Anarcosindicalismo y revolución en España (1930-1937) - John Brademas

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“Anarcosindicalismo y revolución en España (1930-1937)” de John Brademas ANARCOSINDICALISMO Y REVOLUCIÓN EN ESPAÑA (1930- 1937) * John Brademas PREFACIO El presente estudio sobre el movimiento anarcosindicalista en España fue concluido en 1953, siendo yo todavía estudiante en el Brasenose College, de la Universidad de Oxford. La mayor parte del tiempo transcurrido desde entonces la he dedicado a la política de mi país, en la que he participado actualmente, en particular de 1959 hasta hoy, como miembro de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos por el estado de Indiana. Esta responsabilidad política, con todas las exigencias de dedicación y tiempo que conlleva, ha sido la causa principal de que no haya intentado siquiera modificar de una manera principal lo que escribí en 1953. A este respecto, sin embargo, debo hacer constar mi caluroso agradecimiento a mi traductor y amigo, doctor Joaquín Romero Maura, ex director del Iberian Center, St. Anthony’s College, Oxford University, por algunas correcciones de datos y modificaciones de ciertos materiales que, vistos luego con mejor perspectiva, parecían sin duda convenientes. La literatura de historia de España moderna no es abundante y la escasez aún es mayor en el caso particular de los estudios sobre los movimientos revolucionarios españoles. A esto se debe que el investigador necesite acudir muy ampliamente a los periódicos y revistas y a la documentación oficial (actas, memorias, etc.) de las conferencias anarcosindicalistas así como a conversaciones y correspondencia con los propios anarquistas. Todo ello, evidentemente, significa una gran cantidad de tiempo dedicado a la mera reunión de material y datos. * Traducción de Joaquín Romero Maura. Digitalización: KCL. (Debido a la abundante Bibliografía, hemos decidido omitirla en esta versión digital, este hecho no afecta en nada el contenido del libro). 5

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Anarcosindicalismo y revolucin en Espaa (1930-1937) - John Brademas

Anarcosindicalismo y revolucin en Espaa (1930-1937) de John Brademas

ANARCOSINDICALISMO Y REVOLUCIN EN ESPAA (1930-1937)*John BrademasPREFACIOEl presente estudio sobre el movimiento anarcosindicalista en Espaa fue concluido en 1953, siendo yo todava estudiante en el Brasenose College, de la Universidad de Oxford.La mayor parte del tiempo transcurrido desde entonces la he dedicado a la poltica de mi pas, en la que he participado actualmente, en particular de 1959 hasta hoy, como miembro de la Cmara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos por el estado de Indiana.

Esta responsabilidad poltica, con todas las exigencias de dedicacin y tiempo que conlleva, ha sido la causa principal de que no haya intentado siquiera modificar de una manera principal lo que escrib en 1953. A este respecto, sin embargo, debo hacer constar mi caluroso agradecimiento a mi traductor y amigo, doctor Joaqun Romero Maura, ex director del Iberian Center, St. Anthonys College, Oxford University, por algunas correcciones de datos y modificaciones de ciertos materiales que, vistos luego con mejor perspectiva, parecan sin duda convenientes.

La literatura de historia de Espaa moderna no es abundante y la escasez an es mayor en el caso particular de los estudios sobre los movimientos revolucionarios espaoles. A esto se debe que el investigador necesite acudir muy ampliamente a los peridicos y revistas y a la documentacin oficial (actas, memorias, etc.) de las conferencias anarcosindicalistas as como a conversaciones y correspondencia con los propios anarquistas. Todo ello, evidentemente, significa una gran cantidad de tiempo dedicado a la mera reunin de material y datos.

Afortunadamente, el International Instituut vor Sociale Geschiedenis, de Amsterdam (IISG) posee la mejor coleccin del mundo de material sobre el anarcosindicalismo espaol. El Instituto ha encontrado la mayor parte de la literatura peridica y un gran nmero de folletos e informes de conferencias en el Archivo Histrico de la Ciudad, en Barcelona. Por lo que se refiere a nuestro estudio, Amsterdam fue el principal centro del que obtuve documentacin.

He de aadir, no obstante, que una buena parte del material por m recogido no proceda de ninguna biblioteca, sino de anarquistas espaoles que, durante el perodo de mi investigacin, vivan en Francia e Inglaterra. Muchos de ellos, exiliados en su mayora, guardaban informes y documentos que no habra podido encontrar en ningn otro sitio. Deseo destacar la extraordinaria cortesa y amabilidad con que invariablemente me recibieron, lo mismo en sus centros que en sus casas particulares, y la magnfica disposicin con que me prestaron o cedieron materiales muy valiosos. La misma consideracin encontr en la correspondencia mantenida con anarquistas a los que no pude conocer personalmente. Sinceramente, la oportunidad de conocer y conversar con tantos espaoles anarquistas en Toulouse, Pars, Burdeos y Londres supuso para m la experiencia ms gratificadora en la preparacin de este estudio.

Son, pues, muchsimas las personas a las que debo agradecimiento por su ayuda. He de aadir que no todas ellas son anarquistas. Tambin he de dar las gracias a mi amiga la Sra. Adama van Scheltema-Kleefstra, bibliotecaria del IISG en la poca de mi investigacin, por sus atenciones para conmigo en tantas ocasiones. Mi mayor deuda la contraje posiblemente con la Sra. Annie Daz, tambin del IISG, y con su hija Elizabeth Daz, hoy Sra. Wouter Voskuilen. La hospitalidad de la familia Daz en Holanda durante varios meses hizo posible que completara este estudio.El Sr. Arthur Lehning, antiguo miembro del IISG, tuvo la amabilidad de leer la mayor parte del manuscrito y consigui hallar y poner luego a mi disposicin documentos que de otra forma no habra podido obtener. Mi supervisor, Sr. A. R. M. Carr, entonces del New College, Oxford, hoy director del St. Anthonys College, me ayud notablemente con sus valiosas crticas. Doy las gracias a los Sres. Gerald Brenan, E. Lee Martin, Jordi Arquer y Eduardo Comn Colomer, as como al doctor David T. Cattell y Sra., por haberme cedido o prestado materiales bsicos.

Entre los muchos anarcosindicalistas que me dejaron o regalaron documentos he de mencionar, en particular, a la Sra. Federica Montseny, los Sres. Josep Peirats, Miguel Jimnez, Manuel Salgado, Gastn Leval, A. Ildefonso Gonzlez, Juan Lpez, Juan Garca Oliver, Joan P. Fbregas, Ramn Liarte y Juan Manuel y Sra. Lola Molina. La misma gratitud me obliga para con los Sres. Paul Partos, Vernon Richard y Coln Ward.Doy tambin gustosamente las gracias a los Sres. Felipe Alaiz, Ramn lvarez, L. L. Ceballos, Francisco Crespo, Joan J. Domnech, Germinal Esgleas, Jos Garca Pradas, Enrique Mondjar, Josep Peir, Eleuterio Quintanilla, A. Roa, Helios Snchez y Aristide Lapeyre.El Sr. John R. Walsh me asisti en la lectura de pruebas y la Sra. Voskuilen y el doctor Robin Farquharson, ya fallecido, en la traduccin de fuentes holandesas. El Sr. Rudolf de Jong del IISG verific varias fuentes y las Sras. Dolores Moyano Martin y Lil OConnell de Alurralde me ayudaron en la lectura de pruebas la edicin castellana.

J.B. Washington, marzo de 1974.

INTRODUCCINA la diez y media de la noche del 4 de noviembre de 1936 el presidente del Consejo y jefe socialista Francisco Largo Caballera anunciaba en Madrid la formacin de un nuevo gobierno del que pasaban a ser miembros cuatro representantes de la Confederacin Nacional del Trabajo.Ms de una vez, en el pasado, doctos optimistas haban atribuido a Espaa la introduccin de elementos originales en la historia poltica del mundo; de lo que no hay duda ahora es que Espaa ha sentado el indiscutible precedente de ser el primer pas en tener ministros anarquistas.

Ironas de la historia, dos de los flamantes ministros cratas haban invertido buena parte de sus energas, durante los aos que precedieron a la segunda repblica, en afear sus otros dos compaeros de gobierno anarquistas colaboracionismo poltico.

Conocido es el influjo de la idea y del movimiento anarquista en la historia social y poltica de la Espaa moderna. Sin el estudio del sindicalismo no cabe un conocimiento tan siquiera aproximado del obrerismo espaol. A la vez, es imposible hacerse cargo del desarrollo de aquel poderoso e idiosincrtico movimiento si no se destaca el papel que en su historia interna ha desempeado el problema del llamado colaboracionismo, origen y pretexto de luchas enconadas.

La concepcin anarquista de la sociedad y de la funcin que en ella tiene la poltica entraa -es cosa sabida- que el libertario no vote ni participe en la poltica al uso de la democracia parlamentaria. Pero en 1936 los miembros de la organizacin anarcosindicalista mayor y ms importante del mundo, la CNT, hicieron ambas cosas. La verdad es que, si no queremos despojar a las palabras de su sentido corriente, la CNT colabor con el estado.

El estudio de la historia del movimiento anarcosindicalista espaol antes de 1936, en que la polmica en torno al colaboracionismo es casi una constante, evidencia la naturaleza compleja de este debate. Complejidad nacida de dos razones. La primera, porque determinados pasos que para algunas de las figuras del movimiento eran casos palmarios de colaboracionismo -lo cual, en el lenguaje libertario, es tanto como traicin a los principios- eran vistos por otros miembros de la organizacin como perfectamente legtimos y hasta en ciertos casos dignos de elogio. Unas veces se controverta la conveniencia de conspirar con los partidos polticos contra un dictador. Otras, se trataba de si proceda o no unirse para la accin con los sindicatos socialistas, o s deba dejarse que el estado mediara en los conflictos laborales. Ocasin hubo en que la discordia se cerr en torno a si deba votarse en las elecciones. De todos modos, siempre sala de alguna parte la acusacin de traicin.La otra razn era que el litigio colaboracionista fue no pocas veces mera fachada de otro ms importante, a saber, el de a quin corresponda el control de la CNT. El alegato de colaboracionismo sola asomar siempre que chocaban los partidarios de un liderazgo ejercido por mediacin de una red de pequeos grupos militantes de individuos que comulgaban en las mismas ideas, y los que pretendan que el movimiento se dedicara ante todo a sostener e incrementar grandes organizaciones sindicales, inspiradas, por supuesto, en el credo anarquista. El desacuerdo entre unos y otros correspondi desde luego a la diferencia de actitud que separaba al anarquista puro del sindicalista convencido. Es caracterstica peculiar del movimiento obrero espaol el que concepciones interesadas por aspectos tan diferentes llegaran a coexistir, y, lo que importa ms aqu, consiguieran injertarse una en otra y reforzarse mutuamente.

