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    Jos Mara lvarezLmites de la concepcin fenomenolgica

    del delirioDelirio y delirium; delirios crnicosy delirios agudos

    A dos siglos ya de las primeras conceptualizaciones y demarcaciones de la fenomenologa mental', bien vale el esfuerzo deponderar el rigor de las definiciones msestablecidas y generalmente aceptadas dela psicopatologa psiquitrica. El delirio,objeto de nuestro trabajo, parece haber alcanzado con Kraepelin, y especialmentecon Jaspers, una descripcin incuestionablede sus caractersticas consustanciales. Dicha conceptualizacin, capital en la fenomenologa de las psicosis, se transmite sinmayores limaduras ni cuestionamientos generacin tras generacin en nuestro pequeo mundo de la psicopatologa2 Casi cienaos despus de los textos de Kraepelin yJaspers, las clasificaciones internacionalesms extendidas, D.S.M.-IV y C.LE.-lO, as

    I El uso que se har a lo largo de este texto deltrmino fenomenologa, mientras no se indique locontrario, no coincide con la limitacin acuada porK. Jaspers en su Psicopatologa general. Se usa en unsentido ms genrico para indicar el resultado del trabajo de observacin, cuantificacin y clasificacinque la clnica de la mirada cierne sobre cualquiera delos fenmenos del suceder mental.

    2 Entre la surtida panoplia de definiciones redundantes citaremos en primer lugar, para azuzar el fuegode la polmica, la de A. Porot recogida en su clebrediccionario: Siempre que se producen percepcioneserrneas o juicios desviados, el psiquismo puede revelar ideas falsas. La idea falsa se convierte en idea deli-rante cuando se halla en oposicin con la realidad ychoca con la evidencia. Una idea delirante que semantiene y contina constituye el delirio. (POROT, A.,Diccionario de Psiquiatra, T. 1, Barcelona, Labor,1977, p. 329).

    como la tecnologa extraclnica de los todava humeantes S.C.A.N.3, recitan sobre esteparticular las mismas caractersticas definitorias. Pero, y este es nuestro asunto, qupodemos mantener y qu debemos cuestionar de la definicin tradicional de delirio?No poda ser de otro modo: al tiempoque se sostiene invariable la conceptualizacin, continuamente estallan malentendidos a la hora de designar los fenmenos delirantes en las lenguas ms usadas en estembito. Esto requiere una precisin breve,pues se han hecho ya tantas que el galimatas se ha hipertrofiado.En las lenguas romances disponemos deun nico trmino (

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    dos trminos: Wahn y Delirium, y delusiony delirium, respectivamente. Esta duplicidad est determinada por la atribucin deldelirio a un trastorno de la conciencia (Delirium), equivalente a la mencionada phrenitis, o bien a un trastorno del juicio (Wahn5y delusion), para referir las ideas delirantes.Pero las cosas no terminan aqu: H. Ey, entre otros, considera que para hablar conpropiedad de Wahn o delusion tiene queproducirse un trastorno de conciencia. Enfin, ms que preferencias terminolgicas setrata en ltimo extremo de posiciones tericasb De igual modo, fuera del discurso psiquitrico, algunos psicoanalistas han promovido la oposicin frontal entre el deliriopsictico y el delirium neurtico?

    5 G. Lantri-Laura, con el buen criterio que le caracteriza, nos recuerda que la palabra Wahn, antes designificar opinin falsa, ilusin, ofuscacin,quimera, quera decir deseo. Cfr. G. LANTRILAURA, L'unicit de la notion de dlire dans la psychiatrie f r a n ~ a i s e moderne, en H. GRIVOIS (dir.) Psychose naissante, psychose unique?, Pars, Masson,1991, pp. 5-21. Esa resonancia popular perdida fue,nos parece, la razn por la que gran parte de la psiquiatra romntica alemana (Heinroth e Ideler), y casiun siglo despus, en especial el suizo E. Bleuler, atribuyera al delirio una vinculacin con un deseo (tambin un temor) imposible en la realidad comn.

    6 Ms detalles sobre las opiniones enfrentadas apropsito del malentendido terminolgico puedenleerse en: H. EY, Hallucinations et Dlire, Pars, Alean, 1933; R. SARR, Enfermedades mentales, en A.PEDRO PONS (dir.) Tratado de Patologa y Clnica Mdicas, T. IV, Barcelona, Salvat, 1959, pp. 1.089-1.178;H. DELGADO, Psychopathologie des dlires, Discussion Congr. Mond. Psychiat., Pars, Hermann, 1952;A. COLODRN, Las esquizofrenias, Madrid, Siglo XXI,1983, pp. 75-79; H. Ey, P. BERNARD Y Ch. BRISSET,Tratado de psiquiatra, Barcelona, Toray-Masson,1969, pp. 124-128 Yp. 500 Yss., Yen el excelente Diccionario taxonmico de psiquiatra (Mxico, F.C.E.,1993, pp. 66-68) de Jean GARRAB.

    7 Cfr. J.-e. MALEVAL y D. CREMNlTER, Dlirepsychotique ou delirium nvrotique. Essay de diffrenciation structurelle, Bulletin de Psychologie, Tomo XL, n. 378,1986-1987, pp. 21-36.

    COLABORACIONES

    Ahora bien, hay algo ms esencial en ladefinicin del delirio cuando se arriesga laidentidad8 que no se agota en las disquisiciones terminolgicas y semiolgicas. Trataremos en adelante de precisarlo.A lo largo de estos dos siglos de Psiquiatra, el inicial macroconcepto Delirio ha idopaulatinamente delimitando parcelas msprecisas. Si para Pinel y Esquirol equivala,grosso modo, a alienacin mental, sus sucesores promovieron diversas divisiones yoposiciones que siguen utilizndose en laactualidad. El cambio radical en la concepcin del delirio lleg esencialmente comoconsecuencia de la obra de J.-P. Falret. Dicho cambio abri las puertas a una nuevavisin pluralista de la patologa mental alsometer y encuadrar el alienismo en el marco de la medicina. Lo que sigui fue el esfuerzo de los clnicos de la segunda mitaddel siglo pasado por inventar las enfermedades mentales, una vez dinamitado elconcepto unitario de locura, alienacin, delirio o Einheitpsychose9 Las oposiciones a las que aludamosunas lneas ms arriba, es decir el procesode transformacin de el delirio en losdelirios, pueden sintetizarse en:

    1. La oposicin delirios crnicos-delirios agudos. Tras la biparticin de la melancolie de Pinel en monomanie y lypmanie, Esquirol sent las bases para la poste

    8 Una de estas perspectivas muy originales puedeencontrarse en: F. COLINA, La interpretacin del delirio, en VV.AA. Metfora y delirio, Madrid, EoliaDor, 1993, pp. 71-80.

    9 Para ser ms precisos con los trminos, debemos recordar que Pinel intent proscribir del lenguajemdico el trmino folie, para sustituirlo por alination, trmino, a su vez, que J.-P. Falret sustituy pormaladies mentales. Algunos autores posteriores, comoPh. Chaslin volvieron a retomar el trmino clsicofolie.

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    rior demarcacin de los delirios crnicos ylas psicosis afectivas. Al hilo de las crticasmetodolgicas que Jean-Pierre Falret infringi a la nocin de monomana 10, Charles Lasegue describi en 1852 el dlire depersecutions, cuya organizacin nosolgica estaba esencialmente determinada por eltema: todos esos sujetos variopintos eranobjeto de persecuciones ll El conjunto delas descripciones de delirios crnicos posteriores llevadas a cabo por los clnicos delas dos generaciones siguientes son directao indirectamente crticas y matizaciones altexto fundacional de Lasegue.En oposicin a los delirios de larga evolucin y organizacin estable del cuadroclnico a lo largo del tiempo, Georget mostr algunas de las caractersticas ms relevantes del dlire aigu 12 A partir de 1886, lanocin bouffes dlirantes des dgnrscreada por V. Magnan delimit una parceladentro de los delirios agudos o arrebatosdelirantes: delirios sbitos para los que nose encontraba una causa desencadenante,polimorfos l 3, volubles y floridos, que cur

    10 Cfr. J.-P. FALRET, De la non-existence de lamonomanie, en Des maladies mentales et des asilesd'alins, Pars, J. B. Bailliere, 1864, pp. 425-448. Eltrabajo mencionado fue publicado por primera vez en1854.

