Autora: Erica Alejandra Mina González

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Autora: Erica Alejandra Mina González. Programa académico: Historia, sede Cali. Tipo de trabajo de grado: Monografía. Título: Paramilitarismo, violencia y subjetividad. El caso de Saja Jhoanna Kaim Muñoz, 2000. Resumen: El fenómeno paramilitar puede ser entendido como un diálogo de agentes polimorfos que dotan a la experiencia que componen de elementos maquínicos, los cuales suponen su interpretación relacional de acuerdo con dimensiones tempo espaciales. La presente monografía es el resultado del análisis sobre el fenómeno paramilitar en Colombia. Luego de una exploración teórica sobre el concepto de paramilitarismo, a partir de un análisis historiográfico, es desarrollado un estudio de caso sobre la desaparición de Saja Jhoanna Kaim Muñoz, en el departamento del Chocó, que ayuda a contrastar la realidad y la teoría de la violencia en el marco del conflicto armado colombiano. El estudio dilucida una apreciación entre la subjetividad y la difusividad de la violencia, el conflicto y el paramilitarismo, como concepto y realidad social. Palabras clave: paramilitarismo, violencia, Colombia, máquinas de guerra.

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Autora: Erica Alejandra Mina González.

Programa académico: Historia, sede Cali.

Tipo de trabajo de grado: Monografía.

Título: Paramilitarismo, violencia y subjetividad. El caso de

Saja Jhoanna Kaim Muñoz, 2000.

Resumen: El fenómeno paramilitar puede ser entendido como

un diálogo de agentes polimorfos que dotan a la experiencia

que componen de elementos maquínicos, los cuales suponen

su interpretación relacional de acuerdo con dimensiones

tempo espaciales. La presente monografía es el resultado del

análisis sobre el fenómeno paramilitar en Colombia. Luego

de una exploración teórica sobre el concepto de

paramilitarismo, a partir de un análisis historiográfico, es

desarrollado un estudio de caso sobre la desaparición de Saja

Jhoanna Kaim Muñoz, en el departamento del Chocó, que

ayuda a contrastar la realidad y la teoría de la violencia en el

marco del conflicto armado colombiano. El estudio dilucida

una apreciación entre la subjetividad y la difusividad de la

violencia, el conflicto y el paramilitarismo, como concepto y

realidad social.

Palabras clave: paramilitarismo, violencia, Colombia,

máquinas de guerra.

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PARAMILITARISMO, VIOLENCIA Y SUBJETIVIDAD: EL CASO DE SAJA

JHOANNA KAIM MUÑOZ, 2000

ERICA ALEJANDRA MINA GONZÁLEZ

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE HISTORIA

SANTIAGO DE CALI

2021

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PARAMILITARISMO, VIOLENCIA Y SUBJETIVIDAD: EL CASO DE SAJA

JHOANNA KAIM MUÑOZ, 2000

ERICA ALEJANDRA MINA GONZÁLEZ

TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR POR EL TÍTULO DE HISTORIADORA

DIRECTOR: MAURO VEGA BENDEZÚ

UNIVERSIDAD DEL VALLE

FACULTAD DE HUMANIDADES

DEPARTAMENTO DE HISTORIA

SANTIAGO DE CALI

2021

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Paramilitarismo, violencia y subjetividad

El caso de Saja Jhoanna Kaim Muñoz

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~

A mi mamá,

María Teresa González Mina.

Page 7: Autora: Erica Alejandra Mina González

Tabla de contenido

Introducción .......................................................................................................................... 1

Capítulo I. Nombrar al paramilitarismo: hacia la conceptualización del fenómeno ..... 5

1.1. Introducción ............................................................................................................. 5

1.2. Elementos para interpretar lo paramilitar ............................................................... 7

1.1.1. Paramilitarismo, marco jurídico, geopolítica y Estado ..................................... 9

1.1.2. Paramilitarismo polarización, competencia y fragmentación ........................ 17

1.1.3. La difusa independencia del paramilitarismo respecto al Estado ................... 19

1.1.4. El narcotráfico y su incidencia en el paramilitarismo .................................... 20

1.1.5. Interpretaciones otras ...................................................................................... 22

1.1.6. Autores-actores otros ...................................................................................... 28

1.1.6.1. La alteridad como principio nominal ...................................................... 28

1.2. Interpretaciones en contexto .................................................................................. 32

1.3. Paramilitarismo como máquina de guerra ............................................................ 39

Capítulo II. Paramilitares, violencia paramilitar y modalidades de victimización.

Sujetos y objetos en cuestión ............................................................................................. 45

2.1. Introducción ........................................................................................................... 45

2.2. El paramilitar: pluralidad, alteridad e identidad .................................................... 46

2.2.1. Yo, paramilitar: elementos para el análisis del sujeto paramilitar .................. 52

2.2.1.1. Cualitativamente hablando ...................................................................... 52

2.2.1.2. Cuantitativamente hablando .................................................................... 54

2.3. La violencia como objeto, diálogos con la subjetividad ........................................ 61

2.3.1. Daños colaterales. Los enemigos otros........................................................... 63

2.3.2. Algunas modalidades de victimización .......................................................... 69

2.3.2.1. Asesinato selectivo .................................................................................. 70

2.3.2.2. Despojo.................................................................................................... 71

2.3.2.3. Desaparición forzada ............................................................................... 71

2.3.2.4. Masacre ................................................................................................... 73

Capítulo III. Kaim Muñoz, Saja Jhoanna ........................................................................ 81

3.1. Introducción ........................................................................................................... 81

3.2. Lacrimar: “imágenes tendientes a desaparecer” .................................................... 82

Page 8: Autora: Erica Alejandra Mina González

3.2.1. Lacrimarios ................................................................................................. 85

3.3. Estudio de caso ...................................................................................................... 91

3.3.1. Saja Jhoana Kaim Muñoz ............................................................................... 92

3.3.2. La masacre ...................................................................................................... 97

3.3.2.1. El territorio: Bajo Baudó pluriétnico y multicultural .............................. 97

3.2.2.1.1. Los Emberá Katío ............................................................................... 100

3.2.2.2. Bloque Pacífico-Héroes del Chocó ....................................................... 107

Conclusiones ...................................................................................................................... 111

Difusividad y discursividad ............................................................................................ 111

Instrumentalización de la violencia ................................................................................ 112

Bibliografía ........................................................................................................................ 121

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Índice de ilustraciones Ilustración 1 Excepcionalidad y agenciamiento. Elaboración propia. .............................................. 42 Ilustración 2 Escalas relacionales. Elaboración propia. .................................................................... 53 Ilustración 3 Estadísticas paramilitares del CNMH (2019) ............................................................... 55 Ilustración 4 Esquema Lacrimarios ................................................................................................... 87 Ilustración 5 Lacrimarios .................................................................................................................. 91

Índice de tablas

Tabla 1 Normas de Seguridad Estatal hasta 1990 ............................................................................. 15 Tabla 2 Una tipología del paramilitarismo. ....................................................................................... 23 Tabla 3 Número de personas entrevistadas relacionadas con factores de vinculación ..................... 60 Tabla 4 Acciones cometidas .............................................................................................................. 60 Tabla 5 Territorios del Bajo Baudó ................................................................................................. 102

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1

Introducción

“la naturaleza de la visión del pasado presentada en un trabajo histórico es

definida exactamente por el lenguaje empleado por el historiador en su

trabajo histórico. A causa de la relación entre la visión historiográfica y el

lenguaje empleado por el historiador para expresar esta visión –una relación

que en ningún lugar se cruza con el ámbito del pasado– la historiografía

tiene la misma opacidad y dimensión intencional que el arte”.1

Frank Ankersmit

He aquí una fuerte intención por encontrar en el paramilitarismo un objeto histórico

multiforme que en un vaivén de subjetividades da cuenta de espacios sociales, ejercicios de

poder y tecnologías de la violencia. Una suerte de arte sobre un lienzo sucio2.

Esta monografía pretende explorar las formas discursivas del paramilitarismo

colombiano y su accionar, atendiendo a sus transformaciones en el tiempo y en el espacio, a

través de la identificación de sus agentes, los procesos de victimización y su cercanía con la

política y lo político, entendida la primera como “el conjunto de prácticas e instituciones que

intentan expresar o representar a lo político”3, siendo esto último la dimensión del encuentro

con el otro. Todo dentro de una lectura de los márgenes del Estado y la constante redefinición

de este que nos convocó a un ejercicio etnográfico centrado en los sujetos y su movilidad.

Buscamos entrever los grados de trasgresión de la violencia, sin olvidar que vivimos

en un mundo que parece haber superado las barreras interpretativas que se erigen desde la

cientificidad, donde se hace importante no caer en los juegos de la ultra especialización para

enriquecer las reflexiones y, en esa medida, validar los aportes que diferentes sectores

sociales –no exclusivamente concentrados en la academia– hacen, en vías de sumar a la

1 Frank Ankersmit, “Historiografía y posmodernismo”, Historia social, N°. 50 (2004): 15. 2 Sucio como un palimpsesto, no a la luz de la moral. 3 Dario Sztajnszrajber, “Deconstruir la política”, Tiempo Argentino, 28 de octubre de 2016.

La definición es muy cercana a lo que dice Pierre Rosanvallón: “lo político califica el proceso por el cual un

agrupamiento humano, que no es en sí mismo más que una simple población”, toma progresivamente los rasgos de

una verdadera comunidad. Una comunidad de una especie constituida por el proceso siempre conflictivo de la

elaboración de las reglas explícitas o implícitas de lo participable y lo compartible y que dan vida a la forma de la

polis” en: Pierre Rosanvallón, Por una historia conceptual de lo político (México: Fondo de Cultura Económica,

2016), 16.

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2

interpretación y transformación de la realidad; de ahí que acudimos al llamado de un mundo

inter e hiperconectado no solo desde las producciones intelectuales, sino también desde las

experiencias de una sociedad atravesada por los impactos de las expresiones de su conflicto.

No nos concentraremos en conceptos estáticos y, si bien nuestro objeto de estudio

gravita dentro del universo de conflictos, en plural, además de las violencias relacionadas

con procesos internos y externos que hablan de la interconexión, asumimos el conflicto como

una dinámica inacaba, latente y excepcionalmente escabrosa que no tiene nombre,

sencillamente por la intención, manifiesta en autores como Gonzalo Sánchez4, de hacer de

las investigaciones al respecto un espacio abierto, casi sin principio o fin, para esquivar las

dicotomías e integrar sus elementos a reflexiones diversas.

No obstante, creemos prudente fijar unos marcos desde los cuales el lector sabrá que

nos referimos a las expresiones del conflicto colombiano reciente, sin embargo lo hacemos

permitiéndonos flexibilidad sobre los conceptos que existen para abortarlo; vacilando entre

unos y otros recurrimos a la idea que en el año 2006 planteó Francisco Gutiérrez Sanín y

Gonzalo Sánchez5, para decir que lo que pasa en Colombia es un conflicto innombrable, no

la luz de la imposibilidad que puede suponer el categorizarlo, sino sobre el reconocimiento

ético, político y estético de las formas de la violencia, el diálogo social, la política, lo político

y los repertorios sociales que relatan las agendas públicas y mediáticas, la disciplina histórica,

las humanidades y las ciencias de la sociedad, la memoria y la cotidianidad del pueblo

colombiano.

Por otro lado, es prudente, antes de reflexionar sobre el conflicto y sus expresiones,

sin caer en determinismos, pensar la nación y su diversidad6 en función de las características

de sus fenómenos sociales, de acuerdo con las variantes disciplinares por excelencia –tiempo

y espacio– y los diálogos que desde allí se entablan con el Estado. En atención a ello, hemos

asumido que los agentes que protagonizan los conflictos, a excepción del Estado, son figuras

4 Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia (Medellín: La Carreta Editores, 2014). 5 Francisco Gutiérrez (coord.), Nuestra guerra sin nombre. Transformaciones del conflicto en Colombia (Bogotá:

Norma, 2006), 8-18. 6 Geográfica, principalmente, y su articulación en dinámicas glocales.

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3

móviles, inacabadas y enteramente adaptativas, en relación con los espacios que pueden

ocupar dentro de la sociedad y, en general, dentro de un mundo interconectado que ha

habilitado discursivamente posiciones dentro de demandas y tensiones que expresan lo

político. De esta manera, confiamos en la revisión de las relaciones sujeto-sujeto7, para la

interpretación de las particularidades que integran la complejidad del conflicto.

¿Qué rodea a la singularidad de los agentes dentro de ese conflicto?, ¿cómo estos se

expresan y por qué? y ¿cómo pueden ser nombrados?, son algunas de las preguntas con las

que partimos hacia la exploración historiográfica del paramilitarismo, con un acento en los

asuntos públicos que se posicionan y adquieren un interés general en un contexto específico

–agenda pública– y los efectos de la construcción mediática de los mismos con fines

comunicacionales –agenda mediática–.

Documentación jurídica, publicaciones periódicas, informes, balances y textos

académicos, encabezan la lista de recursos documentales aquí empleados; estos, junto a

ejercicios de memoria y entrevistas, permitieron el desarrollo de una etnografía que

consignará en un estudio de caso lo identificado. Los resultados de investigación estarán así

dispuestos: en un primer momento tendrá lugar una revisión bibliográfica que utiliza a los

conceptos como excusa, para entrever procesos que tienen lugar en la configuración de

identidades y matrices discursivas del paramilitarismo; tras esto, en un capítulo contextual

nos detendremos en el sujeto paramilitar y el accionar del paramilitarismo, toda vez que nos

permite sumar elementos para la final lectura de un caso de victimización.

~

[…] estamos ante una guerra de dos épocas –de la guerra fría y la posguerra fría–, interna, de

carácter insurgente, de naturaleza ideológica y política, de multiactores, en acelerado proceso

de degradación y atravesada por los intereses de la economía del narcotráfico. Aunque se

trata de una guerra interna la presencia del narcotráfico y la localización de escenarios de

guerra en las fronteras le confieren dimensión internacional con fuerte incidencia regional.8

7 Al margen de las relaciones sujeto-objeto que establecen la pasividad del segundo sobre las capacidades del primero. 8 Jaime Zuluaga, “Orígenes, naturaleza y dinámica del conflicto armado” en: Fabio Velásquez (coord.), Las otras

caras del poder. Territorio, conflicto y gestión pública en municipios colombianos (Bogotá: Deutsche Geselleschaft

für Technische Zusammenarbeit – Foro Nacional por Colombia, 2000), 52.

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4

La tensión entre delito común y delito político atraviesa la identidad del

paramilitarismo como actor armado; en el encuentro de su dimensión como fenómeno, en

donde surge el desdibujamiento de identidades y la continua creación de vínculos que nublan

su norte, mientras las ramificaciones apartan la generalidad como elemento explicativo,

aparece también un abanico de formas de proceder e intereses que responden a lo paramilitar.

En ese sentido, ¿cómo el paramilitarismo se convierte en un fenómeno?, ¿cómo los procesos

que en él tienen lugar deben ser interpretados sobre la territorialidad? y ¿cómo la generación

de víctimas involucra a la política y lo político?

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5

Capítulo I. Nombrar al paramilitarismo: hacia la

conceptualización del fenómeno

1.1.Introducción

En el año 2005 el gobierno colombiano, en cabeza del presidente Álvaro Uribe Vélez,

ratificó, mediante la Ley 9759, el Acuerdo de Santafé de Ralito de 2003, fruto de

negociaciones con las Autodefensas Unidas de Colombia. Hecha la movilización jurídica

para amparar la desmovilización de 31.67110 combatientes, solo el 11% fue postulado al

amparo de Justicia y Paz, de acuerdo con su participación en los siguientes delitos: concierto

para delinquir simple o agravado, utilización de uniformes e insignias, utilización ilícita de

equipos transmisores o receptores y porte ilegal de armas de fuego o municiones de usos

privativo de las Fuerzas Armadas o de defensa personal11, en otras palabras, 3.666 personas

fueron vinculadas a un procesamiento penal especial, por parte de la Fiscalía General de la

Nación, dadas sus acciones delictivas.

Sobre el total de postulados, el 3,4%, es decir, 125 excombatientes, al 2015 –diez

años después de la puesta en marcha de la legislación–, fue incluido en las treinta y tres

sentencias emitidas a esa fecha, tras un proceso en donde se decidió sobre su responsabilidad

penal, individualizando la pena ordinaria y otorgando penas alternativas12. Ante estas cifras

ilustrativas, más allá de ser precarios los resultados del proceso, surgen un par de

9 También conocida como “Ley de Justicia y Paz”, “por la cual se dictan disposiciones para la reincorporación de

miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que contribuyan de manera efectiva a la consecución

de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos humanitarios”. 10 Ministerio de Justicia y del Desarrollo, La ley de Justicia y Paz y el regreso a la vida civil: régimen de libertades,

resocialización y reintegración de personas postuladas (Bogotá: Ministerio de Justicia y del Derecho – Organización

Internacional para las Migraciones USAID, 2015), 13. 11 Verdad Abierta, La magnitud de los crímenes develados por Justicia y Paz, https://verdadabierta.com/la-magnitud-

de-los-crimenes-develados-por-justicia-y-paz/ 12 El proceso de sometimiento a la Ley de Justicia y Paz contó de ocho etapas, siendo la generación de sentencias la

última: (i) desmovilización, (ii) postulación, (iii) versión libre –“escenario en el cual los postulados declaran ante la

Fiscalía General de la Nación –FGN– las circunstancias de tiempo, modo y lugar de ocurrencia de los hechos

delictivos”– , (iv) audiencia de formulación de imputación, (v) etapa de investigación y verificación por parte de la

FGN, (vi) audiencia concentrada de formulación y aceptación de cargos, (vii) incidencia de reparación integral y (viii)

sentencia.

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6

consideraciones sobre su naturaleza y los lugares desde donde la política ha acudido a lo que

podríamos llamar “resolución de problemas”:

Los primeros momentos de los acercamientos entre el gobierno y las Autodefensas,

fijaron el carácter sedicioso de los desmovilizados y apelaron institucionalmente a su

tratamiento como actores políticos del conflicto, al asimilar los delitos comunes como delitos

políticos13. Más tarde, en el año 2007, la Corte Suprema de Justicia, máximo tribunal de la

justicia ordinaria colombiana, bajo fundamentos constitucionales sostiene que

Debido a que los hechos delictivos cometidos por cuenta o en nombre de los paramilitares no

fueron ejecutados con el propósito de atentar contra el régimen constitucional y legal vigente,

con denunciado apoyo de importantes sectores institucionales y procurando obtener

beneficios particulares, pretender que una norma identifique como delito político conductas

claramente señaladas como delitos comunes resulta contrario a la Constitución vigente,

desconoce la jurisprudencia nacional y contradice la totalidad de doctrina nacional y

extranjera.14

Es decir que la Corte frenó el alcance del tipo penal por el que se había tratado a los

desmovilizados –no de manera retroactiva– y derogó uno de los “principios de favorabilidad”

del Acuerdo. Llegados a este punto, las fórmulas de los órganos llamados a proceder en

conformidad con Justicia y Paz nos permiten pensar en el presente histórico de la derogación

y los móviles de los tratamientos dados académica, mediática, social y políticamente al

paramilitarismo que, entre otras cosas, se funde terminológicamente con conceptos cercanos

a la autodefensa.

En las siguientes líneas, nos disponemos a revisar el espiral de nociones que pueden

ayudar a representar a las AUC de formas tan diversas y políticamente opuestas; no

13 En el artículo 71 de la Ley de Justicia y Paz se lee: “También incurrirá en el delito de sedición quienes conformen

o hagan parte de grupos guerrilleros o de autodefensa cuyo accionar interfiera con el normal funcionamiento del

orden constitucional y legal. En este caso, la pena será la misma prevista para el delito de rebelión. Mantendrá plena

vigencia el numeral 10 del artículo 3 de la Convención de las Naciones Unidas Contra el Tráfico Ilícito de

Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas, suscrito en Viena el 20 de diciembre de 1988 e incorporado a la

legislación nacional mediante Ley 67 de 1993”. Ley 975 de 2005, 25 de julio de 2005. Por la cual se dictan

disposiciones para la reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que

contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras disposiciones para acuerdos

humanitarios. Diario oficial N°. 45.980. 14 Proceso N°. 26945, Corte Suprema de Justicia, Magistrados ponentes: Yesid Ramírez Bastidas y Julio Enrique

Socha Salamanca, 11 de julio de 2007.

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7

precisamente para identificar los móviles del tratamiento reseñado arriba, sino para navegar

historiográficamente entre las formas dadas y adquiridas del paramilitarismo, presentando al

final una propuesta que atada a la filosofía pretende englobar la singularidad del fenómeno.

1.2.Elementos para interpretar lo paramilitar

El más ligero acercamiento al tema paramilitar sugiere una amplia revisión

terminológica hacia la comprensión del fenómeno. Las investigaciones históricas más

recientes sobre paramilitarismo15 han insistido en el examen de espacios geográficos y

temporales para señalar sus características a través de la identificación de agentes, acciones,

alianzas, lógicas y alcances operativos; consolidándose así la microhistoria como una

vertiente epistemológica para explicar la incidencia del fenómeno paramilitar, en diálogo con

la larga duración para matizar las raíces de los hechos estudiados. En consonancia,

académicamente, aparecen términos que anclan una estructura operativa, construida a través

de claros objetivos, con un singular estado de las cuestiones políticas, económicas y sociales

a las que responden. Es decir que lo paramilitar ha englobado una diversidad de formas

discursivas y acciones prácticas que han variado en el tiempo.

Lejos de tratarse de una “orgía semántica”, como lo referencia Fernando Cubides16,

los términos que integran la figura paramilitar dan cuenta de un gran esfuerzo explicativo

que se niega a vacilar ante las relatividades históricas y las singularidades de procesos que

solo desde la generalización podrían ser asumidos, en toda su extensión, como expresiones

de un único proceso social.

La historiografía colombiana, desde finales del siglo XX, ha señalado la diferencia

entre autodefensas y paramilitares, definiendo a las primeras como “grupos defensivos” y los

segundos como “grupos ofensivos”17, sin embargo, las acotaciones desbordan la

15 David Rodríguez Rodríguez, “Historia reciente del fenómeno paramilitar (1994-2007). Las historias de los Bloque

Elmer Cárdenas y Central Bolívar de las AUC” (tesis de maestría, Universidad Nacional de Colombia, 2015),

bdigital.unal.edu.co/52990/1/80075392.2016.pdf 16 Fernando Cubides, Burocracias armadas. El problema de la organización en el entramado de las violencias

colombianas (Bogotá: Editorial Norma, 2005), 67. 17 Miriam Álvaro Rodríguez, “El poder paramilitar en Colombia o de cómo los paramilitares llegaron a cooptar el

Estado colombiano (1980-2010)” (tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2013),

https://eprints.ucm.es/23064/1/T34804.pdf. Fuera de la historiografía, a finales de la década de los 80, en Colombia,

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8

diferenciación y sugieren una lectura disciplinar en función de sus particularidades que, a su

vez, parecen dependientes de espacios jurídicos y agendas mediáticas, como lo

relacionaremos más adelante.

Hacia 1992, por ejemplo, Carlos Medina Gallego, en una investigación ampliamente

referenciada, con ánimo de precisar términos, dirá que el paramilitarismo “es un fenómeno

estructural que surge y se ha desarrollado en la dinámica de la transformación social, como

resultado de la agudización de los conflictos de clase”18, prevaleciendo en su reflexión una

fijación por la llamada guerra sucia19, gerenciada por el Estado en el contexto de la Guerra

Fría; así mismo, dirá que las autodefensas obedecen a una ““estrategia de defensa”, en la cual

“todos” los pobladores se articulan a formas de organización para la defensa de una zona”20,

precisando, en esta definición, el carácter económico de la estrategia –habla puntualmente de

autodefensas ganaderas en el territorio de Puerto Boyacá–.

Como lo hace Medina, son las menciones al Estado, junto con un marco estructural-

estructurante que explica el paramilitarismo, al igual que la observación de dinámicas

regionales o locales, para el mismo efecto, dos de los tres referentes interpretativos presentes

en investigaciones sociológicas, politológicas e históricas que abordan el tema. En un tercer

momento, en esta relación de objetos y fenómenos, aparece también la incidencia de

economías ilegales, como el narcotráfico, como punto de partida de la explicación. Lejos de

ubicarse en un espacio específico, las tres responden a un entramado de nociones y

la agenda mediática se mostraba sumida en la discusión: un artículo de la revista Semana, del 31 de agosto de 1987,

titulado “¿Autodefensas o justicia privada?”, expone las opiniones de varios políticos del momento sobre la

controversia generada tras la aparición, en la pantalla chica, de “un nutrido grupo de hombres portando armas de

largo y corto calibre (…) mientras realizaban un entrenamiento al estilo militar”, entre ellas se lee las declaraciones

del entonces Ministro de Defensa Rafael Samudio: “si las comunidades, por una u otra razón se organizan, eso hay

que mirarlo desde el punto de vista de que es una organización cumpliendo, simplemente, con proteger su vida y sus

bienes, más no en actitudes ofensivas.” S.A, “¿Autodefensas o justicia privada?”, Semana, 31 de agosto de 1987.

https://www.semana.com/nacion/articulo/autodefensa-justicia-privada/9286-3 18 Carlos Medina, Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia: origen, desarrollo y consolidación: el

caso de Puerto Boyacá (Bogotá: Documentos Periódicos, 1990), 15. 19 La guerra sucia es descrita en 1987 por el entonces senador de la república Horacio Serpa como un espacio de

afectación en la que “están interviniendo de manera intemperante algunos sectores extremistas, afectando la vida

nacional y por supuesto, lesionando en materia grave a diferentes expresiones políticas. (…) En Colombia realmente

se ha institucionalizado por la vía de los hechos el delito de opinión, y se lo ha venido sancionando drásticamente,

nada menos que con la pena de muerte” 20 Ibíd., 184. Resaltado fuera del texto.

Page 18: Autora: Erica Alejandra Mina González

9

discusiones inacabadas que dialogan, en multiplicidad, con contextos internos y externos, por

lo cual, no se deberá entender la numeración que presentamos como un orden lógico de

constitución, así como tampoco se ha de leer al unísono términos como autodefensas, grupos

de justicia privada, paramilitares, narcoterroristas y narcoparamilitares, como lo hemos

venido insistiendo.

De acuerdo con lo anterior, las líneas que siguen buscarán exponer la diversidad de

interpretaciones sobre el paramilitarismo, en función de una aproximación al mismo como

fenómeno político e histórico, leído a través de vastas investigaciones. En el año 2007 el

politólogo Edwin Cruz ofreció un amplio estudio del abordaje metodológico, hipótesis,

enfoques y concepciones del paramilitarismo en Colombia21, a partir de ese trabajo, es

posible identificar, además de los tres referentes interpretativos de arriba, cuatro enfoques

para su clasificación, como lo establece también Raúl Zelik22:

1. Los paramilitares son un instrumento estatal de contrainsurgencia. 2. El paramilitarismo

obedece a alianzas regionales y a dinámicas de fragmentación. 3. El paramilitarismo terminó

independizándose del Estado y de las Fuerzas Militares. 4. El paramilitarismo solo puede ser

comprendido con base en la lógica económica del narcotráfico.

1.1.1. Paramilitarismo, marco jurídico, geopolítica y Estado

El Decreto 3398 del 24 de diciembre de 1965 es, según Manfredo Koessl, el “capital

simbólico para que, más adelante, [el paramilitarismo] pudiera irrumpir en el campo político

colombiano” 23; este guarda la disposición estatal de convocar a la “Nación entera” a la

defensa y movilización civil, no siendo estas “de incumbencia exclusiva de las Fuerzas

Armadas”24 y, en ese sentido, el Decreto cobra gran importancia al guardar una directriz

militar con fines estratégicos, única en el resto del siglo XX25. El Decreto, junto con otros

21 Edwin Cruz Rodríguez, “Los estudios sobre el paramilitarismo en Colombia”, Análisis Político, N°. 60 (2007):

117-134. 22 Raul Zelik, Paramilitarismo. Violencia y transformación social, política y económica en Colombia (Bogotá: Siglo

del Hombre Editores, 2015), 80. 23 Manfredo Koessl, Violencia y habitus. Paramilitarismo en Colombia (Bogotá: Siglo del Hombre Editores, 2015),

144. 24 Decreto legislativo 3398 de 1965, Por el cual se organiza la defensa nacional. Diario Oficial N°. 31.842, 25 de

enero de 1966. 25 Francisco Leal Buitrago, “Una visión de la seguridad en Colombia”, Análisis Político, N°. 73 (2011): 8-9.

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10

actos administrativos de la época (ver tabla N°. 1), hace parte de políticas de seguridad

asociadas a la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional26 “que concebía la nación

como un organismo amenazado por un enemigo que había infiltrado el cuerpo social, y de

una narrativa que hacía de los militares los defensores originarios de los valores

nacionales”27. Es decir que la agenda política dejó de concentrarse en la “Defensa Nacional”,

para dar forma a la “Seguridad Nacional”28.

La Ley 48 de 1968 convirtió este decreto en norma permanente y agregó a esta condición

otros 26 decretos expedidos bajo el estado de excepción. El Decreto 1573 de 1974, que

incluyó principios de la Doctrina de Seguridad Nacional, completó la matriz que orientó los

escasos planes de seguridad nacional hasta el final de siglo.29

La Guerra Fría, la Doctrina de Seguridad Nacional y las normativas de seguridad

establecidas desde la segunda mitad del siglo XX, conforman el contexto de las lecturas que

vinculan la emergencia y el marco legal que cobija la adscripción del paramilitarismo a las

luchas antisubversivas. Es así como este enfoque sugiere que, en Colombia, desde mediados

de los 70, (i) se ampliaron los marcos de acción civil y se permitió su coordinación homóloga

a las Fuerzas Militares; en ello recae (ii) la emergencia de un aparato discursivo que

implícitamente señala una particular situación política nacional: la construcción de un

adversario –interno o externo– que pone en cuestión la capacidad de las FF.MM. para

conservar el establecimiento.

Por otro lado, bajo una tendencia revisionista, los textos que ponen sobre la mesa los

procesos políticos nacionales –en constante diálogo con fenómenos internacionales, como la

Guerra Fría–, recurren a figuras de la modernidad, como la creación del Estado-nación y sus

26 Solo hasta 1974, el decreto 1573 (ver tabla 1), establece especificaciones sobre la Seguridad Nacional; pese al

espacio temporal entre este y el decreto 3398, encontramos que varios investigadores plantean una relación entre

ellos, mediada por las normas de la Doctrina de Seguridad Nacional y su aplicación en el Cono Sur y Brasil. Véase:

Francisco Leal Buitrago, La seguridad nacional a la deriva. Del Frente Nacional a la Posguerra Fría (Bogotá:

Alfaomega, 2002), 54. 27 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite: tortura, subjetividad y memoria en Colombia 1977-1982,

(Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016), 100. 28 Fórmulas que lejos de servir de manera nominal, suponen un cambio en la concepción del ejercicio de control, las

estrategias y ejercicios de las políticas públicas. Francisco Leal Buitrago, “Surgimiento, auge y crisis de la doctrina

de seguridad nacional en América Latina y Colombia”, Análisis Político N°. 15 (1992). 29 Francisco Leal Buitrago, “Ley de seguridad y defensa”, El Tiempo, 22 de septiembre de 2008, acceso el 10 de abril

de 2018, https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3104004

Page 20: Autora: Erica Alejandra Mina González

11

tropiezos, para vincular desde la larga duración fenómenos estructurales que tejen, sobre el

Estado fallido que encarnaría el país, la discusión sobre la seguridad, el conflicto y sus

figuras. De esta forma, Marco Palacios plantea un déficit de la legitimidad y la soberanía

estatal, en medio de procesos internacionales como la guerra contra las drogas y el “Consenso

de Washington”30, los cuales desde 1950 generaron un ambiente óptimo para que afloren

narrativas de distribución de legitimidad entre la insurgencia y su contra.

Palacios señala que, hacia finales de siglo,

[…] algunos grupos paramilitares (como los hermanos Vicente y Calos Castaño) fundidos en

la cadena narcotraficante –cuando no eran su emanación directa–, imitaron más abiertamente

un discurso "populista" en relación con la víctima y hablaron de proteger al propietario

extorsionado, secuestrado, asesinado por la guerrilla, prueba evidente de que el Estado

colombiano era incapaz de cumplir la función constitucional básica de garantizar la vida,

honra y bienes de los ciudadanos.31

Como vemos, la Sentencia de Palacios vincula por un lado la lucha contrainsurgente

y por otro la incapacidad del Estado colombiano materializada en la fallida construcción del

monopolio de tenencia de las armas. Además, como hilo conductor, en su lectura, la violencia

publica32 colombiana y sus actores –en los que se destaca el paramilitar– está modelada por

“la formación inconclusa del Estado-nación”33 y la inoperancia de un contrato social

hobbesiano34 que resalta profundos problemas de clase. Hasta aquí, el paramilitarismo puede

entenderse como un fenómeno amplio y cambiante desde el cual se deduce un problema

estructural nacional que circunda la precariedad estatal y el desbordamiento de lo político

hacia clases dirigentes y políticas de gobierno.

30 Además de la Crisis del Movimiento Comunista Internacional (expresión burocrática que reemplazó a la Tercera

Internacional Comunista), París Mayo del 68, Guerra contra las drogas (1974-), comienzo de la “transición a la

democracia” y el triunfo sandinista. En: Marco Palacios, La violencia pública en Colombia 1958-2010 (México,

Fondo de Cultura Económica: 2012), 42. 31 Ibíd., 60. Resaltado fuera del texto. 32 Violencia pública responde, al entender de Palacios, a “toda forma de acción social o estatal por medios violentos

que requiera un discurso de autolegitimación”. Ibíd., 25. 33 Ibíd., 21. 34 “El conflicto armado inconcluso de los últimos sesenta años, prueba inequívocamente que el monstruo que

enfrentan los colombianos no es el Leviatán de Hobbes, que exige de entrada la igualdad de todos frente a él, sino un

Leviatán imaginario precisamente porque esa igualdad matricial no existe ni ha existido en Colombia.”, Ibíd., 26.

Page 21: Autora: Erica Alejandra Mina González

12

Continuo a la detección de problemas estructurales, Carlos Medina Gallego aborda

partes emblemáticas de la configuración paramilitar y se concentra en procesos locales para

dar cuenta también de un fenómeno que obedece, según él, a lógicas estructurales de

configuración social de largo aliento.

Para Medina, "el movimiento insurgente contribuyó con sus políticas de financiación

y consecución de recursos económicos a justificar la creación de grupos parainstitucionales

(...) pero no son las causas del mismo sino que éstas deben buscarse en las estrategias oficiales

de lucha contrainsurgente"35. El estudio de caso de Medina sobre paramilitarismo se centra

en Puerto Boyacá y desde él afirma que “el proceso [de conformación de grupos de

autodefensa] se inicia en la región con la creación de un ejército privado o grupo paramilitar,

para que combatiera conjuntamente con el ejército a la subversión (…) en una reunión en la

que además del alcalde asisten representantes de la Texas Petroleum Company, la defensa

civil y miembros de la FF.MM., comerciantes y otros invitados”36.

Parafraseando a Edwin Cruz, el trabajo de Medina, rico en elementos empíricos y

fuentes primarias de investigación37, no ofrece una narrativa conceptual concreta y vacila

entre ambigüedades que entendemos dadas las pretensiones de su trabajo. Tácitamente,

Medina ofrece una identificación del paramilitarismo dentro de un conglomerado

parainstitucional de un Estado que ha asumido históricamente intereses de clase: “la violencia

parainstitucional es un fenómeno estructural que se inscribe en los procesos de confrontación

social”38; así, un elemento recurrente en su interpretación es la alusión a la

institucionalización de la violencia por parte del Estado39.

Como crítica a los textos que parten de la debilidad del Estado colombiano y el

involucramiento de sus gobiernos en la lucha contrainsurgente, atado a la Guerra Fría –como

un reducto de la organización geopolítica–, la investigadora Jasmin Hristov sostiene que tales

35 Carlos Medina Gallego, “Paramilitares, autodefensas y narcoparamilitarismo en Colombia. 1980-1990”, África-

América Latina Cuaderno N°. 7 (1992): 77. 36 Carlos Medina Gallego, Autodefensas, paramilitares y narcotráfico en Colombia: origen, desarrollo y

consolidación: el caso de Puerto Boyacá (Bogotá: Documentos Periódicos, 1990), 43. 37 Véase: Carlos Medina, Autodefensas, paramilitares… 38 Ibíd., 73. 39 Ibíd., 74.

