Andres - Original de Imprenta

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2. EL ORIGINAL DE IMPRENTA* Pablo Andrés Escapa Elena Delgado Pascual Arantxa Domingo Malvadi José Luis Rodríguez Montederramo Real Biblioteca,Madrid E1 posible valor de este estudio, que analiza algunos aspectos del paso del manuscrito al impreso, radica en la circunstancia poco frecuente de estar basado en un amplio número de originales destinados a la imprenta. El cotejo de ese conjunto de manuscritos con los impresos que han originado permite determinar, con una considerable base documental, el grado de autonomía de un editor respecto al texto manuscrito que le es confiado. En un primer examen, nuestra tendencia fue atribuir toda variación con respecto al original a la voluntad del editor. La ausencia de contratos origi- nales que permitieran conocer lo pactado entre el autor y el responsable de editar su obra, así como las airadas protestas que los autores suelen adminis- trar en sus prólogos para quejarse de las manipulaciones que en las imprentas se hacen de sus textos, nos inclinaban a la conclusión de que el editor tenía más responsabilidad que el autor mismo en la fijación impresa de un texto. A medida que nuestro examen se hizo más minucioso, a medida, por ejemplo, que pudimos comprobar que la mano que corrige ortografía, o que sustituye una palabra por otra, o que añade una cita en el margen, o que rehace un índice es la misma que enmienda sustancialmente todo un capítulo, o que añade nueva doctrina, o que remite a diversas autoridades en la materia, llegamos a la conclusión de que los cambios atribuidos al editor en un comienzo eran, en una proporción abrumadora, responsabilidad del autor. Lo cual no invalida las célebres quejas de fray Pedro de Vega contra el torpe trabajo de los componedores que trastornaron en 1599 la Primera parte de su Decla- ración de los Siete Psalmos Penitenciales. Sus palabras ardorosas nos alertan sobre la conveniencia de que los autores se hallaran presentes en la oficina del impresor para vigilar la correcta factura de su obra. Varios de los origi- nales que se comentan en estas páginas revelan que no pocos cambios del texto "Este texto, con algunas variaciones, fue presentado en Salamanca, en octubre de1996, en el transcurso del tercer seminario sobre Historia del Libro organizado por la Fundación Duques de Soria. A los profesores Pedro M. Cátedra y Femando Bouza debemos agradecer la propuesta de esta investigación.Al profesor Francisco Rico susorientaciones para la edición de nuestro trabajo. 29

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Andrés, Pablo y Sonia Garza Merino, eds. Imprenta y crítica textual en el Siglo de Oro. Valladolid: Univ. de Valladolid, 2000.

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2. EL ORIGINAL DE IMPRENTA*

Pablo Andrés EscapaElena Delgado Pascual

Arantxa Domingo MalvadiJosé Luis Rodríguez Montederramo

Real Biblioteca,Madrid

E1 posible valor de este estudio, que analiza algunos aspectos del paso delmanuscrito al impreso, radica en la circunstancia poco frecuente de estarbasado en un amplio número de originales destinados a la imprenta. Elcotejo de ese conjunto de manuscritos con los impresos que han originadopermite determinar, con una considerable base documental, el grado deautonomía de un editor respecto al texto manuscrito que le es confiado.

En un primer examen, nuestra tendencia fue atribuir toda variación conrespecto al original a la voluntad del editor. La ausencia de contratos origi­nales que permitieran conocer lo pactado entre el autor y el responsable deeditar su obra, así como las airadas protestas que los autores suelen adminis­trar en sus prólogos para quejarse de las manipulaciones que en las imprentasse hacen de sus textos, nos inclinaban a la conclusión de que el editor teníamás responsabilidad que el autor mismo en la fijación impresa de un texto. Amedida que nuestro examen se hizo más minucioso, a medida, por ejemplo,que pudimos comprobar que la mano que corrige ortografía, o que sustituyeuna palabra por otra, o que añade una cita en el margen, o que rehace uníndice es la misma que enmienda sustancialmente todo un capítulo, o queañade nueva doctrina, o que remite a diversas autoridades en la materia,llegamos a la conclusión de que los cambios atribuidos al editor en un comienzoeran, en una proporción abrumadora, responsabilidad del autor. Lo cualno invalida las célebres quejas de fray Pedro de Vega contra el torpe trabajode los componedores que trastornaron en 1599 la Primera parte de su Decla­ración de los Siete Psalmos Penitenciales. Sus palabras ardorosas nos alertansobre la conveniencia de que los autores se hallaran presentes en la oficinadel impresor para vigilar la correcta factura de su obra. Varios de los origi­nales que se comentan en estas páginas revelan que no pocos cambios del texto

"Este texto, con algunas variaciones, fue presentado en Salamanca, en octubre de1996, en eltranscurso del tercer seminario sobre Historia del Libro organizado por la Fundación Duques deSoria. A los profesores Pedro M. Cátedra y Femando Bouza debemos agradecer la propuestade esta investigación.Al profesor Francisco Rico susorientaciones para la edición de nuestro trabajo.

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impreso con respecto al manuscrito se gestaron en ese último momento en elque las prensas estaban operando a la vez que el autor corregía pruebas, introdu­cía variaciones no sancionadas por el escribano del Consejo y hasta resolvía lacomposición de todo un índice a la vista de la paginación impresa (véase el textodel profesor Trevor J.Dadson en este mismo volumen).

Nuestro trabajo, pues, se basa en un grupo de manuscritos cuya relaciónproviene de la coincidencia en una serie característica de marcas producidaspor su manipulación en una imprenta. 1 La finalidad de este estudio es, sobretodo, práctica. Su procedimiento pasa por interpretar las marcas que losmanuscritos exhiben, cotejarlos con los impresos resultantes y, finalmente,ofrecer algunas conclusiones sobre la práctica efectiva que lleva del manus­crito al impreso. En ese procedimiento no solo consideramos las decisionesajenas al autor, sino también el seguimiento que éste hace de su obra hasta elfinal de su impresión. Limitamos nuestras conclusiones al grupo de librosestudiado, doblemente uniforme, en lo temporal y en lo legal: casi todos seimprimieron entre las tres últimas décadas del siglo XVI y la primera del XVII.En ninguno de ellos figura como titular del privilegio un editor o un librero.Advertimos esta circunstancia porque, al menos hipotéticamente, la cesióno la venta del privilegio por parte del autor podría justificar un mayor númerode manipulaciones en su obra.

o. MÉTODO

Estudiar el paso del manuscrito al impreso desde un punto de vista técnicoexige, primero, identificar el manuscrito que llega a la oficina tipográfica, y,segundo, examinar el impreso resultante tras las manipulaciones técnicas eintelectuales a que fue sometido en la oficina del impresor. Seguir las distin­tas operaciones a través de marcas externas al texto, que dejan su constanciaen el manuscrito, y el cotejo de éste con el impreso correspondiente, son losdos procedimientos básicos que nos permitirán establecer el proceso de fija­ción de un texto manuscrito en un libro impreso.

