes (Filipo Turati, Bonomi, Salvemini) envueltos más en una acción de encuadramiento de las masas que en la agitación revolucionaria.

Es en este cuadro donde Mussolini se revela como líder... Como escribió

Pietro Nenni "Un hombre, Mussolini, parecía tener el poder de estar al mismo tiempo en todas partes, atrayendo el entusiasmo revolucionario de las masas... Estaba siempre dispuesto a sacrificar la teoría a la acción. Su divisa era "desde que podamos combatir". Y cuando no hubiera ninguna posibilidad de combatir el Estado, debíamos combatirnos mutuamente, porque así fortificábamos nuestros músculos y preparábamos nuestros espíritus”.

Bien pronto comienzan los choques entro el joven revolucionario radical y

maximalista y los dirigentes del Partido; en 1910 ‑año del nacimiento de su hija Edda y de la muerte de su padre, Alessandro‑ Mussolini se hace famoso como orador y polemista en 1911. Toma parte en la campaña contra la guerra en Libia, hablando en los comicios en Forli, dirigiendo la ocupación de la ciudad por los socialistas y, pico en mano arrancando adoquines de las calles para hacer barricadas... "Su elocuencia empequeñecería la de Marat". recuerda Nenni que, en ése momento, era dirigente republicano.

Se restablece el orden. Mussolini es juzgado y condenado a un año de

prisión Nenni también. "Pasábamos ‑escribe en sus memorias‑ muchas horas juntos, encerrados en nuestra celda jugando a las cartas, leyendo, trazando planes de futuro. Nuestro autor favorito era Georges Sorel, con su desprecio por el compromiso parlamentario y el reformismo. Mussolini no era un fetichista, un fanático marxista. Era socialista por instinto y por tradición familiar; era, sobre todo, un rebelde... Prisionero modelo, encontraba disculpas para todos y para todo, indulgente para con los huéspedes habituales de la prisión justificaba sus delitos por la injusticia social".

En la prisión Mussolini hace traducciones, escribe para La lotta di classe y

cartas a Raquel. Y pasa tras las rejas la Navidad de 1911 ("Era la primera Navidad que pasábamos separados y fue muy triste. Pero, ¡hubo tantas navidades tristes en nuestra vida! Una serie tan larga que a mi marido lo entristecía siempre la aproximación del 25 de diciembre: para nosotros el Niño Jesús significa mala suerte, acostumbraba a decir").

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En el Conreso de Regio d'Emilia, en julio de 1912, Mussolini va, por primera vez, a enfrentarse a la línea oficial del partido... Es un hombre joven, de rasgos agrestes, con barba de días, los bolsillos llenos de periódicos, ropas remendadas, zapatos agujereados... Defiendo contra la colaboración de las clases, la lucha de clases, la dialéctica explotador‑explotado, hace apología de la violencia y la lucha armada ... Y exige la expulsión de Bissolati, de Bonomí, de Cabrini, de Guido Prodrecca... El Congreso le apoya con 12.556 votos, es "el antipapa del socialismo oficial de Roma y Milán", es elegido miembro del Comité Ejecutivo... "La entrada de Benito Mussolini en el nuevo equipo dirigente del PSI muestra que éste toma finalmente el buen camino", afirma Lenin con motivo de la elección.

Así, como por magia, "este joven notable, seco, rudo, impetuoso,

extremadamente original', este revolucionario "en que el espíritu de las barricadas domina a la disciplina marxista" se vuelve, de la noche a la mañana, no sólo en la "personalidad más influyente del Partido Socialistas sino, el 1 de diciembre de 1912, en director del Avanti!, órgano del Partido".

Un periódico es, como enseñó Lenin, mucho más que un periódico es,

sobretodo, un organizador colectivo; Mussolini, en tres meses, quintuplica de 20 a 100 mil la tirada del Avanti! Procesos, juicios, violencia... en el año siguiente funda una revista 'Utopía'; y escribe en su editorial: "Las masas, llamadas a la búsqueda de un nuevo reino, tienen menos necesidad de conocer que de demostrar. Del mismo modo que se puede ser un buen cristiano sin comprender la Teología, se puede ser un buen socialista sin haber leído las grandes obras del socialismo. La Revolución Socialista es un acto de fe.

