Alicia Puleo_Ecología y género en diálogo interdisciplinar

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    ECOLOGA Y GNERO EN DILOGOINTERDISCIPLINAR

    Alicia H. Puleo (ed.)

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    Este libro ha contado con la ayuda del proyecto La Igualdad de Gnero en la cultura de la sostenibi-lidad: Valores y buenas prcticas para el desarrollo solidario(FEM2010-15599) del Plan NacionalI+D+I del Ministerio de Ciencia e Innovacin y el Ministerio de Economa y Competitividad.

    Directores de la coleccin Moral, Ciencia y Sociedad (MCS) en la Europa del Siglo XXI: Roberto R.Aramayo, Txetxu Ausn y Concha Roldn.

    Primera edicin: 2015

    Alicia H. Puleo, 2015 Plaza y Valds Editores, 2015

    Esta obra se publica bajo una licencia libre Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 2.0. Se permite la copia, distribucin, reproduccin, prstamo y modificacintotal o parcial de la misma por cualquier medio, siempre y cuando sea sin nimo de lucro, se acre-dite la autora original y la obra resultante se distribuya bajo los trminos de una licencia idnticaa esta. Para usos comerciales, se requiere la autorizacin del editor.

    Plaza y Valds, S. L.Murcia, 2. Colonia de los ngeles.28223, Pozuelo de Alarcn.Madrid (Espaa).(34) [email protected]

    Plaza y Valds, S. A. de C. V.Manuel Mara Contreras, 73. Colonia San Rafael.

    06470, Mxico, D. F. (Mxico).(52) [email protected]

    Imagen de portada: Vernica Perales BlancoEdicin: Carlos Javier Gonzlez Serrano

    ISBN: 978-84-16032-43-3e-ISBN: 978-84-16032-62-4DOI: 10.5211/9788416032624

    D. L.: M-23696-2014

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    NDI E

    Introduccin de Alicia H. Puleo .......................................................................

    I. CUERPOS

    1. Sesgos de gnero en medio ambiente y salud, Carme Valls-Llobet ............

    2. De lo anatmico a lo simblico: el cuerpo femenino en el divn psicoa-naltico, Pilar Errzuriz Vidal ............................................................................

    3. Las otras vctimas de la moda, Lucile Desblache ...................................

    4. Cuerpo e identidad de gnero en la sociedad de la informacin, IvnSambade Baquern y Laura Torres San Miguel ..........................................

    5. Reflexiones de una retratista de gorilas, Vernica Perales Blanco .........

    6. La filosofa de Anne Finch Conway: bases metafsicas y ticas para lasostenibilidad, Concha Roldn ...................................................................

    7. Los cuerpos colonizados: las religiones contra las mujeres, MargaritaM Pintos de Cea-Naharro y Juan Jos Tamayo Acosta .............................

    II. TERRITORIOS

    8. Cuatro tesis sobre la asimetra de gnero en la percepcin y en las acti-tudes ante los problemas ecolgicos, Isabel Balza Mgica y Francisco Ga-rrido Pea ........................................................................................................

    9. Cuidado y responsabilidad, Teresa Lpez de la Vieja ..................................

    10. Una lectura ecofeminista de la novela de anticipacin actual, Eva Antn ...

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    11. Utopas feministas: las dualidades rotas, ngela Sierra Gonzlez ............

    12. Patagonia argentina, relatos sobre naturaleza y humanidad, Paula Ga-

    briela Nez ......................................................................................................

    13. Problemticas urbano-ambientales: un anlisis desde el ecofeminismo,Micaela Anzotegui y Mara Luisa Femenas ...................................................

    14. Tejer y narrar en la plstica espaola contempornea, M Teresa AlarioTrigueros ............................................................................................................

    III. RESISTENCIAS

    15. Aportaciones de las mujeres indgenas al dilogo entre filosofa y eco-loga, Georgina Aim Tapia Gonzlez ..............................................................

    16. Una mirada ecofeminista sobre las luchas por la sostenibilidad en elmundo rural, Emma Siliprandi .........................................................................

    17. La Ecocrtica, vanguardia de la crtica literaria. Una aproximacin atravs de la ecotica de Marguerite Yourcenar, Teo Sanz ...............................

    18. Ecocrtica y ecofeminismo: dilogo entre la filosofa y la crtica literaria,Carmen Flys Junquera .......................................................................................

    19. Por una genealoga de contra-subjetividades alternativas, Carmen Gar-ca Colmenares ...................................................................................................

    20. Ms all del mecanicismo: heronas ecolgicas del imaginario actual,Anglica Velasco Sesma ..................................................................................

    21. Del patriarcado como sistema alqumico a la alternativa: el imaginariodel don, Kaarina Kailo .......................................................................................

    22. Ecofeminismos materialistas. Poltica de la vida y poltica del tiempoen Mary Mellor, Mara Jos Guerra Palmero ...................................................

    23. El ecofeminismo y sus compaeros de ruta. Cinco claves para una re-lacin positiva con el ecologismo, el ecosocialismo y el decrecimiento, Ali-cia H. Puleo ......................................................................................................

    Sobre autoras y autores.....................................................................................

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    Introduccin

    Ecologa y Ecologismo designan un campo de saber y un movimiento social

    de redefinicin de la realidad que cobran impulso a finales del siglo XX yprincipios del XXI al constatarse la insostenibilidad del modelo de desarrollo

    vigente. Hoy remiten a una temtica de vanguardia que est cada vez ms presenteen el centro del debate pblico. La progresiva irrupcin de la ecologa y el ecolo-gismo en la conciencia humana requiere transformaciones del modelo social y po-ltico, econmico y cultural. Para hacer frente a los problemas medioambientales ylimitar los daos del cambio climtico que se anuncia, no basta con la bsqueda denuevas tecnologas. Indudablemente, estas son indispensables para alcanzar unagestin energtica ms eficaz, pero la renovacin tecnolgica ha de ser acompaada

    del despliegue de una cultura de la sostenibilidad en sus mltiples dimensiones: fi-losfica, artstica, cientfica en las que las humanidades y las ciencias sociales co-bran un papel esencial.

    Por qu relacionar ecologa y gnero? Varias son las razones. La igualdad efec-tiva entre hombres y mujeres, as como la construccin de una cultura de la soste-nibilidad y de un modelo de desarrollo realmente sostenibleocupan un lugar centralentre los retos pendientes del siglo XXI. As lo reconoca su inclusin entre los Ob-

    jetivos del Milenio. Por otro lado, como ya en 1995 sealaba la Declaracin finalde la Conferencia de la Mujer de Pekn, la degradacin del medio ambiente y los

    desastres naturales asociados a ella repercuten negativamente en toda la pobla-cin pero especialmente en las nias y mujeres ya que aumentan la cantidad de tra-bajo no remunerado que realizan, un trabajo imprescindible para la supervivenciade la comunidad. La crisis ecolgica dificulta y multiplica las tareas que recaensobre las mujeres, dada la tradicional divisin sexual del trabajo.

    La vinculacin de ecologa y gnero no se limita a su inclusin conjunta en tornoa problemas especficos sin resolver en documentos internacionales de la importanciade los sealados. Tiene motivaciones de orden epistemolgico, tico y poltico queanimaron el inicio del Proyecto de Investigacin Fundamental no orientada La igual-

    dad de gnero en la cultura de la sostenibilidad: Valores y buenas prcticas para el

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    desarrollo solidario1 que he dirigido y que da origen a este libro. La idea rectoraque lo preside es que los instrumentos conceptuales desarrollados en la tica eco-lgica y en los Estudios Feministas, de las Mujeres y de Gnero pueden potenciarsemutuamente. As, hemos buscado combinar la fuerza analtica de las nociones deambos campos para realizar un anlisis crtico de la desigualdad de gnero y de lasformas destructivas de relacin con la naturaleza que estn vinculadas a ella. Du-rante siglos, la mayor parte de las culturas conocidas han identificado a las mujerescon la Naturaleza y han establecido un orden jerarquizado por sexos en el que elcolectivo femenino quedaba, salvo raras excepciones, excluido de las instancias dedecisin polticas, econmicas y religiosas, as como de los mbitos de la filosofa,la ciencia y el arte. Esta marginacin, adems de ser injusta con la mitad de los sereshumanos, estableci una rgida polarizacin por la que ciertos papeles, trabajos,

    aptitudes y actitudes emocionales fueron considerados masculinos y superioresmientras que los concebidos como femeninos eran vistos como subsidiarios e infe-riores. Esta clasificacin jerarquizada, en ocasiones explcita, y, en todo caso, siem-pre presente, se convirti en hegemnica a pesar de que, sin las devaluadas laboresy atenciones afectivas adscritas a lo femenino, las tareas consagradas como mascu-linas, y hasta la vida humana misma, habran sido imposibles.