Page 22: Autora: Erica Alejandra Mina González

13

perspectivas no reconocen las lógicas económicas presentes en el paramilitarismo y sus

intereses:

The state’s role is to sustain the current economic order. In an order characterized by class

inequality, the state can never be neutral since it prioritizes the interests of one class over

another. Right-wing armed groups continue to operate not because the state is willing but

unable to eliminate them, rather, the state allows them to exist because this arrangement

contributes towards preserving the capitalist system. Hence, paramilitarism is a strategy of

the state-capital alliance, rather than the unintended outcome of a state that is incapable of

limiting the access of private groups to armed force.40

Fernán González, poco distante a Palacios y Medina en lo que respecta a la

vinculación de lo estatal en el fenómeno, sostiene que el paramilitarismo desde 1982,

respondió a la expansión guerrillera a raíz de la crisis del sistema político, ocasionada por el

bipartidismo y señala una segunda expansión a partir de lo que sería una respuesta a los

acercamientos reformistas entre gobiernos y guerrillas41; no obstante, en el autor

encontramos una identificación de una narrativa que instrumentaliza la incapacidad del

Estado para ejercer el monopolio de la coerción, la cual opera en la inserción de actores

armados ilegales en la vida pública y política del país42. En otras palabras, según la reflexión

de González, la debilidad estatal es un recurso discursivo de la inscripción paramilitar como

actor armado, dentro del circuito de violencias colombiano, llevándonos a poner en cuestión

la incidencia del contexto internacional, como lo promulga Palacios, en la violencia pública.

Dice González:

En cuanto a los paramilitares, era evidente su pretensión de convertirse en un actor político:

a tiempo que denunciaban la debilidad estructural del Estado, el desprestigio de la lucha

revolucionaria y la necesidad de su inclusión en la mesa de diálogos, señalaban que había

elementos comunes con la insurgencia, ya que su ingreso a la lucha armada respondía también

a factores estructurales similares43

40 Jasmin Hristov, Foundations for theorizing paramilitarism (Londrés: Pluto Press, 2014), 55. Resaltado fuera del

texto. 41 Fernán González, Poder y violencia en Colombia (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2014). 42 Ibíd., 367. 43 Ibíd.

Page 23: Autora: Erica Alejandra Mina González

14

Entre tanto, muy consecuente con este punto, Fernando Estrada Gallego, filósofo de

la Universidad Industrial de Santander, ofrece un bellísimo análisis de la metáfora dentro de

la narrativa sobre la violencia del paramilitarismo en el país, a través de la retórica de Carlos

Castaño, quien se diera a conocer como jefe de las AUC44. Estrada, desde una cartografía

retórica dilucida cómo el lenguaje es también clave para interpretar el paramilitarismo.

Volveremos sobre este punto.

Hemos dejado en un cuarto momento al historiador Jorge Orlando Melo quien

subraya también la fragilidad estatal: él sitúa la debilidad creciente del monopolio estatal de

la fuerza como factor que le restó autonomía al Estado45 e incluso, en ese sentido, propició

una legitimidad social del paramilitarismo: la autonomía militar condujo a debilitar

gradualmente el respeto de sus miembros por las normas legales e impuso un temprano clima

de tolerancia hacia la violencia contra los guerrilleros y contra la población civil

presuntamente solidarizada con ellos.46 De esta manera, la figura de “quitarle el agua al pez”

–que conoceremos en el próximo capítulo–, y la de la base social del paramilitarismo que

posibilita su accionar violento, desde Melo, aparecen como una apertura estatal que convoca

a la sociedad a asumir la violencia paramilitar al encontrar frágil sus instituciones coercitivas.

En este orden de ideas, nos quedaremos con los apuntes de Melo que nutren y

posibilitan la clasificación del paramilitarismo –con la salvedad de que tales ordenamientos

pueden llegar a desvirtuar lo histórico al esquivar la multifactorialidad y el carácter no

vectorial de los procesos–, con ánimo de bosquejar la amplia terminología que genera el

tema. Ante la variedad de acciones contra la “subversión percibida”47, Melo integra dentro

de lo paramilitar a las autodefensas, las oficinas de seguridad, los grupos de lucha

antiguerrillera creados por iniciativa privada, los grupos de limpieza de delincuentes e

44 Fernando Estrada Gallego, “La retórica del paramilitarismo. Análisis del discurso en el conflicto armado”, Análisis

político, N°. 44 (2001): 39-57. 45 Francisco Leal Buitrago, Al filo del caos: crisis política en la Colombia de los 80 (Bogotá, Tercer Mundo Editores:

1990), 283. 46 Ibíd., 268. 47 Entendemos la expresión como un guiño a Fernán González y su identificación de elemento discursivos de

legitimación. Ibíd., 265.

Page 24: Autora: Erica Alejandra Mina González

15

indeseables, los grupos que actúan a favor de los objetivos políticos del narcotráfico y las

bandas de sicarios48.

Insistiremos, llegados a este punto que partir desde el Estado-sociedad para leer el

paramilitarismo supone la construcción de una realidad discursiva que es jurídica, dados los

actos administrativos, así como es societal, pero, sobre todo, antes de ser discursiva, como

antesala de la Metahistoria, es estructural. El reduccionismo de esta visión convierte al

paramilitarismo en una estrategia de fórmulas organizativas que no requiere siquiera una

reflexión sobre rupturas, continuidades y trasversalidades. Y pese a las acotaciones

terminológicas, encontramos en al menos dos de las cuatro investigaciones, un mutismo

sobre la escena social y los ritmos de la democracia colombiana.

Tabla 1 Normas de Seguridad Estatal hasta 1990

Fecha Norma Objeto

24 de

diciembre de

1965

Decreto 3398 Estatuto para la Defensa Nacional" Minidefensa Nacional.

Compilación de disposiciones legales vigentes, Imprenta de las

Fuerzas Militares.

16 de

diciembre de

1968

Ley 48 de 1968 Ley por la que se adoptan permanentemente el Decreto 3398 de

diciembre 24 de 1965, con excepción de los artículos 30 y 34.

1 de enero

de 1970

Decreto 1355 Código Nacional de Policía. Establece una serie de medidas

coercitivas frente a alteraciones del orden público.

1 de enero

de 1974

Decreto 1573 Clasificación de la documentación Militar.

1 de enero

de 1975

Manual Provisional para el Planeamiento de la Seguridad nacional.

Presidencia de la República, Consejo Superior de la Defensa Nacional

y Secretaría Ejecutiva Permanente. Bogotá, Imprenta y Litografía de

las Fuerzas Militares.

1 de enero

de 1978

Decreto legislativo

1923

Estatuto de Seguridad. Penaliza la protesta social y establece una serie

de medidas drásticas contra lo que se considere subversivo o alteración

del orden público.

1 de enero

de 1978

Decreto 70 Exime de responsabilidad penal por homicidio o lesiones a miembros

de cuerpos de seguridad en cumplimiento de sus funciones.

1 de enero

de 1979

Decreto 1874 Armada Nacional y Cuerpo de Guarda Costas. Asigna funciones

específicas a estos cuerpos en materia de defensa nacional.

23 de marzo

de 1981

Ley de amnistía Establece como requisito básico para la amnistía la entrega de los

guerrilleros y sus armas a autoridades civiles o militares.

20 de

noviembre

de 1982

Ley 35 de amnistía Ley más flexible que permite la liberación de guerrilleros presos, a

tiempo que se omite la entrega de armas como condición para

beneficiarse de la Ley.

48 Ibíd.

Page 25: Autora: Erica Alejandra Mina González

16

1 de enero

de 1983

Ley 2 Se crea la jurisdicción especial de orden público y se adopta el

procedimiento sumario con facultades a inspectores de policía, así

como se introduce la rebaja de penas para delatores.

1 de enero

de 1984

Decretos

Legislativos 666 a

669

Extensión de la Justicia Penal Militar, para el juzgamiento de civiles

por delitos de narcotráfico.

2 de mayo

de 1984

Decreto 747 Consejo de guerra por delitos de narcotráfico. Esta es básicamente una

reacción por la muerte del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla.

1 de enero

de 1984

Decreto 670 Decreto de estado de sitio, que entregó a jueces militares el

juzgamiento de delitos políticos.

1 de enero

de 1985

Decreto 131 Creación de un cuerpo especial conformado por las Fuerzas Armadas

y la Policía Nacional para la acción focalizada contra el narcotráfico,

denominada Fuerza Elite.

25 de

noviembre

de 1985

Decreto de Estado

de Sitio

Prohibió el Congreso del M-19 en los Robles - Cauca.

5 de junio de

1985

Ley de indulto Ley concertada en el proceso de paz con los grupos guerrilleros.

13 de enero

de 1987

Decreto N°. 50 Código De Procedimiento Penal. Se reforma la dirección de

instrucción criminal, creándose un cuerpo técnico de investigaciones

dependiente de ésta, quitándole funciones de policía judicial a la

policía, al DAS y a la Procuraduría.

1 de enero

de 1988

Decreto 2550 Código Penal Militar.

1 de enero

de 1988

Decretos 180, 181,

182, 474

Estatuto antiterrorista, o de defensa de la democracia, creó conductas

penales específicas, aumentaron las sanciones a otras, establecieron la

jurisdicción especial de orden público y crearon un procedimiento

especial de orden público.

27 de enero

de 1988

Decreto 180 Estatuto para la Defensa de la Democracia, conocido como estatuto

antiterrorista.

1 de enero

de 1989

Decretos 85 y 100

rectificados por

decretos

gubernamentales

179 y 180

Sobre sanciones a miembros de las FFMM por la Procuraduría, a raíz

de la masacre de Segovia en noviembre de 1988.

1 de enero

de 1989

Decreto 1861 Modificó el Código de Procedimiento Penal.

19 de abril

de 1989

Decreto 813 Crea la comisión asesora del gobierno parta combatir "los escuadrones

de la muerte, bandas de sicarios, grupos de autodefensa o de justicia

privada, equivocadamente denominados paramilitares".

19 de abril

de 1989

Decreto 814 Crea el Cuerpo Especial Armado de la policía o cuerpo dite

para combatir las manifestaciones de violencia terrorista.

19 de abril

de 1989

Decreto 815 Suspendía la posibilidad de autorizar grupos de apoyo a la defensa

nacional, así como autorizarles el porte de armas.

15 de

octubre de

1989

Decretos

transitorios

1856,1857, 1858,

1859, 1860, 1863,

1893, 1894, 1895,

1896

Revivió la extradición, autorizó el decomiso de bienes muebles e

inmuebles al narcotráfico, sancionó el proselitismo armado, sanciones

al enriquecimiento ilícito, medidas de control de pistas aéreas, se

confirieron competencias al Tribunal Superior de Orden Público para

tramitar reclamos de bienes incautados.

1 de enero

de 1990

Decretos 2047,

2147, 2372 y 3030

Política de Sometimiento a la Justicia.

Page 26: Autora: Erica Alejandra Mina González

17

20 de

noviembre

de 1990

Decreto 2790 Estatuto para la Defensa de la Justicia, creó y organizó la jurisdicción

de orden público y su procedimiento.

Fuente: Omer Calderón, “La Seguridad Estatal en Colombia”, América Latina, Hoy, N°. 23

(1999): 99. Adición de normas y correcciones de fechas propias.

1.1.2. Paramilitarismo polarización, competencia y fragmentación

Con una inclinación por los ritmos democráticos, la lectura analítica de Mauricio

Romero nombra a los paramilitares como empresarios de la coerción, dando cuenta de un

aislamiento intencional de las explicaciones que hacen uso de nociones estructurales –al

ocuparse de los sujetos–, a las cuales critica diciendo que terminan siendo muy parciales.

Romero identifica cuatro momentos de la consolidación del paramilitarismo, a diferencia de

Medina, quien se inclina por los usos terminológicos y otras asociaciones al fenómeno, el

autor habla de una apertura política que tuvo lugar hacia 1982 y posibilitó unas respuestas

locales que, leídas como autonomías, desestabilizaron el poder estatal de la época:

El peligro de fondo era que esas reformas condujeran a una redefinición en la estructura de

poder, tanto local como institucional. Esta coincidencia estratégica entre sectores en un lado

y otro de la ley creó una zona gris donde la línea entre legalidad e ilegalidad se disolvió en

muchos casos, dando vía libre a la formación de grupos contrainsurgentes privados, con

fuertes conexiones con el aparato estatal.49

Para Romero, los acercamientos entre el gobierno conservador de Belisario Betancur

y los grupos guerrilleros propiciaron una polarización política de las élites regionales50

respecto al gobierno central; a partir de tal tensión tuvo lugar una “competencia y disputa

entre facciones del Partido Liberal y del Conservador por usufructuar políticamente el fracaso

o el éxito de las negociaciones”51. Lejos de enfatizar sobre la debilidad estatal, el autor

reconoce que el Estado colombiano se fragmentó, dada la existencia de códigos reformistas

y un ambiente de contrariedades, intereses opuestos y aperturas sobre una nueva realidad

política: la Constitución de 1991 devela, para el autor, un giro en la narración de país52.

49 Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas 1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta, 2003), 9. 50 Atar a la política junto a las élites locales puede ser otra forma, medianamente reduccionista, de señalar la ausencia

de políticas de Estado en el país. 51 Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas 1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta, 2003), 43-44. Ibíd., 87.

Page 27: Autora: Erica Alejandra Mina González

18

Aunque hay una omisión en este asunto específico, por la datación del proceso que

establece Romero, nos arriesgamos a establecer que los actos administrativos de los ochenta,

sobre la seguridad estatal y el orden público, crearon un marco de desconfianza en la cúpula

de las FF.MM sobre el gobierno. Como lo señala Olga Behar, periodista y politóloga

colombiana: “los militares consideraron la amnistía y la negociación del cese al fuego como

una gran victoria política de la guerrilla, con la cual “se le asestaba un golpe fuerte a la

estructura moral y sentimental del Ejército y de las Fuerzas Militares”53. Por lo demás, con

Romero, asistimos a una explicación política del surgimiento de los grupos paramilitares en

los ochenta.

El enfoque que explica al paramilitarismo como una lucha contrainsurgente es

disipado por el autor a través de la identificación de un descontento social y la incertidumbre

suscitada por el cambio de las lógicas democráticas que ahora buscaban integrar otros

sectores; así, el paramilitarismo aparece de la mano de una economía de la violencia que

ofrece la administración y el despliegue de esta “a cambio de dinero u otro tipo de valores”54.

La tensión entre los grupos de poder de las regiones y el gobierno central integra el argumento

del autor y suma a un escenario comercial en el que la misma, en un espectro más amplio, se

ve envuelta.

Finalmente, siendo la idea de fragmentación, desarrollada en detalle por Mauricio

Romero, cabe anotar que sus postulados guardan una estrecha relación, como se evidencia

explícitamente en uno de sus textos55, con la comprensión de dinámicas de interacción entre

cultura y política; de ahí que los pormenores de su trabajo concretamente centran la mirada

sobre las élites regionales y lo que sería su afianzamiento al poder. Así lo reseña:

The defiant stance of business and landed elites in northwestern Colombia reveals a major

shift in their attitudes towards the central state and its assumed monopoly of the means of

coercion. In organizing to defend and protect themselves from the guerrillas and common

criminals and to oppose the reformist policies of the central state, these elites developed

strong social ties and a shared vision of a corporatist social order and their place within it.

53 Olga Behar, Las guerras de la paz (Bogotá: Planeta, 1985), 86. 54 Ibíd., 8. 55 Mauricio Romero, “Changing Identities and Contested Settings: Regional Elites and the Paramilitaries in

Colombia”, International Journal of Politics, Culture, and Society, N°. 1 (2000): 51-69.

Page 28: Autora: Erica Alejandra Mina González

19

This network of camaraderie and solidarity shaped a political identity that resisted state

penetration, collective mobilization, and autonomous peoples organizations promoting

masculine values of courage and honor, and relying on retaliation to resolve conflict56

1.1.3. La difusa independencia del paramilitarismo respecto al Estado

Para este y los demás puntos, resulta relevante subrayar el contexto de producción de

la diversidad de investigaciones sobre paramilitarismo. Dar cuenta de las adscripciones

políticas de los investigadores y sus mecenas, arroja indicios sobre lo que escriben y muestra

entrelíneas intereses e intenciones enmarcadas en sus textos. Por ejemplo, bajo redes

académicas de organizaciones defensoras de los derechos humanos, se han llevado a cabo

investigaciones que cuentan con un amplio reconocimiento de acciones violentas y

empatizan con las víctimas desarrollando procesos académicos junto a acciones concretas en

contra de la violencia, por otro lado, de acuerdo a una petición del presidente de turno, en

1987 los llamados violentólogos57 buscaron dar respuesta a las causas de la violencia

nacional; más tardes, hacia finales de siglo, los observatorios universitarios sumaron

esfuerzos para hacer lo propio desde laboratorios sociales y claustros.

Alfredo Rangel, académico, exconsejero presidencial y cuestionado exsenador

colombiano, de manera explícita –antes de iniciar su carrera representativa en la cámara

legislativa–, escribió que los grupos paramilitares tienen cinco características: son

contrainsurgentes, civiles, autónomos del Estado, fuertemente penetrados por el narcotráfico

y con estructuras muy complejas58; aunque a lo largo de su producción académica, tal

clasificación varía entre la demarcación de un proyecto político de un actor que supone, en

un principio, apolítico59 y la inscripción del narcotráfico en las lógicas del paramilitarismo,

56 Ibíd., 53. 57 En el año 1987, un año después del inicio de su mandato presidencial, Virgilio Barco comisionó a diez académicos

la tarea de indagar, formular hipótesis y contribuir a la resolución del conflicto, estudiando la violencia. La comisión

de estudios fue coordinada por el filósofo Gonzalo Sánchez e integrada por los antropólogos Jaime Arocha y Darío

Fajardo, los sociólogos Álvaro Camacho, Carlos Eduardo Jaramillo, Álvaro Guzmán y Eduardo Pizarro León Gómez,

el general (r) Luis Alberto Andrade, el filósofo Carlos Miguel Ortiz y el ingeniero Santiago Peláez. Ante la demanda

gubernamental de una caracterización de la violencia, los estudiosos fueron conocidos como “violentólogos y, en la

coyuntura, postularon una pluralidad de violencias que pudo leerse como un reduccionismo interpretativo que veía

un carácter cultural de la violencia; el resultado del estudio se consolidó en una importante publicación titulada

Colombia: violencia y democracia. 58 Alfredo Rangel, El poder paramilitar (Bogotá: Fundación Seguridad y Democracia - Planeta, 2005), 11. 59 Ibíd., 21.

Page 29: Autora: Erica Alejandra Mina González

20

lo indiscutible es que el autor hace sus acercamiento desde la trama que toma al fenómeno

como un proceso contrainsurgente y alejado del Estado.

Como factores que posibilitan la aparición del paramilitarismo, Rangel, presenta una

triada integrada por la crisis política y militar del Estado Colombiano, el auge de la guerrilla

y la persistencia del narcotráfico, a medidos de los años noventa. Además, sobre la debilidad

estatal dice que “Colombia ha sido un país con mucho más territorio que Estado” 60, por lo

cual la precariedad estatal incide en la colonización no regulada de territorio y el

asentamiento de grupos insurgentes que será clave para la configuración de disputas

territoriales atravesadas, entre otras cosas, por las economías que pueden tener lugar allí.61

A todo esto, buscamos destacar el enfoque de Rangel sobre el carácter político de

paramilitarismo. Si bien, su postura es cambiante, en estas líneas nos interesa como elemento

clasificatorio de las interpretaciones sobre el tema. Según el autor, los grupos paramilitares

tienen un discurso político a manera de respuesta al proyecto insurgente y, su desarrollo ha

estado independiente de los planes contrainsurgentes del Estado, igualmente, su accionar ha

puesto en cuestión el monopolio estatal de la fuerza62. En esencia, con Rangel volvemos a

las referencias de la debilidad estatal, tanto como marco de aparición de actores que asumen

el uso de la violencia, como espacio que sobre tal apertura estimula la emergencia de una

contrainsurgencia.

1.1.4. El narcotráfico y su incidencia en el paramilitarismo

El narcotráfico es en esencia una empresa de reducción de riesgos. Un narcotraficante exitoso

es aquel que logra protección suficiente para colocar mercancía en el mercado sin ser

capturado, asesinado o expropiado. Sin embargo, la protección es costosa. Una parte

significativa de las ganancias se va en pagos a políticos, policías, jueces, mañosos, señores

de la guerra, guerrillas y demás actores que tienen el poder suficiente para poner en riesgo las

actividades de los narcotraficantes, pero al mismo tiempo con la capacidad de protegerlas.63

60 Alfredo Rangel Suárez, “Naturaleza y dinámicas de la guerra en Colombia” en Guerra, sociedad y medio ambiente,

Martha Cárdenas y Manuel Rodríguez Becerra (comp.) (Bogotá: Foro Nacional Ambiental, 2004), 49. 61 Ibíd., 62. 62 Edwin Cruz Rodríguez, “Los estudios sobre el paramilitarismo en Colombia”, Análisis Político, N°. 60 (2007):

125. 63 Gustavo Duncan, Más que plata y plomo. El poder político del narcotráfico en Colombia y México (Bogotá: Debate:

2014), 37.

Page 30: Autora: Erica Alejandra Mina González

21

Gustavo Duncan distingue tres formas del paramilitarismo que obedecen a un orden

de aparición defensiva, seguida de una integración en economías ilegales y finalmente una

instrumentalización de la lucha contrainsurgente por parte de terceros, que nombra como

“paras puros”, “paras impuros” y “purasangre”, respectivamente, todo ello dentro de una

lectura de las Autodefensas Unidades de Colombia –AUC–.64

Hacia una comprensión más amplia del fenómeno, pretendiendo contrastarlo con los

señores de la guerra subsaharianos y los varones de la guerra asiáticos, Duncan, adscribe al

paramilitarismo en la misma figura que comprende

i) la aparición de aparatos armados bajo un interés privado, así estuviera soportado en alguna

reivindicación ideológica, de facciones o étnica; ii) la apropiación de las funciones de Estado

en el plano local en medio de situaciones de Estados-nación colapsados o en proceso de

colapso, no necesariamente en todo su territorio, pero sí en al menos alguna porción; y iii) la

explotación de algún tipo de economía ilícita o extractiva. Mediante una revisión de

manifestaciones previas y posteriores a la globalización.65

Y advierte, en el traslado conceptual para el caso colombiano, que el Estado está lejos

de ser fallido o al borde del colapso; sin embargo, dentro de él existen complejas estructuras

que llevan a cabo controles territoriales durante periodos de tiempo indefinidos66. Así mismo,

el autor matiza que la utilización del concepto de señores de la guerra va de la mano de la

coerción y protección por parte de facciones armadas al servicio de intereses individuales y

patrimonialistas que es superior a la capacidad del Estado democrático a la hora de ejercer

un grado mínimo de monopolio de la violencia67. Dadas las claridades, para Duncan el

paramilitarismo ha desbordado todo campo de acción y, desde el narcotráfico, propicia una

reconfiguración social en muchas regiones del país, garantizando, por otro lado, una

adecuación de la producción de drogas y de “la violencia por particulares, como eje de la

economía política local”68.

64 Álvaro Camacho Guisado, “Paranarcos y narcoparas: trayectorias delincuenciales y polítcas” en Narcotráfico en

la sociedad colombiana (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014), 9-10. 65 Gustavo Duncan, Los señores de la guerra. De paramilitares, mafiosos y autodefensas en Colombia (Bogotá:

Grupo Editorial Penguin Random House, 2015), 30. 66 Ibíd., 33. 67 Ibíd., 37. 68 Ibíd., 413.

Page 31: Autora: Erica Alejandra Mina González

22

1.1.5. Interpretaciones otras

Por otro lado, lejos de ser valorados a la luz de tradiciones académicas, existe una

buena cantidad de interpretaciones que recoge, critica, replantea y aporta matices al

fenómeno paramilitar. Cuando el paramilitarismo es planteado a través de la exposición de

sus tipologías (ver tabla 2), aparecen fuertes rupturas en la identidad y el carácter continuo

que se podría formular, partiendo de la revisión de las prácticas violentas del bipartidismo

colombiano hacia inicios del siglo XX; precisamente, a raíz de estas rupturas y con ánimo de

resaltarlas, encontramos la lectura de Stathis Kalyvas y Ana Arjona, quienes señalan que el

paramilitarismo contemporáneo emerge en la década de los ochenta y adquiere unas formas

organizativas que están directamente relacionadas con la construcción del Estado.

En su perspectiva teórica, Kalyvas y Arjona encierran al paramilitarismo entre

dimensiones territoriales, entendidas como niveles de recursos disponibles del Estado y

grados de acción o magnitud de la amenaza que enfrenta el mismo. Más allá de encontrarnos

con la valoración del Estado como elemento principal de la interpretación, lo interesante de

lo que los autores presentan es la demarcación de tipologías que suman importancia sobre las

dimensiones que puede tener el fenómeno entendido ampliamente69. Además, luego de una

reflexión sobre actividades paramilitares en Perú, India, Rusia, Indonesia, Argelia y Kenia,

ofrecen la siguiente definición del paramilitarismo –definición “minimalista” – que, por

demás, subraya la pluralidad de acciones e intereses enmarcados en el fenómeno: “los

paramilitares son grupos armados que están directa o indirectamente con el Estado y sus

69 Stathis Kalyvas y Ana Arjona, “Paramilitarismo: una perspectiva teórica”, en El poder paramilitar, Alfredo Rangel

(comp.) (Bogotá: Fundación Seguridad y Democracia - Planeta, 2005), 25-45.

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23

agentes locales, conformados por el Estado o tolerados por éste, pero que se encuentran por

fuera de su estructura formal.”70

Tabla 2 Una tipología del paramilitarismo.

Fuente: Stathys Kalyvas y Ana Arjona, “Paramilitarismo: una perspectiva teórica”, en: El poder

paramilitar, ed., comp. Alfredo Rangel (Bogotá: Planeta, 2005), 31.

En otro momento, una de las hipótesis más interesantes sobre el tema paramilitar es

desarrollada por David Armando Rodríguez Rodríguez, quien en su tesis de maestría insta a

la vinculación de la violencia paramilitar con una neo colonización liderada por antioqueños

“que con criterios familiares, de parentesco, establecieron criterios y prioridades de ingreso

a regiones”71. Desde este enfoque, la violencia paramilitar podría entenderse como una

violencia cultural –leída desde Galtung72–; de esta manera, dejando a un lado su accionar o

forma violenta, Rodríguez define a los paramilitares como

“ejércitos” que se involucran con negocios ilegales sumamente rentables (tráfico de

drogas, minería ilegal, extracción de madera, contrabando de combustible, licores,

contratación estatal ilegal etc.), lo que les garantiza autonomía y distancia frente a los

propietarios de tierras a quienes decían proteger; e igualmente, por el poder económico

que se habían asegurado, desbordaron las fronteras de su acción local, para tener alcances

regionales e incluso nacional; la mayor disposición de recursos, la mayor autonomía frente a

las elites económicas locales y el desborde sus zonas de influencia, crea incentivos

pecuniarios y no pecuniarios, que los llevó a desarrollar tácticas ofensivas sobre zonas de

importancia económica y militar.

70 Ibíd., 29. 71 David Rodríguez Rodríguez, “Historia reciente del fenómeno paramilitar…”, 5. 72 A manera de ejemplo sobre la violencia cultural, Galtung establece cómo los dominios culturales (religión,

lenguaje, arte, ciencias empíricas y ciencias formales) pueden originar y legitimar el colonialismo ante la

identificación de clases superiores e inferiores, ello, en una lógica donde las últimas son susceptibles a decisiones y

acciones de las primeras.

Johan Galtung, “La violencia: cultural, estructural y directa”, en Cuadernos de Estrategia 183, Instituto Español de

Estudios Estratégicos (Madrid: Ministerio de Defensa Español, 2016), 147-168.

Una tipología del paramilitarismo

Tamaño Dimensión territorial

Local Supralocal

Pequeño “Vigilantes” Escuadrones de la muerte

Grande Guardianes locales Milicias y ejércitos paramilitares

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24

En ese sentido, haciendo énfasis también en un proyecto económico, étnico y

político73 de dichos grupos, Rodríguez se acerca a lo que Romero plantea como empresarios

de la coerción, sin embargo, pone un acento en la necesidad de reflexionar sobre el

paramilitarismo desde pequeños espacios para asumir las particularidades de cada facción:

“se trata de avanzar en el estudio del paramilitarismo y reducir la escala”74 porque además

dice constatar que “la lógica de expansión de las AUC, no coincidía (de hecho

excepcionalmente coincidía), con su supuesto discurso antisubversivo”.75

Por otro lado, nuevamente desde lo macro, Jasmin Hristov precisa sobre la incidencia

del capitalismo y del neoliberalismo en el fenómeno paramilitar; desde una crítica a los

enfoques que plantean la debilidad estatal como elemento constitutivo del paramilitarismo,

la socióloga sostiene que se ha de conectar, en los estudios sobre los conflictos

latinoamericanos y, en general, sobre el sur global, los procesos de acumulación de capital y

la globalización económica76, en función de seguirle los pasos a un sistema económico

violento que aparece tras el desmantelamiento sistemático del estado de bienestar, la

profundización de la desigualdad, así como las medidas cada vez más represivas y militaristas

que se están adoptando contra la disidencia77.

Es para Hristov, el paramilitarismo, un fenómeno social enraizado en un modelo

económico político donde las clases dominantes objetivan mantener su poder y privilegios,

buscando, para tal fin, deshacerse progresivamente de la clase obrera y sus resistencias. Muy

de la mano con lo que reseña Rodríguez, la autora ofrece una multidimensionalidad de lo

paramilitar la cual es contrastada con una triangulación establecida por la politóloga Julie

Mazzei. Para esta última, existen tres elementos que confluyen para el desarrollo del

paramilitarismo: (i) las élites económicas, (ii) las élites políticas y (iii) las facciones de las

FF.MM.

73 David Rodríguez Rodríguez, “Historia reciente del fenómeno paramilitar…”, 74. 74 Ibíd., 20. 75 Ibíd., 11. 76 Jasmin Hristov, Foundations for theorizing…,166. 77 Ibíd., 170.

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25

Mazzei, en un proceso comparativo del paramilitarismo en la región –México, El

Salvador y Colombia– postula que este es producto de procesos de cambio en el entorno

político; aunque parece guardar cierta relación con Mauricio Romero y los ritmos

democráticos a los que él atiende, Mazzei añade al diálogo las presiones mundiales y los

efectos de la modernidad política78.

Elites with a vested interest in securing their wealth and privilege tend toward

authoritarian structures that protect their interests, for instance one-party systems, power-

sharing pacts, or military regimes. They sup-port a State that has been traditionally

capable of and willing to provide the exclusionary structures and repressive means to

protect their inter-ests. When a new threat arises demanding political reforms that

would invariably weaken the elite’s monopolization of economic resources, the wealthy turn

again to the State, expecting it to repress or eliminate the threat. However, in the

increasingly international political arena, the State no longer operates free of global pressures.

Influential external forces may demand that the State take a new approach, perhaps to

negotiate with or accommodate the new actor(s).

En ese sentido, la fórmula de Mazzei no parte desde la debilidad del Estado, sino que

asocia a este con intereses de privados –élites–, como lo sugiere la reflexión sobre las

políticas de gobierno que distan de asumir al Estado y su marco de acción para atender

privilegios históricos de clase. Para Mazzei, los actos administrativos de las últimas décadas

del siglo XX –Ley 48 entre ellos– son los antecedentes de lo que sería una forma de

protección de las élites, erigida sobre una apertura jurídica sobre la autodefensa. A saber, la

consolidación de un Estado incluyente amenazó las formas tradicionales que garantizaban la

estabilidad de grupos de poder político y económico.

Aguardar en las lecturas macro sobre el paramilitarismo, es también repasar los

planteamientos deductivos de Héctor Alonso Otero quien sostiene que “el fenómeno

paramilitar es el resultado del proceso de modernización del país, que ha atravesado por

diversas etapas en muy corto tiempo, y que a lo largo de su trasformación ha tenido una

influencia inmensa en la formación de valores y no-valores de la sociedad colombiana"79.

78 Julie Mazzei, Death Squads or Self-Defense Forces? How paramilitary groups emerge and challenge democracy

in Latin America, (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2009), 203. 79 Héctor Alonso Otero Moreno, Paramilitares, la modernidad que nos tocó. interpretación histórica del fenómeno

paramilitar desde la perspectiva de la modernidad (Bogotá: Quebecor World, 2008), 37.

Page 35: Autora: Erica Alejandra Mina González

26

Otero sugiere que la insurgencia y el paramilitarismo obedecen a presiones y necesidades

impuestas al Tercer Mundo, en vías de la globalización, para adoptar una modernización.

Hacia un último momento, presentamos a Manfredo Koessl quien, como lo

referenciamos líneas arriba, aborda el asunto a través de la teoría sociológica de Pierre

Bourdieu y, caracteriza al paramilitarismo como un agente80 de la estructuración de los

campos políticos, económicos y sociales que ha servido para garantizar la reproducción de

los agentes dominantes en esos campos. La definición de paramilitares que ofrece es la

siguiente:

Agentes armados que, por medio del uso de la violencia apoyan objetivos políticos, sociales

y económicos para garantizar la reproducción del espacio social colombiano, y la posición de

los actores dominantes en los diferentes campos, que se caracterizan por su homología. Un

espacio social estructurado históricamente por medio de la violencia incorporada al habitus

de muchos de sus agentes.81

Guiado por Sabine Kurtenbach82, investigadora del Instituto Alemán de Estudios

Latinoamericanos, Koessl señala que la violencia “no es solo parte del problema de

Colombia, sino que puede a través de las prácticas, ser percibida y apreciada como una parte

de la solución o como la solución en sí”83. Siendo la cultura trasversal en el autor para señalar

cómo la violencia, en una sociedad que la ha normalizado, ofrece oportunidades reales a

agentes inmersos en ella. Desde tal armazón conceptual que evade el concepto de “cultura

de la violencia”, llegamos a Daniel Pécaut quien también considera que la “violencia y la

coerción son parte integrante de la maquinaria social y política que hacen funcionar a

Colombia y no se pueden separar fácilmente de ella”84; eufemismo o no, hasta aquí, diremos

que particularmente las aproximaciones desde la sociología hacia el paramilitarismo parecen

colocar un acento determinista en la sociedad colombiana e irrumpen en la relación Estado-

80 El autor hace uso del concepto de agente, en contraposición de “actor”, para resaltar la capacidad de acción y la

autonomía de los primeros sobre lo que se podría entender como “roles asignados socialmente”. 81 Manfredo José Koessl, Violencia y habitus…, 66. 82 La autora comparte con Romero la explicación del paramilitarismo a partir de ciclos democráticos y figuras

inconclusas de la política moderna aplicada en el país (polarización, competencia y fragmentación). Ver: Sabine

Kurtenbach, Estudios para el análisis de conflictos de carácter nacional (Bonn: Friedrich Ebert Stiftung, 2005). 83 Manfredo José Koessl, Violencia y habitus…, 96. 84 Ibíd.

Page 36: Autora: Erica Alejandra Mina González

27

sociedad que se presentó arriba para integrar una nueva verticalidad en la que podemos poner

en cuestión la figura de agente que presentan.

Ahora bien, con respecto al Estado, Koessl dirá que los inicios y el sostenimiento del

paramilitarismo está en relación con las elites colombianas,

La posición dominante protegida por las actividades paramilitares no se refiere a un

mantenimiento del status quo. En Colombia, las élites se reproducen en su posición a través

de diversas herramientas, entre las que se destacan la violencia y la homología entre los

campos políticos, sociales y económicos. A su vez, precisamente las homologías existentes

entre las élites económicas y políticas permiten prescindir del Estado como causal o motivo

del paramilitarismo.85

Sostenemos que el desuso del Estado como elemento para explicar el paramilitarismo,

en su momento fundacional, posiciona una omnipresencia de los intereses de las élites y

puede, incluso, limitar las agencias de quienes no hacen parte de esta, mediante un discurso

que otorga el poder a unos pocos y masifica a los otros. Y, de acuerdo con el abordaje

investigativo de Koessl86, creemos que sus planteamientos se acercan a las perspectivas que

elabora el paramilitarismo sobre él como fenómeno.

Redondeando la idea de arriba, en cercanía a Koessl, volvemos a Mazzei quien, luego

de abordar el tema paramilitar en varios países latinoamericanos, emplea el concepto de

“facciones” para encuadrar a las élites políticas, económicas y militares que, según ella,

posibilitan el fenómeno y concluye que en Colombia tales divisiones son cada vez más

difusas87. Dándole continuidad a los planteamientos en los que se dibuja la omnipresencia de

las élites: en Koessl la génesis, apogeo y ocaso paramilitar están directamente relacionados

con estas y, es allí donde encontramos interpretaciones que ven al paramilitarismo como un

fenómeno gerenciado por intereses que lo instrumentalizan.

Ahora bien, de acuerdo con lo esbozado, de la bibliografía consultada extraemos

elementos que han servido para nombrar al paramilitarismo como (i) un fenómeno

85 Ibíd., 68. 86 El autor manifiesta que “ha preferido la estrategia de describir la percepción y apreciación de los problemas del

espacio social colombiano a través de enfatizar la descripción de los propios involucrados”. Manfredo José Koessl,

Violencia y habitus…, 69. 87 Jasmin Hristov, Foundations for theorizing…, 50-51.

