ARQUIDIÓCESIS de BARRANQUILLA - Sacristía, Ornato y Aseo - Taller Para Sacristanes

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ABRIL—MAYO DE 2012 1 01 El sacristán y sus funciones: Cómo debe ser, que hace, Cualidades, funciones y programa del sacristán. 02 Materia de los sacramentos y objetos litúrgicos. 03 Preparar los libros y las listas de requerimientos para la celebración litúrgica. 04 El espacio celebraƟvo. 05 La asamblea litúrgica. 06 Servidores laicos y comités pastorales. 07 Tiempos litúrgicos 08 Año Litúrgico y Calendario 09 Tiempo Ordinario. Guía homiléƟca 10 Celebraciones en Ɵempo de Cuaresma. Guía homiléƟca

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ABRIL—MAYO DE 2012 1

01  El sacristán y sus funciones: Cómo debe ser, que hace, 

  Cualidades, funciones y programa del sacristán. 

02  Materia de los sacramentos y objetos litúrgicos. 

03  Preparar los libros y las listas de requerimientos para la 

  celebración litúrgica. 

04  El espacio celebra vo. 

05  La asamblea litúrgica. 

06  Servidores laicos y comités pastorales. 

07  Tiempos litúrgicos 

08  Año Litúrgico y Calendario 

09  Tiempo Ordinario. Guía homilé ca 

10  Celebraciones en  empo de Cuaresma. Guía homilé ca

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ABRIL - MAYO DE 2012 1 El Sacristán y sus Funciones

I. ORACIÓN DEL SACRISTÁN

Dios, Padre de todos, tú me has confiado velar por la casa de la comunidad cristiana, que es tu casa.

Tú me has confiado preparar y disponer todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y a celebrar la fe.

Dios Padre, te doy gracias por estar a tu servicio, al servicio de la Iglesia, al servicio de los hermanos y hermanas cristianos.

Y te pido que me ayudes a hacer mi trabajo con fidelidad, con dedicación, con amor, para que todos los que vienen a tu casa puedan sentirse bien acogidos y más cerca de ti.

II. CÓMO DEBE SER EL SACRISTÁN

El Sacristán es un “ministro sagrado”. “También ejercen un ministerio litúrgico: El sacristán, a quien corresponde disponer di-ligentemente los libros litúrgicos, los orna-mentos y las demás cosas que son necesa-rias en la celebración de la Misa”. (IGMR, 105)

El Sacristán es un cristiano con una voca-ción al servicio de la comunidad. El encargado de la sacristía, es un cristiano que, en virtud de su bautismo, presta un servicio a su comunidad cristia-na, a quien se le encarga, en nombre de la comuni-dad y en orden a ella, el ministerio de atender todo lo relacionado con el lugar y los objetos del culto.

Al sacristán, lo primero que se le pide es que sea un hombre de fe. Sólo desde esa cuali-dad podrá desempeñar su verdadero ministerio. Pues no es mero asalariado ni mucho menos un funcionario. Presta un gran servicio a la comunidad directamente. No es un servicio directo al altar, ni una ayuda al presbítero celebrante como en el caso de los acólitos, o quien presta su voz para que la Palabra resuene en la celebración como el procla-mador.

Es quien posibilita un lugar limpio y digno, para dig-nificar lo que en él se celebra, quien ambienta y prepara el lugar obligando a los sentidos de los fie-les a despertar a la fiesta que se celebra, es quien embellece un ambiente para que sea un vehículo de la belleza de Quien viene a nuestro encuentro. Pero a la vez, intuye, descubre y desarrolla su pro-pia y peculiar “espiritualidad”.

La misma dignidad con la que prepara el lugar pa-ra que la comunidad se encuentre con el Señor es la que caracteriza su vida. La misma delicadeza con la que cuida y limpia los vasos sagrados, es la que adorna su relación con los demás. La misma fe con la que se esmera en que todo brille es la que brilla en su vida en relación a Dios. Siendo lo sagra-do algo perteneciente y reservado a Dios, debe tra-tarse dignamente, sabiendo que “no somos sino siervos inútiles” (Lucas 17, 10), meros administra-dores. Como tratamos sus cosas, así tratamos a Dios, disponiendo convenientemente, con orden y prontitud, lo que se le encomienda para gloria de Dios.

El sacristán es un signo de Cristo que vino a servir. Casi podríamos decir que el oficio del sa-cristán está instituido por el mismo Cristo. Antes de la cena pascual, envió a algunos de sus discípulos a preparar la sala (Mc 14, 12-16): El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el corde-ro pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos: ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua? Él envió a dos discípulos

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diciéndoles: Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguid-lo, y en la casa en que entre, decidle al due-ño: “El maestro pregunta: ¿Dónde está la ha-bitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Os enseñará una sala gran-de en el piso de arriba, arreglada con diva-nes. Preparadnos allí la cena. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontra-ron lo que les había dicho y prepararon la ce-na de Pascua. En esa cena, el mismo Cristo se pondrá a servir, haciendo el oficio más in-digno: lavar los píes. Y con este gesto de ser-vicio a los discípulos, también los que habían preparado la cena descubrieron a Cristo, que no “vino a ser servido sino a servir” (Marcos 10,45), y de la Iglesia que es servidora. Así pues, no se trata de una concesión, de un premio o un estímulo, o que halló simplemente un trabajo; sino que el sacristán es un laico comprometido que des-cubrió en él un don del Espíritu Santo para dar un servicio real a la comunidad. Eso supone cobrar mayor conciencia de su misión y mayor capacita-ción para un mejor servicio. No solamente celebra su fe, sino también ayuda a otros a celebrar lo me-jor posible, disponiéndolo todo. La disposición mis-ma de las cosas y de los espacios llega a ser un “signo sacramental” de lo que celebra y de la comu-nidad.

III. QUÉ HACE EL SACRISTÁN

Ejercita un ministerio de apostolado con los de-más, ayudándolos a celebrar mejor y a que se sien-tan como en su casa.

Presta a la comunidad un servicio permanente y oficial que responde a una necesidad; y no solo prestaciones ocasionales, supletorias, nacidas de su iniciativa.

Es un testigo. Porque es un signo visible ya que, en muchas ocasiones, es quien media entre los fie-les y el sacerdote.

Recibe a quien encarga alguna misa, normal-mente de difuntos, y con sus palabras y gestos visi-biliza a una Iglesia madre, acogedora, capaz de dirigir una palabra de esperanza y de consuelo.

Un sacristán debe ser acogedor, con buenas palabras, con gestos de ánimo y de esperanza para quienes se acercan tristes y desesperanzados, pa-ciente con los que se acercan a preparar una boda o un bautizo.

Es amable con los profesionales que en momen-tos puntuales (bodas, bautizos, etc.) se acercan a la Iglesia a dejar las flores o a hacer las fotos. Debe

ser un claro ejemplo de una Iglesia cercana y aco-gedora, amable y dialogante. Para muchos de es-tos profesionales y para algunos de estos fieles, será el contacto más directo con alguien que “representa” a la Iglesia.

El sacristán debe disponer con toda diligencia los libros para la proclamación de la Palabra de Dios y para las oraciones que hay que decir,

También de las vestiduras y todas las demás cosas necesarias para la celebración.

Debe vigilar los toques de las campanas para las sagradas celebraciones.

Cuidar que se guarde silencio y modestia en la sacristía.

Los objetos litúrgicos, entrados en años, deben ser cuidados y conservados en condiciones ópti-mas.

Lo nuevo que se deba adquirir, que sea elegido según los preceptos de dignidad, solemnidad y de-coro, dejando de lado el puro afán de novedad.

Por lo que toca al ornato del lugar de las celebra-ciones sagradas hay que cuidar ante todo que haya una perfecta limpieza del piso, paredes y todas las imágenes y demás objetos que se usan o se expo-nen. Evítense los extremos de suntuosidad o taca-ñería en el ornato; por el contrario síganse las leyes de una noble sencillez, urbanidad y el verdadero arte.

En las cosas que se van a usar y en el modo de disponerlas síganse el ingenio popular y la tradición local, “con tal que contribuyan a la debida reve-rencia y al debido honor de los edificios y ritos sagrados” (SC 123).

El ornato de la Iglesia sea de tal modo que expre-se el amor y la reverencia a Dios, y al pueblo de Dios le sugiera el sentido propio de las fiestas y la alegría y piedad del corazón” (Ceremonial de obis-pos 37-38). El templo es casa de la comunidad, y también signo de Cristo y de la Iglesia, y de noso-tros mismos.

La Iglesia es signo del cristiano, que es templo de Dios en Cristo. Así pues, sirviendo a la Iglesia, el sacristán significa la dignidad de cada cristiano y en la comunidad, pues ellos son el verdadero templo donde se adora “en espíritu y en verdad” (Juan 4,24)

Así se pedirá al sacristán que:

1. Abra y cierre oportunamente las puertas de la Iglesia.

2. Mantenga en orden, con limpieza y en buen estado, los locales de la Iglesia y de la sacristía, y los objetos de culto: vestidos, libros, utensilios;

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3. Prepare en su aspecto material las celebracio-nes: Que ponga a punto los libros que van a hacer falta, los vestidos de los ministros según el color del día, las luces, el pan, y el vino para la misa, la me-gafonía;

4. Que vaya tocando las campanas con sus diver-sas llamadas;

5. Que ponga, si es el caso, música ambiental al principio o final de la celebración;

6. Que organice la colecta, de modo que sea rápi-da y termine antes del prefacio;

7. Que se ocupe de los monaguillos, que los vaya formando de modo que “funcionen” bien en la cele-bración;

8. Tenga preparado el incensario, bien encendi-dos los carbones, si se va a utilizar.

9. Que sepa “improvisar” no haciendo un drama cuando surge un cambio de última hora que obliga a cambiar todo lo preparado.

10. Con seguridad surgen otras cosas más. Pero dependiendo de los equipos de liturgia o del comité que pueda haber y su aporte (Agentes Extraordina-rios de la comunión, Acomodadores o Ujieres, Pro-clamadores, Acólitos, Cantores) sus competencias irán aumentando.

IV. CUALIDADES DEL BUEN SACRISTÁN

Cualidades humanas. En un sacristán son más importantes por su carácter de servidor de la comunidad y su cercanía a la celebración:

Madurez, sentido de responsabilidad, espíritu de limpieza, orden y diligencia;

Capacidad de trato amable y relaciones huma-nas, porque tiene que trabajar en equipo con los sacerdotes y con los seis grupos de animadores de la celebración litúrgica como son los acólitos y mo-naguillos, los ministros extraordinarios de la comu-nión, los proclamadores de la palabra, los cantores y músicos, los ujieres, y los otros encargados de la celebración; no se siente en ningún momento “dueño” sino “servidor”.

Paciencia con todos: con los monaguillos, con las personas que vienen a encargar o a preguntar, con los sacerdotes que no siempre dejan las cosas como él quisiera: un sacristán necesita mucho amor y mucho humor.

Conocimientos técnicos. Con un poco de esfuerzo y algo de capacitación debe:

Aprender a manejar bien los aparatos de ilumina-ción y sonido.

Tener buen gusto para el arreglo del presbiterio y de altares, adornos, flores, imágenes.

Conocer bien los nombres de objetos sagrados y lugares, y su uso.

Formación litúrgica. Es preciso que el sa-cristán tenga sensibilidad litúrgica y espiritual.

No basta que sepa ejecutar bien las cosas, sino que sepa por qué se hacen las cosas, con qué es-píritu, sus características, sus variaciones, para ser creativo en su trabajo.

Debe conocer lo que es una celebración litúrgi-ca, sus principales momentos, su alma.

Sabe del sentido litúrgico de los tiempos y las fiestas y no se le escapan detalles importantes pa-ra su vivencia, como el que haya o no flores en el altar y la iglesia.

Así sabe qué libros se ocupan, qué libros faltan, donde se hallan los textos, para irlos ofreciendo a los sacerdotes (así los va educando, pues a veces ellos no tienen tiempo de preparar).

Calidad laical. El sacristán tiene conciencia de ser un laico cualificado, y por ello:

Busca vivir en medio de la comunidad, compar-tiendo su vida, teniendo su aceptación, con una vida personal y familiar honrada, normal y equili-brada. Muchas personas alejadas que llegan a ce-remonias especiales se llevarán de la iglesia la imagen que les deje el sacristán.

Por ello, de la misma forma que se organizan grupos en los que se vive la fe, en los que se ora, en los que se profundiza, también es muy conve-niente, a nivel de la arquidiócesis, asistir a las reuniones periódicas que la comisión de liturgia hace con los sacristanes, de manera que les ayude a vivir mejor su ministerio eclesial.

También es muy importante que donde no ocu-rra, el sacristán forme parte del equipo de liturgia. Así, no solo será más fácil la coordinación, sino que también se verá arropado por un grupo parro-quial que, acompañado, vive, expresa y forma su fe.

V. FUNCIONES DEL SACRISTÁN

El sacristán sabe los horarios y da las campana-das a tiempo: la primera, media hora antes, la se-gunda, un cuarto de hora; y la última, a la hora de empezar.

Procura que estén todas las cosas necesarias acomodadas en su sitio conveniente, sacudidas y limpias, y listas para usarse, en cantidad suficiente.

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Si falta algo, lo consigue, o avisa a tiempo para que se prevea. Sobre todo tiene aseado el presbi-terio y presentable el altar y el ambón.

Se encarga del ambiente agradable: música am-biental, adorno, aseo, luz ventilación, temperatura y sonido.

Ve en el ordo las características del día (Categoría de fiesta, color, tiempo, elementos). Consulta las tablas de precedencias, conoce calen-dario y la tabla de ocurrencias y tablas movibles.

Avisa cuando hay nuevas vestiduras, u objetos, para la bendición.

Hace genuflexión hasta tocar con la rodilla el suelo al pasar frente al Santísimo; hace reverencia profunda al altar.

Procura que haya una lámpara encendida ante el Santísimo y conopeo (Puede ser del color del tiempo). Cerca del Sagrario debe haber un vasito con agua para purificarse los dedos y un purifica-dor (el agua se vacía a la piscina o a una maceta).

VI. PROGRAMA DEL SACRISTÁN

1. Programar y supervisar el calendario. Sólo puede haber un calendario con reglas defini-das que especifiquen quien puede añadir un nuevo acontecimiento.

El punto de partida son las fiestas locales, las cua-les hay que añadirlas en primer lugar al calendario para que no interfieran con ellas otros aconteci-mientos. Conviene seleccionar conmemoraciones opcionales y establecer algunas restricciones con suficiente anticipación (por ejemplo, normas claras para que no se programen bodas durante el Triduo Pascual). A lo largo del año hay que tener muy cla-ros los procedimientos a seguir para celebrar fune-rales y otros acontecimientos imprevistos, y estos deben ser respetados por todos los interesados.

2. Preparar los ciclos litúrgicos. Planificar encuentros de revisión de los textos litúrgicos y sus diferentes opciones, repasando los archivos de los años anteriores y anotando las cuestiones relacio-nadas con la sacristía. En estas reuniones los sa-cristanes tomarán nota de los objetos que conviene pedir prestados o comprar. Después de las reunio-nes, prepararán listas de las cosas que va a nece-sitar la parroquia para seguir el ritual conveniente. Prepararán todos los objetos necesarios para las celebraciones.

3. Establecer procedimientos de actua-ción. En colaboración con la comisión de liturgia y su delegado tendrá que negociar una tabla de res-ponsabilidades para que la sacristía funcione diaria y semanalmente.

VII. ASESORA, ASISTE Y AYUDA AL DELE-GADO DE LITURGIA DE LA PARRO-QUIA EN LA COORDINACIÓN DE LAS RESPONSABILIDADES DE LOS ANI-MADORES Y SERVIDORES LITÚRGI-COS

1. Ocuparse del mantenimiento del conjun-to de la Iglesia. Preparará una lista de voluntarios que se apunten a la tarea del mantenimiento y lim-pieza regulares, negociando las responsabilidades de un guardián con relación a otros ministros.

2. Preparar los materiales litúrgicos. El lec-cionario, el misal y otros libros rituales tienen que estar preparados (con los textos seleccionados de-bidamente señalados). Los textos escogidos, como las peticiones, tienen que estar a mano.

Los ornamentos, vasos y otros materiales tienen que estar cuidados y limpios, o remplazarse si es necesario, y estar preparados para cada uno de los ritos.

3. Conservar las imágenes y objetos deco-rativos. Las imágenes permanentes o temporales necesitan mantenimiento y limpieza.

Los sacristanes o un grupo de voluntarios tienen que organizarse para cuidar las flores u otros deco-rados ocasionales.

Cuando se traigan las flores a la iglesia, al-guien tiene que hacerse responsable de regarlas y colocarlas en su sitio.

4. Estar al tanto de las existencias. Los sacristanes se encargan de reponer materiales tales como el vino, el pan, las velas o el carbón.

Comprar las palmas y el cirio pascual.

De vez en cuando hacen inventario de las po-sesiones de la iglesia: revisión de las pólizas de seguros, la tasación de objetos antiguos y el es-tablecimiento de prioridades para adquirir cosas nuevas o remplazar otras.

5. Atender a las liturgias solemnes. To-dos los interesados tienen que saber quién va a asistir en cada una de las celebraciones litúrgicas para asegurar el ritmo adecuado de trabajo. Las responsabilidades incluyen:

Abrir y cerrar los lugares que se van a usar, preparar los objetos.

Dar la bienvenida a los otros servidores.

Participar en algunos momentos del rito (tocar las campanas o mantener encendido el incensa-rio en varios momentos de la misa) y volver a guardar cada cosa en su lugar al acabar la litur-gia.