    Independientemente de los intensos debates an no clausurados que generaronlas tesis de las ticas del cuidado y a pesar de sus graves problemas y deficiencias,es posible afirmar que abrieron un amplio campo de comprensin con respecto a

    ciertas prcticas tradicionalmente femeninas que, en el marco contemporneo, pue-den ser vinculadas a la preocupacin medioambiental y universalizadas como po-tencialidades propias de todo ser humano. A partir de esta hiptesis, nuestrasinvestigaciones se han orientado a cuatro objetivos fundamentales: El primero deellos consiste en realizar un anlisis crtico de los aspectos sexistas y androcntricosdel pensamiento y la cultura que sean negativos para las personas e incompatiblescon una tica ecolgica a la altura de nuestro tiempo; el segundo, en contrastar loselementos analizados con producciones culturales alternativas y buenas prcticasorientadas a la sostenibilidad, en especial con las que provengan de mujeres, bus-

    cando visibilizar a estas ltimas como sujetos de cambio; el tercero, en integrar ladimensin intercultural en la bsqueda de soluciones a los retos ecolgicos y so-ciales del presente y del futuro prximo, atendiendo a las visiones del mundo delos pueblos originarios. La finalidad ltima de nuestra tarea consista en avanzarhacia un marco terico generador de prcticas orientadas a la igualdad real entremujeres y hombres, el desarrollo humano, la educacin en valores, la sostenibilidadambiental y el respeto a la Naturaleza no humana.

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    1 FEM2010-15599, concedido por el Ministerio de Ciencia e Innovacin en el marco del VI Plan Na-

    cional I+D+I.

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    Este libro recoge los ltimos trabajos realizados por el equipo del proyecto, ascomo otros provenientes de especialistas que colaboraron puntualmente como in-vitados/as a las reuniones cientficas organizadas por el mismo. No expresa, por lotanto, un nico punto de vista que sera representativo de la totalidad de partici-pantes, sino que, por el contrario, presenta una diversidad de planteamientos quecorresponden a los debates y a las diferencias de posicionamiento que han tenidolugar a lo largo de los tres aos de trabajo. Se divide en tres grandes partes: Cuerpos,Territoriosy Resistencias. Las dos primeras aluden a los espacios en los que Natu-raleza y Cultura mantienen complejas relaciones que, desgraciadamente, tienden aser de dominio, explotacin y saqueo por la conjuncin de antiguos paradigmasdualistas de fuerte signo patriarcal y nuevos modelos de globalizacin neoliberalque se han construido sobre ellos. La tercera rene estudios sobre algunas formas

    de resistencia frente a la destruccin de la Naturaleza, un proceso que amenaza lasbases de la vida en la Tierra.

    Cuerposse inicia con el ineludible tema de la incidencia de la contaminacinambiental en la salud humana. La endocrinloga Carme Valls-Llobet (Sesgos degnero en medioambiente y salud) ilustra, con datos de estudios mdicos recientes,la peligrosa accin de los disruptores endocrinos en el cuerpo de las mujeres, accinque va desde la alteracin del ciclo menstrual, la prevalencia de la pubertad precoz,el sndrome de ovario poliqustico y la mastopata fibroqustica hasta el inquietanteaumento del cncer de mama de los ltimos aos. Ante este panorama, recuerda la

    necesidad tanto de realizar cambios en las polticas sanitarias y medioambientales,como de introducir una formacin docente actualizada, libre de sesgos de gneroy atenta a la relacin entre medio ambiente y salud.

    Con respecto al sesgo androcntrico de la cultura y su interpretacin del cuerpofemenino, la psicoanalista Pilar Errzuriz (De lo anatmico a lo simblico: elcuerpo femenino en el divn psicoanaltico) muestra el salto epistemolgico pro-ducido en la teora psicoanaltica a partir de Lacan, quien sustituye el concepto depene por el de falo (significante referencial del sistema sexo-gnero), lo cual facilitarala comprensin de los procesos psquicos como parte de un contexto civilizatorio y

    cultural en el cual se ha instalado la Ley del Padre. Observa que la teora lacaniana,quizs a su pesar, da cuenta de un recorrido de la especie a dos vas psquica y po-ltica articuladas por la dialctica naturaleza/cultura.

    Cmo vestimos nuestros cuerpos despojando a otros seres vivos de los suyos esel tema tratado por Lucile Desblache (Las otras vctimas de la moda). Su estudioparte de datos empricos que revelan la importancia acordada por las mujeres a lamoda y subraya la paradoja de que el colectivo de gnero que se muestra ms sen-sible a la crueldad hacia los animales manifieste tan poca preocupacin hacia el ori-gen siniestro de muchos de los productos de cosmtica, ropa y accesorios que le

    ofrece el mercado globalizado. Su reflexin se cierra con una llamada a renovar el

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    sistema de la moda a partir de las nuevas filosofas de la materialidad propias delsiglo XXI de las que destaca el concepto de materias vibrantes de Jane Bennett.

    Desde los estudios filosficos sobre el gnero, Laura Torres San Miguel e IvnSambade (Cuerpo e identidad de gnero en la sociedad de la informacin) cen-tran su atencin en las nuevas formas de control y disciplinamientosocial de hom-bres y mujeres a travs de los medios de comunicacin de masas y en las redessociales. Examinan cmo los viejos dualismos razn/emocin, cultura/naturalezay mente/cuerpo continan forjando las subjetividades, hacindolo ahora a travsde la produccin de deseos facilitada por las nuevas tecnologas. Consumo de es-teroides anabolizantes andrognicos y represin de la afectividad en los varones,refuerzo de los estereotipos de gnero, nuevas formas de control sobre las mujeres,o de violencia como el sexting, hipersexualizacin del cuerpo femenino, aceptacin

    de su objetualizacin en fenmenos como el versusy el zing, son algunas de las for-mas por las que, observan, el imaginario patriarcal se reproduce en la sociedad dela informacin.

    La relacin de la imagen del cuerpo con la concesin de individualidad, as comoel papel del arte como agente empatizante para con los animales no humanos arti-cula Reflexiones de una retratista de gorilas. La artista hipermedia Vernica Pe-rales se acerca al tema del sufrimiento animal desde la perspectiva del procesocreativo y el desarrollo de la obra Grandes Simios en Femenino, un trabajo realizadopor la autora entre 2009 y 2011. Este proyecto, de marcado carcter ecofeminista,

    utiliza el dibujo como herramienta de individuacin y hace emerger cuestionescomo la unicidad de los miembros de cada familia y especie, el carcter mecanicistade la relacin que tenemos con los dems animales y el paralelismo entre la invisi-bilidad de las hembras no humanas y las humanas a lo largo de la Historia.

    Con La filosofa de Anne Finch Conway: bases metafsicas y ticas para lasostenibilidad, Concha Roldn demuestra el carcter excepcional y la originalidadde una pensadora de los orgenes de la Modernidad que, superando los prejuiciosexcluyentes que impedan a las mujeres acceder al conocimiento, fue capaz deplantear una solucin monista vitalista al problema de la relacin mente-cuerpo,

    anticipando la mnada leibniziana y la idea de interdependencia y comunicacinde todos los seres, principio que hoy nos resulta tan familiar gracias a la irrupcinde la Ecologa en el panorama de las ciencias y el desarrollo de la tica ambiental.La contextualizacin en el marco filosfico y biogrfico que realiza C. Roldnpermite comprender mejor la compleja ontologa de la conectividad con la que lafilsofa intent explicar el sufrimiento como una forma de perfeccionamientoespiritual de todas las criaturas.

