Asi somos nº 12 cuando miramos el mundo desd e el barrio

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A partir de la mitad del siglo XX, las principales ciudades del país (Caracas, Maracaibo y Valencia) iniciaron un acelerado proceso de concentración poblacional debido a la sustitución y minusvalía de los modos de producción agrícola a favor de la imposición del modo de producción basado en la explotación de un solo recurso (el petróleo) en manos de empresas extranjeras, lo cual configuró un modelo monoproductivo-dependiente. De esta manera, el abandono físico del campo sumado a la estigmatización social del trabajo agrícola, pecuario y pesquero, empujó a millones de venezolanos a migrar hacia las ciudades. Mano de obra incorporada a los niveles más bajos del mercado laboral, sumergida en la explotación y signada a la pobreza por generaciones. Excluidos de la posibilidad de habitar las nuevas urbanizaciones destinadas a la clase media, y sin políticas públicas eficientes que pudieran afrontar esta avalancha poblacional, nacen los barrios en las pendientes de la cadena montañosa que rodea Caracas, en los espacios aledaños a los zonas industriales de Valencia y en los bordes de miseria de los campos petroleros del Zulia, Anzoátegui y Monagas.

Estos barrios han crecido y se han consolidado a lo largo de por lo menos sesenta años, tiempo suficiente para que sus pobladores hayan construido en cada uno de sus espacios de vida un significativo conjunto de relaciones sociales, de tejido social pleno de sentidos que terminan por darle al barrio una identidad cultural y una historia compartida. Por ello nuestro interés en dedicar el doceavo número de la revista Así Somos al barrio como espacio de construcción de identidades culturales, continuando de esta manera con nuestro empeño de ofrecer a los lectores y lectoras diversas miradas sobre nuestra complejidad cultural, estimulando también, al mismo tiempo, la deconstrucción de algunas valoraciones sociales estigmatizadoras y reduccionistas sobre el barrio y su cosmos.

En esta entrega hemos hecho el mejor esfuerzo por posicionar nuestra mirada no en la ciudad que observa el barrio desde lo lejos, sino en el propio barrio, con la intención de describir, analizar y reflexionar sobre estos espacios de vida como quien lo contempla y lo siente parado frente a la ventana desde una de sus casas. Nuestra visual también se desplazó hacia las afueras de la casa y la colocamos en la escalera del barrio, desde donde debatimos sobre la dinámica social frente a la bodega, lugar de encuentros, de intercambio de información y construcción de alianzas. Miramos hacia abajo y está el terraplén, la calle más ancha o la cancha deportiva, sitio de concentración vecinal, de prácticas culturales colectivas, de construcción de imaginarios compartidos, de resolución de conflictos y tensiones sociales. La lente se expande y entra a los callejones que vinculan unos sectores del barrio con otros, zonas que marcan fronteras y bordes socioculturales, micro-cosmos con identidades definidas y defendidas por sus habitantes. De esta forma, la panóptica nos presenta la urdimbre de callejones y escaleras que, como venas y arterias, conforman el cuerpo del barrio en su totalidad. Mano a mano llegamos a los límites externos del barrio que colindan con otros barrios, con zonas industriales o con la avenida, antesala de la ciudad que lo contiene.

Durante la lectura de estos 17 artículos seguramente nos vendrán a la mente muchas preguntas, una de ellas que en particular nos preocupa tiene relación con la forma insistente en que parte del resto de la sociedad venezolana, sobre todo las empresas privadas dedicadas a la comunicación social, perciben y muestran al barrio como zona exclusiva de la delincuencia, la flojera, la irresponsabilidad y la improductividad. Las minuciosas y pensadas descripciones aquí presen-tadas sobre la vida en el barrio, si ciertamente nos hablan de particularidades sociales y culturales, también corresponden en muchos aspectos a procesos sociales similares que ocurren en otros contextos habitacionales de clases sociales menos desposeídas. Indudablemente el modelo socioeconómico rentista y de consumo irracional con sus infelices consecuencias nos ha impactado a todos, independientemente del lugar donde vivamos.

Pero también estas lecturas nos demuestran que valores como el respeto por la diferencia de cualquier tipo, la inclu-sión social, el trabajo, la constancia, la solidaridad humana y el reto de la superación como colectivo, son importantes en cualquier complejo habitacional, en el barrio del cerro inclinado, estos valores han sido y siguen siendo esenciales como garantía de existencia, resistencia y continuidad social. Sea esta doceava edición de Así Somos un tributo y un estímulo al barrio como uno de los espacios de mayor expresión de nuestra organización popular, fuerza creadora del país soberano.

Luis Adrián Galindo C.Dir ector Del Museo NacioNa l De las cultur as

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A partir de las dos últimas décadas del siglo XX, con el afianzamiento del neoliberalismo, todo el que vive en el barrio comienza a ser tachado de marginal, o a todo aquel o aquella que comete un acto social contra el “glamour” citadino no faltará quien le espete a la cara un “no seas marginal”. Lo cual, entre otros, puede ser hablar en voz alta, bailar salsa o sencillamente regatear especulativos precios.

Mucha gente en los barrios de oriente y occidente tiene su identidad apoyada en antepasados indígenas y afrodescendientes. Hoy, a pesar de la alienación producto de la importada “cultura del petróleo”, mantiene vigente su dignidad y solidaridad.

El barrio Ziruma, desde su fundación, es un espacio de referencia para sus habitantes quienes conforman un mundo de relaciones socioculturales con otras familias que viven en La Guajira. El intercambio es permanente, bien sea de tipo comercial, para el fortalecimiento de valores culturales, del idioma wayuunaiki o para la práctica de los saberes ancestrales.

En el barrio las celebraciones tradicionales funcionan como instrumento de subsistencia y liberación, al tiempo que son incorporadas a un dinamismo sociocultural que imprime identidad local. Como fuerza que emana de la esencia de un colectivo, corren el riesgo de verse amenazadas por la aparición de agentes externos cuyo efecto condiciona el desarrollo de una práctica donde el valor de lo espontáneo es lo más relevante.

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24En Otras Voces conversamos con Master Madriz, coordinador de las Escuelas Populares para las Artes y Tradiciones Urbanas (Epatu), ubicadas en Caracas. El proyecto educativo, impulsado por el colectivo Hip Hop Revolución desde 2009, busca crear un espacio en el que los jóvenes puedan hablar de política, recono-ciéndose como parte de una misma clase con intereses y necesidades comunes; esto con la excusa de aprender a bailar, a rapear, a pintar y a ser productores musicales.

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Si lo/la invitan para una fiesta urbana, contemporánea y para jóvenes se puede sorprender de conseguir un joropo, un San Juan Bautista o un tamunangue. Porque estas fiestas también se celebran en las urbes y con gente joven. ¡Acabemos con el mito de que son fiestas pa' viejos/as! En La Ruta de la Tradición se darán algunos datos para cuando quiera visitar, bailar, cantar o acercarse a mirar alguna manifestación o fiesta popular.

Vivir en un barrio tiene sus particularidades, un componente imprescindible es la salsa. Quienes nunca han habitado en un barrio pueden pensar que la salsa es simplemente un género musical bailable, pero para quienes viven en él posee un significado y un sentimiento mucho más profundos.

Conocimos a Oscar y nos contó sobre los momentos difíciles en el refugio, pero también acerca de la solidaridad, la organización, el trabajo y el desvelo. Hoy, con ojos brillantes de lágrimas conte-nidas pero con voz alta y comprometida, nos relata su experiencia.

TURIAMO Al pueblo de Turiamo y a su incansable

lucha por regresar al mar(epígrafe tomado de la obra Uroboros del grupo Mudanza)

El nombre Turiamo viene de la palabra caribe turiamé. Originalmente Turiamo estaba conformado por casi 5 mil hectáreas de terreno. Los pobladores vivían fundamentalmente del cultivo de cacao, café y coco, también de diversos tubérculos y frutas, de la pesca y la cría de animales.

En marzo de 1957, durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, a los habitantes de Turiamo les dieron nueve días para desalojar el pueblo con el argumento de que se construiría una base naval. Para esa época Turiamo tenía 415 años de existencia.

Las 150 familias expulsadas de Turiamo se establecieron principalmente en Carabobo (Patanemo, Puerto Cabello, Guacara, Mariara, Güigüe); Aragua (Ocumare de La Costa, Palo Negro, San Mateo, Turmero), y Distrito Capital. La mayoría, 140 familias, se alojó en Maracay en los barrios 23 de Enero, El Recurso, La Pedrera y La Coromoto.

Desde su destierro, los pobladores emprendieron una ardua lucha para ser visibilizados por todos los gobiernos. Con el firme propósito de conseguir el retorno a su tierra crearon el Comité Pro-Regreso a Turiamo, con sede en el barrio 23 de Enero, siendo líder de este movimiento Félix Mijares (+), primer capataz de la Cofradía de los Diablos Danzantes de Turiamo.

Al caer Pérez Jiménez los turiameros tuvieron la opor-tunidad de invadir el pueblo, pero no lo hicieron porque no querían regresar a su pueblo natal como invasores sino como habitantes legítimos. La base naval jamás se construyó. Turiamo aún no ha sido devuelto a sus pobla-dores originales ya que se ha mantenido una población militar fija en la zona. El barrio 23 de Enero, una de las zonas más importantes de la Ciudad Jardín, en 2012 conmemora 55 años de su lucha cívico-militar por el destierro de su pueblo.

A partir del decreto de la Ley de Tierras en 2001, cientos de familias exiladas se han constituido en coope-rativas siguiendo el Plan de Desarrollo de la Nación, con el fin de asignar a sus legítimos propietarios el derecho sobre la propiedad de sus terrenos, convirtiéndolos en núcleos de desarrollo endógeno, y así poder retornar a Turiamo y lograr la refundación del extinto pueblo.

La diablada de Turiamo es una importante muestra del valor sociocultural que tiene una tradición unifica-dora y estabilizadora de una sociedad que fue arrancada de su tierra de origen. En cinco décadas no se ha dejado de celebrar.

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Museos escolares, puntos de encuentro de la comunidadUn museo escolar es una innovación educativa que articula acciones pedagógicas con disciplinas que estudian procesos culturales, políticos, económicos, sociales, científicos, ambientales y espirituales, de una comunidad con la participación protagónica de esta

Municipio Morán, estado Lara

R o l a n d o G r a t e r o lDocente de educación intercultural / Miembro del colect ivo Museos Escolares de Lara

uando se trata de reconocernos más allá de la otredad y funda-

mentalmente desde el nosotros, los espacios más comunes y colectivos se convierten en el punto de encuentro idóneo, es por ello que el barrio, el caserío, la comunidad, el pueblo o la ciudad son ámbitos realmente significativos, pues se articulan más desde la vitalidad que desde la relevancia académica.

Así, la comunidad se convierte en el punto para encontrarnos y en ella es tan relevante la escuela como lo son la plaza, la calle, el camino, la fábrica, la siembra o la vivienda de cualquier habitante, pues en cualquiera de estos lugares los seres hacen su día a día y por consiguiente elaboran la historia.

En este sentido, la escuela, si de verdad es un centro del quehacer comunitario, debe encontrarse con la comunidad, para tomar de esta los bienes culturales y dejar de lado las expresiones de la divi-

sión social del trabajo que separa lo tangible (inmuebles y objetos) de lo intangible (manifestaciones culturales, patrimonios vivientes y oralidad). En la comunidad se integran estos cinco elementos, pues para los habitantes el espacio es vital, debido a que en este se dan las manifestaciones culturales y las prácticas sociales en donde está inmersa la sabiduría trans-mitida por la oralidad, así como los objetos utilizados por los habitantes que son los verdaderos centros del hecho cultural, pues sin seres humanos no hay cultura.

En el municipio Moran, estado Lara, nos planteamos, desde la subversión de la escuela, el Proyecto Museos Escolares, el cual definimos desde el anti-concepto de un museo escolar tradicional: no es para guardar corotos viejos en la escuela; no es un salón, un aula, un cuarto, un rincón de la escuela o liceo; no es una tarea a cumplir; no es para justificar días libres y permisos; no es para mostrar la historia

de la escuela; no es propiedad privada; no es para dar cargos; no es solo para la historia y la cultura como únicos objetos de estudio; no es trabajo de especialistas e historiadores; no es para dominar. Dicho en otras palabras, un museo escolar es una innovación educativa que articula acciones pedagógicas con disciplinas que estudian procesos culturales, políticos, económicos, sociales, científicos, ambientales y espiri-tuales de una comunidad con la participación protagónica de esta.

A partir de esta concepción se ha impulsado la propuesta del Proyecto Museos Escolares que a partir del año 2010, desde la Coordinación Académica de la Dirección de Educación del Municipio Moran, ha incorporado hasta ahora más de 40 institu-ciones educativas de las cuales mencionaremos las siguientes.

Museo Escolar La Vega de los Gayones. Fue el primero en conformarse, está dedicado a la

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En este sentido, la escuela, si de verdad es un centro del quehacer comunitario, debe encontrarse con la comunidad, para tomar de esta los bienes culturales y dejar de lado las expresiones de la división social del trabajo que separa lo tangible (inmuebles y objetos) de lo intangible (manifestaciones culturales, patrimonios vivientes y oralidad).

investigación y preservación del patrimonio de la comunidad indígena que la da su nombre. Tiene una colección de piezas arqueológicas que se encuentran en el yacimiento arqueológico de la comunidad. Además trabaja la revitalización intercultural del pueblo gayón y crea el precedente de la educación intercultural en el estado Lara.Museo Escolar Palo Grande.Ejecuta como acción concreta la revitalización intercultural de la danza Pasos del Camino, manifestación del sincretismo entre la adoración cristiana de los santos inocentes y la etno-música de los descendientes del pueblo gayón ubicados en las montañas de las parroquias Guárico e Hilario Luna y Luna.Museo Escolar Fabricio Ojeda, Liceo Lagunetas. Lleva el nombre del insigne revolucionario

venezolano que en 1962 creó un frente guerrillero cerca de Lagunetas. Este museo estudia la lucha armada y otras manifesta-ciones culturales y organizativas.Museo Escolar La Otrabanda. Su objeto de estudio es la historia local y las distintas problemáticas de la comunidad, entre ellas la del agua y el autorreconoci-miento de los valores históricos y culturales autóctonos.Museo Escolar Rey Negro, Escuela Mamonal. Nace del estudio del pesebre de muñecos de trapo que tiene más de 100 años de antigüedad y que se caracteriza por ser un centro de ofrendas en pago a favores concedidos por el Rey Negro del Pesebre, el cual sustituye en el interés al Niño Jesús durante las celebraciones decembrinas.

Museo Escolar Bernabé Quintero, U.E. Juan Ceferino Castillo. Lleva el nombre de un fundador del Partido Comunista de Venezuela y del Frente Guerrillero Simón Bolívar, que fue vecino de esta institución hasta que dejó de existir a los 105 años de vida. Este museo asume el año bicentenario como su línea de trabajo.Museo Escolar Potrerito del Manzano. Es la concreción de años de labor llevados a cabo por docentes y miembros de esta comunidad, quienes han venido trabajando la historia local como línea de investigación.Museo Escolar Tigre de Guaito, nace en el Liceo Bolivariano General José Rafael Montilla. Se fundamenta en la historia local de la parroquia La Candelaria, donde los estudiantes realizaron entre-vistas a personajes populares de

II Encuentro Cultural y de Museos Escolares. Liceo Bolivariano General José R. Montilla, Camburito, Guaito, estado Lara, abril 2011.Fotografía: C O R T E S í A B L O G S P O T D E A L E x A N D E R G u A I T O

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las diferentes comunidades, reco-lectando una valiosa información.Museo Escolar Hato Arriba. Se define a sí mismo como un proceso educativo vivencial, constante y permanente, gene-rador de valores, principios, metodologías y contenidos que definen y orientan el hecho educativo, contextualizándolo en función de las realidades y nece-sidades comunitarias existentes y la búsqueda de mejoras sociales y culturales que reconocen el papel de la escuela como un centro de transformación y desarrollo de la comunidad en la construc-ción de una nueva cultura socialista.

Museo Escolar Buenavista. Propicia la revitalización intercultural que reconoce la presencia indígena y africana en la comunidad, y a su vez realiza —en colaboración con estudiantes de la Misión Sucre— la reconstrucción de la memoria oral de la lucha armada donde se presume la presencia de desaparecidos víctimas de crímenes de lesa humanidad.Museo Escolar Agroecológico. Con la participación de la comu-nidad y la Escuela Bolivariana El Limoncito, integradas al museo escolar mediante el Proyecto Todas las Manos a la Siembra, se propone acompañar el proceso de revitalización de semillas ancestrales de cereales y granos que se consideraban extinguidas.Museo Escolar Eduardo Blanco. Recoge una serie de acciones culturales llevadas a cabo por las y los estudiantes del liceo bolivariano del mismo nombre

con una amplia integración de la comunidad, estas se concretan en la realización de audiovisuales usando como equipos los teléfonos celulares, teniendo como tema las jornadas de formación y aprecia-ción de los patrimonios locales.Museo Escolar Pío Tamayo. Espacio que sistematiza las investigaciones llevadas a cabo por las y los estudiantes del liceo bolivariano Fernando Garmendia Yépez, que abarcan actividades de construcción de la historia local, valoración de personajes históricos locales, en especial Pío Tamayo, y la activación de espacios para la creación literaria y artística.

En los actuales momentos algunos de estos museos esco-lares viven una metamorfosis propiciada por la participación comunitaria, en lo que denomi-namos Museos Interculturales Comunitarios, por ser más acorde con el enfoque que aplican los colectivos involucrados.

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II Encuentro Cultural y de Museos Escolares. Liceo Bolivariano General José R. Montilla, Camburito, Guaito, estado Lara, abril, 2011.Fotografía: C O R T E S í A B L O G S P O T D E A L E x A N D E R G u A I T O

II Encuentro Cultural y de Museos Escolares,estado Lara, abril 2011. Fotografía: CORTESíA BLOGSPOT DE ALExANDER GuAITO

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arEl barrio, ¿hábitat de los pobres o espacios marginales?

C a s i m i r a M o n a s t e r i o sInvest igadora Museo Nacional de las Culturas

Ser pobre y ser marginalEn Venezuela durante las últimas décadas los conceptos de pobreza y marginalidad se han hecho sinónimos, al punto que entre la gente común (marginal o no) cada vez se oye menos hablar de pobres, ahora en su lugar se utiliza como sustituto el término “marginales”. Por supuesto, la cuestión es que ese vocablo es expresado con una gran carga peyorativa que golpea la dignidad de las personas como parte de ese territorio y, por ende, el sentido de pertenencia hacia el barrio, estimulando la vergüenza de clase, situación que no contribuye con la toma de conciencia necesaria para la transformación “de clase en sí” en “clase para sí”, sino todo lo contrario. Es decir, tener conciencia plena de a qué clase social se pertenece, del lugar que ocupa en la producción, de la contradicción entre explotados y explotadores, entre oprimidos y opresores.

En esta confusión conceptual, alimentada por los medios de difusión masiva, pareciera que la marginalidad existe en tanto que expresión de situación de pobreza y no precisamente porque se viva, voluntaria o involuntariamente, al margen de lo instituido y reglamentado por la sociedad.

En ese sentido, lo marginal es relativo: se puede estar al margen de algo, de alguien o de todos y todas, como el mendigo que rompe con la sociedad buscando lo que para él sería su total libertad. Mientras que la situación de pobreza es causada por la apropiación indebida que hacen las minorías explotadoras de la riqueza producida por las mayorías empobrecidas.

A partir de las dos últimas décadas del siglo XX, con el afianzamiento del neoliberalismo, todo el que vive en el barrio comienza a ser tachado de marginal, o a todo aquel o aquella que comete un acto social contra el “glamour” citadino no faltará quien le espete a la cara un “no seas marginal”. Lo cual, entre otros, puede ser hablar en voz alta, bailar salsa o sencillamente

regatear especulativos precios.Por otra parte, el concepto

de pobre puede despertar el desprecio de las elites por los “pata en el suelo”, pero también la lástima y con ella la nece-sidad de acallar su mezquina conciencia mediante el desem-peño caritativo. Mientras que el marginal, al parecer, solo despierta desprecio, “fobia”, aun entre aquellos que puedan ser vistos por las elites como tales. No terminamos de darnos cuenta que la marginalidad en los grandes centros urbanos no solo es socioeconómica, es vivida y sufrida por quienes son empujados a vivir al margen físico, intelectual y espiritual de la ciudad, sometidos a una violencia constante desde los medios masivos de difusión y las instituciones públicas y privadas que, en su discurso y su hacer, los estigmatizan

Graffiti Ama tu barrio. Fotografía: M I G u E L A N G E L M A C H A D O

A partir de las dos últimas décadas del siglo XX, con el afian-zamiento del neoliberalismo, todo el que vive en el barrio comienza a ser tachado de marginal, o a todo aquel o aquella que comete un acto social contra el “glamour” citadino no faltará quien le espete a la cara un “no seas marginal”. Lo cual, entre otros, puede ser hablar en voz alta, bailar salsa o sencillamente regatear especulativos precios

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demoliendo su autoestima, negando la existencia de toda virtud en el barrio y exaltando las de la urbani-zación, minimizando las miserias de esta y exacerbando las de aquel.

Estereotipos, códigos y valoresLa violencia en el barrio se inicia con la imagen estereotipada, estigmatizada que del barrio tienen e imponen las clases dominantes. Erradicar la violencia solo es posible si y solo si se erradica la violencia de las elites… pero esta forma parte de su naturaleza.

Pero, ¿qué se sabe del barrio más allá del estereotipo?, ¿qué saben de sus valores quienes lo juzgan?, ¿qué saben acerca de cómo construyen sus viviendas?, ¿conocen cuáles son las diferencias entre un barrio consolidado y un barrio recién creado?, este último surgido casi siempre por aluvión, donde se van agregando personas segregadas. Gente, por lo general, venida de diferentes lugares del país,

de países hermanos y hasta de otros continentes, en

un periplo de mudanzas de nunca acabar, del caserío al pueblo, del pueblo a la ciudad, de una pensión a un barrio, de un barrio a otro; damnificados de muchas batallas, con su desamparo y su san benito de invasor a cuestas, no precisamente porque eso les “guste” o sean unos “vivarachos” sino porque en el barrio tal cedió el terreno, en el barrio cual creció la quebrada, eso sin contar los desalojos violentos durante la cuarta.

¿Qué saben de sus formas de comunicación, de sus códigos no preci-samente de delincuentes, de los lugares que el mismo barrio cataloga como peligrosos o no aptos para que los niños, niñas y jóvenes permanezcan en sus horas de ocio, de la esquina y su saoco, de la ventana y la puerta como canales de comunicación entre el adentro y el afuera, entre la intimidad del hogar y el espacio social, con sus reminiscencias del campo, la nostalgia por las plantas y los animalitos, mas no

mascotas? ¿Qué saben

de sus orga-nizaciones, de sus

angustias y aflicciones, de sus luchas constantes en contra

de sus males, alimentado la esperanza a punta de trabajo, amor y humor, religiosidad, rumba y solidaridad?

La ciudad reconoce la cayapa como hecho violento y desconoce su acepción amorosa, de juntura solidaria, cooperativa, complementaria y que en el barrio es parte de la cotidianidad. En cayapa se construyen las escaleras, se hacen las acometidas de la red de aguas blancas y servidas, se construyen las viviendas, se atiende al enfermo, se celebra el día de las madres. El barrio es más que la suma de su gente, sus casas, escaleras, terraplenes y esquinas, donde el piropo y la imaginativa ocurrencia hacen un dúo perfecto.

No por casualidad nombres como 23 de Enero, 27 de Febrero, 4 de Febrero, 13 de Abril, Zamora Vive, entre otros, son epónimos de barrios venezolanos, en una suerte de auto-homenaje de las clases populares a sus luchas, a aquellos momentos históricos cuando el soberano ha sido el gran actor, el insigne protagonista, el que mueve la rueda de la historia.

La ciudad reconoce la cayapa como hecho violento y desconoce su acepción amorosa, de juntura solidaria, cooperativa, complementaria y que en el barrio es parte de la cotidianidad. En cayapa se construyen las escaleras, se hacen las acometidas de la red de aguas blancas y servidas, se construyen las viviendas,se atiende al enfermo, se celebra el día de las madres.

CUlpAbIlIzAR A lA pObRezA

Pareciera que en el barrio habitan todos los males y nada bueno mora en él, esa imagen, por demás estereotipada, ha hecho creer a muchos (incluso a buena parte de sus habitantes) que todo el que vive en un barrio es malandro y todo el que vive en una urbanización es decente, honorable, noble, digno.

En ese sentido, el llamado marginal de hoy a diferencia del pobre de ayer es un castrado espiritualmente, sometido a un proceso de deshumanización alentado por la eterna condición de sobrevivencia, por la carencia casi total, en muchos casos, de los requerimientos más mínimos, por abandono de quienes lo empujaron a vivir al margen de la ciudad, negándole toda posibilidad del disfrute de los más mínimos servicios públicos con los cuales cuenta la ciudad. Obligándolo, incluso, a tener una doble vida, una en su barrio y otra cuando está en la ciudad. Por ejemplo, en el barrio se es abierto, espontáneo y solidario, en tanto que en la “ciudad” se debe practicar el individualismo, donde el saludo no pasa de ser una expresión de educación y no de humanidad y vínculo social.

Ciudad que cada vez se aleja más del barrio, culpabilizándolo por no parecérsele, negándole su entrada en ella e incitando a sus habitantes a consumir más, en tanto la pobreza crece y se profundiza. Un buen ejemplo de lo que venimos planteando es el concepto neoliberal de “triunfadores” y “perdedores” en un sistema concebido para que las mayorías sean perdedoras y las minorías triunfadoras. Quienes viven de la explotación socioeconómica, la opresión política y el domino cultural de los llamados perdedores, pretenden que se les olvide a los y las del barrio que a la ciudad la mueven los sectores populares. Si un día a los barrios se les ocurre hacer una huelga de brazos caídos se paralizaría todo, no habría transporte, escuelas, hospitales ni clínicas, se pararían las fábricas y no abrirían los comercios, no habría bomberos, fiscales ni policías. Nada que decir, nada que contar.

e l b a r r i o , ¿h á b i tat d e l o s p o b r e s o e s p a c i o s M a r g i n a l e s?

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Cuando miramosel mundo

el desdebarrio

V E N E z u E L A P L u R A L

En su afán por ofrecer a los lectores diversas visiones sobre nuestra complejidad cultural, Así Somos, en su doceava edición, dirige su mirada hacia el barrio para mostrarlo desde adentro: su cosmos, sus dinámicas, sus construcciones físicas y su rico mundo de símbolos y metáforas. Venezuela plural ofrece 11 prolijos artículos que describen los universos y discursos que permean la dermis del barrio haciéndolos carne, vida y esperanza. Así pues, nos paseamos por la génesis de los barrios del oriente y el occidente venezolano durante el auge petrolero del siglo XX, el barrio como bastión de insurgencia, lucha y producción de saberes, alegre en la bonanza y solidario en el dolor, ese barrio bueno, trabajador y forjador de país que es un pálpito del pueblo mismo.

