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Mas ya todo cambió: las pardas nubes flotantes en el éter se ocultaron, y dulce cual la voz de los querúbes los céfiros acordes murmuraron. Entonces, á lo lejos, vi despertar la regalada aurora tiñendo con sus nítidos reflejos la frente azul del mar que la enamora. Vi espumas matizadas del iris con los célicos colores, de perlas coronadas; de esas perlas preciadas que son del mar las virginales flores. Las olas se estendian, y á los besos del aura se rizaban; perezosas huian, y de nuevo tornaban, y de nuevo también desparecían. Como ligeras aves vi resbalar gallai-das y atrevidas las voladoras naves sobre el Mrviente piélago mecidas. Y recordé los béroes de la liistoria, y en éstasis profundo bendije de Colon la eterna gloria: no puede marchitarse la memoria de aquel que al mundo regaló otro mundo. ¡Oh fantástico mar! tus aguas puras son la imágen bellísima del cielo; .si ruge la borrasca en las alturas, tiimbien desgarras tu apacible velo. Mas si derrama el sol sus resplandores, tus ligeros cristales se visten de purísimos colores; de tus ocultos bosques de corales se levantan suavísimos rumores. jPlegue á Dios que en el polvo de la tumba no se sepulte mi cadáver frió, sin que al eco del trueno que retumba contemple tu gigante poderío! i Adiós, oh mar! el alma que te admira soñó tu inmensidad, y absorta queda. jPlegue á Dios que del sueño la mentira en dulce realidad tornarse pueda! Madrid. A. F. Gruo. L A A B U E L I T A , ó CUENTOS D E L A ALDEA. Á MI ADOlUD.Í HIJA MARIA DE l A GLORIA. Vm d cumplir un año (1), mi adorada Gloria, y yo voy á dar principio á la tarea de crear un libro donde apren- das la moral divina, la virtud y las buenas costumbres. Tarea gratísima para mi corasan de madre, y que lle- varé á.caho con la ayuda de Dios, mientras velo tu ino- cente sueño al pie de tu cuna. Ab serán mis lecciones áridas y empalagosas, sino entretenidas y agradables, pues las presentaré en formas suaves y delicadas, bajo los dulces tipos de encantadoras niñas que pn-actican la virtud lejos de las ciudades, con la sencillez de la vida del campo, y protegidas por d influjo santo de edificantes y puros ejemplos. De este modo cuando tu razón comience á desarrollar- se podrás apreciar mi trabajo, y comprender d mdvil que me impulsa á formar esta colecdon de cuentos, y que no es otra que la di hacerte buena hija, buena esposa y buena madre de familia, si imitas los tipos que presen- taré á tus ojos. Si consigo mi objeto, seré feliz, y mi satisfacción in- mensa, porque mis sencillas historias habrán contribuido á labrar la dicha de mi adarada hija, de la que hay es el encanto de mi existencia. FAOSTINA SAEZ DE MELGAR. Madrid diciembre de 1860. No hace muchos años que en una pintoresca aldea situada en la oriUa del Tajo, vivia una honrada fami- lia. Componíase de la abuela, anciana sexagenaria, de su hijo D. Eafael, su esposa doña Cármen, y una ca- terva de chiquillos, dichosa prole con que el Señor habla coronado su himeneo. No haré detenidamente el retrato de cada uno, por- que les irán conociendo mis lectores poco á poco, se- gún avancemos en nuestro relato. Ahora los veremos á todos agruparse en rededor de una gran mesa, donde su buena madre les sirve la cena, presidiendo la alegre reunión la decana de la familia. Su posicion de ricos hacendados les permitía vivir con el mayor desahogo, y no se advertía jamás en aquella casa miserias ni escasez. Para los que no hayan visto el hogar de un labrador, les haremos brevemente una ligera descripción. Las casas son casi todas de uu solo piso (en el pueblo á que me refiero), compuestas (1) Hace tres años que empezó la publicación de estos cuen- tos en La Aurora de la Vida-, mas tarde este periódico pasó á manos de otra empresa, la que sin duda no tuvo por conveniente continuarlos, pues quedaron interrumpidos, bien á mi pesar, hasta hoy que aparecen de nuevo en LA VIOLETA, inaugurando una segunda época que me prometo será mas brillante que la primera. Este trabajo no podia quedar inédito: en él se hallan reasumidas las afecciones mas caras de mi corazon: mi amor de madre; la adoración que profeso á mis hijas. LA AUTORA. Ayuntamiento de Madrid

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Mas ya todo cambió: las pardas nubes flotantes en el éter se ocultaron, y dulce cual la voz de los querúbes los céfiros acordes murmuraron.

Entonces, á lo lejos, vi despertar la regalada aurora tiñendo con sus nítidos reflejos la frente azul del mar que la enamora. Vi espumas matizadas del iris con los célicos colores, de perlas coronadas; de esas perlas preciadas que son del mar las virginales flores.

Las olas se estendian, y á los besos del aura se rizaban; perezosas huian, y de nuevo tornaban, y de nuevo también desparecían.

Como ligeras aves vi resbalar gallai-das y atrevidas las voladoras naves sobre el Mrviente piélago mecidas. Y recordé los béroes de la liistoria, y en éstasis profundo bendije de Colon la eterna gloria: no puede marchitarse la memoria de aquel que al mundo regaló otro mundo.

¡Oh fantástico mar! tus aguas puras son la imágen bellísima del cielo; .si ruge la borrasca en las alturas, tiimbien desgarras tu apacible velo. Mas si derrama el sol sus resplandores, tus ligeros cristales se visten de purísimos colores; de tus ocultos bosques de corales se levantan suavísimos rumores. jPlegue á Dios que en el polvo de la tumba no se sepulte mi cadáver frió, sin que al eco del trueno que retumba contemple tu gigante poderío!

i Adiós, oh mar! el alma que te admira soñó tu inmensidad, y absorta queda. jPlegue á Dios que del sueño la mentira en dulce realidad tornarse pueda!

Madrid. A. F. Gruo.

L A A B U E L I T A ,

ó C U E N T O S D E L A A L D E A .