Page 37: Autora: Erica Alejandra Mina González

28

caracterizado por un accionar violento, (ii) un agente de economías legales e ilegales y (iii)

un discurso político al servicio del establecimiento que configura su consolidación retórica

como (iv) agente armado irregular. Con ánimo de elaborar junto con fuentes primarias un

balance de la expresión paramilitar, a continuación, ofrecemos elementos que suman a su

dimensión.

1.1.6. Autores-actores otros

1.1.6.1. La alteridad como principio nominal

“Al año siguiente de expedido el estatuto para la defensa nacional, el gobierno

reglamentó, mediante el Decreto 893 de 1966, el artículo 33 de esa norma, en lo concerniente

a definición, clasificación y porte de armas"88. Al permitir el porte de armas de uso privativo

de los organismos del Estado a organizaciones de defensa civil, abrió el camino a un

prolongado problema que se acrecentó a partir de los años ochenta con la proliferación de

grupos paramilitares y de autodefensa.

En adelante, pretendemos identificar elementos discursivos para matizar los diversos

espacios temporales en los que se ubican al menos tres de las nociones de los autores

revisados: partiremos desde 1965 y las múltiples dimensiones que adquirió el decreto

presidencial 3398 que integra el conjunto de elementos que hacen posible situar a ese año

como “el comienzo de un proceso de intervención del Ejército en el Estado”89; pasando por

el discurso de las AUC y su justificación del fenómeno hacia 1980 y las expresiones que le

siguen.

El capítulo tercero del decreto presidencial 3398 de 1965 establece, entre otras cosas,

la transformación del Ministerio de Guerra en el Ministerio de Defensa Nacional.90 Para la

88 Angelika Rettberg, Laura Wills-Otero y Alejo Vargas Velásquez, Estudios sobre la seguridad nacional en

Colombia II. La contribución de Francisco leal Buitrago (Bogotá: Universidad de los Andes – Universidad Nacional

de Colombia, 2018), 49. 89 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite…, 88. 90 Decreto legislativo 3398 de 1965, 25 de enero de 1966, Por el cual se organiza la defensa nacional. Diario Oficial

N°. 31.842.

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29

fecha, con el establecimiento de estado de sitio91, bajo la lectura de Juan Pablo Aranguren

Romero, la excepcionalidad imperó en Colombia en un periodo marcado también por las

nociones de Estado en emergencia permanente92 que podemos rastrear desde la presunción y

la subsiguiente campaña de exterminio o, mejor, esfuerzo por la recuperación de la soberanía

en las “repúblicas independientes93”, sumado a la agitación de las protestas estudiantiles94 y

la incidencia en el espacio público de las reclamaciones sindicales. Sobre el estado de sitio,

Gallón dirá que este se articula a la “prohibición de derechos de reunión, de circulación, de

expresión y de huelga, así como la limitación de la libertad personal”95; es decir que las

restricciones hablan de medidas adoptadas ante unas dinámicas específicas dentro del espacio

público y de la existencia de dispositivos de control que permiten entender las relaciones

entre disposiciones políticas y actitudes colectivas.

El Estado de sitio es casi siempre rodeado de justificaciones que tienden a velar su verdadero

carácter de instrumento de persecución política. Se habla así de lucha contra la Violencia

rural en el período de Lleras Camargo, de crisis económica y de orden público económico

entre 1965 y 1968, o de campaña contra el tráfico de la droga en estos últimos tiempos. Estas

dificultades a las cuales el gobierno hace alusión recurrentemente existen en la realidad y son

además objeto de ciertas medidas extraordinarias. Ello no impide sin embargo percibir que el

blanco del estado de sitio es otro, como lo muestran las restricciones y atribuciones que se

han adoptado de manera constante en cada período. El bloque en el poder encontrará siempre

buenas razones para declarar el estado de sitio en Colombia, así como para institucionalizarlo

definitivamente.

En el caso colombiano el estado de sitio es un elemento esencial del ejercicio real del poder.

No es posible por tanto hablar a justo título de medios ordinarios y extraordinarios de coerción

estatal. Ahora bien, este uso continuo del estado de sitio, esta ampliación permanente de las

posibilidades de represión revela una cierta debilidad, una inefacia [sic] relativa del nivel de

control ideológico de las clases dominantes colombianas sobre el conjunto de la población.

El recurso permanente al estado de sitio no puede ser visto como un fenómeno aislado de los

91 El Estado de Sitio fue un recurso de control civil, en el marco de los estados de excepción, que los presidentes de

la república entre noviembre de 1949 y agosto de 1958 utilizaron sin interrupción. Sobre la aplicación práctica de los

estados de sitio y su excepcionalidad, ver: Gustavo Gallón Giraldo, Quince años del Estado de Sitio en Colombia:

1958-1978, (Bogotá: América Latina, 1979). 92 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite…, 85-101. 93 La expresión de “repúblicas independientes” se impuso en el argot político de la época, “como denominador común

de los partidos tradicionales que acogieron la definición de enemigo interno”. Fuerzas Militares de Colombia Ejército

Nacional V División, El conflicto armado en las regiones (Bogotá: Universidad del Rosario, 2017), 29. 94 Ver: Mauricio Archila, “El movimiento estudiantil en Colombia. Una mirada histórica”, OSAL (Observatorio

Social de América Latina) N°. 31 (2012): 71-103. 95 Gustavo Gallón Giraldo, Quince años del…, 121.

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30

índices de abstención electoral. A los ojos de cualquier observador, los gobiernos que hemos

estudiado se han establecido sobre bases de legitimidad bastante precarias. Nada extraño en

tales condiciones que la superación de este vacío de legitimidad se intente por medio de la

solución que consiste en dar la primacía al funcionamiento de los aparatos represivos del

Estado. Los poderes "extraordinarios" del estado de sitio encuentran allí un lugar

privilegiado.96

De acuerdo con lo anterior, insistiremos en las particularidades de las políticas de

seguridad nacional de cara a estrategias de ordenamiento político, ideológico y económico.

Desde este abordaje, la aplicación de un “plan militar de control de la población rural por

medio de campañas psicológicas y de acciones cívico-militares”97 –sostenido, entre otros

elementos, por el llamado Plan La(s)zo– es la fórmula que encontramos útil para acercarnos

a la incidencia de la Guerra Fría en el territorio colombiano y la consolidación de un proyecto

militar cuya elaboración, al menos, desde el Decreto 3398 revela la implementación de

técnicas de legitimación ideológica que nos hacen rescatar la simbología política que cataliza

el acto administrativo: la defensa nacional, promulgada en el decreto, convoca

implícitamente a la seguridad nacional cuya finalidad es garantizar la ausencia de amenazas

para los intereses del Estado; es justamente aquí en donde nos preguntamos por la amenaza:

A partir del decreto, tanto la defensa nacional –integrada por la defensa civil– como

los intereses de los gobiernos y la excepcionalidad –entendida como Estado de sitio–,

funcionan como tres elementos reveladores de una discursividad empecinada en la alteridad98

que, fuera del establecimiento, aparece también en la retórica paramilitar: la amenaza sugiere

una reacción en su contra o a favor de lo amenazado; llegado el caso, es requerida una

reacción genuina de lo amenazado amparado por un marco legal que legitima la defensa.

En un salto temporal de un par de décadas, hacia finales de siglo XX, en medio de

una campaña mediática, Carlos Castaño manifiesta:

96 Ibíd., 122. 97 Ibíd., 62. 98 En este punto, rescatamos el carácter no binario de las guerras civiles del que nos persuade Kalyvas, extendiendo

la interpretación a diversas formas de conflicto. De ahí el énfasis en la alteridad entendida como direccionador de las

cuestiones políticas e ideológicas de la época. Ststhis N. Kalyvas. “La ontología de la “violencia política”: acción e

identidad en las guerras civiles”, Análisis político, N°. 52 (2004).

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31

A mí me pueden pintar de “Satanás” ante el mundo, pero la pregunta que tarde o temprano

tendrán que poner en la balanza es: “¿qué consecuencias genera lo que ha liderado Castaño?”,

eso es lo importante. Sólo me consuela que yo no empecé esta guerra, y las Autodefensas

somo hijas legítimas de las guerrillas de Colombia.

Poco a poco he ido creando un nuevo concepto universal. Un ejército ilegal que en pleno año

2001 no es paramilitar, ni paragobiernos. Que defiende el sistema y el Estado con armas que

le quita a la autoridad porque lo reemplaza en varias zonas, pero no lo enfrenta. Pide Justicia

y está a su vez al margen de la ley. Es una especie de grupo “Paraestatal”. Esto no me lo ha

enseñado nadie y si ha ido prosperando es porque ¡es así!99

Las palabras de Castaño le dan forma a un relato que resalta la generación de unas

condiciones desestabilizadoras capaces de engendrar legítimamente un movimiento en su

contra. Su lectura de lo político ofrece una noción que baña de ineficiencia al Estado, en

función del control, y alude al establishment100 como orden de las cosas que se ve afectado

por un otro. Es decir que, en este punto, el paramilitarismo es nombrado como una respuesta

contingente enteramente dependiente del accionar guerrillero. A todo esto, Daniel Castaño

Zapata y Gabriel Ruiz Romero hacen una lectura del discurso paramilitar a partir de los

significantes seguridad-orden101 que encontramos útiles para matizar las características del

discurso de Castaño arriba y en el contexto que muestra como integrador del proceso de

consolidación de las autodefensas, aquí:

A finales de 1982, se dio la primera reunión de ganaderos, agricultores y comerciantes de la

región. Cerca de doscientos cincuenta empresarios se organizaron para defenderse de los

atropellos de la guerrilla, con base en las disposiciones legales de 1965 y 1968 que permitían

a los ciudadanos portar armas con salvoconductos. El espíritu de la ley pretendía que los

ciudadanos se organizaran y cuidaran sus predios, con colaboración de las Fuerzas Armadas.

Como era algo legal, surgió la primera asociación de autodefensa colectiva, ACEDEGAM,

Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio. La reunión se

efectuó en Medellín, porque el setenta por ciento de ellos no podía regresar a las fincas.102

99 Mauricio Aranguren Molina, Mi confesión (Medellín: La oveja negra, 2014), 90. Resaltado fuera del texto. 100 Tomamos la noción de Owen Jones en la que se define que “El Establishment actual se compone de una serie de

poderosos grupos que necesitan proteger su posición en una democracia […] representa el intento por parte de esos

grupos de “gestionar” la democracia, de asegurar de que ésta no amenace sus intereses”

Owen Jones, El Establishment: la casa al desnudo (Barcelona: Seix Barral, 2015), 82. 101 Daniel Castaño Zapata y Gabriel Ruiz Romero, “La construcción del discurso contrainsurgente como legitimador

del poder paramilitar en Colombia”, Estudios Políticos, N°. 51 (2017): 153-174. 102 Mauricio Aranguren Molina, Mi confesión…, 68.

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Finalmente, lejos de la alteridad, como otra fórmula ofrecida en un nuevo salto

temporal, se dibuja una polémica sentencia emitida por un tribunal de Justicia y Paz en el año

2017, en ella el entonces magistrado Eduardo Castellanos Roso concluye que

[...] suponer que las AUC fueron completamente una organización nacional de

contrainsurgencia, significa desconocer que varios cabecillas paramilitares se mataron

sistemáticamente entre ellos, para defender sus propios intereses económicos. Asimismo,

suponer en todo lugar que las AUC surgieron como proyecto criminal ordenado de arriba

abajo, oculta las constantes insubordinaciones, rebeldías y declaraciones de autonomía de los

dueños de ejércitos privados que terminaron acogiéndose a la desmovilización colectiva. […]

se puede entender que las AUC puedan ser caracterizadas de mejor manera, como una alianza

coyuntural de señores de la guerra y narcotraficantes, que por separado terminaron

negociando con el Comisionado de Paz, Luís Camilo Restrepo, su tránsito a la legalidad.103

Aquí, el sentido de la “alianza coyuntural” esclarece el tratamiento de las fuentes dado

arriba: es válido indagar la discursividad del paramilitarismo porque permite que este sea

asumido como una expresión civil cambiante que deja ver su ligereza en su acomodación

política dentro de la política. Dentro del espacio político colombiano, el paramilitarismo más

reciente, representado por las AUC, no expresó una confederación de actores en la que

confluyó una diversidad de intereses, aun así, esta noción junto con otras que la validan como

tal son constantes en la revisión del tratamiento de los actores que hace Justicia y Paz, es

decir que en la actualidad no hay un consenso institucional sobre el paramilitarismo104.

1.2. Interpretaciones en contexto

Dentro de las interpretaciones repasadas, como contexto, la Guerra Fría mantiene una

estrecha relación con el flujo de ideas políticas y facciones sociales que tuvieron lugar en el

país; dentro de ella, se ha situado en lo local la violencia como expresión de un conflicto de

identidades, intereses y trasgresiones y, dada su recurrencia y “constancia” discontinua en el

tiempo, con ánimo de matizar el asunto acudiré a una noción que permite trazar una línea

103 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Indalecio José Sánchez Jaramillo. Rad. 11-

001-60-00 253-2006 80536. 23 de mayo de 2017. Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso. 104 El aparato judicial ha respondido a la violencia asociada al conflicto armado interno desde contradicciones entre

tendencias progresistas y otras menos progresistas en la interpretación la Constitución Política.

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33

entre la expresión armada del conflicto y los intereses de clase que acompañan al

paramilitarismo.

Así como cobra gran importancia la microhistoria para la focalización de la actividad

paramilitar, para desentrañar su discurso y la forma en la que este ha sido consolidado creo

pertinente dialogar también con la macrohistoria105, situando al país dentro del sur global

como espacio que posibilita identificar unas formas medianamente independientes y

orgánicas de organización. Richard Saull, politólogo inglés, elabora una teorización

materialista de la Guerra Fría en la que el sur aparece como nuevo centro de una guerra106

generada por “la crisis fraguada por el carácter desigual y diferenciado del desarrollo

capitalista global”107. La teoría de Saull busca salir de la bipolarización –que yace sobre el

capitalismo y el comunismo– para asumir la existencia de un tercer aspecto dentro de la

confrontación y transformación socio política que acarreó la guerra: “la guerra fría no se

limitó, entonces, a un conflicto ideológico o estratégico, sino más bien estos dos niveles de

conflicto se vincularon con otro que surgió de los procesos más amplios del conflicto social,

y con los desafíos al orden capitalista norteamericano de la posguerra que cambió en el

tiempo y el espacio”108.

Saull fija la interpretación de una pluralidad de “guerras frías” particulares y

localizadas con peso en lo social y sistémico, más allá del “ideológico” o “político” que

parecen integrar un lugar común en las reflexiones sobre el tema, dentro y fuera del sur

global. Ahora, empleando la teoría de Saull, argumentada en que así como las luchas de una

clase trabajadora industrial fueron determinantes en Europa occidental, también los

trabajadores agrícolas, los campesinos y otros grupos sociales fueron determinantes en otros

105 En ella encontramos una forma que metodológicamente desborda muchas de las nociones vigentes sobre

transformaciones, influencias, migraciones y diáspora al ampliar las dimensiones del estudio histórico encerrado en

un espacio estático. 106 El autor elabora esta interpretación previa salvedad de reconocimiento de la dominación geopolítica de las

superpotencias y su conflicto que, plantea como sintomático “de un antagonismo más amplio entre la naturaleza

desigual y expansiva del capitalismo y los desafíos revolucionarios que le presentó el comunismo”. Richard Saull,

“El lugar del sur global en la conceptualización de la Guerra Fría: desarrollo capitalista, revolución social y conflicto

geopolítico”, en: Daniela Spencer (coord.) Espejos de la guerra fría: México, América Central y el Caribe (México:

CIESAS, 2004), 32 107 Ibíd., 33. 108 Ibíd.

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34

lugares109, encontramos cómo el paramilitarismo, dentro del espacio político colombiano,

condensa discursivamente figuras bipolares sobre las condiciones que crea la Guerra Fría,

mientras que su accionar se acerca a organizaciones difusas y polimorfas. Es decir que, con

respecto a las nociones académicas usadas para abordar el fenómeno paramilitar,

proponemos la bifurcación de su interpretación en una parte discursiva y una operativa.

Desde la década de 1960 hasta la primera década del siglo XXI, por ejemplo, el

paramilitarismo respondió a dinámicas económicas, políticas, demográficas, sociales,

jurídicas y socioculturales locales, en unión con discursos y demandas externas e internas.

Incluso, podríamos hablar de un fenómeno glocal110 dentro de una conjunción de lo local y

lo global, así: 1965 y la directriz militar emitida en ese año, dan cuenta de la convergencia y

adaptación de procesos de seguridad interna “pares” en otras regiones del mundo; por su

parte, el año 1977 la represión de los movimientos cívicos y de las huelgas sindicales hablan

de la aplicación del universalismo moderno de la ciudadanía homogénea donde se hace

enteramente operativa la Constitución de 1886 y el desarrollo de la excepcionalidad inclusiva

exclusiva, todo ello sumado a la “demanda” de seguridad de ganaderos y madereros

“satisfecha” –para ponerlo en término de leyes de mercado– por Ramón María Isaza

Arango111, líder del grupo de autodefensa Los Escopeteros de Puerto Triunfo, Antioquia112.

Por otra parte, la década de los 80 es referenciada como un momento de usurpación

del fenómeno paramilitar por parte del narcotráfico, dándole forma a la emergencia del

narcoparamilitarismo113; a la vez que en ella reluce la consolidación de la Asociación

Campesina de Agricultores y Ganaderos del Magdalena Medio –ACDEGAM–, la cual “se

109 Ibíd., 65. 110 Sobre el término de glocal, véase: Roland Robertson, “Globalización: tiempo-espacio y homogeneidad-

heterogeneidad”, Zona Abierta, N°. 92-93 (2000): 14. 111 Isaza fungió como comandante máximo de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM), tras

reemplazar a Fidel Castaño, quien se dedicó a consolidar las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU),

hasta el 7 de febrero de 2006, momento de su desmovilización colectiva. Sentencia del Tribunal Superior del Distrito

Judicial de Bogotá contra Ramón María Isaza Arango y otros. 29 de mayo de 2014, Rad. 11-001-60-00253-2007

82855. Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso. 112 Centro Nacional de Memoria Histórica, El Estado suplantado. Las autodefensas de Puerto Boyacá (Bogotá:

CNMH, 2019), 24. 113 Carlos Medina, Autodefensas,… 19.

Page 44: Autora: Erica Alejandra Mina González

35

constituye [como] una entidad bajo la cual se habría de erigir el proyecto más claro y

desarrollado de lucha antisubversiva en el país”114.

Esa estructura armada se rige por unos códigos de comportamiento, según los cuales su

enemigo natural es la subversión a quienes combaten o emboscan para asesinarlos (guerra de

guerrillas); se generan directrices de grupo que atienden los clamores de la comunidad y se

convierten así en objetivo militar: ladrones, violadores, expendedores de “vicio”,

secuestradores y extorsionistas; esta es la primera expresión de la política de grupo

denominada “limpieza social”. Dicho grupo hace presencia y tiene incidencia en Puerto

Triunfo, Puerto Nare, San Luis, San Francisco y Sonsón –Antioquia–.115

ACDEGAM se consolidó en los ochenta como una expresión armada de acción

defensiva, en tanto toma como justificación la contrarrevolución ante la ofensiva guerrillera.

Como deja ver Adriano Aragón Torres, alias Trampas, comandante del Frente Urbano de la

asociación, “ACDEGAM fue creada […] con varios sentidos. Uno, de ir ganando espacio

político; y dos, era como una fachada de las autodefensas para tratar de ir legalizando ciertas

cosas.”116 Tales sentidos, no dejan de dar forma a la bifurcación interpretativa que merece el

fenómeno paramilitar en tanto en él, casi independientemente, aparecen formulas políticas,

económicas y sociales contrarias y a veces sobrepuestas.

Dentro de la mixtura de identidades y facciones armadas, la década de 1980 se cerró

con escándalos mediáticos con protagonistas como el ex teniente coronel israelí Yair

Klein117, sucesos como la explosión del vuelo 203 de Avianca, la guerra de los esmeralderos

y un gran repertorio violento como expresión de un conflicto asociado al control, producción

y comercialización de narcóticos y otros mercados legales e ilegales. Para la década siguiente

el panorama no pudo ser mejor: la promulgación de la Constitución política de 1991 es el

antecedente directo de lo que aconteció en los años venideros de acuerdo con la fragilidad de

la pretensión de paz, garantías de los derechos fundamentales y democratización que se

114 Ibíd., 219. 115 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla contra Luis Carlos Pestana Coronado, 1 de

agosto de 2014, Rad. 11-001-60-002253-2008-83201. Magistrado ponente: Gustavo Aurelio Roa Avendaño.

Resaltado fuera del texto. 116 Centro Nacional de Memoria Histórica, El Estado suplantado…, 116. 117 Stephen James Randall, Frente a la estrella polar: Colombia y Estados Unidos desde 1974 (Madrid: Taurus,

2017), 22.

Page 45: Autora: Erica Alejandra Mina González

36

creían consensuadas por todos los actores de la política nacional en la constituyente. De la

mano de ejércitos privados118, el fortalecimiento del paramilitarismo fue inminente.

La nueva Constitución, al menos simbólicamente, quiso abrazar los Derechos

Humanos y, en ese sentido, el sistema de derechos civiles, sociales, económicos, políticos y

culturales operó hacía el amparo de los derechos fundamentales ante sus previsibles

violaciones bajo el Estado Social de Derecho. Junto a ello, el proyecto de la Asamblea

Nacional Constituyente –ANC– que se unió a un discurso garantista global sobre los

derechos, posibilitó la construcción política de la etnicidad como presupuesto para superar la

violencia estructural119, habilitó el camino hacia los derechos territoriales y de propiedad,

edificó un Estado laico con libertad religiosa, entre otros; sin embargo, el constitucionalismo,

en el contexto del desbordado espíritu de reconciliación nacional, no atisbó sobre la

continuidad de los conflictos y mucho menos sobre su expresión violenta. Pese a las banderas

de derecho y transformación, la Constitución de 1991 no hace mención a los grupos

paramilitares, al narcotráfico o a la guerra sucia y, según Mario Alberto Montoya, la

simpleza del concepto de guerra de la ANC evadió aterrizar en un temario concreto sobre las

acciones violentas120. Sumado a ello, la estrategia de sometimiento del gobierno de César

Gaviria (1990-1994) dio continuidad, pese al proceso constitucional, a la excepcionalidad

jurídica y en lo anecdótico, los reportes de las agencias de DD. HH confirman la continuidad

y el fortalecimiento de las violencias paramilitares, al igual que la expedición del estatuto de

vigilancia y seguridad privada con el que se erigieron las Convivir.

Lo anterior nos permite postular dos hipótesis: por un lado, (i) el final del siglo XX

es reseñado como el momento inicial de la degradación del conflicto, paralelo a los discursos

institucionalizados a partir de la Constitución y el Estado de derecho, lo cual puede significar

un estado de alerta garantista de las agencias de DD. HH que solo pudo cobrar vigencia desde

118 Gustavo Duncan, Los señores de la guerra…, 335-336. 119 Elisabeth Cunin, (ed.) Una antología sobre afrodescendientes en América (México: Instituto Nacional de

antropología e Historia - Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2008), 261-328. 120 Mario Alberto Montoya Brand, “Constitución de 1991, Conflicto armado y control constitucional”, Estudios de

derecho, N°. 145 (2008): 48.

Page 46: Autora: Erica Alejandra Mina González

37

la carta magna de 1991. (ii) La ANC no cuestionó la identidad de los actores armados y las

fluctuaciones de su operación en la amplitud del territorio nacional.

Para finalizar, concentrándonos exclusivamente en las AUC, diremos que los años

2000 presentaron inflexiones importantes en las políticas de seguridad del país, el accionar y

la discursividad de los actores armados; en cuanto al paramilitarismo, de acuerdo con las ya

citadas conclusiones de la sentencia del magistrado del Tribunal de Justicia y Paz de Bogotá,

Castellanos Roso, cobra “relevancia el análisis de “contexto” […] [pues] se debería atizar el

discurso de la “confederación nacional de las AUC”, porque éste oculta las dinámicas

particulares que en lo regional y local manifestaron los diferentes grupos paramilitares”121.

Dicho esto, las AUC como actor político buscaron en 2001 –exactamente diez años después

de la constituyente– “refundar la patria” y “firmar un nuevo contrato social”122 con explícita

referencia a los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

El Pacto de Ralito, texto “confidencial y secreto”, firmado por altos miembros de las

AUC, congresistas y otros políticos colombianos en el 2001, da cuenta de un acuerdo político

con un claro acento en el reconocimiento de lo que podemos llamar multiverso de la

administración nacional, como se leerá en la voz de Miguel Alfonso de la Espriella y

Eleonora Pineda –congresistas firmante del acuerdo–, ante un magistrado de la Sala de

Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia que llevaba su procesamiento judicial por lo

que se conoció como parapolítica123, solo seis años después del pacto:

Ahora bien, de las exposiciones tanto del señor Mancuso, como de los profesores que también

intervinieron pude sacar la idea concreta de que ellos [los paramilitares] piensan que en

Colombia existían tres Estados: el Estado paramilitar –ni más ni menos esas son las palabras

que ha expresado Mancuso– en las zonas donde ellos funcionaban, el Estado guerrillero en

las zonas de dominio de la guerrilla y el Estado legítimo, es decir, el Estado Social del

Derecho que nuestra Constitución establece. Cuando hablaron entonces de refundar el Estado

se referían era precisamente a abandonar ese Estado paramilitar, a hacer dejación de armas,

121 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Indalecio José Sánchez Jaramillo, 23 de

mayo de 2017, Rad. 11-001-60-00 253-2006 80536, Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso. 122 Redacción El Tiempo, “Este es el pacto secreto de Ralito”, El Tiempo, 19 de enero de 2007,

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2362702 123 Parapolítica es un acrónimo de paramilitarismo y política utilizado para referirse al fenómeno de obrar político en

función de intereses paramilitares.

Page 47: Autora: Erica Alejandra Mina González

38

a someterse a la Constitución y que operara en esas zonas, después de realizado un proceso

de paz, el Estado legítimo..."124

Asistimos a la configuración de una narrativa que fragmenta al Estado y replantea sus

alcances en función de algo más que espacios geográficos; en ella, el paramilitarismo, las

guerrillas y el estado legítimo integran en la horizontalidad un orden subordinado a intereses

particulares y ejercicios de poder que pueden, o no, ser disímiles. De esta forma la “Guerra

Fría colombiana” –en un guiño a Saull– se decantó, si se quiere, en una ideología de sectores

sociales sobre la formación del Estado. Ahora, al trasladarnos al marco jurídico y su

discursividad, a través del politólogo Jacobo Grajales125, en el año 2002 el gobierno nacional

del estado legítimo, en cabeza de Álvaro Uribe Vélez, inició un proceso de diálogo

exploratorio con las AUC asumidas como una organización al margen de la ley y dentro de

esta disposición del gobierno de turno, en la lectura politológica, aparece la

instrumentalización de nociones ambiguas sobre crimen y política armada que nuevamente

hablan de la formación estatal y el peso de las identidades e identificaciones sobre la

percepción de los agentes. En consecuencia, desde el Estado, para el año 2002, existió una

triangulación de figuras en la que la Ley de Justicia y Paz126 –desenlace del diálogo

exploratorio– asienta una óptica del “paramilitarismo como una forma de movilización

política armada y contrainsurgente”127.

En síntesis, luego de afirmar a las AUC en el espacio político, el estado legítimo validó

su accionar al ponerlas en contraposición a las fórmulas insurgentes. Ahora bien, ¿hasta

dónde llega la excepcionalidad como aparato de validación del accionar paramilitar y

determinadora de la configuración no solo de actores armados en Colombia, sino también

como espacio de redefinición del Estado y la soberanía? Buscamos articular a la

excepcionalidad en un doble sentido en dos momentos puntuales: primero, en el marco legal

de 1965 y después en el accionar paramilitar de las últimas décadas del siglo XX. Creemos

124 Sentencia de la Corte Suprema de Justicia contra Jorge Feris Chadid y Jesús María López, 8 de febrero de 2012,

Sentencia 35227. Resaltado fuera del texto. 125 Jacobo Grajales, “El proceso de desmovilización de los paramilitares en Colombia: entre lo político y lo judicial”,

Desafíos, N°. 2 (2011): 149-196. 126 Así se le conoce a la legislación emitida en el año 2005 por la cual se dictan disposiciones para la reincorporación

de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley. 127 Jacobo Grajales, “El proceso de desmovilización…, 174.

Page 48: Autora: Erica Alejandra Mina González

39

que la excepcionalidad crea y pone en cuestión a la soberanía y, en ese sentido, estría al

Estado, mientras la violencia paramilitar se funde en la excepcionalidad y en una lectura del

poder exclusiva de ese espacio estriado.

1.3. Paramilitarismo como máquina de guerra

A partir de este momento, con un acento en la bifurcación interpretativa, nos

ocuparemos del accionar paramilitar, específicamente de la violencia y su incidencia en el

espacio social, para posteriormente volver a encontrar las partes que nos hemos propuesto

identificar del fenómeno –discursividad política y accionar–. Aquí nuestra intención es

concebir una idea que se articule a lo que Achille Mbembe señala como necropolítica, una

política de la muerte, útil para conciliar al Estado con el paramilitarismo y esos, a su vez, con

las políticas de guerra que atan al poder foucaultiano con la administración de la vida, pero

también con la de la muerte, situando la violencia como una estrategia administrativa que es

medio e instrumento del poder.

Los intereses que gravitan sobre el paramilitarismo, rastreados a partir de la

diversidad de interpretaciones arriba desarrolladas, no dejan de validar al control como una

constante en su figura; los recursos, estrechamente relacionados con el territorio y la

territorialidad, al igual que la administración pública, son variantes que dentro del contexto

social concentran en los cuerpos el blanco de su afirmación dentro de lo político y la política.

En ese sentido, la violencia es un medio instrumentalizado por el poder y, como tal, construye

y deconstruye realidades en función de un objetivo específico. Ahora, aterrizados entre los

presupuestos teóricos de la modernidad foucaultiana, el poder no prescinde de la violencia y

al instrumentalizarla genera un espacio de escenificación del castigo, suplicio y

disciplinamiento128. Particularmente, el poder paramilitar y el uso de la violencia para su

afirmación, con sus grados de selectividad y variabilidad tempo espacial –que aluden a la

diversidad de contextos–, son una expresión de excepcionalidad dentro de un Estado de

derecho.

128 Michel Foucault, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión (Buenos Aires: Siglo XXI, 2002).

Page 49: Autora: Erica Alejandra Mina González

40

Para avanzar sobre la excepcionalidad, se ha de decir que el descontrol sobre la

tenencia del armamento, dada la convocatoria decretada, o mejor, el desafío que supone el

uso no privativo de la fuerza, posibilitó la aparición de “organizaciones no oficiales que,

además de ostentar los caracteres propios de un ejército, ejercen la acción bélica […] con los

mismos propósitos de las fuerzas militares regulares”129, es decir que, siguiendo a Agamben,

el Estado abrió un espacio en el que le cede a otros130 el dominio de la vida que le fue

concedido en el momento primario donde esta se politiza131.

En contravía al establecimiento del monopolio de uso de la violencia, el Estado

colombiano creó un espacio jurídico, social y cultural que legitima la fragmentación del uso

privativo de la fuerza: desde la ley 48 de 1968 –por la que se adoptan permanentemente el

decreto 3398– hasta la creación de un clima generalizado de inseguridad que subvierte las

bases ideológicas de la cultura política. Y aunque tomamos la definición de paramilitarismo

de Koessl en la que las élites reemplazan a Estado, convirtiéndose en elementos relacionales

en la génesis, apogeo y ocaso de dichos agentes armados132, el Estado y sus disposiciones no

dejan de tener vigencia en la discusión, al brindar elementos explícitos de negociación social;

muestra de ello es que “la relación ambigua y paradójica del Estado con el fenómeno

paramilitar se ha expresado en la coexistencia de normas punitivas o permisivas y cambios

en su denominación: autodefensas hasta mediados de los años ochenta, y paramilitares desde

comienzos de los noventa” 133.

129 Jorge García, “Algunas consideraciones sobre el sentido y alcance del vocablo “paramilitar”, Revista de la

Academia Colombiana de jurisprudencia, N°. 315 (1999): 149. 130 Otros en tanto el poder y control de las armas es exclusivo de las Fuerzas Militares, en una aproximación a la

lectura de Weber sobre el Estado. Buscamos señalar también las relaciones de otredad que caracterizan, dentro del

conflicto, a los actores, a la vez que crean discursivamente adversarios. 131 “La vida humana se politiza solamente mediante el abandono a un poder incondicionado de muerte”. Giorgio

Agamben, El poder soberano y la nuda vida I (Valencia: Pre-textos, 1998), 117-118. 132 Koessl invita a la lectura del paramilitar como "agentes armados que, por medio del uso de la violencia apoyan

objetivos políticos, sociales y económicos para garantizar la reproducción del espacio social colombiano, y la posición

de los actores dominantes en los diferentes campos, que se caracterizan por su homología. Un espacio social

estructurado históricamente por medio de la violencia incorporada al habitus de muchos de sus agentes", desde la

teoría de los campos de Pierre Bourdieu. Manfredo Koessl, Violencia y habitus…, 66. 133 Centro Nacional de Memoria Histórica, Paramilitarismo. Balance de la contribución del CNMH al

esclarecimiento histórico (Bogotá: CNMH, 2018), 129.

Page 50: Autora: Erica Alejandra Mina González

41

Ante este mosaico terminológico y teórico que evidencia que la violencia es política

y, en especial, la violencia paramilitar ha dialogado con la política bajo antiquísimas formas,

presupuestos modernos y lógicas contemporáneas, no queda más que examinar

operativamente al fenómeno:

Un aspecto crucial para entender el tipo de dispositivos y tecnología de la violencia

contemporánea es entender que, aunque los marcos que buscan la legitimación de la violencia

siguen fundamentados en nociones modernas como la guerra, la soberanía y el enemigo, ya

no se pretende que el monopolio de la violencia se encuentre en el Estado. Ahora, una serie

de máquinas se entrelazan para poder generar el terror necesario para el control de los

recursos y la explotación de éstos.134

Máquina de guerra, es un recurrente concepto polisémico que evocamos desde Gilles

Deleuze y Félix Guattari en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia135, allí es abordado el

nomadismo como un elemento primitivo que es capaz de movilizar figuras alternas al Estado

en una relativa oposición; las máquinas se adscriben al nomadismo y, en un símil que

elaboran los autores con el juego go, son elementos con propiedades de situación,

adaptativas, cambiantes y maquínicas. José Pérez de Lama aka Osfa, en su lectura de

Guattari, define a la máquina como “un assemblaggio di componenti eterogenei che danno

luogo ad un certo evento del reale. I componenti sono sociali, soggettivi, tecnologici,

energetici, corporali, spazio-temporali.”136 Es decir que las máquinas, desde el nomadismo

con respecto al Estado, concentran una alta capacidad creativa en medio de una constante

interacción con las interioridades estructurales de este último y con las dinámicas difusas que

ellas proponen: “el Estado siempre ha estado en relación con un afuera, y no se puede

concebir independientemente de esta relación. La ley del Estado no es la del todo o nada

(sociedades con Estado o sociedades contra Estado), sino la de lo interior y lo exterior. El

134 Helena Chávez Mac Gregor, “Necropolítica. La política como trabajo de muerte”, Revista Ábaco, Vol. 4, N°. 78

(2013): 26. Resaltado fuera del texto. 135 Gilles Deleuze y Félix Guattari, “Tratado de nomadología: la máquina de guerra”, Mil mesetas. Capitalismo y

esquizofrenia (Valencia: Pre-textos, 2004). 136 José Peréz de Lama aka Osfa, “L'arte come macchina ecosofica. Guattari oltre Guattari”, en: Marco Baravalle

(edi.), L'Arte della Sovversione. Multiversity: pratiche artistiche contemporanee e attivismo

politico (Roma: Manifestolibri Uninomade, 2009), 121.

Page 51: Autora: Erica Alejandra Mina González

42

Estado es la soberanía. Pero la soberanía sólo reina sobre aquello que es capaz de interiorizar,

de apropiarse localmente”137.

En el mismo libro son contantes las

interpretaciones que sugieren una composición

entre dobles articulaciones constitutivas de un todo;

dentro de ese esquema, el Estado sintetiza un

estrato –nombre con el que se reconoce a esta forma

de composición de la materia– que dialoga con la

estabilidad estructural y la flexibilidad del

nomadismo. En ese sentido, sobre la violencia y el

Estado se dirá que el segundo dispone de ella bajo

la forma de un ejército regulado, más, alternamente, en un exterior difuso a la soberanía

estatal y su origen, se localizan las máquinas de guerra138. Tal relación de interioridad y

exterioridad, ahora, desde Agamben es bosquejada también de la mano de la

excepcionalidad, “El particular “vigor” de la ley consiste en la capacidad de mantenerse en

relación con una exterioridad. Llamamos relación de excepción a esta forma extrema de la

relación que solo incluye a través de su exclusión”139. En otras palabras, los autores validan

la existencia de un espacio ambivalente que el Estado solo puede excluir en un proceso de

reconocimiento que le hace nombrarlo, desde el interior, como exterior.