    Esta primera parte del libro se cierra con la aportacin de los telogos MargaritaPintos y Juan Jos Tamayo (Los cuerpos colonizados: las religiones contra las

    mujeres) que denuncian que el cuerpo, en especial el cuerpo femenino entendido

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    como naturaleza pecaminosa, ha sido y sigue siendo dominado y controlado porlas grandes religiones. Las normas morales que encerraron secularmente a lasmujeres en el hogar, su exclusin del sacerdocio y la oposicin fundamentalista alreconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos son muestras del carcterpatriarcal de las religiones. Sin embargo, sealan, en su seno se est produciendouna autntica rebelin de las mujeres que da lugar a una teologa feminista yecofeminista.

    La segunda parte de este volumen colectivo rene bajo el ttulo de Territorioslas reflexiones sobre diferentes espacios generizados reales e imaginarios de lapreocupacin y el cuidado por el medio ambiente y la naturaleza. Se abre con unestudio de ttulo elocuente: Cuatro tesis sobre la asimetra de gnero en lapercepcin y actitudes ante los problemas ecolgicos. En l, Isabel Balza Mgica

    y Francisco Garrido Pea exponen los resultados de su investigacin sobre lasdiferencias existentes entre mujeres y hombres en la deteccin del deterioromedioambiental. Consideran que estas diferencias son resultado de la contingenciahistrica y no propiedades ontolgicas de los sexos y finalizan su exposicin conobservaciones sobre las oportunidades ecofeministas para el impulso del ecologismoen general y la ecologa poltica en particular.

    A partir de normas jurdicas actuales sobre la proteccin de los animales utili-zados en la experimentacin, Teresa Lpez de la Vieja (Cuidado y responsabili-dad) examina ciertos matices relevantes a la hora de referirse al cuidado del

    mundo natural. Propone distinguir entre cuidado y responsabilidad, teniendo encuenta la escala de aplicacin del cuidado y la diferencia entre buenas prcticas ypolticas pblicas. Llevar el principio del cuidado, inspirado en el mbito doms-tico y en la experiencia de la maternidad, al mbito pblico, requerira transitarde lo concreto y particular a lo general, de las motivaciones a los derechos y lasobligaciones. Por eso, sostiene, convendra hablar ms de responsabilidad com-partida que de cuidado.

    La construccin de un territorio y un tiempo futuro en la literatura es objeto deanlisis de dos autoras: Eva Antn y ngela Sierra. La primera (Una lectura eco-

    feminista de la novela de anticipacin actual) parte de las claves conceptuales dela teora ecofeminista de mi libro Ecofeminismo para otro mundo posible(2011)para realizar un anlisis comparativo de cuatro novelas distpicas recientes de dosescritores (Michel Houellebecq y Emilio Bueso) y dos escritoras (Rosa Montero yElia Barcel). El resultado es una sugestiva exploracin de coincidencias y diferen-cias apreciables entre los mundos futuros que unos y otras conciben. La segundareflexiona sobre el gnero literario de la utopa y, en particular, de las utopas femi-nistas elaboradas por rsula K. Le Guin y Marge Piercy en el ltimo tercio del sigloXX. Observa que estas utopas feministas son prctica poltica en cuanto ofrecen

    una crtica de la sociedad y de su relacin con el medio natural, creando nuevos

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    paradigmas de relaciones sociales que superan los dualismos opresivos implicadosen las clasificaciones de gnero y en la instrumentalizacin de la naturaleza.

    La relacin entre los espacios urbanos y los de naturaleza salvaje se encuentramarcada por el signo generizado del dominio, la denegacin y la ocupacin. As lomuestran el estudio de Paula Nez (Patagonia argentina, relatos sobre naturalezay humanidad) y el de Mara Luisa Femenas y Micaela Anzotegui (Problemticasurbano-ambientales: un anlisis desde el ecofeminismo). Desde el pensamientodecolonial, el primero muestra que la poblacin rural misma ha sido asimilada auna naturaleza que supuestamente debe ser dominada para poder convertirse entil. Examina el procedimiento metafrico feminizante propio de los discursos deldominio sobre el territorio y sus habitantes y finaliza con un esperanzador apuntesobre el incipiente empoderamiento de las mujeres rurales a travs de proyectos de

    desarrollo alternativos orientados a la sostenibilidad y hacia un comercio ms justoy potenciador de la autonoma. El segundo parte del caso concreto de las trgicasinundaciones sufridas en la ciudad de La Plata (Argentina) en el ao 2013 (uno msde los fenmenos meteorolgicos extremos propios del cambio climtico) para ini-ciar una reflexin sobre los supuestos modernos que subyacen al desarrollo de lasgrandes urbes y sus nefastas consecuencias. Aplicando conceptos de la filosofa eco-feminista, observan que la ciudad, concebida como Cultura, Desarrollo y Razn,devora los espacios naturales porque no se considera que estos posean valor in-herente, ni siquiera se recuerda que prestan servicios ambientales y que tienen gran

    incidencia en la salud de la poblacin urbana; son concebidos solo como materiaprima y espacio vaco til para la especulacin inmobiliaria, la produccin in-dustrial, el devastador monocultivo de soja, la destructora megaminera a cieloabierto, el venenoso fracking, o el vertedero contaminante.

    En ese territorio largo tiempo vedado a las mujeres que es el Arte, se adentraMara Teresa Alario (Tejer y narrar en la plstica espaola contempornea) paradescubrir las formas en que las creadoras actuales se valen de una antigua labor fe-menina el tejido para comunicar ideas, construir un mundo orgnico, denun-ciar la destruccin medioambiental o la violencia de gnero. Esta reivindicacin del

    tejido no ha sido muy frecuente entre las artistas del Estado espaol de los setenta,quizs, apunta Alario, debido a la proximidad de la etapa franquista con su nfasisen las labores femeninas como rasgo adscriptivo de gnero. Consciente de la ne-cesidad de colmar cierta ausencia de trabajos crticos sobre el tema, examina lasxarpelleres de Magda Bolumar, los lienzos cruzados de Teresa Lanceta y losgobelinos y las instalaciones de Andrea Milde. El laberinto univiario de esta ltima,con su tejido creciente que busca generar la conciencia colectiva sobre las relacionesentre la subjetividad y la naturaleza, nos lleva a la tercera parte de este libro.

    Con Resistenciasse cierra nuestro recorrido. Esta ltima parte rene reflexiones

    sobre algunas de las formas en que la teora, el imaginario y la praxis alientan y es-

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    bozan alternativas al modelo de dominio y explotacin patriarcales. Con Aporta-ciones de las mujeres indgenas al dilogo entre filosofa y ecologa inicia esta an-dadura Georgina Aim Tapia quien busca demostrar la gran importancia que tienepara los estudios de gnero y la tica ecolgica conocer la experiencia actual de lasindgenas que protagonizan movimientos en defensa del territorio y de los derechosde las mujeres. Sostiene que algunas mujeres pobres, inspiradas en la cosmovisinde las culturas indgenas, pueden ser consideradas ecofeministas ya que reclamanigualdad, reciprocidad y respeto en las relaciones entre los sexos y entre los huma-nos y las formas de vida no humana. Ilustra la aparicin de estas reivindicaciones atravs de la historia de vida de una sanadora nahua, feminista y zapatista.

    Agroecologa y Soberana Alimentaria son hoy nombres clave del paradigma desostenibilidad y justicia. Emma Siliprandi (Una mirada ecofeminista sobre las lu-

    chas por la sostenibilidad en el mundo rural) aborda las relaciones tericas y po-lticas existentes entre los movimientos agroecolgicos y feministas. Desde unaperspectiva ecofeminista y a partir del caso de Brasil, muestra que la participacinde esas mujeres en las experiencias agroecolgicas les ayud a salir del lugar polticotradicionalmente designado para las mujeres rurales, al mismo tiempo que les per-miti avanzar en luchas colectivas que han desembocado en la demanda de sobe-rana alimentaria. Su estudio finaliza mostrando a los movimientos de mujeresrurales como artfices de un dilogo enriquecedor aunque no exento de tensionesentre Agroecologa, Va Campesina y Feminismo.

