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EL ALFABETO FONÉTICODE LA REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA

Cuando se fundó la Revista de Filología Española, en elCentro de Estudios Históricos, Madrid, 1914, se advirtió lanecesidad de disponer de un alfabeto fonético, para losartículos que hubieran de requerirlo y para los estudios dedialectología, fonética y geografía lingüística que el Centrohabía emprendido. Por supuesto, no se pensó en la invenciónde un sistema original y nuevo, sino en adoptar el que ofre-ciera mayores ventajas entre los modos de transcripción másconocidos. Sirvió de base de comparación una minuciosatabla de correspondencias entre varios de estos sistemas.

Se tuvo en cuenta ante todo que tal transcripción se habíade aplicar en nuestro caso a la representación fonética de laslenguas de la Península en sus manifestaciones normales,regionales y vulgares, y asimismo a las diversas modalidadesdel español y del portugués en los países de otros continen-tes en que estas lenguas se hablan. El variado carácter foné-tico de este material, constituido en gran parte por delicadasdiferencias articulatorias de los mismos fonemas, hacía indis-pensable una transcripción particularmente flexible y mi-nuciosa. Por aquella fecha estaban aún próximas las instruc-tivas experiencias de Rousselot y Gauchat sobre la movibleimagen de la unidad fonética del habla, entre los habitantesde un pequeño lugar y aun entre los miembros de unamisma familia.

El alfabeto fonético debería ser un instrumento igualmenteapto para el tratadista de lingüística teórica, que de ordinariosólo necesita referirse a los fonemas en su unidad abstracta;para el maestro de idiomas, que se limita a distinguir, juntoa los fonemas básicos, sus variantes más notorias; para elfilólogo, que trata de explicar las transformaciones gradualesde los sonidos, y para el dialectólogo, que aspira a ponersobre el papel, con la mayor precisión posible, la imagensonora de la palabra hablada.

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La empresa de confeccionar tal instrumento había sidoacometida en varias ocasiones, especialmente durante el si-glo xix. Aparte del intento de figuración evocativa realizadopor Bell, en Visible Speech, y de la oscura complejidad tipo-gráfica de Ellis, en Eariy Englisk Dictionary, y de Wulff, enTranscripción de un texto andaluz, los demás ejemplos seclasifican en dos tipos distintos: el que se sirve de caractereslatinos de valor modificable mediante signos diacríticos com-plementarios, y el que emplea caracteres invariables, latinoso de otro origen, con exclusión de los signos diacríticos. Elprimer tipo, iniciado en la diferenciación prosódica de lacantidad, timbre y acento de las vocales, desarrollado en losestudios indoeuropeos, sistematizado por Lepsius, en suStandard alphobet, 1855, y continuado, con modificacionesde detalle, por la filología románica, representaba el usomás general y la tradición más antigua. El segundo tipo, ensa-yado en la dialectología escandinava, reorganizado por laAssociation Phonétique Internationale, 1886, y divulgadopor Paul Passy con Le Maitre Phonétique, y por Wilhem Vie-tor con Die Neneren Sprachen, se había extendido especial-mente en el campo de la enseñanza práctica de lenguasmodernas.

A nuestra vista, el sistema de puntos diacríticos habíaalcanzado últimamente máxima reputación científica alhaber sido empleado en las dos monumentales obras delAtlas linguistique de la France y del Sprach und Sach AtlasItaliens und der Südschweiz. Por otra parte era evidenteque el alfabeto de la APhl se distinguía por su uniformidady sencillez, por haber llegado a través de escuelas e insti-tutos a un público relativamente numeroso, y por constarde caracteres que no requieren fundición especial, sino quepueden encontrarse sin dificultad en cualquier imprenta.Era, pues, necesario que antes de tomar una decisión proce-diéramos a comparar las posibilidades de uno y otro sis-tema mediante experiencias realizadas directamente en nues-tro propio terreno y con arreglo al propósito de nuestrotrabajo.