El motivo de que dediquemos tanto espacio al tema del colaboracionismo en una introduccin al estudio del anarcosindicalismo espaol es el siguiente: es imposible leer la historia de la CNT y de los movimientos espaoles de que deriv sin que llame poderosamente la atencin la reiterada insistencia con que vuelve a surgir esta controversia. No importa que la constante discusin acerca de lo que era y lo que dejaba de ser cooperacin con el enemigo recubriera con frecuencia debates que en realidad ventilaban el problema de cmo mejor organizar el movimiento. El hecho de que se tuviera que hablar de colaboracionismos cuando se procuraba discutir cosas ajenas a l es de por s significativo, porque refleja cules eran dentro del anarquismo y para los anarquistas las categoras fundamentales de su credo. Pero el problema mismo del colaboracionismo toca a algo ms que al pilar fundamental de la filosofa revolucionaria crata. Se trata, claro, de la estabilidad de la ideologa como factor poltico; pero se trata tambin del punto vital donde incide la necesidad de ajustar esa ideologa a las exigencias de la prctica: tanto o ms que filsofos convencidos, los jefes anarquistas fueron revolucionarios de corazn poco aficionados a grilletes, aunque fueran ideolgicos.----------En este libro, que cubre los aos 1930 a 1937, no nos ocupamos del importantsimo problema agrario de la Espaa del sur, reducindonos, con algunas salvedades, a otro aspecto cardinal del movimiento obrero espaol: el anarcosindicalismo de la Catalua industrial.En la primera parte del libro se discute la cooperacin de los anarcosindicalistas con grupos polticos que se proponan derrocar la monarqua en el intervalo que media entre la cada de Primo de Rivera y el advenimiento de la segunda repblica. Se da cuenta de disensiones acerca de la forma que deba darse a la organizacin interna de la CNT, iniciadas ya antes del ocaso de la Dictadura, y prolongadas hasta muy dentro del perodo republicano. El surgir de una minora anarquista organizada que logr apoderarse de los mandos de la CNT, acarre una lucha enconada que dio en la escisin de la Confederacin y la formacin de una organizacin alternativa. Nos ocuparemos con algn detalle de las actividades de este movimiento por reproches y contraacusaciones en los que el colaboracionismo era la piedra de toque.Tambin examinaremos la guerra casi permanente que los anarcosindicalistas dieron a sus patronos y a los gobiernos de la repblica, y discutiremos la rivalidad entre la CNT y las otras organizaciones obreras. Las huelgas, las insurrecciones, los encuentros a menudo violentos en que los anarquistas fueron protagonistas, justifican el calificativo de revolucionaria, aplicado a la poltica seguida por la CNT durante estos aos. Fue revolucionaria por cuanto se trataba de un ataque frontal contra los poderes establecidos. Habr quien disienta de la aceptacin aqu dada a lo revolucionario. Cuestin bizantina. Lo que importa es recordar que la CNT luchaba simultneamente en todos los frentes: en el patronal, contra el estado, contra los socialistas y contra los propios elementos disidentes de su organizacin.Por otra parte, hemos llamado perodo de revolucin social los meses de la guerra civil espaola aqu estudiados. El espritu revolucionario anterior fue en cierta medida esencialmente negativo, concentrado en el afn o la necesidad de destruir. En cambio, el perodo social-revolucionario abarca la etapa en que el movimiento anarcosindicalista espaol est llevado de un empuje positivo de construccin efectiva. Fue poco tiempo, no ms que un interludio, pero de enorme inters. Dieron al traste con l las derrotas sufridas por el bando republicano y, lo que es ms importante, la contrarrevolucin dentro del campo republicano.

En medio de este perodo de revolucin social y de contrarrevolucin inmediata, se sita, por vez primera en la historia, la participacin anarquista en un gobierno, y la reaparicin dramtica del problema crnico del colaboracionismo.

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En 1868 lleg a Espaa un italiano llamado Giuseppe Fanelli, quien reuni un cenculo de nefitos a los que predic, de prisa y en italiano, las ideas de su jefe poltico, Mijail Bakunin. En 1870, cerca de un centenar de conversos de la nueva fe se reunan en Barcelona para organizar la Federacin Regional Espaola de la Asociacin Internacional de Trabajadores (fundada sta en 1864). Francisco Mora, uno de los fundadores del socialismo espaol, narr aos despus lo all ocurrido, presenciado por l:Slo en la cuestin de la actitud que la Internacional deba observar con relacin a la poltica se manifestaron opiniones encontradas y se rieron verdades batallas entre los partidarios de la abstencin y los que queran que la Internacional no abandonara el campo poltico, que entonces quera decir formar en las filas del partido republicano.

En el congreso no hubo ncleo poltico importante, y se aprob la condena bakuninista de la participacin obrera en la lucha poltica, a la vez que se desautorizaba a los partidarios de Marx que crean necesaria dicha participacin.

Unos aos despus, al adoptar las resoluciones del congreso de St. Imier, los espaoles ratificaron su confianza en la interpretacin anarquista de la lucha obrera. Fue aqul el congreso en que se fund la internacional bakuninista tras la expulsin del agitador ruso extramuros de la internacional, obra de los marxistas en el congreso de La Haya de septiembre de 1872. Los anarquistas espaoles pasaron a la accin en el congreso de Crdoba, unas semanas despus del de St. Imier. Fue el congreso de Crdoba el que determin la estructura descentralizada de las secciones locales y de oficios, soberanas y autnomas, que caracterizara al movimiento anarquista espaol. La ratificacin de la resolucin de St. Imier por parte del congreso de Crdoba merece destacarse, porque, como apunta G. Brenan, la actitud negadora de toda cooperacin con cualesquiera partidos polticos debe considerarse la doctrina fundamental del anarquismo espaol.

Antes de poco se pondra a prueba la nueva doctrina en las insurrecciones cantonalistas de 1873, en que los bakuninistas estuvieron tentados de cooperar con los federales burgueses contra los enemigos de stos. Anarquistas hubo que fueron del brazo de los federales, pero los ms se abstuvieron. En los aos siguientes, la Federacin Regional Espaola de la Internacional fue reducida a la clandestinidad por haber sido declarada ilegal en las cortes. Al ao de salir nuevamente de la clandestinidad hubo un congreso en Sevilla (1882), donde la mayora de los compaeros catalanes abogaron por confirmar toda actividad sindical dentro de los marcos legales, reformismo al que se opusieron los ms, y muy especialmente los andaluces. Los aos siguientes fueron sobre todo poca de luchas acerca de la organizacin interna de la Federacin Regional, hasta la disolucin de sta en 1888. Frente a ello, las discusiones acerca de la conveniencia de recurrir al sabotaje y a las huelgas violentas revisten tan slo importancia secundaria.En la ltima dcada del siglo los terroristas, tan a menudo como injustamente identificados como esencia del anarquismo, monopolizaron el movimiento. Vino la represin de Montjic y tras ella el encarcelamiento, la huida y el amordazamiento poltico de los anarquistas, hasta los inicios del nuevo siglo. Con ste lleg la introduccin en Espaa del sindicalismo revolucionario, cuya arma decisiva era la huelga general, y cuya concepcin del futuro consista en una sociedad reorganizada sobre la base sindical y sin estado. El impacto de esta mercanca de importacin francesa en los grupos sindicados libertarios espaoles produjo en 1907 la Federacin Barcelonesa de Solidaridad Obrera, que, visto su xito, pas a Federacin Catalana del mismo nombre al ao siguiente, hasta generar, en el congreso de Sevilla de 1910, la Confederacin Nacional del Trabajo.

La panoplia guerrera sindicalista consista en la huelga general y los sindicatos locales. Con ellos deba derribarse al estado y a los patronos, hasta que, allanado el campo, los anarquistas pusieran en pie un nuevo mundo de libertad y de fraternidad; la lgica de la doctrina anarcosindicalista exiga que ese mundo venidero fuera un mundo de trabajadores sindicados; pero -una de tantas inconsecuencias doctrinales del anarquismo-, la generosidad y la tradicin del movimiento imaginaron un futuro con lugar para todos, segn la frmula consagrada del comunismo libertario.Por ms que la nueva organizacin revolucionaria nacional tuvo su primer congreso en 1911, en el teatro de Bellas Artes de Madrid, la coyuntura econmica, manifestada en las dificultades con que tropezaban las huelgas, le fue adversa. La represin gubernamental, la fuerza que an retena el radicalismo lerrouxista en Barcelona y las mismas divergencias de opinin en el seno de la CNT acerca de si deba favorecerse a los aliados o si convena mantenerse en posicin neutral tras estallar la primera guerra mundial, todo hizo que la CNT permaneciera dbil y relativamente ineficaz antes de 1917. Aqul fue el ao de la asamblea de parlamentarios, las juntas de defensa y la huelga general. Sabido es que los huelguistas fueron derrotados a manos del ejrcito. El hecho de haber firmado la CNT en 1916, bajo la influencia moderadora de Salvador Segu, un pacto con la Unin General de Trabajadores, hicieron que Segu y ngel Pestaa, el otro gran adalid cenetista moderado, fueran acerbamente criticados por los anarquistas puros, opuestos a esa clase de alianzas.

En el congreso nacional extraordinario del teatro de la Comedia en Madrid, en 1919, la CNT se neg a aprobar la unin con la UGT por la que abogaba Segu. En cambio, y llevados por el prestigio de la revolucin rusa, votaron su adhesin provisional a la internacional comunista, aunque sin deponer su fe en los principios de Bakunin. Esta inconsecuencia ideolgica, nacida del fervor y de la simpata revolucionarios, se complic an ms con la afiliacin permanente de la Confederacin a la Tercera Internacional, obra de unos cuantos miembros pro bolcheviques de la CNT, que lo hicieron sin estar autorizados para ello, aprovechando una visita a Rusia. En 1922, sin embargo, el congreso de Zaragoza cort toda relacin con la internacional moscovita y anunci que la CNT se afiliara a la nueva internacional sindicalista (AIT) que se cre oficialmente a finales de dicho ao.El congreso de Zaragoza aprob tambin una resolucin que, no obstante desautorizar explcitamente todo acto de colaboracin parlamentaria o poltica con los partidos, fue recibida por una parte de los elementos anarquistas como prueba de traicin a los principios de la CNT. Y es que contena ciertas frases ambiguas acerca de la organizacin misma a la que se calificaba de total y absolutamente poltica. Los ponentes de esta resolucin fueron Segu, Pestaa, Josep Viadiu y Joan Peir, a quienes los anarquistas acusaban entonces de tendencias reformistas por su afn de concluir acuerdos con la UGT, y porque se mostraban dispuestos a sacrificar el principio de la accin directa en aras de la intervencin gubernamental en los conflictos laborales. Durante la segunda repblica, Pestaa y Peir fueron el blanco predilecto de los anarquistas puros de la Federacin Anarquista Ibrica, quienes no se cansaban de citar aquella resolucin de Zaragoza para documentar la perfidia de sus oponentes.

Segu y el grupo sindicalista que encabezaba vieron menguar sus huestes en los dos aos inmediatamente anteriores a la Dictadura, poca que un autor ha calificado de calvario del movimiento obrero confederal. Los encarcelamientos y tiroteos de que fueron vctimas los miembros de la CNT, en la famosa era del pistolerismo barcelons, as como la represin ocasionada por la sucesin de fracasadas huelgas cenetistas, se sumaron a los alegatos de reformismo para acarrear un pronunciado decaimiento en el prestigio del Noi del Sucre. En 1923 caa Segu a manos de los pistoleros patronales pasando a ocupar una de las peanas ms altas en el santuario de los mrtires anarquistas, en tanto que su misma muerte violenta le converta en un argumento ms en contra de su propia concepcin de la lucha sindical, y en pro de la accin armada, enemiga de todo compromiso.Acaso estaba el Noi del Sucre, cuando muri, a punto de ser expulsado de la CNT. El caso es que si la muerte le libr a l de esas amarguras, los acontecimientos polticos espaoles libraron a sus compaeros sindicalistas de otras semejantes: en septiembre de 1923 tom el poder el general Primo de Rivera, y la CNT tuvo que pasar a la clandestinidad. El problema del colaboracionismo se planteara desde entonces de otro modo: poda cooperarse con los polticos que se proponan derrocar al dictador?

