Aspecto económico de la enseñanza en la URSS- Stanislav Strumilin

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Aspecto económico de la enseñanza en la URSS

Por Stanislav Strumilin, miembro de la Academia de Ciencias de Moscú. Artículo publicado en International Social Science Journal, en 1962.

En la Unión Soviética, la instrucción y educación de los jóvenes están estrechamente asociadas a la vida y al trabajo socialmente útil. Los adultos pueden, sin dejar de participar en la producción, continuar sus estudios según su vocación personal y sus preferencias. Este sistema, con arreglo al objetivo expuesto en el nuevo programa del Partido Comunista de la Unión Soviética, permite el desenvolvimiento completo de los miembros de la sociedad comunista contribuyendo así a resolver uno de los más importantes problemas sociales: la supresión de las diferencias esenciales entre trabajo intelectual y trabajo físico.

El sistema de educación facilita también el logro de las finalidades económicas inmediatas del país ya que constituye un poderoso factor de progreso en ese campo, y ayuda a aumentar rápidamente la productividad.

En la Unión Soviética, la enseñanza es gratuita, desde la enseñanza primaria a la enseñanza superior. Está financiada en su mayor parte mediante la acumulación de la producción colectiva socialista; y sólo en una proporción reducida mediante los impuestos. Cada vez se concede mayor atención al cálculo del rendimiento que cabe esperar de las inversiones en la esfera de la formación cultural.

Las empresas particulares efectúan generalmente sus inversiones teniendo en cuenta el beneficio que esperan obtener, sin preocuparse del interés de las demás personas ni del de la sociedad en su conjunto. Sin embargo, el coeficiente de ganancia depende de varios factores relacionados con la coyuntura, como son las fluctuaciones espontáneas de los precios del mercado, la brusca prosperidad y la depresión, la competencia de los monopolios y las especulaciones en bolsa, las huelgas, etc. En cambio, en los países socialistas, donde no existe el capital privado ni, por consiguiente, las fluctuaciones de la coyuntura, un factor como el elevado coeficiente de ganancia no puede proporcionar un instrumento bastante exacto y objetivo para medir el rendimiento de las inversiones, sobre todo porque se trata de gastar sumas procedentes del ahorro colectivo y es preciso tener en cuenta el interés que presentan esos gastos para la sociedad entera. El coeficiente de ganancia no representa en ningún caso más que una parte de los beneficios, la que recibe el propietario de una determinada empresa. Pero, para medir el rendimiento total de una inversión determinada es indispensable conocer el aumento de la productividad social del trabajo que es consecuencia de ella, ya que ese aumento no sólo eleva el coeficiente de ganancia de una empresa determinada sino que reduce el costo de una cierta clase de productos para toda la sociedad.

La productividad del trabajo está determinada por varios factores de los cuales el más importantes es el alto nivel de la técnica y la medida en que el trabajo del hombre recibe asistencia de tipo mecánico. En la actualidad, la automatización y la telemecanización se generalizan y se hacen progresos constantes en la aplicación de la cibernética y la

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electrónica. La aplicación de la ciencia se está convirtiendo en un factor decisivo del desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y llegará el día en que la ciencia se convierta plenamente en una fuerza productiva directa. Pero, para ello, hace falta que los conocimientos científicos se difundan cada vez más y es cosa que sólo se puede lograr mediante importantes inversiones en la enseñanza y en la educación de adultos. La técnica más perfecta no dará resultado alguno mientras no haya sido asimilada por los trabajadores; cuanto más costosa y compleja sea, mayor será el número de conocimientos sin los cuales es más fácil destruirla que asimilarla, más importante será que los aspectos económicos de la enseñanza estén racionalmente concebidos y más fructuosas las inversiones de capital en esta esfera.

Esto ha sido confirmado por la experiencia de la Unión Soviética.