Punto particular de comparación fue la transcripción del

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sonido de la s3 que en el español peninsular y americanose reparte en zonas distintas bajo variedades de articulaciónapical o predorsal; alveolar, gencival o dental; cóncava, planao convexa; sorda, semisonora o plenamente sonorizada; sibi-lante normal o atenuada o semiaspirada, y con palataliza-ción más o menos desarrollada en lugares del norte de Es-paña y más generalmente en Portugal. El alfabeto de laAPhl, con sus dos únicos e invariables signos de s y z paraios correspondientes fonemas sordo y sonoro, era inadecuadopara dar representación a unas diferencias tan significativasen el cuadro de nuestra geografía lingüistica. En el sistemadiacrítico, las mismas letras s y z, complementadas con ele-mentos auxiliares, ofrecieron los recursos necesarios, comopuede verse en el repertorio de signos fonéticos del AtlasLingüístico de la Península Ibérica.

Otro de los puntos puestos a prueba fue el de la palataly, que en los varios niveles y zonas del español aparececon fricación suave de mayor o menor abertura o estre-chez; con africación o fricación oscilante entre el timbresuave y el rehilante; con más o menos preponderada delelemento oclusivo o del fricativo, y con variable punto dearticulación entre la zona anterior y posterior del paladar.Tampoco en este caso era posible representar tales varie-dades con los simples recursos de j y j ofrecidos por la APhl;se encontró manera de registrarlas dentro del sistema dia-crítico con la serie de signos que en la introducción delALPI se registran y definen.

La insuficiencia del alfabeto monotípico de la APhl sefue haciendo patente a través de estas demostraciones enmuchos otros casos, como, por ejemplo, en su ineptitudpara indicar variedades tan visibles y corrientes en españolcomo las de la / intermedia entre labiodental y bilabial;las articulaciones asibiladas y rehilantes de la rr; las queresultan de la igualación de I y r sin identificarse con nin-guna de éstas; las de las oscilaciones de la africada ch entrelos extremos de la oclusión y la fricación dorsopalatal; lasde los varios grados de ensordecimiento de la g fricativa enla geada gallega, y la de las modificaciones intermedias con

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que la velar / se aproxima a la mera aspiración, en unaszonas sorda y en otras parcial o totalmente sonora.

En cuanto a las vocales, se advirtió asimismo que el cri-terio de base fonémica del alfabeto de la APhl carecía demedios para dar idea visible de las especiales condicionesdel vocalismo en el extenso campo de la pronunciacióndel español. Sabido es que en nuestra lengua las diferenciasde timbre del fonema vocálico, fuera de particulares mani-festaciones de carácter dialectal, no afectan al sentido ideo-lógico de las palabras; pero igualmente exacto es el hechode que esas diferencias, no siempre debidas a meras influen-cias automáticas, desempeñan un activo papel en la carac-terización del habla en su aspecto geográfico, cultural ysocial. En igualdad de posición y aun en el mismo vocablo,la vocal que en unas zonas aparece con timbre medio, enotras se pronuncia como abierta o semiabierta, y en otras,al contrario, como cerrada o semicerrada. El tratamientode la vocal final inacentuada, especialmente ante pausa,varía de región a región, desde el pleno alargamiento sono-ro hasta la brevedad mínima y el ensordecimiento total.La atenuación de las vocales interiores inacentuadas, rasgohistórico y permanente de la lengua, se muestra bajo dis-tintos grados de evolución entre unas zonas y otras. ¿Cómoprescindir de la representación de estos hechos? Tanto enel caso de las consonantes como en el las vocales, la trans-cripción ancha que no reflejara tales pormenores daría unapobre, somera y deficiente imagen de la realidad del habla.

