ANDRÉS COINDRE FUNDADOR DE LA PROVIDENCIA DE SAN …

4
1 ANDRÉS COINDRE FUNDADOR DE LA PROVIDENCIA DE SAN BRUNO (Segunda parte) Después de haber considerado en la primera parte de este estudio el encuentro del Padre Andrés Coindre con las dos niñas y la fundación de la Providencia de San Bruno en la Reseña histórica del Padre Bissardon y en la tradición de las Hermanas de San José, en esta segunda parte recordaré algunas versiones y breves relatos en la tradición de las Hermanas de Jesús-María y en la tradición de los Hermanos del Sagrado Corazón. En la tercera parte consideraré la evolución de la Providencia de San Bruno de 1953 a 2004 y la situación de uno de los establecimientos de la Asociación de Gestión de la Providencia de San Bruno en la actualidad. La Providencia de San Bruno en la tradición de las Hermanas de Jesús-María El Padre Andrés Coindre (1787-1826) fundó la Congregación de las Hermanas de Jesús-María el 31 de julio de 1818. Ese día, convocó a siete miembros de la Asociación de la Pía Unión del Sagrado Corazón de Jesús (que él mismo había fundado el 31 de julio de 1816) y a cinco amigas de Claudina Thévenet para una reunión en la capilla de los Retiros de la iglesia de San Bruno de Lyon. Tenía que hablarles “de un asunto importante para la mayor gloria de Dios”. Andrés Coindre habló “con la autoridad y decisión que revelan la inspiración del Cielo”. Declaró al grupo de las asociadas: “Es preciso que, sin dudas ni vacilaciones, os reunáis en comunidad. El fin principal por el que debéis esforzaros en adelante, para la mayor gloria de Dios, es vuestra santificación y la educación cristiana de las jóvenes de todas las clases de la sociedad”. Después de explicarles su proyecto, añadió: “Dios ha ido preparando los caminos y ha señalado a Claudina Thévenet para llevar adelante la empresa. Claudina cayó de rodillas y pareció abrumada, pero el Padre Coindre le dijo con decisión: “El Cielo la ha elegido; responda con fidelidad al llamamiento divino. En esta última frase tenemos el gesto fundador del Padre Andrés Coindre. Claudina Thévenet fue la primera Superiora general de la Congregación de las Hermanas de Jesús- María. En religión recibió el nombre de María de San Ignacio. Claudina Thévenet (1774-1837) no dejó nada escrito sobre el encuentro del Padre Andrés Coindre con las dos niñas y la fundación de la Providencia de San Bruno. Las primeras Hermanas de Jesús-María no mencionaron nada del evento ni en el manuscrito llamado Memorial sobre la Historia de la Congregación de las Hermanas de Jesús-María de 1818 a 1852, ni en La Historia de la Congregación de las Religiosas de Jesús-María publicada en 1896. En La Vida de la Madre María de San Ignacio Thévenet, escrita por Monseñor Fourier Bonnard, publicada en 1947, en las páginas 44-46, bajo el enunciado Las huerfanitas del pórtico de San Nizier, leemos: Una tarde de invierno, un nuevo Misionero de los Cartujos y coadjutor de San Bruno, el Padre Andrés Coindre, pasando por delante de la iglesia de San Nizier, vio a dos niñas pequeñas acurrucadas en el pórtico, vestidas de harapos, hambrientas, temblando de frío: la mayor tendría unos cuatro años, la menor sólo tres. El fervoroso misionero cogió de la mano a la mayorcita y cargó en sus brazos a la pequeña. Pero, ¿qué hacer con ellas? ¿A quién las podía confiar?. Este párrafo y el resto del relato de Monseñor Fourier Bonnard se separan bastante del relato del Padre Bissardon e introducen connotaciones ficticias o noveladas. En la obra Al servicio de la Infancia, Claudine Thévenet, escrita por Monseñor Cristiani, publicada en 1961, en las páginas 38 y 39, bajo el enunciado “Una Providencia”, leemos: Andrés Coindre encontró junto a San Nizier a dos niñas abandonadas. Tenían tres o cuatro años como mucho. Vestidas de harapos, tiritaban bajo el pórtico de la iglesia, pues era invierno. El Padre Coindre tomó a una de ellas en sus brazos y a la otra de la mano. ¿A quién confiarlas?. Este párrafo y el resto del relato de Monseñor Cristiani se alejan del relato del Padre Bissardon y siguen en gran medida el relato de Monseñor Fourier Bonnard con bastantes matices ficticios o novelados.