Más allá de la capacidad del Estado para nombrar, Deleuze y Guattari abogan por la

complejidad de la materia y descentralizan al poder, al asumir el agenciamiento de los

elementos que la componen. A su vez, alternas y desapercibidas, las máquinas de guerra

circulan dentro de la materia y pueden, o no, ser absorbidas por el Estado y negociar con él;

mientras, la excepcionalidad se fragua en repuesta a movimientos tanto internos como

externos, siendo el momento de adhesión de la máquina el escenario de la inclusión exclusiva

137 Gilles Deleuze y Félix Guattari, “Tratado de nomadología…, 367. 138 Ibíd., 36. 139 Giorgio Agamben, Homo sacer: el poder soberano y la nuda vida I (Valencia, Pre-textos: 2006), 31.

Movimiento → excepcionalidad (Agamben)

Movimiento ↔ agenciamiento (Giddens)

Relación Estado y máquinas de guerra

Ilustración 1 Excepcionalidad y agenciamiento.

Elaboración propia.

Page 52: Autora: Erica Alejandra Mina González

43

donde aparecen tecnologías con un gran potencial creativo, fieles a un objetivo y con una

gran capacidad metamórfica que le otorga el no ser una figura acabada.

Fuera de ser una relación Estado-máquina la composición de cada elemento condensa

intensiones contextuales que reciclan fórmulas operativas y en sus aperturas regulan todo: el

estado de sitio, la excepción, la biopolítica y la necropolítica, concentran la capacidad de

acción de los agentes que intervienen en ellas y, los ejercicios de poder que allí tienen lugar

hacen uso de la guerra mientras crean otra cosa al mismo tiempo. Las partes directamente

relacionadas con la vida y la muerte –la bio y necropolítica–, a la luz de la contemporaneidad

neoliberal, son ejes de un ejercicio que tiene como premisa “hacer vivir dejar morir” y “dejar

vivir, hacer morir”. En ese sentido, nuestro interés en acercar aquellas construcciones

ontológicas tan distantes es encontrarlas en la posibilidad que abren para leer la vida como

un concepto político, aludiendo al poder y su gestión.

El paramilitarismo como máquina de guerra puede ser entendido como un

agenciamiento y, de acuerdo con las líneas anteriores, tiene una capacidad creadora que

puede encontrarse alterna o dentro de Estado, siendo su accionar una forma regulada en la

excepcionalidad; de ahí que recurramos a señalarlo como máquina difusa y polimorfa. Tal

como lo hemos venido desarrollando, en la bifurcación interpretativa del fenómeno, la

filosofía poscolonial de Mbembe señala que “una máquina de guerra combina una pluralidad

de funciones. Tiene los rasgos de una organización política y de una sociedad mercantil.”140

Así, concentrados en el periodo conocido por la degradación del conflicto, entre 1997 y 2006,

encontramos también el álgido punto de negociación entre lo político, la política –la

parapolítica– y la sociedad mercantil –narcotráfico–.

La excepcionalidad legitima un accionar más no tiene la capacidad total de absorber

todos los espacios sociales y las expresiones que emanan de ellos; como categoría analítica,

aunque la instalemos sobre un espacio relacional en el que se condicionaría lo que allí tiene

lugar, la politización de la vida y los ejercicios de poder de una diversidad de agentes no

dejan de replicar, en el espacio estriado, lo que ella establece. A diferencia del campo,

140 Achille Mbmebe, Necropolítica (Madrid, Melusina: 2011), 59.

Page 53: Autora: Erica Alejandra Mina González

44

concepto que utiliza Agamben para ubicar materialmente a la excepcionalidad141, resalto la

inestabilidad de una excepción que subvierte un fijo espacio material y, a un lado del

totalitarismo, de cara a la agencia, se hace difusa bajo pliegues jurídicos y el mismo

agenciamiento de sus sujetos. Aquí no aludimos a la excepción como espacio fijo o fijado

por el soberano, sino a la potencialidad de los ejercicios de inclusión y exclusión dentro del

Estado. Es el paramilitarismo hijo de una excepción ubicada en un campo militar que alude

al monopolio de la violencia al igual que a un terreno económico cercano a la ilegalidad,

unos intereses de clase y tal vez a unas particulares figuras de negociación que abarcan lo

social y cultural, todas ellas capaces de redefinir al Estado sin dejar de proyectar la vigencia

de la vida sacrificable o nuda vida.

Finalmente, hablar de máquinas de guerra en un símil con el paramilitarismo, es

postular entonces las variaciones de este en el tiempo y vincularlo con múltiples actuaciones

al margen de una protección jurídica plena de su operación. Debido a que las máquinas toman

el poder del Estado y lo transfieren a otros lugares con las implicaciones contextuales de cada

movimiento, los costes adaptativos pueden responder a la singularidad de lo paramilitar.

141 “se trata de una parcela de territorio a la que se coloca fuera del ordenamiento jurídico normal, pero no por eso es

simplemente un espacio externo. (…) El campo es la estructura en la cual el estado de excepción, sobre cuya posible

decisión se funda el poder, viene realizado en forma estable.” Giorgio Agamben, “¿Qué es el campo?”, Artefacto,

N°. 2, (1995): 5.

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45

Capítulo II. Paramilitares, violencia paramilitar y modalidades

de victimización. Sujetos y objetos en cuestión

2.1.Introducción

A partir de dos ejercicios, en este capítulo, buscamos (i) resaltar la dimensión cultural

del paramilitarismo, saliendo al encuentro de sujetos culturales-sujetos paramilitares, lo cual

nos implicó detenernos en los sujetos, su identidad y las variables estadísticas que dan cuenta,

grosso modo, de sus perfiles, todo lo cual nos llevaría a por la interpretación de la ciudadanía,

pero escogimos el camino menos laborioso para, al menos, de forma enunciativa encontrar

al paramilitar y verle desde un escenario relacional. Por otro lado (ii), asignamos a la

violencia un tipo instrumental que le confiere su uso a un entramado de estrategias

planificadas, por parte del paramilitarismo.

En ese orden de ideas, pretendemos acercarnos a la activación de variables y

variaciones operativas que funcionan desde la subjetividad de la violencia, incluida en

actividades sistemáticas que, entre otras cosas, afectan a la misma subjetividad, para poner

sobre la mesa a la selectividad y encontrar los sentidos del accionar paramilitar separado de

su discursividad.

¿No hay algo sospechoso, sin duda sintomático, en ese enfoque único centrado en la violencia

subjetiva (la violencia de los agentes sociales, de los individuos malvados, de los aparatos

disciplinados de represión o de las multitudes fanáticas)? ¿No es un intento a la desesperada

de distraer nuestra atención del auténtico problema, tapando otras formas de violencia y, por

tanto, participando activamente en ellas?142

Por otro lado, en relación con el lenguaje inclusivo143, hablaremos del paramilitar

como categoría universal acogiendo la fórmula de las mayorías de acuerdo con los

ponderados estadísticos sobre el género de los y las combatientes paramilitares144.

142 Slavoj Žižek, Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales (Buenos Aires: Paidós, 2009), 21 143 El lenguaje inclusivo es entiendo como “aquel en el que las referencias expresas a las mujeres se llevan a cabo

únicamente a través de palabras de género femenino, como sucede en los grupos nominales coordinados con

sustantivos de uno y otro género”. En: Real Academia Española, “Informe de la Real Academia Española sobre el

lenguaje inclusivo y cuestiones conexas”, Boletín de Información Lingüística de la Real Academia Española, N°. 14

(2020): 3 http://revistas.rae.es/bilrae/article/view/397/879 144 “Los grupos paramilitares estaban conformados por hombres en un 88,63 % y mujeres en un 11,33 %.”. Centro

Nacional de Memoria Histórica, Análisis cuantitativo del paramilitarismo en Colombia: hallazgos del mecanismo no

Page 55: Autora: Erica Alejandra Mina González

46

Entendemos al paramilitar como sujeto del paramilitarismo y, en ese sentido, en este apartado

acudiremos al él para posteriormente desdoblar su acción en los niveles en los que el

individuo desaparece.

2.2. El paramilitar: pluralidad, alteridad e identidad

“La construcción de sujeto no es un proceso ni individual ni

aislado, este se enmarca en un contexto espacio temporal, y un

orden estructural y social especifico”145.

Marc Augé.

Pondremos a lo relacional como meollo para apreciar a los sujetos y su potencial.

Como planteamos en el primer capítulo, tomamos a la excepcionalidad y a la agencia como

elementos interpretativos para leer al paramilitarismo. En ello, su carácter relacional

reconoce los marcos jurídicos que constituyeron su fundamento legal, al igual que el contexto

local, nacional e internacional en diferentes momentos, todo bajo la identificación de las

políticas de gobierno y su movilidad con respecto al Estado colombiano. Tal proceso de

identificación devuelve a la investigación operaciones de diverso tipo que sugieren

concentrarnos en las subjetividades, de la mano de la agencia, para encontrar espacios

alternos a los discursos que no tienen en cuenta que “las sociedades [y sus agentes] son

sistemas complejos, caracterizados por la multiplicidad de vectores de identidad”146, es decir

que, dentro de lo político las escalas micro, meso y macro suponen unos grados de acción,

emisión, recepción y afectación diversa y en múltiples direcciones.

¿Cómo se adscribe el paramilitarismo en los escenarios micro que aluden,

rápidamente147, al individuo? Es preciso acudir a los agentes, en el caso del paramilitarismo,

judicial de contribución a la verdad (Bogotá: CNMH, 2019), 35. Cabe resaltar que además de su conformación, los

ejércitos paramilitares, a través de su línea de mando, dejan ver su construcción enteramente patriarcal. 145 Este apartado toma su nombre en un ejercicio de reconocimiento de la antropología histórica y los elementos que,

según Marc Augé, hacen posible y necesaria la primera disciplina: la experiencia de la pluralidad, experiencia de la

alteridad y experiencia de la identidad. Marc Augé, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos

(Barcelona: Editorial Gedisa, 1998). 146 Brian A. Catlos, ““Conveniencia” en tiempos de los reinos taifas”, Al-Andalus y la Historia, 5 de julio de 2020.

https://www.alandalusylahistoria.com/?p=2097 147 Decimos “rápidamente” porque “la construcción de sujeto no es un proceso ni individual ni aislado, este se enmarca

en un contexto espacio temporal, y un orden estructural y social especifico”. Addy Lorena Trujillo, “Excombatientes.

Haciendo Memoria a través de Historias de vida -y de muerte”, conferencia presentada en el “IV Encuentro

Page 56: Autora: Erica Alejandra Mina González

47

para recorrer sus acciones dentro de la fijación identitaria que cae sobre ellos al ser

reconocidos como actores armados y lo que ello implica. El psicólogo social José Enrique

Ema López traza una línea entre los acercamientos al sujeto y su transformación

epistemológica en agentes que, involucra nociones estético-ético políticas que se alejan de

los presupuestos modernos de humanidad para volver la mirada sobre la capacidad de

establecer vínculos, articular y participar148,

Preguntarnos desde el concepto de agencia por la responsabilidad de la acción no nos obliga

a buscar un actor único, ni a optar por un punto de vista estructuralista o subjetivista, sino a

entender a ésta como algo que funciona circulando entre relaciones y que se concreta

territorializándose en entidades, acontecimientos, prácticas, etc. En ese sentido, condiciones

estructurales y capacidades del sujeto se tornan indistinguibles al ser constituidas

conjuntamente como elementos dinamizadores de la territorialización de una potencia.149

Lo relacional que atraviesa a los agentes paramilitares no deja de ser común, grosso

modo, en la apreciación de otros actores del conflicto, sin embargo, en el año 2008, Camila

Medina Arbeláez elaboró, desde un proceso etnográfico, una investigación que aterriza sobre

la singularidad de los combatientes paramilitares entre los años 1996 y 2006, a través del

testimonio de excombatientes. Aunque el trabajo de Medina no integra un análisis histórico

de los “actores armados ilegales”, sí bosqueja la construcción identitaria y los discursos que

circundan y validan su integración en las prácticas paramilitares. La autora parte desde la

teoría social foucaultiana, pasando por los aportes de Bourdieu para hablar de campo,

concibiendo el poder y la violencia como constructores cotidianos de sujetos que transitan,

entre otras cosas, en el caso específico de los paramilitares, por una estructuración social y

cultural que induce y estimula su proceder150.

Para Medina la alteridad será un elemento fundante de la construcción de los sujetos

paramilitares –al reconocer el elemento discursivo que los hace identificarse como

Latinoamericano de Metodología de las Ciencias Sociales”, 27 al 29 de agosto de 2014, Heredia, Costa Rica. La

investigación social ante desafíos transnacionales: procesos globales, problemáticas emergentes y perspectivas de

integración regional. En Memoria Académica. En línea:

http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8269/ev.8269.pdf 148 José Enrique Ema López, “Del sujeto a la agencia (a través de lo político)”, Athenea Digital, N°. 6 (2004). 149 Ibíd., 19. 150 Camila Medina Arbeláez, No porque seas paraco o seas guerrillero tienes que ser un animal. Procesos de

socialización en FARCEP, ELN y grupos paramilitares, 1996-2006 (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2009).

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48

contrainsurgencia, poniendo sobre la mesa la relación de estos con las guerrillas–, junto a la

construcción de la corporalidad. La formación del combatiente pasa, según la autora, por

rutinas de introducción, convivencia y organización en el campo que permiten considerar lo

siguiente, desde la comparación con la insurgencia –combatientes de las Fuerzas Armadas

Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo (FARC-EP) y del Ejército de Liberación

Nacional (ELN)–:

1) La existencia de una formación política ideológica es más explícita y sistemática en las

organizaciones insurgentes que en los grupos paramilitares. 2) El entrenamiento físico en los

grupos contrainsurgentes se caracteriza por el uso explícito de prácticas de maltrato y dolor

sobre el cuerpo del combatiente lo que no ocurre en el mismo grado ni en la misma forma en

las organizaciones insurgentes. 3) Son comunes en los procesos de entrenamiento

paramilitares el desarrollo de prácticas ejercidas sobre el cuerpo de las víctimas como

orientadas a naturalizar y legitimar la deshumanización y animalización del otro. Ligado con

este tercer punto planteamos que las acciones violentas y atroces cometidas por los grupos

insurgentes hacen parte de la contingencia de la guerra mas no responden a un proceso de

entrenamiento e iniciación direccionado a deshumanizar y animalizar al otro.151

En ese sentido, tomando la primera consideración y articulando la segunda y tercera

a eventos de acción de los combatientes, diremos que más allá de los escenarios que convoca

la política, la alteridad cobra una y otra vez importancia para (des) componer

interpretativamente a los actores armados; esta consideración nos da vía libre para continuar

hablando de la difusividad de las máquinas de guerra y, aunque resulte fácil y reduccionista

crear este contraste entre actores armados, se ha de tener en cuenta que suele dársele tintes

de guerra civil al conflicto armado colombiano y, a partir de ello, las investigaciones al

respecto pasan por alto la violencia que se ejerce para concentrarse en las consecuencias

políticas y sociales atribuibles a una ideología152, siendo lo señalado por Medina un elemento

que castra al paramilitarismo y juega con la diversidad de términos que lo refieren, abriendo

un par de escalas para su comprensión.

La ideología política en tanto horizonte de lo institucional, estatal y social parece dar

forma legítima al proceder de los agentes; el paramilitarismo, al carecer de ella, desde el lugar

151 Ibíd., 116. Resaltado dentro del texto. 152 Stathis Kalyvas, “La violencia en medio de la guerra civil. Esbozo de una teoría”, Análisis político, N°. 42 (2001),

4

Page 58: Autora: Erica Alejandra Mina González

49

de enunciación de la autora –que no es exclusivo–, carga con una ilegitimidad monstruosa

que solo es concebible (i) al explorar la autodefensa como respuesta apolítica o (ii) al ver lo

paramilitar, en su conjunto, como una matriz de actos y representaciones atravesados por la

moralidad política. Por consiguiente, cualquiera de los dos sentidos pierde de vista la

politización de lo cotidiano153 y toma a la narración que hacen los agentes de sí mismos en

función de sustratos modernos que limitan su operación, circulación e interpretación, pues la

necesidad de fijar todo al convencionalismo bélico, desde una óptica externa a los hechos de

guerra, restringe los acercamientos a cada fenómeno. Así pues, hablaremos en términos de

monstruosidad para señalar la exotización que aquella carencia sugiere y que no hace más

que generar silencios sobre lo paramilitar y, aunque no pretendamos nombrarlo todo, creemos

que el cuidado sobre el análisis debe significar desbordar los límites para ver más allá de lo

evidente.

Ahora, el repertorio de anormalidades que recaen sobre el paramilitarismo, cuando se

mide su pulso junto a otros “actores armados ilegales”, es directamente proporcional a la

capacidad de agencia que desde ahí “se otorga” a las máquinas, para que no dejen de

manifestarse sobre ella. Las nociones que sitúan al paramilitarismo en consonancia con la

lucha antisubversiva y contrainsurgente, por ejemplo, encuentran forma a esa anormalidad

desde recursos de su estrategia militar como “quitarle el agua al pez”154: en la voz de Carlos

Castaño,

sin que nadie nos lo enseñara uno de los mejores mecanismos que hemos utilizado para la

lucha antiguerrillera: si no podíamos combatir donde estaban acantonados, sí podíamos

neutralizarles las personas que les llevaban comida, droga, razones, aguardiente, prostitutas,

y todo ese tipo de cosas que se les llevaban a los campamentos.155

153 Entender la politización de lo cotidiano es dialogar a la luz de una de las mayores contribuciones del feminismo a

las lecturas de las ciencias de la sociedad. En 1969 Carol Hanisch escribió un ensayo que se convirtió en un eslogan

de loa años siguientes: “lo personal es político”, frase fundante de la segunda ola del feminismo. Carol Hanisch, “The

personal is political”, Radical feminism: a documentary reader (Nueva York: New York University Press, 2000),

113-116. 154 Mauricio Romero habla de “secar el agua donde se mueve el pez”. Mauricio Romero, Paramilitares y autodefensas

1982-2003 (Bogotá: Editorial Planeta, 2003), 75 155 Germán Castro Caycedo, En Secreto (Bogotá: Editorial Planeta, 1996), 75

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50

“Quitarle el agua al pez” es explayar los objetivos de la discursividad

contrainsurgente para que reboten sobre una cadena civil de agentes y escenarios sociales156.

De este modo la pretensión de reducción del enemigo habilita inusuales espacios de acción

que dejan ver la selectividad en contraste con la violencia indiscriminada, toda vez se

identifican grados de conciencia que atraviesan al paramilitarismo y al paramilitar, para

integrar una estrategia combativa de autodefensa indirecta escalonada en múltiples

operativos a los que se atribuyen masacres, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y

torturas. Si bien la ideología se desarticula de los objetivos más reales e inmediatos del

paramilitarismo, creemos que la no identificación de una agenda unidimensional nos lleva

hacia un lugar plural cerca de lo difuso y polimorfo. Finalmente, estas conclusiones nos

animan a subrayar el poder de la discursividad y el carácter performativo de la misma.

Las dos últimas consideraciones que hace Medina, en seguimiento de la violencia

ejercida por los paramilitares, aluden a la construcción de sujetos a partir de una socialización

específica que cifra a la vida con relación al poder de matar, ejercer el uso de la fuerza, incidir

y ordenar espacios sociales, como da cuenta uno de los relatos de los combatientes

entrevistados por ella:

El entrenamiento fue muy difícil, de hecho había un lema: el entrenamiento debe ser tan duro

que la guerra parezca un descanso. Ya te podes imaginar un entrenamiento donde se mataron

tres compañeros con granadas porque era muy difícil el entrenamiento, nos parábamos a las

cuatro de la mañana nos acostábamos a las diez de la noche. Nos ponían a hacer de todo,

cómo se toma un pueblo, por así decirlo porque nosotros nunca nos tomamos un pueblo no

era el objetivo, como se hace un asalto, como se infiltra uno para pasar desapercibido. Nos

metieron a un cuarto todo el día donde usted bajaba la mano y cogía pedazos de carne humana

y obviamente a uno al principio le da miedo pero después dice: “no pues si yo vine fue a

esto”. Coger una cabeza para jugar con ella, tenaz, impresionante.157

156 La estrategia de “quitarle el agua al pez” recoge el pensamiento maoísta que señala que “la guerrilla, apoyada en

el pueblo, se desenvuelve dentro de este como pez en el agua”, de ahí la expresión que lo define y permite aparecer

en Colombia como una réplica de los procesos paramilitares guatemaltecos como lo fueron los planes militar

“Victoria 82” y “Sofía” los cuales integran el operación militar gestado en 1982 por el alto mando del Ejército

guatemalteco para el exterminio de la su población indígena campesina como parte de la estrategia contrainsurgente

del presidente Efraín Ríos Montt. Véase: Base militar de Tropas Paracaidistas “General Felipe Cruz” Puerto San José,

Escuintla 150800JU82 A-009, Informe militar de la Operación Sofía (15 de julio de 1982),

https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB297/Operation_Sofia_lo.pdf 157 Camila Medina Arbeláez, No porque seas paraco…, 37.

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51

Estas palabras tienen un potencial de ser traducidas sobre un momento en el cual “se

hace evidente cómo el entrenamiento de los combatientes que conforman las fuerzas

especiales está orientado a construir sujetos capaces de generar terror en la población civil

con sus prácticas y su imagen”158. Es decir que las respuestas que se tienen de parte de un

individuo, dentro de identidades bélicas en contextos de violencia, hablan de un proceso en

el cual se elaboran códigos de comportamiento dentro de un espacio social que los valida.

Por último, paralelo a la socialización inicial, reforzada con un esquema de relaciones

discursivas y materiales, al detenernos sobre la corporalidad que menciona la autora,

encontramos cómo el poder depende de un estrecho control sobre los cuerpos159,

destacándose estos como sujetos y objetos en todos los terrenos de lo social, no siendo la

excepción el proceso de formación del paramilitar.

Dentro de una relación yo ↔ cuerpo ↔ mundo de vida160, la garantía de la experiencia

social de los sujetos pasa por un flujo ininterrumpido de relaciones que atraviesan al cuerpo

con discursos e identidades capaces de perfilar las respuestas de este sobre el mundo que

habita. Específicamente, la corporalidad del paramilitar, según el testimonio, apela a unas

relaciones de fuerza y a un equipamiento físico en busca de una condición que permita

avanzar sobre el otro, dentro de un desequilibrio que supone el acondicionamiento físico y la

destreza adquirida dentro de la identificación del paramilitar; así también, lo sentido es vivido

a través del cuerpo y, en muchos casos, es a través de él que se hace sentir al otro.

Nada de lo que la antropología histórica no haya trabajado es tenido en cuenta aquí.

De manera breve, arriba identificamos momentos que aún en su singularidad nos dan

elementos para ver en lo paramilitar un gran proceso de configuración identitaria que, a lo

sumo, si bien no es general y mucho menos común en la pluralidad que integra el

paramilitarismo y su expresión, convoca al análisis detallado de multiplicidades y

expresiones antropológicas en él.

158 Ibíd., 38. 159 Achille Mbembe, Necropolítica…, 39. 160 Gráfico de Asier Pérez Riobello elaborado como representación de la idea de cuerpo de Merleau Ponty, en: Asier

Pérez Riobello, “Merleau-Ponty: percepción, corporalidad y mundo”, Eikasia, N°. 20 (2008): 204.

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52

2.2.1. Yo, paramilitar: elementos para el análisis del sujeto paramilitar

2.2.1.1.Cualitativamente hablando

El antropólogo francés Marc Augé señala que el lenguaje de las pertenencias o de las

identidades “tiende a ser político”161 al ser constitutivo del simbolismo social, en otras

palabras, el autor explica cómo la enunciación de una identidad marca, incide y constriñe al

sujeto –aunque no limita enteramente su capacidad de acción– y sus proyecciones sobre la

sociedad y los marcos de poder que la dibujan. De la misma manera, la antropóloga

colombiana Nancy Motta habla de la identidad como un término nebuloso y omnipresente

que se construye a través de ella misma, marcando un “nosotros” con respecto a unos

“otros”162, es decir que constituye marcos societales para signar a la otredad, en relaciones

de alteridad. Más recientemente, en contraste con la identidad, se ha unido a los elementos

de estudio de fenómenos social la noción de estética que se proyecta sobre la naturaleza de

las cosas y evoca las reflexiones sobre la percepción y las sensaciones, para encontrar en ello

una narratividad de los valores que movilizan y fijan a los sujetos entendidos como emisores

de lo político y la política163.

De acuerdo con lo anterior, diremos que la identidad es una construcción societal,

conjunta a la identificación164, guía para descifrar la composición cultural de los agentes en

su horizonte relacional y la estética es un valor que refiere a la misma, las dos dentro de un

conjunto de marcaciones. Por lo tanto, en los sujetos paramilitares encontramos elementos

de identificación los cuales hablan, desde la generalidad, de un constructo organizativo que,

en términos de alteridad, es clave para explicar su existencia como colectivo.

Allá un guerrillero para nosotros es lo peor, una tumba puentes, una tumba torres, una basura,

una porquería y no se le perdonaba la vida de ninguna manera. Hay una parte del estatuto donde

dice que allá se le perdona la vida a quien se entrega, pero allá el que se entregaba se moría. Un

guerrillero era lo peor que puede haber en la vida, porque nos infundían eso, la guerrilla es lo

161 Marc Augé, hacen posible y necesaria la primera disciplina: la experiencia de la pluralidad, experiencia de la

alteridad y experiencia de la identidad. Marc Augé, Hacia una…, 85. 162 Nancy Motta González, “Identidad y etnicidad”, Curso Etnicidad y Cultura, (Cali: Universidad del Valle, 3 de

septiembre de 2015). 163 Joshua Lund, “The poetics of paramilitarism”, Revista Hispánica Moderna, N°. 1 (2011): 61-67. 164 Daniel Gutiérrez Martínez, Identidades colectivas y diversidad. Hacia el conocimiento de los procesos de

diferenciación e identificación (México: Universidad Autónoma de México, 2010), 43.

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peor, hay que darles duro. Como que uno se vuelve un animal de costumbre. Si hay un guerrillero

vamos a buscarlo, vamos a matarlo, vamos a picarlo, igual la guerrilla hacia lo mismo con

nosotros el que se dejaba coger también perdía”165.

El testimonio de un excombatiente reside en las nociones

que fielmente identifican al guerrillero como el otro, el objetivo

discursivamente fundante de la organización paramilitar,

encontrándose esa transacción en un nivel medio que, aunque

no brinde detalles que respondan necesariamente a la

perspectiva más cercana que pueda tener un individuo, da

cuenta de la socialización que acompaña la formación del

paramilitar. Del mismo modo, la estética está presente porque

lo guerrillero, como otredad, está atado a valores negativos

instrumentalizados para acudir al ejercicio bélico, señalar y

atacar –o defenderse, en términos de autodefensa– al otro. Es así como entender a los sujetos

del paramilitarismo sugiere una revisión de los procesos de identificación, sin embargo, en

este punto el lector habrá reconocido que hablamos de una identificación que de ninguna

manera puede recoger la experiencia paramilitar porque esta está dada en pluralidades, mejor

dicho: “la construcción de sujeto no es un proceso ni individual ni aislado, este se enmarca

en un contexto espacio temporal, y un orden estructural y social especifico” 166.

La identidad paramilitar si bien no es fija, rastreada por esos fragmentos de testimonio,

se une cualitativamente a los elementos que nos aproximan a hablar de la intersección del

individuo con el espacio de operación que lo incorpora e identifica, en un diálogo de

constitución mutua, con el paramilitarismo. Por otro lado, desde el punto cuantitativo, la

identidad, identificación y estética adquiere matices que salen de la narratividad de lo social

–en la lectura que traslada las nociones de guerra civil al proceso colombiano– para, desde

identidades más amplias, caracterizar al paramilitar, como veremos en el siguiente apartado.

165 Testimonio de excombatiente paramilitar en: Camila Medina Arbeláez, No porque seas…, 49. Resaltado fuera del

texto. 166 Marc Augé, Hacia una antropología…, 11.

Micro

Meso

Macro

El factor relacional y sus escalas

Ilustración 2 Escalas relacionales.

Elaboración propia.

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54

2.2.1.2.Cuantitativamente hablando167

En el año 2019 el Centro Nacional de Memoria Histórica, en su labor de aportar al

esclarecimiento de los hechos ocurridos en el conflicto168, caracterizó socio

demográficamente, identificó perfiles, roles, formas de vinculación y sistematizó las

percepciones sobre la victimización a la población civil de una muestra de cerca de nueve

mil desmovilizados de treinta y nueve estructuras paramilitares169, mediante la aplicación de

entrevistas estructuradas realizadas entre los años 2013 y 2016. De acuerdo con los resultados

obtenidos, pese a las limitaciones administrativas que ralentizaron el proceso de aplicación

de las entrevistas170 y, por ende, atravesaron el medio y los mensajes que en su

167 Para estas y otras cifras hemos acudido al registro del Observatorio de Memoria y Conflicto el cual ha tomado el

registro de entidades, organizaciones, bibliotecas virtuales y física como lo son el Archivo Nacional de Derechos

Humanos del CNMH, el Registro Único de Víctimas (RUV) que administra la Unidad de Atención y Reparación

Integral a las Víctimas (UARIV), los sistemas de información misionales de la Fiscalía General de la Nación, las

sentencias proferidas en el marco de la justicia transicional y ordinaria, las estadísticas vitales del DANE, las

publicaciones de organizaciones sociales como el Itinerario de Víctimas Wayúu, la revista Noche y Niebla del Banco

de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del CINEP, el Boletín Informativo de Justicia y Paz, entre otros. 168 En atención a la Ley 1448 del 3 de marzo de 2011 por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación

integral a las víctimas del conflicto armado interno. 169 La muestra parte de una población de cerca de 32.000 paramilitares desmovilizados, según los registros oficiales

que, por demás, son susceptibles a una jui revisión, en el marco de la Ley 975. 170 De acuerdo con el informe del CNMH, el ejercicio de memoria que objetivó la realización de las entrevistas, como

contribución a la verdad, se vio afectado por la distancia temporal que separa lo que aconteció antes del proceso de

desmovilización, en el año 2005, con su aplicación, en el año 2013. “Pese a la dificultad, pudieron establecerse

tendencias que permitieron exponer un análisis, a su vez comparado y sistemático de la población perteneciente a

estructuras paramilitares en el país.” Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el paramilitarismo en

Colombia. Hallazgos del mecanismo no judicial de contribución a la verdad (Bogotá: Centro Nacional de Memoria

Histórica, 2019), 182.

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55

sistematización se plasman, podemos concluir que las tendencias refieren una media de

Ilustración 3 Estadísticas paramilitares del CNMH (2019)

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56

combatientes paramilitares con bajos niveles de escolaridad e intereses de vinculación al

paramilitarismo mediados, en su mayoría, por los factores económicos (ver tabla N°. 3). Por

consiguiente, si bien los datos fundamentan una compresión sociológica de los procesos, en

nuestro caso, a partir de ellos, instalaremos un punto de observación del paramilitar en una

meso y macro escala relacional.

(…) se puede concluir que los grupos paramilitares vincularon en general a hombres jóvenes,

entre los 16 y los 29 años de edad, que en su mayoría no se autoreconocían con alguna

identidad étnica; que presentaban bajo nivel de escolaridad y escasos recursos económicos.

Sin embargo, los resultados, tal cual se evidencia en cada uno de los análisis expuestos, deben

ser leídos según la naturaleza de las comunidades sobre la cuales recaía el poder paramilitar.

Las únicas variables que pueden establecerse como propias de una intencionalidad en el

reclutamiento son las de género y edad, pues responden a percepciones androcentristas y

utilitaristas en el mundo castrense y no se corresponden con los porcentajes poblacionales.

En cuanto a las demás variables, cada una corresponde a las circunstancias propias de los

territorios (pobreza, educación media y superior) y puede ser leída según la presencia

histórica de las estructuras (lugares de procedencia y afectación de comunidades étnicas).171

Resulta interesante vincular sobre este punto las problemáticas

estructurales/estructurantes de la sociedad colombiana que signan a la violencia y a la

pobreza como variantes de gran influencia sobre las dinámicas del conflicto nacional. Lejos

de cualquier determinismo, todo lo anterior sugiere mencionar realidades sociales como el

racismo estructural, las violencias racializadas172, el rol de la etnicidad en la construcción de

jerarquías173 y la incidencia del género174 y la clase como categorías de análisis para encontrar

a los sujetos insertos en las dinámicas de guerra. En esta medida, interpretar la ambigüedad

del conflicto y la diversidad de sus agentes parece ser un síntoma de su convulsa naturaleza

que nos deja aperturas para escalar una y otra vez todo lo que a él concierne.

171 Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el paramilitarismo…, 153. 172 Gerardo Vásquez Arenas, “Paisaje racializado de la violencia en Colombia”, Nómadas, N°. 45 (2016): 189-201. 173 Peter Wade, “La relación Chocó-Antioquia: ¿un caso de colonialismo?”, en Colombia Pacífico, Pablo Leyva

(comp.) (Bogotá: Fondo Energético Nacional), 436-453. 174 Gabriela Castellanos, Alba Núbia Rodríguez y Norma Lucía Bermúdez, “Mujeres y conflicto armado:

representaciones, prácticas sociales y propuestas para la negociación” en: Gabriela Castellanos y Simona Accorsi

(comp.) Sujetos femeninos y masculinos. La manzana de la discordia (Cali: Universidad del Valle, 2001).

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57

Guiados por el interés económico –factor que engloba, en el estudio de CNMH, a la

manifestación de “desempleo”, “falta de trabajo”, “donde vivía no había trabajo” o “en los

paramilitares pagaban mejor” por parte de los entrevistados175 (ver tabla N°. 3)–, que

representa el 59% de los factores de vinculación a las estructuras paramilitares, en donde el

militar en el paramilitarismo es asumido como un trabajo asalariado176, diremos que se hace

necesario determinar desde cuándo es así, despejando el tiempo como variante, para matizar

sobre el tema y elaborar acercamientos más ilustrativos. Por ahora, nos serviremos de la

información recopilada hasta aquí, para explicar y validar las escalas de relaciones que

planteamos a través de la figura (ver ilustración N°. 3): de acuerdo con lo planteado arriba,

el paramilitar no deja de ser un sujeto atravesado por realidades sociales, económicas,

geográficas y, por demás, históricas que permiten encontrarlo dentro de respuestas

individuales, si es que lo pueden ser, a los marcos de poder en los que toda sociedad se erige;

a nivel micro, hablaremos de todo lo que remite a pensar en persona, en donde una salida

fácil para concentrarnos y no escalar inmediatamente el abordaje, es acudir a los datos

cuantitativos –género, edad, motivaciones– que luego deberán ser atados, en el momento de

su interpretación, a procesos intermedios que se detienen entre el contexto regional, las

tendencias y economías locales. Sin perder de vista la interconexión de escalas, el nivel

macro supone señalar la incidencia de contextos nacionales e internacionales plasmados en

instituciones y políticas, sistemas económicos, culturales, entre otros.

En resumidas cuentas, en este espacio limítrofe entre el sujeto y el objeto, en el nivel

micro, es bastante claro que los conflictos –al igual que sus expresiones– y “la violencia no

se vive como una guerra o catástrofe, y menos aún se visualiza como el producto de un

conjunto de conductas delincuenciales; sino que aparece como un proceso banal que ofrece

175 Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el paramilitarismo…, 182. 175 Ibíd., 91. 176 Traemos a colación el testimonio de un excombatiente en el que se une el resultado estadístico de la vinculación

a grupos paramilitares y el proceso de socialización que allí tiene lugar: “todo lo que uno vive hace que sienta que

matar es algo que hace parte del trabajo y ya...como el doctor que da malas noticias, porque hace parte del trabajo,

Como el abogado que saca gente de sus casas por deudas así sepa que no tienen para donde irse, porque hace parte

del trabajo”. en: Addy Lorena Trujillo, “Excombatientes. Haciendo Memoria…”.

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58

oportunidades, produce acomodamientos y tiene normas y regulaciones”177. Rodeándose de

gran singularidad y complejidad las categorías para definir, desde una revisión general, los

agentes que intervienen en confrontaciones y expresiones del paramilitarismo; lo anterior

devuelve una gran importancia al divorcio del discurso y la realidad inmediata en medianas

y pequeñas escalas de estudio.