Don Ramón Menéndez Pidal, director del Centro deEstudios Históricos y de la Revista de Filología Española,participó en estas demostraciones, consideró sus resultadosy decidió adoptar el sistema diacrítico para la Revista y paralas demás publicaciones del Centro. Su tacto y experienciasirvieron de guía en la confección de los signos especialesy hasta en la proporción del tipo y cuerpo en que los carac-teres fonéticos se fundieron, para que, al mismo tiempoque se distinguieran con claridad, no desentonaran deltipo comiente en las páginas de la RFE. Razones semejantesdebieron tener en cuenta Gilliéron y Edmund, de una

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parte, y Jaberg y Jud, de otra, al decidirse por el sistemadiacrítico para sus grandes atlas del francés y el italiano.Con análoga compresión y sentido, la conferencia de lin-güistas celebrada en Copenhague, en abril de 1925, a finde llegar a la formación de un alfabeto fonético que sirvieracomo instrumento uniforme e internacional para toda clasede necesidades y exigencias de la transcripción, establecióun sistema ecléctico de caracteres monotípicos y de signosdiacríticos, con la cooperación de miembros tan adictos ala APhl como Otto Jespersen y Daniel Jones. Dando pruebasde clara consideración al valor de la uniformidad metodoló-gica, los institutos de filología de los países hispanoameri-canos han adoptado el mismo alfabeto fonético de la RFE.

En realidad los dos sistemas muestran un predominantefondo común constituido por las letras representativas delos valores básicos de las vocales a e i o u, de las oclusivasp t k b d gf de las fricativas / s, de las líquidas I r> y de lasnasales m n. En el alfabeto de la RFE, con anticipación aleclecticismo de la conferencia de Copenhague, se adopta-ron cuatro signos especiales de la APhl en que se conside-raron ventajas sobre sus oponentes; fueron los que repre-sentan a las fricativas sordas bilabial, interdental y velar,cp 0 /, y a la nasal velar, r\. Las discrepancias más notoriasse reducen, en sustancia, a los signos con que en cada siste-ma se indican las vocales abiertas, las variantes fricativasde b d g, y las palatales ch, y, U, ñ. En la determinación dela forma, valor y disposición de los signos diacríticos, elalfabeto de la RFE tuvo por base el ejemplo de los mencio-nados atlas lingüísticos.

La capacidad de este alfabeto en cuanto a posibilidadesde transcripción se funda en el hecho de que los mismoscaracteres comunes, que en el de la APhl son invariable-mente monotípicos, sirven en el de la RFE, mediante signosdiacríticos, para representar los alófonos a que cada fonemada lugar. En suma, el alfabeto de la RFE abarca todo loque se transcribe con el de la APhl y, además, todo lo quecon éste no se puede transcribir. Su eficacia tuvo ampliaconfirmación en los mapas del ALPI, cuya refinada trans-

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cripción descubre y define nuevas zonas de variantes foné-ticas que enriquecen e ilustran el cuadro de la dialectologíapeninsular.

Dentro de la primitiva finalidad de la APhl de corregirel empirismo, confusión y abandono en que se hallaba lapronunciación en la enseñanza de lenguas extranjeras, seexplica que prescindiera de detalles que para su objeto noeran de especial importancia. No fue su propósito formarun alfabeto que sustituyera al de signos diacríticos en elterreno de la discusión filológica ni de la investigación dia-lectal. Posteriormente ha venido a ocurrir que, entre las per-sonas habituadas a la transcripción de la APhl en los cursosde idiomas, aquéllas que han pasado a realizar estudiosmás particulares del lenguaje y, sobre todo, las que se handedicado a algunas de las ramas de la lingüística modernaen que los fonemas son tratados como meros símbolos se-mánticos, no han sentido la necesidad de una transcripciónmás detallada.

Por lo demás, no es incompatible que en fonología, enlingüística estructural o en la descripción sumaria de lenguasindígenas, se emplee, si se quiere, la transcripción mo-notípica de la APhl, mientras que en dialectología, engeografía lingüística y en fonética analítica, se utilice latranscripción estrecha del sistema diacrítico. Se practicanambos tipos en la revista Orbis, de Lovaina, órgano delCentre International de Dialectologie Genérale, pero prác-ticamente es utilizado el principio diacrítico en la mayorparte de sus colaboraciones. En el estudio de un habla enque se quiera ahondar con determinado rigor, no puedecaber duda respecto al modo de transcripción que convieneaplicar.

T. NAVARRO TOMÁS

Korthampton, Massachusetts.