Ardao, Arturo - América Latina y Latinidad

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  • 500 AOS DESPUS Arturo Ardao

    Amrica Latina y la latinidad

    COORDINACIN DE HUMANIDADES

    CENTRO COORDINADOR Y DIFUSOR

    DE ESTUDIOS LATINOAMERICANOS UNIVERSIDAD NACIONAL AUTNOMA DE MXICO

    Mxico 1993

  • ADVERTENCIA EDITORIAL

    Bajo el circunstancial ttulo comn de Amrica Latina y la latinidad se renen en este volumen, en texto completo, tres libros del filsofo uru-guayo Arturo Ardao.

    Aunque de concepcin y elaboracin independientes, y de publi-cacin en distintas fechas, las tres obras se hallan temticamente vincu-ladas. La preocupacin compartida, mencionada en el ttulo general, es la que explica esta recopilacin.

    Ronzania y Amrica Latina aparece en seccin aparte, alterando el orden cronolgico de aparicin, por la diferencia de plano de en-foque de su tratamiento respecto a los otros dos libros, ms afines entre s hasta en la literalidad de sus ttulos.

    Las referencias de aparicin de los tres ttulos son las siguientes: /

    Gnesis de la idea y el nombre Amrica Latina, Caracas, 1980, co-edicin del Centro de Estudios Latinoamericanos Rmulo Gallegos y el Ministerio de la Secretara de la Presidencia de la Repblica de Ve-nezuela.

    Espaa en el origen del nombre Amrica Latina, Montevideo, 1992, coedicin de la Biblioteca de Marcha y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin, y la Facultad de Ciencias Sociales de la Uni-versidad de la Repblica.

    Romania y Amrica Latina, Montevideo, 1991, coedicin de la Bi-blioteca de Marcha y la Universidad de la Repblica.

    Primra edicin 1993

    DR 1993, Universidad Nacional Autnoma de Mxico Ciudad Universitaria, 04510, Mxico, D.F.

    DIRECCIN GENERAL DE PUBLICACIONES

    Impreso y hecho en Mxico

    ISBN: 968 - 36 - 2978 - 4

  • SECCIN PRIMERA

  • 1. GNESIS DE LA IDEA Y EL NOMBRE

    AMRICA LATINA

    Primera edicin: Caracas 1980

  • Hay un inters y una emocin peculiares en la. consideracin de los orgenes humildes de las cosas que despus se engrandecieron y magnificaron.

    Jos Enrique Rod

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  • PRLOGO

    Sobre el asunto del presente estudio publicamos por primera vez un breve trabajo bajo el ttulo de La idea de Latinoamrica, en Monte-video, 1965. Fue en ocasin del centenario del libro del colombiano Jos Mara Torres Caicedo, Unin Latinoamericana, cuyo autor haba puesto en circulacin la expresin Amrica Latina como nombreen el segundo lustro de la dcada del 50 del pasado siglo. As lo con-signbamos en aquel trabajo. Valga la constancia en atencin a la reite-rada versin posterior, de origen no latinoamericano, que fija el naci-miento del trmino en la dcada siguiente, alumbrado por los idelogos franceses de la aventura mexicana de Napolen III.

    Paralelamente a otras tareas, fuimos reuniendo despus nuevas re-ferencias y comprobaciones, en el Uruguay, en otros pases america-nos y europeos, y ahora en Venezuela. Aunque establecido el proceso gentico en lo que tiene de esencial, somos conscientes de la necesidad de otras investigaciones concurrentes, en una materia de fuentes tan dispersas e inexploradas. Materia, a la vez, tan decisiva como toma de conciencia, terica y prctica, en el campo de la filosofa de la historia y de la cultura latinoamericanas.

    No se alcanzar nunca la comprensin del verdadero significado, al par que operatividad, del nombre Amrica Latina, si se prescinde, segn es habitual, de la doble dialctica de hechos y de ideas que lo hizo surgir como elemento integrante de la en su hora novedosa antte-sis Amrica Sajona - Amrica Latina. Tal creacin terminolgica fue el obligado desenlace de circunstancias histricas muy complejas, entre las que la dominante resulta ser el avance del Norte sobre el Sur del hemisferio, en la lnea de la anexin de Texas, la invasin y desmembra-miento de Mxico y las incursiones centroamericanas de Walker. Todo ello en el marco de la intensa especulacin tnico-cultural del histori-cismo romntico.

    La latinidad atribuida a partir de entonces a nuestra Amrica, asume su real sentido a travs del contraste con la condicin sajona atr. buida tambin desde entonces no antes a la Amrica septentrio

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  • * Nota a la la. edicin. .13 # ,- -.p. DEPTO. DE

  • IDEA DE AMRICA E IDEA DE AMRICA LATINA

    Hay Amrica anglo-sajona, dinamarquesa, holandesa., etctera; la hay espaola, fran-cesa, portuguesa; y a este grupo, qu de-nominacin cientfica aplicarle sino el de la-tina?

    Jos Mara Torres Caicedo, 1875

    La reflexin americanista, en cuanto reflexin sobre el objeto Amrica, ha existido desde los primeros tiempos del Descubrimiento y la Con-quista; primero, como necesidad de la conciencia europea, despus como necesidad, adems, de la propia conciencia americana. A travs del tiempo, esa reflexin no slo ha crecido cuantitativamente, sino que se ha diversificado cualitativamente, siguiendo las dos grandes lneas del ser natural y el ser histrico del hemisferio.

    Desenlace de ese proceso, dicho sea con la relatividad de nues-tra perspectiva de poca, ha venido a ser, desde hace unas dcadas, la puesta del tema de la Idea de Amrica. A l se accede desde la filosofa de la historia, la filosofa de la cultura y la antropologa filosfica; pero tambin hacia los opuestos extremos de la investigacin emprica y la especulacin teortica desde la historia y la ontologa.

    No es por casualidad que la meditacin en torno a la Idea de Amrica, resulta paralela a una viva preocupacin en los europeos a propsito de la Idea de Europa. No lo es, porque en ambos casos la puesta del tema deriva del mismo gran hecho: la contempornea peri-pecia crtica de la cultura occidental, en relacin tanto con el antiguo dualismo Oriente-Occidente, que la trasciende, como con el moderno Europa-Amrica, que le es inmanente. De ah que en ambos casos, tambin, se desemboque en la pregunta ontolgica: por el ser de Eu-ropa y por el ser de Amrica. La reflexin europesta suele venir ligada a la americanista, como un ingrediente, en ciertos momentos obligado,

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  • de sta, en virtud de la interrelacin conceptual e histrica entre lo eu-ropeo y lo americano; pero se da tambin con total autonoma, en el espritu pensante de Europa. Ha existido alguna tendencia a conside-rar el inters por la Idea de Amrica como supuesto ndice de cultura marginal, es decir, reida con la ptica de lo universal. Sin desmedro de su tradicin universalista, Europa afronta hoy no menos que Amrica la interrogacin por su propio ser regional; el esclarecimiento, en defi-nitiva, de su propia Idea.

    La Idea de Amrica ha sido abordada desde diversos ngulos, con-siderndosela, ya en s misma, ya en algunos de sus mltiples posibles aspectos: el Descubrimiento, la expresin Nuevo Mundo, la entidad geogrfica, la entidad histrica, las utopas sociales y las realidades an-tropolgicas, las relaciones hemisfricas en lo cultural o en lo jurdico-poltico. En todos los casos la historia ha venido a constituir la mate-ria bsica de las elaboraciones; pero en la intencin no se ha tratado de estudios historiogrficos en sentido estricto, por el alcance terico a que, en mayor o menor grado, han aspirado tanto los supuestos como los desarrollos y las conclusiones. El conjunto no puede encerrarse en una sola determinada disciplina, sea cientfica o filosfica, empezndose porque la nocin misma de Idea, en la expresin Idea de Amrica, se maneja en distintos planos, desde el lgico hasta el metafsico, con todo el flanco que ello ofrece a la controversia. De cualquier modo, la au-sencia, muy notoria, de unidad conceptual y metodolgica, no es una objecin contra la literatura que el tema ha generado. Por discutibles que, segn el punto de vista, resulten tales o cuales enfoques, esa lite-ratura, adems de haber venido a vivificar y remozar distintos sectores particulares del saber, ha significado un ancho paso en la marcha en Amrica y fuera de Amrica hacia la conciencia de lo americano.

    El asunto que se pasa a encarar aqu es ms restringido: no ya la Idea de Amrica, sino la Idea de Amrica Latina, o Latinoamrica. Claro est que, cualquiera sea el alcance que se le otorgue a la nocin de idea, la segunda se halla subsumida en la primera. De ah que resulte necesario hacer referencia ante todo a sta, mentar a la primera para desde ella dirigirse a la segunda.

    "Explorar, en s misma o en su inmensurable encarnacin, algn sector siquiera de la Idea de Amrica", era el programa generacional que evocaba hace un tiempo, como sugestin del maestro Jos Gaos, el filsofo mexicano Antonio Gmez Robledo.1 Es legtimo, del punto de

    1 Antonio Gmez Robledo, Idea y experiencia de Amrica, Mxico, FCE, 1958, p. 9. El enfoque de esta obra es de carcter hemisfrico, de Amrica como Amrica, desde el ngulo de la filosofa jurdico-poltica.

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    vista lgico como del histrico, considerar a la Idea de Amrica Latina como uno de los tantos sectores posibles de la Idea de Amrica, necesi-tados de exploracin. Lo que en este lugar se persigue, no es, empero, contribuir a esclarecer parcialmente la general Idea de Amrica, arro-jando alguna luz sobre uno de sus sectores particulares. Puede ser ese uno de sus resultados, por va indirecta: hay una permanente dialctica, tambin lgica e histrica entre la Idea de Amrica Latina y las Ideas, tanto de Amrica a secas como de otras sub-Amricas. Lo que direc-tamente se persigue es indagar la Idea de Amrica Latina en cuanto Latina, la idea de latinidad de una de las sub-Amricas; es decir, la Idea de Amrica Latina en s misma, convertida ella en la cuestin esencial.

    Al cabo de una intrincada peripecia histrica, la expresin Amrica Latina ha venido a quedar consagrada en los ltimos tiempos como de-nominacin, no ya de un sub-continente, sino de un continente. Cua-lesquiera sean las conceptuaciones y delimitaciones geogrficas, ms o menos discutidas, esa expresin alude hoy en el plano poltico y cultu-ral, a una entidad continental autnoma, del mismo orden, por ejem-plo, que Europa, Asia, frica o Norteamrica. Pese a ello, una notable imprecisin, producto y fuente de toda clase de confusiones, la rodea del punto de vista histrico. De reducirla, siquiera sea en parte, es que se trata aqu. Constituye un obligado prolegmeno a la consideracin de las decisivas vicisitudes y al fin metamorfosis que en la segunda mitad del siglo xIx experimenta la tradicional cuestin de la identidad contipental.

    La idea y el nombre de Amrica resultaron de un rpido proceso gentico que comienza despus del Descubrimiento y est ya acabado slo tres lustros ms tarde. En una primera etapa inmediata a dicho hecho, son inexistentes no slo el nombre sino la idea misma de Amri-ca; en una segunda, aparece y acta la idea, pero no todava el nom-bre; en una tercera, surge el nombre para expresar definitivamente tal idea. Ese proceso se objetiva con claridad en la sucesin de la clsica triloga de trminos inventados para designar las tierras descubiertas a Europa por Coln: Indias; Nuevo Mundo; Amrica.

