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73 Nº 51, año 2011 Apuntes dialectales e históricos sobre el quechua de Rapaz Luis Andrade Ciudad Resumen A partir de entrevistas, narraciones y un conjunto de canciones rituales recogidas en el campo, se presenta un panorama dialectológico del quechua de Rapaz (Oyón, Lima), poniendo énfasis en las características que se consideran de mayor interés para la lingüística histórica andina. Tal como se puede deducir de la clasificación estándar, esta variedad forma parte del subgrupo yaru (grupo huáncay, rama central), pero su morfología muestra llamativas coincidencias con el quechua de Pacaraos y con el documento de Juan de Castromonte conocido como Aptaycachana, de mediados del siglo XVII, basado en parte en un quechua del Alto Huallaga. Esto sugiere una antigua dispersión mayor de las características compartidas, en los Andes centrales. Se aprovechan también los datos de Rapaz para profundizar en la comprensión de un fenómeno fonético-fonológico escasamente descrito en la quechuística, a saber, la palatalización de /k/. Palabras clave: lingüística andina, dialectología quechua, quechua yaru, quechua central, Rapaz.

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apuntes dialectales e históricos sobre el quechua de rapaz

Luis Andrade Ciudad

Resumen

A partir de entrevistas, narraciones y un conjunto de canciones rituales recogidas en el campo, se presenta un panorama dialectológico del quechua de Rapaz (Oyón, Lima), poniendo énfasis en las características que se consideran de mayor interés para la lingüística histórica andina. Tal como se puede deducir de la clasificación estándar, esta variedad forma parte del subgrupo yaru (grupo huáncay, rama central), pero su morfología muestra llamativas coincidencias con el quechua de Pacaraos y con el documento de Juan de Castromonte conocido como Aptaycachana, de mediados del siglo XVII, basado en parte en un quechua del Alto Huallaga. Esto sugiere una antigua dispersión mayor de las características compartidas, en los Andes centrales. Se aprovechan también los datos de Rapaz para profundizar en la comprensión de un fenómeno fonético-fonológico escasamente descrito en la quechuística, a saber, la palatalización de /k/.

Palabras clave: lingüística andina, dialectología quechua, quechua yaru, quechua central, Rapaz.

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Abstract

Based on interviews, narratives and ritual songs recorded through fieldwork, a dialectological overview of Rapaz Quechua (Oyón, Lima) is sketched, keeping in focus its features that are deemed more significant for Andean historical linguistics. As the standard classification forecasts, Rapaz Quechua must be included in the Yaru Quechua subgroup (Huancay group, Central branch). Nevertheless, Rapaz morphology holds suggestive coincidences with Pacaraos Quechua and with the document written by Juan de Castromonte in the mid-XVII century, known as Aptaycachana, partially based on an Alto Huallaga Quechua. This suggests a previous wider diffusion of the shared features through the Central Andes. Rapaz data are also taken into account in order to obtain deeper understanding of a phonetical-phonological process that has been scarcely described in Quechua studies, namely, palatalization of /k/.

Keywords: Andean linguistics, Quechua dialectology, Yaru Quechua, Central Quechua, Rapaz.

1. Introducción

El objetivo de este informe es doble: precisar el lugar del quechua de Rapaz dentro del mapa general de la dialectología quechua y resaltar las características de mayor importancia para la historia de esta familia lingüística. Señalaré, en primer lugar, que esta variedad se ubica dentro del subgrupo yaru que, a su vez, forma parte del grupo huáncay, una de las subdivisiones principales de la rama central, dentro del conjunto mayor denominado quechua I o huáihuash por Torero (1964, 1970) y quechua B por Parker (1963). Además de esta precisión dialectal, que se puede deducir de la clasificación estándar de la familia lingüística quechua, mostraré que la variedad de Rapaz tiene algunas coincidencias llamativas con la de Pacaraos y con el antiguo quechua del Alto Huallaga tomado como base por Juan de Castromonte para la redacción de su Aptaycachana a mediados del siglo XVII (Durston 2002). Estas particularidades, sobre todo morfológicas, hacen que el quechua de Rapaz sea de interés tanto para la dialectología como para la lingüística histórica en los Andes.

El material en el que se basan estos apuntes fue recogido durante una estadía de campo en julio de 2007, enmarcada en el proyecto “Khipus patrimoniales de Rapaz”, bajo la dirección del antropólogo Frank Salomon, así como en un conjunto de canciones rituales registradas por él en una estadía previa, en 2005.1 El material analizado consta de un conjunto de entrevistas, un corpus de canciones rituales y algunos huainos de temática

1 Este proyecto contó con el auspicio de la National Science Foundation de los Estados Unidos (proyecto 0453965) y la Wenner Gren Foundation (proyecto 7281), y con apoyos adicionales de la Comisión Fulbright del Perú y la Fundación Telefónica. Agradezco la lectura que Frank Salomon hizo de una versión anterior de este artículo, así como a los lingüistas Rodolfo Cerrón-Palomino y Jorge Iván Pérez Silva por la misma razón. Sus consejos permitieron mejorar el contenido y enmendar errores; los que quedan son de mi responsabilidad.

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amorosa, y una encuesta léxica. Se sostuvieron entrevistas con diez residentes de Rapaz, personas nacidas en el lugar,2 que aprendieron el quechua bien como lengua materna, bien como segunda lengua en la infancia temprana. Las entrevistas contienen narraciones tradicionales, testimonios y breves diálogos en quechua, además de conversaciones en castellano. Duraron 30 minutos en promedio y se plantearon a los colaboradores, en consonancia con los objetivos del proyecto, como esfuerzos por recopilar datos y percepciones acerca de las costumbres del lugar. Asimismo, se grabaron canciones rituales en quechua, además de huainos de temática amorosa, que se sumaron a un amplio corpus de arte verbal ritual recogido previamente, en la estadía de 2005, por Salomon.3

San Cristóbal de Rapaz es un centro poblado menor localizado en el distrito de Oyón, en la provincia limeña del mismo nombre, cuyo núcleo urbano se asienta entre los 4000 y los 4050 metros de altitud, en un promontorio que se yergue sobre la margen derecha del río Checras. El Checras es un tributario del Huaura que corre bordeando las escarpadas faldas de la cordillera Raura, división natural entre la sierra nororiental de Lima y la provincia de Daniel Alcides Carrión, en la región de Pasco. El pueblo de Rapaz es conocido por albergar una iglesia cuyas paredes están profusamente decoradas con murales coloniales de estilo barroco y por conservar un conjunto de quipus de excepcional valor etnográfico, pues permanecen dentro de su antiguo recinto sagrado, Cajahuay o Kahawayi.4 El estudio y mantenimiento del recinto y del conjunto de quipus han corrido a cargo del proyecto “Khipus patrimoniales de Rapaz”, en permanente coordinación con la directiva comunal. Para una descripción de las fases previas del proyecto, concentrada en los aspectos arqueológicos, museográficos y etnohistóricos de la experiencia, véase Salomon, Brezine, De Las Casas y Falcón (2006).

Organizado como una activa comunidad campesina con un complejo entramado de cargos, el pueblo de Rapaz posee tierras agrícolas y terrenos de pastoreo que se extienden sobre las cabeceras del Checras y en el límite que separa las regiones suni (3500-4100 metros de altitud) y puna (4100-4800 metros de altitud). Es, pues, un pueblo agrícola y ganadero de altura. Tanto para las faenas agrarias como pecuarias se practican “costumbres” que involucran el uso del quechua en canciones rituales de gran interés etnolingüístico. Este uso ritual intensivo del quechua no se corresponde con el empleo cotidiano del idioma de parte de las generaciones más jóvenes. El quechua es usado como medio primordial de comunicación solo por los miembros de las generaciones mayores cuando hablan entre sí, especialmente

2 Uno de los colaboradores nació en Raku, Pasco, pero su familia se trasladó a Rapaz cuando él tenía 2 años.

3 También se aplicó una encuesta léxica a tres hablantes, utilizando una lista de 100 palabras quechuas, empleadas por Torero (1968) como criterios útiles para diferenciar zonas dialectales. Los resultados de la encuesta léxica no se integran en este informe, por razones de espacio y por considerarse que los temas fonético-fonológicos y morfológicos son de mayor interés, pero están a disposición de los interesados. La transcripción e interpretación de los materiales se vio ampliamente beneficiada de la asistencia del señor Mario Alejo, comunero de Rapaz y esmerado hablante del quechua de la zona.

4 Cajahuay es la forma castellanizada; Kahawayi, la escritura del topónimo tal como se pronuncia en el quechua local. El nombre es un compuesto quechua-castellano: kaha (< cast. caja [de comunidad]), wayi ‘casa’. El proyecto “Khipus patrimoniales…” ha buscado mantener las formas quechuas en la nomenclatura que utiliza.

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por las mujeres. Los adultos jóvenes comprenden el idioma y pueden comunicarse en él con sus mayores, ya que muchos de ellos lo aprendieron como primera lengua, o bien en paralelo con el castellano, pero ya no lo enseñan a sus hijos ni lo practican como lengua de comunicación con sus pares. La escuela de Rapaz (Centro Educativo 20070 “Andrés Avelino Cáceres”) no había tenido, hasta el momento de nuestra estadía, ningún contacto con los programas de educación bilingüe intercultural impulsados de manera irregular por los gobiernos recientes y por agencias de cooperación internacional. De hecho, el quechua de Rapaz está considerado, junto con la mayor parte de hablas quechuas de las provincias limeñas de Oyón y Huaura, como una lengua en extinción, puesto que los niños ya no lo tienen como lengua materna (Chirinos Rivera 2001: 120). Esta consideración, derivada de criterios estadísticos y demográficos, requeriría ser complementada con una documentación más precisa del proceso de debilitamiento lingüístico, tomando en cuenta tanto las variables sociohistóricas que lo impulsan como las percepciones y vivencias de los propios hablantes.

Sin pretender llenar este vacío, sino solamente como un marco básico para el tratamiento del material lingüístico presente en las canciones rituales (Salomon y Andrade Ciudad, ms.), presento a continuación una propuesta para ubicar al quechua de Rapaz dentro del mapa dialectal de la familia idiomática y una descripción de sus características fonético-fonológicas y morfológicas de mayor interés histórico. El informe sistematiza el material del siguiente modo: en el acápite que sigue a esta introducción (sección 2) se exponen las razones por las cuales se inscribe al quechua de Rapaz dentro del subgrupo yaru; en la tercera sección, se presentan las características más llamativas de la variedad rapacina a juzgar por el corpus revisado, en los niveles fonético-fonológico (subsección 3.1) y morfológico (subsecciones 3.2, 3.3 y 3.4). En la discusión abordaré las implicancias de estas características para la historia y la dialectología de la familia quechua, y señalaré algunos puntos pendientes de estudio.

2. El quechua de Rapaz como miembro del subgrupo yaru

El subgrupo yaru ha sido definido en la dialectología quechua clásica como una subdivisión del grupo huáncay, que –junto con huáilay y Alto Pativilca-Alto Marañón-Alto Huallaga– constituye una de las tres grandes divisiones del llamado quechua central. La categoría “quechua central” hace referencia, por su parte, a una de las dos grandes ramas de la primera bifurcación del huáihuash o quechua I en la terminología de Torero (1964, 1970) y quechua B en la de Parker (1963), siendo la otra rama el quechua de Pacaraos. La visión estándar sostiene que la variedad pacareña se habría constituido en un primer desmembramiento dialectal del resto de las variedades centrales (Adelaar 1984, Cerrón-Palomino 1987: 227).5 Una hipótesis alternativa (Heggarty 2005) sostiene que Pacaraos conforma, junto con los quechuas de Yauyos, y posiblemente Lambayeque y Cajamarca, un grupo de variedades “intermedias”, dentro de un continuo de variación dialectal que iría desde los quechuas centrales hasta los sureños, y que no se aviene bien con un diagrama de tipo arbóreo ni con el postulado de una ruptura inicial que habría generado las dos

5 Véase Torero (1983) para una hipótesis distinta, que postula a Pacaraos como una rama independiente, al mismo nivel que huáihuash (quechua I o B) y yúngay (quechua II o A).

