Anibal Romero - Obras Selectas - Vol III- Tiempos de Conflictos

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Obras Selectas

Anbal Romero

Tiempos de conflictoEstudios sobre estrategia y poltica

Obras Selectas. Tiempos de conflicto. Estudios sobre estrategia y poltica. Anbal Romero 2010 | Editorial Equinoccio Todas las obras publicadas bajo nuestro sello han sido sometidas a un proceso de arbitraje. Reservados todos los derechos.

Coordinacin editorial Carlos Pacheco Cuidado de la edicin Maribel Espinoza Diseo y diagramacin Aitor Muoz Espinoza Impresin Grficas Acea Tiraje 1.000 ejemplares Hecho el depsito de ley Depsito legal: lf2442010320151 isbn: 978-980-237-313-0 Valle de Sartenejas, Baruta, estado Miranda. Apartado postal 89000, Caracas 1080-a, Venezuela. Telfono: (0212) 9063162 | Fax: (0212) 9063164 E-mail: [email protected] rif: g-20000063-5

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Nota preliminarP A R T E

Lderes en guerra: Hitler, Stalin, Churchill, De Gaulle

I

Introduccin. El pensamiento militar entre las dos guerras mundiales Hitler Stalin Churchill De GaulleP A R T E

La sorpresa en la guerra y la poltica

II

Introduccin Sorpresa y filosofa de la historia Escepticismo, conocimiento y racionalidad Paradigmas, percepcin e inteligencia estratgica Engao, magia, ilusin y friccin en la guerra La sorpresa en la prctica y la prctica de la sorpresa Consideraciones finalesP A R T E

Historia, estrategia y relaciones internacionales

III

Clausewitz hoy El modelo de racionalidad y la decisin de ir a la guerra: Japn en 1941 Las biografas de Hitler: Problemas de la interpretacin histrica Tolstoi: El poder y la pazBibliografa

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Nota preliminar

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La presente edicin en tres volmenes de mis Obras Selectas es el resultado de la buena voluntad y el esfuerzo de numerosas personas. De manera especial deseo destacar la gua y el apoyo de mi colega y amigo Carlos Pacheco, profesor titular de la Universidad Simn Bolvar y director de la Editorial Equinoccio, as como de Evelyn Castro y todos los miembros del equipo de trabajo de Equinoccio. He sido afortunado al contar con el respaldo profesional y aprecio compartido de Maribel Espinoza, cuya devocin hacia la tarea de corregir los textos y prepararlos para su publicacin ha sido fundamental. Agradezco tambin a Aitor Muoz Espinoza su aporte creador, as como a Alberto Linares su dedicacin. Numerosos amigos contribuyeron con el financiamiento de estas publicaciones. A todos ellos les reitero mi honda gratitud. Una de las ms gratas experiencias vinculadas con la realizacin del proyecto, ha sido precisamente constatar que cuento con un nutrido grupo de sinceros y leales amigos. Me he sentido genuinamente recompensado por ello. El presente volumen recoge dos de mis libros en torno a la estrategia y las relaciones internacionales, as como varios estudios adicionales vinculados a estos temas. Las siguientes son las fechas iniciales de publicacin de los diversos textos ac recopilados:

Clausewitz hoy (1977) Lderes en guerra: Hitler, Stalin, Churchill, De Gaulle (1979) El modelo de racionalidad y la decisin de ir a la guerra: Japn en 1941 (1980) Tolstoi: El poder y la paz (1981) La sorpresa en la guerra y la poltica (1992) Las biografas de Hitler: Problemas de la interpretacin histrica (2004)

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8Nota preliminar

Dedico esta edicin de mis Obras Selectas a Gladys, mi esposa, y a Paola, mi hija, a quienes debo ms en trminos de afecto entregado y de estmulos para vivir de lo que jams podra retribuirles.

Caracas, febrero de 2010

P A R T E

Lderes en guerra: Hitler, Stalin, Churchill, De Gaulle

I

Todo lo que es decididamente interesante ocurre en las sombras. Uno no sabe nada acerca de la verdadera historia de los hombres.Louis Ferdinand ClineVoyage au bout de la nuit.

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Introduccin. El pensamiento militar entre las dos guerras mundiales

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Lecciones militares de la Primera Guerra Mundial

Imgenes de la guerra antes de 1914 Durante la segunda mitad del siglo xix, novedosos desarrollos tecnolgicos en la elaboracin de armamentos comenzaron a ejercer un impacto gradual en el arte de la guerra. Los principales conflictos blicos que tuvieron lugar en las dcadas inmediatamente anteriores al estallido de la Primera Guerra Mundial: la guerra civil en Estados Unidos, la guerra franco-prusiana de 1870-1871, la guerra ruso-turca de 1877-1878, la guerra de los Boers de 1899-1902 y la guerra ruso-japonesa de 1905 arrojaron en su conjunto importantes lecciones que en general pasaron inadvertidas para los estados mayores militares de los poderes en pugna entre 1914 y 1918. La ms crucial de esas lecciones se refera al creciente poder de la defensa sobre el ataque debido a la invencin de nuevas armas como la ametralladora, el fusil de repeticin y la artillera de fuego rpido, as como tambin al uso extensivo de las trincheras que reduca radicalmente la eficacia de los ataques frontales y la utilidad de la caballera. La incapacidad de los estrategas militares europeos responsables de las doctrinas de guerra y de la planificacin en la Primera Guerra Mundial no puede atribuirse a una falta de informacin sobre las experiencias blicas mencionadas, ya que numerosos participantes y observadores de las mismas hicieron pblicos sus anlisis sobre el poder de las nuevas armas y las ventajas que otorgaban a la defensa. Invenciones como el aeroplano, el submarino, el automvil, la radio, y otras, presentaban problemas especiales y bastante novedosos para el arte militar, pero las

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transformaciones tecnolgicas en las armas de infantera y en la artillera no generaban tales dificultades de asimilacin. Los nuevos fusiles podan ser disparados hasta veinte veces por minuto; ametralladoras pesadas como la Maxim de 1883 alcanzaba entre doscientos y cuatrocientos disparos por minuto, y nuevas piezas de artillera eran capaces de disparar proyectiles ms poderosos que cualquiera de sus antecesores hasta diez veces por minuto. Las distancias que las nuevas armas podan cubrir eran tambin ms extensas. En el siglo xviii y la primera mitad del siglo xix las guerras se llevaban a cabo con mosquetes y caones de corto alcance, difciles de recargar y por lo tanto de accin muy lenta. En esas condiciones, si el atacante lograba la superioridad numrica en reas clave para el ataque era bastante probable que obtuviese el xito en la medida en que las tropas se desempeasen con suficiente determinacin. Las nuevas armas, con su velocidad de tiro y su mayor alcance, cambiaron paulatinamente esta situacin hasta fortalecer en forma decisiva la defensa. Las razones que explican las fallas en el pensamiento militar europeo antes de la Primera Guerra Mundial, y el exagerado culto a la ofensiva desarrollada en diversos pases, hay que buscarlas en la naturaleza expansionista de la poltica exterior de las potencias de la poca y en las exigencias que ella impona a los establecimientos militares. Las metas expansionistas de las potencias europeas, y particularmente de Alemania, implicaban el diseo de una estrategia ofensiva. Las doctrinas militares oficiales tenan que estar en armona con el carcter de las polticas a las que iban a servir como instrumento. Por otra parte, el exacerbado nacionalismo, pleno de distorsionadas concepciones sobre superioridad racial y otros mitos del darwinismo social, influy grandemente en las teoras militares, que incorporaron la idea de que el ataque es la mejor forma de defenderse y la ofensiva a ultranza la nica doctrina de guerra apropiada para una nacin consciente de su dignidad. Los partidarios de la ofensiva no ignoraron del todo los problemas creados por las nuevas armas en el campo de batalla, pero asumieron que la voluntad, la energa, la decisin y el coraje de los hombres se sobrepondran a las dificultades, imponindose finalmente en ataque frontal. El impacto de estas ideas fue particularmente acentuado en Francia, y una de sus ms extremas expresiones se encuentra en el libro del coronel Ardant Du Picq titulado Estudios de batalla, que tuvo gran influencia entre la oficialidad francesa antes de 1914. Du Picq, as como otros promotores

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de las tcticas ofensivas, comprenda que debido a los problemas creados por el poder de fuego de las nuevas armas se haca ms difcil para los oficiales conducir a sus hombres en batalla abierta. Su conclusin fue que slo la energa interna de un todopoderoso espritu ofensivo poda dar movilidad y capacidad de ataque a los ejrcitos de masas. El problema de la motivacin sicolgica del soldado comn y corriente ocupa lugar primordial entre las consideraciones de Du Picq, quien sostuvo que un ataque tiene xito cuando los defensores del bando opuesto se convencen, abrumados por el arrojo y herosmo de los atacantes, que su fuego no puede detenerlos. La conquista de ese arrojo a toda prueba es entonces requisito indispensable para la victoria. En la obra de Du Picq, el anlisis cientfico de la batalla en las nuevas condiciones tecnolgicas es en gran parte sustituido por la propaganda y los eslganes acerca del lam, del espritu de combate y el arrojo caractersticos del soldado francs. La escuela de pensamiento militar francesa, promotora de la ofensiva a ultranza, se inspir en Du Picq y encontr en el general Foch a su mximo exponente. Foch sostuvo que cualquier mejoramiento en las armas de fuego resulta en ltima instancia en el fortalecimiento de la ofensiva.1 Oficiales como Du Picq, Foch y sus discpulos tomaban poco en cuenta el comprobado efecto de la nueva tecnologa de armamentos y se concentraban en la movilidad de los ejrcitos, sin formularse unas preguntas clave: Cmo hacer fsicamente posible la movilidad de las tropas bajo el fuego de las armas modernas? Qu ocurrira si los defensores se atrincheraban para disparar desde posiciones guarnecidas? Como lo haba demostrado la experiencia de varias guerras, en una situacin tal la mayora de los disparos hechos por los atacantes desde campo abierto contra las trincheras se perderan; en cambio, los disparos de los defensores extraeran un altsimo costo en bajas a sus adversarios. Este escenario, de ataques a campo traviesa destruidos por las armas de repeticin y por la muralla infranqueable de las trincheras, fue claramente descrito por un autor polaco cuya obra, El futuro de la guerra, constituye una excepcin dentro del pensamiento estratgico en el perodo precedente al estallido de la conflagracin. Ivn Bloch no era un militar profesional, sino un banquero; no obstante sostena que las conclusioTheodore Ropp, War in the Modern World. New York: Collier Books, 1971, pp. 216-217.1

