Amemus profesionem
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A L B A R E L O 1 728
Carlos Adanero Oslé. Boticario
AmemusProfesionem
AM
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SI
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Con este título -Amemos a nuestra profesión, Amemus profe-
sionem. El farmacéutico del siglo XVIII como hombre de ciencia.
Madrid 1940.- quiso el profesor Rafael Folch Andreu (1881-
1960) denominar su discurso de apertura del curso académico
1940-41 en la Universidad Central. Por su significado y su
contenido, lo he elegido como título de esta sección de Albarelo
dedicada a la Historia de la Farmacia.
El profesor Folch Andreu fue el primer catedrático por
oposición de Historia de la Farmacia en España en 1915 y
uno de los máximos representantes de una gran tradición
que hubo en la Universidad española de historiadores de la
Farmacia que trabajaron en la ardua pero deliciosa tarea de
estudiar nuestros orígenes como profesión.
U N A D E D IC AC IÓ N D E M U C H O S AU T O R E S
D esde que Hernández M orejón escribió en la primera mitad
el siglo X IX la que probablemente es la primera bibliografía
médica del mundo, pasando por los inmejorables doctores
Q uintín Chiarlone y Carlos M allaina, que hicieron la que
también es probablemente la primera Historia de la Farmacia
del mundo, con una relación muy exhaustiva de cuantos
autores han tratado de la materia farmacéutica, muchas
personas se han dedicado a esta disciplina, siempre en
estrechísimo contacto con la
Historia de la Ciencia en ge-
neral y con la Historia de la
M edicina en particular.
El mencionado doctor Folch
Andreu continuó esta labor
de estudio de nuestra pro-
fesión y además fue el fun-
dador del M useo de la Far-
macia Hispana, indispensable
para el conocimiento de
nuestra historia.
S u hijo, el profesor G uillermo
Folch Jou, mantuvo junto con
otros grandes profesionales
(J osé M aría S uñé Arbussá,
José L uis V alverde, José L uis
G ómez Caamaño y algunos otros) encendido el hoy un poco
apagado candil del estudio de la Historia de la Farmacia
española en el que sólo unos pocos como Juan Esteva de
S agrera o Javier Puerto S armiento son conocidos y recono-
cidos, cuando lo cierto es que algunos otros cultivan esta
disciplina con mucho acierto y profundidad pero en un casi
completo anonimato.
D ebo hacer una mención especial para el doctor Josep D anón,
de la Fundación Uriach, que para mí se ha hecho imprescin-
dible en mi caminar por la historia de la Farmacia por su
ayuda y sus consejos desinteresados (y eso que no me regala
nada, me lo “cede” amablemente).
Y es que lo bonito del título -Amemus profesionem- no oculta
el hecho de que, en ocasiones, somos nosotros mismos los que
no sólo no amamos, sino que no valoramos la grandez a de
nuestra profesión, rica en tradiciones, en personajes notables,
en hechos si no heroicos, (nuestra profesión es pacífica y de
trabajo sordo, desconocido y más bien oscuro) de héroes
cotidianos, de paulatinos avances fruto del esfuerz o constante.
El farmacéutico, digámoslo muy alto, es y debe ser el espe-
cialista del medicamento en todas sus vertientes. S i no
existiera esta figura, la propia sociedad la demandaría ya
que el medicamento es crucial en la vida y en la historia del
hombre y precisa de un especialista, de alguien entregado
a su conocimiento y a su estudio.
El medicamento, es en sí mismo, el objeto de una profesión.
Profesión que debemos amar aquellos que sentimos lo mismo
que los viejos aromatarii, especieros, farmacópolas, boticarios,
o como queramos llamar a los antecesores del moderno
farmacéutico.
Y a en el siglo X III se vio que era necesario separar el profesional
que diagnosticaba del que preparaba y conservaba los medi-
camentos por diferentes raz ones, entre otras, que una vida
entera no era suficiente para especializ arse en ambas cosas
(como dice el doctor Puerto S armiento, “tan próximas y tan
distintas”). L a consagración de esa separación se produce en
los siglos X V II y X V III, especialmente, en este ú ltimo.Sello del Real Colegio deMedicina Cirugía y Farmacia
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H IS T O R IA D E L A F AR M AC IA E N N AV AR R A
En lo que se refiere a la Historia de la Farmacia en N avarra,
podemos decir que, por desgracia, hay muy poco escrito.
Hemos tenido no obstante grandes farmacéuticos: M artínez
de L eache (de quien el doctor Pedro G il-S otres escribió desde
estas mismas páginas magníficos trabajos), Echeandía, T afalla
y V iñaburu, por citar unos pocos que estuvieron en lo más
alto en sus épocas. Pero es bien cierto que los hemos reivin-
dicado poco o nada. En muchas ocasiones ni los conocemos
ni sabemos de la trascendencia que tuvo su obra. D esde
estas páginas vamos a intentar reconocer su labor.
Por supuesto, además de los protagonistas de la Historia de
la Farmacia en N avarra, están las instituciones de las que ellos
formaron parte. L a más importante sin duda es el antiguo
Colegio de S an Cosme y S an D amián, o el efímero Real Colegio
de M edicina Cirugía y Farmacia. T ambién desde estas páginas
evocaremos su historia, llena de luces y de sombras como
todas las empresas que en el mundo han sido.
T ambién veremos aspectos más cercanos, como el nacimiento
de nuestro Colegio O ficial de Farmacéuticos de N avarrra,
que nos recuerda la labor extraordinariamente relevante que
han hecho nuestros predecesores a favor de la salud pú blica
en todos los tiempos, pues la labor de los farmacéuticos no
se circunscribe exclusivamente al ámbito de su botica.
Por otro lado mandaremos un mensaje de optimismo en estos
tiempos de más o menos tribulación. D esde que el 13 de marz o
de 1650, Felipe IV otorga una Real Cédula en la que declara a
la farmacia como “arte científica” y a los farmacéuticos se les
reconoce que “ay ais de goç ar de todas las honras, preeminencias
y prerrogativ as q ue os competen, tocan y pertenecen” los boti-
carios españoles se han situado en una posición que jamás
tuvieron sus colegas europeos. Pasaban a formar parte de la
burguesía y dejaban de ser simples artesanos. S e les consideraba
claves para la salud pú blica y como consecuencia, lo que ellos
producían, el medicamento, dejaba de ser un mero producto
de consumo. Esto aleja al boticario desde aquel día del comercio
y lo adentra en la ciencia desde un punto de vista legal. Esto
cambia radicalmente con la aparición de los productos indus-
triales en el siglo X IX . Y a en aquel momento hubo algunos que
dijeron que la profesión en esas condiciones, no tenía futuro.
Pues, aquí seguimos, y con la voluntad inquebrantable de
durar mucho más.
Espero acertar en la manera de
transmitir estas notas de la
historia de nuestra pro-
fesión, tan cercana,
cotidiana y sin llena de
sobresaltos, que mu-
chos la desconocen.
S i lo consigo, como
decían los autores
clásicos de la farma-
cia: vale. S i no, los
defectos perdonad.Portada y una de las páginas de la “Cartilla pharmaceuticachimico-galenica” de Pedro de Viñaburu
B ib liografía recomend ad a
Folch Jou, G et al.
Historia General de la Farmacia: el
medicamento a través del tiempo.
Ediciones Sol. Madrid, 1986.