El Anarcosindicalismo

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    El Anarcosindicalismo

    en el decurso historico

    Jos Luis Garca Rua

    Problemas y respuestas del sindicalismo revolucionario

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    Conferencia pronunciada en la Federacin Local de Madrid,

    con motivo del Otoo Libertario 2007.

    Sindicato del Metal de Madrid CNT-AIT

    Plaza de Tirso de Molina, 5. 6 Derecha.

    Tlf: 913690972 / Fax: 911413530

    [email protected]

    http://metalmadrid.cnt.es/

    mailto:[email protected]://metalmadrid.cnt.es/mailto:[email protected]://metalmadrid.cnt.es/
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    Es de sobra conocida la relacin de proporcionalidad inversa entrelo intenso y lo extenso, y el pueblo parece tenerla bien determinada en eldicho el que mucho abarca, poco aprieta. Es claro, sin embargo, que,para dar por buena esta asercin, es necesario tener bien determinado,

    junto a ella, el alcance semntico concreto de los trminos intensin ointensidad y extensin, que no en todos los casos presentan el mismoarco de matizaciones. Por lo que respecta al mundo del trabajo y de lalucha obrera, el tema es de importancia fundamental, pues en l estriba la posibilidad o imposibilidad de ser, al mismo tiempo, pblico yrevolucionario.

    En el campo libertario, tal cuestin fue objeto de debate, si no

    permanente, s recurrente, y el hecho de que esa recurrencia se hayavenido manifestando, sobre todo, en perodos de especial persecucin yrepresin del movimiento obrero creemos que sea suficiente factor probatorio de que el dilema, lo uno o lo otro, no depende de unacontrariedad intrnseca del movimiento mismo, sino de elementoshistricos aleatorios, o sea, algo de fuera, algo externo correspondiente alescenario variable, en el que el movimiento ha de desarrollarse, aunquees claro que, con esa variabilidad, debe contar de antemano todoproyecto estratgico en el campo de la lucha poltico-social.

    Cuando Giusseppe Fanelli, tras parlamento con Miguel Bakunin,viene a Espaa, mediado el mes de noviembre de 1868, disfruta de unafacilidad de movimientos al amparo de la revolucin setembrina quederroca a los Borbones, lo que le permite la toma de contactos pertinentes que habran de llevar a la constitucin de la seccin

    madrilea de la AIT, el 24 de enero de 1869, con los nombressobresalientes de Toms Gonzlez Morago, Francisco Mora y AnselmoLorenzo (todos, obreros manuales), y a la de Barcelona, el 2 de mayosiguiente, con los nombres sobresalientes de Rafael Farga Pellicer,Gaspar Sentin, Trinidad Soriano y Jos Garca Vias (con predominiode los intelectuales). Esta que podramos denominar relativa bonanzapoltica, que facilita los primeros pasos de la Internacional en Espaa,dura, con altibajos, hasta la cada de la I Repblica, a principios de 1874,

    aunque ya con el ltimo presidente, Emilio Castelar, se haba perseguidocon dureza a la FRE (Federacin de la Regin Espaola de la AIT) porsu actividad en los movimientos cantonalistas que precedieron al fin delunienio republicano.

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    Algo fundamental y determinante para el movimiento obreroespaol fue el hecho de que Fanelli no haya venido a Espaa slo comoembajador de las ideas de la Asociacin Internacional de losTrabajadores, sino tambin de las ideas de la Alianza Democrtica

    Socialista, fundada por Bakunin y que, ms tarde y en ese mismo ao,habra de acceder a la AIT como seccin ginebrina. Fanelli expuso ydefendi, ante sus interlocutores, documentos con los estatutos,principios y programa de ambas organizaciones, as como el Manifiestoa los trabajadores del mundo, redactado por Carlos Marx, y no sabemossi por mayor incidencia y calor de Fanelli en la exposicin de uno deellos o por la propia idiosincrasia de sus interlocutores, stos, tanto enMadrid como en Barcelona, sin rechazar el contenido de ninguno de los

    textos, que, adems, no incluan contradicciones intrnsecas, quedaron,como ms radical, ms impresionados y ms bajo la influencia del programa de la Alianza, que, aqu en Espaa, ya antes del primerCongreso de la FRE, en abril de 1870, se haba constituido comosociedad secreta y empezado a funcionar como grupo informal detrabajadores de mayor dedicacin, radicalizacin y convencimiento, en elseno de los estatutos y acuerdos de los Congresos de la AIT. Ello va adecidir, desde el origen, la especial idiosincrasia del movimiento obreroespaol de signo libertario, definido por un sabio y no siempre fcilequilibrio entre dos elementos de tensin, a saber, el principio anrquicode carcter finalista y, por ello, mediatizado siempre por el horizonte defuturo, y el principio utilitario y reivindicativo, de realizacin inmediata,atado, por definicin, al presente o futuro ms inmediato. Amboselementos tensionales contienen potenciales situaciones extremas decarcter vicioso, la de raz anrquica que deriva al individualismo

    nihilista y a la indiscriminada propaganda por el hecho, y la otra,concretada en el reivindicativismo tradeunionista y reformizante. Ladificultad del equilibrio entre esas peligrosas situaciones extremas radicaen su sensibilidad a las alteraciones histricas que comporten fuerterestriccin o anulacin de las libertades fundamentales, o aquellas en lasque la formalidad de tal concesin viene condicionada por lacontrapartida de integracin en el sistema por parte del beneficiado,dado que las situaciones polticas de tal signo favorecen o promueven la

    presencia y actividad de las viciosas situaciones extremas de quehablamos.

    A partir de la segunda mitad de 1871, el agravamiento de lasituacin poltica y, con ella, la mayor dureza represiva sobre elmovimiento obrero en general y, mucho ms en concreto, sobre la lnea

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    libertaria de tal movimiento influye poderosamente a favor de ladesestabilizacin de la colaboracin equilibrada de ambas fuerzastensionales y como catalizador de sus mutuos desencuentros efectivos,sobre todo, despus de que, una vez vencida la Comuna de Pars por el

    traidor Thiers con la ayuda de Bismarck y de haberse realizado sobre loscomuneros una de las mayores matanzas histricas que se conocen, JulesFavre, ministro de Asuntos Exteriores, en el gobierno de Thiers, hubocursado, el 6 de junio de 1871, una carta circular a todos los gobiernosdel mundo instndoles, con falsas inculpaciones, a que procedieran a unarepresin mortal inmediata sobre la Internacional, presentando a stacomo el inminente o mayor peligro potencial para los mismos.Simplemente coetneos con estos hechos o con alguna relacin con ellos,

    se dan los enfrentamientos, en el interior de la AIT, entre los partidariosde utilizar la lnea de confrontacin poltica parlamentaria y lospartidarios de la lucha exclusiva en el terreno de lo social (lnea marxistafrente a lnea bakuninista libertaria),y que van a concluir, en el Congresode La Haya de septiembre de 1872, con la ruptura de la AIT.

    Aparentemente, la ruptura sin paliativos, en la segunda mitad de1871, entre Toms Gonzlez Morago y Francisco Mora, ambosmiembros de la Comisin Federal de la FRE y ambos miembros tambinde la Alianza, fue de carcter personal, ya que Gonzlez Morago, en sumomento, no quiso explicitar los motivos de la misma. Losacontecimientos posteriores, sin embargo, que van a definir a Moragocomo incondicionalmente libertario y a Mora como instrumento de PaulLafargue (yerno de Marx y activo en Espaa para cumplir los dictados deFederico Engels), as como cofundador de la UGT y del PSOE, son

    claramente probatorios de que, ya desde la segunda mitad de 1871, seestn dando explcitamente los fenmenos de separacin entre la lnea poltica y la libertaria, por un lado, y, por otro, dentro del campolibertario, los factores de tensin entre el elemento anarquizante y eltradeunionista, si bien hay que dejar claro que no dejaron de darseinterferencias entre uno y otro campo.