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nes a que llegan los expertos militares no son de ninguna manera inaccesibles a otras personas. De sus lecturas de los escritos de estrategas de la poca, as como de sus propias investigaciones, Bloch concluy que los nuevos desarrollos tecnolgicos en las armas de fuego haban resultado en: 1) la apertura de las batallas desde distancias mucho ms amplias; 2) la disgregacin de las formaciones en el ataque; 3) el fortalecimiento de la defensa; 4) el crecimiento en la extensin global del campo de batalla, y 5) el aumento en el nmero de bajas. 2 Bloch fue uno de los pocos que apreci el escaso realismo de los partidarios de la ofensiva a ultranza al estilo de Foch; sin embargo, a pesar del carcter a la vez acertado e incisivo de sus conclusiones, la obra de Bloch permaneci en general ignorada. Su muerte en 1902 le impidi analizar las experiencias de la guerra ruso-japonesa de 1905, la cual confirm en buena parte sus planteamientos. Foch y Bloch pueden considerarse representantes de las dos posiciones extremas en la controversia ofensiva-defensiva anterior a la guerra mundial. Por un lado, el nfasis de Foch en la superioridad de la ofensiva llev a sus ms ardientes discpulos a argumentar que las crticas a esa tesis eran signo de debilidad moral y de incapacidad sicolgica para el mando. Por otro lado, Bloch, hondamente convencido de la veracidad de sus postulados, concluy que los costos humanos y materiales de una conflagracin general seran tan altos que la guerra se haba hecho imposible. Desde cierto punto de vista Bloch tena razn: en vista de sus costos probables, la guerra se haba hecho imposible como acto racional de la poltica de los Estados participantes. El problema estaba en que, con muy escasas excepciones (entre las que se cuenta lord Grey, secretario del Exterior britnico), los lderes polticos y militares que tomaron las decisiones de ir a la guerra en 1914 nunca imaginaron que los costos del conflicto seran tan extraordinariamente elevados, y que sus consecuencias polticas seran tan catastrficas para los poderes beligerantes. La Primera Guerra Mundial condujo al derrumbamiento de tres de los imperios participantes, los imperios alemn, ruso y austro-hngaro, y al debilitamiento de los imperios francs y britnico. La guerra fue igualmente uno de los detonantes de la Revolucin Rusa y el acontecimiento que marc el inicio de la decadencia de Europa como el principal centro de poder en el mundo.2

Ibid., p. 219.

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A los hombres no nos es dado prever el futuro, no obstante, preguntas como sta tienen un sentido: Cul de los ministros que declararon la guerra en agosto de 1914 no hubiera retrocedido horrorizado si hubiese visto el estado del mundo en 1918, para no decir nada del estado actual?.3 Su sentido se encuentra en que estimulan la bsqueda y el anlisis de los errores, de las fallas, de las omisiones, y tambin de los aciertos en las perspectivas de los hombres acerca del futuro y en los presupuestos con base en los cuales alcanzan una determinada decisin. Durante la primera dcada de este siglo se extendi en Europa la creencia de que ningn pas podra sostener econmicamente una guerra larga, que este tipo de guerra conducira al colapso de la civilizacin y a la revolucin y la desintegracin social; por lo tanto, la guerra deba ser corta, y todos los Estados Mayores militares de la poca elaboraron planes para una guerra de corta duracin y decisiva. Polticos y militares no se plantearon, antes de 1914, que la guerra durara cuatro aos sin detenerse a pesar de sus enormes costos. Exista la conviccin de que la guerra tendra que ser corta, y esto demuestra que los lderes polticos y militares de la poca no estaban totalmente ciegos ante las posibles consecuencias de un conflicto. Su error crucial estuvo en la subestimacin de las potencialidades de la nueva tecnologa armamentista, y en la distorsin de la estrategia por una poltica expansionista y por una ideologa nacionalista, que consideraban la ofensiva no como un instrumento militar de valor relativo, sino como el terreno de pruebas de la dignidad de un pas. Los planes militares y su ejecucin Los planes militares de los principales poderes continentales en pugna, en particular el Plan Schlieffen del Alto Mando alemn y el plan xvii del Estado Mayor francs, eran por naturaleza ofensivos y dirigidos al logro de una victoria rpida y decisiva. Segn los jefes militares alemanes, la posicin central de su pas en el continente europeo haca indispensable la bsqueda de una rpida victoria en uno de los frentes de guerra, lo cual permitira trasladar a tiempo las fuerzas armadas a un segundo frente. El Estado Mayor alemn se haba convencido desde 1890 de que no era posible obtener un triunfo rpido ante Rusia en el frente oriental, por lo tanto se haca necesario conHenry A. Kissinger, Un mundo restaurado. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1973, p. 17.3

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centrar inicialmente el grueso de las fuerzas contra Francia en el frente occidental. La evolucin gradual del plan dirigido a derrotar a Francia en seis semanas fue fundamentalmente la obra del conde Schlieffen, jefe del Estado Mayor alemn entre 1891 y 1906. Su proyecto comprenda la concentracin de las fuerzas alemanas en el flanco derecho, ante Blgica y Holanda, para descender contra Francia en una clsica maniobra envolvente y capturar Pars. Los flancos central e izquierdo del despliegue alemn permaneceran provisionalmente dbiles, y slo algunos contingentes seran enviados al frente oriental para contener a los rusos, los cuales seran destruidos despus de la cada de Francia. El Plan Schlieffen tomaba en cuenta, aunque sin resolverlos, dos riesgos: en primer lugar, la posibilidad de una rpida ofensiva general rusa, que se materializase antes de la derrota de Francia; en segundo lugar, la posibilidad de una penetracin francesa a travs del flanco izquierdo alemn en occidente, que era relativamente dbil. Schlieffen confiaba en la capacidad de sus fortificaciones para contener esos ataques, hasta que su maniobra principal dislocase totalmente al Ejrcito francs. El sucesor de Schlieffen, general Von Moltke, alter algunos de los detalles del plan redactado en 1905, mediante la cancelacin de la ofensiva a travs de territorio holands y el fortalecimiento del flanco izquierdo alemn. Luego del fracaso de 1914 Von Moltke fue duramente criticado por estos cambios, pero lo cierto es que el mismo Schlieffen haba experimentado con cambios crecientes sobre sus proyectos de ataque, a medida que comprendi la verdadera magnitud de los problemas logsticos, de aprovisionamiento y movilizacin de tropas que slo haba resuelto en abstracto. De hecho, el xito del plan dependa de numerosas suposiciones acerca de las posibles reacciones del adversario y dejaba de lado importantes consideraciones logsticas. De acuerdo con el historiador britnico J. E. Edmonds, los proyectos de Schlieffen eran arrogantes y se basaban en un injustificado menosprecio de sus adversarios. Alemania no posea suficientes tropas para llevarlos a cabo y deben por lo tanto ser juzgados severamente, como errada estrategia.4 En 1913 el general Joffre, jefe del Estado Mayor francs, adopt el as llamado Plan xvii, que postulaba una ofensiva para penetrar el supuesto sector central del despliegue militar alemn y paralizar las comunicaciones del ejrcito enemigo. Sus fundamentos eran los mismos que4

J. E. Edmonds, A Short History of World War i. London: Oxford University Press, 1951, pp. 9-10, 17-18, 26.

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los del Plan Schlieffen: la importancia de la ofensiva estratgica en una guerra corta, y se distingua por su exaltado espritu ofensivo. En sus rdenes, el general Foch, otro de los jefes militares franceses, enfatizaba que Todos los ataques deben ser llevados hasta el lmite con la firme resolucin de ir hacia el enemigo y destruirlo con las bayonetas [...], aun al precio de sangrientos sacrificios. Cualquier otra concepcin es contraria a la naturaleza misma de la guerra.5 El Plan xvii estaba condenado al fracaso en vista de que sus disposiciones en cuanto a la distribucin real de las fuerzas alemanas eran totalmente erradas. El plan francs colocaba la mayor concentracin de fuerzas frente al flanco izquierdo alemn, y dejaba contingentes reducidos a lo largo de la vulnerable frontera belga que sera la que finalmente iba a soportar el peso principal del ataque. Ambos bandos entraron en batalla convencidos de que la guerra durara pocas semanas. Los alemanes crean que el Plan Schlieffen les llevara a derrotar prontamente a Francia y volcar de inmediato sus fuerzas sobre Rusia antes de que el Zar hubiese logrado la movilizacin total de sus tropas. Los aliados anglo-franceses compartan ese optimismo y esperaban que el Plan xvii les condujera a Berln en 45 das. Los rusos tambin confiaban en su capacidad de marchar hacia Berln desde el este a travs de Prusia oriental. Las visiones predominantes de la guerra, de la estrategia y la tctica eran an napolenicas: la llave de la victoria estaba en concentrarse en el punto decisivo y utilizar la superioridad numrica para obtener el triunfo. Mas la guerra no termin en seis semanas sino que se extendi por cuatro aos hasta quebrar el poder de Europa, en una atroz conflagracin que nadie antes de 1914 haba imaginado en toda su ferocidad y amplitud. Las razones de esta extensin del conflicto fueron diversas; en un principio se enfatiz la ineptitud de los principales comandantes militares en los distintos teatros de guerra. En Alemania, Von Moltke fue criticado por errores que supuestamente haban impedido el logro de una rpida victoria. En primer lugar, Von Moltke haba establecido su cuartel general lejos de los frentes de batalla, lo cual hizo imposible mantener una perspectiva clara y un control adecuado de los acontecimientos. En segundo lugar, Von Moltke dio a sus subordinados excesiva libertad de accin, lo cual comprometi la rigidez de ejecucin exigida por el PlanCitado por Ropp, p. 229.5

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Schlieffen. Por ltimo, quizs el ms crucial error de Moltke fue su decisin de enviar, apenas comenzada la contienda, importantes contingentes destacados con las fuerzas de choque que atacaron Francia al frente oriental, en respuesta a las informaciones acerca de una rpida movilizacin rusa. En este sentido, el Plan Schlieffen fall en buena parte debido a que los comandantes alemanes se asustaron. Enfrentados a los avances rusos hacia el este de Alemania, ordenaron el envo de refuerzos desde el frente occidental, debilitando as su poder ofensivo en un momento clave. La irona de la situacin estuvo en que estos refuerzos se encontraban en trnsito cuando se realizaban batallas en ambos frentes.6 Tambin habra que sealar la obsesin ofensiva de los altos mandos francs y britnico, que arrojaron cientos de miles de hombres contra defensas infranqueables por la infantera en ataques frontales que continuaron hasta el fin de la guerra, as como tambin la manifiesta incapacidad de los jefes militares rusos, que fue una de las principales causas del desastre experimentado por sus tropas en la batalla de Tannenberg. No cabe duda de que los principales comandantes militares en la Primera Guerra Mundial se caracterizaron por su falta de imaginacin estratgica, as como los polticos por la confusin de sus objetivos y su debilidad e indecisin ante los hechos. Durante la guerra, estrategia y poltica tomaron caminos separados; la guerra se convirti en un fin en s mismo y dej de ser un instrumento de la poltica, y los comandantes terminaron imponiendo una definicin de victoria basada en criterios puramente militares. No obstante, las deficiencias de los generales y polticos slo explican en parte el rotundo fracaso de las esperanzas depositadas en las ofensivas de 1914 y de aos posteriores, casi hasta el fin de la guerra. La nueva tecnologa de armamentos, unida a las trincheras, fue otra de las causas fundamentales del estancamiento de los frentes de batalla por cuatro largos aos. Ya en diciembre de 1914 la guerra en el continente europeo estaba teniendo lugar a lo largo de dos extensas lneas de trincheras y fortificaciones. Este era un panorama inesperado y sorprendente para todos los beligerantes, que confiaban en que esa situacin sera temporal. La creencia en el poder indetenible de la ofensiva estaba hondamente arraigado, y el6

Henry A. Kissinger, American Strategic, Doctrine and Diplomacy, en M. Howard, ed., The Theory and Practice of War. London: Cassell, 1965, p. 277.