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e oriente a occidente nuestros barrios mantienen la influencia originaria del medio rural, de la mano de pescadores, labradores, arrieros, conu-

queras y campesinas de las antiguas haciendas. Son barrios que albergan a miles de personas provenientes de diversos pueblos de una antigüedad no menor a 15 mil años: en la zona oriental los arawak, caribe, chaima, tamanaco, guay-querí, ka’riña, mandinga, warao, y en la zona occidental los añú, arhuako, barí, caquetío, congo, japreria, todari-quiba, wayúu, yoruba y yukpa.

Estos han sido pueblos de culturas ecológicas, agrícolas y pesqueras, los cuales se niegan a desaparecer en la ciudad y sus modas: el estilo de vida urbano y cosmopolita que conocemos hoy día tiene poco menos de 100 años, pero se masificó a tal punto que pareciera que hemos perdido nuestras raíces, conduciéndonos a que nos cueste reco-nocer y valorar aquel acervo originario presente todavía en el diario vivir, pasado aún vivo que está entrelazado en nuestras experiencias.

La ancestralidad en nuestros barriosEn lo constructivo esta herencia se expresa en la autode-terminación que permite lo colectivo: la autoconstrucción y autogestión con tecnología constructiva de tapia, tierra apisonada, muros empedrados, madera, palma, caña brava, barro rojo, bahareque, adobe, techos de anea y, posterior-mente, en el trabajo con nuevos materiales.

También se observa en la sencillez y uso colectivo de los ambientes, así como en la dimensión íntima, familiar e informal de los terrenos y territorios comunitarios, de sus espacios, conformando una realidad relacional en la

de oriente y occidenteMucha gente en los barrios de oriente y occidente

tiene su identidad apoyada en antepasados indígenas y afrodescendientes. Hoy, a pesar de la alienación producto de la importada “cultura del petróleo”,

mantiene vigente su dignidad y solidaridadH é c t o r G u t i é r r e z G .Sociólogo / Investigador

cual las y los fundadores de barrios despliegan una espa-cialidad concreta, y no por ello menos pensada y planifi-cada a su manera. Allí construyen historias y desafíos que les permiten resolver sus problemas cotidianos con astucia y sentido práctico, y donde se hace palpable un conocimiento popular que bebe del acervo ancestral y sus saberes acerca de los ciclos vitales y naturales, incluyendo lo mágico-religioso.

Se desprende de ello que la construcción se va haciendo —en una población que no tiene tiempo para descansar— poco a poco, según haya necesidades, posibilidades, espacio, voluntad, recursos, apoyo familiar y colectivo, depen-diendo de la sobrevivencia en oficios por cuenta propia, el tránsito por situaciones personales, etc. Todo ello condi-ciona el ritmo de construcción. Este requiere años de trabajo, ya que la vivienda se completa en el mediano o largo plazo según las interacciones entre los grupos sociales y su conducta colectiva en diversos procesos y circunstan-cias, así como sus diferentes movimientos poblacionales con una historia viva basada en su raigambre biográfica, que puede abarcar hasta tres generaciones.

Son viviendas y barrios autoproducidos en una ocupa-ción espacial que surge por la superación interpersonal de todos los obstáculos, por el deseo de vivir más que de sobrevivir: las y los habitantes de barrios multiplican sus fuerzas cuando se lo proponen en la acción solidaria. La importancia de las relaciones se expresa en que las calles, las canchas, las escaleras, las esquinas y los espa-cios abiertos se abren al movimiento y a la recreación, a la música, a las festividades tradicionales y al más amplio encuentro entre las personas. En la planificación, provisión

entre la dignidad y la alienación

Barrios

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y construcción participan todas y todos, desarrollando un sentido de arraigo a la comunidad, de amistad y perte-nencia colectiva, de defensa de lo logrado: el espacio de vida. Luego de tanto esfuerzo, se defiende como propio el terreno donde se hallan tales viviendas, a fin de mejorarlo en lo sucesivo, lo que el barrio llama “echar raíces y crecer”.

En estos espacios se han recreado diversas herencias cultu-rales, formas particulares y diversas de hacer ciudad y de pertenecer a ellas: son lugares de pertenencia donde se comu-nican, intercambian y comparten costumbres, formas de vida y de ver la vida y lo que está más allá, donde se activan luchas en pro de condiciones más dignas, mediante la coope-ración entre las personas, re-creando la propia identidad colectiva, la solidaridad entre quienes comparten pasados comunes y diversos, pertenencias familiares y comunita-rias, coyunturas compartidas, una memoria (la historia del barrio), identidades de clase, de cultura y procedencia.

El campo petrolero La cultura de dominación que vino con las multinacio-nales petroleras alienó, enajenó y desconectó de su propio país a la población local. Al no integrar lo tradicional subalternizó lo rural y regional en una suerte de “provin-cialismo” sujeto al furor importador. La des-heredad cultural en la cual se sumió al pasado —en una especie de “tabula rasa”— aceleró el paso de la servidumbre anímica y cultural a fin de cambiar la propia imagen y uniformarla según el dictamen del consumismo fastuoso y la depen-dencia de lo importado con su nuevo hábito y estilo de vida: cambiar idiomas, música, vestimenta, gastronomía, deportes, formas de construir, formas de relacionarse con la naturaleza y formas de integrarse e interrelacionarse comunitariamente. De ahí que de una cultura pescadora y campesina (agraria, nacional y familiar) se pasó a una cosmopolita “cultura del petróleo” que crea —y poste-riormente destruye— el campo petrolero y la “ciudad petróleo”. En la época prepetrolera nuestro país estaba conformado por aldeas que ocupaban un vasto territorio donde la cultura se orientaba hacia la tierra y sus estacio-nales cosechas y ganados. Era el caso, por ejemplo, de la Cabimas agrícola que tenía distribuidos 1.500 habi-tantes en 300 caseríos: La Rosa, La Salina, Los Riteros, Hato Nuevo, La Vereda, Punta Gorda, etc. Asimismo la aldea La Rosa era un poblado aislado, habitado por cinco familias que vivían de la agricultura y la ganadería (Basabe, Bermúdez, Borjas, Díaz y Olivares). Se llegaba a Maracaibo una vez a la semana en bote de vela y tenía una sola calle de tierra y casas de paredes de barro rojo, caña brava, techo de palma y anea. Todo ello se modifica con el urbanismo gestado por el “boom” petrolero durante las primeras décadas del siglo XX: para 1910-1917 se revela la riqueza asfáltica subterránea de Cabimas, en los pozos Santa Bárbara R2 y Los Barrosos nº 2 R4 de la Venezuela Oil Concessions, lugares donde luego serían construidos los campos petroleros Mene Grande y Bachaquero.

¿Qué era el campo petrolero? Era el lugar donde las empresas transnacionales se convirtieron en promotores político-económicos del capitalismo. En este espacio los Estados Unidos de Norteamérica trajeron e impusieron su “modo de vida” petrolero —American Way of Life— en nombre del “progreso” y la “civilización”, un modelo que es estructuralmente dependiente del capital foráneo. Los miembros de las empresas transnacionales, en tanto concesionarias, habitaban los campos petroleros y generaban allí sectores sociales diferenciados según su manera de vivir: los criollos no podían llegar hasta las zonas residenciales de los jefes extranjeros, replegados sobre sí mismos en su confort, con un estilo de vida artificial que se nutría de afuera hacia adentro. Se divi-dieron a los campesinos, peones de haciendas e indí-genas para convertirlos en asalariados: por ejemplo, los orientales eran escogidos para labores dentro del agua en el lago de Maracaibo, mientras que los zulianos eran destinados a las labores en tierra, en una división laboral/barrial establecida por las empresas.

AlIeNACIóN y ReSISTeNCIA CUlTURAl

Mucha gente que ha ocupado los barrios apoya su ancestra-lidad en sus antepasados indígenas y afrodescendientes. En el caso de la zona oriental del país, conocida en la época colo-nial como Nueva Andalucía (que abarcaba a los estados Sucre, Anzoátegui, Monagas y Nueva Esparta), esta estuvo poblada por caribes, guaraunos, chaimas y guaiqueríes, quienes vivían itinerantes y dispersos en chozas, caseríos y rancherías inde-pendientes, donde había rotación de suelos para una base agrícola de subsistencia; tal ocupación variaba por condicio-nantes geográficas, ya que por ejemplo en Monagas había ríos navegables, mas no en Anzoátegui. Esta presencia originaria conllevó a que para construir sus ciudades los grupos invasores dominantes tuvieran que someter a la población indígena por vía religiosa o militar, alterando los antiguos patrones de ocupa-ción territorial de cara a la concentración poblacional alrededor de los recursos y la construcción de infraestructuras viales y fluviales. Por ello los colonizadores trazaron ejes de comuni-cación tales como Uchire-Barcelona-Aragua de Barcelona-Clarines-Píritu-Guanta-Cumaná y, por otro lado, Caripe-Caicara de Maturín-Aragua de Maturín-San Antonio. Esto permitió interconectar a pueblos como Maturín, Barcelona, Puerto La Cruz, Cumaná, El Tigre, Anaco, Caripe, Punta de Mata, Caripito, Caicara de Maturín, San Antonio de Maturín, Barrancas, Quiriquire, etc.

Para el área occidental, específicamente en la región que fue conocida como Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo esta estuvo habitada por comunidades indí-genas itinerantes con una economía de autosuficiencia agrícola, ejemplo de ello lo constituyó la Cabimas antigua. Mas las necesidades del incipiente capitalismo condujeron a la penetración de esta zona por la vía del latifundio terró-fago que pudo adentrarse allí tras construir una infraes-tructura terrestre y fluvial que permitió conectar el eje Aroa-Maracaibo-Altagracia-Machiques-Perijá-San Carlos -Sinamaica.

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La “ciudad petróleo”En las proximidades a los campos surgieron poblaciones flotantes conocidas como “ciudades petróleo”, estructural-mente diferentes a los campos conformaban una suerte de satélite surgido por iniciativa extranjera y crecían estimu-lados por la actividad industrial petrolera y sus adelantos tecnológicos. Se trataba de casas y apartamentos en nuevas “urbanizaciones” y barrios aledaños a los cuales llegaban semiempleados y ex empleados de las compa-ñías, empleados públicos (burócratas, contratistas, nego-ciantes), pequeños comerciantes (importadores; dueños de licorerías, farmacias, cafeterías; “administradores de lupanares”), artesanos (carpinteros, herreros, latoneros, zapateros), ex dueños de tierras (que ahora eran de la compañía), asalariados (empleados de bodegas, cantinas, restoranes y tiendas de ropa), quienes iban incorporando a dicha ciudad a sus familias como instancias “consumi-doras”, ya que en la “ciudad” lo extranjero representaba “el progreso”, por lo que la población trataba de vivir a la manera extranjera aunque nunca se les permitia “entrar al interior” del campo petrolero.

El crecimiento urbano de la ciudad se va realizando por intervención de los colonizadores: esta es un centro saté-lite del campo, es influida parcial o totalmente por este (como ocurrió en el caso de Lagunillas y Ciudad Ojeda). Aunque la misma se extienda hasta los límites del campo, este le cierra el paso, evitando tal con-fusión, rechazando los esfuerzos de “invasión” por parte de esta. Los campos petroleros introdujeron trabajos y servicios asalariados, demandas foráneas de consumo, cambios constructivos (del bahareque al bloque de cemento y techo de zinc, a los campamentos, casonas, depósitos, galpones, bares, indus-trias, diques, casas, parques y escuelas para los empleados de la nómina petrolera). El papel que el campo le asigna comienza al terminar la jornada laboral: recibir a los traba-jadores y su dinero para que compren, beban, visiten las casas de juego y busquen “sexo fácil”.

La “ciudad petróleo” era un subproducto social de las compañías extranjeras en territorio venezolano —ampa-radas legalmente por el gobierno de turno— que agrupaba individuos aislados, migrantes, anónimos, utilitaristas, materialistas y libertinos en espacios acelerados, vertigi-nosos y artificiales, donde se juzgaba “por la apariencia”; eran “tierras de nadie” del orden civilizado, improvisadas ciudades extranjeras con nombres venezolanos donde agotados obreros petroleros gastaban lo que cobraban en las compañías. La “ciudad petróleo” arrojaba pobre-dumbre moral y ambiental, desintegrando el tejido social y la cultura popular y nacional.

Los apologistas del petróleo nada dicen sobre este aspecto, el “desarrollo” petrolero trajo vicios y autori-tarismo, desconocimiento de los derechos humanos (hostigamiento, tortura y asesinato) laborales y terri-toriales de la población asalariada en los campos petro-leros, desplazamiento poblacional forzado, insalubridad, carencia de servicios básicos y contaminación (como en

el caso de Lagunillas, el viejo Hornito y el propio lago de Maracaibo que pasó de ser una reserva de agua dulce a cloaca petrolera y sumidero industrial, etc.). Además, la actividad petrolera concentró a la población nacional en la franja centro-norte-costera y originó el surgimiento de nuevos centros poblados de carácter efímero, previo desplazamiento —forzoso o no— de la población a causa de despojos y la privatización territorial por latifundistas, violencia, contaminación, enfermedades, debilitamiento de las actividades agrícolas/económicas ancestrales de consumo local (agricultura, artesanía, comercio mino-rista), emergencia de nuevas actividades comerciales y serviles a la actividad petrolera de carácter no espe-cializado (“comisarios”, sirvientes de comerciantes, vendedores de helados y empanadas, choferes de taxi, cargadores de maletas en muelles, pregoneros de diarios locales, obreros de pequeños talleres de latonería, carpin-tería o zapatería) y también especializado (obreros asala-riados como perforadores y toolpushers).

lA geNTe del peTRóleO

Se trataba de una elite desarraigada del ambiente social, con un estilo de vida foráneo de “clase media” (pequeña burguesía), la cual “marcaba distancia” con las bases sociales, actitud que era trasmitida generacionalmente desde temprana edad como una —presunta— forma de “subir su estatus de vida”. La cultura del campo tejió una “leyenda” sobre las ciudades ubicadas en su periferia, las cuales se presentaban como un complejo urbano con avenidas anchas y limpias que comunicaban las oficinas de las empresas con las viviendas y con sitios particulares de recrea-ción donde era un “privilegio” ingresar; pero en realidad los jefes petroleros construyeron para sí mansiones, clubes y campos deportivos que excluían de manera definitiva al conjunto social que habitaba en “colonias” de viviendas.

La comunidad del campo petrolero constituía un enclave industrial, un sistema socioeconómico colonialista incrustado en la sociedad nacional y convertido en una “metrópolis” de la región donde se emplazaban Zulia, Monagas y Anzoátegui principalmente. En este ámbito se presionaba a las culturas rurales autóctonas a que cambiasen su escala de valores, hábitos y pautas en pro de la imitación de las maneras forá-neas prestigiadas como expresión del “progreso”. Se mane-jaba una idea de “confort” ligada a la “libertad” individualista —ajena a toda regulación estatal en la dinámica económica— que terminaba enajenando lo nacional a fin de aceptar formas de vida extrañas. El modelo y estilo de vida de los campos petroleros propiciaba la alienación: cambios en la manera de conocer, comer, vestir, construir, viajar o divertirse, entre otros. Importaba más la cantidad y la imagen y se perdía la fe en soluciones colectivas en pro del individualismo egoísta. Se marginaba el terruño en beneficio de los supermercados y bienes tecnológicos, lo que condujo a exhibir una riqueza no trabajada y a desplegar una conducta oportunista, cómoda, superficial, esnobista, consumista, imitadora, servil, artificial, importadora, dependiente, despilfarradora, contaminante, urbanocentrista, tecnólatra, teleadicta, personalista, manipu-ladora, presuntuosa, vulnerable, colonizada, desarraigada.

ba r r i o s d e o r i e n t e y o cc i d e n t e . . .

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Población crecientePara 1920 se concentran más de 90 mil personas en la zona occidental del lago de Maracaibo y 35 mil en la costa oriental. Para 1920 a 1926 el estado Zulia ya contaba con 100 mil habitantes, lo que conllevó la urbanización y crea-ción de ciudades como Mene Grande, donde el Estado fue el “empleador” en áreas de industria, comercio y servicios, pero dentro de un esquema de desigualdad socioeconó-mica, originando conflictos sociales entre quienes habi-taban en viviendas y quienes sobrevivían en ranchos de los barrios Pueblo Aparte, Pueblo Viejo, San Felipe, caserío Tasajera, Lagunillas y Cabimas, producto de la segrega-ción, la represión y la explotación empresarial-estatal a favor del libre comercio hidrocarburífero.

En Cabimas se levantan plantas eléctricas y cines, así como barcos de vapor y de motor —posteriormente ferrys—, almacenes, oficinas comerciales, casas distri-buidoras, agencias de licores y loterías, tiendas al por mayor, bodegas y boticas. En 1950 pasó de tener 42 mil habitantes a más de 100 mil en 1961, su población urbana creció de forma “no planificada” menguando su pobla-ción rural en un promedio anual de 199 por ciento, cons-tituyéndose en transeúntes de calles insalubres y conta-minadas que contrastaban con el ornato y lujo del campo petrolero. Para 1989-1990 Cabimas fue fundada como municipio, algunos de sus barrios son Amparito, Campo Elías, Valmore Rodríguez, Buena Vista, Campo Alegre, Barrio La Rosa, Los Hornitos, Punto Fijo, Barrio Obrero.

Asimismo, en la zona oriental fue ubicado el cinturón de saturación asfáltica del río Orinoco —que abarca de Anzoátegui a Monagas—, por lo que se levantaron allí diversos campos petroleros (Anaco, Cantaura, Jusepín, Oficina, Puerto La Cruz, Quiriquire, Temblador), origi-

nando que la población de Caripito pasara en 1950 de 15.800 personas a 21.100 en 1961, multiplicándose la aparición de almacenes y oficinas comerciales (casas distribuidoras de autos, agencias de las cervecerías, tiendas mayores de mercancías, agencias de loterías, farmacias, etc.).

También fue una muestra de urbanismo petrolero la ciudad de El Tigre en el estado Anzoátegui: se amonto-naron viviendas y se improvisaron calles insalubres, en un ambiente desordenado donde se compra, se mendiga y el lujo contrasta con la miseria. La transformación de la ciudad estuvo condiciona a la extracción del petróleo, ya que creció desordenadamente como campamento petro-lero a partir de 1922: sus avenidas (F, G, H, J, K, L, 31, 32, 33, etc.) fueron nombradas siguiendo un sistema de coorde-nadas de la Shell para ubicar sus pozos o según actividades petroleras: carreteras con nombres de pozos (R5, R10) e infraestructura (Gasplant) y organizadas según campos petroleros (Las 40, Las 50, Concordia, Hollywood, Campo Blanco, Campo Staff —hoy Las Palmas—, Las Cúpulas).

Para 1968 en los campos petroleros habitaban 2 millones de personas, 25 por ciento del total nacional; pero las ciudades que de allí surgieron desde los años veinte llevaban en sí erróneas políticas urbanísticas incompati-bles con nuestras herencias culturales y de ocupación terri-torial, como el debilitamiento de las actividades agrícolas/económicas ancestrales de autosustento local y la despreo-cupación ante la contaminación.

Los barrios: cultura y dignidadLa resistencia cultural de los pueblos del oriente y occi-dente venezolanos enfrentó los cambios en la ocupa-ción y uso del territorio como producto de la actividad petrolera. La población zuliana y oriental en los barrios comparte una cultura “prepetrolera”, ancestral: su diver-sidad y fonética idiomática (sus costumbres en el habla), su simpatía y alegría, su apego a lo originario, grupal, cultural, su amor por el territorio (el lago, el morichal, el río, el mar, el terruño). De modo tal que la importancia de las relaciones se expresa espacialmente en la construcción de espacios participativos donde las y los líderes comuni-tarios de las barriadas discuten en forma general sus ideas, sus problemas y organizan sus tareas, lo que permite conformar una etnicidad, un lenguaje y una identidad dife-rencial ante lo foráneo, la cual sobrevivió en los barrios y urbanizaciones de las ciudades petroleras. De allí que si la alienación hace que una persona o población “no sea” ella misma, que “no sea genuinamente lo que es por una impo-sición externa”, entonces, ante la misma aún subsiste en nuestros barrios la dignidad, expresada en nuestra solida-ridad, memoria, cultura y arraigo ancestral. as

Pozos petroleros del lago de Maracaibo en la década de 1920Fotografía: C O R T E S í A B L O G S P O T D E L u I S B A R R I O S

Para 1989-1990 Cabimas fue fundada como municipio, algunos de sus barrios son Amparito, Campo Elías, Valmore rodríguez, Buena Vista, Campo Alegre, Barrio La rosa, Los Hornitos, Punto Fijo, Barrio obrero.

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Zirumaprimer barrio wayúu en Maracaibo

M a n u e l L a r r e a lProfesor wayúu

El barrio Ziruma, desde su fundación, es un espacio de referencia para sus habitantes quienes conforman un mundo de relaciones socioculturales con otras familias que viven en La Guajira. El intercambio es permanente, ya sea de tipo comercial, desde el punto de vista del fortalecimiento de los valores culturales, del idioma wayuunaiki o para la práctica de los sa-beres ancestrales

Desde la tradición oralSegún las narraciones de los ancianos y ancianas wayúu, Ziruma era la amada de un cacique que fue

apresado y esclavizado por el español Diego de Ordaz. El altivo prisionero se negaba a realizar los bajos e indignos trabajos que el cruel español le imponía. Ello le valió el encierro en una bodega

de la embarcación sin comida ni agua. Durante una borrachera sucedida una noche la tripu-lación del barco pidió a Ordaz crucificar al indio cautivo para así quebrantar su orgullo,

pues en el Nuevo Mundo no se había visto cosa igual. El jefe español accedió y ordenó la muerte del cacique que fue amarrado a una burda cruz que hicieron los marinos,

en esta fue azotado y colgado, agonizando toda la noche y estremecido por un viento frío. Había un grito indiano de rabia y de coraje, de protesta e indigna-

ción, de alerta y de dolor.Ziruma, la amada del cacique sacrificado, oía desde lejos la voz exte-nuada del amado. A la mañana siguiente, Ziruma, con el pretexto de

ir a buscar agua a la “casimba” cercana al puerto de los españoles, salió sigilosamente de su rancho, aun a riesgo de ser apresada. Al amanecer, Ziruma vio a su amado en lo alto de su suplicio y de su gloria, sediento por la pérdida de sangre, su corazón no tuvo tiempo de encogerse de dolor porque, ella que era una mujer de senti-mientos nobles, antes de comprender la magnitud de la crueldad y heroísmo que sufriera el cacique, ya este había muerto. Sintió entonces un estremecimiento en su cuerpo y tuvo la intuición de un imperativo mandato al dirigir otra vez la mirada al cuerpo de su amado. En lugar de sangre estaba cuajado de flores rojas, esas flores rojas que crecen silvestres en La Guajira.

Una inmensa alegría embargó su corazón y le pidió al Creador Maleigua que la convirtiera en nube para llevarse a su amado, sufriente en su regazo, a los jardines reservados de los mártires.

La solicitud de Ziruma fue complacida por el Sumo Creador. Ella fue convertida en nube suave iluminada por el sol matutino, en cuyo

regazo iba hacia las alturas el espíritu liberado de su amado cacique.

Esta narración, recogida en el Diccionario general del Zulia de Luis Guillermo Hernández y Jesús Ángel Parra, explica el

significado de Ziruma, joven y bella india compañera del cacique Okumalay, sacrificado por los españoles. Para homenajear el deseo

de esta bella joven se bautizó con su nombre a ese sector que a la larga se convertiría en el primer barrio habitado por los wayúu en la ciudad de

Maracaibo.

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La resistencia wayúu El pueblo wayúu, perteneciente a la gran familia arawaca, es uno de los pocos pueblos indígenas que no fue total-mente sometido por el conquistador europeo. Entablaron una estrecha relación comercial con los wayúu, surgiendo un intercambio de productos entre ambos grupos.

Si bien la resistencia fortaleció la unidad de los clanes wayúu, algunos de sus líderes aprendieron el uso del dinero como mecanismo de poder y dominio. Con el boom petrolero y el establecimiento de grandes planta-ciones en Perijá y el sur del lago de Maracaibo se iniciaron las primeras migraciones de wayúu para servir como mano de obra, en la mayoría de los casos explotados y tratados como esclavos.

La segunda oleada migratoria a Maracaibo se produce entre los años 1930 a 1940 cuando familias wayúu se iniciaron en la práctica del comercio debido a que la tierra había perdido fértilidad a causa de grandes sequías. Muchas de estas familias se fueron estableciendo prime-ramente en un sitio denominado Tierra Negra, alrededor de Las Tarabas y Los Cuarentas. Se ubicaron en un gran hato de cría de cabras, pavos y cochinos, propiedad de un acaudalado señor de nombre Benito Rubio, quien recha-zaba la presencia de estas en su predio. Ante esta situa-ción se nombró una comisión indígena encabezada por el luchador social Julio González, líder indígena versado en la ley, cuya acción consistió en enviar una comunicación

urgente al Palacio de Miraflores para quejarse del maltrato y la humillación de los cuales eran víctimas por parte del dueño del hato.

La fundación del barrioComo respuesta a la denuncia señalada anteriormente, el presidente Isaías Medina Angarita se comunica con el presidente del Zulia, Héctor Cuenca, y ordena la compra de los terrenos para que fueran ocupados por los wayúu. “Por Decreto del Ejecutivo el 16 de marzo de 1944 se creó el barrio y el 12 de octubre con motivo del entonces deno-minado Día de la Raza, fue oficialmente inaugurado como una urbanización conformada por 144 casas, una iglesia consagrada al Corazón de Jesús y una escuela llamada Fray Bartolomé de las Casas”, así relata con mucho orgullo Luz Bohórquez, de 40 años, lo que le contaba su madre Ana de Bohórquez sobre la fundación de Ziruma.

La mayoría de las familias beneficiadas había sufrido toda clase de vejaciones. La historia del deambular del wayúu por los distintos sectores de Maracaibo y su expul-sión como resultado de la ambición desmedida de los “civi-lizados” fue escuchada por el gobierno nacional presidido por Medina Angarita. El día de la inauguración del primer barrio wayúu se les dijo a los pobladores que la tierra era de ellos, pero no se les otorgó título de propiedad, lo que a la larga ha venido a sumar otro problema ya que continúan expuestos al desalojo ante la ambición de quienes han

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visto valorizarse los terrenos donde se asienta Ziruma. Un ejemplo de esta poblemática se produjo en 1958, cuando se le otorgó la propiedad de estas tierras a La Universidad del Zulia; sin embargo, ante el reclamo de los wayúu el error fue enmendado con la aprobación de las autoridades universitarias.