    La lucha interna de la lnea poltica apuntaba, ya desde el

    principio, a la aniquilacin del elemento aliancista (bakuninista) en elinterior de la FRE, al que tenan, por defensor mximo de la tendenciaanrquica, como su mortal enemigo. Engels, desde Londres, actuaba atravs de su pen Lafargue, activo en Espaa, y ste a travs de susinstrumentos, Francisco Mora y Jos Mesa, antiguos miembros de laAlianza, para acopiar todas las inculpaciones anti-Bakunin que habra de

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    intentar hacer efectivas en la Conferencia de Londres de 1871 y en elCongreso de La Haya de 1872. De lo que se trataba era de acabar con elelemento anrquico en el seno de la Internacional como fundamentalbaluarte antipoltico frente a los planes de Marx y Engels. En una carta

    enviada por Lafargue a Engels (ver Federico Engels, Correspondance,Ediciones Sociales, Pars 1959, vol. III, pg. 459, citado por Abel Paz,Los Internacionales en la Regin Espaola, pg. 219), el yerno de Marxle dice: Habr usted visto el artculo de Mesa en La Emancipacin (Unnuevo partido), en donde l ataca de frente a los hombres de la Alianza(porque, si queremos crear un partido o transformar a la Internacional enPartido) hay que comenzar por matar a la Alianza..., y dice Para hacerde la Internacional el partido de accin revolucionario, nosotros vamos a

    exponer las lneas generales que sigue el movimiento obrero en Europa,el papel que el Comunismo ha jugado y el papel a que est llamada a jugar la Internacional. Ya hemos publicado en el ltimo nmero (LaEmancipacin) un artculo sobre el Partido socialista alemn (seguirnotros)... . . Al lector conocedor de la historia del movimiento libertarioy de la CNT este lenguaje tiene que sonarle archifamiliar, en lasdiferentes variantes, en que se viene, recurrentemente, articulando.

    Son los momentos de la gran represin iniciada con las rdenes dePrxedes Sagasta (mayo-junio, 1871), de que los gobernadores civiles pusieran a la Internacional fuera de ley. Eran, pues, los momentostambin, en que los miembros de la Alianza, por su carcter secreto,informal y autnomo-organizativo, podan prestar un especial mayorservicio a la FRE, lo cual redundara, evidentemente, en unafianzamiento de su prestigio, cosa que no estaba dispuesto a consentir el

    grupo pro-marxista, Francisco y Angel Mora, Jos Mesa, Pablo Iglesias,orientados por Paul Lafargue, quienes, actuantes todava desde el seno dela FRE, proponen, para impedirlo, la creacin de una estructurasustitutiva de la Alianza y paralela a la Organizacin con sucorrespondiente Comit Central, Los defensores de la Internacional.(Tambin este paso les tiene que sonar familiar a los conocedores de lahistoria ms reciente de la CNT). Pero, no contentos con esto, dan unpaso ms y declaran, pblicamente, en la Prensa, la disolucin de la

    Alianza, una operacin en la que el propio Paul Lafargue, en sucorrespondencia con el peridico belga La Libert, adems de porintermedio de Federico Engels en Londres, y a travs del citado grupo-Mora, en ese momento ya expulsado de la Federacin Local madrilea,en el rgano La Emacipacin ya comentado, no tiene inconveniente enmostrarse como chivato, dando a la publicidad, y con ello,

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    verosmilmente, a la polica, nombres y apellidos de compaerossupuestamente clandestinos, que, adems, venan actuando como realsoporte de la FRE.

    Es en estas circunstancias de ataques externos e internos donde ala cualidad organizativa de la FRE se le plantean problemas decuestionamento estratgico que afectan a la estructura y que, en mayor omenor extensin, van a aflorar a lo largo de la historia del movimientolibertario en el campo del trabajo. De tales problemas toma nota ya MaxNettlau, quien nunca dej de moverse en el campo libertario y de sercrtico radical con la forma y el contenido de la escisin que conducira ala creacin de la II Internacional, pero que, tambin, fue siempre de la

    opinin de que, dentro del respeto estricto de las pautas anrquico-revolucionarias, la organizacin libertaria obrera debe, siempre, ser oaspirar a ser una organizacin de masas. El problema radica slo respectodel grado o nivel revolucionario efectivo exigible a esas masas, untrmino ste, por lo dems, abominable para el lenguaje libertario y queel historiador anarquizante alemn no emplea. Est Max Nettlaucomentando las cuestiones planteadas en el seno de la FRE a partir de lasegunda mitad de 1871 y 1872 hasta la ruptura de la AIT, y dice, entreotras cosas, lo siguiente: Hoy, sabemos que un sindicalismo grande porsu nmero de adherentes termina por ser reducido en ideas, y que unsindicalismo muy avanzado por su ideal es dbil numricamente: esesindicalismo universal y avanzado es un sueo, y podemos decir que, sillegara a existir, no tendramos necesidad de l: todo el mundo sera librey feliz sin l. (Ver Max Nettlau, La Premire Internationale en Espagne(1868-1888), pg. 68. Edicin revisada por Rene Lamberet y publicada

    por Reidel, Amsterdam, 1973. Ver la cita tambin en Abel Paz, LosInternacionales en la Regin Espaola (1868-1872), pg. 169). Dejandopara otra ocasin lo que pueda entraar la ltima parte del comentario deNettlau, nos interesa ahora atenernos a la primera parte, por lo que hacede relacin con la asercin de que partamos en este trabajo, la queafirmaba la determinada inversa proporcionalidad entre la extensinnumrica y la intensin cualitativa, y que va a ser objeto del debateprincipal y central a lo largo del presente trabajo.

    Consumado, en La Haya en septiembre de 1872, el divorcio entrela lnea de lucha poltica, marxista, y la de lucha social, bakuninista, lacuestin queda clarificada para el sector libertario, despus de que, slounos das posteriores al Congreso de la capital holandesa, los contrarios alas resoluciones de ese Congreso, reunidos en Saint-Imier, en el Jura

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    suizo, definieran con claridad las ideas fuerza y lneas maestras de laorganizacin revolucionaria obrera, dentro de parmetros anarquistas.Conocidos en Espaa todos estos acontecimientos, as como susrepercusiones doctrinales y organizativas, la casi totalidad de la FRE, ya

    de antemano separada del pequeo grupo pro-marxista arribacomentado, abraza, sin reservas, los planteamientos de Saint-Imier comouna confirmacin de lo que ya haba venido siendo su prctica, ysuscribiendo, con ello, la afirmacin de la posibilidad de ser, a la vez,pblico y revolucionario, y organizacin de masas al mismo tiempo quede avanzada en el orden del ideal. Y es sobre esa base sobre la quealcanza un desarrollo extensivo excepcional y extraordinarios resultadosen el campo de las reivindicaciones obreras y de las realizaciones

    ideolgicas y culturales. Es tambin con esa fuerza con la que pone en prctica su particular y diferenciada lucha en aquel ambiente demovimiento general federalista, antimonrquico, y en la concrecincantonalista del ao republicano.

    La prueba de fuego para la FRE como organizacin revolucionariade lucha obrera sobrevendr ya en las postrimeras de la I Repblica, enlas que el presidente Emilio Castelar ejerce una dura represin sobre todoel mbito de los movimientos obreros, y mucho ms, a partir del iniciode 1874, tras la situacin de interinidad creada por el golpe del generalPava y el gobierno provisional donde el general Martnez Camposcampa por sus respetos, dando ya lugar a que la FRE dictamine que lasFederaciones Locales que no puedan reunirse hagan su labor enclandestinidad y procedan a la organizacin de grupos de accinrevolucionaria; y que aquellos locales de la FRE que sean allanados por

    la fuerza pblica se conviertan en Ateneos, escuelas o sociedades desocorros mutuos. Consecuentemente con el recrudecimiento de larepresin, la reversin sobre s misma de la organizacin obrera escontinua y progresiva. As, en el IV Congreso de la FRE, acontecido enMadrid, del 21 al 24 de junio de 1874, se acuerda la vertebracinorgnica clandestina y que los congresos nacionales sean sustituidos porconferencias comarcales.

    El 29 de noviembre de ese mismo ao se da ya pie al largo procesohistrico conocido como La Restauracin, tras el levantamiento deMartnez Campos y otros y el exilio del general Serrano. El, para elmovimiento obrero, nefasto Cnovas del Castillo configura unministerio-regencia, y, el 14 de enero de 1875, Alfonso XII entra,ostentosamente, en Madrid. Por fin, el 7 de febrero, y para culminar el

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    proceso de represin iniciado, se prohbe, definitivamente, el derecho dereunin.