Á MI ADOlUD.Í HIJA MARIA DE l A GLORIA. Vm d cumplir un año (1), mi adorada Gloria, y yo voy

á dar principio á la tarea de crear un libro donde apren-das la moral divina, la virtud y las buenas costumbres. Tarea gratísima para mi cor asan de madre, y que lle-varé á.caho con la ayuda de Dios, mientras velo tu ino-cente sueño al pie de tu cuna. Ab serán mis lecciones áridas y empalagosas, sino entretenidas y agradables, pues las presentaré en formas suaves y delicadas, bajo los dulces tipos de encantadoras niñas que pn-actican la virtud lejos de las ciudades, con la sencillez de la vida del campo, y protegidas por d influjo santo de edificantes y puros ejemplos.

De este modo cuando tu razón comience á desarrollar-se podrás apreciar mi trabajo, y comprender d mdvil que me impulsa á formar esta colecdon de cuentos, y que no es otra que la di hacerte buena hija, buena esposa y buena madre de familia, si imitas los tipos que presen-taré á tus ojos.

Si consigo mi objeto, seré feliz, y mi satisfacción in-mensa, porque mis sencillas historias habrán contribuido á labrar la dicha de mi adarada hija, de la que hay es el encanto de mi existencia.

FAOSTINA SAEZ DE MELGAR.

Madrid diciembre de 1860.

No hace muchos años que en una pintoresca aldea situada en la oriUa del Tajo, vivia una honrada fami-lia. Componíase de la abuela, anciana sexagenaria, de su hijo D. Eafael, su esposa doña Cármen, y una ca-terva de chiquillos, dichosa prole con que el Señor habla coronado su himeneo.

No haré detenidamente el retrato de cada uno, por-que les irán conociendo mis lectores poco á poco, se-gún avancemos en nuestro relato. Ahora los veremos á todos agruparse en rededor de una gran mesa, donde su buena madre les sirve la cena, presidiendo la alegre reunión la decana de la familia.

Su posicion de ricos hacendados les permitía vivir con el mayor desahogo, y no se advertía jamás en aquella casa miserias ni escasez. Para los que no hayan visto el hogar de un labrador, les haremos brevemente una ligera descripción. Las casas son casi todas de uu solo piso (en el pueblo á que me refiero), compuestas

(1) Hace tres años que empezó la publicación de estos cuen-tos en La Aurora de la Vida-, mas tarde este periódico pasó á manos de otra empresa, la que sin duda no tuvo por conveniente continuarlos, pues quedaron interrumpidos, bien á mi pesar, hasta hoy que aparecen de nuevo en L A VIOLETA , inaugurando una segunda época que me prometo será mas brillante que la primera. Este trabajo no podia quedar inédito: en él se hallan reasumidas las afecciones mas caras de mi corazon: mi amor de madre; la adoración que profeso á mis hijas.

L A A U T O R A .

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de anciurosas habitaciones, con rejas á la calle ó á los huertos. Á la derecha de la gran puerta de entrada está, la cocina, junto al fuego una veintena de criadas y criados saborean una abundante y bien'condimenta-da sopa. Á la izq\iierda, en una sala bastante grande con su moderna chimenea, está reunida la familia de D. Rafael. Los muebles de esta habitación son senci-llos, y resplandece por doquiera el mas esmerado aseo. Á los lados de la chimenea hay dos enormes y anti-quísimos sillones de roble, que ocupan generalmente la abuela y el jefe de la casa. En una sillita baja se sienta su esposa á hacer labor hasta las ocho, que se levanta y acuesta á sus hijos, ayudada de la niña ma-yorcita, que tiene catorce años, y despues de haberles hecho arrodillarse ante una imágen de la Virgen, re-zando las oraciones de la noche, santa y piadosa cos-tumbre que, grabada desde la infancia én el corazon de los niños, no se olvida jamás.

—Abuelita, dijo Federico, el mayor de los niños: cuéntenos V. una historia de aquellas tan bonitas que V. sabe.

—Cuando aprendais la lección, dijo la anciana to-mando la calceta y aproximándose al fuego.

—Yo ya la sé. —Y yo. •—Y yo, contestaron todos los niños á un tiempo. —iNo me engañaisi —No, señora, dijo César: la hemos estudiado antes

de cenar; y si no, veráV. qué pronto se la esplico toda.

—Calla, parlanchín, repuso Amparo, que era la niña mayor: si te pones á decir la lección, darán las ocho, y no tendrá la abuelita tiempo de contarnos el cuento.

—Tiene razón la hermanita, dijeron otros. —Sí, sí, abuelita; una historia, una historia. El clamor de la infantil reunión era general, y tuvo

necesidad su madre de hacerlos guardar silencio, di-ciéndoles que ya iban á dar las ocho, y solo les queda-ba el tiempo preciso para rezar las oraciones de la noche.

—i Qué lástima! murmuraba Evangelina con tristeza. —Abuelita, repuso María colgándose al cuello do

doña Toiñasa: pida V. permiso á madre para que nos deje hasta las nueve.

—Ya se lo pediré, dijo Hernán, el mas pequeño de los niños.

—Sí, sí; á ti no te niegan nada; ve, hermanito, y que nos concedan esta gracia.

—Voy corriendo. Se levantó el gi-acioso niño, y dirigiéndose á su ma-

dre, esclamó con mimoso acento: —Señora madre, ¿quiere V. que no nos aco.stemos

hasta las nueve, y nos contará la abuelita un cuento! —Si padre os da permiso, corriente. —Concedido, dijo D. Rafael levantándose delamesa,

donde aun pennanecia, para pasar á su despacho. Todos los niños empezaron á gritar batiendo palmas

con alborozo y rodeando á la anciana señora, que quitándose los anteojos los puso en la cestita de la

calceta, y fue marcando á cada uno de los niños el sitio que debia ocupar, diciéndoles:.

—Amparo y Federico á mi derecha; César y Evan-gelina, á mi izquierda, y en frente, formando corro, Hernán, Jesús, Enrique y María del Rosario.