    El nombre dado por Coln a las tierras a que arrib en 1492; de in-mediato recibo general, en especial por la Corona de Espaa, fue el de Indias, del que derivara el de Indias Occidentales. Responda a la idea de la asiaticidad de dichas tierras, sin sospecha todava de que consti-tuyeran un, hasta entonces desconocido, continente aparte; tal fite la obstinada creencia en que muri el propio Descubridor en 1506. Fue esa la primera etapa arriba mencionada. Para los europeos no existe la idea y menos el nombre de Amrica. La segunda es marcada ntida-mente por Amrico Vespucio, al cabo de su viaje descubridor del Ro de

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  • la Plata y del litoral atlntico austral, de 1501-1502, en su clebre carta de 1503 Mundus Novus, es decir, Nuevo Mundo. Ms all de cualquier hipottica anticipacin, se registra en ella por primera vez de manera cierta, la revolucionaria ideacin por el hombre europeo de una nueva parte del mundo, diferente de Europa, Asia y frica. La verdadera idea de Amrica, como un Nuevo Mundo contrapuesto al Viejo, es entonces que realmente nace. Esta revelacin de 1503 no slo result deslumbra-dora, sino que en su momento lo fue mucho ms que la de 1492 por otra parte equivocada, incluso como supuesta confirmacin experimen-tal de la redondez de la Tierra de un camino por el Occidente a la vieja Asia. Tanto, que apenas cuatro aos ms tarde, en 1507, el conti-nente descubierto fue bautizado con el nombre deAmrica, tomado del revelador. As se hizo en la obra Introduccin a la Cosmografa publi-cada ese ao por el gegrafo lorens Martn Waldseemller. La tercera etapa del proceso quedaba cumplida, y abiertas todas sus consecuen-cias, al reunirse a la idea el nombre llamado a encarnarla.

    En 1503, a los once aos del descubrimiento fsico, irrumpe por primera vez la idea de la existencia de un Nuevo Mundo. Este trmino, entonces empleado con reiteracin en escritos y mapas, vino a ser con el tiempo, irreversible. Es solamente clarificativo y calificativo: clasi-fica como Mundo, en un sentido convencional, a lo descubierto, y al mismo lo califica de Nuevo; pero de tanta riqueza semntica en su juego dialctico con el de Viejo Mundo desde lo geogrfico y lo histrico hasta lo filosfico que se ha mantenido vivo a travs de las pocas. Tbdo abordaje de la Idea de Amrica debe encararse con l. Pero pre-cisamente por su expresado carcter, no resultaba adecuado como de-nominacin sustantiva propia, capaz de determinar un gentilicio. El hondo estremecimiento europeo que sigui a la revelacin de 1503, ge-ner as, de manera espontnea, el nombre definitivo de Amrica, a los quince aos justos del Descubrimiento. El conjunto de transfor-maciones intelectuales que ste determina en la conciencia occidental, comienza en realidad entonces, es decir, en el momento en que por primera vez junto a las de Europa, Asia y frica, se escribe la palabra Amrica.

    En su condicin descriptiva o explicativa, y hasta prospectiva, pudo subsistir el trmino Nuevo Mundo. Por no corresponder a la idea de ste, y por tanto a la de Amrica, no pudo subsistir, en cambio, el de Indias, aunque su aplicacin prioritaria haya servido para dar nom-bre al poblador precolombino, desde Canad hasta Tierra del Fuego. La Corona espaola lo mantuvo oficialmente durante el coloniaje, li-mitado, claro est, a sus posesiones, es decir, a una parte del continente

    descubierto; slo en la misma condicin colonial y todava ms restrin-gida, ha subsistido hasta nuestros das el de Indias Occidentales como denominacin de las Antillas britnicas.

    1M, en trazo esquemtico, el breve proceso de gnesis de la idea y el nombre de Amrica. No corresponde pormenorizarlo aqu, ni me-nos entrar en el subsiguiente desenvolvimiento de la idea as nominada, desde su aparicin hasta su universal imposicin. Quede simplemente apuntado aquel proceso de gnesis, como necesario antecedente para la consideracin del que es nuestro asunto.

    Amrica se da en unidad, pero tambin en pluralidad. Existe Amrica, pero tambin Amricas, que no son sino distintas partes del todo expresado por el trmino en singular. La pluralidad de las Amri-cas no es, a su vez, unvoca, sino multvoca. Hay Amrica y Amrica, de donde Amricas; pero hay tambin Amricas y Amricas, es de-cir, diversos conjuntos de Amricas, o diversos pluralismos, segn el criterio con el cual se proceda a la distincin que conduce a la plurali-dad. En lo que aqu interesa, se presentan esos pluralismos en nmero de cuatro, y pueden ser denominados as: geogrfico; geogrfico-poltico; lingstico-cultural; tnico-cultural.

    No partimos de ningn supuesto, ni proponemos trminos nue-vos; nos limitamos a apuntar aquellos ordenamientos que un registro emprico revela como de uso corriente. Por superfluo que pueda pa-recer, ser necesario para el acceso a nuestro objeto y su tratamiento ulterior.

    a) Primariamente, Amrica resulta ser plural del punto de vista de la geografa en sentido estricto: Amrica del Norte, Amrica Cen-tral y Amrica del Sur, con sus variantes lexicogrficas Norteamrica, Centroamrica y Sudamrica. Esta pluralidad estuvo reducida durante largo tiempo a dos trminos, referidos al Istmo: Amrica del Norte, in-cluida en ella la Central, y Amrica del Sur; dualidad expresada tambin de este otro modo: Amrica Septentrional y Amrica Meridional.

    b) De la forma dual de esa pluralidad estrictamente geogrfica, de-riva otra de carcter geogrfico-poltico. Conforme a ella, Amrica del Norte, o Septentrional, es la que comprende a Estados Unidos y Ca-nad; Amrica del Sur, o Meridional, la que se extiende desde Mxico inclusive hasta Tierra de Fuego. Aqu se llega a la dualidad por la ex-pansin de los trminos Sur o Meridional hasta abarcar no slo Amrica Central sino tambin una parte de la Amrica del Norte geogrfica, como es Mxico. Importa tenerlo presente, porque a fines de la Co-lonia, en la poca de la Independencia, ms tarde y hoy mismo, se ha hecho y se hace empleo de los trminos Amrica del Sur o Amrica Me-ridional, para designar polticamente toda la parte del hemisferio que

  • se halla al sur de Estados Unidos. Se trata de un espontneo conven-cionalismo determinado por obvias razones histricas, sin cuyo recono-cimiento quedaran sin sentido muchos textos de la ms variada ndole, del pasado y del presente.

    c) A las pluralidades geogrfica y geogrfico-poltica, sigue la que cabe llamar lingstico-cultural, resultante de la diversidad de lenguas oficiales europeas en vigencia. Por la entidad cultural que cada una de ellas genera, se hace mencin ante todo de cuatro Amricas: in-glesa, francesa, espaola y portuguesa; el nmero suele llevarse a seis, adicionando las holandesa y danesa. Sin dejar de cubrir la totalidad del hemisferio, este ordenamiento en uso hace prescindencia de mu-chas otras lenguas coexistentes; tanto de las indgenas, algunas de ellas tambin simultneamente oficiales, como de otras europeas, africanas y asiticas que se hablan en comunidades de inmigracin o trasplante, de mayor o menor arraigo. Por el carcter de las lenguas que toma en cuenta, contiene tambin un aspecto poltico. En el origen, tal aspecto es ms marcado por cuanto las denominaciones en que el ordenamiento se expresa aluden a la posesin colonial por los respectivos imperios europeos. Pero cuando se sigue hablando, como se sigue, de Amrica Espaola o de Amrica Portuguesa, no obstante su independencia, y de Amrica Inglesa o de Amrica Francesa, incluyendo aun a sus regiones independientes, es al rea cultural de las correspondientes lenguas a lo que se hace mencin; por ms resabio colonial que haya en ello, lo con-notado no es su pertenencia a Espaa, Portugal, Inglaterra o Francia. Estas cuatro Amricas son, desde luego, las ms significativas desde el punto de vista considerado.

    Dos de ellas, la Amrica Inglesa y la Amrica Espaola, desde la poca de la Independencia vienen siendo mentadas tambin con otras denominaciones que no representan, respecto a ellas, ms que varian-tes lexicogrficas: Angloamrica e Hispanoamrica. Sin embargo, esta ltima equivale a Amrica Espaola slo en acepcin estricta. En acepcin amplia, que tiene por fundamento la antigua aplicacin a toda la pennsula ibrica del nombre romano Hispania, Hispanoamrica con sus variantes Amrica Hispana y sobre todo Amrica Hispnicaabarca al mismo tiempo las Amricas Espaola y Portuguesa: los pases americanos de origen espaol y el Brasil.

    Con esos dos alcances, estricto o amplio, oscilndose a veces del uno al otro en los mismos textos, vienen siendo manejadas las expre-siones Hispanoamrica, Amrica Hispana, Amrica Hispnica. En acepcin amplia resultan equivalentes a una tercera, Iberoamrica, de uso no menos frecuente. En tal caso, esta voz hara innecesaria a

    aqullas, o resultara ella misma innecesaria, pero una y otras recupe-ran todo su sentido cuando las primeras son empleadas en acepcin es-tricta: Hispanoamrica, o Amrica Hispana, o Amrica Hispnica, des-ignando slo a los pases americanos de origen espaol; Iberoamrica, designando al conjunto de ellos y el Brasil. En cualquiera de los em-pleos dados a estas distintas denominaciones, se sigue tratando ante todo, en el conjunto del hemisferio, de la pluralidad de raz lingstico-cultural.

    d) Esa pluralidad es el antecedente inmediato de la tnico-cultural a que nos interesaba arribar: aquella pluralidad, tan usual o tan funcio-nal en su rbita como en la suya lo son las anteriores, que se reduce a la escueta dualidad de Amrica Sajona y Amrica Latina. Aqu la ter-minologa empleada arranca directamente de la filiacin tnica de las poblaciones de origen europeo que implantaron en tierra americana determinadas formas de cultura.

    La Amrica Sajona corresponde a la Amrica de origen ingls, pero la denominacin no procede ya del nombre de la nacin europea ma-dre, sino del conglomerado tnico sajn constituyente de ella. Por otro lado, la Amrica Latina corresponde a las Amricas de origen espaol, portugus y francs, pero aqu tampoco procede ya la denominacin de los nombres de las respectivas naciones europeas madres, sino del comn conglomerado tnico latino constituyente de ellas. Slo que, tanto en uno como en otro caso, el factor estrictamente tnico, en el sentido biolgico de raza, se halla complementado, cuando no domi-nado, y en definitiva siempre dirigido, por el cultural. Amrica Sajona es aquella cuya cultura es la propia o caracterstica de los pueblos sajo-nes; Amrica Latina es aquella cuya cultura es la propia o caracterstica de los pueblos latinos. Y en ambas por encima del abigarrado mo-saico de etnias europeas, indgenas, africanas y asiticas, cruzadas o no, que entran en juego el medio por el que la cultura se configura se halla dado por las respectivas lenguas oficiales de expresin, de origen. europeo.