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 1. Pág. 1 de 1

Indicaciones:

Antes de empezar le sugerimos leer el documento llamado “Información general para todos los equipos” - el cual hace parte de todo el material entregado, a los Delegados de Liturgia, en este primer número -, donde se explica el nuevo esquema formativo que empezaremos a partir de este mo-mento; y que abarcará los próximos dos años. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo correspon-diente por parte del equipo de Sacristía, Ornato y Aseo de cada Célula Pastoral y/o Parroquia.

Se recomienda que el equipo de Sacristía esté conformado por al menos cuatro personas, a saber: (1) Sa-cristán, quien lidera el equipo y se acompaña de unos colaboradores: (2) Responsable del aseo de las vestiduras litúrgicas, manteles, corporales, purificadores, (3) Responsable de la limpieza de los vasos sa-grados, incensario, cruz procesional, etc. (4) Responsable de Ornato: limpieza del templo y decoración.

Es importante recordar que, además del estudio del instructivo especifico para este equipo, también deben estudiar el Instructivo Formativo General, el cual está dirigido a TODOS los equipos de animación litúrgica de las Células Pastorales y/o Parroquias, el cual viene acompañado a su vez del taller respectivo.

Taller:

1. ¿Qué le ha confiado Dios al sacristán?

2. Según la IGMR (Instrucción u Ordenación General del Misal Romano): ¿Qué le corresponde disponer diligentemente al sacristán?

3. Así se pedirá al Sacristán ¿que haga qué cosas?

4. ¿Cuál formación litúrgica debe tener como cualidad un buen sacristán?

5. ¿Qué ve en el ordo y qué tablas consulta?

6. ¿Cuáles procedimientos de actuación establece?

7. ¿De cuáles existencias debe estar al tanto?

8. Al ayudar al grupo de servidores de liturgia parroquiales, ¿Qué responsabilidades incluye?

Mayores informes escríbenos a:

[email protected] / [email protected]

1 ABRIL—MAYO DE 2012

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JUNIO - JULIO DE 2012 2 El Sacristán y sus Funciones

I. ORACIÓN DEL SACRISTÁN

Dios, Padre de todos, tú me has confiado velar por la casa de la comunidad cristiana, que es tu casa.

Tú me has confiado preparar y disponer todo lo necesario para que la comunidad cristiana pueda reunirse a rezar y a celebrar la fe.

Dios Padre, te doy gracias por estar a tu servicio, al servicio de la Iglesia, al servicio de los hermanos y hermanas cristianos.

Y te pido que me ayudes a hacer mi trabajo con fidelidad, con dedicación, con amor, para que todos los que vienen a tu casa puedan sentirse bien acogidos y más cerca de ti.

II. MATERIA DE LOS SACRAMENTOS

A) El Pan: Las hostias se hacen con harina de trigo integral, sin levadura, amasadas con agua pura, sin colorantes, ni azúcar, sal, manteca, miel, etc. Son redondas como signo de unidad y perfec-ción.

Se confeccionan en oración; igualmente cuando deben recortarse para adaptarse al viril de la custo-dia. Es la materia para la Eucaristía. De ordinario se les graba algún símbolo eucarístico. Se reco-mienda que la hostia de quien preside sea grande. Deben usarse las recientemente hechas, para evi-tar corrupción o endurecimiento (un promedio de 20 días o al máximo un mes), No conviene dar a los niños, que aún no comulgan, hostias después de Misa a modo de premio o dulce para contentarlos.

Resumen: El pan es la materia de la celebra-ción Eucarística. Deben usarse hostias frescas. Co-locar las hostias enteras, procurando que no vayan partículas para evitar que éstas se caigan después de consagradas.

B) El Vino: El vino debe ser puro de uva naturalmente fermentada, no mosto.

- Algunos prefieren el vino blanco como signo de pureza y porque es más fácil de limpiar; otros pre-fieren el vino tinto por el color de la sangre porque expresa mejor la Sangre de Cristo y porque se

puede distinguir mejor del agua al servirlo.

- El vino que se emplea debe contar con la autorización eclesiástica para su uso

en la Eucaristía, en nuestro caso particular la aprobación viene por parte de la Conferencia Episcopal de Colombia.

- Que el alcohol natural no pase del 8%.

- Se conserva en un lugar fresco y seguro.

- Si está avinagrado, ya no se use.

- El que sobra en las vinajeras ya no se regrese a la botella o garrafa.

Resumen: El vino debe ser de uva, natural-mente fermentado, no mosto y contar con la debida aprobación eclesiástica.

C) El Agua: Consérvese agua natural y po-table. Que no sea producto de destilación; aunque alcalina, acídula o gaseosa. Hoy se facilita con el agua embotellada. Resumen: Debe ser natural y potable.

D) El Incienso: El incienso significa ora-ción, sacrificio y reverencia.

- De preferencia que sea incienso puro, de aroma suave y con poco aditivo (mirra, bálsamo, cáscara

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de naranja, canela).

- Se puede usar en todas las Misas (entrada, Evan-gelio, ofrendas, Consagración).

- Obliga en la exposición eucarística solemne, en la dedicación de iglesias, y en la despedida del cadá-ver en las exequias.

- Conviene en las procesiones litúrgicas, así como en las Laudes y Vísperas solemnes.

- De costumbre se use carbón natural; sólo excep-cionalmente se usan las pastillas de carbón.

Resumen: Debe ser puro, de aroma suave.

E) Los Santos Óleos: En el Presbiterio hay un lugar propio, así como la Sagrario, para guardarlos. No se les enciende lámpara adelante, pues no es presencia eucarística. Las crismeras ministeriales para uso de los sacerdotes convienen que tengan suficiente óleo, del año, con algodón, y estén en lugar seguro.

- Los óleos se renuevan cada año en la Misa Cris-mal.

Por consiguiente, los óleos del año anterior se que-man o se colocan en lámparas de la iglesia. Las ánforas se hierven y limpian con limón o alcohol.

- El algodón se quema y las cenizas se entierran en jardines. No se vacían en la alcantarilla.

Resumen: Debe usarse óleo del año.

III. OBJETOS LITÚRGICOS:

A) Las Velas: La luz en el altar es símbolo de la luz divina, de la presencia de los ángeles, y de la fiesta por la obra salvadora de Cristo.

- Las velas deben ser de cera. No artificiales, ni de parafina, ni veladoras. Menos aún eléctricas o de gas.

- Otras materias servirán para iluminar la iglesia, pero no para ser signos en el altar. La Iglesia quiere excluir toda inmundicia de sus "celebraciones, y por eso usa los dos combustibles más puros: para las velas, la cera de abeja virgen; y para la lámpara del Santísimo, el aceite de oliva.

- Conviene acomodarlas cerca del altar, en forma simétrica, aunque depende de la forma y estructura del lugar.

- Se les pone capitel, de la medida de la vela, para evitar que la cera caiga y manche. Cuando hay co-rriente de aire, pueden ponerse protectores de cris-tal transparente (bombillas). Se limpian regularmen-te.

- Por lo general se usan:

Dos velas en los días ordinarios de feria y las memorias;

Cuatro en las fiestas y domingos ordinarios;

Seis en las solemnidades, los Domingos de tiem-pos fuertes y en otras celebraciones importantes;

Siete en la Misa del obispo.

- Para la Vigilia Pascual y las peregrinaciones se requieren velas en abundancia.

- Las velas se encienden con una candela; es más digno que los cerillos o el encendedor. Se sujeta a una varilla curvada ligeramente en su extremo, para encender las velas altas y el Cirio Pascual.

- Para encender las velas se hace reverencia al altar, o genuflexión si al centro está el Santísimo, y comienza a encenderlas, primero al lado derecho y luego al izquierdo, sin estirarse sobre el altar ni so-bre las velas ya encendidas, del interior hacia el exterior.

- Para apagarlas, empieza por el lado izquierdo, y del exterior hacia el interior. Cuando las velas son altas, debe procurarse tener una campanilla hueca, que puede estar fijo a un mástil curvado en el extre-mo, para apagar las velas. No se trata de oprimir, sino sólo de sofocar la flama.

Debe comprobar que no se ha dejado encendido el Cirio Pascual.

Los Candelabros pueden ser de plata, cobre, bronce, latón, madera u otra materia decen-te; pero que no sean de mejor calidad que los va-sos sagrados.

- Su colocación depende de la estructura del pres-biterio.

- Formen un todo armónico, eviten mezcla de esti-los, sino busquen afinidad con el altar. Que no obs-taculicen la visibilidad del altar.

- Conviene limpiar los candeleros de la cera que desechan y cae, y procurar que tengan la mecha chica.

- Los candelabros se limpian en agua caliente para quitar la cera y luego se pulen.

- Conviene que estén limpios al meterse a la bode-ga; así al sacarlos basta con sacudirlos. Debe ha-ber cera de reserva para imprevistos y para repues-to normal.

Resumen: Las velas deben ser de cera.

B) El Cáliz: Damos el nombre de Cáliz a la copa destinada, en la celebración de la Eucaristía, a contener el vino (mezclado con un poco de agua) que será transformado en la sangre de Cristo y que se usará, en el momento de la distribución de la

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Eucaristía, para que los fieles puedan comulgar con la especie del vino. Cuando hablamos del cáliz nos referimos sólo a esta copa, a este vaso y a nada más.

El cáliz es, probablemente, el objeto más antiguo. Todos los relatos de la institución de la Eucaristía nos dicen que Jesús, en la última cena, la víspera de su pasión, “tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, y lo pasó a sus discípulos diciendo: Bebed todos; porque esta es mi sangre, sangre de la alian-za, derramada por todos los hombres para el per-dón de los pecados” (cf. Mt 26, 26-30; Mc 14, 22-26; Lc 22, 15-20 y 1C 11, 23-25).

A lo largo de la historia, esta copa llamada “cáliz” (derivado del latín”calix”) ha tenido diferentes formas. A parecer de los eruditos, el cáliz era de cristal y su decoración consistía en presentar pinta-da o dorada su base. Según dicen, era de cristal para no excitar la codicia de los gentiles. También se sabe que, en los primeros siglos, se usaban cáli-ces de madera, pero este elemento dejó de utilizar-se pronto a causa de la porosidad que con frecuen-cia presenta la madera. En tiempos de san Agustín ya se fabricaban cálices de metales preciosos, lo que después será normativo, salvo en tiempo de persecución o miseria.

Muchos de los cálices antiguos descansan sobre una base más o menos decorada y disponen de dos asas situadas cerca de la parte superior de la copa. Desde los siglos IX a XI, la copa de los cáli-ces es semiesférica o cónica. A principios del siglo XIII la copa se hace más alta, con el pie lobulado y con ornamentación variada. El renacimiento cambió mucho la forma del cáliz, acampanando la copa (como si fuera el cáliz de una flor) sostenida por un esbelto tallo que nace de una base muy ancha. En la actualidad, en general, se han retomado las for-mas más simples, tanto para la copa como para el pie, decorado, frecuentemente, con algún motivo de carácter eucarístico.

Hasta el siglo XIII, existían los llamados cálices mi-nisteriales. Eran cálices más o menos grandes des-tinados a la comunión de los fieles con la especie del vino.

Las normas actuales: No especifican nada actualmente, en lo que respecta a la forma del cáliz, sino que se dice que “corresponde al artista crearlos, se-gún el modelo que mejor corresponda a las costumbres de cada región”. Tan sólo se concreta que la forma sea adecuada para el uso litúrgico a que se destina el cáliz, de manera que se distinga de las copas para usos corrientes. En lo tocante al ma-terial, se dice que los cálices estén

hechos de material noble y que si se fabrican de un material oxidable, o de un oro poco noble, se debe-rá dorar la parte interior. Bajo ciertas condiciones también se admite el uso de otros materiales sóli-dos y nobles, tales como el ébano u otras maderas duras, mientras sean adecuadas al uso sagrado. En todo caso, se deberán escoger materiales que no se rompan fácilmente ni se deterioren.

C) El Copón: Es el vaso destinado a la re-serva de la Eucaristía. El origen del copón tiene una explicación muy sencilla: pronto se experimen-tó la necesidad de reservar el Santísimo Sacra-mento para poder llevar la comunión a los enfer-mos o a los prisioneros; por ello se hizo convenien-te disponer de vasos sagrados donde guardar la Eucaristía con toda dignidad.

Actualmente, el copón suele tener la forma de una copa, pero a diferencia del cáliz va acompañado de una cubierta cóncava que acostumbra a estar coro-nada por una pequeña cruz.

La palabra copón proviene del vocablo latino cuppa, que significa copa.

En ciertas épocas los copones se llamaron “torres” (del latín turres), ya que eran vasos cilíndri-cos o cuadrados, dispuestos sobre un pie que los elevaba a manera de torres, también recibieron el nombre de “cimborrios” del latín cibum (alimento), ya que en este vaso se guarda el alimento del pan eucarístico, otro nombre que aún se usa es el de pixis o píxide derivado de una palabra griega que significa cajita por los pequeños cofrecillos para guardar joyas. Actualmente se da este nombre a los pequeños receptáculos que pueden contener una poca cantidad de formas consagradas y que facilitan el traslado de la Eucaristía, sobre todo cuando se lleva a los enfermos.

Las normas referentes al material o forma son las mismas que se indicaron para los cálices.

D) La Patena: La patena es un plato, cuya concavidad es mínima, destinado a contener el pan de la Eucaristía.

Presenta una cierta unidad con el cáliz y por eso, en cuanto a la materia que ha sido hecha la pate-na, se ha asemejado, a lo largo de la historia, a la que se ha usado para el cáliz.

En la actualidad es habitual usar una patena de mayores dimensiones, que con frecuencia toma la forma de plato o de cesta, para que se pueda consagrar, no sólo el pan para el sa-cerdote y el diácono, sino también el destinado a los demás ministros y a los fieles, sobre todo si tenemos en cuenta que lo más aconsejable es

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que todos comulguen con las formas consagradas en la celebración de la que se participa.

Las normas que deben tenerse presentes en la actualidad, en lo tocante a la forma o al material con que se hacen las patenas, son las mismas que se han citado en relación con el cáliz.

E) El Corporal: El corporal es un lienzo de ropa blanca, habitualmente cuadrada, que se extiende sobre los manteles del altar en el momen-to de preparar las ofrendas eucarísticas. Sobre el corporal se colocan la patena con el pan y el cáliz con el vino preparados para el sacrificio de la Eu-caristía. Este lienzo recibe el nombre de corporal porque, en determinadas épocas se colocaba di-rectamente, encima de él, el pan eucarístico, el Cuerpo del Señor.

También se pone debajo de la custodia durante la exposición del Santísimo.

Antiguamente el corporal era lo suficientemente largo para que con él se cubriera también el cáliz, a fin de que no cayesen en él polvo o motas o (en algunas épocas del año) mosquitos.

F) La Hijuela: Fina pieza de tela, de forma redonda que se usa para que la forma ya colocada en la patena, desde el inicio de la misa hasta antes de la presentación de las ofrendas, no reciba nin-gún roce. Esta pieza se utiliza muy poco actual-mente.

G) La Palia: Pequeña pieza de tela, de for-ma cuadrada, y usualmente reforzada con almidón o un cartón o madera, para cubrir la boca del cáliz, evitando así que entre cuerpos extraños en él.

En algunas regiones los nombres de hijuela y palia se presentaban intercambiados entre sí.

H) El Manutergio: Paño o toalla que em-plea el sacerdote para secarse las manos.

I) Las Vinajeras: Recipientes que contie-nen el agua y el vino para la celebración.

J) El Platillo y la jarra para el lava-bo: Utensilio para lavarse las manos a quien presi-de la celebración.

K) El Purificador: Paño con el cual se seca el cáliz o se recogen las partículas de otros vasos sagrados.

IV. UTENSILIOS QUE SE COLOCAN SOBRE LA CREDENCIA

Cáliz

Patena

Platillo y jarra para el lavabo

Purificador

Corporal

Palia

Manutergio

Campana

Cofre con la llave del Sagrario (recomen-dado)

V. UTENSILIOS SOBRE LA MESA DE LAS OFRENDAS

En caso de que la celebración tenga programada la procesión con las ofrendas, se ubicará una mesa, con los elementos necesarios, en el punto donde partirá la procesión.

Si por el contrario, la celebración no va a contar con dicha procesión, estos elementos hacen parte de la Credencia.

Patena o Copón grande con hostias suficien-tes para los fieles.

Vinajeras del agua y el vino.

Bandejas que sean necesarias.

VI. COMPROMISOS

Practicaré y conoceré los elementos de este ins-tructivo, me familiarizaré con ellos y sabré donde guardarlos y cómo cuidarlos.

VII. ORACIÓN FINAL

Oh Dios de infinita misericordia, acompáñame a prestar un servicio diligente y oportuno,

Para que las celebraciones, en las que sea invitado a participar, sean agradables a ti y produzcan en mis hermanos, de la asamblea, un verdadero en-cuentro con Jesús. Amén.

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 2. Pág. 1 de 1

Antes de empezar les sugerimos leer el documento (si aún no lo han hecho) llamado “Información ge-neral para todos los equipos” – el cual hizo parte del material entregado, a los Delegados de Li-turgia, en el primer número –. Previo al diligenciamiento del presente taller se requiere el estudio del Instructivo Formativo correspon-diente por parte del equipo de Sacristía, Ornato y Aseo de cada Célula Pastoral y/o Parroquia. Es impor-tante recordar que, además del estudio del instructivo especifico para este equipo, también deben estudiar el Instructivo Formativo General, el cual está dirigido a TODOS los equipos de animación litúrgica de las Células Pastorales y/o Parroquias, y que viene acompañado, a su vez, del taller respectivo.

El equipo que desee recibir la certificación (al finalizar las 10 entregas) debe enviar a la Comisión Arqui-diocesana de Liturgia (vía correo electrónico) las respuestas de cada taller, en el mes correspondiente, a través del Delegado de Liturgia de la Célula y/o Parroquia. Las respuestas del Taller General, que será enviado a la Comisión, deben ser elaboradas por el Comité de Liturgia Parroquial, conformado por el Dele-gado(a) de Liturgia, el secretario(a) o suplente, y cada uno de los coordinadores de los diversos equipos de servicio litúrgico (AEC, Cantores, Monaguillos, Proclamadores, Ujieres y Sacristía, Ornato y Aseo).

