Alide 44: Retos y oportunidades de la Banca de Desarrollo como Integrador entre lo Rural y lo Urbano

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1 RETOS Y OPORTUNIDADES DE LA BANCA DE DESARROLLO COMO INTEGRADOR ENTRE LO RURAL Y LO URBANO Dr. Carlos Garatea Yori Director Banco Agropecuario (AGROBANCO)

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Exposición de Carlos Garatea Yori, director del Banco Agropecuario (Agrobanco), durante la 44 Asamblea General de la Asociación Latinoamericana de Instituciones Financieras para el Desarrollo (ALIDE): “Desarrollo sectorial y territorial latinoamericano: conocimiento, innovación, tecnología y financiación de impacto” (Cartagena de Indias, Colombia, 8-9 de mayo de 2014). Tercera sesión plenaria: Retos y oportunidades de la banca de desarrollo como integrador entre lo rural y lo urbano

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RETOS Y OPORTUNIDADES DE LA BANCA DE DESARROLLO COMO INTEGRADOR

ENTRE LO RURAL Y LO URBANO

Dr. Carlos Garatea Yori Director

Banco Agropecuario (AGROBANCO)

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RETOS Y OPORTUNIDADES DE LA BANCA DE DESARROLLO

COMO INTEGRADOR ENTRE LO RURAL Y LO URBANO

La Inequidad: Una preocupación mundial.

Como lo ha señalado recientemente Martín Wolf, economista principal del Financial

Times, en su artículo sobre “Una sociedad más igualitaria no obstaculiza el crecimiento”,

en el mes de febrero último el Fondo Monetario Internacional (FMI) en una nota titulada

“Redistribución, Desigualdad y Crecimiento”, llega a las siguientes conclusiones: las

sociedades con orígenes más desiguales tienden a una mayor redistribución; una menor

desigualdad neta impulsa un crecimiento más rápido y más duradero; y la redistribución

es generalmente benigna en su impacto sobre el crecimiento, con efectos negativos sólo

cuando se lleva a los extremos.

En el caso de la primera conclusión, la explicación estaría en el hecho que en las

democracias con sufragio universal, cuanto mayor sea la desigualdad generada por el

mercado, mayor será la presión política para una redistribución. En este caso, quienes

ejercen mayor influencia política por el poder del dinero que detentan podrían tratar que

no se altere el status quo directa o indirectamente procurando atraer el apoyo de quienes

están en los niveles inferiores de la escala de ingresos, haciendo hincapié en cuestiones

sociales y culturales, pero el hecho de que la redistribución gane, se debe a que los votos

se distribuyen de manera más equitativa que el dinero.

En cuanto a la segunda conclusión, referida al argumento que la desigualdad de hecho

podría promover el crecimiento, ya que refleja los altos incentivos para la innovación y el

espíritu empresarial, que podría significar un mayor ahorro y así una mayor inversión,

puesto que las personas con más dinero pueden ahorrar una fracción mayor de sus

ingresos que los más pobres. En cuyo caso, la desigualdad podría privar a los pobres de la

capacidad de mantenerse saludables, adquirir conocimientos o cuidar y educar a sus hijos.

Lo cual puede generar inestabilidad, ya que la polarización se producirá entre el

conservadurismo partidario de los bajos impuestos y el populismo redistributivo,

impidiéndose así el consenso respecto a la necesidad de cómo responder ante choques

severos.

Con respecto a la tercera conclusión, Wolf señala que es fácil ver en ella el por qué los

políticos redistributivos pueden afectar el crecimiento. Si es cierto que los costos

económicos de los impuestos aumentan de manera desproporcionada, a medida que

alcanzan niveles muy altos; paralelamente, algunos políticos redistributivos pueden

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imponer costos modestos e incluso negativos, por un lado debido a la eliminación de las

lagunas fiscales (elusión) arbitrarias que favorecen a algunas personas, o porque el uso de

los ingresos fiscales para financiar la inversión pública, se traduce en mejoras en la

educación o en servicios de salud universales, es otra. Sin embargo, tales medidas podrían

promover una mayor igualdad y un mayor crecimiento.

Sobre la base del análisis respecto al crecimiento, desigualdad y redistribución, la

conclusión clara es que la desigualdad reduce el crecimiento. El impacto directo de la

redistribución es significativamente negativo- Pero el efecto indirecto a través de la

reducción de la desigualdad, es beneficioso para el crecimiento. Salvo cuando se

acompaña de la aplicación de políticas extremistas, en principio la redistribución no afecta

el crecimiento. Pero, asimismo, una menor desigualdad logrará que las economías

funcionen al aumentar la capacidad de toda la población para participar, en condiciones

de mayor igualdad.