    Por eso es que la pluralidad tnico-cultural tiene por antecedente inmediato a la lingstico-cultural. Pero sta, a su vez, tiene por ante-cedente tambin inmediato a la geogrfico-poltica, que por su parte lo encuentra en la geografa pura y simple. Cada una de las cuatro plura-lidades expuestas, en el orden en que lo han sido, es, pues, el asiento histrico y lgico de la que le sigue. Es posible, no obstante, redu-cir las cuatro a dos sectores, agrupndolas dos a dos. Por un lado, la geogrfica y la geogrfico-poltica; por otro, la lingstico-cultural y la tnico-cultural. Cada uno de esos dos sectores desemboca en una

  • Idea de Amrica Latina est lejos de significar una toma de partido a favor de uno y en contra de los otros, como ha solido hacerse en plantea-mientos polmicos. Investigaciones sobre la Idea de Hispanoamrica y la Idea de Iberoamrica, estn tan justificadas en la teora y son tan ne-cesarias en la prctica, como sobre la Idea de Latinoamrica. Por lo que a la Idea de Hispanoamrica se refiere, mantiene tanta vitalidad y porvenir hoy como ayer, en cuanto definicin de aquella comunidad histrica desde la cual se gest e impuso, sin desdibujamiento de sus propios perfiles, la concepcin de la latinidad americana.

    El advenimiento histrico y el desarrollo de la expresin Amrica Latina, no se explica sin su relacin dialctica con la expresin Amrica Sajona. Son conceptos correlacionados, aunque por oposicin; no pu-dieron aparecer y desenvolverse sino juntos, aunque a travs de su con-traste. Sin embargo, como trminos, han tenido una suerte diferente. Amrica Latina ha pasado a ser la preferente denominacin poltico-cultural de un continente, resultando subsidiaria de ella la expresin Amrica del Sur o Sudamrica. Con ese alcance su empleo ha adqui-rido en nuestros das una impresionante universalidad. Amrica Sa-jona, en cambio, ha quedado como expresin subsidiaria de la Amrica del Norte o Norteamrica, erigida en la denominacin bsica del conti-nente septentrional del hemisferio, en el sentido de continente poltico-cultural. As, por ejemplo, el lxico a travs del cual se expresa ha-bitualmente la conjuncin de los gentilicios respectivos, no es el de latinoamericano y sajoamericano (o saxoamericano), sino el de latino-americano y norteamericano. De ah que Amrica Latina es trmino que ha pasado a denominar, en nmero creciente cada da, organismos e instituciones internacionales, no siendo ese el caso de Amrica Sa-jona. En el fondo, esta variante semntica introducida por imposicin de la vida histrica sobre la lgica lexicogrfica, no afecta a la antittica significacin conceptual de la Idea de Amrica Latina; cada vez que se la alude est presente, en forma explcita, su contraste con la idea, ya que no siempre con el nombre, de Amrica Sajona. Y no es ste uno de los menores motivos de atraccin en el sorprendente destino alcan-zado por una idea, como la de Amrica Latina, que en circunstancias tan precarias, por no decir humildes, hizo su aparicin a mediados del siglo xix.

    La idea y el nombre de Amrica Latina, pasan por un proceso de gnesis que recorre las mismas tres etapas que el de la idea y el nombre de Amrica. En el caso de Amrica el punto de partida lo constituy el Descubrimiento; en el de Amrica Latina, la Independencia, desde su poca de gestacin al final de la colonia. En una primera etapa, aun

    Sur (en el sentido poltico que se vio); Amrica Sajona y Amrica La-tina.

    Una y otra dualidad son en el fondo la misma; y el hecho de que a una y otra altura del proceso de pluralizacin, se caiga y recaiga en la dualidad, es revelador de que ms all de su naturaleza fsica y de su realidad lingstica, Amrica es, por su condicin histrica, en ltima instancia, dual. La terminologa geogrfica, trascendiendo su pura fisicalidad, sirvi y sigue sirviendo para distinguir polticamente una Amrica del Norte o Septentrional y una Amrica del Sur o Meri-dional. La pluralidad lingstico-cultural tendi espontneamente, por una especie de dialctica ntima, a la dualidad; obraba en ella la misma exigencia, en definitiva poltica, que mont la dualidad sobre la plu-ralidad geogrfica. Slo la alcanz sobrepasndose a s misma por la radicacin en el plano tnico-cultural de las denominaciones Amrica Sajona y Amrica Latina. Esta ltima dualidad ha sido, como la pri- mera, un producto histrico; pero tiene de distintivo que ha sido un producto histrico voluntariamente perseguido. Ha resultado de un di-ficultoso, y por momentos angustioso, empeo por definir su identidad histrica, de un sector de la que iba a llamarse Amrica Latina: el sec- tor hispanoamericano en sentido estricto, el de los pueblos americanos de origen espaol.

    La expresin Amrica Latina como sustantivo compuesto, designa al conjunto de las Amricas de lenguas espaola, portuguesa y francesa. Pero como tal sustantivo ms all de la mera adjetivacin estable-cida inicialmente por pluma francesa surgi en lengua espaola; en-tre americanos para quienes sta era su lengua materna. Y an ms: en un primer momento sus creadores la aplicaron slo a Hispanoamrica, tomado este trmino en su acepcin restringida; es decir, a la tambin llamada ahora por su lengua de expresin ya que no por condicin colonial Amrica Espaola. Poco a poco, ellos mismos y quienes los siguieron, la extendieron a la totalidad del rea de aquellas tres Amri-cas de lenguas neo-latinas. El trmino Hispanoamrica en la sealada restringida acepcin, as como el ms amplio de Iberoamrica, resulta-ron subsumidos en el todava ms amplio de Amrica Latina o Latino-amrica. As escalonados, ninguno resulta excluyente ni excluido en su relacin con otros. Cada uno en su esfera, vienen a ser, tanto del punto de vista lgico como del histrico, no slo compatibles y conciliables, sino tambin insustituibles. De ah la permanente legitimidad de todos ellos.

    Afirmada esa legitimidad de los tres trminos, con reconocimiento de la esfera de aplicacin de cada uno, es obvio que este estudio de la

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  • despus de esa Independencia no existen ni la idea ni el nombre de Amrica Latina; en una segunda, hace su aparicin la idea, pero sin la compaa del nombre, en el carcter sustantivo que llegara a asumir; en una tercera, aparece el nombre con que la idea cuaja histricamente.

    La primera etapa corre desde fines del siglo xviii hasta comien-zos del segundo tercio del siglo xix. Conforme al lxico de los prce-res militares y civiles precursores y protagonistas de la Independencia, as como de los estadistas y publicistas de la generacin inmediata, la que se iba a llamar ms tarde Amrica Latina, o sea, la que se extiende al Sur de los Estados Unidos, es nombrada de distintos modos: Nuevo Mundo, Amrica, Amrica del Sur, Amrica Meridional. El trmino Amrica como en su caso el de Nuevo Mundo se restringe, pues, para mencionar slo una parte del hemisferio (sin dejar de usrsele, desde luego, tambin en su sentido propio); los trminos Amrica del Sur y Amrica Meridional, eri cambio, se ensanchan hasta incluir Cen-troamrica y Mxico. En estas acepciones dichos trminos se siguen usando ocasionalmente, todava hoy, junto al de Amrica Latina, pero entonces eran los nicos.

    En esa misma primera etapa, la Amrica que fue de pertenencia de Espaa, Slo una parte, por lo mismo, de la despus llamada Amrica Latinaes denominada, al igual que tambin hoy, Amrica Espaola o Hispanoamrica. Pero desde su propio mbito, ya que no desde el exte-rior, se le da adems, muy a menudo, los mismos nombres que se acaba de ver, de Nuevo Mundo, Amrica, Amrica del Sur, Amrica Meri-dional; a veces, todava, Colombia, en la idea mirandina de la Magna Colombia. El trmino Amrica se restringe entonces an ms que en el caso anterior, y en cuanto a los trminos Amrica del Sur y Amrica Me-ridional, se siguen ensanchando por un lado para comprender a Cen-troamrica y Mxico, pero, por otro lado se restringen para no hacer inclusin ms que de los pases americanos de origen espaol. Toda esta diversidad terminolgica, que es a la vez ambigedad, subsistir de algn modo hasta hoy, aunque ahora en segundo plano.

    La segunda etapa se extiende desde fines de la dcada del 30 hasta fines de la dcada del 50 del siglo xix. Aparece y crece la idea de la latinidad de toda la Amrica del Sur o Meridional, en el ms amplio de los sentidos de estos trminos. Esta idea aparece primero en algunos escritores franceses que comienzan a distinguir en el Nuevo.

    Mundo, dos grandes reas determinadas por las etnias o razas, conforme al lxico de la poca que han llevado a cabo su civilizacin respectiva: la sajona y la latina. La recogen luego publicistas hispanoamericanos residentes en Europa, sobre todo en Pars y en Madrid. Al principio,

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    la idea les interesa vivamente como connotacin slo del mundo his-panoamericano. En un momento histrico en que se agita con inten-sidad la cuestin de las razas, se inclinan de buen grado a subsumir lo espaol o hispano, en lo latino, para mejor contrastarlo a lo sajn o anglo-sajn, en que haba venido a convertirse lo meramente ingls o anglo. Para ellos, entonces, es ante todo la Amrica Espaola, o His-panoamrica, la que resulta ser "latina". Esta adjetivacin en cuanto simple adjetivaCin es primero circunstancial, por cuanto se hace uso de ella slo en determinados giros del pensamiento, en la comparacin o el contraste de las civilizaciones del hemisferio. En tanto la expresin se mantiene con ese carcter, se permanece en la segunda etapa, es de-cir, la de existencia ya de la idea, pero no todava del nombre Amrica Latina.

    El advenimiento de la tercera etapa se marca cuando esos mismos publicistas hispanoamericanos, por el uso cada vez ms frecuente de aquella adjetivacin, pasan a sustantivarla en la denominacin que re-sulta del trmino compuesto Amrica Latina. Ello se ha producido ya a fines de la dcada del 50. De un modo insensible, el reconocimiento de una Amrica latina, pasa a ser la afirmacin de la Amrica Latina. Aplicada primero la denominacin a la Amrica Espaola, o Hispa-noamrica, se transforma naturalmente luego en la denominacin de la totalidad de la Amrica de lenguas espaola, portuguesa y francesa. Aun as perfeccionada.del punto de vista histrico, la Idea de la Amrica Latina habra de pasar por muchas vicisitudes antes de alcanzar la ac-tual consagracin que resulta de la universalizacin de su nombre. Slo se atender en lo que sigue a la fase gentica, ella misma considerada en sus elementos ms significativos.

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  • II. PRIMERA IDEA DE UNA AMRICA "LATINA":

    MI CHE L CHEVALIER

    Las dos ramas, latina y germana, se han re-producido en el Nuevo Mundo. Amrica del Sur es, como la Europa. meridional, catlica y latina. La AMrica del Norte pertenece a una poblacin protestante y anglosajona.

    Michel Chevalier, 1836

    Sector de la idea de Amrica, la idea de Amrica Latina es, por otro lado, sector de la idea de latinidad.

    Sin perjuicio de otras convencionales, la idea de latinidad tiene dos grandes acepciones que aqu importa sealar. En una primera, alude al orbe cultural del latn en tanto oper como idioma vivo en la An-tigedad y comienzos del Medioevo, con todas sus variantes internas, desde la alta a la baja latinidad. En una segunda, alude al orbe cultural generado por los idiomas llamados neolatinos, o latinos a secas, que sur-gen en la Europa medieval para expandirse, despus del Renacimiento, por todos los continentes. Como su correspondiente lengua epnima, la primera es una latinidad muerta; como sus correspondientes lenguas de expresin y de identificacin, tambin con todas sus variantes inter-nas, desde las originarias europeas a las ultramarinas, la segunda es una latinidad viva. No por ello deja de existir entre ambas una estricta con- tinuidad histrica.