    11 Cfr. Ch. LASEGUE, Du dlire de perscutions, en Ecrits psychiatriques, Toulousse, Privat,1971. Dicho texto se public originariamente en Ar-chives gnrales de mdicine, en 1852.

    12 Cfr. E. GEORGET, De la folie. Considrationssur cette maladie: son siege et ses symptomes; la na-ture et le mode d'action de ses causes. Les moyens detraitement qui lui conviennent. Suivies de recherchescadavriques, Pars, Grevot, 1820, pp. 237-242.

    13 El trmino polimorfo con el que se acostumbra a calificar determinado tipo de delirio debe entenderse no slo como alternancia mltiple de contenidoso temas delirantes, sino tambin como la diversidad demecanismos (alucinatorios, interpretativos, pasionales, imaginativos) que se articulan y sumultanean en

    saban con notables altibajos en el humor einsomnio, y que remitan tan bruscamentecomo haban comenzado l4 Diferentes a lasbouffes de Magnan, Ph. Chaslin aisl en1895 la confusion mentale primitive paraagrupar un conjunto de trastornos de distinta etiologa caracterizados por alteracionesdel pensamiento conceptual, desorientacin en el tiempo y en el espacio, conciencia obnubilada, perplejidad, delirios, trastornos de la memoria y falsos reconoci

    ientosl5 Diferente asimismo de loscuadros anteriores, desde 1893 E. Rgisperfil las caractersticas clnicas y etiolgicas del dlire onirique, en el que confluyen cierta confusin y un delirio de ensueo, como si se tratara de un verdaderosueo prolongado 16. Entre las apreciaciones del pronstico ms relevantes, es necesario recordar la de Chaslin: en un cuadrode inicio reciente, cuando aparece dicor-dance (entre los temas delirantes y los afectos en juego) lo ms probable es que estemos ante los primeros pasos de un deliriocrnico, pues se da una notable incompatibilidad entre la discordancia y los cuadrosagudos.1 7los delirios ms desorganizados de las llamadas esquizofrenias. Para indicar lo contrario, la organizacin interna, la invariabilidad temtica y la primaca de unmecanismo, por lo general la interpretacin, se acostumbra a usar el trmino sistemtico.

    14 Cfr. V. MAGNAN, L e ~ o n s cliniques sur les ma-ladies mentales, Pars, Progres Mdical, 1893 (2.ed.).

    15 Cfr. Ph. CHASLlN, La confusion mentale primi-tive, Pars, Asselin y Houzeau, 1895.

    16 Cfr. E. RGIS, Le dlire onirique des intoxica-tions et des infections, Burdeos, G. Gounouilhou,1900. Los trabajos de Rgis sobre el onirismo desarrollan y profundizan las constataciones de Lasegue sobre el delirium de los alcohlicos.

    17 Cfr. Ph. CHASLIN, Elments de smiologie etcliniques mentales, Pars, Asselin y Houzeau, 1912,pp. 770 Y ss.

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    Por su parte, los autores alemanes, austriacos y suizos prefirieron el trminoAmentia, propuesto por Theodor Meynert18para designar un cuadro de confusin (Ver-wirrheit) alucinatoria muy similar a lasbouffes. Especficamente, la Amentianombraba un dficit de las asociaciones lgicas y una disociacin de la organizacinafectiva; tal dficit era el origen de la confusin alucinatoria que se pona en marchatras un traumatismo psquico.En cambio, aquellos cuadros ms parecidos al onirismo de Rgis fueron generalmente asumidos en las reacciones exge-nas de Karl Bonhoeffer19 Nada tiene de extrao el galimatas y laconfusin que se aprecian en las distintasorganizaciones y sntesis que se han tratadode promover para perfilar este grupo heterogneo de cuadros agudos20 Tal confusinreposa en la presuncin de considerar suficiente el anlisis fenomenolgico. Si tomamos, por el contrario, una perspectiva dereduccin a las estructuras clnicas (neurosis-psicosis, en este caso) la complicacinparece evaporarse21 Si se trata de un cuadro

    18 Cfr. Th. MEYNERT, Klinische Vorlesungen berPsychiatrie au f Wissenschaftlichen Grundlagen, Viena, Braumller, 1890. El propio Freud, su alumno, utiliz el trmino Amentia en algunos de sus primerosbocetos psicopatolgicos (

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    enfatizaron este aspect025 Pero fue V. Magnan el que asest las crticas ms robustasal delirio de Lasegue cuando promocionsu Dlire chronique avolution systmatique; se trataba de privilegiar la evolucininexorable y siempre idntica que seguacuatro fases: inquietud, persecucin, megalomana y demencia26 La siguiente generacin, el segundo clasicismo, se percatmuy pronto de que el Delirio Crnico deMagnan era perfecto en cuanto a su descripcin y a la organizacin terica de suspasos evolutivos, pero que no haba manerade encontrar psicticos que se amoldaran ala evolucin prevista. Surgi as una nuevavariante de anlisis psicopatolgico centrado en el mecanismo psicolgico ms sobresaliente, y consecuencia de ello fue unanueva clasificacin de los delirios crnicos.Se trataba de discriminar, muy forzadamente a veces, si el mecanismo esencial erainterpretativo, alucinatorio, imaginativo opasionaF7. De hecho, todos estos trabajos

    25 En nuestro pas, R. Sarr desarroll una descripcin en unidades temticas (mitologemas), con lasque crey encontrar la esencia de lo que llamaba delirios esquizoparafrnicos. Puede encontrarse abundante informacin y bibliografa sobre el particular en eln.Q 69 que la Revista Anthropos le dedic en 1987.

    2b Cfr. V. MAGNAN, op. cit., pp. 220 Yss. Una versin ms perfeccionada puede leerse en V. MAGNAN yP. SRIEUX, Dlire chronique avolution systmatique, en A. MARrE (dir.), Trait international de Psychologie pathologique, vol. 11, Pars, F. Alean, 1910,pp. 605-639.

    27 Los textos esenciales que innovaron esta perpectiva, es decir, los de Srieux y Capgras sobre las locuras razonantes, uno de los dos artculos de G. Balletsobre la psicosis alucinatoria crnica, as como el trabajo esencial de Clrambault sobre la erotomana,pueden encontrarse en nuestro texto: F. COLINA Y J.M.i1 ALVAREZ (dir.), El delirio en la clnica francesa,Madrid, DORSA, 1994. Por su parte, el trabajo de E.Dupr sobre los delirios de imaginacin puede se hallar en: E. DUPR, Pathologie de l'imagination et del'motivit, Pars, Payot, 1925.

    han constituido el patrimonio ms encomiable de la psicopatologa francesa sobreel delirio, y siguen considerndose actualmente28 3. La oposicin de las ideas delirantesprimarias a las ideas deliroides (ideas deapariencia delirante), de las que nos ocuparemos al tratar la psicopatologa de Jaspers.Una vez enmarcado el campo heterogneo y, muchas veces equvoco del conceptodelirio, se expondrn las dos caracterizaciones probablemente ms influyentes deeste concepto: la de Kraepelin y la de Jaspers.El delirio en Kraepelin y en Jaspers

    Suele convenirse en situar en la obra deKraepelin el punto de partida de la concepcin del delirio que pervive en la actualidad29 Con el fin de no recargar con demasiadas referencias sobre la historia de la clnica francesa y alemana3o , me limitar aanotar nicamente las posiciones de dosautores, Sglas y Krafft-Ebing, que sintetizan ntidamente las opiniones ms ampliamente asumidas en el perodo pre-kraepeliniano.Jules Sglas define el delirio como unconjunto ms o menos complejo de ideas

    28 Cfr. H. EY, P. BERNARO; Ch. BRISSET, op. cit.,pp. 551-528.

    29 Cfr. J. OBIOLS VI, El caso Julia. Un estudiofenomenolgico del delirio, Barcelona, Aura, 1969,p.65.

    30 Tales referencias pueden encontrarse desarrolladas en nuestro trabajo: La psicosis paranoica en laclnica psiquitrica franco-alemana (1800-1932).Una reflexin sobre la construccin, desplazamientosy reducciones de la categora paranoia en la clnicapsiquitrica, Tesis Doctoral, Universidad Autnomade Barcelona, 1992.