Por tratarse el tema de la integración entre lo rural y urbano, de un aspecto crucial para

nuestro desarrollo que requiere de la aplicación de políticas públicas a nivel nacional,

regional y comunitario para contribuir a la modernidad y reducir el subdesarrollo y la

pobreza, se trae a colación este comentario referido a las conclusiones del FMI sobre

estos aspectos que no son solamente conceptuales sino que tienen íntima relación con la

inequidad de la que deberemos sacudirnos, y vienen preocupando y llamando la atención

a nivel mundial.

En la última década, en muchos de los países de la región se observa una caída de los

niveles tanto de pobreza cuanto de pobreza extrema, con diversas variantes que vienen

respondiendo a los diferentes ciclos de nuestras economías, en relación con los procesos

de las economías desarrolladas.

Permítanme mencionar que en el caso del Perú, a cifras del último año, en el sector rural

se observa una reducción de cinco puntos entre el año 2012 y el 2013, es decir que de un

53% del nivel de pobreza se ha llegado al 48% en el último año, lo cual todavía sigue

siendo muy alto, particularmente en las regiones alto andinas, pese al mayor dinamismo

mostrado por el sector agrario y rural, en donde se puede apreciar un significativo

incremento del nivel salarial en ciertas regiones vinculadas a la agro exportación. En

contraste, en el área urbana la reducción de la pobreza evolucionó de un 16,6% en el 2012

a tan sólo 16,1% en el 2013.

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Entre los factores que se puede mencionar a ese respecto, se observa que si bien hay un

crecimiento de la economía en todo el país, incluídas las zonas rurales en donde la

actividad principal continúa siendo la agricultura, sin embargo se vienen desarrollando

otras actividades y ocupaciones no agrícolas que igualmente impactan en la reducción de

la pobreza, con un efecto positivo en la economía de las respectivas regiones y en el nivel

del ingreso de las familias rurales, determinado también por el incremento del gasto

público y de los ingresos de la población más pobre. En el nivel nacional, el año pasado

casi medio millón de personas, es decir 491,000 peruanos dejaron la zona de pobreza. Así,

en términos generales, la pobreza afecta aún hoy al 23,9% de la población nacional, es

decir a 7,8 millones de personas de un total de 33 millones de habitantes, con una

reducción de 1,9% puntos menos que el nivel registrado en el 2012.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INEI), el incremento del gasto y de los ingresos,

principalmente en el segmento de la población más pobre, ha sido uno de los factores

determinantes en la reducción de la pobreza registrada. En efecto, en el 30% de la

población más pobre el gasto aumentó en 6% debido a las mayores transferencias

públicas a los programas sociales que crecieron 27%, produciendo que el gasto promedio

de la población se incrementara en 1,9%. Sin embargo, en algunas entidades de análisis

económicos, se señala que si bien los programas sociales pueden generar impactos en la

reducción de la pobreza, estos pueden ser menores, si se tiene en cuenta que entre el

80% y el 85% de la caída de la pobreza registrada en los últimos diez años, ésta responde

al incremento del ingreso per cápita en el país por la evolución de la economía y no

necesariamente a las transferencias de los programas sociales. En ese aspecto, se puede

afirmar también que si bien no hay duda que las transferencias públicas hacia la población

de más bajos ingresos tienen una incidencia positiva en su capacidad de gasto, sin

embargo el mencionado incremento del 6% en el gasto de la población más pobre ha sido

impulsado por la actividad económica en general, lo cual ha incidido significativamente en

la reducción de la pobreza, ya que el año pasado el Gobierno invirtió menos de 4,000

millones de nuevos soles (US $ 1,481 millones) en programas sociales.