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deseo de asestar un golpe mortal y decisivo al adversario se manifestaba por igual en todos los combatientes. En 1915, Haig, comandante de las tropas britnicas en Francia, declaraba que si nos fuesen suministradas cantidades suficientes de proyectiles de artillera [...] caminaramos sobre las defensas alemanas en varios sitios. Despus del fracaso de las ofensivas de marzo y mayo escribi que las defensas frente a nosotros son tan fuertes, y el apoyo de las ametralladoras es tan completo, que slo un largo y metdico bombardeo de artillera podr demolerlas. Mas a pesar del uso de cientos de piezas de artillera pesada en poderosas concentraciones de fuego, las ofensivas continuaron estrellndose contra la muralla de las trincheras, los nidos de ametralladoras y el alambre de pas. Alemanes y aliados aprendieron pronto a protegerse del creciente poder de los ataques de artillera. Apenas stos comenzaban, los defensores de uno u otro bando tomaban refugio en sus trincheras y emergan de las mismas cuando cesaba el caoneo. Ello les daba tiempo de sobra para prepararse a hacer frente a los ataques de la infantera, que avanzaba a campo traviesa ofreciendo blancos fciles a las ametralladoras. Los pocos que penetraban las lneas enemigas tenan escasas posibilidades de dislocar las defensas contrarias o de sobrevivir mucho tiempo, debido a los rpidos contraataques del adversario y a las dificultades de recibir algn refuerzo. En 1915 los franceses sufrieron 1.430.000 bajas y slo ganaron unos 6 kilmetros de terreno; no obstante, la guerra continu. Todos los gobiernos de los poderes en pugna teman la derrota; detener la guerra sin vencedores ni vencidos significaba correr un grave riesgo poltico: Cmo justificar entonces ante las masas los sacrificios realizados? Para el gobierno alemn una decisin de este tipo era particularmente difcil. Su plan para una guerra corta haba fallado, pero, sin embargo, al final de 1914 Alemania se encontraba en una ventajosa posicin militar. Importantes reas haban sido capturadas en el norte de Francia que contenan sustanciales recursos de carbn y hierro, as como varias industrias clave. Blgica tambin haba sido ocupada, as como extensos territorios hacia el este. El costo haba sido muy alto y los beneficios obtenidos no podan simplemente ser abandonados, a pesar del estancamiento de los frentes de batalla. La guerra sigui su curso y a medida que aumentaban sus costos humanos y materiales se acrecentaba para todos los gobiernos la ne-

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cesidad de justificarlos. El llamado del Presidente norteamericano Wilson para una paz sin victoria no poda ser aceptado por los estadistas europeos. La idea de una guerra corta y decisiva fue sustituida por la idea de una guerra de desgaste: mientras ms larga y cruel fuese la masacre, mayores seran las posibilidades de que uno de los bandos desistiese. En 1916, las batallas de Verdn y el Somme infligieron 1.700.000 bajas a los combatientes, a cambio de mnimos avances. Ya para esta fecha el poco control poltico que en algunos momentos se haba ejercido sobre la guerra estaba irreparablemente perdido. Elementos bsicos de una nueva concepcin estratgica Las teoras estratgicas predominantes antes de 1914 compartieron casi en su totalidad dos errores igualmente cruciales. En primer lugar, la exaltacin del espritu ofensivo como un valor en s mismo, y de la ofensiva como la forma primordial de la guerra, sin tomar en cuenta que la relacin entre ofensiva y defensiva est sujeta a cambios a travs de la historia, y que el carcter decisivo de una u otra forma de guerra depende de las circunstancias tecnolgicas, polticas y sociales existentes en un perodo determinado. El segundo error estuvo en la subestimacin de los nuevos desarrollos en materia de artillera y armas de repeticin, y en la falta de comprensin acerca del poder que estas armas, as como las redes de trincheras, otorgaban a la defensa. Conceder a la ofensiva o la defensiva un valor absoluto es una grave equivocacin; en toda guerra se dan situaciones en que es oportuno atacar o defenderse; la defensa no tiene por qu ser considerada una manera pasiva de hacer la guerra; en determinadas condiciones, una defensa activa, con contraataques, una vez que el adversario se ha sobreextendido en su ofensiva, puede proporcionar las mejores posibilidades de retomar la iniciativa en los combates. Los generales que estimulaban el culto ciego a la ofensiva perdan de vista que los enormes bombardeos preparatorios de artillera sacrificaban por completo la movilidad y la sorpresa estratgica en aras de la concentracin y el poder de fuego. Durante la Primera Guerra Mundial, las grandes ofensivas se iniciaban con bombardeos de artillera que usualmente duraban varias horas. Esos ataques eran la mejor indicacin para el contrario de que una ofensiva se avecinaba; ste entonces tomaba refugio, aguardaba el fin del bombardeo guarecido en sus trincheras, y preparaba sus armas para recibir a la infantera y cerrarle el paso.

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Los frentes se estancaron e hicieron infranqueables a la infantera; era necesario dar de nuevo movilidad a la guerra y encontrar la frmula de penetrar las lneas enemigas. Para resolver estos problemas se desarrollaron algunas tcticas y tcnicas que constituyeron los elementos bsicos de una nueva concepcin estratgica, la cual slo fructific plenamente despus de finalizado el conflicto. En marzo de 1918 las tropas alemanas en el frente occidental se lanzaron al ataque, utilizando nuevas tcticas que intentaban restaurar los efectos de la sorpresa en el campo de batalla. Los escuadrones se movieron al rea de ataque en el ltimo momento, y grupos seleccionados infiltraron los puntos dbiles en las lneas enemigas luego de un bombardeo de artillera de slo cuatro horas. En ofensivas sucesivas hasta el mes de julio, los alemanes capturaron un espacio diez veces mayor al ganado por los aliados durante todo el ao de 1917, causando un milln de bajas a sus adversarios; no obstante, estas tcticas no fueron decisivas y las prdidas alemanas tambin ascendieron a varios cientos de miles. Su importancia radic particularmente en que constituyeron un intento de recuperar el factor sorpresa en la batalla, as como de evitar en lo posible los costosos ataques frontales, adoptando vas menos directas para las ofensivas. Las otras dos aproximaciones novedosas dirigidas a abrir brechas en los frentes tuvieron un carcter tecnolgico. La primera de ellas fue el uso del gas, que comenz, por parte del Ejrcito alemn, en abril de 1915. A pesar de un relativo xito inicial, mtodos de proteccin antigases fueron rpidamente introducidos en las filas aliadas, y muy pronto ambos bandos aprendieron a vivir con el gas. El xito de los ataques iniciales con gas fue menor al esperado, en buena parte debido a que se perdi el factor sorpresa al usar la nueva arma en pequeas cantidades. Algo semejante ocurri con los tanques de guerra en sus primeras acciones. Los britnicos fueron los primeros en introducir tanques al campo de batalla. Esto ocurri en septiembre de 1916 cuando 49 tanques entraron en accin contra los alemanes, los cuales fueron tomados totalmente por sorpresa. Sin embargo, muchos de esos tanques experimentaron fallas mecnicas aun antes de foguearse en batalla, y su nmero era insuficiente para producir una ruptura realmente grave en las defensas contrarias. Los aliados incrementaron paulatinamente su uso de tanques, que eran concebidos como vehculos blindados capaces de avanzar sobre crteres, trincheras y alambre de pas, y de apoyar a la infantera con ametralladoras y caones ligeros en movimiento. Un ataque britnico

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realizado en agosto de 1918 con 415 tanques jug un papel crucial en el proceso de dislocacin sicolgica del liderazgo militar alemn, que muy pronto iba a decidir dar fin a las hostilidades. Otra innovacin tecnolgica que es necesario mencionar se refiere a la utilizacin de aviones para apoyo de ataques terrestres en estrecha cooperacin con los tanques. La tecnologa entonces existente no permiti una amplia explotacin de estos mtodos, pero sus potencialidades no pasaron inadvertidas. Llegado el final de la guerra en noviembre de 1918, ya existan los ingredientes fundamentales de una nueva concepcin estratgica que fructificara en las dos dcadas siguientes: los alemanes haban aportado tcticas de sorpresa e infiltracin; por su parte, los aliados haban introducido el tanque, y ambos bandos hicieron uso de los aeroplanos en misiones de apoyo tctico terrestre. Por ltimo, todos los contrincantes adquirieron una visin ms acertada del valor de la propaganda como arma de guerra y de las posibilidades de emplear las fuerzas militares en ataques indirectos, no frontales, dirigidos a dislocar sicolgicamente al adversario.