De esta manera colocó á los ocho niños, y luego que les hubo recomendado el mayor silencio y la mas severa formalidad, volvió á ponerse los anteojos para continuar haciendo calceta, y con cascada y temblo-rosa voz, refirió lo siguiente.

f Se continuará. J FAUSTIKA. S A E Z DE MELGAR.

A L A Ñ O N U E V O .

Avanza presuroso, bello niño; ciñe tu blanca frente Re rosas, tulipanes y de armiño, cuando pinte en Oriente el alba su irisado desaliño.

Recoge tus cabellos rubios como de Febo los destellos; abre tus grandes ojos, deja vagar en ellos de tu ardiente deseo los antojos.

Reparte á manos llenas el oro, las riquezas, la ventura; desata las cadenas que al espatriado triste dan tortura; quiebra el cáliz fatal de la amargura.

Al que en estraña tierra, lejos de su familia y sus hogares en sanguinaria guerra corre de la fortuna los azare.s, llévale de la patria los cantares.

Al padre cariñoso, al que en su niño hermoso deposita su amor y sus pasiones, dale salud, tranquilidad, reposo; no mates sus ardientes ilusiones.

Al mísero poeta, al que su mente inquieta siente latir de inspiración henchida, dale ilusión completa, pré.stale luz, y sentimiento y vida.

Al que en ignotos mares, en alas de su ardiente fantasía en busca va de codiciados lares, rasga del porvenir la faz sombría; dibuja el puerto que .su mente ansia.

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L A A V A R I C I A .

Grato apenas llegó abril alzó el membrillo su frente, ornada de flores mü, y por ellas insolente reinar jiizgó en el pensil.

"Seré, dijo entusiasmado, mas rico que árbol alguno; y mi tesoro preciado habrá de ser respetado aun del céflro importuno.»

Con este anhelo guardaba sus ramos todos, y ufano el rudo tronco elevaba, por negarlos á la mano que propicia lo cuidaba.

Y si el aura le pedia suspirando alguna flor, con firmeza resistía, y á su arrullo halagador ni aun su ramaje movia.

Llegó el estío : burlando de su ardor la saña fiera, de nuevo Favonio blando tomó un momento agitando sus alas en la pradera.

Y alegre quiso mirar el árbol fuerte, que osado pudo su halago esquivar, juzgando lo iba á encontrar de ricas pomas cargado.

Mas, ¿cuál su asombro seria viendo que su altiva frente yerta en el polvo yacia, al par que turba inclemente sus despojos repartía?

El tronco profunda herida

Morales la supone mora. En el concejo de Caso dicen que nació en una antigua torre, que aunque se ve en el pueblo llamado Campo-de-Caso, les pertenece hoy á los condes de Nava.

sintió al poder de su fruto, y al fin doblose sin vida, pagando digno tributo su codicia desmedida.

"¿De qué te sirvió, avariento, le dijo asombrado el viento, negarme tus flores bellas y tu frata, si con eUas .sucumbiste sin aliento?

»iAh! solo de que vivieras bajo su peso abnunado, hasta que al fin sucumbieras y de tu tesoro fueras sin compasion despojado.»

AKIOSIA DÍAZ DE LASIARACE.

L A A B U E L T T A ,

ó

C U E N T O S D E L A A L D E A (i).

A R T U R O . Toda criatura, por humilde que sea

su condicion, puede sernos útil en alguna cosa.

Hace un año escasamente que habitaba la magnífica posesion de Palancar im caballero de Madrid, dueño de inmensas riquezas, y que debia ocupar un alto pues-to en la corte, según lo comprometido que estaba en política, y otras mil cosas que yo no os sabré esplicar. Lo cierto y verdad es que mas de cuatro veces le vimos venir huyendo á esconderse en estos vaUes, donde pa-saba largas temporadas sin aparecer jamás en público. Únicamente su hijo Arturo venia alguna vez á la al-dea; pero siempre dándose una gran importancia, y os-tentando un lujo deslumbrador. Era muy orgulloso, y estaba acostumbrado desde pequeño al fausto y á la opulencia: así es que rara vez saludaba ni aun á los la-bradores mas ricos de la aldea; nos Uamaba palurdos-patanes, y no sé cuántas cosas mas. Si á los ricos los miraba con desden, á los pastores y jornaleros los des-preciaba, burlándose de su miseria continuamente.

—¡El muy vanidoso! esclamaba César; nosotros no somos así, abuelita, antes al contrario, respetamos y queremos á los pobres.

—¡Si callarás, parlanchín! gritó el juicioso Federico interrumpiendo á su hermano.

(1) Véase el número anlerior.

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y en mi ánimo hacerles siempre la crnz, como al dia-blo, y me despido de ti, lector amigo, encargándote que, si tienes la desgracia de verte en la cruel alter-nativa de caer en las garras de una suegra ó de un parásito, prefieras la suegra. Vale.

' DEMETRIO DE LA E R A N D E V A .

EL ROBLE Y EL ROSAL.

F Á B U L A .

Dedicada á dos niños gemelos, Nicolás y Fernanda Na-varro de Chapuy.

Al pie de un roble gigante, en cuyos robustos brazos el huracan poderoso se estrella fiero silbando, asomó mi verde rosal su débü y fresco tallo. El cierzo le arrancarla del roble sin el amparo, y sin su sombra de cierto le agostaría el verano. Pero siguió protegido, cada dia mas lozano, estendiendo sus raices y sus ramas ensanchando, hasta que llegó el momento de ostentar al soplo blando de las auras cariñosas, sujetos á un mismo ramo, dos prímorosos capullos que de su seno brotaron. Tiñolos la primavera con sus colores mas caros, y los frescos cefirillos acudieron á besarlos. Pero ¡ ay! llegó un dia tríste en que el destino inhumano hizo estallar la tormenta, lanzó de su seno un rayo que hundiendo el altivo roble

dejó al rosal sin amparo. Más este, aunque desvalido, no dió al desaliento paso, y para que á sus capullos no hicieran los vientos daño, ni el calor los agostara,' recogió sus hojas tanto, que los formó una cubierta sus ramas entrelazando, que á falta del fuerte roble les sirviera de resguardo. Y allí siguieron creciendo los capullos tan lozanos, que al fin, trocados en flores, fueron envidia del campo, con sus pintadas corolas

y su perfume balsámico.