Transcript of ANDRÉS COINDRE FUNDADOR DE LA PROVIDENCIA DE SAN …

1

ANDRÉS COINDRE FUNDADOR DE LA PROVIDENCIA DE SAN BRUNO

(Segunda parte)

Después de haber considerado en la primera parte de este estudio el encuentro del Padre Andrés Coindre con las dos niñas y la fundación de la Providencia de San Bruno en la Reseña histórica del Padre Bissardon y en la tradición de las Hermanas de San José, en esta segunda parte recordaré algunas versiones y breves relatos en la tradición de las Hermanas de Jesús-María y en la tradición de los Hermanos del Sagrado Corazón. En la tercera parte consideraré la evolución de la Providencia de San Bruno de 1953 a 2004 y la situación de uno de los establecimientos de la Asociación de Gestión de la Providencia de San Bruno en la actualidad.

La Providencia de San Bruno en la tradición de las Hermanas de Jesús-María

El Padre Andrés Coindre (1787-1826) fundó la Congregación de las Hermanas de Jesús-María el 31 de julio de 1818. Ese día, convocó a siete miembros de la Asociación de la Pía Unión del Sagrado Corazón de Jesús (que él mismo había fundado el 31 de julio de 1816) y a cinco amigas de Claudina Thévenet para una reunión en la capilla de los Retiros de la iglesia de San Bruno de Lyon. Tenía que hablarles “de un asunto importante para la

mayor gloria de Dios”. Andrés Coindre habló “con la autoridad y decisión que revelan la inspiración del Cielo”. Declaró al grupo de las asociadas: “Es preciso que, sin dudas ni vacilaciones, os reunáis en comunidad. El fin principal por el que debéis esforzaros en adelante, para la mayor gloria de Dios, es vuestra santificación y la educación cristiana de las jóvenes de todas las clases de la sociedad”. Después de explicarles su proyecto, añadió: “Dios ha ido preparando los caminos y ha señalado a Claudina Thévenet para llevar adelante la empresa”. Claudina cayó de rodillas y pareció abrumada, pero el Padre Coindre le dijo con decisión: “El Cielo la ha elegido; responda con fidelidad al llamamiento divino”. En esta última frase tenemos el gesto fundador del Padre Andrés

Coindre. Claudina Thévenet fue la primera Superiora general de la Congregación de las Hermanas de Jesús-María. En religión recibió el nombre de María de San Ignacio.

Claudina Thévenet (1774-1837) no dejó nada escrito sobre el encuentro del Padre Andrés Coindre con las dos niñas y la fundación de la Providencia de San Bruno. Las primeras Hermanas de Jesús-María no mencionaron nada del evento ni en el manuscrito llamado Memorial sobre la Historia de la Congregación de

las Hermanas de Jesús-María de 1818 a 1852, ni en La Historia de la Congregación de las Religiosas de Jesús-María publicada en 1896.

En La Vida de la Madre María de San Ignacio Thévenet, escrita por Monseñor Fourier Bonnard, publicada en 1947, en las páginas 44-46, bajo el enunciado “Las huerfanitas del pórtico de San Nizier”, leemos: “Una tarde de invierno, un nuevo Misionero de los Cartujos y coadjutor de San Bruno, el Padre Andrés Coindre, pasando por delante de la iglesia de San Nizier, vio a dos niñas pequeñas acurrucadas en el pórtico, vestidas de harapos, hambrientas, temblando de frío: la mayor tendría unos cuatro años, la menor sólo tres. El fervoroso misionero cogió de la mano a la mayorcita y cargó en sus brazos a la

pequeña. Pero, ¿qué hacer con ellas? ¿A quién las podía confiar?”. Este párrafo y el resto del relato de Monseñor Fourier Bonnard se separan bastante del relato del Padre Bissardon e introducen connotaciones ficticias o noveladas.

En la obra Al servicio de la Infancia, Claudine Thévenet, escrita por Monseñor Cristiani, publicada en 1961, en las páginas 38 y 39, bajo el enunciado “Una Providencia”, leemos: “Andrés Coindre encontró junto a San Nizier a dos niñas abandonadas. Tenían tres o cuatro años como mucho. Vestidas de harapos, tiritaban bajo el pórtico de la iglesia, pues era invierno. El Padre Coindre tomó a una de ellas en sus brazos y a la otra de la mano. ¿A quién confiarlas?”. Este párrafo y el resto del relato de Monseñor Cristiani se alejan del relato del Padre Bissardon y siguen en gran medida el relato de Monseñor Fourier Bonnard con bastantes matices ficticios o novelados.