    La FRE procede, ahora, al funcionamiento por Conferencias

    Comarcales y deriva, tras una revisin de estatutos, a organizacinrevolucionaria secreta. Se constituyen grupos de vigilancia y propaganda por parte de aquellos que no estn en condiciones deconstituir grupos de accin. La Comisin Federal formar un Comitrevolucionario o de Guerra y se encargar de la confeccin de unreglamento. En tal situacin y en una cuestin tan sensible para elmovimiento libertario, se haca inevitable la aparicin de divergenciassobre el alcance y funcin del Comit de Accin Revolucionaria, y,

    como sucede, normalmente, en este tipo de situaciones, las tendenciasreformistas, alimentadas por los grupos marxistas anteriormenteescindidos e inclinados a una tibia actividad de crear cooperativas, venahora, en un clima de controversia, ocasin de aflorar. Es as como, en1877, tiene lugar, en Barcelona, un congreso de esa tendencia que diceapetecer la unidad de las sociedades de resistencia y cooperacin (yaque aspiran al mismo fin, aunque por caminos distintos), se manifiestacontra las huelgas y proclama la recomendacin de que todas lassociedades deben convertirse en cooperativas de produccin. Ya en la primera parte del Congreso, una parte de los delegados se retiradenunciando que lo que se proponen los organizadores con tal reunin esla divisin de la clase obrera. En el resto, hubo disensiones y el proyectopoltico reformista fracas.

    Era, como decimos, natural, en una situacin de crisis como

    aquella, la aparicin de nuevas divergencias y la agudizacin de otrasanteriores, lo que motiv que Kropotkin, como compaero de prestigiocrata universalmente reconocido, viniera, en 1878, a Espaa, y,concretamente, a Madrid, para mediar entre las posiciones divergentes.El clima llevaba a un proceso de radicalizacin, en un sentido y en otro,y haca que medidas que se haban tomado, aos antes, con un carctertctico fueran, ms tarde, defendidas con carcter estratgico. As, elaviso de retirada al Monte Aventino, o sea, el paso a clandestinidad,

    que, tcticamente, se haba dado, de forma provisional en 1874 y efectivaen 1875, empieza, en las postrimeras de los aos setenta, a ser defendidocon carcter estratgico, hasta el extremo de provocar la separacin dedos ntimos compaeros de Alianza, Anselmo Lorenzo y Jos GarcaVias; se acenta la valoracin autonomista, que, en sentido negativo,llega, en alguna ocasin, a rozar el principio federalista, pero subsiste,

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    sin embargo, ntegra una voluntad clara de respeto de los estatutos, quegarantizaban la lnea crata frente a cualquier interpretacin excesiva dela autonoma, y a la Comisin Federal siguen siendo llamados, por su prestigio, compaeros del tono de Rafael Farga Pellicer, Trinidad

    Soriano, Garca Vias, Francisco Toms y el mismo Lorenzo, quien, sinembargo, tuvo un tropiezo serio en una ocasin.

    Como con frecuencia ocurre, la voluntad represiva de los poderesconstituidos de la Restauracin no acertaban a abarcar en completo elrea de su proyecto de represin, y algunas Federaciones Locales habanescapado al furor represivo de Cnovas del Castillo. Por otro lado, aprincipios de 1881, vuelve Sagasta al poder y, por necesidades internas

    de razn poltica, se produce un aflojamiento de la presingubernamental, que se concreta en que, el 17 de febrero, se curse a losgobernadores civiles una circular con la orden de respetar el derecho deexpresin y asociacin reconocidos por la Constitucin y la ley. Comola voluntad mayoritaria de la Organizacin era la de recurrir a laclandestinidad revolucionaria frente a persecuciones dictatoriales, perotambin la de buscar la expresin pblica, siempre que las circunstanciaspolticas lo permitiesen sin menoscabo de principios y actuaciones, ya el20 de marzo de 1881, tiene lugar, en el teatro Oden de Barcelona, unareunin ampliada, de signo claramente internacionalista, para laconstitucin de secciones obreras. En junio, aparece la Revista Socialcon un editorial de carcter claramente proudhoniano, y, el 10 de julio,50 secciones encargan a Farga Pellicer los preparativos para larealizacin de un Congreso Regional Obrero, que, a pesar de la oposicinde algunos miembros de la Comisin Federal ser llevado a la prctica

    los das 24 y 25 de septiembre de ese mismo ao.

    Que algunos miembros de la Comisin estuviesen en contra de talCongreso tiene, en parte, explicacin en el hecho de que la estabilidadpoltica favorable no estaba, ni mucho menos, asegurada, y, en partetambin, porque el clima crata europeo pareca, en general, serfavorable a una positiva valoracin estratgica de la clandestinidad, posiblemente, porque, en la medida en que aumentaba la actividad

    pblica del sector pro-marxista que aceptaba las instituciones burguesascomo campo de lucha poltica dentro de los parmetros establecidos,aumentaba tambin la especfica y represiva persecucin sobre la lneaobrera libertaria, llegndose a imposibilitar, o as se estimaba, laexpresin pblica de este movimiento.

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    El caso es que, en el campo internacionalista y bajo estas premisas,se haba realizado, del 14 al 20 de julio de ese ao, el CongresoRevolucionario de Londres, del que no puede decirse que haya tomadoresoluciones faltas de una meditacin debida, pues grandes cabezas y

    espritus revolucionarios, tales como Louise Michel, Errico Malatesta yPiotr Kropotkin, entre otros, haban sido participantes de sus largasdeliberaciones. El carcter anrquico de este Congreso queda revelado ensu manifestacin explcita de que no se reconoce a s mismo ms derechoque el de expresar indicaciones de carcter general que han de servaloradas por las diferentes comunidades Regionales, y su radicalidadrevolucionaria queda manifiesta en su pronunciamiento por la ilegalidady la propaganda por el hecho.

    Por lo que respecta a la Regin Espaola, las sociedades obrerasya haban manifestado, desde el comienzo del segundo semestre de eseao, su voluntad de abandonar la ilegalidad, y la interpretacin delCongreso de Londres que, en Espaa, Farga Pellicer y dems asistentes atal Congreso hacen de las resoluciones del mismo, es la de que el ncleode las mismas es la defensa de la accin directa, pero que sta no viene,necesariamente, definida por la violencia, sino por su oposicin a laaccin mediada, es decir, por la negacin de toda estructuracin burocrtica que pueda negar o deformar, en cualquier nivel de laOrganizacin, las decisiones acordadas en los niveles ms bajos de lamisma, as como por no admitir como actos organizativos ms queaquellos que, federativamente, sean realizados desde las mismas bases ylos que, arrancando de estos niveles, sean trasladados, mandatariamente,a niveles superiores de coordinacin . Por otro lado, el carcter radical

    del congreso setembrino queda manifiesto ya de inicio, pues, ya en laprimera sesin del mismo, se rechaza y expulsa a Pablo Iglesias pordivisionista, y el pendn que se levanta es el de Salud, Autonoma,Federacin Y Colectivismo.

    La FRE, puesta fuera de ley desde los inicios de La Restauracin,haba sido sustituida por diversas formas de estructuracin clandestina.Ahora, en el Congreso de 24-25 de septiembre de 1881, se recompone su

    figura como organizacin de amplitud de base y con el nombre deFederacin de los Trabajadores de la Regin Espaola (FTRE). Elprincipal artfice de tal iniciativa, requerida por las Secciones como msarriba se ha visto, fue Rafael Farga Pellicer, quien ya con anterioridad, ensus contactos anrquico-europeos, haba quedado fuertementeimpresionado por los planteamientos tericos del belga De Pape que

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    sostena que la Internacional habra de servir, no slo como instrumentode la revolucin, sino de organismo de vertebracin social en la sociedadposrevolucionaria. La expansin de la FTRE fue, en efecto, vertiginosa.Cinco meses despus de su creacin, cuenta ya con 75 Federaciones

    Locales y 269 Secciones, y, en su segundo Congreso (24-26 deseptiembre de 1882), realizado en Sevilla, se mostrar como laorganizacin obrera ms fuerte de la poca, con 60.000 afiliados, 230Federaciones Locales y 700 secciones, extendidas a lo largo de toda lageografa espaola.