Los dos hermosos capullos sois, Fernanda y Nicolás, vuestra cariñosa madre el débil, fresco rosal, y el roble fuerte y altivo vuestro querido papá. El rayo que hendió su tronco, la muerte, que sin piedad, apenas la luz mirásteis, vino su vida á segar.

Y el refugio que sohcito liizo contra el huracan, entrelazando sus ramas y sus hojas el rosal,

es el inmenso cariño que os tiene vuestra mamá.

JDLI.VM CASTELLAKOS.

LEYENDAS MORISCAS.

LA PREDICCION.

(Conclusión) (1).

-¡La corona! ¿la corona dice? ¡Oh! ¡imposible! ¡im-

(1) Véase el mimero anterior.

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posible! ¡El pueblo aclama á Jusef! [Á esefarsario, á ese hipócrita, por mi mal hermano mió!

Él ha engañado las razas: él ha seducido al vulgo: él lleva el nombre de bueno, de caballero, de leal, de esforzado, y yo... y yo... ¡oh desesperación! ¡Oh sacri-legio! á mí me dan el nombre de impío, de cobarde, de tirano; de mal hijo.

Mientras mi padre, sentado en sus regios almoha-dones, acaricia á Jusef, á Alí y Ahmad, hijos todos de una madre, yo me escondo en mi sohtaria alcoba, y sentado en un rincón lloro de rabia y despecho. Otras veces afilo la gumía, abrillanto el alfange, y hago punzantes flechas, esperando la venganza.

—¡Cercana la tienes, príncipe! —lEstás seguro del éxito? —¡Cortas mañana mi cabeza si no eres Eey, gran

señor! —¡Ay de t i si no sucediese! —¡Que Alá confunda mi raza, que un odioso can

destroce el hermoso seno de nñ.hija, que me devore un chacal, y que se hunda el mundo sobre la raza morisca si tú no eres Rey mañana!

¡Los barrios de la ciudad se encuentran asegura-dos! Allí están armados de todas armas multitud de vahentes á quienes he hecho creer lo que tú me has dicho.

Ya saben que tu padre quebranta los dogmas. Que hunde el islamismo, y hay mil picas y espadas dis-puestas á defender sus derechos y á hacerle abdicar el trono. ¡Ay de él si se niega á obedecer al pueblo!

—Mi padre no debe morir. Yo no quiero que muera. Que huya al Áñica con sus mujeres y sus esclavos.

Solo Jusef, Jusef, que es el ídolo del pueblo. —¡Morirá, no lo dudes! ¡Desgraciados también

Alí y Ahmad si quieren defender á su hermano! —¡Ve lo que haces, Alfakí temerario; pues no te

han de Valerias arrugas que sombrean tu frente, ni la blanca barba que descansa en tu pecho , si llegas á ser traidor, si faltas á tus promesas.

Escúchame, jefe de las turbas. Si logras t u inten-to , vivirás en mi palacio y serás mi consejero.

Tú tienes una hija hermosa, hermosa como nin-guna, mas bella que las primeras gotas de rocío que vierte la aurora, mas galana que una rosa que se

mece en el pensil, y mas pura y mas gallarda que las blancas azucenas de mi palacio oriental. Pues bien; si Uego á ser Rey, ella será la Sultana: ¡ella será Rei-na mial

—iCuándo la has visto, señor? —^hlohamad conoce las bellas cual jardinero sus

flores. Mohamad ama con locura. Mohamad vió á tu hija en las justas de Wibarambla, hermosa como la estrella que al caminante sonríe.

Desde entonces busco galas con que adornar su hermosura. Desde entonces miro los corales y las piedras de valor con el ansia del judío, con el afan del avaro; porque han de adornar su turgente seno y su garganta de cisne.

EUa llevará el bordado manto de las Reioas de Andalucía. Ella se pondrá un turbante con perlas y brillantes de tal valor, que todos los Reyes cristia-nos ansiarán para sus Reinas.

Ella tendrá riquezas infinitas, y caballos como águilas, con gualdrapas de oro y seda; y lucirá en los torneos los trajes de mas valor.

Y mandará las esclavas al compás de sus chi-nelas.

Y los eunucos y cantores se postrarán á sus pies y entonarán melodías.

Y las damas de mi harem bailarán por diver-tirla.

Y matará por capricho aquellos que abon-e-ciere.

Y si las aves le gustan, aves tendrá de paises donde apenas llega el hombre.

Y si oir quiere las fieras, vendrán osos y leones, tigres, panteras y cuantos feroces animales encierra la creación, á rugir- en las jaulas de su encantado retiro.

Y si aun le parece poco, yo haré cautivar altivas castellanas, de esas que al amar á un hombre juzgan que le hacen esclavo; de esas que con su altanería insolente quieren ser reinas y señoras del corazou que las ama, y las pondi-é ante sus pies, y humillaré su insolencia, é inclinarán la cerviz ante la bella Sul-tana.

Y si á ello se resistieren, hán á Ton-es Bermejas llenas de grillos y esposas.

Y allí mi Sara querida les llevará pan y agua, y

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verá la altanería de esas damas orguUosas mas hu-

milde y abatida que las alfombras donde imprime su

pie blanco y diminuto.

—¡Basta! ¡basta, señor! La hermosura de mi Sara

no merece tanta dicha.

—Tu hija es la diosa de todos los festines.

Tu hija es la codiciada de los emires y señores;

pero si t ú vences, solo será del Rey de Granada;

mas... escúchame; si yerras el golpe, si se frustra tu

intento, morirá contigo. ¿Lo oyes? ¡Morirá!

—Descuida, príncipe ilustre, que mañana serás

Rey.

Por las anteriores palabras se puede comprender el

carácter malvado de Mohamad.

Él calumniaba á su padre; él infamaba á .Jusef, el

lüjo modelo, el verdadero príncipe, el legítimo he-

redero de la corona, el que amaba el pueblo con una

ciega locura, el digno sucesor de Abu-Abdalá, dulce

como su padre, confiado, bondadoso, amante de su

pueblo, valiente en el combato, piadoso con el ven-

cido, justiciero y humano, clemente y leal..