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grandes ramas en el desarrollo temprano de la familia quechua. No es del todo claro, sin embargo, el lugar que esta hipótesis le asignaría al subgrupo yaru, aunque, como veremos, el quechua de Rapaz, tomado aisladamente, podría cumplir con las condiciones de las llamadas “variedades intermedias”. Por un lado, se propone un criterio geográfico para dichas variedades (las “regiones intermedias entre el quechua central y el sureño”), con una referencia explícita a “las regiones montañosas del interior del departamento de Lima” como núcleo. Si bien esto inscribiría a Rapaz como “variedad intermedia”, debe tenerse en cuenta que el subgrupo yaru trasciende las fronteras del departamento de Lima, abarcando territorio pasqueño. Por otra parte, no se ha incluido a ningún exponente del subgrupo yaru entre las 15 variedades quechuas consideradas en la base de datos de Heggarty (2005, 2011). Por ello, para esta presentación, he seguido la división dialectal estándar, ilustrada en el diagrama 1, adaptado de Cerrón-Palomino (1987: 236) y que resalta la ubicación del yaru dentro de la gran división huáihuash, equivalente a quechua I o quechua B:

diagrama 1lugar del quechua yaru dentro de la división huáihuash

Elaborado a partir de Cerrón-Palomino (1987: 236).Notas: AP = Alto Pativilca, AM = Alto Marañón, AH = Alto Huallaga. La línea punteada entre la rama central y el grupo AP-AM-AH expresa la situación intermedia y continua de este en relación con huáilay y huáncay.

Cerrón-Palomino resume del siguiente modo la zona de extensión del quechua yaru:

[C]omprende el sureste de Cajatambo y las serranías de Chancay, ambas provincias en Lima; el departamento de Pasco y las provincias juninenses de Junín, Yauli y Tarma. Pueden integrarse también a este subgrupo las hablas de los distritos de Alis y Tomas, en el noreste de la provincia de Yauyos (Lima), pues comparten con aquél algunos de sus rasgos fonológicos y morfológicos (Cerrón-Palomino 1987: 234).

Pacaraos

Huáilay

Huailas Conchucos

Huáncay

Yaru Jauja-Huanca Huangáscar-Topará

Huangáscar Topará Jauja Huanca

Huaicha Huailla

AP-AM-AH

Central

AP AM AH

HUÁIHUASH

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En este punto es necesario hacer una precisión geográfica: la provincia de Oyón, donde se asienta actualmente la comunidad de San Cristóbal de Rapaz, no se creó sino en 1985.6 Anteriormente, su territorio formaba parte de la provincia de Cajatambo, constituida al nacer la república peruana, en 1821. De modo que al referirse Cerrón-Palomino a la zona sureste de Cajatambo, está, por lo menos en parte, haciendo alusión al actual territorio oyonista. Con respecto a “las serranías de Chancay”, también es necesario actualizar la referencia, pues, a partir de 1988, esta provincia limeña tomó el nombre de Huaura,7 con la ciudad de Huacho como capital, habiendo sufrido previamente el desmembramiento de sus distritos norteños, los cuales pasaron a formar la provincia de Barranca,8 y sureños (incluido el de Chancay), que pasaron a integrar la provincia de Huaral.9 Así, conviene tomar nota de que las informaciones sobre el quechua yaru de Oyón aparecen en la literatura dialectológica clásica como formas sureñas de las hablas cajatambinas, mientras que las referencias a las variedades yaru de Huaura mencionan este territorio con el antiguo nombre de Chancay.10

La parte norteña de la provincia de Huaura y la provincia de Oyón en su conjunto albergan, junto con algunas zonas cajatambinas,11 a las variedades norteñas del subgrupo yaru, mientras que el quechua del distrito de San Francisco de Mangas (Bolognesi, Áncash) marcaría el límite norteño de este subgrupo (Solís Fonseca 2002: 157). Así, el río Pativilca constituiría la frontera natural septentrional para los quechuas yaru (Solís Fonseca 2009: 19). La franja central de la provincia limeña de Huaura forma el límite occidental del subgrupo,12 mientras que el flanco oriental se extiende por el departamento de Pasco, en sus provincias de Daniel Alcides Carrión y Cerro de Pasco. La zona sureña del grupo está conformada por las dos variedades yauyinas mencionadas por Cerrón-Palomino (Alis y Tomas) y por las hablas quechuas de las provincias septentrionales del departamento de Junín; a saber, Yauli, Junín y Tarma.13

6 Mediante la Ley 24330, del 7 de noviembre de 1985 (Tauro 2001 [1993], tomo 12, sub Oyón).7 Mediante la Ley 24886, del 15 de setiembre de 1988 (Tauro 2001 [1993], tomo 8, sub Huaura).8 Mediante la Ley 23939, del 5 de octubre de 1984 (Tauro 2001 [1993], tomo 2, sub Barranca). 9 Mediante el Decreto Ley 21488, del 11 de mayo de 1976 (Tauro 2001 [1993], tomo 8, sub Huaral).10 Algunos trabajos posteriores a los cambios en la nomenclatura oficial siguen utilizando las

denominaciones antiguas, lo cual puede ser fuente de confusión (por ejemplo, Fabre 2005; véase también la respuesta de Edith Pineda Bernuy al cuestionario sobre quechua yaru incluido en Pozzi-Escot 1998: 257-261).

11 Urge un trabajo dialectológico pormenorizado en la provincia de Cajatambo, que complemente la detallada descripción gramatical de Carreño (2010), concentrada en el distrito del mismo nombre, a fin de deslindar, en el nivel de la provincia, los exponentes del quechua yaru de los que forman parte del subgrupo Alto Pativilca. En esa tarea, sin duda servirán de referencia los trabajos de Solís Fonseca (2002, 2009) acerca de la dialectología quechua en el sur de Áncash (provincias de Ocros y Bolognesi). Este autor afirma que la parte de Cajatambo adyacente a Mangas (San Francisco de Mangas, Bolognesi, Áncash) es yaru (Solís Fonseca 2002: 157).

12 A excepción del quechua del distrito huaurino de Ámbar, que integra, junto con las hablas quechuas del norte y el oeste de Cajatambo, el subgrupo Alto Pativilca (Cerrón Palomino 1987: 233).

13 Existen estudios sobre la fonología de una variedad del quechua oyonista, la de Picoy (Creider 1967); sobre las variedades pasqueñas, con énfasis en las meridionales (Black, Bolli y Ticsi 1990); para el norte de Pasco, sobre la variedad de Yanacocha, véase Escobar (1967), a partir de una sola colaboradora; y una bibliografía más extensa y detallada sobre las hablas del norte de Junín,

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Como vemos en el diagrama 1, el quechua central se subdivide en tres ramas: huáilay, huáncay y una rama intermedia, denominada Alto Pativilca-Alto Huallaga-Alto Marañón, siendo la isoglosa que distingue a los extremos huáilay y huáncay el tratamiento del pluralizador verbal. Mientras que las variedades de la primera rama emplean -yaa, las de la segunda utilizan tres pluralizadores: -paaku (con variante -paku),-:ri y -rkaa. Estos morfemas se distinguen mediante factores contextuales y semánticos. En principio, -paaku tiene un valor de habitualidad y de provecho personal,-:ri supone una acción acabada y súbita, mientras que -rkaa se distingue por un criterio distribucional, pues, a diferencia de los otros dos pluralizadores, el morfema puede aparecer junto con el progresivo -ykaa- (Cerrón-Palomino 1987: 231, 203). A continuación presento ejemplos de los tres pluralizadores registrados en el corpus quechua de Rapaz, lo que muestra la afiliación de este al grupo huáncay. El ejemplo (2) confirma lo señalado por Cerrón-Palomino respecto al criterio distribucional, pues el pluralizador -rkaa aparece junto con el progresivo -ykaa- (-ychaa- en el quechua de Oyón), mientras que en el ejemplo (3)-:ri aparece asociado a la forma homófona -ychaa- (<-ykaa-, variante de -yku-), del llamado dinámico de cortesía. Es necesario realizar investigaciones específicas acerca de los valores semánticos y la distribución de estos pluralizadores, para tener una visión más precisa de ellos.14

(1) Chunta vara ninganta traasimuq, ¡waasu!, waytapakushqata, tsay bastunta.chonta vara Decir-sub-3ps-ac llevar-caus-Dir-hab ¡oh! enflorar-pl-part-ac, esos bastón-ac‘Lo que llaman chonta vara solían aportar, ¡oh!, bien enflorados, esos bastones’

(2) Ishkanmi kanan ihirsitutraw karkaychan (Farfán 1952).15

2-evDir ahora ejército-loc ser-pl-prog-3p‘Los dos están ahora en el ejército’

que no solo son materia de gramáticas, muestras textuales y léxicos generales (Adelaar 1977; Puente Baldoceda 1972; Black, Bolli y Ticsi 1990), sino que también han motivado indagaciones específicas acerca de la gramática (Puente Baldoceda 1977, Sayk Cruz 1974, Weber 1982). Véanse más referencias bibliográficas para el norte de Junín en Fabre (2005). Para las hablas yauyinas que integran el grupo yaru, véanse los trabajos clásicos de Taylor (1983, 1984, 1987).

14 Salvo indicación en contrario, todos los ejemplos provienen del corpus anteriormente descrito. Además, he usado los textos del quechua de Oyón presentados por Weber, ed. (1987) y por Farfán (1952), actualizando la notación ortográfica. Las abreviaturas utilizadas son las siguientes: 1 = primera, 2 = segunda, 3 = tercera, abl = ablativo, ac = acusativo, aDv = adverbializador, afirm = afirmativo, ag = agentivo, benef = benefactivo, caus = causativo, Dim = diminutivo, Din = dinámico de cortesía, Dir = direccional, evDir = evidencial directo, gen = genitivo, hab = habitual, imp = imperativo, inc = incoativo, inst = instrumental, int = interrogativo, lim = limitativo, loc = locativo, nar = narrativo, p = persona, part = participio, pas = pasado, pasv = pasivizador, perf = perfectivo, pl = pluralizador, pro = pronombre, prog = progresivo, refl = reflexivo, rep = repetitivo, s = singular, sub = subordinador, top = topicalizador, trans = transicional.

15 Tenemos un ejemplo adicional del corpus rapacino para este pluralizador: Baylarkaychan chankankunata ‘estaban haciendo bailar sus pies’. El ejemplo se refiere a los participantes en un ritual, que permanecían sentados con sus troncos fijos, mientras movían solamente sus piernas al son de la música.

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(3) Kargutraw kar, tsaylatam kay na… wisan, setiembre-oktubripita wahaychaarir asta enerokama.cargo-loc ser-sub, entonces esas ¿cómo se llama? épocas, setiembre-octubre-abl empezar-Din-pl-sub hasta enero-lim‘Estando en el cargo, entonces en estas ¿cómo se llama?... épocas, empezando desde setiembre-octubre, hasta enero’.

Además de estos pluralizadores, presentes en las diferentes hablas huáncay, los quechuas yaru muestran una serie de isoglosas que permiten deslindarlos de los otros dos subgrupos del huáncay, a saber, el Jauja-Huanca y el grupo Huangáscar-Topará. A continuación resumo los rasgos que, de acuerdo con Cerrón-Palomino (1987: 234), constituyen isoglosas fonético-fonológicas atribuibles prácticamente a todo el grupo yaru:

a) Espirantización del fonema */s/ del protoquechua en posición inicial; es decir, en toda el área la */s/ inicial derivó en /h/.

b) Exceptuando el noroeste de Pasco, el protofonema */s/ en posición interior desaparece, previo desgaste a través de /h/.

c) Depalatalización del fonema */ñ/ del protoquechua; es decir, */ñ/ se presenta como /n/, confundiéndose con las manifestaciones actuales del protofonema */n/.

d) Depalatalización del fonema */ʎ/ del protoquechua; */ʎ/ se presenta como /l/.

Además, Cerrón-Palomino presenta los siguientes como rasgos específicos de algunas áreas del subgrupo yaru que son pertinentes para la zona que nos ocupa:

e) En las vertientes de Chaupihuaranga (Cerro de Pasco), el protofonema */č/ se alveolariza y se presenta como /ts/.

f) En las serranías de Huaura, /ts/ alterna con /s/, su forma más avanzada de cambio.g) En el sureste de Cajatambo, la deafricación de /ts/ es completa y el fonema se

presenta únicamente como /s/.