Buscamos llamar la atención sobre la selectividad, deducible de los balances

cualitativos y cuantitativos, como forma de lo que antecede a la acción, a nivel intermedio,

capaz de dar cuenta de las conciencias sobre el tratamiento paramilitar, mientras la creación

de discursos y elementos dentro de los procesos de socialización de los combatientes habla

desde un espacio micro de la modelación de estrategias de acción con gran sentido dentro de

lo que Raúl Zelik denomina habitus, en clave bourdiana: hay un campo codificado en el que

interactúan los discursos y los actores para validar todo un sistema de valores que emana de

él y de la interacción que allí tiene lugar, sin olvidar que esta, a su vez, está en constante

relación con unas buenas partes del todo contextual.

A manera de cierre, repasaremos también un novedoso estudio de Ana Arjona sobre

los códigos sociales que genera la presencia de actores armados en las comunidades. La

autora propone, a un lado de hipótesis en donde la avaricia –greed theory– y el agravio –

grievance theory– son las únicas variables para interpretar la vinculación de individuos a

grupos armados ilegales, la necesidad de leer los procesos de incorporación sobre la

heterogeneidad178. Paralelamente, de acuerdo con la percepción civil de los grupos al margen

de la ley, Arjona desarrolla la idea de un orden social en el que se instalan reglas claras dentro

de una comunidad, toda vez que hay una configuración singular dadas las dinámicas,

necesidades y propósitos de la presencia de los actores armados en el lugar. Las condiciones

que de ahí se establecen a manera de “pacto social” crean tipológicamente que, según la

autora, pueden ser rebelocracias, aliocracias, o desorden, sobre el argumento de que el orden

177 Aunque las líneas de Pécaut no remiten precisamente a la sensibilidad a la que hacemos alusión (y creemos urgente)

en este apartado para observar la experiencia paramilitar, buscamos hacer énfasis en la movilidad que supone el

pertenecer. Daniel Pécaut, Guerra contra la sociedad (Bogotá: Editorial Planeta, 2001), 197-198. 178 Ana Arjona, Rebelocracy. Social order in the Colombian Civil War (Nueva York: Cambridge University Press,

2016).

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59

es más probable que el desorden cuando los grupos armados no compiten con otros grupos,

ni tienen problemas internos de disciplina. En ese sentido, las tipologías desarrollan la idea

de un alta, media y baja intervención de los grupos armados en la vida local que llega incluso

a construir un orden civil condicionado, en gran medida, por las dinámicas locales e

instituciones preexistentes en la comunidad. Y de acuerdo con las tipologías, la incorporación

a los grupos paramilitares está mediada por la estructuración local de las comunidades, su

sistema de valores, amenazas, economía y afectaciones.

Como se logra apreciar, la multiplicidad de factores y escalas es una constante que,

en diferentes formas, no deja de develar los cortes y las particularidades de lo paramilitar y

sus agentes, de acuerdo con espacios territoriales, instituciones y sus singulares diálogos con

el resto de los elementos de lo social. En resumidas cuentas,

El enfoque centrado en la “descripción densa” de los actos violentos omite el hecho

fundamental de que la violencia bélica es una violencia organizada. Ésta no emerge, al menos

de forma directa, de la interacción entre los combatientes –máxime si se tiene en cuenta que

éstos apenas llegaban a tener contacto visual. Es más bien ejército como organización, su

complejo entramado, lo que lo que la hace posible. Él suministra y renueva, una y otra vez,

los recursos técnicos, humanos e institucionales necesarios para ejercerla.179

179 Benjamin Ziemann, “La violencia como objeto de estudio en las investigaciones recientes sobre la primera guerra

mundial”, Historia Social, N°. 84 (2016): 147.

Page 69: Autora: Erica Alejandra Mina González

60

Tabla 3 Número de personas

entrevistadas relacionadas con

factores de vinculación

Fuente: elaboración del

CNMH, en: Centro Nacional

de Memoria Histórica,

Análisis sobre el

paramilitarismo en

Colombia. Hallazgos del

mecanismo no judicial de

contribución a la verdad

(Bogotá: Centro Nacional de

Memoria Histórica, 2019): 94

Tabla 4 Acciones cometidas

Fuente: Elaboración del CNMH, en: Centro Nacional de Memoria Histórica, Análisis sobre el

paramilitarismo en Colombia. Hallazgos del mecanismo no judicial de contribución a la verdad

(Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica, 2019): 153

Exterminio social

Desplazamiento forzado

Lesiones personales

Masacre

Violencia secual

8922

8499

6831

4768

3222

3191

2337

1825

485

481

Suma calificación de acciones cometidas por los grupos

paramilitares según percepciones de las personas entrevistadas

Factores de vinculación N°. de personas

Amenazas, acciones violentas y victimas de

grupos guerrilleros

72

Desertores de grupos guerrilleros 4

Discursos sobre defensa del bien común, trabajo

con la comunidad y patrimonio

432

Factores de seguridad y contexto de violencia sin

especificar responsabilidades

695

Factores económicos 5.319

Ignorancia o desconocimiento 10

Motivos personales, familiares o sentimentales 566

Otras sin clasificación específica 30

Problemas con el Ejército Nacional y/o con la

justicia

65

Problemas y riesgo de alcoholismo y consumo de

drogas

9

Sin establecer motivación 5

Sin respuesta 18

Vinculación buscando familiares desaparecidos

probablemente adscritos a la estructura

14

Vinculación por relaciones familiares y/o filiares

con integrantes de la estructura

306

Vinculación y/o cooptación forzosa 840

Vinculación para la desmovilización 59

Vinculación, gusto, atracción y afinidad con los

paramilitares, las armas y la vida militar

577

Total general 9.021

Page 70: Autora: Erica Alejandra Mina González

61

2.3. La violencia como objeto, diálogos con la subjetividad

El paramilitarismo, entendido como una máquina de guerra, hace operativa una

realidad que articula el poder bajo intereses privados y, en el espacio público, hace uso de él

ejerciéndolo desde un lugar validado discursivamente en un escenario interno –estriado–,

donde converge la alteridad en la composición de un terreno político de extrema polaridad.

Hemos anclado a la violencia dentro de ese primer escenario en donde el accionar obedece a

necesidades fácilmente rastreables, desde los procesos económicos e intereses del mismo

tipo, para en este apartado preguntarnos también por la incidencia de la violencia paramilitar

en el espacio público.

Históricamente las violencias han constituido una buena parte de la expresión de

conflictos sociales y políticos colombianos, asumiendo también una labor comunicativa

como medio y mensaje ordenador. En ese sentido, hablaremos de un “complejo proceso de

ordenamiento de la vida social”180, guiado por la perpetración de actos de poder que conducen

intencionalmente a la afectación de otros181, para referirnos a los ejercicios de violencia,

concediendo un espacio para pensar las condiciones que la posibilitan más allá, o acá, de

homo homini lupus. Sin dejar de lado lo relacional, los estudios sobre la violencia suelen

articular la fuerza y el poder como elementos constitutivos que ponemos a consideración de

la mano con el orden cultural y los sistemas de valores en donde la fijación de, o sobre, otro

es esencial; por ejemplo, los acercamientos de René Girard a la violencia parten de tres

elementos en los cuales la otredad es trasversal: dentro de la teoría mimética, el mecanismo

de chivo expiatorio y la revelación cristiana, el otro y la alteridad concentran la intención

bipolar de amigo-enemigo que es el sustento de la discursividad paramilitar en clave

contrainsurgente.

Cada cual ve en el otro al usurpador de una legitimidad que cree defender y que no cesa de

debilitar. No se puede afirmar o negar nada de uno de los dos adversarios que no se deba

afirmar o negar inmediatamente del otro. A cada instante, la reciprocidad se alimenta de los

180 Ingrid Johanna Bolívar y Alberto Flórez, “La investigación sobre la violencia: categorías, preguntas y tipo de

conocimiento”, Revista de Estudios Sociales (2004): 36. 181 Heinrich Popitz, Phänomene der Marcht (Hohr: Tubienga, 1992), 48.

Page 71: Autora: Erica Alejandra Mina González

62

esfuerzos de cada cual por destruirla. El debate trágico es exactamente el equivalente verbal

del combate de los hermanos enemigos, Eteocles y Polinice.182

El espacio discursivo del paramilitarismo resalta constantemente la figura insurgente

y a partir de ella elabora unas transacciones que pueden situarse sobre la correspondencia

táctica e ideológica con el otro que le es inmediatamente próximo. Aunque los

planteamientos girardianos identifican en el chivo expiatorio un catalizador de tensiones, su

fundamento recae en que “de la rivalidad inherente al deseo mimético deriva la inevitabilidad

de la violencia como hecho social; en su límite extremo desembocaría en una hostilidad

generalizada, destructora del vínculo comunitario”183; siendo la violencia fundada la

constructora de órdenes y profundas transformaciones sociales. A todo esto, lo que

referenciamos como violencia paramilitar requiere abordar elementos que no obedecen

únicamente a la bipolaridad, como trataremos más tarde.

En plural, autónoma, y no, dentro de procesos sociales, ambigua, basta, cambiante,

instrumental, y subjetiva, la violencia desafía todo intento de aludir a ella sin escapar de

matices para su descripción, sin embargo, el reduccionista marco bipolar, amigo-enemigo,

crea un escenario poco más cognoscible en el que aparecen víctimas y victimarios, siendo tal

vez el más eficaz para hablar de máquinas de guerra. Así, con el reduccionismo como

bandera, nos acercamos al paramilitarismo y a la violencia paramilitar como un espectro

mediado por el poder: el poder paramilitar. De acuerdo con lo anterior, violencia-poder-

control puede ser una triada de elementos intercambiables que, desde la teoría, se aproximan

a la acción paramilitar.

¿Qué antecede al poder?, ¿la violencia está intrínsecamente atada al conflicto?, ¿la

violencia invariablemente genera víctimas? Víctima y victimario – amigo y enemigo. La

bipolaridad establece el proceder de un actor absoluto sobre un otro absoluto y, en ese sentido

narrativo, el poder parece emanar unidireccionalmente de un elemento que lo acapara y

ostenta a través de la trasgresión que hace finito al otro y lo supera. Aunque el poder desborde

182 René Girard, La violencia y lo sagrado (Barcelona: Editorial Anagrama, 2005), 80. 183 Juan Alberto Sucasas Peón, “Antropología de la violencia: René Girard”, Bajo palabra (2017): 143.

Page 72: Autora: Erica Alejandra Mina González

63

completamente la violencia, diremos que el paramilitarismo hace uso de esta simbólica y

materialmente al estar la vida, por ejemplo, dentro de sus cálculos.

2.3.1. Daños colaterales. Los enemigos otros

Según Wolfgang Sofsky, la violencia es el acto de trascender y transitar sobre el otro,

armando y desarmando la otredad en función de una actuación que puede hostigar, lesionar,

silenciar, afectar184. Justo aquí nos detendremos para cuestionar ¿hasta qué punto

concentrarnos en la cuestión amigo-enemigo es funcional para el estudio de la violencia

paramilitar? Si bien, como ya hemos dicho, discursivamente el paramilitarismo deja ver unos

elementos que integran un escenario de aparente guerra civil185 caracterizado por identidades

muy específicas, en contravía, sus agentes, la diversidad y la trasgresión del accionar obligan

a fijar la mirada sobre un espacio ambiguo que perfila lo que podría acoplarse como “los

amigos de mis enemigos no son mis amigos”, directamente relacionado con la población no

armada y todo lo que no cabe en la relación bipolar.

“No son mis amigos” es un espacio heterogéneo que situamos más allá de generar un

tercer elemento de la operación paramilitar, para discutir los límites de su violencia y

subrayar el carácter difuso y polimorfo del paramilitarismo. Bajo el señalamiento de “daños

colaterales” se ha conocido la incidencia de prácticas violentas fuera del campo en el que

interactúan amigos y enemigos; la población civil y los “ayudantes” de las estructuras

armadas enemiga se han convertido en el blanco del accionar violento, deslizándose por la

mitad de la bipolaridad. Esto lo situamos dentro de “no son mis amigos” porque pareciese

que directamente no se trata de enemigos sino de obstáculos para la consecución de objetivos.

Según el discurso de los actores armados, la violencia contra la población civil es siempre

justificada. Esto se debe a que, para ellos, la población es señalada como una prolongación

del enemigo (la llaman, entre otros, “bases sociales”, “auxiliadores”, “colaboradores”,

184 Véase Wolfgang Sofsky, Tratado sobre la violencia (Madrid: Abada Editores, 2006). 185 Francisco Gutiérrez Sanín, investigador del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la

Universidad Nacional de Colombia, sostiene desde una perspectiva comparada que hay dos oleadas de guerra civil

en Colombia y las define como La Violencia, entre finales de la década de 1940 y comienzos de 1960, y la guerra

(contra)insurgente que llega hasta nuestros días. Francisco Gutiérrez Sanín, ¿Una historia simple?, en: Comisión

Histórica del Conflicto y sus Víctimas, Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia (Bogotá,

Ediciones desde abajo: 2015).

Page 73: Autora: Erica Alejandra Mina González

64

“traidores”, “representantes” o “funcionarios”) o, incluso porque su victimización hace parte

de los costos de la guerra o de los daños colaterales. Sin embargo, el ataque a la población

civil difiere en su sistematicidad, sus dimensiones y en las modalidades de violencia

empleadas por cada uno de los actores. Por ejemplo, que los paramilitares consideren a

comunidades enteras como guerrilleros vestidos de civil se traduce en estigmatización, y a su

vez, en una violencia más extendida y letal.186

Hablar de “extensiones” y “costos de guerra” encierra a la violencia en la expresión

girardiana y desvincula la sistematicidad de los elementos que le componen, además el

tratamiento de los “daños colaterales” o la simple “externalización de los impactos”, en

palabras del CNMH187, excluye los ejercicios de poder que inaugura la perpetración de un

acto violento. Por lo cual, de cara a los matices que debemos considerar para hablar de la

violencia paramilitar, nos proponemos despejar las modalidades de victimización, no sin

antes leer las diversas profundidades que sugiere su clasificación.

Para reforzar la idea de sistematicidad de la violencia paramilitar y la fijación de esta

en espacios de particular interés, como dato general, al rescate del acento sobre lo que hemos

llamado “no amigos”, encontramos la asimetría de la violencia del conflicto armado que, en

cálculos del mismo CNMH, dejó un saldo de cuatro muertes de civiles por cada muerte de

un combatiente de un grupo armado188, lo que puede significar el desarrollo de una amplia

agenda letal que no necesariamente obedece a la estrategia de quitarle el agua al pez que

referenciamos adelante.

Por otro lado, el triángulo de las violencias de Galtung señala la generación de

violencias como el fracaso de la transformación del conflicto189. Ante ellas subyacen

conflictos visibles e invisibles que el autor asocia a espacios culturales y estructurales que

sirven de base a la violencia directa. Al ocuparnos de la violencia directa que se expresa física

y psicológicamente, la violencia paramilitar se diversifica y ofrece un panorama de acción y

afectación amplio con herramientas modeladas para fines inmediatos y no tanto. De esta

186 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! (Bogotá: Imprenta Nacional, 2013), 8. 187 Ibíd. 188 Ibíd., 32. 189 Johan Galtung, Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles

e invisibles de la guerra y la violencia (Bilbao: Bakeaz - Gernika Gogoratuz: 1998).

Page 74: Autora: Erica Alejandra Mina González

65

manera, la clasificación nos acerca a medir los impactos de la ejecución de las agendas

violentas.

“La violencia paramilitar es una violencia que se concentra fundamentalmente en el ataque

contra la integridad física y la vida de las víctimas, una violencia particularmente letal. No

quiere decir que las guerrillas no lo hagan, por supuesto que también lo hacen, pero hay unas

asimetrías en las responsabilidades que no podemos ignorar, en términos de asumir

responsabilidad. En las masacres, la diferencia es que por cada masacre que hace la guerrilla

hay tres masacres paramilitares (…) cuando el conflicto se escaló en su peor momento, 1996-

2005, en este momento tan crítico, lo que uno podía esperar es que, si los paramilitares

escalaban las masacres, de pronto la guerrilla le respondía también con masacres, ¡no, la

brecha se aumentó! Ya no era de uno a tres sino de uno a seis”190

Por definición, los grupos armados son violentos. Promulgando defensa, o no, el

paramilitarismo supone acción y afectación y, dentro de su difusividad, sus alcances

adquieren una dimensión mediada por la naturaleza y los objetivos de cada ejercicio violento.

A todo esto, entendemos la selectividad como dispositivo de las máquinas dentro de un

proceso consciente de incidencia en el espacio público y privado, capaz de crear y recrear un

orden a través de medios que pueden, o no, ser violentos; es decir que, el paramilitarismo, al

concebírsele, o no, como una máquina de guerra, elabora hojas de ruta de su accionar a

manera de tácticas para la consecución de un fin específico, y tal énfasis en la selectividad

interpela los relatos sobre violencia indiscriminada, acercándose a la desnaturalización de las

acciones violentas para devolver autonomías, relativismos, conciencias y acupunturas

sociales a todo lo que antecede a la perpetración de un acto violento y a los agentes que

intervienen en él, además de guiar tajantemente la interpretación hacia el espacio subjetivo y

relacionar. De esta manera, en las líneas que siguen exploraremos la violencia como

estrategia de poder paramilitar.

Fruto de un trabajo interdisciplinar, en el año 2013 fue publicado el informe ¡Basta

ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad, elaborado por el Grupo de Memoria Histórica

–en adelante GMH–, con la pretensión de identificar las dimensiones del conflicto armado

190 Andres Fernando Suárez, “Cátedra Basta ya. Características, dimensiones y modalidades de la guerra”, video de

Youtube, 2 de febrero de 2015, https://www.youtube.com/watch?v=TqYp0iQ2yrY

Page 75: Autora: Erica Alejandra Mina González

66

colombiano entre años 1958 y 2012. A partir de nueve casos emblemáticos191 de acción y

afectación de diferentes actores armados, el GMH consignó en el capítulo que lleva por

nombre “Una guerra prolongada y degradada. Dimensiones y modalidades de violencia” una

decena de modalidades de violencia y categorizó tres acciones que denominó “bélicas”, cada

una de las cuales supone una estrategia de violencia y un impacto particular en las agendas

públicas y mediáticas como también en las interacciones de la comunidad afectada.

Hablar de las modalidades de violencia nos sumerge en un espacio jurídico en el que

la tipificación, es decir la definición inequívoca, expresa y clara de las características básicas

estructurales del tipo penal192, guarda una relación contextual con la percepción de la

violencia y sus autores; y sí, hablamos de tipo penal, en relación directa con el espacio

jurídico porque ha sido desde allí desde donde parte ¡Basta ya! para definir las mismas; toda

vez que el GMH, adscrito al CNMH, representa al centro de investigación del conflicto”193,

lo cual supone, de cierta manera, una correlación con las figuras institucionales de justicia.

En esta medida, solo resta subrayar que todo pasa por un contexto de producción que inclina

hacia un lado u otro la visión de los hechos, no estando exentas las modalidades de

victimización y los conceptos jurídicos y académicos. Ahora bien, de las primeras haremos

uso a continuación únicamente para dilucidar la selectividad como guía de la perpetración de

191 El GMH, con una gran fijación por la acción violenta de paramilitares, guerrillas, fuerza pública y “grupos armados

no identificados”, estableció que la masacre de Trujillo (Valle del Cauca, 1988-1994), Segovia y Remedios

(Antioquia, 1988), La Rochela (Santander, 1989), El Tigre (Putumayo, 1999), El Salado en Carmen de Bolívar

(Bolívar, 2000), Bojayá (Chocó, 2002), Bahía Portete (Guajira, 2004), el desplazamiento forzado en San Carlos

(Antioquia, 1986-2010) y el desplazamiento interurbano de la Comuna 13 de Medellín (Antioquia, 2001-2003),

fueron “lugares de condensación de procesos múltiples que se distinguen no solo por la naturaleza de los hechos, sino

también por su fuerza explicativa”; en una suerte de generalización, la narrativa de ¡Basta ya! puso sobre la mesa,

tras el análisis de los hechos, una serie de premisas sobre la violencia, sus mecanismos e impactos.

Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya!..., 19. 192 Según el Código Penal Colombiano. 193 El CNMH está supeditado al gobierno nacional y reside en el último el poder de determinar su estructura,

funcionamiento y alcances. Además, el consejo directivo del Centro está integrado por ministros (as) del mismo

gobierno, tales como el (la) ministro (a) de justicia, el (la) ministro (a) educación, el (la) ministro (a) cultura, el (la)

director (ra) del Departamento Administrativo para la Protección Social y de la Unidad Administrativa Especial para

la Atención y Reparación Integral de la Victimas, al igual que dos representantes de las víctimas elegidos por la Mesa

Nacional de Víctimas. Ministerio de Justicia y del Derecho, “Decreto N°. 4803 de 2011, 20 de diciembre de 2011,

Por el cual se establece la estructura del Centro de Memoria Histórica”.

Congreso de la República, “Ley 1448 de 2011, 10 de junio de 2011, Por la cual se dictan medidas de atención,

asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto interno y se dictan otras disposiciones.

Page 76: Autora: Erica Alejandra Mina González

67

acciones violentas, toda vez que validamos, desde el estudio a posteriori, las interpretaciones

sobre la violencia paramilitar.

La verdad judicial suele estar relacionada con la verdad histórica194, en ese sentido,

finalmente, para ilustrar el lugar de enunciación de las modalidades de violencia abordadas

por el CNMH, hemos de decir, una vez más, que la historicidad de la violencia paramilitar

está atravesada por la tipificación y es esa operación lo que nos permite “nombrar lo

innombrable”195 desde un consenso parcial que no deja de sumarle juicios de valor –

inmediatamente pueden tratarse de valores jurídico, que no es poco– que sencillamente han

de ser tenidos en cuenta.

Ahora bien, las modalidades de violencia o victimización consignadas en ¡Basta ya!

son: asesinatos selectivos, sevicia y tortura, desapariciones forzadas, secuestros, toma de

rehenes, desplazamiento forzado, despojos, extorsiones, violencia sexual, reclutamiento

ilícito y acciones bélicas, cada una de las cuales, según se documenta, fueron llevadas a cabo

por todos los actores armados, sobre el contexto del conflicto armado colombiano.

Si bien las grandes masacres, los atentados terroristas o los magnicidios fueron los hechos

más visibles durante la investigación del GMH, distaron de ser los más frecuentes y los más

letales contra la población civil. Los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, los

secuestros y las masacres pequeñas son los hechos que han prevalecido en la violencia del

conflicto armado. Estas modalidades configuran una violencia de alta frecuencia y baja

intensidad, y hacen parte de las estrategias de invisibilización, ocultamiento o silenciamiento

empleadas por los actores armados. De hecho, fueron precisamente estas modalidades que

194 Para el caso de la Ley de Justicia y Paz, el GMH evaluó los elementos que articuló la justicia colombiana para

juzgar a los desmovilizados de las AUC a la luz de la construcción, desde el proceso, de un lugar de memoria sobre

la ley y los escenarios que la vinculan con las víctimas de la violencia paramilitar y la sociedad colombiana en general;

siendo sumamente relevante la revisión de las conexiones entre memoria, verdad y justicia. Véase: Centro de

Memoria Histórica, Justicia y Paz. ¿verdad judicial o verdad histórica? (Bogotá: Tauros, 2012). 195 Evidentemente nombrar un suceso pasa también por las respuestas que él mismo genera posteriormente como

testimonio y ejercicio de memoria. La violencia y sus consecuencias psicosociales se instalan en espacios físicos, y

no, y se trasversalizan a nivel social desde lo privado a lo público. Toda vez que se generan, a diferentes niveles,

lecturas que lejos de lo institucional cumplen la función de nombrar, como mínimo de la comprensión de lo que

acontece. Para una revisión de las consecuencias sociales de la violencia, los aspectos psicológicos y otras formas de

nombrar desde las víctimas los hechos de victimización en el marco del conflicto armado colombiano, véase: Ana

María Téllez, Nathalie Sánchez, Carolina Tejada y Juan Davis Villa, Nombrar lo innombrable. Reconciliación desde

las perspectivas de las víctimas (Bogotá: Programa por la paz – CINEP, 2007).

Page 77: Autora: Erica Alejandra Mina González

68

poco trascendieron en el plano nacional, pero que tuvieron un alto impacto en el ámbito local,

las que invadieron de manera duradera la cotidianidad de las víctimas.196

Los estudios de caso sobre cada modalidad dan cuenta de la “violencia de alta

frecuencia y baja intensidad” que promulga el Centro como principio fundante de una serie

de sucesos que cualitativamente no representan grandes acontecimientos, pero en la media

de número de veces suman a las hilarantes cifras de victimización en el marco del conflicto.

Y es a partir de ello que resulta fácil dilucidar las estrategias de poder de la violencia, en

donde ejercer coerción, instalar miedo, privar a la población de líderes y lideresas es una

constante e integra la “baja intensidad” al sugerir el desmembramiento de las comunidades.

A manera de acotación, en el ejercicio interpretativo del CNMH también aparecen patrones

que dibujan sobre la geografía, en trazos que dividen al país en sur y norte, objetivos

generales de la violencia;

Particularmente en el Urabá, se puede ver que el objetivo de los grupos paramilitares ha sido

sobre todo lo que ha sido la casa Castaño y todas las demás estructuras paramilitares que

derivaron del proyecto paramilitar de los Castaño. El objetivo era incursionar para acceder a

unas tierras que fueran concebidas como tierras para establecer un modelo de desarrollo en

particular, que era el modelo de desarrollo asociado a la agroindustria de la palma, de la teca

y de la ganadería extensiva, de la forma en que ha sido entendida la ganadería extensiva del

modelo de hacienda ganadera cordobés. Entonces allí el proyecto paramilitar se centró en

despojar, en desplazar y luego despojar, a toda la población que había en esta zona de Urabá

particularmente y en el norte de Urabá y en el Urabá chocoano. Digamos que así funcionó el

desplazamiento, despojo por vía, por diferentes vías, pero legalización del despojo y

posteriormente constitución o establecimiento de este modelo de desarrollo basado en estas

tres economías que son la agroindustria de la palma, la teca y la ganadería extensiva.197

Según los investigadores del CNMH, en las décadas de 1990 y 2000, los móviles del

conflicto interno vacilaron entre la consecución de medios para dinamizar economías legales

e ilegales, encontrándose en el norte del país una empresa por la expansión de la economía

196 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya!..., 42. Resaltado fuera del texto 197 Edinso Culma Vargas, “Los grupos armados y disputas por la tierra y el territorio: la diferencia entre el sur y el

norte del país”, Guion entrevista para el CNMH, S.F.

Un proyecto investigativo muy ilustrativo del tema se puede encontrar en la serie ¿Cómo nos quitan la tierra? La

cual cuenta cómo nació y se perfeccionó una fórmula para desplazar violentamente a millones de campesinos y

comunidades étnicas, despojarlos de sus predios y territorios con la ayuda de servidores públicos, todo para montar

negocios de empresas petroleras y agroindustriales. “¿Cómo nos quitan la tierra?”, Rutas del conflicto,

https://rutasdelconflicto.com/especiales/nos-quitan-la-tierra/

Page 78: Autora: Erica Alejandra Mina González

69

agroindustrial, mientras que en el sur se escala una competencia por el dominio de dinámicas

del narcotráfico:

particularmente, para el Putumayo (…) Caquetá hasta cierto sentido y es que el interés de los

paramilitares al entrar a esa zona era hacerse al control de la economía de la coca que era

pues economía campesina, cultivo, y lo otro tenía que ver con el control de todo lo que

significa el narcotráfico, que no solamente es el cultivo sino los diferentes eslabones que son

el cultivo, el procesamiento y el tráfico como tal de la pasta base para luego ser

comercializada fuera del país, entonces el control de los paramilitares, la llegada de los

paramilitares y el asentamiento de los paramilitares en departamentos como Putumayo, tuvo

que ver con disputarles esa economía a las FARC que tenían una presencia mucho más vieja

en el departamento y posteriormente hacerse al control de ciertas [sic], más que del cultivo,

de las rutas del narcotráfico del Putumayo, entonces allí el mecanismo, digamos, para hacerse

ese territorio no era [sic], si fue desplazamiento forzado pero nunca fue despojo de tierras,

digamos, ese nunca fue el mecanismo porque el interés no era apropiarse de la tierra que

estaba siendo ocupada en cultivos de coca, sino era apropiarse de los circuitos del narcotráfico

y controlar socialmente a la población y, militarmente la población que era cultivadora de

hoja de la coca, no necesitaban sacar la gente como si pasó en el Urabá, sino que necesitaban

mantener el control de una economía.

2.3.2. Algunas modalidades de victimización

A continuación, contemplaremos rápidamente tres modalidades de victimización, a

la luz de los patrones que ha identificado el CNMH en cuanto al accionar paramilitar y sus

particularidades, para luego concentrarnos en la masacre y abordarle desde un balance

historiográfico y nociones en las que nos apoyamos, al respecto del primer proceso. Todo

dentro de un ejercicio que aterriza en la inclusión de la vida en los cálculos del poder198

paramilitar, donde se mueve la vida amenazada y el cuerpo torturado.

Por otro lado, es prudente precisar que violencia y conflicto no son sinónimos, sin

embargo, para los fines de este texto, abandonamos la intención de hablar de violencia sin

recurrir a conceptos más cómodos que brinden un soporte a este –como es el caso de

“explotación”, “coerción”, “conflicto” y “coacción”–, para situarnos en la victimización y

198 "Michael Foucault fue el primer pensador que intentó dar cuenta de la inclusión de la vida dentro de los cálculos

del poder". Ayder Berrio Puerta, “La fusión entre democracia y estado de excepción en el modelo biopolítico de

Giorgio Agamben: una reflexión en torno a los efectos de la exclusión-inclusiva de la nuda vida en el ejercicio de la

política occidental” (tesis de maestría, Universidad de Antioquia, 2008), http://biblioteca.clacso.edu.ar/Colombia/iep-

udea/20100622015848/AyderBerrio.pdf

Page 79: Autora: Erica Alejandra Mina González

70

dibujar a través de su lectura los ejercicios de poder que pueden dar forma a la

instrumentalización de la violencia.

2.3.2.1.Asesinato selectivo

Entre 1958 y 2010 el Observatorio de Memoria y Conflicto –en adelante OMC–

contabilizó 148.799 asesinatos selectivos y 174.503 víctimas de la modalidad, de los cuales

el 44,11% fueron responsabilidad de grupos paramilitares, perpetrados en un 18,7% contra

campesinos en una media de edad de 22 años, siendo hombres el 92,5% del total de las

víctimas. Tomando a la Rochela como caso tipo199, en donde fueron asesinados quince

trabajadores judiciales, el CNMH sostiene que

Los asesinatos selectivos son la expresión de una estrategia criminal que busca enmascarar

las dimensiones de las acciones de violencia contra la población civil. Esto se debe a que su

carácter de acción individual y su patrón de ataque dificultan la identificación de los

perpetradores. […] Los asesinatos selectivos no solo fueron una estrategia de invisibilización,

sino que se integraron a los mecanismos de terror de los actores armados, junto con las huellas

de la sevicia y la tortura en los cuerpos expuestos públicamente y con el asesinato de

personalidades públicas.200

La invisibilización es el fundamento de los asesinatos selectivos, en cuanto frenar la

generación de una mirada que dimensione el verdadero impacto de estos se convierte en un

logro del proceder pausado, altamente premeditado, de los paramilitares. Para 1999 cuando

se estima incursionó el Bloque Norte de las AUC en la ciudad de Barranquilla, se cumplió a

cabalidad el paso inadvertido de la muerte violenta porque “la única “regla” que tenían que

cumplir [..] era no asesinar a más de tres personas a la vez, para evitar presión de los medios

y las autoridades”201, de esta manera fueron asesinados docentes, estudiantes y trabajadores

universitarios miembros de movimientos estudiantiles y sindicatos sin ser dilucidada la

sistematicidad de los hechos.

199 El caso de La Rochela está documentado en: Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación

y Reconciliación, La Rochela, memorias de un crimen contra la justicia (Bogotá: Tauros, 2010). 200 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! ..., 43-45. 201 Muriel Jiménez Ortega, Edwin José Corena Puentes y Christian Maldonado Badrán, “La Universidad del Atlántico

(Barranquilla, Colombia) en el conflicto armado reciente: modalidades, hechos e impactos (1998-2006), Historelo,

N°. 21, Vol. 11 (2019): 32.

Page 80: Autora: Erica Alejandra Mina González

71

2.3.2.2.Despojo

El despojo es la modalidad de victimización que se suele relacionar acertadamente

con el desplazamiento, siendo el primero el ejercicio que antecede a la movilización de

familias y poblaciones enteras por amenazas, extorciones y/o elevados niveles de

afectabilidad, todo lo cual trae a colación lo que se ha llamado “problema agrario” en donde

la tenencia de la tierra genera inequidad y malestar social. Según el CNMH, “fuentes oficiales

han reconocido que existen más de 8,3 millones de hectáreas (358.937 predios) despojadas o

abandonadas por la fuerza”202 y, en gran medida, esta situación se da con el ánimo de

desposeer y hacerse a la tierra con objetivos económicos estratégicos. Élites locales,

monocultivos, agroindustrias, procesos urbanísticos y ganadería extensiva son algunas de las

variantes junto a casos de despojo.

En el municipio de Chibolo, en el departamento de Magdalena, al norte del país, en

el año 1997 fueron desplazadas 1.646 personas, en el marco de un despojo sistemático y

administrativamente organizado en el que paramilitares, funcionarios del Instituto

Colombiano de la Reforma Agraria –INCORA–, élites políticas y funcionarios de registro,

pactaron la apropiación ilegal de tierras, tras el despojo por vías de coerción en el territorio.

Atribuido al Bloque Norte paramilitar, este caso emblemático, perpetrado en múltiples

veredas y haciendas de habitación colectiva del municipio en cuestión, completa su forma

con la vinculación ganadera y los usos para el desarrollo de esta actividad pecuaria que se

dieron tras el despojo203. Es así como esta modalidad de victimización encubre pactos

trasinstitucionales en donde la instrumentalización de la violencia para apoderarse de un

espacio que puede ser físico o social.

2.3.2.3.Desaparición forzada

Esta modalidad de victimización es bastante compleja, no solo por su definición e

implicaciones, sino también por sus usos prácticos dentro del bloque institucional de justicia

colombiana; a ella, por ejemplo, se relacionan los hallazgos de fosas comunes, de las cuales,

202 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! …, 76. 203 Francisco Gutiérrez Sanín y Jenniffer Vargas Reina (eds.), El despojo paramilitar y su variación: quiénes, cómo,

por qué (Bogotá: Universidad del Rosario, 2016), 75-100.

Page 81: Autora: Erica Alejandra Mina González

72

a través de declaraciones de combatientes paramilitares, en el marco del proceso de Justicia

y Paz, fueron exhumados 4.0809 cadáveres204. Asentarla al accionar paramilitar es ver a

través de ella la inoperancia de una identificación amplia de los patrones de acción de los

victimarios y la incapacidad judicial para responder a las víctimas. De hecho, el CNMH en

el apartado que le dedica en su informe más general, subraya los impactos emocionales sobre

las víctimas no directas de esta modalidad y no lo mencionamos porque la preocupación por

los estados anímicos y las repercusiones psicológicas no sean importantes, por el contrario,

consideramos que lo son en demasía, pero, al encontrar ese acento particularmente dentro de

esta modalidad, insistimos en la dificultad que presenta. El Centro dice que “la especialidad

del delito [de desaparición forzada] reside justamente en la privación de la libertad y en el

ocultamiento del paradero de la persona desaparecida”205 ante lo cual se reconoce “(i) la

confusión de este delito con otras modalidades de violencia como el secuestro y el homicidio;

[y] (ii) la minimización de su impacto social frente a la espectacularidad o gran visibilidad

que los medios de comunicación le han asignado a otras formas de violencia”206, todo lo cual

apunta, como en el caso de los asesinatos selectivos, a la invisibilización de los delitos.

Entre los años 1958 y 2010, el OMC reporta 66.399 casos de desaparición forzada

que encuentran estadísticamente un pico, con respecto a la cantidad de afectaciones, hacia el

año 2000 con un alce significativo en 2002 y un descenso desde el 2004. En cuanto a los

responsables, partiendo de que 39,3% corresponde a actores desconocidos, el 30,1% lo es a

grupos paramilitares y el porcentaje restante está dividido entre guerrillas, grupos armados

no identificados, grupos posdesmovilización y agentes del Estado.

[…] nosotros logramos recuperar siete cuerpos. Esos cuerpos estaban abiertos por el tórax.

Otros estaban degollados. Lo que nos contaba un muchacho que logró salvarse, era que los

paramilitares empezaban a bajar a cada persona de las camionetas y con hachas y cuchillos

abrían el estómago. Les enterraban el cuchillo en el estómago, al filo del ombligo, y recorrían

con él hasta el cuello, luego los lanzaban al río. Así estaban todos los cadáveres que

encontramos en el río [río Guamuez, Putumayo]. No sabemos cuántas personas más echaron

204 Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! …, 61. 205 Ibíd., 57. 206 Ibíd., 58.