El mejor de los Reyes moros que gobernaron á

Granada.

Mohamad, odiado desde su niñez por su perverso

carácter, buscaba las ocasiones de saciar su ira y

verter en aquellos corazones sin hiél la que al suyo

le sobraba.

Amaba por orgullo á Sara como habia amado á

Zulema; pero si cualquiera de las mujeres que prefe-

ría hubiese estorbado á sus miras, se hubiera sepa-

rado fríamente de sus brazos y la hubiera hecho de-

gollar en su presencia, resonando todavía en la es-

tancia las palabras de amor que se decían minutos

antes.

Sara era ahora su belleza preferida. pQué importa-

ba que Zulema muriese de dolor?

—¡Adiós, padre de mi Reina! dijo al Alfakí estre-

chándole entre sus brazos.

—¡Adiós, Rey feliz y grande!

—Di á tu hija que es mas hermosa que esa aurora

que empezará á asomarse pronto por estos espesos

•árboles.

Aun se detuvieron algún tiempo los dos moríscos

hablando de su porvenh dichoso.

Entre tanto Zulema, devorada por los celos, loca.

frenética, corrió por aquellos bosques hasta llegar á

su casa.

Trepó por el árbol que de escalera le servia, y po-

niéndose un blanco albornoz, con franjas doradas y

verdes, eubrió sus hombros desnudos y helados con

el frió de la noche.

En seguida arrancó el rico turbante de sus cabe-

llos, porque se sentía loca, y le parecía que su locura

estaba encerrada en aquel adorno.

Sacudió la cabeza á ambos lados como el que desea

separar de su frente algo que le mata, y cogiendo

una gran tea de las muchas que su hermano guarda-

ba en im terradillo para las noches oscuras, la encen-

dió con presteza.

Ya no se cuidó de bajar por el árbol, ni de ocul-

tar el ruido de sus pasos. Abrió las puertas con es-

trépito.

La esclava se presentó medio soñolienta, y dió im

grito de espanto al ver aquella fantasma que la apar-

tó con nideza, arrojándola contra una columna.

La infeliz empezó á dar dolorosos gritos, y Zule-

ma siguió su marcha süi cirios siquiera.

Los celos de una africana no son celos, rabia son: es una furia inhumana, que parte su corazon cual dura flecha tfrana.

La morisca subió precipitada las cuestas que con-

ducían al alcázar, y al llegar á los centinelas, que

tras las cerradas puertas vigilaban sin cesar, empezó

á dar furiosos gritos de "¡traición! ¡traición!... ¡Abu-

Abdalá, despierta! ¡los asesinos te esperan! ¡Traición,

traición por Granada!...n

Los atalayas oyeron los gritos y vieron aquella

mujer vestida de blanco desde las almenas. Se cre-

yeron que un sueño embargaba sus sentidos; pero al

ver subir el humo de la tea que la mora blandía en

capjrichosos espirales, y al ver que sus gritos no ce-

saban, difundieron el alarma por el palacio, conven-

cidos de la realidad.

El Rey subió á las almenas presuroso y desalenta-

do, y todos los habitantes del alcázar se pusieron en

movimiento, preparándose á la defensa.

Cuando Zulema se convenció de que nadie dor-

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mia, de que estaba dado el alarma, empezó á. des-cender por las cuestas aun con la tea encendida, pero so detuvo oyendo la voz del Eey que, asomado á una claraboya abierta en el muro, la llamaba diciéndola:

—¡Genio, fantasma ó realidad! Di quión eres, di á quién buscas, y por qué has venido á turbar mi tranquilo sueño. ¡Detente y responde, aparición ó mujer! ¿Qué sucede en mi Granada? ¿Por qué me in-quietas así?

—Soy el genio del Islam, respondió Zulema con voz ronca y tenible, que vengo á anunciar tu des-trucción y tu ruina. Uno de tus hijos, el hijo maldi-to del Profeta, va á derramar la sangre de su hermiv no y á destronarte á ti, descuidado Eey.

Mañana estallará la rebelión, y yo vengo á anun-ciártela. El Dios grande me lo ha revelado, y yo en su nombre se lo revelo al dormido Eey de Gra-nada.

—¡Traición! ¡traición! ¡traición!... Estos fueron los gritos que se difundieron por to-

das partes. Guando la aurora dejó ver sus medias tintas, ya

estaban los centinelas reforzados, y todas las torres adornadas por turbantes y medias lunas.

La morisca huyó, sin que nadie volviese á saber dónde se habia escondido.

Temerosa del castigo de su hermano y la vengan-za de Mohamad, sin duda huiría al África, ó se aco-gería al pabellón cristiano.

La rebehon no pudo estallar por entonces, pero no por eso dejó de cumplirse mas tarde algo de la predicción funesta.

En cuanto al viejo Alfakí, fue asesinado una no-che. Silencio seguro que compran los malvados á poca costa.

Su hermosa liija Sara buscó en el opio la muerte por no ser la dama del asesino.

ROGELIA LEOK.

¡ U N A M A D R E !

gozando los ensueños de un alma pura. Duerme, hijo raio,

á tu lado yo velo,

duerme tranquilo.

Tus rízados cabellos que el viento mece,

y tu puro semblante de rosa y nieve te hacen tan bello,

que pareces un ángel del sacro cielo.

Feliz el que en el mundo

viva tranquilo, como tú, en blando sueño,

adormecido. Pues, ángel bello,

¿sabes lo que es la vida?

¡Un tríste sueño!

CÁELOS C A K « .

E N E L A L B U M D E C O N S U E L O .

Duerme, niño del alma,

duerme en tu cuna.

L A CHUZ DE LOS DOS A M A N T E S . C U E N T O T E A D I C I O N A L P O R

D. MANUEL IBO ALFAEO.

Dedicado á su quer ido p r i m o D. Ba ldomero González del

Campillo.

(Gmiinuadon) (1).

iiEn mayo el cielo está puro; por eso este niño será tan puro como el cielo.

iiEn mayo las tórtolas, los jilgueros y todas las aves aman; por eso este niño amará un dia tanto como

(l) Véase el número anterior.