La Guerra Y La Intervención.

Nosotros, a veces, subestimamos el papel de la Primera Guerra Mundial como

provocadora del fin de un viejo mundo y del nacimiento de otro. Por primera vez un conflicto entro nociones se convierte en una guerra total (los nordistas ya la habían ejecutado en la guerra civil americana); la guerra fue industrializada, democratizada, masificada; guerra química, movilización general de efectivos nunca vistos, la ametralladora, las trincheras y la guerra de posiciones contribuyeron a masacres nunca imaginadas.

De esta guerra nacerían las grandes revoluciones, o mejor, los modelos

inspirados en las grandes ideologías revolucionarias, alcanzarían el poder; el triunfo de los bolcheviques es consecuencia de las derrotas de los ejércitos zaristas; el nacionalsocialismo es consecuencia de la derrota alemana y del "Diktat" de Versalles; el Fascismo italiano es producto del resentimiento por una «victoria robada«.

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Mussolini, en el Congreso de Ancona (mayo del 14), vio consagrado su liderazgo ‑consigúió la expulsión de los franmasones del Partido Socialista, a pesar de la oratoria inflamada de Orazio Raímondo‑, vio sancionada su dirección del Avanti! y su jefatura carismática como "el hombre indispensable" para un "movimiento revolucionario auténtico"; recogió los frutos de la estrategia de usar un periódico como portavoz de un espíritu revolucionario entro las masas italianas. Y, en junio de 1914 los progresos del Partido en las elecciones municipales consagrarán la nueva línea dura.

Al mismo tiempo, su vida sentimental es tan compleja y turbulenta coma su

vida política: entre la bellísima judía veneciana Margharita Sarfatti, cronista de arte del Avanti! y la exótica anarquista Leda Rafanelli; entre la austríaca Ida Dalser y la fidelísima Dona Rachele, Mussolini oscilará, vivirá, mantendrá, por esta época, amores tumultuosos y apasionados, que en nada afectarán a su combatividad y agresividad. "Hombre cubierto de mujeres” y/o como un condottiere renacentista o un machista meridional, sin complejos, sin problemas, en la antítesis de la paz romántica, imposible, del amor "occidental" y trovadoresco.

1914 fue también la liberación de las pasiones nacionalistas y, sobretodo, de

las tensiones y violencias acumuladas por casi un siglo de paz general en Europa, impuesta por los "reaccionarios" y realistas firmantes de la Paz de Viena, que atendían más a la naturaleza de las cosas que a las pasiones ideológicas, más a la Historia y al equilibrio que a los sentimientos nacionalistas o la voluntad de los Pueblos. En vísperas del conflicto, tras el atentado de Sarajavo, Mussolini hace rápida y proféticamente un análisis de lo que ya a pasar: "Veamos claramente las cosas. Los imperios centrales, atacando a Servia, atacan a Francia o Inglaterra. Una conflagración general es entonces inevitable. Estoy convencido de que los socialistas alemanes seguirán a su Emperador. La Internacional Socialista va a volar en pedazos. Los socialistas franceses encontrarán en el marxismo excelentes razonas para pensar que tal guerra es causada por la agresión de una potencia militar de carácter feudal contra una democracia que, a pesar de burguesa, no deja de ser progresista. Podéis, pues, volveros soldados de la Patria sin experimentar los menores escrúpulos. Confieso no poder condenaros. Ningún abismo se abre entre los imperativos de la realidad y vuestra conciencia socialista".

Y, como su consejero Michele Campagana, haciendo de abogado del diablo le

citase sus discursos antibelicistas del pasado, Mussolini va a completar lo anterior, en su viaje de regreso a Milán de junio de 1914: "No era lo mismo. Se trató entonces de una guerra de agresión. Por el contrario, esta guerra puede traer la salvación de Italia. Puede resolver el problema de Trieste y del Trentino, arrancarlos de las garras de Austria, país que el irredentista Cesare Rossi me enseñó a considerar como enemigo de la libertad. Y esta guerra, puede, también, aproximar o desencadenar la Revolución.

Como análisis político de futuro no podía ser mejor.