Los tericos del poder areo

Douhet En 1921, el general italiano Giulio Douhet public su obra El comando del aire, que marc el primer paso de importancia en la conformacin de una teora estratgica basada en el poder areo. Douhet parti de la premisa, comprobada segn l por las experiencias de la Primera Guerra Mundial, de que la guerra moderna se haba convertido definitivamente en un conflicto total. Los ejrcitos beligerantes haban logrado mantenerse durante cuatro largos aos en los frentes de lucha gracias al apoyo de sociedades enteras, enfrascadas en un esfuerzo econmico sin precedentes destinado a sostener a las tropas y suministrarles todo lo necesario para combatir. La decisiva participacin de las poblaciones, masivamente organizadas, en el esfuerzo de guerra, borraba para Douhet las lneas de separacin entre combatientes y no combatientes; de ahora en

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adelante todos los miembros de una nacin en guerra eran combatientes, y en consecuencia se convertan en blancos legtimos de ataque. Douhet defini el comando del aire como la capacidad para impedir a la fuerza area enemiga levantar el vuelo, mientras se retiene la habilidad ofensiva de la fuerza propia.7 Su doctrina puede resumirse as: 1) el bombardero es el arma ofensiva por excelencia, debido a su independencia de limitaciones terrestres y a su superior velocidad; 2) la desintegracin de las naciones, que en la Primera Guerra Mundial se logr en forma indirecta y prolongada mediante el enfrentamiento de los ejrcitos y el bloqueo naval, puede obtenerse directa, decisiva y rpidamente con el empleo masivo de fuerzas areas. El bombardeo indiscriminado de centros industriales, comerciales y de comunicacin, y de concentraciones civiles, puede paralizar fsica y sicolgicamente a una nacin en corto tiempo, e impulsar a sus habitantes a pedir la paz. Douhet plante que en guerras futuras el papel de las fuerzas terrestres y navales sera secundario, sus labores se limitaran a ocupar territorios conquistados por el poder de los bombarderos areos: ... la fuerza area independiente es el ms til instrumento de victoria [...] una vez que ha sido organizado en forma apropiada el comando del aire y para explotar ese comando con otras fuerzas....8 La experiencia de la Segunda Guerra Mundial demostrara que las expectativas de Douhet con respecto al carcter decisivo del poder areo eran exageradas, y que las limitaciones de la tecnologa eran mayores de las que haba supuesto. No obstante, sus predicciones con respecto al carcter total de la futura guerra europea se cumplieron por completo. En este sentido, Douhet coincidi con el general alemn Ludendorff, quien en un libro publicado en 1935 defini la guerra total como un conflicto que: 1) se extiende sobre todo el territorio de los beligerantes; 2) implica la participacin activa de toda la poblacin y economa del pas; 3) usa la propaganda para fortalecer el frente interno y debilitar la moral combativa del enemigo; 4) debe prepararse antes de la ruptura de hostilidades, y 5) debe estar dirigido por una autoridad suprema.9 En la Segunda Guerra Mundial, la urss fue la potencia que en forma ms plena llen todos esos requerimientos.Giulio Douhet, The Command of the Air. London: Faber & Faber, 1943, p. 26. Ibid., p. 84. Edward Mead Earle, ed., Makers of Modern Strategy: Military Thought from Machiavelli to Hitler. Princeton: Princeton University Press, 1943, p. 315.7 8 9

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Trenchard El desarrollo de una fuerza area independiente en Gran Bretaa est indisolublemente ligado al nombre de Lord Trenchard. A mediados de 1917, el gobierno britnico encomend al general Smuts la realizacin de un estudio sobre los requerimientos de defensa area frente a los ataques alemanes contra Londres, que ya haban comenzado a producirse. En su informe, Smuts no se limit a dar recomendaciones sobre la situacin a corto plazo, sino que dirigi su mirada al futuro en una forma que anticipaba ideas que posteriormente ampliara Douhet: Es posible que no est muy lejos el da cuando las operaciones areas, con su devastacin de los territorios enemigos y la destruccin de sus industrias y centros poblados se conviertan en las principales acciones de guerra, respecto a las cuales todas las operaciones tradicionales, navales y militares quedarn subordinadas.10 Al igual que Douhet, Smuts exager las potencialidades de la nueva arma, deslumbrado por las perspectivas de ataques masivos a gran altura, con bombas de gran poder, contra los cuales se supona no haba un eficaz antdoto. Lo mismo ocurri en el caso de Trenchard, quien fue nombrado jefe de Estado Mayor Areo en 1919. Trenchard tuvo que sostener una dura lucha interna contra el escepticismo y la acentuada rivalidad de las fuerzas tradicionales de mar y tierra, y una de sus armas en este conflicto de carcter burocrtico consisti en la exaltacin ilimitada del podero areo, en especial en lo que respecta a la dislocacin sicolgica de la poblacin del adversario. Segn Trenchard, el efecto sicolgico (moral) de los bombardeos supera sus efectos materiales en una proporcin de veinte a uno.11 Por lo tanto, Trenchard propugn la creacin de una fuerza area compuesta esencialmente de bombarderos. A los que argumentaban que el carcter por naturaleza ofensivo del bombardero como arma de guerra lo haca poco apropiado como instrumento en tiempo de paz, Trenchard responda que, precisamente por su indetenible poder ofensivo y la grave amenaza que representaba, el bombardero era la mejor y ms til arma de disuasin en tiempo de paz. En estos debates de los aos 1920 y 1930 se encuentran argumentos muy semejantes a los que hoy se esgrimen en torno a la cuestin nu10 11

Citado por C. Cole, Royal Air Force 1918. London: Kimber, 1968, p. 9. Citado por D. Divine, The Broken Wing. London: Hutchinson, 1964, p. 162.

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clear. Para Trenchard, la capacidad de infligir serios daos al enemigo en caso de que ste actuase de manera inconveniente, era la ms slida garanta de disuadirle antes de que se atreviese a emprender ese curso de accin. Sus ideas indican que Trenchard haba hecho suyo el aforismo segn el cual el ataque es la mejor forma de defensa, pues siempre sostuvo que slo la fuerza area poda detener un ataque areo enemigo, pero no mediante el uso de caones antiareos en tierra o de aviones caza interceptores. La frmula adecuada era enfrentarse a la raz del problema con ataques directos a las fuentes de produccin enemigas. El ganador de la batalla area sera aquella flota de bombarderos capaz de eliminar ms rpida y eficazmente las bases e industrias que sostienen su esfuerzo blico: En lugar de atacar una mquina con diez bombas, debemos ir directamente a las instalaciones que suministran las bombas y demolerlas, y hacer lo mismo con las fuentes de produccin de las mquinas. Este es un mtodo ms efectivo que permitir la continua generacin de suministros de guerra.12 Trenchard, al igual que Douhet, asumi que las defensas contra bombarderos seran un problema menor o del todo ineficaz, actitud que fue plasmada de modo insuperable por Baldwin, Primer Ministro britnico de la poca, cuando declar que el bombardero siempre pasar, es decir, nada podr detenerlo. El optimismo de estos hombres no fue confirmado durante la Segunda Guerra Mundial, ya que s fue posible, en ocasiones con gran eficacia, hacer frente a los bombarderos con defensas activas (aviones caza, radar, artillera antiarea) y pasivas (como camuflaje, construccin de refugios e instalaciones industriales subterrneas, etc.). La mayora de los tericos del poder areo sobrestimaron el potencial destructivo de las bombas entonces existentes, as como tambin las posibilidades de realizar ataques de precisin contra blancos especficos. No cabe duda de que el bombardeo estratgico contra Alemania en la Segunda Guerra Mundial produjo enorme destruccin; sin embargo, a pesar de la gran superioridad area de los aliados, los efectos fueron acumulativos durante un perodo de tiempo relativamente largo. Los tenaces ataques de las flotas areas norteamericanas, britnicas y soviticas no lograron impedir que los alemanes continuaran su produccin blica y alcanzaran altsimas cifras en tanques, aviones, submarinos, etc. LosCitado por C. Webster y N. Frankland, The Strategic Air Offensive Against Germany 1939-1945, vol. i. London: hmso, 1961, p. 55.12

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efectos sicolgicos se hicieron sentir slo progresivamente, y la dislocacin general que Trenchard y Douhet entre otros esperaban, en realidad no se produjo; as que las expectativas de los tericos del poder areo quedaron sin cumplirse en importantes aspectos. Mitchell William Mitchell, oficial norteamericano que comand fuerzas areas en la Primera Guerra Mundial, tuvo gran influencia en las teoras sobre el poder areo a partir de 1919. Al igual que Trenchard y Douhet, Mitchell enfatiz los efectos materiales del uso del arma area directamente sobre el territorio enemigo, as como los efectos sicolgicos de ataques masivos contra centros poblados: En el futuro, la mera amenaza de bombardear una ciudad con la fuerza area resultar en su evacuacin y en la suspensin de todas las actividades industriales. Para obtener una victoria duradera en la guerra, el poder productivo blico del adversario deber ser destruido [...] Aviones operando en el propio corazn de un pas enemigo cumplirn esta meta en un perodo de tiempo increblemente corto.13 Si bien Mitchell comparta el optimismo de otros tericos del poder areo, sus tesis le diferenciaban del de Douhet y Trenchard en algunos aspectos relevantes. En particular, Mitchell no crea en el dogma de la invulnerabilidad de los bombarderos, e insisti en la importancia de los aviones caza como un eficaz instrumento de defensa area. Por otra parte, Mitchell tom en cuenta el papel que el poder areo poda cumplir en misiones de apoyo terrestre, como complemento de otras fuerzas. En el caso de Mitchell, como en el de Trenchard y Douhet, el estudio de las potencialidades de la fuerza area fue estimulado por las experiencias de la Primera Guerra Mundial y el deseo de restaurar flexibilidad tctica al poder militar y utilidad poltica a la guerra. Mitchell confiaba en que el resultado de la guerra area ser producir decisiones rpidas en los conflictos. La superioridad area causar tales daos en el enemigo que una campaa prolongada ser imposible.14 Si bien las proyecciones de los tericos del poder areo no se cumplieron a plenitud en la prctica, sus obras ejercieron una profunda influencia en el de13 14

William Mitchell, Winged Defence. New York: Putnam, 1925, pp. 126-127. W. Mitchell, Skyways. New York: Lippincott, 1930, pp. 255-256.

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La mecanizacin del campo de batalla

La guerra de trincheras haba sido altamente costosa, no slo en trminos de bajas humanas y prdidas materiales, sino tambin en sus devastadores efectos sobre la imaginacin creadora en el rea militar. La ausencia de flexibilidad, el interminable desgaste mutuo, la tenacidad que se converta en terquedad de repetidos ataques frontales contra un mismo objetivo, todos stos y otros factores contribuyeron de manera determinante a cercenar la potencialidad creadora dentro del arte militar, y a restar a la guerra su carcter de instrumento al servicio de un fin que est ms all de s misma. Las repercusiones de esas experiencias se hicieron sentir en las mentes de un brillante grupo de tericos militares, que analizaron las lecciones de la Primera Guerra Mundial y dieron origen a un nuevo estilo de pensamiento, ms amplio y verstil, que estaba destinado a cambiar el curso de las operaciones blicas. Sus esfuerzos nacieron de la determinacin de no repetir en el futuro el enfrentamiento esttico de las trincheras, y culminaron en la exitosa restauracin de la movilidad al campo de batalla. La oportunidad de lograrlo se produjo con la invencin del motor de combustin interna utilizado en vehculos blindados y aeroplanos, que acrecentaban extraordinariamente la capacidad de movimiento y poder de fuego de los combatientes. Varios nombres se destacan en este contexto, muy especialmente los de dos autores britnicos: Fuller y Liddell Hart. Ambos concibieron una estrategia y una tctica dirigidas, no hacia la eliminacin de las fuerzas armadas enemigas en costosas batallas de desgaste, sino hacia la des-

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sarrollo del pensamiento estratgico en el perodo entre las dos guerras mundiales. Su objetivo de devolver a la guerra un carcter decisivo fue tambin adoptado por los pensadores que concentraron su atencin en el segundo producto tecnolgico que, junto al aeroplano, se convirti en instrumento clave en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial: el tanque.