    Como ya hemos visto con respecto a las novelas que presentan utopas feministas,la Literatura no es ajena a la preocupacin ecolgica. La crtica literaria ha detectadoy seguido este inters desarrollando en los ltimos aos una perspectiva ecolgicaespecfica actualmente en auge que ha recibido el nombre de ecocrtica. Dos es-tudios le estn dedicados en este libro. Con La Ecocrtica, vanguardia de la crticaliteraria. Una aproximacin a travs de la ecotica de Marguerite Yourcenar, TeoSanz realiza una introduccin a la Ecocrtica, nuevo enfoque de la crtica literaria,resumiendo las ideas principales de esta aproximacin a los textos y ofreciendo unejemplo clarificador a partir de su anlisis de la obra de Marguerite Yourcenar. Sos-

    tiene que, en gran parte de sus creaciones, encontramos un compromiso de la autoracon respecto a la Naturaleza y a los seres vivos, animales humanos y no humanosque la habitan. En ese sentido, defiende que, dados los importantes elementos deecotica presentes en su obra, Yourcenar merecera un reconocimiento mayor dentrode la Ecocrtica como pionera en la defensa del planeta a travs tanto de su escrituraficcional como factual. Tras un panorama del surgimiento y de las bases de la Eco-crtica, Carmen Flys (Ecocrtica y ecofeminismo: dilogo entre la filosofa y la crticaliteraria) aplica conceptos del ecofeminismo de Karen Warren y Val Plumwood adiferentes ejemplos literarios (de Ann Pancake, Octavia Butler, Aurora Levins Mo-

    rales, Linda Hogan, Ursula Le Guin, entre otros). De esta manera, muestra que

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    puede existir un dilogo fructfero entre la filosofa ecofeminista y la ecocrtica y quetanto estos textos literarios como la crtica que los comenta contribuyen a una mejorcomprensin y divulgacin del ecofeminismo y sus valores.

    En Por una genealoga de contra-subjetividades alternativas, Carmen GarcaColmenares tambin analiza ejemplos literarios pero lo hace con el objeto de refle-xionar sobre el poder que tienen las figuras de la monstruosidad ficcional para ge-nerar planteamientos feministas disruptores y vindicativos. Liberarse de los modelosidentitarios femeninos pasivos, asimtricos y subordinados y del confinamiento enel espacio domstico ha supuesto, a menudo, para las mujeres cierta expulsin delo humano. Figuras mticas como Lilith y Melusina expresaran ese destino trgico.Sin embargo, afirma, esas figuras monstruosas pueden convertirse en contra-sub-

    jetividades alternativas que inspiren la construccin de identidades emergentes del

    siglo XXI desde los filtros rojos del compromiso poltico, los verdes del ecologismoy los ultravioletas del feminismo.

    La importancia del imaginario dominante en la organizacin social y econmicay la posibilidad de transformacin a travs de paradigmas culturales diferentes esel eje de dos estudios de esta tercera parte. El primero, de Anglica Velasco Sesma(Ms all del mecanicismo: heronas ecolgicas del imaginario actual), se interesapor la emergencia, en la cultura de masas de las dos ltimas dcadas, de personajesfemeninos que encarnan valores ecolgicos y visiones holsticas de los pueblos ori-ginarios. Estas nuevas heronas luchan por defender la Naturaleza frente al mal

    desarrollo del paradigma mecanicista de la Modernidad y la bsqueda insaciablede ganancias. A travs del anlisis de tres largometrajes de gran difusin Ferngully(1992), Pocahontas(1995) y Avatar(2009), A. Velasco se pregunta por las po-tencialidades emancipatorias de estas narrativas pero tambin sobre sus lmites. Enel segundo (Del patriarcado como sistema alqumico al imaginario del don), Kaa-rina Kailo parte de una caracterizacin del imaginario dominante, buscando sus racespsico-sociopolticas, econmicas y sexuales y ponindolas en relacin con la clebreidea de Schumpeter de la creacin por la destruccin. Transformar una civiliza-cin mundializada que destruye su base material y condena a la humanidad, as, a

    un trgico final, requiere, para K. Kailo, comprender las bases patriarcales del ca-pitalismo y refutar su naturalizacin. Frente al imaginario autodestructivo del do-minio, apela a la cosmovisin de los pueblos finogricos antiguos de su Finlandianatal, similar a los de otras culturas indgenas tradicionales, que vean a los huma-nos, los animales y el mundo natural en un continuo interdependiente y practicabanuna economa del don propia, a su juicio, de una era matriarcal que posteriormentehabra sido olvidada.

    Volvemos a encontrar, desde otras claves, la crtica al mito del homo economicusen la exposicin de la teora ecofeminista de la britnica Mary Mellor realizada por

    Mara Jos Guerra Palmero (Ecofeminismos materialistas. Poltica de la vida y po-

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    ltica del tiempo en Mary Mellor). Mellor ha mostrado la inadecuacin de estemito (neo)liberal con respecto a una caracterizacin antropolgica que asuma laexistencia biolgica/ecolgica de los seres humanos. La filosofa ecofeminista de lainmanencia, que pone el nfasis en la corporalidad, permite entender la incmodasituacin de las mujeres que han de asumir, en la cotidianeidad, los costes de unadefinicin inadecuada de lo humano que ignora el trabajo de reproduccin de lavida. Tanto los trabajos del cuidado como los servicios de la naturaleza son consi-derados meras externalidades por la economa capitalista global.

    Ya en el final de este libro, mi propia aportacin (El ecofeminismo y sus com-paeros de ruta. Cinco claves para una relacin positiva con el Ecologismo, el Eco-socialismo y el Decrecimiento) busca mejorar el entendimiento y la colaboracincon los movimientos nombrados en su ttulo, destacando las contribuciones de la

    teora feminista y de las mujeres y preservando sus legtimos intereses, tan a menudoignorados. Tras un breve recordatorio histrico de las experiencias frustrantes delfeminismo en su relacin con otros movimientos emancipatorios, examino las coin-cidencias del ecofeminismo con diversas formas del ecologismo y diferencio cincozonas opacas de los nuevos paradigmas ecolgicos que el (eco)feminismo habr desaber detectar si no queremos volver a sufrir antiguas decepciones: mujeres invisi-bles, emancipacin en diferido, Ilustracin olvidada, multiculturalismo beato y viejohombre nuevo.

    Quiero cerrar este prlogo expresando mi agradecimiento a todas las personas

    que, como miembros del equipo del proyecto o como especialistas invitadas, hanaportado su tiempo y su saber a esta empresa colectiva interdisciplinar. Espero quelas distintas investigaciones aqu reunidas inspiren y ayuden a desarrollar ms estu-dios integradores de las perspectivas feminista y ecolgica y sugieran prcticas ypolticas que no instrumentalicen ni marginen a las mujeres debido a intereses par-ticulares o en nombre de la ecologa y del bien comn. Las mujeres han de ser re-conocidas como nuevos sujetos emergentes que reclaman el cumplimiento efectivode las llamadas tres generaciones de derechos humanos y que aportan formas depensamiento y de praxis innovadoras y valiosas para una cultura de la sostenibilidad

    y la igualdad.

    ALICIA H. PULEO

    INTRODUCCIN 17

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    I. CUERPOS

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    1 Sesgos de gnero en medio ambiente y salud

    Carme VALLS-LLOBET

    Programa de Mujeres, Salud y Calidad de Vida de Barcelona

    La relacin del medio ambiente con la salud de los seres humanos que pobla-mos el planeta Tierra es un ejemplo concreto de la interdisciplinariedad quedebera impregnar la Ecologa cuando analiza los problemas en relacin a

    las Ciencias de la Salud. El medio ambiente puede afectar a la salud a travs de latoxicidad de determinadas sustancias qumicas o minerales que se introducen en elcuerpo a travs de la piel, del agua y de los alimentos, o de partculas en suspensinen el aire que se introducen a travs de la respiracin. Tambin las radiaciones ioni-zantes (Rayos X, radiactividad), o no ionizantes (electromagnetismo, telefona mvil,antenas) afectan al cuerpo humano por el efecto directo en los tejidos.