Este hecho vino a demostrarle al wayúu que su situación de vulnerabilidad, la cual creía superada con la acción del presidente Medina, estaba latente y podía surgir de nuevo en cualquier momento. Contra el barrio Ziruma se levan-taron todo tipo de rumores que corrían de boca en boca con el propósito de desprestigiar a sus pobladores. Se hacía creer que estaba habitado por colombianos indocumen-tados, que era antro de ladrones, sitio lleno de prostitutas y otra serie de falsedades que forman parte del vejamen al pueblo wayúu.

Frente a la posibilidad de la pérdida de sus tierras los pobladores se organizaron para exigir la propiedad de estas, lo cual produjo un decreto de la Legislatura del Zulia, de fecha 20 de septiembre de 1963, mediante el

cual se disponía la entrega de la propiedad de la tierra de Ziruma a sus habitantes, pero el Ejecutivo se negó a dar cumplimiento a este decreto. Una nueva decepción para el pueblo wayúu. Sin embargo, los wayúu mantienen su aspiración de obtener los títulos de propiedad que les corresponden, aunque este derecho ha sido una y otra vez obstaculizado por las ambiciones de quienes desean apropiarse de esas tierras que cada día cobran más valor.

Sin duda el hecho de que los legítimos habitantes de Ziruma no hayan podido obtener los títulos de propiedad es prueba de que existen intereses ocultos, pues ni siquiera ha sido viable la extensión de un documento de propiedad comunitario y mucho menos la de un título de propiedad con limitaciones en cuanto a enajenación. Incluso la tesis del desalojo cobra fuerza ante la negativa de remodelar el barrio: no se le hacen mejoras urbanís-ticas ni se toman medidas para evitar la peligrosidad de la carretera que lo bordea por el frente.

En 1969 se creó el Comité de Defensa del Guajiro con la finalidad de exigir a las autoridades nacionales y regio-nales las mejoras y reivindicaciones que por derecho le corresponden al pueblo wayúu.

La consolidación de ZirumaNo obstante las dificultades que ha afrontado desde su fundación, el barrio Ziruma es un espacio de referencia para las familias que habitan allí, las cuales han conformado un profuso tejido de relaciones con los grupos familiares que permanecen en La Guajira. El intercambio es permanente, ya sea de tipo comercial, desde el punto de vista del fortale-cimiento de los valores culturales, del idioma o de la prác-tica de la medicina ancestral, entre otros.

El 12 de octubre como símbolo de la resistencia indígena es conmemorado cada año en la plaza del barrio Ziruma con diversas actividades culturales propias del pueblo wayúu. En la actualidad Maracaibo no puede recono-cerse sin la presencia wayúu, su proximidad a La Guajira lo convirtió en MARAKAAYA, el espacio de los wayúu en la ciudad. En el medio urbano los wayúu conservan y asumen su identidad étnica, reivindicando el uso de su idioma, el wayuunaiki, y muchas de sus expresiones cultu-rales. Una acertada síntesis sobre la presencia de los wayúu en las ciudades es expresada por el sabio escritor wayúu, Miguel Ángel Jusayu: “Aprendí todo esto gracias a que estuve entre los alijunas y aprendí de ellos, de su cultura, pero lo más importante de todo es que sigo soñando en wayúu y no he dejado de hacerlo nunca”.

Z i r u M a , p r i M e r b a r r i o w ay ú u e n M a r a c a i b o

Mapa referencial del estado zulia. ubicación del barrio ziruma.

En el medio urbano los wayúu conservan y asumen su identidad étnica, reivindicando el uso de su idioma, el wayuunaiki, y muchas de sus expresiones culturales. Una acertada síntesis sobre la presencia de los wayúu en las ciudades es expresada por el sabio escritor wayúu, Miguel Ángel jusayu: “Aprendí todo esto gracias a que estuve entre los alijunas y aprendí de ellos, de su cultura, pero lo más importante de todo es que sigo soñando en wayúu y no he dejado de hacerlo nunca”.

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El 23 de Enero:

saberes y son

sí canta el grupo Madera, el madera olorosa, para rendir tributo a ese espacio territorial-cultural-espiritual que constituye el barrio. Fácil es deducir

que se trata de San Agustín, pero el legado quedó como un himno para reconstruir la identidad cada vez que haga falta, vale decir, cada vez que la mediática avasallante y los miles de mecanismos transnacionales de distracción alienante, diseñados para la desmemoria y el olvido, hagan estragos sobre nuestra población.

Ya se trate del 23 de Enero con su emblemática “Piedrita”, de La Vega, Petare o cualquiera de los muchos sectores que componen la inmensa Catia, el barrio es fuente inagotable de riqueza cultural, en la medida en que la diversidad es su signo. Realidad en movimiento, imposible de entender desde afuera, sin códigos a la disposición para la compren-sión de semejante complejidad. Es que el barrio es lo más versátil y contradictorio que podamos imaginar. Es la alegría inagotable en medio de las situaciones más adversas, un canto permanente a la vida, a la risa, a través del “vacilón”. El arte de “chalequear” se deja colar libremente por las calles.

Pero hay barrios de barrios y no todos surgen del derro-camiento de una dictadura, como el 23 de Enero. Cuenta Paquita, mujer luchadora, personaje inolvidable por lo

A r l e n y s E s p i n a lEducadora del Centro de E xperimentación Para el Aprendizaje Permanente Cepap-Unesr /

fundadora del movimiento social Escuela Para la Par t icipación en Salud Social Esparsas

apasionada en las discusiones políticas, en alguna de las reconstrucciones históricas que hemos hecho de la parro-quia, que en 1958, en pleno tumulto pos dictadura, apareció un hombre con un maletín donde tenía las llaves de los apartamentos, intentando poner orden en la distribución de estos, nunca quedó claro en los relatos si el hombre era de la misma parroquia o un funcionario, si lo estaba haciendo bien o mal, pero lo cierto es que el “hombre del maletín” pasó a segundo plano después que una patada le volara el maletín con todo y llaves y la gente asumiera con “otros métodos” la toma de los apartamentos, algunos sin el acabado necesario para su habitabilidad.

A partir de allí el 23 de Enero se fue formando, buscando siempre sus propios métodos para tener auto-nomía y libertad, sabiduría propia de la ruralidad de la gente que sabe que toda modernización que no hemos decidido es engañosa. Así, la urba-nización moderna que le debemos al genio de Carlos Raúl Villanueva se fue convirtiendo en un espacio donde la modernidad dialoga

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De ese barrio es que ha surgido mi sentir y mi expresar, que te manifiesto ahora con el profundo cantar, que tú expresarás con versos y las maracas sonoras, agarra la tumbadora y vamos a descargar…

Todos los barrios unidos vamos a cantar ahora…

Bloque del 23 de Enero y Museo Histórico Militar vistos desde la avenida Sucre de Catia, Caracas, 2010. Fotografía: F I L I P P O B I L O T T I

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Construcción de los bloques del 23 de Enero, Caracas.

Fotografía: A R C H I V O A u D I O V I S u A L

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permanentemente con la ruralidad, por eso no es raro ver en medio de las caminerías y jardines una cuerda con ropa secándose, demostrando que en el 23 la gente no renuncia al sol tan fácilmente.

El espíritu liberario del 23 de Enero se ha ganado una fama nacional e internacional que se fue forjando durante la “democracia representativa” que reinó en el país por 40 años. Y es que ningún otro barrio fue tan perseguido, asediado y reprimido durante esos tiempos en los que sus paredes jamás callaron, siendo consigna unificadora aquella que se leía y se gritaba dentro y fuera de la parro-quia: FUERA LA GUARDIA DEL 23 DE ENERO. Durante esos años, para saber de historias de lucha y de personajes aguerridos antiimperialistas solo había que remitirse a un muro de la Central, La Cañada Monte Piedad, Zona F, Zona E, El Mirador o Sierra Maestra, para entender, a través de los murales muy diversos que hacían nuestros artistas, entre ellos los de Nelson Santana, elabo-rados en Cristo Rey, cuál es el origen de la dependencia o por qué lucharon Fabricio Ojeda, Sandino y el Che.

La Guardia Nacional y la Disip inten-taron acallar a sangre y fuego las voces libertarias de la parroquia, pero nunca pudieron, generando espacios que signi-ficaron verdaderas escuelas que no solo alfabetizaban, inspiradas en Paulo Freire, sino que formaron para la participación sociopolítica y cultural una militancia comprometida con la transformación que hasta hoy se hace sentir. La carpa que funcionó en Monte Piedad como Casa de la Cultura, donde cantó el grupo Propatria recién constituido, para defender a Allende, las escuelas popu-lares, como la César Sánchez, donde lo mismo enseñaban a leer y a escribir, a hacer teatro y comprender el origen de las manifestaciones culturales populares en nuestra historia de resistencia, el Teatro Cristo Rey, entre otros. Surgieron así generaciones de cultores entre los que encontramos a Ramón Méndez “Ramoncito”, quien desde la Sierra Maestra comenzó su labor cuando tenía 14 años y hasta hoy mantiene vivos y multiplicándose la Cruz de Mayo, San Juan Bautista, las parrandas y aguinaldos, además de ser una de las voces del Sonero Clásico del Caribe.

La resistencia a los planes transculturizantes en el 23 de Enero no solo se ha expresado en consignas, murales, enfrentamientos y, por lo tanto, presos y desaparecidos. Hay una forma de resistencia que devuelve la identidad, cuando la dignidad ha sido herida, que trasciende colores políticos y nos hermana en nuestras contradicciones y dolores. Esa resistencia se ha expresado en la salsa como cultura. Por eso, un sábado en el 23 es sonoridad total, al mismo ritmo de la faena del mercado, la limpieza de la casa y la lavada de ropa se oyen los soneros y por supuesto siempre aparece aquella que nos identifica, aunque fue inspirada en otras latitudes del Caribe, pero la hicimos nuestra: “Hay fuego en el 23,

en el 23…”, tema con el que se reconoce hoy una de las emisoras comunitarias: Radio 23 Combativa y Libertaria. Por eso un viernes, desde la tardecita y hasta la medianoche, es saludable bajarse del Metro e irse a pie por La Cañada, para saludar, saborear una birra, enterarse de los últimos chismes y especialmente intercambiar acerca de la coyuntura política, teniendo como fondo musical la sanación del cansancio semanal que proporciona completamente gratis, Pupi y su Orquesta, Héctor y Willie o la orquesta Inmensidad, y mucho más cuando suena aquella que dice: “pueblo latino de cualquier lugar o barrio, ha llegado la hora del estre-

chón de manos, como protección…”. Y esa protección funcionó y se sintonizó de manera

inimaginable, cuando en 2002, envalentonados, salimos a defender el hilo constitucional, asestándole tremenda derrota al fascismo que no pudo entrar en el 23, el 12 de abril, porque los colectivos lo impidieron. Esa indignación que nos hace como barrio se manifestó con fuerza durante el sacudón en 1989, como respuesta al “paquetazo neoliberal”, sintiendo los rigores del pueblo en acción todo negocio que hubiera acaparado el café, el azúcar y la harina precocida. Si en alguna parte ha habido respuesta ante la impunidad es desde este barrio, porque allí se expresa el legado de luchas de nuestros antepasados.

Pero el 23 de Enero es ante todo y sobre todo creación constante. El lenguaje se crea y recrea a diario en nuevas expresiones del habla, la corporeidad, la risa, la complicidad,

La resistencia a los planes transculturizantes en el 23 de Enero no solo se ha expresado en consignas, murales, enfrentamientos y, por lo tanto, presos y desaparecidos. Hay una forma de resistencia que devuelve la identidad, cuando la dignidad ha sido herida, que trasciende colores políticos y nos hermana en nuestras contradicciones y dolores. Esa resistencia se ha expresado en la salsa como cultura...

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la sobrevivencia, la solidaridad, la crítica, la dignidad, el silencio. El proyecto dominador con todos sus mecanismos para imponer “la nada” está en tensión permanente con todo lo nuevo que nace y renace en nuestro barrio, pese a las difi-cultades. Así vemos cómo ante una cultura de la distracción impuesta por el poder mediático, que se expresa en un solo tipo de canciones (más ruido que canciones), para distor-sionar el sentido de apreciación musical de los jóvenes, emergen otros cantos, en cualquier lugar de este barrio. Así tenemos que ante una sola forma de bailar que se intenta vender desde medios y eventos muy al estilo de Sábado Sensacional, florecen día a día otras danzas integradoras de lo originario y lo moderno. Por eso la gente de Patria Buena, con Arturo a la cabeza, es tan querida y valorada en la parro-quia, han perseverado en la recreación permanente de las tradiciones, dando vida y sentido a nuestro barrio y más allá.

Muchas otras dimensiones del saber popular tienen lugar en nuestra parroquia. Tanto los saberes de la agri-cultura, con limitaciones para expresarse a sus anchas por el escaso espacio para sembrar, como los saberes de la sanación, de la construcción, entre otros conocimientos, están allí, en los jardines de los bloques, en las ventanas florecidas, en los remedios caseros que cotidianamente dan respuesta a dolencias y evitan las visitas a hospitales, en los rezanderos(as) y demás curanderos(as) que habitan en nuestro barrio. Conocida dentro y fuera del 23 fue Isis Centeno, por sus saberes sanadores, por su trabajo de “nivelación espiritual”, mediante el cual sabía rescatarnos a tiempo de la enfermedad y de la muerte. Saberes integrados que se develan en las emergencias y que producen la sana-ción del vínculo, contra uno de los males del modernismo impuesto: la soledad.

Podemos afirmar que el 23 de Enero como barrio es un renacer incesante de “la vida y la alegría en constante lucha contra la tristeza y la muerte”, como dijera el poeta guerri-llero Argimiro Gabaldón. Y siempre ha sido así, aunque se nos desconozca en nuestra creación. Como dice el inves-tigador Fals Boda, buena parte de la creación popular ha sido apropiada por el proyecto dominador, tal como lo hacen tambíén con la fuerza de trabajo, desarraigando los proyectos creadores de sus orígenes. “En efecto, no sobra recordar lo mucho que este saber y cultura popular ha hecho por la civilización, lo cual va desde productos agrícolas indí-genas hasta prácticas empíricas de salud y ricos aportes artísticos. No es infrecuente encontrar personas cultas que

Colectivo de militantes del proceso bolivariano que funciona en el barrio La Libertad, sector conocido como La Piedrita, en el 23 de Enero, Caracas. Su historia como colectivo de acción sociopolítica se remonta a los tiempos de la cuarta república, durante la década de los ochenta, dando a conocer su rechazo a las políticas bipartidistas neoliberales y represivas de los gobiernos de turno. Recientemente se han visto inmiscuidos en polémicas públicas.

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Podemos afirmar que el 23 de Enero como barrio es un renacer incesante de “la vida y la alegría en constante lucha contra la tristeza y la muerte”, como dijera el poeta guerrillero Argimiro Gabaldón. Y siempre ha sido así, aunque se nos desconozca en nuestra creación.

se apropian del saber popular o de sus técnicas y artes y los transforman haciéndolos aparecer como nuevos descubri-mientos y modas”.

Así es pues este barrio, vida, pura vida, con tragedia y con comedia, resistencia sin cesar al proyecto dominador, memoria contra el olvido, creación permanente artística, técnica, metodológica, así ha sido aquí y en otras latitudes, porque formamos parte del acervo creador de la humanidad: “Dramaturgos como Shakespeare eran de estirpe netamente popular, así como lo fueron sus tragedias; y los clásicos filmes de Cantinflas y de Chaplín, o la música de los Beatles no se habrían producido si no hubieran tenido sus raíces en el mundo de la gente común. Foucault encuentra en esta dimensión popular elementos suficientes para la 'historia viva' que postula en su arqueología del saber”.

Somos 23, somos barrio y somos parte de la dignidad que nace y renace en cualquier parte donde están los poderes creadores del pueblo. Dice el refrán popular: “para muestra un botón”, y a lo largo y ancho de nuestra geografía encon-tramos referentes como Juan Félix Sánchez, Luis Sambrano, Mateo Manaure, Aquiles Nazoa, Aníbal Nazoa, Fruto Vivas, el Carrao de Palmarito, José Manuel Briceño Guerrero, Alí Primera, Eneas Perdomo, Cruz Quinal, Luis Mariano Rivera, Otilio Galíndez, Armando Reverón, Freddy Reina, Francisco Carreño, Inocente Carreño, Miguel Acosta Saignes, Elsa Morales, Sobeida Jiménez, Rafaela Baroni, Juanita Álvarez, Bárbaro Rivas, Antonio José Fernandez, Víctor Valera Mora, Alí Gómez, Rafael Suares, Francisco Pimentel, José Ignacio Cabrujas, Anita Rivas, Berta Cova, Guillermina Ramírez, entre muchos creadores integrales, algunos ya no están con nosotros, pero todos forman parte del acervo creador, del barrio urbano o rural, cuyo legado constituye el mayor impulso para la transformación. as

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El barrio insurgente

A l d e m a r o B a r r i o s R .Invest igador, comunicador

Durante los años de la insurgencia armada de los años sesenta, el repliegue y división de la izquierda vene-zolana en los setenta, la crisis de los ochenta que tuvo como corolario insurgente el febrero rebelde de 1989 y luego el golpe de abril de 2002, se han experimentado fenómenos sociales que muestran un patrón de movili-dad política de los barrios como bastión de resistencia y reacción ante la injusticia social; valores significati-vamente trascendentes cuando la población demuestra su musculatura de poder insurgente

El barrio responde a patrones autónomos y a liderazgos propios. Fotografía: A R C H I V O A u D I O V I S u A L B I B L I O T EC A N A C I O N A L D E V E N E z u E L A

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Movimiento cívico-militar que derrocó la dictadura

de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, 23 de enero de 1958.

Fotografía: A R C H I V O A u D I O V I S u A L

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Movimiento cívico-militar que derrocó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Caracas, 23 de enero de 1958.Fotografía: A R C H I V O A u D I O V I S u A L B I B L I O T EC A N A C I O N A L D E V E N E z u E L A

esde los primeros años de la dictadura punto-fijista, conocida como la democracia repre-sentativa, se pusieron en práctica operaciones

de exterminio contra la insurgencia política que en un inicio no era armada pero que por los niveles de violencia administrada por el gobierno de Betancourt se fue desa-rrollando y provocó un proceso defensivo por parte de los partidos de izquierda que tuvieron en los barrios, especialmente de Caracas, un escenario complejo por la diversas variables que confluían en esos espacios urbanos: el apoyo social al trabajo político del PCV y el MIR, los intrincados laberintos que colocaban en desven-taja táctica a la policía represiva y el activismo militante son algunos de esos factores que intentaremos analizar.

Durante los años de la insurgencia armada, a lo largo de la década de los sesenta, en el repliegue táctico y divi-sión de la dirigencia de la izquierda venezolana durante los setenta, en la década crítica de los ochenta, que tuvo como corolario insurgente el febrero rebelde de 1989 y hasta muy entrada la década de los noventa del siglo XX y más contemporáneamente durante el golpe de abril de 2002, se han experimentado fenómenos sociales que demuestran un patrón de movilidad polí-tica de los barrios como resistencia social y reacción ante la injusticia social de una significación trascen-dente cuando la población demuestra su musculatura de poder insurgente. Incluso hasta hoy y en razón de una demostrativa y

consolidada fuerza orgánica y organizativa en el seno de las barriadas populares, producto de los altos niveles de conocimiento en una práctica creciente de politiza-ción consciente, no solo por la acción de las entidades de izquierda desde los años sesenta sino por las experien-cias vividas durante la última década y especialmente por la comprensión del origen de sus penurias y de quienes el pueblo del barrio ha identificado como reden-tores de sus esperanzas de siempre por una vida digna.

Militancia clandestina desde el barrioDesde la casa donde habito que da a la calle ciega y estrecha de la Acequia en Santa Eduviges, en El Cementerio, escucho la voz timbrada de Orlando Contreras cantando en un rayado disco de pasta: “Qué feliz yo me siento, viviendo aquí en el barrio, al lado de los pobres donde no hay sociedad, pues para mí el dinero es solo un digno medio

que compra una mentira y oculta la verdad…”. Es 1965, época de pleno reacomodo de la insurgencia

armada en la ciudad y en el campo, oigo con cierta frecuencia disparos y ráfagas de ametralladoras tabletear cerro arriba por la calle Santa Elena, El León, Los Alpes, y patrullas policiales que pasan por la avenida Principal

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El barrio sigue alzadoEl barrio siempre ha sido insurgente, silenciosamente evalúa, sabe que su fuerza es contundente cuando decide ir abajo para reclamar sus derechos. Los hijos e hijas del barrio lo han hecho sin titubear ante los extremos y poniendo en peligro su propia subsistencia, así ocurrió en febrero de 1989 y abril de 2002 cuando sin titubeos buscó recomponer lo que significa su redención social y la dignidad de su existencia. No es un problema indi-vidual, es fundamentalmente un ámbito colectivo y su movilidad responde a un sistema propio más allá de factores partidistas.

Sin desmerecer la labor que han hecho los partidos de izquierda o de derecha en muy contados casos, las maneras cómo se ha organizado el barrio para movilizarse en los hitos históricos contemporáneos muchas veces responden a patrones autónomos y liderazgos propios que algunos han confundido con la “anarquía”, el “espontaneísmo” o con accidentes sociales para así desmeritar el poderío popular. Sin embargo, si miramos desde dentro a esa fuerza social reconocemos que muchas veces esta ha superado las líneas políticas emanadas de los partidos que no han respondido a una movilidad o dinámica de pensamiento y acción verda-deramente popular.

Contragolpe popularCuando el 12 de abril de 2002, las gentes de los barrios de Caracas identificaron a través de las pantallas de TV la mentira que se estaba urdiendo, los rostros que personali-zaban la traición a la patria, el secuestro del presidente que ellos eligieron y el golpe de Estado oligárquico, no dudaron en tomar las calles y poner el pecho para defender lo que ellos habían escogido como destino político.

En un momento crucial, cuando los habitantes de los barrios de El Cementerio, Prado de María, La Bandera, Los Rosales se unieron a los de El Valle y Coche para llegar a Fuerte Tiuna en abril de 2002, no transitaron una ruta donde con seguridad los emboscaría la Policía Metropolitana en la Nueva Granada, le dijeron a quienes fungían de coordina-dores del contragolpe popular, entre ellos a Henry Navas, que el camino seguro para reunirse con la gente de El Valle era subiendo por los triángulos que remontan el cerro hasta la llamada Frontera, eso significó que los mismos pobladores conocían su terreno y se operó una inteligencia táctica colectiva que hasta ahora no ha sido reconocida y ni falta que hace porque a veces la discreción actúa como mecanismo de resistencia y contraofensiva.

Entre esos rostros que aparecieron durante “la Carmonada” estaba el del hoy candidato presidencial

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llevando heridos o transportando el terror para los habi-tantes de estas zonas. Años después, me contaron que en una fábrica textilera cercana, conocida como Telares Los Andes, un obrero de vanguardia coordinaba en El Cementerio las células del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, se trataba de Egidio Rodríguez, quien tiene de contacto a mi hermano mayor Omar, que se sirve de su empleo de florista en la avenida Principal para trasmitir información a los militantes clandestinos del MIR y el PCV. Es en otras palabras un lugar para estafetas. Era un “cantador” de la zona en plena calle y en medio de la clandestinidad obligada.

Nadie imagina que ese lugar es un punto de control de la insurgencia armada y menos a Omar con su cara de inocente florista bien administrada. Algunas cuadras más allá hay otros puntos de apoyo de las guerrillas urbanas, subiendo la calle El León hay varias casas que son santuarios para enconchar a militantes clandestinos y sitios de apoyo logístico para la insurgencia armada. Más al este, por la avenida Principal, en Las Luces, funcio-naba otro sitio de estafetas y hacia arriba otras casas servían de apoyo a los guerrilleros que usaban la zona como alivio ante la represión y la persecución, se trataba de geografías urbanas donde la policía no entraba y si lo hacía corría el riesgo de tener mala suerte porque eran áreas de protección de insurgentes.

Guerrilla urbanaNo solo en El Cementerio funcionaban las estafetas, los puntos de control, las conchas (refugios) y las opera-ciones de la insurgencia armada, en todos los barrios de Caracas hubo una red compleja de apoyo logís-tico que le dio soporte a la guerrilla urbana, en Petare, Catia, El Valle, Lídice, Carapita, Caricuao, Antimano, El Guarataro, ni hablar del 23 de Enero como barrio emble-mático, entre otros lugares de la ciudad.

Desde esos puntos de control los habitantes de las veredas protegen a los insurgentes porque ven lo que pasa, saben quién es quién y hacen inteligencia social, y también porque creen que esos muchachos subver-sivos se están jugando el pellejo y admiran en silencio la temeridad de enfrentarse a la policía y a los malan-dros, que entonces eran los malos de la partida. Y porque en el fondo reconocen que el discurso rebelde de los insurgentes se asocia al sufrimiento del pueblo al ofrecer una salida que redima sus penas y miserias. Hubo y aún hoy hay una identidad en esa amalgama de insurgentes y pueblo.

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Sucesos del 23 de enero de 1958, Caracas.Fotografía: A R C H I V O A u D I O V I S u A LB I B L I O T EC A N A C I O N A L D E V E N E z u E L A

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Proyecto Fotografía en el Barrio. Comunidad 1º de Mayo,

El Cementerio. Caracas, 2008.

Fotografía: A N A B E L L G u E R R E R O

El barrio siempre ha sido insurgente, silenciosamente evalúa, sabe que su fuerza es contundente cuando decide ir abajo para reclamar sus derechos. Los hijos e hijas del barrio lo han hecho sin titubear ante los extremos y poniendo en peligro su propia subsistencia, así ocurrió en febrero de 1989 y abril de 2002 cuando sin titubeos buscó recomponer lo que significa su redención social y la dignidad de su existencia

Henrique Capriles Radonski, quien se estrenaba como interventor de la Embajada de Cuba violando todos los convenios internacionales. Recientemente se le ocurrió subir a Cotiza para hacer proselitismo en el barrio, nadie le negó el derecho de caminar por allá, ningún poblador de ese barrio obstaculizó su ruta, pero sus asesores sabían que generando hostilidad podían sacarle provecho político y así lo hicieron, al mejor estilo provo-cador de abril de 2002.