    Pero la importancia de este Congreso no radicar slo en laexposicin de su fuerza organizativa, sino en que, en l y por primera

    vez, se toma posicin respecto del sentido de la igualdad en la sociedadfutura, abrindose con ello un muy positivo debate de crecimientoideolgico que se extender por mucho tiempo en el movimientolibertario. La postura general originaria manifestada en l, en cuanto alterreno econmico y puesto que era de extraccin bakuninista, era la dedefensa del colectivismo, que sostena a los propios productores comopropietarios de su produccin ntegra. Frente a ella, fue defendida porMiguel Rubio, de Montejaque, la postura anarco-comunista (producirsegn la capacidad, recibir segn la necesidad). En la posturacolectivista, defendida por Llunas, de Barcelona, trasluca, a pesar deBakunin, una cierta actitud individualista, pues (se exiga de cada uno,segn su voluntad, y se retribua a cada uno segn sus obras), mientrasque en el principio anarco-comunista se exiga de cada uno segn susfuerzas y se retribua a cada uno segn sus necesidades. Y nos pareceimportante poner atencin en la significacin de este largo debate, pues,

    en l, se pone, por un lado, de relieve la superacin de horizontes dentrodel proceso de pensamiento crata, y, por otro, la fidelidad al quantum derazn del pensamiento primitivo, actuante como elemento de resistenciaal decurso del proceso, de lo que se extraen, como enseanza, factoresque ayudan a configurar, en mayor o menor grado, el tipo de ritmo, ms bien lento y comedido, de transformacin en el devenir del discursoanrquico. Olaya (ver Historia del Movimiento Obrero Espaol. SigloXIX. Madre Tierra, Mstoles-Madrid, 1994, pp.614 ss.) piensa que la

    postura comunista de Miguel Rubio est tomada de la propia doctrina dela Alianza, cuestin en la que disentimos, pues l mismo afirma que laposicin colectivista opuesta, defendida por Llunas, se apoyaba en elprograma de la Alianza. Entendemos como ms verosmil la explicacinque pone la aparicin, en Espaa, de estas ideas novedosas en relacincon los contactos directos e indirectos que, aqu, se tenan con Pedro

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    Kropotkin, quien, ya en un Congreso de la Federacin jurasiana en laciudad de Chaux des Fonds (1879), haba abierto la polmica sobre eltema, y haba reincidido sobre l, en la misma ciudad y en compaa deEliseo Reclus y de Cafiero, en el octubre del ao siguiente.

    No debe olvidarse, por otro lado, que personalidades relevantes enel movimiento y en el pensamiento anrquico, como Fermn Salvochea,tenan abrazados los razonamientos que inclua la posicin anarco-comunista. Este militante gaditano, en sus estancias en Inglaterra, habatenido los oportunos contactos kropotkinianos, de los que haba derivadola traduccin de varios artculos del propio Kropotkin y de otros, en elsentido comunista que comentamos, y, cuando, despus de su

    encarcelamiento en La Gomera, vuelve a Cdiz en 1886 y crea el peridico El Socialismo, difunde, ampliamente desde l, tales ideasanarco-comunistas; si bien es de poner de relieve que, como es propio,nunca lo hizo en sentido polmico excluyente, sino, al contrario,resaltando la familiaridad de ambos conceptos, colectivismo ycomunismo, y presentando la postura anarco-comunista como unenriquecimiento de la postura colectivista.

    La poltica gubernamental no poda dejar respiro al movimientolibertario obrero. De un lado, el rgimen de la Restauracin estaba, pordefinicin, instalado en el turno alternativo de liberales y conservadores,sin mayores diferencias entre s en las cuestiones decisivas, y el empujesocial de la FTRE era, para ellos, un grave inconveniente, lo que explicalos urdidos y monstruosos complots oficiales de la Mano Negra, en 1882,y de los sucesos de Jerez, diez aos ms tarde, con siete agarrotados, en

    el primer caso, y cuatro, en el segundo, ms centenares de obreros ycampesinos torturados, encarcelados y desterrados a ultramar. Un climade inestabilidad, inseguridad y expectacin que no poda dejar de hacersentir sus efectos en forma de tensiones internas dentro de la FTRE,donde surgan conflictos de carcter doble, pues, de un lado la ComisinFederal haba de enfrentarse a los efectos del litigiocolectivismo/comunismo, y, de otro, a la minora que segua defendiendola estrategia de lucha clandestina para la Organizacin, y que vea

    reforzados sus argumentos en la represin de que era objeto elmovimiento obrero. La presin en este sentido no cesaba y, por eso, en elCongreso del 8 al 10 de septiembre de 1883 en Valencia, con la presencia de 11 uniones de oficio, 539 Secciones, 11 FederacionesComarcales y 222 Federaciones Locales, se llega a la conclusincondicionada de que si no es posible la vida pblica en derecho, se

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    recomienda la retirada al Monte Aventino (lucha clandestina), hastamejores tiempos.

    Se producen, en este clima, divergencias y expulsiones y se da

    lugar a que, en la Barcelona de 1884, se produzca un Congresoclandestino, que, por un lado y respondiendo a la dualidad organizativa,permite la solucin reformista de que, en una misma localidad haya dosFederaciones Locales distintas, y, por otro, toma la decisin radical de laretirada al Monte Aventino, o sea a la lucha clandestina. Este Congresoes impugnado por vicioso (no es orgnicamente convocado) por elCongreso Comarcal de Castilla la Nueva y la Comarcal de la Andalucadel Oeste, que siguen atenindose al Congreso de Valencia de 1883.

    Este Congreso de Barcelona de 1884 sigue siendo, sin embargo,muy significativo por otras razones, pues en l se reflejan, por primeravez, en el plano terico, y por lo tanto en el mbito estratgico,cuestiones que, hasta entonces, haban venido siendo esgrimidas slo enel campo de la tctica, y es, a saber, que la lnea reivindicativista obreraes tenida por contraria, o por no adecuada, para llegar al idealrevolucionario que, desde el campo anrquico se apetece. Ello, vistodesde la ptica contraria, hace nacer la discusin sobre si, y en qucondiciones, es correcta o no la presencia de una sociedad secreta decarcter anarquista en el seno de la organizacin obrera. Ya vimos,anteriormente, que la vieja Alianza haba sido declarada disuelta no slo,falsamente, por el escrito pblico en La Emancipacin por el grupoMora-Mesa, sino por una declaracin firmada de Rafael Farga Pellicer yJos Garca Vias, entre otros, entre los aos 71 y 72. Sin embargo,

    Anselmo Lorenzo sigue, positivamente, hablando de ella todava parafinales de los setenta y principios de los ochenta. Merece, pues, por suimportancia, seguir la pista de esta tendencia.

    El 9 de abril de 1882, seis meses despus de constituida la FTRE,una reunin de militantes en Barcelona, acuerda el carcter pblico de laOrganizacin, o sea, se da, en esto, parabin a los acuerdos de la FTRE,pero, a la vez, promueve la organizacin de una sociedad secreta con

    Estatutos propios, con lo que queda probada la persistencia, en laconciencia de un importante grupo de compaeros, de la necesidad deuna organizacin especfica que se estima garante de la firmeza de losprincipios revolucionarios dentro de la organizacin de masas, en la quelos obreros tienen cabida, simplemente, en su calidad de obreros. En losmomentos que comentamos del Congreso de Barcelona de 1884, este

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    Congreso haba venido precedido por la constitucin, en el mes de enero,de otra organizacin clandestina, Los Desheredados, que ya habahecho dos congresos previos al de Barcelona y otro ms que hizo pocodespus, en el mes de diciembre. De tal organizacin secreta dimana ya

    la argumentacin de que no se puede ser pblico y revolucionario almismo tiempo, o sea que se sostiene el carcter intrnsecamentecontradictorio de ambas lneas. Se defiende, ahora, que los hechos defuerza que desde la Organizacin se produzcan deben influir en que lasdeterminaciones de la masa resulten dentro de los principiosrevolucionarios por los que se rige la Organizacin. Se decide laorganizacin por grupos y la aceptacin de las resoluciones por mayora,as como se acuerda la separacin respecto de la FTRE, aunque no de la

    AIT, pues afirman seguir, estrictamente, los dictmenes del yamencionado Congreso Revolucionario de Londres de 1881. Causaextraeza, sin embargo, la toma de postura colectivista, ahora yaradicalmente teorizada, en ese Congreso de Barcelona, a la vez que suadhesin estricta al Congreso de Londres, donde se presume que hayansido importantes las aportaciones de Kropotkin, quien, pblicamente,viene ya defendiendo sus ideas anarco-comunistas desde 1878. Eldictamen sobre tal tema en el Congreso de Barcelona es: nadie percibirms que el equivalente a los productos que haya realizado, lo mismo quenadie producir ms que aquello que necesite para reponer las fuerzasfsicas. Tal radicalizacin nosotros no podemos entenderla ms quecomo una respuesta polmica al hecho de que, en el seno de la FTRE, lapostura anarco-comunista iba ganando, manifiestamente, posiciones, loque se traduce en el hecho de que, en el Certamen Socialista de Reus,en marzo de 1885, a pesar de que la orientacin general sigue siendo

    favorable al colectivismo, se manifiesta un claro intento de armonizacinentre la teora colectivista y la comunista.