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truccin de su voluntad de lucha con el uso de la sorpresa y la aplicacin de golpes certeros y rpidos sobre sus propios centros de comando y comunicaciones. Tambin los tericos del poder areo sostenan que el objetivo militar deban ser industrias y centros poblados del enemigo como un medio de afectar su voluntad de lucha; Fuller y Liddell Hart compartan el punto de vista segn el cual el quiebre de esa voluntad combativa era el factor clave, y lograron disear las herramientas necesarias para producir la rpida dislocacin sicolgica de adversarios todava aferrados a las nociones del pasado. En palabras de Fuller, su proyecto consista en atacar los centros de comando del enemigo antes de atacar sus cuerpos combatientes, de tal forma que stos, al dar batalla, se paralizasen por falta de direccin y liderazgo. El mtodo es penetrar con poderosas columnas de tanques rpidos protegidos por aviones a travs del frente enemigo, avanzar hasta su cuartel general y tomarlo.15 Liddell Hart describi el objetivo y el mtodo as:... cortar las principales arterias de suministro en la retaguardia enemiga y producir el colapso de su ejrcito, difundiendo la desmoralizacin (con la ayuda de la propaganda y subversin) en su pueblo y gobierno [...] Los elementos esenciales son: combinacin de ataques areos y blindados, manteniendo continuamente un rpido avance a travs de un proceso similar a un torrente que sigue adelante sin pausa, y desconcierta al enemigo amenazando varios objetivos simultneamente.16

La dislocacin sicolgica del oponente se obtiene con dos frmulas: en primer lugar, el enemigo debe sentirse amenazado desde varias direcciones, pues ello le crea un dilema en cuanto a cmo y dnde concentrar sus fuerzas; en segundo lugar, la confusin del oponente debe agravarse mediante la paralizacin de sus comunicaciones y centros de comando.17 Liddell Hart denomin las teoras que l y Fuller desarrollaron estrategia de la aproximacin indirecta. Sus componentes bsicos pueden sintetizarse en pocas palabras: sorpresa, movilidad, velocidad, flexibili15 16 17

J. F. C. Fuller, The Reformation of War. New York: Dutton & Co., 1923; The Conduct of War. London: Eyre & Spottiswoode, 1961. Citado por Ropp, p. 301. B. H. Liddell Hart, Strategy. New York: Praeger, 1967, pp. 333-346.

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dad y, quizs por encima de todo, una mezcla de audacia e inteligencia que es el signo distintivo de los grandes comandantes. Las contribuciones de Fuller y Liddell Hart, entre otros, liberaron el pensamiento estratgico de las cadenas de una estril y rgida ortodoxia. En sus obras, la imaginacin militar volvi a abrirse caminos y nuevos horizontes comenzaron a ser explorados. Ninguna potencia europea asimil tan plenamente los nuevos planteamientos como lo hizo Alemania. A pesar de que Fuller y Liddell Hart eran britnicos, sus estudios tuvieron una reducida influencia prctica en su propio pas; lo mismo ocurri en Francia y la urss, donde los esfuerzos de oficiales como De Gaulle y Tuchachevski para promover las doctrinas de la guerra de blindados fracasaron en lo fundamental. No as en Alemania, donde una combinacin de condiciones objetivas y subjetivas favoreci la adopcin y puesta en prctica de los proyectos delineados en los trabajos de Fuller y Liddell Hart. Entre las condiciones objetivas se destaca el hecho de que, a raz del Tratado de Paz de Versalles, en 1918, Alemania haba sido obligada a desmembrar sus ejrcitos y a mantener una fuerza militar de slo 100.000 hombres. La necesidad de defender varios frentes en caso de guerra haca indispensable, en vista de la escasez de tropas, que los pocos regimientos existentes fuesen capaces de desplazarse rpidamente de un punto a otro del pas y de sobreponerse con su calidad a la superioridad numrica del adversario. Esta situacin estimulaba la asimilacin de doctrinas estratgicas que enfatizaban la movilidad y la decisin rpida. As lo demuestran las frases del general Von Seeckt, que tuvo en sus manos el mando del Ejrcito alemn durante los primeros aos de la posguerra, en un libro publicado en 1930: En resumen, creo que el futuro de la guerra descansa en el empleo de ejrcitos muy mviles, relativamente pequeos, pero de gran calidad y reforzados con la adicin de aviones....18 Las condiciones subjetivas se refieren a la clara percepcin que dos hombres, un militar profesional y un poltico, tuvieron acerca de las potencialidades del tanque como arma de guerra: Guderian y Hitler. A mediados de los aos 1920, Guderian, que era entonces capitn, se convirti en un entusiasta de los tanques y comenz a estudiar en detalle las obras de Fuller y Liddell Hart. En su autobiografa, Guderian narra que ya en 1929 se haba convencido de queGeneral Von Seeckt, Thoughts of a Soldier. London: Ernst Benn, 1930, pp. 62-63.18

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... los tanques, actuando por s solos o en conjuncin con la infantera, no podan alcanzar una importancia decisiva. Mis estudios histricos y la experiencia prctica de simulacros me haban persuadido de que los tanques no seran capaces de producir todos sus efectos hasta que las otras armas (infantera y artillera), en cuyo apoyo tienen que confiar, adquiriesen los mismos estndares de velocidad y eficacia. En esas formaciones de todas las armas, los tanques jugaran el papel principal, y las otras armas estaran subordinadas a sus requerimientos. Era equivocado simplemente aadir los tanques a las divisiones de infantera; lo que se necesitaba era crear divisiones blindadas que incluiran todas las armas de apoyo para permitir a los tanques combatir con plena efectividad. 19

Las divisiones Panzer o acorazadas, compuestas de tanques, infantera motorizada, artillera autotransportada, y con apoyo areo, se convertiran en un instrumento militar decisivo para la realizacin de la estrategia indirecta. Como comandante de varias unidades blindadas experimentales, Guderian dio gran impulso a las nuevas ideas estratgicas en Alemania; pero el paso crucial en el desarrollo de las divisiones Panzer fue dado por Hitler. Guderian relata una visita de Hitler en 1933 el ao de su ascenso al poder, al campo de pruebas de las an escasas unidades Panzer. Impresionado por la velocidad y precisin de las mismas, Hitler exclam repetidas veces: Esto es lo que necesito! Esto es lo que deseo tener!.20 Hitler, un veterano soldado de la Primera Guerra Mundial, haba comprendido que la mecanizacin decidira el curso de las guerras futuras. En el segundo volumen de su libro Mi lucha, publicado por primera vez en 1926, Hitler ya haba hablado de la motorizacin general del mundo, que en la prxima guerra se pondr de manifiesto inconteniblemente; 21 y en 1932 cristaliz an ms sus ideas al declarar que la prxima guerra ser muy distinta a la anterior guerra mundial. Los ataques de masas de infantera han quedado obsoletos. Las luchas que se extienden por aos en frentes petrificados no retornarn. Yo garantizo que nuestro bando recuperar la superioridad que otorga la flexibilidad en las operaciones.2219 20 21 22

General Heinz Guderian, Panzer Leader. London: Futura, 1977, p. 24. Ibid., pp. 29-30. Adolf Hitler, Mein Kampf. London: Hutchinson, 1974, p. 603. Citado por John Strawson, Hitler as Military Commander. London: Batsford, 1971, p. 36.

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La propaganda como arma de guerra

Durante la Segunda Guerra Mundial, el empleo de la propaganda como arma de debilitamiento y dislocacin sicolgica del adversario tuvo gran efectividad. Los nazis fueron verdaderos maestros en este arte. Hitler comprendi desde los inicios de su carrera poltica la real importancia de la propaganda. Abrumado por la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial, Hitler analiz las causas de ese fracaso y encontr que la superioridad de la propaganda enemiga haba jugado un papel relevante como factor que contribuy a erosionar la voluntad de lucha de su pas. En su libro Mi lucha, Hitler dedic un captulo al tema de la propaganda de guerra. Estas pginas, en las que Hitler discute las tcnicas deGuderian, p. 41. Citado por Strawson, p. 39.23 24

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El concepto de guerra relmpago (Blitzkrieg) result de la combinacin de elementos militares y polticos. Militarmente, en palabras de Guderian, la guerra relmpago era un instrumento cuya potencialidad resida en ser capaces de moverse ms rpidamente de lo que hasta ahora se ha hecho, de mantenerse en movimiento a pesar del fuego defensivo del enemigo y as crearle dificultades para construir nuevas posiciones defensivas; y finalmente, conducir el ataque hasta lo ms profundo de las defensas del adversario.23 Polticamente, la guerra relmpago era el instrumento militar de una voluntad de conquista que empleaba la propaganda y la guerra sicolgica como armas complementarias en un enfrentamiento total. Como lo expres Hitler: Nunca comenzar una guerra sin antes estar seguro de que un enemigo desmoralizado sucumbir bajo el impacto de un nico y gigantesco golpe.24 Contra Polonia y Francia estos mtodos trabajaron con gran xito; no as contra la urss, donde los clculos de Hitler fallaron. Hitler uni diversas tendencias del pensamiento estratgico ms novedoso de la poca y les imprimi un sentido de direccin uniforme, incorporando, en forma muy original, una perspectiva de guerra sicolgica y propagandstica de demostrada eficacia prctica.

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la propaganda de masas y el arte del liderazgo poltico son quizs las ms interesantes de todo el libro; el anlisis es pragmtico y lleno de cinismo, pero su lucidez lo diferencia de otras largas secciones del volumen en las que Hitler, en oscuros y complicados prrafos, trata de explicar sus crudas y poco originales ideas polticas. En palabras de Alan Bullock, autor de la que es todava una de las mejores biografas de Hitler: El genio poltico de Hitler descansaba en su inigualada comprensin de lo que es posible lograr con la propaganda, y en su habilidad para emplearla.25 En Mi lucha, Hitler se refiere a la manera en que los ingleses, contrariamente a los alemanes, consideraron la propaganda un arma de primer orden, y a la necesidad de asumirla como tal si se quiere tener xito en la guerra y en la poltica. La Primera Guerra Mundial haba demostrado los inmensos resultados que se pueden obtener mediante la correcta aplicacin de la propaganda:La funcin de la propaganda no consiste en promover la actitud crtica del individuo, sino en enfocar la atencin de las masas hacia ciertos hechos, procesos, necesidades, etc., cuyo significado se coloca por primera vez dentro de su campo visual [...] Toda propaganda debe ser popular y su nivel intelectual debe ajustarse al de la ms limitada inteligencia de aquellos a los que se dirige. En consecuencia, mientras mayor sea la masa que se pretende alcanzar, ms bajo debe ser el nivel puramente intelectual de la propaganda. En el caso de la propaganda de guerra, cuyo objetivo es influenciar a todo un pueblo, debe evitarse plantear demandas intelectuales excesivas al pblico [...] El arte de la propaganda consiste en entender las emociones de las grandes masas y en encontrar, con los instrumentos sicolgicos adecuados, el camino hacia la atencin y el corazn de las mayoras. 26

Hitler desprenda su anlisis de una premisa que consideraba bsica: la congnita incapacidad de las masas para razonar framente: Las masas son tan femeninas por su naturaleza y actitud, que el razonamiento sobrio determina sus pensamientos y acciones mucho menos que la emocin y el sentimiento.2725 26 27

Alan Bullock, Hitler: A Study in Tyranny. Harmondsworth: Penguin Books, 1972, p. 68. Hitler, pp. 164-165. Ibid., p. 167.