La Rusia anterior a la revolución tenía la reputación de poseer una población casi enteramente analfabeta. Por ello el primer objetivo cultural del nuevo gobierno de trabajadores y campesinos fue alfabetizar a toda la masa de población. El 26 de noviembre de 1919, cuando todavía debía hacer frente a la contrarrevolución y a la intervención extranjera, el gobierno soviético publicó un decreto decidiendo suprimir el analfabetismo en todos los adultos menores de cincuenta años. Esto se logró en veinte años. Pero en 1924, el país se encontraba de nuevo ante un enorme y nuevo problema del mismo orden. La Comisión Nacional de Planeamiento (GOSPLAN) estudió un proyecto de desarrollo del sistema escolar en diez años destinado a implantar la enseñanza gratuita y obligatoria para todos los niños, comenzando por cuatro años de enseñanza primaria. Los especialistas de GOSPLAN comenzaron a estudiar entonces atentamente el rendimiento económico de las inversiones escolares.

El examen de los salarios y la productividad de diferentes categorías de obreros y de empleados, en relación con su grado de instrucción, nos ha llevado a la conclusión de que la enseñanza escolar incluso la más elemental es mucho más provechosa para un trabajador que un largo aprendizaje en el taller. Para esos cálculos tuvimos en cuenta las consecuencias de varios factores como la edad, la experiencia profesional, la competencia técnica, etc. Por ejemplo, la instrucción rudimentaria que se adquiere en un año de enseñanza primaria aumenta la productividad de un trabajador en un 30% por término medio en tanto que el aumento de la competencia y el aumento de producción de un trabajador analfabeto resultante de un periodo semejante de aprendizaje en fábrica no es más que del 12 al 16 % anual. El aumento de capacidad profesional que resulta de un año de escolaridad es, por término medio, 2,6 veces mayor que el que se obtiene como consecuencia de un año de aprendizaje. Después de cuatro años de enseñanza primaria, la producción y el salario de un obrero son superiores en un 79 % a los de un trabajador de primera categoría que no ha ido a la escuela. Después de siete años de estudios (ciclo secundario corto) la calificación de un empleado de oficina puede ser 235 % superior a la del nivel más bajo; después de nueve años de estudios (ciclo secundario completo), puede llegar al 280% superior; y puede ser de un 320% después de trece o catorce años de estudios hasta enseñanza superior.

Los trabajadores muy calificados tienen mayor productividad y no sólo aumentan sus salarios sino también el producto social y, en consecuencia, la renta nacional. Se puede también determinar el rendimiento de la enseñanza comparando las cantidades que la sociedad dedica a ella con el aumento de la renta nacional que se produce. Por ejemplo, según los cálculos hechos en 1924, los créditos necesarios para extender la enseñanza

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primaria (aumento de la matrícula escolar de 4 millones a más de 8, en diez años) representaba 1622000 rublos antiguos. El aumento de la renta nacional debido al aumento de la productividad de los obreros instruidos durante esos años representaba ya a fines de dicho periodo(sólo después de cinco años de actividad profesional)2000 millones de rublos, que cubría por tanto ampliamente los gastos. La vida activa de un trabajador entre el momento en que termina la escuela y el de su retiro es, no obstante, no de cinco sino de treinta y cinco a cuarenta años y la mayor competencia que debe a la escuela -cuyo costo queda sobradamente amortizado al cabo de cinco años -continúa siendo útil sin gravar el presupuesto. Siguiendo el mismo cálculo, el enorme aumento en la productividad del trabajo debido a la enseñanza primaria aumentará la renta nacional, no en 2 millones sino en 69 millones de rublos (antiguos). Ese es el rendimiento de la educación primaria, que es la menos costosa.

El principal objetivo del plan de desarrollo de la enseñanza se había alcanzado ya, en realidad, a comienzos de 1934. La enseñanza primaria obligatoria existía en todas partes y su duración se había extendido a siete años en las ciudades. El próximo objetivo fue generalizar la enseñanza secundaria. A pesar de la invasión de Hitler, que interrumpió la ejecución de ese programa, la labor está ya muy avanzada.