    Ya dijimos que el Congreso de Barcelona de 1884 haba sidoimpugnado, por vicioso, por importantes comarcales de la Regin, y elreflejo de ese descontento se manifiesta en un Congreso, convocado por41 Federaciones Locales en Madrid, en mayo de 1885, que se pronunciapor la legalidad, y acuerda asistir a otro Congreso, convocado por la

    Comisin Federal en Barcelona del 22 al 24 de julio siguiente, el cualdictamina que la Federacin de los Trabajadores de la Regin Espaolaes, como tal, una organizacin pblica, pero permite a sus miembroslibertad de accin siempre que no se aparten de los principiosanrquico-colectivistas. Desde el inicio de 1886, pocos meses despusde la muerte de Alfonso XII y tras la dimisin de Cnovas y su

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    sustitucin por Mateo Sagasta que concede algunas libertades, lasquerellas internas, en el seno de la FTRE y del movimiento libertario,ceden ante la magnitud de los acontecimientos que se producen enAmrica: la tragedia de Chicago, el estruendo levantado por el proceso

    montado contra los protagonistas de la accin de Haymarket, y, sobretodo, la campaa internacional por la jornada de las ocho horasmantienen acaparada la atencin y concentrada la accin del activismolibertario. Por otro lado, algo se va moviendo en el campo de lasresoluciones tericas de la Organizacin, pues, en el Congreso de Madridde 1887 (15-17 de mayo), aunque sigue preponderante la posturacolectivista, hay ya una variacin fundamental. No se trata ya de laafirmacin rotunda de la propiedad ntegra del producto por el productor,

    sino de la del producto proporcional del trabajo, impuesto por elprincipio de solidaridad.

    La situacin poltica se sigue agravando para el movimientoobrero y especialmente para el de carcter anrquico. Iniciado el ao de1888, se producen nuevas restricciones al derecho de asociacin,especialmente graves para las sociedades y actividades obreras. Semultiplican la clausura de centros y los actos de represin gubernamentalrayanos en la barbarie. Los mineros de Ro Tinto y su poblacin haban procedido a huelgas, plantes y manifestaciones en protesta contra lacremacin por la Empresa, a cielo abierto, de los minerales sulfurososque causaban estragos entre la poblacin civil. La protesta fue masiva ycontundente, y la respuesta de Empresa y gobierno, criminal: se lanz alejrcito contra el pueblo con el resultado de 20 muertos y 100 heridos.

    Las divergencias aumentan. De ellas da cuenta la ComisinFederal, y, aunque la mayora est en contra de un Congreso, que sepresuma rupturista, la Comisin lo convoca para el 19-21 de abril de1888, con la presencia de slo 27 Secciones, 3 Consejos Locales y 6Federaciones Locales. El Congreso se pretende unitarista y acuerda launin de los trabajadores, sin ningn gnero de abdicaciones deindividuos y sociedades. Se acuerda, igualmente, la disolucin de laFTRE y la creacin de una Federacin de Resistencia, basada en un

    Pacto de Unin y Solidaridad, que respeta la autonoma y declara queno importa la forma de pensar y que lo que hay que potenciar es la fuerzaresistente del proletariado. Se da apoyo incondicional a toda huelga. LaComisin creada era puramente relacionadora y suministradora de datos.

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    Era claro que no se quera prescindir de nadie ni herir lasusceptibilidad de nadie, pero era tambin claro que las conclusioneseran de gran confusin y que no permitan ver cmo una organizacin poda mantenerse sobre esas bases, que rezumaban perentoriedad por

    todos los costados, cosa que qued ms que manifiesta cuando se declarala ampliacin del pacto a secciones marxistas y reformistas, queLlunas y Anselmo Lorenzo aprobaban, pero que no tard en suscitaragrias polmicas y la protesta rotunda de compaeros distinguidos en lalucha y el pensamiento cratas, tales como Francisco Toms y RicardoMella, quien ve en la decisin un grave motivo de confusin ydisgregacin, y la apostrofa de apostasa injustificable.

    Algunos creyeron, y as lo manifestaron a travs de El Productor,que, al fin, se haba logrado felizmente la unidad obrera. No asRicardo Mella, que, por el mismo conducto, responde que se trataba deuna autntica abdicacin revolucionaria. Sin embargo, desde el otrocostado, se crea que era, precisamente, la exigencia revolucionaria lapromotora de las especificaciones concretas que se buscaban. As, PereEsteve, en rplica a Ricardo Mella, entiende que el error est enconstituir una organizacin de resistencia al Capital, en lugar de unaorganizacin anarquista. Esta organizacin, entiende l y otros, deber perseguir la destruccin del principio autoritario, en lugar de gastarenergas en reivindicaciones salariales, y este sentir parece ganaradeptos, hasta el punto de que, en el Congreso de 29 de septiembre-primero de octubre de ese mismo ao, convocado por la Federacin deResistencia al Capital, se discuten las Bases para la organizacinanarquista de la Regin Espaola, en la que se reconocen , ya sin

    distincin de preferencia, las escuelas colectivistas y anarco-comunistas,se declara abierta a todos los que aceptan la anarqua y se disuelve laComisin Federal, sustituyndola por un puro Centro de relaciones . Secree asegurar as el carcter revolucionario de la Organizacin, pero notodos ven claras ni la efectividad de las nuevas instancias organizativasni las posibilidades de real incidencia social. En este sentido, FranciscoToms, Ricardo Mella y la Comarcal de Andaluca del Oeste defienden,apasionadamente, el modelo anterior de la Organizacin. El ao de 1888

    es clave en el orden de las decisiones organizativas, pues, slo con undiferencia de meses con relacin al Congreso de radicalizacinanarquista, se crea (12-14 de agosto) la Unin General de Trabajadores,bajo los auspicios posibilistas de Pamias, viejo miembro de la FRE, queahuyentan los planteamientos de los partidarios marxistas, quienes, muyminoritariamente, ven la necesidad, nueve das ms tarde, de constituirse

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    en Partido Socialista Obrero Espaol, dando, as, pie a la contribucinespaola a la lnea estratgica que, del 14 al 21 de julio de 1889 plasmar, en la Sala Petrelle de Paris, la constitucin de la IIInternacional, donde volvern a enfrentarse las posiciones posibilista de

    Pamias y marxista de Iglesias.Todos estos movimientos de uno y otro signo no parecen dejar de

    tener relacin entre s y de estar, de algn modo, condicionados unos porotros en su especificidad, dando lugar a situaciones de contradictoriedaddifcilmente explicables sin ese condicionamiento mutuo. Por ejemplo,cuando en el Congreso que disuelve la FTRE (abril 88) y se acuerda laconstitucin de la Federacin de Resistencia al Capital, Llunas y

    Anselmo Lorenzo, el grupo masnico barcelons, aplauden la aperturadel Pacto a marxistas y reformistas. En cambio, ellos mismos, en elCongreso de septiembre del mismo ao, aparecen entre los promotoresde las bases para la organizacin anarquista de la Regin Espaola,con una postura ms bien radical anrquica. Si se tiene en cuenta que laUGT se funda en agosto de ese mismo ao, podemos pensar dos cosas:una, que Llunas y Lorenzo piensan, en el mes de abril, en la posibilidadde atraer a los ms radicales del posibilismo de Pamias, esperanza que yadaran, en el mes de septiembre, por perdida, hacindoles adoptar lapostura radicalmente contraria. Por otro lado, no es descartable y es msbien verosmil que en la constitucin inmediata de la UGT y la decisindel posibilista Pamias de promoverla, o secundarla, haya tenido muchoque ver la disolucin de la FTRE y el giro anrquico del campolibertario.