    Dislocada o catica fue la etapa de pasaje de la una a la otra. Eso no obstante, la irradiacin, a esta altura milenaria, a la vez que planetaria, de la latinidad viva, obedece a la misma dialctica y presenta los mismos caracteres que la de la latinidad muerta.

    Tanto, que vistas una y otra desde el ngulo primariamente lingstico y consiguientemente cultural, resultan integrar un solo gran proceso, con un solo gran hilo conductor; de donde la existencia en el transcurso de las pocas de una tambin sola gran latinidad. Por pura

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  • va de ejemplo, la latinizacin en su momento de las lejanas islas asiti-cas Filipinas en cuanto fenmeno latino de substrato lingsticoconstituye una manifestacin, todo lo alejada que se quiera en el espa-cio y en el tiempo, de la misma continua corriente histrica que nace con la latinizacin de la primera Roma, no latina.

    Tomada as en conjunto, la latinidad se ha ido extendiendo en ex-pansiones sucesivas, a partir de un muy circunscripto centro geogrfico. Del punto de vista de la distribucin de las areas latinizadas, dichas expansiones son reductibles a cinco grandes formas histricas: romana (en el sentido de la joven Roma latinizada, no todava latinizante ella misma), itlica, mediterrnea, europea, mundial. Las tres primeras en la edad antigua, la cuarta en la media, la quinta en la moderna. Sin que la continuidad resulte afectada, responden todas ellas a dos tipos de latinizacin: la de, agente latino conquistado y la de agente latino conquistador.

    De una y otra son iniciales modelos respectivos la romana y la itlica. Originariamente no latina, Roma conquista e incorpora a su propia poblacin el elemento humano de la muy cercana y limitada llanura, con sus dispersas ciudades, que era el primitivo Lacio; ese primigenio elemento latino, primero rival y despus conquistado, ter-minar imponindole su lengua y su cultura. Conquistadora a conti-nuacin de la totalidad de la pennsula, culminar la empresa en su con-dicin ya de potencia latina; deber para ello dominar una abigarrada al par que resistente pluralidad de grupos y lenguas sin parentesco ori-ginario con el latn. Ambas expansiones de la latinidad son de distinto signo; pero bajo una y otra ella se enriquece al mismo tiempo que se modifica.

    La expansin mediterrnea en la medida en que tiene lugar en Hspania, Galia, Da cia (pese al dominio imperial resisten la latinizacin Grecia y el litoral mediterrneo de Asia y frica) se lleva a cabo con-forme al modelo de la itlica. Pero la europea, llamando as a la que consisti en el advenimiento medieval de las que iban a ser las moder-nas lenguas y naciones neolatinas, o simplemente latinas es a la inicial romana que se asemeja. Variadas poblaciones latinas, incluida la de la propia Italia, soportan la invasin y conquista del extrao elemento germano; al fin, como en su hora y a otra escala lo hiciera a la Roma sabina el primitivo Lacio, le imponen en sus respectivas regiones ya que no en la Germania misma, resistente siempre su lengua y su cul-tura; no fue as sin transformaciones y adaptaciones profundas, primero por un fenmeno de vasta dispersin dialectal del viejo latn, despus por el plural reagrupamiento en torno a un abreviado nmero de gran-des idiomas nacionales. La mundial, por ltimo, protagonizada por los

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    nuevos imperios latinos de Europa, en Amrica, frica, Asia y hasta en islas de Oceana, es segn el modelo de la itlica que se calcar: impo-sicin por la fuerza de un agente latino, sobre etnias y lenguas, ms o menos asimiladas, ms o menos subsumidas, a travs tambin de pro-pias alteraciones a la vez que enriquecimientos.

    Por sumarsmos o esquemticos que para una filosofa de la histo-ria de la latinidad sean los precedentes marcos, pueden ayudar a situar a la Amrica Latina, en cuanto latina, en el mbito universal, pasado y presente, de dicha latinidad una. Su pertenencia a sta ha sido fruto de un proceso no diferente, en esencia, del que en la antigedad por ejemplo arquetpicoconvirti en latina a toda la pennsula itlica. Su-mergidos, pero no aniquilados, subsistieron en la misma ncleos tnicos y lingsticos que slo por consecuencia del fenmeno poltico y mili-tar, resultaran integrantes definitivos de la comunidad histrica latina. Preexistentes o supervivientes, esos y otros ncleos tambin de proce-dencia no latina, pasaran del mismo modo a formar parte de la latina nacin peninsular que es la Italia de hoy. Con mayor razn se repite el hecho, pasando por las mismas etapas, en el caso de las otras mo-dernas naciones latinas europeas, menos prximas al foco de origen. Tres de ellas, Espaa, Portugal, Rancia, engendraran a su turno a la Amrica Latina. La latinidad de sta regida siempre por el fenmeno lingustico-cultural tiene mltiples diferencias de grado con las de sus naciones madres. No mayores, empero, que la que mantiene la latini-dad de ellas mismas, comprendida la propia Italia, con la paradigmtica latinidad de la Roma clsica. Bajo un aspecto significativo, la mitad de los pases latinoamericanos Mxico, Guatemala, Nicaragua, Panam, Cuba, Hait, Per, Chile, Paraguay, Uruguay ostentan un nombre de origen idiomtico no latino; pero es el mismo caso, entre los pases lati-nos de Europa, de nada menos que Francia, con denominacin nacional de raz germana. -----Ralidad varias veces secular, la primera idea como ideauna Amrica latina, debi esperar a mediados del siglo xix para sur-gir. Fue as porque la idea matriz de una Europa latina pese a mentar una realidad mucho ms antigua, fue slo en el mismo siglo, en forma prcticamente simultnea, que a su vez surgi. Queremos decir que fue entonces que por primera vez se manifest, en su literal enunciacin, la idea de latinidad o como se ha dicho, la idea latina en la moderna acepcin y uso de concepto historiogrfico, a la vez que de categora de la filosofa de la historia, de la filosofa de la cultura y hasta de 1 filosofa poltica.

    Por supuesto, la condicin tnico-cultural propia de los pueblos la-tinos no dejaba de tener su puesto en el pensamiento histrico y poltico.

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  • r:

    Pero hasta las primeras dcadas del siglo xix, la terminologa por la que se expresaba, con su conceptuacin correlativa, se mantuvo depen-diente de la formulacin tradicionalmente dada al dominante dualismo europeo. La Edad Media la haba fijado, acundola como moneda de larga circulacin intelectual, en la denominacin del Sacro Imperio Ro-mano Germnico, oficialmente existente hasta el ao preciso de 1806. Lo romano o romnico y lo germano o germnico. En otras palabras, operantes desde la antigedad, Romania y Germania: dos grandes rea-lidades ms o menos diferenciadas, ms o menos integradas, a la vez que dos grandes principios de referencia y de interpretacin. Desde este punto de vista, la obra de Ranke Historia de los pueblos romnicos y germnicos, de 1824, por su ttulo, al margen de su contenido, puede tomarse convencionalmente como un hito historiogrfico:1 marca, en pleno romanticismo, el final de una poca, sobrepasada desde enton-ces por el pasaje a primer plano de hechos, conceptos y trminos que importaban una revisin profunda del viejo dualismo.

    Dos grandes fenmenos histricos vinieron a conmover su cmoda simplicidad multisecular. Por un lado, el desdoblamiento del orbe germnico en las categoras de lo germano en sentido estricto, y lo anglosajn, o sajn a secas, desgajado de su tronco; result el ltimo definitivamente diferenciado hacia el primer tercio del siglo, no slo por el moderno ascenso de Inglaterra, del que la cada de Napolen seal el punto ms alto, sino tambin por el convergente, a escala mundial de los Estados Unidos. Por otro, el creciente empuje de los pueblos eslavos, objetivado a su vez de manera notable despus de aquella misma cada. Todava en sus Lecciones sobre la filosofra de la historia universal, correspondientes a cursos dictados entre 1822 y 1830, se atena Hegel al dualismo clsico de lo romano y lo germano. Era as, no slo en la exposicin histrica. En las conclusiones finales so-bre la poca contempornea lo gua la misma distincin, pero con un fondo de mesianismo estrictamente alemn; subestimaba, en efecto, el papel de la Inglaterra de su tiempo, despus de haber establecido que no deba detenerse ni en Amrica, considerada especialmente por el lado de Estados Unidos, ni en el rea eslava, porque tanto una como otra dejaban todava de ser significantes en la serie universal de la evo-

    Alguna.libre traduccin que de dicho ttulo se ha hecho al espaol bajo la forma de "Historia de los pueblos latinos y germnicos", desvirta el significado de poca que tiene el original: no era costumbre todava llamar pueblos "latinos" a los "romnicos", aunque esa costumbre se prepare con la creciente referencia a los "pueblos de lenguas latinas". En el mismo anacronismo se incurre, cuando al final de las Lecciones sobre la filosofa de la historia universal, de Hegel, correspondientes al mismo perodo, se traduce al espaol "naciones latinas" donde el original dice "naciones romnicas".

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    lucin del espritu.2 Sin embargo, el nuevo marco establecido despus de Waterloo y el Congreso de Viena, vena ya generando, en este or-den de cosas, un pensamiento nuevo llamado a expresarse en un nuevo lxico.

    rlaDio particular relieve a ese marco la intensa especulacin sobre

    s razas humanas, en relacin con los respectivos orgenes naciona-les, a que se aplica la conciencia historicista del romanticismo. Y fue condicionada por l que se abre paso una nueva distribucin tnico-cultural, cargada de implicaciones polticas, ahora cuadrangular. Como uno de sus extremos es que se presentar, en su moderna modalidad mi- litante, la idea de latinidad. Lo germano, lo eslavo, lo sajn y lo latino:

    \he aqu la tetraloga naciente. Los dos primeros desprendern rpida-mente las corrientes respectivas del pangermanismo y el paneslavismo. Los dos ltimos sern ante todo el fundamento de una nueva anttesis la de lo sajn y lo latino que en parte se adiciona a la ahora llamada de lo germano y lo latino, y en parte reemplaza como dominante, a lo largo del siglo xix, a la tradicional de lo romano y lo germano.

    Por originarias razones de hegemona histrica de Roma, el viejo dualismo se formulaba habitualmente no slo en la denominacin del Sacro Imperio en el obligado orden de lo romano y lo germano. El nuevo dualismo que resulta saliente como dualismo en el seno de la expresada distribucin cuadrangular, tambin por razones de he-gemona se formular en orden inverso: lo sajn y lo latino. Parado-jal es que la imposicin de las nuevas categoras haya sido fruto de la mencionada conciencia hi ' . e omanticism_d,un movimiento in-telectual cuyo propio nombre invocaba el principio romntico, en ade-lante llamado de preferencia latino. La paradoja se atena desde cierto punto de vista, pero desde otro se acenta, si se tiene presente que el romanticismo, como nombre adems de como tendencia, surgi a fines del siglo xviii en Alemania, a partir de la previa adaptacin inglesa del francs "roman", es decir, novela. Vivificando el espritu nrdico por formas de ideas y sensibilidad meridionales, genera un movimiento y una denominacin que slo ms tarde, a principios del siglo xix, se ex-tiende a pases como Francia, Italia y Espaa, integrantes de la vieja Ro-mania. Vino a ser sta entonces, abuela, ya que no madre, del romanti-

    2 Georg Friedrich Wilhelm Hegel, Lecciones sobre filosofa de la historia universal, versin espaola de Jos Gaos, 4a. ed., Madrid, Revista de Occidente, 1974: "Amrica debe apartarse del suelo en que, hasta hoy, se ha desarrollado la historia universal. Lo que hasta ahora acontece aqu no es ms que el eco del viejo mundo y el reflejo de ajena vida" (p. 177). "Esta masa de eslavos se ha establecido junto a los germanos; pero este elemento aun no figura en la serie de la evolucin del espritu y no necesitamos detener-nos en l" (p. 567).