Nuestro trabajo empieza en el momento en que sta era la gran pregunta que se hacan los lderes anarquistas. Termina con la salida de los anarquistas del gobierno, a finales de 1937, perdida la partida que en un momento dado pudo parecerles que iban a ganar. Pero, antes de entrar en materia, una ltima observacin. El presente estudio se ha realizado sobre un fondo de historia poltica relativamente bien estudiada en la historiografa, y una historia social y econmica prcticamente en barbecho. Esta parvedad bibliogrfica afecta por igual toda la poca que abarca este libro, pero con gravsimas consecuencias en lo que hace a los captulos que tratan de la revolucin social. Es ella la parte peor conocida de la guerra civil espaola porque, salvo la escasa literatura posblica de tendencia anarquista, ninguno de los grandes grupos participantes en la contienda tuvo entonces ni despus inters en destacar ese aspecto de la vida en la zona republicana. Nuestro tratamiento de aquellos episodios es a la fuerza esquemtico. Hasta tanto no hayan dedicado muchos historiadores muchos aos a su estudio, no conoceremos ni medianamente bien las colectivizaciones y otras medidas revolucionarias de los primeros meses de la guerra, captulo esencial de la historia social de Espaa. La mencin, extensa a la vez que somera, del intento de conformar la sociedad a los ideales anarquistas es -con todo- necesaria en este libro; y ello, no slo por las ilusiones y el tiempo que los libertarios espaoles dedicaron al experimento, sino tambin porque este experimento es parte integrante y elemento esencial de la historia poltica del movimiento anarquista, tema central de nuestras investigaciones.La conciencia de todas estas dificultades me ha forzado a mantenerme cuidadosamente dentro de las fronteras del ttulo del libro: el estudio de un grupo poltico, de un partido, no de una clase social. Es seguro que, a la luz de ulteriores investigaciones, parte de los datos que aqu se dan perdern inters, y que se echarn de menos otros. Pero tal es el precio que se paga cuando se entra en un coto muy abandonado. Por lo dems, huelga decir que no me hago ilusiones en cuanto a los lmites de este trabajo. Un trabajo de dos aos no puede tener sino modestas ambiciones.

CAPTULO 1ANTES DE LA REPBLICA

El antagonismo entre Catalua y Castilla y la enemistad entre las dos grandes ramas del movimiento obrero, los anarcosindicalistas y los socialistas, son dos constantes de la historia espaola contempornea. El advenimiento de la Dictadura del general Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, no mitig la hostilidad entre los bandos de ambos frentes. El dictador reprimi sin contemplaciones las libertades polticas y culturas de Catalua, a la vez que haca lo propio con el movimiento anarcosindicalista.La Confederacin Nacional del Trabajo no haba anticipado el golpe del general Primo de Rivera. Desde la conferencia de Zaragoza de 1922, los anarcosindicalistas haban acelerado sus actividades organizadoras. En la primavera y el verano de 1923 se celebraron mtines regionales de la CNT en preparacin de un nuevo congreso nacional. Durante esos mismos meses, y singularmente en Barcelona, la CNT desencaden una serie de huelgas, importantes aunque fracasadas. Tanto las actividades de organizacin como las huelgusticas fueron decreciendo hasta su virtual desaparicin despus del golpe de estado. Los anarcosindicalistas haban entrado en una era de adversidad, y lo saban. A partir del da de la Ascensin de 1924, los centros sindicales de la CNT fueron clausurados, arrestados varios lderes de la Confederacin y prohibida la mayor parte de la prensa anarcosindicalista. Mas, ya antes de que la Dictadura hiciera pblicas estas medidas, la CNT, en sus mtines de Granollers de diciembre de 1923 y de Sabadell en la primavera de 1924, anunci que tena decidida la disolucin de sus organismos sindicales. Los anarcosindicalistas preferan refugiarse en la clandestinidad que seguir con sus actividades a la luz del da.

LA CONFEDERACIN NACIONAL DEL TRABAJO

La facilidad con que los anarcosindicalistas espaoles se avienen a la desaparicin de la estructura formal de sus sindicatos en poca de represin ha sido una de las fuerzas de la CNT. Este fenmeno tan slo puede comprenderse si se atiende a la forma en que estaba organizada la Confederacin Nacional del Trabajo. La palabra misma de Confederacin es significativa. La CNT era una Confederacin compuesta de federaciones regionales de sindicatos. El movimiento anarcosindicalista espaol siempre ha destacado con mucho nfasis el aspecto descentralizador y el derecho de los sindicatos y las organizaciones regionales a una autonoma casi total. La organizacin centralizada y disciplinada de los sindicatos socialistas siempre fue objeto del aborrecimiento libertario.La unidad bsica de la CNT era el sindicato local del ramo, dividido en secciones, correspondientes a oficios. Cada seccin designada, en una asamblea de trabajadores del mismo oficio, empleados en diversas empresas, una junta de seccin, o comit administrativo, al que corresponda la administracin de los fondos de la seccin y la representacin de sus obreros en los asuntos que a dicha seccin tan slo ataan.

El escaln siguiente de la organizacin sindical lo constitua una junta de todo el sindicato local, o comit administrativo compuesto de un representante de cada una de sus secciones. Esta junta era designada en asamblea general de los miembros de todas y cada una de las secciones pertenecientes al sindicato. Paralela a esta estructura, haba otra, al nivel de taller:

En cada taller, fbrica, obra, despacho, etc., donde haba personal organizado sindicalmente, haba un delegado. Se les llamaba delegados de taller, y tenan que ser de la misma profesin porque trabajaban en el mismo sitio del que eran delegados sindicales. El trabajo de estos delegados era totalmente libre, voluntario, pero estaba investido de la mxima autoridad sindical. En los perodos en los que se encargaba de mantener el enlace entre los obreros de su taller o fbrica y la Junta de su Seccin y del Sindicato. Naturalmente, cuando el sindicato actuaba legalmente este delegado era el responsable de que los trabajadores respetaran sus obligaciones [pagaran las cuotas], y tambin el que hablaba al patrono en los conflictos laborales. En algunos sindicatos haba no solamente el delegado de taller sino un Comit de Taller, que ejerca las mismas funciones que el delegado

Las caractersticas sindicales de una ciudad o una localidad se reflejaban en la llamada Federacin Local de Sindicatos. As como el sindicato era una federacin de secciones autnomas, la federacin local era una unin de sindicatos autnomos: organizacin coordinadora que no poda imponer a los sindicatos la obediencia a acuerdos no aceptados voluntariamente por ellos. La federacin local tena una junta administrativa compuesta de delegados de cada uno de los sindicatos en la localidad, y se reuna semanalmente. Por su composicin profesional heterognea la federacin local se ocupaba ms de asuntos econmicos y polticos de carcter general, y que afectaban a todos los trabajadores de la localidad, que de las estrechas preocupaciones profesionales de sindicatos y secciones.

El resto de la estructura de la Confederacin ascenda de la federacin local a la federacin comarcal, de sta a la confederacin regional, y a la nacional luego, con comits administrativos a todos los niveles. En tiempos normales, un congreso nacional, compuesto por delegados de cada sindicato espaol, decida dnde residir el comit nacional, pero no designaba sus miembros. Si la CNT se vea precisada a pasar a la clandestinidad, o en caso de urgencia, las funciones del congreso las asuma el pleno nacional de regionales, o reunin de delegados de los comits regionales. Una vez que el congreso o el pleno nacional haba acogido, pongamos por caso, Barcelona como residencia del comit nacional, tocaba a los sindicatos pertenecientes a la federacin local barcelonesa, junto con el comit regional de Catalua, decidir la designacin de los miembros del comit nacional de la CNT. Al concentrar as todos los comits en un solo lugar, era posible que sus miembros siguieran conservando sus puestos de trabajo. Era ello de todo punto esencial ya que tan slo los secretarios de los comits regionales y del nacional as como los directores y empleados de la prensa cenetista perciban salario.

Esta articulacin de la Confederacin Nacional le daba una admirable elasticidad para hacer frente a la persecucin gubernamental. Podan suprimirse los congresos, no importaba que se cerraran los teatros donde solan celebrarse: los plenos clandestinos, tanto regionales como nacionales, seguan cumpliendo su cometido en el pice de la organizacin, y los delegados de taller podan, al no dejar de percibir las cotizaciones ni perder el contacto personal con los trabajadores, impedir que el movimiento se desintegrara por la base.

Pero la descentralizacin de la CNT tambin tena su aspecto contraproducente, puesto que dificultaba la orquestacin de un apoyo perfectamente concertado en aquellos casos en que la falta de unin era tanto como la garanta de un fracaso ruidoso. Veremos, por ejemplo, cmo el sacratsimo mandamiento de la autonoma de las regionales haca imposible que las dems pararan los pies a una cualquiera de las organizaciones regionales que, presa sbitamente del entusiasmo, montaba suicida sobre la quimera revolucionaria. Ante todo, nada de rdenes desde arriba. Por otra parte, en tales circunstancias, dejar de hacer era a menudo ir derecho a la catstrofe.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera se evidenciaron ms que nunca las ventajas y los inconvenientes de la forma de organizacin de la CNT. La Confederacin luch en dos frentes. Gracias a los plenos clandestinos, los anarcosindicalistas pudieron contribuir a las conspiraciones contra el rgimen. A la vez, la CNT supo llevar adelante el apostolado doctrinal. Cerrada la accin revolucionaria callejera, dificultada la fabril, los sindicalistas dedicaron buena parte de sus energas al afianzamiento ideolgico y a la formacin de los cuadros en profundidad. Se preparaba as el terreno para que, cuando volviera la libertad poltica, surgieran en la nueva coyuntura hombres formados, militantes conscientes y activos que reorganizaran el apoyo de las masas trabajadoras -que se supona latente-. Durante la Dictadura, pues, las escuelas racionalistas siguieron sostenindose en Barcelona y las provincias catalanas gracias al apoyo del obrero militante.

La difusin de la propaganda escrita no ces del todo: la Dictadura censuraba poco y no todos los rganos cratas haban sido prohibidos. Se publicaban varios peridicos provinciales de signo anarquista en la poca de Primo de Rivera. Entre ellos, Despertad! de Vigo, Accin Social Obrera de Sant Feliu de Guxols, El Productor de Blandes, Redencin de Alcoi y Horizontes de Elda. Hasta la famosa Revista Blanca sigui publicndose en estos tiempos. De Barcelona tambin salan Vrtices Iniciales y numerosas novelas sociales. En Valencia se public una revista afamada, que se llam primero Generacin Consciente y luego Estudios. Tambin en Francia se publicaban peridicos y folletos anarquistas, obra de los exiliados libertarios.