    Se calcula que, actualmente, el desarrollo industrial ha introducido en la vidacotidiana de la poblacin unas 80 000 sustancias qumicas, de las que entre 4 000y 8 000 estn bajo sospecha de toxicidad, y se conjetura que hasta un 45 % de losalimentos que consumimos contienen residuos txicos, en especial, pesticidas. Ylo que es ms alarmante, no se conoce la toxicidad del 85 % de los 3 000 productosqumicos que utilizamos en mayor cantidad.

    La constatacin de que algo extrao estaba pasando con los seres humanos seempez a conocer gracias al libro de Rachel Carson La primavera silenciosa (1962).La divulgadora y conservacionista norteamericana padeci cncer de mama y muridespus de enfrentarse a l y denunciar el papel de los productos qumicos en lapresencia de esta enfermedad. Seal que la suya era la primera generacin de sereshumanos nacida en un medio ambiente repleto de contaminantes qumicos desdela cuna: Por primera vez en la historia del mundo, todo ser humano est ahora su-

    jeto al contacto con peligrosos productos qumicos desde su nacimiento hasta sumuerte (Carson, 2005: 15)

    Durante la dcada de 1970 se empez a constatar la creciente feminizacin depeces y cocodrilos en el agua de los grandes lagos contaminados por vertidos txi-cos. No se desarrollaban los caracteres del macho y se produca atrofia del pene y

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    disminucin de la fertilidad. En las ras y en la desembocadura de ros contaminadostambin se encontraron moluscos macho con atrofia de sus genitales.

    En Seveso (Italia), explot en 1976 una fbrica de herbicidas y lanz al aire unagran cantidad de un subproducto denominado dioxinas, establecindose por pri-mera vez desde entonces, de una forma clara, la relacin de estos contaminantescon la salud de la poblacin. El efecto a corto plazo fue la presencia de cloracn engran nmero de personas de los pueblos de alrededor de la fbrica; sin embargo,la mayor sorpresa la depar el efecto a largo plazo: el ao siguiente a la explosinno nacieron nios en Seveso, sino solo nias. La alteracin endocrina y genotxicafue tan clara que, aunque nunca antes se haba comprobado esta relacin, pudo es-tablecerse con toda evidencia. Que solo nazcan nias, o que nazcan ms nias quenios, es una distorsin de la naturaleza tan perniciosa para la salud y la convivencia

    humana como el hecho de que falten 100 millones de nias en China y el sur deAsia por el feminicidio que supone abortar a nias durante el embarazo, algo quehoy se facilita al conocer el sexo mediante la ecografa. Dos agresiones, una al medioambiente y otra de discriminacin de las mujeres, que distorsionan el natural cre-cimiento de nias y nios.

    LA RELACIN DEL MEDIO AMBIENTE CON LA SALUD HUMANA

    Los efectos de algunos agentes qumicos en la salud como los pesticidas, disol-ventes, gases anestsicos, derivados de los ftalatos, dioxinas, bifenilos policloradosy productos derivados de la combustin de la gasolina se han ido conociendo atravs de los mltiples trabajos de investigacin que se han publicado en los ltimostreinta aos. La salud ambiental es una ciencia muy reciente todava y que tienegrandes dificultades supone investigaciones costosas para demostrar las rela-ciones del medio ambiente con la salud por la complejidad de las puertas de entradaen el cuerpo humano de las sustancias txicas y por la diversidad de productos yradiaciones que pueden afectar a la salud. Asimismo, hay que tener en cuenta que

    cada txico ambiental puede tener efectos sinrgicos con otros, potencindose mu-tuamente cuando actan en conjunto sobre los seres humanos.

    Los efectos sobre la salud humana se producen en varios momentos del desa-rrollo y con distinta intensidad y duracin segn el sexo. Ante una misma exposi-cin txica, mujeres y hombres pueden padecer efectos diferentes, siendo la edadadems un factor de riesgo. Efectos como la afectacin a la carga gentica de vulosy espermatozoides, para empezar. Desde el momento de la concepcin y durante eldesarrollo fetal, el medio ambiente en que estn inmersos los padres y madres puedeinfluir en el sexo del embrin, en el peso y desarrollo cerebral de la criatura, y puede

    llegar a tener incluso efectos teratgenos, causando malformaciones congnitas.

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    Muchos de los productos txicos qumicos actan como disruptores endocrinosque alteran la cantidad de hormonas circulantes y sus ritmos de produccin. En lasmujeres, alteran la armona del ciclo menstrual y producen modificaciones en susalud reproductiva. Las alteraciones hormonales pueden producirse en todas lasglndulas endocrinas, aunque las ms graves para la salud son las que se producenen la zona hipotalmica del cerebro, con hipersecrecin de la hormona de creci-miento y tumores hipofisarios. Por otro lado, hay que sealar que, segn la HumanFertilisation & Embryology Authority (HFEA), los hombres presentan actualmentems problemas de fertilidad que las mujeres y se estima que el problema de la es-terilidad humana est aumentando, por lo que uno de cada cuatro nacimientos seproduce hoy por inseminacin artificial. De seguir la misma tendencia, si no toma-mos medidas de prevencin en la contaminacin, esto podra suponer que en 50

    aos los hombres fuesen incapaces de reproducirse de forma natural.A corto y a largo plazo, las sustancias txicas estn produciendo efectos carci-

    nognicos. La creciente sensacin que tiene parte de la poblacin, por su experien-cia personal y familiar, de que hay ms casos de cncer, viene avalada por la mayorincidencia de cncer infantil y de cncer en la vida adulta. Est claramente estable-cido que el cncer de mama se incrementa en las sociedades industrializadas desde1945. Muchos pesticidas tienen un efecto txico para el sistema nervioso central yperifrico, y este efecto neurotxico puede causarlo tambin el exceso de plomo ymercurio. El potente efecto distorsionador del equilibrio endocrino afecta asimismo

    al sistema inmunitario de los seres humanos, y estas alteraciones de la inmunidadfavorecen una mayor presencia de enfermedades autoinmunes, que estn incremen-tndose en la sociedad industrializada. Nuevas enfermedades emergentes se hanrelacionado, asimismo, con la exposicin laboral y ambiental, como la sensibilidadqumica mltiple, la fatiga crnica y la fibromialgia.

    La vulnerabilidad de los seres humanos ante los contaminantes depende de laedad y del sexo. De la edad, porque el sistema nervioso central es ms vulnerabledurante su formacin, en el desarrollo embrionario del feto y durante la primerainfancia, y tambin durante la decadencia del sistema nervioso en las personas ma-

    yores a partir de los 65 aos. La influencia del sexo se debe al mayor porcentaje demateria grasa en el cuerpo de las mujeres un 15 % ms que en los hombres, loque las convierte en bioacumuladores qumicos de las sustancias liposolubles; pero,adems, los productos que afectan al sistema nervioso central tienen facilitada suentrada por hormonas y neurotransmisores del propio cuerpo, entre ellos los es-trgenos, por lo que el cerebro de las mujeres se ve ms afectado que el de los hom-bres aunque estn expuestas a la misma cantidad de sustancias qumicas. Adems,la carencia de reservas de hierro, de predominio femenino por la menstruacin enedad reproductiva, hace ms vulnerable el cerebro de las mujeres a minerales y qu-

    micos ambientales. Existen tambin diferencias en las condiciones de trabajo y en

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    la divisin de tareas, que hacen que las mujeres estn ms expuestas que los hom-bres a agentes qumicos potencialmente txicos, porque realizan ms tareas de lim-pieza o de proximidad con exposicin a pesticidas, como en el caso de la jardinera.