Page 82: Autora: Erica Alejandra Mina González

73

al río, por eso decimos “los que viven en el río”. Es incontable saber cuántas personas viven

en este río.207

Por los ríos y mares circuló la evidencia de esta modalidad que encontró en ellos un

gran encubrimiento de torturas, agresiones sexuales, sevicia, prácticas de entrenamiento

paramilitar, entre otras aberraciones.

2.3.2.4.Masacre

En el año 1990, María Victoria Uribe presentó un importante trabajo sobre las

masacres de La Violencia en el Tolima. La publicación estructuró, desde la antropología, el

modus operandi de cuadrillas de bandoleros liberales y conservadores entre 1948 y 1964, a

través de una revisión de dinámicas locales con respecto al panorama nacional bipartidista

de la época y el repaso de fuentes escritas e información consignada en periódicos y

expedientes judiciales. Matar, rematar y contramatar, el libro, guarda una exploración por

el contexto político local, seguido por la reflexión y descripción de las masacres en diversas

zonas del departamento tolimense y su articulación ritual a una “matriz cultural”208 que se

nombra desde la recapitulación la investigación, desbordando hacia la cultura las

“anomalías” de un conflicto rural.

Uribe se concentra en el cuerpo humano como territorio de confrontación en un

espacio rural que bosqueja como carente de agentes, instituciones, fórmulas estatales y

jerárquicas; en síntesis, un espacio en el que el poder es establecido tenuemente desde el

vecinazgo y la paisanidad que ubican en las redes de parentesco el motor del ejercicio de las

violencias y la perpetración de masacres como acciones que rememoran y vengan las

posiciones de actores. Desde la sociología comprensiva tal desarrollo de la masacre, como

lo interpreta Uribe, respondería a una “conducta plural que, por el sentido que encierra, se

presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad”209 que convoca a

la misma relación social minúscula desde la que se plantea la acción de matar y rematar.

207 Ibíd., 62. 208 María Victoria Uribe A, Matar, rematar y contramatar. Las masacres de la Violencia en el Tolima 1948-1964

(Bogotá: CINEP - Centro de Investigación y Educación Popular, 1990), 192. 209 Max Weber, Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva (México: Fondo de Cultura Económica,

1998), 21.

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74

Las masacres de La Violencia son actos rituales llevados a cabo al margen de las actividades

cotidianas y con una secuencia de acciones que tenía un determinado orden. No fueron actos

casuales ni fortuitos sino acontecimientos reiterativos por medio de los cuales sectores rurales

marginados del ejercicio del poder, ejercieron una forma extrema de poder.210

A todo esto, evidentemente el interés de la autora gravita cerca de la violencia y el

cuerpo y no desde el poder, cuestión que es mucho más operativa al contexto de producción

del libro que está atado editorialmente al Centro de Investigación y Educación Popular –

CINEP– y a la miopía sobre las agencias; sin embargo, nuestra atención sobre el trabajo

aterriza en el estudio de las masacres concebidas como un espacio social que responden a un

sistema y están atravesadas por el exceso, desde el cual se extrae un lenguaje de confrontación

funcional en la fijación e identificación partidista local que ha sido el factor central de las

investigaciones sobre los hechos victimizantes de acción contundente en la segunda mitad

del siglo XX para Colombia –aquí entran los lazos inmediatos entre la Violencia, sus

violencias y el conflicto con el Bogotazo, por ejemplo–.

En otro momento, la estructura ritual de la masacre es desglosada por la autora a

través de fases que, una y otra vez, nos remiten a la obra de René Girard y el compendio de

mecanismos y expresiones sobre el deseo y lo sagrado, dentro de una realidad permeada por

las rupturas sociales que genera la violencia y su expresión en los cuerpos. Uribe señala los

excesos sobre la muerte e insiste en leerlas dentro de un mutismo social ante disparidades y

elementos de la política, donde “las masacres son síntomas de un antagonismo social que no

ha encontrado canales de expresión dentro del pacto simbólico, por lo cual sus contenidos se

resisten a la simbolización”211. Para nosotros, leyendo el presente histórico de las masacres

fuera de La Violencia, cerca de nuestro presente, estas son un símbolo del poder dentro de la

excepcionalidad que lo valida, como también son un gesto de la violencia y el síntoma que

está dado en un amplio contexto macro histórico entendido como necropolítica.

Resulta llamativo establecer al igual que Uribe que las masacres, entre 1948 y 1964,

respondieron a una sociedad precapitalista, siendo esto la base de la revisión que hacemos de

210 María Victoria Uribe, Antropología de la inhumanidad (Bogotá: Norma, 2004), 64. 211 Ibíd., 61.

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75

Achile Mbembe quien se sitúa desde el capitalismo y sus fórmulas socioeconómicas para

contemplar los poderes, y reseñar la gestión la vida y la muerte; tales planteamientos sugieren

fijar un punto de inflexión o tránsito de un escenario a otro. A lo sumo, Uribe también plantea

cómo la más reciente globalización, para Colombia, subraya al narcotráfico como factor que

configura al paramilitarismo. Así, para analizar las masacres paramilitares de finales del siglo

XX e inicios del XXI resulta ineludible contemplar el contexto político junto al económico,

porque el segundo estará enteramente condicionado por el primero.

Antes de concentrarnos en estos elementos centrales para este apartado, señalaremos

nuestro lugar de enunciación para dar cuenta de por qué hablamos de masacre y cómo la

concebimos: definida por el GMH, la masacre es el producto del encuentro brutal entre el

poder absoluto del actor armado y la impotencia absoluta de las víctimas212. En consecuencia,

en una visión ampliada de sus impactos, la masacre es la aniquilación total213 y el sentido de

la destrucción es la destrucción misma, teniendo a la destrucción física como sustancia de la

violencia214. Sofsky plantea que en la masacre la cultura y la sociedad son reducidas a la

nada, sin embargo, cuando el cuerpo deja de aparecer como sujeto y contemplamos al cuerpo-

objeto –res extensa en Descartes–, lo encontramos como un testimonio, como un lugar de

inscripción del poder, como símbolo de la violencia que, aunque ante la sugerencia de Sofsky

de eliminar en su percepción las “vestiduras culturales”215, no puede no convertirse en un

elemento cultural al proyectarse en los espacios de la vida ciudadana, agendas políticas,

mediáticas y sociales.

Mientras Sofsky hace a un lado los elementos culturales en la lectura de la masacre,

Koessl invita a pensar la violencia en Colombia dentro de la teoría bourdiana de campos,

desde allí, la masacre está atada, como práctica, al habitus que caracteriza a los agentes

212 Técnicamente, la masacre nombra a un “homicidio intencional de cuatro o más personas en estado de indefensión

y en iguales circunstancias de modo, tiempo y lugar, y que se distingue por la exposición pública de la violencia”;

cobrando relevancia la parte cuantitativa en los procesos de inclusión y exclusión en su registro. Ibíd., 36. 213 “la naturaleza de las masacres permanece intacta. Su objetivo es la aniquilación total. La masacre es una violencia

colectiva ejercida contra gentes indefensas. Éstas no pueden huir ni poner resistencia. La violencia goza aquí de una

libertad absoluta”. Wolfgang Sofsky, Tratado sobre…, 176-177. 214 Ibíd., 65. 215 “Para percibir la violencia en toda su crudeza es necesario poner entre paréntesis todas sus vestiduras culturales.

Lo que nos queda es la pura opresión e inutilidad del dolor”. Wolfgang Sofsky, Tratado sobre…, 68.

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76

paramilitares y a su vez a la sociedad colombiana. Para Koessl “la violencia es una práctica

tan incorporada al habitus que el asesinato se presenta como una solución para situaciones

tan cotidianas como desacuerdos entre socios, discusiones de vecinos […]”216, no obstante,

la masacre –situada dentro de la violencia– llega a lo extraordinario, rompe con el cuerpo-

sujeto –“objeto social” en Blair217– que ha de permanecer inmaculado y sin “vestiduras

culturales” y encuentra al cuerpo-objeto –objeto “privado”218–: expresión máxima de la

inscripción violenta del poder en él.

El cuerpo-objeto será la consecuencia de la muerte violenta a la cual nos remitiremos

a través de la masacre, la cual inyecta a la violencia una “tecnología corporal que tiene como

finalidad dominar, a través del terror, a individuos y poblaciones”219. Luego de ver cómo el

cuerpo-sujeto es reducido dándole paso a la destrucción total de Sofsky; en la masacre

irrumpe el cuerpo-objeto que redibuja el entramado social de los actores y puede o fragmentar

–en la lectura de Blair– a la sociedad, reconfigurar el campo social, político y económico

mientras el habitus integra el contexto de muerte violenta, de acuerdo con los aportes de

Koessl o, puede (re) ordenar al establecimiento e instituir un nuevo control social. Integrando

las anteriores apreciaciones: “un número considerable de acciones paramilitares no sólo está

relacionado con motivos políticos, sino que su accionar se encamina a consolidar un control

social allí donde ha logrado un control militar, reflejado esto en acciones contra cuatreros,

abigeos, delincuentes rurales”220.

Perpetradas por grupos paramilitares, en Colombia, tuvieron lugar 1.982 masacres las

cuales dejaron 11.751 víctimas, según cifras oficiales del CNMH221 y, dentro de la

216 Manfredo Koessl, Violencia y habitus…, 100. 217 Elsa Blair, Muertes violentas: la teatralización del exceso (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2005),

43. 218 Ibíd., 43. 219 Elsa Blair, “La política punitiva del cuerpo: “economía del castigo” o mecánica del sufrimiento en Colombia”,

Estudios Políticos, N°. 36 (2010): 39. 220 Cinep y Justicia y Paz, “Panorama de los derechos humanos y violencia política en Colombia”, Noche y Niebla,

N°. 3 (1997): 5-6. Resaltado fuera del texto. 221 El Centro Nacional de Memoria Histórica entregó, en el 2013, estadísticas oficiales del conflicto armado

colombiano en el marco del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejercito del

Pueblo (FARC-EP). Para las masacres, lo criterios de inclusión en la base de datos del CNMH fueron: (i) Se incluyen

los casos perpetrados por grupos armados identificados o cuando y donde haya indicios de que fueron perpetrados

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77

degradación del conflicto armado, la masacre integró el accionar que respaldó la estrategia

paramilitar de “quitarle el agua al pez” que objetivaba la eliminación de la base social de las

organizaciones guerrilleras:

los paras222 metodológicamente, en lo que atañe a la lógica de la guerra, expresan una

degradación de una degradación. (…) Los métodos del paramilitarismo, por su parte,

orientados ya no a combatir el enemigo militar sino a la población que le sirve de soporte, a

quitarle el agua al pez, expresan una irregularidad todavía mayor”. Terror como arma Las

masacres son una vieja modalidad de hacer la guerra para garantizar dominio territorial.223

“Quitarle el agua al pez”, asesinar y torturar son operaciones que reivindican el

derecho a castigar, bajo justificaciones morales o políticas. Por lo tanto, el castigo paramilitar

caerá sobre el cuerpo en el ejercicio de “matar, rematar y contramatar” que analiza María

Victoria Uribe para el caso de las masacres en el Tolima (1948-1964), el cual, distante en el

tiempo, no deja de ofrecer la muerte como acontecimiento visible vinculado a un tratamiento

excesivo del cuerpo y, respecto al proceso que abordamos, sugiere la configuración del

cuerpo-objeto como garante del orden y el poder paramilitar.

Entonces, es la masacre un fenómeno que enmarca un momento de verdad al (re)

establecer un orden, en medio de atrocidades. Hemos de decir que, aunque la masacre, como

término, no tiene carácter jurídico224, sí tiene un grado de impacto que desde lo psico

sociológico le permiten ser y aparecer como acontecimiento histórico.

En el año 2016 “por primera vez en la ya larga historia de la guerra en Colombia, un

tribunal de Justicia y Paz documentó las formas de tortura en el paramilitarismo.”225;

por estos (porte de prendas de uso privativo de las fuerzas militares, armas largas o miembros de un grupo armado).

(ii) Se incluyen los casos de víctimas con militancias sociales y políticas por su vulnerabilidad como objetivos

militares en el marco del conflicto armado.

“Base de datos ¡Basta ya!”, Centro de Memoria Histórica,

http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/basesDatos.html . 222 Término con el que se suele nombrar a los miembros de grupos paramilitares. 223 Otros autores, “Barbarie nacional”, Revista Semana, 29 de mayo de 2000,

https://www.semana.com/nacion/articulo/barbarie-nacional/42069-3 . 224 Cinep y Justicia y Paz, “Panorama de los derechos humanos y violencia política en Colombia”, Noche y Niebla,

N°. 28 (2003): 3. 225 Juan David Laverde Palma, “Manual de tortura paramilitar”, El Espectador, 28 de junio de 2016,

https://www.elespectador.com/noticias/judicial/manual-de-tortura-paramilitar-articulo-640252

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78

nuevamente la agenda mediática nacional se concentró en las “deshumanización”226 y los

excesos del conflicto, en el marco de la legislación de Justicia y Paz –marco jurídico del

proceso de desmovilización de las AUC227–. La tortura apareció dentro de las masacres

paramilitares como estrategia de guerra y no como acto instintivo de barbarie228 (ver anexo

I); fueron establecidos más de veinte formas de tortura perpetradas por grupos

paramilitares229 y, a partir de su gestión, entre desacuerdos jurídicos sobre su carácter y

discusiones sobre su forma relacional con la estrategia paramilitar, señalamos a la tipificación

de los actos cometidos en las masacres como puentes hacia una concepción teórica que

implica valorar la corporalidad y el cuerpo en el conflicto.

La corporalidad en tanto constructo que recoge la percepción, el cuerpo vivido, el

cuerpo relacional con el entorno, permite pensar a la masacre en dos tiempos que la hacen

deconstructora y constructora. Ya sabemos que en estas dos dimensiones opera en cuanto al

orden social, pero ¿qué pasa con el cuerpo-objeto que a través de la muerte violenta emite un

mensaje sobre lo establecido socialmente?: en el primer momento –en la construcción–

aparece un cuerpo atravesado por símbolos, como lo establece Uribe, pues una “escena donde

hay un orden intencional, una verdadera mise en scene en la cual los cadáveres han sido

colocados por los victimarios en fila, sentados o recostados, con las cabezas de los

decapitados entre las piernas o sobre el vientre”230 obliga a “hablar” a los cuerpos, les impone

un mensaje de terror emitido por un agente difuso.

226 “Es un error muy extendido creer que las crueldades humanas tienen por condición la distancia social y la

deshumanización del otro. […] el desarrollo de la masacre demuestra lo contrario. Mientras pueda, el asesino hará su

trabajo a la menor distancia”. Wolfgang Sofsky, Tratado sobre…, 181. 227 Ley 975 de 2005, 25 de julio de 2005. 228 Sala de Justicia y Paz, Extractos de relatoría Vol. 4 (Bogotá: Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá,

2016), 69. 229 Entre las formas de infringir daño físico, son relacionadas la asfixia mecánica, el ahogamiento por inmersión, la

mutilación, electrocución, desmembramiento, entre otras, cada una de las cuales encuentra un mecanismo específico

para su ejecución. En la descripción de los desmembramientos se lee que “no siempre los paramilitares desmembraron

vivas a sus víctimas utilizando cuchillos, alambres de púa o machetes. Hubo dispositivos más tecnológicos como las

“sierras eléctricas” o “motosierras”.

Ibíd., 33-70. 230 María Victoria Uribe A, Matar, rematar y contramatar. Las masacres de la Violencia en el Tolima 1948-1964

(Bogotá: CINEP - Centro de Investigación y Educación Popular, 1990), 168.

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Por otro lado, la deconstrucción del cuerpo en la masacre va de la mano con la tortura

y la irreductibilidad, ante el distanciamiento del cuerpo social con el cuerpo físico de las

víctimas. Cabe decir que estos momentos, tanto la construcción como la deconstrucción,

pueden o no ser dependientes y/o subsecuentes, sin embargo, cada uno traza un tipo de poder

en el cuerpo y en los aparatos e instituciones sociales que le rodean.

Si el poder depende siempre de un estrecho control sobre los cuerpos –o sobre su

concentración en campos–, las nuevas tecnologías de destrucción no se ven tan afectadas por

el hecho de inscribir los cuerpos en el interior de aparatos disciplinarios como por inscribirlos,

llegado el momento, en el orden de la economía máxima, representado por la “masacre”231.

231 Achelle Mbembe, Necropolítica… 63.

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80

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Capítulo III. Kaim Muñoz, Saja Jhoanna

3.1.Introducción

Sobre la dimensión intencional del arte se han de decir muchas cosas, entre ellas que

desde él son tejidas relaciones que unen los tiempos y los espacios, su capacidad de interpelar

se sitúa en el escenario que le custodia, donde formas y mensajes son leídos no solo a la luz

de la técnica. Intencionalmente guarda en los consensos sobre las sombras, dentro de la

caverna –en un guiño a Platón–, la memoria de otras formas que se reinventan en lo

semióforo232, acudiendo a la experiencia de quienes le descubren.

Este capítulo se sitúa desde el encuentro con prácticas artísticas, artistas y violencia;

aquí inicia y llega a su fin un laboratorio de memoria al que nos adentramos, sin rumbo

alguno, desde una instalación del artista Oscar Muñoz. Navegamos en la red y viajamos en

pandemia al suroccidente del Chocó, a través de la voz de una coequipera anónima, su familia

y sus memorias. Aquí la historia se encontró con el arte de vivir. Juntamos piezas de la

aventura, la profanación y el exilio, y conocimos en el recuerdo una vida marchita que nos

arrebató las migajas de la imparcialidad en desuso.

“El caso” es la grandilocuencia en la que se enmarca la tragedia y en su simpleza

práctica no se alcanzan a plasmar los complejos hechos de una masacre paramilitar. ¡Que la

etnografía sea una excusa! para hacer de todo lo que desborda al caso un encuentro

desorbitado de voces latentes y cotidianas. Volveremos los pasos sobre la violencia

paramilitar, la muerte violenta y sus lazos con el narcotráfico. Las líneas que siguen recorren

algunos momentos en torno a la vida de Saja Jhoanna Kaim Muñoz; decidimos concentrarnos

en ella porque su inusual nombre desestimó toda duda sobre la información recolectada.

Muchas celdas de hojas de cálculo se llenaron desde hace años con pistas sobre el

caso, hace semanas conocimos al papá de la víctima y aunque estas líneas, hace años, no

buscaban escribir su nombre, hace pocos días se sacudió el egoísmo que me [nos] envolvía

232 “Un semióforo está hecho para ser mirado, si no es que escrutado en sus menores detalles, para imponer a sus

destinatarios la actitud de espectadores” en: Krysztof Pomian, Historia cultural, historia de los semióforos (México:

Taurus, 1999), 16.

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82

y detenía en el encuentro de un caso real, para escuchar de la coequipera muchos motivos

para que fuera como es hoy. “Ellos llegaron y durmieron una noche en un lugar que se llama

El Punto […] entre ellos había una mujer embarazada y había otro que tenía una prótesis y

acá la gente le decía “pata e’ palo”. A ellos los vieron, los escucharon y hoy les recordamos.

3.2. Lacrimar: “imágenes tendientes a desaparecer”233

El arte colombiano, como el arte en general, no ha estado lejos de los procesos

políticos que aquí tienen lugar. La década de 1970 significó, para buena parte del país, la

emergencia de discursos económicos y sociales que encontraron en las prácticas artísticas un

espacio de diálogo de clases, ideas políticas y élites intelectuales. Al situarnos en las

narrativas de la Guerra Fría, se deja ver en los valores estéticos un paradigma que plantea

nuevas formas de producción, experimentación y valoración en las artes, de la mano con los

valores culturales y la cultura visual de la época. Las prácticas artísticas, lejos de ars gratia

artis, buscarán comunicar, desde el espacio ideológico, una serie de respuestas a la situación

política y al revisionismo cultural.

“Conceptualismo latinoamericano” es una fórmula táctica para leer las prácticas

artísticas de la época que, bajo este concepto, dialogan con las ideas de centro-periferia,

otredad, latinoamericanismo, resistencia, entre otros; toda vez que gravitan en la reflexión y

activación intelectual del espectador y la movilización de los artistas en un espacio dinámico

y alternativo, con respecto no –solo– de la modernidad y el clasicismo, sino de la convulsa

segunda mitad del siglo XX.234

Históricamente, las prácticas artísticas se han deslizado desde el interés mimético

hacia la derogación de las restricciones y las condiciones espaciales del academicismo y,

233 Complementamos este título con una descripción sobre la obra de Óscar Muñoz: “Muñoz ha trabajado

principalmente con imágenes cambiantes y tendientes a desaparecer”. María Margarita Malagón-Kurka, Arte como

presencia indéxica: La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar Muñoz y

Doris Salcedo en la década de los noventa (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 120. 234 Paul Yeison Moreno Torres, “El valor estético de la idea. Los años setenta y la génesis de un nuevo paradigma

estético en Colombia” (tesis de maestría, Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, 2015),

https://expeditiorepositorio.utadeo.edu.co/bitstream/handle/20.500.12010/1774/T031.pdf?sequence=1&isAllowed=

y

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83

según Hal Foster, el giro lingüístico, etnográfico y cultural, los movimientos sociales y los

desarrollos teóricos235, influyeron en las coordenadas del arte del siglo XX; allí donde los

términos fenomenológicos situaban inmóvil al observador, floreció la concepción de este

como sujeto social definido por el lenguaje y marcado por ubicaciones en el conteo de

capitales culturales, económicos y sociales.236

En medio de una relación neurótica, de amor odio, con la ciudad de Cali y los procesos

que la atravesaron a finales del siglo XX, Fernell Franco, Luis Ospina, Andrés Caicedo,

Edgar Negret, Pedro Alcántara y Oscar Muñoz se convirtieron en nombres familiares al

momento de inflexión y apertura artística nacional. Una apertura guiada por la cultura visual

y la crítica constante a una sociedad pornomisérica237, cara238, atravesada239, prostituta240.

Buscamos que lo anterior sirva de antesala para poner sobre la mesa a Oscar Muñoz,

artista visual payanés, quien se ubica en el contexto reseñado y le interesa responder a un

proceso que tiene que ver con su vida y con su entorno241, entorno del que subrayamos su

formación en la ciudad de Cali242 y el influjo de procesos sociales como el Mayo del 68, la

movilización de las juventudes y la incidencia de estas últimas en la política local y nacional.

Muñoz, de manera reiterativa, consigna en sus prácticas la fotografía y el retrato en una

235 Autores como Antonio Gramsci, Homi Bhabha, Gayatri Spivak, Edward Said y la aplicación de Althusser, Lacan

y Foucault, aportaron a la deconstrucción de valores europeos que configuraron importantes transformaciones a nivel

discursivo en diversas sociedades en la segunda mitad de siglo XX. 236 Hal Foster, El retorno de lo real. La vanguardia a finales del siglo (Madrid: Akal, 2001), 188-203. 237 “A principios de los años setenta, con la ley de apoyo al cine, apareció cierto tipo de documental que copiaba

superficialmente los logros y los métodos de este cine independiente hasta deformarlos. Así, la miseria se convirtió

en tema impactante y, por lo tanto, en mercancía fácilmente vendible, especialmente en el exterior, donde la miseria

es la contrapartida de la opulencia de los consumidores. Si la miseria le había servido al cine independiente como

elemento de denuncia y análisis, el afán mercantilista las convirtió en válvula de escape del sistema mismo que la

generó. Este afán de lucro no permitía un método que descubriera nuevas premisas para el análisis de la pobreza sino,

que, al contrario, creó esquemas demagógicos hasta convertirse en género que podríamos llamar cine miserabilista o

porno-miseria” Fragmento “Qué es la porno-miseria” texto escrito por Luis Ospina y Carlos Mayolo con motivo del

estreno de “Agarrando pueblo” (1977). La definición misma de pornomiseria deja ver las lecturas de clase que

imperaban en un sector del mundo artístico colombiano. 238 El publicista e ilustrador bogotano Antonio Caro, en el año 1978, creó “Todo está muy caro” como una apropiación

sarcástica de su apellido y en relación con la situación económica del país. 239 En referencia a El atravesado de Andrés Caicedo. 240 Como la serie fotográfica de Fernell Franco, “Prostitutas”, realizada en marzo de 1972 en Ciudad Solar. 241 Hans Michael Herzog, Cantos cuentos colombianos. Arte colombiano contemporáneo. Contemporary colombian

art (Zurich: Daros-Latinoamérica, 2004), 242. 242 Ciudad que para la época iniciaba una “atropellada carrera en búsqueda de la modernidad”. Paola Marín y Gastón

Alzate. “Oscar Muñoz: de Ciudad Solar a Lugar a Dudas”, Karpa 3.1 (2010), 87.

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84

metáfora de procesos vitales243 que de una y otra manera se relacionan, en la cotidianidad

colombiana, con la violencia –quizá la violencia pública de Palacios–, el rostro y el rastro, la

aparición y la desaparición, la luz, siluetas y sombras.

El de Muñoz es un arte que activa al espectador e impulsa el registro de la

vulnerabilidad humana en un conjunto de estrategias que hacen efímero el pasado, pero no

lo abandonan para recrearle entre alientos y reminiscencias. El artista es hijo de la juventud244

crítica de los setenta, del deseo de encuentro generacional visionario que apela a la

transformación desde la colectividad245, el arte y sus ideas de cultura.

A un lado de las ideas tradicionalistas que desvinculan a las prácticas artísticas del

universo social y las plataformas políticas, buscamos sustentar que Muñoz habilita una

conversación altamente política al generar sus trazos sobre el erotismo, como lo fue en sus

inicios, y sobre los estragos del conflicto nacional y los individuos que se ven allí

243 María Margarita Malagón-Kurka, Arte como presencia indéxica…, 129. 244 Aludimos a “la juventud” como categoría sociológica. Hernando Cepeda Sánchez, historiador colombiano,

identifica jocosamente como “eslabón perdido” a la juventud nacional de los setenta, a la cual lee dentro de cambios

sociales relacionados con identidades grupales como latinoamericanismo y nacionalismo, al igual que la emergencia

política del rock y nuevas apropiaciones del paisaje urbano mediadas por procesos internacionales. Hernando Cepeda

Sánchez, “El eslabón perdido de la juventud colombiana”, Memoria y sociedad, N°. 12 (2014): 95-106. 245 En 1968 se creó en la ciudad de Cali el Museo de Arte Moderno La Tertulia, como un espacio de encuentro

generacional para pensar la cultura y acoger las prácticas artísticas, en medio de un clima de tensión. “En ese momento

se vivía en Colombia el control bipartidista del Estado que ahogaba la democracia política; y en Cali se agitaba la

lucha popular por la tierra urbana y la vivienda, en tanto que se recibían los aires de un mundo exterior convulsionado:

movimientos de descolonización, triunfo de la Revolución Cubana, Revolución Cultural China, guerra de Vietnam,

rebeliones de la juventud que quería vivir otra vida distinta a la que le ofrecía el capital […] es el momento en que se

destacan Enrique Buenaventura, los Nadaístas, Umberto Valverde, Andrés Caicedo y luego Fernando Cruz

Kronfly en Cali. Enrique Buenaventura, dramaturgo reconocido internacionalmente, fundador y director del Teatro

Experimental de Cali (TEC), creador con Santiago García del Nuevo Teatro Colombiano, con el apoyo de Pedro

Martínez en el TEC, participó en los festivales de arte de Cali. De manera crítica y moderna, contra la tradición

apologética como del panfleto político montó con el TEC y escribió obras que se presentaron en los festivales de

arte”. Edgar Vásquez Benítez, “Cali en la primera mitad del siglo XX: mentalidades y sensibilidad”, en: Wilson

Ferney Jiménez Hernández (coord..), Historia de Cali siglo XX (Cali: Universidad del Valle, 2011): 45-46.

Décadas después, en 2005, por iniciativa de Oscar Muñoz surgió en la ciudad de Cali “Lugar a Dudas” que es según

Muñoz “una propuesta de estructura para un espacio que puede establecer relaciones y vínculos más cercanos a las

que establecen las grandes instituciones; ensayamos otras vías de interactuar con el público, con nuestros compañeros

artistas, hacemos pequeñas negociaciones con la ciudad, unas acciones que pueden estar dentro de lo que llamamos

micropolíticas, acciones que se proponen activar una escena local.” Entrevista “Cali, de Ambulatorio a Lugar a

Dudas”, María Wills https://www.banrepcultural.org/oscar-munoz/entrevista-cali-de-ambulatorio-a-lugar-a-

dudas.html Como última referencia a los setenta y la movilización de juventudes urbanas en Cali, se ha de mencionar

a “Ciudad Solar” que es, en palabras de la artista Katia González, “punto de encuentro para una generación de artistas

e intelectuales caleños”. Katia González Martínez, “La ciudad de “unos pocos buenos amigos””, Blanco y negro, N°.

41 (2008): 1.

Page 94: Autora: Erica Alejandra Mina González

85

involucrados. Para con lo segundo, la víctima y las modalidades de victimización se

desprenden de los elementos de la violencia, al ignorar al victimario, para iluminar el ciclo

de la vida como un constructo de interacciones que le atan a una existencia finita;

puntualmente hablamos de Tiznados, Paisaje, Narcisos, Aliento y Lacrimarios, cinco obras

del artística en las que la fotografía transita entre la vida y la muerte. Él plantea que

No es posible olvidarse de la violencia que nos rodea. Pero no se puede hacer una cosa tan

impactante, epidérmica, inmediata de lo que está pasando. Hay que llevarlo a otro plano y

elaborarlo. Uno necesita llevar la obra a niveles más allá de la experiencia que el espectador

tiene de la realidad y enriquecerla […] Yo busco que haya un plano más poético, sensorial,

sensible que sugiera […] más que una emoción directa y momentánea. No puede ser lo mismo

que cuando uno ve un noticiero en donde la noticia pasada fue cubierta por la presente y ésta

va a ser eclipsada por lo que viene. Es una banalización tenaz de lo terrible. Hay que buscar

otros caminos para tocar esas cosas.246

Imagen, memoria y conciencia social son una triada desde la que puede pender el

trabajo de Muñoz: la memoria como resistencia al olvido, reconociendo su selectividad, y la

conciencia social como elemento de acción que llama al arte, al artista y a su obra, a

inspeccionar la realidad logrando traspasar la noticia, es decir, desdoblar la agenda mediática

para aproximarla a la agenda pública al suspender la inmediatez en una cirugía del tiempo y

el recuerdo, encontrando finalmente la activación del espectador –sujeto social– como

objetivo dual que supone tanto la conexión de este con un arte cercano, inacabado y dinámico,

como la retrospección de los procesos enmarcados en las agendas.

3.2.1. Lacrimarios

Many of Muñoz’s works are characterized by an extreme fragility and vulnerability. (…) Narcisst

and Lacrimarios are fragile because with enough movement the floating image can be totally

destroyed”247

~

246 Oscar Muñoz, entrevista con María Margarita Malagón, febrero de 2003, en: María Margarita Malagón-Kurka,

Arte como presencia indéxica: La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar

Muñoz y Doris Salcedo en la década de los noventa (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 99. 247 Fernando R. Castro, “The process of (de)composition”, Spot, N°. 1, Vol. XXI (2003), 13.

Page 95: Autora: Erica Alejandra Mina González

86

En el año 2002, Oscar Muñoz presentó en la Galería Sicardi en Houston, EE. UU, la

serie Lacrimarios248 (2000-2001), dentro de la exposición The end of process, la cual

se compone de varios contenedores transparentes que sostienen una imagen elaborada en

polvo de carbón en la superficie del agua. […] se instala en la pared, a la altura de la cintura

del espectador, […] A poco más de un metro de distancia de cada caja, el artista instala en el

piso un proyector de luz que lanza un haz en una diagonal que sube hasta el punto en donde

está cada contenedor. Con la acción de la luz el agua se hace espejo y así el contenedor

transparente deja ver en cada una de sus caras la repetición de la imagen que está suspendida

en la superficie. Al mismo tiempo, por la acción de la luz, la imagen fotoserigrafiada en la

superficie del agua se amplifica en sombra por encima suyo, sobre la pared en donde está

instalada la obra.

248 Lacrimario (del latín lacrima, ‘lágrima’) es un tipo de vasija pequeña o vial de terracota, alabastro o cristal. Recibe

este nombre por ser frecuente en tumbas romanas y griegas tardías, en las que falsamente se creía que los dolientes

derramaban sus lágrimas.

Page 96: Autora: Erica Alejandra Mina González

87

En cada una de las posibilidades en que se reproduce la imagen en Lacrimarios, se observa

cómo, en una precipitación constante de agua, se van destituyendo imágenes de hechos, de

ciudades o de lugares del Pacifico colombiano. El efecto de la lluvia sucede a causa de que

en esta serie Muñóz cierra el contenedor con una tapa del mismo material transparente en el

Cubo de plexiglás

Muro soporte

Tapa

Agua

. … . … .. .. .. .. .. . .. . .. … … .. . . .

Tapa

Condensación

Precipitación

Evaporación

Nivel del agua

Polvo de carbón flotante

(imagen)

Lacrimarios plano de ensamble

Ilustración 4 Esquema Lacrimarios

Page 97: Autora: Erica Alejandra Mina González

88

que están armadas sus paredes. La tapa detiene el agua condensada, y de allí parte el goteo

persistente que ataca la imagen desde muy diversos puntos.249

Lacrimarios está antecedida por Narcisos (1995) y Aliento (1996-2000)250,

instalaciones en las que “desde mediados de la década de los noventa, ha explorado el carácter

fugitivo y efímero de la imagen (y la vida)”251; la primera guarda cierta similitud con

Lacrimarios, mientras que en la segunda las piezas permiten que su espectador se refleje en

la mirada de un anónimo tras la interacción con el soporte –discos metálicos reflectivos–, allí

el exhalar devuelve un rostro de personas fallecidas y, metafóricamente, el ejercicio de

observar e interactuar con las piezas captura esencialmente el vivir: respirar, inhalar y

exhalar, el encuentro con el otro, pasividad y alteridad. Traemos esto a colación porque tales

obras dan indicios de un contexto de producción y unas intenciones claras del artista en medio

de un viraje temático que le acompaña hasta hoy: vacilar entre la insoportable levedad del

ser y abrir los ojos expectantes sobre cuestiones existenciales, aterrizando en el ciclo de la

vida en un país violento como lo es Colombia252.

Del mismo modo, la materialidad de las piezas hace las veces de medio y mensaje

cercano a una metamorfosis de figuras que se niegan a permanecer, siendo el tiempo y el

movimiento una constante en las propuestas de Muñoz. Por ello, entre significados y

significantes, en las prácticas artísticas contemporáneas, en general, la subjetividad posibilita

el despliegue de textos que no solo construye el autor, sino que se entrelazan con un universo

de interpretaciones. El artista al referirse a Narcisos dice

Para mí esto parecen imágenes religiosas también de las cosas que a mí me impactaba ver,

del Cristo, del sufrimiento, el dolor, cargadas de una cosa como mística […] No solamente

por las imágenes, sino por el contexto, la iglesia, el clima, de trascendencia. Yo sentía eso

profundamente religioso […] El carácter icónico y espiritual que tienen las piezas […] Tiene

una cosa cargada de muerte, del paso de un momento a otro, de una instancia a otra. Hay una

249 María Iovino Moscarella, Oscar Muñoz. Volverse aire (Bogotá: Ediciones Eco, 2003), 58-59. 250 Juan Diego Pérez elabora una interesante reflexión sobre la instalación: Juan Diego Pérez Moreno, “Toda mi

posesión está expropiada: supervivencia y subjetividad a partir de Aliento de Oscar Muñoz”, H-art, N°. 1 (2017): 14-

35. 251 María Margarita Malagón-Kurka, Arte como presencia indéxica…, 120. 252 Aliento fue instalada por vez primera en la I Bienal de Bogotá (1997), un año después, en 1998, estuvo en el Museo

de Arte Moderno de la misma ciudad como parte de la exposición “Arte y violencia en Colombia desde 1948”. Lo

cual nos permite relacionarla con la muerte violenta y las desapariciones.

Page 98: Autora: Erica Alejandra Mina González

89

lejanía con el espectador. La imagen se está yendo de los propios ojos y a la vez hay una

presencia de la materia, del residuo, de lo que queda, de lo que se ha vuelto otra vez polvo.

Hay el rastro, el movimiento quieto.253

Ahora, a las intenciones y materialidades de arriba, en Lacrimarios se suma el

homenaje como producto del conocimiento, por parte de Muñoz, de un caso específico que

inspiró inicialmente la obra, dentro de un episodio traumático; en ella, los contenedores, la

imagen elaborada con polvo de carbón y el agua crean un escenario que tal vez solo puede

ser cognoscible al acercársele en nombre de unos episodios sistemáticos y sintomáticos de la

violencia en Colombia.