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    mrbidas relativas al yo o a sus relaciones con el mundo exterior31. Unas pginasms adelante destaca la distincin, bastanteconsolidada en aquellos das, entre los delirios primitivos (aquellos que aparecen sbitamente y sin estar precedidos de otros desrdenes psquicos, ya sea en s\.ljetos quehan presentado cierta predisposicin, yasea bajo la influencia de una causa ocasional) y los delirios secundarios respecto aotros trastornos psquicos. Aunque no dejade abordar si el delirante se da cuenta o node sus ideas morbosas, y ms precisamentesi tiene una certeza incuestionable o unavacilacin anodina, Sglas no alcanza atrenzar un argumento robusto sobre este aspecto que se revelar, lo veremos, decisivo.

    Por su parte, R. von Krafft-Ebing en suclebre Tratado conviene en precisar quelas ideas delirantes son alteraciones de lanaturaleza de la representacin consecutivas a una enfermedad cerebral. Enfatiza, yen esto no se muestra muy tradicional, queno es suficiente con manifestar ideas errneas para considerar eso un delirio, aportando cuatro consideraciones que pretendesirvan de gua para distinguir la idea delirante de un alienado del error de un hombresano:1. A diferencia de la idea delirante,producto de una enfermedad cerebral queest en conexin etiolgica y clnica conotros sntomas, el error es un resultado dela ignorancia, de una falta de atencin o deuna adhesin supersticiosa o apasionada adeterminadas ideas.2. La lgica y el razonamiento no sirven de nada cuando se confrontan con laidea delirante, por ser un sntoma de enfer-

    SGLAS, J.: Smiologie des affections mentales, en G. BALLET (dir.), Trait de pathologie men-tale, Pars, Tave Doin, p. 222.

    COLABORACIONES

    medad cerebral, que slo cura cuando cesaesta ltima. Por el contrario, el error delhombre sano cesar cuando se le convenzade su absurdidad.

    3. Por lo general, la idea delirante semuestra en contradiccin con la antiguamanera de razonar del enfermo, mientrasque el error del hombre sano de espritu esexplicable por sus anteriores concepciones,por su instruccin.

    4. La idea delirante del alienado y elerror del sano tienen distintos puntos deapoyo: Ambos pueden creer en la existencia de brujas, por ejemplo; pero este ltimocree por supersticin, por estrechez mental;mientras que el primero cree porque lassiente y se siente amenazado por ellas32.

    Al releer estos argumentos es fcil caeren la cuenta de que nosotros podemos aplicar sobre ellos mismos lo que el autor intenta explicar, o para decirlo de otro modo:son lo suficientemente robustos como para despejarnos la duda de si se trata de errores por apasionamiento o un delirio terico? Ni siquiera el propio Freud lo tena tanclaro33.

    Pero ms all de esta digresin, no le falta razn a Krafft-Ebing, y esto parece probarlo la clnica, cuando afirma que el errordel hombre sano no le causa una influenciaexcepcional en su forma de conducirse,mientras que las ideas delirantes pueden

    32 KRAFFT-EBING, R., Trait clinique de Psychia-trie, Pars, Maloine, 1897, pp. 89-90; traduccin de la5.D ed. alemana.

    33 Freud cierra su texto sobre Schreber as: Queda para el futuro decidir si la teora contiene ms delirio del que yo quisiera, o el delirio, ms verdad de loque otros hallan hoy creble. (FREUD, S., Puntualiza-ciones psicoanalticas sobre un caso de paranoia (De-mentia paranoides) descrito autobiogrficamente,Obras Completas, vol. XII, Buenos Aires, Amorrortu,1986, p. 72).

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    llevar al alienado a reacciones violentas enlos sentimientos y en los actos.As las cosas, Emil Kraepelin delimit ydefini, en especial en las ltimas edicionesde Psychiatrie34 , el delirio (Wahn) como unerror que se ha engendrado patolgicamente y que resiste cualquier argumentacinque pretenda denunciar su falsedad. Presenta ah tres elementos que considera inherentes al delirio, que por ms que se hayan mirado con recelo, siguen esgrimindose a la hora de su definicin: 1, ideaerrnea; 2, de origen patolgico; 3, incorregible. Aunque ms abajo volveremos sobreellos, obsrvese ya la tautologa que recubre los dos primeros y la arbitrariedad atrevida que supone juzgar una idea como errnea o falsa, sin apelar a otra cosa que al poco comn sentido comn; quizs slo eltercer elemento, la incorregibilidad, puedeponderarse clnicamente35.Junto con la posicin de Kraepelin sobreel asunto que tratamos, la de Jaspers constituye posiblemente la que ms hondo ha calado en la psicopatologa psiquitrica; sisopesamos cualquiera de estas dos obrascon los trabajos psicopatolgicos que serealizan actualmente podremos consternarnos de la anhedonia que nos embarga.Los detalles fenomenolgicos que describe Jaspers, y ms an aquellos que no alcanza a nombrar pero parece que intuye,son sin duda ms ricos que los aportados

    34 Cfr. E. KRAEPELIN, Psychiatrie, Leipzig, J. A.Barth, 1908-1915; E. KRAEPELIN YJ. LANGE, Psychia-trie, Leipzig, J. A. Barth, 1927.

    35 Precisamente, la incorregibilidad o inquebrantabilidad del sistema delirante es uno de los polos sobrelos que apoya su demarcacin nosogrfica de la paranoia; el otro polo es la ausencia de dficit, al contrarioque en las parafrenias y sobre todo en las formas paranoides de la demencia precoz. Cfr. E. KRAEPELIN, Psy-chiatrie, Leipzig, J.A. Barth, 1915, pp. 1.706-1.779.

    por el catedrtico de Munich. Nadie que lohaya ledo reposadamente y se haya bregado con psicticos puede dejar de reconoceren los relatos de stos, fulgurantes articulaciones con los fenmenos retratados por elfilsofo y psiquiatra de Heidelberg.Parte Jaspers de una sentencia: ( ...) eldelirio es una transformacin en la vastaconciencia de la realidad (que se anunciasecundariamente en juicios de la realidad)(... )>>36. y aunque coincide plenamente conKraepelin en remarcar que las ideas delirantes son juicios patolgicamente falseados, siguiendo la vieja indicacin de Calmeil, arriesga sin vacilacin tres caracteresexternos de difcil precisin: 1, La conviccin extraordinaria con que se afirmauno en ellas, la certeza subjetiva incompa-rable. 2, La condicin de no influibles porla experiencia y por las conclusiones irrefutables. 3, La imposibilidad del contenido3?

    Al penetrar en esos caracteres externos,Jaspers se ve conducido a distinguir y oponer, segn sea el origen del delirio, dosgrandes grupos que se han hecho ya clsicos: (...) unos han surgido para nosotroscomprensiblemente de fenmenos afectivos, de acontecimientos conmocionantes,ofensivos, que despiertan el sentimiento deculpa; y otros, de percepciones engaosas ode la vivencia de extraeza del mundo de lapercepcin en la conciencia alterada, etc.;los otros no pueden ser seguidos psicolgicamente ms atrs, son fenomenolgicamente algo ltimo. A los primeros les llamamos ideas deliroides, a los ltimos, autnticas ideas delirantes38.

    36 JASPERS, K, Psicopatologa general, Mxico,F.C.E., 1993 (1913), p. uo.

    37 JASPERS, K, op. cit., pp. llO-Ul.3" JASPERS, K, op. cit., p. 111.

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    Aunque se ha convertido en una malacostumbre despachar a Jaspers una vez citadas las caractersticas externas, susaportaciones ms jugosas se bosquejan dospginas despus. Ciertamente, y no resultanada sencillo precisar e imaginar los fenmenos elementales, aparecen en los enfermos sensaciones primarias, sentimientosvivaces, disposiciones de nimo, cogniciones (Bewusstheiten); todo adquiere para elpaciente una nueva significacin: En eltemple delirante (Wahnstimmung), haysiempre un algo, aunque enteramenteobscuro, germen de un valor y una significacin objetivas. (...) Surge en el enfermoun sentimiento de inconsistencia y de inseguridad, que le impulsa institivamente abuscar un punto slido en que afirmarse yaferrarse. Este complemento, ese fortalecimiento y consuelo lo encuentra slo en unaidea (...)>>39.En esos primeros momentos fecundosdel desmoronamiento psictico, una transformacin radical conmociona la conciencia de las significaciones que afluyen, yque Jaspers perfila en tres grupos: percep-ciones delirantes (precipitacin repentinade significaciones nuevas, que van desdelas ms inespecficas y obscuras hasta elms franco delirio de observacin y autorreferencia); representaciones delirantes(los recuerdos de la vida, a veces refulgentes, aparecen con nuevas coloraciones ynuevas significaciones); cogniciones deli-rantes (posesin de conocimientos de enorme alcance, incluso en las vivencias msconcretas; en general, los contenidos deuna vivencia delirante profunda se produ-

    JASPERS, K., op. cit., p. 113. Este pasaje sita elpunto de arranque de la hermosa descripcin de KIausConrad sobre los primeros pasos del delirio esquizofrnico.