Taller: 1. Con ayuda del coordinador del equipo de sacristía, ornato y aseo,

identifiquen en la gráfica cada uno de los elementos de acuerdo a su número y expliquen su función o uso (están numerados del 1 al 6).

2. ¿Qué elemento fundamental no aparece en la gráfica? (Pista: iría en-tre el número 4 y el 5).

3. ¿En qué ubicación va el corporal cuando está debidamente doblado?

4. ¿Qué elementos deben estar en la credencia?

5. ¿Qué funciones cumplen el manutergio, la jarra y el platillo para el la-vabo? ¿Los emplean habitualmente en las celebraciones de su comu-nidad?

6. Enumere la cantidad de velas a usar de acuerdo a las circunstancias (cuando se usan 2, 4, etc.)

7. Reflexionen sobre la relación entre incienso y oración. Expliquen brevemente.

8. ¿Quién es, por excelencia, la persona facultada para realizar la purificación de los vasos sagrados una vez distribuida la comunión?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.

Contáctennos a través de nuestros correos electrónicos: [email protected] / [email protected]

2 JUNIO - JULIO DE 2012

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 3. Pág. 1   de   4 

AGOSTO - SEPTIEMBRE DE 2012 3 PREPARAR LOS LIBROS Y HACER LAS LISTAS DE PREPARACIÓN DE LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

I. LOS LIBROS LITÚRGICOS

Desde los primeros siglos, fueron transcritos y reco-gidos los distintos textos de las liturgias cristianas. Los libros que utilizamos en la liturgia, fueron edita-dos primero en el Vaticano para la Iglesia Univer-sal. Después, las conferencias episcopales de cada lengua y de cada nación se encargaron de su tra-ducción y adaptación. Los textos de la Escritura están tomados de una de las traducciones aproba-das para el uso litúrgico.

Si verdaderamente hemos contemplado el rostro de Cristo, nuestra programación pastoral se inspirará en el “mandamiento nuevo” que Él nos dio: “Que, como los he amado, así se amen también uste-des los unos a los otros” (Jn 13, 34)

1.1 Libros oficiales OGMR ó IGMR: El Misal Romano tiene un índi-ce que se edita como un libro y se llama OGMR (Ordenación General del Misal Romano) ó IGMR (Instrucción General del Misal Romano). Contiene las instrucciones que el Servidor debe conocer en primer lugar, por lo cual es muy importante que lo lea y lo utilice permanentemente como manual de consulta.

Este documento precede a los textos litúrgicos de la edición típica del Misal Romano, del cual se ex-trae:

22. “Es de suma importancia la celebración de la Eucaristía en la Iglesia particular.

Porque el obispo diocesano es el primer dispensa-dor de los misterios de Dios en la Iglesia particular a él encomendada, es el moderador, el promotor y el custodio de toda la vida litúrgica. El misterio de la Iglesia se manifiesta en las celebraciones que se realizan presididas por él mismo, pero principal-

mente en la celebración eucarística, que él preside, celebrada con la participación del presbiterio, de los diáconos y del pueblo. Por lo cual, estas celebracio-nes de la Eucaristía deben ser modelo para toda la diócesis.

El obispo, pues, debe empeñarse en que los pres-bíteros, los diáconos y los fieles laicos siempre comprendan cada vez más profundamente el ge-nuino sentido de los ritos y de los textos litúrgicos, y de esta manera sean conducidos a una activa y fructuosa celebración de la Eucaristía. Para el mis-mo fin, vigilen que crezca la dignidad de estas mis-mas celebraciones. Para este fin contribuye muchí-simo la belleza del lugar sagrado, de la música y del arte.

23. Además en esta instrucción general y en el ordi-nario de la misa se exponen algunas acomodacio-nes y adaptaciones para que la celebración respon-da más plenamente a las prescripciones y al espíri-tu de la sagrada liturgia, y crezca su eficacia pasto-ral.”

Ordo: Libro ritual, publicado por la Santa Sede, para la administración de los sacramentos u otros oficios litúrgicos.

Desde el Concilio Vaticano II se han hecho muchas revisiones litúrgicas y se han publicado nuevos or-dos. Las acciones cultuales desarrolladas por el Concilio Ecuménico Vaticano II contienen la mayor parte del patrimonio tradicional de oración de la iglesia romana, de manera que todos los fieles pue-den oír, en los Domingos de los tres años (A, B, C) en que se subdividen las lecturas, todo el Nuevo Testamento y las partes esenciales del Antiguo Testamento.

Se llama también Ordo a un calendario anual que contiene directrices abreviadas para las Misas y el oficio divino de cada día. Cada diócesis, o grupo de diócesis, y muchas comunidades religiosas tienen adaptaciones o suplementos del Ordo General del Rito Latino donde incluyen santos y fiestas particu-

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lares de la región o de la comunidad.

Misal Romano; Libro de la sede; Colección de misas de la Bienaventurada Virgen María y leccio-nario para estas misas;

Leccionarios para las misas:

3 volúmenes para los ciclos dominicales A, B, C);

1 volumen con las lecturas de las ferias de Ad-viento, Navidad, Cuaresma y Pascua;

1 volumen para el ciclo de lecturas de las ferias del tiempo ordinario;

1 volumen para las lecturas de las memorias de los santos, fiestas y solemnidades;

1 volumen para las misas sacramentales y

1 volumen para las misas, con niños.

Liturgia de las Horas: 4 volúmenes con el Ofi-cio completo.

Ritual Romano: Rito del Bautismo, Rito del Ma-trimonio, Orden de los funerales Cristianos, Ritos de acogida, Rito de la Penitencia, Ritos de Unción y Viáticos, Sagrada Comunión, Rito de la profesión religiosa, Bendicional, Ceremonial de los Obispos.

1.2 Cuidado y custodia de los libros litúrgicos Las ediciones antiguas no deberán guardarse en la Sacristía. Los libros de actualidad deberían estar en el vestidor.

Si el Presidente desea tener algún libro en sus pro-pias estanterías debería haber dos ejemplares. To-do el mundo puede comprender que estos 30 o más volúmenes deben estar al alcance de todos los servidores litúrgicos y encargados y que hay que respetar las normas básicas de cualquier biblioteca: tener sujeta-libros sólidos, evitar los montones hori-zontales que convierten en inaccesibles los libros que están debajo y suprimir los clips y los papeles ajenos después de utilizar cualquier libro.

1.2.1 SÍMBOLOS DIGNOS Y HERMOSOS: Los volú-menes deben ser grandes y nobles y exhibir la mas alta calidad de diseño, tipografía, papel, impresión y encuadernación. Nuestra tradición los describe co-mo signos y símbolos de lo sagrado, expresión de nuestra convicción de que Dios habla por medio de estos textos, de que estas palabras forman a la co-munidad. Por eso debemos tratarlos como a todos los demás utensilios y obras de arte de la sacristía: con gran cuidado y respeto.

1.2.2 PREPARACIÓN DE LOS LIBROS PARA SU UTILIZACIÓN:

Tapas: Al revisarlos podemos considerar el uso de tapas especiales. Una cubierta especial de piel

o metal como cobre o plata o chapada en oro. Casi con toda seguridad conviene evitar las de fábrica. Las tapas duras y de larga duración expresan el sentido de “libro” mejor que las débiles y flexibles.

Selección de Textos: Durante la reunión de preparación de la liturgia, el Comité, después de haber establecido los términos generales de un ac-to litúrgico, selecciona los textos para un rito deter-minado. La mayoría de los textos de cada día ya están establecidos. Otras veces la selección entre varias opciones se hará en el vestidor una hora an-tes de la celebración. En otras ocasiones la selec-ción de textos tendrá lugar semanas o días antes del rito. De modo que los músicos y los demás ani-madores de la pastoral litúrgica puedan prepararse para el servicio. Aparte de esta selección la prepa-ración de textos puede incluir alguna composición local.

Señalar los Textos: Cuando se acerca un acto litúrgico, conviene señalar los textos seleccionados en los libros apropiados. Mejor en el vestidor o en la sacristía, que a la vista de la asamblea. Si se uti-lizan marcadores distintos a las cintas, deberían ser tales que no se caigan durante el rito. Todas las cintas o marcadores deben estar en su sitio mucho antes de empezar el rito. Para la Eucaristía, las cin-tas marcadoras de otro tipo tienen que colocarse en las siguientes páginas del misal:

Las oraciones del presidente: Oración de apertura, oración sobre las ofrendas y oración para después de la comunión. Algunos días laborables será necesario colocar dos cintas ya que la oración de apertura está en el propio del día y las otras dos en las secciones generales (comunes).

Las peticiones generales, especialmente las oraciones de introducción e intercesión dichas por el presidente (señalar las de muestra que están en el apéndice o insertar la compuesta localmente y fijarla con cinta adhesiva).

La profesión de fe o los textos para la pre-paración del altar, si el presidente no se los sabe de memoria

El prefacio de la plegaria eucarística, a me-nos que esté impreso junto a la oración eucarística seleccionada (del tiempo o específica del día o rela-cionada con un tipo determinado de santo).

Una bendición solemne si es que se va a decir y no está ya junto a las oraciones del presi-dente.

Otros textos (el rito de introducción y las ora-ciones eucarísticas normalmente vienen ya señala-dos por la editorial con una etiqueta permanente)

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 3. Pág. 3   de   4 

Además el proceso de señalar los textos puede in-cluir los trámites:

Colocar pequeñas notas autoadhesivas de co-lores en el texto escogido (por ej. en los funerales donde hay varias opciones en la misma página).

Cuando los textos de petición o de intercesión sean distintos de los del libro.

Cuando los ritos sean combinados para fijar textos de otros libros.

Cuando se insertan algunos himnos (para un canto de despedida en los funerales o uno especial seleccionado localmente)

II. USO DE LOS COLORES LITÚRGICOS  

Durante el primer milenio se presto poca atención a la creación de ciclos fijos de colores para los orna-mentos relacionados con tiempos y fiestas especia-les, si bien el blanco era siempre el color central. Luego, a lo largo de la edad media, muchas dióce-sis y comunidades locales de Europa occidental y central empezaron a desarrollar y compartir costum-bres que asociaban ciertos días con determinados colores.

Hasta 1570, cuando las autoridades romanas emi-tieron reglas universales formando parte de la refor-ma tridentina, estas pautas diferían de una región a otra y de una parroquia a otra.

Este sistema que tiene ya 400 años ha sido acepta-do por todas las generaciones y repetido en las re-cientes reformas. A sido una parte duradera de la herencia de Trento ya que los cristianos occidenta-les lo ven como una ayuda en su caminar a lo largo del año litúrgico, como una aportación a la unidad del tiempo litúrgico y como una forma de expresar los sentimientos cambiantes de la asamblea.

Pero hay al menos dos maneras de pensar en estos colores que son decididamente frívolas. La primera es creer que los colores son meramente decorati-vos, como parte móvil del entorno.

Es cierto que los colores y las formas son parte de la experiencia, pero los ministros no deben ser tra-tados nunca como accesorios como si formaran parte de un “conjunto armonioso” en una bonita ex-posición. La segunda es verlos como si fueran por-tadores de significados alegóricos o místicos su va-lor consiste en que aporta un contraste y un senti-miento propio de cada tiempo.

La lista de los colores de los ornamentos para la Misa y la liturgia se encuentra en la Ordenación Ge-neral del Misal Romano (IGMR 346 y 347): “346. En cuanto al color de las vestiduras, obsérvese el uso Tradicional, es decir:

a. El color blanco se emplea en los Oficios y en las Misas del Tiempo Pascual y de la Natividad del Señor; además, en las celebraciones del Señor, que no sean de su Pasión, de la bienaventurada Virgen Maria, de los Santos Ángeles, de los Santos que no fueron Mártires, en la solemnidad de Todos los Santos (1º de Noviembre), en las fiesta de San Juan Bautista (24 de Junio), en las fiestas de San Juan Evangelista (27 de Diciembre), de la Cátedra de San Pedro

(22 de Febrero) y de la Conversión de San Pablo (25 de Enero).

b. El color rojo se usa el Domingo de Pasión y el Viernes Santo, el Domingo de Pentecostés, en las celebraciones de la Pasión del Señor, en las fies-tas natalicias de Apóstoles y Evangelistas y en las celebraciones de los Santos

Mártires.

c. El color verde se usa en los Oficios y en las Misas del Tiempo Ordinario.

d. El color morado se usa en los Tiempos de Ad-viento y de Cuaresma. Puede usarse también en los Oficios y Misas de difuntos.

e. El color negro puede usarse, donde se acos-tumbre, en las Misas de difuntos (que no es nues-tro caso)

f. El color rosado puede usarse, donde se acos-tumbre, en los Domingos Gaudete (III de Adviento) y Laetare (IV de Cuaresma).

g. En los días más solemnes puede usarse vesti-duras sagradas festivas o más nobles, aunque no sean del color del día. Sin embargo, las Conferen-cias de Obispos, en lo referente a los colores litúr-gicos, pueden determinar y proponer a la Sede Apostólica las adaptaciones que mejor convengan con las necesidades y con la índole de los pueblos.

“347. Las Misas Rituales se celebran con el color propio o blanco o festivo; pero las Misas por diver-sas necesidades con el color propio del día o del tiempo o con color violeta, si expresan índole peni-tencial, por ejemplo, números 31. 33. 38; las Misas votivas con el color conveniente a la Misa que se celebra o también con el color del día o del tiem-po.”

En el caso de las exequias, cada comunidad debe-ría revisar su política al elegir los ornamentos, de acuerdo al contexto de la práctica pastoral, aunque se deberían respetar los Tiempos y los colores de la Iglesia. Si la comunidad tiene una casulla verda-deramente digna en cualquiera de estos colores litúrgicos, esa es la que debería elegirse. Es impor-tante anotar que la casulla no tiene, necesariamen-te, porque hacer juego con el paño mortuorio.

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III. LISTAS DE CONTROL PARA CELEBRACIONES LITÚRGICAS

Con mucha anticipación deberán prepararse y re-visarse con los Presidentes y planificadores los requisitos materiales para algunos de los más im-portantes e infrecuentes días de nuestro año litúrgi-co. La mejor forma es efectuando el trabajo en equipo con las diferentes estructuras pastorales mediante la reunión de la programación de cada evento.

Como es natural, en la reunión del comité aportare-mos la primera etapa de la programación, consis-tente en la enumeración de las actividades a desa-rrollar en cada evento para que cada uno de los miembros tenga conocimiento de la parte en la cual puede colaborar o efectuar su aporte.

Como ejemplo indicaremos la forma de hacerlo, mediante las listas de preparación de los requisitos materiales de cada celebración, la primera es una lista básica para celebrar la Eucaristía en cualquier tiempo, luego aportaremos otras listas para tiem-pos litúrgicos y tiempos específicos.

Todas las listas que especificamos aquí son ejem-plos generales, con el ánimo de permitir que en la reunión cada uno aplique sus costumbres locales, desarrollando las adaptaciones que el momento exija, insistimos en que todas las listas deberán prepararse y revisarse, con antelación.

PRESBITERIO:

Altar Cubierto con un mantel, a menos que se ponga

en el rito de preparación Libro de los evangelios con el texto señalado, si

se utiliza y no se lleva en procesión Cerca: Algunas velas, candelabros que no se

lleven en procesión Cerca: Peana para la cruz procesional

Credencia: Domingo: recipiente con agua e hisopo, si va a

haber rito de aspersión Cáliz grande (puede estar cubierto con un paño

y/o un velo blanco) Purificador Corporal Agua en una vinajera , si no se lleva en la proce-

sión de las ofrendas Jofaina, jarra de agua, toalla Pan y vino si no hay procesión de las ofrendas Cálices y purificadores adicionales para la Asam-

blea (en una bandeja) Píxide o copón, si se consagra mas pan para los

enfermos

Silla del Presidente:

Misal (previamente revisado en el vestidor de la Sacristía)

Ambón: Leccionario con los textos señalados, si no se

lleva en procesión Salmo para el cantor ( a menos que se lleve en

su momento) Oración de los fieles, peticiones generales, si se

hacen aquí.

Atril de la música (o pódium secundario): Oración de los fieles, peticiones generales, si se

hacen aquí.

SACRISTÍA:

Brasas en el incensario, que luego se lleva al vestidor

Más carbón ( tenacillas, fósforos ) para añadir durante la Misa

Mandos preparados para el aire, el sonido, y las luces

Micrófonos en su sitio, conectados y probados

VESTIDOR: Ornamentos; casulla, dalmática del color del día. Micrófonos de cable o sin, si los hay. Leccionario o libro de los evangelios con los tex-

tos señalados, si se lleva en procesión. Textos locales (Oración de los fieles, peticiones,

despedida de los catecúmenos) intercalados y otros textos señalados en el misal, a revisar antes de ponerlos junto a la sede.

Incienso con aroma adecuado al tiempo litúrgico. Cruz procesional. Dos o más ciriales procesionales con las velas

encendidas.

PÓRTICO:

Mesa con las ofrendas: Pan para todos en un copón, más si es necesa-

rio, si hay procesión, vino para todos en un Cáliz, más si es necesario, si hay procesión.

Una vinajera con agua , si hay procesión.

Otros: Cestas para la colecta preparadas. Folletos, boletines, recordatorios y otras hojas.

CAPILLA DE LA RESERVA EUCARÍSTICA:

Lámpara encendida. Llave en el Sagrario, si se va a guardar Eucaristía

para los enfermos.

