Altamirano-Sarlo Fragmento Sobre Lotman
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(Altamirano/Sarlo: Literatura/sociedad: “Lotman: la cultura como texto” páginas 43-
46.)
Lotman. Descripción de las prácticas culturales como si fueran discursos y de la cultura
como texto. Las significaciones textuales propiamente dichas y las extratextuales (o
sociales) entran en una relación definida por el punto de vista que resulta siempre de las
operaciones realizadas a partir de una evaluación social. Esta perspectiva orienta al texto
en el conjunto de significaciones que la historia y la sociedad han producido y siguen
produciendo. En consecuencia, todo lo que en el texto hay de significativo, dice Lotman
casi parafraseando a Bachtin, pertenece a las estructuras extratextuales cuya
significación está organizada como código. La perspectiva, definida por la evaluación
social, selecciona en el conjunto de los textos culturales, los elementos que se incorporan
a la obra literaria. Cada sociedad (y cada estadio dentro de una sociedad) produce un
modelo cultural (o varios modelos, en el caso de sociedades muy estratificadas). En el
interior de este modelo los textos literarios se orientan, coincidiendo o divergiendo
respecto de él. La no coincidencia de la orientación informa sobre el tipo de relación entre
discurso literario y texto social. Existen períodos en que la independencia de ambas
orientaciones se acentúa, porque la literatura y la sociedad practican evaluaciones
diferentes. (43) Pero la heterogeneidad de las evaluaciones destruyó lo que para Lotman
es un nexo universal entre literatura y texto social: el nexo “creador-creado” que, según su
orientación, adopta diversas realizaciones históricas: “Como posiciones por medio de las
cuales orientan el cuadro del mundo en su conjunto, pueden actuar la Verdad (novela
clásica), la Naturaleza (novela del Iluminismo), el pueblo; incluso puede suceder que la
orientabilidad sea nula, lo cual significa que el autor se niega a evaluar la narración”
(1972-80, 313). (44)
La relación entre el punto de vista de un texto y lo que una sociedad considera la verdad
es también culturalmente variable. Sin embargo sólo es posible percibir y ejercer la
posibilidad de cambio en cierto tipo de sociedades. Aquellas donde la cultura fija un punto
de vista como único posible (sociedades muy organizadas, integradas o totalitarias), la
verdad o la falsedad no pueden aparecer ligadas a cualidades formales del texto. (…)
La tesis, que resume las líneas analíticas de Lotman, afirma la homología entre individuo
y mundo, entre discurso del arte y discurso de la cultura social. El modelo artístico simula
el modelo de relación Sujeto-Objeto, “reproduce la imagen del mundo para una conciencia
dada” (309). Este proceso no es meramente especular a causa de la actividad formadora
del punto de vista como orientación del texto en el mundo, que varía histórica y
socialmente. Un notable trabajo de Lotman, “La poética del comportamiento cotidiano en
la cultura rusa del siglo XVIII” (1980, 201 y ss.) se interroga sobre el comportamiento
como “categoría cultural”, interesándose en el proceso que convierte a los textos literarios
en modelo de las conductas sociales. “Determinadas formas de actividad cotidiana” se
orientan según “las normas y leyes de los textos artísticos”, razón por la cual las
conductas son vividas y percibidas de manera inmediatamente estética. (44)
Si los comportamientos cotidianos son ejecutados y aprendidos como “comportamientos
naturales” sobre los que no se ejerce habitualmente la distancia estética; si, por lo
general, se observan con perspectiva estética sólo aquellos comportamientos que forman
parte de culturas extrañas o pretéritas, sin embargo, en determinados períodos, los usos
de la vida cotidiana son impuestos, aprendidos y practicados según un sistema en el que
la función estética es consciente y deliberada. Son períodos en que la vida de algunos
sectores sociales atraviesa un proceso profundo de estetización y “lo que se consideraba
de aprendizaje” (203). Lotman asegura que se está en presencia de esta orientación
estética cuando “el comportamiento cotidiano se convierte en signo del comportamiento
cotidiano” (205), como una semiotización suplementaria, que sólo en determinados
períodos acompaña a las conductas, convirtiendo a la vida cotidiana en un espacio que
podría denominarse teatral. (45)
El estudio de Lotman sobre el comportamiento de la nobleza rusa durante el reinado de
Pedro el Grande demuestra que la semiotización es, en realidad, una estetización de las
conductas, según un sistema de normas que, del texto artístico y literario, pasan a la
cultura. Por ejemplo, la observación de las convenciones de los géneros: El sistema de
géneros que se había creado en la esfera de la conciencia estética de la alta cultura del
siglo XVIII, comenzaba a incidir activamente sobre el comportamiento del noble ruso,
creando un sistema ramificado de géneros de comportamiento. Indicativa de este proceso
es la tendencia a descomponer el espacio habitable en escenarios. El pasaje de un
ambiente a otro se acompañaba de cambios en el comportamiento… El cambio de la
residencia invernal a la de verano (…) implica un cambio en el modo de comportamiento y
de hablar” (215). El espacio adquiría rasgos escenográficos y, como en el teatro, el
cambio de decorado podía acompañarse de músicas diferentes.