    COLABORACIONES

    cen en forma de cogniciones). Esta es laaproximacin ms decidida que realiza elautor para describir los modos perceptivose ideativos, ya que la experiencia deliranteprimaria no se puede apresar, pues entiendeque est ms all de nuestra comprensin.No quisiramos pasar por alto un aspecto inherente a la distincin entre las ideasdelirantes autnticas y las ideas de apariencia delirante o deliroides. Se trata del siempre polmico concepto de comprensin tenazmente articulado al desarrollo de lapersonalidad. El autor trata de ilustrarnossobre esta concepcin con dos historialesclnicos de delirios de celos (Fischer yKnopt), en radical oposicin terica a losconceptos explicacin y proceso (casosKIug y Mohr). (...) cuando concebimos lavida anmica, podemos hacerlo de dos modos: 1, o bien nos colocamos dentro delotro, lo sentimos, lo comprendemos, ytambin consideramos los elementos de losfenmenos psquicos (que por lo dems tienen que ser siempre considerados simultneamente desde el punto de vista psicolgico desde dentro) en su correlacin y ensu secuencia, como datos, y los comprendemos (an sin esta correlacin) por unaempata determinada, por colocarse dentro.2, Captamos (begreifen) algo a la maneracomo lo hacemos con las correlaciones delmundo fsico, en la medida en que pensamos en un transfondo objetivo que est enla base de lo fsico, inconsciente o inanimado, y cuya caracterstica esencial seraque no podemos colocarnos dentro de l.(...) El primero nos suministrar el concepto de desarrollo de personalidad, y el segundo, el de proceso40.

    40 K. JASPERS, Delirio celotpico, contribucin alproblema: Desarrollo de una personalidad o Proceso?, en Escritos psicopatolgicos, Madrid, Gre

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    Si traemos este soporte conceptual anuestro trabajo no es con nimo de bosquejar la psicopatologa jaspersiana; se trata deentender la repercusin en la prctica clnica que esta concepcin ha determinado,quizs traicionando al propio autor. Si Jaspers parti de disquisiciones psicopatolgicas para oponer las autnticas ideas delirantes (procesuales; no comprensibles) alas ideas deliroides (desarrollo de una personalidad; comprensibles), muchos de susseguidores de segunda mano llegaron y llegan a tal oposicin cuando comprenden odejan de comprender, invirtiendo as el rigor de su autor. Evidentemente, una crticams sustancial puede emprenderse con elconcepto de comprensin apelando a los lmites restrigidos que le son propios, pueses de todos sabido que mientras algunoscomprenden, o entienden su lgica interna(Freud, Bleuler y Binswanger, por citar algunos), otros no comprenden nada o casinada de los mismos casos41 Por otra parte,si comprender supone identificarse o empatizar con las experiencias del psictico, asse desprende de Jaspers, el efecto pernicioso, muchas veces persecutorio, parece asegurado.Para finalizar este epgrafe y redondearla gran aportacin de Jaspers, citaremos lasconsideraciones de H.W. Gruhle y K. Schneider.Muy prximos a Jaspers, tanto uno como otro, promovieron ligeras matizaciones,dos, 1977 (1910), pp. 145-146. La lectura atenta de losprolijos historiales clnicos expuestos evidencia, almenos as nos lo parece, menos diferencias entre elproceso y el desarrollo que las propaladas por el autor.

    Remitimos a los lectores al excelente trabajode F. SAUVAGNAT, Los psicoanalistas y la cuestin dela comprensibilidad de los trastornos psicticos, Rev.Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XIV, n. Q 51,1994, pp. 659674.

    crticas incluso, a la transformacin vivencial psictica, cuya expresin fenomenolgica est siempre ms o menos alejada delo que ocurre en la intimidad de la conciencia del paciente. As Gruhle explica que loesencial del delirio consiste en una vinculacin anormal e injustificada entre dos acontecimientos que cristalizan merced a unapercepcin patolgica.Kurt Schneider considera que son doslas formas fundamentales del delirio: lapercepcin delirante y la ocurrencia deli-rante. La primera es un trastorno del pensamiento que consiste en la atribucin de unsignificado anormal a una percepcin real,la mayor parte de las veces en el sentido dela autorreferencia, sin ninguna causa comprensible en trminos racionales o afectivos; es consustancial y propia de la esquizofrenia. Por su parte, las ocurrencias o intuiciones delirantes, equivalente a lascogniciones en Jaspers, son ideas delirantessbitas, difciles de delimitar y en absolutopatognomnicas de esquizofrenia; ocurrencias como la vocacin religiosa o poltica,tener dones especiales, sentirse perseguidoo amado, etc.42 Inmediatamente se plantea el autor unapequea paradoja que, no obstante, entraadisquisiciones de ms vasto alcance: cuando una intuicin puede ser posible, es deciracorde con la realidad, cmo distinguirlade una intuicin delirante? La respuesta secierra aqu como en bucle, pues Kurt Schneider no encuentra otro argumento mejorque la remanida pero no rigurosa apelacinal grado de extravagancia y de falsedad.

    42 Cfr. K. SCHNEIDER, Sobre el delirio, Sympo-sium sobre esquizofrenia, Madrid, 1957, pp. 37-41.Los mismos planteamientos, pero ampliamente desarrollados, as como una visin de conjunto de su obra,pueden leerse en su Patopsicologa clnica, Madrid,Paz Montalvo, 1951.

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    Se aprecian en esta elaboracin muyperfeccionada, y fruto de la la pluma deuno de los grandes de la clnica de la mirada, los lmites de la metodologa que la sustenta, pues el anlisis fenomenolgico, porms pulido y depurado que ste sea, rebotasiempre en el mismo muro: el del sujetocon el que no se cuenta ms que como focoemisor de fenmenos que el observadorcapta o intuye, pero que no articula ni conla afectacin que le produce a dicho sujeto,ni con las respuestas particulares de las queste puede valerse; el sujeto queda reducido, para decirlo rpidamente, a un mero objeto de observacin, al que no se le pidecuentas de los fenmenos que produce, yaque es el propio clnico quien desde su subjetividad los pondera y clasifica, apelando,cuando no le alcanzan los argumentos semiolgicos a la comprensin, a la supuestarealidad de la que se cree garante43 , a la extravagancia y absurdidad, etc. De esta manera, la lgica que parece imponerse en ladiscriminacin diagnstica de los fenmenos ms enrevesados de psicosis acaba pordesplazarse siempre a otros fenmenos, yal final, el observador desconcertado termina por apelar a la totalidad de la experiencia en tanto plausible o probable44

    Una vez expuestos las concepciones deldelirio ms arraigadas, la de Kraepelin, en

    43 Para decirlo ms claro an, como lo haca sinpestaear F. Leuret: nuestra razn es la medida de lalocura de los otros.

    44 No creo forzar demasiado las paradojas de lafenomenologa al llevarlas hasta el lmite de la confrontacin, siempre implcita, entre lo observable y loshechos contrastados. En ese sentido entiendo la siguiente afirmacin de K Schneider: Los conceptospsicopatolgicos estn recogidos de la observacin ydeben siempre ser medidos y contrastados con loshechos observados. (SCHNEIDER, K, Zum Begriffdes Wahn, Fortschr. Neurol. Psychiat., n. 17, 1949,pp. 23-31, p. 31).

    COLABORACIONES

    especial la de Jaspers, y algunas matizaciones de Kurt Schneider, examinaremos en loque sigue los tres criterios ms utilizadospara definir el delirio en la psicopatologapsiquitrica: la inquebrantabilidad o inco-rregibilidad, la certeza subjetiva incompa-rable y la imposibilidad del contenido o al-teracin de la realidad.