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Las cosas sucederían así. El 28 de julio Austria‑Hungría declara la guerra a Servia; en Berlín, los

socialdemócratas votan los créditos de guerra, y en París reina el espíritu de "unidad sagrada" bautizado por el asesinato de Jaures.

La clase política italiana se divide entre los partidarios del respeto de la

Alianza con los Imperios Centrales, los partidarios de una intervención al lado de la Entente y los defensores de la no intervención entre los que se encuentra Mussolini. Al mismo tiempo, la guerra produce una reactivación de las divisiones dentro de derechas o izquierdas, como siempre sucede cuando cuestiones vitales se enfrentan a dicotomías ideológicas o tradicionales.

Los nacionalistas, sindicalistas y republicanos que ven en la guerra la

realización y conclusión de los objetivos del Risorgimento, lanzan una violenta campaña Intervencionista. Mussolini duda, oscila entre la realidad histórica y nacional y los Principios Ideológicos contra la "guerra burguesa".

En La Voce, Giuseppe Prezzolini, lo desafía en estos términos: “¡Querido

Mussolini, o perro, o liebre. Hay aun tiempo de escapar. Libérese de ése equívoco. Dejo que su alma guerrera se manifieste enteramente!".

El 18 de octubre del 14, Mussolini se decide y publica en Avanti! un artículo

‑"Della neutralitá assoluta ella neutralitá attiva ed operante” que, en sustancia, representa un salto cualitativo en el sentido de un socialismo integrado en la tradición "risorgimentale" romántica, del garibaldismo y el mazzinismo. El PSI no puede hacer de avestruz y tiene que ser consciente del momento y de la realidad histórica, El Ejecutivo Socialista responde violentamente, convocando una reunión en Bolonia 48 horas después. Mussolini es expulsado, se le cesa también en la dirección del Avanti!

Vuelta a empezar. Más o menos un mes después, lanza un nuevo diario, “Il

Popolo d'Italia”, apoyado financiera y logísticamente por Filippo Naldi, dueño de Il Resto del Carlino de Bolonia. Y será desde el periódico desde donde apelará sobre todo a los jóvenes (“Me dirijo a vosotros, jóvenes de Italia, jóvenes de fábricas y universidades, jóvenes de edad y jóvenes de espíritu, que pertenecéis a una generación escogida por el Destino para modelar la Historia"). Nacerá la simbología y el folklore propios del fascismo: la bandera negra de los arditi con la calavera y el puñal, un revólver cargado y una granada en la mesa de trabajo del director, donde se acumulan libros, papeles, facturas, periódicos ... Y comienzan las cartas y las adhesiones entro los socialistas y los nacionalistas, de conservadores y sindicalistas revolucionarios. Desde Croce a Prozzolini, de Papini a D'Annunzio, de Corridoni a los hermanos Garibaldi; un movimiento de solidaridad acoge al recién convertido al intervencíonismo ("El Partido socialista te expulsa, Italia te recibe"), telegrafía Prozzolini.

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“Cuando tengo una estaca en la mano y un revólver en el bolsillo, no lo tengo miedo a nadie. Soy fuerte como si estuviera sólo y precisamente porque lo estoy", comentaba Mussolini a sus colaboradores con cierto sabor Nietzscheano tras su ruidosa expulsión) del PS. En diciembre, Filippo Corridoni, Césare Rossi y Alceste de Ambris invitan a Mussolini a unirse a ellos en los Fasci d'Azione Rivolucionaria y, el 24 de enero de 1915, treinta personas se reunen en Milán en el acto fundacional del movimiento.

La Guerra contra Austria, declarada el 24 de mayo de 1915 (contra Alemania

lo será en el verano de 1916), encuentra a los civiles italianos con mucho entusiasmo pero con un Ejército mal preparado, mal armado, mal equipado, sin cuadros, con terri­bles deficiencias en el parque automovilístico, artillería y sanidad.

