Bailes Chinos y mística

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Introducción En el mundo occidental moderno, dominado por el espíritu racional del escepticismo, la funcionalidad y el interés son valores que determinan la manera en que el hombre observa el mundo. La estancia sobre la tierra se ha traducido en la necesidad imperiosa de conocer para producir, llevando a reemplazar la contemplación por una estimación despojada de cualquier afecto, que sólo es capaz de captar el propio provecho. Es así como este mundo, parafraseando a Thoreau, margina como holgazanes a quienes caminan y observan por el mero placer de hacerlo, a quienes aún ven más allá de la contingencia del interés. Siglos después, aún vivimos regidos por un monoculturanismo técnico-científico en donde el monismo de la razón no es capaz reconocer sus propios límites, y en manifestación de su ceguera, se impone sobre otras formas de comprender la realidad. Como consecuencia de esto, surge la superstición como una etiqueta que tilda de mentira a toda representación de la naturaleza que no es regida por el entendimiento 1 . Por lo tanto, para la tristeza de unos y felicidad de todos, a pesar de los importantes aportes que la racionalidad otorga al conocimiento, éste siempre estará limitado a una parte de la realidad; cuando el conocimiento lógico niega la posibilidad de otros tipos de conocimientos, le está negando a su vez al ser humano la posibilidad de acceder a un conocimiento integral. 1 Kant

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Bailes Chinos y mística. Trabajo realizado en el contexto de un curso universitario. Relaciona concepto de experiencia mística de Raymond Panikkar con el contexto de los bailes chinos desarrollados en la zona central de Chile.

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Introducción

En el mundo occidental moderno, dominado por el espíritu racional del escepticismo, la

funcionalidad y el interés son valores que determinan la manera en que el hombre observa

el mundo. La estancia sobre la tierra se ha traducido en la necesidad imperiosa de conocer

para producir, llevando a reemplazar la contemplación por una estimación despojada de

cualquier afecto, que sólo es capaz de captar el propio provecho. Es así como este mundo,

parafraseando a Thoreau, margina como holgazanes a quienes caminan y observan por el

mero placer de hacerlo, a quienes aún ven más allá de la contingencia del interés. Siglos

después, aún vivimos regidos por un monoculturanismo técnico-científico en donde el

monismo de la razón no es capaz reconocer sus propios límites, y en manifestación de su

ceguera, se impone sobre otras formas de comprender la realidad. Como consecuencia de

esto, surge la superstición como una etiqueta que tilda de mentira a toda representación de

la naturaleza que no es regida por el entendimiento1. Por lo tanto, para la tristeza de unos y

felicidad de todos, a pesar de los importantes aportes que la racionalidad otorga al

conocimiento, éste siempre estará limitado a una parte de la realidad; cuando el

conocimiento lógico niega la posibilidad de otros tipos de conocimientos, le está negando a

su vez al ser humano la posibilidad de acceder a un conocimiento integral.

Es en relación a este dilema que Raimon Panikkar, filósofo y teólogo español, ve la

solución en la misma dimensión antropológica del hombre. Éste no es sólo cuerpo y alma,

también posee el espíritu que en esencia es capaz de conectarlo con aquello que está más

allá de la razón. Tanto el cuerpo como el espíritu pueden conocer y es en su equilibrio

donde existe la posibilidad de un conocimiento completo. Es esta experiencia integral de la

vida, lo que éste pensador conoce como mística. Es ésta experiencia la que abre la

posibilidad de dar respuesta a los problemas modernos propiciados por un pensamiento que

se ha dedicado a escindir y separar la realidad. Permitiendo la posibilidad de conocer

aquello que para la lógica es oscuro, dándose cuenta de una realidad que trasciende de lo

material, que se reconoce como todo aquello que de una manera u otra entra en el campo de

nuestra consciencia2. Es esta experiencia mística la que permite conocernos sin separarnos,

1 Kant2 71

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ver al otro como un tú que se relaciona con el yo como otro yo; evidencia nuestra

contingencia como la de cualquier cultura.

Los bailes chinos como expresión artística-religiosa desarrollados en el norte y centro de

Chile, han sido golpeados por el estigma de la superstición y la categorización lógica.