El nuevo programa del Partido Comunista de la Unión Soviética establece los objetivos siguientes: llevar a cabo antes de 1970 la organización de once años de enseñanza secundaria general y politécnica obligatoria para todos los niños de edad escolar, de la ciudad y del campo, y ocho años de enseñanza para todos los jóvenes empleados en la economía nacional que no hayan recibido instrucción suficiente. Entre 1970 y 1980 todo el mundo podrá cursar la enseñanza secundaria completa. El desarrollo de la enseñanza secundaria y superior continuará paralelamente a los adelantos de la ciencia y de la tecnología. Los que lo deseen podrán realizar estudios superiores o secundarios especiales (interrumpiendo o no sus actividades profesionales) en establecimientos-escuela técnicos superiores o en las universidades populares.

Los resultados obtenidos en la Unión Soviética en el desarrollo de la enseñanza son los siguientes:

Sólo entre 1924 y 1934, la matrícula de la enseñanza primaria de más breve duración (cuatro años) pasó de 8,3 millones a 18,3 millones; esta última cifra abarca a casi toda la población de la edad correspondiente. Después de una disminución considerable durante la guerra, volvió al nivel anterior y en 1960 había 18,6 millones de alumnos matriculados.

El número de alumnos de más edad (clases V a X de la enseñanza secundaria general o especial, technicums y de enseñanza superior) está aumentando aún más rápidamente.

De 1930 a 1960, la población de la Unión Soviética aumentó en un 39% y el número de alumnos que prosiguieron sus estudios más allá de la escuela primaria aumentó en 750 %, alcanzando un nivel 22 veces superior al de 1914. Gracias a ello, los trabajadores especializados más importantes para la economía nacional se formarán rápidamente. También aumentó de año en año el número de alumnos salidos de los establecimientos secundarios y de enseñanza superior, así como el número de profesores, médicos, ingenieros y especialistas.

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Durante los primeros años de la reconstrucción planificada de la industria soviética, muchas gentes creyeron que la técnica resolvería todos los problemas. Pero cuando se intentó que trabajadores sin instrucción la asimilaran se tropezó con tantas dificultades que fue preciso adoptar otra consigna: los trabajadores especializados permiten resolver todos los problemas. Por ello, entre 1930 y 1940, se desenvolvió tanto la formación de trabajadores especializados en establecimientos de enseñanza. La guerra retardó esta evolución pero, terminadas las hostilidades, en los años 1950 y 1960 continuó con gran amplitud. Entre 1918 y 1960, sólo la enseñanza superior formó 4781000 especialistas, y la enseñanza técnica secundaria 7744000, es decir, un total de 12525000 de los cuales 6755000, o sea el 54%, se graduaron en los 10 últimos años.

Mucho se hizo también para acabar con el analfabetismo. Entre 1920 y 1939, escuelas y cursos especiales para adultos enseñaron a más de 96 millones de analfabetos o semianalfabetos. Además, en doce años solamente (de 1924 a I935), 30,9 millones de niños terminaron los estudios primarios (cuatro años) y el ciclo corto de la enseñanza secundaria (siete años).

En veinte años, de 1939 a 1959, la población de la URSS pasó de 190,7 millones a 208,8 millones, lo que representa un aumento de 18100000 (9.5 %) mientras que la población activa pasó de 88 a 99 millones, o sea un aumento del 12%. El número de personas que cursaron la enseñanza superior y la secundaria aumentó en 43 millones (270 %), a pesar de las pérdidas debidas a la guerra. El aumento es aún mayor en la población activa (335 %): el porcentaje pasó de 4,3 a 31,6 % en los obreros industriales y en los de las explotaciones agrícolas colectivas que realizan principalmente un trabajo manual; y llegó al 533 % en los de la industria metalúrgica y la industria mecánica, al 64 % en los tipógrafos y la publicación; y fue aún más elevado para algunas otras clases de trabajadores.

Es de capital importancia para el desarrollo económico poder disponer de especialistas altamente calificados. Desde hace tiempo la Unión Soviética es el país que cuenta con el mayor número de ingenieros. En 1 de diciembre de 1960 la URSS tenía más de 1115000 ingenieros y más de 1930000 técnicos calificados, o sea más de 3 millones entre ingenieros y técnicos. No obstante, sin temor a la plétora de esos especialistas, el sistema de enseñanza soviético formó, sólo en 1960, 120000 ingenieros y 220000 técnicos y esta labor será intensificada. Cabe observar que, en el mismo año, los Estados Unidos de América tenían 525000 ingenieros y que el número de estudiantes diplomados de las escuelas de ingeniería no pasó en los últimos años de 38000 por año.