Mussolini voluntario, es movilizado en septiembre de 1915 y parte para el

frente como simple soldado. Combate y medita sobre la guerra: "El militarismo made in Germany no tiene cabida en Italia. Esta guerra, además, hecha por los pueblos y no por los ejércitos profesionales, marca el fin del militarismo de las castas, del militarismo profesional. La enorme mayoría de los oficiales italianos viene de la vida civil a la milicia. Todos los cuadros subalternos están formados por tenientes y milicianos alféreces que se baten y mueren como escribe en "Diario de guerra", mezclando las reflexiones sobre la vida en el Ejército y la mecanización de la vida moderna, con evocaciones a las Navidades de la infancia y una cierta melancolía. "Nieve, frío, aborrecimiento infinito, Orden, contraorden, desorden".

En febrero de 1917, Mussolini es herido gravemente; en el hospital

convaleciente, pasa ese año decisivo entre todos los de la Historia del inundo en el que la Revolución avanza en Rusia y en que el slogan "paz inmediata" es apoyado por la IIIª Internacional que se prepara para cumplir el objetivo leninista de "transformar la guerra burguesa en guerra civil, en guerra contra la burguesía".

En Turín, en agosto, estalla una violenta insurrección que es reprimida

cruelmente: 50 muertos, 200 heridos y 1500 prisioneros... Pero el derrotismo es fuerte en el Ejército y a reforzarlo contribuye la incompetencia del Alto Mando Italiano, bien expresada en el desastre de Caporeto (40.000 muertos, 90 mil heridos y más de 300 mil prisioneros, otros tantos fugitivos) que en noviembre de 1917 expone a Italia a la invasión.

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Tras Caporeto, se impone un espíritu de “salvación nacional", Mussolini se hace eco de este sentimiento ("Nosotros que quisimos la Guerra, debemos conquistar el Poder... Precisamos hombres terribles. Precisamos hombres que tengan energía para quebrarlo todo, el coraje de herir y responder sin excitación y más fuertemente cuanto más alto esté colocado el culpable. Debemos enfrentarnos hoy a un problema de calidad... Nosotros, jóvenes nunca me canso de repetirlo, cometemos un grave error: dejamos nuestra juventud en manos de los viejos"). En octubre de 1918 se inicia la ofensiva en el Veneto, ofensiva que llevará al triunfo de Vittorio Veneto y al armisticio del 4 de noviembre con los austríacos. Golpe por golpe, el honor estaba salvado y, con el ritual ancestral, en Milán la multitud aclama el 10 de noviembre a los soldados vencedores.

Mientras los vivos festejan, cierta melancolía invade el país... 600 mil

muertos, un millón de heridos, de ellos 220 mil mutilados. Y los costos financieros, y la pérdida de la mayoría de la Marina Mercante, y la desolación y muertos que traen consigo los "desastres de la Guerra"...

En la hora de la victoria, Mussolini arenga a los arditi de puñal y granada

en la mano; combatiente aclamado por los combatientes. Regresa a altas horas de la noche al Popolo d'Italia para escribir el editorial. En esa noche del Otoño milanés, él sabe, como muchos otros, que la vida no volverá a ser lo mismo.

Milán, domingo 23 de marzo de 1919; en el número 9 de la Piazza San

Sepolcro, 119 personas en una reunión presidida por el romántico y radical Ferruccio Vecchi; se lanzan las bases programáticas y el estilo de los Fasci di Combatimento; irredentismo y reivindicación nacionalista; sufragio universal proporcional, voto para las mujeres; referéndum es voto popular; disolución de las sociedades anónimas; confiscación de los bienes de las Congregaciones religiosas; jornada de trabajo de 8 horas; salario mínimo, control y cogestión obrera; estos son algunos de los puntos de este programa "muy a la izquierda" que fijará para siempre para la vieja guardia fascista revolucionaria, el Eldorado traído por las exigencias estratégicas de la conquista del Estado, pese a la posterior suavización del fascismo que fue la conciliación con los poderes conservadores de cara a la victoria.