    LA SALUD DE LAS MUJERES HA PADECIDO SESGOS DE GNERO

    La salud diferenciada de las mujeres ha sido invisible en muchos aspectos parala medicina hasta hace pocos aos (Valls-Llobet, 2006). El principal sesgo de g-nero ha sido que no haban sido tenidas en cuenta en los trabajos de investigacinque se han hecho fundamentalmente solo con cohortes masculinas. Pero uno delos aspectos que hasta la actualidad ha permanecido y permanece ms oculto ha

    sido la relacin de causalidad entre los problemas de salud de las mujeres y losdiversos contaminantes ambientales. A ttulo de ejemplo voy a referirme a aspec-tos de la salud ginecolgica de las mujeres de los que actualmente tenemos evi-dencias cientficas.

    Una de las primeras diferencias biolgicas entre mujeres y hombres aparece apartir de la pubertad con la menstruacin, un fenmeno hormonal cclico que sepresenta aproximadamente cada 28 das, siguiendo un ciclo lunar, y que puedeverse afectado por los niveles hormonales ambientales y por las radiaciones ioni-zantes y no ionizantes.

    La presencia en el medio ambiente de sustancias qumicas que actan como dis-ruptores endocrinos puede influir directamente en la armona del ciclo menstrual.Una prueba es que, en las sociedades industrializadas, no solo ha aumentado la in-cidencia de cncer de mama, sino tambin los desequilibrios del ciclo menstrual,con alteraciones tanto de la longitud del ciclo, que puede durar unos siete das mso menos, como de la cantidad de sangre perdida en cada menstruacin. De hecho,los trastornos de la menstruacin pueden ser un indicador de los desequilibrioshormonales del medio ambiente. La exposicin laboral a sustancias qumicas, ondaselectromagnticas, radiaciones ionizantes, exceso de ruido, calor o fro, o a insecti-

    cidas organoclorados u organofosforados, puede originar alteraciones del ciclo in-cluso aos despus de la contaminacin.

    Adems de producir estas alteraciones, los disruptores hormonales pueden in-terferir en la fertilidad, dificultando quedarse embarazada o, incluso, poniendo enriesgo la viabilidad del feto. Existen muchos abortos prematuros antes de los tresmeses de embarazo debido a una afectacin ambiental o por las condiciones devida y trabajo. Tambin es frecuente que los disruptores endocrinos afecten a lafuncin de otras glndulas endocrinas y a la armona de las funciones hipotalmicae hipofisaria. Una de las glndulas ms vulnerable es la tiroidea, que puede ver al-

    terada su produccin hormonal o los mecanismos de su transporte.

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    Una excelente revisin publicada en 2006 por Reini R.W. Breetveld y colabora-dores del Departamento de Epidemiologa y Bioestadstica de la Radboud Uni-versity Nijmegen Medical Centre en Holanda, demuestra el efecto de laexposicin a pesticidas en las alteraciones del sistema reproductivo de las mujeres(Bretveld, Thomas, Scheepers, Zielhuis, Roeleveld, 2006). Este mismo grupo de in-vestigacin seala los altos niveles de pesticidas hallados en empleadas que trabajanen jardineras y que, al tocar las plantas o plantarlas, acaban inhalando o captandoa travs de la piel su contenido en pesticidas (Bretveld, Zielhuis, Roeleveld, 2006).En Espaa, el investigador Nicols Olea (Botella, Crespo, Rivas, Cerrillo, Olea-Se-rrano, Olea, 2004) coordin un estudi en 2003 en el que se midieron los nivelesde pesticidas en la sangre y tejido adiposo de 200 mujeres de Andaluca, y en ellasencontr niveles elevados de metabolitos de DDT (DDE) y aldrn, dieldrn, endrn,

    lindano, metoxicloro y endosulfn.La disrupcin puede presentarse en todas las fases de la regulacin hormonal:

    en la sntesis, cuando las hormonas se forman en el interior de las clulas; en la li-beracin de las hormonas desde las clulas a la sangre; en el almacenamiento de di-chas hormonas en el interior de las glndulas endocrinas; en el transporte de lashormonas cuando circulan en la sangre unidas a unas protenas; en el reconoci-miento de la hormona y su receptor celular que es el modo como realiza su funcinen las clulas del cuerpo; y tambin pueden interferir en la activacin hormonal ce-lular despus de que se haya activado el receptor.

    Los efectos en la salud de las mujeres que se han podido evaluar, en relacin aproductos que estn en el medio ambiente, han sido el incremento de los siguientestrastornos o enfermedades:

    - Pubertad precoz.- Metrorragias y alteracin del ciclo menstrual con dficit de fase lutenica.- Sndrome de ovario poliqustico, entre el 4 y el 8 % de la poblacin femenina.- Endometriosis, entre el 5 y el 8 % de la poblacin femenina, y con una inci-dencia que no cesa de aumentar.

    - Fibromas uterinos.- Trastornos de implantacin del feto: abortos, placenta previa, madurez de laplacenta.- Mama fibroqustica por exposicin en la vida adulta y tambin por exposicinfetal.

    Hay adems un problema que se est generalizando en la poblacin de los pasesindustrializados y que tiene relacin con la exposicin ambiental generalizada a dis-ruptores endocrinos: la edad de la pubertad en que se inician los cambios sexuales

    en nias y nios se est adelantando.

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    PUBERTAD PRECOZ

    El inicio de la pubertad se caracteriza por la aparicin del botn mamario en lasnias, y por la aparicin de vello en el pubis y en las axilas en ambos sexos. Estasmanifestaciones estn relacionadas con la presencia de emisiones pulstiles de hor-monas desde los ovarios (estradiol) o los testculos (testosterona). Despus de laaparicin de estos cambios, al cabo de dos o tres aos, se presenta la menstruacinen las mujeres (que se denomina menarquia en Medicina) y en el varn el desarrollode los genitales externos y el crecimiento del pene.

    Desde hace unas dcadas, la edad media de la menarquia ha sido de 13 aos,aunque hace 200 aos se presentaba alrededor de los 17 aos de media, y esteavance no puede explicarse por razones genticas ni por la mayor obesidad (Aks-

    glaede, Olse, Sorensen, Juul, 2008), sino por razones ambientales. La investigadoraLise Aksglaede coordinadora de estos estudios realizados en Dinamarca hademostrado que la edad de inicio del desarrollo del botn mamario el principiode la pubertad ha disminuido un ao en los ltimos quince aos. Si en 1991 lasnias empezaban la pubertad de media casi hacia los once aos (10,88 aos), en2006 la media era antes de los diez aos (9,86 aos). Los autores de los estudios se-alaban su sorpresa ante tal adelanto de la pubertad en tan poco tiempo (Aksglaede,Sorensen, Petersen, Skakkebaek, Juul, 2009). En Espaa, los especialistas en en-docrinologa y pediatra han advertido tambin la presencia de una pubertad precoz

    en nias de 8 y 9 aos, y en algunas zonas se ha advertido la presencia de botnmamario hacia los 7 aos.

    Se ha valorado si este adelanto de la pubertad poda relacionarse con el peso(por aumento de la obesidad en las nias), pero no se observ ninguna relacin.Tambin se ha investigado si existan incrementos de estrgenos circulantes, sin re-sultado positivo. Por ello, este adelanto de la pubertad se ha relacionado con la pre-sencia de contaminantes qumicos en el medio ambiente que producen disrupcinendocrina en el cuerpo de nias y nios (Mouritsen, Aksglaede, Sorensen, Mogen-sen, Leffers, Main, Frederiksen, Andersson, Skakkebaek, Juul, 2010). La pubertad

    precoz femenina se ha asociado a la exposicin a bisfenoles policlorados, dioxinas,teres polibromados, DDT/DDE, plaguicidas, metales pesados, alquilfenoles, bisfe-nol A, parabenes, ftalatos y fitoestrgenos (Kortenkamp; Martin, Faust, Evans, Mc-Kinlay, Orton, Rosivatz, 2012).

    El adelanto de la menarquia es, adems, un factor de riesgo bien establecidopara el cncer de mama, ya que las mamas de una mujer estarn durante ms aosbaadas por altos niveles de estrgenos. El adelanto puberal tambin se ha relacio-nado con un incremento de obesidad, sndrome metablico y diabetes en la vidaadulta, en especial en las nias y nios que nacieron prematuros o con un peso al

    nacer inferior a 2,5 kg.