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 3. Pág. 1 de 1

NÓTESE BIEN: Para trabajar en el taller, es necesario tener en cuenta los siguientes factores:

a) Todo el material por el cual se indaga en el taller, está contenido en Instructivo Formativo # 3.

b) Por lo tanto es indispensable haberlo leído completamente.

c) Esta actividad debe realizarse con el grupo de Liturgia de la Parroquia. (Ninguna de las actividades que les esta-mos enviando es para hacerla individualmente, nuestro servicio es comunitario, de comunidad, de comunión.)

d) Pueden desarrollar cualquiera de las técnicas de taller que quieran, sin no la dominan, pueden utilizar el siguiente proceso:

Efectuar en primer lugar, una lectura total del texto, en grupos de por lo menos dos personas.

Que se reúnan todos los grupos en el salón con tablero y marcador.

En la reunión, un lector lee la pregunta en voz alta, y el grupo responde ordenadamente.

El coordinador, delegado o moderador irá anotando en el tablero las ideas expresadas por el grupo, finalmen-te las resumirá y definirá con el grupo las más adecuadas soluciones.

El trabajo del secretario consistirá entonces, en transcribirlas al cuestionario y enviarlas.

Taller:

1. ¿En cuál libro encuentra el Sacristán las directrices abreviadas para las misas y el oficio divino de cada día y las adaptaciones del Rito Latino donde incluyen Santos y fiestas particulares de la región o de la comunidad?

2. ¿Cuáles son los tres contenidos principales del Misal Romano?

3. Describa los ocho volúmenes de los leccionarios. Describa los 10 contenidos del Ritual Romano.

4. ¿Cuándo ocurre la selección de los textos para un rito determinado?

5. ¿En cuál lugar debe el sacristán señalar los textos seleccionados en los libros apropiados?

6. ¿Con qué elemento se indican las oraciones del presidente? .¿Qué debe hacer el sacristán con las peticiones generales, el prefacio de la plegaria eucarística o cuando se requiera una bendición solemne?

7. ¿Qué otros trámites incluye el proceso de señalar los textos?

8. ¿Dónde, cuándo, con quién y por qué, deberán prepararse y revisarse las celebraciones litúrgicas? y ¿En qué consiste la primera etapa?

9. ¿Qué debe haber en el vestidor en primer lugar?

10. ¿Cuándo se utiliza el color rojo?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.

Contáctennos a través de nuestros correos electrónicos: [email protected] / [email protected]

3 AGOSTO - SEPTIEMBRE DE 2012

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 4. Pág. 1   de   4 

OCTUBRE - NOVIEMBRE DE 2012 4 I. EL ESPACIO CELEBRATIVO Fuente:

LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO PASCUAL, Manual de Liturgia I, Introducción a la celebra-ción litúrgica., Consejo Episcopal Latinoameri-cano, LELAL I, CELAM Cuarta edición, 2003, Bo-gotá.

Espacio para la asamblea

La palabra Iglesia viene del griego y el latín ec-clesia que se traduce en español con la palabra asamblea. Esto indica el lugar primordial que siempre ha tenido la reunión, la asamblea de la comunidad convocada por Dios para la celebra-ción litúrgica de la palabra y el sacramento. Co-mo Jesús mismo indica “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).

Ahora es requisito primordial para la participa-ción que viene de la naturaleza misma de la litur-gia. Por eso se advierte la necesidad de que los participantes de la asamblea, que ahora son pro-tagonistas y no meros espectadores, deben estar ubicados lo mas cerca de la acción posible.

La mejor manera para asegurar la participación de la asamblea es cuando los fieles se ubican al frente y en cada lado del altar. Así nadie se en-cuentra demasiado lejos de la acción; el ambón y la sede, visual y auditivamente y pueden enfren-tarse uno al otro, en ves de solamente ver la ca-beza de la persona que está sentada al frente. Esta ubicación confronta nuestro individualismo porque vemos no solamente el celebrante princi-pal, sino también el Cristo presente en el her-mano y la hermana que nos acompañan en esta acción comunitaria. Esto es importante porque la misa no es una devoción privada que uno hace a

escondidas con el sacerdote y mi Dios sino la celebración Eucarística que es el momento co-munitario por excelencia. La característica comu-nitaria de la liturgia nos pide responsabilidad de evangelizar y responder a las necesidades de los pobres y marginados. Nos exige compromiso con el ambiente y la justicia y con todas las preocupa-ciones que la celebración litúrgica nos debe ins-pirar porque la fe no se queda dentro de la igle-sia. Aún en los edificios tradicionales se puede acercar el altar a la asamblea extendiendo el

grado del presbite-rio de forma que la celebración en-cuentre dinamis-mo , el que falta cuando hay una distancia extrema entre los fieles y el celebrante principal.

Hay que tener en cuenta el espacio para el movimiento en la planeación de la iglesia, porque la celebración litúrgica está marcada por el elemento procesio-nal. Si lo vemos desde el comienzo de una celebración típica, se empieza con el espacio ne-cesario para que la asamblea pueda entrar y salir de sus lugares. Se refiere al acceso a los asientos.

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El pasillo central del espacio a la asamblea tiene que ser suficiente para proveer que dos perso-nas una al lado de la otra puedan caminar cómo-damente para la procesión de entrada y salida del celebrante principal, diácono y ministro.

Las procesiones formales no pertenecen sola-mente al celebrante principal y los otros minis-tros. La acción litúrgica corresponde a toda la asamblea y por eso hay que preparar para las otras procesiones durante la celebración. La pri-mera procesión durante la asamblea es la de la presentación de los dones, pan, vino con agua y el dinero colectado. Esto quiere decir que hace falta espacio para que los ujieres puedan acceder a los asientos para la colecta y después el pasillo central se usa para la procesión en sí.

El momento de la comunión es otra procesión y es el momento donde más se puede notar la ca-rencia de espacio. Finalmente se menciona el movimiento necesario para: el rito de la paz, si a veces hay llamada de niños al altar en una misa especial, la procesión del domingo de ramos, la aspersión con agua bendita, etc.

Espacio para el presbiterio

El espacio para el presbiterio forma una parte integral del espacio para la asamblea. Esto que-da claro cuando se entiende que la celebración litúrgica es acción de Cristo total, cabeza y miem-bros y que toda la asamblea es liturgo. Esta reali-dad viene por la naturaleza de la liturgia y el sa-cerdocio común que el creyente recibe por su bautismo: el derecho y obligación de participar en la acción litúrgica. El sacerdote celebrante princi-pal hace las veces de Cristo pero también es miembro de la asamblea. Los demás ministros ordenados o no, también pertenecen a la asam-blea. La iglesia habla del deber de” poner de re-lieve la disposición jerárquica y la diversidad de ministerios” pero inmediatamente después dice

“debe también constituir una unidad intima y coherente, a través de la cual se vea con claridad la unidad del pueblo santo.

II. ARREGLO DEL PRESBITERIO PARA LA ASAMBLEA SAGRADA

295. El presbiterio es el lugar en el cual so-bresale el altar, se proclama la palabra de Dios, y el sacerdote, el diácono y los demás ministros ejercen su ministerio .Debe distinguirse adecua-damente de la nave de la iglesia, bien sea por estar mas elevado o por su peculiar estructura y ornato. Sea, pues, de tal amplitud que pueda có-modamente realizarse y presenciarse la celebra-ción de la Eucaristía. (IGMR)

Por eso el lugar donde el presidente y los minis-tros ejercen su servicio a la asamblea es un lugar central e integral al espacio total de la asamblea.

Cuando los documentos hablan de una distinción del presbiterio de la nave, no están hablando ne-cesariamente de una separación completa como suele verse en muchas iglesias donde se en-cuentra un conjunto de elementos que dan la im-presión de un baluarte o muro psicológico, sepa-rando los fieles del presbiterio: una línea recta de un número excesivo de gradas, después un altar largo y estrecho con dos ambones uno a cada lado del altar y además una alfombra roja u otro color fuerte desde las gradas hasta el ábside.

No se tienen que construir las gradas con un án-gulo pronunciado (90°) sino que se puede utilizar curvas para tener fácil acceso al presbiterio. To-do esto expresará una invitación a la participa-ción en vez de un rechazo psicológico.

El altar y su ornato (Textos tomados de la IGMR)

296. El altar, en el que se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramenta-les, es también la mesa del Señor, para participar en la cual, se convoca el Pueblo de Dios a la Mi-sa; y es el centro de la acción de gracias que se consuma en la Eucaristía.

297. La celebración de la Eucaristía, en lugar sagrado, debe realizarse sobre el altar; pe-ro fuera del lugar sagrado, también puede reali-zarse sobre una mesa apropiada, usando siem-pre el mantel y el corporal, la cruz y los candele-ros.

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 4. Pág. 3   de   4 

298. Es conveniente que en todas las igle-sias exista un altar fijo, que signifique más clara y permanentemente a Cristo Jesús, la Piedra viva (1 Pe 2, 4; Ef 2, 20); sin embargo, para los demás lugares dedicados a las celebraciones sagradas, el altar puede ser móvil.

Se llama Altar fijo cuando se construye de tal forma que esté fijo al suelo y que, por lo tanto, no puede moverse; se llama” móvil” cuando se pue-de trasladar.

299. Constrúyase el altar separado de la pared, de modo que se le pueda rodear fácilmen-te y la celebración se pueda realizar de cara al pueblo, lo cual conviene que sea posible en todas partes. El altar, sin embargo, ocupe el lugar que sea de verdad el centro hacia el que espontá-neamente converja la atención de toda la asam-blea de los fieles. Según la costumbre, sea fijo y dedicado.

300. Dedíquese el altar, tanto el fijo como el móvil, según el rito descri-to en el Pontifical Ro-mano; adviértase que el altar móvil sólo puede bendecirse.

301. Según la cos-tumbre tradicional de la Iglesia y por su significa-do, la mesa del altar fijo debe ser de piedra natu-ral. Sin embargo, puede también emplearse otro material digno, sólido y trabajado con maestría, según el juicio de la Conferencia de Obispos. Pe-ro los pies o basamento para sostener la mesa pueden ser de cualquier material, con tal que sea digno y sólido.

El altar móvil puede construirse con cualquier cla-se de materiales nobles y sólidos, concorde con el uso litúrgico, según las tradiciones y costum-bres de las diversas regiones.

302. La costumbre de depositar debajo del maltar que va a ser dedicado reliquias de Santos, aunque no sean Mártires, obsérvese oportuna-mente. Cuídese, sin embargo, que conste con certeza de la autenticidad de tales reliquias.

303. Es preferible que en las iglesias nue-vas que van a ser construidas, se erija un solo altar, el cual signifique en la asamblea de los fie-les, un único Cristo y una única Eucaristía de la Iglesia.

Sin embargo, en las Iglesias ya construidas, cuando el altar antiguo esté situado de tal manera que vuelva difícil la participación del pueblo y no se pueda trasladar sin detrimento del valor artísti-co, constrúyase otro altar fijo artísticamente aca-bado y ritualmente dedicado; y realícense las sa-gradas celebraciones sólo sobre él.

Para que la atención de los fieles no se distraiga del nuevo altar, no debe ornamentarse el altar antiguo de modo especial.

304. Por reverencia para con la celebración del memorial del Señor y para con el banquete en que se ofrece el Cuerpo y Sangre del Señor, pón-gase sobre el altar donde se celebra por lo menos un mantel de color blanco, que en lo referente a la forma, medida y ornato se acomode a la estructura del mismo altar.

305. Obsérvese mo-deración en el ornato del altar.

Durante el tiempo de Ad-viento el altar puede adornarse con flores, con tal moderación, que convenga a la índole de este tiempo, pero sin que se anticipe a la alegría plena del Nacimiento del Señor. Durante el tiempo de Cuaresma se prohíbe adornar el altar con flores. Se exceptúan sin embargo, el domingo Laetare (IV de Cuaresma), las solemnidades y las fies-tas.

Los arreglos florales sean siempre moderados, y colóquense mas bien cerca de él, que sobre la mesa del altar.

306. Sobre la mesa del altar se puede po-ner, entonces, sólo aquello que se requiera para la celebración de la Misa, a saber, el Evangeliario desde el inicio de la celebración hasta la procla-mación del Evangelio; y desde la presentación de los dones hasta la purificación de los vasos: el

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cáliz con la patena, el copón, si es necesario, el corporal, el purificador, la palia y el misal.

Además, dispóngase de manera discreta aquello que quizás sea necesario para amplificar la voz del sacerdote.

307. Colóquense en forma apropiada los candeleros que se requieren para cada acción litúrgica, como manifestación de veneración o de celebración festiva (cfr. n. 117). Sobre el altar o cerca de él, colóquense en todas las celebracio-nes por lo menos dos candeleros, o también cuatro o seis, especialmente si se trata de una Misa dominical o festiva de precepto y, si celebra el Obispo Diocesano, siete con sus velas encen-didas, teniendo en cuenta, tanto la estructura del altar, como la del presbiterio, de tal manera que todo el conjunto se ordene elegantemente y no se impida a los fieles mirar atentamente y con facilidad lo que se hace o se coloca sobre el altar.

308. Igualmente, sobre el altar, o cerca de él, colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado. Es importante que esta cruz permanezca cerca del altar, aún fuera de las celebraciones litúrgicas, para que recuer-de a los fieles la pasión salvífica del señor.

El Ambón

309. La dignidad de la palabra de Dios exi-ge que en la Iglesia haya un lugar conveniente

desde el que se procla-me, y al que durante la Liturgia de la Palabra, se dirija espontánea-mente la atención de los fieles.

Conviene que por lo ge-neral este sitio sea un Ambón estable, no un simple portátil. El am-bón, según la estructura de la iglesia, debe estar colocado de tal manera que los ministros orde-nados y los lectores puedan ser vistos y es-cuchados conveniente-mente por los fieles.

Desde el ambón se proclaman únicamente las lecturas, el salmo responsorial y el pregón pas-cual; también puede tenerse la homilía y propo-ner las intenciones de la Oración universal. La dignidad del ambón exige que a él sólo suba el ministro de la palabra.

Es conveniente que el nuevo ambón se bendiga antes de destinarlo al uso litúrgico, según el rito descrito en el Ritual Romano.

Sede para el sacerdote celebrante y otras sillas

310. La sede del sacerdote celebrante de-be significar su ministerio de presidente de la asamblea y de moderador de la oración. Por lo tanto, su lugar mas adecuado es vuelto hacia el pueblo, al fondo del presbiterio, a no ser que la estructura del edificio u otra circunstancia lo impi-dan, por ejemplo, si por la gran distancia se tor-na difícil la comunicación entre el sacerdote y la asamblea congregada, o si el tabernáculo está situado en la mitad, detrás del altar. Evítese, ade-más, toda apariencia de trono. Conviene que la sede se bendiga según el rito descrito en el Ritual Romano, antes de ser destinada al uso litúrgico.

Así mismo dis-póngase en el presbiterio sillas para los sacer-dotes celebran-tes y también para los presbí-teros revestidos con vestidura coral, que estén presentes en la celebración, aunque no con-celebren.

Póngase la silla del diácono cerca de la sede del celebrante. Para los demás ministros, colóquense las sillas de tal manera que claramente se distin-gan de las sillas del clero y que les permitan cum-plir con facilidad el ministerio que se les ha con-fiado”.

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Recuerda que puedes descargar este, y todos los demás instructivos de los diversos equipos de servicio litúrgico, de nuestro blog:

http://calbaq.wordpress.com

 

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 4. Pág. 1 de 1

NÓTESE BIEN: Para trabajar en el taller, es necesario tener en cuenta los siguientes factores:

a) Todo el material por el cual se indaga en el taller, está contenido en Instructivo Formativo correspondiente, por lo que es indispensable haberlo leído completamente.

b) Esta actividad debe realizarse con el equipo de liturgia (en este caso concreto de Sacristía, Ornato y Aseo). Nin-guna de las actividades que les estamos enviando es para hacerla individualmente.

c) Pueden desarrollar cualquiera de las técnicas de taller que quieran, sino la dominan, pueden utilizar el siguiente proceso:

Efectuar en primer lugar, una lectura total del texto, en grupos de por lo menos dos personas.

Que se reúnan todos los grupos en el salón con tablero y marcador.

En la reunión, un lector lee la pregunta en voz alta, y el grupo responde ordenadamente.

El coordinador, delegado o moderador irá anotando en el tablero las ideas expresadas por el grupo, finalmen-te las resumirá y definirá con el grupo las soluciones más adecuadas.

El trabajo del secretario consistirá entonces, en transcribirlas al taller definitivo que, deberá ser enviado por el Delegado de Liturgia Parroquial, a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, preferiblemente vía correo electró-nico, a [email protected]

Taller:

1. ¿Dónde deben estar ubicados los participantes de la asamblea?

2. ¿Por qué elemento está marcada la celebración litúrgica?

3. ¿Cuántas y cuáles son las procesiones en la celebración litúrgica?

4. ¿En qué forma se puede entender la acción de la celebración litúrgica?

5. ¿Cómo debe distinguirse el altar de la nave de la iglesia?

6. ¿Cuántos altares se pueden erigir en las iglesias nuevas?

7. ¿Cómo debe arreglarse el altar en el tiempo de cuaresma?

8. ¿Qué se proclama únicamente en el ambón?

9. ¿Qué significa la sede?

10. ¿Cuál es el lugar más adecuado para la sede?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.

4 OCTUBRE - NOVIEMBRE DE 2012

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 5. Pág. 1   de   2 

ENERO — FEBRERO DE 2013 5 I. LA ASAMBLEA LITÚRGICA

Resumen: La indagación del marco eclesiológico donde situar el lugar y significado propios de la asamblea litúrgica conduce a pensar en la Iglesia como tal.

Pensar litúrgicamente la asamblea desde la Igle-sia supone considerar los modos y formas en que vive la Iglesia como comunidad de culto, pa-ra situar esa concreta forma que llamamos asam-blea litúrgica.