    La inquebrantabilidad o incorregibilidaddel sistema deliranteLa atribucin al sistema delirante del ca

    rcter inquebrantable est absolutamentedesmentido por la clnica; no slo el Psicoanlisis ha mostrado numerosas constataciones al respecto, sino tambin la clnicaclsica ha evidenciado numerosas excepciones, incluso en el terreno de la paranoia.Tal desproporcionada contradiccin entrelas enseanzas de la clnica frente a la testaruda inmovilidad terica requiere, y loharemos al final del epgrafe, algunas consideraciones.

    Pero antes de comenzar a desgranar algunas reflexiones crticas conviene haceruna precisin que no suele tenerse en cuenta: la diferenciacin entre sistema delirantey conviccin delirante o certeza. Es evidente que el sistema delirante como tal vara opuede variar, se sepa o no explicar por qu,pero lo que jams vara y es absolutamenteinquebrantable es la certeza sobre la quegermina todo trabajo delirante45 La mayora de los clnicos no han deparado en estamatizacin.

    45 Es preciso, asimismo, considerar previamentesi la desaparicin de un delirio es tal, o se trata, msbien, de un delirio mantenido, pero oculto. Vase sobre el particular: F. COLINA, Sobre la ocultacin deldelirio, Psiquiatra pblica, vol. 5, n. 6, pp. 337344.

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    Introduzcmonos ahora en las argumentaciones con las que se acostumbra a sostener la supuesta inquebrantabilidad del sistema delirante, y para ello nos valdremosde Jaspers, para mostrar inmediatamentealgunas observaciones clnicas muy clebres (el caso Aime de Lacan y el casoWagner de Gaupp) que contradicen conclaridad pasmosa tales argumentaciones.Segn Jaspers46 el verdadero delirio esincorregible debido a la alteracin de lapersonalidad que le es consustancial, yaque la idea delirante autntica se componede dos porciones: la vivencia delirante primaria y la transformacin de la personalidad. Ahora bien, an admitiendo la as llamada transformacin de la personalidad,eso no implicara la inquebrantabilidad delsistema delirante, pues el sujeto no quedacongelado en la sincrona de un instanstecuando debuta en el delirio. Le sucedencontratiempos de ndole heterognea, a veces con efectos que el sentido comn llamara paradjicos, interpreta, inventa, sedetiene, pasa al acto, ( ...) el sistema delirante vara, haymoslo o no quebrantado.(...) La variacin se debe a la interpsicologa, a las intervenciones del exterior, almantenimiento o a la perturbacin de ciertoorden en el mundo que rodea al enfermo47.Pero ms que disquisiciones tericas, setrata de poner a prueba en los casos las variaciones del sistema delirante.

    45 Es preciso, asimismo, considerar previamentesi la desaparicin de un delirio es tal, o se trata, msbien, de un delirio mantenido, pero oculto. Vase sobre el particular: F. COLINA, Sobre la ocultacin deldelirio, Psiquiatra pblica, vol. 5, n. 6, pp. 337344.

    46 Cfr. K. JASPERS, Psicopatologa general, pp.119-122.

    47 LACAN, J., El Seminario de Jacques Lacan.Libro/II: Las Psicosis, 1955-1956, Barcelona, Paids,1984, p. 31.

    Una de las enseanazas ms sobresalientes sobre el particular la encontramosen la Tesis de Lacan sobre el caso Aime(Amada). Esta mujer, de nombre Marguerite Pantaine, tras un primer perodo de amorbovrico hacia los 20 aos, present a consecuencia de su primer embarazo, ochoaos despus, el primer brote paranoico.La certeza, invariable en todo lo que dursu delirio, se cristaliz en Se quiere matara mi hijo, y como las cosas son a vecesas, esa hija naci muerta. Dos aos despus da a luz un hijo, y descolla un deliriode persecucin (

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    gal que la confin en la celda de una prisin49 Menos conocido en nuestra lengua, perouno de los grandes paranoicos de la psicopatologa clsica, el caso Wagner de RobertGaupp ilustra corno el precedente la estabilizacin y por tanto la quebrantabilidad delsistema delirante. Gaupp, uno de los grandes de la clnica de la paranoia, alumno deWernicke y de Kraepelin, maestro deKretschmer, que trabaj adems codo concodo con Bleuler, fue llamado a peritar sobre la responsabilidad de los actos sangrientos cometidos por el maestro de escuela Erost Wagner. Este psictico, enamorado de la verdad, instruido, de plumagil y abundante50, en 1913 asesin a la veza su mujer y a sus cuatro hijos, a nueve personas ms con las que se tropez, y esto sincontar los heridos, todos ellos habitantes deMlhausen, poblacin en la que adems incendi varias granjas; menos mal que eramanco. Gaupp lo declar irresponsable, loque encendi inevitablemente las iras de supaciente5 \ . Estudi a Wagner a lo largo de la

    49 Dada la trascendencia que tuvo ulteriormentela Tesis de Lacan, numerosos autores han investigadoo comentado dicho trabajo. Pueden consultarse a esterespecto, en especial: S. E. TENDLARZ, Le cas Aime.tude historique et structurale, Tesis Doctoral, Universidad de Pars VIII, 1989. J. ALLOuCH, Margueriteou l'Aime de Lacan, Pars, EPEL, 1990. E. ROUDI-NESCO, Jacques Lacan. Esbozo de una vida, historiade un sistema de pensamiento, Barcelona, Anagrama,1995, pp. 57-87 Y 279-283. Finalmente, el n. Q 27-28de la Revista Littoral, abril de 1989.

    50 Entre sus escritos, realizados en su mayor parte en el asilo de Winnenden, adems de numerosospoemas, cabe destacar una de sus tragedias, la consagrada curiosamente a la paranoia de Luis 11 de Baviera, titulada lacnicamente Wahn, es decir, Delirio.Pueden informarse mejor sobre el asunto en el excelente trabajo de A.-M. VINDRAS, Louis JI de Baviereselon Ernst Wagner, paranoi"aque et gramaturge, Pars, EPEL, 1993.

    51 A quienes sorprenda la protesta airada de Wagner por ser declarado irresponsable, les puede servir

    evolucin de su paranoia hasta su muerte,sobrevenida a consecuencia de una tuberculosis en 1938, informando paulatinamente del estado de su deliri052 Las conclusiones ms relevantes que importan a nuestroestudio son: Gaupp lo consider finalmentecorno curado, o al menos en completa remisin, capaz de mantenerse merced a suscreaciones literarias; la concepcin generalizada de la paranoia corno una progresinimparable del delirio se demuestra falsa,pues el delirio crece o se estanca en funcin, segn el autor, de lo que se ventile enel medio social; son frecuentes las remisiones de las ideas delirantes, incluso una apariencia de curacin de los complejos delirantes; la mejora de las condiciones devida, la ausencia de conflictos psicosociales permiten al delirante crnico estabilizarse53

    pasearse por las pginas de Louis ALTHUSSER, El por-venir es largo, Barcelona, Destino, 1992.52 Adems de una primera monografa del caso,Zur Psychologie des Massenmrders: HauptlehrerWagner von Degerloch (Sobre la psicologa del asesi-no de masas: maestro de escuela Wagner de Deger-loch), Berln, J. Springer, 1914, GAUPP le dedic cua

    tro artculos: Die wissenschaftliche Bedeutug des Falles Wagner (

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    Lmites de la fenomenolgica del delirio 269 (83)COLABORACIONES

    Para no caer en la simpleza de considerar que las condiciones sociales, el medioen el que se desenvuelve el psictico, debencontener intrnsecamente las calmas y reposos, las atenciones monjiles, la conmiseracin y comprensin dadivosa que el sentido comn parece destacar en estos casosde quebranto mental, se barruntar a continuacin un caso en el que son precisamentelas ms adversas condiciones de guerra lasque permitieron, a decir del autor, la cadabrusca de un delirio de persecucin alucinatorio. Se trata de Auguste, un paciente deCharles-Louis Trepsat54, que experimenten un ambiente de violentas y belicosasemociones una mejora de su estado mental, perdiendo toda conviccin mrbida,y reconociendo, incluso, la naturaleza patolgica de sus trastornos delirantes y alucinatorios que vena presentando de modoagudo desde muchos aos antes. Trepsatconcluye su informe asegurando sin vacilacin que la ayuda prestada a su paciente para que reingresara en la armada fue, aunquetemeraria, la solucin definitiva que provoc la desaparicin de las convicciones delirantes.Los tres casos hasta ahora presentados,kraepeliniana de la paranoia, es decir la posicin oficial. Todos estos disidentes mantuvieron contra vientoy marea la existencia de formas de paranoia aguda(el. Neisser), paranoia benigna (Friedmann), paranoia abortiva (Gaupp), Delirio de relacin sensitivo (Kretschmer), etc., hasta el punto que el propioKraepelin se vio empujado a retocar su concepcinextremadamente reduccionista, admitiendo finalmentela existencia de una paranoia latente. Puede consultarse sobre el particular nuestro breve trabajo Variantes de la paranoia: el delirio sensitivo de Kretschmer,Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., vol. XIV, n. ll 50, 1994, pp.77-78, Yms extensamente nuestra Tesis Doctoral, op.cit., pp. 748 Yss.