Las campañas de alfabetización y la generalización de la enseñanza primaria obligatoria han proporcionado una sólida base para la enseñanza secundaria y superior. Mientras que en 1940,62 millones de personas (sin contar los niños de las escuelas) habían realizado menos de siete años de estudios, en 1960 la cifra se había reducido a 38 millones. Así, la fracción de la población con un bajo nivel de instrucción se está reduciendo rápidamente y el nivel medio de instrucción aumenta a un ritmo muy veloz. Dentro de unos diez años, cuando se haya generalizado la enseñanza secundaria de once años, el nivel será aún más elevado. Más de 20 millones de trabajadores viejos y poco instruidos se habrán retirado y ocuparán sus puestos más de 30 millones de jóvenes que habrán cursado la enseñanza secundaria y superior. La mayoría de los trabajadores manuales no sólo poseerán una sólida formación técnica sino que tendrán un diploma de enseñanza secundaria. Desde hace diez años el número de alumnos graduados cada año

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en los establecimientos de enseñanza superior y secundaria completa ha llegado a ser de más del doble y es actualmente (1961) de unos 2 millones. Así, teniendo en cuenta el aumento de población y el número cada vez mayor de estudiantes diplomados, los trabajadores intelectuales soviéticos representarán, en diez años, 30 millones por lo menos y, dentro de veinte, de 70 a 80 millones.

En los países occidentales un desarrollo de esa naturaleza podría provocar un exceso de demanda en todas las profesiones intelectuales, un aumento del desempleo y una brusca disminución de los salarios; pero esos peligros no existen en una economía planificada. A todos los ciudadanos soviéticos se les garantiza el derecho al trabajo y no deben temer ni el desempleo ni una disminución de sus salarios. Los actuales planes de producción prevén con veinte años de anticipación el aumento de la productividad del trabajo, una reducción de la jornada de trabajo provocada por ese aumento y un aumento de los salarios nominales posibilitados por el aumento de la renta nacional así como el mejoramiento efectivo de las condiciones de vida de todos los trabajadores.

A medida que se amplía el sistema de instrucción pública, el Estado aumenta sistemáticamente los créditos que le destina. De 1932 a 1960, la parte del presupuesto destinada a la educación pasó de 10,6 a 14,1%, y su cuantía llegó a ser 25 veces mayor. En 1940 los créditos destinados a la enseñanza ascendían a 2250 millones de rublos; en 1960 llegaron a 10300 millones de rublos (1030000 millones de antiguos rublos) o aproximadamente 11500 millones de dólares. Desde luego, los padres no han de pagar nada por la educación de sus hijos.

En 1960, el costo unitario de la enseñanza (en nuevos rublos) era de unos 3000 rublos para la enseñanza secundaria completa (diez años) y no pasaba de 3 600 rublos para la enseñanza secundaria seguida de una formación técnica (siete años), y 8000 rublos, incluidas las becas, para la enseñanza superior (quince años de estudios en total). Era, naturalmente, más reducido para los cursos por correspondencia de los technicums y las instituciones de enseñanza superior. Se observará que los gastos de la enseñanza son relativamente poco cuantiosos. Su rendimiento económico es, en consecuencia, tanto más importante.

Este rendimiento se refleja ante todo en el aumento de los salarios de los trabajadores. En 1924-1925, el salario del trabajador soviético era todavía muy bajo aunque su valor real no fuese inferior al de antes de la revolución, si se tienen en cuenta los subsidios de los seguros sociales. Posteriormente ha aumentado mucho al aumentar la productividad del trabajo. Contribuyó grandemente a ello la elevación del nivel de instrucción de la población.