La asamblea litúrgica es la forma sacramental en acto del acontecimiento perma-nente que sostiene al Pueblo sacerdotal en acto.

El Qahal-ekklesia convocado en la tierra y en el cielo cre-ce, de asamblea en asam-blea, en el régimen de los signos, hasta la «congrega-ción final» consumada.

La estructura de la asamblea litúrgica refleja las caracte-rísticas de la Iglesia, su or-ganicidad, su diferenciación y su presidencia reconocida.

INTRODUCCIÓN

Como es sabido, el Nuevo Testamento testifica abundantemente las reuniones cristianas.

Los Hechos de los Apóstoles refieren la reunión periódica de los discípulos de Jerusalén, unáni-mes en un mismo lugar para la escucha de la palabra apostólica, la oración común y la fracción del pan (1,15; 2,44-47); reuniones semejantes suceden en Antioquía (13,1-3), en Tróade (20,7-11).

El apóstol Pablo regula las de Corinto (1 Cor 11 y 14), lo que también hace Santiago en otras co-munidades (St 2,1-4). Los Padres apostólicos exhortarán a la participación de los cristianos en las reuniones apelando a la voluntad del Señor y a la novedad de la economía salvífica en Cristo.

La unanimidad de todos en la oración, en los gestos, en el canto, constituye —dicen— un signo de la unión que produce el Espíritu Santo y un medio para reforzar la caridad.

Los documentos primitivos, la Didajé, la Didaskalia, las Constituciones apostólicas, la Tradición apostólica, con-sideran la participación de los cristianos en la reunión una manifestación de su fe en Cristo y un signo identifi-cativo de su pertenencia a la Iglesia…

Como tal, la idea de asam-blea litúrgica no aparecerá en los documentos eclesiás-ticos oficiales hasta el Conci-lio Vaticano II, y lo hace habi-tualmente bajo diversos vo-cablos y expresiones.

Las décadas siguientes al Concilio han visto surgir numerosos estudios de-dicados a la asamblea litúrgica, siguiendo la pista abierta por los pioneros de los cristianos en un mismo lugar equivale prácticamente a «ekklesìa», y la participación en ella aparece co-mo signo íntimamente relacionado con la condi-ción cristiana.

Podría afirmarse la ecuación de que ser cristiano es reunirse.

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La Liturgia, fuente y cumbre de toda la actividad de la Iglesia (cfr. SC, nn. 9, 10, 26), manifiesta —nos dice el Concilio— y añade que «la principal manifestación de la Iglesia sucede en la participa-ción plena y activa de todo el pueblo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas, sobre todo en la misma eucaristía, en la misma oración, en el mismo altar presidido por el obispo rodeado de sus sacerdotes y ministros» (SC, n. 41) .

Estas consideraciones invitan a concluir que re-flexionar sobre la asamblea litúrgica supone pen-sar sobre la Iglesia como tal.

En general, existe una relación recíproca entre Iglesia y Liturgia.

Se piensa de la Liturgia como se piensa de la Iglesia; y se piensa de la Iglesia como se piensa de la Liturgia. Pues bien, «pensar la Iglesia desde la Liturgia» pone en primer plano su carácter de comunidad cultual asociada al sacerdocio de Cristo para dar gloria al Padre y santifi-car al hombre; es la nación santa, el reino sacerdotal, el pueblo consagrado por Dios cuya tarea en el mundo es glorificar a Dios y «anunciar las alabanzas de Aquel que os llamó desde las tinieblas a la luz admira-ble».

A la vez, «pensar la Liturgia desde la Igle-sia» supone considerar los modos y for-mas en que vive la Iglesia como comuni-dad de culto, para situar esa concreta for-ma que llamamos « asamblea litúrgica».

EL PUEBLO SACERDOTAL Y SUS ASAMBLEAS LITÚRGICAS

El acercamiento que hemos hecho a los momen-tos existencial y litúrgico del culto espiritual co-rresponde a la doble manera en que vive la Igle-sia en la tierra como comunidad cultual. Ella es la ekklesìa convocada por el Padre en Cristo para ofrecer el culto espiritual en su permanente exis-tencia. En su interior tienen lugar las asambleas litúrgicas, transitorias y localizadas.

Es habitual considerar el pueblo de Israel en cuanto congregado para el culto y la alabanza, como «tipo» de la asamblea cristiana.

Según esto, la asamblea litúrgica estaría prefigu-rada en las diversas asambleas celebradas por Israel en el desierto (cfr. Ex 19-24), tras la entra-da en la tierra prometida (cfr. Jos 24), cuando Salomón dedica el Templo (cfr. 1 Re 8), o des-pués del exilio de Babilonia (cfr. Esd 10,7-12; Neh 8-9).

Principalmente la asamblea del Sinaí será el pa-radigma de las asambleas posteriores.

En aquel día de la asamblea, Dios tomó la inicia-tiva, convocó y habló al Pueblo mediante su re-presentante; el pueblo aceptó la alianza, ratifica-da con un sacrificio. Análogamente, tras la glorifi-cación de Jesús, la Iglesia se congrega en asam-bleas en continuidad con el qahal del AT, aunque ciertamente lo trascienden y lo llevan a plenitud, pues Dios convoca ahora en una Nueva Alianza por medio de su Palabra encarnada.

En realidad, la asamblea cultual de Israel, no prefigura de manera directa las asambleas cris-tianas, sino más bien la Iglesia misma, es decir, el Qahal-ekklesìa escatológico definitivamente convocado por Dios y anunciado por los profetas, que reúne a las naciones en torno al «resto» fiel de Israel, representado por el Siervo de Yahvé, el Mesías.

El qahal-ekklesìa es ahora la Igle-sia convocada en Jesucristo para el culto «espiritual», que no está vinculada al templo material ni li-mitada a una raza o nación.

Cuando los discípulos se autode-nominan ekklesìa manifiestan su condición de comunidad mesiáni-ca de los últimos tiempos perma-nentemente convocada.

La asamblea litúrgica no es sólo sacramentum, sino una realiza-

ción del «misterio» cristiano, una epifanía de la Iglesia como Esposa y Cuerpo de Cristo. En efecto, la asamblea litúrgica es una estructura esencial de la Iglesia y de la vida cristiana. Y por esto la asamblea litúrgica es a la vez sacramen-tum, como la manifestación y la realización de la Iglesia, y res sacramenti, como fuente de gracia y unidad en el Cristo.

Material tomado de:

Mercabá, José Ramón VILLAR Facultad de Teo-logía Universidad de Navarra 158 ScrTh 39

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 5. Pág. 1 de 1

NÓTESE BIEN: Para trabajar en el taller, es necesario tener en cuenta los siguientes factores:

a) Todo el material por el cual se indaga en el taller, está contenido en Instructivo Formativo correspondiente, por lo que es indispensable haberlo leído completamente.

b) Esta actividad debe realizarse con el equipo de liturgia (en este caso concreto de Sacristía, Ornato y Aseo). Nin-guna de las actividades que les estamos enviando es para hacerla individualmente.

c) Pueden desarrollar cualquiera de las técnicas de taller que quieran, sino la dominan, pueden utilizar el siguiente proceso:

Efectuar en primer lugar, una lectura total del texto, en grupos de por lo menos dos personas.

Que se reúnan todos los grupos en el salón con tablero y marcador.

En la reunión, un lector lee la pregunta en voz alta, y el grupo responde ordenadamente.

El coordinador, delegado o moderador irá anotando en el tablero las ideas expresadas por el grupo, finalmen-te las resumirá y definirá con el grupo las soluciones más adecuadas.

El trabajo del secretario consistirá entonces, en transcribirlas al taller definitivo que, deberá ser enviado por el Delegado de Liturgia Parroquial, a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, preferiblemente vía correo electró-nico, a [email protected]

Taller:

1. ¿Cuáles características refleja la estructura de la asamblea litúrgica?

2. ¿En donde testifica el Nuevo Testamento las reuniones cristianas?

3. ¿Qué ecuación podría afirmarse de ser cristiano?

4. ¿Cuál es la fuente y cumbre de toda la actividad de la Iglesia?

5. ¿En cuales elementos sucede la principal manifestación de la Iglesia?

6. ¿Qué supone pensar la liturgia desde la Iglesia?

7. ¿Las asambleas litúrgicas tienen lugar en el interior de qué?

8. ¿A quienes se consideran “tipo” de las asambleas cristianas?

9. ¿Quién no está vinculada al templo material?

10. ¿La asamblea litúrgica es una realización de qué?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.

5 ENERO — FEBRERO DE 2013

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 6. Pág. 1 de 2

MARZO — ABRIL DE 2013 6 SERVIDORES LAICOS Y COMITÉS PASTORALES

1. Ministerios Para que exista una participación activa y plena, de-ben existir unos ministerios. Ministerio quiere decir servicio. Así como Cristo "no vino a ser servido, sino a servir" (Mt 20, 28), la Iglesia, sacramento y señal de Cristo, es toda ella ministerial. Existe para servir. Por ello debe manifestarlo en todas sus activi-dades. Con más razón en la liturgia, ya que es la epi-fanía de la Iglesia. Los ministerios existen para el bien y el servicio de la comunidad, por voluntad de Cristo y, luego, por evolución y necesidades de la misma cele-bración. No existen como consecuencia de una estra-tegia o una táctica para organizar mejor las celebra-ciones. Los ministerios son esenciales a la Iglesia (1 Co 14, 5; Ef 4, 12). Por todo ello, actualmente, nos encontramos con la siguiente diversidad de ministe-rios:

Ministerios ordenados: obispo, presbítero y diá-cono.

Ministerios instituidos (Se llaman a éstos ministe-rios instituidos porque los llamó así Pablo VI al re-formar y suprimir las llamadas "órdenes meno-res" (subdiaconado, ostiario, etc.): lector y acólito.

Ministerios de hecho: Se llaman a los ministerios que ejercen laicos y laicas de manera estable o simplemente ocasional.

Ministerios de hecho (IGMR 98 ss)

Como los ministerios ordenados e instituidos sólo se pueden encomendar a varones, algunas diócesis, han constituido 'laicos con misión pastoral', tanto para hombres como para mujeres. Estos asumen de una forma más o menos estable el encargo de servicios para el bien de la comunidad, en coordinación con los ministros ordenados.

Los ministerios litúrgicos de hecho pueden estar:

Al servicio de la asamblea (SC 29).

Personas encargadas de la limpieza y ornamenta-ción, de los vestidos litúrgicos y de los vasos sagra-dos, etc.

Los encargados de la acogida (ujieres) y del orden en la celebración. La acogida es un aspecto impor-tante. No digamos el orden en la misa con niños, por ejemplo.

El monitor de la asamblea.

Al servicio de la Palabra de Dios:

El lector no instituido (SC 9).

El salmista.

Al servicio del altar y del ministro ordenado:

El acólito no instituido (SC 29).

El ministro extraordinario de la comunión.

El maestro de ceremonias

Al servicio del canto y de la música (SC 29).

Los cantores.

El director del canto de la asamblea.

El organista y los restantes músicos.

La asamblea necesita ministerios

Estos ministerios deben tener carta de naturaleza en todas las comunidades parroquiales, es decir, deben existir en toda asamblea litúrgica de forma estable y no puramente ocasional. Es mejor tener siempre per-sonas encargadas de los distintos servicios, que no buscar para cada celebración entre los asistentes al-gunos para desempeñar dichas funciones. La estabili-dad supone preparación y el hacerlo mejor. Los minis-terios refuerzan la eclesialidad de la celebración litúr-gica. Una celebración es manifestación de la Iglesia. Si sólo aparece el sacerdote que lo hace todo esta-mos manifestando que la Iglesia es de uno solo.

2. El Comité de liturgia Para toda esta organización de los ministerios es ne-cesario el Comité de Liturgia. Afortunadamente son muchos los grupos cristianos y las comunidades que cuentan con unas personas que se reúnen para pre-parar la Eucaristía y los sacramentos.

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Pero pueden agotarse por falta de perseverancia o por cansancio.

Un Comité de Liturgia es un instrumento de primer orden para garantizar no sólo la buena imagen y la marcha de una celebración, sino también para la pas-toral de la liturgia y de los sacramentos.

Para darle estabilidad y prestancia al Comité Litúrgico debe tener presencia asegurada en el Consejo Pasto-ral de la parroquia. Aunque los documentos oficiales no hablan de comité de liturgia, está contemplado en la IGMR. Dice así:

111. “La efectiva preparación de cada celebración li-túrgica hágase con ánimo concorde y diligente, según el Misal y los otros libros litúrgicos, entre todos aque-llos a quienes les atañe, sea en lo relativo al rito, sea en lo relativo a la pastoral y a la música, bajo la direc-ción del rector de la iglesia, y oídos también los fieles en lo que a ellos directamente se refiere. De todas maneras, el sacerdote que preside la celebración siempre tiene el derecho de disponer aquellas cosas que a él mismo le incumben”.

Teniendo en cuenta este texto hacemos estas consi-deraciones:

1. La preparación de las celebraciones litúrgicas debe hacerse por todas aquellas personas que han de inter-venir en ellas (monitor, lector, cantores, etc.), incluyen-do los mismos fieles. Por tanto, las personas que ejer-cen las diversas funciones deben formar cada uno de los equipos de servicio litúrgico específicos, que en conjunto, todos ellos, constituyen a su vez el Comité de Liturgia Parroquial.

2. La preparación debe mirar estos tres aspectos:

el aspecto ritual, es decir, el desarrollo y el ritmo de la celebración, los signos, etc.

el aspecto pastoral: en la clave de evangelización, la unidad culto-vida, la incidencia de la liturgia en la espiritualidad, etc.

el aspecto musical, los cantos e instrumentos.

3. El Comité debe estar en coordinación con el párro-co, rector o el presidente de la asamblea litúrgica. Esta coordinación es indispensable y constituye también un servicio para el bien de todos. El presidente no puede abandonar en manos del equipo su responsabilidad y su ministerio, él debe estar, a ser posible, en la prepa-ración. Mucho más si se trata de un Comité de recien-te creación.

4. El texto habla también de ánimo concorde. Quiere decir con sentido de cooperación y unidad. Este ánimo concorde no es sólo una condición previa para el tra-bajo en equipo, sino también meta que se ha de ir per-feccionando cada día.

5. Y aunque no se diga expresamente en el texto es evidente que todo esto necesita personas preparadas y competentes.

Esta preparación se entiende como preparación:

Técnica: por parte de los servidores de los diversos equipos,

Pastoral: sensibilidad a los problemas de los fieles y de la Iglesia,

Litúrgica: conocimiento y vida para celebrar el miste-rio de la salvación.

Veamos los consejos que nos da la Instrucción Gene-ral del Misal Romano (IGMR):

352. “La eficacia pastoral de la celebración aumentará ciertamente si los textos de las lecturas, de las oracio-nes y de los cantos corresponden convenientemente, en cuanto sea posible, a las necesidades, a la prepa-ración espiritual y a la índole de los participantes. Esto se obtendrá provechosamente empleando la variada posibilidad de elección que se describe más abajo. 

Por consiguiente, al preparar la Misa, el sacerdote prestará atención al bien común espiritual del pueblo de Dios más que a su propia inclinación. Recuerde, además, que la elección de estas partes debe hacerse de común acuerdo con aquellos que tienen alguna participación en la celebración, sin excluir de ninguna manera a los fieles en aquello que a ellos se refiere más directamente.

Pero ya que se presentan múltiples posibilidades de elegir las diversas partes de la Misa, es necesario que el diácono, los lectores, el salmista, el cantor, el co-mentador y el coro, an-tes de la celebración, cada uno por su parte, sepa bien qué textos le corresponden y no se deje nada a la improvisación. En efecto, la ar-mónica sucesión y ejecución de los ritos contribuye mucho a disponer el espíritu de los fieles para partici-par en la Eucaristía”.

El Comité de Liturgia Parroquial es pues un grupo constituido por per-sonas creyentes que prestan gene-rosamente su servicio a la comuni-dad en su aspecto celebrativo.

Como nos dice el Concilio, están en orden a "trabajar para que florezca el sentido comunitario parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa parroquial" (SC 42).

Su función es, en general, animar la vida litúrgica pa-rroquial, es decir, preparar las celebraciones en todos los aspectos: ambientación, cantos, moniciones, homi-lía, etc.

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Taller para Sacristía, Onato y Aseo # 6. Pág. 1 de 1

NÓTESE BIEN: Para trabajar en el taller, es necesario tener en cuenta los siguientes factores:

a) Todo el material por el cual se indaga en el taller, está contenido en Instructivo Formativo correspondiente, por lo que es indispensable haberlo leído completamente.

b) Esta actividad debe realizarse con el equipo de liturgia (en este caso concreto de Sacristía, Ornato y Aseo). Nin-guna de las actividades que les estamos enviando es para hacerla individualmente.

c) Pueden desarrollar cualquiera de las técnicas de taller que quieran, sino la dominan, pueden utilizar el siguiente proceso:

Efectuar en primer lugar, una lectura total del texto, en grupos de por lo menos dos personas.

Que se reúnan todos los grupos en el salón con tablero y marcador.

En la reunión, un lector lee la pregunta en voz alta, y el grupo responde ordenadamente.

El coordinador, delegado o moderador irá anotando en el tablero las ideas expresadas por el grupo, finalmen-te las resumirá y definirá con el grupo las soluciones más adecuadas.

El trabajo del secretario consistirá entonces, en transcribirlas al taller definitivo que, deberá ser enviado por el Delegado de Liturgia Parroquial, a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, preferiblemente vía correo electró-nico, a [email protected]

Taller:

1. ¿Qué quiere decir ministerio?

2. ¿Cuáles son los ministerios ordenados?

3. ¿Cuáles los instituidos?

4. ¿Cuáles los de hecho?

5. ¿Cuáles servidores forman el equipo de servicio al altar y al ministro ordenado?