Desde los tiempos de la colonia, que las expresiones de religiosidad popular han sido

consideradas impropias por un canon cristiano, que influenciado por el pensamiento

clásico, termina reprimiendo y desacreditando estas formas de vivir la fe. A pesar de las

prohibiciones y el menosprecio, las flautas, los chinos y sus cantos han perdurado hasta el

día de hoy, logrando manifestarse como una respuesta al monismo racionalista. Su

expresión sincrética posiciona a los bailes chinos no como una respuesta dualista, sino,

como una aceptación e integración, manifestando una forma de espiritualidad y devoción

que difícilmente resulta ajena a quien la contemple. No por nada el mismo Ignacio

Domeyko reconoce en uno de sus registros, “Difícil era retener las lágrimas al ver su

rectitud, humildad, sinceridad y fe”. Es este toque, el que produce una obra o expresión

artístico-religiosa, lo que permite el contacto de una consciencia que no depende solamente

del intelecto, sino que también del sentimiento.

Es este carácter sincrético, en el cual se ha aceptado características de lo otro como

conservado lo propio, que permite que estos elementos no se manifiestan como una

separación, sino una unidad constituida de cada uno y ambos a la vez. Por esta razón, junto

a las características del baile que desarrollan la necesidad de experimentar en la

participación para llegar a develar y revelar el conocimiento que ellos transmiten, que

hemos decido abordarlos en nuestra investigación. De acuerdo a lo expuesto anteriormente,

surge nuestra problemática: ¿Es posible hablar de experiencia mística en los bailes chinos

y de qué manera se expresa y se transmite esta experiencia dentro de estos bailes?

Frente a esta pregunta creemos importante reconocer y comprender los bailes chinos no

como una expresión de disidencia del canon religioso establecido durante la colonia, sino

como una experiencia mística integradora en donde el hombre puede acceder a la plenitud

de la vida mediante la contingencia. Para ello resulta fundamental el desarrollo de la

experiencia estética como una puerta de acceso a la mística por medio de la contemplación

y participación de este rito. La experiencia mística permite la restauración ontológica del

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conocimiento, en donde este se encuentra ligado al amor como filosofía. Por esta razón

nuestro objetivo será rastrear características propias de la mística de acuerdo a lo planteado

por Raimon Pannikar, como también establecer de manera dichas características permitirían

una experiencia plena de la vida.

La metodología para abordar esta investigación, será revisar las problemáticas planteadas

desde una revisión bibliográfica que nos permita comprender la experiencia mística y sus

alcances con la experiencia estética. También resultará necesario revisar las características

de los bailes chinos para posteriormente poder analizar de qué manera se relacionan con la

mística. Para ello se abordará la problemática desde dos enfoques: el primero será desde la

obra-rito y la segunda desde la perspectiva productor-receptor.

Para finalizar quisiéramos plantear el ejercicio místico de desarrollar este trabajo desde una

forma a-dualista. Por lo cual, independientemente que seamos dos sujetos quienes aborden

esta problemática, intentaremos desarrollar un tercer agente que vincule nuestras dos

consciencias en una definida por mediadores y no intermediarios.

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Mística y estética

Cuando Raimon Panikkar define la mística, lo hace aclarando que lo abordará desde

un punto diferente al desarrollado tradicionalmente por los estudiosos de estos temas. Esto

ocurre debido a que en contraste con aquellos estudios, el autor comprende la mística como

algo integrado al mismo ser del hombre y no como algo externo a éste. En este sentido, la

mística no pertenece a un grupo selecto ni está reservado para seres superiores, por el

contrario la mística es algo intrínseco al ser humano, que todos pueden llegar a

experimentar. El hombre, a diferencia de las nociones dualistas que conciben la distinción

cuerpo-alma, también en él participa un elemento que trasciende de su individualidad, el

espíritu. El permite una conexión con un nuevo grado de realidad que en nosotros se

manifiesta en la consciencia3. La relación entre estas partes no es jerárquica, sino armónica,

ellas son necesarias para el conocimiento verdadero, para vivir la posibilidad de la apertura

al ser hablando en jerga Heideggeriana. Es así como la mística es definida como la

experiencia integral de la vida, siendo ésta una experiencia “vivida en plenitud” de la

realidad.