Conforme a esto, el original manuscrito constituye el punto de partida deeste estudio. Los originales que consideramos están doblemente autorizados:por una parte es decisión del autor dar ese original a la imprenta, y, por otra,una vez aprobado por el Consejo, se convierte en el ejemplar que ha decotejarse con la impresión para comprobar que "la dicha impresión está con­forme a él", como prescribe el privilegio. En estos originales un escribano decámara estampa su rúbrica en cada una de sus planas, acotando, a veces, su

' En un apartado final se ofrece su enumeración y una breve historia de su procedencia. Lasreferencias en el texto a estos originales van seguidas de un número entre corchetes que losidentifica en el inventario transcrito al final.

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caja de escritura. Las intervenciones legales dejan constancia no solo en larúbrica -en casi todos los casos del escribano Gallo de Andrada- sino tambiénen las aprobaciones.

Este original cuenta siempre con el impreso correspondiente, cuyo exa­men debe abarcar tanto el contenido como los textos preliminares. Se consi­derarán igualmente los aspectos externos al texto, desde cabeceras, tablas,colofones o paginación hasta los textos legales y las dedicatorias. Es eneste conjunto donde mejor se pueden percibir las decisiones ajenas al autor.La estructura interna de la obra interesará cuando su disposición se aparte de laque presenta el original manuscrito. Sin embargo, dado que no queda cons­tancia en nuestros ejemplos de la fase de corrección de pruebas por parte delautor en la imprenta, no es posible aislar con precisión las decisiones edito­riales de las modificaciones resultantes de esta corrección. Los contratos y lafortuna editorial del texto también deben tenerse en cuenta cuando sirven deexplicación a aspectos relacionados con las labores de impresión.

Obtenidos los datos, más o menos evidentes, del original y del impresoque origina, se procede a examinar los avatares que el manuscrito sufre enmanos del impresor. Esta manipulación deja una clara constancia física. Así,la cuenta del original explica toda una serie de rayas y signaturas que delimi­tan las planas resultantes (véase al respecto el artículo de Sonia Garza Merinoen este volumen), algunas anotaciones sobre el manuscrito advierten alcajista de que "no falta cosa" o le aclaran otros aspectos acerca de la composi­ción del texto. Son también indicio de original para la imprenta las manchas detinta con las huellas de los dedos del componedor. (Láminas I y 2: ms.I93º4• ff. 29v-3or).

Además de estas manipulaciones orientadas a la fijación material del"escrito", hay otras de índole intelectual que pueden ser aisladas a travésdel cotejo del original con el impreso: ortografía y puntuación, supresiones yadiciones, intervenciones formales y de contenido, cambios relacionados conla legibilidad del texto, etc. En algunos casos, estas manipulaciones son deci­siones editoriales del impresor. En otros, es el autor quien rectifica alejándose-no pocas veces notablemente- del texto sancionado por la rúbrica. Si susenmiendas son decisiones de última hora, o responden a los deseos delimpresor, o son imposiciones de una larga tradición impresa, es algo nosiempre posible de determinar. En cualquier caso, son manipulaciones que segestan en el taller del impresor.

Así, pues, nuestro texto presenta el siguiente orden: en primer lugar ana­lizamos la presentación del original; es decir, en este apartado se discriminael texto anterior a su presentación en el Consejo, de las modificaciones pos­teriores a la rúbrica del escribano. En segundo lugar atendemos a las inter-

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venciones legales en el manuscrito y en el impreso. En tercer lugar indaga­mos el procedimiento que el impresor sigue en la tarea habitual de contar eloriginal. El cuarto apartado se reserva a las decisiones editoriales del impre­sor, o, en otras palabras, las que entendemos que son ajenas al autor. No seprescinde en este apartado de la consideración de algunas modificaciones queparecen haber sido obra del autor cuando el original manuscrito ya habíasido depositado en la imprenta. Finalmente, ofrecemos algunas conclusiones.

1. LA PRESENTACIÓN DEL ORIGINAL

Por regla general, no se trata de textos autógrafos, aunque en la mayoría deellos interviene la mano del autor, unas veces como responsable de una partede la copia, otras como responsable de apostillas y correcciones.

En el manuscrito que Pedro de Vega presenta al impresor Miguel Serranocorrespondiente a la Segunda parte de la Declaración de los siete psalmospenitenciales [núm. 15] se aprecia la intervención de dos copistas. El primerose encarga de los primeros 2 17 folios y el segundo de los restantes. La manodel autor supervisa la copia y es en esta fase cuando añade las apostillas, utili­zando como señal de llamada dos rayas oblicuas. También aprovechó elautor los márgenes del folio y los interlineados para enmendar y para añadir.En algunos casos se valió de banderillas para acrecentar su texto.

Cuando los espacios en blanco son insuficientes para dar acogida a las inter­venciones de última hora, el autor debe recurrir a la adición de nuevos folios.Así,sobre el folio 64 de este mismo manuscrito, se plegaron tres hojas unidas por susmárgenes inferiores y no rubricadas. Igual método empleó el autor en el folio22 3 donde añadió dos hojas plegadas. Consciente de la dificultad que las inter­polaciones podían añadir al trabajo del componedor, le orientó con una nota:"Ojo. De ésta irás a la otra que señala la raya, y, acabado el papel añadido, tomara donde dexó, conforme al reclamo que le guiará".

Otros originales están más cuidados y sus modificaciones afectan menos aadiciones de texto que a cuestiones de estilo. El original Exercicio de la verda­dera y cbristiana humildad, de Miguel de Medina [núm. 25], fue realizado porun amanuense y otra mano añadió en los márgenes y entre líneas correccio­nes de estilo; incluso dio una nueva redistribución en libros y capítulos a laobra. Tales modificaciones nos hicieron pensar en un primer momento queestábamos ante un ejemplo de decisiones editoriales ajenas al autor. Sinembargo, además de algunas escasas adiciones de doctrina, hay otra evidenciaque apunta hacia el autor como responsable de las correcciones: en el folio27 la mano correctora cubrió una laguna. Ello es indicio claro de que elcuerpo del texto fue, obviamente, obra de un amanuense y de que la mano delas correcciones no pudo ser mas que la del autor. El procedimiento -ama-

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Lámina 1: Biblioteca Nacional, ms. 19304, f. 29v.

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§Si~Q¿\. 111m foro confi:1ent1.~poreft •bfalum ,J1- quiatantum inocculris id porcíl.vrin de-ilf{l'i.J}rnf•rtnon pot<ft. creta de reforrnar.Concil.T ridenr.Seísro,

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Lámina 4: Biblioteca Nacional, ms. 19208, p. 56 de la parte impresa.

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Lámina 5: Biblioteca Nacional, ms. 19208, f. l 14r.

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Lámina 6: Biblioteca Nacional, ms, 19308, f. 6r del final.

~Tabla alphabeticade las.1.95 .queíhoncs prece dentes •

AA Borrar la.criatura quien lo procura.

q.173.fol.473.ft"Abogar en vn pleyro elque no puede.íi

puede ordenar la feuternia.y darla a firmar a orro lerrado.q.rjc.fol.aao.