    Los partidarios del modelo anterior culpaban de la transformacinal grupo masnico barcelons de Llunas y Lorenzo, una inculpacinque nosotros estimamos no tener mayor fundamento, pues ambosmilitaban en el bando obrero-reivindicacionista. En cambio, Pere Estevedefine mejor el espritu de radicalizacin especficamente anrquica, consu argumentacin de que el formalismo reglamentario y estatutario frenala imaginacin y la evolucin de las ideas, as como con su actitud contrala tctica de la huelga porque, segn l, desperdiciaba energas necesarias

    para transformar la sociedad y preparar las conciencias para larevolucin social. Estas afirmaciones de Esteve las encontramos,igualmente, fuera de lugar, pues, como venimos viendo, las ideas, dentrodel ritmo pensamiento/accin especficamente libertario, se venanmostrando vivas y operativas, y, por otro lado, la estructuracinestatutaria y normativas orgnicas, dentro de las pautas anrquicas por

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    las que venan discurriendo, se haban venido demostrando como unbaluarte efectivo frente a las fuertes tensiones reformizantes, originadas,de un lado, por las constantes oleadas represivas de la Restauracin, y, deotro, por la presencia y actividad del sector politico-marxistizante que, a

    partir de julio de 1889, discurrir bajo los auspicios de la II Internacional.Una prueba de la vitalidad de las ideas libertarias viene, adems,

    dada por la realizacin, ahora, del Segundo Certamen Socialista, dondeel pensamiento de Ricardo Mella vuelve a ser valorado con el primerpremio, y donde Trrida del Mrmol aborda el tema en su candenteactualidad, con su trabajo sobre el anarquismo sin calificativoseconmicos, en el que ya la teora discurre por cauces de

    compatibilizacin del colectivismo y el comunismo, en un clima deincorporacin positiva que aboca a la progresiva superacin dehorizontes, dentro de la amplitud del espritu libertario.

    La vitalidad de la Sociedad de Resistencia se va abriendo paso enmedio de las terribles dificultades represivas. La actividad en el Sur, enel entorno de Fermn Salvochea, es imparable. Siendo el Leitmotiv de talactividad la campaa por la jornada de las ocho horas, las acciones entorno a los hechos de Chicago se multiplican. No slo sern objeto deconmemoracin las acciones de mayo en Haymarket, sino la ejecucinde los mrtires de Chicago en el mes de noviembre: Las huelgasgenerales de los Primeros de Mayo de 1890 y 1891, promovidas por laSociedad de Resistencia al Capital son ampliamente secundadas.Salvochea y centenares de obreros sern condenados a fuertes torturas ylargos aos de presidio. Con todo y a pesar de la furia represiva, en

    Crdoba, un Congreso de Agricultores, el 1-2 de diciembre de 1891, serun clara prueba de la rpida y amplia extensin de la Organizacin entreel campesinado. Lo mismo que, diez aos antes, la actividadgubernamental haba dado prueba, con el montaje de la Mano Negra, deque su ferocidad represiva poda ser acompaada por el refinamiento enla urdimbre de complots antiobreros, as tambin ahora, se pone enprctica la caza del hombre con el montaje, desde el comienzo de 1892,de los hechos de Jerez, que, bajo la acusacin de delito de rebelin,

    va a concluir con el agarrotamiento de cuatro compaeros, la muerte deotro en calabozo por torturas, y la condena a perpetuidad de centenaresms.

    Los fusilamientos y las refinadas torturas de Montjuich, en 1896,tendrn ya una repercusin internacional que va a animar, aun ms, el

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    movimiento obrero libertario. Desde mediados de 1899, se procede a lareorganizacin de las sociedades obreras de signo anarquista, accin quese continuar en 1900 y que producir la FSORE (Federacin SindicalObrera de la Regin Espaola). La transformacin progresiva de estos

    movimientos en una forma especfica de sindicalismo revolucionario sever influida, adems, por las teorizaciones de George Sorel, la creacinde la Confederation Gnrale du Travail, en 1902, en su forma unitaria,pero de predominio inicial anarcosindicalista, y la Carta de Amiens, en1906, hasta la fundacin de Solidaridad Obrera, en Catalua en 1907,como precedente de la Confederacin Nacional del Trabajo, en 1910-11.

    Toda la amplia exposicin histrica que precede ha sido aportada

    como base de experiencia de la que extraer algunas conclusiones tericasque, creemos, puedan servir de base orientativa, no slo para capear losmomentos de crisis que se den dentro del campo anarcosindicalista,como lugar de encuentro de elementos tensionales, por el surgimiento oresurgimiento, en l, de aquellos dos extremos viciosos de quehablbamos al comienzo de este estudio, sino tambin para disponer dealguna base contrastada que, en situaciones inditas, como la que seplante al estallar la guerra civil de 1936 , permita a la Organizacinhacer frente a la misma, de la manera ms propia y efectiva, sinviolentar, ni siquiera de forma extraordinaria, los principiosorganizativos, y, por lo tanto, contando con el concurso unnime de todala Organizacin.

    Entendemos, as, que puedan ser de utilidad real las reflexionesque hagamos en tres lneas de pensamiento y crtica, a saber: una, sobre

    la justeza o no de la existencia, en el seno de la Organizacin y conconsentimiento y anuencia de la misma, de grupos especficoscoordinados que por su preparacin moral, doctrinal y militantecoincidan con otros elementos confederales en el mismo grado de preparacin y disposicin, como garanta de defensa de las esenciasanrquicas y revolucionarias de la Organizacin, as como de laestructuracin estatutaria y normativas orgnicas que la Organizacin sehaya dado a s misma y por las que se garantice la igualdad organizativa

    de todos sus miembros, y como garanta, igualmente, del renacimiento yreconstitucin de la Organizacin, en el caso de que sta hubiera desucumbir, fsicamente, bajo los efectos de una irresistible actividadrepresiva destructora. Otra, sobre la posibilidad o no de ser pblico yrevolucionario al mismo tiempo, o sea, sobre si la organizacin de masases contradictoria con el ser revolucionario, y, por lo tanto, esto ltimo

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    requiera siempre ser realizado dentro de la categora de gruporestringido, minoritario y secreto. Y, finalmente, otra ms, sobre lahipottica forma de coincidencia y colaboracin con otras fuerzaspoltico-sociales, en la tarea del derrocamiento sucesivo de los poderes

    constituidos en la marcha multicolor hacia la revolucin de carcteranrquico-libertario.

    En cuanto a la primera lnea de reflexin y por lo que respecta aEspaa, ya expusimos que, por la forma en que Fanelli transmite losprimeros textos internacionales a los militantes espaoles, aqu, el grupoespecfico, la Alianza, existe desde el comienzo mismo de la FRE. Y estehecho debiera, ya de por s, tener una especial importancia para cualquier

    forma de consideracin, aunque slo fuera por el hecho de que sloEspaa, y reconocidamente, pudo dar ejemplo internacional de la mayororganizacin anarquista de masas, con capacidad para ofrecer al mundoel ejemplo de una original revolucin efectiva de signo anrquico.

    A lo largo de toda la exposicin histrica que hemos venidohaciendo, hemos tenido ocasin de ver la cantidad de veces que loselementos especficos de la Organizacin salvaron a sta de derivasreformistas de mayor o menor intensidad, y hemos visto tambin cmotodas las lneas reformistas o politizantes, que de su seno fueronemergiendo o las promovidas desde el exterior, tuvieron en la Alianza osimilares a su propia bestia negra y la atacaron y calumniaron de todaslas maneras, con el fin de destruirla o desprestigiarla.

    En una organizacin de masas obreras, con una proclividad natural

    al reivindicacionismo mecnico, la presencia de grupos de especialconciencia revolucionaria parece mostrarse como una necesidadpermanentemente correctora de tendencias economicistas que olviden odescuiden el cuestionamiento esencial del sistema, o sea, el principio deautoridad y dominio. Estas tendencias negativas no tienen por qu darsede forma necesaria, segn hemos visto en la rplica con que Esteve seenfrentaba a Ricardo Mella, pero s son altamente verosmiles en unaprctica puramente tradeunionista. Por otro lado, no hay ni la ms remota

    semejanza entre la actividad de este tipo de elementos conscientes y loque pueda llamarse una organizacin de vanguardia segn los esquemasdel marxismo revolucionario, entre otras razones, porque tal tipo deactividad, la primera, se da en una estructura organizativa que no permiteninguna forma de vanguardismo, al no tolerar ningn decisionismo decargos. En la organizacin anrquica, los cargos son de pura gestin de

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    los mandatos que se originan siempre en los niveles bsicos, lo quequiere decir que tal organizacin de masas, aunque no constituya unaorganizacin de anarquistas, s es una organizacin anarquista, en la que,por definicin, se da igualdad decisoria en todos sus miembros, y slo

    permite la accin directa, federativamente acordada. Estas caractersticashacen que la Organizacin misma haya de ser ms bien una permanenteescuela de anarquismo, donde las capacidades discursivas y laejemplarizacin de una tica consecuente con el discurso son valoresesenciales para la marcha, el enriquecimiento y el fortalecimiento de lamisma.