La transición del vulnerable dibujo al desdibujo involucra al agua, al encierro, al

polvo y su ligereza para cifrar desde el campo artístico a una masacre que tuvo lugar en el

departamento con mayores precipitaciones del territorio colombiano254, Chocó, de ahí que el

proceso de evaporación del agua (ver ilustración N°. 5) le haga un guiño a la lluvia y a la

marea del departamento costero. Del mismo modo, las imágenes serigrafiadas corresponden

a paisajes del mismo lugar, naturalezas vivas y muertes violentas.

253 Muñoz en entrevista con María Margarita Malagón, Cali, febrero de 2003. En: María Margarita Malagón-Kurka,

Arte como presencia indéxica: La obra de tres artistas colombianos en tiempos de violencia: Beatriz González, Óscar

Muñoz y Doris Salcedo en la década de los noventa (Bogotá: Universidad de los Andes, 2010), 123. 254 El clima cálido super húmedo, domina la mayor parte del departamento. Al norte, por la disminución de los

volúmenes de lluvia, el clima es de tipo cálido húmedo. Sin embargo, buena parte del departamento presenta lluvias

permanentes que disminuyen levemente debido al efecto oceánico. Véase informes del Instituto de Hidrología,

Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM).

Page 99: Autora: Erica Alejandra Mina González

90

The Lachrymatory

From out the grave of one whose budding years

Were cropt by death, when Rome was in her prime,

I brought the phial of his kinsman's tears,

There placed, as was the wont of ancient time;

Round me, that night, in meads of asphodel,

The souls of the early dead did come and go,

Drawn by that flask of Grief, as by a spell,

That long-imprison'd shower of human woe;

As round Ulysses, for the draught of blood,

The heroes thronged, those spirits flocked to me,

Where, lonely, with that charm of tears, I stood;

Two, most of all, my dreaming eyes did see;

The young Marcellus, young, but great and good,

And Tully's daughter, mourned so tenderly.255

255 F. B. Pinion y M. Pinion (eds.), The collected sonnets of Charles (Tennyson) Turner (Houndmills: The Macmillan

Press, 1988), 106.

Page 100: Autora: Erica Alejandra Mina González

91

3.3.Estudio de caso

Decenas de procesos de negociación entre los gobiernos y diversos actores armados

han tenido lugar en la republica colombiana a lo largo de los siglos XX y XXI256, a todos

ellos han acudido sectores sociales movilizados por el

interés sobre su desenlace. De esta manera, tiempo

después de conocerse los avances del gobierno de Juan

Manuel Santos sobre un proceso de paz con las FARC-EP,

en el año 2012 –antecedido por la sanción de la ley de

víctimas en 2011–, organizaciones sociales nacionales e

internacionales y programas de gobierno, vieron

reconocidas en los medios de comunicación más

tradicionales sus agendas sobre visibilidad y

reconocimiento de procesos atravesados por las dinámicas

de guerra. La categoría de víctima fue colmada de

referencias y reivindicaciones, y la comunión de las

agendas mediáticas con las públicas vieron germinar

proyectos –muchos de ellos nativos digitales– que

objetivaban recapitular las violencias de los actores armados en el país, sus dimensiones,

alcances y, por supuesto, habilitar un espacio seguro para las memorias de las víctimas257,

todo ello dentro de disputas semánticas y de representaciones que indudablemente acuden a

la performatividad del lenguaje y sus implicaciones políticas258.

256 En 1981 el gobierno de Julio César Turbay creó una comisión de paz para iniciar conversaciones con la guerrilla.

En 1982 Belisario Betancur hizo lo propio con las FARC-EP, al igual que el presidente liberal Virgilio Barco en

1988. En 1990 Barco firmó un acuerdo de paz con el M-19. En 1991 se desmovilizaron las guerrillas del EPL, el

grupo Quintín Lame y el PRT. Ernesto Samper en 1998 concedió al ELN un estatus político con ánimo de lograr un

acuerdo de paz. En 1999 se inició un proceso de paz con las FARC-EP que fue cerrado en el 2002. Álvaro Uribe

Vélez en 2002 inició un proceso conversaciones con el ELN en Cuba. 257 Rutas del conflicto y Verdad Abierta son un par de ejemplo de plataformas nativas digitales que acompañaron el

más reciente proceso de paz y brindan, en la actualidad, un periodismo investigativo y de datos sobre la violencia y

sus impactos en Colombia. 258 Veena Das, “Trauma y testimonio”, en: Fernando Ortega (edit.), Veena Das: sujetos del dolor, agentes de dignidad

(Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2008), 149-165.

Ilustración 5 Lacrimarios

Oscar Muñoz. Lacrimarios (detalle),

caja de vidrio, agua, polvo de carbón,

lámpara halógena 20 x 20 x 20 cm.

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92

En el año 2013 bajo la dirección de Álvaro Sierra, periodista colombiano, la Revista

Semana, publicación de opinión que circula en el país de manera continua desde 1982 hasta

la fecha, generó Proyecto víctimas, un especial que busca inventariar detalladamente las

“abrumadoras estadísticas de la victimización y de las historias, individuales y colectivas,

que las encarnan”259, en él, bajo el título “arte-cultura”, Oscar Muñoz integra una revisión de

la obra de ocho artistas que, según el proyecto, desde las artes plásticas han expresado el

miedo y la indignación ante las tragedias de la guerra. La obra seleccionada de Muñoz para

tal fin fue Lacrimarios y junto a una fotografía (ver ilustración N°. 6) de una de las piezas de

esta instalación, a manera de descripción, se lee

Muñoz creó esta pieza basado en la historia real de una joven estudiante de arte que fue

asesinada en Chocó por los paramilitares. El cuerpo de la víctima fue arrojado a un río, pero

antes fue abierto en dos, para que no flotara. Las cajas muestran un reflejo de la imagen de la

niña, pintado en carbón, que se refleja sobre el agua.260

Para nosotros esta descripción fue el primer encuentro con la muerte violenta de Saja

Jhoanna Kaim Muñoz, Oscar Eduardo Monroy, Juan Carlos Muñoz y una menor de nombre

Andrea. ¿De qué se trató el caso?, ¿quiénes son las víctimas y quienes sus victimarios?

3.3.1. Saja Jhoana Kaim Muñoz

El domingo 29 de diciembre de 2020 Saja Jhoanna Kaim Muñoz estaría cumpliendo

43 años, fue asesinada a los 23. Era 3 años y 29 días mayor que Felipe Leal. Tenía

ascendencia hebrea, sus abuelos, una pareja de migrantes, ella católica y él judío –de familia

de rabinos– llegaron a Cartagena de Indias desde Europa del este a mediados del siglo XX y,

asentados en la ciudad de Cali, él promovió la creación del Colegio Hebreo Jorge Isaacs,

como se le reconoce en una placa que guardan sus hijos en la casa familiar. Saja nació seis

259 “Proyecto víctimas”, Revista Semana, 2013, https://especiales.semana.com/especiales/proyectovictimas/

Sobre el tratamiento de la categoría víctima por parte de la revista Semana, Dixon Vladimir Olaya en el artículo

académico que titula “Las imágenes de las víctimas del conflicto en la revista Semana: políticas, significados

culturales y visibilización” afirma que las construcciones que desde el periodismo se hacen del conflicto plantean

relaciones estáticas e identidades suspendidas sin lugar al análisis histórico que amerita la revisión de los procesos

que allí tuvieron lugar. Dixon Vladimir Olaya Gualteros, “Las imágenes de las víctimas del conflicto armado en la

revista Semana: políticas, significados culturales y visibilización”, Palabra clave, N°. 1 (2020): 1-30. 260 Retratar la infamia, “Proyecto víctimas”, Revista Semana, 2013,

https://especiales.semana.com/especiales/proyectovictimas/arte-cultura/retratar-la-infamia.html

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93

años después de la primera exposición de Oscar Muñoz, Dibujos morbosos –1971–, que se

llevó a cabo en “Ciudad Solar”; ese mismo año, entre julio y agosto, tuvieron lugar en Cali

los VI Juegos Panamericanos en los que participaron treinta y dos países y el ambiente de la

Guerra Fría dibujó facciones y rivalidades dentro y fuera del terreno de juego.

Tres meses antes del nacimiento de Saja, el jueves 14 de septiembre de 1977, en Cali

se paralizó el trasporte público y los trabajadores caminaron por la calle 15 para regresar a

sus hogares; las oficinas se cerraron temprano en medio de la “alerta roja” ante un paro cívico

que, según el oficialismo, planteaba a nivel nacional una confrontación entre la subversión y

el gobierno nacional, en cabeza del liberal Alfonso López Michelsen261. Antecedidos por

numerosos estados de sitio que activaban discursivamente a los enemigos de la democracia

y, al menos, setenta y dos paros con exigencias de adecuación de vías en diferentes partes del

país, servicios públicos y otros262, entre 1970 y 1977, en los días de septiembre de 1977, en

Bogotá, Barranquilla, Cali y Barrancabermeja, se vivió la “insurrección a la que sólo le había

faltado armas para instalar el poder popular”263: sindicalistas, estudiantes y maestros,

convergieron en el rechazo del costo de vida y del estado de sitio en arduas luchas

populares264. La convocatoria fue clara:

Los representantes de las centrales Obreras UTC, CTC, CSTC y CGT, reunidos con el

propósito de analizar la situación de la clase trabajadora y del pueblo en general, acatando, la

voluntad expresada perentoriamente por los respectivos Plenos Nacionales que son expresión

de las bases sindicales que las constituyen, comunicamos públicamente que hemos llegado a

los siguientes acuerdos iniciales: 1. Ratificar la decisión de realizar un PARO CÍVICO

NACIONAL UNIFICADO, cuya fecha y duración ya hemos convenido unánimemente. 2.

Fijar como objetivos del mismo reivindicaciones planteadas en los memorandos presentados

al Gobierno Nacional por la UTC la CTC, de la parte, y por la CSTC y la CGT, de otra, y en

consecuencia desmentir y rechazar categóricamente las versiones propaladas en el sentido de

calificar el movimiento como subversivo y de inspiración política.265

261 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite…, 71. 262 Medófilo Medina, La protesta urbana en Colombia en el siglo XX (Bogotá: Ediciones Aurora, 1984). 263 Medófilo Medina, “Dos décadas de crisis política en Colombia, 1977-1997”, en: Luisa Gabriela Arango (comp.),

La crisis sociopolítica colombiana. Un análisis no coyuntural de la coyuntura (Bogotá: Universidad Nacional, 1997),

33. 264 Mauricio Archila Neira, “El paro cívico nacional del 14 de septiembre de 1977. Un ejercicio de memoria

colectiva”, Revista de economía institucional, N°. 35 (2016): 313-318. 265 Por la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC), Teódulo Cabrera Ángel, Hernando Rodríguez M. y Hernando

Baquero C. Por la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), Teresa Valencia y Tomas Herazo Ríos. Por

la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC) Pastor Pérez, Roso Osorio, Teófilo Forero, Miguel

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94

Rápidamente, a la luz de la democracia occidental, las movilizaciones y protestas

fueron decantadas a la ya muy amplia categoría de “subversión”, por su capacidad

transgresora y desestabilizadora, lo que puede entenderse como la estigmatización de las

movilizaciones sociales y los ejercicios reflexivos y críticos que ellas suponen, al igual que

la aplicación de estrategias de alienación –también llamadas socio cognitivas– que vieron en

la cultura y los usos simbólicos un elemento de posicionamiento gubernamental que viene

desde 1969 en contra de la acción cultural y la circulación ideológica del comunismo266.

Saja pronto cumpliría un año cuando fue expedido el Estatuto de Seguridad que

instaló un marco legal que amplió la autonomía de las Fuerzas Militares sobre el manejo de

los asuntos públicos. El Estatuto, dentro del marco de la Doctrina de Seguridad Nacional,

contribuyó a la activación de las prácticas de la “Nueva Guerra”, “sustentada en la lucha de

un enemigo común, situado tanto a nivel de los intereses estadounidenses, como también de

una presunta defensa a la sociedad latinoamericana frente a cualquier agresión subversiva

proveniente del comunismo”267, como lo expresa entrelíneas su promotor, Julio César Turbay

Ayala:

Al tomar posesión de la Presidencia de la República convoco a todos mis compatriotas para

que me acompañen en esa saludable empresa, que rebasa la simple acción del Estado y

requiere la colaboración resulta de todos los sectores nacionales y la gran movilización social

contra un enemigo que diariamente se hace más peligroso, si no se le combate con todas las

herramientas posibles.268

En el discurso de Turbay Ayala el enemigo trunca los valores éticos y la seguridad de

los campos y ciudades y, junto a un gran despliegue cultural, este, la otredad, la subversión

y la insurgencia afanosamente se convierten en un blanco a corregir, limpiar, eliminar.

Dejaremos aquí las conjeturas aceleradas para volver a Saja, “una niña de 22 años, intrépida,

Antonio Caro y Gustavo Osorio. Por la Confederación General del Trabajo (CGT) Víctor Baena López y Ernesto

Molano. Bogotá, agosto 20 de 1977.

Arturo Alape, Un día de septiembre. Testimonios del Paro Cívico (Bogotá: Ediciones Amarillo, 1980), 13-15. 266 Juan Pablo Aranguren Romero, Cuerpos al límite: tortura, subjetividad y memoria en Colombia 1977-1982

(Bogotá: Ediciones Uniandes, 2016), 68. 267 Julián Andrés Muñoz Tejada, “Doctrina de la seguridad nacional. Relaciones entre saber y poder: discurso y

prácticas”, Estudios de Derecho, N°. 63 (2006): 190. 268 Discurso de Julio César Turbay Ayala al tomar posesión de la presidencia de la República, Revista del Banco de

la República, N°. 610, Vol. 51 (1978). Resaltado fuera del texto.

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vivaz, excursionista de paisajes y de vidas (…) bella niña, desafiantes ojazos azules, con

cámara fotográfica y raro nombre; generosa, risueña”269.

En 1997, cuando tenía 20 –mientras los grupos paramilitares se confederaban bajo las

AUC y un año después de la conformación del Bloque paramilitar Pacífico-Héroes del

Chocó–, Saja ingresó al programa de estudios de Artes Plásticas de la Facultad de Artes

Visuales y Aplicadas del Instituto Departamental de Bellas Artes, en Cali. En su familia había

cultivado el interés por la otredad, la diversidad colombiana y los grupos étnicos del litoral

pacífico. Consecuentemente con sus gustos, encontró en el plan de estudios una conexión

entre los problemas estéticos y las formas políticas, económicas, éticas, sociales e ideológicas

de la educación artística que fue incorporado a manera de “conciencia ética y responsabilidad

social del artística”, como creador de valores, en el año 1955 en su facultad de estudios270.

Ella combinaba la fotografía con la etnografía y “entre la selva virgen –como la del

principito– de manglares, ríos, frente al mar abierto, inmensa, era (es) –¡tan diferente a la del

principito!– territorio propicio para que el narco-paramilitarismo embarque droga y

desembarque armas y dinero en sus lanchas rápidas que conectan con los barcos mafiosos”271,

quiso explorar vivencialmente a los indígenas Embera Katio del Bajo Baudó.

Una fotografía de su mano tocando el cielo cuelga hoy en una de las paredes de la

casa familiar donde también está la placa del Sr. Kaim, un azul brillante se encuentra con una

nube blanca y la mano, bajo la nube, abre los dedos que parecen sostener el firmamento, “su

mano abierta, proyectada al futuro, al mundo, a la vida, que quiso acariciar… pero el

paramilitarismo frustró”272. La auto fotografía digitalizada acompaña también el posfacio del

libro de uno de sus tíos paternos, una compilación holística sobre el socialismo dedicada a

los estudiantes, camaradas y compañeros lejanos y cercanos y el entorno más próximo de

Fred Kaim Torres –líder estudiantil de los años setenta, militante “fraccionalista” de las

Juventudes Comunistas, economista, catedrático, sionista, o como lo describen en un libro

269 Fred Kaim Torres, ¿Adiós Socialismo? Un fantasma con trajes latinoamericanos. (Cali: FICA, 2010), 455-456. 270 PEP - Proyecto Educativo de Programa, Artes Plásticas, Instituto Departamental de Bellas Artes. 271 Ibíd., 455. 272 Ibíd., 456.

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sobre el impacto del género musical salsa en Bogotá “un judío inquieto que a raíz de la

persecución política que había en el país tuvo que irse y dejó el bar [“Galería Café Libro”,

de su propiedad,] a sus empleados para que se lo pagaran como pudieran273–. La fotografía,

como lo asegura el padre de Saja, tendrá próximamente otros usos, será ampliada y adornará

un nuevo local en un tradicional barrio de la ciudad de Cali.

Saja creció, vivía en el barrio San Antonio de Cali, lugar predilecto de estudiantes,

turistas y artesanos; su tío, Fred, la describe como promotora de encuentros vivenciales con

minorías étnicas y fotógrafa. Un día de junio de 2000 viajó al Chocó y nunca más volvió.

Ella, junto a Oscar Eduardo Monroy, Juan Carlos Muñoz y una menor de nombre Andrea,

propició durante meses un encuentro con comunidades de las que ni siquiera hoy hay

información actualizada en las bibliotecas.

Sin rastro de cuatro estudiantes. Los padres de cuatro estudiantes que partieron de Cali hacia

el Chocó denunciaron ayer que sus hijos están desaparecidos desde mediados de septiembre.

[…] salieron de Cali a mediados de junio para visitar el municipio de Bajo Baudó (Chocó) y

el corregimiento de Arusí (Nuquí). Su intención era conocer de cerca la cultura de los

indígenas Embera, que habitan en la zona del bajo Baudó.

Establecimos que hasta el 7 de septiembre se encontraban con buena salud, contentos y

programando su regreso para finales de octubre. Por tal situación estábamos tranquilos,

esperando su regreso, dicen sus familiares en un comunicado dirigido a los medios de

comunicación.

Meyer Kaim Torres, padre de Saja Jhoanna, asegura que el 19 de octubre la mamá de uno de

los jóvenes en excursión se comunicó con él para informarle que campesinos de la zona daban

versiones sobre hombres armados que se los habían llevado en lanchas.

Hasta poco antes de su viaje al Chocó, Saja Jhoanna, de 23 años, estudiaba en el Instituto

Departamental de Bellas Artes, en Cali, y Oscar Eduardo, de 19 años, en el municipio de El

Cerrito, en el centro del Valle.

Por su parte, Juan Carlos Muñoz, oriundo de Medellín, residía en el sector de Ladrilleros, en

la zona turística de Buenaventura. De Andrea, una adolescente de 17 años nacida en Bogotá,

se conocen pocos datos.

Los familiares han remitido comunicaciones a Carlos Castaño, comandante de las

Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), grupo que opera en la región para tratar de

establecer si el grupo tiene en su poder a los jóvenes. Sin embargo, hasta ahora no hay una

respuesta.

273 Mario Jursich Durán (edit.), ¡Fuera zapato viejo! Crónicas, retratos y entrevistas sobre la salsa en Bogotá

(Bogotá: El malpensante, 2014), 231.

Page 106: Autora: Erica Alejandra Mina González

97

Meyer Kaim pidió a quienes los tengan en su poder que tengan el gesto comprensivo y

humanitario de respetar la vida de estos jóvenes y dejarlos en libertad.274

3.3.2. La masacre

Isabel y Marina, una fue y la otra es abuela de

Isamary Quinto Mosquera. A ellas y a ella,

muchas gracias.

~

3.3.2.1.El territorio: Bajo Baudó pluriétnico y multicultural

Como se lee en el comunicado público de los padres de las víctimas a los medios de

comunicación nacional, Saja, junto a sus compañeros, partió desde la ciudad de Buenaventura

hacia el Bajo Baudó en el departamento del Chocó; tal travesía, a la luz de las precarias vías

de comunicación entre los departamentos vecinos –Valle del Cauca y Chocó–, puede hacerse

de manera marítima, terrestre y fluvial: en lancha rápida por las aguas de la bahía de

Buenaventura pasando por Ladrilleros, Piangüita, Juanchaco, la Bocana, entre otros

territorios bañados por el mar, en un recorrido de ocho horas; por tierra que representa el

medio utilizado, en su mayoría, por indígenas bajobaudoseños en un tiempo estimado entre

veinticuatro a cuarenta y ocho horas y, finalmente, por el cauce del río San Juan con el que

las comunidades negras e indígenas han generado históricamente relaciones hidrosociales.

Sobre la geografía del lugar se ha de decir que el río Baudó bautiza las tierras que le

ven circular antes de desembocar en el océano Pacífico, encontrándose el Bajo y Alto Baudó

en el litoral que les agrupa como subregión junto a los municipios de Juradó, Bahía Solano y

Nuquí, limitando con las también subregiones del Alto, Medio y Bajo San Juan al suroriente,

el Medio Atrato al oriente, Bajo Atrato –Darién– en el nororiente y océano Pacífico en el

occidente. 4.840 km2 se extiende el Bajo Baudó entre gran diversidad de fauna y flora, no de

moles de hormigón, porque el Chocó como muchos otros departamentos de Colombia,

empobrecidos, excluidos, negros e indígenas, conservan grandes distancias con el desarrollo

del cemento y la desforestación, como distingue su himno:

274 Redacción El Tiempo, “Sin rastro de cuatro estudiantes”, El Tiempo, 24 de octubre de 2000,

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1277581

Page 107: Autora: Erica Alejandra Mina González

98

Grandes ríos y quebradas, bellas playas y mucho mar,

lindos manglares y esteros

muestran vías al andar

que Dios los colme de dones para poder transitar

uniendo tus regiones con tu linda capital

tierra de libertad, paz y alegría.

Son tus ríos nuestros caminos riquezas y manantiales,

tus maderas son riquezas

que podemos explotar

tu agricultura importante que vamos a sustentar

y es el arte de la pesca un deporte regional

orgullos de este lindo municipio.

Al año 2005 el total de la población sumaba 15.919 personas y el porcentaje de

población bajobaudoseña con las necesidades básicas insatisfechas –NBI– rosaba el

promedio departamental del 80% según el censo general que más tarde estableció, para el

2010, un total de 78,28% de personas en NBI. En cuanto a la identificación étnica que en su

performatividad cautivaba a Saja, para el 2005, el 67,4% se autoreconocía como negro,

mulato, afrocolombiano o afrodescendiente, mientras el 32,5% se asumía como indígena275.

Ciertamente las geografías políticas son de poca utilidad para hablar de territorialidad

y de la movilidad de los grupos étnicos que las integran; en términos generales, cómodamente

situamos al Chocó, de norte a sur, como un departamento de gran relevancia étnica y cultural,

entre otros, para el estimado de 33.280 indígenas Embera Katio que se concentran en los

departamentos de Antioquia, Córdoba y Chocó276, siendo las fronteras poco determinantes

para ubicarles en su amplitud y diversidad.

En consonancia con la diversidad, la Constitución Política colombiana de 1991, “en

busca de la recuperación de una legitimidad política en aguda crisis y bajo presiones de un

contexto de globalización”277, redefinió la nación, como también lo “quiso” hacer el Estado

275 DANE, Censo general 2005. Perfil Bajo Baudó (Chocó), 14 de septiembre de 2010. 276 Andrés Romero López y Angela Patricia Muñoz, Caracterización pueblo indígena Embera Katio (Bogotá:

Procuraduría General de la Nación – Red Colombia Verde, 2019). 277 Carlos Efrén Agudelo, “Nuevos actores sociales y relegitimación del Estado. Estado y construcción del

movimiento social de comunidades negras en Colombia”, en: Elisabeth Cunin, Textos en diáspora. Una antología

sobre afrodescendientes en América (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia: Centro de Estudios

Mexicanos y Centroamericanos, 2008), 264.

Page 108: Autora: Erica Alejandra Mina González

99

paramilitar, según Castaño, construyendo política, territorial y jurídicamente la etnicidad,

dentro de la cual las comunidades negras e indígenas, entre diálogos internos y externos,

narrativizaron el yo, como sugiere Stuart Hall278 para con los procesos identitarios que, por

demás, circundan a la etnicidad. Así, consignado en la carta magna, en los artículos séptimo

y décimo, el Estado reconoce y protege a la diversidad étnica y oficializa las lenguas y

dialectos en sus territorios, despachándose sobre las formas étnicas y culturales de las y los

connacionales.

Ahora, sobre el discurso de integración nacional –esquivando el concepto de

inclusión– al que se suscribe la Constitución, para la región Pacífica colombiana puede

asumirse parcialmente el fracaso del multiculturalismo al ser campesinas y campesinos,

comunidades indígenas y afrodescendientes los grupos de civiles más afectados por el

conflicto279; lo cual, dentro de la lectura sistema-mundo de Arturo Escobar, vincula al

contexto de mundialización que implicaba un rol visible para los actores locales en la gestión

del desarrollo, en donde la defensa del medio ambiente se convierte en uno de los paradigmas

de la nueva lógica de coexistencia entre naciones dictada por los principales centros de

decisión de políticas internacionales280. En otras palabras: el reconocimiento constitucional

a las comunidades indígenas y negras, establece una coexistencia de discursos sobre la

nación, la territorialidad y las actividades que en ellas se desarrollan; al partir desde la

integración de estas comunidades como minorías étnicas, se hace inminente un choque

cosmovisional que ha convertido históricamente a las comunidades en enclaves

económicos281, asechados por el extractivismo que, como veremos a continuación, no deja

de acercarlas a las figuras de mayor vulnerabilidad ante las violencias.

La explotación maderera y la minería han sido actividades extractivas en el bosque tropical

lluvioso del Pacífico durante décadas, aun cuando la escala de operaciones se ha intensificado

278 Stuart Hall y Paul du Gay, Cuestiones de identidad cultural (Buenos Aires: Amorrortu, 2003), 18 279 Amnesty International, “Leave us in peace!” Targeting civilians in Colombia’s internal armed conflicto (Londres:

Amnesty International Publications, 2008), 55. 280 Arturo Escobar, El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea (Bogotá:

CEREC – ICAM, 1999). 281 Un caso emblemático sobre los enclaves capitalistas en medio de la vulnerabilidad de comunidades y territorios

aislados, periféricos y empobrecidos es el representado por la agroindustria de palma de aceite en el Cesar. Véase:

Centro Nacional de Memoria Histórica, Y a la vida por fin daremos todo. Memorias de las y los trabajadores y

extrabajadores de la agroindustria de la palma de aceite en el Cesar. 1950-2018 (Bogotá: CNMH, 2018).

Page 109: Autora: Erica Alejandra Mina González

100

con la aplicación de técnicas en sectores como la minería aurífera industrial, buena parte de

la cual es financiada con dinero del narcotráfico. La madera es recolectada por grandes

compañías multinacionales y colombianas, al igual que por colonos pobres. De acuerdo con

algunos estimativos, la deforestación alcanza doscientas mil hectáreas anuales. Durante los

últimos años, además del incremento en la acumulación de capital en estos sectores, y como

secuela de las estrategias de integración y apertura, ha aumentado la inversión en nuevos

sectores, como en las plantaciones de palma africana para la producción de aceite; los cultivos

artificiales de camarón; enlatadoras de palmitos; la pesca costera y en mar adentro; pesca,

procesamiento y empaque de camarón y pescado para exportación; y el turismo. Cada una de

estas nuevas formas de inversión produce notables transformaciones culturales, ecológicas y

sociales282

La economía extractivista se ha instalado en el departamento chocoano desde hace

siglos –bajo diferentes contextos– y, aún con derechos territoriales y autonomía, los grupos

étnicos que son minorías nacionales, pero mayorías en el Chocó, en medio de las

agroindustrias, la minería y la pesca no artesanales, se convierten en la muestra de la

racialización del empobrecimiento y la sistematicidad de violencias relacionadas con el

despojo283 y las dinámicas de las economías ilegales.

3.2.2.1.1. Los Emberá Katío

Como resultado de los procesos propios de la Conquista y la Colonia, la introducción de

misiones evangelizadoras, y la avanzada de colonos en sus tierras, entre otros factores,

dispersaron a diversas comunidades Embera y condicionaron desarrollos disímiles, a partir

de los contextos naturales en los que se albergaron, y condicionados también por el tipo de

poblaciones y de interacciones que afrontaron y que ejercieron diferentes influencias en cada

grupo asentado en diferentes territorios.284

282 Arturo Escobar, El final del salvaje. Naturaleza, cultura y política en la antropología contemporánea (Bogotá:

CEREC – ICAM, 1999), 212. 283 En el año 2014 la Sala Civil especializada en restitución de tierras del Tribunal Superior del Distrito Judicial de

Antioquia amparó y sentenció restablecer el “goce efectivo de los derechos territoriales del pueblo Embera Katio con

el fin de posibilitar su retorno como consecuencia del despojo, abandono y confinamiento a que fuera sometido por

el conflicto armado interno y sus favores vinculados [compañías mineras] y subyacentes” tras haber quedado

“debidamente demostrados los procesos bélicos que causaron desintegración familiar y cultural” en contra de sus

derechos de autonomía, identidad y territorio.

Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia contra Continental Gold Limited Sucursal

Colombia y otros, 23 de septiembre de 2014, Rad. 27001 31 21 001 2014 00005 00 (15). Magistrado ponente: Vicente

Landinez Lara. 284 Raúl Arango Ochoa y Enrique Gutiérrez Sánchez, Los pueblos indígenas de Colombia en el umbral del nuevo

milenio: población, cultura y territorio. Bases para el fortalecimiento social y económico de los pueblos indígenas

(Bogotá: Departamento Nacional de Planeación, 2004).

Page 110: Autora: Erica Alejandra Mina González

101

Katío, Chamí, Dobidá y Esperanza Siapidara son pueblos originarios que comparten

lengua y cosmovisión jaibaná285 e integraron en tiempo prehispánico los pueblos “chocó” o

“chocoes” del occidente colombiano. En la actualidad, los Embera que son la familia cultural

de estos cuatro pueblos que están organizados en cincuenta y tres de los quinientos setenta y

siete resguardos indígenas de Colombia, sin estar lejos de los riesgos que significan para

cualquier comunidad el asecho de diferentes actores armados, los cultivos ilícitos en su

territorio, el desconocimiento de su autoridad y autonomía étnica y la explotación de sus

recursos naturales.

Entender la vulnerabilidad de las comunidades indígenas chocoanas, al margen del

privilegio paternalista, es reflexionar sobre sus particulares formas de organización y de

circulación en el espacio y su historicidad, toda vez que esto les ha permitido dialogar con

las formas institucionales y estatales dentro de un marco autónomo y medianamente

independiente, o sencillamente diferente, de los ritmos y lógicas de gobiernos centrales; junto

a ello, el habitar hidrosocialmente el territorio inaugura relaciones de alta movilidad en donde

los ríos se convierten en fuente de vida social y económica, medio de comunicación y espacio

ritual, mientras la fauna y flora de la selva ecuatorial ha sido habituada a su cultura cotidiana.

En ese sentido, la alteración de los ciclos de vida del entorno natural, por presencia, acción

y/o explotación de agentes externos a los grupos étnicos, desarticula las relaciones que tiene

lugar en los territorios.

A nivel cultural las particularidades de las comunidades indígenas representan

transacciones que integran la alteridad, como instrumento de diferenciación de un yo y un

nosotros que, dentro de las dinámicas de guerra, no posibilita mediación alguna que favorezca

o sancione la estructura cultural indígena. De esta manera el impacto de actores armados en

el territorio katío nubla las dinámicas culturales y pone en peligro todo el entramado cultural

desde el que es entendida la vida.

285 “La palabra jaibaná está compuesta por dos morfemas: jai, que muchas veces se ha traducido por “espíritu” o

“energía” susceptible de causar o curar la enfermedad; baná es un morfema que indica posesión. Así pues, podemos

entender que el jaibaná es “el que tiene los espíritus””. El jaibanismo es entonces una relación con la naturaleza en la

que se concibe al hombre inseparablemente dentro de ella.

Marc Jiménez Marzo, “Jaibanismo y colonialidad. Los conflictos entre jaibaná en el resguardo Embera-Chamí de

Karmata Rua. Antioquia Colombia”, Revista Kavilando, N°. 1 (2019): 155.

Page 111: Autora: Erica Alejandra Mina González

102

Tabla 5 Territorios del Bajo Baudó

Por otro lado, el énfasis en el territorio nos conduce a examinar las potencialidades

de este, dentro de lo que se ha llamado zona estratégica, para lo cual volveremos sobre la

noción departamental que nos permite ir a la generalidad para luego matizar en la afectación

específica al territorio katío. Al Chocó se le reconoce como un espacio geográfico que

posibilita la creación de rutas de acceso con el centro, norte y sur del país entre sus selvas,

ríos y montañas; al limitar, al norte con la república de Panamá y el mar Caribe, al este con

los departamentos de Antioquia y Risaralda, al sur con el Valle del Cauca y al este con el

Departamento Chocó

Municipio Bajo Baudó

Cabecera municipal Pizarro

Zona Urbana Corregimientos Dotenedó Guineal

Sivirú

Mochadó

Unión Pitalito

Bajo Grande

Villa Colombia

Belén de Docampadó

Territorios étnicos Resguardos

indígenas

Bajo Grande

Bellavista

Unión Pitalito

Doimama Tuma

Bella Luz

El Piñal

La Jagua

Guachal Pitalito

Ordo Sivirú

Agua Clara

Puerto de Chichiliano

Quebrada Quera

Río Orpúa

Río Pavasa y Quebrada Jella

Río Purricha

Santa Rosa de Ijua

Territorios

colectivos de

comunidades

negras

Río Baudó

ACABA

La Costa Concosta

Sivirú

San Andres de Usaragá

Pizarro

Río Piliza

Villa Maria

Puricha

San Agustín de Terrón

Pavasa

Virudó

Cuevita

Page 112: Autora: Erica Alejandra Mina González

103

océano Pacífico, sus vías, indiscutiblemente, posibilitan la conexión de las américas con el

mundo entre océanos.

Las zonas geográficas del Chocó, en las que se resalta la variabilidad de los pisos

térmicos que han representado una favorabilidad para la industria maderera, palmera y

minera en relación con las fuentes hídricas que no son pocas en el departamento, se unen y

dan respuesta a las rutas del narcotráfico y los intereses del paramilitarismo allí.

Geográficamente, el enfoque de vulnerabilidad en medio de la presencia o acción de

máquinas de guerra revela una vinculación de estas con la represión de los sindicatos y la

incursión guerrillera que, “tras la extorsión a los sectores productivos, la extracción ilegal de

oro y más tarde la protección de rutas de salida de droga, han marcado una historia de

violencia atizada por el fortalecimiento de la estructura del Bloque Pacífico de las FARC

(Frente 57), el Frente de Guerra Occidental del ELN y el Bloque Paramilitar Élmer

Cárdenas”286.

Haremos un nuevo bucle para conectar al caso de Saja y entrever allí la acción

paramilitar y el hostigamiento territorial: la revista Noche y niebla del CINEP es una

publicación periódica vigente que desde 1996 presenta los balances de la situación de los

derechos humanos en el país, de acuerdo con el Banco de Datos de los DD. HH. de la misma

institución. Para su edición número dieciocho, correspondiente a los meses de octubre,

noviembre y diciembre de 2000, a manera de reporte del 15 de noviembre de 2000 del

municipio de Nuquí, Chocó, se lee:

Paramilitares de las AUC ejecutaron en el sitio Punta El Cabito, ubicado en el corregimiento

Arusí, a cuatro jóvenes que se hallaban en la zona conociendo la manera como viven los

indígenas Emberá-Katío, a quienes habían desaparecido desde el pasado el 15 de septiembre.

El padre de Saja Johana, a través de un comunicado, indicó los cruces de misivas con Carlos

Castaño, jefe paramilitar de las AUC, en las que indagaba sobre los jóvenes, recibiendo

apenas una contestación en la que Castaño le advertía de lo “irrespetuosas” de las mismas.

Finalmente, emprendió personalmente su búsqueda y luego de “...una inspección presencial

en la zona permitió [sic] entrevistar a varias autoridades, lancheros, pescadores y pobladores

en general, con lo cual, pese al pánico generalizado que impide una normal comunicación,

con mucho esfuerzo se logró establecer que los jóvenes fueron vil y cruelmente asesinados y

286 Dirección de política contra las drogas, Caracterización regional de la problemática asociada a las drogas ilícitas

en el departamento de Chocó (Bogotá: Observatorio de drogas de Colombia, 2017), 68.

Page 113: Autora: Erica Alejandra Mina González

104

sus cuerpos fondeados al mar, al suroriente de Cabo Corrientes, que hace parte de Punta El

Cabito”.287

Las referencias geográficas del reporte nos ayudan a establecer un recorrido de 28 km

entre el resguardo indígena más próximo a la zona de referencia pesquera que es Cabo

Corrientes, el cual limita con el Bajo Baudó, dentro de la compleja organización política del

territorio. Toda vez que la información se ve complementada con la registrada en una

campaña de carácter urgente de la Organización Mundial Contra la Tortura –OMCT–

radicada en Ginebra a los 17 días del mes de noviembre de 2000:

El Secretariado Internacional de la OMCT había manifestado su profunda preocupación ante

las detenciones ilegales y presunta desaparición forzada de cuatro personas jóvenes […]

Según los informes, hombres armados entraron al rancho del indígena en donde se estaban

hospedando, amarraron a las dos mujeres, Saja Johana y Andrea, y se las llevaron. Los otros

dos excursionistas no se encontraban en la casa del indígena pero poco después, fue hallada

la canoa en donde se movilizaban, con manchas de sangre y sin ningún rastro de ellos. De

acuerdo con los informes, al parecer, los hombres armados pertenecen a las Autodefensas

Unidas de Colombia (AUC).