Nadie en el barrio se le cruza a otra persona para agre-dirla sin razón, salvo que exista una hostilidad hamponil, incluso la gente conociendo a los malandros le hace saber: “no te metas con nosotros porque te vamos a joder”, por supuesto que ese no fue el caso de Capriles, la gente del barrio es respetuosa por naturaleza y vieron al candidato con extrañeza porque nunca había pisado esa tierra, fue la primera y quién sabe si la última vez, no por circunstancias fatales sino porque su dinámica política lo exime de ello, no es un hombre de visitar barrios sino de vivir en “urbanizaciones”. Diferencia semántica y de clase, obviamente.

Lo cierto es que desde la época de la insurgencia guerrillera en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta, cuando se hacían las batidas en los barrios, distribución de propa-ganda, verbenas etc., hubo enfrentamientos entre bandas hamponiles, trafi-cantes de drogas (marihuana por entonces) y unidades armadas del PCV y del MIR, por supuesto que los malandros se replegaban porque los insurgentes tenían superioridad táctica puesto que contaban con el apoyo de la base popular y con hombres y mujeres temerarios que los enfrentaron con el mismo vigor con que enfren-taban a la represión policial punto-fijista, a decir de Ángel Suzarinni y Humberto Vargas quienes fueron protagonistas de entonces.

Eso no ha cambiado hoy día, estas líneas son solo una aproximación para contar algunos episodios de la insur-gencia popular en los barrios de Caracas, la cual debe ser investigada con profundidad y justicia para dejar registro con análisis austero de esa circunstancia geohistórica por demás interesante para quienes pretenden una transfor-mación social de hondo arraigo y calado popular. as

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El barrio como espacio geográfico es como una caja de donde surgirán muchas sorpresas. En él se vive, se crece, se sufre, se batalla, se surge e incluso se muere. El barrio significa esa pequeña pero inmensa porción incorporada a la gran ciudad donde la conjugación afirmativa o nega-tiva de los verbos “ser” o “no ser”, “estar” o “no estar” produce un antagonismo existencial. Ese que se deriva

de la esencial necesidad humana por trascender hacia la prosperidad, aunque ello signifique el sacrificio de afectos, modificar la historia de vida o mantenerse orgulloso en un espacio como fiel testigo del eterno transcurrir marcado por fuertes sentimientos de arraigo y apego.

El barrio: lugar de identidadesLa configuración del barrio

parte de una historia que se inicia desde el momento

en que comenzaron a llegar, del campo a las ciudades, grupos

empujados por la fuerza de la emigración, para — sin darse cuenta — engrosar la lista de pobladores espontáneos que poco a poco se fueron adhiriendo a esos espacios que, por su naturaleza, imponen un sentido de diferenciación espacial, física y social.

Espacios cuya oferta más notoria es la segregación urbana,

resultante de una “distribución desigual de la urbanización, en oposición a los espa-

cios centrales de las ciudades, y en el que se espera mantener una cercanía relativa a los satis-

Las celebracionestradicionales

de lo espontáneo a lo condicionadoEn el barrio las celebraciones tradicionales funcionan como instrumento de subsistencia y liberación, al tiempo que son incorporadas a un dina-mismo sociocultural que imprime identidad local. Como fuerza que emana de la esencia de un colectivo, corren el riesgo de verse amenazadas por la aparición de agentes externos cuyo efecto condiciona el desarrollo de una práctica donde el valor de lo espontáneo es lo más relevante

N e l l y R a m o s Psicóloga / Productora cultural

Celebración de San Juan, San Agustín, junio 2009. Fotografía: A N T O N I O M A R R E R O

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factores de consumo colectivos que en la ciudad resultan al menos reivindicables”.

El barrio encierra en sí mismo un aprendizaje cultural que legitima y acredita el lugar de cada quien en él. Es donde se es protagonista de un dinamismo que abarca desde lo impredecible hasta lo necesariamente previsible y admitido. “El barrio se construye a través de la experiencia cotidiana de vivirlo y por los significados que al espacio le dan los individuos, delimitándolo del resto de la gran urbe, por cuestiones subjetivas y simbólicas, esbozándose una identidad local diferenciada con necesidades particulares y prácticas específicas, construyendo un ellos y un nosotros. Los de afuera y los de adentro.”

Es una identidad local que se va construyendo desde particularidades como los nombres de cada barrio, de cada calle, de cada callejón y de sectores en particular, nombres que tienen un porqué, pero al mismo tiempo responden a una necesidad de comunicación. Es cada personaje emblemático con sus ocurrencias, sus aportes, su vocación de servicio. No faltarán nunca los bodegueros, las areperas, las costureras, los artesanos, los deportistas, los músicos, el enfermo mental que deambula por las calles, los borrachitos saludando cordialmente a todo el que pase frente a ellos, los vendedores ambulantes vociferando sus pregones. No escapa a este dinamismo la presencia de factores desintegradores como la violencia interna, el machismo, el consumo de estupefacientes, la delin-cuencia, los jóvenes sin ocupación, los niños en la calle, los problemas de la basura y la contaminación. Todo ello se conjuga en una amplia diversidad cuyo recorrido abarca esperanzas, desesperanzas, temores, alegrías y tristezas para dar cuerpo a una identidad local que muchas veces es entendida y otras poco percibida como tal. Sin embargo, todo lo que subyace se traduce en índices de satisfacción, lealtad o apego, su dimensión simbólica se usa para dar o quitar prestigio, asignar atributos y estigmas, no obstante, el valor principal es el arraigo.

Significado y proyección de las manifestaciones tradicionalesLa vida en el barrio no solo se manifiesta a través del cumplimiento de las necesidades vitales como son el trabajo diario, atender a la familia y pensar en la solución de los problemas sociales. “El barrio se erige como una fracción de ciudad que acoge y contiene a una comunidad íntimamente relacionada por fuertes lazos de convivencia vecinal, tal como visitas recíprocas, camaradería, vínculos afectivos, reuniones, fiestas religiosas o sociales y expec-tativas recíprocas que dan vida, cimientan y le imprimen

continuidad a las relaciones entre vecinos, fortaleciendo la vida en el barrio.” Es dejarse sentir en las distintas formas de organización bien sean de perfil político, cultural o de otro orden. El esparcimiento y la recreación pueden ser canalizados a través los juegos, o presenciar actos, eventos o espectáculos públicos, entre otras opciones.

Las celebraciones tradicionales se han asentado en los barrios como resultado de procesos ajustados a la diver-sidad cultural imperante en cada zona en particular. Tales procesos incorporan un buen porcentaje de pobla-dores que han llegado al barrio cargando en su equipaje —además de las esperanzas de progreso— una porción de sus costumbres y tradiciones. Quien llegó de los Valles del Tuy, de manera ingenua y quizás por distraerse, invita a sus amigos ejecutantes del joropo tuyero a improvisar una jornada bailable, para atraer las ventas en su pequeña bodega. El devoto de la Cruz de Mayo ya no le rinde culto entre los espacios de su hogar sino que la ubica en los linderos de una calle donde es apreciada por los vecinos. Solamente la presencia de una cruz adornada en la calle moviliza sentimientos ligados a la religiosidad, induciendo a quien no sea devoto a colocar cualquier ofrenda bien sea de flores o monetaria. De la misma manera se producen los acercamientos hacia el culto a San Juan Bautista, la Paradura y Búsqueda del Niño Jesús. Lo que se ha hecho más relevante es que la persona que no ha tenido ningún acercamiento previo con una expresión tradicional, de ser un espectador pasivo pasa a involucrarse con todo lo concerniente a la celebración, tal como también ha ocurrido con la Virgen de Fátima, objeto de veneración en muchas comunidades como resultado de la convivencia con emigrantes europeos. Otras actividades con muchos años de tradición en los barrios son la Quema de Judas, las celebraciones de Carnaval, Semana Santa, la confor-mación de grupos de parrandas, gaitas y aguinaldos. Estas poseen como característica el desafío que significa llevarlas a cabo puesto que la población siempre se las va a arreglar para organizarlas y celebrarlas.

lAS CelebRACIONeS TRAdICIONAleS

Celebración en honor a San Juan Bautista. San Agustín, Caracas, 2009. Fotografía: A N T O N I O M A R R E R O

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Existen costumbres establecidas generadas por músicos serenateros ubicados en un lugar específico o de forma itinerante. Otras costumbres se manifiestan a través de los encuentros deportivos entre barrios, los juegos de bolas crio-llas, la preparación de suculentos sancochos en la vía pública o las descargas callejeras improvisadas por músicos de la propia comunidad.

Algunos pobladores, en honor a sus creencias, han dejado conocer sus tradiciones religiosas desincorporándolas del espacio cerrado para compartirlas con sus vecinos. Este hecho ha sido uno de los factores de mayor influencia en la conformación de las identidades locales, puesto que ha sido decisivo para el establecimiento de la celebración de las fiestas tradicionales en el barrio.

En definitiva, las manifestaciones tradicionales son parte de una complejidad intangible (lo cual no obvia su materialidad) y “devienen en expre-siones místicas, artísticas, alimentarias, económico productivas o sociales y expresan los temores, las espe-ranzas, la espiritualidad de un grupo humano que se apega a ella para vivir las circunstancias histórico- sociales a través del ocio, el trabajo, la religión o la producción material”.

Las tradiciones populares forman parte esencial de la vida cotidiana que demanda en sí misma la relación de los individuos. Son las emociones, los sentimientos, la herencia cultural, los valores acumulados de la cultura asumidos a través de prácticas, costumbres y formas de pensar rela-tivas al barrio para darle identidad cultural. La misma que influenciara los sentimientos y la imaginación para ejercer un papel en la percepción, creencia y modos de actuar del individuo en su contexto. “El territorio es de suma importancia en la construcción del sentido de perte-nencia, puesto que este es el espacio físico, la delimitación geográfica en donde ocurrieron y ocurren los eventos históricos. Es también el espacio en el que se enmarcan los símbolos, iconos y construcciones representativas y vivenciales que permanecen en la memoria colectiva. Por tanto es el lugar físico donde las prácticas sociales se llevan a cabo."

Por su propia esencia, las tradiciones populares se trans-miten de generación en generación y “poseen un valor

axiológico esencial toda vez que ellas son la expresión de de la cosmovisión de los grupos y sujetos a partir de la valo-ración positiva que tienen de los fenómenos y procesos cotidianos”.

La cultura de la resistenciaContrario a la cultura dominante y de elites, la cultura de la resistencia “surge de la lucha entre lo que está oculto, el saber auténtico propio de la tradición del pueblo que se resiste a desaparecer y lo que se muestra en el mundo correspondiente con la cultura convencional”.

Ante este hecho, las manifestaciones tradicionales se contradicen con propósitos tan insistentemente divul-gados como “el rescate de la cultura popular”, adherido como una coletilla a las propuestas canalizadas a través de agrupaciones musicales que han surgido del barrio.

Siendo además que la acción misma de “rescatar” debe mantener una coherencia en tiempo y espacio para que la finalidad misma y el obje-tivo se logren, y no mantener un ciclo que nunca se cierra. Tal idea del “rescate” conlleva la prepara-ción de repertorios que se pasean por las distintas regiones del país, para sumar elementos de la cultura tradicional que bajo tal figura deben ser rescatados, incurriendo así en la creación de productos que bien pueden aproximarse a un interés de orden comercial.

Observado este hecho desde la cultura de la resistencia, las acciones consisten en “asumir la lucha por obtener la transformación que invo-lucra la formación estética y ética,

que es retomar la autonomía, el poder de crear gracias a la libertad de todos los seres entes humanos en igualdad”. Es tomar en cuenta que las manifestaciones tradicionales pervivirán y se mantendrán en tanto seamos capaces de luchar por preservarlas como una fuente viva de enriqueci-miento y crecimiento espiritual.

De lo espontáneo a lo condicionado A partir de las últimas tres décadas las celebraciones colectivas (devocionales, festivas, conmemorativas) han cobrado tal fuerza y vigor que en la actualidad consti-tuyen un valor patrimonial adherido a la identidad de cada

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Jóvenes ofrecen concierto a fotógrafos que visitan la zona.Barrio Ojo de Agua, Baruta, 2011.Fotografía: S u S A N A A R wA S/ E D G A R M O R E N O

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barrio. Ello ha sido suficiente para valorar la cohesión e integración de los grupos humanos, donde la organización que surge desde adentro no puede generarse desde afuera, puesto que es el resultado de un sentir e historia comunes y una identidad que la hace posible.

Encaminar el desarrollo de una celebración comienza por involucrar el mayor número de personas posibles a fin de cumplir con los requerimientos organizativos para llevarla a cabo. Embarga el entusiasmo y la motivación, sobre todo si están inducidas por un motivo religioso. Es el momento para encauzar los mitos, las creencias y glorificarse a través de las manifestaciones de fe. Es la oportunidad para realizar peticiones a la deidad objeto de la devoción pero también para cumplir con la promesa ofrecida y agradecer a través de distintas maneras su materialización.

Con tiempo suficiente, el devoto comienza a prepararse, realiza las compras necesarias, prepara su vestimenta, visten con traje nuevo a su santo.

En lo colectivo, la organi-zación se reúne, planifica, se distribuyen las respon-sabilidades, se realizan las gestiones necesarias y se establecen las formas de financiamiento, generalmente autogestionarias. Los comercios aportan para la comida y los refrigerios, los vecinos prestan sus casas como apoyo logístico, otros facilitan sus enseres y mobiliarios (ollas, mesas, sillas, utensilios, etc.). Otros se convierten en verdaderos expertos para resolver las necesidades técnicas como la colocación de sonido en caso de ser necesario. Quien tiene un carro o una moto lo facilita para cubrir necesidades de movilización.

La celebración es todo un acontecimiento que en buena medida contribuye para la exhibición de los liderazgos emergentes, no faltando aquel que asume su participación con alto grado de compromiso y responsabilidad, destacán-dose como un líder espontáneo y proactivo que soluciona problemas con la inmediatez del caso y funciona como un recurso efectivo para disipar esos conflictos que nunca dejan de aparecer.

Una celebración invita a que quien no ha sido devoto o creyente comience a acercarse por curiosidad, así en forma tímida irá dejándose seducir paulatinamente hasta llegar a involucrarse, asumiendo responsabilidades para transformar su participación en fe.

Un elemento a tomar en cuenta en el ambiente de la cele-bración es la incorporación de aquellos que a través de sus comportamientos tienden a quebrantar los cánones natu-rales de convivencia social. Es así como un estigmatizado como “malandro” puede constituir una comisión de segu-ridad, por lo que tendrá la tarea de resguardar el orden, evitar cualquier acto de violencia y garantizar el buen desarrollo de la celebración en un clima de tranquilidad. Los jóvenes

sin ocupación definida serán responsables de repartir la comida o los refrigerios en forma ordenada y puntual. A los consumidores ambu-lantes de alcohol se les asigna el aseo del lugar para evitar la acumulación de desperdi-cios. Es suficiente que el valor del reconocimiento que ha sido otorgado a un ser como persona contribuya para que esta, por el solo hecho de haber sido tomada en cuenta, vuelque su agradecimiento

a través de respuestas, tanto genuinas como superiores a lo esperado.

Robustecer las prácticas culturalesEntre sus holguras y tensiones, las celebraciones colectivas expresan un dinamismo con prácticas cimentadas en una identidad local con símbolos y significados restringidos a una localidad que ante la presencia de situaciones externas o ajenas que llegan a poner en peligro las tradiciones y formas de vida. Así hemos observado que los intentos por repro-ducir los modelos transmitidos por los medios de comunica-ción se han convertido en agentes que de alguna forma han contribuido en la desconstrucción de las identidades locales, para inducir las prácticas del barrio al servicio mercantil y a la dependencia económica. De la misma manera se aprecia una tendencia a abandonar la práctica cultural como hecho genuino y creativo para tratar de encajarla en el perfil de una

observado este hecho desde la cultura de la resistencia, las acciones consisten en “asumir la lucha por obtener la transformación que involucra la formación estética y ética, que es retomar la autonomía, el poder de crear gracias a la libertad de todos los seres entes humanos en igualdad”.

Grupo de danza local muestra su talento en diversas coreografías.Barrio José Félix Ribas, Petare, estado Miranda, 2011. Fotografía: S u S A N A A R wA S/ E D G A R M O R E N O

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industria que exige productos para la comercialización en un mercado que solo estimula la competencia.

Basta con detenerse un poco a detallar la forma cómo las manifestaciones tradicionales se han ido descontex-tualizando de su espacio original para convertirse en propuestas estereotipadas, satisfactoras de consumidores cuyo interés es enfocarlas —entre otras— hacia el medio de diversión que engrosa fiestas de matrimonio o cele-braciones empresariales de fin de año. Un “grupo de tambores”, por ejemplo, es la solución para que los invi-tados “gocen y se diviertan”, es decir, que los hombres

Para seguir leyendo...

Gravano, ariel. “Variables de lo barrial y lo barrial como variable en la ciudad intermedia”, en V Proyecto de Investigación y Gestión Imaginario Urbano y Calidad de Vida. Congreso Argentino de Antropología Social Universidad Nacional de La Plata, 1997, disponible enhttp://www.naya.org.ar/congresos/contenido/laplata/LP3/13.htm

osorio, Betty. La cultura de la resistencia y la liberación en la construcción del nuevo pensamiento-praxis filosófico y político, 2008, disponible en http://www.aporrea.org/ideologia/a49739.html

Resistencia cultural barrial, Tierra cultura libertad, disponible en http://resistenciaculturalbarrial.jimdo.com/

rodríGuez, Haydeé. "Las tradiciones populares como recurso para la formación de la identidad cultural de los escolares prima-rios", en Revista Pedagógica Conrado, disponible en http://conrado.revistas.rimed.cu/articulo/mostrar/las-tradiciones-populares-como-recurso-para-la-formaci-n-de-la-identidad-cultural-de-los-escolares-primarios

terminen con la camisa por fuera y la corbata en el bolsillo y las mujeres desmoñadas y montadas sobre las mesas. Definitivamente, es subestimada toda connota-ción de identidad, procedencia y apreciación, porque para eso se paga.

Desde otra óptica también llama la atención lo que a través de varias décadas ha funcionado como otra forma de descontextualización en el ejercicio de las prácticas culturales, como son las políticas difusionistas promo-vidas desde instituciones del Estado hacia lo que han denominado el “hacer cultural”. Dos figuras de orden econó-mico constituyen el soporte fundamental que han regido tales políticas: el financiamiento y el subsidio supeditados a una expectativa de contraprestación o contrapartida. Es una especie de concubinato que se nutre con la relación institución-agrupación en la que uno garantiza su gestión y el otro espera la retribución económica garantizando una determinada cantidad de actuaciones públicas.

Todo esto expresa lo que en algún momento fue el modo de ser y el tratamiento experimentado por una colecti-vidad. No hay nada que rescatar, no hay nada que imitar, todo se mantiene latente en el corazón de la gente. Aun cuando esto no signifique que en la actualidad sea dife-rente, las celebraciones del barrio, sus agrupaciones, sus formas emblemáticas de convivencia no deben ni pueden estar condicionados a un aporte económico que, venga de donde venga, se convierta en factor decisivo para celebrar y enaltecer con orgullo lo que históricamente han sido sus signos de identidad. Fortalezcamos el convite.

La aparición de la política del subsidio, financiamiento cultural y formas conexas, más que representar un apoyo económico estableció una relación de dependencia que debilitó el desa-rrollo de una dinámica que antes era autónoma. Como hechos más relevantes se destacan:

1. Desvío de una atención centrada en hechos específicos hacia la solicitud de subsidios y financiamiento cultural.

2. Responder a exigencias técnicas con las que no se estaba familiarizado tal como la elaboración de proyectos.

3. Acudir a la presentación de un registro legal como instru-mento jurídico.

4. Cumplir con contraprestaciones incongruentes con la cantidad presupuestaria asignada.

5. Ajustarse a la impuntualidad de los pagos acordados, los cuales son recibidos a destiempo, ocasionándole a los benefi-ciarios endeudamientos o el incumplimiento de compromisos adquiridos para su funcionamiento.

6. Agotamiento debido a la devolución de documentos, desa-probación y rechazo de las rendiciones de cuentas y deam-bular para tramitar, agilizar y recibir pagos.

7. Recibir tratos impropios y humillantes en las actuaciones: desajustes de equipos de sonido, atención logística paupé-rrima (transporte, alojamiento y alimentación).

8. Sometimiento a la imposición publicitaria de la institución en las celebraciones locales.

pOlíTICA del SUbSIdIO y fINANCIAMIeNTO CUlTURAl

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Celebración en honor a San Juan Bautista de la Asociación Civil Pasaber. San Bernardino, Caracas, 2011. Fotografía: R A FA E L S A LC E D O

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¡Entren cien!que cabenObservemOs el barriO sin excluir ningún detalle, pues tOdOs se cOnsideran pOtenciales cOnstrucciOnes sOciales que pueden ser captadas, pensadas e interpretadas pOr el ser sensible cOmO significadOs estéticOs; en ese prOcesO de intercambiO y mediación multisensOrial

N i d i a T a b a r e zLicenciada en Ar tes /

Profesora en el Inst ituto Pedagógico de Caracas

Aclaratoria preliminarEn primer lugar asumo que la estética es una disciplina a la que se recurre para explicar una relación desinteresada en la cual se establece una contemplación de agrado o desa-grado entre un sujeto y un objeto. En este caso el sujeto está constituido por habitantes y visitantes y el objeto será el barrio. Pretendo acercarme a un posible resultado de esta relación, resaltando algunas dinámicas que se dan en el

objeto (barrio) y los posibles juicios de gusto construidos por el sujeto (habitante o visitante) atribuyendo a esa experiencia un valor estético. En segundo lugar destaco que el conocimiento que tiene el sujeto de esa realidad es un proceso mental complejo del que quiero distinguir un aspecto particular: el carácter selectivo de quien realiza el ejercicio de percibir y sentir al barrio. En este sentido los significados estéticos que se expondrán a continuación

usualmente los zapatos desgastados son colgados en los cables, en ocasiones se hace para marcar territorio. Barrio El Placer de María, Baruta, 2008. Fotografía: S u S A N A A R wA S/ E D G A R M O R E N O

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vienen de una selección de quien les escribe, captados en su vivencia desde hace muchos años en un barrio de Caracas.

Les invito a entrar y observar cada elemento y acti-vidad desarrollada en cualquier barrio, todo allí contiene códigos, rutinas y rituales comunes para los que en ellos habitamos. Formas, colores, sonidos, olores, confluyen en un todo: ordenado para habitantes y quizás caótico para visitantes o extraños. Conéctense con una manera particular de hacer, de convivir y de sentir: caminen por las áreas, observen cómo se ofrecen los servicios, conozcan a sus personajes, analicen algunos eventos y encontrarán elementos que ante vuestros sentidos promueven una relación de gusto o displacer, y a partir de este ejercicio de observación verán que el barrio es un rico laboratorio para extraer significados estéticos.

Las escaleras, las esquinas y la canchaLas escaleras son un elemento fundamental, los barrios se caracterizan porque en ellos hay muchas, con diversidad de formas. La geografía del barrio requiere de mentes muy creativas para resolver su construcción. Las escaleras son irre-gulares y generalmente no obedecen a normas de arquitec-tura, el “pie y contrapie” de un escalón no son importantes, lo relevante aquí es subir o bajar, así pases de un escalón donde colocas el pie completo a otro donde debes pisar de puntillas o de lado. Ellas convocan a pequeños grupos de niños, jóvenes y adultos quienes las usan de vez en cuando, para sentarse a conversar o jugar. Las escaleras suelen ser ondulantes o en zigzag. Si quieren ver un digno y maravilloso ejemplo de escalera visiten la “Escalera de Caracol” en el casco histórico de Macarao, por el callejón Los Angelitos. Cualquier arqui-tecto tomaría notas de cómo fue realizada, hay que verla, vivirla, estar en ella para comprenderla. Es dinámica y tiene múltiples visuales, si te paras abajo la ves como una muralla con peldaños y si subes parece un río que corre audaz.

Ahora pasemos a “la esquina”, donde seguramente bien cerca, en alguna casa, está ubicada la venta de cervezas y también la bodeguita o quincalla donde hay de todo, desde detergentes, chucherías, tarjetas telefónicas, hasta números de loterías. La esquina no es exclusiva de los que no tienen oficio, sino también de chicas y chicos que coquetean, señoras y señores que conversan y comparten una cervecita, la cual golpean con su anillo o palito en mano para acompañar el ritmo de alguna salsa que siempre suena a un volumen nada discreto y que se mezcla con la diversidad de melodías que salen por las ventanas, pues cada vecino tiene su propia música y esta se escucha “¡¡bien duro!!”. A su vez esto anima a los jugadores en la cancha y a niños y niñas que se divierten en la calle. Cabe destacar que la cancha también puede ser usada eventual-mente como un gran salón de fiestas a puertas abiertas, para la celebración de un cumpleaños o como centro de reuniones de interés colectivo.

¡e n t r e n q u e c a b e n c i e n !

Rampa construida para el tránsito de motos. San Bernardino, Caracas, 2010.Fotografía: S u S A N A A R wA S/ E D G A R M O R E N O

Niños se divierten en las calles jugando con papagayos. Nueva Esparta, 2006. Fotografía: J O S é V O G L A R

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“Si no te gusta, múdate”Da gusto ver esa suerte de expectativa o acto de adivina-ción que se genera en los habitantes por la llegada del agua. La plegaria clave: “¡Dios… ojalá hoy echen el agua!”, y una vez que llega cada familia inicia una rutina: lavar ropas, lavar las casas, por lo general escurriendo el agua hacia la calle y si hay escaleras, pues ¡hacia abajo va toda el agua jabonosa! Las fachadas de edificios o bloques de barrio, o frentes y patios de las casas que generalmente tienen sus paredes desnudas dejando ver “su piel” de color naranja, se engalanan con el colorido de prendas de vestir, ropa íntima y lencería, colgadas en los tendederos para el consumo visual de todos.

Otro elemento interesante es el complejo y enmara-ñado “ordenamiento” del cableado eléctrico, de donde penden zapatos, muñecos y papagayos como si fueran guirnaldas que adornan los callejones, calles y escaleras. Y el tema de la basura, pues varía de un lugar a otro, en unos barrios se ha instaurado el orden y las normas de convivencia, pero en otros, como el mío, los desperdicios pueden ser desechados por la ventana por alguien que se hace un tanto “el loco” o el “más bravo”. Y si alguien sale a reclamar el asunto, de inmediato brota de alguna ventana la lapidaria frase del barrio: “Si no te gusta, múdate”.