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    METRORRAGIAS Y CICLOS MENSTRUALES CORTOS

    El ciclo de una menstruacin dura de 26 a 32 das, coincidiendo aproximadamentecon el ciclo lunar, que es de 28 das, con un da de fuerte prdida y dos o tres dascon prdidas menores. La prdida mxima debera ser de unos 100 cc. (o ml.), o loque es lo mismo, la cantidad que cabe en una copa de vino, aunque es difcil apre-ciar la prdida de forma objetiva porque muchas mujeres comparan la intensidadmayor o menor de su menstruacin con las prdidas de su madre, hermanas o ami-gas. La menstruacin no debe producir dolor o, en todo caso, una ligera molestia.No debe ser precedida de sntomas corporales ni de alteraciones en el estado denimo. La menstruacin es un hecho fisiolgico que prepara cada mes el cuerpopara la concepcin y el anidamiento no es una maldicin bblica, y sus moles-tias no se han de vivir en silencio porque, en realidad, cuando la menstruacin sepresenta fuera de los parmetros normales, con caractersticas anmalas, es un in-dicador de problemas de salud, de nutricin, de estrs fsico y mental o de exposi-cin a txicos ambientales (Valls-Llobet, 1994).

    El ciclo menstrual normal implica variaciones en diversos niveles hormonales, aveces sutiles y otras veces manifiestos, porque durante la edad reproductiva (desdeaproximadamente los 13 hasta los 50 aos) estos niveles hormonales cambian enfuncin del momento del ciclo menstrual.

    Para que haya menstruacin, deben existir estrgenos a niveles adecuados paraproducir un crecimiento endometrial. Y para que la hemorragia no sea excesiva, apartir del da catorce del ciclo ovrico se inicia la produccin de progesterona, queimpide que el tejido del endometrio crezca de forma exponencial y lo prepara parael anidamiento si hubiera una concepcin.

    En la segunda fase del ciclo, y sobre todo entre los das 17 a 23 del ciclo, se in-crementa la secrecin de varias hormonas implicadas en el metabolismo de aguacorporal (renina, angiotensina, aldosterona) y se retiene lquido. En condicionesnormales, esta retencin debera ser imperceptible, pero cuando hay exceso de es-

    trgenos por condiciones de estrs o por su proliferacin en el medio ambiente, ocuando disminuye la secrecin de progesterona por las mismas causas, esta reten-cin puede ser intensa y provocar un aumento de unos dos o tres kilos de pesoantes de la menstruacin.

    En las mujeres se ha observado que la exposicin a disruptores endocrinos comoalgunos compuestos txicos persistentes, trihalometanos y pesticidas como el DDTocasiona ciclos menstruales ms cortos, con disminucin de la produccin de pro-gesterona durante la fase lutenica (causando un dficit de esta hormona) y excesode estrgenos. Sin embargo, las mujeres que han estado expuestas a pesticidas hor-

    monalmente activos etilenglicol y algunos bifenilos policlorados presentan ciclos

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    alargados, sangrado intermenstrual y prdida de algunas menstruaciones (oligome-norrea) (Farr, Cooper, Cai, Savitz, Sandler, 2004).

    Aunque algunos efectos de los organoclorados sobre el ciclo menstrual se habanrelacionado con causas genticas si bien ya se haba demostrado que los derivadosdel DDT actuaban directamente en las clulas del ovario (Younglai, Kwan, Lobb,Foster, 2004), un estudio realizado en Canad demostr que otros pesticidascomo la kepona y el metoxicloro tambin pueden actuar directamente en el ovarioal incrementar el calcio inico de las clulas del ovario y estimular directamente lasclulas de la granulosa del ovario que pueden producir estrgenos y progesterona.

    Los efectos de los disruptores endocrinos sobre el ciclo pueden ser a veces con-tradictorios, segn el producto analizado, ya que el ciclo puede verse alargado porexposicin a dioxinas, por exposicin a bifenilos policlorados o en trabajadoras de

    plantas de semiconductores. Y, en cambio, se han observado ciclos cortos en tra-bajadoras expuestas a DDT, plomo o clorodibromometano.

    La OMS en la excelente revisin sobre el estado de la ciencia de los disruptoresendocrinos (Kortenkamp, Martin, Faust, Evans, McKinlay, Orton, Rosivatz, 2012)presentado en 2012 revisa muchos de los aspectos que afectan a la salud de mu-

    jeres y hombres, una lectura que recomiendo a todas las personas que deseen am-pliar sus conocimientos.

    Las alteraciones del ciclo no solo ocurren por el efecto directo de pesticidas yotros disruptores endocrinos sobre las hormonas del ciclo menstrual y el sistema

    inhibina-activina del ovario, sino porque tambin alteran la funcin tiroidea, lo queinfluye de forma directa en el ciclo menstrual.

    SNDROME DE OVARIO POLIQUSTICO

    El sndrome de ovario poliqustico se considera una alteracin endocrina frecuenteen mujeres en edad reproductiva de un 4 a un 8 % de las mujeres lo padeceny es una de las primeras causas de esterilidad. Las mujeres que padecen este sn-

    drome pueden presentar exceso de vello en la barba, en la lnea media del cuerpoen trax y abdomen, alrededor de las areolas mamarias y en la parte superior delos glteos, aunque no siempre se presenten en todos los lugares citados a la vez.Pueden presentar pubarquia prematura (crecimiento de vello pbico prematuroantes de los 9 aos). El sndrome de ovario poliqustico se acompaa tambin desdela adolescencia de un incremento de resistencia a la insulina, lo que produce au-mento de apetito e incremento de obesidad abdominal. En etapas posteriores,puede incrementar la esterilidad por problemas de ovulacin y, a largo plazo, pro-mover la aparicin de diabetes y cncer endometrial (Crain et al., 2008). Aunque

    el ovario poliqustico est relacionado con alteraciones enzimticas en la glndula

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    suprarrenal por dficit de la enzima 21-hidroxilasa, o por polimorfismo genticode la enzima aromatasa o de la protena transportadora de las hormonas sexualesque conducen a un exceso de andrgenos en sangre, en estudios con animales seha podido comprobar que un exceso de testosterona ambiental o de testosteronadurante el embarazo conduce a la presencia de ovario poliqustico en la vida adulta,en especial si ese exceso se da durante el perodo crtico en que se forma el folculoovrico durante la vida fetal (Mendola, Buck, 2010). Este efecto de la exposicinintrauterina explicara por qu en hermanas con el mismo genotipo (los mismosgenes) las expresiones externas (fenotipos) del ovario poliqustico (acn, vello o al-teraciones del ciclo) pueden ser totalmente diferentes y muy heterogneas (Dia-manti- Kandaraki, Piperi, Spina, Argyrakopoulou, Papanastasiou, Bergiele, Panidis,2006). Aunque hay una base gentica en el sndrome de ovario poliqustico, la he-terogeneidad de sus manifestaciones dentro de la misma familia sugiere que el am-biente vivido durante el embarazo y los estilos de vida mantenidos durante laadolescencia son de mucha importancia (Norman, Dewailly, Legro, Hickey, 2007).

    El ovario poliqustico se ha asociado tambin a la presencia de bisfenol A. Estecompuesto orgnico puede pasar al lquido amnitico y tiene una concentracincinco veces ms alta que otros fluidos en el perodo de las 15 a 18 semanas de ges-tacin. Y existe un incremento significativo de los niveles de bisfenol A en mujerescon sndrome de ovario poliqustico (Kandaraki, Chatzigeorgiou, Livadas, Paliouraet al., 2011). Aunque algunos autores haban defendido que los elevados niveles debisfenol A eran debidos a los elevados niveles de andrgenos de las mujeres conovario poliqustico que hacan ms persistentes los niveles de bisfenol A que llega-ban al cuerpo del agua o los alimentos, estudios posteriores en animales de experi-mentacin han confirmado el papel del bisfenol A en la causa de formacin delovario poliqustico en roedores (Fernndez, Bourguignon, Lux-Lantos, Libertun,2010). Como el sndrome de ovario poliqustico est aumentando en la poblacinfemenina, la OMS ha recomendado investigar este sndrome en relacin con los dis-ruptores endocrinos.