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Estos fascios de combate crecerán rápidamente en los años siguientes, sobre todo entre antiguos combatientes y jóvenes universitarios a finales de 1920 serán 88 con 20.165 miembros; en 1921 serán 834 con 249.036 miembros; y ya a finales de 1922 con ocasión de la Marcha sobre Roma, serán 3.424 con 299.876 miembros. Pero, más que de cantidad el fenómeno será cualitativo, y, sobre todo inagurará un nuevo estilo. Los acontecimientos de Milán en abril de 1919 son en esta materia ejemplares. Los días 13 y 14, manifestantes socialistas ocupan prácticamente la ciudad, atacan edificios públicos y se enfrentan a las fuerzas de policía. Marinetti, el jefe de las filas futuristas, se dirige a la sede del Popolo d'Italia a informa a Mussolini de que será mejor atrincherarse en el periódico y prepararse para repeler un ataque de los socialistas, cuyo eslogan dice: "Es preciso incendiar el Popolo d'ltalia y colgar a Mussolini". Rápidamente Mussolini y Ferruccio Vecchi organizan la defensa; Vecchi reune al grupo de autodefensa de la milicia local, juntando 150 hombres; más 300 alumnos del Politécnico mandados por el teniente Chiesa, que se unen a este núcleo.

En la tarde del 15 cerca de 20 mil socialistas marchan en dirección al

Popolo d'Italia; los fascistas armados, dirigidos por Vecchi, Marinetti y Pina, salen a su encuentro, produciéndose una verdadera batalla en la calle, con tiros, estacas y puños; los fascistas tienen tres muertos y 150 heridos de diversa gravedad; los socialistas no harán públicas sus pérdidas, mucho más graves.

Vecchi y su grupo de arditi deciden, con un centenar de hombres, atacar o

incendiar como respuesta el Avanti!, en la Vía San Damiano. Y lo hacen, a pesar de la oposición de las tropas y de los socialistas de guardia. Varios muertos, numerosos heridos, el periódico es saqueado, destruido e incendiado.

Y así comienza la "Guerra Civil". En el cuadro de fuerzas políticas, el nacimiento de los «popolari« de Don

Sturzo, marca el fin del absentismo católico y los primeros pasos de la democracia cristiana; en octubre del 19, en el 14º Congreso del PSI en Bolonia, los maximalistas revolucionarios de línea leninista vencen a los reformistas moderados. Se trata de aventurerismo revolucionario, sin contacto con la realidad, sin atender a condiciones objetivas, sin querer alianzas. El joven Gramsci, escéptico, escribe en Ordine Nuovo, tras la victoria de Gijacinto Sererti; "La conquista del Estado por los proletarios sólo será posible cuando los obreros y campesinos tengan creado un sistema institucional capaz de sustituir a las instituciones del Estado democrático‑parlamentario... “.

El primer Congreso Fascista en Florencia, está también marcado por el

maximalismo y el revolucionarismo: ataques a la Monarquía y el Vaticano, un programa de confiscaciones de los "lucros de guerra", de política fiscal radical sobre herencias y rentas, de secularización del Estado, de reforma revolucionaria de las instituciones militares, haciendo nacer la "Nación en armas".

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En las elecciones de noviembre del 19, los resultados son favorables a los socialistas extromista5, que obtienen 156 diputados de los 530 del Parlamento; a los liberales, que sacan 129 escaños y a los "populares" que logran 103; para los fascistas es el desastre.

En el calor de la derrota fascista, los socialistas pasean por Milán. en

mascarada, los féretros de Mussolini, de Marinetti y de D'Annunzio; Mussolini es detenido y a continuación puesto en libertad; el año 1919 acaba para él en la mayor desolación, a pesar del entusiasmo despertado por la expedición poético militar de D'Annunzio a Fiume.

El 20 es el año crucial; el maximalismo es la violencia socialista, asustan a

la clase media en las ciudades y a los pequeños agricultores en el campo. Así, poco a poco por toda Italia se erigen en polos de resistencia las escuadras fascistas. Generalmente mandadas por ex‑jefes milicianos, ganan fuerza en provincias, y sobre todo, en las zonas de irredentismo como Istria, Carso y Gorizia. Por otro lado, en las refriegas entre los socialistas y la Autoridad, entre abril del 19 y abril del 20, mientras los socialistas tienen 145 muertos y 444 heridos las fuerzas policiales y militares registran cerca de 1.000 muertos y 3.000 heridos. La violencia de izquierda es, en ésta época, una realidad.