~ Aboyar o arrendar las tierras como fe:hara q.9_J.fol.171.

~ Adminiftradores y tutores de bienesde pueblos y de menores corno hande rcíhruyr por lo mal adminifirsdo ..<} .163 .fol.444.q.191.fol. rrz..

Adm1niíl:rador y albacea ft puede fer elre ligiofo o reli giofa.q .54.fol.135.

~ Si fe han de abíoluer Jos q eítan en laocaíion morral, como fon los amaneebados,y los que no refliruyen: y otrosfemejanres.q.4.fol.16. haíla el fol.19.

Abfoluer de heregia quié puedc.q.S.f.37.La

Lámina 7: Biblioteca Nacional, Rh7060, f. [542].

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Lámina 8: Biblioteca Nacional, ms. 19313, f. Ir.

EL ORIGINAL DE IMPRENTA 33uuense que copia y autor que corrige- se repite en los originales que susten­t1111 este estudio.

( )tro tipo de enmiendas, las tachaduras, son también abundantes, y,mientras que algunas de éstas pertenecen a la fase anterior a la entrega dele1riginal al Consejo, otras, se produjeron después y quedaron, por tanto,libres de censura. La delimitación de ambas es fácilmente apreciable porque1•1 escribano de Cámara, cuando una plana está parcialmente tachada, pone surúbrica en el lugar exacto donde termina el texto no tachado. Así se invalidaclolilemente el texto tachado que viene a continuación de la rúbrica.

Intervenciones como las que hemos referido, posteriores a la autorizaciónclel ejemplar por el Consejo, conllevan un notable riesgo, porque, como esliicn sabido, la legislación -y así consta en el privilegio- exige que se presen­ten en el Consejo el impreso "juntamente con el original que en él fue visto,q11eva rubricado cada plana y firmado de nuestro escrivano de cámara". Peroromo la contingencia de corregir no es exclusivamente previa a la autoriza­riún del Consejo, el autor utilizará métodos más o menos ingeniosos, y máse1menos pícaros, para que sus enmiendas a posteriori no sean advertidas por elcorrector. Quizá sea el manuscrito del bachiller Pérez de Moya el que nosmuestra las mayores audacias en esta clase de ardides [núm. 49]. Así, en laparte inferior de múltiples banderillas superpuestas al texto que había sidovisto en Consejo, se observa cómo una mano extiende el trazo de la firma delescribano para validar la banderilla.

A fin de evitar estos fraudes el escribano encargado de la rúbrica pone unaanotación explícita que indica las planas tachadas. Así ocurre en el originaldel Exercicio de la verdadera y christiana humildad, de Miguel de Medina [núm.i 5] cuyos folios 444 a 447 están tachados. Y en el margen inferior de la pri­mera plana de cada folio el escribano Gallo de Andrada advierte así esta cir­runstancia: "Está tachada toda esta de una parte y de otra", o bien, "estátachada toda esta plana asta aquí", y en el lugar exacto donde concluye eltexto tachado pone su rúbrica. De igual forma procede en el manuscrito dePérez de Moya [núm. 49], que es el que ofrece una presentación más desor­clcnada, En este caso Gallo de Andrada señaló las banderillas y el número delíneas que contenían. Especialmente prudentes se muestran los escribanosque rubricaron el manuscrito de Bernardino de Sandoval [núm. 23]. Ademásele estampar su firma en cada una de las planas, enmarcaron el texto ylas apostillas, invalidando los espacios en blanco que quedaban fuera de estacaja. Incluso, cuando había espacio en blanco en las apostillas, trazaron rayasque no permitieran agregar más texto. Con ese procedimiento cualquieradición posterior a la rúbrica se haría patente (lámina 3: ms. 19205, p. 83).Con la misma finalidad, quizá la de advertir al corrector general las modifica-

34 PABLO ANDRÉS y OTROS

dones que figuraban en el original, el escribano Pedro del Mármol, encargadode rubricar el original de Fadrique de Zúñiga [núm. 53], se molestó en copiaral lado de su rúbrica las adiciones interlineales y en advertir los fragmentostachados.

Pero no todos los originales son manuscritos; en muchos casos es unimpreso anterior el que sirve de original. En el de Pérez de Moya [núm. 49]se intercalan algunos cuadernillos de obras anteriores, que pasarán sin nin­guna modificación al nuevo impreso. Otras veces fragmentos de ese textopreviamente impreso se transcriben y pasan al original manuscrito.

Impresos anteriores sirven regularmente como originales para edicionesaumentadas o corregidas. Así, por ejemplo, en la licencia de las Quaestionesañadidas por Antonio de Córdoba a sus Casos de conciencia, tres años despuésde su primera edición [núm. 5], se hace constar este particular. Un ejem­plo semejante nos lo ofrece el original de Juan Gutiérrez y en este caso elimpreso rubricado y enmendado se conserva junto con el original manus­crito [núm. 8]. Ambos son los que sirvieron para la impresión de la segundaedición aumentada. En el impreso de la primera constan las adiciones inter­lineales y marginales que pasarán a la nueva edición (lámina 4: ms. 19208,p. 56 de la parte impresa).

En lo que se refiere a las ilustraciones, cuando son puramente ornamentalesno figuran en el original. En el impreso del tratado de Luis de Mercado [núm.38], como separación de los libros 1y11, se pone el grabado de un santo inscritoen una orla que no sopechamos qué relación pueda tener con el contenido.Desde luego en el manuscrito original no se alude a esta ilustración. Sinembargo, en obras cuyos grabados son una ilustración o una aclaración del texto-digamos un tratado de matemáticas o de arquitectura o de geometría- el autorlos hace constar en el original. Para este propósito, a juzgar por el ejemplar dePérez de Moya [núm. 49], se utilizan distintos procedimientos. En alguna oca­sión el autor acude a grabados de impresos anteriores que recorta e intercala enel original; en otras traza la figura a pluma, y, en algún caso, estampa en el origi­nal un taco xilográfico. Hemos podido comprobar la correspondencia exactaentre algunos tacos del original y el dibujo impreso. Todo ello hace pensar queel taco utilizado por Moya en su original y el que caló el componedor de laimprenta en la forma eran el mismo (cfr. B.N. ms. 19301: ff. rSv, 24v, 239r;R/4755: pp. 21, 26, 208, etc). No es posible decidir si el propietario original deese taco era Moya o él lo obtuvo de un impresor. En todo caso la precariedadde algunos dibujos del original habrá aconsejado la presencia del autor en laimprenta para clarificarlos.