6. ¿Es mejor tener personas encargadas de los distintos servicios?

7. ¿El Comité de Liturgia es un instrumento de primer orden para qué?

8. ¿Qué enseña el IGMR 111 sobre la preparación?

9. ¿Cómo se entiende la preparación de los servidores?

10. ¿Qué es un Comité de Liturgia?

11. ¿Cuál es la función del Comité de Liturgia?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen parte de dicho equipo en su comunidad.

6 MARZO — ABRIL DE 2013

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Instructivo y Taller para Sacristía, Ornato y Aseo # 7. Pág. 1 de 4

MAYO — JUNIO DE 2013 7 TIEMPOS LITÚRGICOS

Breve Historia En el numeral 102 de la Constitución sobre Liturgia, la Iglesia considera un deber suyo celebrar en días de-terminados del año la obra salvífica de Jesucristo.

A partir del núcleo generador que fue el domingo, la Iglesia fue incluyendo el recuerdo de toda la vida del Señor Jesús, para celebrar el misterioso designio de la misericordia del Padre, para aprender cada vez me-jor el misterio de la fe y para impregnarse cada vez más de los sentimientos y actitudes de Cristo, a cuya imagen está predestinado cada cristiano a configurar-se.

La esencia del Año Litúrgico es el Misterio Pascual, que tiene un desarrollo cotidiano, semanal y anual. En efecto, cada día nuestro centro cumbre y fuente es la celebración de la Eucaristía; semanalmente, el domin-go constituye la solemne celebración de la comunidad cristiana alrededor del altar; pero también, anualmen-te, la Semana Santa es el eje alrededor del cual gira y se organiza todo el año litúrgico.

Durante el Año Litúrgico la Iglesia perfecciona la for-mación de los fieles, a través de una constante y pro-gresiva catequesis para el pueblo cristiano.

Los cristianos, que comenzaron celebrando la Pascua cada domingo, rápidamente determinaron celebrar solemnemente no sólo la resurrección del Señor, sino también su gloriosa Pasión, y organizaron una gran celebración anual: la semana mayor o Semana Santa. Esta celebración anual de la Pascua, que se busca hacer coincidir con el momento mismo en que Cristo padeció, murió y resucitó, se presenta ya en la Cris-tiandad del siglo II y recibe determinaciones precisas ya en el Concilio de Nicea (año 325).

A partir de esta Pascua anual van apareciendo los demás elementos del Año Litúrgico. Primero se ex-tiende hacia adelante y hacia atrás y ya en el siglo III queda precedida por la Cuaresma y continuada por el Tiempo Pascual hasta Pentecostés.

Alrededor del siglo IV, obtenida la paz por el edicto del emperador Constantino, se va organizando el "segundo polo" del Año Litúrgico: la Navidad, quedan-do precedida también por el Adviento y seguida por el tiempo de Epifanía.

Los períodos del año que restan serán tiempos comu-nes, Tiempo Ordinario. Los otros serán llamados "tiempos fuertes".

Así queda constituido el ciclo temporal del Año Litúrgi-co, que también puede ser llamado "Año del Señor", porque es Cristo el protagonista de los distintos mo-mentos de su obra salvadora.

Como hay un año civil, de Enero a Enero, así hay un año litúrgico, de Adviento a Adviento:

Tiempo de Adviento (4 domingos)

Son las cuatro semanas antes de Navidad. Este tiempo prepara a los católicos para la vivir la Navidad y les prepara en la espera de la se-gunda venida de Cristo al final de de los tiempos. Color litúrgico de este tiempo: el morado.

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Se celebra el 8 de diciembre de cada año. En este día se celebra que la Virgen María nació sin pecado origi-nal. Se celebramos esta fiesta en Adviento porque los católicos ven en la Virgen un modelo de oración y es-pera. Color litúrgico: blanco. [Lc. 1,25−38]

Tiempo de Navidad (2 semanas) Es desde el 25 de diciembre hasta la fiesta del Bautis-mo del Señor. En este tiempo se celebra la aparición de del Hijo de Dios en nuestra carne mortal. Color li-túrgico de este tiempo: blanco.

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La Natividad del Señor

Se celebra el 25 de diciembre de cada año. Se celebra el nacimiento de Jesús como ser humano. El hijo de Dios ha tomado nuestra carne para salvarnos. [Lc 2, 1−14; Jn 1,1−18]

El día litúrgico comienza a medianoche y se extiende hasta la medianoche siguiente. Pero la celebración del domingo y las Solemnidades comienza ya a partir del mediodía del sábado.

Esta fiesta nos presenta como modelo de familia cris-tiana a la familia de Jesús. [Lc 2, 22−40]

La Sagrada Familia: Jesús, María y José

Se celebra el domingo siguiente al día de Navidad. Esta fiesta nos presenta como modelo de familia cris-tiana a la familia de Jesús. [Lc 2, 22−40]

Santa María, Madre de Dios

Se celebra el 1 de enero de cada año. Esta fiesta nos recuerda que María es bendecida por Dios. [Lc 2,16−21]

Epifanía del Señor

Se celebra el 6 de enero. Es la fiesta que la gente lla-ma Los Reyes Magos. Cristo se manifiesta también a los que no son de raza judía, a los gentiles. Los Reyes Magos no son de raza judía, pero reconocen a Jesús como Dios. [Mt 2, 1−12]

El Bautismo de Jesús

Es el domingo siguiente a la Epifanía del Señor. Con esta fiesta se termina el tiempo litúrgico de la Navidad. Se celebra el bautismo de Jesús y el comienzo de su predicación y ministerio. [Mc 1, 7−11]

Tiempo de Cuaresma (6 domingos)

Es un tiempo litúrgico movible, ya que aparece dependiendo de la fecha de la Semana Santa de cada año. Cuaresma son los 40 días antes de la Semana Santa de cada año. El tiempo de cua-

resma empieza con el Miércoles de Ceniza y acaba con la Pascua. La cuaresma es el tiempo de prepara-ción a la Pascua donde se celebra la Resurrección de Jesús. Durante estos 40 días se hace un camino peni-tencial, bautismal y pascual. Color litúrgico de este tiempo: el morado.

La Anunciación del Señor

Es el 25 de marzo. En este día se celebra el anuncio del ángel a la Virgen de que sería madre y la acepta-ción de María como sierva del Señor. [Lc 1, 26−38]

La Semana Santa La Semana Santa es movible cada año. En Semana Santa los católicos celebran los misterios de salvación que Jesús realizó en los últimos días de su vida terrena. La Semana Santa empieza con la entrada triunfal de Jesús en la ciudad de Jerusalén y termina con la Resurrección de Jesús.

Domingo de Ramos

Empieza la Semana Santa. Se celebra la entrada triunfal de Jesús en la ciudad de Jerusalén. [Jn 12,12−16 y Mc 11,1−10]

Jueves Santo

En este día se celebran tres acontecimientos funda-mentales de la fe católica: la creación por Jesús de Eucaristía, la creación del Orden Sacerdotal y el man-damiento del amor entre todos los seres humanos. [Jn 13, 1−15]

Viernes Santo

En este día se celebra la muerte de Jesús en la cruz. Se celebra también su Pasión, lo que Jesús tuvo que sufrir antes de su muerte. [Jn 18,1−19,42]

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

En este día se celebra la Resurrección del Señor. [Jn 20, 1−9

Tiempo Pascual (8 domingos) Con el domingo de Resurrección em-piezan los 50 días de la Pascua, que termina en la Fiesta de Pentecostés. Es un tiempo propicio para dar testi-monio de Jesús resucitado. Color litúr-gico de este tiempo: el blanco.

La Visitación de la Virgen María

Es el 31 de mayo. Se celebra la visita que María hace a Isabel. [Lc 1, 39−56]

La Ascensión del Señor

Es movible, dependiendo de la Semana Santa. Cristo vuelve al Padre. [Mt 16,15−20]

Pentecostés

Con el domingo de Pentecostés termina el tiempo de la Pascua. Es un fiesta movible dependiendo de cuan-do sea la Semana Santa de ese año. En el domingo de Pentecostés se celebra la Venida del Espíritu San-to a los apóstoles, el comienzo de la Iglesia y el co-mienzo de la misión de predicar a Cristo resucitado a todos los pueblos y naciones. [Jn 20,19−23]

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Instructivo y Taller para Sacristía, Ornato y Aseo # 7. Pág. 3 de 4

Tiempo Ordinario (34 semanas) Después de la fiesta del Bautismo de Jesús empieza el Tiempo Ordinario que dura 33 ó 34 semanas y que acaba en el primer domingo de Adviento. El tiempo ordinario se interrumpe durante la cuaresma y la Pas-cua. Durante el Tiempo Ordinario no se celebra ningún misterio particular de Cristo, sino más bien se recuerda la vida en general de Cristo en su plenitud, principal-mente en los domingos. Color litúrgico de este tiempo: el verde.

La Presentación del Señor

Se celebra el 2 de febrero. Jesús entra en el templo y es presentado y rescatado por la ofrenda. [Lc 2, 22−40]

Jesucristo, sumo y eterno sacerdote

Se celebra el jueves después de Pentecostés. En esta fiesta se celebra que Jesús es sacerdote eterno que se entrega por nosotros. [Jn 22,14−20]

La Santísima Trinidad

Es el domingo después de Pentecostés. Se celebra que hay un sólo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. [Mt 28,16−20]

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Es el domingo después de la Santísima Trinidad. Se celebra la presencia de Jesús en la Eucaristía; que Jesús se entregó a los hombres, nos dejó su cuerpo y su sangre en la celebración de la Eucaristía. [Mc 14, 12−16.22−26]

El Sagrado Corazón de Jesús

Es el segundo viernes después de Pentecostés. El corazón para muchas culturas simboliza el centro de la persona y de sus sentimientos. El amor de Jesús llega al extremo de dar su vida para ser fuente de salvación para todos. [Jn 19,31−37]

La Transfiguración del Señor

El 6 de agosto. El Señor manifiesta su gloria. Jesús es voz y luz de Dios Padre. [Mc 9,2−10]

La Asunción de la Virgen María

El 15 de agosto. María es la primera en seguir los pa-sos de Jesús. En esta fiesta se celebra que la Virgen María fue asunta al cielo. [Lc 1,39−56]

La Natividad de la Virgen María

El 8 de septiembre. En este día se celebra el nacimien-to de la Virgen María. Los católicos celebran sólo tres nacimientos: el de Jesús el 25 de diciembre, el de San Juan Bautista el 24 de junio y el de la Virgen María el 8

septiembre. El resto de las fiestas de los santos las celebran en la fecha de su muerte. [Mt.1,1−16.18−23]

Jesucristo, Rey del Universo

Es el último domingo del año litúrgico. Después de este domingo comienza de nuevo el adviento. Jesús es servidor y Rey. Este último domingo del tiempo or-dinario, cierra el ciclo del año litúrgico. Ya hemos dicho que este tiempo ordinario puede tener 33 ó 34 sema-nas. [Jn 18,33−37]

Síntesis para recordar el Año Litúrgico: El año litúrgico empieza con El Adviento (son las 4 semanas antes de Navidad).

Cuando llega la Navidad comienza el Tiempo de Na-vidad (este tiempo va desde el Nacimiento de Jesús hasta el Bautismo del Señor).

Después de la fiesta del Bautismo del Señor empeza-mos el Tiempo Ordinario que son unas 33 ó 34 se-manas en cuyos domingos no se celebra ningún acon-tecimiento especial en la vida de Jesús. El Tiempo Ordinario queda interrumpido por:

La Cuaresma (son los 40 días antes de Semana San-ta).

La Pascua (son los 50 días posteriores a la Resurrec-ción de Jesús. Este tiempo acaba con la fiesta de Pen-tecostés).

Con la fiesta de Pentecostés volvemos de nuevo al Tiempo Ordinario hasta llegar de nuevo a la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo con el que termina dicho tiempo.

Una vez terminado el Tiempo Ordinario, culmina el año litúrgico correspondiente y comienza un nuevo con el Tiempo de Adviento.

Los colores litúrgicos Tiempo de Adviento: morado. Tiempo de Navidad: blanco. Tiempo Ordinario: verde. Tiempo de Cuaresma: morado. Tiempo de Pascua: blanco. 

iii

Recuerda que puedes descargar este, y todos los de-más instructivos de los diversos equipos de servicio litúrgico, de nuestro blog:

http://calbaq.wordpress.com

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NÓTESE BIEN: Para trabajar en el taller, es necesario tener en cuenta los siguientes factores:

a) Todo el material por el cual se indaga en el taller, está contenido en Instructivo Formativo correspondiente, por lo que es indispensable haberlo leído completamente.

b) Esta actividad debe realizarse con el equipo de liturgia (en este caso concreto de Sacristía, Ornato y Aseo). Nin-guna de las actividades que les estamos enviando es para hacerla individualmente.

c) Pueden desarrollar cualquiera de las técnicas de taller que quieran, sino la dominan, pueden utilizar el siguiente proceso:

Efectuar en primer lugar, una lectura total del texto, en grupos de por lo menos dos personas.

Que se reúnan todos los grupos en el salón con tablero y marcador.

En la reunión, un lector lee la pregunta en voz alta, y el grupo responde ordenadamente.

El coordinador, delegado o moderador irá anotando en el tablero las ideas expresadas por el grupo, finalmen-te las resumirá y definirá con el grupo las soluciones más adecuadas.

El trabajo del secretario consistirá entonces, en transcribirlas al taller definitivo que, deberá ser enviado por el Delegado de Liturgia Parroquial, a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, preferiblemente vía correo electró-nico, a: [email protected]

Taller

1. ¿Cual deber considera la Iglesia en el número 102 de la Constitución sobre Liturgia?

2. ¿Cuál es la esencia del Año Litúrgico?

3. El año civil va de enero a enero. ¿De dónde a dónde va el año litúrgico?

4. ¿En qué momento comienza el día litúrgico del domingo y las solemnidades?

5. ¿Cuándo se celebra la Sagrada Familia?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen

parte de dicho equipo en su comunidad.

7 MAYO — JUNIO DE 2013

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Instructivo para Sacristía, Ornato y Aseo # 8. Pág. 1 de 2

JULIO — AGOSTO DE 2013 8

EL AÑO LITÚRGICO Y EL CALENDARIO En el transcurso del año nuestra Santa Madre Iglesia celebra la memoria sagrada de la obra de la salvación realizada por Cristo en días determi-nados durante el curso del año. En cada sema-na, el domingo, "día del Señor", hace memoria de la Resurrección de Cristo, que, una vez al año, en la gran solemnidad de la Pascua, es ce-lebrada juntamente con su santa Pasión. Durante el curso del año, la Iglesia conmemora pues, to-do el misterio de Cristo, desde la Encarnación hasta el día de Pentecostés y la expectación de la venida del Señor; así como los días natalicios de los Santos conmemorando así los misterios de la Redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes

en todo tiempo para ponerse en contacto con ellos y llenarse de la

Gracia de la Salvación (SC 102).

“En los diversos tiempos del año litúrgico, según las prác-ticas tradicionales, la Iglesia va instruyendo a los fieles por medio de ejercicios pia-dosos del alma y del cuer-po, de la enseñanza, de la

oración y de las obras de penitencia y misericordia. La

celebración del año litúrgico posee una peculiar eficacia sa-

cramental, ya que Cristo mismo es el que en sus misterios, o en las me-

morias de los Santos, especialmente de su Madre, continúa la obra de su inmensa

misericordia, de tal modo que los cristianos no sólo conmemoran y meditan los misterios de la Redención, sino que están en contacto y comu-nión con ellos, y por ellos tienen vi-da” (Ceremonial de los Obispos, n. 231).

ELDÍALITÚRGICOENGENERALCada día es santificado por las celebraciones litúrgicas del pueblo de Dios, principalmente por el sacrificio eucarístico y por el Oficio Divino.

El día litúrgico comienza a medianoche y se ex-tiende hasta la medianoche siguiente. Pero la celebración del domingo y las Solemnidades co-mienza ya a partir del mediodía del sábado.

USODELOSCOLORESLITÚRGICOSDurante el primer milenio se prestó poca atención a la creación de ciclos fijos de colores para los ornamentos relacionados con tiempos y fiestas

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especiales, si bien el blanco era siempre el color central. Luego, a lo largo de la edad media, mu-chas diócesis y comunidades locales de Europa occidental y central empezaron a desarrollar y compartir costumbres que asociaban ciertos días con determinados colores.

Hasta 1570, cuando las autoridades romanas emitieron reglas universales formando parte de la reforma tridentina, estas pautas diferían de una región a otra y de una parroquia a otra.

Este sistema que tiene ya 400 años ha sido acep-tado por todas las generaciones y repetido en las recientes reformas. A sido una parte duradera de la herencia de Trento ya que los cristianos occi-dentales lo ven como una ayuda en su caminar a lo largo del año litúrgico, como una aportación a la unidad del tiempo litúrgico y como una forma de expresar los sentimientos cambiantes de la asamblea.

Pero hay al menos dos maneras de pensar en estos colores que son decididamente frívolas. La primera es creer que los colores son meramente decorativos, como parte móvil del entorno.

Es cierto que los colores y las formas son parte de la experiencia, pero los ministros no deben se tratados nunca como accesorios como si forma-ran parte de un “conjunto armonioso” en una bo-nita exposición. La segunda es verlos como si fueran portadores de significados alegóricos o místicos su valor consiste en que aporta un con-traste y un sentimiento propio de cada tiempo.