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Repeticin constante de las mismas consignas, perseverancia, insistencia, radicalismo, continuidad y uniformidad en su aplicacin eran para Hitler los principios de una exitosa propaganda: La ms brillante tcnica propagandstica no triunfar a menos que se adhiera en forma constante a un principio esencial: debe confinarse a unos cuantos puntos y repetirlos una y otra vez. Aqu, como en tantas otras cosas de este mundo, la persistencia es el primero y ms importante requerimiento del xito.28 El partido poltico creado por Hitler aprendi a presentar sus vagas y confusas teoras en frases simples y fcilmente memorizables, a implantar los hechos mediante su repeticin constante, a generar poderosas emociones con el uso de smbolos impactantes, y a canalizar la irracionalidad y el dinamismo de cientos de miles de hombres en contra de enemigos envilecidos sobre la base de la propaganda: El partido [nazi] debi su crecimiento a la aplicacin de tcnicas de la publicidad comercial al reclutamiento poltico [...] con las que se lanz un asalto al subconsciente colectivo. 29 Como de manera acertada lo expone Hannah Arendt, la propaganda totalitaria, en este caso la propaganda nazi, se dirige siempre hacia el exterior, bien sea hacia segmentos de la poblacin nacional o hacia pases extranjeros. Ese dominio exterior es muy variable; aun despus de la toma del poder, la propaganda puede volcarse hacia sectores de la propia poblacin cuyo adoctrinamiento no se considera lo suficientemente intenso.30 Internamente, en la propia Alemania, la propaganda hitleriana persegua la mayor cohesin del pas y el adoctrinamiento de las masas para la guerra. Hacia el exterior, Hitler utiliz la propaganda para debilitar sicolgicamente a sus adversarios, de manera de encontrar la menor resistencia posible en el momento en que emprendiese sus planes de conquista. Su feroz anticomunismo no habra permitido jams a Hitler hacer suyas las siguientes frases de Lenin, las cuales, sin embargo, expresan con gran precisin ideas que de hecho caracterizaron la poltica nazi: El mtodo mediante el cual una nacin pretende imponer su voluntad sobre otra podra ser reemplazado, con el tiempo, por una lucha puramente sicolgica, en la que ni las armas se emplearan en el campo de batalla, sino que, en cambio, la voluntad de una nacin [...] debilitara la faculIbid., p. 168. Karl Dietrich Bracher, The German Dictatorship. Harmondsworth: Penguin Books, 1973, p. 193. Hannah Arendt, Le systme totalitaire. Paris: ditions du Seuil, 1972, p. 68.28 29 30

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tad intelectual y desintegrara la fibra moral y espiritual de la otra.31 Hitler conquist Austria y Checoslovaquia sin disparar un tiro, y fue a la guerra contra Polonia confiado en que sus adversarios occidentales, sicolgicamente vencidos de antemano, aceptaran de nuevo, con slo dbiles protestas, el ejercicio de la arrolladora voluntad de poder nazi. Liddell Hart cita con frecuencia en sus libros otras frases de Lenin que ilustran con insuperable claridad el propsito de la guerra sicolgica: La estrategia ms apropiada en la guerra consiste en posponer las operaciones hasta que la desintegracin moral del enemigo convierta la ejecucin del golpe mortal en algo fcil, adems de posible.32 Hitler no dio comienzo a ninguna de sus empresas blicas sin estar previamente convencido de que sus enemigos se encontraban internamente erosionados, y no seran capaces de oponer una resistencia frrea. Esto fue as muy particularmente en el caso de Rusia, la cual, segn Hitler esperaba, se desintegrara desde dentro al recibir el impacto de las acciones militares nazis. Hitler y los nazis no fueron los nicos, desde luego, en apreciar correctamente el valor de la propaganda como arma de guerra, mas no cabe duda de que supieron utilizarla con gran destreza, combinndola con doctrinas militares cuya eficacia qued ampliamente demostrada en las primeras etapas del conflicto. Hitler tena claro que la guerra es un instrumento y un acto poltico, y que por lo tanto es la poltica la que plantea los fines y da un sentido de direccin a la estrategia. No obstante, no fue capaz de mantener un equilibrio entre capacidades y objetivos, sus ambiciones desbordaron sus medios, y finalmente sucumbi bajo el poder de adversarios que su misma propaganda le haba enseado a subestimar.

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Vladimir Ilich Lenin, citado en Military Review, June 1977, p. 14. Liddell Hart, p. 164.

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El poltico y el aventurero... propia afirmacin de la propia esencia previamente a toda accin singular, vitalidad, energa de la existencia. Donde esto se observa como impulso vital primario, no como actitud racional encaminada a un fin, es que estamos en presencia del hombre poltico. 1

De esta manera define Spranger la caracterstica fundamental de la forma de vida del poltico, y ciertamente esa definicin se amolda plenamente a Hitler: Quizs no ha habido nunca otro hombre que haya entendido mejor la naturaleza del poder o que lo haya utilizado con fines ms bajos.2 No cabe duda de que para lograr lo que logr, a pesar de ser ello terrible, Hitler requiri, y de hecho posey, capacidades fuera de lo ordinario, un genio poltico poco comn, entendiendo por poltica, en un sentido estrecho, la bsqueda y conquista del poder. Ese fue el sentido que Hitler siempre dio a la poltica: lucha constante por el poder de acuerdo con la ley del ms fuerte; es el sentido que le da Carl Schmitt cuando sostiene que: Si la guerra es la continuacin de la poltica, tambin la poltica contiene siempre, por lo menos como posibilidad, un elemento de enemistad; y si la paz encierra la posibilidad de la guerra [...] tambin contiene un momento de enemistad.3 Para Hitler, la lucha entre individuos, comunidades nacionales, y sobre todo entreEduardo Spranger, Formas de vida. Psicologa y tica de la personalidad. Madrid: Revista de Occidente, 1954, pp. 259-260. A. J. P. Taylor, Europe: Grandeur and Decline. Harmondsworth: Penguin Books, 1967, p. 199. Carl Schmitt, Teora del partisano. Madrid: Instituto de Estudios Polticos, 1966, p. 83.1 2 3

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razas, era una ley natural, y la voluntad de dominio, poder y hegemona la marca de los individuos y razas superiores. Basndose en este principio Hitler emprendi su camino de conquista, empleando para sus objetivos habilidades que han sido magistralmente resumidas por Bullock: conocimiento de los factores irracionales en la poltica, maestra para descubrir las debilidades de sus oponentes, capacidad para simplificar los problemas, sentido de la oportunidad, disposicin a tomar riesgos: Cnico y calculador en la explotacin de sus dotes histrinicas, siempre mantuvo una creencia inalterable acerca de la importancia de su papel histrico y de s mismo como una criatura del destino.4 En estas ltimas frases de Bullock se encuentran las razones que explican tanto los triunfos como el aplastante fracaso final de Hitler. Sus capacidades polticas, su destreza tctica, su voluntad de hierro, estaban en ltima instancia subordinadas a un espritu aventurero y fantasioso que confunda la realidad y los deseos. Hitler quiso moldear la realidad de acuerdo con los dictados de su voluntad, pero continuamente tendi a ignorar la realidad, a mirarla de soslayo y a sustituirla en caso necesario por su fantasa. T. E. Lawrence de Arabia escribi este extraordinario pasaje: Todos los hombres suean, pero no de la misma manera. Aquellos que suean por la noche entre los repliegues polvorientos de su mente, se despiertan con el da y piensan que todo era vanidad; pero los soadores diurnos son hombres peligrosos porque pueden actuar su sueo con los ojos abiertos, para tornarlo posible.5 Hitler era uno de esos soadores diurnos; sus sueos eran de destruccin, terror y muerte, y a pesar de que en numerosas ocasiones los describi pblicamente, no muchos se atrevieron a creerle o a tomar oportunamente las medidas necesarias para impedir su realizacin. Una vez que la maquinaria motorizada por sus descontroladas ambiciones empez a funcionar, slo una maquinaria muy superior pudo detenerla. Hitler el poltico sucumbi ante Hitler el aventurero. Segn Spranger: Como trgica disposicin se observa con frecuencia en el vido de poder una vasta fantasa en la que se envuelve a s mismo, en vez de ponderar con espritu realista hombres y circunstancias.6 Hitler cre una4 5 6

Alan Bullock, Hitler: A Study in Tyranny. Harmondsworth: Penguin Books, 1972, p. 804. Roger Stephane, Retrato del aventurero. Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 1968, p. 10. Spranger, p. 168.