En cuanto a la puesta en página y aspectos relacionados con la legibilidad,escasos son los ejemplos en los que el original sirva de modelo. Es sabido que

EL ORIGINAL DE IMPRENTA 35

en el contrato editorial es, generalmente, una muestra impresa la que sirve depauta y a la que se atendrán impresor y editor en caso de pleito. Así, pues, elcolumnado, los tipos y cuerpos de letra, etc., son competencia del impresor.Hay ejemplos en los que el autor prescribe alguna pauta que afecta a estosaspectos. Es frecuente el caso en el que indica con subrayado los pasajes queen el impreso irán en cursiva. A veces, más explícitamente, anota "esto ha deir en cursiva". Que la convención de subrayar lo que había de componerse encursiva estaba totalmente establecida, nos lo muestra el original de Pedro deValderrama [núm. 12, 13], que subraya los textos bíblicos traducidos alcas­tellano, pero indica al impresor en nota marginal "no ay diferencia de letra".Por otra parte, en este manuscrito, uno de los más cuidados y revisadosconforme a las pautas de la imprenta, se indicó también, y lo hizo el autor,algún pasaje que debía ir en capitales. En el manuscrito de Cipriano de laHuerga, que contiene los comentarios al Cantar de los Cantares [núm. 6], seindicó con subrayado la cursiva destinada a las citas de los autores clásicos, ypara los pasajes bíblicos se empleó en. el manuscrito una letra cursiva demayor módulo que la del comentario. En este caso el impresor utilizó unadistinta marca tipográfica: entre corchetes encerró los pasajes bíblicos.

Del examen de este corpus de manuscritos podemos deducir que lapuesta en página y otros aspectos visuales del texto son, por lo general, aje­nos al autor. Pueden aducirse, sin embargo, algunos ejemplos en los que elmanuscrito original constituye una verdadera propuesta de composición parael impreso. Por ejemplo, el original del Theologicarum de Indis quaestionumenchiridion primum, de Fernando Zurita [núm. 1], ofrece una portada seme­jante a la que figura en el impreso y hace constar cabeceras, redamos y pagi­nación, además de una puesta en página con una caja de escritura regular quedeja amplios márgenes.

2. INTERVENCIONES LEGALES

2.1. En el manuscrito. La rúbrica del secretario del Consejo está presente entodos los originales analizados y en cada una de sus planas, salvo saltos depágina por descuido. La presencia de esta firma es la evidencia que nos per­mite atribuir a estos manuscritos la categoría de originales para la imprenta.Pese a tener algunos de ellos privilegio para Castilla, Aragón y Portugal, seadvierte que es únicamente la rúbrica del escribano del Consejo de Castilla laque figura en estos manuscritos, salvo en el original de Pérez de Moya. Eneste caso, además de Gallo de Andrada, escribano del Consejo de Castillaque rubrica todas las planas, el escribano del Consejo de Aragón, MiguelGort, firma al principio y al final. Por si fuera poco, la firma del doctor Segura,responsable de la aprobación, consta en cada una de las planas al lado de

36 PABLO ANDRÉS y OTROS

la de Gallo de Andrada. Sin duda se trata de un exceso de celo, ya que elpapel del censor se limita a redactar y suscribir la aprobación. Lo mismoocurre con el original de Bernardino de Sandoval [núm. 23], que contiene lafirma del escribano del Consejo, Herrera, en todas las planas, y otra en elrecto de cada folio que no hemos podido identificar, pero que, probable­mente, sea de uno de los suscriptores de las aprobaciones.

Sin embargo, entre los originales revisados, hay un ejemplar que estuvoen manos del impresor -son evidentes sus marcas- y no está rubricado porescribano del Consejo. Esta particularidad puede estar en conexión con elhecho de que no contiene licencia, sino tan solo el privilegio, y éste es poste­rior a la fecha de la finalización de la impresión. Nos referimos al tratado Depu/sus arte et barmonia, de Luis de Mercado [núm. 38]. En el corpus de origi­nales estudiado hemos constatado casos semejantes, impresos sin licenciapero con privilegio, y en estos la fecha del privilegio es anterior a la impre­sión. En el caso de Luis de Mercado el privilegio es de 14 de abril de 1584 yel colofón que figura en el manuscrito, cuya consignación es poco frecuente,nos dice que "Acabóse este libro de componer víspera de san Vernabé, añode 1583 años", el mismo año que figura en el colofón del impreso. Por tanto,podemos suponer que este libro se imprimió sin pasar las diligencias legalesprevias y que el impresor, en consecuencia, no contó con un ejemplar rubri­cado. Podría tratarse uno de esos casos poco frecuentes en los que el autor eseximido de todas las diligencias. Si así fuera, sin embargo, no se comprendeel hecho de que el ejemplar impreso haya sido llevado al Consejo, como secomprueba al ver que la fe de erratas está suscrita por Vázquez de Mármol.Por otra parte, si no existe un ejemplar rubricado, la fe de erratas no pudo serresultado del cotejo, lo que demuestra, además, que no fue impreso al margende la ley. Una explicación cabal de este caso ha de dar respuesta a estas trescuestiones: no llevar licencia; que el ejemplar por el que se imprimió no estárubricado, y que el impreso contiene la fe de erratas.

Además del texto del autor rubricado por el escribano de cámara, el ori­ginal manuscrito puede ir precedido de la censura. El original de Pérez deMoya [núm. 49] tiene en su primer folio las censuras del doctor Segura,catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, y la de Pedro Juan de Las­tanosa, también profesor de matemáticas. Igualmente el original de Val­derrama incluye las aprobaciones. En el tomo primero figura la copia de laaprobación de Jerónimo de Vera, agustino de Sevilla, datada en 23 de abrilde 1601 [núm. 13] y, en el tomo segundo la aprobación autógrafa de frayJuan Negrón, con fecha en el monasterio de Nuestra Señora de la Mercedde Valladolid, a 11 de octubre de 1602 [núm. 12]. Parece que la presencia delas aprobaciones en el manuscrito original es más frecuente en el caso de obras

EL ORIGINAL DE IMPRENTA 37de religiosos. Es probable que la coincidencia de orden y a veces de residen­cia entre el autor del manuscrito y el superior que debía aprobarlo pudieranhaber facilitado la entrega en mano de la aprobación.

2.2. En el impreso. Las censuras manuscritas que hemos señalado pasan alimpreso. Por otra parte Gallo de Andrada, como autor de la rúbrica en lasplanas y de la firma al final, es mencionado en el privilegio.

En este corpus de manuscritos para la imprenta los autores son los titularesde los privilegios. La mayoría de las obras tan solo contienen el de Castilla.

Cuando se trata de una obra en varias partes con diferentes pies deimprenta -es el caso de los Sermones de Pedro de Vega [núm. 14, 15]-,observamos que el privilegio de Castilla es exclusivo para cada una de laspartes. En el de la segunda leemos:

Por quanto que por parte de vos, fray Pedro de Vega, nos fue fecha relación queaviendo los años passados impresso con licencia nuestra un libro de la primera partede la Declaración de los Psalmos penitenciales, después avíades compuesto la segundaparte de la misma [...] os damos licencia y facultad para que vos o la persona quevuestro poder huviere [...] podáys imprimir el dicho libro de la segunda parte de laDeclaraciónde losPsalmospenitenciales[ ...]