Ya se ha señalado que, en igualdad de condiciones, unos sencillos rudimentos de instrucción llevan a un aumento de salario del 30%, y una enseñanza primaria completa acerca del 80 %. A base de estas cifras, puede decirse que en 1934 sólo la eliminación del analfabetismo había dado por resultado un aumento de la renta de cerca de 2400 millones de rublos por año para 57500000 trabajadores. Además, 23800000 alumnos terminaron la enseñanza primaria entre 1924 y 1935. Lo que representa un aumento anual de la masa de salarios de 2650 millones de rublos aproximadamente. En otras palabras, sólo en estas dos categorías, sin tener en cuenta las enseñanzas secundaria y superior, el rendimiento total anual de la educación sería ya de 5000 millones de rublos. En 1935, los ingresos adicionales de la población, por concepto de salarios y otras

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remuneraciones, debidos al aumento del grado de instrucción no eran inferiores al 10%. Desde ese entonces, la remuneración del trabajo y el nivel medio de preparación de los trabajadores soviéticos se han triplicado o cuadruplicado. Todos los jóvenes que comienzan a trabajar, han hecho por lo menos cuatro años de estudios y muchos de ellos siete o diez años de estudios secundarios o superiores. Los ingenieros y los técnicos son naturalmente mejor retribuidos que los obreros. Por cada año de estudios más allá de los cuatro años de enseñanza primaria, el salario anual de un obrero aumenta en una cantidad determinada. En un solo año el aumento no es muy grande pero en un periodo de treinta y cinco a cuarenta años esta “renta” representa, con arreglo a las normas actuales, no menos de 12000 rublos (antiguos) para los técnicos y 18000 rublos (antiguos) para los ingenieros -cantidades muy superiores al total de créditos que el Estado ha dedicado a su instrucción.

Cada trabajador soviético que participa en la producción de bienes materiales no sólo amortiza íntegramente el precio de costo de su “producción” sino que crea una plusvalía “para la sociedad” que puede utilizarse para el consumo y el ahorro social. El aumento de capacidad profesional de los trabajadores da por resultado no sólo aumentar la remuneración de su trabajo sino también su producto “social” que pasa a las reservas del país para el consumo y la economía públicos. Por tanto, al estudiar la eficacia de la enseñanza en la escuela y la rentabilidad de capitales invertidos en ella, hay que tener también en cuenta la parte del producto resultante del mejoramiento de la capacidad profesional de los trabajadores.

Entre 1940 y 1960, la renta nacional de la URSS pasó, en precios constantes, de 33,5 a 146,6 miles de millones de rublos, lo que representa un aumento de 338 % o sea 113100 millones de rublos (según los precios de 1961), mientras que durante el mismo tiempo, el número de trabajadores que participaban en la producción de esa renta pasó de 54,6 millones a 68,4 millones o sea un aumento del 25 % solamente. Pero se ha de tener en cuenta el mejoramiento de la calidad de la mano de obra que es resultado de la enseñanza secundaria y superior. Si equiparamos una unidad de trabajo complejo con cierto número de unidades de trabajo más sencillo, con arreglo a la escala de salarios indicada, es decir, si consideramos, por ejemplo, que un trabajador con un diploma de enseñanza superior equivale a dos trabajadores que han cursado sólo la enseñanza primaria, las cifras mencionadas que representan el número de trabajadores empleados en la producción podrán aumentarse en un 19 % para 1940 y en el 30 % para 1960. Esos reajustes, que reflejan la enorme expansión de la enseñanza secundaria y superior en la URSS, transforman esencialmente la dinámica del trabajo del que dependen el producto social y la renta nacional. En los países occidentales, donde el nivel de instrucción de los trabajadores no ha aumentado tanto, esos reajustes no serán necesarios. Pero en la URSS son tan considerables que ignorarlos sería no tener en cuenta la magnitud de la revolución cultural que se está realizando.

Otro importante factor que explica también el aumento de la renta nacional es el equipo de la mano de obra con medios de producción que puede medirse aproximadamente por el aumento de las inversiones por unidad de trabajo, permaneciendo constantes los precios.