Como vaya viniendo vamos viendo En este punto podríamos detenernos en un detalle: las vesti-mentas. No es exclusivo del barrio un modo de vestir, pero sí hay elementos que podrían destacarse, que van de acuerdo con la situación, una especie de “como vaya viniendo vamos viendo” como, por ejemplo, la total libertad del ama de casa de salir a hacer sus compras en el abasto o en los buhoneros de las adyacencias en bata de casa y calzado ligero (cholas), las chicas con su abdomen al aire suben y bajan a pie o en moto del amigo que viste franelilla, pantalón “escurrido” por debajo de la cadera, su gorra con visera de lado o hacia atrás y lentes oscuros. Así mismo, por allí camina la señora o señor profesional que van al trabajo con traje casual; quizás esta señora es la misma que bajó horas antes a hacer las compras en bata o en short, y el señor es el que jugaba bolas criollas o dominó en bermudas y sin camisa. Y hasta la catalogada de “sifrina” eventualmente sale a hacer una llamada telefó-nica en el puesto ambulante o a comprar el periódico en el kiosco vestida con mucha sencillez, pero siempre cuidán-dose del “qué dirán”.

Hay personas que de alguna manera todos ocupan: la enfermera para la inyec-ción, la costurera para un traje especial, el mecánico que conoce los secretos de todos los autos. También hay otras que a todos pre-ocupan: el loco, el borracho, el que “consume”, el que “la vende”, son personajes que todos conocen y que

no son excluidos; se sabe quiénes son, qué hacen, e igual conviven y participan en actividades colectivas, reuniones, etc. Así mismo hay personas que no calan, pues sencillamente no participan, por ejemplo, de la esquina, de la cancha, de las fiestas, del sancocho etc., ellos son “los sifrinos”, como suelen llamarles.

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Preparación de sancocho para celebrar un cumpleaños. Barrio El Placer de María, Baruta, 2011. Fotografía: S u S A N A A R wA S/ E D G A R M O R E N O

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De la puerta para adentroLa casa es una especie de templo para cada familia. Prevalece el deseo de vivir en orden y tener bonitas las viviendas sobre todo en su parte interna, de ahí que algunos suelen decir: “yo vivo de la puerta para adentro”, desprendiéndose un poco del caos que pueda haber en la parte externa. Una máxima del barrio es: “pobres pero aseados”, por ello cada uno se esmera por poner su toque particular a sus espacios íntimos. Sin embargo, hay un marcado eclecticismo en “estilos” decorativos y abundan-cia de objetos. Algunas familias acumulan recuerdos, la cafetera, la silla, los santos de la abuela, la peinadora o los juguetes de la hermana mayor. Cocinas y baños generalmente tienen recipientes de agua debido a la escasez recu-rrente, los balcones o ventanas enrejadas sirven unas veces como pequeños viveros con macetas o como pajarera donde se destaca la jaula del loro, y otras veces como depósito de trastos: la pintura que quedó en diciembre, el triciclo del niño, la bañera del bebé, los zapatos viejos, las herramientas del papá, entre otros. Por asunto de espacio, la cama litera es una solución en las habitaciones y a veces son tantos habitantes que hay que recurrir a sacar una habi-tación extra, colocando un impro-visado tabique o simplemente una cortina como división, ya sea quitando un espacio de la sala o sacrificando el área de lavado. Lo cierto es que en las casas de los barrios el espacio es mágico, todo y todos caben, “hasta el perro y el gato”, y si hay que alojar a un familiar por unos días, “entren que caben cien”.

El dolor del otro no es ajenoHay situaciones en los que el apoyo no se hace esperar, no importa si somos amigos e incluso si ni siquiera nos hablamos para salir en auxilio de alguien que está enfermo, si hay que trasladarlo subido a una silla por su impedimento, escaleras arriba o abajo, los brazos sobran para hacerlo. Del mismo modo un velorio o un entierro es un evento al que concurre el barrio entero, pues el dolor del

otro no es ajeno. Siempre habrá una vecina que lleve un plato de sopa a un vecino soli-tario o quienes pongan la cuota que corresponde a la “viejita de los gatos” o del “loco Vito” para pagar la reparación de una tubería que se rompió. Bastaría con recordar la canción inter-pretada por Cheo Feliciano, Los entierros, para sentir cómo es el barrio en el dolor y, por contraste, cómo es en la cele-bración, tal como lo expresa Rubén Blades en las primeras piezas de la obra Maestra vida.

En realidad la lista es infinita si ponemos una lupa en cada fragmento del barrio, lo impor-tante aquí no es detallarlos uno a uno, sino abrir la posibi-lidad al lector, sea este un habi-tante, un visitante, un curioso o un artista, a que se detenga,

observe, perciba, y con los sentidos bien abiertos y dispuestos a la valoración, realice su lectura buscando y encontrando los matices de esta estética que se construye en y con múltiples direcciones, dimen-siones y sensaciones, digna de ser explorada y escrita ampliamente.

En realidad la lista es infinita si ponemos una lupa en cada fragmento del barrio, lo importante aquí no es detallarlos uno a uno, sino abrir la posibilidad al lector, sea este un habitante, un visitante, un curioso o un artista, a que se detenga, observe, perciba, y con los sentidos bien abiertos y dispuestos a la valoración, realice su lectura buscando y encontrando los matices de esta estética que se construye en y con múltiples direcciones, dimensiones y sensaciones, digna de ser explorada y escrita ampliamente.

¡e n t r e n q u e c a b e n c i e n !

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Vecinos se reúnen para jugar dominó. San Agustín, Caracas, 2010. Fotografía: S u S A N A A R wA S/ E D G A R M O R E N O

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San Agustín del Sur ASí COMO SUENATAMBIÉN BAILA

ara intentar entender los procesos de conforma-ción de la sociedad venezolana, de su producción de sentido y sus representaciones artísticas culturales,

adquieren gran importancia los movimientos migratorios desde los campos y zonas rurales del interior del país hacia grandes ciudades como Caracas, Maracaibo y Valencia, entre otras. Estas migraciones perfilan el sentido de lo urbano que ahora conocemos como ciudad, y es desde esta confor-mación social de la ciudad que se ha propulsado un sistema de representaciones y significaciones en variados campos de nuestro acontecer colectivo y personal.

El proceso de conformación espacial vivido en la ciudad de Caracas —como en la mayoría de las

R e i n a l d o M i j a r e s R i v e r oBailar ín-coreógrafo / Mudanza-uCV

Nuevos asentamientos urbanosAsteria se pobló de aves y plantas

tal como sucede en los asentamientos que comienzan a ser amados,incluso en esos lugares que se

diría inhóspitos, si no fuerapor las flores sembradas en

potes de leche y latas vacías.Ítala Scotto-Domínguez

ciudades latinoamericanas— se cumple a partir de dichas migraciones, movimientos internos que cargan consigo una sectorización social y política y, por ende, una marcada sec-torización en el orden sociocultural que trajo como conse-cuencia el desigual reparto de los espacios urbanos en la ciudad y la conformación posterior de los asentamientos urbanos populares, mejor conocidos como barrios. Es así como la esperanza de una mejor vida de estos migrantes rurales pronto choca de manera violenta con una ciudad que les niega un espacio geográfico, social y político. Una ciudad y una clase política y económica dominante que no planeaba compartir sus afanes de riqueza rápida y desarrollismo con una población empobrecida que anhelaba oportunidades y espacios para una mejor vida.

Los nuevos pobladores —hacedores del barrio— trasladaron consigo toda su carga cultural, representada en sus cons-trucciones tangibles e intangibles, imaginarios, creencias, costumbres, prácticas y hábitos de vida. De igual manera hicieron propia —no sin conflictos— las nuevas construc-ciones simbólicas que la ciudad les ofrecía.

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Vista del Metrocable, sistema teleférico orientado a prestar servicios de transporte a los habitantes de San Agustín, Hornos de Cal, La Ceiba y El Manguito. Caracas, marzo 2012. Fotografía: M I G u E L A N G E L M A C H A D O

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Si bien se da un proceso signado por las contradicciones entre el arraigo y el desarraigo, entre una cultura que lucha por ser impuesta y una cultura que se yergue para mantenerse, creemos que en la raíces y el apego a su iden-tidad rural están las claves de la sobrevivencia digna de estos grupos ahora urbanos. En el arraigo a sus costum-bres estos nuevos pobladores encontraron la fuerza de espíritu para levantar a sus proles y así edificar otra visión de mundo ahora permeada por la cultura urbana dominante, pero inmensamente orgullosa de sus raíces campesinas y rurales. Siguiendo a Emanuele Amodio y Teresa Ontiveros: “evidencian también la manera en que estos grupos interiorizan los procesos que se les imponen y al mismo tiempo, su interpretación de la realidad y su producción de sentido, resultando múltiples las respuestas que conforman las culturas subalternas urbanas, debatidas entre la preservación de las costum-bres y las aperturas al cambio, el arraigo y el desarraigo, la tensión y la creación social, la organización y el desorden, la paz y la violencia”. Es así que estas nuevas comunidades populares, específicamente los barrios caraqueños, confor-

mados mayoritariamente en las décadas de 1940 a 1960, comienzan a generar su propia vida cultural y social, cargada y macerada con todo lo traído de tierras lejanas en lo geográfico, pero inmensamente cercanas y presentes en lo espiritual y en el alma de estos nuevos citadinos.

El barrio musical de CaracasDe esta manera, en la parroquia San Agustín del Sur —barrio ubicado al centro-sur de la ciudad de Caracas con migra-ción mayoritariamente de la zona de Barlovento, estado Miranda— se re-hacen y se re-nuevan manifestaciones culturales en el orden religioso y festivo, como el culto y la cofradía a San Juan Bautista, culto al Santo Niño desde la mixtura entre las costumbres propias de Barlovento y las formas ceremoniales y de celebración de los pueblos de la costa del estado Aragua; los velorios de la Cruz de Mayo con procedencia de Barlovento y el oriente del país o inclu-sive manifestaciones religiosas con raigambre en culturas “que saltaron el Atlántico” para guarecerse en la comu-nidad o barrio de Marín, como la celebración portuguesa de la Virgen de Fátima.

O, por otro lado, construcciones intangibles hechas prác-ticas sociales, como la costumbre de mantener las ventanas y puertas principales de las casas abiertas para el saludo oportuno y la comunicación directa y franca con los amigos, parientes y vecinos, costumbre traída de la tranquilidad y amabilidad de la vida en el campo —el barrio/pueblo— y que son reproducidas abiertamente en nuestra forma de entender y hacer ciudad.

Y es que nuestro barrio San Agustín del Sur ha sido, desde hace al menos tres décadas, reconocido como el “barrio musical de Caracas”, las experiencias organizativas susci-tadas a partir del hecho musical y el esplendor alcanzado en las décadas de los setenta y ochenta marcaron a nuestra comunidad y a sus habitantes. En muchos de los casos la música ha sido la excusa para la organización social y política en el barrio, así se dieron organizaciones que giraban alre-dedor de lo musical, pero que su radio de acción abarcaba lo social-comunitario, el trabajo con niños, niñas y adoles-centes, o temas reivindicativos en pro de una mejor calidad de vida, donde la solidaridad y la participación significó una forma de reivindicación política de lo social y lo comu-nitario. Ejemplos de ello, por nombrar solo algunos, son La

Si bien se da un proceso signado por las contradicciones entre el arraigo y el desarraigo, entre una cultura que lucha por ser impuesta y una cultura que se yergue para mantenerse, creemos que en la raíces y el apego a su identidad rural están las claves de la sobrevivencia digna de estos grupos ahora urbanos. En el arraigo a sus costumbres estos nuevos pobladores encontraron la fuerza de espíritu para levantar a sus proles y así edificar otra visión de mundo…

En este presente promi-sorio el trabajo que vienen realizando actualmente los compañeros y compa-ñeras de la Casa Cultural Alameda, “espacio tomado” un 13 de abril de 2004 por la comunidad para, como siempre, gestar la transfor-

mación social desde el hecho artístico-cultural. Destaca nuestro compañero, Víctor “Gamelote”: “Esta casa es un verdadero hogar, aquí se congregan los consejos comu-nales, la Misión Madres del Barrio y el Gabinete Cultural de la parroquia. Esto significa que trabajamos unidos en la construcción de ese socialismo que queremos todos”. Resalta como un espacio tomado que funciona a favor del hecho artístico cultural —allí se construyó una sala para danza y teatro, un espacio para los ensayos musicales, entre otros—, y además se utiliza para el encuentro y las reuniones de otras formas de organización social y polí-tica del barrio.

CASA CUlTURAl AlAMedA

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Para seguir leyendo…

amodio, emanuele y teresa ontiveros. Historias de identidades urbanas. Caracas Fondo Editorial Tropikos/Ediciones Faces-UCV, 1995.

scotto-domínGuez, ítala. “Desiertos psíquicos”, en Revista Cultural Universitaria, Caracas, Dirección de Cultura de la UCV, 1992.

Inquietud de la Ceiba, El Afinque de Marín o el reconocido Grupo Folklórico y Experimental Madera, que perfilaron el acontecer organizativo y la cohesión social del barrio.

San Agustín en movimientoSan Agustín del Sur ha sido cantera no solo de grandes músicos que han engalanado y que participan actualmente en las mejores orquestas de nuestro país o del exterior, justo es hablar también acerca de cómo este barrio ha parido a grandes maestros, coreógrafos, bailarines y bailadores de la danza escénica nacional y mundial. La danza en esta comunidad ha significado ofrecer al mundo exponentes de talla mundial como Carlos Enrique Orta (1949-2004), hasta ahora el artista venezolano de mayor relevancia interna-cional en el escenario de la danza contemporánea mundial, así como una mina inagotable de creadores danzarios que hacen vida en las mejores compañías y colectivos de danza en nuestro país y que siguen ligados al trabajo social y comunitario en el barrio o que actualmente están labo-rando para importantes compañías en el exterior.

Por otro lado, la rica e inmensa existencia de diversas agrupaciones de danza en cada sector del barrio —a veces en cada calle— es parte de nuestra respuesta orga-nizativa para el combate de diversas problemáticas de índole social.

Así, colectivos y agrupaciones hallan en esta disciplina una forma alegre y valiente de organización, solidaridad y cooperación para la transformación social. La danza en nuestro barrio procrea los momentos para la vecindad y el diálogo con los otros y otras, es una herramienta eficaz para ganarle espacio a la delincuencia, a las drogas y al embarazo temprano, problemática mundial que en San Agustín combatimos, también, desde la danza para movernos juntos en ese espacio lúdico que nos rodea e

incluye, que nos agrupa, nos identifica y nos refugia.

ARTe e IdeNTIdAd CONTRA lA exClUSIóN

Desde esta perspectiva y como humilde ejemplo —del arte como pretexto para la transformación y el cambio social—, el colectivo de danza contemporánea Mudanza, grupo adscrito a Faces de la Universidad Central de Venezuela, trabajó y desarrolló en los años 2001-2003 y luego en el año 2007, el programa MovimientoSur, Arte e Identidad Contra la Exclusión, concebido para y con niños y niñas de la comunidad de San Agustín del Sur. El programa educativo se desarrolló en los espacios de ensayos de la compañía Mudanza en la UCV, así como en la Casa Cultural Alameda y el Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas en Bellas Artes, entendiéndose como un programa educativo integral de formación y educación en valores a partir del componente lúdico-formativo de las artes (danza, teatro, música y cine) y la memoria e historia local del barrio San Agustín del Sur, pudiendo observarse resultados verdaderamente valiosos en los niños y niñas participantes y su relación de ciudadanía y pertenencia con la ciudad. Siguiendo a María Graciela Báez, socióloga y ex bailarina de Mudanza: “…cuando MovimientoSur buscó aumentar los referentes de iden-tidad e historia local de los niños, lo hizo con el fin de dar a conocer otras experiencias y prácticas cotidianas de la vida en la ciudad a la cual pertenecen, con experiencias que enriquecieran la idea que ellos tuviesen de sí —en su ser personal y colectivo—. Es decir, reforzar la idea de que ellos son ciudadanos y ciudadanas con derechos y deberes, a través de experiencias que les permiten hacer uso y disfrute de espacios de la ciudad, esa que esta ahí cruzando el puente y a la que también pertenecen, la que se hace conocida, haciéndose y sintiéndose partes de ella”. MovimientoSur es un programa participativo pensado desde la danza como experiencia transforma-dora para niños y niñas del barrio San Agustín del Sur.

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Carlos Enrique Orta (1949-2004), bailarín y coreógrafo de reconocida trayectoria artísticanacional e internacional.

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¡Llegó la horade la salsa!

vivir en un barriO tiene sus particularidades, un cOmpOnente imprescindible es la salsa. quienes nunca han habitadO en un barriO pueden pensar que la salsa es simplemente un génerO musical bailable, perO para quienes viven en él pOsee un significadO y un sentimientO muchO más prOfundOs

D o u g l a s Á l v a r e zLocutor / Productor audiovisual

ara el habitante de barrio la expresión salsa no es solamente un género musical, tiene un signi-ficado más amplio, es historia, comportamiento,

placer, goce, pasión, tristeza, compañía, experiencias, recuerdos, es parte de su vida. El término salsa para identificar un género musical nació en nuestro país a mediados de los sesenta gracias a un locutor caraqueño

nacido en La Pastora, Phidias Danilo Esca-lona, aunque en otros países no se le reco-nozca. Para el habitante del barrio la historia comienza mucho antes, con la transmisión

de información desde que nacemos. El desarrollo de las emisoras radiales y la industria fonográfica hizo que ritmos bases nacidos en Cuba como las rumbas, el son, el danzón, la guajira, los boleros, el chachachá, el mambo y la charanga, entre otros, formaran parte de la cotidianidad de las fami-lias que habitan estos sectores y dieran origen a la salsa.

El Trío Matamoros, El Cuarteto Caney, el Dúo

Los Compadres, Los Guaracheros de Oriente, El Septeto Nacional de Cuba, Arsenio Rodríguez y su Conjunto y La Sonora Matancera, solo por nombrar algunos exponentes, eran agrupaciones escuchadas en los barrios venezolanos con efervescencia.

La fusión de los ritmos cubanos con elementos jazzís-ticos que se dio en Estados Unidos en los años sesenta incorpora otra sonoridad a la música, sin embargo conti-nuaban con sus nombres originarios, hasta que los empre-sarios del disco de la época deciden adoptar el nombre que le dio Phidias a su programa, La Hora de la Salsa, a partir de ese momento se comenzó a llamar salsa a toda la música que se realizaba con las bases rítmicas mencionadas y a sus seguidores se los comenzó a llamar salsómanos y a mediados de los setenta, salseros.

Salsa es sinónimo de vivencias, experiencias, compartir con amistades, fiestas, baile, infancia, adolescencia, adul-tez. Finalizando los sesenta y comenzando los setenta llegaron varias modas: la psicodelia, los hippies, el rock, los jóvenes de la época querían mostrar rebeldía frente a lo tradicional en el barrio y se adoptaron tendencias mundiales, pero la música latina siempre estaba presente.

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Con guaguancó venezolanoEs en nuestro país donde aparece por primera vez la palabra salsa en la carátula de un disco: Llegó la salsa de Federico y su Combo Latino (1966). El Sexteto Juventud se funda en el año 1962 y graba su primera producción Guasancó (1967). Los Dementes de Ray Pérez realizan su primer disco Manifestación en salsa (1967). Podemos afirmar que estas tres agrupaciones son las pioneras de la salsa en Venezuela, rompiendo con los esquemas de las orquestas de baile tradicionales como Billo’s Caracas Boys. Lo particular de estas agrupaciones es que la mayoría de sus integrantes provenían de barriadas caraqueñas, Federico tenía en sus filas a varios músicos de San José, Ray Pérez se alimentó de músicos de San Agustín del Sur, el Sexteto Juventud se formó en la Zona F del 23 de Enero.

El barrio caraqueño tomó una forma de expre-sión con vocabulario propio, con un lenguaje incom-prensible para foráneos: tener una jevita, una tarita, tirar físico en la playa, reunirse con los panas, darle con todos los hierros, tomarse una curda, tremendas pailas, Federica pero Ricarda, son ejemplos de esa comunicación.

La rutina del fin de semana también tiene su toque único. En la mayoría de los hogares las tareas eran compartidas, los hombres salen a hacer las compras o se dedican a hacer tareas de mecánico repa-rando el carro, mientras las damas hacen la limpieza, también llamado “hacer oficio”, no sin antes prepararse para el bonche nocturno: rolletes, rollos, desriz, afro, permanentes; ¡no había mujer que limpiara su casa sin una media puesta en la cabeza! A lo largo de la faena, el radio pick up estaba presente generalmente con alguna salsa; lo más impresionante era que todos los vecinos poseían uno y los usaban con altos decibeles de volumen.

En el primer lustro de los setenta ocurrió el gran suceso: ¡el boom de la salsa! Un nuevo sello disquero venía

irrumpiendo, Fania Records, quienes en 1967 realizaron un concierto al estilo All Star en un local llamado Red Garter Club, pero el jueves 21 de agosto de 1971, en el Cheetah, no fue solamente que se realizó el espectáculo, sino que el evento fue filmado y de ahí surgió una pelí-cula: Nuestra cosa latina, desde ese momento todos los músicos que participaron en ese concierto, muchos de ellos líderes de agrupaciones pertenecientes al sello disquero, se convirtieron en ídolos de nuestras barriadas, la cinta tenía pasajes de las vivencias del Barrio Latino de Nueva York. En nuestro país causaba asombro ver las largas colas que se formaban para ver el filme en el cine Junín en la esquina Aserradero de la urbanización

El Silencio, y muchos llevaban maracas, campanas, güiros, dispuestos a

echar un pie en la sala.

El barrio caraqueño tomó una forma de expresión con vocabulario propio, con un lenguaje incomprensible para foráneos: tener una jevita, una tarita, tirar físico en la playa, reunirse con los panas, darle con todos los hierros, tomarse una curda, tremendas pailas, Federica pero ricarda, son ejemplos de esa comunicación.

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dAto CUrIoSo

Bailar salsa ha sido otra forma de expresión importante, tanto que ahora existen academias de baile y hasta tienen especialidades, salsa casino, salsa puertorriqueña, estilo libre. Estas no tenían presencia en los sesenta y setenta, pero en el barrio es obligatorio saber bailar, de lo contrario es difícil socializar con el sexo opuesto, la persona que baila bien es altamente cotizada como compañía para asistir a una fiesta.

¡l l e g ó l a h o r a d e l a s a l s a !

A lo largo de los años se han presentado modas que incursionan en las barriadas como los hippies, los psicodélicos, tukis, hip-hoperos, raperos, reguetoneros, sin embargo, la salsa se ha instaurado en Latinoamérica y en consecuencia en Venezuela, no como una moda sino como una cultura, como folklore.

Así es la vida en el barrioPara fines de este breve recuento histórico resulta impor-tante recordar que gran parte de la población venezolana es afrodescendiente. Con la abolición de la esclavitud, el 24 de marzo de 1854, paulatinamente los negros se convir-tieron en ciudadanos marginados cuando comenzaron su éxodo desde el interior del país hacia las grandes ciudades. Así, gran parte de ellos fueron los fundadores de muchos de los barrios más importantes hoy día, por eso los términos salsa, barrio, negro están ligados íntima y profundamente.

No tiene nada de extraño que en cualquier barrio cara-queño existan personajes con apodos y el motivo son letras de canciones; a un negro, flaco, alto de 7 pies y 169 libras le llaman Watusi, no es extraño que tengamos a un Juan Pachanga, un Witinilla, a un músico que tenga una novia de la alta sociedad, un Negro Bembón. Existen frases comunes como Coge pa’la cola, De todas maneras rosas, Llévala pa’l rincón y apriétala, Recoge preso humilde… mira que vas pa’la calle, Qué fallo; estas expre-siones vienen acompañadas con un tono, sabrosura, gestos y ademanes particulares, así es la vida en el barrio.

A lo largo de los años se han presentado modas que incursionan en las barriadas como los hippies, los psico-délicos, tukis, hip-hoperos, raperos, reguetoneros, sin embargo, la salsa se ha instaurado en Latinoamérica y en consecuencia en Venezuela, no como una moda sino como una cultura, como folklore; incluso Rubén Blades, en su disco Maestra vida (1983), trató de introducir un concepto que llamó FOCILA (Folclore de la Ciudad Latinoamericana), el cual no tuvo receptividad pero demostraba la inquietud por unificar criterios.

En la actualidad, en Venezuela existe mucha más formación académica que cuando la salsa irrumpió en nuestras latitudes, se ha democratizado la educación, el país está sembrado de orquestas sinfónicas infantiles y juveniles, han surgido cientos de cantores jóvenes de diferentes géneros (populares, joroperos, raperos, hip-hoperos, salseros, merengueros, reguetoneros), que dan muestra de nuestra multiculturalidad y pluralidad social. No obstante, por más que se inculque a las nuevas gene-raciones la llamada “música clásica” —que es la antigua

para la cultura europea—, así como otros géneros de más reciente nacimiento, la salsa siempre estará presente en las generaciones de relevo.

La industria de masas y el comercio han introdu-cido modas, los jóvenes de barrio podrán adop-tarlas; así como en el barrio también existen personas que cambian de religión, de pareja o de

estatus social, pero el que nace en un barrio es salsero

y aunque pretenda ocultarlo llevará siempre la salsa en su

interior. La salsa se lleva en la sangre, la salsa es barrio. ¡Ese

tumbao no lo cambia nadie! as

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Vivienda, culturaY PRáCTICA SOCIAL

Una aproximación a la casa de barrio desde la etnoarquitectura

espacial se han construido los espacios de relación social, los espacios públicos; con su uso y apropiación se han puesto de manifiesto las diferencias sociales de tal forma que, actualmente, la carencia o no de vivienda puede marcar la frontera entre inclusión y exclusión social”.

Un aspecto que nos llama poderosamente la atención es cuando la antropóloga Tello, al analizar el planea-miento de la ciudad

la casa de barriO nOs permite radiOgrafiar aspectOs de la cultura material y simbólica de lOs habitantes de lOs territOriOs pOpulares urbanOs. la cultura, la pObreza y lOs estereOtipOs sOn temas estrechamente vinculadOs cOn las miríadas que se cOnstruyen en tOrnO a la casa de barriO. debidO a la interpretación que hacen las familias cOn respectO al hacer casa, nOs resulta impOrtante el recOnOcimientO de lOs valOres que subyacen en la prOducción material y de sentidO de la vivienda pOpular urbana

La vivienda es un hecho de cultura, es más que un techo. Recogemos, en este sentido, la reflexión de la antropó-loga española Rosa Tello cuando nos dice al respecto: “La vivienda, al ser desde tiempos remotos condición de vida individual y social, se ha ido convirtiendo en expresión cultural de las distintas sociedades: en sus formas de cons-trucción se han incorporado técnicas, materiales y saberes

acumulados y cambiantes a lo largo de siglos y siglos; con su disposición

T e r e s a O n t i v e r o s A .Antropóloga

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y con ello la construcción de la vivienda, insiste en que se hace claro que “toda disposición de la vivienda, sus formas constructivas, responde a un trasfondo cultural y a unas prácticas sociales más fuertes que el propio planeamiento”. Medito justamente en la relación cultura, vivienda y práctica social, y me interrogo en torno a la fuerza de esta en lo que respecta a la vivienda en los barrios; repensamos en términos históricos y recordamos los datos aportados por el arquitecto Federico Villanueva relativos al número de viviendas producidas por los habi-tantes de los barrios desde finales de los años veinte del siglo pasado hasta principios del siglo XXI: 2.400.000, en contraposición a las 996.000 producidas desde la creación del Banco Obrero hasta la fecha.