Frente a esta distinción,el privilegiode Aragóny Portugal solicitadopara la primeraparte, se antepone a las impresionesde la segunday de la tercera, sin especificarestadivisiónen partes: "damos licencia [...] para que [...] podáysy puedan imprimir [...]el dicho libro intituladoDeclaración de lossiete Psalmospenitenciales [...]"

Existen también ejemplos de ediciones aumentadas, como el Tratado decasos de conciencia del franciscano Antonio de Córdoba [núm. 5]. En este casola edición de 1578 añade 52 "casos" nuevos y en los preliminares constan doslicencias firmadas por fray Lorenzo de Villavicencio. La primera, de 1574,es la misma que figuraba en la edición príncipe; la segunda, de 1 2 de abril de1577, autoriza no solo los 52 casos añadidos, sino que también confirma quela segunda edición, de 1575, y unas adiciones marginales que se habían aña­dido, fueron revisadas. Para la edición de 1578 se mantuvo el privilegio de laprimera, dado el 17 de octubre de 1572 por diez años, y por tanto, todavíavigente. Un caso semejante, de edición aumentada, es el de Juan Gutiérrez,[núm. 8] del que conservamos el impreso de la primera edición rubricado porGallo de Andrada (Salamanca, 1587). Diez años después se emprendió unanueva edición que añadía un libro a la primera. En esta ocasión, el privilegiose prorrogó en 1596 por seis años. Sin embargo el ejemplar consultado nolleva aprobación, por lo que no hemos podido comprobar si el censor proce-

38 PABLO ANDRÉS y OTROS

día de igual forma que Villavicencio lo había hecho con los Casos de concienciade Antonio de Córdoba.

Respecto a la fe de erratas, por regla general se observa que no es elresultado de cotejar escrupulosamente el ejemplar impreso con el manuscritorubricado. En nuestro corpus no hemos advertido ningún ejemplo de correc­ción apoyado en el texto manuscrito.

3· CONTAR EL ORIGINAL

Después de habernos referido a las marcas que las intervenciones legalesdejan sobre el original manuscrito veamos ahora las que se producen en laoficina del impresor.

Por lo que respecta a las marcas del cajista u otro operario de la imprentaen la tarea de contar el original, observamos un procedimiento semejante enel conjunto de manuscritos revisados. Una raya trazada a tinta o lápiz deplomo delimita en el manuscrito los fragmentos de texto correspondientes acada plana del impreso. En cada una de estas acotaciones, en el margen, sesuele indicar con una signatura alfanumérica el cuaderno y página que lecorresponderá una vez impreso. Otras veces, cuando el manuscrito estánumerado por folios, además del número que señala las planas se suele indi­car, cada dos marcas, el número de folio que tendrá en el impreso. Un ejem­plo: para un cuaderno de ocho folios de los Sermones de Pedro de Vegaobtenemos la siguiente serie de signaturas:

B pª f. 9-2B-3B f. 10-4B-5B f. II [•..] 15B f. 16-16B.

El primer número remite a la plana, la letra al cuaderno o pliego, y el segundonúmero, que aparece cada dos signaturas, al número de folio impreso. Enotros casos se omite el número de folio. La unidad de trabajo para el cajistaen la distribución del texto sobre el original manuscrito es el cuaderno.Puesto que el cajista delimita cada plana del folio que resultará impresa, susmarcas doblarán siempre en número a los folios que conforman el cuaderno.Un cuaternión (8 folios) aparecerá indicado con 16 acotaciones sobre elmanuscrito. Los números pares que acompañan a la letra del cuaderno siempreremitirán al verso del folio. Es decir, la marca C16 anotada por el cajista en elmargen de un original de imprenta indicará que se inicia el texto que deberácorresponder al vuelto del octavo folio del cuaderno C. Además de estasmarcas, que delimitan las planas, el cajista anota, en varias ocasiones, losnúmeros que remiten a la línea que ese fragmento ocupará en el impreso.Acude a este recurso cuando un epígrafe, por el mayor cuerpo de letra, rompela regularidad de la cuenta del original. Cuando se trata de sumarios de

l.

EL ORIGINAL DE IMPRENTA 39capítulos o índices se suele indicar el número de línea que ocupará cadaentrada. Tal sucede en los manuscritos de Juan Gutiérrez [núm. 8] y Villalo­bos [núm. 40].

El cajista también deja la marca de su lápiz de plomo, aunque no sistemá­ticamente, en la división de las dos columnas de una plana. Para ello utilizaun trazo simple, el mismo que emplea en otras ocasiones como guía para sutrabajo, marcando lo que va componiendo. En el manuscrito de Juan Gutiérrez,rnúm. 8] donde se indica sistemáticamente el salto de columna, se empleacomo marca la abreviatura "Col." (Lámina 5: ms. 19208, f. 114r).

Por otra parte, sobre el manuscrito se prevé también el espacio que ocu­parán textos que no figuran en él. En el original de Pérez de Moya [núm. 49]se calcula el espacio y número de hojas en las que se pondrán las tablas decapítulos que pasarán al impreso.

Lo mismo ocurre en un manuscrito que está fuera del corpus aquí consi­derado pero que mencionaremos por lo explícito de una nota que incluye. Setrata del original de la Theológica descriptión de Alvar Gómez de Ciudad Realpara la edición póstuma que emprendió Alejo Vanegas y que se imprimió enlos talleres de Juan de Ayala. Este original para la imprenta se conserva en laReal Biblioteca (II/1338). El editor literario, Alejo Vanegas, redactó parte delos preliminares y añadió comentarios al texto. Para el cálculo del espacio quedebían ocupar en el libro impreso, anotó esta precaución:

Señor: como V.m. ve, estas coplas llevan acotaciones marginales y algunas llevanunas glosas del mismo author, que también <levenyr en la margen. V.m. vea cómo sepuede mejor hazer y dexen dos hojas para el principio de prólogo y carta por dondese sigue que quedarán otras dos de coplas, porque hagan pligo [sic] entero. De V.m.,AlexoVanegas (f. 3v).

Los preliminares definitivosocuparon, efectivamente,cuatro hojas. Pero el conte­nido que incluyeron fue otro: unas advertenciasde Vanegas al lector y una dedica­toria al cardenal donJuan Tavera por Pedro Gómez deMendoza, hijo del autor.

4· EN MANOS DEL IMPRESOR

Partimos del presupuesto de que un manuscrito original rubricado no nosofrece un texto definitivo; ni siquiera puede afirmarse de él que representemás cercanamente la voluntad del autor que el impreso que origina. Cuandoeste ejemplar ingresa en la oficina tipográfica se ve sometido a toda una seriede manipulaciones. Sin embargo, deslindar la responsabilidad de éstas no estarea fácil, porque, como hemos escrito previamente, el autor introducemodificaciones posteriores a la autorización del ejemplar por el Consejo. Es

pABLO ANDRÉS y OTROS40

posible reconocerlas porque dejan constancia en espacios marginales y pape­les anejos no sancionados por la rúbrica. Sin embargo, para otras divergen­cias del impreso respecto al original, no podemos afirmar hasta qué puntocorresponden a lo que hemos denominado decisiones editoriales del impre­sor -en el término admitimos la condición de editor y librero- o reflejanprescripciones del autor presente en la oficina tipográfica. En cualquier caso,podemos afirmar que son numerosas las decisiones de última hora del autor.