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aparece por la noclie do los campos que ha alumbra-do con su luz durante el dia.

—Pues continúe V. la relación, repliqué.

(Secontinmrá.)

MODAS.

COEREO DE SEÑORITAS.

Las primeras violetas han esparcido ya su precioso aroma, las hemos buscado, las hemos cogido, y nos han hecho agi-adable compañía. Sin embargo, la reaparición de estas bellas precursoras de la prima-vera no nos ha dado ninguna luz acerca de las toi-lettes erigidas en su honor, y entre la sociedad ele-gante se pregunta todo el mundo: ¿qué se llevará! La misma moda nada sabe aun. El tiempo varia, y también ella. La coquetería hace sus preparativos de elegancia, y debuta con enormes cantidades de Chantilly y de guipure negros. Es necesario advertir que es el Chantilly artístico admirablemente floreado de dibujos nuevos, reproduciendo varios puntos de encaje. Pero el éxito con que cuenta la moda, y con razón, es una serie de puntas de mantilla española, de cuellos napolitanos, de rotonda y albornoces de encaje Lama-Camayeux.

En medio de todo esto, los sombreros se dan cier-to aire de importancia primaveral. El crespón reem-plaza al terciopelo. Hé aquí algunos que brillan y tienen mucho prestigio, sobre todo para teatro.

Uno de crespón blanco, enteramente bordeado de tréboles de felpilla blanca, dejando descender dos gotas de rocío en cristal. En el interior, lazo de ter-ciopelo lengüeado, de donde se escapa un cometa de nácar con penacho de vidrio hilado.

Otro de crespón gris perla, bordado de estrellas nacaradas. Un fleco Tom-Pouce en perlas brillantes, rodea el borde del sombrero y del bavolet. Una ma^ zorca de brezo en plumas gris perla, enteramente humedecida de perlas de cristal formando rocío, es el único adorno de este sombrero tan agradable co-mo un resplandor de luna.

Una capota de crespón Violeta, forma de cai'acol, adornada de tres cintas de igual tinta, con el borde

escocés de diversos matices, formando travesaño so-bre el fondo, que viene á sujetar una enorme col de cinta picada. En el interior, ramas de jacintos.

Se pretende que se suprimirán los cuerpos de ves-tido, y en su lugar se colocarán este verano los lin-dos talles en trajes de tafetan, cimbreados á los mis-mos, con cabos tirados hácia atras.

También es cuestión de volver á tomar los trajes de nuestras madres, con el cueiqjo cruzado y la falda cerrada en redingote.

Para la primavera debutarán los trajes en tercio-pelo epinglé, gris perla, gris avellana, y gris yerba-doncella.

Bien hubiéramos querido pasar en silencio los proyectos de la moda, pero la indiscreción es el pla-cer de las croniquistas. No obstante, nada decimos de las actualidades primaverales que deben florecer cuando las lilas; las primorosas cintas, las admh-a-bles franjas y los pequeños Increíbles que hemos de ver. ¿Qué se entiende por Increíbles? Si todo lo digo no gozareis del placer de la sorpresa. La viUa de Lyon prepara muchas. Los adornos entreverados, fantásticos y bizarros para entenderse con los nue-vos tejidos de primavera. Algunos parecen llegados del pais de los mohicanos; otros del piu'púreo cielo de las bayaderas.

El colorido: hé aquí el clamor de la moda.

Los foulards siguen el impulso de la fantasía, y se presentan en matices maiz, vapor, ladrillo de Pom-peya, etc.

Algunas disposiciones etruscas tienen enteramen-te el género Campana. Citemos ademas las ramas de coral negro, encarnado, blanco y violeta, sobre fondo vapor, maiz, gris perla, azul imperial, violeta puro, gris moda y yerba doncella; una serie de gi-íses nuevos y de yerba-doncella nuevo , con una lluvia d'I describiendo un ligeiásuno dibujo sumamente origmal y distmguido.

Los foulards con sembrado de menudas conchas de color sobre fondo opuesto.

Los foulards Peldn con anchas bandas alteniando de dos colores diferentes, ó reproduciéndose á mane-ra de camafeos.

Los foulards con lluvia de pétalos separados por el viento.

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tenciones de venganza, que nadie pudo traslucirlas.

Para calmar la escitacion producida por su nom-

bramiento, se mostró tan liberal, tan generoso y tan

complaciente con los nobles que destituyeron á su

hijo, que continuamente los admitía en su consejo,

consultándoles en los mas arduos negocios.

Con este modo de obrar, con esta refinada astu-

cia, las sospechas desaparecieron completamente, y

una ilimitada confianza reemplazó á la agitación pri-

mera.

Preparado de este modo el terreno, pasó cerca de

la ciudad el jóven Abderraman, hijo del califa, que

con un ejército de cinco mil lanzas se dirigía, de ór-

den de su padre, á la España oriental.

Entonces Ambroz, que vió en esto una ocasion

oportuna para realizar sus vengativos planes, salió á

su encuentro y le rogó que descansase en Toledo al-

gunos dias.

Accedió el jóven príncipe á las reiteradas instan-

cias del gobernador, y, penetrando en la ciudad con

una escogida escolta, se hospedó en el alcázar.

Contando, pues, con el auxilio de tan poderosa

hueste, el vengativo Ambroz llevó á cabo del modo

siguiente su infernal designio.

Dispuso un suntuoso banquete en honor del regio

huésped, y convidó á la fiesta á los caballeros mas

nobles y principales.

La hora designada sonó, y los prohombres tole-

danos, sin abrigar el menor recelo, acudieron desar-

mados, haciendo gala de sus mas ricos t ra jes , al pa-

lacio del astuto gobernador', quien, introduciéndolos

seiraradamente en una estancia preparada al efecto,

fue saciando en ellos su venganza arrancándoles la

rída.

Al siguiente dia, un espectáculo horrible se pre-

sentó á los ojos de los aterrados toledanos, que con-

templaron, mudos de espanto, clavadas en las alme-

nas del alcázar las cabezas de cuatrocientos caba-

lleros.