No obstante esos cuestionamientos, esa situación mencionada se refleja en el hecho que

en los últimos diez años, la población ocupada creció en 20%, casi cinco millones de

peruanos accedieron a un empleo adecuado y el desempleo bajó en 11,8%. Sin duda, esas

cifras revelan un panorama positivo para uno de los principales indicadores de la

economía, pero a la vez muestran el acierto de continuar por la vía del equilibrio en la

política económica que se ha seguido en los últimos trece años, lo que es un mérito. Sin

embargo, esa positiva tendencia hasta ahora se puede alterar. Los últimos

acontecimientos, derivados muchos de ellos de la crisis financiera del 2007 al 2009 y sus

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secuelas que aún se manifiestan en los países desarrollados, nos muestran que esos

indicadores en el nivel de empleo y de los ingresos pueden declinar en los países de la

región, con caídas en la generación de nuevos puestos de trabajo. Es por ello que la

necesidad de impulsar la integración de lo rural a lo urbano ya no sea sólo una expresión

de la modernidad, sino más bien un requerimiento de carácter urgente e ineludible, como

el que representa para nuestros países la ampliación y complementariedad de nuestros

mercados internos en el corto y mediano plazos, para darle mayor potencial a la

sostenibilidad del crecimiento de nuestras economías. Ya que en un contexto de menor

crecimiento es aún más urgente colocar al empleo como un objetivo prioritario de las

políticas económicas, para evitar un retroceso en el marcado laboral, como lo advierte la

OIT, y es precisamente hacia lo contrario que nos debe impulsar la integración de lo rural y

lo urbano en cada uno de nuestros países.

LA PERSPECTIVA TERRITORIAL.

Desde la multiplicidad de ingreso que caracteriza a los hogares rurales, todo enfoque de

desarrollo que pretenda contribuir al ingreso rural tiene que ir más allá del enfoque

agrícola o sectorial. Por esa razón, como lo reiteran Alain de Janvry y Elisabeth Sadoulet

(La inversión en el desarrollo rural es buen negocio – BID), el desarrollo rural debe

abordarse desde una perspectiva territorial, como parte de de un enfoque de desarrollo

regional completo. Para ello es necesario organizar consejos de desarrollo nacional que

puedan garantizar la coordinación entre los diversos agentes que actúan en la región y

vincular el desarrollo rural con el desarrollo regional, entre el cual se encuentra

comprendido el sector urbano. De ahí que hablar de un proceso de integración entre lo

rural y lo urbano no sea de una entelequia, sino más bien tocar un factor de inmenso

potencial que debe orientarse desde una perspectiva territorial para dar coherencia y

brindar finalmente el ansiado bienestar a toda la región, mediante la participación pública

y privada.

Consecuentemente con ello, el desarrollo y fortalecimiento de los mercados de los

productos agrícolas comercializables, no obstante las dificultades inherentes a su

desarrollo autónomo, es de especial prioridad, tanto para las políticas públicas como para

los programas de inversión de cada región. En ese aspecto, hay un área de particular

importancia en el desarrollo de los mercados de bienes, como es la agroindustria por los

requerimientos que demanda en cuanto a infraestructura física, así como de tecnología,

capacitación empresarial y de promoción de exportaciones, en los cuales la participación

del sector urbano tiene un papel de importancia que cumplir y servir de base a las

actividades comerciales del sector privado, mediante la provisión de insumos, ingeniería y

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servicios de diversa índole. De ahí también la necesidad de contar con mecanismos de

colaboración público – privada en las áreas rural y urbana, de modo de revertir la

tradicional tendencia de extracción de los excedentes rurales desplazados a favor de los

sectores urbanos.

En ese sentido, las nuevas demandas al medio rural, diferentes a la producción de

alimentos, como la conservación del ecosistema, su biodiversidad y procesos naturales

esenciales, la conservación de paisajes naturales de calidad estética y biológicos para

actividades recreativas y alternativas económicas como el turismo rural y ecoturismo, la

producción de recursos hídricos de buena calidad para el consumo doméstico e industrial

y otros servicios ambientales de creciente importancia, tales como: sumideros de carbono

y la emisión de oxígeno, protección contra inundaciones, purificación de las aguas y ríos

contaminados, y los equilibrios territoriales, son una expresión ilustrativa de los servicios y

funciones de recuperación y conservación que las sociedades urbanas cada vez demandan

más y deben ser valorizados y pagados, de manera que se transformen en fuente de

ingreso alternativo y de integración efectiva entre los pobladores rurales y los urbanos,

como parte muy importante del enfoque territorial de una estrategia urbano-rural más

amplia, a la que la banca de desarrollo está en capacidad de asistir con una nueva y

distinta perspectiva de sus condiciones y criterios de evaluación crediticia y asistencia no

financiera.

PRECIOS Y COMERCIO EN LA PROVISIÓN DE ALIMENTOS.

En los últimos años, el aumento en los ingresos de las poblaciones de China y de la India,

así como de otras economías emergentes, pero igualmente en ciertos segmentos

poblacionales de nuestros propios países, ha incrementado la demanda en la calidad,

volumen y variedad de los alimentos, pero también de los precios, lo cual tiene un

impacto importante en la inflación local, no obstante la presentación de algunos

problemas en la producción y provisión de estos alimentos, como han sido los casos del

trigo, maíz, aceite de soya, lácteos, grasas, carnes, azúcar, etc., según advierte la FAO.