La sociedad noble imita al arte (casi un siglo después, será el dandy el que convertirá en
norma absoluta de comportamiento a la norma estética). Y encuentra en la literatura, que
rodea a la vida como un anillo estético-ideológico, para decirlo invirtiendo la fórmula de
Bachtin, los “argumentos” indican no sólo un curso estético de los hechos de la vida social
sino que también los marcan con su estilo. “La fuente de los principales argumentos de
comportamiento, escribe Lotman, es la literatura alta, situada por encima del plano de la
vida cotidiana: los historiadores antiguos, las tragedias del clasicismo, en algunos casos
vidas de santos. El hecho de considerar la propia vida como un texto organizado según
las leyes de un argumento subraya la unidad de acción, la tensión hacia un objetivo.
Particularmente significativa pasó a ser la categoría teatral de ‘fin’ de quinto acto… La
muerte, la desgracia, se convertían en objeto de continuas meditaciones y aparecían
como coronamiento de la vida. Esto conducía naturalmente a una activación de modelos
de comportamiento heroicos y trágicos. La identificación con el héroe de una tragedia
determinaba no sólo el tipo de comportamiento, sino también el tipo de muerte” (220-1).
La regulación estética de los comportamientos unifica, en períodos como el estudiado por
Lotman o el del apogeo del dandismo, los textos literarios y los textos de la cultura. Más
que nunca se completan unos a otros: la leyenda biográfica del poeta romántico está
incorporada a la percepción de sus obras literarias e, incluso, lo que hoy se juzga como la
fragmentariedad de los textos románticos podría explicarse pensando que sus
contemporáneos no los creían fragmentarios, sino partes de un texto que los englobaba,
el de la vida del artista: “La leyenda era el factor más importante que regulaba tanto el
comportamiento real del poeta como la percepción que el público tenía de su
comportamiento y de su obra” (229).
Si nos hemos detenido con alguna prolijidad en este trabajo, es porque allí se describe la
relación de mutua implicación entre lo que Lotman denomina textos culturales y textos
literarios. Las investigaciones de la cultura realizadas por Lotman y la Escuela de Tartu,
al considerar a las prácticas culturales y el medio ideológico como textos, adoptan un
modelo semiótico para la descripción de la vida social y, por lo tanto, de las relaciones
entre estructuras textuales y extratextuales. La propuesta de un modelo semiótico se
encuentra también en momentos tempranos de la sociocrítica. Está en Bachtin, también,
la perspectiva que coloca el problema de la relación literatura-sociedad en clave
discursiva. Pero, ¿cómo se transforman los acontecimientos extratextuales en episodios
literarios? ¿Qué constituye en literatura a los contenidos de la experiencia y las ideologías
sociales?11 El discurso literario limita con el resto de los discursos sociales, pero sus
fronteras no están trazadas de una vez y para siempre. Son móviles y, como se vio, hay
períodos de estetización de la vida social y períodos en los que el arte ocupa un espacio
asediado por otras prácticas culturales. Estos cambios, para Lotman como para Bachtin,
son cambios en la orientación de la literatura, cambios en las evaluaciones sociales que
abren o cierran las compuertas, que modifican los canales entre obras literarias y
sociedad. Pero para Lotman como también como para Bachtin, la relación literatura-
sociedad es una relación de textos. Este partido teórico va a marcar a las tendencias
sociocríticas que se reclaman abiertamente de Bachtin, como sucede en primer lugar con
Kristeva. (46)