Al acentuar el carácter de integral se está remontando a la etimología de la palabra

como algo in – tangere, es decir, como algo no tocado ni siquiera por la mente. Es así

como esta experiencia integral se relaciona con algo inmediato, más cercano a la intuición

que a la reflexión. Es el intelecto el destinado a reflexionar, para así expresarse a través del

logos. Esta forma de conocer es también participe del hombre, pero su característica es

conocer mediante la separación, y así conseguir la verdad de una parte. Sin embargo, este

conocimiento es parcial, posee límites. De esta manera adquiere importancia el permitirle

tanto al cuerpo como el espíritu la posibilidad de desarrollarse como formas verídicas del

conocimiento. El campo de la consciencia humana es mucho más amplio que el

conocimiento racional4.

De esta manera cuando hablamos de la experiencia mística como una experiencia

integral de la vida, estamos refiriéndonos a una experiencia de toda la realidad. Ésta no

puede ser reducida a una realidad objetiva ni subjetiva, sino a una relación a-dualista

(advaita) en la cual ambas se ven incluidas. El pensamiento racional distingue y separa,

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pero la realidad no puede ser comprendida desde sus partes aisladas, es por esto la

importancia de la experiencia mística como medio de acceso a esta totalidad. Es así como

Panikkar dice: “La experiencia mística es una experiencia a-dualista - advaita. Es una

experiencia de la realidad no de sus partes – aunque sólo sea desde una parte.5”

Por esta razón la realidad no puede ser reducida a la materialidad ni al pensamiento,

la realidad es relacional, es el mythos que permite ser conscientes de lo que el logos

presenta a nuestra consciencia6. Todo pensamiento y forma de ordenar el mundo posee su

propio mythos, y es por medio de la mística que podemos hacernos conscientes de él. El

poder darnos cuenta de nuestro mythos permite que lo relativicemos como contingente,

pudiendo tolerar a los demás como iguales. Esta comprensión, desarrollada por la

experiencia mística, permite volver al origen del conocimiento como filosofía, es decir en

la armonía del conocimiento y el amor. “Sólo quien quiere podrá revelar lo que el otro

quiere”, el amor es que permite la salida del uno mismo para lograr entrar en contacto con

el ser amado, y con ello el reconocimiento.

Para vivir la experiencia de la mística es necesario poder ver, y no ver solamente

con los ojos del cuerpo y el intelecto, sino también con los del espíritu, el oculus fidae o

tercer ojo. Esta capacidad de percepción es más sutil e integradora, y se encuentra

fuertemente relacionada con la experiencia estética. De acuerdo a Claudia Lira, una

experiencia estética es “una vivencia sensorial-emotiva plena de conciencia, que despierta

la intuición-comprensión respecto de algún sentido presente en lo que se percibe7.” Esta

experiencia requiere la atención del que contempla tanto de sí mismo como de lo

contemplado, es así como la “captación sensorial se vuelve más fina y profunda, llegando a

distinguir detalles y aspectos de lo percibido que pasan inadvertidos cuando ésta se

encuentra dispersa8.” De esta forma la experiencia estética permite una intensificación

consciencia9, pero no racional, sino de la pura consciencia participativa. Como hicimos

referencia anteriormente, este tipo de consciencia permite un conocimiento amoroso, en el

5 706 897 1398 Íbid.9 Es importante resaltar que cuando escribimos consciencia, utilizando la letra s, lo hacemos en referencia a la distinción hecha por Panikkar a la conciencia moral.

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cual sujeto y objeto son capaces de vincularse entre sí. Sobre esta vinculación Lira

reflexiona:

El intercambio energético es la sintonización de las vibraciones, una especie de

afinamiento de las ondas que circulan entre los que se encuentran, llegando a producirse un

intercambio, incluso una mezcla entre uno y otro. Esta mezcla se traspasa mutuamente,

dialogando, despertando las sensaciones, las emociones y la conciencia como una corriente

que fluye en diversos tonos, pero en consonancia, y que puede llegar a sentirse como gozo

en su fase más profunda10.

De acuerdo a lo anterior, podemos ver que la experiencia estética es una experiencia

advaita, a-dualista. Debido que en el contacto entre sujeto y objeto ambos se vinculan,

mezclándose no como una unidad, la cual está relacionada al monismo, ni tampoco en una

unión, representativa del dualismo, sino en una armonía. Es por ello que se puede hablar de

una consonancia entre ambos, en la cual el sujeto es capaz de nutrirse al participar del

conocimiento de una parte del todo, siendo así como nace el goce. Bajo el alero de lo

planteado, resulta tentador el homologar la experiencia estética a la mística, en cuanto

ambas son experienciales, inmediatas y vinculantes. Por esta razón es importante

distinguirlas, y no por ello separarlas.