La lista de los colores de los ornamentos para la Misa y la liturgia se encuentra en la Instrucción General del Misal Romano (IGMR 346 y 347):

“346. En cuanto al color de las vestiduras, obsérvese el uso tradicional, es decir:

a. El color blanco se emplea en los Oficios y en las Misas del Tiempo Pascual y de la Nati-vidad del Señor; además, en las celebracio-nes del Señor, que no sean de su Pasión, de la bienaventurada Virgen María, de los San-tos Ángeles, de los Santos que no fueron Mártires, en la solemnidad de Todos los San-tos (1º de Noviembre), en las fiesta de San Juan Bautista (24 de Junio), en las fiestas de San Juan Evangelista (27 de Diciembre), de la Cátedra de San Pedro (22 de Febrero) y de la Conversión de San Pablo (25 de Enero).

b. El color rojo se usa el domingo de Pasión y el Viernes Santo, el Domingo de Pentecostés, en las celebraciones de la Pasión del Señor,

en las fiestas natalicias de Apóstoles y evan-gelistas y en las celebraciones de los Santos Mártires.

c. El color verde se usa en los Oficios y en las Misas del Tiempo Ordinario.

d. El color morado se usa en los Tiempos de Adviento y de Cuaresma. Puede usarse tam-bién en los Oficios y Misas de difuntos.

e. El color negro puede usarse, donde se acostumbre, en las Misas de difuntos (que no es nuestro caso)

f. El color rosado puede usarse, donde se acostumbre, en los Domingos Gaudete (III de Adviento) y Laetare (IV de Cuaresma).

g. En los días más solemnes puede usarse vestiduras sagradas festivas o más nobles, aunque no sean del color del programa. Sin embargo, las Conferencias de Obispos, en lo referente a los colores litúrgicos, pueden de-terminar y proponer a la Sede Apostólica las adaptaciones que mejor convengan con las necesidades y con la índole de los pueblos.

347. Las Misas Rituales se celebran con el color propio o blanco o festivo; pero las Mi-sas por diversas necesidades con el color propio del día o del tiempo o con color viole-ta, si expresan índole penitencial, por ejem-plo, números 31. 33. 38; las Misas votivas con el color conveniente a la Misa que se ce-lebra o también con el color del día o del tiempo.”

En el caso de las exequias, cada comunidad de-bería revisar su política al elegir los ornamentos, de acuerdo al contexto de la práctica pastoral, aunque se deberían respetar los Tiempos y los colores de la Iglesia. Si la comunidad tiene una casulla verdaderamente digna en cualquiera de estos colores litúrgicos, esa es la que debería elegirse. Es importante anotar que la casulla no tiene, necesariamente, porque hacer juego con el paño mortuorio.

iii

Recuerda que puedes descargar este, y todos los de-más instructivos de los diversos equipos de servicio litúrgico, de nuestro blog:

http://calbaq.wordpress.com

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Taller para Sacristía, Ornato y Aseo # 8. Pág. 1 de 1

NÓTESE BIEN: Para trabajar en el taller, es necesario tener en cuenta los siguientes factores:

a) Todo el material por el cual se indaga en el taller, está contenido en Instructivo Formativo correspondiente, por lo que es indispensable haberlo leído completamente.

b) Esta actividad debe realizarse con el equipo de liturgia (en este caso concreto de Sacristía, Ornato y Aseo). Nin-guna de las actividades que les estamos enviando es para hacerla individualmente.

c) Pueden desarrollar cualquiera de las técnicas de taller que quieran, sino la dominan, pueden utilizar el siguiente proceso:

Efectuar en primer lugar, una lectura total del texto, en grupos de por lo menos dos personas.

Que se reúnan todos los grupos en el salón con tablero y marcador.

En la reunión, un lector lee la pregunta en voz alta, y el grupo responde ordenadamente.

El coordinador, delegado o moderador irá anotando en el tablero las ideas expresadas por el grupo, finalmen-te las resumirá y definirá con el grupo las soluciones más adecuadas.

El trabajo del secretario consistirá entonces, en transcribirlas al taller definitivo que, deberá ser enviado por el Delegado de Liturgia Parroquial, a la Comisión Arquidiocesana de Liturgia, preferiblemente vía correo electró-nico, a: [email protected]

Taller

1. ¿Qué día de la semana se celebra la festividad de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote.

2. ¿Cuándo empieza y cuánto dura el Tiempo Ordinario?

3. ¿Cuándo se interrumpe el Tiempo Ordinario?

4. ¿Cuándo se usa el color rojo?

5. ¿Cuál es el período de la Cuaresma?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que hacen

parte de dicho equipo en su comunidad.

8 JULIO — AGOSTO DE 2013

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Instructivo y Taller para Sacristía, Ornato y Aseo # 9. Pág. 1 de 4

SEPTIEMBRE — OCTUBRE DE 2013 9 TIEMPOORDINARIOTomado de: Dios cada día, Marcel Bastin.

Semanas XXII al XXXIV. Leccionario Ferial. Seguimiento en el tiempo

EvangeliosegúnSanLucas

“El tercer evangelio tiene un sabor especial. Es qui-zás, entre los sinópticos, el más acorde con la sensibi-lidad de hoy, tal vez porque encaja el anuncio de la fe y la novedad de la revelación manifestada en Jesu-cristo en las esperanzas comunes a todos los hom-bres y en los valores que sustentan la esperanza uni-versal. Lucas se dirige a los paganos: por eso su men-saje encuentra un eco tan grande en nuestro corazón, marcado por los interrogantes contemporáneos. Es además un evangelio para nuestro tiempo, porque esboza un rostro de Dios que constituye la revolución —la conversión— cristiana.

Con razón se le ha llamado el evangelio de la miseri-cordia. Un Dios distinto, diferente de lo que espontá-neamente ponemos bajo la imagen de Dios: ése es el Dios de Lucas.

Lucas,elevangelistadelEspíritu

Nadie duda que Lucas escribió para los no-judíos; pero ¿sabemos medir todas las consecuencias de esta afirmación? Los paganos introducen una nove-dad radical en la iglesia de los primeros tiempos; no poseen nada de la cultura religiosa de los judíos. ¿Cómo hablarles de Moisés, por ejemplo, si entre ellos no ha crecido la esperanza mes iónica?

Así pues, no hay que extrañarse de ver al evangelista inaugurar un método pedagógico nuevo. No empieza por anunciar a Jesucristo o, si lo hace, es poniendo mucho cuidado en destacar todos los valores huma-nos de los que ya viven los paganos. Les exhorta in-cluso a vivir profundamente esos valores, puesto que sabe que en ellos sopla el Espíritu y que son, por eso, una buena base para el anuncio de la Buena Nueva.

En efecto, el Espíritu es el principal actor del tercer evangelio. Si los cristianos de Lucas ignoran por com-pleto las tradiciones histórico-religiosas de los judíos, tienen, sin embargo, la experiencia de las comunida-des cristianas, cuya vida les interpeló antes de su con-versión y de las que ahora son miembros. Así pues, se han hecho cristianos gracias al testimonio de unos hombres y unas mujeres que vivían del Espíritu. Si hay un mensaje que Lucas quiere transmitir, es que el Espíritu del que vive la Iglesia es exactamente el mis-mo del que vivió Jesús. Los cristianos y Jesús son contemporáneos, porque viven del mismo Espíritu. Por eso el método de Lucas será inductivo: el evange-lista parte de hechos constatables por sus lectores para llevarlos insensiblemente a Jesucristo. Por eso la lectura del tercer evangelio es inseparable de la de los Hechos de los apóstoles. Desde las primeras páginas se subraya la acción del Espíritu. En la Anunciación, el Espíritu está presente para avalar la nueva creación que va a empezar a elaborarse en el seno de la Vir-gen; también está presente en el bautismo de Jesús y en su primera predicación en Nazaret, para garantizar la autenticidad del mensaje anunciado por el joven profeta. En efecto, de labios de Jesús sale una pala-bra extraña, un mensaje de gracia para todos los hom-bres amados de Dios. ¿Tiene este mensaje posibilida-des de ser escuchado? Lucas ha vivido muy de cerca la experiencia de la misión para no proponer una res-puesta a esta cuestión fundamental para la Iglesia.

Compañero de Pablo en los grandes viajes misioneros del apóstol, ha constatado el impacto favorable que esta Palabra tiene sobre los paganos. Por eso, para él el porvenir está asegurado: la palabra de gracia no volverá sin haber dado fruto.

Unevangelioescritopara los judíosyparalospaganos(5,1‐9,77)

Los Hechos de los Apóstoles nos informan del desa-rrollo de la primera misión cristiana. En general, los predicadores se dirigieron primero a los judíos; pero, ante la desconfianza y hasta la hostilidad declarada que encontraban en las sinagogas, se dirigieron luego a los paganos. Así es como la Iglesia agrupó pronto a

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personas convertidas, salidas del ambiente judío y del ambiente pagano, que tuvieron que aprender a vivir juntas.

La existencia de tradiciones religiosas diferentes impi-dió que se les dirigiera a los unos y a los otros una palabra común. Así pues, la única palabra de Dios se diversificó para salir al encuentro de las aspiraciones religiosas de cada uno. Es interesante seguir la de-mostración que hace Lucas de este hecho a partir del c. 5. Destacan dos figuras, cada una de las cuales simboliza a una de las dos comunidades. Primero, Pedro, el pescador del lago de Galilea. La palabra que Jesús le dirige le revela la gravedad de su pecado, al mismo tiempo que la santidad del que le habla. Se ve bien entonces cómo, detrás de Pedro, están todos los grandes profetas judíos, Isaías y los demás, pero tam-bién el pueblo entero de la Alianza, llamado a la espe-ranza cuando Yahvé bendijo a Abraham y a su des-cendencia, así como al testimonio después de que se le confió la ley del Sinaí. Pero hoy, junto con Pedro, es toda la Iglesia, nuevo Israel, la que está llamada a vivir la ley de las bienaventuranzas, después de haber oído el recuerdo de los grandes temas mesiánicos (5,1-6,49). Después de Simón, Jesús se dirige al centurión romano (7,1-10). Sin embargo, aquí no se habla de llamada ni de testimonio. Al contrario, al centurión le remite al lugar de donde había venido. No obstante, algo ha cambiado: su vida tiene ahora un sentido; sa-be que lo que él vive lleva ya el sello del Espíritu; por eso debe llevar hasta el extremo el celo que ha des-plegado por su esclavo enfermo. Es Jesús el que le ha hecho tomar conciencia de todo esto; o mejor dicho, es el Resucitado, aquel que en el camino de Naím le devolvió a una madre su hijo (7,11-17) y el que dio su oportunidad a la prostituta de la ciudad, mostrándole que su corazón valía mucho más que su vida (7,36-50). Así pues, los judíos y los paganos convertidos nacieron de una Palabra idéntica, pero diversificada. Ahora, en cada uno de los dos grupos se plantea una cuestión: ¿quién es Jesús? Esta cuestión encuentra eco tanto en el corazón del que creyó (8,21) como entre los que están aún al margen (9,9). ¿Quién es ese Jesús que envía a los Doce en misión (9,1-6)? ¿Por qué reúne a la gente en el desierto y para qué tipo de comida (9,10-17)?

ElReinodeDiosestácerca(Lc9,18‐13,35)

Esta complejísima secuencia trata de responder a la pregunta suscitada por la sección precedente, a saber: ¿quién es ese Jesús en quien los creyentes han depo-sitado su fe? No basta, efectivamente, con decir que es el Cristo de Dios (9,20); además hay que «empaparse» del modo en que él mismo comprendió su misión. En otras palabras, no basta con afirmar que Jesús es Hijo, sino que hay que penetrar en la forma en que Jesús se reveló como Hijo, ya que se trata de una forma totalmente singular que todos estamos invi-tados a imitar. Lucas nos ofrece tres elementos de respuesta que se complementan entre sí: primero, la

oración de Jesús; luego, el anuncio de la pasión y la subida a Jerusalén, que ponen a Jesús en el camino de la fidelidad y muestran lo que su oración tiene de compromiso; y finalmente, el relato de la transfigura-ron, una especie de díptico en claroscuro en el que Jesús habla de su «éxodo» y aparece en su gloria (9,18-62). El capítulo 10 se abre con una nueva mi-sión de los discípulos, que esta vez son setenta y dos (10.1-12). Se afirma la universalidad de la misión, por-que en adelante habrá ya en todas las ciudades y al-deas testigos gozosos de lo que han visto y oído: el reino de Dios se ha acercado a todos los hombres y es reconocido en Jesucristo por los pequeños. En efecto, El es el buen samaritano que se acerca al heri-do de Jericó (10,29-37), así como el que pone de acuerdo a Marta y a María sobre la necesidad de sus respectivas tareas (10,38-42). A su vez, el capítulo 11 vuelve sobre la oración de Jesús. Se presiente que esta oración conduce al don del Espíritu desde que Jesús empezó a indicar la manera como El entiende ser Hijo. Ha llegado la hora, no de las discusiones estériles, sino de las decisiones: hay que pronunciarse con claridad en favor de Jesús, que dirige una adver-tencia solemne a los escribas y a los fariseos, que no dejan de desfigurar los signos del Reino, al mismo tiempo que desnaturalizan la Ley y cargan a los pe-queños con cargas demasiado pesadas para ellos. ¿Quiénes son, por otra parte, esos escribas para juz-gar al hombre? ¿Quiénes son ellos para distribuir la vida y la muerte, siendo así que Cristo sólo ha venido para dar la vida (12,13-15)? Hay aquí una nueva ad-vertencia, pero esta vez dirigida a los discípulos: si ellos han recibido una gracia, no es para almacenarla, sino para ponerla al servicio de todos. De este modo serán buenos administradores, y el mismo Maestro les servirá (12,29-39). Pero, desgraciadamente, es posi-ble rechazar la vida, como lo prueba la oposición con que Jesús chocó durante su vida. Israel no quiso ver el mal que lo ponía enfermo, ni reconocer a Jesús como al que podía curarle y levantarle (13,10-17). La revelación choca, pues, con un muro infranqueable. Por eso Dios se dispone a dejar la «casa», el Templo, como había anunciado el profeta Ezequiel; pero no lo hará más que por un tiempo limitado, el tiempo de la conversión, que es también el tiempo de la paciencia de Dios, que ha tomado a su cargo la defensa de la higuera estéril (13,6-9).

Servidoresdelagracia(Lc14,1—17,10)

El capítulo 14 forma un contraste estudiado con el capítulo 13. La curación del hidrópico en día de sába-do (14,1-6) es la réplica exacta —sin la sinagoga en este caso— de la curación de la mujer encorvada (13,10- 17); la necesidad de la renuncia para los discí-pulos (14,25-35) reproduce la necesidad para Jesús de morir (13,31-33). Pero el centro neurálgico de la sección es la parábola de los invitados al festín (14,15-24). En efecto, hemos visto que el capítulo 13 termi-naba constatando un fracaso: Jesús anunciaba clara-

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mente su muerte en Jerusalén, así como el abandono del Templo. Sin embargo, la parábola de la higuera estéril, lo mismo que la de la levadura y la del grano de mostaza, dejaba entrever un juicio de gracia: la «muerte de Dios» sólo será temporal, el tiempo nece-sario para permitir que el hombre se convierta. Ahora Jesús vuelve a tomar la iniciativa. Convoca de nuevo a los hombres para un festín y dirige su invitación a to-dos los cojos, los ciegos, los lisiados de todos los ca-minos del mundo. Deja que se transparente la infinita paciencia de Dios, que no se cansa de las infidelida-des humanas. Entonces vuelven a aparecer los fari-seos con su eterna cuestión: ¿con qué derecho actúa así Jesús? ¡Con el derecho que Dios tiene a ser Dios! En la parábola del hijo pródigo, lo mismo que en las de la dracma y de la oveja perdida, Jesús descubre el corazón de su Padre, dispuesto a alegrarse porque el hijo que estaba muerto ha vuelto a la vida. Pero no sólo el Padre... También el hijo mayor es invitado a alegrarse, ya que la dicha del Padre no es total hasta que la reconciliación sea completa. Paradójicamente, el hijo mayor está invitado a imitar la astucia del admi-nistrador (16,1-8). Hemos de prestar una gran atención a esta parábola, ya que los administradores represen-tan un gran papel en el evangelio de Lucas. Son la imagen del discípulo, deseoso de dar a cada uno su porción de pan, y Jesús los contrapone de buen grado a los fariseos, acusados de acaparar la Ley en su pro-pio beneficio. El administrador es el que perdona sus deudas a los demás, es decir, el que ha comprendido que no saldará su propia deuda si no es imitando la gratuidad de Dios. Ese es el verdadero discípulo: un siervo «inútil», es decir, un servidor de la gracia que se siente a sí mismo agraciado por Dios.

AnteelReinoqueviene(Lc17,11‐19,28)

«Y sucedió que, de camino a Jerusalén...». La suerte está echada: Jerusalén está al final del camino. ¿Cuáles serán las consecuencias para el hombre? ¿Aceptará éste unir su destino con el del Hijo del hom-bre? Para ello deberá reconocer en Jesús la única fuente de la salvación. Es lo que hace el Samaritano: curado lo mismo que sus compañeros, es el único que desanda el camino y va a postrarse ante la fuente de la vida. «¿Cuándo llega el reino de Dios?» Las escue-las rabínicas, que se esforzaban en determinar los sig-nos de su venida, no habían pensado nunca en buscar esos signos en lo cotidiano, que es precisamente don-de se manifiesta el Reino. Hay que repasar, pues, la historia de Noé o la de Lot: la gente comía, bebía, se casaba... «Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?» ¡Orar! Orar para no entrar en tentación, para no carecer de fe, para no du-dar del Reino. Hay que orar sin cesar, porque el Reino hay que recibirlo. En la parábola del fariseo y del publi-cano (18,9-14), Jesús opone la actitud del fariseo, blo-queado en sí mismo, a la del publicano, abierto a lo inesperado. Sean cuales fueren, las riquezas pueden obscurecer el camino que conduce al Reino (18,18-30), un camino que sólo pueden seguir aquellos que

tienen un corazón capaz de acoger (18,15-17). Este camino lleva a Jerusalén. No estamos muy lejos de la ciudad que mata a los profetas. Ya está ahí Jericó, la puerta que abre a la Tierra prometida. Allí hay dos hombres que esperan a Jesús. El primero de ellos, ciego, irá detrás de él glorificándolo; el segundo, publi-cano, le ofrecerá su hospitalidad. Cada uno a su ma-nera, ambos acogerán la salvación.