Este infame asesinato, conocido con el nombre de

La noche, hledam, ó la matanza del foso, tuvo lugar,

• según aseguran algunos autores, en un edificio que

se encontraba enclavado en el barrio de Montichel, y

este suceso fue la causa de la aversión que desde

muy antiguo profesa la gente á aquella parte de la

ciudad, llegando la prevención hasta tal punto, que

cuando mío se comprometía á dar á otro casa ó mo-

rada, se estipulaba que no habla de ser en semejante

baiTio. Tal es la impresión que dejó para siempre

en la memoria de los toledanos el recuerdo de aque-

lla sangrienta y terrible noche.

JOLI.VN CASTELLANOS.

Á L A S E Ñ O R I T A

DOÑA MATILDE ARGUELLES TORAL Y HEVIA,

en el an iversar io d e la m u e r t e d e su h e r m a n a la t i e r n a poe t i sa A l e j a n d r i n a ,

¡Llora, llora, pobre niña,

no ocultes tu amargo llanto!...

¡Feliz el que en su quebranto

puede lágrimas verter!

¡Feliz aquel que en su pecho

un mar de ternura anida!

¡Hay tanto duelo en la rída!

¡Hay tan escaso placer!

¡Y las lágrimas del alma

son balsámico rocío,

néctar santo!... ¡Del impío,

mudo, horrible es el dolor!

¿Qué fuera del alma bella

en el sepulcro escon'dida,

•si el postrer ¡aij! de la rída

fuese el último de amor?

¡Será tan grato al' que more

do ya vano error no zumba,

ver prosternado en su tumba

al que fue ser de su ser!

¿Y quién mas digna de llanto

que la hermana que perdiste?

¿Que la hermana á quien ¡ay triste!

jamás volverás á ver?

¡Alma pura y candorosa,

de virtud sublime foco,

que el mundo teniendo en poco,

buscó otro mundo mejor!

¡Oh mi Matilde! ¿Qué importa

que aquí falte un peregrino,

si hay un arcángel divino

junto al trono del Señor?

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Cuantos la vieron la amaron,

y á sus padres bendijeron.

¡Todos, lágrimas tuvieron

para regar su ataúd!

¡Duerma en paz!... ¡Y si rendirla

quieres mas beUo tributo,

teje el manto de tu luto

con las perlas de virtud!

No te afanes en cubrir

sus tristes despojos yertos

con frágil rosa... ¡A los muertos

mejor se bonra haciendo el bien!

Y aUá en su mansión dichosa

de tu Alejandrina el alma,

guai-daxá gloriosa palma

para ceñirla á t u sien!

Haz que tus virtudes bellas

á sus virtudes escedan:

¡amantes padres te quedan,

ámalos tú por las dos!

, ¡Sé el báculo... sé el sostén

de su tardo paso!... ¡El hijo,

á quien su padre bendijo,

halla siempre amparo en Dios!

¡Llora, pues, pero tan puro,

tan suave ha de ser tu llanto,

que no turbe- el gozo santo

de su espíritu inmortal!

¡Llora, sí... pero pensando

que es eUa la dulce egida

que te escuda de la vida

en el tránsito fatal!

ANGELA. GKASSI .

Madrid 5 de abril de 1864.

EN EL C A M P O .

T.

La heredad de l áP . . . , cerca del puente de B..., en

la provincia de Valencia, está situada en el vértice

del ángulo casi recto que al bifurcarse forma el in-

mediato rio.

El misterioso impulso que guia las aguas ha abier-to caprichosamente un ancho cauce cubierto de pie-dras por las avenidas del rio, pero que en tiempo normal es un camino cuyos tortuosos giros siguen los errantes cazadores y los ganados trashumantes al bajar de lo alto, vagando tan libremente como las aguas.

Las festivas aldeanas de los próximos caseríos, al retirarse á su hogar despues de las faenas del cam-po, pasan por aquella parte del edificio, suspendien-do quizá su alegre canto para saludar cortesmente á los moradores de la quinta.

Por el lado derecho de esta tuerce el otro ramal del rio, atravesado á corta distancia por la antigua carretera á que pei-tenece el puente de B... Una abandonada venta subsiste aun al otro lado del ca-mino, por el que apenas transitan tardos arrieros ó pesados carruajes.

Son estos, sin embargo, los menos, porque para-

lelamente á la caiTetera, lanzándose sobre costoso.s

puentes y escondiéndose bajo asombrosos túneles,

vese á deteiminadas horas cruzar rápido el clamo-

roso t ren, que, manchando el cielo azul con negro

humo, vuela á perderse tras la colina próxima.

Tan variado cuadro presentábase á mis ojos, y

principiando por admirar la belleza del paisaje, con-

cluyeron por ver algo mas que la hermosa perspec-

tiva en aquellos tres caminos, símbolos de tres dis-

tintas edades.

Aciuel paisaje, con el enigmático lenguaje de las

imágenes, hablaba algo mas que á los sentidos.

Como Nabucodonosor en sueños, veia yo en la

reahdad otro coloso de diferentes metales.

¿Qué significaban aquellos tres caminos?

II .

El primero de ellos, construido tan solo por la

naturaleza, representábame la vida patriarcal de

nuestros mayores, la nómada de sus liijos y la pas-

toril soñada por los poetas.

Ya me imaginaba un antiguo patriarca estableci-

do al acaso en el lugar donde le brindaba una

fuente ó un bosque, señalar con venerable mano á

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Año ni . Madrid 4 de diciembre de 1864. Núm. 105.

COWDICIOITES.

Se publ ica todos los domingos, en u n pliego de 16 páginas casi folio, á dos columnas.

Novelas, láminas, figurines, d ibu jos y patrones .

PRECIOS.

E n Madr id , u n mes 8 rs. / U n mes 9

. . ) Tr imestre . - . 27 E n provincias. 52

( U n año 100 U l t r a m a r y es t ranjero 8 ps. fs.

R E V I S T A H I S P A N O - A M E R I O A N A .

LITERiTURA, CIENCIAS, TEATROS Y MODAS. DEDICADA A S. M. LA REINA DOÑA I SABEL II.