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imagen de s mismo: una imagen de infalibilidad, de fuerza irresistible, de realizador de milagros polticos y militares; sus xitos iniciales le condujeron a ello, pero la imagen le embriag, perdi toda capacidad de cuestionarla, su cinismo se esfum, descart el sentido de los lmites, su mundo se redujo a sus sueos y le llev a la ruina. En sus Diarios, escritos secretamente en la prisin de Spandau, Albert Speer, uno de los hombres que estuvo ms cerca de Hitler, hace unas reflexiones de gran inters dentro de este contexto. Speer dice que: Todos nos fascinamos ante las grandes personalidades histricas; y aun si un hombre de hecho no lo era, y slo actuaba su parte con un poco de habilidad, nos postrbamos a sus pies. Eso ocurri en el caso de Hitler. Pienso que su xito se explica hasta cierto punto por la imprudencia con la que pretenda ser un gran hombre. 7 La definicin de grandeza en la historia depende, desde luego, del punto de vista que se asuma: Qu hizo grande a Federico el Grande, o a Alejandro Magno? Podra construirse un slido argumento, de fundamentos ticos, para calificarlos de grandes asesinos en vez de grandes conquistadores. Sin embargo, la observacin de Speer es importante, pues apunta hacia una de las caractersticas de la personalidad de Hitler que mayores resultados le dio a lo largo de su carrera poltica: su capacidad de dramatizar, de actuar, de asumir un papel e imponerlo con total eficacia sobre las ms diversas audiencias. Mucho se ha escrito acerca de la destreza de Hitler en el manejo de la sicologa de masas y sobre su gran magnetismo personal. Su fuerza comenz a decaer cuando los sucesivos triunfos le convencieron de que su magia como individuo y su voluntad superaran todos los obstculos, lo cual le llev a perder conciencia de los lmites y a distorsionar la realidad de acuerdo con los dictados de su fantasa. En sus Memorias, Speer seala que: Hitler, de hecho, no saba nada acerca de sus enemigos, y rehusaba usar la informacin que se le suministraba. En su lugar, Hitler confiaba en sus intuiciones, sin importarle que muchas veces fuesen inherentemente contradictorias y gobernadas por el desprecio y la extrema subestimacin de sus adversarios.8 Los dos ms graves errores polticos de Hitler, su suposicin de que los britnicos aceptaran un arreglo con Alemania basado en la dominacin nazi de Europa, y de que el rgimen de Stalin en la urss se desintegraraAlbert Speer, Spandau: The Secret Diaries. London: Fontana, 1976, p. 44. A. Speer, Inside the Third Reich. London: Sphere Books, 1975, p. 239.7 8

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internamente al recibir los impactos de la maquinaria de guerra alemana, se desprendieron de la ignorancia y subestimacin con que vea a sus enemigos. Tal y como lo expresa, con palabras lapidarias, el historiador britnico A. J. P. Taylor: Hitler tena una fe indestructible en la basura que llenaba su mente; 9 y esa basura le conduca a menospreciar peligrosamente a sus contrarios y a ver el mundo no como es, sino como l quera que fuese: El pecado que Hitler cometi fue [...] el del orgullo exagerado, el de creerse a s mismo ms que meramente un hombre. Nadie ha sido ms duramente destruido por su propia imagen que Adolfo Hitler.10 Hitler cre una ideologa de la voluntad; de una voluntad todopoderosa, capaz de derribar todas las barreras y de sobreponerse a todas las dificultades. Conceba el liderazgo como equivalente a la voluntad; como afirmaba en Mein Kampf: El prerrequisito para la creacin de una forma organizacional eficaz es y seguir siendo el hombre necesario para liderarla [...] El liderazgo requiere voluntad y habilidad, y debe concederse mayor importancia a la voluntad y a la energa que a la inteligencia como tal; la ms valiosa combinacin es: habilidad, determinacin y perseverancia.11 Ese culto a la voluntad le llev en numerosas ocasiones a superar situaciones difciles y a imponerse sobre los acontecimientos, y no hay duda de que ella fue un ingrediente clave de sus xitos. Para el general Guderian: La ms resaltante cualidad de Hitler era su fuerza de voluntad. Con su ejercicio, llevaba a los hombres a seguirle; 12 no obstante, al exagerar el poder de su voluntad, Hitler la convirti en un mito que finalmente le envolvi junto a los hombres que le seguan. An en mayo de 1943, despus de la derrota de Stalingrado, Goebbels anotaba en su diario: El Fhrer ha manifestado su inalterable conviccin de que nuestro Reich se aduear de toda Europa. Tendremos todava que realizar muchas batallas, pero obtendremos sin duda maravillosas victorias. Ellas nos abrirn el camino hacia la dominacin del mundo, pues el que domine Europa asumir por consiguiente el liderazgo mundial.13 Confiado en su voluntad, Hitler se negaba a aceptar los hechos, descartaba la evidencia objetiva y cerraba sus odos a cualquier opinin que9 10 11 12 13

A. J. P. Taylor, p. 199. Bullock, p. 385. Adolfo Hitler, Mein Kampf. London: Hutchinson, 1974, p. 317. General Heinz Guderian, Panzer Leader. London: Futura, 1977, p. 431. L. P. Lochner, ed., The Goebbelss Diaries. New York: Award Books, 1974, p. 403.

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no coincidiese con su propio punto de vista. En diciembre de 1942, ante la posibilidad de que el Sexto Ejrcito alemn en Stalingrado fuese completamente cercado por las tropas soviticas, Hitler deca a Zeitzier, jefe del Estado Mayor: Stalingrado debe simplemente ser sostenido; debe serlo, es una posicin clave. Veinticuatro horas ms tarde, luego de recibir las garantas de Goering de que al Sexto Ejrcito se le suministrara todo lo necesario desde el aire, manifestaba: Entonces, hay que sostenerse en Stalingrado! No tiene sentido seguir hablando de que el Sexto Ejrcito puede romper el cerco ruso... Stalingrado debe ser sostenido!.14 De nada vala que sus asesores militares le sealasen el carcter quimrico de las promesas de Goering, la grave amenaza que se cerna sobre el Sexto Ejrcito, el agotamiento que embargaba a las tropas, la carencia de alimentos y municiones, y que le indicasen que la nica alternativa para evitar el desastre era permitir al Sexto Ejrcito que intentase romper el cerco y escapar. Para Hitler lo importante era la decisin de defender la posicin, la voluntad de mantenerla: el fanatismo se impondra sobre la realidad. Muchos autores han relatado la atmsfera de pesadilla que imperaba en el refugio de Hitler en Berln, bajo las ruinas de la Cancillera, durante los ltimos das de existencia del Tercer Reich y su mximo lder. En la sala de trabajo, rodeado de sus ms cercanos colaboradores, y bajo el caoneo de las tropas soviticas que se cernan masivamente sobre Berln, Hitler estudiaba los mapas, daba rdenes a ejrcitos que haban dejado de existir, planificaba contraofensivas con divisiones que slo vivan en el papel, enumeraba tanques y aviones que yacan humeantes a todo lo largo de su Reich. La fantasa y las ilusiones se hicieron dueas absolutas del jefe nazi en la agona de su carrera. Al igual que Bismarck, Hitler insista en identificar su voluntad con el significado de los acontecimientos, pero las diferencias entre ambos estadistas eran cruciales. Como agudamente lo ha apuntado Kissinger en sus Reflexiones sobre Bismarck, este ltimo comprendi siempre los requisitos del xito, pero nunca tuvo la plena seguridad de si deba emprender su tarea con cierto sentido de respeto hacia la limitacin de la naturaleza humana [...] un estadista que no deja margen para lo imprevisto en la historia puede hipotecar el futuro de su pas.15 Bismarck tendi alCitado por Joseph Peter Stern, Hitler: The Fhrer and the People. London: Fontana Press, 1975. Henry A. Kissinger, The White Revolutionary: Reflections on Bismarck, Daedalus, 97, Summer 1968, p. 893.14 15

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autocontrol en el ejercicio del poder, deslumbrado ante las exigencias de su tarea y las potencialidades de la maniobra poltica, y a veces ensimismado en el manejo de las tcnicas del gobernante. Bismarck fue capaz de preservar cierto sentido de reverencia ante las limitaciones de la naturaleza humana; Hitler, por el contrario, concibi siempre su autoafirmacin como la ruptura de todos los lmites. La Nmesis del poder escribe Kissinger reside en que el confiar en l, excepto en manos de un maestro, tiende ms a provocar una contienda armada que el autodominio.16 Bismarck crea que una evaluacin correcta del poder como medio desembocaba en una doctrina de autolimitacin; Hitler exaltaba el poder hasta el paroxismo, y el poder mismo era su doctrina. El general Von Manstein, tal vez el ms eficiente de los generales al servicio de Hitler, escribi:Hitler era un hombre que slo reconoca el principio de la lucha extrema y brutal. Su pensamiento estaba gobernado por la imagen de grandes masas de soldados enemigos desangrndose ante nosotros, y no por la imagen del elegante espadachn que sabe en ocasiones apartarse, para luego dar una limpia estocada con mayor seguridad. Al concepto del arte de la guerra, Hitler opuso el de la fuerza ms cruda, y la idea de que la efectividad de esa fuerza estaba garantizada por la voluntad que la impulsaba.17

Despus de haber ejercido hbilmente ese arte, Hitler se deshizo de la destreza poltica, arroj por la borda todo sentido de los lmites de la accin, y dio rienda suelta a su culto por la fuerza. Sus compromisos ideolgicos, que ms bien cabra llamar dogmas, sobre las razas inferiores, la superioridad aria, etc., ahogaron su magia; por ltimo, sucumbi en la Nmesis del poder. Ver en Hitler simplemente a un sicpata y un paranoico sera pasar por alto el hecho de que por muchos aos, desde los comienzos de su carrera poltica hasta las postrimeras de la guerra, fue capaz en mltiples ocasiones de actuar basndose en evaluaciones objetivas y racionales de muy diversas situaciones. Ciertamente, como seala Speer, los ge16 17

Ibid., p. 922. Citado por Stern, p. 223.

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nerales en particular no estuvieron sobrecogidos por una fuerza desptica durante toda una dcada; ellos obedecan a una personalidad impactante, capaz de argumentar con coherencia.18 En Hitler coexistan un poltico y un aventurero; al final de su carrera, el aventurero se sobrepuso al poltico, sus obsesiones ideolgicas y sus fantasas le envolvieron y cometi graves errores que eventualmente le condenaron. Tal vez esos errores fueron, sin embargo, los de un jugador que sabe que est apostando el todo por el todo en una aventura ilimitada.

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El programa poltico de Hitler

El programa de Hitler en materia de poltica exterior fue la combinacin de un conjunto de postulados ideolgicos, la mayora de los cuales se definieron desde los inicios de su carrera, as como de una serie de conclusiones extradas del contexto poltico-diplomtico europeo en los aos 1920 y 1930. Hitler comenz como un discpulo ideolgico del movimiento pangermnico, del cual adquiri varias ideas bsicas que determinaron decisivamente su perspectiva poltica. En primer lugar, Hitler comparta los principios del socialdarwinismo decimonnico, segn los cuales la vida humana es una lucha constante por la supervivencia de los ms aptos. En segundo lugar, Hitler consideraba la raza como el factor primario en la historia. Finalmente, estaba convencido de que Alemania era un pas peligrosamente sobrepoblado que requera mayores territorios para su supervivencia. De la combinacin de estos elementos, Hitler produjo una visin de las relaciones internacionales dominada por la lucha entre varias naciones para posesionarse de cantidades limitadas de tierras y recursos. La funcin de la poltica exterior alemana deba ser entonces asegurar que ese pas pudiese conducir el combate por su supervivencia desde la posicin estratgica ms favorable posible. Sintetizando todo esto, Hitler escribi en su Segundo Libro: Si la poltica es la historia realizndose, y la historia es el escenario de la lucha entre hombres y naciones porSpeer, Spandau..., p. 53.