LA UNIN GENERAL DE TRABAJADORESPara mejor comprender el terreno en que se mova la CNT, tenemos que decir dos palabras de su rival socialista, la Unin General de Trabajadores. La UGT tena, como el Partido Socialista Obrero Espaol, al que estaba ntimamente ligada, un carcter democrtico reformista muy acentuado. Creada en 1889 -dos aos despus de fundado el PSOE-, la UGT haba tenido amargas experiencias en Catalua, donde lleg a estar domiciliada. Ya antes de principiar el siglo, sin embargo, pasaron a Madrid sus oficinas centrales, por parecer ms propicio al socialismo el terreno de la capital espaola. En 1923 la UGT tena 200.000 miembros; a finales de 1930 eran ya casi 280.000. Este aumento sustancial de las huestes socialistas lo explica la colaboracin tcita de los socialistas con el general Primo de Rivera, medida poltica inducida en no escasa parte por la esperanza de ganarles la mano a los anarcosindicalistas, Francisco Largo Caballero, secretario general de la UGT, haba aceptado el cargo de consejero laboral bajo el dictador a finales de 1924. Dos aos despus vino el decreto que daba vigencia a la Ley de Corporaciones (26 de noviembre de 1926), a tenor de la cual los trabajadores espaoles quedaban organizados en sindicatos profesionales, encuadrados en un sistema singularmente repugnante para la CNT.La Ley de Corporaciones estableca tribunales de arbitraje, los llamados comits paritarios, a los que corresponda entender de las disputas entre obreros y patronos. Figuraban en dichos comits representantes, por partes iguales, de patronos y obreros bajo la presidencia de un funcionario del estado. Esta forma de discusin colectiva obligatoria -que de eso se trataba- report ventajas reales a los trabajadores, y especialmente a los socialistas. Mas los anarcosindicalistas se opusieron rotundamente a los comits paritarios, porque contravenan el principio de la accin directa y hacan de la huelga un arma muy difcil de manejar con eficacia. Los vitrilicos y porfiados ataques libertarios contra los socialistas en los aos de la repblica tenan su origen parcial en aquella su experiencia con ellos bajo el general Primo de Rivera.CONSPIRACIN Y COLABORACIN BAJO EL RGIMEN DE PRIMO DE RIVERA

RELACIONES CON FRANCESC MACI

En vista del ascendiente cobrado por los socialistas, y habida cuenta de la enemiga gubernamental con que se obsequi a los anarcosindicalistas, se suele decir que la CNT casi no desempe papel poltico de importancia en los aos de la Dictadura. Segn los Moch, por ejemplo, la CNT pareca haber depuesto sus intenciones revolucionarias en esos tiempos. Esto, como hemos de ver, es falso, aunque el juicio se funda en datos incontrovertibles. Es verdad, por ejemplo, que las actividades concertadas de la CNT no influyeron mucho en la vida de la Dictadura. Para preservar siquiera una armazn organizada, la CNT concentr -como dejamos dicho- muchos esfuerzos en la formacin de cuadros sindicales, grupos de militantes que, sin organizacin formal, se aglutinaron despus de la disolucin de los sindicatos anarcosindicalistas. Pero haba grandes obstculos que se interponan a una vigorosa accin cenetista en ese perodo, obstculos que deben buscarse ms all de la estril intolerancia doctrinal con que se opusieron a los comits paritarios, allende la mera reorientacin -forzada, que no espontnea- de su esfuerzo haca la formacin de cuadros. Estriban sobre todo en la violencia misma de la represin dictatorial y en las disensiones internas que desgarraron por aquellas fechas el cuerpo maltrecho de la Confederacin. Estriban tambin en las caractersticas mismas de la organizacin cenetista, heredera en esto de achaques tradicionales en el anarquismo espaol e internacional: la facilidad asombrosa con que el anarquismo espaol, aun en momentos de real florecimiento, se derrumba virtualmente ante el empuje de la represin gubernamental y pierde casi toda eficacia como la fuerza clandestina, es consecuencia de sus formas de organizacin fragmentaria descentralizada. Como ya tenemos apuntado, estas formas de estructuracin tenan la ventaja, para los anarquistas, de hacer poco menos que imposible la decapitacin del movimiento por el Ministerio de la Gobernacin. En regmenes como la monarqua parlamentaria y la repblica, en que las suspensiones de garantas constitucionales y la declaracin del estado de guerra eran medidas ocasionales y ms bien anormales, esa ventaja siempre fue valiosa. Pero cuando las libertades de organizacin y de propaganda estaban permanentemente suspendidas o muy coartadas, como bajo Primo de Rivera, el precio que el movimiento anarquista pagaba por la inmunidad de la cabeza era nada menos que la casi total atrofia del cuerpo.Pero de eso a decir que la CNT no aspir a jugar un papel revolucionario en esos aos hay un abismo. Hubo, por una parte, menguados intentos de accin violenta independiente. Pero no fue esto lo importante. Como declarara el general Mola, la CNT no dej ni un instante de actuar y conspirar. Las federaciones regionales siguieron enviando delegados a las conferencias clandestinas, a las que asistan los miembros del comit nacional. Esos plenos colaboraron con los partidos polticos durante la Dictadura, coadyuvando a su derrocamiento final. En qu medida, ahora se ver. Mas importa desde ahora destacar que la CNT no dej de conspirar, durante la Dictadura, para dar al traste con ella.

Resulta difcil, por la naturaleza misma del problema y por lo cercanos de nosotros que estn los acontecimientos -lo que afecta profundamente a las fuentes de que disponemos-, reconstituir con precisin cundo y en qu medida conspir la CNT con los polticos durante la Dictadura. Joan Peir, una de las figuras ms destacadas del anarcosindicalismo espaol de entonces, aludi a esas conspiraciones al tomar la palabra en el congreso nacional de la CNT de 1931:

He pedido la palabra para decir, para afirmar, que desde el ao 1923 ni un solo comit nacional, ni un solo comit regional ha dejado de estar en contacto con los elementos polticos, no para implantar la repblica, sino para acabar con el rgimen de ignominia que nos ahoga a todos.

El primer lder poltico con quien entraron en relacin los anarcosindicalistas fue Francesc Maci. Exiliado, Maci era el smbolo viviente de una Catalua autnoma o libre, encarnacin del deseo casi unnime, a lo que parece, en una u otra forma, de la clase media catalana; anhelo enardecido por la poltica del dictador, en cuyas premisas centralistas, espaolistas y corporativistas no haba lugar para catalanismos, ni violentos ni moderados. Aunque nacionalista cataln, se dira que Maci no era separatista, sino que deseaba una Catalua autnoma dentro de Espaa. Mas esto no hace al caso. Lo que importa es que Maci, por su personalidad real y por su contrafigura pblica, estaba bien situado para obrar de puente, siquiera provisional, entre los anarcosindicalistas y las fuerzas que le seguan o parecan seguirle. Anciano ya en 1923, Maci haba sido militar, llegando a coronel de ingenieros. En 1907 haba sido diputado, con doble acta, por Solidaridad Catalana, el gran movimiento de la fase lrica del catalanismo. Pero despus, Maci renunci a su escao parlamentario por Barcelona, con un gesto de intransigencia a la vez nacionalista e izquierdista, doble significacin a la que debi sus grandes triunfos polticos durante la repblica y que conservara hasta la muerte.

Los grupos que componan la Esquerra de Maci eran nacionalistas catalanes, con un credo social de cuo liberal de izquierdas. No eran, pues, para los anarquistas, sospechosos de reaccionarismo. Tampoco eran socialistas, lo que, a ojos libertarios, era una virtud. Aunque la CNT era tambin autonomista, es importante no confundir la mera alianza temporal de la Confederacin con la Esquerra con una visin basada en comunidad de credos. Era cosa de tctica, sobre todo, y tambin de simpatas. De tctica porque, con todo, la CNT haba llegado a la conclusin de que las libertades burguesas de una repblica hacan a sta ms respirable que una dictadura; de simpatas, porque todos haban compartido, en uno u otro momento, los rigores de cierta persecucin. Como dira el lder anarquista Federico Urales, en junio de 1931:Esta Repblica espaola, sobre todo la catalana, es ms cosa nuestra, por ahora. Hemos convivido con sus hombres en las crceles unos y en el destierro otros, perseguidos todos por la dictadura monrquica. Cmo no hemos de preferirlos a los dictadores que nos perseguan como a fieras, que nos atormentaban cual s se tratara de inquisidores y de herejes, que nos fusilaban por las calles.

Al decir de Peir, los anarcosindicalistas iniciaron sus contactos con Maci en una reunin habida en la ciudad francesa de Font-Romeu, el ao 1923 o a comienzos de 1924. A partir de entonces, y hasta la repblica, siguieron manteniendo relaciones con los polticos.

Segn Peir, Maci pidi a mediados de 1924 que un grupo de delegados de la CNT fuera a verle a Pars. Se trataba de iniciar la organizacin de un movimiento revolucionario. El comit regional cataln, de acuerdo con el comit nacional, design a dos delegados -Peir era uno de ellos- para que acudieran a la cita. A Pars fueron, donde Maci les dijo hablarles en nombre y representacin de varios grupos de izquierdas. Pregunt cules eran las condiciones exigidas por la CNT para apoyar un movimiento revolucionario de la ndole del que se planteaba, a saber, un intento de instaurar una repblica federal. La CNT, contestaron los delegados, no daba importancia a qu clase de rgimen sera el que sucediera al que se intentaba derrocar; tan slo recababa la libertad de todos los presos anarcosindicalistas y la garanta del restablecimiento de todas las libertades individuales y colectivas. Nada ms.

A su regreso de Pars, los delegados dieron cuenta al pleno regional de lo ocurrido, y se dispuso casi unnimemente que la Confederacin deba disponerse a ir a este movimiento revolucionario. En julio del mismo ao se reuni el pleno nacional, que aprob por unanimidad la colaboracin en la aventura revolucionaria. La decisin, pues, fue de toda la organizacin. Peir no dejara de recalcarlo en el debate de 1931, en que los intransigentes del momento afearan la decisin supuestamente injustificada y pecaminosa de 1924.

La CNT exigi en 1924 que se llevara a cabo la revolucin en un plazo de seis meses. Cuando, transcurridos stos, nada haba sucedido, los anarcosindicalistas se percataron de que los anhelos revolucionarios de Maci tan slo afectaban a Catalua, y no a la totalidad de Espaa. El comit nacional, en Barcelona, convoc otro pleno, que se reuni en octubre del mismo ao. En l se propuso una mocin para romper el acuerdo concluido con Maci. Sin embargo, el pleno se neg a aprobar la mocin: vot otra pidiendo que, si era preciso, se otorgara una prrroga a los organizadores. Una vez ms, la organizacin se haba pronunciado en pro de la colaboracin con los polticos en contra de la Dictadura.RELACIONES CON RAFAEL SNCHEZ GUERRA

En 1928, pese a la oposicin del comit nacional, un pleno de la CNT design una serie de comits de accin para mantener estrechas relaciones con polticos y militares enemigos de la Dictadura. Ese mismo ao, las miradas de los libertarios se volvieron hacia otra importante figura poltica: Rafael Snchez Guerra, jefe del Partido Conservador y ex presidente del Consejo, que haba roto con el rey al llegar la Dictadura. Un miembro de la CNT fue a Pars a tratar con Snchez Guerra, exiliado voluntario. A su regreso, aqul dijo a Peir, entonces secretario del comit nacional, que se avecinaba la revolucin, con o sin los anarcosindicalistas. Pese a todos sus reparos en materia tan delicada, el comit se sinti obligado a mantener relaciones con Snchez Guerra, y mand un enlace suyo a Pars. As que, gracias a la creacin de los comits de accin, fue posible para la CNT entablar relaciones con el prohombre conservador, a la vez que el comit nacional se mantena al margen de los tratos sin pronunciarse. Pero el comit no tena facultades para decidir una colaboracin eficaz y prolongada; adems, como Peir mismo dira luego, no quera cargar con tales responsabilidades. Para que fuera la organizacin misma la que decidiera, se convoc a un pleno nacional.