A continuación mostraré que el quechua de Rapaz se aviene con los criterios diagnósticos generales del grupo yaru (criterios a-d) y sugeriré, a partir de los datos recabados, que los rasgos específicos señalados por Cerrón-Palomino para la zona Oyón-Huaura (criterios f-g) deben ser reconsiderados. Los ejemplos agrupados en (4) indican que en Rapaz se produce la espirantización de */s/ en posición inicial y que, en algunos casos, la aspirada llega incluso a desaparecer. El grupo de ejemplos (5a) permite sostener que el mismo protofonema sufrió desgaste en posición interior, en algunos casos pasando a /w/ y a /y/ –y no solo a /h/– y desapareciendo en otros. En (5b) se muestra que cuando */s/ precedía a una consonante, el proceso señalado se truncó. Los ejemplos de (6a) señalan que, en el quechua rapacino, el protofonema */ñ/ ha sufrido depalatalización en general, pero en (6b) se presentan algunas muestras de que el proceso no ha afectado a algunos lexemas. En (7), por último, se ejemplifica la depalatalización experimentada por el protofonema */ʎ/.

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(4) rapaz Protoquechua glosa hara *sara ‘maíz’ haĉa *saĉa ‘árbol, arbusto’ haka- *saksa- ‘hincharse’ hita- *sita- ‘arrojar’ (5a) rapaz Protoquechua glosa aha *sasa ‘difícil’ puwaq *pusaq ‘8’ kima *kimsa ‘3’ wayi *wasi ‘casa’(5b) rapaz Protoquechua glosa isqun *isqun ‘9’ waska *waska ‘soga’ trusku *trusku ‘4’ musya- *musya- ‘saber’ (6a) rapaz Protoquechua glosa nana *ñaña ‘hermana (de la mujer)’ čunu *čuñu ‘papa helada y secada al sol’ wanu- *wañu- ‘morir’ punu- *puñu- ‘dormir’ (6b) rapaz Protoquechua glosa ñutku *ñutku ‘oca asoleada’ añas ~ añaku *añas ‘zorrino’ quñu- *quñu- ‘abrigar’ paña- *paña- ‘recolectar hojas, flores o frutos’(7) rapaz Protoquechua glosa lapa *ʎapa ‘todos’ ila * iʎa ‘talismán ganadero’ kulu *kuʎu ‘tronco’ pukla- *pukʎa- ‘jugar’

De acuerdo con los criterios resumidos por Cerrón-Palomino para zonas específicas del grupo yaru cercanas a Rapaz (criterios f-g), esperaríamos que en esta variedad se hubiera perdido /ts/ como manifestación contemporánea del protofonema */č/, ya que, según el criterio g, en el “sureste de Cajatambo” (léase, actual Oyón), “la deafricación de /ts/ es completa, y el fonema se presenta únicamente como /s/” (1987: 234). Sin embargo, en (8) vemos que, en este punto, Oyón (Rapaz) se comporta como señala el criterio f, válido para las serranías de Huaura; es decir, alterna /ts/ y /s/ como manifestaciones del antiguo */č/.

(8) rapaz Protoquechua glosa tsuri *čuri ‘hijo hombre’ tsay *čay ‘ese, esos, esas, eso’ saki *čaki ‘seco’

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aqsa *aqča ‘cabello’ lumsu *ʎumču ‘nuera’

Además, algunas palabras del quechua rapacino mantienen la /č/ patrimonial:

čuču- ‘nutrir’, ačik- ‘parir’, činči ‘chincho (hierba aromática parecida al huacatay)’, miča ‘avaro’ y čunu ‘chuño’; otras han mantenido el protofonema, posiblemente por influencia de superestrato, como čuqlu ‘mazorca de maíz’; y otras muestran /č/ como resultado de procesos evolutivos particulares, como en el caso de čumaq ‘hermoso’ (< *šumaq).

3. Otras características del quechua de Rapaz

Presentaré a continuación algunos rasgos llamativos del quechua de Rapaz en los niveles fonético-fonológico y morfológico. No postulo estas características como exclusivas del quechua rapacino en particular, ni del subgrupo yaru en general, pero sí las considero como hechos que pueden dar a este panorama mayor interés desde el punto de vista histórico. Por otra parte, la recurrencia, en Rapaz, de algunos fenómenos escasamente descritos en la literatura puede enriquecer la base empírica para estudiarlos. Es con este último afán que, en el nivel fonético-fonológico, discutiré la palatalización del fonema /k/. En cuanto a lo morfológico, me concentraré en tres características: (1) la presencia de un morfema pluralizador -lapa, una gramaticalización del pronombre lapa (<ʎapa) ‘todos’; (2) los valores deferenciales que cobra el segmento -la-, catalogado por la literatura como un operador limitativo o restrictivo, que también cobra valores cercanos al diminutivo; y (3) la existencia residual, en los cantos agrarios y ganaderos, de la marca “vocal acentuada más /y/” para la primera persona actora y posesora, característica que en la actualidad solo ha sido descrita para el amenazado quechua de Pacaraos, pero que, históricamente, también ha sido reportada para la variedad del Alto Huallaga utilizada como base por Castromonte a mediados del XVII (Durston 2002).

3.1 Palatalización de /k/

Como hemos visto en la segunda sección, el quechua rapacino muestra las tendencias fonético-fonológicas generales de las variedades yaru. Además, presenta algunos fenómenos esperables en una variedad huáihuash, como la sonorización de la oclusiva posvelar /q/ en diferentes contextos (salvo en posición final), y la presencia de vocales largas en el sistema fonológico. En esta sección, no ahondaré en estas tendencias, que han sido descritas en la literatura sobre las variedades huáihuash más estudiadas, sino que me concentraré en un fenómeno que ha sido registrado para el grupo huáncay y para el quechua de Cajatambo, pero con evidencia empírica muy escueta. Se trata de la palatalización del fonema /k/ (Torero 1964: 451; Cerrón-Palomino 1987: 181; Creider 1967), proceso que los datos rapacinos pueden ayudar a entender mejor. Veamos los siguientes ejemplos:

(9) pay-čuna ‘ellos, ellas’ porongo-kuna ‘porongos’

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Luis Andrade Ciudad: Apuntes dialectales e históricos sobre el quechua de Rapaz

lami-kyu- ‘lamer (con gusto)’ tarpasi-kyu- ‘hacer sembrar (para el propio beneficio)’ tušu-ku- ‘bailar (con gusto)’ šuwa-ku- ‘rogar (con emoción)’

Los ejemplos de (9) muestran que, en dos morfemas que se inician con el fonema /k/ –a saber, el reflexivo o mediopasivo -ku- y el pluralizador -kuna–, el primer fonema, oclusivo velar sordo (/k/), sufre un proceso de palatalización, en virtud del cual deviene /č/ o /ky/ cuando /k/ está precedido por /i/ o por /y/. Payčuna, lami-kyu- y tarpasi-kyu- nos permiten inferir que el factor inductor del proceso es la presencia previa de la semiconsonante palatal /y/ o de la vocal palatal /i/. Lo confirmamos al fijarnos en los ejemplos de contraste porongokuna, tušuku- y šuwaku-, en los que vemos que el fenómeno no se produce cuando la vocal precedente es /a/, /u/ (o su variante [o]). Los ejemplos de (10) aportan mayor evidencia para esta generalización:

(10) rapaz Protoquechua glosa rikya- *rika- ‘ver’ miču- *miku– o mikhu- ‘comer’ yayču- ~ yaytyu- *yayku- ‘entrar’ kamasičuq *kamačikuq ‘el que manda u ordena’

El cambio ocurre también en interior de morfema, como vemos en (11):

(11) rapaz Protoquechua descripción -yča-~ -ykya- *-yka- morfema verbal progresivo -yču-~ -ytyu- *-yku- morfema verbal dinámico de cortesía

El proceso no se produce cuando /k/ se encuentra en final absoluto, ya que tenemos el caso de ičik ‘pequeño’, donde la palatalización no opera. Por otra parte, Torero (1964: 451) señala que el fenómeno también se registra cuando el fonema nasal /n/ se encuentra mediando entre los fonemas inductores y /k/, lo que permite explicar los casos de (12):

(12) rapaz Protoquechua descripción minča- ~ minkya- *minka- ‘comprometer para trabajo comunal’ tinču- *tinku- ‘encontrarse’

A mi modo de ver, los ejemplos precedentes muestran un fenómeno sincrónico, una regla fonético-fonológica que permite a los hablantes rapacinos diferenciar los contextos en los cuales opera la palatalización de aquellos que no la permiten. El saber fonético-fonológico de estos hablantes los lleva a palatalizar /k/ en /paykuna/ y /lamiku-/, cuya pronunciación es [payčuna] y [lamikyu-], respectivamente, y no en /purungukuna/ ni en /šuwaku-/, cuya pronunciación es, respectivamente, [porongokuna] y [šuwaku-].16 Además,

16 En mi representación fonética obvio símbolos que no son cruciales para la comprensión del argumento.

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podemos notar la coexistencia de diferentes resultados del proceso, que se distinguen por el grado de palatalización: algunas raíces y morfemas muestran [č], como [miču-], otras muestran [ky], como [rikya-], y otras tienen resultados alternantes entre estos dos sonidos, como el morfema progresivo, que se produce [-yča-] e [-ykya-]. Incluso, observamos una tercera pronunciación: el morfema denominado “dinámico de cortesía” se pronuncia a veces con [ty], además de [č]. Así, podemos adelantar dos conclusiones: que el proceso es de carácter sincrónico y que muestra resultados variables en cuanto al grado de palatalización.17

La dialectología quechua ha descrito el proceso como un fenómeno diacrónico; es decir, como una regla que operó en un estado anterior de lengua, pero que ya no está vigente. Se habla, por ello, de la “palatalización de */k/”, es decir, del protofonema correspondiente al actual /k/ (Torero 1964: 451-452, Cerrón-Palomino 1987: 181-182). Para Torero, incluso, deberíamos considerar el resultado de la palatalización como un nuevo fonema local, “por cuanto el proceso se ha detenido y no se palatalizan ya los lexemas y morfemas que han ingresado ulteriormente en el habla con el grupo /-ik-/ o /-yk-/”. Por mi parte, considero que, aunque la formulación que Torero hace del fenómeno es correcta –“un proceso de palatalización tras la vocal /i/ o la semivocal /y/ en interior de monema [palabra, L. A. C.] (incluso, mediando /n/)”–, los datos de Rapaz evidencian que el proceso está vigente.

Torero (1964) no brinda ejemplos que fundamenten la idea de que “no se palatalizan ya los lexemas y morfemas que han ingresado ulteriormente en el habla con el grupo /-ik-/ o /-yk-/”. En Rapaz, he encontrado que el proceso no se produce en la marca de segunda persona posesora -yki ni tampoco en la raíz pronominal kiki- ‘mismo, misma’. Este hecho, sin embargo, no debe verse como una muestra del truncamiento del proceso, sino como el resultado de una restricción específica para la regla de palatalización. Aparentemente, esta se inhibe cuando el fonema /k/ se encuentra enmarcado por los fonemas /i, y/, que solo inducirían el proceso al anteceder al segmento, pero no cuando, además de antecederlo, lo suceden. Así, sería necesario para los hablantes preservar la velaridad de /k/ cuando el entorno está fuertemente marcado por la palatalidad. En contraste, esta restricción no opera en la gramática de Cajatambo, donde */k/ se ha palatalizado por igual en el morfema verbal progresivo -yya- (< *-yka-) y en la marca de segunda persona posesora -yyi (< *-yki) (Carreño 2010: 32).18

17 De hecho, esta variación no solo se observa dentro de la propia comunidad, entre distintos colaboradores, sino que un mismo hablante puede producir tanto una como otra solución en un fragmento corto de discurso: «Kitrwa todo era, pues. “Apurayla, ayway trabahaq minchakamuy minchayta”, diciendo, “para trabajar chakrataami”. “Minkyay, minkyakamuy, apurayla, trabahanansipaq» (‘Quechua todo era, pues. “Rápido, anda haz trato”, diciendo, “para trabajar nuestra chacra”. “Haz trato, anda haz trato, rápido, para trabajar”’). En el ejemplo –fragmento de un testimonio–, la colaboradora ha producido el mismo verbo, minka- ‘contratar para trabajo comunitario’, de dos maneras distintas respecto al grado de la palatalización: mincha- y minkya-. Es de interés que en este quechua se mantenga la africada retrofleja tr para el nombre de la lengua (kitrwa), pues esta se considera la forma patrimonial, mientras que la oclusiva velar inicial probablemente sea resultado de un proceso de castellanización (Cerrón-Palomino 2008).

18 Además de -yki y kiki-, he encontrado aparentes excepciones al proceso que se podrían explicar, como Torero plantea, por tratarse de raíces que han ingresado de manera reciente al quechua de Rapaz, o bien han sido reforzadas por superestrato. Es el caso de inka y brinka- (< cast. brinka-).