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  • cismo, as llamado, precisamente, por el espritu que a ella le fuera pro-pio en su fase cristiano-medieval, en contraste con el de la antigedad clsica.

    En cuanto a la idea de latinidad, en lo que iba a tener de corres-pondiente a ese contexto trado por los nuevos tiempos, es en Fran-cia en la Francia romntica que se gesta. La Revolucin, y sobre todo la Restauracin que le sigui, actualiz un interno conflicto tnico arrastrado por la conciencia nacional desde sus lejanos orgenes medie-vales. Es el que la poltica, al par que la historiografa, lleg a llamar el conflicto o cuestin, o problema de "las dos razas": la vencida y la vencedora, la de los galo-romanos conquistados y la de los francos conquistadores, versin francesa del general dualismo europeo romano germano. El pensamiento histrico francs lo haba venido debatiendo desde mucho tiempo atrs. El espritu revolucionario entendi supe-rarlo definitivamente por el reconocimiento de la sntesis nacional cum-plida, siglos mediante, bajo la direccin del principio galo-romano. El espritu contrarrevolucionario aprovecha la restauracin para revivirlo, invocando el opuesto principio germano-franco como legitimacin de la vieja y ahora renaciente supremaca nobiliaria. Liberales y absolu-tistas se enfrentan. Hacia 1820, al radicalizarse la restauracin, una crucial polmica tiene lugar, en la que los grandes historiadores libera-les del entonces incipiente romanticismo francs, Guizot y Thierry, ms que cualesquiera otros, sentenciaron un largo pleito, en su fondo ya no reabierto ms.

    Muchos aos despus, en 1840, recordaba Thierry: "Soy uno de los que, hacia 1820, hicieron polmica con el antagonismo social de los francos y de los galos". Continuaba:

    Guizot hizo de l la tesis principal de uno de sus ms clebres libelos, de su manifestacin de ruptura con el poder que, despus de seis aos de poltica indecisa, acababa de abandonarse francamente al partido contrarrevolu-cionario.

    Haba dicho entonces Guizot:

    Trece siglos se emplearon entre nosotros para fundir en una misma nacin la raza conquistadora y la raza conquistada, los vencedores y los vencidos... La lucha ha continuado en todas las edades, bajo todas las formas, con todas las armas; y cuando en 1789 los diputados de la Francia entera se reunieron en una sola asamblea, los dos pueblos se apresuraron a reanudar la vieja querella: el da de terminar haba llegado al fin.

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    Y el propio Thierry, lejos ya de todo espritu polmico, conclua, con el acento de lo definitivo, en la citada ocasin de 1840:

    Ya no se ver a nuestra historia dar vueltas en un crculo sin reposo, ser tan pronto germana .y aristocrtica, tan pronto romana y monrquica, segn la corriente de la opinin, segn sea el escritor noble o plebeyo. Su punto de partida, su principio, su fin ltimo, estn fijados desde ahora; es la historia de todos, escrita para todos; abraza, asocia todas las tradiciones conserva-das por el pas; pero coloca delante de todas aquella del mayor nmero, la de la masa nacional la filiacin galoromana, por la sangre, por las leyes, por la lengua, por las ideas.3

    Esa filiacin "galo-romana" o simplemente "romana", era, para el caso de Francia, la que haca ya unos aos se estaba llamando cada vez ms, "latina". Por una explicable inercia histrica, relacionada de ma-nera muy directa con la polmica a que haca referencia, segua todava Thierry en aquel texto de 1840 la terminologa tradicional. Dicha vieja polmica haba tenido su centro en el campo del derecho, por la contra-posicin de las instituciones jurdicas de una y otra de "las dos razas". En 1831 Michelet compendi as su desenlace:

    Del mismo modo que Roma admiti en su seno los derechos opuestos de las razas extraas, el elemento etrusco y el elemento latino, Francia ha sido en su vieja legislacin, germnica hasta el Loire, romana al sur de este ro. La revolucin francesa ha casado los dos elementos en nuestro Cdigo

    Como ese casamiento se haba realizado con preponderancia del elemento romano, del "derecho romano", la persistencia en la corre-lativa terminologa conspiraba contra la superacin de una vez por to-das del antagonismo histrico. Promueve ello la derivacin a la termi-nologa "latinista", de fundamentos lingsticos. Al fin de cuentas, el idioma "francs" por ms que en su propio nombre reflejara la hege-mona septentrional del vencedor, se senta, en cuanto "langue d'o il", tan descendiente del latn como el "langue d'oc" meridional. Aque-lla unidad de la conciencia nacional a que se entenda haber arribado

    3 Agustn Thierry, Consideraciones sobre la historia de Francia (obra publicada en 1840 para servir de introduccin a sus Relatos de los tiempos merovingios), versin espaola con prlogo de Jos Luis Romero, Nova, Buenos Aires, 1974, pp. 138, 139, 151 y 152. (El su-brayado es nuestro). El mismo texto puede consultarse al frente de Rcits des temps me-rovingiens del nombrado Thierry, ed. Francesa s/f, Pars, Librairie de Pars, t. I, pp. 163, 165 y 181.

    4 J. Michelet, Introduction a l'Histoire Universelle, en el volumen pstumo Histoire et philosophie, Pars, 1900, pp. 73 y 74.

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  • despus de la Revolucin, quedaba menos conflictivamente expresada por el carcter "latino", de inequvoco signo lingstico, que por el carcter "romano"; o "romnico", de tradicin lingstica tambin, sin duda, pero de preponderante entonacin jurdico-institucional, y por lo mismo poltica. La idea de latinidad, siempre latente, pero soterrada en sus profundas races, asciende y se afirma entonces en Francia con un sentido nuevo, en la misma medida en que se desvanece en el horizonte el lacerante dilema de "las dos razas".

    En el mismo escrito de 1831 deca de Francia Michelet:

    Su ntima unin ser, no lo dudemos, con los pueblos de lenguas latinas, con Italia y Espaa ... Jefe de esta gran familia, devolver al genio latino algo de la preponderancia material que tuvo en la antigedad, de la supre-maca espiritual que obtuvo en la Edad Media.5

    Dispersos textos afines se van produciendo. Ya no se trata de la cc,\ latinidad slo de Francia, sino tambin de los pueblos que, con ella,

    I hablan lenguas procedentes del latn.

    Bajo la exaltacin romntica de la idea de raza en vnculo con la idea nacional expresada por la lengua tambin nacional el caduco enfrentamiento interno de "las dos razas" haba dado paso a la con-cepcin unitaria, o unificante, de la "raza francesa". Era la hora de general boga europea del principio tnico, en su primera forma deci-monnica de identificacin de la raza con la nacin a travs'de su len-gua especfica: tanto como de "raza francesa" se habla, por ejemplo, de "raza inglesa" o de "raza espaola", y as sucesivamente, siguiendo la lnea de los idiomas nacionales. Pero en cuanto al mbito de los pases latinos, es Francia la que encabeza el reconocimiento de la raza nacio-nal slo como sector de otra ms amplia: la "raza latina". No se trataba tampoco de raza en funcin de estrictos factores bio-fsicos, en la que pondr el acento el prximo naturalismo sociolgiCo del positivismo. El dominante principio lingstico, propio, en esta materia, del espritu romntico, segua siendo el fundamento; pero dndosele ahora a la et-nia una filiacin idiomtica de ms ancha base histrica y geogrfica. Era el criterio que germanos y eslavos venan anticipando, adelanta-dos en esto a partir de un fenmeno, paradojalmente, de cuo "latino", como fue el desquiciamiento napolenico de la Europa centro-oriental.

    Se van creando as, desde el pensamiento francs, las condiciones distintivas de una Europa que poco a poco ser considerada y llamada,

    5 Ibid , pp. 101 y 102.

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    con frescura histrica de la que se ha perdido el recuerdo, la "Europa la-tina". O sea, la Europa de "raza latina", que no era sino la vieja Europa romnica, aunque sta, aun en ese plano, no hubiera motivado nunca porque los tiempos eran otros la idea de una "raza romnica". En las arriba citadas palabras de Michelet, la expresin misma estaba ape-nas en germen. Cualquiera fuera la cronologa de su primer empleo, an-terior o posterior, no demorara en cuajar y difundirse como explcita categora intelectual, fundamento de subsiguientes divisas activas, de diversa ndole. En la segunda mitad del siglo la bibliografa "latinista" se volvera caudalosa, en libros, peridicos y revistas, algunas de stas enteramente consagradas al asunto desde su propia denominacin. En la huella de otros panismos, no pudo menos que surgir, incluso, un "panlatinismo".

    El advenimiento de aquella expresin "Europa la tina", a la hora en que se produjo, vena a ser en cuanto expresin el inicio de una irreversible metamorfosis terminolgica de la vieja Romania. Tal metamorfosis segua con mucho retraso a la experimentada en la rea-lidad histrica desde las grandes expansiones transocenicas del Re-nacimiento, destinadas a llevar el concepto de latinidad ya no de romanidada todos los continentes. Era en aquellos arios del siglo XIX que se comenzaba a registrar intelectualmente el trnsito, ya consoli-dado en los hechos, de la Romania, circunscripta a Europa, a la que desde nuestra actual perspectiva histrica podemos llamar, forjando el trmino correlativo, la Latinia, de escala mundial.6

    Al cumplirse el primer tercio del siglo, indecisa todava la idea orgnica de una Europa latina, menos aun poda haberse definido, en la propia Europa, la idea de una Amrica latina.

    As como no aparece ni pudo aparecer en los textos de la independencia hispanoamericana, tampoco se la encuentra en los de los publicistas europeos contemporneos que se ocupan de la misma.

    6 Ya en el siglo XIX, adems de la incorporacin europea de Rumania (no reconocida en un primer momento) y otras regiones lingsticas subnacionales, al clsico cuarteto de Francia, Italia, Espaa y Portugal, la idea de latinidad corno rea histrico-geogrfica se enriqueci con la Amrica,Latina: particip sta junto a aquellos pases, por inter-medio de Miguel Antonio Caro, en el histrico concurso del "Canto al latino" (Mont-pellier, 1878), ganado por el rumano Vasile Alecsandri. En nuestro siglo han venido a sumarse en la condicin de nuevos elementos integrantes de la extensin ya que no de la comprensin del concepto o idea de latinidad, asumieron tambin realidades pre-existentes, una Norteamrica latina (constituida por el Canad francs y enclaves latinos de los Estados Unidos), una frica latina, una Asia latina y hasta una Oceana latina. Lati campi, "campaas extensas", era la denominacin de la en realidad pequea llanura que se llam despus el Latium, el Lacio, asiento de los latinos primitivos, y por tanto de la primitiva latinidad. Esa denominacin result proftica. En nuestro mundo contem-porneo, la latinidad ha llegado a ser, del modo ms cabal, Lati campi.