Una serie de modificaciones más minuciosas y más constantes competena la ortografía. No ofrecemos en estas páginas unas conclusiones al respectoporque obtenerlas con alguna seguridad exige un estudio detenido de cadamanuscrito con su impreso resultante. Podemos asegurar que el impresotiende a regularizar la ortografía, pero también que las soluciones que seofrecen en cada taller son distintas. En ciertos casos puede pensarse que elautor introduce correcciones ortográficas sobre el original manuscrito. Enpocas ocasiones interviene en la puntuación, que, mayoritariamente, parecereservada al criterio de la imprenta.

Nuestro examen, pues, considerará otras divergencias más evidentes.

4. l. Textos que figuran en el impreso y que no están en el original manuscrito. Deespecial importancia a la hora de aislar las competencias del autor y delimpresor en el texto que se edita son las escrituras que suelen reservarse para elpliego preliminar. Es frecuente, por ejemplo, que las dedicatorias o los poe­mas nuncupatorios que hallamos impresos al comienzo de los libros no figu­ren en el manuscrito original. Sabemos que estos inicios, junto con los textoslegales, se imprimían en último lugar y se relegaban al primer pliego. Sabe­mos también que estas hojas preliminares no son objeto de la revisión finaldel corrector general, cuyo cometido es corroborar la identidad del manus­crito y del impreso. Pues bien, tales dedicatorias, que tradicionalmente y sinprecaución alguna se vienen atribuyendo al autor, pueden ser obra de edito­res o libreros. Recientemente el profesor Rico advertía, refiriéndose a lacomposición del primer pliego del Quijote, que "los editores se sentíandueños de dedicar a capricho las obras que publicaban". Las dos dedicatoriascontenidas en los originales del corpus que nos ocupa son las del manuscritode los Exercicios de la verdadera y christiana humildad de Fray Miguel de Medina,[núm. 2 5] destinada a la abadesa del monasterio de la Concepción deEscalona, Antonia de Pacheco y de San Francisco, y la que antepone Villa­fañe a sus Diálogos de la phantástica philosophía [núm. 26], ambas rubricadas porel escribano del Consejo. En el primer caso la dedicatoria pasó a ocupar en elimpreso el cuaderno a,mientras que en el segundo se incluyó en un cuadernopreliminar con sign. *. Podemos, pues, pensar, que cuando una dedicato-

l

EL ORIGINAL DE IMPRENTA 41

ria ocupa un cuaderno no preliminar y está sancionada por el escribano es,con bastante probabilidad, obra del autor. En otro caso, cuando ocupa lospreliminares, no es posible afirmar nada respecto a su autoría.

En lo que se refiere a las tablas, que tampoco suelen figurar en el original,conviene distinguir las generales, que atañen a la localización de los distintosepígrafes en que se divide la obra, y las de materias o citas. Las primeras, queno exigen esfuerzo intelectual, pueden atribuirse al impresor. Las segundasparecen ser obra del autor o, como en el caso que ahora mencionaremos, deuna persona familiarizada con el texto. En efecto, Pedro de Vega, refiriéndosea su Declaración de los Siete Psalmos, nos explica cómo se elaboraron las tablascorrespondientes a su segunda parte y las que realizará para una tercera, queafectarán a la obra completa [núm. 14, 15]. A este respecto, en la partesegunda, antepone la siguiente explicación a la "Tabla de la primera parte queaplica algunas cosas en orden a los sermones de la iglesia":

Yo estava resuelto de no poner tabla a este tomo porque la estoy trabajando generalde toda la obra, y ha de yr al cabo del tercero, que saldrá dentro de tres meses. Perovéame tan porfiado de algunos por las remissiones para los sermones, que aviéndomecmbiado un muy curioso predicador esta tabla que él hizo para sí tocante al primerotomo destos Psalmos, la pongo aquí [...]

Es decir, Pedro de Vega entregó al impresor una tabla que un predicador habíarealizado para su uso y asumió la responsabilidad de la que debía ponerse en eltomo tercero. Pensando en esta tabla definitivay en el mejor modo de acotar lasremisiones, dividió cada página en tres bloques y anotó la siguiente pauta para elcomponedor: "Ojo. Este orden de los nº' se ha de seguir, cornencando siemprecada discurso con nº y poniendo tres n'" en cada plana hasta acabar el discurso".

Por otra parte, el original del tratado de matemáticas de Pérez de Moya[núm. 49] no contiene ningún tipo de tabla; sin embargo en el impreso figuraal comienzo de cada una de las partes de la obra el "Sumario de los capí­tulos y artículos [...]",y al final una "Tabla de las cosas más memorables quese contienen en este tratado". Esos listados implican el conocimiento delcontenido de la obra y su elaboración requiere la probable participacióndel autor. En este caso puede suponerse que la "tabla de las cosas másmemorables [...]"fue confeccionada por el autor en la oficina tipográfica o secompuso bajo su supervisión.

Una circunstancia semejante parece haber regido la fijación definitiva dela tabla que incluye el Tratado de casos de conciencia, de Antonio de Córdoba[núm. 5]. Las conclusiones que se derivan de este ejemplo merecen uncomentario más detenido (véase al respecto P. Andrés Escapa 1999:260-263).

PABLO ANDRÉS y OTROS42

La obra se imprimió por primera vez con el título mencionado en Toledo, enlos talleres de Juan de Ayala el año de 1573. No hemos podido ver esa edi­ción ni tampoco la siguiente, surgida dos años después de los mismos talle­res. El manuscrito que hemos examinado corresponde a una tercera edición,también toledana, pero esta vez a cargo de un hermano o de un hijo -segúnlas bibliografías- del responsable de las anteriores. Su nombre es Diego deAyalay la edición que publicó de los Casosde concienciade Antonio de Córdoba en1578 conlleva esta ampliación de título: Van de nueuo añadidas por el mismoautor en esta impressión cincuenta y dos questiones, y otras addiciones necessarias. Elmanuscrito que hemos examinado contiene precisamente esas 52 questionesañadidas.

Aparte de la actualización de la tasa y de la fe de erratas, sabemos queotros preliminares legales del libro impreso no variaron. Para la tercera edi­ción de los Casos de conciencia, que incluye un total de 195 questiones, el impre­sor Diego de Ayala se sirvió de un impreso anterior, que contenía 143 casoscon algunas adiciones marginales manuscritas, y de un manuscrito originalque le proporcionó 52 questiones redactadas por vez primera.