    En estas circunstancias, la presencia terico-prctica de elementos

    de una formacin de este estilo no puede dejar de ser altamentebeneficiosa en el seno de una organizacin que, siendo anarquista, nohace ningn tipo de exmenes de anarquismo para acceder a ella, aunques requiere que todo nuevo adepto sea consciente del tipo de organizacinen la que entra, y, a juzgar por el hecho de que, repetidamente, se hayarecurrido a su nueva creacin, cada vez que, por temporadas, se haprescindido de ella, podra aventurarse el grado de necesidad de supresencia.

    No pueden, sin embargo, negarse derivativas viciosas en este tipoespecfico de actividad, donde tal viciosidad no pude decirse que sea, ens, imputable a la estructura y razn de ser de una formacin de tal estilo,sino a la utilizacin instrumental que determinado tipo de gentes hacende la misma, al beneficiar del prestigio de ella para suscitar en laOrganizacin medidas inconvenientes para la misma. Este tipo de

    actuaciones viciosas es tanto ms grave, al menos, por tres razones: primera, porque producen desencanto, escndalo y desfondamientomoral en compaeros que, con toda lealtad y sinceridad, haban puesto suconfianza en ella y en ellos; segunda, porque elementos cabales de laOrganizacin pueden llegar a deducir el carcter innecesario o perversode la misma; y tercera, porque sectores reformizantes de la Organizacinven en ello una ocasin de oro no ya para criticar los hechos negativos einaceptables y a las personas concretas implicadas, sino para criticar la

    razn de ser de tal tipo de formacin, en la que ven un obstculoinsalvable para sus fines.

    El carcter secreto de tal tipo de formacin, as como sufuncionamiento por grupos de carcter autnomo y el hecho de que susmiembros sean, en el seno de la Confederacin como tal Confederacin,

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    enteramente confederales, es decir, olvidados de su otra militancia,entendemos ser conveniente a los fines que se propone, pues ello le danaturalidad, mayor flexibilidad y, sobre todo, le afirma en su carcterinformal que le prohibe funcionar como organizacin paralela. Pero estos

    mismos rasgos se convierten en ms negativos, si se discurre por laslneas viciosas de las que hablbamos con anterioridad, adoptandoformas de actuacin de ndole privativa, favorecedoras de prcticas noslo individuales, sino individualistas, incontroladas, con una deriva degran proclividad hacia el nihilismo, potencialmente aceptable en suexcepcionalidad, pero rechazable como lnea prctica, en razn, sobretodo, de su inoperancia social o, incluso, de una operatividadcontraproducente.

    Y, precisamente, este aspecto de la primera lnea de reflexin quenos proponamos nos lleva a la que presentbamos como segunda, o sea,a la que deba darnos claridad sobre la posibilidad o no de ser pblico yrevolucionario al mismo tiempo, es decir, la que investigue si laorganizacin de masas, y, concretamente, la de carcter sindical, es, en sy por s misma contradictoria con toda estrategia revolucionaria deesencia finalista. El Congreso de Amsterdam de 1907, con la presenciade claras cabezas del campo anrquico, as pareci entenderlo, y dehecho lo entendi bien con referencia al sindicalismo de ndole puramente tradeunionista que, por definicin, apunta slo almejoramiento proporcional de las condiciones de vida de la clasetrabajadora en su relacin con la estabilidad del sistema capitalistaburgus. Pierre Monatte, sin embargo, asistente tambin a ese Congreso,puso su razonada fe en que el sindicalismo revolucionario, que, en su

    tiempo, demostr la Confederation Gnrale du Travail, aunque lapolitizacin posterior hiciera degenerar tal proyecto, no poda ser medidobajo la pauta del puro tradeunionismo. Nosotros somos del parecer deMonatte, y, en cualquier caso, la vigencia del anarcosindicalismo espaolviene, contra viento y marea, demostrando esa posibilidad.

    En nuestro recorrido histrico, hemos visto a Los Desheredadosnegar que se pueda ser pblico y revolucionario a la vez, y a Pere Esteve

    razonar, frente a Mella, que las reivindicaciones econmicas distraenfuerzas que deben ser encaminadas a combatir el principio autoritario. Laargumentacin de unos y de otros, los Desheredados y Esteve, se basa,en ltimo trmino, en que tales reivindicaciones han de hacerse desde lasociedad; en que la sociedad es sistema; y en que el sistema no puedenegarse a s mismo. Es, desde luego, una argumentacin sostenible

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    dentro de la aceptacin identificatoria de ciertos parmetros, a saber, lade sistema y sociedad, que no es correcta. Sistema es una forma deEstado, y Estado es una entidad adventicia con relacin a la sociedad,que es infraestructura de la que Sistema y Estado son formas

    superestructurales. Que el Sistema sea o comporte, necesariamente, eldominio de la sociedad es innegable, pero es igualmente innegable que elSistema no abarca la totalidad social. Hay, pues, la posibilidad de sersociedad sin ser Sistema. Las leyes y su mbito, que es la fuerza delEstado, constituyen el aparato de dominio de la superestructura sobre lainfraestructura. Sin ser o formar, en principio, parte de ese aparato dedominio, hay dos formas de relacin con sus leyes y exigencias: la deuna aceptacin activa o la pasiva de las mismas. La primera implica, de

    por s, una forma de colaboracin con el sistema y, de un modo u otro, setiene alguna forma de intervencin en la contextura de esas mismasleyes, aun cuando, eufemsticamente, se quiera revestir tal tipo derelacin con otros nombres. Es as como, en ese tipo de actitud, se essistema, participando de sus estructuras polticas, culturales, religiosas,sindicales. La segunda forma de relacin, la pasiva, no puede por menosde aceptar las leyes porque le son impuestas, pero rechaza toda suerte decompromiso moral con las mismas. De tal actitud se derivan interesescontradictorios con el sistema y se deviene, as, en elemento dialctico decontradiccin del mismo. Se es, de este modo, un elementorevolucionario que se entiende a s mismo como necesariamente actuantedesde la sociedad y bajo el principio fundamental de que no puede habercambio social alguno que no arranque de la propia sociedad. Esta posicin desarrolla estructuras de negacin del Sistema, una nuevamoral, nuevas formas de relacin, nuevos valores, nueva praxis social, y

    no es incompatible con el desarrollo de medios de defensa de esasestructuras. Es as como se puede ser pblico y revolucionario al mismotiempo.

    Es claro que tal posicin implica la existencia de las mnimaslibertades que lo permitan, ya que, en toda situacin de dictadura,descubierta o encubierta, no cabe ms opcin que la retirada activa alMonte Aventino, o sea, la va de lucha clandestina, como,

    repetidamente, hemos visto en nuestro recorrido histrico. Las bases deposibilidad de la existencia de tal postura ambivalente es que, en losmodernos Estados, el Sistema no puede por menos de tener quejustificarse en trminos de una formalizada racionalizacin ideolgica, y,por lo mismo, dentro de esos supuestos de racionalizacin, no puede,abiertamente y sin negarse a s mismo, impedir tales desarrollos de

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    ambivalencia, aunque siempre trate de hacerlo recurriendo a mtodosinconfesos, pero se es el riesgo permanente en que tiene que moversetoda posicin verdaderamente revolucionaria.

    Los elementos sociales sobre los que se decide el ser as o de otromodo de la sociedad son, pues: A), los que implantan el Sistema, juntocon los que de l viven y con aquellos oponentes que en l se integran,pasando, as, a vivir tambin de l; B), aquellos dominados que, de buengrado, saludaran un cambio social, pero cuya mente e imaginacin noles permite, en principio, concebir ninguna posibilidad de cambio fueradel o contra el sistema; y C), aquellos que estn persuadidos de que elcambio reformista puede alterar slo las condiciones del dominio pero no

    el dominio mismo, y estiman que una determinada prctica mental, moraly activa, en el da a da del seno de la sociedad, puede conducir, en suexpansin y persistencia, al cambio cualitativo de ella , del que ha desobrevenir, necesariamente, la liquidacin del Sistema, es decir, larevolucin social. Es importante la claridad de distincin entre estos dosltimos elementos, pues ellos constituyen la arena social, donde tienelugar la permanente disputa entre la opcin reformista y larevolucionaria.