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  • Representativo por excelencia de todos ellos es el Abate De Pradt: "Amrica espaola", "Amrica del Sur", "Amrica meridional", o slo "Amrica", son los nombres que indistintamente aplica a Hispano-amrica, antes y despus de su ms divulgada obra, Congreso de Pa-nam, de 1825. Tambin como de este lado del Atlntico, seguir siendo el caso de la literatura europea inmediatamente posterior al estable-cimiento de las nuevas naciones independientes. Muestras significati-vas de sendas vertientes bibliogrficas, en cuanto de manera expresa se aproximan a la materia, son las obras clsicas de Hegel y Tocqueville.

    En sus ya citadas Lecciones sobre la filosofa de la historia universal ttulo pstumo que incluye un manuscrito de 1830, ao anterior al de su muerte, y apuntes de cursos dictados a partir de 1822 se ocupa He-gel del "Nuevo Mundo", para descartarlo como escenario del espritu, antes de encararse con el "Viejo Mundo", su verdadero asunto. No lo hace sin dedicar algunos prrafos a la distincin entre "Amrica dcl Norte" y "Amrica del Sur"; primero en sentido geogrfico, sirviendo de separacin el Istmo, luego en sentido histrico, comprendiendo la se-gunda la totalidad de los pases de origen ibrico. As: "En la Amrica espaola y portuguesa, necesitan los indgenas librarse de la esclavitud. En la Amrica del Norte, fltales el centro de conjuncin, sin el cual no hay Estado posible". Y tambin: "Comparemos, empero, la Amrica del Sur, incluyendo en ella a Mxico, con la Amrica del Norte, y perci-biremos un extraordinario contraste". Al exponerlo, llega a presentarlo como un verdadero antagonismo: "Amrica es el pas del porvenir. En tiempos futuros se mostrar su importancia histrica, acaso en la lucha entre Amrica del Norte y Amrica del Sur". Eso no obstante, lejos est de darle formulacin en una anttesis tnica, como aquella tradi-cional de lo romano y lo germano en que haba basado su interpretacin del Occidente europeo; mucho menos, por supuesto, en la de lo sajn y lo latino, no incorporada todava a la circulacin.'

    7 Georg Friedrich Wilhelm Hegel, op. cit., pp. 169-173, 177. Un matiz no carente de significacin, fue adelantado paralelamente por Alexander von Humboldt, en su clsica obra Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, elaborada y publicada en el ambiente intelectual francs de aquellos aos. En su cap. XXVI, que figura en el t. IX, 1825, de la edicin francesa originaria, aplicando a la idea de raza los gentilicios nado-nales, como se haca en la poca, dice: "Resulta, pues, que si en las investigaciones de economa poltica, se acostumbra a no considerar sino masas, no se podra desconocer que el continente americano no est repartido, hablando propiamente, ms que entre tres grandes naciones de raza inglesa, espaola y portuguesa" (p. 140). Pero poco antes, al comienzo del mismo cap. haba dicho: "Hoy, la parte continental del Nuevo Mundo se, encuentra como repartida entre tres pueblos de origen europeo: uno, y el ms pode-roso, es de raza germnica; los otros dos pertenecen por su lengua, su literatura y sus costumbres, a la Europa latina". Mirando bien, por rpida e indirecta que haya sido,

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    Ms notable es el caso de Tocqueville, por su condicin francesa y su personal experiencia americana. Fue de 1831 a 1832, entre los vein-ticinco y veintisis aos de edad, que realiz por Estados Unidos, con su amigo Beaumont, el clebre viaje de estudio del que surgi su libro La democracia en Amrica. Lo prepar cuidadosamente, publicando la primera parte en 1835, la segunda en 1840. En ninguna de ambas, las expresiones Amrica sajona o Amrica latina, pese a hacer su cotejo formal, en las pginas finales de la publicacin de 1835. "Amrica del Norte", "Amrica del Sur", tales, una vez ms, los trminos con que se maneja. Que aquellas otras expresiones no haban entrado todava en escena, se desprende no slo del contexto, sino, adems, de algn especfico pasaje, como cuando dice:

    La Amrica del Sur es cristiana como nosotros; tiene nuestras leyes y nuestros usos; encierra todos los grmenes de la civilizacin que se desa-rrollaron en el seno de las naciones europeas y de sus descendientes; Amrica del Sur tiene, adems, nuestro propio ejemplo: por qu habra de permanecer siempre atrasada?8

    De haber existido ya la idea, la latinidad de nuestra Amrica no hubiera podido dejar de ser mentada en ese prrafo de tan connotado autor de nacionalidad francesa.

    Mucho ms an, cuando en la meditada "Conclusin" que sigue, trascendiendo el plano en que se haba quedado Hegel, entra en con-sideraciones de raza, tan tpicas del historicismo romntico de aquellos aos:

    Por extensos que sean esos lmites, se tendra dificultad en creer que la raza angloamericana se encerrar en ellos para siempre... As, pues, no hay ya, a decir verdad, sino dos razas rivales que se reparten actualmente el Nuevo Mundo: los espaoles y los ingleses... No se puede disimular que la raza inglesa haya adquirido una inmensa preponderancia sobre todas las dems razas europeas del Nuevo Mundo... Pienso que el territorio sobre el cual la raza angloamericana debe extenderse un da, ser igual a las tres cuartas partes de Europa.9

    Qu faltaba para que de una vez por todas se empezara a hablar de Amrica sajona y Amrica latina? Apenas el paso intelectual de in-

    debe considerarse esa referencia una temprana prefiguracin de la idea y el nombre de Amrica Latina; pero aquel embrin tardara todava en desarrollarse.

    8 Alexis de Tocqueville, La democracia en Amrica, versin espaola de Luis R. Cullar, Mxico, 2a. ed., FCE, 1963, p. 376.

    9 Ibicl , pp. 379-381.

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  • sertar aquellas categoras nominalmente tnicas, de estricto gentilicio nacional, empleadas por Tocqueville conforme al estilo de 12 poca, en otras, igualmente de enunciacin tnica, pero de ms amplio gentilicio histrico-cultural. Ese paso lo iba a dar slo un ao ms tarde, otro joven escritor francs de su misma edad, tambin al regreso de una si-milar experiencia de viaje de estudio por Estados Unidos, pero adems por parte de Hispanoamrica: MicheLChe 'er.1

    Michel Chevalier haba nacido en Li , en 1806. Curs en Pars en la Escuela Politcnica y en la de Minas. Hacia 1830 se afili al san-simonismo militante, cuyo diario Le Globe pas muy pronto a dirigir. Cuando la disidencia en 1831 entre los dos "Padres" de la secta, Bazard y Enfantin, sigui al ltimo. Comparti con l la experiencia comuni-taria de Mnilmontant, iniciada aquel ao y terminada al siguiente con un ruidoso proceso penal. Como el propio Enfantin y algn otro, fue condenado a un ao de prisin. Liberado a los seis meses, Thiers, mi-nistro entonces, le encarg una misin especial de estudio del sistema de comunicaciones de los Estados Unidos. En su cumplimiento, reco-rri este pas entre 1833 y 1835, terminado el viaje con la visita a Mxico y Cuba. Durante el mismo escribi una notable serie de Cartas dirigidas al Journal des Dbats, de Pars, que recogi en 1836 en dos volmenes bajo el ttulo de Lettres sur l'Amrique du Nord. En esta oportunidad les antepuso una Introduccin, de singular significacin doctrinaria como general revisin de categoras en el campo de la filosofa de la histo-ria, a la vez que como especfica documentacin del origen de la idea de Amrica Latina. Fue seguramente pensando en ella que Alejandro Humboldt lleg a considerar al libro como un tratado de la civilizacin de los pueblos de Occidente. Es el escrito suyo que particularmente ha de interesarnos en esta oportunidad.

    El joven Michel Chevalier de entonces, estaba llamado a una larga y sobresaliente carrera. A continuacin inmediata fue enviado a Ingla-terra en nueva misin oficial de estudio, esta vez de la crisis industrial que acababa de estallar. En 1840 se le confiri la ctedra de Economa Poltica del Colegio de Francia, desde la cual se convirti en campen del librecambio. En 1845 se incorpora a la poltica activa como dipu-tado. Cuando la Revolucin de 1848 combati el radicalismo social de Blanc. Acept el golpe de Estado de Luis Napolen. Miembro del Ins-

    10 Tocqueville haba nacido el 29-V11-1805; Chevalier, el 13-1-1806: menos de seis me-ses de diferencia. Referencias bio-bibliogrficas sobre Michel Chevalier, en Pierre La-rousse, Grand Dictionaire Universel du XIX Sicle, Pars (1866-90), t. IV, y en La Grande Encyclopdie, Pars (1885-1902), t. X.

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    4.tuto de Francia desde 1851, recibi adems el nombramiento de Con- sejero de Estado, cargo que desempe hasta 1860, en que ingres al Senado. Hombre de confianza y consejo de Napolen III, le toc pa-pel destacado en importantes cuestiones nacionales e internacionales del perodo, como el tratado de librecambio con Inglaterra y la expe-dicin francesa a Mxico. Presidi en 1869 la Liga Internacional de la Paz, retirndose de la vida pblica en 1870. A su actividad en ella uni la resultante de su espritu de empresa en el campo de la industria. Repre-sent en este orden, de manera tpica, a la inquieta burguesa francesa que con planes ultramarinos irrumpe bajo la Monarqua de julio y se despliega bajo el Segundo Imperio. En su caso, no dej de estar pre-sente el designio sansimoniano de la colonizacin industrial del globo, impulsada por la apertura de nuevas vas de comunicacin. ribmpra-namente preconiz la construccin de un canal a travs del Istmo de Panam, llegando a obtener una concesin para ello, a la vez que, por otro lado, estableci una sociedad con el objeto de cavar un tnel sub-marino entre Francia e Inglaterra. Como escritor, lo fue prolfico en dominios tericos y prcticos de la economa y la poltica.11 Muri en

    Hrault, en 1879. En cuanto a su citada obra, Cartas sobre la Amrica del Norte, hay

    que distinguir en ella, ntidamente por lo que respecta a nuestro asunto, dos partes: por un lado, las Cartas mismas, fechadas entre fines de 1833 y fines de 1835; por otro, la tambin citada Introduccin, que es-

    cribi para la recopilacin en libro al ao siguiente. Separa a ambas un verdadero salto doctrinario.

    Las Cartas, impresas en dos volmenes, totalizaban el nmero de 34, fechada la primera en Londres el lo. de noviembre de 1833 (las dos primeras fueron desde Inglaterra), y la ltima en Nueva York el 22 de octubre de 1835. Adverta el Editor:

    El autor no se ha limitado a visitar los Estados Unidos; ha estado tambin durante varios meses en la parte espaola del Nuevo Mundo, en Mxico y en la isla de Cuba. Su intencin fue primero unir a sus observaciones sobre los Estados Unidos las que haba recogido sobre los Hispano-Americanos, as como sobre los Negros y los Pieles-Rojas (sic) con los cuales se han mezclado. Despus de reflexin ha credo que era ms conveniente separar

    11 Algunos de sus ttulos: Cartas sobre la Amrica del Norte, 1836; Historia y descripcin

    de las vas de comunicacin en los Estados Unidos, 1840; Curso de Economa Poltica, 1842;

    Ensayo de poltica industrial, 1843; El Istmo de Panam, 1844; Cana sobre la organizacin

    del trabajo, 1848; La libertad en los Estados Unidos, 1849; Examen del sistema comercial

    conocido bajo el nombre de sistema protector, 1851; La expedicin de Mxico, 1862; El

    Mxico antiguo y moderno, 1863; El monopolio y la libertad, 1867.