Sería inimaginable la debacle urbana si esta participa-ción popular no se hubiese dado, no tendríamos miles sino millones de personas viviendo en las calles de la ciudad, estigmatizante no visibilizar esta producción desde la planificación y el urbanismo, un craso error no acercarnos a la producción de sentido tanto en los aspectos mate-riales (la forma y modalidad constructiva), así como en los aspectos que se desprenden de las tramas de relaciones, el significado que se le otorga a los espacios internos de la vivienda popular y en los objetos que la contienen.

En mis investigaciones de larga data, en el abordaje de la realidad del barrio y de sus casas a través del método etno-gráfico (historias de viviendas y el uso de los planos etnográ-ficos), estudiando casos específicos, hemos encontrado una densa producción de símbolos sociales alrededor de la casa de barrio, solo como apuntes esbozaremos algunos de estos aspectos.

La casa de barrio:atributos de la cultura material y simbólica Lo que se nos revela a través de la casa de barrio, en su forma y construcción; es decir, como hecho material, tangible, es la dedicación, sacrificios e ingenios de las familias para levantar la casa, un hecho importante a destacar es la red de solidaridad que se establece tanto entre los miembros de la familia como entre estos y otros

habitantes del barrio para su construcción, nos encon-tramos ante el principio del intercambio, de la ayuda generalizada, “hoy mi casa, mañana la tuya”. La vivienda en el barrio es autofinanciada, a veces se construye limi-tando gastos en otros renglones de la vida diaria, el ahorro de las familias se hace a través de la compra y almacena-miento de los materiales de construcción no perecederos. Observamos, igualmente, la participación fundamental de la mujer en todo el proceso productivo de la vivienda.

La casa como arte/facto representa el fruto materiali-zado de las historias familiares, en nuestros estudios arribábamos a la consideración de que la hechura de la casa da cuenta de la herencia del construir, ella sintetiza el saber-hacer, saber-decir de los sectores populares.

La vivienda traduce igualmente tanto el tiempo de la vida como de lo vivido, crece como los hijos, se le da corporeidad, se le humaniza. La vivienda creada se convierte en la objetivación del poderío existencial, nos enseña las estrategias del hacer, la casa es un símbolo. La casa es un patrimonio, ya que constituye el legado para los descendientes, una suerte de conquista de la segu-ridad que produce el hacer casa.

Lo que se nos revela a través de la casa de barrio, en su forma y construcción; es decir, como hecho material, tangible, es la dedicación, sacrificios e ingenios de las familias para levantar la casa, un hecho importante a destacar es la red de solidaridad que se establece tanto entre los miembros de la familia como entre estos y otros habitantes del barrio para su construcción, nos encontramos ante el principio del intercambio, de la ayuda generalizada, “hoy mi casa, mañana la tuya”.

eSCUChAR e INTeRpReTAR Al pUeblO

Los barrios forman parte de la ciudad, de la estructura urbana y por ende su reconocimiento y habilitación es fundamental. Lo que nos enseñan sus habitantes, sus saberes en la construcción y producción de sentido en el mundo de lo urbano debe servirnos de lección en su propia mejora, sobre todo cuando hoy se apuesta a dotar de vivienda a los que la perdieron por causas de riesgo natural. Escuchar e interpretar a nuestro pueblo en su justa medida evitaría a futuro (de hecho, inmediato) un rechazo de lo que con voluntad política se está proponiendo. Recordemos los resultados nefastos que acarreó otorgar a nuestras comu-nidades indígenas la solución habitacional conocida como “vivienda criolla” y el descalabro que esto produjo tanto en su vida material como en su cosmogonía.

Un cambio autoritario de la vivienda, en este caso, de la popular urbana, bajo el mal entendido progreso, daría cuenta del poco conocimiento de la diversidad en la función del habitar. A ello debemos estar atentos.

Vi V i e n d a , c u lt u r a y p r á c t i c a s o c i a l

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La casa como expresión nos invita a indagar en torno a la lógica y uso del espacio habitado, de las tramas de relaciones que se entretejen en el mundo de lo íntimo/privado y en vinculación con un grupo más extenso como lo es el vecino/comunidad barrial, de las representaciones que se producen en torno al sentido de la protección y defensa del espacio casa.

Las partes de la casaEn nuestros estudios hemos hallado como constante que las instancias espaciales se conjugan al separar el espacio íntimo (familiar), el espacio social (los otros) y el espacio inter-medio (familiar-colectivo). Áreas del reposo, de lo privado, más allá de lo visible, de lo inmediato, y espacios eminen-temente de la vida social. Observemos estas instancias, sus dinámicas y lógicas de uso.

La sala, el recibo, el porche. Las existencias de la sala, el recibo y el porche (este último en algunos casos) dan cuenta de los espacios colectivos por excelencia; la cocina, el (los) cuarto(s), son espacios de lo íntimo; el patio, el baño y el comedor constituyen los espa-cios intermedios (entre lo social y lo familiar). En esta distribución de las áreas aparecen en primera instancia los espacios abiertos como mediadores micro-macro cosmos. Una vivienda multifuncional tiende a organi-zarse siguiendo la lógica del “adelante, al lado, al fondo”, separando por ejemplo el cuarto con cortinas, ubicando la cocina hacia los espacios laterales-fondo, lo que funge de comedor al centro de la casa.

El patio y los cuartos. Estas áreas guardan una profunda significación. Cuando existe el patio, este tiene un uso múltiple: de recreación, de uso económico (cría de animales), de lavadero o tendedero, para guardar los materiales de construcción. Cuando no existe el patio, este se intenta recodificar tanto en los balcones como en la azotea/platabanda, así como en el uso de la calle. Bien cuando se trata del rancho o de una vivienda con materiales duros pero con pocos cuartos, las fami-lias se refieren a esta área con mucha nostalgia debido a su ausencia o por el tamaño. Las familias tienen que utilizar toda su astucia para resguardar en condiciones precarias la intimidad. Observamos el uso de cortinas como separadores de ambientes en un área multifun-cional, el sacrificio de la pareja de compartir el cuarto con un hijo o hija para separar a estos y así cumplir con “normas” culturales y sociales. La reivindicación que hacen del cuarto para la pareja, de la separación entre varones y hembras, de pensar el cuarto como el espacio

para estar solos, descansar, pasar el tiempo de ocio, el espacio como la morada del alma, lo encontramos como reflexión entre las familias del barrio.

Las ventanas y las puertasEn la casa popular urbana las ventanas y las puertas cobran un significado especial. Hay ranchos que no tienen ventanas y estas son recreadas a través de dibujos, la puerta aquí cumple también la función de ventana al permanecer abierta para recibir claridad y ventilación. En nuestra investigación, Memoria espacial y hábitat popular urbano decíamos con respecto a la ventana: “lo que nos llama la atención es que para las familias el uso de las ventanas no solo compete al estadio natural (ventila-ción, claridad de los ambientes…), sino que también lo relacionan al estadio del imaginario, al conocimiento del otro, a la posibilidad de conocer el movimiento interno del barrio, de la calle (…) y como medio de comunicación intervecinal. Es decir, la ventana se convierte en una inter-mediaria entre la vida personal íntima de la familia y el mundo exterior (…) su existencia se debe a que desde el ‘nicho’ se capta la dinámica, se ‘controla’ de cierto modo el territorio, el espacio más próximo a la familia…”. La puerta es el único indicador de la posibilidad de ser reci-bido en el mundo familiar, su apertura es el asentimiento al acceso a la privacidad. La puerta es una bisagra entre el mundo del adentro y el mundo del afuera. Cuando la puerta permanece abierta, muy especialmente en las viviendas más precarias, se rompe la dicotomía público-privado, la cuadra, la acera, se convierten en la extensión de la casa. La puerta juega un papel fundamental en las manifestaciones sagradas/religiosas de la familia popular urbana. Se hace visible esta manifestación a través de la sacralización de la entrada: el uso de amuletos, prepa-rados especiales, la sábila, la cruz de palma bendita, etc.

El Saladillo, estado Zulia, 1999. Fotografía: L u I S T R u J I L L O

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lA CUlTURA y lA pObRezA, ¿dóNde pONeR el ACeNTO?

Una de las reflexiones obligadas para discutir en torno a un marco teórico-conceptual que nos permita caracterizar el estudio de los territorios populares, denominación que damos en nuestro país a los espacios autoproducidos (barrios), y conocidos en otras latitudes como favelas, villas miserias, barrios jóvenes, urbanizaciones piratas, etc., es la que produjo en los años cincuenta-sesenta el antropólogo norteamericano Oscar Lewis en la aparentemente muy conocida propuesta de la cultura de la pobreza. ¿Quién no ha escuchado hablar de su famoso estudio Los hijos de Sánchez, al menos en su versión cinematográfica? En este texto, como en su prolífica obra, grosso modo nos asocia el hecho de la cultura de la pobreza con una subcultura de la sociedad occidental, con una estructura propia, una forma de vida transmitida de generación en generación, altamente adaptativa y cuyos ideales escapan de la media de la sociedad. Esta cultura, según Lewis, se instala en los primeros años de vida para luego nunca más desaparecer. Una lista de los aspectos que caracterizan a esta cultura y a sus practicantes: son flojos, sucios, desorganizados, primitivos, frustrados, supersticiosos, poco sentido de integración comunitaria, no tienen nociones del contexto nacional, no tienen espíritu ahorrativo, son violentos, son matrifocales por excelencia; en definitiva, dice el autor: “Verdaderamente, la pobreza cultural es uno de los rasgos fundamentales de la cultura de la pobreza”.

Según muchos estudiosos, entre ellos Franco Ferraroti, el antropólogo Lewis induce al lector de su obra a pensar que la causa de la “quiebra de la vida societal de los pobres” debe buscarse en las carencias individuales específicas, más que en la base de vida objetiva. De hecho, sus estudios no precisan justamente la relación que se puede establecer entre riqueza/pobreza, clase/pobreza, y desde una propuesta como la realizada por la antropóloga Pilar Monreal (1996), entre pobreza/etnia, pobreza/género, pobreza/edad, etc.

Si no reformulamos dialécticamente la visión que construimos en torno a lo que se debe entender por cultura no podríamos interpretar que toda producción e intercambio de las experiencias, modos y hábitos de la vida social es un hecho que podemos traducir por esta; recordemos en este sentido el aporte de la antropóloga mexicana Amparo Sevilla (inspirada en el antropólogo Gilberto Giménez), quien concibe a la cultura como “aquellos

esquemas básicos de percepción, concepción y acción que son incorporados por los sujetos sociales en forma de hábitos. Se trata de la codificación de

los sentidos (percepción), de la construcción de los significados sociales que son a su vez constitutivos de identidades y alteridades, objetivados en forma de instituciones y hábitos, que son actualizados mediante las prácticas significantes”. Bajo esta lente hace-mos lectura de la casa de barrio.

Vi V i e n d a , c u lt u r a y p r á c t i c a s o c i a l

Callejón ávila de La Florida, Caracas, 2011. Fotografía: R A FA E L S A L C E D O

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Para seguir leyendo…

lewis, oscar. “La cultura de la pobreza”, en Biología y cultura. Introducción a la antropología biológica y social. Selecciones de Scientific American, 1966

monreal, Pilar. Antropología y pobreza urbana. Madrid, Los Libros de la Catarata, 1996.

ontiveros, teresa. Memoria espacial y hábitat popular urbano. Doce experiencias familiares en torno a la casa de barrio. Caracas, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales UCV/Fondo Editorial Tropykos, 2000.

tello, rosas. “Planificación de la vivienda y deter-minaciones socio-culturales”, en Danielle Provansal (comp.). Espacio y territorio: miradas antropológicas. Estudis D’Antropologia Social I Cultural, 5. Barcelona, Universitat de Barcelona, 2000.

sevilla, amParo. “La dimensión cultural del movi-miento urbano popular”, en Amparo Sevilla y Miguel A. Aguilar Díaz (coords.). Estudios recientes sobre cultura urbana en México. México D.F., Plaza y Valdés Editores, 1996.

Los objetos de la casaEn cuanto a los objetos que se encuentran en la casa de barrio, cuántas veces no hemos escuchado el siguiente comentario: cómo es posible que los pobres tengan “bienes de consumo” muy propios de las clases media y alta, portentosos aparatos de sonidos, televisión por cable, quizás aparatos domésticos de avanzada tecno-logía, etc., y no tengan la capacidad de habitar en una vivienda de mejores condiciones o en una urbanización, contando quizás con recursos para hacerlo. De nuestras reflexiones inferimos que esta necesidad de poseer un capital simbólico, más allá del consumismo (que juega un papel importante, de allí la complejidad, debido a que en esta sociedad somos más consumidores que ciudadanos, recordemos a García Canclini), a través de la apropiación de objetos por parte de los pobres urbanos constituye una suerte de “ascenso” (ficcional), una vía de escape producto de su situación de clase. El aparente hiperconformismo de los sectores populares que se podría desprender de ello más bien nos da la clave para entender las “reacciones” al contexto por la vía de la conquista de los bienes que son adjudicados a otros. Aunque no es el recorrido adecuado para enfrentar y superar las contradicciones sociales, puede servir de muestra para entender y transparentar la realidad alie-nante, capitalista.

Es importante señalar que más allá de esta mirada estigmatizante en torno a si los pobres tienen derecho a adquirir los objetos de consumo propios de la clase media, solo a través de un estudio etnográfico podemos decantar el discurso implícito contenido en ello, por ejemplo, cómo la sociedad de consumo y los usos y costumbres de los sectores populares se entremezclan, originando lo que hemos denominado el uso diferen-ciado de los objetos. Algunos símbolos de la sociedad moderna son adquiridos por las familias pobres sin llegar a ser consumidos o utilizados. En la vivienda cohabitan los objetos signos de la modernidad con los objetos significados de la tradición, quiere decir que se compran objetos siguiendo el último grito de la moda, pero utilizan en su vida cotidiana objetos más tradicio-

nales, por ejemplo, la compra de utensilios de cocina: tostadora, cafetera eléctrica, cuchillo eléctrico y el uso diario del budare, del colador de café, de la piedra como amolador, en la casa de barrio se puede compartir al mismo tiempo la lavadora con la batea… A veces los objetos de uso masivo se utilizan para recuperar la tradición, el molino eléctrico para moler el maíz para la preparación de las hallacas. Encontramos que hay muchas familias en el barrio que adquieren objetos de segunda mano, compran a crédito y en casos nos encon-tramos con el padre de familia que construye sus propios mobiliarios. Es una realidad compleja y caleidoscópica que bulle constantemente entre las trampas a la moder-nidad, las creaciones e invenciones de objetos, la ayuda mutua, lo cual nos obliga a repensar acerca de la imagen pasiva que se ha proyectado de las familias del barrio.

El aparente hiperconformismo de los sectores populares que se podría desprender de ello más bien nos da la clave para entender las “reacciones” al contexto por la vía de la conquista de los bienes que son adjudicados a otros. Aunque no es el recorrido adecuado para enfrentar y superar las contradicciones sociales, puede servir de muestra para entender y transparentar la realidad alienante, capitalista.

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l REFUGIOS

Reconstruyendoel tejido social,la organización

y la esperanzaConocimos a Oscar y nos contó sobre los momentos difíciles en el refugio, pero también acerca de la solida-ridad, la organización, el trabajo y el desvelo. Hoy, con ojos brillantes de lágrimas contenidas pero con voz alta y comprometida, nos relata su experiencia

I n g r i d R o s s Educadora y trabajadora cultural

Fotografías: M I Gu E L A N G E L M AC H A D O

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ulminaba el año 2010 y como dicen algunos cara-queños: “los cerros bajaron”, pero esta vez no con la fuerza de un estallido social, sino con los

hijos en los brazos y los ojos llenos de lágrimas, sin fami-liares y amigos, totalmente despojados de aquello cuanto poseían. Las fuertes lluvias deslizaron la tierra y con ella miles de casas de venezolanos. En las noticias los órganos oficiales anunciaban cifras alarmantes de damnificados. Las demostraciones de solidaridad y afecto no tardaron, se habilitaron refugios en escuelas, centros sociales, casas comunales, espacios culturales, oficinas públicas, hoteles y muchos otros espacios para dar cobijo a las casi 130 mil personas afectadas en todo el país.

Una historia y varios cuentosOscar Arteaga, de 49 años, nos habla de su experiencia de vida, de su estadía en el refugio y de Ciudad Belén en Guarenas, su nueva comunidad. Hombre luchador, carpintero, dirigente vecinal, esposo, padre de cinco hijos, abuelo de dos pequeños y aficionado al teatro. Oscar vivía con su familia en el sector Las Casitas en Guatire, zona de alto riesgo, ya le habían recomendado salir de la casa, aún así insistía en permanecer allí pues las condiciones en la escuela no parecían alentadoras; mientras convocaba a vecinos para el trabajo en el refugio notó que el cerro se estaba fracturando. Sin tiempo para retirar sus pertenen-cias Oscar vio su casa deslizarse barranco abajo y allí todo cambió.

Organización comunal: corazón del tejido socialEl Estado asumió la tutela de los refugios a través de diferentes instituciones con el apoyo de organizaciones sociales, consejos comunales y colectivos, quienes coope-raron día y noche para garantizar abrigo, alimentación, seguridad y recreación a las familias afectadas. Oscar asevera que las experiencias previas de organización en la comunidad le ayudaron a tener herramientas para manejar la situación.

Se conformaron brigadas para atender las demandas internas de esta nueva comunidad que sabía que perma-necería allí por un tiempo considerable, surgieron los lide-razgos y las comisiones de trabajo, se distribuyeron las labores domésticas y de seguridad para mejorar la convi-vencia. A pesar de la vulnerabilidad ante aquel ensaña-miento de la naturaleza, los hombres, mujeres, niños, niñas y jóvenes de los refugios se enfrentaron a la difícil responsabilidad de reconstruir sus vidas y el tejido social perdido, pues integrar la dinámica del barrio pasa por asumirse parte de un “todo” y en este caso ese “todo” se había desmoronado. Pasaron las navidades, comenzaron las clases, las primeras asignaciones de viviendas y la reubi-cación de las familias, en un momento complejo que obli-gaba a establecer prioridades: familias con mayor número de hijos, personas con discapacidad, madres solteras, entre otros, fueron los criterios para ello.

Como Oscar, muchas de las personas involucradas en la organización dentro del refugio son hoy voceros de los consejos comu-nales en los nuevos urbanismos, algunos ya tenían experiencia y otros se incorpo-raron en esta opor-tunidad, la tristeza y las dificultades no debilitaron los lide-razgos naturales ni los emergentes, como él

Yo le digo a mis hijos: no olvidemos nunca de dónde venimos, porque yo siento un gran

aprecio por todo esto y no siento que es un regalo, sino que se está haciendo justicia.

Las misiones no podemos verlas como una dádiva que te da el Estado, debemos

pensar cuál es mi aporte hacia la sociedad, no puedes esperar que el gobierno venga

a darte porque eso no te deja crecer.

oscar arteaGa

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Oscar Arteaga

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dice: “Cuando a uno le han pasado tantas cosas se le pone el cuero duro y es capaz de superar estas adversidades, yo estoy seguro de que la gente se recupera porque soy parte de esa experiencia”. Oscar visita a sus amigos y antiguos vecinos del refugio dándoles ánimo para que mantengan la organización y se involucren en la construcción de los lugares que habitarán.

La resignificación del barrioEl barrio es un referente cultural, totaliza la suma de logros individuales en un entramado social que se transforma en colectivo de resistencia ante los determinismos sociales, producto de políticas públicas excluyentes que diseñaron la fisionomía de ciudades como Caracas, donde viven miles de personas que aun siendo completamente visi-bles a todos se fueron desdibujado del interés general de la sociedad. La casa no es solo un bien material, es el espacio físico donde confluyen las emociones, se edifica la perso-nalidad y las primeras relaciones sociales del ser humano, convirtiendo a las paredes y el techo en el hogar y ese conjunto de hogares en la comunidad.

De allí la necesidad de asumir desde una visión integral el tema de las soluciones habitacionales, generando infraestructura de calidad para las activi-dades propias de una casa pero

Fuentes

• Entrevista inédita a Oscar Arteaga. Guarenas, marzo 2011.

• http://www.mpcomunas.gob.ve/noticias.php

• http://www.mvh.gob.ve

El barrio es un referente cultural, totaliza la suma de logros individuales en un entramado social que se transforma en colectivo de resistencia ante los determinismos sociales, producto de políticas públicas excluyentes que diseñaron la fisionomía de ciudades como Caracas, donde viven miles de personas que aun siendo completamente visibles a todos se fueron desdibujado del interés general de la sociedad.

r e f u g i o s : r e c o n s t r u y e n d o e l t e j i d o s o c i a l , l a o r g a n i Z a c i ó n y l a e s p e r a n Z a

también espacios para encontrarse, compartir y conocerse en muchos casos, a fin de reconstruir aquello inmaterial perdido, las relaciones con el vecino, las relaciones labo-rales, los apegos a ciertas calles o lugares. Los afectos se consolidan con el paso del tiempo y su ritmo dependerá de procesos individuales y colectivos que varían de acuerdo con la recuperación emocional, la actitud y compromiso que se asuma.

Los refugios, historia y actualidad venezolana, son un recordatorio permanente para todos, no podemos tardar ni retroceder. Hoy viven en Ciudad Belén más de 600 fami-lias que participan en la construcción de oportunidades y servicios para esta ciudad de esperanza donde encon-tramos a Oscar y sus sueños de teatro comunitario. as

Ciudad Belén, Guarenas, estado Miranda, marzo 2012.

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Un país en manosde gente real

Las misiones sociales han aumentado la perspectiva del derecho y el empoderamiento de las comunidades des-de un discurso positivo que ha puesto el tema de la in-clusión social en agenda, desde un debate político que se ha movido hacia la izquierda y abre la posibilidad hacia una nueva institucionalidad

A l e j a n d r a M o r a l e s H a c k e t tDirectora de Gest ión Comunicacional UNES

quella no era una llamada de emergencia, pero María Rugas tenía la necesidad de confirmar las cosas que iba descubriendo, después de 38 años

de ciudadanía relativa en un país de leyes y acuerdos borrosos. “¿Usted sube hoy para el barrio?, preguntó, es que necesito que me explique un asunto del derecho”.

Cuando nos encontramos, María tenía una bolsa de arroz vacía. Arroz de Mercal. El Mercal de la avenida donde solía pasar un promedio de tres horas, cuatro veces por semana. La bolsa estaba llena de manchas recientes de aceite y masa. María la estiraba desde el centro, como si fuera la página 29 de El Quijote, y después de saludar leyó el Artículo 103 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ilustrado por el Tano, en el anverso de su

bolsa de arroz con 10 por ciento de grano partido, “el Derecho a la Educación”.

La maestra del hijo de María lo devolvió a su casa porque las normas de la escuela exigían zapatos negros, y los de él tenían rayitas blancas que siempre camuflaba con marca-dores, hasta que la lluvia molesta lo delató. María solo quería confirmar si el Artículo 103 escrito en su bolsa de arroz, “ya estaba funcionando”, porque ella había pedido una cita con la directora de la escuela para informarle que una de sus maestras estaba violando un derecho humano.

Acababa de ser testigo del final de la exclusión. De la de María, de la de su hijo y, muy probablemente, de la de todo un barrio. Apenas era el año 2005.

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Grafitti Venezuela patria joven. Por Shak del crew Sur Oeste unido (SOu).

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La historia antes de las misionesLa historia reciente de las comunidades venezolanas está llena de abandonos y olvidos. Un compendio de estudios coordinados por universidades venezolanas y diferentes institutos públicos y privados dan fe científica de ello. Para el año 1998, más del 20 por ciento de la población vene-zolana no existía formalmente para el Estado: no poseía ni cédula, o lo que es mucho más cruel, no tenía ni siquiera un nombre. La pobreza y la pobreza extrema atrapaban 64 por ciento de la población del país y un contundente 1 por ciento, de acuerdo con estudios publicados por el Centro Gumilla, vivía en la opulencia.

“Hubo una época en la que nosotros teníamos que esperar un milagro o arrancar las cosas a la fuerza, pero cualquiera de las dos opciones era desesperante. Los módulos de Fundacomún eran todos un chiste, una cachetada en la cara de la gente, un coroto ahí, puesto, que ni tenía que ver con nosotros, ni era de nosotros, ni era para nosotros. Era como si lo poquito que teníamos fuera todo alquilado, y bueno vale, que no se molestara el dueño, porque entonces no te alquilaba más”, nos cuenta Norma Azuaje, activista comunitaria de la parro-quia San Juan desde siempre, lleva la vida entera hacién-dolo, porque su mamá les enseñó que el único paquete de harina de la casa tenía que alcanzar para todos, y para los señores que estaban viviendo en el carapacho de un carro viejo que llevaba toda la vida en uno de los calle-jones de su parroquia San Juan.En el año 1995, la organización dirigida por el padre

Matías Camuñas en Petare, Luz y Vida, introdujo un

u n p a í s e n M a n o s d e g e n t e r e a l

proyecto en la alcaldía del municipio para la construcción de un muro de contención que además de los planos y los costos de producción, afirmaba que 84 por ciento de las niñas y niños menores de 15 años en Petare estaba fuera de la educación formal, razón por la cual la parroquia del padre Camuñas solicitaba un muro de contención para inventar en una esquina de la casa cural una escuela, mientras el derecho a los derechos de esas niñas y esos niños les alcanzaba.

La presencia del Estado por aquellos tiempos era tan atroz-mente precaria que los mapas elaborados para la conforma-ción de los comités de tierra urbanos en parroquias como El Valle, Coche y Antímano, a principios de 2001, eligieron colores para marcar puntos de atención importantes como zonas de riesgo, presencia del Estado, zonas autocons-truidas, etc. El azul, color que se decidió asignar a las insti-tuciones del Estado, que podían ser escuelas, módulos de policía, ambulatorios o jefaturas civiles, por ejemplo, en el mejor de los casos se repetía dos veces cada 20 kilómetros. Era, para resumir, un país lleno de gente anónima e invisible.

Misiones del puebloEn el año 2008, el Centro de Estudios Sociales publicó una encuesta elaborada por Datanálisis sobre las misiones en Venezuela, dentro del complejo inventario de porcentajes y tortas, de tendencias y variables, que afirmaban que 39,3 por ciento de las personas encuestadas consideraba que las misiones sociales pertenecen al pueblo, se apuntaba como un rasgo de la iniciativa gubernamental que “los entrevistados consideran que cuando el gobierno crea las misiones está cumpliendo con su obligación y garantizando el derecho del pueblo”.