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Torero (1964: 451-452) mapea el fenómeno en los distritos de Cajatambo (Cajatambo, Lima), Oyón (actual provincia de Oyón, Lima), Santa Leonor (actual provincia de Huaura, Lima), y Chacayán, Vilcabamba y Santa Ana de Tusi (provincia de Daniel A. Carrión, Cerro de Pasco). Cerrón-Palomino (1987: 182) ha apuntado, a partir de datos de Chacón Sihuay (1973), que en el quechua de Sicaya (Huancayo) también se produce el fenómeno. En esta localidad, tal como en Rapaz, el resultado [č] alterna con [ky] y [ty]. Así, el proceso se ha descrito para diferentes variedades del grupo huáncay, norteñas y sureñas, y para el quechua de Cajatambo, el único punto donde el resultado de la palatalización es [y]. Aunque su registro se restringe a la marca de segunda persona, Solís Fonseca (2002: 153, 157) también observa el fenónemo en el sur del departamento de Áncash, en las provincias de Bolognesi y Ocros, un territorio sumamente fragmentado dialectalmente. Asombra la variabilidad de manifestaciones del proceso que Solís encuentra en esta última zona: [-nkyi] ~ [-ntyi] ~ [-nči] e [-ykyi] ~ [-yči] para las marcas de segunda persona -nki e -yki, respectivamente. Este autor identifica incluso variación intergeneracional entre [ky] y [ty] para el pueblo de Mangas.

En el corpus rapacino, también se puede encontrar una tendencia a la palatalización en la marca de segunda persona del tiempo no pasado *-nki, que si bien se puede registrar con la pronunciación conservadora, también se escucha, de manera muy frecuente, como muestran los ejemplos de (13):

(13) rapaz Protoquechua glosa rimanči *rimanki ‘hablas, hablarás’ tarpunči *tarpunki ‘siembras, sembrarás’ qarpunči *qarpunki ‘nutres, nutrirás’

La caracterización ofrecida hasta el momento no permite explicar los ejemplos de (13), que se producen cuando el fonema /k/ se ubica antes de /i/ y después de /n/, pero /n/ no está precedida por /i/. Para explicar estos casos, es necesario acudir a la diacronía y postular un proceso de generalización, en virtud del cual la regla de palatalización formulada por Torero se aplicó, en algún estado de lengua anterior, a la /k/ de -nki, en el caso de bases verbales terminadas en -i, como purinči < *purinki ‘caminas, caminarás’ y ninči < *ninki ‘dices, dirás’. En una segunda etapa, el cambio se habría ampliado a las bases terminadas en -a, como rimanči, y en -u, como tarpunči. Así, se habría terminado generalizando la pronunciación [-nči] como una alternativa bastante frecuente a [-nki] en el caso de bases

Al parecer, para Torero, estos ejemplos evidenciarían el truncamiento del proceso. Desde mi punto de vista, es preferible pensar que los hablantes distinguen estos lexemas como préstamos interlingüísticos (brinka-) o como casos de contacto interdialectal (inka) y los tratan de manera especial. Para fundamentar que la /k/ de inka es mantenida por refuerzo de superestrato, tómese en cuenta que el nombre de la fiesta del Inka tinkúy –una celebración rapacina muy importante, llevada a cabo a finales de agosto, en la que se escenifica el “encuentro” de Huáscar y Atahualpa– mantiene la /k/ en los dos lexemas, a pesar de que la pronunciación rapacina “normal” sería Incha tinchúy o Inkya tinkyúy Sin embargo, se usa el nombre “sureño” para aludir a la fiesta, cuyas canciones y parlamentos muestran, en general, fuerte influencia sureña (Salomon y Andrade Ciudad, ms.). El caso de sikya (< cast. sequia) se puede explicar mediante el proceso de restricción descrito.

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terminadas en -a y -u. Recordemos, sin embargo, el carácter “transparente” de /n/ en este proceso, así como la restricción observada para los casos de -yki ‘segunda persona posesora’ y kiki- ‘mismo, misma’. Integrando ambos hechos, lo esperable sería que las bases verbales terminadas en /i/ no produzcan el resultado -nči, sino que se mantuvieran como -nki. De hecho, eso es lo que observamos en el corpus, donde ninki no aparece como ninči, sino que en 10 de 10 apariciones, se encuentra como ninki. ¿Cómo explicar, entonces, el surgimiento de la marca de segunda persona actora -nči en los ejemplos de (13)? La única alternativa que visualizo es que la restricción formulada constituye un proceso posterior a la generalización del fenómeno, de tal manera que ha terminado fijando -yki, kiki- y ninki, a partir de un estado previo de oscilación entre -yki ~ -yči-, kiki- ~ kiči- y ninki ~ ninči-, que permitió “disparar” la generalización a la marca de segunda persona actora del tiempo no pasado, pero después se perdió para los casos cubiertos por la restricción.

De este modo, tendríamos que pensar en tres etapas para la explicación de este caso: una primera, en la cual se aplicó la regla de palatalización formulada por Torero a casos como ninki y purinki, en virtud de lo cual se obtuvo la pronunciación [ninči, purinči]; una segunda, de generalización restringida de la pronunciación [-nči], como alternativa a [-nki], a las bases verbales terminadas en -a y -u; y una tercera, posterior al surgimiento de la restricción, en virtud de la cual se excluyeron las pronunciaciones [ninči, purinči], pero subsistió [-nči] como alternativa para [-nki] solo para las bases terminadas en -a y -u. Por eso, observamos en nuestro corpus qarpunči y rimanči (al lado de qarpunki y rimanki), pero no *ninči sino siempre ninki.

En el corpus he encontrado que el nombre de Kondorkanki, una ila o talismán ganadero, a veces se pronuncia Kondorkanči. La total coincidencia fonética en el final de Kondorkanki con el morfema de segunda persona actora parece haber motivado el surgimiento de una analogía: en este caso, los hablantes harían una segmentación basada en una etimología popular según la cual -nki se interpreta como la marca de segunda persona actora unida al verbo ka- ‘ser’, que, crucialmente, tiene vocal /a/ y no /i/. Por ello, el supuesto morfema puede estar sujeto a la regla de palatalización específica: palatalícese /k/ en esta unidad morfológica ante /i/, pero no después de /i/. Nótese que los hablantes no operan igual con el topónimo Hankil (no se produce *Hančil) ni con el nombre de la ila Wankita (*Wančita). Este caso de etimología popular sugiere que, para producir la palatalización, los hablantes diferencian, en el estado actual del quechua rapacino, la marca de segunda persona actora de secuencias idénticas desde el punto de vista fonético y que, además, distinguen dos contextos relevantes para la aplicación de la regla: -nki precedido por /i/ o por /a, u/.19

En síntesis, los ejemplos presentados muestran que conviene observar la palatalización de /k/, en general, como un fenómeno sincrónico antes que diacrónico, como se ha propuesto tradicionalmente. Las evidencias más fuertes de la productividad de esta regla están en los morfemas iniciados por /k/, como -ku- y -kuna-, que sufren el

19 En el estado actual de nuestros conocimientos, el nombre Kondorkanki es inanalizable, pues no sabemos qué significaba el segundo componente, es decir, <kanki>, que también aparece como nombre propio en forma independiente (Rodolfo Cerrón-Palomino, comunicación personal, abril de 2011). Como es natural, esta opacidad semántica promueve el recurso a la etimología popular.

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proceso cuando la base termina en /i/, mas no cuando termina en /a, u/. Por otra parte, para entender las aparentes excepciones de -yki y kiki-, es necesario postular una restricción en virtud de la cual el fenómeno se trunca en contextos en que /k/ se encuentra entre palatales. La restricción tendría que ser de aparición posterior, ya que, de otro modo, no es posible explicar el caso de rimanči y qarpunči como alternativas de pronunciación de rimanki y qarpunki. En este último caso, estaríamos ante una tímida generalización del fenómeno a un contexto morfológico particular, hipótesis que es apoyada por el registro de Kondorkanči (< *Kondorkanki). Un problema que los datos recabados no permiten resolver por el momento consiste en explicar qué factores condicionan la variabilidad en la pronunciación de -nki en casos como rimanči ~ rimanki y qarpunči ~ qarpunki.

La marcada variabilidad en cuanto a los grados de palatalización plantea dudas respecto a la posibilidad de mapear el proceso de manera tajante, separando a Rapaz como una zona con una solución única, tal como hace Creider (1967) para Santa Leonor, y tal como se deduce de Torero (1964: 451) para el distrito de Oyón. En este sentido, nuestra localidad oyonista resulta más parecida a Sicaya (Cerrón-Palomino 1987: 182) y al sur de Áncash (Solís Fonseca 2002: 153) que al distrito vecino de Oyón, lo cual es contraintuitivo. Una posibilidad digna de examen es determinar si la misma variabilidad se produce en los demás puntos geográficos donde se ha encontrado el fenómeno, incluidos Oyón y Santa Leonor, suponiendo que en los trabajos previos se ha sobresimplificado su registro fonético.

3.2 El pluralizador -lapa

Como hemos visto, el quechua de Rapaz muestra, en el nivel morfológico, las características distintivas de las variedades huáihuash en general y de la rama huáncay en particular; esto es, respectivamente, el alargamiento vocálico para la primera persona posesora y actora, y el manejo de la serie de pluralizadores verbales -paku- ~ -paaku-, -rka: y -:ri. Además de estos morfemas, que se distinguen por factores contextuales y semánticos que se requeriría examinar de manera más precisa, el quechua de Rapaz ha gramaticalizado el cuantificador lapa (< ʎapa) ‘todos’ en un morfema pluralizador -lapa que se ubica estrictamente al final de la palabra. El segmento aparece, en el corpus, asociado a la primera persona exclusiva y a la tercera persona, así como a las formas del presente y del pasado; en este último caso, el llamado narrativo (marcado por -naq) y el habitual (marcado por -q), pero también se lo observa afijado a las formas gerundivas (marcadas por -r) y a las formas llamadas “de propósito de acción” (que integran el segmento -na- con el sufijo -paq). El morfema coincide en varios aspectos con el pluralizador -llapa registrado en el Aptaycachana a mediados del siglo XVII (Durston 2002), por lo cual el testimonio rapacino tiene un valor no solo dialectal, sino también histórico.

Veamos algunos ejemplos. En (14) observamos el fragmento de una narrativa tradicional en que los vecinos de una comunidad esconden a dos perritos para vigilar una casa mientras un condenado se acerca al pueblo. En el ejemplo, -lapa se une a la marca de pasado narrativo, -naq, porque se requiere expresar que los responsables de la acción representada por el verbo son varias personas. En (15) una colaboradora está narrando cómo eran los bailes antiguos asociados a la limpieza de acequias. Allí, vemos que el sufijo -lapa se une a una base verbal marcada por el agentivo -q en una de sus funciones

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sintácticas principales, expresar la acción habitual en el pasado. En (16) observamos que el morfema se une a una forma verbal denominada “de propósito de acción”, que conjuga el morfema -na- con el benefactivo -paq, traducible como ‘para’. La colaboradora narra una antigua costumbre que llevaban a cabo los kamasichuq en Rapaz: unir y enterrar los rastros (huellas hechas en la tierra) de los vecinos en el patio del recinto sagrado de Cajahuay, para enfrentar ritualmente la migración y posterior dispersión de la comunidad:

(14) Pakakunaqlapa ishkan alqulanta esconDer-refl-nar-pl Dos perro-lim-3ps-ac ‘Escondieron a sus dos perritos’(15) Mantillashqa dansaqlapa malamente enmantillar-part Danzar-hab-pl mucho ‘Enmantilladas solían danzar mucho’ (16) Yupinta ayluq mana maytapish aywananpaqlapa huella-3ps-ac juntar-hab no DonDe-también ir-sub-3p-benef-pl ‘Solían juntar las huellas para que no se fueran a ningún lugar’

En los tres ejemplos, inscritos en el tiempo pasado, nuestro sufijo se adosa al verbo, sea al principal, como en (14-15), o al subordinado, como en (16), para expresar que la acción representada se lleva a cabo entre varios. Pero -lapa no aparece obligatoriamente en cada oración en la que el verbo expresa una acción plural. En (17) observamos un fragmento de discurso acerca de lo que solían hacer las antiguas autoridades de Rapaz para “buscar el tiempo”; es decir, garantizar la llegada oportuna de las lluvias.