El 29 de julio de 1928, dicho pleno acord por unanimidad que se llegara a un acuerdo con los polticos -lase Snchez Guerra- y con los militares. Tambin se acord que polticos y militares haban de ser los que lanzaran la insurreccin, limitndose la CNT a apoyarla hasta donde las circunstancias aconsejaran. Los polticos del comit revolucionario de Barcelona pidieron al representante de la federacin regional catalana de la CNT que los anarcosindicalistas garantizaran seis meses de paz social en casos de prevalecer la intentona revolucionaria. Segn Peir, el pleno de julio se neg a ello. Era natural: la CNT poda colaborar con los polticos para socavar la Dictadura, pero no iba a hipotecar su libertad de accin para el futuro alindose con aqullos para cuando, triunfante el golpe, pasaran a ocupar el poder. Porque, quienquiera que fuera el que viniera a detentar las riendas del estado y cualesquiera que fueran sus intenciones originales, tendra que convertirse en opresor y merecera la enemistad crata.Snchez Guerra dio su golpe de opereta en enero de 1929, desembarcando en Valencia. Nada pas, ni nadie se movi. El comit nacional anarcosindicalista de Barcelona, avisado con tan slo ocho horas de antelacin, qued mano sobre mano: los lderes confederales reiteraron que los militantes no saldran a la calle s antes no estaban en ella la artillera y la infantera. Era lo acordado.

EL PAPEL DE LA FAI

Cuando se debatieron las actividades referidas, en 1931, Peir destac la reiteracin con que el comit nacional haba buscado la aprobacin de los plenos en lo tocante a las relaciones con los polticos. Hasta dijo, seguramente con un deje de irona, que se abstena de acusar a los miembros de la Federacin Anarquista Ibrica -sus principales detractores por colaboracionista- de haber sido ellos y la FAI quienes impulsaran a la CNT a establecer y robustecer aquellos mismos contactos. Pero, aadi, la colaboracin haba sido favorecida por compaeros que hablaban en nombre de la FAI y que pertenecan a ella, aunque despus hubieran sido expulsados de su seno.

Francisco Arn, miembro del comit nacional antes de 1931 y uno de los firmantes, luego, del manifiesto trentista contra la FAI, se sum a Peir con su denuncia de la hipocresa de la FAI en el debate sobre la colaboracin. Cuando l pas a formar parte del comit nacional, dijo Arn, ya estaban estrechados los vnculos con oficiales y polticos de izquierdas.

Esta relacin, saben quin la tena establecida muy estrechamente? La representacin de la FAI El Comit de la Confederacin regional catalana tambin mantena esta relacin estrechsima con estos elementos Hay aqu compaeros que al mismo tiempo que son de la FAI formaban parte del comit regional de Catalua. Ellos, pues, como yo deca antes, establecieron esta relacin con los elementos polticos de izquierda y militares descontentos

Segn Manuel Buenacasa, que fue secretario de la FAI, hasta el anarquismo organizado (la FAI ya) y los anarquistas espaoles exiliados en Francia haban acordado en 1925 colaborar con los partidos que aceptaran el principio de destruir el rgimen monrquico por la violencia. Nada permite dudar de estas afirmaciones. Los fastas que se rasgaban las vestiduras en el debate de 1931 sobre colaboracionismo faltaban a la verdad. En este sentido, sus decires no deben tomarse en serio para la reconstitucin de los acontecimientos anteriores. Por otra parte, sus alegatos y la virulencia con que los formularon revelan lo profunda que lleg a hacerse en 1931 la brecha entre ambos tipos de libertarios. Y es que, como vamos a ver en seguida, los aos 1928 a 1931 fueron terribles para el anarquismo, tironeado entre lo que pareca conveniencia poltica y las exigencias de la ideologa.

LA CONTROVERSIA PESTAA-PEIRDurante el otoo de 1929, algo ms de un ao antes de la abortada sublevacin de Jaca, resurgi dramticamente el problema del colaboracionismo con motivo del renacer de la CNT. No se trataba ya de disputas relacionadas con los polticos hasta aqu aludidos. Se trataba de si la CNT poda aceptar la legislacin laboral de la Dictadura. El problema tena ribetes ideolgicos importantes por cuanto se trataba de saber si se iba a dejar de lado una de las leyes fundamentales del anarquismo: la negacin de todo derecho por parte del estado a intervenir en los conflictos laborales. El debate result de un inters singular porque en l se enfrentaron los dos grandes jefes anarcosindicalistas de entonces, Joan Peir y ngel Pestaa.

En 1928 y 1929, Peir y Pestaa haban debatido el problema en las columnas de Despertad! y de Accin Social Obrera. Pestaa, en una serie de artculos titulados En torno a la unin moral, abog por la constitucin de una unin de militantes de la Confederacin, organizacin de lderes que deba estudiar los problemas de la CNT y proponer soluciones concretas. Pero, y esto era ms importante, tambin Pestaa recomend que la Confederacin organizara a los trabajadores por profesiones.

Pestaa estaba preocupado por la falta de contacto entre los trabajadores confederales y los comits cenetistas, a la vez que por la mengua en las cifras de nuevos afiliados. De ah la primera de sus aludidas sugerencias. Su segunda propuesta vena a decir que la CNT deba organizar a los obreros siguiendo las lneas trazadas por la Ley de Corporaciones. Porque, segn Pestaa, la CNT estaba perdiendo su ascendiente sobre los trabajadores al mantenerse al margen. Muchos de los camaradas de Barcelona haban aceptado la situacin impuesta por el rgimen y tenan organizados sus sindicatos profesionales. El haberse negado los dems a legalizar su situacin no resolva los problemas de la CNT. Hemos cerrado -afirm Pestaa- las puertas de nuestros sindicatos.

Pero, vamos a dejar de ser explotados? No tendremos que seguir yendo todos los das al taller y aguantar las insolencias de encargados sin educacin? No nos reducirn ms el salario ni cambiarn a costa nuestra los mtodos de trabajo? Ya no nos obligarn a trabajar horas extraordinarias y a cobrar la paga corriente? Ya no nos va a obligar el patrono a que entre dos hagamos el trabajo de tres para decirnos luego: Si no les gusta, se pueden marchar?

Segn Pestaa, haba varias formas de reconstituir la CNT, aun como organizacin legal. Podemos -deca- revitalizar los cuadros sindicales, levantar sindicatos de oficios varios en localidades donde no hay bastantes miembros de un solo oficio para organizar un sindicato del mismo. Tambin se poda difundir la propaganda anarcosindicalista sumndose los cenetistas a sindicatos donde los libertarios seran los menos. Y entonces, cuando estemos dispuestos para la tarea, situmonos.

Peir contest con una andanada al posibilismo sindicalista de Pestaa:

hace ya cerca de dos aos [vengo] demostrando que la CNT no debe ni puede adaptarse al sistema corporativo, al reformismo y a la colaboracin de clases, y ni Pestaa ni nadie ha tenido la delicadeza, obligada por el ms elemental deber de amistad, de probarme que estoy en un error

Parece -comentaba Peir- que Pestaa no se da cuenta de que la legalidad de hoy nada tiene que ver con la legalidad que disfrutamos en otros tiempos.

Actualmente, el principio de la libertad sindical, del que antes hablo, est totalmente proscrito, y todo el poder y el derecho de los sindicatos a disponer de su voluntad e intereses estn sometidos a esa vasta red burocrtica de los comits paritarios, cuyas facultades son tan absorbentes, que sus laudos y resoluciones son sentencias implacables. Esto as, al sindicato no le es reconocido ms derecho que el de proponer. El derecho de disponer pertenece por entero al comit paritario, y no slo el de disponer, sino tambin el de imponer lo que inexorablemente debe acatar el sindicato.

A mediados de 1927, en una reunin de militantes del Arte Fabril de Barcelona -a cuya reunin asist, yo no s an por qu-, Pestaa declar que los comits paritarios estaban de acuerdo con los principios de la CNT Los congresos pueden modificar todos los principios de la CNT que se estimen de necesaria modificacin. Lo que no puede hacer ningn congreso, y mucho menos ningn hombre, por mucha visin de la realidad y espritu prctico que tenga, es negar los principios que son la base esencial, el fundamento y razn de ser de la CNT: el antiparlamentarismo y la accin directa.

Poco despus, y en forma similar, el conocido historiador obrero Manuel Buenacasa aclaraba su propia posicin: defensa de los principios de la CNT contra los partidarios de una organizacin legal y amaestrada. Sindicatos y federaciones eran, segn l, lo que se necesitaba; nada de cuadros sindicales ni otras novedades ajenas a lo que vena siendo el anarcosindicalismo. O la CNT se levantaba sobre sus rganos primarios, los sindicatos, o seguira clandestina.

La acusacin ms grave que Peir lanzara contra Pestaa era de que estaba explotando el nombre de la CNT. Los partidarios de la sindicacin profesional y los que reclaman la aceptacin de los comits paritarios -declar- son los propios miembros del comit de la Confederacin Nacional del Trabajo.

El comit nacional exigi de Peir que probara sus alegatos ante un pleno nacional. El lder de Matar contest que, pese a no poder probar que el comit hubiera apoyado, en cuanto tal y colectivamente, la poltica que l denunciaba, no caba duda de que lo haban hecho sus miembros a ttulo personal. Y eso, por lo menos, era un caso de complicidad.

De los dos caminos que haba para dichos individuos, segn Peir, era preciso que eligieran uno: o dentro de la Confederacin sin reformismo, o con el reformismo pero fuera de la CNT. Les peda que reconocieran en forma categrica y pblica su desvo, prometiendo callar l tan pronto como lo hicieran. Pero hasta tanto que as fuera, advirti, no cejara en su denuncia.

Pestaa neg ser el alma del intento de reconstituir los sindicatos legalmente, pero la reaccin provocada por Peir llev a la dimisin en bloque del comit nacional. Pestaa entonces declar solemnemente muerta la CNT. Muerta era mucho decir, pero desgarrada s estaba.

FEDERACIN ANARQUISTA IBRICA

Los ataques que acabamos de or, salidos de boca de Peir, no fueron los nicos que cayeron sobre pestaa y los contemporizadores. Los intransigentes se organizaban, y a los pocos meses del debate aludido aparecan sus dos protagonistas unidos contra el peligro comn, la FAI.La Federacin Anarquista Ibrica se form en un congreso clandestino de Valencia en julio de 1927. Segn Federica Montseny, haba, entre las figuras de la CNT, algunas que por entonces tendan al reformismo, especialmente Pestaa, Peir (a medias), Domingo Torres, y la regional valenciana. La FAI era, pues, un intento de organizar la defensa de la tradicin anti-poltica y de la mstica revolucionaria heredadas de Bakunin.