-OTECA MVK ^ '.L

Í ' í .r. : f t • -?

H ® , > DE M A D t v l D

DIRECTORA PROPIETARIA, DOÑA FAUSTINA SAEZ DE MELGAR.

S U M A R I O .

lleal drden autorizando á las escuelas normales de maestras y Á las superiores de niñas para suscribirse á LA VIOLETA.— Estudios liistórlcos: Alfonso VIH el Niño, ó el de las Na-vas, por D. Julián Castellanos (continuación).—La Media na-ranja: novela original de la señorita doña Rogelia León (con-tinuación).—Esplicacion del figurín que se reparte con el presente número.—Revista de teatros: álbum de LA VIOLE-TA, por D. Joaquín Tomeo y Benedicto.—Suscrlcion para socorrer las desgracias ocurridas por la inundación de Va-lencia.—La Pastora del Guadiela, novela orlgiiml de la se-ñora doña Faustlna Saez de Melgar: pliego 63, que se re-parte también á los suscritores.—Sección de avisos y anun-cios.

En la Gaceta del día 27 de noviembre se ha publicado la siguiente real órden:

DIRECCION GENERAL DE INSTRUCCION PÚBLICA.

Negociado 5."

De confo'rmidad con el dictamen del Real Cmisejo de Instrucción pública, la Reina (Q. D. G.)se ha servido oAitorizará lees escuelas normales de maestras y á las sieperiores de ni-ñas para suscribirse al periódico de literatura,

educación, ciencias, labores y modas, titulado L A VIOLETA, de que es Directora y qtropietaria, doña Faustina Saez de Melgar.

Madrid 16 de noviembre de 186^.—El direc-tor general, Eugenio de Ochoa.

Dos años hace hoy que apareció nuestra hu-milde publicación en el estadio de la prensa. Diu-ante este tiempo nuestro constante afan ha sido elevai-la á la mayor altm-a, haciéndola dig-na del ilustrado público que nos ha favorecido y de la escelsa Reina que, no solamente se ha dignado patrocinarla con su augusto nombre, sino que hoy la concede una nueva hom-a de-clarándola de testo para las escuelas de niñas, y autorizando á las escuelas normales y á las maestras superiores para suscribirse, cobrando el importe de la suscrlcion del material destina-do á las escuelas.

La coleccion completa de L A VIOLETA ha sido examinada por el Real Consejo de Instruc-ción pública, que la ha declai-ado de noto-ria utilidad y suma conveniencia para la ins-

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truccion primaria ; para la educación de ,1a mujer y de las maestras que tanto necesitan un consejero constante y competentemente au-torizado para demostrarles los mejores méto-dos de enseñanza, los sistemas de educación mas completos y mas convenientes en cuanto á la parto moral' y religiosa, asi como también la parte de labores necesaria en todas las es-cuelas.

Las maestras comprenderán lo inmenso de este beneficio que deben á la inagotable bondad de nuestra Reina, cuando vean que el periódico que gi'atuitamente les ofi'ece promete desde lue-go coiTesponder dignamente á tan señalada honra, Ixaciendo desde 1.° de año notables refor-mas, todas encaminadas al objeto que nos pro-ponemos, cual es la educación de la mujer, la enseñanza de la niñez. Tendrá, como hasta hoy, sus secciones con-espondientes de historia, geo-gi-afía, ciencias, artes, moral y labores. Se au-mentará en mayor escala esta -áltima, y añadi-remos otras sobre instrucción primaria y edu-cación que completen nuestro pensamiento, ha-ciendo de nuestra publicación un periódico útü, ameno y agradable.

Publicaremos desde 1.® de año todas las rea-les órdenes x-éferentes á instnxccion prinxaxáa para las maestras: irán dentro del periódico, pai'a que, coleccionado en fin de año, puedan siempre tenerlas á la vista.

También en las cubiei-tas se anunciarán las vacantes de escuelas y todo lo referente á este ramo que puede ser útil á las profesoras.

Como ixuestro periódico no ha de consagrai-se esclusivamente á las maestras, sino que aspira á ser necesario por todas las clases de la so-ciedad, continuará como hasta aquí con las mis-mas matei-ias y los mismos figuiines y gi-a-bados; siendo la de primei'a enseñanza una sección mas que se aumenta con sus C O I T C S -

pondienteS pliegos para toda clase de labores de • utilidad y de'adorno. Por lo tanto, nuesti-as sus-

critoras siempre van ganando, encontrándose sor-prendidas con las mejoras que sin anunciar-las estamos introduciendo continuamente.

Ei-a de necesidad m-gentísima para las escue-las de niñas un periódieo de esta clase que, de-fendiendo sus derechos é intereses, las propor-cione, al par- que instrucción, modelos de todas las labores necesai-ias y dibujos para bordados, sin gx-avarse en costear el precio de suscricion que para las ixxaestx-as es mxxcho, axmque insig-nificante, y para los ayuxxtamientos de cada lo-calidad es bien poco, y mixchísimo menos com-parado con el inmenso beneficio que ha de x-e-pox-tar á esa clase respetabilísima por todos con-ceptos y digna de la xxxas alta protección.

Concluimos elevando á los pies del trono la sentida esprcsion de nuestra profunda gratitud, que hoy al recibir esta, nueva prueba de la au-gusta ixxxxnificencia se desbox-da de nuestro co-razon, lleno de la mas ardiente adhesión y el mas acendrado y respetxxoso amor hácia la au-gusta Reina, que cual madre benéfica tiende su mano protectora á todas las clases de la socie-dad y á todos los españoles que solicitan su au-gusto patrociixio.

L A REDACCIÓN.

E S T U D I O S HISTORICOS.

A L F O N S O V N I E L N I S O , Ó E L D E L A S N A V A S .

I I I .

f OoniimacimiJ f 1J.

Pero las almas grandes no desmayan nunca en

medio de los peligros, y D. Alfonso, cuyo carácter

enérgico no se desmintió nunca, no dió cabida en su

pecho al desaliento, á pesar de conocer perfectamente

la crítica posicion en que se encontraba; así que,

(1) Véase el mim. 101.

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