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“Mira, las comunidades siempre han estado aquí, sobre-viviendo, inventándose, rebuscándose, ayudándose, pero ¿cómo?, bueno compañera como se ayudaban los refugiados en los campos de exterminio, como se ayudaba la gente en la guerra civil española. Nos ayudábamos a sobrevivir para bien morir. Y eso no es vida digna, camarada”, nos dice Norma. “¿Que, qué ha cambiado?, bueno como dicen por ahí, cambió todo desde Aló. Porque el Estado subió el cerro y aceptó las normas que habían y a partir de ahí comenzamos a construir, Estado y comunidad, un espacio para la ciudadanía”, afirma.

“Mira, las misiones no solo nos dejaban enseñanza o medi-cinas, las misiones nos consolidaron un espacio de organiza-ción productivo, eficiente, que nos permitió entender cosas fundamentales como el derecho a la salud, como empodera-miento ciudadano. Eso es así, y eso es irreversible, compa.”

El asunto, entonces, es que el Estado se acerca a la gente, la gente no va al Estado, sino que se generan los servicios ahí donde surge la necesidad, y eso además de cerrar las brechas que signan la exclusión hace que el nivel de pertinencia sea

Pero lo fundamental es que las misiones han aumentado la perspectiva del derecho y del empoderamiento de las comunidades desde un discurso positivo que ha puesto el tema de la inclusión social en agenda, desde un debate político que se ha movido hacia la izquierda y abre la posibilidad hacia una nueva institucionalidad. Es decir, se corrobora que la esperanza es un derecho que planea sobre el texto constitucional y se confirma escaleras arriba, con gente de verdad, con nombre y apellido, que empoderada claramente de sus necesidades y urgencias exige respuestas en las que también participa.

altísimo, pues responden a problemas reales, y por eso flexibilizan las formas institucionales y agilizan los trámites iniciales en la gestión de problemas comunitarios.

Pero lo fundamental es que las misiones han aumentado la perspectiva del derecho y del empoderamiento de las comunidades desde un discurso positivo que ha puesto el tema de la inclusión social en agenda, desde un debate político que se ha movido hacia la izquierda y abre la posibilidad hacia una nueva institucionalidad. Es decir, se corrobora que la esperanza es un derecho que planea sobre el texto constitucional y se confirma esca-leras arriba, con gente de verdad, con nombre y apellido, que empoderada claramente de sus necesidades y urgen-cias exige respuestas en las que también participa.

Ya nadie esconde sus carencias con marcadores que borra la lluvia, porque aprendieron a leer claramente el alfabeto de sus derechos, y ya las escuelas, por ejemplo, no son un texto perdido en una bolsa vacía de arroz. as

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E N T R E V I S T A A M A S T E R M A D R I ZC O O R D I N A D O R D E L A S E S C U E L A S P O P U L A R E S P A R A L A S A R T E S Y T R A D I C I O N E S U R B A N A S ( E P A T U ) , C A R A C A S

"Las Epatu han tributado a que los chamos asuman posturas políticas"A k a i d a L i b e r t a d O r o z c o Comunicadora social

akaida orozco: ¿Qué sonlas Epatu?

master madriz: Las Epatu son las siglas de las Escuelas Populares para las Artes y Tradiciones Urbanas que ya tienen dos años de confor-

madas. En principio fue un proyecto pensado para

desarrollarse conjun-tamente con el

Ministerio de las Comunas con

el objetivo de reducir el

tiempo de

ocio y los factores de riesgo en los que puede caer la población juvenil habitante de las comunas, funda-mentalmente; este era el objetivo institucional, por decirlo de algún modo. El proyecto fue in iciado en 31 comunas en construcción, en 17 estados del país. Primero hicimos un censo por internet donde iden-tificamos a los jóvenes, en todo el país, que estuviesen vinculados a las llamadas “artes urbanas”, es decir, los hip hop-activistas; la escuela inicial-mente comenzó con los jóvenes pertenecientes al movimiento hip hopero. Este movimiento lo

componen cuatro elementos principalmente: el baile, el

canto, la pintura y la producción musical, entonces estos fueron los

cuatro módulos con los que iniciamos la escuela. Sin embargo, las escuelas se amol-

daban al contexto de cada barrio, de cada comunidad. Habían

El colectivo Hip Hop Revolución (HHR) nace en el año 2003 con la Cumbre Internacional de Hip Hop Revolución. En 2008 el colectivo hace un llamado por internet para registrarse en el 1er censo nacional al que se convocó a los hiphoperos de todo el país (raperos, bailadores, grafiteros y músicos). En 2009 se pensó un proyecto de escuela, así surgieron las Escuelas Populares para las Artes y Tradiciones Urbanas, Epatu. Ese año se reunieron más de 200 jóvenes de toda Venezuela que forman parte del movimiento y que desde entonces se asumían como activistas. 155 de estos muchachos eran facilitadores en las 31 escuelas que se fundaron en 17 estados del país. En 2010 se realizó la 5ta Cumbre Internacional de Hip Hop Revolución, logrando movilizar a más de 500 chamos de las escuelas de todo el país. En 2011 el colectivo decidió prescindir del financiamiento gubernamental que tenían las escuelas para pagar honorarios a los facilitadores. Hoy, han sobrevivido 10 escuelas en 10 estados del país. En 2012

se comenzó a diseñar una campaña llamada Nosotros con Chávez que abarca canciones, pancartas, volantes, afiches, stencils, pintas en la calle, un programa de radio, videoclips

Master Madriz. Caracas, marzo 2012. Fotografía: A k A I D A O R O zC O

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estados, por ejemplo en Portuguesa, en los que la producción musical no se hacía con computadoras ni platos, sino que trabajaban con el arpa y los chamos que rapeaban lo hacían acompañados por este instrumento. En Apure, el grupo Campesinos Rap también cambió su modalidad...Aparte del objetivo institucional que te mencioné había un obje-tivo planteado por el Colectivo Hip Hop Revolución que fuimos quienes impulsamos el proyecto de las escuelas desde sus orígenes. El objetivo era crear un espacio donde los jóvenes pudiésemos hablar de política, pero un espacio que no fuera ni de formación de cuadros, ni partidista, sino un espacio propio en el que nos reconociéramos como parte de una misma clase con intereses y necesidades comunes, esto con la excusa de aprender a bailar, de aprender rap, de aprender a producir, cuestión que se da en realidad pero no es el fin último. El fin real es ponernos a discutir entre nosotros mismos, en nuestra propia comunidad, sobre política. Algo resaltante de todo este proceso es que antes en las salas de batalla de lo social no había casi participación juvenil, a partir de la fundación de las Epatu los chamos comienzan a integrarse a las salas de batalla y los facilitadores empiezan a formar parte de los comités de cultura, se incrementó así la participación.

¿Cuál fue el impacto que tuvieron con la convocatoria nacional que hicieron por internet?Por internet convocamos a los cultores dispuestos a hacer trabajo activista, porque evidentemente no todos los que saben rapear o bailar quieren hacer activismo político. Muchos llegan hasta la tarima pero no les interesa involucrarse en otros ámbitos. En ese momento nos reunimos 150 jóvenes de todo el país. Hicimos una reunión en Mérida, en

La Azulita, con todos los posibles facilitadores y diseñamos el pénsum de las escuelas. Después hicimos grupos de facilitadores y nos fuimos a las comunidades y allí hicimos la captación de los chamos para comenzar las clases. Cada facilitador pertenece a la comunidad donde está ubicada la sala de batalla, a diferencia de otras experiencias formativas que tuvimos donde siempre se buscaban facilitadores que no eran del lugar y que se asumían más como asalariados que como activistas del espacio donde habitan y hacen vida.

¿Cómo está compuesta la escuela?Cada escuela la componen cinco personas, cuatro facilitadores, uno por cada elemento que te mencioné y un coordinador de escuela. Este coordinador usualmente no forma parte de ningún movimiento de hip hop sino que pertenece a algún movimiento político pero siente afinidad con las artes de tradición urbana. En todo el país se comenzó con 31 escuelas, a cinco responsa-bles por escuela son 155 personas en total. Hay un operador de espacios que viene del consejo comunal, es la persona que conoce el lugar, quien tiene las llaves de la sede, se encarga de la seguridad. Las que han sobrevivido por aquí son las escuelas de La Vega, Ocumare del Tuy, Guarenas, Guatire y El Junquito.

¿Cuáles son los referentes ideológicos de las Epatu?Nosotros nos problematizamos de acuerdo con nuestra realidad. Nos asumimos chavistas rajaos de la A a la Z porque nos identificamos totalmente con el discurso y las propuestas del presidente, con lo que canta, con sus poemas, con su malan-dreo… En esas señales se pueden identificar a los iguales de clase. Por eso, partiendo del discurso del presidente, creemos firmemente que la gente del barrio puede comenzar

a diseñar sus propias políticas, su propia filosofía y así dejar de repetir la filosofía y la política de los otros. Históricamente eso es lo que hemos hecho, repetir las formas impuestas por otros: vamos a la escuela y aprendemos la formación de otros, vamos a la universidad y aprendemos la formación de otros, vamos a una escuela de cuadros y aprendemos y repetimos la formación de otros, incluso citamos frases de los próceres y los líderes pero nunca nos hemos sentado, nosotros los del barrio, a pensar y diseñar nuestra propia filosofía. Nos han enseñado a ser individualistas, a ser individuos aislados, en la escuela tú te sientas en tu pupitre y estás solo, no puedes ver a los lados, no compartes, no puedes conversar con los otros niños, no hay una mesa colectiva. Por eso creemos que si tenemos un espacio donde encontrarnos colectivamente y reconocernos como clase y desde allí comenzamos a idear nuevas polí-ticas, ciertamente de todo eso tiene que salir algo nuevo. Eso nuevo es el socialismo que estamos inventando. La revolución nos permite hacer esto, sino viviésemos en revolución tendríamos que estar metidos en una montaña o escondidos bajo perfil. La revolución nos permite reunirnos abiertamente en un lugar y decir, aquí estamos los jóvenes del barrio en colectivo hablando de política. Si este momento histórico, nosotros los jóvenes, logramos reconocerlo, podemos sacar muchas cosas valiosas para el proceso.

¿Se han sentido subesti-mados, censurados o perse-guidos en algún momento?Sí hemos sido censurados pero por el mismo sistema capitalista en el que aún vivimos, no por la revolución. La revolución más bien nos da el espacio para poder seguir reunién-donos. Obviamente, hay espacios donde no puedes hacer la revolución

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abiertamente como la universidad, por ejemplo, porque la univer-sidad es una estructura capitalista y vertical. Ahí tienes unas normas que tienes que obedecer y punto.

Luego que se reúnen y discuten sobre temas que les son sensi-bles, ¿qué hacen con eso, componen, cantan, pintan? Ahí entra a jugar la parte artística. Con la excusa de hacer rap nos reunimos en un espacio, discutimos sobre política y aprendemos que el rap no es un fin sino que es una herramienta, un medio de comuni-cación tan valioso como la grabadora con la que me estás grabando, como un lápiz y un papel, como la televi-sión. Por eso la palabra, la música, el baile, la pintura, los tenemos que usar para lanzar los contenidos que discutimos previamente. Porque rapero es cualquiera pero no cual-quiera agarra esa herramienta y le imprime ese contenido político que a nosotros nos interesa discutir y difundir. Por naturaleza todos los seres humanos estamos motivados a hacer arte. Todos tenemos la capacidad para pintar, para cantar, para bailar, lo que no se discute es el contenido que ese arte tiene y ahí es a donde queremos llegar nosotros. A los chamos no hay que motivarlos a hacer arte, ellos ya quieren hacerlo, igual que todos quieren hacer deporte. Nosotros tenemos que enseñarlos a discutir el contenido que va a tener ese arte, eso es lo difícil.

Es decir que las Epatú enseñan que todo arte debe tener un conte-nido, no ser el arte por el arte...Es correcto. Se trata de politizarnos, de politizar a nuestros jóvenes, ese es el fin de las escuelas.

¿Todo arte es político?Sí, debe serlo, porque todo individuo es político. Es más, el rapero que no asuma su canto como político está haciendo la política de otro. Si yo solo veo el rap como una forma de montarme en una tarima, tener cadenas y tomarme fotos, estoy

siendo parte de la política que dictó otro, esa es la política que dictó MTV, Venevisión, los productores de los grandes sellos disqueros… Entonces cuando nos reunimos con los chamos y comenzamos a discutir sobre estas cosas, sobre todo con los más jóvenes que son los menos viciados, entonces ellos lo asumen con mucha más valentía, incluso con mucha más profundidad que los mayores. Hay un grupo conformado por las dos primeras cohortes que se graduaron de las Epatu en Táchira, por ejemplo, que se internó en la montaña y creó el Centro de Investigación Popular, CIP, ellos plantean que nosotros podemos diseñar nuevas formas de vivir en un espacio, eso incluye la vivienda, la alimentación, las formas de producción; porque en el interior del país ahora es que sobra terreno… Ellos tomaron un terreno que tenía años abandonado y ya tienen casi dos años allí haciendo vida y experi-mentos como “la casa colectiva”; el habitante de la ciudad no se atreve a dar ese paso. Las Epatu han conlle-vado a eso, a que los chamos asuman posturas políticas y se lancen a experimentar, a investigar, a escribir, porque la revolución nos lo permite. Si viviéramos en otro país a esos chamos ya los hubiesen matado.

¿Cómo actúa el barrio como espacio de creación? Nosotros creemos que la creación viene de la pobreza, el pobre es quien se ve obligado a crear. La gente con dinero lo que hace es secuestrar, academizar y comercializar lo que secuestra. El pobre, en cambio, crea a partir de sus necesidades reales de expresión, su necesidad de protesta por la opresión a la que se ve some-tido. El hip hop es un ejemplo de ello, nació en Estados Unidos en un contexto político-social donde había pura negritud y latinidad oprimida como eran los barrios del Bronx. Y es justamente en estos espacios donde hay opresión y pobreza de donde salen las creaciones auténticas, los movimientos que hacen revolución. Una persona que tiene dinero, rica,

que tiene todas las comodidades para vivir bien, no va a crear algo diferente que atente contra lo que ya existe. La pobreza es la que genera revolución, la que inventa, la que renueva el contexto donde estamos, partiendo de esa premisa el barrio es una mata de creación, los pueblos son un árbol de creación.

¿Qué significación tienen géneros como la salsa y el hip hop dentro del sentimiento y la idiosincrasia de las clases populares? ¿Por qué crees que se han arraigado con tanta fuerza?Nosotros ya superamos la etapa en la que defendíamos el hip hop como una religión y lo enfrentábamos a otros géneros o a otras expresiones artísticas. Eso lo superamos cuando entendimos la igualdad de clase y comenzamos a ver el hip hop como un grito de lamento, de arrechera, de protesta de nuestra clase. La salsa también fue y sigue siendo un grito de lamento y de protesta desde el barrio, el vallenato igual. Cuando entiendes el hip hop de esa manera puedes entender que cada género tiene sus formas de expresarse. ¿Qué es lo que nos ha dividido? La media-tización de nuestra música. Cuando los medios nos mercadearon, nos dividieron, y ahí existe el salsero, el rapero, el coplero y a cada cual le dan una tarima especial, una vesti-menta y un trato diferentes. Nos mercantilizaron, nos mediatizaron y nos dividieron pero en el corazón de los barrios ya hemos superado esos enfrentamientos porque vamos hacia la misma dirección. Yo estoy en contra del rap de un rico porque lo que dice ese señor no es lo mismo que queremos expresar nosotros, ni le interesa hacerlo; lo podrá disfrazar, como se disfraza la oposi-ción actualmente, pero hasta ahí.

¿El rap no debería comer-cializarse entonces?Ningún género musical debería comercializarse. El rapero no puede cantar otra cosa que no ha vivido sino su propia realidad, por eso habla del que roba en la esquina, del que

e n t r e V i s ta a M a s t e r M a d r i Z

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vende droga, del que mató al otro, ese es su grito, es su padecimiento, es una relectura de su contexto, no es una idealización del malandreo. En cambio si una emisora de radio te dice “yo te voy a radiar porque tu malandreas”, ahí se está reivindicando esa conducta, se está justificando a través del comercio. Deja de ser un canto de protesta y pasa a ser la satisfacción de una necesidad económica. Claro, el contexto actual te obliga a comercializarte pero nosotros creemos que cuando vivamos en otra sociedad, cuando vivamos en el real socialismo, nada tendrá que ser comercializado porque el dinero es sinónimo de capital.

¿Y de qué vivirá la gente que hace música?Algún día todos esos gritos de lamento desaparecerán y surgirá algo nuevo que todavía no ha llegado, quién sabe si nuestros hijos lo verán…

¿Qué entiendes por igualdad de clase?Es la igualdad de nosotros con el otro en cuanto a la clase, a la clase jodida, popular, pobre. Y refiriéndome a los géneros musicales, a mí no me importa si tú eres salsera y yo soy rapero, pero si sé que venimos del mismo lugar seguramente el grito de lamento será el mismo. Donde hay capitalismo hay pobres y donde hay pobres hay arte, por eso el arte que haga ese pobre, sea donde sea que esté, es un grito nuestro.

¿Cuáles son los valores de inclusión que manejan a través de las Epatu?Mira, sobre todo inclusión de otras disciplinas artísticas… dentro del proyecto inicialmente trabajamos con los elementos del hip hop porque era lo que teníamos a la mano, lo que conocíamos, pero abrimos un paréntesis para que entrara cualquier disciplina. Sin embargo, esas disci-plinas no queríamos direccionarlas, no queríamos obligarlas dentro de las comunidades imponiendo

que en todas las Epatu hubiese circo, por ejemplo, eso se tenía que dar de manera espontánea. Si en ese barrio habían cirqueros que estaban dispuestos a dar clases de circo, chévere, como de hecho pasó en Portuguesa con las clases de cuatro y de arpa. Pero era algo espontáneo, no impuesto ni previamente determinado. Nosotros hemos asumido para este año que tenemos que superarnos como gremio, que tenemos que abrirnos y reunirnos con nuestros iguales de clase, con los movimientos de lesbianas, de homosexuales, de skate, de cirqueros, de teatreros, la juventud del PSUV, todos los movimientos sociales que se estén originando y conversar sobre nuestras posturas políticas. Por otra parte, este año haremos la 7ma Cumbre Internacional de Hip-Hop, en septiembre, como cierre de la campaña presidencial en apoyo a Chávez; la cumbre llevará por nombre Primer Encuentro Filosófico de los Pobres.

Después de dos años llevando adelante el proyecto de las escuelas, ¿cuál es el impacto que consideras han tenido? Hay varios saldos importantes, yo te voy a hablar desde las comuni-dades… Uno de los más relevantes para mí es la cantidad de jóvenes que están reuniéndose para hablar de política. Hace un año nos contamos y fuimos más de 800 chamos convocados para la última cumbre internacional de hip hop. Hay una gran cantidad de jóvenes que están hablando de política sin citar a una tercera persona sino simplemente declarándonos chavistas porque fue el pensamiento de ese señor lo que nos impulsó a hablar de política, no fue el libro de Marx o de Lenin ni ningún taller que nos dieron, fue Chávez quien nos motivó a interesarnos por la política.

dAto CUrIoSo

“Algo importante es que luego del primer año de ser financiados por el Ministerio de las Comunas se decidió no pedir más honorarios profesionales ni más financiamiento para pago de personal y bajo esa condición íbamos a ver cuántas escuelas se sostenían. La visión era si tú necesitas dinero para sostener un proyecto dentro de tu comunidad entonces ese proyecto no es autén-tico, no es sustentable en el tiempo. Obviamente nosotros necesitamos vivir, necesitamos comer, aún vivimos bajo un sistema que nos censura porque si yo necesito trabajar en lo que sea para pagarle el colegio a mi hijo, para comer, para vestirme, eso me desmoviliza de la chamba en el barrio, en la calle y eso nos censura… Entonces muchos lo asumimos desde ahí, estamos en nuestro barrio, vamos a hacer lo posible para articularnos con la gente, con los mismos chamos y tratar de que las escuelas sobrevivan. Luego de esta decisión, de 31 escuelas sobrevivieron 17. Actualmente, hay 10 escuelas activas en 10 estados. Estamos activos, guerreando sin financiamiento articulados cien por ciento con la comunidad.”

Para seguir conociendo las Epatu...

• Entrevista inédita a Oscar Arteaga. Guarenas, marzo 2011.• http://www.youtube.com/watch?v=3SAPjJ6Q_h8• http://www.youtube.com/watch?v=3grZuxSgz84• http://www.youtube.com/watch?v=wehawxIgfRI• http://www.youtube.com/watch?v=hyQz6r40YgA• http://www.youtube.com/watch?v=XWV5goOBdLs• http://www.youtube.com/watch?v=fYc1SATW8dg

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¡Échale salsita!

Al momento de hablar, o mejor al intentar crear un discurso del barrio, sobre el barrio, desde el barrio o en el barrio, es capital evidenciar un aspecto que puede considerarse como una obviedad, y en este sentido se nos escapa del marco de observación-interpretación, lo cual nos puede llevar a idealizar aspectos, espacios y relaciones que están lejos de serlo. El barrio es un escenario donde se construye y re-elabora sociedad y cultura por un grupo humano que comparte elementos identitarios comunes, pero este rasgo no lo hace un lugar homo-géneo o ausente de conflictos, en este espacio identitario que ha sido identificado y reificado como “el barrio” se da una especial relación entre la casa y la calle, donde se establecen unas rela-ciones complejas muchas veces conflictivas, donde existe un careo permanente, un diálogo entre la calle (la sociedad-lo público) y la casa (la cultura-lo privado).

La cotidianidad de las zonas populares urbanas es una construc-ción cultural añeja que se ha venido gestando desde nuestras matrices indígena y afrodescendiente que se evidencia en una serie de marca-dores identitarios, que como lo

señala la antropóloga venezolana Iraida Vargas-Arenas “contiene y usa sus propias tradiciones orales, culinarias, literarias y musicales; formas singulares de resistencias cotidianas (…) maneras de hablar, modismos y giros dialectales; creaciones artesanales (…) maneras de saludar y de manifestar sentimientos, gestos y ademanes singulares; conocimientos y saberes tradicionales en continua reelaboración; producción de espacios sociales, incluyendo una arquitectura, una noción de la religiosidad, con creencias y rituales singulares, etc.”.

Desde allí se deben entender las imágenes que como instan-táneas, microescenas o postales a continuación se describen, de una calle, de una cuadra, de un barrio caraqueño del oeste de la ciudad, como andamiajes desde los que se intenta dar cuenta de una serie de prácticas y valores que nutren y dan sentido a la cotidianidad de estas colectivi-dades que fueron sistemática-mente excluidas del disfrute y construcción de la ciudad, a la cual rodean, asedian, interpelan, enfrentan, complementan y desafían, con sus códigos, imagi-narios, sueños y esperanzas.

Postal uno: “El pan compartido sabe mejor”

Esos niños que juegan ya son viejosy van con más cautela por la vida.

Mario Benedetti

Es sábado por la mañana y los adultos jóvenes, esos que ayer compartieron los juegos de la niñez: volar papagayos, jugar metras, lanzarse en patines y patinetas por las calles más empinadas, jugaron chapita y que se tiraron agua, pintura, huevo, harina y tierra en cada carnaval, que formaron los equipos de pelotica de goma y futbolito de la cuadra, de la calle El Progreso del sector Las Tunitas del barrio Isaías Medina Angarita de Catia, que se enfrentaron con gran éxito a sus similares de los sectores Las Palmas, Las Torres, Casablanca la nueva y el Pasaje 11, son hoy padres jóvenes que trabajan, chambean, laboran como mecánicos, funcionarios públicos, vigilantes, trabajadores del Metro de Caracas, cajeros de bancos, latoneros, taxistas, choferes, profesores, vendedores, etc… que son católicos, evangélicos, santeros, paleros, agnósticos y filósofos de la cotidianidad caraqueña, del “como vaya viniendo vamos viendo”, del “cuando quieras quiero”, se reúnen en la esquina de siempre y deciden hacer la parrilla que tanta veces se

M a i l y n g B e r m ú d e z S c u l p i Docente de Ciencias Sociales

Estómago, cerebro y alma, una trinidad que en la culinaria del barrio caraqueño está presente en cada convite o celebración y da cuenta de la urdimbre cotidiana de una población en resistencia que se construye y re-construye conjugando el nos(otros) en solidaridad

Volver al barrio siempre es una huida.Mario Benedetti

Fotografías: R Aú L CO L M E N A R E S

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prometen para pasar un rato que les permita seguir recordando la niñez feliz y construyendo la adultez que se les vino encima sin darse cuenta.

La parrillada de los sábados comienza, como toda comida comunitaria, con el aporte de todos en la tan conocida, milagrosa y bien administrada “vaca”, donde se pone lo que se tiene y puede, la mayoría de las veces es una cantidad de dinero que el más versado en economía práctica calcula a vuelo de pájaro, cuánto van a costar los ingredientes del convite: carne, chorizo, morcilla, aliños, yuca, aguacate, cebolla, tomate, pimentón, el carbón… y por supuesto la bebida.

Se organizan distribuyéndose tareas, unos salen a comprar

los ingredientes al mercado y la carnicería, usualmente en los Magallanes de Catia, a unos 15 o 20 minutos en carro o moto, si la calle y la cola lo permiten; otros barren la esquina donde ponen la parrillera, otro grupo busca la mesa y sillas que en principio emplean para jugar dominó, mientras la parrilla sale y luego para sentarse a repartir y comer, como la gran familia extendida que son los vecinos-amigos-panitas-primos del barrio caraqueño “porque donde comen 10 comen 20”, mi hermano.

Las mujeres también asumen tareas: toman la cocina de una casa y aliñan la carne, montan a cocer la yuca, hacen el mojito o la guasacaca, preparan la ensalada sencilla de tomate, cebolla y

aguacate. Además de darle indi-caciones prácticas sobre cómo, cuándo y cómo asar la carne, al hombre que asumirá la tarea de cocinar y repartir la parrilla.