Una red de grupos a nivel local, comarcal, regional y nacional forma el armazn de la FAI. Trabaja en ateneos, escuelas y centros de estudios sociales de carcter libertario. Los grupos ideolgicos y artsticos que intentan educar a nivel popular nacen de la FAI. Los grupos de accin y propaganda que sostienen la Idea y predican con el ejemplo y la austeridad tambin surgen de ella. Las expresiones de la ms grande vitalidad y armona del pueblo espaol son ecos de su palabra y su ideal. El idealismo y el dinamismo del proletariado militante fueron plantados en l por la FAI.

La FAI se compona fundamentalmente de revolucionarios jvenes, profundamente entusiastas, que no estaban dispuestos a trueques ni concesiones que afectaran a los principios axiomticos de su herencia anarquista. Llegaron a tener una influencia inmensa dentro del movimiento anarcosindicalista, singularmente despus de lograr la FAI, en 1931, preponderar en la CNT. Estos cratas fueron casi siempre los militantes de choque, los primeros en la calle cuando haba tiros. Pero su fama no proceda tan slo de su pertenencia a la FAI. Tambin eran todos ellos miembros de la CNT, condicin exigida de los fastas. As, Buenaventura Durruti, uno de los grandes nombres del anarquismo espaol, trabajaba (cuando no estaba en la crcel) en una fbrica textil de Barcelona, y toda Espaa lo saba. Significa esto que los anarquistas llamados puros no estaban segregados del movimiento sindical; antes bien, participaban muy activamente en l, lo que contribua a aumentar su prestigio. Haba miembros de la FAI en los puestos ms importantes de la CNT: secretarios de comit, directores de la prensa confederal, etc.

La organizacin de la FAI no se fundaba en un sistema de afiliacin individual, sino de pequeos ncleos, los llamados grupos de afinidad, que constaban de tres a diez miembros. Una vez constituido un grupo, solicitaba la admisin como tal. Los grupos de afinidad estaban organizados a escala federal, en estructura paralela a la de la CNT. As, se pasaba de la federacin local de grupos a las federaciones comarcales y regionales, todo ello coronado por el comit peninsular. Portugal era una federacin regional; precisamente, el primer secretario de la FAI fue un portugus, Germinal de Sousa. Haba grupos fastas en Zaragoza, Valencia, Gijn y Andaluca, pero el bastin de la FAI fue Catalua.

Oigamos, acerca de la reunin de Valencia de 1927, el testimonio de Miguel Jimnez, que la presidio; tras referirse a la represin desencadenada por la Dictadura de Primo de Rivera contra los anarcosindicalistas, Jimnez escribe:

----------Mientras esto pasaba en Espaa, en Francia los militantes espaoles de la CNT y la organizacin especfica se constituan en grupos y se titulaban comits de relaciones. En realidad, conocan la situacin en Espaa mejor que los espaoles de dentro de Espaa conocan la situacin de los espaoles organizados en Francia. Esto se deba a los espaoles que salan de Espaa y les contaban la situacin; en cambio, era menos frecuente el caso de que alguno volviera de Francia y dijera a los del interior cmo iban las cosas entre los exiliados espaoles.Se dio la circunstancia de que entre los poqusimos centros de trabajadores todava no clausurados, haba uno en Blanes, en provincia de Gerona, cerca del lmite de la provincia de Barcelona. Varios miembros del sindicato cenetista de Blandes llegaron a un acuerdo con militantes Barcelona para ver de poner en marcha un dispositivo que permitiera publicar un peridico en Barcelona, puesto que en Barcelona un peridico alcanzara ms fcilmente un mbito nacional y poda ser utilizado de modo ms eficaz como medio de enlace. Los miembros del sindicato de Blanes, haciendo un esfuerzo supremo, constituyeron un fondo inicial, y solicitaron autorizacin para editar un semanario. Les fue concedida la autorizacin porque, por un lado, no se le dio importancia al asunto, y, por otro, porque la situacin bajo la Dictadura era menos rgida, algo menos rgida. Sin olvidar que este semanario de que hablamos fue despus suspendido.Pero sigamos con el relato de lo que sucedi antes de esta suspensin gubernamental, porque en Blandes no haba imprenta y porque, por otros motivos, el peridico, que se llam El Productor, se imprimi en Barcelona y fue en realidad un peridico de Barcelona. Su fue nombrado gerente, y Villanueva, director. El primero era un militante de Blanes y el segundo, de Barcelona. Pero, en la prctica, el director fue Manuel Buenacasa aunque l lo negaba, por su significacin y porque de haber figurado oficialmente como tal habra sido difcil obtener la autorizacin. Ya dijimos antes que el peridico responda a la necesidad de disponer de un medio para la reorganizacin. Y, en efecto, conforme la publicacin ampliaba su radio de accin, se establecan relaciones y se concertaban reuniones y agrupamientos de elementos libertarios. Resultado de una de esas reuniones plenarias, celebrada en Barcelona, con representantes de diversos lugares, fueron los comits relacionadores. En otra reunin se design un Comit o secretariado de relaciones de mbito nacional. Precisamente, Buenacasa fue nombrado secretario general del secretariado de Barcelona. Tambin eran miembros de este secretariado Patricio Navarra, Jos Piedra Vzquez y otro cuyo nombre no consigo recordar.Como era lgico, la existencia por duplicado de un secretariado nacional de grupos libertarios cre una atmsfera embarazosa. En aquella poca los compaeros de Francia estaban perfectamente organizados y actuaban, sobre todo, en Toulouse, Marsella, Bziers, Pars, etc. Adems de constituir comits, publicaban peridicos, manifiestos, panfletos, etc., y asimismo participaban en las ediciones y las actividades de los compaeros franceses. Simultneamente, Barcelona y otras ciudades conseguan extender los grupos a los comits de federaciones ms y ms y sobre una base permanente. En estas circunstancias los libertarios del exterior convocaron un pleno o congreso en Marsella. La invitacin la curs el secretariado de Marsella, concretamente desde LEstaque-plage [un barrio obrero]. En Barcelona y otras poblaciones se celebraron reuniones, finalmente, en una de estas reuniones se nombr un delegado el cual hablara, no en nombre del secretariado -que, para evitar ulteriores perjuicios, limitaba su propio campo de actividad-, sino en nombre de la organizacin en general. Por lo dems, Buenacasa estaba demasiado ocupado con el seminario, pese a que le ayudaba el compaero Labrador, encargado de la impresin. Colaboraban en la edicin de El Productor J. R. Magria, J. P. Vzquez, Bou [Bernardo Pou], etc. En el mencionado congreso de grupos y federaciones hubo quejas y explicaciones, pero sin lenguaje agresivo. El delegado del interior reafirm que no haba habido deseo alguno de prescindir de nadie, de echar gente de algn cargo, ni malas intenciones, que todo el mundo alababa el espritu y la labor del exterior y que si, si no les pareca mala idea, un comit nacional en Espaa misma, que actuara con decisin, poda ser muy provechoso, y que era muy importante, junto con el trabajo que realizaban los de Francia, ganarse el entusiasmo del militantes, de los jvenes y del pueblo en general.El resultado de todo esto fue la formacin en Barcelona de un secretariado nacional de grupos, del que fueron miembros Vzquez, Vidal Jimnez y Llop, entre otros. Las principales tareas fueron estimular la reorganizacin y preparar la celebracin de una amplia reunin en la propia Espaa de los militantes y grupos residentes tanto en el interior como en el exilio.

Como usted comprender -prosigue la carta de Jimnez el autor-, una empresa de esta clase no era nada fcil de realizar. Las detenciones seguan a la orden del da; en las crceles haba muchos presos y su vida era muy dura. Cualquier decaimiento y falta de confianza reduca an ms las posibilidades. En cambio, cuando el entusiasmo creca, las cosas eran algo menos difciles y el objetivo pareca factible. En Catalua, la organizacin mejor en todas las comarcas. Con el fin de agilizar la actividad y como medida preventiva de posibles persecuciones e investigaciones policiales, se acord que el comit regional de grupos saliera de Barcelona, donde tambin tena su sede el comit nacional. El primero se estableci en Rub, y lo componan miembros jvenes y llenos de ardor, como el compaero V. Marcet y otros. En la regin de Levante el salto dado por la organizacin fue tambin muy grande. Tambin en Madrid se desarroll la reorganizacin de grupos y de comits de relaciones, as como en Sevilla, Mlaga y otras zonas y ciudades de Espaa.Mientras ocurra todo esto, los libertarios portugueses haban seguido el curso del renacimiento de las actividades con creciente inters, y la correspondencia se hizo ms asidua. Esto dio lugar a la idea de que sera estupendo discutir la formacin de una federacin que abarcara a toda la pennsula. La iniciativa fue comunicada a todos los ncleos a ttulo de sugerencia, y el efecto fue tal, que las respuestas recibidas demostraban, no un simple acuerdo, sino que las cartas se expresaban incluso como si la proyectada federacin fuera algo ya realizado. Por eso se puede decir que entre los fundadores de la FAI merecen contarse a diferentes personas, incluso entre las que no pudieron asistir al acto de Valencia.Adems de los estmulos dados para la formacin de nuevos grupos, se pidieron sugerencias y temas de discusin. Se eligi Valencia porque todos los aos se celebraban en esta ciudad fiestas a las que acudan multitud de extranjeros, circunstancia que permita que la concentracin de delegados pasara desadvertida para la polica.La Conferencia tuvo lugar, en efecto, los das 24 y 25 de julio de 1927. Debemos tener siempre presente que estbamos en una situacin de dictadura y que este tipo de actos estaban absolutamente prohibidos. Por esta razn no se celebr en un mismo sitio ms de una sesin. La primera sesin tuvo lugar en la capital, y los restantes en las afueras.

Abri la Conferencia [Miguel] Jimnez, secretario general de los Grupos de Espaa, quien inici la sesin con un emocionado recuerdo de los acontecimientos de Chicago y de los mrtires de Montjuc, los deportados a Siberia, las represiones en Bulgaria y el calvario del pasado y el presente en diferentes partes del mundo. Al dirigirse a la delegacin de Portugal, compuesta por dos delegados -Quental y otro cuyo nombre no recuerdo-, salud a los compaeros portugueses. Dirigi asimismo un saludo a todos los representantes presentes y, dirigindose a los delegados de Valencia, les dio a entender que, como sta era una Conferencia a la que, debido a la situacin, no haban podido asistir en gran nmero de personas de todo el pas, convena al menos invitar a todos los elementos responsables que pudiera haber en Valencia, independientemente de cmo pensaran, para lograr as la contribucin del mayor nmero posible de inteligencias.Se leyeron extensos e importantsimos informes y trabajos, y se recibieron comunicaciones y adhesiones de la International Working Mens Association, International Anti-Militarist Bureau, Youth International, Esperantist International, de los compaeros de Francia, de los rusos, blgaros, argentinos, etc., y de elementos espaoles como Manuel Buenacasa y otros. A continuacin, el secretario general manifest que podan hacerse toda clase de objeciones a su informe sobre las actividades del secretariado nacional de grupos. Una vez finalizado este punto, el secretario declar que el secretariado nacional daba por concluida su existencia, que sus miembros pasaban a ser simples conferenciantes como cualquier otro y que all mismo se debera organizar un nuevo rgano con su nuevo secretariado.