La experiencia estética es parte importante de la experiencia mística, está integrada

dentro ella, permitiendo el vínculo entre objeto y sujeto, como también entre cuerpo, alma y

espíritu. Permite darnos cuenta, y abrirnos al contacto con la realidad total. Sin embargo, la

experiencia mística resulta algo aún más integrador, que va más allá de la percepción. Ella

también integra al logos, a la palabra, al lenguaje. La experiencia mística es una relación

advaita entre expresión y recepción, en la cual el silencio es fundamental para poder oír,

pero también para ser el principio de la palabra. De esta forma, la obra, la palabra, la

expresión, viene a completar una experiencia que debe ser transmitida en la praxis.

Panikkar se refiere a esto en la actualización (a) dentro de la experiencia e.l.m.i.r.a, como

parte final de la Experiencia. Para él la acción posee un valor fundamental, debido a que la

función principal de la mística es modificar nuestras vidas, por medio de la acción es

posible transmitir la experiencia a través del amor. Es por ello quizás que para muchos

místicos, como es representado en el taoísmo, que una vez conseguida la fusión con la

vacuidad del Dao, es necesario regresar de la montaña y reinsertarse en la sociedad.

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características de los bailes chinos para posteriormente poder analizar de qué manera se relacionan con la mística.

La historia de los bailes chinos se remonta a la llegada de los españoles hace 500

años, desde aquellos tiempos la comparsa recoge tradiciones indígenas milenarias,

expresión sincrética del nuevo mundo. En el mundo moderno los bailes mantienen sus

tradiciones en en la zona central de Chile. “Es probable que el hombre común español  del

siglo XVI y XVII no fuera tan distinto  al hombre común que vivía en América. Los

españoles venían con el cielo y el infierno a cuestas, con ángeles, demonios, almas en

pena, aparecidos, fantasmas, rezadores, santiguadores y rosarios. Los indígenas vivían

con el tué tué, el piguchén, los espíritus de los ancestros la naturaleza eterna” (pag 77).

Hoy la existencia de los bailes de ve en peligro debido al desinterés de las nuevas

generaciones, pues muchos bailes están compuestos por empresas familiares, el

monoculturalismo desarticula las creencias familiares, imponiendo a los más jóvenes

tradiciones ajenas a su estirpe.                                    

El baile está dividido en  en dos grupos  de danzantes que se enfrentan

musicalmente,  el sonido rajado de las flautas conforma un ritmo, donde cada grupo debe

esperar el sonido del otro para proseguir. La naturaleza del baile integra el cuerpo-alma-

espíritu , unificación manifiesta en la morfología del baile como lo analiza Gabriel

Castillo11, la ejecución del baile en conjunto con el sonido ritual de las flautas rajadas, pone

en tensión las dimensión física y espiritual formando un conjunto, espacio consagrado por

los chinos, una máquina sonora dirigida por el alférez. El momento de especial importancia

es el momento donde  las flautas callan y la voz del alférez comienza su sagrado canto, la

energía desplegada en los bailes se detiene para escuchar en una actitud de recogimiento,

“los Chinos reemplazan el mar de flautas por un mar de voces los mismos hombres que

saltaban danzando y tocando las flautas en un movimiento desaforado, ahora se recogen,

están quietos en el canto, siguen y repiten a coro los dos últimos versos del canto de

alférez.   (pag35). Los chinos no pueden existir sin un alférez, cada grupo tiene uno, pues su

figura tiene connotaciones sagradas, representan al pueblo ante las divinidades, cantan

sobre las historias bíblicas, revelan mensajes y conocimientos místicos, cuando comienzan

11 Sonido Ritual, Campo de Fuerza y Espacialidad Existencial; Una Estética no Musicológica de los Bailes Chinos

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a recitar lo hacen improvisando al ritmo del bombo y del tambor, está manera de proceder

hace se conecte con el espíritu,         

Los Bailes Chinos como Rito-Obra

Cuando mencionamos las características que definen a los bailes chinos, podemos ver las

dificultades que surgen para referirse a ellos como obra. Su , y a pesar de los cánones que lo

rigen, existe una fuerte participación de la improvisación como elemento