Mientras esto sucede la música envuelve todo y alegra el festín, usualmente comienza con la reina de los barrios caraqueños: la salsa, que va de la cabilla pasando por la romántica y se sumerge en los acordes de la erótica; luego se deja oír el merengue, el reguetón de moda hace presencia junto a su inseparable, el vallenato; las carcajadas, espanta tristezas, provocadas por las ocurrencias y chistes de los organizadores se escuchan cada vez más en la cuadra, cantan a coro alguna canción que los une en sus recuerdos, los platos

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van y vienen repletos de sabrosura y solidaridad a las casas de los vecinos que siempre comparten sus comidas en navidad o cumpleaños, para la madrina no puede faltar, para los abuelos y abuelas propios y ajenos que los ayudaron a crecer, y así transcurre el sábado entre música, parrilla y trago, hasta que el domingo tempranero y frío hace su entrada y los comensales se retiran para dar un sueñito y recomenzar a eso de las 11 de la mañana la tertulia en la esquina que siempre los espera, para tejerle los sueños y esperanzas de niños pobres y felices, que siguen siendo, aunque los espejos y almanaques se empeñen en lo contrario.

Postal dos:“Hoy por ti mañana por mí”

El barrio tiene encanto y lluvia mansa.

Mario Benedetti

En los barrios se dan eventos específicos que posibilitan el compartir solidario de afanes, saberes y valores que han permitido a los hombres y mujeres de estos espacios desarrollar mecanismos de solidaridad y creación de un hábitat donde lo público es privado y lo privado es público, donde lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, porque lo que a ti te pasa a mí me duele y si tú estás bien yo también

lo estoy o lo estaré. Uno de estos eventos se da cuando alguna familia decide ponerle “la placa”, es decir, la platabanda a su casa, el jefe o jefa de familia invita a los hombres jóvenes de la cuadra, estos asumen la faena de forma inmediata y solidaria, porque en algún momento sus familias han recibido o pueden necesitar la ayuda de sus vecinos, es una norma tácita de ayuda mutua, de sobrevi-vencia, es un código, una norma, un pacto de siempre y para siempre: “hoy por ti mañana por mí”.

Llega el día, usualmente un sábado o domingo, muy temprano, comienzan entre las 6 y 7 de la mañana, en los meses de calor, cuando no hay lluvias en el año, las mujeres de la familia: abuela, madre, tías, hermanas, primas, cuñadas, madrinas… junto con algunas vecinas, recibirán a los muchachos de la cuadra que vienen a ayudar con un cafecito recién colado y las gracias en la sonrisa, cuando terminan de congregarse todos se les brinda el desayuno: arepa con queso duro rayado y otra taza de café, todos comen de pie cerca del jefe de la casa o el hombre (tío, hermano…) que asume esa representación, al finalizar, el albañil que la familia ha contratado organiza los equipos de trabajadores por tareas: un hombre conocedor del oficio o integrante de la familia junto a tres o cuatro más

mezclarán la arena y el cemento y llenarán los tobos, los más jóvenes, fuertes e inexpertos transportarán los mismos escaleras arriba por dentro de la casa o con una polea improvisada por el frente, tres o cuatro esperan sobre la estructura de panela, cabillas y vigas que siguiendo las instrucciones, muchas veces dadas a gritos, por el maestro de la obra, lanzarán el cemento y lo esparcirán con cuidado.

Mientras la faena se desarrolla, las mujeres están pendientes de ofrecer café, agua, refrescos y sobre todo licor (cerveza) a los trabaja-dores, al llegar el mediodía se hace un alto de una hora, hora y media y se reparte el almuerzo, que consiste en un sustancioso sancocho o “cruzao”: ese rico caldo de carne de res y pollo, verduras, jojotos, plátano verde, yuca, papas, cebolla, pimentón, cilantro, ají dulce, ajo, culantro… que se sazona a gusto del comensal con limón o picante, lo sirven de forma abundante en envases o cazuelas grandes de plás-tico, acompañado de una cerveza bien fría y lo mejor: se vale repetir.

En los barrios se dan eventos específicos que posibilitan el compartir solidario de afanes, saberes y valores, que han permitido a los hombres y mujeres de estos espacios desarrollar mecanismos de solidaridad y creación de un hábitat donde lo público es privado y lo privado es público, donde lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, porque lo que a ti te pasa a mí me duele y si tú estás bien yo también lo estoy o lo estaré.

¡é c h a l e s a l s i ta !

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Para seguir leyendo…

varGas-arenas, iraida. Resistencia y participación. La saga del pueblo venezolano. Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2007.

Postal tres: “Defender la alegría como un derecho”

Volver al barrio siempre es una fuga.Mario Benedetti

Los bautizos, graduaciones y cumpleaños (el primer año, los 15 y los 18) son otros momentos-escenas donde la calle El Progreso se viste de solidaridad y alegría, allí la fiesta familiar se hace comunitaria para compartir logros y esperanzas. Es una convocatoria abierta primero a la familia de “sangre y la política”, esta se extiende luego a los amigos y vecinos más allegados y por último a todo aquel que se sume con buenos propósitos y conducta al convite.

Las mujeres de la familia, muy temprano el mismo día de la celebración, se reúnen y preparan, bajo la supervisión de la abuela, madre o tía con más experiencia y sazón en el arte de cocinar con poco y sabroso: tortas, tizanas, guara-pitas, pasapalos (bolitas de carne, tequeños, pan de banquete, huevos de codorniz y salchichas coctel con salsa rosada, bollos pelones, halla-quitas…). Si la intención es celebrar 18 años o una graduación seguro hay parrilla; si el sarao se debe a un bautizo, que suele festejarse junto con el primer cumpleaños, se unen las familias del niño/a y la comida y bebida son muy abundantes, se da la bienvenida y presentación formal a la nueva vida, esa que con el pasar del tiempo se hará uno/a de nosotros en el barrio, por eso la celebración es en grande, “botamos la casa por la ventana”, y en la mesa el festín va de la torta a la ensalada de gallina, de la gelatina decorada

a los bollos pelones, de la tizana a la guarapita y si el convite se desarrolla cercano a la navidad, encontramos hallacas y la leche de burra… aquí la comida y la bebida es el centro, todo es abundancia hasta el exceso, todos los invitados y los “coleados” disfrutan, la idea es que todos salgan contentos y hablando bien de la familia.

A estos eventos singulares y circulares en el trascurrir de la cotidianidad del barrio se suma el sancocho dominguero donde los vecinos-hermanos se reparten-comparten “un poquito de caldo”; si se sabe de un enfermo que está pasando una larga convalecencia se le envía un caldo de la gallina vieja del corral familiar o una sopita de pichones de paloma “que eso levanta a un muerto”; por

Semana Santa el dulce de lechosa, el majarete y el arroz con leche y el de coco preparado por las abuelas constituyen el aroma que levantan los papagayos con sus cruceros en la calle El Progreso, para que esa, la ciudad ingrata y malquerida sepa que aquí seguimos soñando, resistiendo y esperando que ella a la cual construimos, atendemos y alimentamos, nos deje de ver de reojo y se atreva a reconocerse en nuestra mirada, esa la ancestral, la indígena, la afrodescendiente, la oriental y la andina, la criolla y la extranjera, que se instaló sin permiso pero con derecho en sus riberas, esperando una invitación que nunca llega para compartir el pan con alegrías o penas. as

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Qué Leemos

E r n e s t o Y e v a r a Invest igador Museo Nacional de las Culturas

Fotografía en el barrioDentro de los proyectos del Ministerio del Poder Popular para la Cultura desa-rrollados en los barrios se encuentra el denominado Fototecas Comunitarias, creado y dirigido por el Centro Nacional de Fotografía (Cenaf), cuyo objetivo fundamental es revertir el discurso de marginalidad que niega toda virtud de la vida en el barrio. A partir de esta propuesta que valoriza la memoria de las comunidades presente en las fotografías familiares se generó una primera publicación titulada Fotografía en el barrio, experiencia en Alta Vista, la cual recoge el proceso de formación de la Fototeca de Alta Vista: recolección de fotos individuales y álbumes familiares, actualización de los temas registrados por la comu-nidad realizada por un fotógrafo, taller de fotografía y puesta en escena de las fotografías seleccionadas en determi-nados espacios a manera de expo-grafía. A través de la visibilización de algunas problemáticas, de los valores familiares y comunitarios, actividades sociales, espacios y personalidades del barrio la comunidad reflexionó sobre las estrategias de solidaridad interna, estéticas plurales e historia.

Otro ensayo piloto de Fototecas Comunitarias se produjo en el barrio capitalino de La Pastora.

El barrioen el cine venezolanoMuchas son la películas donde se retrata la vida de nuestros barrios, desde 1950 hasta el presente, sin embargo es constante la negación de las virtudes del barrio y su gente, las situaciones dramáticas desde problemas familiares hasta el narcotráfico constituyen las fuentes de las historias, salvando algunas excepciones. Algunas de estas películas son La escalinata de César Enríquez, filmada en La Charneca y la Quebrada del Caballo en 1950; Caín adolescente de Román Chalbaud realizada en 1959; la angustiosa trilogía de Jesús Enrique Guédez: La ciudad que nos ve (1965), Los niños callan (1970) y Pueblo de lata (1973), realizadas a partir de unas encuestas sobre las condiciones sociales de vida; Soy un delincuente (1976) y El reincidente (1977) de Clemente de la Cerda; La graduación de un delin-cuente (1985) e Inocente y delincuente

Muchos son los temas, materiales y recursos que están disponibles para leer, reflexionar y admirar las realidades de nuestros barrios, proponemos algunos de ellos a continuación

(1987) de Daniel Oropeza; Macu, la mujer del policía (1987) y Maroa (2005) de Solveig Hoogesteijn; La clase (2007) de José Luis Varela donde se recoge la situación ante-rior al Caracazo; Azotes de barrio en Petare (2007), realizada por Jackson Gutiérrez, quien como peluquero en el barrio La Veguita recoge conversaciones con sus clientes y trabaja sin guión; Cyrano Fernández (2007) de Alberto Arvelo adaptando el Cyrano de Edmond Rostand; Hermano (2010) de Marcel Rasquin; El chico que miente (2010) de Marité Ugás y El rumor de las piedras (2011) de Alejandro Bellame, estos dos últimos filmes reflejan el desastre natural de la vaguada del año 1999. Escapan de los temas dramáticos y estigmatizantes algunos documen-tales como el Afinque de Marín (1980) de Jacobo Penzo.

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Ley Especialde Regularización Integral de la Tenencia de la Tierra, de los Asentamientos Urbanos o PeriurbanosEsta normativa tiene por objeto ordenar y regularizar el proceso de la tenencia de la tierra ocupada por la población en los asentamientos urbanos populares, para satisfacer el derecho a la tierra urbana, vivienda y hábitat, dando prioridad a las familias en condición de vulnerabilidad social y así consolidar los asentamientos urbanos populares ya existentes, de manera digna, equitativa y sostenible, mediante un proceso de cogestión inte-gral con el Estado. Puedes descargar esta ley de manera gratuita en la página web del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información, www.minci,gob.ve/libros, donde también puedes descargar otras leyes, libros y materiales para la organización de tu comunidad, como el Folleto de Comité de Tierras Urbanas, Ley de Costos y Precios Justos, Ley Especial Para la Dignificación de Trabajadoras y Trabajadores Residenciales, Ley de Atención al Sector Agrícola, Ley Contra el Desalojo y la Desocupación Arbitraria de Viviendas, Manual de ética socialista bolivariana, Humor con humor se paga, Cartilla educomunicativa y Colección Tilde entre otros más.

Para ver un ejemplo de gestión de tierras urbanas expuesto por la propia comunidad en internet, te recomendamos buscar en tierraurbanasanjoaquin.blogspot.es, de la comunidad de San Joaquín en Valencia, estado Carabobo, donde se puede observar el levantamiento de los límites de la comunidad, su historia y patrimonio cultural.

La historia del barrioEl barrio y su gente ha sido y es un tema importante de estudio y reflexión para historiadores, socio-logos, antropólogos, trabajadores sociales, arquitectos y urbanistas, entre otros, quienes han desarro-llado numerosas investigaciones, no obstante, pocas han sido publicadas en un libro o en una memoria extensa. Para quienes están indagando sobre la historia de nuestros barrios le recomendamos acercarse a buscar estas investigaciones en las biblio-tecas de los institutos de educación universitaria. Un ejemplo de grupo de investigación de historia de comuni-dades es el Núcleo de Investigación de Historia Oral de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador en Maracay, en cuya página web, historiasdemaracay.blogspot.com, podrás encontrar reseñas de estu-dios sobre los barrios La Herrereña o Francisca Duarte, municipio Mariño del estado Aragua, o sobre los diablos de Corpus Christi de Turiamo en el barrio 23 de enero de Maracay.

De igual forma la Fundación Centro Nacional de Historia (CNH) del Ministerio del Poder Popular para la Cultura ha venido desarrollando un proyecto para la recopilación, escritura, puesta en valor y demo-cratización de las historias de los barrios y comunidades, a través de la Coordinación de Historias Locales y Acción Sociocomunitaria, mediante la realización de talleres de Historia Local en varias comunidades del país. A través del CNH se ha publi-cado entre otros A mi barrio le ronca el mambo. Historia del barrio Matica Abajo, de los Teques, estado Miranda, del historiador Manuel Almeida (2010).

Calendariode manifestacionesculturales caraqueñasPara aproximarnos a la riqueza y diversidad de las manifestaciones culturales de las comunidades urbanas y rurales subsumidas en la ciudad, recomendamos leer este texto de Enrique González Ordosgoitti que analiza los aspectos sociales, económicos y culturales de las fiestas, revisa y propone formas de clasificación de las festividades y muestra el calendario de las fiestas tradicionales y modernas que se realizan anualmente en Caracas, parte importante de la identidad cultural metropolitana. El área que comprende este calendario está compuesta por los municipios Sucre, Baruta, Chacao y El Hatillo del estado Miranda, donde se regis-traron 2 mil 201 fiestas.

Este libro fue publicado por Fundarte y el Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela en 1992, se puede conseguir en bibliotecas y librerías de libros usados.

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n La ruta sociocultural de las urbesSi lo/la invitan para una fiesta urbana, contemporánea y para jóvenes; se puede sorprender de conseguir un joropo, un San Juan Bautista o un tamunangue. Porque estas fiestas también se celebran en las urbes y con gente joven. Acabemos con el mito de que son fiestas pa' viejos/as

n Venezuela la palabra barrio se asocia solo con carencias económicas, en este caso,

sin negar la deuda social que tiene el Estado con sus habitantes, quiero visibilizar otras expresiones socioculturales que son posibles por la participación activa y corres-ponsable de los y las vecinos/as; las cuales son invisibilizadas a través de los medios de difusión masiva. Por un lado, en la telenovela de nuestro país se nos enseñan los estereotipos de la pobreza, solo existe lo negativo. En los “informa-tivos” “imparciales” notamos que la mirada del barrio es aquella de la delincuencia y las carencias, es la homogeneización de que todo lo que sucede en estos sectores populares es malo y marginal. Por otro lado, cuando un ente público o privado promociona la “cultura

urbana, la cultura contemporánea, la cultura de los jóvenes”, solo visibiliza el hip hop y el reguetón, entre otros. Negando la otra cultura, también urbana, contemporánea y de todas las edades, constituida por nuestras fiestas populares y tradicionales. Porque como dice José Luis Brea, nos hacemos ciegos a lo que somos ignorantes o somos ignorantes ante aquello que no percibimos que está sucediendo. A diferencia de las urbanizaciones donde se impulsa el anonimato y el individualismo y se apoderan de los espacios públicos y cierran las calles; los barrios han tenido la necesidad de la organización no solo para lograr los servicios básicos, sino para darle continuidad a la espiritualidad de sus habitantes, a su mundo de significaciones que trajeron junto a sus maletas

A r i a n n e V e l i sInvest igadora Museo Nacional de las Culturas

cuando dejaron su terruño y que, en algunos casos, adaptaron a su nuevo espacio geográfico; o en otros se resemantizaron los mitos en las urbes y así continuaron los ritos.A continuación les daré algunos datos para que cuando quiera visitarlos, bailar, cantar o acercarse para mirar, lo pueda hacer con la postura del invitado, el coleao, el arrocero o del que investiga, porque aquí encontrará temas de sobra para sus trabajos de investigación y/o ascensos.

RelIgIOSIdAd pOpUlARReyes Magos. Es un teatro de calle en el que tres hombres vestidos de Reyes Magos: Melchor, Baltazar y Gaspar, recorren las calles de las comunidades repartiendo caramelos, cotillones y regalos. El financiamiento para la celebración de la misma se realiza a través de rifas, bingos y/o solicitando apoyo a los organismos estadales. Lo encontramos en Vargas en el Casco Colonial, en los barrios Quebrada de Cariaco, Puente de Jesús, La Cabrería y Ballaja, y en el Cerro Colorado en Naiguatá. En La Guaira es famosa la Fundación Pepe Cabrera que tiene más de 50 años celebrándolo. En Caracas se registra esta fiesta para el año 1992, en las parroquias San Agustín (barrio Marín), 23 de Enero, La Pastora (Camino de Los Españoles) y San José (Galipán).

EParticipación de la cofradía de San Juan del caserío de Mendoza y del colectivo Se Baila Danza Tradicional Venezolana en la celebración en honor a San Juan Bautista de Pasaber. San Bernardino, Caracas, 2011. Fotografía: RAFAEL SALCEDO

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Carnaval. Esta es una fiesta que precede a la cuaresma, es celebrada en casi todo el país, se inicia con la elección de la Reina del Carnaval, en algunos casos también el Rey Momo y la coronación de los elegidos. Se realizan templetes donde se colocan los “tronos”, fiesta bailable, piñatas y elección de los mejores disfraces, entre otros. Entre los sectores popu-lares que organizan estas fiestas podemos mencionar en Caracas: barrio Marín, Ruiz Pineda y Andrés Eloy Blanco. En La Guaira: Plaza La Cruz del barrio Gavilán, Quebrada de Cariaco, El Guamacho, Puente Jesús, Plazoleta El Carmen y Cerro El Colorado en Naiguatá.

Velorios de Cruz. Una de las fiestas más celebrada en las barriadas. En La Guaira existe la Hermandad de La Cruz, que es responsable de coordinar los diferentes velorios que se realizarán en la parroquia; entre los barrios que celebran la fiesta están El Gavilán, Quebrada de Cariaco, Caja de Agua, Puente de Jesús, Llano Adentro, Ballaja, Casco Colonial y Cerro Colorado en Naiguatá. También la encon-tramos en Guarenas, estado Miranda, en el barrio Colinas de Vista Hermosa. En Caracas se realizan velorios en Ruiz Pineda en Caricuao, barrio Marín en San Agustín, El Observatorio, Bloque 20, Andrés Eloy Blanco y barrio Sucre en la parroquia 23 de Enero, Casalta 3, El Cuartel, El MOP y Lomas de Urdaneta en Catia, en Sarría en Candelaria y barrio El Carmen en La Vega.

Corpus Christi. En esta cele-bración el mal se rinde ante el cuerpo de Cristo, la conseguimos en San Millán, barrio urbano de Puerto Cabello, estado Carabobo, y en el 23 de Enero, barrio que se formó con los desalojados de

Turiamo y cuyos pobladores readaptaron su fiesta en la ciudad de Maracay. Es decir, son fiestas de carácter urbano y tradicional.

San Antonio de Padua. En Caracas se realizan tamunangues en honor a San Antonio, en el barrio Boquerón de Catia, el primer sábado de junio, coordi-nados por Dario Navas. También conseguimos esta festividad en el Km 11 de el Junquito, el primer sábado de julio; en el Km 16 se festeja en el mes de septiembre; en diciembre lo celebraban en el 23 de Enero y ahora en la avenida Panteón y con fecha movible en Carapita. Los tamunangueros de Caracas se han organizado en una sociedad, y están en contacto a través de internet: [email protected], donde informan el lugar donde se celebrará la próxima fiesta. Puede escribirles al correo, pero para asistir deberá ir con un/a integrante de la sociedad.

San Juan Bautista. El día 24 de junio se encuentran en la Catedral de La Guaira los diferentes San Juan de los barrios del Casco Colonial. A las 12 del día, al terminar la misa, al ritmo de los repiques de tambores se hallan las imágenes en la puerta de la iglesia y después de saludarse se dirigen cada una a su comunidad, donde son festejadas las fiestas en su honor. En los barrios de Caracas se celebra a San Juan en Marín y recorren la parroquia San Agustín. También en los barrios Andrés Eloy Blanco, Las Brisas, Camino de los Españoles, Catia, El Carmen y en El Guarataro. No es menos famoso el San Juan Bautista de la parroquia La Vega. Para el mes de julio en Lomas de Urdaneta se realiza un Encuentro de San Juan, en la parroquia Sucre.

fIeSTAS MARIANAS

La Virgen María es festejada en diversas advocaciones: Lourdes, Fátima, Del Carmen, Coromoto, La Soledad de María y Del Valle. La fiesta de la Virgen de Lourdes es celebrada entre Caracas y Vargas. Los 11 de febrero a las 6 de la mañana en la Iglesia de La Pastora se congregan devotos/as y se dirigen en peregrinación al estado Vargas por El Camino de los Españoles. En Maiquetía se van incorporando otros/as habitantes de las comunidades de El Rincón, Quenepe y Sorocaima; esta es una ocasión también para el encuentro, conocer el Camino de Los Españoles y otros patrimonios arquitectónicos ubicados en el trayecto; además de compartir con la familia y amigos en las diferentes paradas que se realizan para comer o descansar. El próximo año, animese, coja su morral con agua y alimentos, un buen calzado y haga ejercicio subiendo al Parque Nacional por Caracas y bajando por el estado Vargas.La Virgen del Carmen la encon-tramos en el estado Vargas en Llano Adentro, Plazoleta El Carmen, Casco Colonial de La Guaira y Prolongación Soublette en Catia La Mar. En Caracas, barrio El Carmen y Las Brisas. La Virgen de Coromoto en el barrio Caja de Agua y La Cabrería en La Guaira. La Virgen del Valle tiene especial celebración en el estado Vargas, pues en este terruño se asentaron familias de Nueva Esparta, Sucre y Los Roques. Josefina de Gutiérrez del barrio Bolívar, antes Muchinga, contaba en el año 1999, que en el barrio se le construyó una capilla con la limosna que le colocaban los vecinos cuando pasaban frente a su casa donde estaba ubicada la virgen. Para esa fecha le hacen fiesta con mariachis. A esta virgen le dicen popularmente “la Caminadora” porque visita varias comunidades, incluso llega a Catia La Mar, al barrio Ezequiel Zamora, en Cerro Caído en Maiquetía; además de ser paseada en lancha por los pescadores que salen del muelle de La Guaira.

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San Pedro. El 29 de junio en Sarría, parroquia El Recreo, se realiza la Parranda de San Pedro. Se inicia con un velorio el 28 en casa de la familia Jiménez. A las 6 am la imagen es llevada a la Iglesia Santuario de María Auxiliadora; a las 6 de la tarde celebran la misa y a la salida se realiza el primer encuentro con los San Juan, se inicia el recorrido por las calles del barrio hasta llegar a la esquina de San Pedro donde se efectúa el segundo encuentro frente al altar.

Al finalizar la fiesta comparten chicha, guarapita y el debido sancocho pa’ los parranderos.

Fiestas de Santos o de los Orishas.Los centros urbanos tienen su propia dinámica, y en ellos se encuentran y en algunas oportunidades se integran otras culturas. Así se festejan el 24 de septiembre, el 4 de octubre, el 4 y 17 de diciembre, las fiestas de los orishas: Obatalá, Orula, Changó y Babalú Ayé, en el Pasaje Ocho de San Agustín y en la calle Los Samanes de El Cementerio parroquia Santa Rosalía.

fIeSTAS pOpUlAReS NO TRAdICIONAleSDía de la Madre y Día del Niño. Estas fiestas son de data reciente pero sirven para el encuentro y la cohesión de las comunidades donde se celebran. El segundo domingo del mes de mayo y el segundo domingo del mes de julio se celebran respectivamente las fiestas de la Madre y del Niño. Son producto del esfuerzo de los vecinos quienes recogen fondos a través de tómbolas, rifas y bingos o solicitando ayuda a las instituciones gubernamen-tales y comercios aledaños.

Fiesta de la Pepitona. En Semana Santa, en Cumaná, estado Sucre, se celebra la Feria de la Pepitona, exactamente en el barrio Cruz Salmerón Acosta, conocido como el barrio de la pepitona. En las casas de la comunidad encontrará ventas de gastronomía basada en este producto marino preparado en diferentes formas; también se la venden por sacos, tanto crudas como cocidas. Si va por estos lares, por favor, no deje, de visitar al barrio Las Pepitonas, una comunidad en la que podrá encontrar todavía algunas fachadas y murales intervenidos por el artista plástico Juvenal Ravelo conjuntamente con los pobladores,

Para seguir leyendo…

anzola Josefina y otros. La comunidad del Manicomio. Mimeo. Caracas, Universidad Bolivariana de Venezuela, 2004.

González ordosGoitti, enrique alí. Calendario de manifestaciones culturales caraqueñas. Caracas, Fundarte, Alcaldía de Caracas/Centro de Investigaciones Socioculturales de Venezuela (Ciscuve), Colección Rescate, Serie Caracas toma Caracas, nº 8, 1992.

mauricio, PHelan c. Los censos comunitarios de las barriadas populares de Caracas, dispo-nible en http://200.2.12.143/iies/bases/iies/texto/PHELAN_MR_2008.PDF

quiJano, aníBal. “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina”, en Colonialidad del poder y clasificación social. Buenos Aires, Talleres Gráficas y Servicios, 2000.

Fuentes

• efraín Jiménez, patrimonio cultural de Caracas. Integrante de la agrupación Alegría Sarrieña y sanpedreño.

• oscar oliveros, fotógrafo. Cumaná, estado Sucre.

• José esteBan Pérez. Sociedad de Tamunangueros de Caracas.

en el año 1981. La mayoría de los pobladores del barrio son pescadores, quienes traen los moluscos desde “la otra costa”, es decir, desde la Península de Araya. Eso sí, no vaya a comer mucha pepitona porque se le puede subir el colesterol… entre otras cosas. as

Si bien en todo el país se celebra la Semana Santa con procesiones, de manera especial encontramos a Los Palmeros, del barrio El Pedregal del municipio Chacao en Caracas, quienes suben al parque Waraira Repano a sembrar y cortar las palmas que serán distribuidas entre los fieles en la misa católica del Domingo de Ramos. La otra fiesta es la del Domingo de Resurrección en la cual se quema a Judas Iscariote. Esta tiene un carácter ético-sociocultural y en ella el pueblo quema a un personaje o una medida antipopular, que es representada en un muñeco de trapo. Días antes se recoge entre los transeúntes dinero para sufragar los gastos que ocasiona. En Caracas la conseguimos en los barrios Hornos de Cal, Andrés Eloy Blanco, La Silsa, Las Brisas, El Observatorio, El Manicomio, Los Mecedores, Puerta de Caracas, El Cementerio y Casco Central de Macarao, entre otros.

SeMANA SANTA

Palmeros de Chacao, El Pedregal, 2010. Fotografía: F LO R PE ROzO

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