2

En el libro De aquella noche en Pierres-Plantées escrito por la Hermana Gabriela María Montesinos, publicado en 1971, en las páginas 146-148, bajo el enunciado “Encuentro providencial” encontramos una nueva versión del encuentro del Padre Andrés Coindre con las dos niñas y la fundación de la Providencia de San Bruno. Trataré de hacer un breve análisis de este relato, pero antes citaré una parte del texto de la Hermana Gabriela María:

Pocos días después de su instalación en la Cartuja, una tarde de invierno, pasando por delante de la iglesia de San Nizier, el Padre Coindre vio a dos niñas cubiertas de harapos, hambrientas y temblando de frío, acurrucadas en el pórtico: la mayor podría tener cuatro años, la menor apenas tres. El fervoroso sacerdote se detuvo, habló con las niñas; adivinó, a través de sus respuestas, la triste historia de su breve existencia y el total abandono en el que se encontraban.

Tomó de la mano a la mayorcita y, cargando en sus brazos a la pequeña, emprendió la subida de la Grande-Côte. Siguió su camino con dirección a la Cartuja, preocupado por los problemas que aquellas dos niñas le planteaban. Antes de entrar en su residencia, dejó momentáneamente a las niñas en la celda del ángulo oriental del claustro de la Cartuja, pidiendo que les dieran de comer. Las Hermanas de San José habían instalado allí un pequeño taller de costura.

El Padre Coindre fue a dar cuenta de su aventura al párroco Simón Gagneur y a pedirle consejo. El párroco, buen conocedor de su parroquia, no titubeó un instante: le indicó que se dirigiera a la calle Masson n° 6 y expusiera el caso a la Señorita Thévenet, persona de posición acomodada, corazón de madre y alma de todas las buenas obras de la parroquia.

El joven misionero no perdió el tiempo. Glady [Claudina Thévenet], conmovida hasta derramar lágrimas a la vista de aquellas dos pobres criaturas, se hizo cargo de ellas inmediatamente. Dedicó la tarde a cuidarlas, vestirlas, acondicionarlas lo mejor posible. Los tres: el párroco, el misionero y Glady vieron en lo sucedido como una indicación de la voluntad de Dios.

Pero urge tomar una decisión. Glady no puede tener a las niñas en su casa. Piensa en su amiga María Chirat que vive con Adela Dupérier en la tercera celda meridional del claustro, cerca del taller de las Hermanas de San José. No pierde el tiempo. Se va con “sus pequeñas”, ya lavadas y vestidas con ropas de sus sobrinos; deja momentáneamente a las niñas con las Hermanas; explica el caso a María Chirat, y ésta no duda en dejar libre una de las dos plantas que tiene en su casa para instalar a las dos niñas. Las dos niñas encontradas por el Padre Coindre se trasladaron aquel mismo día a la casa de la buenísima María Chirat; algunos días después las niñas eran ya siete. Se había fundado una Providencia.

La Hermana Gabriela María Montesinos se aleja algo del relato del Padre Bissardon, única fuente que tenemos de los acontecimientos, introduciendo algunos eventos ficticios o novelados sin indicar ninguna fuente. Pero al leer su relato uno queda como seducido por la precisión de sus puntualizaciones.

La Hermana Gabriela María sitúa el encuentro del Padre Coindre con las dos niñas en el pórtico de la iglesia de San Nizier, siguiendo a otros autores anteriores. Pero el Padre Bissardon nos dice sencillamente: “El Padre Coindre trajo de Lyon a dos niñas sin padres, sin casa, recogidas literalmente en la calle”.

La Hermana Montesinos nos da bastantes detalles destinados a conmover. Manifiesta una gran destreza para presentar los hechos, pero acentúa demasiado el aspecto visual: “Tomó de la mano a la mayorcita y, cargando en sus brazos a la pequeña, emprendió la subida de la Grande-Côte”. Sugiere los sentimientos del Padre Coindre: “Siguió su camino con dirección a la Cartuja, preocupado por los problemas que aquellas dos niñas le planteaban”. Hace comentarios sobre los sentimientos de Claudina Thévenet: “Conmovida hasta derramar lágrimas a la vista de aquellas dos pobres criaturas, se hizo cargo de ellas inmediatamente”.

La Hermana Gabriela María, aunque en algunas de sus expresiones se sale del contexto histórico, atribuyendo a Claudina Thévenet algunas iniciativas o gestos que según el Padre Bissardon se deben al Padre Andrés Coindre, nos presenta una versión bastante equilibrada de los hechos y nos cautiva por la precisión de sus aclaraciones.