La mayor dificultad para componer una obra que aumenta su texto origi­nal estriba en acumular en los índices las referencias a las adiciones. Elmanuscrito con las 52 questiones añadidas se entregó a la imprenta con unanumeración original de las mismas del 1 al 52 y con un Summario en partecopiado por el propio Antonio de Córdoba. Para la nueva edición se decidióque los 52 casos añadidos se compusieran a continuación de los 143 impresosoriginalmente. Tal resolución obligó a renumerar los 52 casos. El primeropasó a ser el número 144 y el último el 195. El sumario manuscrito presen­tado por Antonio de Córdoba resultaba inútil con la nueva numeración yse tachó. El propio autor hizo un nuevo índice, esta vez alfabético, que incluíatambién las 143 questiones originales. Se imprimió con el encabezamiento deTabla alfabética y en el manuscrito no está firmado por el escribano de Cámara.Esta irregularidad nos permite deducir que se redactó con posterioridad ahaber sido presentado en el Consejo. Podemos deducir también que para suconfección el autor se sirvió del que se había impreso en 1575. A plana yrenglón se reprodujo en 1578, y para los 52 casos añadidos, el autor mantuvoen el índice el número de folio que les correspondía en el manuscrito. Otramano, probablemente la de un componedor de la imprenta, corrigió conposterioridad solo la foliación de las questiones 144-195. Les correspondesiempre un número superior a la cifra 424, que era el número de folios de laedición de 1575. La renumeración de las 52 questiones añadidas propiciadapor el nuevo índice se extendió también a las cabeceras del manuscrito. Fueel propio autor el encargado de rectificarlas y lo hizo pegando banderillas

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~ohre el texto caligrafiado originalmente (láminas 6 y 7: ms. 19308, f. 6r delllnul, tras las 3 h. en blanco; R/27060, f. [542]).

En cuanto a los poemas nuncupatorios observamos que el impreso de la< lramdtica griega de Juan de Villalobos [núm. 40] contiene en el vuelto delprimer folio del cuaderno A un poema laudatorio dedicado al autor que noli¡{uraen el original manuscrito. Por otra parte, en el mismo impreso, en suúltimo cuaderno, quizá para que no quedara una plana en blanco, se añadie­ron unas notae aritbmeticae.

+2. El texto. Analizamos ahora algunas manipulaciones que afectan al cuerpode la obra. Ya hemos señalado que los manuscritos originales contienenmultitud de anotaciones marginales, enmiendas, tachaduras, etc. De entreellas son de especial interés las posteriores a la rúbrica y las que no son demano del autor, ya que, en ambos casos, puede suponerse que se concibenpara la actualización impresa del manuscrito.

Obviamente, de entre estas modificaciones, la entrada de texto no puede serntribuida a un impresor, ni tampoco las correcciones que afectan a la doctrina dela obra. Se trata en estos casos de decisiones de última hora realizadas espontá­neamente por el autor. Es decir, en estos casos el impreso, si bien no es equiva­lente respecto al texto sancionado por el Consejo sí lo es respecto a la voluntaddel autor, que, en última instancia, es la que interesa determinar a efectos defijación de un texto o de aislar las intervenciones del editor.

Las supresiones, sin embargo, sí pueden ser decisiones editoriales. Entreotras justificaciones, tienen la económica. De los varios ejemplos que hemosregistrado el más claro es el que nos ofrece el manuscrito de Pedro de Vega[núm. 14]. En este original se arrancaron los folios 297 a 301, que conteníanel último discurso, el décimo, del versículo 14, y que habían sido rubricados;en su lugar, para dar solución de continuidad, se intercaló un folio numeradocomo 297 que contiene el comienzo del discurso primero de los versícu­los 15-16, el cual figuraba en la última plana de los folios arrancados. La manoque copió este fragmento no es la del autor. Lo mismo se hizo con los folios_p8-321, correspondientes al discurso 4 del verso 15-16. El impresor lossuprimió y tuvo que retocar el numeral ordinario quinto del siguiente discursopara que se leyera quarto, y así sucesivamente. De esta forma el impresor,quizá con consentimiento del autor, se ahorraba dos discursos 14. La inad­vertencia del corrector general parece enseñarnos que no se tomaba dema­siado en serio su cometido de verificar la total correspondencia de original eimpreso. Más bien se limitaba a ofrecer en una plana una enumeración varia­ble de erratas, fruto antes de sus conocimientos gramaticales que de la laborde cotejo exigida por el Consejo.

44 pABLOANDRÉS Y OTROS

Entre los manuscritos examinados pudimos verificar que algunas urgen­cias por acabar la impresión justificaron ciertas observaciones que hoy nosadvierten de las prisas con que se trabajaba. El interés de estas notas es con­siderable porque pueden explicar determinadas omisiones de contenido. Elpropio Pedro de Vega llegó a admitirlas si era necesario. Para el componedorde la imprenta anotó esta posibilidad: "Ojo. Siendo necessario por falta detiempo o papel, podrá si quisiere dexar todo este discurso que aquí comiencay pasar al siguiente, llamándole 3 aunque es 4, pero guárdeme lo que no seimprimiere". Finalmente se imprimió el discurso. Una anotación en el origi­nal de la Gramática g;riegade Villalobos [núm. 40] parece sancionar tambiénel aprovechamiento óptimo del tiempo: "Permitimos qu'en qualquier día,aunque sea festibos, se pueda conponer este arte con qu'el que lo conpusiereoya misa".

Las manipulaciones que afectan a la distribución del contenido sontambién frecuentes. Los originales de Juan Latino [núm. 45] y de Pérez deMoya [núm. 49] ofrecen abundantes ejemplos. En el folio 168r del tratadode Moya se hace la siguiente observación: "No está testado porque se pasóaquí de la hoja 164". Es decir, se produce un cambio de orden posterior a larúbrica del escribano. La indicación, más que para el componedor, está des­tinada al corrector general que cotejará original rubricado e impreso.

4.3. Aspectosvisuales.Analizamos ahora algunas manipulaciones que afectan alcuerpo de la obra. Ya hemos señalado que los manuscritos originales contie­nen multitud de anotaciones marginales, enmiendas, tachaduras, etc. Deentre ellas son de especial interés las posteriores a la rúbrica y las que no sonde mano del autor, ya que, en ambos casos, puede suponerse que se concibenpara la actualización impresa del manuscrito.

Por contra, sí se advierte en varios manuscritos la presencia del impresorque interviene en el texto de la portada o en los epígrafes. En estos casosestamos ante fórmulas editoriales que pretenden hacer el libro más atractivo.Veamos unos ejemplos: El bachiller Pérez de Moya titula su manuscritocomo Obras del bachillerJuan Pérez de Moya en que se tratan cosasde Aritbmé­tica, Geometríay Astronomía y Cosmographíay Philosophíanatural [núm. 49]. Laelección de Moya destaca la autoría; en el impreso resultante el editor hizoprevalecer el género y las materias abordadas en la obra. Las prensas divulga­ron, pues, esta variación: Tratado de mathemáticas en que se contienen cosasdearithmética, geometría, cosmographía,y philosophíanatural. Modificaciones queafectan a la portada, que constituye el espacio más importante para atraer alpúblico, se observan igualmente en el original de Juan de Villalobos [núm.40]. En la portada del manuscrito se lee: "Ioannis a Villalobos Grammaticae

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EL ORIGINAL DE IMPRENTA 45

( ;raecae lntroductio; eiusdem De Graecae linguae studio epístola". Otra mano,que no es la del autor, añadió a continuación de Villalobos "insignis Salmanti­ccnsis Academiae collegae Trilinguis". La adición, que juzgamos decidida porel impresor, pasó a la portada del impreso (lámina 8:ms. 19313, f. u).