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  • lo que crea tener que decir sobre dos temas tan diferentes como lo son las dos Amricas, espaola e inglesa.12

    Pues bien, a lo largo de todas las Cartas, en ningn momento da entrada. Chevalier, habindosele brindado la ocasin, a la dualidad sajones-latinos, como tampoco el desdoblamiento germanos-sajones, o a la revlida del concepto eslavos. Se mueve con el lxico que vimos haba sido el de lbcqueville, en su clsica obra escrita exactamente en los mismos aos.

    Un particular pasaje de las Cartas tiene para el caso un inters do-ble. Como la obra de Tocqueville, una vez ms, muestra que en el pri-mer lustro de la dcada del treinta, eran_los-ge-ntilizios-44acionaleslos que _donlinakn en el pensamiento histrico de expresa o tcita catego-rizaci nika; y como aquella obra, tambin, ilustra la creciente con-ciencia del paralelo ascenso de los pueblos norteamericano y ruso. Iba a ser este ascenso uno de los factores ms influyentes en el prximo re-emplazo de la agotada ecuacin "romano-germnica", de cerrado con-finamiento europeo occidental, que conceptualmente haba tenido su canto de cisne en Hegel. Muy recordada ha sido en los ltimos tiempos la profeca de Tocqueville condensada en los prrafos finales de su obra de 1835.

    Hay actualmente sobre la Tierra dos grandes, pueblos que, partiendo de puntos diferentes, parecen adelantarse hacia la misma meta: son los rusos y los angloamericanos[...] el mundo conoci casi al mismo tiempo su na- cimiento y su grandeza[...] Su punto de vista es diferente, sus caminos son diversos; sin embargo, cada uno de ellos parece llamado por un designio secreto de la Providencia a sostener un da en sus manos los destinos de la mitad del mundo.13

    Con marcada antelacin, en Carta fechada en Filadelfia el 24 de abril de 1834, haba escrito ya Chevalier:

    Qu seremos nosotros, todos nosotros, Franceses, Ingleses, pueblo de Prusia y de Austria, dentro de tres siglos, dentro de cien aos tal vez? Quin puede afirmar que algn viento del Norte, encontrndonos divi-didos, debilitados por luchas intestinas, no nos habr forzado entonces a curvar la cabeza que llevamos todava tan alta y tan orgullosa? Quin sabe si las vigorosas poblaciones que germinan aqu sobre un suelo virgen

    12 Michel Chevalier, Lettres sur L'Amrique di? Nord , 2 vols., Pars, 1836; 2a. ed., 1837; 3a. ed., 1838; 4a." ed. 1844, esta ltima en 1 vol. Todas las ediciones en la Librairie de Charles Gosselin et Cie., la misma que edit la obra de Tocqueville.

    13 Alexis de Tocqueville, op. cit., ed. cit., pp. 382y 383.

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    no nos habrn superado a su vez, como nosotros hemos superado a nues-tros predecesores? Quin puede decir que los dos grandes rostros que hoy se levantan en los dos extremos del horizonte, el primero al oriente, un pie sobre Mosc y el otro pronto a posarse sobre Constantinopla, el segundo hacia poniente, semioculto todava por los inmensos bosques del Nuevo Mundo, y cuyos miembros alargados se extienden desde las bocas del San Lorenzo a las del Mississipp; quin puede decir que estos dos jve-nes colosos que se miran de un borde al otro del Atlntico, y se tocan sobre los bordes del Ocano Pacfico, no se repartirn pronto la dominacin del Universo?"

    En cuanto a Amrica, la contraposicin que establece es entre "Ang, o-Arl_y______tericanos" e "HispancL-Americanos". Acompaaba a esta terminologa en uso, un profundo pesimismo respecto al destino de los pueblos americanos de origen espaol, a los que, en verdad, des-calificaba. En una de la ltimas Cartas, desde Augusta, en septiem-bre de 1835, deca: "El principio republicano ha producido los Estados Unidos, pero l ha engendrado tambin esas miserables repblicas de la Amrica Espaola". Para insistir en la estrictamente ltima, desde Nueva York, en octubre:

    Parece, pues, que los Anglo-Americanos sern llamados a continuar direc-tamente, sin ninguna intervencin exterior, la serie de los progresos que la civilizacin a la cual pertenecemos ha cumplido siempre desde que dej el viejo Oriente, su cuna. Es un pueblo que tendr descendencia, aunque, tal vez, tal tipo que all domina hoy debe ser eclipsado pronto por otro; en tanto que los Hispano-Americanos parecen no ser ms que una raza impo-tente que no dejar posteridad, a menos que, por uo de esos desbordes que se llama conquistas, una ola de sangre ms rica, venida del Septentrin o del Levante, nos llene sus venas empobrecidas.15

    r

    brusco giro mental, de conceptuacin y terminologt ,ala vez que de valoracin, iba a revelar el texto de la Introduccin, evidente- mente pensada y escrita en fechas inmediatas al regreso. La experien-cia del viaje y meditacin subsiguiente tuvieron su parte; pero debi ser decisiva la nueva atmsfera intelectual que se respiraba en Francia como en Europa al empuje poderoso del historicismo romntico. Debi pesar, adems, en el espritu de Chevalier, la peculiar sensibili- dad sansimoniana para la cuestin de las nacionalidades y las razas. Ms

    14 Michel Chevalier, op. cit., carta IX. 15 Ibid , cartas XXIX y XXXIV. En la ed. en libro de 1836, puso al pie de la ltima la

    siguiente nota: "Es imposible hablar de la democracia americana sin citar la obra reciente de M. de Tocqueville. A ella remito a todos aquellos que deseen conocer en detalle los pasos y los instintos de esta democracia, el imperio que ella ejerce sobre la burguesa, as como las leyes por las cuales ella ha atestiguado y afirmado ese imperio".

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  • all de los antecedentes sansimonianos del propio Thierry, culminaban a esas horas las teorizaciones de Buchez sobre la idea de nacionalidad; y en el mismo ao 1836, de regreso de Grecia de la dispora que sigui a Mnilmontant la misma que llev a Enfantin a Egipto y a Chevalier a Estados Unidos Gustavo D'Eichthal acababa de publicar el libro Dos Mundos, dedicado a la cuestin de Oriente: constituira la nica referencia bibliogrfica hecha en la Introduccin que nos ocupa.16

    Desprendindose en forma expresa del viejo dualismo romano-germnico, pasa a primer plano ahora en la pluma de Chevalier, el de germanos (o teutones y latinos. Pero este dualismo- se descompona

    egui a por la diferenciacin en el seno de la totalidad germana, del preponderante grupo anglosajn, o sajn, a la vez que por el papel cada vez ms protagnico asumido en la escena europea por los pueblos es-lavos.

    No eran consideraciones tericas las que lo llevaban a desarrollos entonces novedosos. Parta del inevitable encuentro a que iba a asistir el siglo XIX, entre las dos grandes civilizaciones de la historia: la de Oriente y la de Occidente. Por l, la humanidad alcanzara su ideal de unidad, que expone con acentos sansimonianos: polticamente, "la asociacin de todos los pueblos, el equilibrio del mundo"; religiosa-mente, "la ley de la familia humana entera"; moralmente, "el equilibrio ms armnico de las dos naturalezas opuestas que comparten cada raza, cada sexo, cada pueblo, cada familia"; intelectualmente, "la enciclope-dia completa y la lengua universal"; industrialmente aspecto funda-mental para Chevalier, portavoz del programa universalista de la bur-guesa de la poca "un plan definitivo de la explotacin del globo". Y conclua: "En nuestros das, esta cuestin cesa de ser puramente espe-culativa. En lo sucesivo, es ms que un pasto para el sueo de los filso-fos; debe ser un tema de meditacin para los hombres de Estado".'7

    Ahora bien: los "pueblos de cepa latina", con Francia a la cabeza, no deban quedar atrs en lo que se preparaba. Sin duda, "la prepon-

    16 Aunque con mucho menos peso que todo lo anterior, habra que poner tambin en la balanza la condicin de oriundo del sur del Loire que tena Chevalier? Fueron grandes espritus meridionales, desde Lamartine a Jaurs, pasando por Mistral, los prin-cipales impulsores ms tarde de la idea latina. En cuanto a Tocqueville, aparte de la filiacin nobiliaria que le hizo contemplar el ascenso burgus como un espectculo ms que experimentarlo vitalmente, era de origen normando; adems, de regreso de Estados Unidos escribi su obra en deliberado resguardo de la cotidianidad intelectual parisina de aquellos aos. Certero profeta de tantas cosas, no era el ms indicado para serlo de la Ictinida d.

    17 :as anteriores transcripciones, como las que siguen, se localizan entre las pp. VII y XV de las XVI que componen la Introduccin.

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    derancia en el equilibrio del mundo ha pasado a los pueblos de origen sajn". Por otra parte:

    La raza eslava, que ha aparecido recientemente, y que ahora constituye en nuestra Europa un tercer grupo distinto, parece aun no querer dejar a los pueblos latinos ms que el ltimo lugar. Slo los Rusos y los pueblos de origen anglo-sajn se preocupan hoy del Asia lejana y presionan sobre sus fronteras de tierra o de mar.

    Pero el gran puente de enlace entre el Occidente y el Oriente es Amrica:

    Mxico y Amrica del Sur estn cubiertos de retoos de la civilizacin occidental,, tanto sobre vertiente que mira al Asia, corno sobre la que est frente a nosotros; los Estados Unidos no podrn tardar en extenderse, ellos tambin de un mar al otro; las islas del mar del Sur comienzan a po-blarse de europeos. De este punto de vista es claro que Amrica, colocada entre las dos civilizaciones, est reservada a altos destinos, y que los pro-gresos realizados por las civilizaciones del Nuevo Mundo importan en el ms alto grado al progreso general de la especie.

    Por lo que a los pueblos hispanoamericanos se refiere, contenan esos prrafos una implcita revaloracin de su naturaleza y su papel, a la luz de un espritu nuevo, muy distinto del que se haba manifestado' en las Cartas. Esa revaloracin lo conduce a hablar por primera vez, al mismo tiempo que de una "Europa latina", de una "Amricaltia19. Un capital pasaje del escrito resurrre-a-tyICte gran Mbi-SZoncepcin y por consiguiente de lxico. Documenta, por otra parte, de maner ejemplar, todo lo que dicho cambio tuvo de gradual o, transicional, m todava que en el personal pensamiento de Chevalier, en el francs y europeo de la poca. Dice as:

    Nuestra civilizacin europea procede de un doble origen, de los Romanos y de los pueblos germnicos. Haciendo, por un instante, abstraccin de Rusia, que es una recin llegada y que ya sin embargo iguala a los ms po-derosos de los antiguos pueblos, se subdivide en dos familias, de las cuales cada una se distingue por su semejanza especial con una de las dos nacio-nes madres que han concurrido a engendrarlas a la un9 y a la otra. As, hay la Europa latina y la Europa teutnica; la primera comprende los pueblos del Medioda; la segunda, los pueblos continentales del Norte e Inglaterra. Esta es protestante, la otra es catlica. Una se sirve de idiomas en los que domina el latn, la otra habla lenguas germanas.

    Las dos ramas, latina y germana, se han reproducido en el Nuevo Mundo. Amrica del Sur es, como la. Europa meridional, catlica y latina_ Las Amrica del Norte pertenece a una poblacin protestante y anglosajona.