Estaban presentes los secretarios regionales de Catalua, Levante y Andaluca, y los locales de Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Elda y otras poblaciones. Tambin estaba la delegacin portuguesa, grupos valencianos como Sol y Vida, Los Forjadores de la Idea, Paso a la Verdad, etc., y elementos de Valencia como [Domingo] Torres, que fue alcalde de Valencia en el perodo 1936-1939.

Uno de los temas discutidos fue la existencia de grupos dedicados a una actividad especial o formados por vegetarianos, esperantistas, etc., acordndose que si eran libertarios y si estaban dispuestos, en general, a trabajar activamente por la liberacin y por una nueva vida social, podran formar con los dems grupos dentro de la federacin.

Otro tema fue el referente al cooperativismo, decidindose dar toda su importancia a todas aquellas prcticas que tuvieran su fundamento moral y solidario.

Tocante a la organizacin de los trabajadores, se insisti en promoverla y mejorarla progresivamente hasta que consiguiera imponerse. Como los sindicatos estaban entonces clausurados, se vot a favor de la ampliacin de los ncleos y los cuadros sindicales y la formacin de una unin general o trabazn con el fin de coordinar la accin y la asistencia a los presos polticos.Sobre la cuestin de la formacin de una organizacin, se decidi por unanimidad que habra una sola. Federacin para toda la Pennsula Ibrica y que el secretariado, por tanto, tomara el nombre de peninsular; que, considerando antinatural la frontera, s el secretariado resida en Portugal, habra un subsecretariado en Espaa y otro en Francia, etc. A la hora de formar el secretariado, todos los delegados de Espaa pidieron que se instalara en Portugal, en prueba de respeto. Los portugueses, muy emocionados, dijeron que lo agradecan mucho y declinaron. Se eligi entonces a Sevilla como lugar de residencia del primer secretariado peninsular.

La forma de organizacin de la FAI es como sigue: los grupos de una ciudad constituyen una federacin local. Los grupos rurales, reunidos, forman una federacin comarcal. Las federaciones locales y comarcales, juntas, forman una federacin regional. Las regionales forman la federacin peninsular.

Esta organizacin contaba con escritores como Felipe Alaiz, Liberto Callejas, Peirats, [Severino] Campos, [Floreal] Ocaa y otros, aparte de los nombrados en este escrito, como Buenacasa, Vzquez, Magria, etc.

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La FAI luch desde el principio contra los intentos comunistas de hacerse con el control de los sindicatos confederales de Barcelona. Tericamente, las metas finales de la FAI y de la CNT eran las mismas. Pero la inquina principal de la FAI no iba dirigida contra los comunistas, sino contra aquellos compaeros suyos de la CNT a los que crean reformistas. En 1929, Pestaa encabezaba la lista de stos.

Ya en 1928 haba tratado la Federacin Anarquista Ibrica de obtener puestos oficiales en comits conjuntos CNT-FAI. El pleno nacional de la CNT del 15 de enero de 1928, reunido en Madrid, decidi organizar comits de accin nacionales y regionales compuestos de miembros de la Confederacin y de la FAI. Pestaa no se opuso -como tampoco Peir- a que la FAI participara en dichos comits. De hecho, el comit nacional lleg al punto de sostener que para ciertos asuntos resultaba natural y lgico que ambos organismos colaboraran estrechamente en un plano de completa igualdad. Pero pronto se quejara Pestaa de que la FAI interfera en las actividades de la Confederacin. La FAI persisti en defender la necesidad de una organizacin conjunta CNT-FAI, la llamada trabazn.No le bastaba a la FAI que sus miembros lo fueran tambin de la CNT y que pudieran llevar su propaganda contra los reformistas en el interior de los sindicatos tan lejos como quisieran: insisti igualmente en sostener aquella relacin orgnica con la CNT. Gracias a ella, los fastas podan ocupar puestos en los comits pro presos -encargados de organizar mtines por la amnista y que recaudaban y distribuan fondos para las familias de los encarcelados-, y en los comits de accin. A menudo impusieron su voluntad en ellos, hasta el punto de convertirlos prcticamente en comits de la FAI. La actitud militante de la FAI hubo de parecerles voracidad a los anarcosindicalistas. Lo era, en efecto. As, cuando se suprimieron los comits de accin mixtos, la FAI protest alegando que tan slo se intentaba mermar su influencia en la CNT. Cuando se intentaba mantener a los fastas al margen de los comits pro presos, ponan el grito en el cielo. Los ataques personales y los insultos que acompaaban las rencillas en torno a la composicin de esos comits contribuyeron a ampliar la batalla que condujo al movimiento trentista.INTELIGENCIA REPUBLICANA

En enero de 1930, y tras deshacerse de Primo de Rivera, Don Alfonso nombr presidente del Consejo al general Dmaso Berenguer. Aquella primavera hablaron Peir y Pestaa desde la misma tribuna, en el teatro Nuevo de Barcelona: se trataba de determinar la actitud que la CNT tomara ante la nueva dictadura-puente.

La presencia de Peir en aquel mitin de la Confederacin sorprendi. Acababa de firmar un documento llamado de Inteligencia Republicana, manifiesto aparecido en Barcelona en marzo de aquel ao. Tambin lo haban firmado otros miembros de la CNT y varios republicanos: Josep Viadiu, Pere Foix, Llus Companys y ngel Samblancat. El documento deca que, vista la herencia de desorden moral y econmico legada por la Dictadura, los polticos tanto como los apolticos de Catalua y de toda Espaa tenan que marchar por la nica senda posible hacia la normalidad: el restablecimiento del orden bajo la gida de la soberana popular:Ante la urgencia de definir las posiciones, por encima de los partidos y de las organizaciones [y] anteponiendo hoy nuestra condicin de ciudadanos a toda otra declaramos que estamos dispuestos a trabajar previamente para asegurar un nuevo orden poltico que, instaurado sobre la condicin suprema de la justicia, impida definitivamente toda subversin de poderes y conduzca al pas por las vas jurdicas indispensables al progreso de los pueblos.Este nuevo orden poltico, la repblica federal, puede definirse sintticamente en los siguientes puntos bsicos:

I. Separacin de poderes. II. Reconocimiento de igualdad de derechos individuales y sociales a todos los ciudadanos. III. Reconocimiento a los grupos federados, por su expresa voluntad colectiva, de plena libertad al uso del idioma y al desarrollo de su propia cultura. IV. Libertad de pensamiento y de conciencia. Separacin de la iglesia y del estado. V. Reforma agraria con parcelacin de latifundios. VI. Reformas sociales al nivel de los estados capitalistas ms avanzados.

Nadie deba leer en aquella solemne declaracin de conciencia, deca el manifiesto, el abandono ni tan siquiera la mengua de los ideales de cada cual de los firmantes.

Que no vea nadie en la solemne declaracin de nuestra coincidencia en estos puntos bsicos ninguna clase de debilitamiento de nuestros ideales particulares. Es la dura experiencia de estos aos ltimos la que nos dicta hoy nuestro deber dolorosamente convencidos de la inanidad de plantear todo programa mximo sin la previa incorporacin de Espaa a la corriente de los pueblos libres Conscientes de nuestro deber histrico, hacemos, pues, un fervoroso llamamiento a los hombres de buena voluntad de Catalua y de toda Espaa, para que hagan coincidir su esfuerzo hacia la instauracin de la repblica democrtica.Peir quiso aclarar tanto como era posible su posicin como firmante de la declaracin. A tal fin, haba publicado un artculo poco antes del mitin del teatro Nuevo. Empezaba con la advertencia precautoria de amigos siempre de la franqueza. Reconoca en l que al firmar el documento de Inteligencia Republicana se haba puesto en contradiccin con sus ideas. El acto era puramente personal y le pona ante un dilema insoslayable: retirar su firma del documento o escoger el ostracismo. Por las mismas razones que haba decidido firmar, se negaba a desdecirse. Abandonaba, pues, todas las actividades propagandsticas y periodsticas que haba desempeado entonces dentro de la CNT y pasaba a ser uno ms de los militantes silenciosos de la Confederacin. Peir dejaba a la conciencia de sus compaeros la decisin de cundo poda levantrsele la sancin moral que l mismo se impona.

Despertad!, que por entonces diriga Jos Villaverde, se apresur a manifestarse de acuerdo con Peir: si se negaba a desdecirse y segua en el error, no poda mantener posiciones representativas dentro de la CNT. El aislamiento de Peir, sin embargo, dur poco. En el mitin del Teatro Nuevo, ante las reservas del orador, que se resista a hablar para no dividir el movimiento, fue una sala unnime y entusiasta la que le pidi que tomara la palabra. Luego, en mayo de 1930, pas a primer director de Solidaridad Obrera (edicin diaria) de Barcelona. Permanecera al frente del peridico durante ms de un ao.

De hecho, ya desde febrero de 1930 haba tomado el comit nacional -del que Pestaa era miembro- una postura abiertamente reformista. Dicho comit present, en el pleno de delegados regionales de los das 16 y 17 de febrero, un manifiesto que fue luego aprobado por varias otras regionales, y nudo del litigio con los intransigentes. En este documento, que se public a los dos meses del pleno, los firmantes de la CNT tomaban abiertamente el camino antes emprendido por los firmantes de Inteligencia Republicana: la declaracin reconoca la necesidad de convocar unas cortes que revisaran la constitucin, proceso que deba llevar necesariamente a una nueva estructura legal y poltica del pas, dentro del cual tenemos que vivir. Se peda tambin el restablecimiento de las garantas constitucionales, la total libertad de organizacin sindical, la jornada laboral de ocho horas y la amnista para todos los presos polticos.Pero todo ello era o poda parecer muy poco ortodoxo, y era seguro que no haban de faltar los celadores de la pureza crata. Por eso, como ocho aos antes los autores de la declaracin reformista de Zaragoza, los miembros del comit nacional se sintieron obligados a epilogar el documento de febrero de 1930 con una nota aclaratoria. El apoyo prometido al movimiento en favor de unas constituyentes, rezaba el aadido, se dar en un momento de accin callejera y en la forma que corresponde al sindicalismo revolucionario. No haba que ver en el manifiesto, se deca, apoyo a candidaturas polticas, ni, menos an, a propsitos de votar en las elecciones. De hecho, esta nota aclaratoria es confirmacin, ms elocuente que el texto mismo del documento, del camino recorrido por la CNT hacia la moderacin.