Como se sabe, la inflación de alimentos afecta más a los países menos desarrollados,

especialmente a los más pobres, debido a que en los hogares de menores ingresos se

destina una mayor proporción de su gasto a su alimentación. Por el contrario, en la

medida que el ingreso se incrementa, el peso de los alimentos en el gasto tiende a bajar,

no obstante que el volumen aumenta. Por esa razón, el Banco Mundial viene

recomendando ser realmente más prudentes en las políticas macroeconómicas,

señalando que para enfrentar los efectos de un aumento en los precios de los alimentos,

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los subsidios directos son más efectivos y más justos que los indirectos. En tal sentido,

incrementar los fondos y el alcance de programas que incluyan tanto a las zonas urbanas

como a las zonas rurales es mucho mejor que establecer fondos de subsidios para

estabilizar los precios de los alimentos. Para ello, mediante programas sociales

focalizados en los pobres resulta más simple, efectivo y menos oneroso que establecer

programas de alcance general, ya que además se ayuda a quienes realmente lo necesitan

y se evitan desviaciones e ineficiencias muchas veces hasta perversas.

Adicionalmente, será necesario adoptar o promover reformas orientadas a favorecer el

desarrollo rural, por medio de políticas que permitan ampliar y mejorar la infraestructura

básica, que incluya redes viales, mercados, precios, así como nuevas tecnologías de riego,

de uso del suelo y de semillas mejoradas, así como de pesticidas, fertilizantes y viveros. A

esos efectos, un elemento de particular importancia radica en la promoción y motivación

hacia la asociatividad, a partir de una lógica de mercado no asistencialista sino que

promueva economías de escala tanto en la adquisición de los insumos y la inversión, como

en la comercialización de la producción, con mecanismos efectivos de gestión y de

solución de conflictos o controversias en la contratación, de modo de asegurar la

capitalización progresiva de la unidad productiva agropecuaria y del conjunto.

A esos efectos, la asociatividad por medio de conjuntos de unidades productivas

agropecuarias, localizadas en una zona agraria determinada y dedicadas a uno o varios

cultivos, pero manteniendo su propia individualidad, a través de cadenas productivas,

permiten:

• Organizar a los actores en la cadena productiva.

• Seleccionar bienes y servicios con alto valor agregado.

• Elaborar estudios de mercado y contratos de largo plazo.

• Organizar la logística y la distribución de los productos en los mercados.

• Ser eficientes en los procesos productivos.

• Administrar los recursos según sus costos.

• Planear la inversión.

• Elaborar presupuestos, realizar la gestión financiera y evaluar los resultados.

• Capacitar en la gestión empresarial de cada componente, y

• Gestionar la cadena productiva.

Sobre esas bases, el proceso de integración del sector rural con el sector urbano se podrá

realizar desde distintos ángulos de la producción agraria o no, con un mayor potencial

empresarial que permite encontrar los puntos de convergencia o complementación con el

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sector urbano, de manera que el proceso de integración fluya y se vaya haciendo posible

hacia su propia consolidación, con el fin de asegurar así su eficacia y sostenibilidad.

Otro elemento de particular importancia a considerar lo constituye la disminución de las

ineficiencias de los mercados de alimentos que por medio de la información guíen y

favorezcan la formación de precios y ordene el mantenimiento del suministro de los

alimentos, así como para contribuir a la seguridad alimentaria, particularmente en sector

urbano.

En este último caso, no se puede dejar de mencionar que un hecho negativo se asoma en

momentos en que los suministros globales de muchos alimentos y materias primas ya

están ajustados, como es la posibilidad de la llegada del fenómeno de El Niño que podría

producir un incremento de los precios si la oferta global de alimentos se redujera como

consecuencia de los efectos de los desastres naturales que ocasiona sobre la producción y

el encarecimiento de ciertas materias primas básicas, con la consiguiente interrupción de

la recuperación económica y la desestabilización social en los países pobres que importan

la mayor parte de sus alimentos.

Sin embargo de esa posibilidad coyuntural negativa, en casi todos esos elementos, se

podrá advertir las diversas posibilidades de participación, complementariedad e

interrelación con los servicios y otras oportunidades, como elementos coadyuvantes a la

integración de lo urbano y lo rural.