(17) a) Aywaqlapa hanaq tsay Chinchaycochaman. ir-hab-pl arriba ese chinchaycocha-hacia ‘Solían ir arriba a Chinchaycocha’. b) Tsáypita, yákuta apamuq porongokunawan. ahí-abl agua-ac traer-hab porongo-pl-inst ‘Desde ahí traían agua con porongos’. c) Kahawayitraw armaqlapa , cajahuay-loc armar-hab-pl ‘En Cajahuay armaban [bolo de coca]’. d) Chintasiq tsay nata… tsay yakuta, tsay purunguta. acomoDar-hab ese Dummy-ac… ese agua-ac, ese porongo-ac ‘Acomodaban [en la mesa ritual] esa ¿cómo se dice?... esa agua, ese porongo’.

Notemos que -lapa aparece en (17a) y (17c), pero no en (17b) ni (17d), que también contienen frases verbales (apamuq y chintasiq) que expresan acciones llevadas a cabo por varios actores. Al parecer, la noción de pluralidad se encuentra fijada a partir de la aparición de -lapa en (17a) y (17c). Así, nuestro morfema no sería una marca pluralizadora obligatoria en el nivel sintáctico, sino que actuaría en un ámbito textual, más allá de la oración, quedando pendiente precisar en qué casos aparece y en qué casos no. En el quechua testimoniado por el clérigo Juan de Castromonte a mediados del XVII, -llapa

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también muestra un carácter no obligatorio. Durston (2002: 236) explica que, en el texto, por lo general el morfema expresa la pluralidad de manera redundante cuando marca a la segunda persona del plural, adosándose al sufijo -chik, de cuño sureño, tal como en el ejemplo (18):

(18) Kayta chaskispam arí Diospa gracianta chaskinkichik llapa . este-ac recibir-sub-evDir afirm Dios-gen gracia-3p-ac recibir-2p-pl pl ‘Al recibir esto, ustedes recibirán la gracia de Dios’.

Como el quechua del Aptaycachana es una construcción gramatical con fines evangelizadores, que presenta “una mezcla confusa de formas sureñas y centrales en la que predominan ampliamente las sureñas” (Durston 2002: 236), el editor del texto supone que la redundancia de -llapa frente a -chik constituía un recurso para que la pluralidad fuera inequívoca ante un público habituado a utilizar las formas centrales y que, por tanto, podía no reconocer el pluralizador -chik como tal. Esta propuesta explica adecuadamente la aparente redundancia en el texto colonial. Sin embargo, en nuestro material, que recoge un quechua vernacular –es decir, no construido artificialmente con fines estratégicos como los eclesiales–, también encontramos redundancia. Veamos el ejemplo (19):

(19) Nuqa byehakunapish qipatarat(a) kastellanut(a) yatrakarqaarilapa . Aa, tsay yuparpishlapa: “Huk, ishkay, kima, trusku, pisqa, huqta, qantris, puwaq, isqun”, nilartaqa, yupaq kaalapa , nilapamari.

pro1p vieja-pl-también recientemente castellano-ac aprenDer-pasv-pas-pl-pl afirm así contar-sub-también-pl uno, Dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve Decir-lim-sub-aDv-top contar-hab ser-1p-pl Decir-lim-rep-evDir-afirm

‘Nosotras las viejas recientemente hemos aprendido el castellano. Así es, así contando también: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve”, diciendo, estábamos contando, diciendo siempre’.

Observamos en (19) que la primera aparición de -lapa se produce en un verbo (yatrakarqaari- ‘hemos aprendido’) en el que el número plural ya está marcado, mediante el pluralizador -:ri, con su habitual matiz perfectivo: las “viejas” del pueblo ya han aprendido el castellano y lo han hecho recientemente. Es razonable pensar que -:ri marca el aspecto antes que el número, que estaría reservado a -lapa de manera preferente. Se requeriría recabar más ejemplos de coaparición, con los otros pluralizadores, a fin de obtener conclusiones más claras para abordar esta aparente redundancia. En este sentido, -lapa puede ser un buen recurso para precisar mejor los factores contextuales y semánticos que distinguen a los tres pluralizadores descritos para el huáncay.

Por otra parte, el ejemplo (19) muestra a -lapa pluralizando frases verbales en primera persona exclusiva. En el Aptaycachana, como Durston (2002: 239) señala, la mayor parte de ejemplos de este morfema se refieren a la segunda y a la tercera personas, pero también podemos identificar dos ejemplos para la primera persona inclusiva.20 De este

20 En el siguiente fragmento: <Santa crus=/mi ari çhristianocuna Jesuçhristop çhurinpa vnanchan=/

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modo, es necesario matizar la descripción del segmento como un “pluralizador de segunda y tercera persona” que Durston propone. En nuestra serie de ejemplos (14-17), mostramos casos de tercera persona pluralizada por -lapa. No tenemos ejemplos para la segunda persona en Rapaz, pero pienso que ello se debe a un sesgo metodológico. Curiosamente, donde no encontramos el segmento en el corpus de Rapaz, a pesar de contar con contextos suficientes, es en la marca de la primera persona inclusiva, -nsi, como sí ocurre en el documento del XVII. En este texto, el predominio de la segunda persona en el uso de -llapa se relaciona con el carácter sacramental del documento, en el que el discurso está pensado para ser pronunciado ante la grey. Un sesgo diferente, pero igualmente claro, marca el material de Rapaz, que ha sido recogido como parte de una estrategia etnográfica orientada a averiguar las “costumbres” de las décadas pasadas, en las que algunos colaboradores efectivamente intervinieron (una “etnografía del pasado”, se podría decir). De allí el predominio de ejemplos en tercera persona plural (“ellos, ‘los antiguos’”), seguidos por casos referidos a la primera persona (“nosotros, ‘los más viejos’”). No es de sorprender, entonces, que falten en nuestro corpus ejemplos de -lapa con la segunda persona plural, justamente los que abundan en el documento del XVII. Sin duda, este sesgo también ha influido en el tiempo gramatical, puesto que se han obtenido preferentemente ejemplos de -lapa en formas verbales del pasado. Se deberían buscar más ejemplos para el presente y el futuro, que sí están ilustrados en el material de Castromonte. Para el presente, en Rapaz, contamos con un solo caso: Carrisotam noqakuna “shogush” neelapa ‘Al carrizo le decimos “shogush”’, con el “nosotros” exclusivo.

Torero (1995: 17) relacionó el -llapa de Castromonte con el sufijo -žapa ~ -žhapa (< llapa) que se utiliza como pluralizador en las variedades quechuas de Cajamarca y Ferreñafe. Aunque efectivamente hay coincidencias, también deben apuntarse algunas diferencias. En cuanto a las similitudes, los morfemas tienen una distribución idéntica: final de palabra y, como es evidente, comparten el mismo étimo, el cuantificador llapa ‘todos’. Sin embargo, en Ferreñafe y Cajamarca, -žapa y -žhapa tienen un ámbito de acción mayor, ya que han pasado a formar parte del paradigma de persona, alcanzando a la flexión nominal. De hecho, una innovación común de Ferreñafe y Cajamarca es el empleo de esta partícula para expresar la pluralidad de las marcas de persona posesora (Taylor 1996: 49), tanto así que Taylor suele describir el -žhapa ferreñafano como “el especificador de pluralidad de los sufijos posesivos” (Taylor 1996: 44). En las construcciones posesivas, -žapa y -žhapa expresan el plural del posesor: así, en Cajamarca, una frase como wasiykunažapa significaría ‘nuestras (excl.) casas’, frente a wasiykuna, que significaría ‘mis casas’ (Quesada 1976: 89-90). Taylor (1996: 49) presenta un ejemplo idéntico para Ferreñafe. En el terreno del verbo, el -žapa cajamarquino parece adosarse a marcas de todas

çhic, cay vnançhactam, yuyaptiquiçhicĉa Santo Bautismopi/ çhasquirĉançhic llapa, cay cruspi huañuc Jesuchristop chu=/rinmi cani, cruzpi hiçhanĉan yahuarninhuammi huçhay=/ta mayllapuan, cay Santo Bautismopi yayay Jesuçhristo/cay crusmi vnançhayĉa, ñinançhicta ari santa crusta chas=/quirĉançhic llapa>. La glosa correspondiente es: ‘En el santo bautismo recibimos esta señal, recibimos la santa cruz como si dijéramos “Soy el hijo de Jesucristo que murió en esta cruz, El lava mis pecados con la sangre que derrama en esta cruz. Por este bautismo, padre mío Jesucristo, mi señal es esta cruz”’. Castromonte usa el signo <ĉ> para representar el fonema /q/ (Durston 2002: 237-238).

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las personas verbales, excepto a la primera inclusiva (Quesada 1976: 115-129), tal como en Rapaz y en contraste con el Aptaycachana. Taylor (1996: 39) también presenta, para Ferreñafe, un ejemplo de primera persona inclusiva en el modo imperativo-exhortativo: maskashunzhapa ‘Que busquemos’. Finalmente, el -žapa cajamarquino parece ser obligatorio (Quesada 1976: 115-129), mientras que el ferreñafano no: después de presentar las marcas de persona actora, así como las marcas de persona objeto, Taylor menciona que “[u]n sufijo -zhapa, a menudo ambiguo, puede indicar la pluralidad de cualquiera de los actantes” (Taylor 1996: 27, énfasis mío). En Rapaz y en el Aptaycachana, hemos visto que -lapa ~ -llapa no tienen, al parecer, carácter obligatorio.21

Así, en síntesis, aunque -lapa ~ -llapa expresan la misma noción de pluralidad que -žapa ~ -žhapa y comparten el mismo étimo e idéntica distribución, solo se adosan al verbo y a sus formas nominalizadas; no aparecen en los paradigmas de persona posesora ni de persona objeto; además, no parecen tener carácter obligatorio, tal como en Cajamarca. En este sentido, a pesar de las diferencias etimológicas, el -lapa rapacino y el -llapa del Aptaycachana se parecen más al pluralizador -sapa de la variedad sanmartinense, procedente del aumentativo -sapa, que no ha llegado al terreno de la flexión nominal (Coombs, Coombs y Weber 1976). El sufijo sanmartinense, sin embargo, puede adosarse a la marca de “inclusivo dual” -nchi ‘yo y tú’ para expresar un “nosotros” universal o “inclusivo plural” -nchisapa (Coombs, Coombs y Weber 1976: 115).

3.3 El valor deferencial de -la-

El quechua de Rapaz tiene, como todas las variedades de esta familia lingüística, un sufijo denominado restrictivo y, más frecuentemente, limitativo, procedente de *-ʎa. Si bien este sufijo, -la en Rapaz, expresa centralmente la noción de límite y restricción, tiene también matices de cortesía y humildad, así como un valor diminutivo en la mayor parte de hablas quechuas. Probablemente es atendiendo a estos últimos matices que Cerrón-Palomino (1987: 288) lo describe como un sufijo “acomodaticio”, dándole el flexible membrete de “afectivo-limitativo”. Principalmente sobre la base de material cuzqueño, pero tomando en cuenta datos de diferentes exponentes de la familia lingüística, Calvo Pérez lo ha descrito recientemente como un miembro de la clase de los operadores, “el más versátil de todos”, atendiendo a que “puede ocupar un lugar variable en el interior de la palabra, ya cerca, ya lejos de la raíz […] sin que su posición sea indiferente” (Calvo Pérez 2011: 73). Este autor entiende los operadores como “categorías lógicas que constituyen un

21 Sin embargo, en varios tipos de construcciones ferreñafanas, solo se especifica la pluralidad mediante -žhapa, y su ausencia generaría ambigüedad, debido a que, en quechua, el número singular es la forma no marcada. Así, compárese el modo imperativo Maskamachun ‘que me busque/que me busquen’ vs. Maskamachunzhapa ‘que me busquen’. El tema de la obligatoriedad de -žapa ~ -žhapa/-lapa ~ -llapa debería pensarse con más detenimiento en función de las características de la marcación de número en la familia quechua. Por otra parte, Taylor indica que, de acuerdo con su colaborador Oscar Bernilla (natural de Ayamachay), el morfema -žhapa solo puede referirse a actantes humanos. Así, compárese Wamrakuna pukzhanzhapa ‘los niños juegan’ con Turukuna qaparin ‘los toros braman’ (Taylor 1996: 27). En una corta visita a Incahuasi, he recogido ejemplos que no respaldan esta afirmación.