El Secretariado Internacional de la OMCT había condenado estos hechos violentos, lo mismo

que la impunidad de sus autores y exhortaba a las autoridades colombianas a que cumplan

sus reiteradas promesas de luchar contra las violaciones de los derechos humanos, asegurar

que los responsables sean sancionados y combatir a los grupos paramilitares.288

Con toda esta información, se hace evidente que el objetivo de los victimarios es no

dejar rastro de las víctimas, pero sí de la muerte violenta como lo sugiere el ingreso al lugar

en el que se hospedaban y el tratamiento final de sus cuerpos, el cual podemos contrastar con

el caso de Patricia, una mujer torturada en Arusí, relatado por nuestra coequipera:

Cuando yo estaba pequeña al lado vivía una chica llamada Patricia que tenía alrededor de 15

años, ella no era de aquí, pero era sobrina de un señor que asesinaron hace como 5 años. A

Patricia le encantaba jugar fútbol en la playa, mi mamá también cuenta que cuando yo estaba

pequeña me mantenía cargando a cada rato, jugando conmigo y hacerme "gracias"; ella tenía

una relación la cual quería dejar, con un miembro de las AUC, para esos momentos estaba en

auge el enfrentamiento con el ELN. Entonces el hombre de las AUC no recibió bien el

rechazo por parte de Patricia, entonces afirmó que ella [sic] informante de la guerrilla. Patricia

desapareció por un tiempo, pero nadie sabía nada, sólo que se había ido en lancha con los de

287 Cinep y Justicia y Paz, “En deuda con la humanidad. Paramilitarismo en Colombia 1988-2003”, Noche y Niebla,

N°. 18 (2004): 339. 288 OMTC - Organización Mundial Contra la Tortura, Campañas: Caso COL 261000.1, 2000.

Page 114: Autora: Erica Alejandra Mina González

105

la AUC, a los pocos días Patricia apareció en una playa de la cabecera municipal muerta y

empalada.289

Nos detendremos en dos momentos de los cuales da luz la información de arriba.

Antes y después de la muerte fueron llevados a cabo dos ejercicios; (i) las víctimas fueron

secuestradas y sus raptores emprendieron con ellas un camino hacia una zona diferente, lo

cual se evidencia en la caracterización de los actores de cada lugar: el espacio desde donde

partieron –lugar A– responde a uno de habitación indígena, el cual aunque por demás pueda

poseer una estructura organizativa propia de la zona, nos obliga a hablar de una población

específica que ha de tener unas relaciones particulares con el espacio290; aunque no nos es

posible clarificar si se trata de una organización habitacional katío. Mientras el segundo

momento –lugar B–, por el contacto que tiene el padre de Saja –con pescadores y lancheros–

y la ubicación geográfica a la que apuntan los datos, se trata de una zona en la cual se llevan

a cabo labores relacionadas con los usos e interacciones con el mar.

Por otro lado, (ii) cuando las fuentes hablan de fondear al mar los cuerpos

irrevocablemente esa actividad se asocia con formas encubridoras, capaces de convocar la

destrucción total, nos encontramos con la desaparición y la masare. Particularizaremos en el

sentido de la destrucción total para subrayar que, a diferencia del caso de Patricia, el que nos

convoca no hace uso del cuerpo como figura comunicativa del poder dentro de una población,

sino que, desde su desaparición, dado el ejercicio de fondeo, se erige el poder de atravesar y

desgarrar la vida sin dejar indicios de la muerte, en desagregación y desconocimiento de los

excursionistas como agentes externos, lejanos a la zona que “no debían estar allí” (?). Toda

esa primera interpretación encuentra a continuación elementos vinculantes de un nuevo orden

de las cosas, de acuerdo con la aparición de dinámicas propias del narcotráfico.

De acuerdo con el registro civil de nacimiento, Saja Johana Kaim Muñoz era hija de

Soledad Muñoz Leal y Meyer Eduardo Kaim Torres, hermana de Ilam Kaim Muñoz y nieta

289 Relato de nuestra coequipera anónima, 16 de octubre de 2020. 290 El relato de nuestra coequipera nos deja ver cómo existe un aislamiento de la población indígena sur chocoana que

históricamente se ha ubicado en cercanías con las tierras más próximas a la cordillera, en un valle selvático cerca al

cauce de los ríos.

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106

de Blanca Ofelia Rojas de Muñoz; para su tratamiento como víctima, en el año 2017, en los

juzgados de Justicia y Paz del Tribunal del Distrito Judicial de Medellín, se le reconoció

laboralmente como “artesana” y para efectos de “reparación integral” se estimó como

ingresos, de acuerdo a su actividad económica, el equivalente al salario mínimo mensual

legal vigente a la fecha de los hechos. El caso se procesó como desaparición forzada de

persona protegida291 con la pena del delito de homicidio agravado y en la sentencia del caso

el magistrado ponente solicitó la investigación de la participación de Álvaro Mesa,

narcotraficante del Chocó, en relación con los hechos.

¿Por qué vincular a un narcotraficante en el caso? Hasta el momento la información

adjudica los hechos a las AUC. ¿Qué tipo de relación se tejió en la zona entre estos actores?,

¿cuál es el punto de encuentro entre los primeros y los segundos? El proceso judicial al que

está articulado el caso de Saja así lo menciona:

La desaparición forzada también fue una práctica utilizada por los paramilitares para encubrir

las actividades de narcotráfico que se realizaban en la zona. Así se presentó en 4 (13,79%)

de los 29 casos presentados por la Fiscalía, específicamente en los casos de Saja Johana Kaim

Muñoz, Juan Carlos Muñoz Fonseca, Oscar Eduardo Monroy Moreno y Andrea N.N. Según

estableció la Sala, los 4 jóvenes excursionistas fueron desaparecidos el 9 de agosto de 2.000

en el corregimiento de Arusí del municipio de Nuquí porque estaban instalados cerca de un

campamento cocalero, lo que dio lugar a que los narcotraficantes de la zona informaran a los

paramilitares del Bloque Pacífico para que los desaparecieran y no poner en evidencia sus

actividades ilícitas en la región.292

Leer las transacciones entre el narcotráfico y el paramilitarismo atraviesa la

vulnerabilidad de las comunidades y arroja víctimas, al activar una violencia

instrumentalizada con ánimo de llevar a cabo un objetivo específico, como lo presenta el caso

291 El bloque constitucional colombiano recoge el Derecho Internacional Humanitario que regula la guerra para

garantizar la dignidad humana, estando en este marco el concepto de “persona protegida” al que componen elementos

jurídicos, fácticos, normativos y políticos para amparar a la población civil. De acuerdo con el principio de distinción

que rescata la identificación de los combatientes “y a quienes participan directamente de las hostilidades, de las

personas protegidas conforme al derecho internacional humanitario”291, dentro del conflicto armado, para efectos

jurídicos, cobra gran importancia el tratamiento de los actores, su asimilación dentro, o no, de la guerra y sus lugares

de enunciación. Cristhian Miguel Salcedo Franco, “Del homicidio en persona protegida y su aplicación frente a las

transformaciones del conflicto armado colombiano”, Universitas Estudiantes, N°. 11 (2014): 9-43. 292 Acta N°. 001 del Tribunal del Distrito Sala de Conocimiento de Justicia y Paz, contra los acusados: Rodrigo

Alberto Zapata Sierra, William Mosquera Mosquera, Games Lozano Badillo, Carlos Mario Montoya Pamplona y

Luis Omar Marín Londoño, 30 de enero de 2017, Rad. 0016000253-2008-83308, 0016000253-2010-84398,

0016000253-2006-80893, Magistrado ponente: Rubén Darío Pinilla Cogollo.

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107

de Saja. A continuación, ataremos al narcotráfico con los campamentos coraleros, dentro de

las dinámicas de cultivo, producción y distribución de coca(ina) y, en ese ejercicio nos

preguntaremos por la acción paramilitar y su discursividad en el Bajo Baudó, todo lo cual se

puede representar sobre la figura del Bloque Pacífico-Héroes del Chocó.

3.2.2.2. Bloque Pacífico-Héroes del Chocó

Vicente Castaño Gil le ordenó a Rodrigo Zapata Sierra, organizar un grupo en el río Baudó

para proporcionar seguridad a los embarques del narcotráfico, lo que originó la creación del

Frente Héroes del Chocó.293

Anteriormente nos detuvimos en las dinámicas económicas del departamento

chocoano, el extractivismo convertido en constante y el multiculturalismo que subraya la

diversidad de lógicas con las que se dialoga dentro del país en términos económicos y, en

general, socioculturales. En este contexto, hacia finales de los noventa el Chocó y sus áreas

limítrofes con los departamentos de Antioquia, Valle y Risaralda eran una espacio de disputa;

el norte del Valle y el occidente de Antioquia fueron zonas tendientes a la confrontación de

grupos armados que habían incorporado a sus actividades tareas satelitales para el tráfico de

drogas; estos grupos y sus posiciones dentro de las dinámicas del narcotráfico se explican al

remontarnos a mediados de 1995 con la confluencia de intereses mineros los cuales dieron

vida al Frente Minero paramilitar que confrontaba a las guerrillas de la zona de extracción

con ánimo de “brindar seguridad a comerciantes y mineros” asediados por el Ejército de

Liberación Nacional y los frentes de las FARC-EP que hacían presencia en el lugar.

De manera paralela, en la zona del Pacífico sur chocoano se dieron a conocer las

“pacas” que responden coloquialmente a paquetes de clorhidrato de cocaína que pescadores

y lancheros encontraban flotando en el mar, como hileros que constatan el paso las lanchas

interceptadas mientras surcaban el mar abierto con destino a Panamá, como nos lo hace saber

nuestra coequipera. Para recapitular, a los intereses de los mineros y comerciantes, se sumó

en 1999 la custodia de una ruta de narcotráfico, por parte de paramilitares, que posibilitaba

el flote de las “pacas” con las que “se enriquecieron muchas personas” –en el relato de la

293 SP5333-2018 Sala de Casación Penal, 5 de diciembre de 2018, Rad. 50236, Magistrado ponente: Eugenio

Fernández Carlier.

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108

informante–: Rodrigo Alberto Zapata Sierra, alias “Ricardo” exparamilitar de las AUC,

condenado a diez años de cárcel por delitos de concierto para delinquir agravado,

desplazamiento forzado e invasión de áreas de especial importancia ecológica”, explicó en

una versión libre, en el marco de la aplicación de Justicia y Paz que el Bloque Pacífico debía

“proteger una ruta que iniciaba en Pie de Pató (Alto Baudó) y continuaba aguas abajo por el

río Baudó hasta su desembocadura en el Pacífico, en el municipio de Pizarro. La droga

llegaba a la zona de embarque por vía terrestre desde Medellín y Pereira y se almacenaba en

Medio Baudó (corregimiento Pie de Pepé)”294.

“Las AUC llegaron aquí en el 97 y precisamente fue un blanco mestizo quien los trajo porque

anteriormente el narcotráfico siempre ha estado presente acá, y los trajo y esa noche llegaron,

como en ese momento aquí no había energía para todas las casas, llegaron justo en la casa del

papá de mi tía abuela y le hicieron encender la planta que funcionaba a base de petróleo… en

ese momento él tenía un bailadero y sacaron a la gente de sus casas y les empezaron… las

mujeres anteriormente estaban desnudas, se dormía en calzones, la gente con las puertas

abiertas… ese día los sacaron, confiscaron todas las armas a la gente que tenía armas en ese

momento, armas de caza, para defenderse, todo tipo de arma las confiscaron y se las llevaron,

luego hicieron una reunión con la gente del pueblo y duraron mucho tiempo en esas”295

Como constata el relato de nuestra coequipera, los paramilitares de las AUC llegaron

al pacífico sur chocoano a finales de los noventa y, lejos de su discursividad de

confederación, acompañaron las actividades del narcotráfico. Según datos del Ministerio de

Justicia, entre el año 2000 y 2013 se identificaron en el departamento chocoano cultivos de

coca, en un alto promedio departamental, en Istmina, Alto, Medio y Bajo Baudó, Nóvita y

Sipí296, junto con la presencia de paramilitares del bloque Elmer Cárdenas y Héroes del

Pacífico, quienes, entre otras cosas, apoyaron la candidatura de congresistas y políticos del

294 Óscar David Andrade Becerra, Alen Castaño, Lina Díaz, Carlos D., Isabel Giraldo Q., Bárbara Lacoste, Hernán

Montenegro L., Maritza Tangarife y Daniela Trujillo O., Pacífico Norte: laboratorio de violencia paramilitar.

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en el departamento de Chocó (Bogotá: Observatorio de drogas de Colombia, 2017), 38.

Page 118: Autora: Erica Alejandra Mina González

109

departamento con préstamos “de manera personal”, como asegura Freddy Rendón Herrera,

alias “El Alemán” ante u magistrado de Justicia y Paz297.

El Bloque Héroes de Pacífico, junto con el Bloque Capital, Héroes de Gualivá, Bloque

Metro y Bloque Suroeste antioqueño, es una de las estructuras “extraviadas” del

paramilitarismo; para el año 2015, diez años después del proceso de desmovilización de las

AUC, acudieron a Justicia y Paz trece postulados del bloque en cuestión, de los cuales “ 5

fueron archivados porque no hubo ratificación de querer estar en el proceso, 3 cuentan con

preclusión por muerte y otros 3 fueron excluidos por renuencia” al proceso, es decir que solo

dos postulados acuden a las garantías de verdad de las 2.204 víctimas.298

Aunque no constatamos, dentro de las fuentes, la existencia de un campamento

cocalero en la zona en donde se encontraba Saja, al enmarcar el proceso dentro del área de

actividad de los paramilitares del Bloque Pacífico de las AUC, la versión del juzgado toma

mucha fuerza. Del mismo modo, otro relato de los hechos indica la estancia de los cuatro

jóvenes en el resguardo indígena Jella y, en consonancia, encontramos que al resguardo

indígena río Pavasa y quebrada Jella junto con otros veinticinco resguardos del Alto, Medio

y Bajo Baudó299, tras avanzar en diligencias desde el año 2001, en el año 2018 le fueron

concedidas medidas cautelares300 dentro de un panorama de transitoriedad en medio del

conflicto armado, las cuales tienen un carácter inmediato y definitivo para la protección y

297 Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Bloque “Elmer Cárdenas”. Rad.

110016000253 2008 83241, 27 de agosto de 2014, Magistrado ponente: Juan Guillermo Cárdenas Gómez. 298 “Los Bloques extraviados”, Verdad Abierta, 5 de diciembre de 2015, https://verdadabierta.com/los-bloques-

extraviados/ 299 Resguardo indígena Aguaclara y Bella Luz del río Amporá, Resguardo indígena Bajo Grande, Resguardo indígena

Bellavista - Unión Pitalito, Resguardo indígena Chigorodo Memba, Resguardo indígena Dearade Biakirude,

Resguardo indígena Do Imama Tuma y Bella Luz, Resguardo indígena Dominico, Londoño y Apartadó, Resguardo

indígena El Piñal, Resguardo indígena La Jaguaguachal-Pitalito, Resguardo indígena Ordo Sivirú Aguaclara,

Resguardo indígena Patio Bonito, Resguardo indígena Puerto Alegre y La Divisa, Resguardo indígena Puerto

Chichiliano, Resguardo indígena Puerto Libia Tripicay, Resguardo indígena Puerto Libre del Río Pepé, Reguardo

indígena quebrada Quera, Resguardo indígena río Orpua, Resguardo indígena río Purricha, Resguardo indígena ríos

Catrudubasa y Ancoso, Resguardo indígena ríos Jurubidachori y Alto Baudo, Resguardo indígena ríos Torreido y

Chimani, Resguardo indígena Santa Cecilia de la quebrada Oro Chocó, Resguardo indígena Santa Rosa de Ijua,

Resguardo indígena Sirena Berrecuy, Resguardo indígena Trapiche del río Pepé. 300 Las medidas cautelares de protección están consignadas en Decreto Ley de Víctimas N°. 4633 de 2011 “Por medio

del cual se dictan medidas de asistencia, atención, reparación integral y de restitución de derechos territoriales a las

víctimas pertenecientes a los pueblos y comunidades indígenas”.

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110

prevención de las estructuras sociales, culturales y territoriales ancestrales, como lo relaciona

el Informe de seguimiento y monitoreo a la implementación del Decreto Ley 4633 de 2011

para pueblos y comunidades indígenas víctimas del conflicto armado301.

Por otro lado, un año después de la Sentencia en donde se solicita la investigación de

Álvaro Mesa, en relación con lo que la justicia colombiana denominó “desaparición forzada”

de Saja y sus compañeros, en un acta de apelación de los términos de los implicados en el

caso, se esclarece que Mesa respondía al alias de “Simón” y junto a Dorian Alberto Mejía

Galeano, alias “Tabaco”, dirigía el Frente Pacífico, “quienes con el objetivo de brindar

seguridad a los narcotraficantes de la zona, ejecutaron y desaparecieron a un grupo de

jóvenes, entre los que se cuenta una mujer señalada por un narcotraficante [Amílcar, El Paisa

y Ariosto] como funcionaria de la DEA”302 porque estaba tomando fotografías por el lugar.

~

Saja era fotógrafa.

301 Comisión de seguimiento y monitoreo de los entes de control, “Informe de seguimiento y monitoreo a la

implementación del decreto ley 4633 de 2011 para pueblos y comunidades indígenas víctimas del conflicto armado”,

Contraloría General de la República, Procuraduría General de la Nación y Defensoría del Pueblo, 20 de agosto de

2018. 302 SP5333-2018 Sala de Casación Penal, 5 de diciembre de 2018, Rad. 50236, Magistrado ponente: Eugenio

Fernández Carlier.

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111

Conclusiones

Partimos desde un balance historiográfico hacia un breve análisis de la violencia

paramilitar y sus modalidades de victimización, para unir herramientas hacia el estudio de

un caso específico de acción paramilitar. Llegados a este punto, resaltamos el gran interés

disciplinar por las formas de la violencia reciente que se traduce en una amplia producción

académica al respecto y una importante atención a los movimientos políticos nacionales e

internacionales, en los que nos apoyamos en los dos primeros capítulos. A continuación, en

respuesta a las preguntas que nos planteamos al inicio de esta investigación, destacamos una

serie de elementos que nos permitieron abordar el paramilitarismo y revisar sus prácticas.

Difusividad y discursividad

El paramilitarismo, como fenómeno, guarda un juego de elementos discursivos que

desde su interior han narrativizado su existencia, legitimado su accionar y reinventado de

manera adaptativa sus formas, en relación con espacios geográficos, dinámicas económicas

y políticas –al menos desde 1997–, todo lo cual valida analizarle desde la difusividad y la

polimorfología, encontrando en la diversidad de sus formas, bifurcaciones que una y otra vez

rescatan sus operaciones maquínicas, pues dentro de él tiene lugar un ensamblaje de figuras

con un funcionamiento preciso.

La incursión paramilitar en el departamento chocoano representa la comunión de

acciones prácticas, dentro del proceso de producción y tráfico de narcóticos y la movilidad

discursiva del fenómeno desplazada, en el orden confederado, al tratamiento

contrainsurgente de las AUC. Lejos de la compleja relación Estado-nación, como marco

interpretativo, el paramilitarismo refleja un flujo revolucionario en potencia sobre

comunidades, siendo la territorialidad un eje de acción que se suma a su configuración

general como fenómeno atravesado por un accionar violento, dispositivo de economías

legales e ilegales y actor armado irregular.

De acuerdo con lo anterior, aludir a la territorialidad fundamenta la polimorfología,

suponiendo la distribución de posiciones y posibilidades condicionadas, no solo por

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112

geografías, sino también por grupos humanos y sus relaciones con las instituciones y demás

aparatos del Estado. El caso del Bajo Baudó permite entrever la acomodación de las máquinas

y la subsecuente vulnerabilidad de los grupos étnicos, en un continuum de violencias

matizado en la degradación del conflicto.

Instrumentalización de la violencia

Analizar las acciones paramilitares desde la selectividad y la subjetividad, posibilita

ver a la figura de las Autodefensas Unidas de Colombia como un escenario que fungió como

plataforma armonizadora de un repertorio de violencias sistemáticas, claramente

organizadas, de acuerdo con sus representaciones violentas que encuentran unos tipos

catalizadores de impactos, en la selección de las modalidades de victimización. Mientras las

máquinas de guerra toman el poder y lo transfieren a otros lugares con intenciones

ordenadoras, desarrollan un repertorio de violencias premeditado que pudo ser identificado

en el caso estudiado, en donde el carácter mercantil –narcotráfico– y sus muchas

posibilidades pragmáticas e interpretativas se fusiona en la difusividad del paramilitarismo.

El enfoque territorial hace visible la modelación de prácticas y recorridos

delincuenciales del paramilitarismo, en donde las representaciones de la violencia varían de

acuerdo con la puesta en marcha de ejercicios ligados a lo social y a la correspondencia que

los hechos puedan tener con la sociedad, su percepción de los agentes y demás. Justamente

allí reside una abismal diferencia entre las representaciones rituales de las masacres que

estudia María Victoria Uribe, para La Violencia, y las violencias de la historia más reciente

del país: las motivaciones y los agentes desbordan las dicotomías y no están anclados a

marcos aparentemente fijos, como la ideología política, sino que integran entidades

complejas vinculadas a escenarios en donde converge la disputa, el control, el tráfico y el

poder.

Sobre las limitaciones de la investigación, hemos de decir que el bloque paramilitar

Héroes del Pacífico es uno de los “bloques extraviados” de las AUC: al no comparecer sus

integrantes ante la justicia transicional, el esclarecimiento judicial de sus acciones está lejos

de ser un hecho y, aunque la verdad judicial no sea la verdad histórica, creemos que los

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113

episodios judiciales son de gran importancia para leer el universo paramilitar. En esta medida,

desde de los marcos legislativos y los procesos de justicia transicional se aprecian tendencias

de la política y lo político.

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114

“Dios en nuestras conciencias nos decía que ése era el

camino correcto, que la patria nos exigía ese sacrificio y que

pasada la hora trágica, llegarían al fin tiempos mejores y de

reconocimiento por parte de la Colombia oficial, a la “otra

Colombia”, que las Autodefensas ayudamos a salvar y

preservar de la muerte, de la pérdida de su libertad y del

azote comunista”. Salvatore Mancuso.

Discurso de instalación de la Zona de Ubicación de Ralito, en

julio de 2004.

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115

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116

A Felipe Leal

le escribí por Messenger el 16 de noviembre de 2020

“He encontrado tu perfil por una no casualidad tras buscar Saja Kaim en Google”.

Felipe estudió con Saja en Bellas Artes, es Maestro en Artes Plásticas, estudió Dirección de

Arte en SICA –Sindicato de la Industria Cinematográfica–, Argentina. También es Maestro

en Artes Visuales en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

Nos íbamos a conocer el 24 de noviembre de 2020 en la Casa Obeso Mejía, yo le esperé,

procuré llegar temprano. Él no llegó. A las 4:01 p.m. me escribió por Whatsapp, se había

accidentado en su moto, por la 5ª, a la altura del Parque de los Estudiantes.

Se lastimó un par de dedos.

Felipe ha iniciado un proyecto ecoturístico en La Barra, Buenaventura.

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117

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118

Meyer es mi amigo.

Desea estudiar la Constitución y contratar a un buen

abogado para darle continuidad al proceso de

reparación.

Veintiún años de __________.

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119

El 10 de octubre de 2018, así como el 9 de abril de 2013,

las calles se llenaron de dignidad.

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Un hombre víctima del conflicto armado salió con la foto de su

hija a marchar por las calles como lo ha hecho desde la muerte

de la misma, pero en esta ocasión en favor a la paz. “Mi hija

Saja Jhoana Kaim, fue asesinada por un grupo paramilitar en

una excursión, todavía no me han entregado el cuerpo. La falta

de ayuda estatal es pésima, pero quiero decirle al gobierno que

no desfallezcan en buscar la paz, que cesen las armas,

demasiado malestar tenemos los colombianos con tanta

violencia”. Expresó Meyer Kaim padre de la víctima.”

Elizabeth Gallego, “Los caleños también marcharon por la

paz”, Extra, 10 de abril de 2013.

Page 130: Autora: Erica Alejandra Mina González

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Documentación jurídica

Decreto 50. 13 de enero de 1987. Código de procesamiento penal. Diario Oficial N°. 37754.

Decreto 70. 1 de enero de 1978. Por el cual se dictan medidas conducentes al restablecimiento

del orden público. Diario Oficial N°. 34.944.

Decreto 131. 31 de enero de 1985. Por la cual se dictan normas sobre servicio militar

voluntario. Diario Oficial N°: 37. 295.

Decreto 666. 1 de enero de 1984. Por el cual se dictan algunas disposiciones sobre reuniones

públicas, en los Departamentos del Caquetá, Cauca, Huila y Meta. Diario Oficial N°.

36.555.

Decreto 668. 1 de enero de 1984. Por el cual se dictan medidas de orden público. Diario

Oficial N°. 36.555.

Page 145: Autora: Erica Alejandra Mina González

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Decreto 669. 1 de enero de 1984. Por el cual se establecen unas contravenciones. Diario

Oficial N°. 36.555.

Decreto 667. 1 de enero 1984. Por el cual se suspenden los salvoconductos para el porte de

armas en los Departamentos del Caquetá, Huila, Meta y Cauca. Diario Oficial N°.

36.555.

Decreto 670. 1 enero de 1984. Por el cual se dictan normas sobre competencia y

procedimiento en materia penal. Diario Oficial N°. 36.555.

Decreto 747. 29 de marzo 1984. Por el cual se establecen normas relativas a delitos de

competencia de la Justicia Penal Militar. Diario Oficial N°. 36.587.

Decreto 1355. 1 de enero de 1970. Por el cual se dictan normas sobre Policía. Diario Oficial

N°. 33.129.

Decreto 1573. 1 de enero de 1974. Por el cual se establecen los documentos inherentes a la

planeación de la Seguridad Nacional. Diario Oficial N°: 34.125.

Decreto 1874. 1 de enero de 1979. Por el cual se dictan normas sobre la prevención de la

contaminación del medio marino y otras disposiciones. Diario Oficial N°. 35.319.

Decreto 1923. 1 de enero de 1978. Por el cual se dictan normas para la protección de la vida,

honra y bienes de las personas y se garantiza la seguridad de los asociados. Diario

Oficial N°. 35.101.

Decreto 3398. 24 de diciembre de 1965. Por el cual se dicta el Estatuto Orgánico de la

Defensa Nacional. Diario Oficial N°. 31842.

Decreto 4633 de 2011, 9 de diciembre de 2011. Por medio del cual se dictan medidas de

asistencia, atención, reparación integral y de restitución de derechos territoriales a las

Page 146: Autora: Erica Alejandra Mina González

137

víctimas pertenecientes a los pueblos y comunidades indígenas. Diario Oficial N°.

48.278

Decreto 4803 de 2011, 20 de diciembre de 2011. Por el cual se establece la estructura del

Centro de Memoria Histórica. Diario oficial N°. 48289.

Decreto de Estado de Sitio. 25 de noviembre de 1985. Por el cual se decreta el Estado de

Emergencia. Diario Oficial N°. 37.244.

Ley 2. 1 de enero de 1983. Por la cual se honra la memoria del señor General Manuel Castro

Bayona. Diario Oficial N°: 36.187.

Ley 37 de amnistía. 23 de marzo de 1981. Por la cual se declara una amnistía condicional.

Diario Oficial N°. 35.760.

Ley 35 de amnistía. 20 de noviembre de 1982. Por el cual se organizan diferentes programas

de rehabilitación para los beneficiarios de la amnistía y demás habitantes de las zonas

que hayan estado sometidas a enfrentamiento armado o a acciones subversivas.

Diario Oficial N°. 36. 133.

Ley 48 de 1968. 16 de diciembre de 1968. Por la cual se adopta como legislación permanente

algunos decretos legislativos, se otorgan facultades al Presidente de la República y a

las Asambleas, se introducen reformas al Código Sustantivo del trabajo y se dictan

otras disposiciones. Diario Oficial N°: 32. 679.

Ley 599 de 2000, 24 de julio 2000. Por la cual se expide el código penal. Diario Oficial N°.

44.097.

Ley 975 de 2005, 25 de julio de 2005. Por la cual se dictan disposiciones para la

reincorporación de miembros de grupos armados organizados al margen de la ley, que

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138

contribuyan de manera efectiva a la consecución de la paz nacional y se dictan otras

disposiciones para acuerdos humanitarios. Diario Oficial N°. 45.980.

Ley 1448, 10 de junio de 2011. Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y

reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras

disposiciones. Diario Oficial N°. 48096.

Ley de indulto. 5 de junio de 1985. Por la cual se concede una autorización al presidente de

la República, se regula el ejercicio de la facultad de conceder indultos y se dictan

otras disposiciones. Diario Oficial N°. 37.000.

Documentación judicial

Acta N°. 001 del Tribunal del Distrito Sala de Conocimiento de Justicia y Paz, contra los

acusados: Rodrigo Alberto Zapata Sierra, William Mosquera Mosquera, Games

Lozano Badillo, Carlos Mario Montoya Pamplona y Luis Omar Marín Londoño. 30

de enero de 2017. Rad. N°. 0016000253-2008-83308, 0016000253-2010-84398,

0016000253-2006-80893. Magistrado ponente: Rubén Darío Pinilla Cogollo.

Comisión de seguimiento y monitoreo de los entes de control, 20 de agosto de 2018. “Informe

de seguimiento y monitoreo a la implementación del decreto ley 4633 de 2011 para

pueblos y comunidades indígenas víctimas del conflicto armado”. Contraloría

General de la República, Procuraduría General de la Nación y Defensoría del Pueblo.

Informe militar de la Operación Sofía (15 de julio de 1982). 1982. Base militar de Tropas

Paracaidistas “General Felipe Cruz” Puerto San José. Escuintla: 150800JU82 A-009.

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Proceso N°. 26945, 11 de julio de 2007, Corte Suprema de Justicia, Magistrados ponentes:

Yesid Ramírez Bastidas y Julio Enrique Socha Salamanca.

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139

Sentencia 5333-2018 Sala de Casación Penal, 5 de diciembre de 2018., Rad. N°. 50236,

Magistrado ponente: Eugenio Fernández Carlier.

Sentencia de la Corte Suprema de Justicia contra Jorge Feris Chadid y Jesús María López.

de febrero 8 de 2012. Proceso N°. 35227

Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Antioquia contra Continental Gold

Limited Sucursal Colombia y otros. 23 de septiembre de 2014. Rad. N°. 27001 31 21

001 2014 00005 00 (15). Magistrado ponente: Vicente Landinez Lara

Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla contra Luis Carlos

Pestana Coronado. 1 de agosto de 2014. Rad. 11-001-60-002253-2008-83201.

Magistrado ponente: Gustavo Aurelio Roa Avendaño.

Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Bloque “Elmer

Cárdenas”. 27 de agosto de 2014. Rad. 110016000253 2008 83241. Magistrado

ponente: Juan Guillermo Cárdenas Gómez.

Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Indalecio José Sánchez

Jaramillo. 23 de mayo de 2017. Rad. N°. 11-001-60-00 253-2006 80536. Magistrado

ponente: Eduardo Castellanos Roso.

Sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá contra Ramón María Isaza

Arango y otros. 29 de mayo de 2014. Rad. N°. 11-001-60-00253-2007 82855.

Magistrado ponente: Eduardo Castellanos Roso.

Periódicos

Leal Buitrago, Francisco. 2008. “Ley de seguridad y defensa”. El Tiempo, 22 de septiembre.

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-3104004

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S.A, 1987. “¿Autodefensas o justicia privada?”, Revista Semana, 31 de agosto.

https://www.semana.com/nacion/articulo/autodefensa-justicia-privada/9286-3

Redacción El Tiempo. 2007. “Este es el pacto secreto de Ralito”, El Tiempo, 19 de enero.

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-2362702

Otros autores. 2000. “Barbarie nacional”, Revista Semana, 29 de mayo.

https://www.semana.com/nacion/articulo/barbarie-nacional/42069-3 .

Laverde Palma, Juan David. 2016. “Manual de tortura paramilitar”. El Espectador, 28 de

junio. https://www.elespectador.com/noticias/judicial/manual-de-tortura-

paramilitar-articulo-640252

“Proyecto víctimas”, Revista Semana, 2013,

https://especiales.semana.com/especiales/proyectovictimas/

Redacción El Tiempo. 2000. “Sin rastro de cuatro estudiantes”, El Tiempo, 24 de octubre.

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1277581

Otras publicaciones periódicas

Cinep y Justicia y Paz. 2004. “En deuda con la humanidad. Paramilitarismo en Colombia

1988-2003”. Noche y Niebla, N°. 18.

Cinep y Justicia y Paz. 1997. “Panorama de los derechos humanos y violencia política en

Colombia”, Noche y Niebla, N°. 3.

Cinep y Justicia y Paz. 2003. “Panorama de los derechos humanos y violencia política en

Colombia”, Noche y Niebla, N°. 28.

Otras

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“¿Cómo nos quitan la tierra?”. 2020. Rutas del conflicto.

https://rutasdelconflicto.com/especiales/nos-quitan-la-tierra/

Cruz Rodríguez, Edwin. “Marco Palacios, Violencia pública en Colombia 1958-2010”.

Nuevo Mundo Mundos Nuevos. Comptes rendus et essais historiographiques,

http://journals.openedition.org/nuevomundo/69007

Culma Vargas, Edinso. “Los grupos armados y disputas por la tierra y el territorio: la

diferencia entre el sur y el norte del país”, Guion entrevista para el CNMH.

DANE, Censo general 2005. 2010. Perfil Bajo Baudó (Chocó), 14 de septiembre.

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DANE, Censo general 2005. 2010. Perfil Chocó, 13 de septiembre.

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Fernando Suárez, Andrés. 2015. “Cátedra Basta Ya. Características, dimensiones y

modalidades de la guerra”. Video de Youtube, publicado el 2 de febrero de 2015.

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Lorena Trujillo, Addy. 2014. “Excombatientes. Haciendo Memoria a través de Historias de

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PEP - Proyecto Educativo de Programa, Artes Plásticas, Instituto Departamental de Bellas

Artes.

Recursos y portales digitales

Brian A. Catlos. 2020. ““Conveniencia” en tiempos de los reinos taifas”, Al-Andalus y la

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Centro de Memoria Histórica. “Base de datos ¡Basta ya!”.

http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/basesDat

os.html

Entrevista “Cali, de Ambulatorio a Lugar a Dudas”, María Wills

https://www.banrepcultural.org/oscar-munoz/entrevista-cali-de-ambulatorio-a-

lugar-a-dudas.html

VerdadAbierta. “La magnitud de los crímenes develados por Justicia y Paz”,

https://verdadabierta.com/la-magnitud-de-los-crimenes-develados-por-justicia-y-

paz/

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~

De las cosas que pueden ponerse en dudai

El ejercicio que convocó la escueta corrección a la

que sometí este texto, a la luz de los ilustrativos

comentarios del profesor José Benito Garzón

Montenegro, deja la sensación de la gran

influencia de las agendas mediáticas en la

configuración social y elaboración discursiva de

las nociones de realidad nacional, de la que

indudablemente la academia no está exenta. El

lenguaje, hoy en un lugar privilegiado para su

estudio, parece establecer combinaciones

terminológicas reflectivas, hasta para las

dinámicas más sencillas y cotidianas, lo cual

puede servir de atajo para disipar la reflexión.

Ante los no lugares y los diálogos amparados en

la inmediatez, las respuestas automáticas.

La investigación en humanidades debe asumir el

despliegue hermenéutico como fundamento, así

como las y los humanistas debemos insistir en la

creación de nuevas presencias sociales guiadas

por la duda, para que el conflicto no sea conflicto

y las definiciones dejen de inscribirse en ideas e

ideales monolíticos.

i Arriba quise colocar la cita que se leerá a continuación, pero me pudo el deseo de no anteponer la figura de un pensador que existió y ha sido leído en clave androcéntrica y homoromántica desde el patriarcado (sí, lo pensé tarde); así, respecto al encabezado, diré que los títulos suelen ser copiados sin dar crédito alguno, porque son solo títulos. Descartes escribió: “Desde mi niñez he admitido como verdaderas una porción de opiniones falsas, y que todo lo que después he ido edificando sobre tan endebles principios no puede ser sino muy dudoso e incierto; desde entonces he juzgado que era preciso acometer seriamente, una vez en mi vida, la empresa de deshacerme de todas las opiniones a que había dado crédito, y empezar de nuevo, desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias”.