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  • En la vasta empresa del acercamiento de las dos grandes civilizacio-nes de Europa y de Asia, los pueblos germanos y latinos pueden unos y otTs,encontrar una tarea a cumplir. Unos y otros ocupan en Europa y en Amrica, sobre tierra y en medio de los mares, admirables puestos avan- zados, y excelentes posiciones alrededor de esa inmvil Asia en la que se trata de penetrar.18 irc),.._,

    , La idea de una Amrica latina quedaba as establecida, con el co- rrelativo ensanche de su filiacin histrica, en el juego de nuevos valores a escala universal. No ser sino en la dcada del ciencuenta que la adje- tivacin se sustantive, dando paso al nombre Amrica a. Por unos

    cantos aos todava, aquella caracterizacin permanecera latente, in-cluso en la pluma del propio Chevalief.-Perolaidea misma hace desde entonces su obra. Por un lado, preparado el prximo advenimiento de la nueva denominacin de nuestra Amrica; por otro, contribuyendo a forjar de sta, poco a poco, a travs de tal revaloracin profunda, una tambin nueva imagen, optimista y estimulante.

    Protagonista de esa primera fase embrionaria seguir siendo el pen-samie lfrancs.

    E 1844, 1 mismo tiempo que reeditaba por cuarta vez sus Cartas sobre la _enea del Norte, public Chevalier El Istmo de Panam, su primer estudio sobre el tema. Segn aclarabael subttulo, contena el volumen un examen histrico y geogrfico de las diferentes direccio-nes segn las cuales se podra perforar dicho istmo; a ello segua un apndice sobre el de Suez. Propona que Francia, Inglaterra y Estados Unidos se pusieran de acuerdo para hacer el canal americano. Pues bien, al nombrar a ambas Amricas, las expresiones que usa a lo largo del escrito son las de "Amrica del Norte" y "Amrica del Sur", nunca las de "Amrica Sajona" y Amrica Latina"; respecto a la segunda, dice lguna vez tambin "Amrica espaola". Habiendo concebido y enun-

    ciado en 1836 la idea de la latinidad de nuestra Amrica, con innova-dora utilizacin del adjetivo "latina" para calificarla, no se trataba to-dava para.l de la introduccin y empleo de una nueva denominacin.

    ---a dcada del cuarenta fue ante todo, en esta materia, de difusin e 1 imposicin doctrinaria en toda Europa de las nuevas categoras tnico-1 culturales. Y por lo que la latinidad se refiere, de progresivo avance 1-de su toma de conciencia, por lo menos en torno a los tres ms impor-

    tantes pases "latinos" de Europa: Francia; Italia y Espaa. Eran prin-

    is El subrayado es nuestro.

    cipalmente franceses los que la impulsaban.19 Al finalizar la dcada, uno de ellos se aplicara a extenderla a nuestra Amrica, retomando, con mencin expresa del mismo, el pensamiento adelantado por Che-valier casi tres lustros atrs. Como este ltimo, haba estado tambin en Hispanoamrica, pero no en pases del Caribe sino en el Ro de la Plata; y no como viajero ocasional, sino como colono inmigrante. Fue el hoy olvidado Benjamn Poucel, por cuyo intermedio tiene lugar lo que puede llamarse un nuevo captulo de la gnesis de la idea, ya que no todava del nombre, de Amrica Latina.

    Benjamn Poucel, un ao menor que Chevalier, haba nacido en Marsella en 1807. En los aos cuarenta se halla radicado en el Uruguay, al frente de una explotacin de merinos, fina raza de lanares cuya intro-duccin en el Ro de la Plata invoc ms de una vez como un ttulo. Ava-tares de la llamada Guerra Grande que envolvi entonces a la regin y llev a la histrica intervencin de Inglaterra y Francia, determinaron su detencin en calidad de rehn, junto con los dems colonos france-ses del Uruguay. Recobrada la libertad despus de sobrevivir a seala-das penurias, viaj a su pas, a gestionar en su nombre y en el de sus compaeros la recuperacin de los bienes perdidos. Fue entonces que public en Pars, en francs, dos opsculos de particular significacin para nuestro asunto: Estudios de los intereses recprocos de la Europa y la Amrica. Francia y la Amrica del Sur,n 1849; De las emigraciones europeas en la Amrica del Sur, en 1850. Este ltimo tuvo el carcter de Memoria leda en la Sociedad de Etnologa de Pars, el 22 de febrero del mismo ao de su publicacin.

    En el primer opsculo expresa su alarma ante el doble avance, ri-val pero convergente, de Estados Unidos y de Inglaterra sobre nuestra Amrica. Resea los hechos de uno y de otro durante las dos ltimas dcadas. Y pregunta:

    En presencia de acontecimientos tan importantes para el porvenir de las relaciones polticas y comerciales de Europa con Amrica, qu hace Fran-cia? Nada! Hace an algo peor, porque su poltica en el Ro de la Plata (ese campo cerrado donde deber resolverse la gran cuestin de las razas en Amrica), en lugar de favorecer a la raza latina de la cual ella es pro-tectora nata contra la doble invasin de la raza anglo-sajona por el norte y por el sur, favorece, gracias a una inaccin irreflexiva, las usurpaciones y la dominacin futura de la raza anglo-sajona.

    19 Claude-Francois Lallemand (1790-1854), en su obra Le Hachych, de 1843, lleg a profetizar para mediados del siglo XX una unin federal latina formada por los pueblos de Iberia, Francia e Italia, con capital en Marsella (Vase: Roger Barthe, L'ide latine, Toulouse, 1962, pp. 28 ss.)

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  • Raza latina, raza anglo-sajona: relativamente novedoso todava este lenguaje aplicado a la propia Europa, lo era todava ms su enunciado como anttesis fundamental de este lado del Atlntico. A continuacin inmediata vuelve a preguntar:

    No es claro, en efecto, que la unin ms estrecha debera confundir los intereses franceses y el inters de la Amrica del Sur en un mismo fin, a saber: Conservar ala raza latina la posesin soberana de esta magnfica parte del continente americano?

    Que su pensamiento proceda directamente de Chevalier lo docu-menta la cita que hace en nota de pie de pgina, a que llama al final del prrafo que acaba de transcribirse. La nota completa dice as: "La Francia es depositaria de los destinos de todas las naciones del grupo latino de los dos continentes" (Michel Chevalier, Lettres sur L'Arnrique du Nord, Introduccin, XIII).20

    En el segundo opsculo, de conceptuacin ms elaborada, vuelve sobre su personal alarma por el peligro que se cierne sobre la raza latina en Amrica. Pero en una formulacin que lo remontaba por encima de los intereses nacionales de Francia, sobre los cuales haba puesto ante-riormente el acento. Despus de exponer con algn detalle los recientes hechos histricos en los cuales fundaba sus temores, particularmente la conquista de California por los Estados Unidos, que "acaba de colo-car una barrera formidable de un ocano al otro, entre las dos razas", escriba:

    No quiera Dios que mi llamado tome forma de un grito de guerral... iLa emigracin! ila emigracin!, le aqu el gran medio de retemplar la raza latina en Amrica, el nico medio de contrabalancear el poder de los anglo-sajones que avanzan a grandes pasos hacia el sur de este continente. Este medio tan simple y tan fecundo er., xito est abierto a la Europa meridional para la Amrica del Sur, como lo ha sido a la raza del norte de Europa para la Amrica del Norte... Entonces la raza meridional rivalizar en Amrica con la raza del Norte, y de esta feliz rivalidad nacern bienes inmensos. Entonces la raza anglo-sajona, contenida en justos lmites todava bastante vastos, no sentir ms la necesidad de extender su poder sobre comarcas que ella ver, como la suya propia, vivificadas por una civilizacin activa.

    General emigracin europea latina, pues, no slo francesa. Pero ms adelante, es a todas las razas que se dirige:

    20 Benjamn Poucel, Etudes des interts rciproques de l' Europe et de l' Amrique. La France et Amrique du Sud, Pars, 1849, p. 27.

    Cuando llamo en socorro de esta raza [latina] que creo en peligro, a sus her-manos de Europa, no me siento animado de ningn espritu de exclusin... Anglo Sajones de los dos hemisferios, razas romana, germana y otras de la Europa, que todas concurran a porfa al desarrollo social de la Amrica del Sur. [Llamamiento a todas las razas europeas, invitndolas,] sin acepcin especial ni excepcin absoluta de ninguna de ellas, a volar, por una emi-gracin poderosa y organizada, en socorro de medio continente amena-zado por tierra y por mar por la dominacin de una sola raza.21

    Al margen de tantos otros aspectos de doctrina en los que aqu no podemos entrar, esos pioneros escritos de Poucel, de 1849 y 1850, tie-nen la significacin documental de evidenciar el progreso llevado a cabo a esas fechas por la idea de la latinidad de nuestra Amrica la idea de una Amrica latina en un sector del pensamiento francs. Pero la de evidenciar tambin que al exacto cierre de la primera mitad del siglo, en ese mismo sector intelectual no haba cuajado an la denominacin explcita de Amrica Latina. "Amrica del Sur" era la expresin utili-zada tanto en los ttulos como en los te)Thas-d-el-eseritort~ilitante, en aquellos momentos de la idea puesta en circulacin por Chevalier.

    Todava en 1854 se publicaba en Montevideo, en espaol, un nuevo libro de Poucel titulado Cartas Crticas, con el siguiente subttulo: "Es-tudio histrico de las razas latina y anglo-sajona. Necesidad de una edu-cacin nacional en la. Amrica del Sud". Aquellas Cartas, "traducidas del francs por unos seores argentinos amigos del autor", se haban pu-blicado inicialmente en 1853, en el diario La iauna de Buenos Aires, en respuesta a un escrito de Sarmiento.22 Poucel se hallaba entonces de nuevo en el Ro de la Plata, antes de regresar definitivamente a Francia para morir en su ciudad natal de Marsella, en 1872.23

    "Amrica del Sur" segua siendo incluso para l, como haba se- guido siendo para el propio Chevalier, la denominacin de la m pronto bautizada "Amrica Latina". Este bautismo, aunque levado a-c-abo_enyuropa, :iba a ser obra de hispanoamericanos, no d_e_ euro-peos. Enelp_i-i Mer lustro de la decada- derdhtirita, la idea de latini- \ dad d nuestra Amrica aparece por primera yldinkj9luina denatiVos ..._. de sta. Poti_d_e-esas-tnisma~asi-d-e-la-idea--seTpasara-

    nombre, antes de qu

    e

    l

    dc~gaiwLtnnina_ _..., ---

    21 Benjamn Poucel, Des emigrado/2s europennnes dan,sl'Amrique du Sud, Pars, 1850, pp. 25-27, 38, 43.

    22 La primera Carta est fechada en Buenos Aires, el 30 de agosto de 1853. 23 Referencias bio-bibliogrficas sobre Benjamn Poucel, en Pierre Larousse, Grand

    Dictionnaire Universel du XIX Sicle, t. XII. La primera noticia sobre la presencia del tema de las razas sajona y latina en Amrica, en los escritos de Benjamn Poucel, nos fue pro-porcionada en 1967 por nuestro colega compatriota Juan Antonio Oddone.

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  • III EL NOMBRE "AMRICA LATINA":

    JOSE MARA TORRES CAICEDO

    Hoy vemos que nuestra prctica [la del nom-bre "Amrica Latina") se ha generalizado; tanto mejor.

    Jos Mara Torres Caicedo, 1875

    t (~,Y1SIG

    El pasaje de la idea de una Amrica latina a la idea y el nombre de Amrica Latina, no fue autora tico. era tampoco Tafdlb.MISltifo y dificultoso iba a ser el proceso de admisin, difusin e imposicin de dicho no