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universal del lenguaje” (Calvo Pérez 2011: 80) y afirma que, como tal, -lla alberga, a la vez, “la idea denotativa de reducción de límites de la referencia”, como sugieren las diversas traducciones adverbiales que puede experimentar en el castellano –“solo, únicamente; meramente, solamente; puramente, simplemente […]; precisamente, expresamente […]; esencialmente” (Calvo Pérez 2011: 86)–, y la de “poner límites afectivos para no excederse en el protagonismo de la acción” (Calvo Pérez 2011: 83), como cuando el morfema cobra matices expresivos y afectivos (Calvo Pérez 2011: 89). Estamos, pues, ante un morfema con una semántica ciertamente rica y compleja, cuya vigencia y productividad en las diferentes variedades quechuas constituye testimonio de un enraizamiento muy directo en las necesidades culturales de los hablantes. Una ilustración de esta importancia radica en que el morfema parece estar en la base de la recurrencia de nomás en el castellano andino, con su valor distintivo de “humildad con el propósito de realzar o infundir confianza en el interlocutor” (Soto 1978: 624, Zavala 1999: 64).

Por otra parte, el morfema es, entre los sufijos independientes –o los operadores, en la terminología de Calvo Pérez (2011)–, el que muestra mayor flexibilidad distribucional, al no estar restringido al final de la palabra (Cerrón-Palomino 1987: 288). A diferencia de sus pares evidenciales (-m/-mi, -sh/-shi, -tr/-tri en las variedades huáihuash) o del aditivo -pas, nuestro segmento puede, en circunstancias especiales, unirse directamente a la raíz.22 Coombs, Coombs y Weber (1976: 96) afirman que, en el quechua de San Martín, “el enclítico -lla a veces puede ir delante de algunos de los sufijos nominales”. Adelaar (1986: 31) afirma que, en ciertas canciones de Pacaraos, ha observado que el morfema se puede “infijar” entre la raíz y los marcadores de tiempo. En una canción ritual de Rapaz he encontrado, incluso, un ejemplo de una raíz formada diacrónicamente por dos segmentos que, en la actualidad, ya no son reconocibles, pero que -la (a veces -laa en el verbo) parte a la manera de un infijo: shalaamunki ‘estás viniendo’, donde el verbo shamu- divide sus antiguos componentes para “recibir” el diminutivo. Observemos esta flexibilidad en (20), con ejemplos tarmeños tomados de Adelaar (1977: 127, 217):

(20) a) Alqula puriyan solo perro/está caminanDo ‘Había solo un perro caminando’. b) Trasgibaalaamankichu ‘¿No me recibirás, nomás?’. c) Upyabakarqaarilay kay hatra yagulaatasi por favor toma/esta/hierba/siquiera solo mi agua ‘Por favor, tomen este mate mío, aunque no sea mucho’.23

22 La propuesta de Calvo Pérez (2011) diferencia la clase a la que pertenece -lla (los operadores) de aquella a la que pertenecen los evidenciales (los sufijos pragmáticos). Los otros miembros de la clase de los operadores serían, para este autor, el interactivo -pura, el inclusivo -ntin/-stin, el aditivo -pas, el instrumental/comitativo -wan, el limitativo -kama y el discontinuativo -ña.

23 Las glosas y la transcripción siguen a Adelaar (1977).

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En el ejemplo (20a), el sufijo se ubica al final de una base nominal y al final de la palabra; en (20b), después de una base verbal pero antes de los sufijos flexivos, mientras que en (20c), el primer -la- lo hace después de estos, antecediendo solamente a la marca del imperativo -y, pero el segundo -la- lo hace nuevamente antes de las marcas flexivas. Esta variable distribución podría dar, por cierto, la imagen de una morfosintaxis inexplicable. Sin embargo, Adelaar (1977: 245-246) observó que en el quechua de Tarma, el valor diminutivo que tiene -la parece haberse especializado, separándose del limitativo que le dio origen, pues este último puede añadirse a raíces que contienen el primero, como uchukla ‘pequeñito’, que puede formar uchuklalam ‘es solamente pequeñito’ (en castellano andino, Es pequeñito nomás). Así, el segmento “no puede ser identificado sincrónicamente con el sufijo restrictivo -la”. Esta idea puede resultar útil para tratar el -la del quechua rapacino y el de otras variedades. Por ejemplo, el comportamiento de -la en el quechua de Cajatambo invita a Carreño (2010) a denominarlo diminutivo sin más, resaltando la centralidad de este valor desde el punto de vista sincrónico, tanto para la frase nominal como para la frase verbal –donde el sufijo varía entre -la y -laa, con vocal larga–, e incluso para el ámbito oracional.24 También Julca Guerrero (2009) caracteriza el segmento como un diminutivo para el quechua ancashino. Con los ejemplos de (21), veamos si es posible aplicar esta categoría al material de Rapaz.

(21) a) Kutu-patrala kaykyan. mocho-barriga-lim estar-prog-3ps ‘Mochada por la mitad nomás está [una iglesia derruida]’. b) Apurayla, ayway trabahaq minchakamuy minchayta. rápiDamente-lim ir-imp trabajar-ag contratar-pasv-Dir-imp

contratar-aDv ‘Rápido nomás, anda a hacer minka para trabajar’. c) “Dios tayta, kadeenalaykita qarparamuymi!” Dios paDre caDena-lim-2ps-ac soltar-perf-Dir-imp-evDir ‘¡Dios padre, suelta hacia mí tu cadenita!’ [ruego de personaje en narrativa

tradicional]. d) Pakakunaqlapa ishkan alqulanta esconDer-refl-nar-pl Dos perro-lim-3ps-ac ‘Escondieron a sus dos perritos’.

A partir de la traducción, notamos que los valores de límite y restricción, traducibles generalmente por nomás, pero también por la serie de adverbios mencionada por Calvo Pérez (2011: 86) y recordada al inicio de esta subsección, se avienen bien con los ejemplos (21a) y (21b), pero son inaplicables a (21c) y (21d). Los dos últimos ejemplos también se distinguen de los anteriores por criterios distribucionales: en aquellos, -la ocupa la posición final de la palabra, mientras que en estos se ubica inmediatamente después de la base y antes de los sufijos de flexión. Este hecho concuerda con la descripción de Carreño sobre

24 Sin embargo, la justificación para esta decisión parece ser terminológica, pues, según el autor, prefiere no denominar limitativo al -la ~ -laa cajatambino “para evitar confusiones con el caso limitativo -kama” (2010: 67).

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el “diminutivo verbal” cajatambino y con sus ejemplos del “diminutivo nominal”, puesto que ambos se ubican al final de la derivación y antes de los sufijos flexivos, mientras que su “diminutivo oracional” o “independiente” se coloca siempre al final de la oración (2010: 138, 67-68). Se podría mantener la idea de una sola unidad, con el nombre “diminutivo”, o bien con el tradicional “restrictivo-limitativo”, o bien describirla como un operador lógico con una amplia flexibilidad distribucional y gran complejidad semántico-pragmática, como propone Calvo Pérez (2011). Sin embargo, esto parece más difícil de aplicar a ejemplos en los que coexisten dos -la ~ -laa, como en el siguiente caso de Rapaz:

(22) Bendisyonta quychalaamakayla bendición-ac dar-din-lim-trans2-1-pasv-imp-lim ‘Que se nos dé tu bendición nomás’.

En el ejemplo (22), notamos que el primer -laa se ubica entre la base –formada por la raíz qu- ‘dar’ y el sufijo derivativo -ychu- ~ -ycha- ‘dinámico de cortesía’– y el sufijo transicional -ma-, de segunda a primera persona. Mientras tanto, el segundo, en final de palabra, es el que parece cargar con la noción de restrictividad, tal como en el ejemplo (21a). El primer -laa- debe de estar aportando, entonces, un valor cercano a la diminutividad, distinto del cuidado en la realización de la acción, típicamente descrito para el “dinámico de cortesía”. Propongo que este valor tiene que ver con un matiz deferencial, directamente derivado de la actitud de humildad que puede expresar el diminutivo, entendiéndolo, como propone Calvo Pérez (2011: 89) “no en cuanto a la reducción denotativa, sino en cuanto a la connotación de lo pequeño y delicado”. Observemos un caso similar en el siguiente ejemplo de Cajatambo (Carreño 2010: 67):

(23) Pani-la-yyi-ta-la-mi rirqu-yya-a hermana-dim-2ps-ac-dim-evdir ver-prog-1ps ‘Estoy viendo solamente a tu hermanita’.

De acuerdo con las glosas de Carreño presentadas en la segunda línea, en este ejemplo tendríamos dos diminutivos, pero la traducción ofrecida en la tercera línea invita a diferenciar un valor de limitación o restrictividad de otro de diminutividad: el primero glosado como “solamente” y el segundo, expresado mediante el diminutivo castellano. Dada la distribución de ambos segmentos, podemos deducir que el valor de diminutividad debe recaer en el primero, ya que este -la- es el más cercano a la raíz que nombra a la pequeña hermana, mientras que el segundo debe estar expresando la restrictividad, pues se ubica después de los sufijos flexivos, tal como el segundo -la del ejemplo (22) e inmediatamente antes del sufijo evidencial -mi, que ocupa el último lugar de la estructura. Los ejemplos (22) y (23) invitan, pues, a distinguir, para los quechuas de Rapaz y Cajatambo, un -la restrictivo de un -la- cercano a los valores del diminutivo, ambos diferentes tanto en su semántica como en su distribución. Mientras que el segmento cercano a los valores del diminutivo puede aparecer al final de la base, pero antes de los sufijos de flexión (cuando estos aparecen), el restrictivo suele aparecer al final de la palabra, o bien en penúltimo lugar, antes de los evidenciales, pero después de los morfemas flexivos. Esto no quiere decir que el segmento cercano al diminutivo no pueda aparecer al final, como en el siguiente ejemplo

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(24), que carece de marcas de flexión. Este muestra el inicio de una canción ritual que forma parte de la representación del Inka tinkúy, fiesta que, cada 30 de agosto, día de Santa Rosa, simboliza el enfrentamiento y posterior encuentro entre Huáscar y Atahualpa. La canción es ejecutada por las pallas, que se dirigen en falsete a los soberanos:

(24) Apuy Inkala Waskar Inkala Chumaq runala

El carácter solemne de la canción previene de traducir este fragmento acudiendo al diminutivo sin más. Sugiero que estamos, más bien, ante un matiz derivado de este valor, de carácter deferencial, con lo que aludo a una expresión de respeto por los objetos sagrados mencionados, de manera recurrente, en estos productos verbales. Tomando en cuenta este valor, propongo la siguiente traducción para el fragmento:

(25) Oh, señor inca Oh, Huáscar inca Oh, hermoso varón

Si consideramos un conjunto mayor de la canción ritual (parte de una estrofa), notaremos tanto la recurrencia del segmento como su presencia indistinta en frases nominales y verbales.25 A fin de tener una visión más clara del comportamiento de -la ~ -laa, la traducción castellana representa el segmento de manera directa:

(26) i. Apu Inkala ii. Waskar Inkala iii. Chumaq runala iv. Sayarilaashun v. Sayaypa sayar vi. Sutuypa sutur vii. Guerras pampala viii. Nisqalansiman ix. Uris bankula x. Nisqalansitraw xi. Tiyarilaashun

i. Señor inca-la ii. Huáscar inca-la iii. Hermoso varón-la iv. Nos pondremos de pie-laa v. Todos en conjunto

25 En todos los ejemplos, la disposición de los versos busca resaltar los paralelismos formales y semánticos de las canciones rituales indígenas.