5. CONCLUSIONES

Brevemente podemos recordar lo que parecen ser las derivaciones menosdudosas de nuestro estudio.

Se constata en primer lugar que entre el original del autor y la versiónsalida de las prensas se interpone una instancia mediadora: el amanuense. Esél quien, a partir del borrador del autor, realiza la copia de la que se servirá elimpresor. Esta copia es, por regla general, revisada por el autor.

Cuando se hace una reimpresión o edición aumentada de un impresoanterior, el original no es el manuscrito rubricado, sino el impreso de la edi­ción anterior. En este caso, la impresión puede hacerse a plana o renglón, sino hay adiciones o éstas van al final. Sin embargo, si están intercaladas, secuenta de nuevo el texto. Para el primer caso, observamos que el impreso noestá rubricado, mientras que sí lo está para el segundo.

Por otra parte, en el conjunto de originales que aquí se estudia, for­mado por manuscritos que pasaron por el taller del impresor con con­tratos autor-impresor, se aprecia el seguimiento riguroso que el autorhace de su texto hasta la fijación definitiva en el impreso. Incluso va másallá, como ocurre en el caso de Zúñiga, de quien conservamos un impreso desu Libro de cetrería corregido y aumentado de su mano. Otros ejemplosde autores implicados en las sucesivas versiones de su texto original sonlos de Antonio de Córdoba, Juan Gutiérrez, Pedro de Vega y Pedro deValderrama. Es conveniente recordar que a veces dejaron su huella autó­grafa sobre la primera edición de una obra que desde entonces, y despla­zando al manuscrito, sirvió como original para las futuras reimpresiones.Como consecuencia de este interés sostenido por el autor en la fijación desu texto cabe concluir que su colaboración con el impresor fue a menudomuy estrecha.

En cuanto al cumplimiento de las diligencias legales previas, tan solo enun caso de los revisados el autor escapó a su cumplimiento. Nos referimos altratado médico de Luis de Mercado [núm. 38], cuyo impreso carece delicencia y el original contado por el componedor está sin rubricar.

El corrector del Consejo, en su cometido de verificar la total correspon­dencia entre impreso y ejemplar rubricado, no se muestra muy riguroso. Elreflejo de su trabajo en la fe de erratas evidencia un interés exclusivo por lascuestiones gramaticales.

46 PABLO ANDRÉS y OTROS

Las decisiones editoriales del impresor conciernen particularmente alaspecto visual del texto y a su legibilidad. Su terreno de intervención másfrecuente son, pues, epígrafes, portadas, paginación, cabeceras, ampliacionesde título, algunas supresiones dictaminadas por la economía del material odel tiempo, y la uniformidad de la ortografía. La falta de evidencias materia­les del trabajo desarrollado por el corrector de la imprenta no permite sabercon exactitud el alcance de su intervención.

Sin embargo, y como suele suceder en todo trabajo historiográfico, laconclusión más valiosa es la que hace de estas páginas un punto de partidapara los futuros investigadores de la producción del libro impreso en España.Estamos seguros de que cada pareja de manuscrito e impreso de este corpusmerece un estudio pormenorizado. También de que cuantos lo emprendanno quedarán defraudados.

NoTA BIBLIOGRÁFICALas indicaciones bibliográficas sobre los originales de imprenta se hallarán al final delcapítulo de Sonia Garza (abajo, pp. 89 sigs.). Aquí damos únicamente la identifi­cación de los dos artículos aludidos en el cuerpo de nuestro trabajo (para el apéndice,vid. p. 50).

Andrés Escapa, P., "Autores en la oficina del impresor. Tres reimpresiones del Siglo ,de Oro español y un aplazamiento", Boletín de la Real Academia Española,LXXIX(1999), PP· 249-266.

Rico, Francisco, "El primer pliego del Quijote", Hispanic Review, LXIV (1996),PP· r-z l.

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APÉNDICEEL FONDO DE ORIGINALES PARA LA IMPRENTA

PROCEDENTES DE SIMANCAS

En el inventario de los manuscritos de la Biblioteca Nacional se indica quelos originales para la imprenta relacionados en el inventario que ahora sepublica proceden de la Inquisición de Simancas.

En efecto, en el Archivo de Simancas, lugar elegido en tiempos de CarlosV para custodiar la documentación oficial en Castilla, ya se habían depositadoalgunos códices en el siglo XVI. Sabemos del interés de Ambrosio de Mora­les por ellos y de sus gestiones para que fueran enviados a la biblioteca deEl Escorial (Plaza Bares 1986). A lo largo de los siglos, se desconoce en quéfecha, fueron llegando al Archivo otros libros manuscritos e impresos de lossiglos XVI y XVII que en total formaron un conjunto de cincuenta y tres códi­ces manuscritos y de doce libros impresos que fueron agrupados en dieciséislegajos. Al parecer esta colección procedía principalmente del Consejo Realde Castilla, órgano que en virtud de las Ordenanzas del Consejo otorgadasen La Coruña en 1554, centralizaba la censura y la concesión de la licenciapara la impresión de obras. Asimismo era un miembro del Consejo, el secre­tario o escribano, el encargado de rubricar los textos manuscritos e impresosque se presentaban para la obtención de la licencia. Una vez impresa la obra,se volvía al Consejo y allí se cotejaba el impreso con el original. Por último,el Consejo o en su nombre el secretario, era el encargado de fijar la tasa dellibro. El Consejo debía llevar, además, un registro con las licencias solicita­das y su resolución.

Todos estos libros manuscritos mencionados, salvo algún caso aislado [núm.38), tienen la rúbrica y la firma del secretario del Consejo de tumo, oficio que enlos años que nos ocupan coincidió en la persona de Juan Gallo de Andrada -oAndrade, como aparece mencionado indistintamente en los documentos-. Comodato curioso diremos que era natural de Simancas y que fue designado parasuceder en el cargo de archivero y secretario del Archivo de Simancas a Antoniode Ayala en 1610, aunque nunca llegó a tomar posesión del cargo.

Además de la rúbrica oficial, junto a algunos de estos manuscritos se conser­van cartas y documentos dirigidos por el autor de la obra al secretario del Con­sejo pidiéndole la confirmación con el original, la tasación del libro y la licenciapara venderlo. Mencionamos algunos de los ejemplos más interesantes.

El ejemplar del De annuis et menstruis reditibus [núm. 31) ha conservadounos pliegos sueltos, uno de los cuales es una carta que el autor Gaspar