LavenidadelHijodelhombre(Lc19,29‐21,38)

Jesús se encuentra ya en Betania (19,29); está a pun-to de bajar por el monte de los Olivos y entrar en el templo por la puerta oriental. Para captar todo el signi-ficado del cortejo en medio de la alegría popular y que celebramos cada año el domingo de Ramos, hay que releer al profeta Ezequiel (11,22-24 y 43,1-4). Sus oráculos nos permiten realmente descubrir en este hombre que avanza, montado en un pollino, a Dios mismo que viene a juzgar a la ciudad que se dispone a matar al último de los profetas. El discurso escatológi-co adquiere por ello mayor relieve, pero exige ser co-rrectamente leído. En efecto, cuando Lucas recuerda el anuncio de la destrucción de la ciudad y de la ruina del templo, sabe que estos acontecimientos ya han tenido lugar. Así pues, su propósito no es apartar al lector de las vicisitudes de este mundo para proyectar-lo a un futuro indefinido, sino, al contrario, remitirle a aquellos acontecimientos proponiendo una lectura de los mismos guiada por la fe. Por otra parte, los Sinópti-cos ponen deliberadamente el relato de la muerte y resurrección de Jesús a continuación del discurso es-catológico; en efecto, es entonces cuando la historia del mundo se realiza definitivamente. Con el discurso escatológico, Lucas plantea la siguiente cuestión: ¿qué pasa con la historia de los hombres, ahora que ha desaparecido el templo visible? Al mismo tiempo, da dos respuestas sacadas tanto de la Escritura como de los hechos de que ha sido testigo. Por una parte, toma nota de la devastación de Jerusalén (21,20-24) y, a la manera de los profetas, ve en esa destrucción la consecuencia lógica de los pecados de la Ciudad santa; por otra, si confirma las persecuciones padeci-das por los discípulos (21,12-19), sabe también que la Buena Nueva se ha extendido por todo el imperio has-ta Roma. Por eso el discurso termina con una nota optimista: la destrucción de Jerusalén no es la última palabra de Dios. Por lo demás, ¿no había advertido ya Jesús a sus adversarios que el Hijo del hombre no vendría hasta que los hombres dijeran: «¡Bendito el que viene en nombre del Señor!» (13,35)? Fiel a sí mismo, el evangelista concluye el discurso con una perspectiva de salvación.”

iii

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TALLER

1. ¿Cuál es el sabor especial del tercer evangelio?

2. ¿Para quién escribió Lucas? ¿A quién se dirige? ¿Cómo se ha llamado este evangelio?

3. ¿Cuál fue la primera misión Cristiana?, ¿En dónde nos la informan?, ¿A quién estaba dirigi-da en principio?

4. ¿Quién es ese Jesús en quien los creyentes han depositado su fe?

5. ¿Qué juicio de gracia dejaba entrever la parábola de la higuera estéril, lo mismo que la de la levadura y la del grano de mostaza?

6. ¿Por qué los administradores representan un gran papel en el evangelio de Lucas?

7. ¿Cuándo llega el reino de Dios?

8. ¿Cómo permiten los oráculos descubrir a Dios?

9. ¿Qué pasa con la historia de los hombres, ahora que ha desaparecido el templo visible?

10. ¿Cuál es la nota optimista con la cual termina el discurso?

Nota: Recuerden colocar siempre, en la resolución de los talleres, los datos de todos los servidores que

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SEPTIEMBRE — OCTUBRE DE 2013 9

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NOVIEMBRE — DICIEMBRE DE 2013 10 CELEBRACIONESENTIEMPODECUARESMATomado de: Dios cada día, Marcel Bastin.

“Al dotar a la liturgia ferial de un leccionario diario, el concilio Vaticano II sembró una simiente llena de futuro. De ese modo se nos permitió meditar día a día la Palabra, a fin de que pudiera penetrar en nuestras vidas y moldearlas según el Espíritu de Dios. Pues la Palabra de Dios es vida, nunca retorna a su fuente sin haber fecundado nues-tro suelo (Is 55,10) y es pan de vida para quien se sacia de ella”.

La simiente yahadado fruto.Tenemos razones para creer que la gran renovación bíblica tiene algo que ver con la presencia cotidiana de la Escritura en la liturgia de los cristianos. Indudablemente, no todo el mundo puede participar a diario en la Euca-ristía, pero los objetivos de un libro litúrgico deben trascender los límites de una estricta utilización cúl-tica. El árbol puede y debe dar además otros frutos. No deberíamos dejarnos engañar por el necesario rigor de un leccionario. Hay en él un alimento para la Iglesia que no guarda relación únicamente con la liturgia, sino también con la meditación, la oración, la revisión de vida, la animación de grupos y movi-mientos... Al igual que el «misal», el leccionario puede y debe convertirse en libro de cabecera.

Pero la Palabra sólo es viva si se consigue interiori-zarla, compartirla y transfigurarla en oración. Es fuente de conversión cotidiana y, al igual que le ocurrió al todavía indeciso Agustín, también a noso-tros nos dice la Voz interior: «¡Toma y lee!». Tomar el libro, frecuentarlo asiduamente y escuchar cómo habla Dios en él cada día no consiste tan sólo en conocer un texto, sino, según la hermosa expresión del profeta Ezequiel, en «comer la Palabra» (Ez 3,1), hacerla propia, hacerse una sola cosa con ella, hasta el momento en que, al fin, esa Palabra nos arrastre del todo y nos moldee. Un momento al que jamás llegamos del todo y que hemos de per-

seguir constantemente: por eso la Palabra debe llegar sin cesar a nosotros para que aprendamos a vivir en ella.

La homilía (durante la liturgia) y el comentario (oral o escrito) encuentran aquí su razón de ser, lo mis-mo que la oración, nacida del texto para hacer vol-ver a éste hacia Dios en acción de gracias y en in-tercesión. Si la Escritura exige una explicación cien-tífica, fundada en criterios sólidos, también requiere un comentario espiritual, actualizador, meditativo... Por supuesto que en todo instante debemos guar-darnos de pretender hacerle decir al texto lo que nosotros queremos, porque es él el que nos guía; pero la necesaria personalización del comentario no es algo extraño a la Palabra, con tal de que se mantenga la humilde sumisión al Espíritu. Dicha personalización, como hemos dicho, le es necesa-ria a la Palabra, aun cuando después cada cual es libre de proseguir personalmente la interiorización.

Si bien es verdad que nadie puede ponerse en el lugar de otro, también es cierto que en el Cuerpo de Cristo somos miembros los unos de los otros, y que la percepción que uno pueda tener de la Palabra constituye una riqueza para los demás. Es obra de edificación, en el más noble sentido de la expre-sión.

Un hecho digno de resaltar en la manera litúrgica de aprehender la Palabra es la luz que los textos se aportan recíprocamente unos a otros. Es verdad que, sobre todo durante los «tiempos ordinarios», cada lectura sigue su camino sin connivencia pre-tendida con la otra; pero, para quien ha escrutado mínimamente las profundidades de la Biblia, ense-guida resulta obvio que las mil facetas de un solo tesoro se iluminan mutuamente en un gran juego de luces que canta la libertad de la gracia. Sin necesi-dad de hablar de «temas» demasiado concretos (que enseguida se tornan abstractos), podemos evocar a este respecto los armónicos de una misma sinfonía. Por eso el comentario, cuando se deja ins-pirar por esos armónicos, puede revelarse muy su-

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gerente. Las dos Alianzas se interpelan y se com-pletan mutuamente; el Evangelio se desarrolla en las Cartas Apostólicas; el salmo, frecuentemente, responde como un eco a la Palabra mediante pala-bras, a su vez, inspiradas.

Eltiemposagrado

Dios cada día:así podría definirse la liturgia, tanto en su carácter de coparticipación en la Palabra de Dios como en su calidad de actualización del miste-rio de la resurrección en el cuerpo místico de Jesu-cristo.

En ambos casos, efectivamente, el tiempo constitu-ye un componente esencial, aun cuando nuestra oración vaya dirigida al «Dios eterno y todopodero-so». Por supuesto que no hay que minusvalorar la oración personal y privada, por la que —en la densi-dad teologal de la fe, la esperanza y la caridad— nos mantenemos en comunión con el Dios vivo.

Pero sería deshumanizar la vida divina e ir en con-tra del «régimen de encarnación» el despreciar la celebración cúltica, con sus ritos y sus símbolos, con el consiguiente riesgo de banalizar las celebra-ciones cotidianas, y no digamos el «día del Se-ñor»...

El misal de los domingos, cuyo uso se ha generali-zado, está construido en el interior del marco de la creación, donde, tras los seis días simbólicos, se mima cuidadosamente el «día del Señor», con to-das las significaciones que le atribuye el relato del Génesis, desde el descanso semanal hasta la glori-ficación definitiva de Dios. Por no hablar de la trans-cripción que ha recibido en el cristianismo como Día de la resurrección del Señor. Hay ahí una represen-tación del tiempo como ritmo de la religión, virtud de la criatura en relación a su Creador.

El misal y el leccionario ferial, tal como aquí se pre-senta, ofrece una recapitulación de la totalidad de la empresa divina, consumada por la incorporación a Cristo, que se realiza día a día. No se trata ya del ritmo de la naturaleza, que acompasa la distribución de los horarios, sino de las etapas de la historia, de suerte que el tiempo ya no es tan sólo una duración de dimensiones cósmicas, sino el sujeto portador de la liturgia, que no sólo lo sacraliza, sino que lo santifica. Es gracias a la liturgia como el Misterio vive en la historia, día a día.

Los elementos empleados para realizar este desig-nio emanan, evidentemente, de la historia, de la historia sagrada. Los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento, distribuidos con una determinada in-tención en la liturgia renovada, constituyen su pri-mera trama, la cual resulta inteligible gracias a un mínimo de información exegética que debe inmuni-

zar contra las elucubraciones moralizantes, verda-dera plaga de la catequesis durante tanto tiempo.

Una meditación homilética organiza doctrinalmente su contenido. Y una oración, ágil y acorde con la sensibilidad de las necesidades y los deseos, pone fin a cada uno de los conjuntos diarios, que se pre-sentan bajo un sugerente título.

Tal es el presente instrumento, que nos pertrecha para dar al tiempo su dimensión sacral en el miste-rio de la Encarnación.

ELLECCIONARIOFERIALDECUARESMAEl orden de las lecturas diarias de la eucaristía, en cuaresma, no se percibe fácilmente hasta la cuarta semana, cuando la lectura semicontinuada del Evangelio de San Juan propone una «subida a Je-rusalén», acentuada con el proceso intentado con-tra Jesús. Por el contrario, durante la semana de ceniza y las tres primeras semanas se dedica cada día a un tema penitencial.

Descubrir en ellas una progresión real sería, sin duda, demasiado artificial, y para facilidad del lector hemos dado a cada semana o conjunto un título lo suficientemente amplio.

Además, hay que observar que la 3a, 4 a y 5a se-manas incluyen un formulario opcional que no es sino la repetición de las grandes lecturas bautisma-les ya vistas durante los domingos del ciclo A: Sa-maritana, ciego de nacimiento y Lázaro, siempre con una lectura adaptada del Antiguo Testamento. Hemos reagrupado estos tres formularios en un único conjunto, entre la 2a y la 3a semanas, con el título de «Liturgias bautismales».

Las «rúbricas» y el sentido común prevén que se puedan escoger cada semana los formularios más ricos si no se celebra diariamente la Eucaristía.

Nos parece útil sugerir aquí cómo hacer esta elec-ción.

Durante la semana de ceniza escogeremos el miér-coles y el viernes, que acentúan el sentido de las prácticas penitenciales. En la segunda semana, el miércoles y el viernes (que dan relieve al anuncio de la Pasión) y el sábado (por la parábola del hijo pródigo).

Durante la tercera semana, nuestras preferencias estarían en el martes (el perdón mutuo), el viernes (mandamiento del amor) y el sábado (parábola del fariseo y el publicano).

Pero no hay que olvidar la riqueza de los formula-rios que se pueden elegir en las tres últimas sema-nas, sobre todo se si desea hacer una catequesis

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bautismal. En este mismo sentido, recalcaremos el martes de la cuarta semana, con la curación en la piscina de Betesda.

En el conjunto que va desde el jueves de la 4a se-mana hasta el final de la 5\ destacamos el viernes 4, martes, 5, viernes 5 y sábado 5: estas lecturas abo-nan el terreno para meditar el proceso de Jesús.

ElSalmo50El salmo 50 es el salmo cuaresmal por excelencia- Merece la pena que nos detengamos en él para captar el simbolismo que lo impregna y la teología que transmite.

Se le sitúa entre los salmos de súplica individual y data del final de la época monárquica. Habría sido compuesto para una liturgia penitencial presidida por el rey. Pero es obvio que ha servido de sustento a la oración de innumerables personas lo suficiente-mente religiosas para reconocerse en él.

Desde el primer versículo es notable la orientación de esta oración.

Lejos de querer declarar inocente al salmista, como hacen tantas «endechas», la súplica se dirige de entrada a Dios para pedir su misericordia, su amor.

La salvación del pecador está por completo en las manos de ese Dios que el amor define radicalmen-te.

Por supuesto, no se ignora que Dios es justo, que quiere la verdad y la sabiduría en el corazón del hombre, pero precisamente esta «justicia» de Dios se manifestará, ante todo, en el perdón concedido al pecador.

Se podría decir que se trata nada menos que de su honor, ya que el pecador perdonado se convertirá en testigo de Dios: podrá mostrar a los pecadores el camino de la verdad, y «hacia Dios volverán los ex-traviados».

El reconocimiento del pecado tiene, pues, también una dimensión profética. Forma parte de la «confesión» de las obras de Dios. “

MiércolesdeCeniza:La iestainterior

Joel2,12‐18.« ¡Rasgaos los corazones, no las ves-tiduras!». Tentación de refugiarse en ritos externos. Todos los profetas han advertido a Israel que se circuncide el corazón y no el prepucio. Es una reco-mendación siempre actual: las cenizas adquieren tan fácilmente valor de talismán... «Tocad la trompe-ta en Sion». Que el eco de la trompeta llegue hasta las últimas aldeas de Judá. Que todos se reúnan, ya que es un gran día para Yahvé y su pueblo. Hoy es día de asamblea santa, hoy comienza el ayuno para

el Señor. ¡Que todos se revistan de harapos, se cu-bran de ceniza y se abstengan de todo placer!

Conversión, despojo, compromiso. Joel anuncia el día de Yahvé. Precede al «Dios que viene del futu-ro». Al final del tiempo de Pascua, el día de Pente-costés, se volverá a leer a Joel, pero entonces el mundo antiguo dará paso a un mundo purificado habitado por el Espíritu.

« ¿Quién cambiará mi corazón de piedra en cora-zón de carne?». El Señor. El crea para mí un cora-zón puro y me hace vivir de su fidelidad. El salmo 50 canta la miseria de los «pobres», los enfermos, los perseguidos, los amenazados en su vida o en sus bienes. Proclama la esperanza del que confía en Dios.

2Corintios5,20—6,2.La expresión «ministerio de la reconciliación» es muy evocadora para los Corin-tios. En efecto, les recuerda un hecho histórico de-terminado. En el momento de la reconstrucción de la ciudad (44 a. de C), César había hecho venir a colonos de Grecia y de todo el imperio; gentes de pasado comprometido a quienes el cónsul concedía una nueva oportunidad. Dios no actúa de otro mo-do, explica el apóstol. El también llama a tintos los hombres a construir la nueva Jerusalén, y Cristo ha venido como embajador para el ministerio de la re-conciliación. El tiempo de la Iglesia es el tiempo por excelencia de la conversión, ya que debe permitir la reunión de judíos y gentiles. Por lo tanto, no debe-mos dejar que pase, sobre todo porque el precio de la embajada de Cristo supera todo cuanto el hom-bre hubiera podido imaginar. «Al que no conocía el pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros, para que por él llegáramos a ser justicia de Dios».

Mateo 6,1‐6.16‐18. Limosna, oración, ayuno: tres prácticas capitales de la piedad judía. Pero el hom-bre piadoso corre un riesgo: desviar estos ritos de su verdadero fin, que es Dios. En efecto, ¡qué es-carnio cuando el hombre pone la religión al servicio de su propia gloria y cae en su propio juego! Adán, por querer ser como Dios, había comido del fruto prohibido. «En lo escondido», es decir, en verdad, ante el Padre que sondea los corazones. Cierra tu puerta, pues al Señor le gusta hablar en el vacío de mi silencio. ¡Perfúmate, ya que Dios te llama a una fiesta!...”

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TALLER

1. ¿Qué nos permitió el concilio vaticano II al dotar a la liturgia ferial de un leccionario diario?

2. ¿Qué libro debe convertirse en libro de cabecera?

3. ¿Cuál es la hermosa expresión de Ezequiel (Ez 3,1) de la Palabra?

4. ¿Para quién puede evocar la Palabra los armónicos de una misma sinfonía?

5. ¿Cómo se interpelan y complementan mutuamente las dos alianzas de Evangelio y Salmos?

6. ¿Cómo podría definirse la liturgia según Marcel Bastin?

7. ¿En dónde se encuentra una representación del tiempo como ritmo de la religión y en el inte-rior de qué?

8. ¿Qué días acentúan el sentido de las prácticas penitenciales?

9. ¿Cuál es el Salmo cuaresmal por excelencia?

10. ¿Cómo expresa Joel 2,12-18. El día de Yahvé?

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