    Cfr. Ch.-L- TREPsAT, Sur un cas de dlire deperscution disparo au bout de trois ans, l'Encpha-le, n. ll 2, febrero, 1920.

    que no son ni mucho menos nicos, no dejan muchas dudas sobre la quebrantabilidad

    cin

    o corregibilidad del sistema delirante. La literatura psicoanaltica ofrece sobre esteasunto un mayor nmero de tratamientosque promueven estabilizaciones, algunasde ellas valindose del trabajo delirante, enlas que se aprecia a las claras que las respuestas del sujeto modifican, reducen y minimizan el sistema delirante55 A diferenciade la clnica psiquitrica ms ramplona,que en la mayora de los casos se limita aconstatar hechos, el psicoanlisis bienorientado enfatiza el porqu del desencadenamiento y, en su caso, de la estabiliza

    56, dado que se interroga sobre la funcin del delirio para el delirante.Finalmente, aadimos una disquisicinarriba anunciada sobre la obstinacin dedeterminada clnica psiquitrica en mantener este criterio de inquebrantabilidad, a todas luces errneo, y mantenerlo inclusotras el boom de los neurolpticos. Pudieranser otras las razones, pero cmo no ver enesta cerrazn, al igual que ocurre con elerror del juicio o el trastorno de la realidad,un esfuerzo alimentado de una ideologamedicalizante que precisa mantener la existencia real de enfermedades mentales que

    55 Por citar slo una publicacin reciente: C.CHOURAQUI-SEPEL, El estudiante: para una metforade transferencia delirante, en VV.AA. Locura: clnicay suplencia, Madrid, Eolia-DoR, 1994, pp. 147-154.

    5h No podemos por menos que recordar algunasde las grandes contribuciones de la psicopatologa psiquitrica, que desde enfoques ms o menos alejadosdel psicoanlisis, han contribuido a un mayor entendimiento de la experiencia delirante. Unas han enfatizado la afectividad, otras la vivencia y otras an el Da-sein. Por este orden: E. BLEULER,Afectibidad. Sugesti-bilidad. Paranoia, Madrid, Morata, 1969, pp. 145206; K. CONRAD, La esquizofrenia incipiente, Madrid,La AIhambra, 1958; L. BINSWANGER, Dlire, Grenoble, Millon, 1993 (1965).

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    se apoderan de determinados sujetos ajenosa su propia enfermedad crnica. Quenfermedad delirante sera aquella que esquebrantable por la palabra, que no se edifica sumando errores sino mostrando ungrano de verdad, que no trastorna la realidad sino que es testigo directo de lo msinsoportable de lo Real? Evidentemente,han sido los psicoanalistas, y muy especialmente Lacan, quienes se han arriesgado enlargas curas con psicticos anotando susefectos y dando respuesta no slo al porqudel desencadenamiento en tal momentopreciso, en tal coyuntura, sino tambin pudiendo explicar, cuando era el caso, el porqu de las remisiones y de las estabilizaciones.

    La certeza o conviccin deliranteYa sea mediante rodeos, ya sea por caminos directos, existe una apreciacin en laque todos los clnicos parecen coincidir: lacerteza incomparable con la que el psictico se suelda a su delirio. Targowla y Dublineau, utilizando quizs un trmino equvoco, la creencia delirante, no se equivocanal considerarla como el trastorno fundamental y primero del delirio. Todos losautores clsicos reconocen implcitamentesu valor fundamental, pues consideran ladesaparicin de la creencia en la realidaddel delirio como el nico criterio de curacin57.Ms apropiado an que el trminocreencia delirante o conviccin delirante, es certeza, sin ms calificativos,

    pues como tal, la certeza nos parece propiedad exclusiva del psictico. Decir esto exi-TARGOWLA, R. y J. DUBLINEAU, L'intuition d-lirante, Pars, Maloine, 1931, p. 262.

    COLABORACIONES

    ge dos aclaraciones: primera, 'que la certezano tiene grados, y segunda, diferenciar lacerteza de las creencias por ms apasionadas que sean, que s tienen graduaciones.En los heterogneos dominios de lascreencias, de las que todos participamos, seaprecia una radical oposicin con la certeza. Mientras el psictico est capturado ensu certeza, sin necesitar testigos que la avalen, ni razonamientos que la fundamenten,ni verificaciones que la sostengan, el creyente se esfuerza y se empea, a veces hasta aburrir, en convencer, pues tras tanta insistencia apologtica se encubre siempre unpliegue de duda. Quin no se ha percatadode esa vacilacin tras los adoctrinamientospolticos o las monsergas religiosas? Quiencree necesita alimentar su creencia, sustentarla, en definitiva crersela, en la mismaproporcin que le fustiga la duda. Slo unejemplo de nuestro mbito: se sabe la oposicin encarnizada que Meynert sostuvocontra Freud, su discpulo, a propsito de lahisteria masculina; no crea en ella y as lopropalaba a los cuatro vientos. Pues bien,se sabe igualmente que el mencionado Profesor, de carcter apasionado, excntrico ydisfrico, en el lecho de muerte se reconoci como un caso inequvoco de histeriamasculina.Se podra objetar a lo dicho que tambinel delirante escruta, verifica, se informa,etc., pero nada de lo que encuentra, o mejordicho reencuentra, conmueve su certeza.Un delirante pasional erotmano, por ejemplo, para quien todos las dimensiones de suexperiencia germinan del Postulado o certeza El Otro me ama, se desaira y enojaante los desplantes evidentes de su amanteirredento, sea porque ste se case con otrapersona o porque lo repudie groseramente,pero nada de eso afecta a su certeza; algoinventar para explicar esos rechazos, esas57

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    conductas paradjicas por parte del objeto, como deca Clrambau}t58.La clnica psiquitrica ha reunido condemasiada ligereza la certeza con el errordel juicio o la idea falsa. La culpa que consume al melanclico, la persecucin de laque es objeto el paranoico, las maniobrassobre el cuerpo que asegura el esquizofrnico, etc., todas estas certezas son consideradas ideas errneas, irreales. Desde Calmeil viene repitindose lo mismo: el delirio

    es una asociacin de ideas falsas basadasen un principio falso, pero correctamentededucidas59 Pero cuando se trata de fundamentar la falsedad de una idea, en lugar derecurrir a la lgica, se apela a la evidencia:La idea falsa se transforma en idea delirante cuando choca con la evidencia60. Noobstante, este argumento simplista es clnicamente inexacto, pues una idea ajustada ala realidad comn puede ser el corazn deun delirio. En definitiva: el loco no es unignorante; es alguien que no reconoce suspropias producciones como suyas. El denominador comn de las certezas o convicciones delirantes es que en todas ellas, msall de la supuesta falsedad denunciada porel observador, el sujeto est concernido,infatuadamente concernid061 . Ese es el ar

    5" Cfr. G.G. de CLRAMBAULT, Les dlires passionels; rotomanie. Revendication. Jalousie, enOeuvres Psychiatriques, Pars, P.V.E, 1942, pp. 337345.