Entre 1940 y 1960 los capitales fijos asignados a la producción pasaron de 55700 a 173900 millones de rublos (nuevos), es decir, aumentaron más de tres veces. Si el número de trabajadores permanece constante cada aumento de ese capital va

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acompañado, por regla general, de un aumento proporcional de la producción, que es su consecuencia. Pero si aumentan simultáneamente la mano de obra y de equipo, el resultado será proporcional al producto de dichos factores.

Contrariamente a la práctica occidental, sólo se tiene en cuenta la renta nacional procedente de fuentes primarias (producción de bienes materiales); la renta de los trabajadores de otros servicios, incluso los más útiles y necesarios, como médicos, personal docente y otros trabajadores científicos y culturales no se han incluido ya que estas personas canjean su trabajo por el de los trabajadores productivos de modo que el total de su renta procede en realidad de la misma fuente primaria: la producción de bienes materiales.

Habiendo limitado así la definición de la renta nacional para no tener que contar dos veces las mismas partidas, hemos incluido en la mano de obra que contribuye directamente a la producción de esa renta sólo a los trabajadores productivos dejando de lado a los numerosos trabajadores científicos y culturales y a las personas que se ocupan de trabajos domésticos en las familias y que poseen una instrucción secundaria y superior. De todos modos, es indudable que la función de los trabajadores altamente calificados es muy importante. Es verdad que, si se considera el aumento de la renta nacional desde el punto de vista del consumo, su aumento en los veinte años últimos se debe principalmente al gran desarrollo de los bienes de producción fija y del equipo técnico. Las ligeras “divergencias” indican que no hemos tenido suficientemente en cuenta los efectos de la elevación del nivel de la instrucción en el desarrollo de la renta nacional. Estas “divergencias” muestran en particular que, durante ese tiempo, el rendimiento de las inversiones de capital aumentó algo más rápidamente que el volumen de los bienes de producción. Cuando aumenta la productividad del trabajo, si los precios permanecen constantes, sólo varía el poder adquisitivo del rublo, el dólar o la libra; no hay cambio alguno en las proporciones verdaderas de utilización del trabajo de los diferentes tipos de capacidad. Como en 1960 el total de la renta nacional ascendía a 146600 millones de rublos según los precios de entonces, y el 23 % de esa suma se debía al mejoramiento de la capacidad profesional de la mano de obra, esta fracción representa en valor monetario no menos de 33700 millones de rublos.

Tal es la aportación de la enseñanza secundaria y superior en la economía nacional en la URSS. Se la puede comparar con los créditos que el Estado destina normalmente a la enseñanza y con el capital invertido en la construcción y equipo de las instituciones educativas, científicas y culturales, ya que no sólo las escuelas, sino también los teatros, las galerías artísticas, los jardines zoológicos y los museos politécnicos contribuyen a la educación de los trabajadores y al aumento de su capacidad profesional. Según las cifras de la Oficina Central de Estadística esas inversiones ascendían en 1930 a 1205 millones de rublos (nuevos), a 4370 millones en 1940; a 5388 millones en 1950 y a 16237 millones en 1960, según los valores actuales. Esta progresión es sorprendente pero el aumento de productividad debido a la enseñanza secundaria y superior ha sido más rápido aún. La comparación entre el aumento de la productividad y el total de los gastos de la enseñanza del país da la medida de ese rendimiento en aumento constante. Se observa que entre 1940 y 1960 las inversiones en la enseñanza, las ciencias y las artes, aumentaron aún más rápidamente que las del sector productivo y que, con precios constantes, los gastos ordinarios de la enseñanza triplicaron. Pero, en esos mismos años, el aumento de la renta nacional debido a la enseñanza secundaria y superior fue seis veces mayor y la renta neta, descontados los gastos corrientes, diez veces mayor. El

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promedio de rendimiento -para la economía nacional en su conjunto- de las inversiones en este sector de desarrollo cultural ha superado así todos los records conocidos, pasando de 52 a 144 % por año.

No dejará de sorprender este rendimiento de la enseñanza, sobre todo porque no figura en ninguna contabilidad oficial. No todo el mundo comprende fácilmente que un aumento tan rápido de la renta nacional en el sector productivo se obtenga mediante al acrecentamiento constante del número de trabajadores cuyo nivel de instrucción es cada vez más alto.