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vi. Goteando de sudor vii. Hacia el campo de batalla-la viii. Como hemos dicho-la ix. En el banco de oro-la x. Como hemos dicho-la xi. Nos sentaremos-laa

En (25), he propuesto una traducción para los tres primeros versos de esta canción, lo cual vale también para el Guerras pampala del verso vii. Al analizar (22), hemos visto que el -la- cercano a la diminutividad se podría distinguir del limitativo o restrictivo por su mayor cercanía a la base. Este es el caso de los demás versos que contienen -la- ~ -laa- en (26), los versos viii, x y xi. En estos casos, el sufijo se ubica después de las bases nisqa- ‘haber dicho’ y tiyari- ‘sentarse’. Crucialmente, también se localiza antes de los sufijos de flexión: -nsi ‘1 p. pl. incl.’, en los versos viii y x, y -shun ‘1 p. pl. incl. fut.’, en el verso xi. Por ello, el valor que cobra -la- ~ -laa- en estos casos debe de ser el mismo que en los versos iniciales, a saber, humildad, respeto y deferencia. De este modo, una traducción más acabada de este fragmento sería la siguiente, en la que interjecciones, adjetivos y vocativos –resaltados en cursivas–, intentan capturar el tono solemne y respetuoso del segmento:26

(27) i. Oh, mi señor inca ii. Oh, Huáscar inca iii. Oh, hermoso varón iv. Nos pondremos de pie, señor v. Todos en conjunto vi. Goteando de sudor vii. Hacia el gran campo de batalla viii. Como hemos dicho, inca ix. Oh, en el banco de oro x. Como hemos dicho, inca xi. Nos sentaremos, señor

Encuentro evidencia adicional para esta interpretación de -la- en algunos casos de coaparición de este morfema con el diminutivo castellano. A continuación, presento el fragmento inicial de una antigua tinya que se cantaba durante la desaparecida festividad de la limpieza de acequias cada 24 de junio, día de San Juan.27 La canción está dedicada a la laguna Chinchaycocha, dadora del agua, y a las acequias Serkun (< cast. cerco) y Kamillon (< cast. camellón), por donde el agua transcurría hasta llegar a los pilones del pueblo:

26 Es claro que en una traducción final resultaría arduo y forzado dar cuenta de cada una de las apariciones del sufijo; muchas veces no queda más remedio que obviarlo en la traducción. Sin embargo, en (27) se intenta reflejar cada aparición del morfema en aras de la claridad del argumento.

27 Las tinyas son un género musical de temática agrícola o ganadera, ejecutado por un solo intérprete acompañado del instrumento de percusión del mismo nombre, del cual probablemente surge la denominación metonímicamente. Sus estrofas suelen estar enmarcadas por exclamaciones como Wahii!, Ahii! y Wii hii hii! en quechua y ¡Dice! en castellano.

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(28) i. Chinchaycochala, awkilitulaa ii. Maytam? Tsaytam Serkunsitulaa iii. Maytam? Tsaytala sekyasitulaa iv. Maytam? Tsaytam Serkunsitulaa v. Chinchaycochala, bendeliombrelaa

i. Oh, Chinchaycocha; oh, mi viejito ii. ¿Dónde está? Oh, allá está mi canal Serkuncito iii. ¿Dónde está? Oh, allá está mi acequita iv. ¿Dónde está? Oh, allá está mi canal Serkuncito v. Oh, Chinchaycocha; oh, mi bendelombrecito28

En los versos ii, iii y iv, notamos que nuestro -la- se une a bases que ya contienen un

diminutivo, el diminutivo del castellano -ito-, en su variante -sito-: Serkunsitu y sekyasitu. Tómese en cuenta que la intérprete reconoce las bases como Serkun y sekya, no como Serkunsitu y sekyasitu, de manera que podemos descartar un caso de lexicalización. Así, podemos inferir que el morfema -la- debe de estar expresando un matiz distinto. Tratándose de objetos sagrados como lagunas y canales que proveen el agua a una comunidad, resulta razonable pensar que este matiz tiene el carácter deferencial ya descrito para la canción del Inka tinkúy. Este valor de -la- no está reservado, sin embargo, para los seres tenidos por sagrados y majestuosos, sino que, al constituir los textos de las tinyas y los huainos tradiciones discursivas que pasan de generación en generación, podemos entender que este uso pueda ser trasladado a nuevos géneros para nombrar objetos más mundanos. Así, un creador rapacino de huainos amorosos, y a la vez oficiante ritual, utiliza el diminutivo en su valor deferencial para referirse a los objetos con los cuales compara los sentimientos provocados por la persona amada:

(29) Chururu puntay, yanala pukutáy Yanatanran, yuraqtanra(q) Así lo mismo este mi corazón “Awmi” nirpish, “manam” ninra(q) Mi cerro de Chururu; oh, mi neblina negra Ya estás de blanco, ya estás de negro

Así lo mismo este mi corazón Aun diciendo que sí, primero dice que no.

El valor deferencial de -la es tan importante en el arte verbal de Rapaz que no

solo aparece en canciones quechuas, sino también castellanas como (30). Nuevamente, en el verso final de esta sencilla canción que recoge un tópico generalizado en las coplas

28 Bendelombre (< cast. bien del hombre) es un epíteto para seres sagrados como cerros y lagunas, y para los espíritus que moran en ellos; asimismo, se puede referir también al kamasichuq o encargado ritual de la comunidad (Salomon, Brezine, De Las Casas y Falcón 2006: 79).

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andinas, encontramos el morfema -la unido a una base terminada en diminutivo, hecho que invita a asignarle un valor distinto.

(30) Luna nuevay es mi madre Este solcito es mi padre Estrellita, mi hermanito Luceritola de la mañana.

La transferencia tan directa del sufijo al castellano empleado en las canciones de Rapaz es una ilustración de lo centrales que son la humildad y los valores asociados a la diminutividad en el repertorio expresivo de los hablantes bilingües.

3.4 La antigua marca “vocal acentuada más /y/” de primera persona actora y posesora

La evidencia para discutir este problema la brindan nuevamente las canciones rituales recopiladas, donde observamos, junto con la marca habitual de primera persona actora y posesora en Rapaz –a saber, el alargamiento vocálico–, algunos casos en que la marca coincide con la forma pacareña: la semiconsonante -y acompañada de la acentuación aguda de la vocal en que termina la base, formando el conjunto “vocal acentuada más /y/”. Si bien ello es más frecuente para la persona posesora, también encontramos ejemplos para la persona actora. Veamos en (31) muestras de esta marca para ambos casos:

(31) i. Maylay i-kúshurum? ii. Kaylay i-kúshuruy iii. i-Maylay i-úrurum? iv. Kaylay i-úruruy v. Chinchay-i-cochala, vi. Táriray ómbrela vii. Tsaylay i-úrurum, viii. Kaylay i-úruruy ix. Maylay i-rásapam? x. Kaylay i-rásapay xi. Chinchay-i-cocha rásapam, xii. Kaylay i-rásapay xiii. Maypim asequiala xiv. Shalaamunkiqa xv. Ay, nuqalaymi, xvi. Yaku-u-nayla xvii . Ay, nuqalaymi, xviii Saki-i-kulay xix. ¡i-Maypim i-yakunay, xx. i-Maypim michanay!

i. ¿De dónde el alga kushuru?

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ii. Esta es mi alga kushuru iii. ¿De dónde el alga ururu? iv. Esta es mi alga ururu. v. Oh, Chinchaycocha vi. Encuentra, pues, hombrecito: vii. Aquel es el ururu viii. Esta es mi alga ururu. ix. ¿De dónde el alga rásapa? x. Esta es mi alga rásapa xi. Rásapa de Chinchaycocha, xii. Aquí está mi rásapa. xiii. Acequia que estás viniendo xiv. Por dondequiera xv. Ay de mí xvi. Que tengo sed. xvii. Ay de mí xviii . Que ya me seco. xix. ¡Dondequiera mi agua! xx. ¡Dondequiera mi alimento!

En esta antigua canción ritual, dedicada a la laguna Chinchaycocha, tal como (28), los versos i, iii y ix preguntan de dónde provienen los distintos tipos de algas comestibles de la zona: el ururu, el kushuru y la rásapa, alimentos altamente valorados en Rapaz, donde la provisión de verduras es escasa. Los versos siguientes atribuyen la propiedad de estas algas al enunciador si interpretamos la -y de kushuruy, ururuy y rásapay como marca del posesivo de primera persona. Otra posibilidad es interpretarla como la marca homófona de vocativo, descrita escuetamente para algunas variedades centrales, como el quechua ancashino (Parker y Chávez 1976: 88).

Sin embargo, en xv-xx tenemos nuevas muestras de la marca de primera persona en formas más complejas como nuqalaymi, yakunayla, sakikulay, yakunay y michanay y para todas ellas resultaría forzada una interpretación vocativa para -y. De acuerdo con el análisis presentado en la sección anterior, consideramos -la- de nuqalaymi (versos xv y xvii) como un ejemplo del -la- con valor deferencial. La humildad está referida a la primera persona, explícita mediante el pronombre nuqa que expresa el yo desde el cual se enuncia la canción. El sentido de este verso (‘ay de mí’), que resulta transparente gracias a la presencia de la exclamación castellana ay, haría inviable cualquier recurso vocativo, pues es el propio yo la instancia aludida. Esto permite postular que -y refleja la información de primera persona expresada en el pronombre.

Por su parte, en xvi y xviii, observamos nuevamente la marca -y, pero esta vez adjunta a bases verbales, formadas, respectivamente, por las raíces yaku- ‘agua’ y saki- ‘seco’ modificadas por el sufijo -na- ‘desiderativo’ en el primer caso y -ku- ‘reflexivo’ en el segundo; de allí la interpretación de ‘tener sed’ y ‘secarse’ para ambos. Aquí resulta crucial la intervención de -y, pues es la única marca que porta la información de primera persona. Teniendo las bases de ambas palabras categoría verbal, se debe concluir que -y

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está funcionando como marca de primera persona actora, y ya no solo posesora, como en los casos anteriores.

Asimismo, en los versos finales del ejemplo, en yakunay y michanay, encontramos nuevamente el sufijo -y, esta vez unido a bases nominales, formadas por las raíces yaku- y micha- (variante de michu- ‘comer’) a las que se ha anexado el sufijo -na- ‘concretador’, homófono del desiderativo verbal, pero que deriva sustantivos de carácter concreto. Aquí la marca -y nuevamente aporta la información clave de primera persona posesora y genera palabras que podrían glosarse literalmente como ‘mi para beber (= mi bebida)’ y ‘mi para comer (= mi comida)’, respectivamente. El ejemplo permite concluir que la marca -y expresa la primera persona actora y posesora.

Veamos otro ejemplo de -y como marca de la primera persona actora en (32), los tres primeros versos de un huaino que se cantaba durante la cosecha de papa y que suponía un enfrentamiento retórico entre los hombres y mujeres participantes, a la manera de un contrapunto. El enfrentamiento era iniciado por las mujeres de este modo jocoso y expresivo:

(32) Pilara(q) munan isqitra chuluta Atratralay, mana munalaysu Isqitra chuluta.

¿Quién, pues, quisiera a un muchacho cagón? ¡Ay, qué asco! No quiero para nada A un muchacho cagón.

En el segundo verso del ejemplo, observamos la base verbal munala- ‘querer + -la-’ en una palabra finalizada por -su (< -chu), marca de negación. Para expresar la primera persona actora en esta palabra, tenemos no el alargamiento vocálico propio de las variedades centrales sino, claramente, la semiconsonante -y. Recordemos que el -la- de valores expresivos asociados a la diminutividad se adosa a la palabra después de la base y antes de los morfemas de flexión; en este caso, la marca de primera persona. Resulta claro, pues, que, en el arte verbal de carácter ritual, típicamente conservador, la marca de primera persona actora y posesora es en Rapaz, frecuentemente, -y. Ello contrasta con el verso de un huaino amoroso moderno, donde observamos el alargamiento vocálico en shunquuqa para marcar la primera persona posesora:

(33) Tsaynawpa nuqapa shunquuqa así-aDv yo-gen corazón-1ps-top ‘Del mismo modo este mi corazón’.

Podría pensarse que el uso de la marca “vocal acentuada más /y/” en las canciones rituales debe entenderse como el indicio de un contacto antiguo entre Rapaz y Pacaraos. Sin embargo, la evidencia etnográfica acerca de las rutas culturales y económicas de la comunidad de Rapaz no ofrece asidero a esta idea. De los datos sobre los circuitos regionales surgen más bien con claridad otros tres caminos: (1) en dirección este, hacia

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el centro y el norte de Pasco (localidades de Raku y Tusi); (2) en dirección norte, hacia Cajatambo; y (3) en dirección oeste, hacia Huacho y Las Salinas.29 Por ello, sugiero que estos paralelismos con Pacaraos constituyen relictos de un antiguo estado de lengua en los Andes centrales, en el que la marca de primera persona, tanto para la posesión como para la acción verbal, era “vocal acentuada más /y/”, tal como lo proponen Adelaar (1984) y Cerrón-Palomino (1987: 140-142).30 Que esta situación no era exclusiva de la sierra de Lima, sino que tenía una cobertura más amplia, se deduce de la evidencia ofrecida por el Aptaycachana de Juan de Castromonte, que también reporta, para mediados del siglo XVII, una marca similar (Durston 2002: 239).