    5" Cfr. L.E CALMEIL, De la folie, Pars, 1845."" ROGUES DE FURSAC, J., Manuel de psychiatrie,

    Pars, Alcan, 1923, p. 88.O! Usamos esos trminos, quizs forzando el sen

    tido originario que le confiri Lacan (

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    supone un trastorno de la realidad, que lasideas extravagantes que conforman el sistema delirante estn fuera de la realidad.Pero, qu realidad?Para abrir el fuego, una primera reflexin de todos sabida aunque muy a menudoignorada por ingrata, y que nadie comoLeuret expres tan contundentemente: Hebuscado, ya sea en Charenton o en Biecetre, o en la Salpetriere, la idea que me pareca ms loca; posteriormente, cuando la hecomparado a un buen nmero de las quecirculan por el mundo, me qued sorprendido y casi avergonzado de no ver diferencias entre ellas64.Parece evidente que juzgamos la realidad de nuestros semejantes en funcin denuestras propias coordenadas de realidad:nuestra lengua, nuestra cultura, nuestro medio, nuestra poca y lugar. Basta esa referencia para considerar fuera de la realidad las ideas delirantes? Est al margende la realidad el campesino que ve, un datras otro, que el sol sale y se oculta, cuandola ciencia nos ensea que es la tierra la queda vueltas, que la pluma con la que escriboest ms hueca que un queso de Gruyere?Convendremos, al menos, que hay distintasrealidades que coexisten.Es posible, incluso, que un delirio coincida con la realidad comn, la del clnicoque lo enjuicia? Centenares de ejemploshablaran en favor de tal circunstancia, loque ocasiona un quebranto para la teoratradicional y sume al psicopatlogo en laperplejidad. Citaremos tan slo tres muybreves:1. Recordaba un profesor de Psiquiatra, al que no le faltaba experiencia, quehaba hecho ingresar a una joven rabe por

    4 LEURET, F., Fragments psychologiques sur lafolie, Pars, Crochart, 1834, p. 41.

    COLABORACIONES

    decirse Princesa de un tal pas. Sin pestaear la tom por delirante. Pero cul fue susorpresa cuando, a los pocos das, miembros de una Embajada extrajera se presentaron en el Hospital para reclamar la liberacin de su Princesa.

    2. An se recuerda entre risas y ruboren nuestro Hospital el siguiente suceso: unjoven que haba presentado un episodio deagitacin y haba sido conducido por la polica a Urgencias. Se le ingres sin ms dilacin; deca pertenecer a los Servicios Secretos de determinado pas. A los pocos das, larutina chirriante se vio sacudida por la presencia de unos corpulentos y enlutados personajes que sin demasiadas contemplaciones, y tras mostrar sus credenciales, se llevaron al espa del que nunca ms se supo.3. Otro caso curioso es el de una muchacha, distinta a la mencionada en primerlugar, que fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide a lo largo de una peritacinporque haba declarado que un Prncipe seinteresaba por ella, que la observaba. Y result al final que era verdad todo eso; msan, que tena un hijo de l.Que sepa el lector iracundo que masculla pestes sobre la catadura de los clnicosque han cometido tamaos errores, que eltercero de los ejemplos le sucedi, nadams y nada menos, a Kurt Schneide-65.Removidas ya las aguas, zambuymonos en la argumentacin de Freud, quien en1924 trat de discriminar las diferencias dela neurosis y la psicosis en relacin con larealidad, basndose en los nuevos conceptos de la segunda tpica. Las conclusionesa las que llega enfatizan, empero, las similitudes: en ambos casos la rebelin contra larealidad objetiva es evidente, pero con ma

    65 Cfr. K. SCHNEIDER, Sobre el delirio, cit.,pp. 38-39.

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    tices, pues no son homogneas. El neurtico evita y huye, no quiere saber nada de unfragmento de la realidad; el psictico la reconstruye delirando y se empea en modificarla. Freud ilustra esta diferencia recordando el caso de Elisabeth von R., de losEstudios sobre la histeria: como es unaneurtica, reprime la exigencia pulsional(amor por el cuado viudo); la reaccinpsictica habra sido desmentir la muertede la hermana. As, para ambas -neurosisy psicosis-, no slo cuenta el problema dela prdida de realidad, sino el de un sustituto de la realidad66. Realidad perdida, portanto, en ambas estructuras, pero mientrasel neurtico se defiende contando con sufantasma, el psictico pretende sustituirlageneralmente en su conjunto, lo que termina por confinarlo en el aislamiento social,estancado en su certeza difcilmente compartible

    67Desde el desengao de la teora traumtica, Freud promovi la oposicin de la realidad psquica (psychische Realitiit) a larealidad material, atribuyendo siempre a laprimera, la realidad fantasmtica, el papelpreponderante en el mundo de la neurosis68

    66 FREUD, S., La prdida de realidad en la neurosis y en la psicosis, Obras completas, vol. XIX, Buenos Aires, Amorrortu, 1986, p. 197.

    67 A propsito de Schreber, puede seguirse el desarrollo escrupuloso con el que Lacan mostr la transformacin de la realidad al final del proceso psictico,a partir de los esquemas secuenciales R e 1: Cfr. J. LA-CAN, De una cuestin preliminar a todo tratamientoposible de la psicosis, Escritos 2, Mxico, SigloXXI, 1980, pp. 217-268.

    "" Cfr. S. FREUD, Conferencias de introduccin alPsicoanlisis (Parte I1I), Obras completas, vol. XVI,op. cit., p. 336. Asimismo, ya desde 1911, Freud venainsistiendo en las perturbaciones del neurtico con larealidad, desmarcndose, no obstante, de la teora msgeneralizada por entonces, la Janet y la prdida de lafontion du rel. Cfr. S. FREUD, Formulaciones sobre

    Slo esa captura del neurtico en una realidad comandada por el deseo inconscientepermite explicar numerosas experienciasen sujetos no psicticos, ante los que la psicopatologa psiquitrica patina claramente:fenmenos como el dja vu, la despersonalizacin, el trance obsesivo del hombre delas ratas, los viajes marcianos de la visionaria de Th. Flournoy, las visiones demonacas del pintor Christoph Haizmann, laspersonalidades mltiples descritas porMorton Prince en la Srta. Beauchamp, lashisterias crepusculares de Sigbert Ganser69,y un largusimo etctera.Si se reflexiona sobre tales fenmenos,si se releen los mencionados historiales, seir con ms cautela a la hora de definir undelirio, y el delirio es slo psictico, apelando a la imposibilidad del contenido o alremanido fuera de la realidad.

    Enfoquemos ahora el problema desdeotro costado, con el fin de seguir argumentando nuestra hiptesis crtica: aquellos casos en los que el delirio coincide con larealidad comn. Lo repeta Clrambaultcon su verbo concentrado cuando espetaba:Se puede ser celoso y cornudo al mismotiempo; lo vemos, por ejemplo, en algunos delirantes hipocondracos, cuyas monsergas repetidas coinciden con la enferme-

    los dos principios del acaecer psquico, Obras completas, vol. XII, cit., pp. 218-231.

    69 Por este orden, Cfr: S. FREUD, A propsito deun caso de neurosis obsesiva, Obras completas, vol.X, op. cit.; Th. FLOURNOY, Des Indes a la planeteMars, Pars, A1can, 1900; S. FREUD, Una neurosis demonaca en el siglo XVII, Obras completas, vol. XIX,cit., M. PRINCE, Genese et dveloppement des personnalits des demoiselles Beauchamps, Actes duIV Congrs international de psychologie Pars, 20-26aout 1901, Pars, Alcan, 1901; S. GANSER, Etat particulier d'hystrie crpusculaire, en J. POSTEL (dir.), Lapsychiatrie, Pars, Larousse, 1994, pp. 373-377.

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    dad que les llevar a la tumba, y an ms enlos querellantes, los locos ms atornilladosa la realidad comn, como es el caso que serelata brevemente a continuacin.R.Q.R., as llamar al paciente, comenza frecuentar nuestro Servicio hace un parde aos. Tena 35 aos. Vino a consultarpor problemas familiares. Dorma conmucha dificultad, estaba inquieto, hablabasolo y se quejaba de fuertes dolores de ca-beza; tema recaer en un cuadro epilpticodel que haba sido tratado unos aos antes ydel que haba desaparecido toda sintomato-loga; asimismo los E.E.G. realizados noevidenciaban nada patolgico. De todosmodos, nunca tuvimos muy claro si habapadecido la mencionada epilepsia.Su relato era montono y tercamente re-petitivo: toda su familia le persigue, espe-cialmente su padre; le han hecho mil y unaperreras, le han pegado, amenazado, inju-riado. Su padre no le ha dado los bienesprometidos, y no slo eso: cuando ha em-prendido alguna actividad profesional, supadre se ha encargado personalmente o pormedio de algn hermano de que eso fraca-sara.Su padre lo desprecia, lo acosa, inclusoha dicho en presencia de su madre que lno es hijo suyo.R.Q.R. guarda documentos, cartas, ra-diografas, informes mdicos, diarios y gra-baciones en los que se recogen cada una delas calamidades a las que el padre lo ha so-metido. Sus escritos estn subrayados, conanotaciones al margen (esto le hubiera en-cantado a Kraepelin). Ese es su pequeo te-soro que un buen da me entrega para queyo tambin compruebe que el no est loco.Mi padre me ha jodido la vida. Me ha di-cho que acabar suicidndome; algo irre-frenable me empuja a titarme al ro cuandocruzo el puente para venir a consulta.