Lenín, el fundador del Estado Soviético, mostró ya en 1918 que el desarrollo educativo y cultural de la población es una de las principales condiciones del aumento de la productividad del trabajo. Desde entonces, se ha producido en la URSS una verdadera revolución cultural. El desarrollo educativo y cultural del conjunto de la población soviética ha alcanzado un nivel sin precedentes y se prosigue enérgicamente. Participan en él activamente no sólo las personas que se ocupan directamente de la producción sino también los que “forman, conservan, modelan, desarrollan, o sencillamente mantienen la fuerza de trabajo”.

El maestro de escuela “forma”, el profesor “desarrolla”, el médico, en menor medida, “conserva” la fuerza del trabajo de los sectores y empresas de la producción. Y si no tenemos en cuenta su trabajo al calcular el valor de la producción material de país, es sólo para no contar dos veces los mismos elementos, ya que los resultados de su labor se manifiestan en el mejoramiento de la capacidad y en el aumento de la productividad de los trabajadores empleados directamente en la producción.

Por la misma razón, en la evaluación de la renta nacional, no hemos tenido en cuenta el trabajo de los alumnos y estudiantes que adquieren conocimientos y aprenden a utilizar métodos que aplicarán más tarde a la producción. Sin embargo, su número es enorme. Durante los años últimos por lo menos 50 millones de personas por año, de todas las edades, han estudiado en las escuelas y asistido a cursos. A este número deberíamos añadir otros 20 millones de “innovadores” que rivalizan en el cumplimiento de la obligación que contrajeron de “estudiar, trabajar y vivir con arreglo a los principios del comunismo”, y que dedican al estudio todo el tiempo libre, sin dejar de continuar trabajando para la producción. La asociación soviética de racionalización e invención cuenta actualmente más de 4 millones de trabajadores productivos. En 1960, el importe de las economías realizadas gracias a la aplicación de 2536000 innovaciones propuestas por esos promotores ascendió a cerca de I 500 millones de rublos. Pero estas invenciones representan algo más que una ventaja material para los inventores y economías para el Estado. También ha de tenerse en cuenta lo que significa para los trabajadores soviéticos participar en ese movimiento de masas.

“Me parece -escribe uno de ellos- que la principal ventaja de las propuestas de racionalización no son las economías en rublos y kopeks, por importantes que éstas sean. Lo mejor de estas propuestas es que estimulan el entusiasmo y disipan el tedio y la indiferencia... Vale la pena vivir, y se trabaja alegremente cuando se sabe que puede surgir una idea nueva o unos problemas que exigen una solución. Por eso, en nuestro taller nos hemos propuesto un objetivo completamente nuevo: cada obrero se ha de convertir en un racionalizador. La racionalización es una pasión absorbente. Apenas se tiene una idea que otra surge ya, y cuando aparece la tercera, se es ya otro hombre, se

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siente la pasión de estudiar, de hundirse en los libros, devorar revistas y vivir una vida maravillosa”. Se abre ante el hombre toda la poesía del esfuerzo creador y el entusiasmo por el trabajo da un nuevo sentido a toda su vida.

Sería difícil evaluar en su justo valor todos los aspectos de ese trabajo intelectual, de aprendizaje y creación, que se lleva a cabo fuera de la jornada de trabajo. Pero no cabe duda de que todos estos aspectos del trabajo -que en la Unión Soviética aumentan sin cesar- contribuyen, al menos indirectamente, a la expansión de la producción y al aumento rápido de la renta nacional que caracterizan a la Unión Soviética.

Asimismo, el papel que desempeña en esta expansión el trabajo más creador -que es el trabajo científico- no puede medirse directamente. El número de trabajadores científicos aumenta rápidamente en la URSS. Sólo entre 1940 y 1960 pasó de 98000 a 354000, o sea un aumento del 360 %. Dentro de veinte años, con el mismo ritmo, se contarán por millones. No hay que olvidar que en la Unión Soviética no existe el secreto industrial o comercial, y que una tentativa de monopolizar un descubrimiento científico con fines privados es inconcebible. Quizá por eso precisamente la ciencia adquiere nuevas posibilidades en los países donde esa práctica no existe ya.