3

En la obra Si el grano no muere, escrita por la Hermana Laurentina Chiasson, publicada en 1981, sobre todo en las páginas 35 y 36, tenemos una nueva versión del episodio en la que la autora sugiere la ternura y la compasión del Padre Andrés Coindre: “Se acerca. Les habla con ternura. Se conmueve profundamente. Se inclina con cariño hacia las niñas”:

Una tarde, un joven sacerdote, Misionero de los Cartujos y nuevo coadjutor de San Bruno, al pasar delante de la iglesia de San Nizier, ve una sombra bajo el porche. Alguien llora. Se acerca. Dos pobres niñas acurrucadas en un rincón, muertas de hambre, intentan resguardarse del frío. Las niñas no se atreven a levantar la cabeza. El Padre Coindre les habla con ternura y logra adivinar que han sido abandonadas por sus padres. ¿Qué hacer con dos niñas de tres y cuatro años? En aquellos ojos inocentes brilla un destello de confianza y a la vez de súplica. Ante esa llamada silenciosa, el joven sacerdote se conmueve profundamente. ¡Tiene que ayudarles! No puede dejar morir ahí a esas dos criaturas indefensas. La Biblia nos dice en el libro de Tobías: “No vuelvas nunca tu rostro a un pobre y Dios no te volverá el suyo”. Lleno de confianza en Dios Padre, se inclina con cariño hacia las niñas, coge en sus brazos a la más pequeña y a la otra de la mano, decidido a conseguirles protección. Se dirige al párroco para pedirle consejo. El párroco Gagneur, que conoce bien a su comunidad cristiana, le sugiere, sin dudar, que llame al nº 6 de la calle Masson, donde vive Claudina Thévenet: una persona de buena posición, con un corazón lleno de ternura, y fiel colaboradora de todas las obras de la parroquia.

La Providencia de San Bruno en la tradición de los Hermanos del Sagrado Corazón

En el siglo XIX, encontramos muy poco lugar en nuestros escritos históricos sobre el encuentro del Padre Andrés Coindre con las dos niñas y la fundación la Providencia de San Bruno.

En la primera Vida del Padre Andrés Coindre, Fundador de la Congregación de los Hermanos del Sagrado Corazón, publicada en 1888, los Hermanos Eugène (Henri Bardol, 1825-1917) y Daniel (Jean Poble, 1826-1897) se limitan a decir: “El Padre Coindre quiso también ocuparse del destino de las chicas pobres y abandonadas. Conocía los peligros a los que estaban expuestas. No podía dejar de ocuparse activamente en proporcionarles un hospicio y ayuda. Su inagotable caridad sabrá confiarlas a almas generosas, dispuestas a todos los sacrificios”.

El Hermano Basilien (Barthélemy Couderc, 1862-1946), en su breve Biografía del Padre Coindre, que encontramos en el Anuario nº 4 de nuestro Instituto, y en su obra Un siglo de vida religiosa y de educación cristiana, escrito con ocasión del Centenario de la fundación de nuestra congregación, en 1921, no va mucho más allá de lo que nos señalan los Hermanos Eugène y Daniel. Se conforma con decir: “El Padre Coindre también pensó en las niñas abandonadas, en las huerfanitas sometidas a la tortura de la pobreza y expuestas a la corrupción de las grandes ciudades”.

En el libro Los Hermanos del Sagrado Corazón, Reseña histórica del Instituto, 1821-1956, publicado en 1956, el Hermano Stanislas (Rolland Roux, 1898-1980) es poco explicito con respecto a la fundación de la Providencia de San Bruno: “El Padre Coindre reunió algunas chicas en una antigua celda de los Cartujos, cerca de la iglesia de San Bruno, y las confió a las señoritas de la Pía Unión del Sagrado Corazón de Jesús, que él mismo había fundado”. Dieciséis años más tarde, en Superiores generales, 1821-1859, publicado en 1972, hizo solamente unas ligeras modificaciones a su breve texto anterior: “El Padre Coindre recogió algunas huérfanas en una antigua celda de los Cartujos, y pidió a su Pía Unión que se ocupara del mantenimiento. Como estas señoritas no podían ocuparse a tiempo completo, obtuvo los servicios de las Hermanas de San José”.