    COLABORACIONES

    Otros compaeros del Servicio se hanentrevistado en numerosas ocasiones conlos padres y varios de los hermanos. No sa-len de su asombro cuando comprueban,una y otra vez, que el padre es tan canallacomo lo retrata el paciente.Pero R.Q.R. no ha huido de la familia,no se plantea escapar de la persecucin delpadre; ni se ha preocupado de tramitar lasdiligencias para cobrar una pensin porproblemas mentales. Eso le trae sin cuida-do. Slo quiere que se haga justicia. Estdispuesto a todo para ello, incluso a morirsi es preciso.Instalado en su certeza (

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    Lmites de la fenomenolgica del delirio 275 (89)COLABORACIONES

    nico, pone en cuestin el carcter fuerade la realidad con el que se sigue insistiendo en caracterizar el delirio. Tambin lacerteza puede coincidir con la realidad comn.

    El delirio definido por su funcinDe las caractersticas observables conlas que se ha venido definiendo el delirio,

    slo la certeza o conviccin delirante resulta vlida, pero para ello precisa, como sedeca arriba, una discriminacin taxativa delas llamadas creencias y de la exaltacinpasional; y esto no es siempre tan sencillo.La certeza y la funcin del delirio, o seael para qu sirve un delirio al delirante, sonen nuestra opinin, los dos nicos criteriosque no conducen a engao. Y cul es la

    funcin del delirio? Lo que nosotros con-sideramos la produccin patolgica, la for-macin delirante, es, en realidad, el intentode restablecimiento, la reconstruccin. (. ..)Lo que se nos hace notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace larepresin y reconduce la libido a las personas por ella abandonadas. En la paranoia,este proceso se cumple por el camino de laproyeccin. No era correcto decir que lasensacin interiormente sofocada es proyectada hacia afuera; ms bien inteligimosque lo cancelado adentro retorna desdeafuera70. En estas lneas de Freud, en lasque la proyeccin es equivalente a la forclusin lacaniana, encontramos las claves adesarrollar.

    PREUD, S., Puntualizaciones psicoanalticassobre un caso de paranoia (Dementia paranoides)descrito autobiogrficamente, cit., p. 65-66. (El subrayado es del propio Freud)

    Primero: el delirio es un saber inventadocon el que se pretende una defensa contralo Real intrusivo; un saber heurstico paralimitar y regular un goce mortfero, identificado en el Otro (amador o perseguidor)por el paranoico y soportado en el cuerpoautomatizado por el esquizofrnico.Segundo: el delirio es la forma ms privilegiada del trabajo de la psicosis al que elsujeto se ve empujado ante la avalancha delos retornos en lo Real. Es responsabilidaddel sujeto contruir su delirio o, por el contrario, permanecer como fuente parsita delos Fenmenos Elementales, que son losefectos inmediatos de la forclusin 71 .Tercero: el delirio puede promover laconquista de determinadas significacionesque localizan un marco para el goce y asignan una posicin subjetiva.Por ltimo, cmo se edifica un delirio?72Respondo a esta cuestin, siempre revisable, desde lo que he podido entender en laclnica, y no puedo hacerlo ms que estableciendo una lgica en una gnesis de explosiones donde priman los instantes. Me pare

    71 Entre la numerosa literatura sobre los F.E. sealaremos nicamente los trabajos que nos parecenms interesantes: F. SAUVAGNAT, Histoire des phnomenes lmentaires, Ornicar?, 44, 1988, pp. 1927; del mismo autor: De quoi les phnomenes lmentaires psychotiques sont-ils l'indice, en H. GRI-VOIS (dir.), Psychose naissante, psychose unique, op.cit., pp. 69-83. Adems: J.-A. MILLER, Seminario doCampo freudiano (Primeira Conferncia)>>, Falo. Re-vista Brasileira do Campo freudiano, n. 2, 1988, pp.87-96; H. WACHSBERGER, Du phnomene lmentaire a l'experince nigmatique, La Cause freudienne.Revue de Psychoanalyse, n. 23, 1993, pp. 14-18; finalmente, R. MAZZUCA, Los fenmenos llamadoselementales, en VY.AA., Anlisis de las alucinacio-nes, Buenos Aires, Eolia-Paids, 1995, pp. 59-116.

    72 Retomo la expresin edificacin del delirio(Wahngebaude) de R. Gaupp, que gustaba mucho derepetirla en sus escritos.

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    ce que las filtraciones de lo Real en la formade Fenmenos Elementales tiene cierta heterogeneidad, pues podramos aislar fenmenos tpicamente xenopticos, otros cuajados desde el principio de una significacin imprecisa, pero que ante todo concierne al sujeto, y por ltimo aquellos fenmenos que fragmentan la imagen especular.Los primeros, los que llamo xenopticos, corresponden a los fenmenos iniciales (neutros, atemticos y anideicos) queClrambault crey ver en el Sndrome dePasividad o Pequeo Automatismo Menta}?3. Los segundos, estudiados generalmente en relacin con la paranoia, corresponden a lo que Clemens Neisser denominEigenbeziehung, traducido como significa-cin personaP4. Finalmente, aquellos fenmenos que conciernen al cuerpo despedazado, mecanizado o automatizado, mspropiamente esquizofrnicos.Todos estos Fenmenos Elementalesconmocionan al sujeto induciendo una perplejidad, un enigma, un vaco absoluto designificacin. Pero el sujeto psictico sesiente concernido por ellos y no puede ce

    n Vase, en especial, el breve artculo de G. G.de CLRAMBAULT, Dfinition de l 'automatisme mental, en Oeuvres Psychiatriques, cit., pp. 492-494; Yms extensamente los 21 trabajos sobre el Automatismo Mental, pp. 455-637.Cfr. Cl. NEISSER, Erorterungen ber die Paranoia, Zentralblatt fr Nervenkeilkunde und Psychia-trie, n. Q 15, 1892, pp. 1-20.

    rrar los ojos a esos envites de lo Real.Cuando el sujeto inventa inmediatamente una significacin mnima, una matriz delirante, un axioma, certeza o Postulado, queinvariablemente lo pone en relacin con unOtro gozador, la edificacin del delirio tiene un primer sello paranoico. Y no hay razn para que la primera significacin delirante no coincida con la realidad comn,pues los significantes no simbolizados son,quizs, los primeros organizadores de significacin.Por otra parte, cuando la primera significacin renquea y tarda en inventarse o nollega a perfilarse por completo, los fenmenos xenopticos dominan y la perplejidadse mantiene en un estado que Klaus Conradllam Trema. En este caso, las pequeassignificaciones inventadas son ms volubles o polimorfas, y el delirio adolece desistematizacin; la xenopata y el goce queabrasa el cuerpo estara en primer plano,mostrando un sello ms esquizofrnico.Me parece, finalmente, que la separacinentre esquizofrenia y paranoia en la quetanto se insiste en la nosografa clsica yactual, ni es tan radical ni tan definitiva,pues un sujeto puede romperse por la xenopata ms esquizofrnica y reconstruirse apartir de una certeza sobre el Otro al estiloparanoico, y viceversa. Esencialmente, todoeso depende de la decisin del sujeto, y nodel error del juicio, del estar fuera de la realidad o de la supuesta inquebrantabilidad.

    * Jos Mara lvarez. Psicoanalista. Doctor en Psicologa.Correspondencia: Hospital Psiquitrico Dr. Villacin, Avda. del Dr. Villacin, s./n.; 47014Valladolid.

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