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la autopreservacin y permanencia, la poltica es en verdad la ejecucin del combate de una nacin por su existencia.19 En 1919 el programa bsico de Hitler, quien apenas comenzaba su vida poltica, coincida con el movimiento nacionalista pangermnico, cuyos objetivos concretos: revisin del Tratado de Versalles, unificacin de todos los alemanes en un solo Reich y la adquisicin de territorios mediante conquista de colonias fuera de Europa, Hitler comparta. El programa del partido nazi en 1920 recoga estos puntos, y la evidencia sugiere que para aquella poca Hitler, al igual que los pangermnicos, consideraba a Gran Bretaa y Francia, y no a Rusia, como los principales enemigos de Alemania.20 Segn qued demostrado por acontecimientos posteriores, Hitler estaba dispuesto a ser flexible en cuanto a los medios necesarios para llevar a cabo ese programa. Sobre todo, Hitler estaba consciente de que Alemania necesitara la colaboracin de aliados poderosos para enfrentarse a Francia y Gran Bretaa, los dos principales protectores del statu quo. Italia por s sola no poda aportar la ayuda requerida; el imperio austraco se haba derrumbado, slo restaba otro gran poder, tambin inconforme y aislado: Rusia. Al comienzo de su carrera, y aunque ahora pueda parecer extrao, Hitler no se haba opuesto a una alianza con la nueva Unin Sovitica, y lleg a manifestar en algunos de sus primeros discursos que sa debi haber sido la poltica del gobierno alemn de la preguerra con respecto a Rusia. A partir de 1919, sin embargo, viejos prejuicios y la influencia de idelogos como Alfred Rosenberg se combinaron para convencer al lder nazi de que la Revolucin Rusa haba sido la obra de los judos, y que de hecho los bolcheviques eran judos. En un discurso pronunciado en julio de 1920, Hitler expres que una alianza entre Rusia y Alemania slo podra producirse si los judos son derribados; de tal manera que Hitler dejaba abierta la posibilidad de la alianza, sobre todo en vista de la precariedad que entonces caracterizaba al rgimen bolchevique; mas si ese rgimen se estabilizaba, todas las puertas de unin quedaran cerradas. Por qu Hitler aceptaba en forma tan ligera la identificacin de judos y bolcheviques? En parte debido a que tal conexin se ajustaba a su proyecto de expandir el podero alemn hacia el este de Europa; aque19 20

Adolfo Hitler, Hitlers Secret Book. New York: Grove Press, 1961, p. 7. J. Noakes y G. Pridham, eds., Documents on Nazism, 1919-1945. London: Jonathan Cape, 1974, p. 497.

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llos que deseaban marchar contra los eslavos y tomar sus tierras podan ahora hacer causa comn con los que queran exterminar a los judos. Por otra parte, esa identificacin responda a uno de los principios clave de su tcnica propagandstica, que consista en simplificar al mximo el mensaje poltico y dirigir el odio de las masas hacia un solo objetivo. Desde luego, el antisemitismo de Hitler no era meramente asunto de fro clculo poltico; l fue vctima de su propia propaganda enraizada en poderosos y profundos prejuicios antisemitas, antieslavos y antimarxistas. De no haber sido as, Hitler habra conducido la guerra como un jefe que acta racionalmente sobre la base de apreciaciones de costos y beneficios y no hubiese, por ejemplo, utilizado recursos que eran urgentemente necesarios para hacer la guerra en la ejecucin de sus incalificables designios contra los judos europeos. Por encima de todo, como lo plantea Robert Cecil, Hitler no hubiese atacado Rusia tan despectivamente y con tan exageradas expectativas de rpida victoria. Implcita en su identificacin de judos y bolcheviques se hallaba la suposicin de que los defectos que Hitler atribua a los primeros, en especial la incapacidad de crear y mantener un Estado, se aplicaban tambin a los segundos.21 Si los bolcheviques eran judos, y los judos no podan construir un Estado, entonces el rgimen bolchevique estaba maduro para la desintegracin y sucumbira prontamente bajo el podero nazi. El peor error de Hitler, su invasin a la urss, estuvo motivado por ese prejuicio. La ocupacin francesa de la zona del Ruhr en 1923 cre una nueva situacin diplomtica que Hitler no tard en percibir. La gran oposicin que este evento suscit en Gran Bretaa convenci a Hitler de que se estaba produciendo un viraje crucial en la poltica de ese pas hacia Francia, derivado del temor a una posible hegemona francesa en el continente. A raz de esto, Hitler concibi la alternativa de una alianza entre Alemania y Gran Bretaa contra Francia. No obstante, tal posibilidad introduca un importante cambio en el esquema original de Hitler, ya que Alemania no podra obtener una alianza con la Gran Bretaa si al mismo tiempo trataba de conquistar colonias en Asia o frica, perturbando as la estabilidad del Imperio britnico. En 1924, en prisin, Hitler resolvi el dilema mediante un programa de poltica exterior que reconciliaba las supuestas necesidades de expansin alemanas y conquista de espacio vital (Lebensraum) con la renunRobert Cecil, Hitlers Decision to Invade Russia. London: Davis-Poyntern, 1975, p. 32.21

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cia a la adquisicin de colonias de ultramar, a objeto de evitar un conflicto con Gran Bretaa. La solucin hitleriana consista en buscar ese espacio vital en el propio continente europeo, hacia el Este, y concretamente en Rusia donde ya el rgimen bolchevique se haba hecho ms slido. Como expres en Mein Kampf, donde expuso con nitidez ese programa:Para Alemania, la nica posibilidad de llevar a cabo una sana poltica territorial descansa en la adquisicin de nuevas tierras en el propio continente europeo [...] Si hablamos hoy de tierra en Europa, debemos tener en mente ante todo a Rusia y sus estados vasallos [...] El gigante imperio en el Este est maduro para el colapso, y el fin de la dominacin juda en Rusia ser tambin el fin de Rusia como Estado. 22

Al dirigir sus planes de conquista hacia el Este, hacia la gran masa continental ocupada primordialmente por la urss, Hitler esperaba evitar la situacin de una guerra en dos frentes que vivi Alemania durante la Primera Guerra Mundial. El gobierno del kiser Guillermo II haba intentado proseguir simultneamente una poltica colonial contra Gran Bretaa y una poltica continental contra Francia y Rusia, lo cual le condujo al fracaso. Hitler planteaba una solucin que a sus ojos pareca ptima, pues combinaba consideraciones de poder, basadas en clculos realistas (evitar una guerra en dos frentes), con elementos ideolgicos sintetizados en la cruzada antibolchevique. En su Segundo libro o Libro secreto de 1928, Hitler reiter el programa delineado en Mein Kampf e introdujo dos nuevas perspectivas. En primer lugar, dio nfasis al problema representado por Francia como seguro adversario de las ambiciones alemanas, y se refiri a la amenaza estratgica planteada por el sistema de alianzas francs en Europa oriental. Con relacin a Polonia y Checoslovaquia, Hitler concluy que, gracias a esos aliados, Francia estaba en posicin de amenazar con aviones casi todo el territorio de Alemania, apenas una hora despus de que estalle un conflicto.23 En segundo lugar, Hitler atac enrgicamente el argumento segn el cual la Gran Bretaa, siguiendo su poltica tradicional de preservar el balance de poder en Europa, se opondra a las pretensio22 23

Hitler, Mein Kampf, pp. 128, 598. Hitler, Hitlers Secret Book, p. 127.

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nes de hegemona continental de Alemania. Segn Hitler este argumento era incorrecto; Gran Bretaa no se opondra a la expansin alemana en Europa en tanto el Reich se abstuviese de amenazar en forma directa al Imperio britnico. Si Inglaterra permanece fiel a sus verdaderos intereses polticos mundiales, sus oponentes en Europa sern Francia y Rusia, pues son stos los pases que amenazan su posicin imperial, as como en el futuro y en otras partes del mundo lo har la Unin Americana [Estados Unidos].24 Hitler era un experto en detectar debilidades en el carcter de sus enemigos, pero careca de iguales dotes para apreciar la fortaleza moral y poltica de sus adversarios. Los lderes nazis eran incapaces de percibir la repugnancia moral que sus conquistas producan en el mundo exterior, as como la profunda reaccin de rechazo que sus polticas suscitaron por ejemplo en Gran Bretaa, sobre todo a partir de 1938. La decisin britnica de combatir a Hitler no result tan slo de consideraciones de poder, sino tambin y fundamentalmente de una honda conviccin moral y poltica que se enfrentaba a la naturaleza esencialmente destructiva y nihilista del credo nazi. De los argumentos e intenciones anunciados por Hitler en sus libros y discursos se desprende un programa poltico dividido en cinco etapas, que eran las siguientes: 1) Eliminacin de las restricciones impuestas al rearme alemn por el Tratado de Versalles. Esta meta constitua una medida indispensable para edificar el instrumento militar que permitira a Hitler llevar a cabo sus proyectos de conquista. 2) Destruccin del sistema de alianzas francs en Europa oriental, mediante el cual Francia intentaba mantener rodeada a Alemania. 3) Confrontacin con Francia y su derrota, lo que asegurara la frontera occidental de Alemania y abrira las puertas al siguiente paso: conquista de espacio vital hacia el Este. 4) Conquista y sumisin de Rusia. Esta era la etapa decisiva del programa poltico de Hitler: la obtencin del espacio vital que el lder nazi consideraba absolutamente necesario para la supervivencia de Alemania. 5) La etapa final de su plan de dominio fue slo superficialmente esbozada por Hitler en diversas ocasiones; su imaginacin proyectaba a Alemania explotando los recursos conquistados en Rusia y fortalecindose para luego expandirse fuera de Europa, bien en pugna con Gran Bretaa o preferiblemente en alianza provisional con los britnicos contra EstadosIbid., p. 149.24

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Unidos. La lgica inherente de la ideologa nazi implicaba que la meta final sera el dominio del mundo por parte de la raza superior, mas Hitler no lleg a detallar sus planes para el logro de ese ltimo objetivo. Los objetivos del programa poltico de Hitler, en especial su meta de conquista de espacio vital en Rusia, permanecieron firmes durante toda su carrera, pero los medios empleados por Hitler para realizar su programa se caracterizaron por su gran flexibilidad y elasticidad. Esta disparidad entre la solidez de los fines y la flexibilidad de los medios ha trado como consecuencia que algunos historiadores hayan cuestionado el valor de los libros y pronunciamientos de Hitler como guas para determinar en qu consistan realmente sus proyectos de poltica exterior. Se ha dicho, por ejemplo, que Mein Kampf no proporciona lineamientos especficos para las acciones diplomticas de Hitler entre 1933 y el comienzo de la guerra (1939), las cuales de hecho le condujeron a acordar un pacto de no agresin con la urss y a una guerra contra la Gran Bretaa, un poder que Hitler haba considerado como aliado potencial. Autores como A. J. P. Taylor han calificado los proyectos de conquista y dominacin como