4. Discusión

He presentado algunas características del quechua de Rapaz que permiten sostener que se trata de una variedad del subgrupo yaru, tal como podía deducirse de la clasificación dialectal estándar de la familia quechua. He descrito también algunos rasgos llamativos de esta variedad que no podían desprenderse directamente de la mencionada clasificación. Aunque ninguna de estas características es exclusiva de esta variedad ni del subgrupo yaru, su descripción aporta una visión más amplia del quechua rapacino y entrega evidencia para una mejor comprensión de algunos aspectos de las variedades centrales, tanto en el ámbito dialectológico como histórico.

En lo fonético-fonológico, la evidencia rapacina sugiere que la palatalización del fonema /k/, habitualmente descrita como un proceso diacrónico, constituye un fenómeno sincrónico, que lleva a los hablantes a realizar el fonema /k/ mediante una gama de sonidos con grados variables de palatalización –/č/, /ty/ y /ky/– cuando el fonema está precedido de /i, y/, incluso mediando /n/, como señaló Torero (1964: 451-452). Las aparentes

29 La frecuente alusión de los ruku y awkish de Rapaz al intercambio de productos con las localidades pasqueñas se puede sumar al papel importante que desempeñan lagunas y cerros localizados en Pasco para las prácticas mágicas de los kamasichuq o autoridades rituales. La pasqueña laguna de Punrún, por ejemplo, es considerada como el último recurso al que el ritualista rapacino puede acudir, luego de haber agotado todas sus cartas, para “buscar el tiempo”; es decir, lograr la venida de las lluvias y, de este modo, garantizar el crecimiento de los cultivos y el buen pastoreo. El monte Huagarunchu, también en Pasco, fue descrito por Melesio Montes, experimentado kamasichuq de Rapaz, como el “presidente” de los cerros en una jerarquía sagrada, representada en las figurinas de aspecto humano insertas en los famosos quipus que conserva la comunidad. Por su parte, Cajatambo ha mantenido una larga relación político-geográfica con Rapaz, desde que era una extensa provincia colonial cuyos conflictos y avatares entre indígenas y representantes de la iglesia católica han sido ampliamente documentados (Duviols 2003). En 1985, Cajatambo dejó de ser la adscripción política oficial para los rapacinos, que antes debían viajar a dicha localidad para realizar trámites y obtener documentos. Una narración tradicional sobre el surgimiento de los cerros Yarohuayna y Humpirhuayna hace referencia directa al camino hacia Cajatambo emprendido por los míticos hermanos “yaros”, cuando fueron expulsados de la casa de su abuelo junto con su madre, antes de terminar convirtiéndose en imponentes montañas que albergan todo tipo de tesoros en su interior.

30 Esta hipótesis fue inicialmente formulada por Adelaar (1984), pero Cerrón-Palomino (1987) la precisó, planteando que estaríamos ante un estadio intermedio, posterior a una protoforma más antigua *-ya, pero siempre previa al alargamiento vocálico de los quechuas centrales actuales.

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excepciones al proceso (-yki, kiki-) se han explicado mediante una restricción para la aplicación de la regla. También se ha presentado una propuesta diacrónica que combina ambos planteamientos –regla y restricción– para entender el extraño caso de la marca -nki (segunda persona actora del tiempo no pasado), en la que /k/ puede sufrir palatalización cuando la base termina en /a, u/, como en rimanchi ‘hablas, hablarás’ y qarpunchi ‘nutres, nutrirás’, pero no cuando termina en /i/, como en ninki ‘dices, dirás’.

El caso muestra la necesidad de separar sincronía y diacronía en la explicación de los procesos fonético-fonológicos, pero, a la vez, la conveniencia de integrarlos apropiadamente si se busca una comprensión cabal de los hechos lingüísticos. Es paradójico que datos obtenidos de una variedad amenazada, como la de Rapaz, inviten a reconsiderar la comprensión de este fenómeno. Ello sugiere que el estudio de variedades no analizadas a fondo aún puede deparar sorpresas a la quechuística. El carácter amenazado de muchos quechuas centrales hoy en día debería ser una motivación adicional para continuar con estudios dialectológicos pormenorizados.

Una pregunta pendiente respecto a este fenómeno se refiere a su dispersión. ¿Es posible plantearlo como una isoglosa que permitiría deslindar variedades quechuas o estamos ante un rasgo areal? Hasta el momento, el proceso se ha consignado en diferentes variedades huáncay y en el quechua de Cajatambo, así como en las hablas sureñas de Bolognesi (Áncash), pero falta un registro que permita mapearlo mejor, dando cuenta de la variabilidad de sus manifestaciones. De cualquier forma, la extensión del fenómeno debería observarse más allá de las fronteras del quechua, tomando en cuenta los datos del jacaru, pues en el sistema consonántico de este exponente central de la familia lingüística aimara, el orden palatal está profusamente representado. Además de las series africadas, simple y retrofleja –presentes en buena parte de los quechuas centrales–, el jacaru cuenta con una serie adicional de africadas alveopalatales: la serie /ty, ty’, tyh/ (Torero 2002: 112, Hardman 2000: 3), punto en el que los exponentes centrales del aimara se distinguen de sus pares sureños. Esta serie surge justamente de un sonido idéntico a una de las manifestaciones más frecuentes de la palatalización de /k/ en los quechuas yaru, a saber /ty/. Esto abona a favor del carácter areal del fenómeno en los Andes centrales.

En el terreno morfológico, he revisado tres características del quechua rapacino que cobran interés desde el punto de vista histórico: en primer lugar, la presencia del pluralizador -lapa, vinculado al -llapa del Aptaycachana (Durston 2002) y asociado, pero no idéntico, al -žapa ~ -žhapa de las variedades cajamarquina y ferreñafana, así como al -sapa sanmartinense. El registro de este morfema constituye un nuevo acicate para evaluar mejor la semántica de los otros sufijos pluralizadores, típicamente huáncay, con los que coexiste, los cuales han sido exiguamente descritos por la quechuística. Por otra parte, la coincidencia parcial con el -llapa de Castromonte sugiere que anteriormente esta marca se encontraba diseminada de manera más amplia en los Andes centrales. Este hallazgo es interesante para examinar la historia de las variedades cajamarquina y ferreñafana, actualmente en plena reevaluación (Heggarty 2005 y Adelaar e. p.).

En segundo término, la recurrencia del sufijo -la- ~ -laa- en contextos rituales y artísticos me ha llevado a proponer un valor deferencial que considero derivado de los matices de diminutividad que puede cobrar el morfema, tal como observa Calvo Pérez (2011: 89) en su pormenorizada descripción semántico-pragmática del segmento. Al mismo

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tiempo, en consonancia con la variedad de Cajatambo (Carreño 2010) y con una reciente descripción del quechua ancashino (Julca Guerrero 2009), el material ritual rapacino invita a caracterizar los valores centrales del segmento como cercanos a la diminutividad. Tal como sugería Adelaar (1977: 245) para el quechua de Tarma, este elemento podría estar inscrito en la competencia de los hablantes, sincrónicamente, como distinto del -la descrito en la literatura como limitativo o restrictivo. La propuesta se sostiene en ejemplos en los que coexisten los dos segmentos, así como en la distinta distribución de ambos: el primero (-la- ~ -laa-) tiende a ubicarse en el último lugar de la derivación, pero antes de los sufijos flexivos, mientras que el segundo (-la) se suele localizar al final de la palabra, después de la flexión (cuando esta se encuentra presente) y solamente es seguido por otros sufijos independientes. No se deben dejar de tomar en cuenta, sin embargo, casos en los que ambos valores semánticos parecen encontrarse amalgamados, sin posibilidad de disgregarse, como en chaykamalla ‘hasta ahicito nomás’ (donde *chayllakamalla sería agramatical).

Una comparación interdialectal más precisa tal vez permitiría reforzar esta hipótesis, buscando fundamentos históricos para ella. Habitualmente se ha considerado que el -la- de los quechuas centrales y el -lla yúngay o quechua II provienen de un étimo común quechua (/-ʎa/). Sin embargo, en la variedad de Ferreñafe, donde el fonema /ʎ/ ha sufrido una sonorización, se ha descrito un -la fonéticamente distinto del segmento -zha, “importado de otro grupo dialectal”, del tipo quechua II o yúngay, donde -la es considerado como la forma vernacular, asociada a una variedad quechua I o huáihuash (Taylor 1996: 6, 55). La distribución de ambos segmentos no es siempre indéntica, precisa Taylor, pero su semántica es, por lo general, similar (Taylor 1996: 17, 55). No obstante, Ferreñafe aporta un caso de contraste clave para la propuesta presentada: base nominal sin flexión. Así, nuqala ‘yo solo’ es distinto de nuqazha ‘yo mismo’. Para la familia aimara se ha planteado que el diminutivo patrimonial, paralelo al -cha del quechua, es -lla. Cerrón-Palomino (2008 [1994]: 129-130) presenta los ejemplos waynalla ‘jovencito’, thakilla ‘caminito’, ¿kunallarakiwa? ‘¿qué cosita es?’, así como los casos de lexicalización yuqalla ‘muchacho’ e imilla ‘muchacha’. Este mismo autor piensa que el diminutivo aimara está “obviamente relacionado con el sufijo independiente -lla del quechua, en su valor afectivo” (2008 [1994]: 129). Siguiendo la pista ferreñafana, se podría plantear que, en el caso del -la- con valores cercanos a la diminutividad, como el que hemos descrito para Rapaz, estaríamos ante una huella del temprano contacto quechua-aimara en las variedades centrales (Cerrón-Palomino 2000: 294). De confirmarse esta distinción con una base dialectal más amplia, se podría discutir si la descripción que ofrece Calvo Pérez (2011), de un solo operador lógico -lla, con una amplia flexibilidad distribucional y una gran complejidad semántica, es adecuada solo para un quechua tipo II o yúngay, como el cuzqueño que le sirve de base.

Un tercer rasgo de interés en la morfología rapacina, presente solo en las canciones rituales, es el registro de “vocal acentuada más /y/” como marca de primera persona actora y posesora. Este rasgo, que sincrónicamente solo se ha descrito para el quechua de Pacaraos y, diacrónicamente, para la antigua variedad del Alto Huallaga en que se basa el Aptaycachana de Castromonte (Durston 2002: 239), coexiste, en Rapaz, con el alargamiento vocálico en la comunicación cotidiana, marca propia de las variedades del quechua I. La evidencia etnográfica recogida en Rapaz no apunta a la existencia de rutas económico-culturales específicas entre esta localidad y Pacaraos o el Alto Huallaga. Esta

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ausencia llama a no observar la coincidencia sincrónica de “vocal acentuada más /y/” como una innovación compartida, basada en un antiguo vínculo Rapaz-Pacaraos, por ejemplo, sino como manifestaciones independientes de una característica anteriormente generalizada en los quechuas centrales. El hecho de que el segmento solo haya sido consignado en el material ritual, típicamente conservador, abona a favor de la hipótesis de Cerrón-Palomino (1987: 140-142) y Adelaar (1984), según la cual esta marca constituye la protoforma del actual alargamiento vocálico como expresión de la primera persona en los quechuas centrales.31

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31 El hallazgo también podría ir de la mano con la última hipótesis de Torero (2002: 67-68) sobre el punto; a saber, la idea de que para expresar la primera persona actora y posesora, existió en la protolengua, una marca de intensidad distinta de la actual marca de cantidad, que se habría unido a la última vocal de la base. Esta secuencia de vocal simple y vocal tensa habría sido homologada posteriormente con el alargamiento vocálico que surgió en el protoquechua I, por la caída de las semiconsonantes w e y entre vocales homófonas. Sin embargo, me parece preferible la hipótesis de Cerrón-Palomino y Adelaar por ser más económica. El planteamiento de Torero introduce, para la historia del vocalismo quechua, una categoría de la que no tenemos mayor evidencia y que no tiene otra ventaja explicativa que la hipotética oposición entre kuyayki ‘tú amas’ vs. kuyâyki ‘te amo’ en un estado anterior de lengua, donde la â representa a la supuesta vocal tensa. Torero tuvo otras dos hipótesis previas sobre el punto, pero ninguna de ellas se aviene bien con los hechos presentados, porque implicarían innovaciones compartidas entre Rapaz, Pacaraos y el Alto Huallaga, posibilidad descartada por la ausencia de circuitos sociohistóricos específicos entre estas localidades.

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