En el otoño‑ínvierno del 20 la violencia se generaliza a toda Italia; a las

filas fascistas, a los viejos sindicalistas y nacionalistas, se unen los "jóvenes lobos" como Italo Balbo y Díno Grandi; el primero organiza en Ferrara una "Alianza de defensa cívica" (una verdadora "condotta" de hombres violentos y temibles que siembran el terror entra la derecha e izquierda de la región); Grandi, "patriota”, republicano, anticlerícal y sindicalista es un nietzscheano, cuyas influencias entroncan con Prezzolini, Sorel y sobre todo, con D'Annunzio y la aventura heroico rocambolesca de Fiume, y en los principios de la Carta de Carnaro.

“Giro A La Derecha” Y Triunfo.

La nueva plana fascista encuentra su confirmación electoral en las elecciones

del 15 de mayo de 1921. Treinta y cinco fascistas entran en el Parlamento, entre ellos Mussolini que consigue 124.918 votos en Milán y (se presenta por dos circunscripciones) 172.491 votos en Bolonia. Grandi, Balbo, De Vecchi, Bottai, Farinacci y otros futuros jerarcas del "veintenio" son también elegidos. En la elección de lugares en el hemiciclo, simbólicamente Grandi propone que los fascistas se sienten en el extremo izquierdo, que sean "la cima de la izquierda". El Duce opta por la extrema derecha, para tener de frente a socialistas y comunistas.

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Mussolini cambia radicalmente de táctica y discurso hablando en el Parlamento, se afirma "liberal" en economía: "Es preciso abolir el Estado colectivista, tal como la Guerra nos lo trajo por la necesidad, y volver al Estado manchesteriano" y elogia a la Confederación General del Trabajo "que se conservó patriota como el fascismo"; defiende reformas socio‑laborales profundas pero se dice hostil "a todas las tentativas de socialización, de estatalismo y de colectivismo"; también el ateo militante y el libre pensador da lugar a un respetabilísimo agnóstico que proclama que "la tradición latina e imperial de Roma es representada por el catolicismo hoy, que la única idea universal existente en la actualidad en Roma, emana del Vaticano...".

Es a partir de aquí, "el segundo Mussolini", el que se vuelve hacia

socialistas y comunistas "Para nosotros, la violencia no es un sistema, sino un medio... Estamos dispuestos a desarmarnos, si vosotros os desarmáis al mismo tiempo, sobra todo los espíritus...".

Este es el discurso que marca la ruptura con el fascismo revolucionario,

romántico marginal y nihilista de la posguerra y es un puente para el fascismo nacionalista, autoritario y conservador del futuro régimen, es, en el plano de la estrategia, una garantía de respetabilidad, moderación y equilibrio, que, desagradando profundamente a los jóvenes como Balbo, Grandi y Farinacci, representa un tranquilizante y un regalo envenenado para sus enemigos, a quienes ofrece, pura y simplemente, una tregua y la pacificación. Estas, son formalmente acordadas el 2 de agosto, en la Cámara, entre socialistas y fascistas a pesar de que algunos días antes, en Sarzana, en una emboscada armada a un desfile fascista, los socialistas y la policía matan a 20 fascistas e hieren a más de 100, sin tener en contrapartida bajas.

Y estalla la crisis dentro del movimiento; los fascistas de Bolonia Forrara,

Cremona, Módena Rovigo Piacencia, Forli y Venecia se afirman completamente adversos y no vinculados por el acuerdo de pacificación. Demostrando este espíritu, y para conmemorar el seiscientos aniversario de la muerte de Dante, los fascistas radicales organizan una marcha sobre Rávena, con 3 mil hombres en formación de combate, que aterroriza a los socialistas, destruyendo centros políticos y locales enemigos.

El Congreso de Roma en noviembre, reune a más de 20 delegados,

representando a unos efectivos de 250 mil miembros de los fascios, cuya distribución socio‑profesional se calcula en los siguientes términos: cerca de 100 mil pertenecen a las clases medias (propietarios rurales, estudiantes comerciantes, funcionarios, profesiones liberales profesores...) de los restantes, unos ochenta mil con jornaleros agrícolas y cerca de sesenta mil, obreros industriales.