    Quedan as explicadas dos posturas, la intra-sistema de los que del viven, y la para-sistema de los que viven en l, pero como elementonegativo de contradiccin del mismo. Queda por explicar la posturaextra-sistema, con su ineludible consecuencia de extra-social o extra-pblica. La justificacin de esta postura ya la encontramos expuesta enaquel congreso barcelons de 1884, altamente influido por la sociedad

    secreta de Los Desheredados, que, a la vez que propugnaban la accinviolenta y, por definicin, clandestina, la justificaban diciendo hacerque los hechos de fuerza (que la organizacin promueva) influyan en quelas determinaciones de la masa resulten dentro de los principiosrevolucionarios por los que se rige la organizacin. ste es el ncleo dela cuestin: si tal determinada posicin extra-sistema comporta,claramente, el riesgo de marginacin o de divorcio social, ocurre que elsimbolismo de los actos, de los que se espera una determinada

    repercusin pblica, no tienen capacidad contaminante en el ordensocial, sobre todo porque no se sienten como propios, al no arrancar de lasociedad misma o de necesidades sentidas como sociales, y, de estemodo, derivan a actos individuales, justos o no, que no son criticables enrazn de la violencia que entraan, sino en razn de su ineficacia social,o, en el peor de los casos, de su carcter contraproducente, es decir, en

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    razn de conseguir lo contrario de lo que se proponen. Es un hecho queel nihilismo no produjo, por s mismo, convulsin social de algunasignificacin, ni la propaganda por el hecho, que emerge del Congresode Londres de 1881, dio resultados positivos respecto a Europa, sobre

    todo si se los compara con la feliz decisin de los que, con Rafael FargaPellicer, interpretaron tal Congreso de forma que aboc, aqu, a lacreacin de la FTRE, en la lnea clsica espaola da dar al anarquismocauce dentro de los grandes movimientos de masas.

    No se trata de medir, hipcritamente, los actos en razn de suviolencia para condenarlos o menospreciarlos, sino en razn de suracionalidad, alcance y efectos, de forma que quepa claramente

    distinguir, en s y por sus efectos, entre las bombas de Cambios Nuevos odel Lyceo y las acciones ejecutorias de Angiolillo y de Los Solidarios, ola de aquel compaero de La Felguera que, lleno de orgullo, mostraba aun ingeniero de su empresa, la Duro-Felguera, la biblioteca del local dela Organizacin, con todas sus paredes repletas de libros, dicindole:stos (apuntaba a los libros) para ilustrarnos, y sta (mostraba supistola) para defendernos.

    En la tercera lnea de reflexin, la que verse sobre lasposibilidades de coincidencia o colaboracin con otras fuerzas que estntambin por el derrocamiento de los poderes constituidos, creemos que elpensamiento libertario debe intentar deslindar con claridad el grado, elmodo y el alcance de las mismas, de forma consecuente con sus principios y fines, ya que las circunstancias histricas presentan, dehecho y con frecuencia, situaciones embrolladas, donde las

    improvisaciones pueden dar y dieron, de hecho, lugar a prcticasnegativas que, durante lustros, hicieron sentir sus nefastos efectos sobreel movimiento libertario.

    Ya por el solo hecho de que el anarquismo y, por l, elanarcosindicalismo y sindicalismo revolucionario tienen al Estado porenemigo mortal a destruir, todas las fuerzas estatalistas, estn o no estn por los poderes vigentes constituidos, son, por definicin, enemigos

    suyos, lo que quiere decir que no cabe, por lo tanto, con ninguna de talesfuerzas pacto interno ninguno, que no podra por menos de afectar a losprincipios, tcticas y finalidades de la Organizacin y, con ello, a sudesvirtuamiento. Por otro lado, la Organizacin libertaria se concibe a smisma, de algn modo, a la manera como Parmnides conceba laverdad. Deca el filsofo de Elea que la verdad es bien redonda, de

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    forma que el contacto con ella o su bsqueda podemos intentarlos desdecualquier punto de esa circularidad. Igualmente, la equiparacinsimbolgica que estableca entre el Ser y la esfera quera significar quetodos los puntos del uno y de la otra son equipolentes y que, por ello, el

    uno y la otra son iguales en todas sus partes. En estas circunstancias, laalteracin de cualquiera de las partes no puede dejar de suponer laalteracin del todo. La igualdad que, programticamente, se postula, sepersigue y se realiza en la organizacin anarcosindicalista, hace que todaella se constituya en un esquema repetitivo que va, desde el propioindividuo, hasta la Confederacin en su conjunto, pasando por lasseccin, el sindicato y las Federaciones locales, Comarcales yRegionales. Slo de este modo, se entiende que el principio de

    coordinacin puede hacer nulo e imposible el principio de subordinacin.La relacin de equipolencia entre las partes y el todo da a estaorganizacin un cierto carcter cerrado en cuanto totalidad de conceptoen desarrollo, donde las novedades, los hechos nuevos que vanformando parte constitutiva de la misma, van surgiendo del contacto yrelacin con el escenario de desarrollo, en la medida en que, en elproceso, va comprobando la efectividad de s misma. sta es su forma deapertura. Las incorporaciones y novedades van, as,progresivamente, surgiendo no directamente de los principios, sino de losresultados ltimos de la aplicacin de estos principios, del mismo modoque, en un proceso cientfico, los teoremas que se van incorporando nonecesitan del recurso ltimo a los principios, sino que emergen de losteoremas inmediatos, donde, por necesidad, los principios vienenreflejados.

    Si nos hemos permitido este excurso filosfico, ha sido con laintencin de hacer ver que las relaciones de este tipo de organizacin conotras organizaciones no pueden ser, bajo ningn concepto, de carcterinterno, sino de carcter tangencial, y, aun as, en circunstancias muydeterminadas. La mayor parte de las relaciones que se establecen en lageneralidad de las organizaciones poltico-sociales estn mediadas por eloportunismo, y sta es una prctica de la que sistemticamente huye laorganizacin libertaria, que entiende que teora y prctica no pueden ni

    deben ser concebidas en planos aislados, sino conjuntamente y que laconsecuencia estricta que se exige en un campo debe tener su equivalentey reflejo en el otro.

    Decamos que las relaciones interorganizativas estn, para loslibertarios, mediadas y condicionadas por su negacin absoluta del

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    Estado. Pero, contra lo que vulgarmente se cree, el pensamientolibertario tiene, siempre, ante s muy presente el mundo de lo real, y, enesta actitud, su negacin total del Estado no le impide distinguir entre losestados del Estado y sacar de esta distincin las oportunas conclusiones

    prcticas, que pueden conducir a la necesidad de aunar, externamente,fuerzas con formaciones estatalistas por el derrocamiento de un estadoconcreto del Estado, que, objetiva y comprobadamente, suponga unpeligro y obstculo mayor para la causa que se persigue. Todo lo cual,puede ser correcto, siempre que no se pierda, ni un momento, de vistaque toda fuerza estatalista es enemiga natural del pensamiento y prcticalibertaria y que cualquier forma de colaboracin con ella no debe serentendida ms que desde la consideracin de su eficacia sobre el blanco

    del enemigo comn; ni puede olvidar tampoco que debe, en todomomento, preservar la total independencia tctico-estratgica de laorganizacin libertaria, as como la multiplicacin de su fuerza,quedando, as, descartados cualquier tipo de pacto, frente o plataforma,que no haran sino mediatizarla internamente y desvirtuar, con ello, losefectos de su accin.

    Volviendo la vista atrs, si la Organizacin hubiera dispuesto, conantelacin, de este tipo de reflexiones en el momento del estallido de laguerra civil espaola, no habra cado en la trampa de la entrada en laGeneralitat catalana ni en la del Gobierno central, y, dentro de unacolaboracin externa, en el campo del antifascismo, habra exigido elestricto respeto de sus logros, sus fuerzas y su estrategia. El modo derecomposicin inmediata del campo libertario y de su sistemacolectivista en Aragn, a los que se quiso desmantelar con la disolucin

    del Consejo por la arbitrariedad y la violencia gubernamental en agosto-septiembre de 1937, tras el fracaso de tan vil maniobra, puede aportarbastante luz sobre lo que exponemos y sobre lo que ser necesario seguirreflexionando profundamente.