Los efectos coetneos de lo que llevamos visto fueron, en lo social, en lo poltico o en el mbito nacional, poco menos que nimios. Pero, para la historia de la CNT, lo ocurrido durante la Dictadura y antes de la repblica tuvo importancia: los argumentos se afinan, las lenguas se afilan, se delimitan los bandos; a la vez que se articulan los afanes y las impaciencias, se enconan las enemistades personales y se consolidan las amistades. Y mientras, el contexto poltico de la lucha cambia: la monarqua vacila, se liberaliza porque se debilita, y los resortes de gobierno que pueden -en su da- hacer posible un endurecimiento, se enmohecen definitivamente. Pronto, la repblica. Pero antes, la dictadura del general Berenguer.CAPTULO 2REORGANIZACIN Y CONSPIRACIN

LA CNT SE REORGANIZA

Comienzos de 1930. Gobierna Berenguer. La Confederacin Regional Catalana se apercibe a reorganizar sus fuerzas abiertamente y conforme a la ley. Segn acuerdo del pleno nacional de la CNT de febrero, la urgente reorganizacin de sindicatos y comits confederales deba llevarse a cabo conforme a las normas siguientes: los sindicatos cenetistas que nunca fueron disueltos, permaneceran en pie, tratando de atraerse a los que pudieran; los ramos donde las estructuras sindicales anteriores hubieran sido barridas deberan nombrar una comisin reorganizadora con poderes para la tarea; dondequiera que hubiera cuadros sindicales formados, se disolveran, pasando a unirse al sindicato legal correspondiente finalmente, y para completar la desarticulacin del aparato laboral de la Dictadura, el comit nacional aconsejaba que se negara la entrada en la CNT a los sindicatos que haban aceptado los comits paritarios, por ser minora en ellos los anarcosindicalistas. Haba que intentar acabar con esos comits de arbitraje, y asimilar dentro de la Confederacin Nacional a aquellos sindicatos.

En abril de 1930 se reuni en Blanes un pleno de regionales cuyas conclusiones censuraron la tenaz oposicin de la FAI, y abogaron por la vuelta a la legalidad de la CNT. Esto, sin embargo, como casi siempre ocurriera con la CNT, no era reformismo puro y simple: la legalidad, adems de permitir la reapertura de las oficinas sindicales, servira de pantalla para mejor encubrir actividades ilegales. La CNT segua empeada en destruir el rgimen. En mayo, por fin, lleg la legalizacin oficial y sancionada por el gobierno, de los estatutos de la CNT.

La tarea de reconstruir la CNT al aire libre recay, en Catalua, sobre un nuevo comit regional designado durante el verano de 1930. El flamante comit empez por crear secciones autnomas en toda Catalua, para estimular la actividad revolucionaria de los sindicatos. Bernardo Pou y Jaume Magria, secretario aqul y miembro ste del comit regional -nuestra principal fuente de informacin sobre el particular- aseguran que Berenguer, pese a haber autorizado la reaparicin de la CNT, obstaculiz su reconstitucin efectiva, pues quiso mantener los comits paritarios y limit la benevolencia gubernamental a los sindicatos libres y a la UGT, pero no a los sindicatos anarquistas (nicos o de ramo de industria). Berenguer, est claro, careca de una poltica obrera fija, y estaba prisionero de alguna de las reformas de Primo de Ribera. La legalidad de la CNT, reconocida por aqul, deba servir -desde el punto de vista del gobierno- para amansar a los anarcosindicalistas, sin permitir que recobraran demasiada fuerza. Pero ese equilibrio que buscaba Berenguer impeda que el anarcosindicalismo viera muy claras las ventajas de la legalidad, y tenda por lo tanto a debilitar a los partidarios de sta.Testigo de ello es la historia del movimiento en esos meses. En primavera y durante el verano de 1930 los anarcosindicalistas intentaron levantar de los escombros sus sindicatos de servicios pblicos urbanos, librndose de la interferencia de los sindicatos libres. Se trataba de establecer un sindicato nico para todo el ramo de los transportes, que aunara en una sola organizacin los distintos oficios del ramo. Eso era lo mismo que dejar la paralizacin del trnsito rodado al antojo de la CNT, y tanto el gobierno como el gobernador civil de Barcelona se negaron rotundamente a conceder la autorizacin legal que peda la Confederacin para su proyectado sindicato de la industria del transporte (que deba incluir adems a los obreros portuarios). El 30 de noviembre, en muestra de solidaridad con unos huelguistas madrileos, pero tambin en seal de protesta por la negativa gubernamental, los trabajadores anarcosindicalistas de Barcelona declararon una huelga general de veinticuatro horas.

Pero la CNT, para trabajar dentro de la legalidad, no necesitaba solamente que el gobierno relajara su criterio restringido de sta: las formas jurdicas mismas en que se deban resolver los conflictos laborales eran inaceptables para el anarcosindicalismo. Y es que seguan en pie los comits paritarios. Y no era nicamente que stos vulneraran los principios de la accin directa, sino que adems los presidentes de los comits paritarios votaban en general con los representantes patronales; al mismo tiempo, el mecanismo corrompa a los representantes obreros, que a veces se dejaban comprar. Para la CNT, dijo Pestaa al general Mola en una entrevista que tuvo con l, son una monstruosidad. Ya nadie hablaba de la CNT de la conveniencia tctica, sentida por el propio Pestaa en la Dictadura, de avenirse a los comits paritarios: los partidarios de legalidad sindical no podan aceptarla dentro de los moldes de la legislacin laboral del dictador, una vez desaparecido ste. El gobierno, sin embargo, no cedi.Otro de los objetivos del movimiento de reorganizacin de la CNT durante el verano de 1930 fue la puesta en pie de una prensa confederal. El pleno de la regional catalana del 17 de mayo de 1930 resucit Solidaridad Obrera, en forma de diario. Pero la censura y la falta de dinero demoraron la salida del peridico hasta el 31 de agosto de 1930.

El 6 de julio de 1930 se abri la primera conferencia pblica plenaria de la federacin catalana desde 1923. En el orden del da, figuraban peticiones de amnista para los presos confederales, la discusin de la forma en que deba reorganizarse la CNT, el estudio de las causas del despido, etc. Pero el solo resultado tangible de la conferencia fue el mpetu dado a la prensa confederal de la regin, nico punto del orden del da que hubo tiempo de discutir.

En octubre, sin embargo, se reuna en Sants una segunda conferencia regional. La conferencia decidi dirigir ciertas peticiones al gobierno, entre ellas una protesta contra los ataques de que eran objeto los trabajadores, y la exigencia de que el gobernador civil fuera sustituido. De no ser as, amenazaba la resolucin, los trabajadores contestaran a las provocaciones sin cuento de que eran objeto con las medidas que estn a su alcance. Se recababa tambin la libertad de los presos encarcelados con motivo de anteriores sucesos acaecidos en Barcelona y Vilanova i la Geltr, as como la encarcelacin de Progreso Alfarache y Manuel Sirvent, secretario y vicesecretario respectivamente del comit nacional. Adems, deca el mensaje al gobierno: la conferencia regional de sindicatos de Catalua, al presidente de Consejo, expone: Que al primer intento de represin contra los militantes de la CNT, como de cualquier sntoma de dictadura, los trabajadores de Catalua contestarn con la huelga general indefinida.

El comit nacional haba querido preparar una conferencia nacional de la Confederacin para los das 17 y 18 de octubre. Pero, como ya mostraban las resoluciones de la regional catalana del 5 de octubre, se haba vuelto a las amenazas y al parntesis abierto al caer Primo de Rivera se estaba cerrando de nuevo. La CNT no pudo reorganizar sus fuerzas a la luz del da. Las promesas de libertad dadas por el gobierno nunca haban sido aceptadas sinceramente, pero tampoco poda guardarlas Berenguer. Estaba demasiado solo en el pas para probar de atemperar a la CNT con concesiones. Al empezar el otoo, los conflictos fabriles catalanes, los encarcelamientos de militantes y la represin que se avecinaba disuadieron al comit nacional de mantener la convocatoria para una conferencia nacional en Madrid. La CNT volvi a los plenos clandestinos. La dictadura larvada de Berenguer tendra que volver, si quera sostenerse, a la dictadura muda a la que haba sucedido. Se daba por supuesto que s querra, pero haba que impedirlo. Ms que nunca, se impona a la CNT la necesidad de seguir conspirando con los polticos.LA CNT CONSPIRA

La salida a la superficie legal, decidida por la CNT en Blanes el mes de abril, no haba distrado su inters de las conspiraciones en curso. Vamos a tratar de desenmaraar la intrincada historia de esas conspiraciones en lo que toca a los anarcosindicalistas, que seguan con la proa puesta hacia la destruccin de la monarqua.Cuando se reorganiz el comit regional, en verano de 1930, Magri pas a ser el enlace con los conspiradores. El comit regional anterior ya haba sostenido relaciones con un comit poltico, y haba aconsejado a sus sucesores seguir con ellas. En la primera reunin habida con los conspiradores, Magri se encontr con varios personajes de la oposicin. Entre ellos, estaban Llus Companys, por los rabasaires, Pere Comas, del semanario LOpini, que pasara a ser el rgano de la Esquerra; Jaume Aiguad, del grupo de Estat Catal; el publicista nacionalista Rovira i Virgili, as como Vidal Rosell, por el diminuto Partido Socialista Cataln.

Ms adelante, a mediados de junio, la CNT recibi ofrecimientos del capitn Alejandro Sancho Subirats. Sancho era, adems de oficial, ingeniero y economista; quera traer la revolucin, pero sin los polticos. Haba de venir, segn l, de la voluntad popular, espontneamente manifestada. Sancho representaba a los tcnicos (ingenieros, etc.) en un comit revolucionario creado en Catalua. En l, Pou y Magri representaban al comit regional de la CNT; Eduardo Medrano, a los militares; Manuel Hernndez, a la FAI; y Ricardo Escrig, a los estudiantes. A las reuniones habidas en casa de Sancho para ver cmo se poda obtener el apoyo de las profesiones tcnicas, asistieron dirigentes anarcosindicalistas de primera fila: Pestaa, Peir, Carb, Alfarache, Foix, Magre y Arn.

En Lrida y Gerona se crearon subcomits dependientes del de Barcelona. Parece ser que se lleg a cierto grado de organizacin. Por ejemplo, con la ayuda de Escrig y de algunos de sus colegas, se interceptaban los mensajes confidenciales del gobierno. Llegaron incluso a descubrir el cdigo secreto del gobernador.

La posicin anarquista ante el comit revolucionario de Catalua dista mucho de ser sencilla. Al principio, los secretarios del comit nacional de la CNT, Sirvent y Alfarache, se resistieron a designar un delegado para dicho comit hasta que dictaminara sobre el particular un pleno nacional. Pasaron los das, y el comit nacional cenetista no mandaba a nadie, ni sostena relacin directa con el comit revolucionario cataln. Pero el comit regional de la CNT tena al nacional al corriente de sus actividades con Sancho y dems.El cuadro se complica an ms cuando se llega a las relaciones de la FAI con el comit revolucionario. Sirvent, adems de secretario del comit nacional de la CNT, era miembro del comit peninsular de la FAI. Hernndez, miembro del comit regional cataln de la CNT, era tambin del comit peninsular fasta. El problema que debati en 1931, y que nos concierne directamente, era el de hasta qu punto la FAI tuvo responsabilidad en estimular los contactos con los polticos. Sirvent y Hernndez eran los dos fastas a quienes aludi irnicamente Francisco Arn en el debate de 1931, acusando a la FAI de hipocresa. Ambos fueron en gran medida responsables del estrechamiento de vnculos con los conspiradores polticos. Veamos cmo.

Francisco Arn pas a formar parte, en junio de 1930, de