La ciencia es internacional. Los hombres de ciencia de todos los países, incluidos los de la URSS, no sólo aportan su contribución al acervo científico común, sino que toman libremente de él lo mejor de los descubrimientos de la ciencia mundial. Y esta ciencia, ayudando al hombre a dominar las fuerzas más poderosas que ofrece la naturaleza, se convierte a su vez en una fuerza cada vez más poderosa de la inteligencia humana. Los tesoros de la ciencia, que ha acumulado la labor creadora de muchas generaciones de investigadores, de todas las épocas, no han exigido un gran esfuerzo más que a los que los descubrieron ya que todo descubrimiento del genio puede ser fácilmente asimilado más tarde por la masa.

Durante miles de años, todos los grandes espíritus, de Euclides a Lobachevsky, de Pitágoras y Arquímedes a Newton y Einstein, de Heráclito y Aristóteles a pensadores tan lúcidos y tan rigurosamente lógicos como Marx y Lenín, han dado impulso a la ciencia con su labor creadora. Y aunque estos hombres ya no existan, el fruto de su labor continuará sirviendo a la humanidad durante miles de años. Pero esas verdades, cuyo descubrimiento costó a Euclides, por ejemplo, una vida entera de esfuerzos, los niños de hoy las asimilan, junto con otros muchos conocimientos tras años de estudios. Aprenden en poco tiempo el binomio de Newton o la clasificación periódica de los elementos de Mendeleev. Pero los escolares de hoy son los productores de mañana. Y la relativa facilidad con que asimilan los conocimientos científicos adquiridos en otra época gracias a una ardua labor, nos permiten considerar esas adquisiones como un don gratuito de la naturaleza.

Esos conocimientos científicos sólo tienen un valor especial si se relacionan con el trabajo práctico, ya que en las actuales condiciones de la producción, con el desarrollo de la automación y la electrónica, los trabajadores deben hacer frente a nuevas exigencias. Lo que realmente importa en la producción, ya no es en realidad la fuerza muscular y las manos callosas, sino la tecnología enriquecida por los conocimientos y la inteligencia del obrero ante la máquina o la cadena de producción. Por esta razón, precisamente, la ciencia se convierte en una fuerza productiva directa al lado de la técnica y la energía necesarias para la producción. Además, puede decirse que el

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rendimiento de la ciencia, en esas condiciones, aumenta proporcionalmente al volumen de los conocimientos que se aplican, multiplicado por la medida en que se hayan asimilado y de su difusión entre los obreros.

Los progresos realizados por la instrucción pública en la URSS en los últimos decenios han permitido, en gran medida, aplicar directamente la ciencia a la producción y aumentar su rendimiento como elemento especial de la fuerza productiva. Pero eso se explica principalmente por el hecho de que los trabajadores soviéticos que no se sienten esclavos sino dueños de la producción en la URSS, se muestran extremadamente deseosos de mejorar su capacidad profesional mediante el estudio; decenas de millones de trabajadores rivalizan para aumentar la producción y de sus filas salen cada año millones de inventores y de “racionalizadores” competentes.

Su éxito se explica también por el hecho de que la ciencia goza de más crédito en la Unión Soviética que en ninguna otra parte del mundo. “Tratar de ir hacia adelante sin la ciencia es obrar como el ciego que quisiera andar sin un guía; no se hace más que tropezar”. Esta observación juiciosa se ha convertido en parte integrante de nuestra sabiduría popular. “La ciencia es nuestra brújula”. Este es nuestro principio rector y toda la experiencia soviética ha demostrado que permite lograr resultados magníficos.

En la URSS la revolución cultural y el desarrollo económico van íntimamente unidos. Las inversiones en la enseñanza producen un gran rendimiento porque sirven los intereses culturales de las masas trabajadoras y atienden a las necesidades objetivas del desarrollo económico. Así, en este proceso, el factor cultural muestra cada vez más claramente su “rentabilidad” y su rendimiento económico.