El Hermano René Sanctorum (1940-…), en el Cuaderno de trabajo nº 5, el Padre Coindre, personalidad e intuiciones apostólicas, publicado en 1986, reproduce la versión de la Hermana Gabriela María. Un año más tarde, en Una gran figura de la Iglesia de Lyon: Andrés Coindre, 1787-1826, evoca brevemente el episodio de la Providencia de San Bruno, siguiendo la misma versión. En su escrito de octubre de 2020, La vida interior de Andrés Coindre, aludiendo al episodio del Padre Coindre y las dos niñas, hace una buena reflexión: “El episodio de las dos niñas abandonas en el centro de la ciudad de Lyon, de las que se hace cargo como por reflejo, me parece particularmente significativo. ¿Cuántos pasaron por allí sin reaccionar? ¿Por qué él, el predicador, lo

4

hizo? Después de todo, no era asunto suyo: a cada uno lo suyo. ¿Por qué? Porque tenía la compasión asociada a su cuerpo y a su corazón. Su reacción no se quedó en el plano epidérmico y transitorio, sino que se transformó en un gesto de solidaridad que le llevó a actuar, que puso en juego, inmediatamente, su responsabilidad: ¿qué puedo hacer?”.

El antiguo Hermano francés Daniel Picot (1943-…) dejó la congregación en 1969 y se trasladó a Canadá. En Montreal siguió vinculado a los Hermanos como miembro asociado y animador del grupo de asociados. En su artículo dactilografiado Cinco minutos para sembrar dos siglos de generosidad, escrito en 1994, tenemos una versión del encuentro del Padre Coindre con las dos niñas en la que mezcla lo real y lo imaginario, los elementos históricos y los novelados, pero con destreza y originalidad. Cito algunos de sus párrafos:

Una tarde de invierno, dos niñas harapientas, sucias, hambrientas se acurrucaban una contra otra en el rincón del pórtico de una iglesia. La mayor podía tener cuatro años, la pequeña menos de tres. ¿Qué hacían allí, abandonadas al frío y a los peligros de la calle?

El Padre Coindre pasó por delante de la iglesia de San Nizier, donde había sido bautizado el 28 de febrero de 1787. ¿Qué va a hacer el joven sacerdote? ¿Va a seguir su camino sin detenerse, encerrado en una indiferencia llena de buenas excusas? No… Se detiene, se acerca. Va a informarse de la aflicción que ha presentido. Podemos imaginar un diálogo hecho de frases que vienen espontáneamente a los labios para ganarse la confianza de las niñas y no asustarlas. Era necesario que el Padre Coindre conociera si eran huérfanas o abandonadas. Después de todo, si decidía auxiliar a las niñas, ¿a quién podría confiarlas?

¿Cuántos hombres y mujeres habían pasado por delante de estas niñas sin preocuparse de su situación? El Padre Coindre podía hacer como tantos otros antes que él, seguir su camino. Podía haber considerado que la solución de este asunto no le correspondía a él. Pero Andrés Coindre no esquivó la llamada. Ya había oído y reconocido “la llamada de Dios” por medio de formas inesperadas y sorprendentes.

Tomó a la más pequeña de las niñas en sus brazos y a la otra de la mano. Aquel día la vida del Padre Coindre cambió y, con ella, la de muchas otras personas por muchos años, sin que él lo supiera todavía. Los minutos que acababa de vivir iban a engendrar dos siglos de generosidad.

Para el resto de su versión, Daniel Picot sigue un cierto paralelismo con la reseña histórica del Padre Bissardon. Pero me parece interesante reproducir aquí una de sus reflexiones: “Un servicio no viene nunca solo. La aventura había comenzado y ya no se detendrá. Pues una vez realizado su gesto, el Padre Coindre no se lavará las manos para los acontecimientos que seguirán. Durante los veinte meses siguientes, será principalmente él quien asuma los gastos de las dos primeras niñas y de otras muchas que serán acogidas sucesivamente”.

La respuesta de Andrés Coindre a una “llamada inesperada” fue un gesto fundador que tendrá múltiples ramificaciones. Pues en este caso y en otros posteriores, supo encontrar colaboradores para asegurar las obras que puso en marcha.

Todas las versiones del encuentro del Padre Coindre con las dos niñas y la fundación de la Providencia de San Bruno presentan una serie de elementos comunes. Unas privilegian más los elementos históricos, otras los imaginativos, otras los emotivos, pero todas contribuyen a la clarificación de los hechos y a valorar el gesto del Padre Andrés Coindre.

En todo caso, su “gesto profético” nos invita a estar atentos a la pobreza material y espiritual de los que nos rodean e incluso de los que viven lejos de nosotros. Muchas iniciativas tomadas en nuestra congregación a lo largo de estos últimos años nos muestran que el carisma de Andrés Coindre sigue vivo.

Hermano Jesús Ortigosa,

Lyon, 30 de septiembre de 2009.

Madrid, 11 de febrero de 2021.