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Mussolini y Grandi se enfrentan teórica y estratégicamente: el primero defiendo una línea que se puede considerar de apertura a la derecha, de alianza con nacionalistas y conservadores, de liberalización económica; el segundo insiste en la línea del primer fascismo. Pero, con la gran cuestión en disputa, el apaciguamiento, Mussolini cede ante Grandi y afirma públicamente que el pacto con la derecha "pertenece al pasado, no siendo más que un episodio retrospectivo". Y, para probar la reconciliación entre los dos hombres el IIº Congreso sanciona la transformación del movimiento de los fascios de acción revolucionaria en el Partido Nacional Fascista.

Menos de 1 año después, en octubre del 22, tiene lugar la Marcha sobra

Roma, una operación político‑militar de asalto al Poder en la que, un grupo dotado de voluntad, disciplina, unidad estratégica y filosofía de acción, jugando magistralmente con las divisiones y contradicciones de sus enemigos, triunfaría sobre el viejo sistema liberal, incapaz de contener por más tiempo las pasiones nacionales y sociales que la Guerra y la "victoria robada", habían traído a Italia.

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Programa De Los Fascios Italianos De Combate

¡Italianos! He aquí el programa nacional de un movimiento sanamente italiano. Revolucionario, puesto que es antidogmático y antidemagógico; poderosamente

innovador, puesto que está desprovisto de apriorismos. Nosotros colocamos por encima de todo y de todos a la revalorización de la

guerra revolucionaria. Los demás problemas: burocracia, administración, derecho, escuelas, colonias,

etc., los abordaremos cuando hayamos creado la clase dirigente. Es por ello por lo que nosotros queremos: Para el problema político a) Sufragio universal con escrutinio de lista regional y representación

proporcional, derecho de voto e igualdad para las mujeres. b) Rebaja del límite de edad a dieciocho años para los electores, a

veinticinco años para los diputados. c) Abolición del Senado. d) Convocatoria, por un período de tres años, de una Asamblea nacional que

tendrá como labor esencial la de establecer la forma de constitución del Estado. e) Formación de Consejos nacionales técnicos de trabajo, de la industria, de

los transportes, de la higiene social, de las comunicaciones, etc., elegidos por las colectividades profesionales o de oficio; con poderes legislativos y el derecho de elegir un comisario general para los poderes legislativos y el derecho de elegir un comisario general para los poderes de ministro.

Para el problema social Nosotros queremos: a) Promulgación rápida de una ley que sancione para todos los trabajadores

la jornada legal de ocho horas de trabajo. b) El salario mínimo.

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c) La participación de los representantes de los trabajadores en el funcionamiento técnico de la industria.

d) La concesión a las organizaciones proletarias (en tanto éstas sean dignas

de ello moral y materialmente) de la gestión de industrias o servicios públicos. e) La organización rápida y completa de los ferroviarios y de todas las

industrias y transportes. f) Una modificación necesaria del proyecto de ley de seguros sobre la

invalidez y la vejez, que rebaje el límite de edad de sesenta y cinco años a cincuenta y cinco.

Para el problema militar Nosotros queremos: a) Institución de una milicia nacional, con breves períodos de instrucción y

un objetivo exclusivamente defensivo. b) Nacionalización de todas las industrias de armamentos y de explosivos. c) Política exterior nacional que revalorice, en las competiciones pacíficas de

la civilización, a la nación italiana ante el mundo. Para el problema financiero Nosotros queremos: a) Un fuerte impuesto extraordinario de carácter progresivo sobre el capital

que represente una auténtica expropiación parcial de todas las riquezas. b) La confiscación de todos los bienes de las Congregaciones religiosas y la

supresión de todas las rentas eclesiásticas episcopales, que constituyen un déficit enorme para la nación y un privilegio para una minoría.

c) La revisión de todos los contratos de sus ministros de guerra y la

confiscación del 85 por 100 de los beneficios de guerra. Nota bene: En los "Fasci Italiani di Comattimento" (Fascios Italianos de

Combate) está el germen de lo que más tarde será el Partido Nacional Fascista. El programa que incluimos fue publicado por vez primera en "Il Popolo d’Italia", el 6 de junio de 1919, rotativo fundado y dirigido por Benito Mussolini.