    ENDOMETRIOSIS

    En los ltimos 20 aos, se ha comprobado un incremento de la endometriosis, unaenfermedad que se produce cuando el tejido del endometrio la mucosa que re-cubre el interior del tero excede esta cavidad, se extiende por la cavidad abdo-minal y se encuentra al lado de los ovarios por lo que se menstra tambin dentrode la cavidad abdominal, con dolores muy intensos o incluso se implanta msall, en otras partes del cuerpo, como el trax y, en algunos casos, el cerebro (Giu-

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    dice, 2010). El estrgeno en exceso es necesario para la progresin de la endome-triosis pero unido a alteraciones inmunolgicas.

    La incidencia de la endometriosis vara segn los estudios, y aunque algunos in-vestigadores haban propuesto que afectaba a entre un 10 y un 15 % de las mujeresen edad reproductiva (Leibson, Hass et al., 2004), estos porcentajes pueden ser in-cluso bajos por las dificultades que tiene el diagnstico. Es una de las patologasque ms se tarda en reconocer en el diagnstico desde que la paciente empieza asufrir dolores intensos durante la menstruacin hasta que se llega al diagnstico.Un estudio realizado en Estados Unidos en un grupo de mujeres hall que, mientraspor resonancia magntica se detectaban un 11 % de casos, ese porcentaje ascendaa un 34 % a travs de la ciruga y la anatoma patolgica. Por lo tanto la incidenciade endometriosis se puede haber subestimado.

    Varios estudios con primates seguidos durante 15 aos han demostrado un au-mento de la severidad e incidencia de la endometriosis conforme ms elevada es laexposicin a dioxinas (Rier, Turner, Martin et al., 2001). En otro estudio efectuadoen monos alimentados durante un ao con dosis altas de dioxina (TCDD), se vierontambin implantes de endometriosis en la cavidad plvica (Yang, Agarwall, Foster,2000). Existe una creciente evidencia de que los cambios epigenticos (patrones deexpresin de los genes que no estn condicionados por la secuencia gentica) estnimplicados en la endometriosis y que estos cambios se producen por la exposicinen el tero a exgenos qumicos (Guo, 2009). Algunas investigaciones sugieren que

    no solo la exposicin a disruptores en la vida adulta puede causar endometriosis,sino que esta puede ser ms virulenta si ha habido previamente una exposicin fetalde las mujeres (Cakmak, Taylor, 2010). Las hijas de las madres que haban tomadoel frmaco DES (dietilestilbestrol, utilizado para disminuir el riesgo de aborto) te-nan, por ejemplo, un 80 % ms de riesgo de desarrollar endometriosis (Missmer,Hankinson, Spiegelman et al., 2004), lo que confirma que el riesgo ambiental essuperior al gentico. Varios estudios han encontrado relacin entre endometriosisy exposicin a bifenilos policlorados (Porpora, Ingelido et al., 2006), ftalatos (Tra-bert, De Roos, Schwartz, Peters, Scholes, Barr, Holt, 2010) y cadmio (Jackson,

    Zullo et al., 2008) (Jackson, Zullo, Foster, 2008), as como con alquilfenoles, bis-fenol A y parabenes (productos farmacuticos que contienen o imitan a los estr-genos y fitoestrgenos).

    FIBROMAS UTERINOS

    Los fibromas uterinos o leiomiomas se forman en el endometrio y son tumoracioneslocales benignas que ocurren con mucha frecuencia. Pueden desarrollarlos entre

    un 25 y un 50 % de las mujeres en edad reproductiva, y como factores de riesgo se

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    han mencionado la obesidad, la edad temprana de la menarquia y niveles excesivosde estrgenos, pero el hecho es que el tejido fibroide tiene mucha mayor concen-tracin de receptores estrognicos que el tejido uterino normal. La exposicin adisruptores endocrinos en animales de experimentacin ha demostrado que, cuantoms pronta en la vida de los animales es la exposicin a organoclorados o a DES,antes se desarrollan los miomas en las ratas del tipo 17 crain(modelo de rata paraestudiar disruptores). La exposicin a los pesticidas keponas, endosulfn, dieldrny metoxicloro produce en las ratas proliferacin de las clulas de leiomiomas (Hod-ges, Bergerson, Hunter, Walker, 2000). En mujeres se ha podido demostrar unaclara relacin entre disruptores endocrinos y fibromas (Mendola, Messer, Rappazzo,2008), y la exposicin a ftalatos se ha vinculado, en un amplio estudio desarrolladoen Estados Unidos, con la presencia de fibromas uterinos (Weuve, Hauser, Calafat,

    Missmer, Wise, 2010).

    MAMA FIBROQUSTICA

    A medio plazo, el exceso de estrgenos (hiperestrogenismo) se manifiesta por lapresencia de quistes en las mamas, o mamas fibroqusticas, a veces con dolores in-tensos premenstruales y tensin mamaria, y por un incremento, sobre todo, de mio-mas uterinos en las mujeres mayores de 40 aos, cuando ya declina la secrecin de

    progesterona, aunque la proliferacin de sustancias que imitan a los estrgenos enel medio ambiente ha hecho aparecer las lesiones fibroqusticas en edades cada vezms tempranas.

    El desarrollo de las glndulas mamarias empieza en el feto y contina hasta lamenopausia, con tres fases claras: en la vida fetal se establece la arquitectura de lasglndulas mamarias; en la pubertad proliferan el epitelio y el estroma; y en el em-barazo es cuando se diferencian las clulas productoras de leche. Los estudios hanmostrado que los disruptores endocrinos como bisfenol A y DES (dietilestilbes-trol) tienen que ver con una proliferacin anticipada de las clulas mamarias.

    CONSIDERACIONES DE LA UNIN EUROPEA

    Aunque el Plan de Accin sobre Medio Ambiente y Salud 2004-2010 que la UninEuropea puso en marcha de obligado cumplimiento para todos los estados miem-bros no se ha cumplido en la mayora de sus propuestas, ha servido para que seconstaten al menos de forma fehaciente las relaciones de los contaminantes am-bientales con la salud puestas en duda anteriormente. La revisin intermedia del

    Plan hace las siguientes consideraciones:

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    - Las enfermedades respiratorias son la segunda causa de mortalidad, incidencia,prevalencia y gasto en la Unin Europea, y siguen aumentando a causa de lacontaminacin atmosfrica exterior e interior.- Las conferencias ministeriales de la OMS de 2004 y 2007 han sealado la com-pleja influencia combinada de los contaminantes qumicos y algunas enferme-dades crnicas.- Cada vez existen ms evidencias cientficas que permiten afirmar que muchostipos de cncer como el de huesos, vejiga urinaria, pulmn, piel, mama, pn-creas y ganglios linfticos son producidos al menos en parte por factores am-bientales (txicos qumicos, partculas en el aire, radiaciones, etc.).- En los ltimos aos han aparecido nuevas enfermedades o sndromes de losque existen fuertes sospechas de factores etiolgicos ambientales, como la sen-

    sibilidad qumica mltiple, el sndrome de las amalgamas dentales, la sensibilidada los campos magnticos y el dficit de atencin con hiperactividad.- Consideran que el principio de precaucin, incluido en el Tratado Europeodesde 1992, y que exige evitar la utilizacin de determinados productos o tc-nicas si se sospecha que pueden afectar la salud humana, es fundamental en lapoltica de proteccin del medio ambiente y la salud.- Destacan la importancia del control biolgico humano (anlisis de la contami-nacin interna por medio de anlisis de sangre) como instrumento de evaluacindel nivel de exposicin de la poblacin a los efectos de la contaminacin.

    - Reclaman la conveniencia de un registro epidemiolgico, a nivel europeo, depersonas con enfermedades vinculadas de alguna manera a factores ambientales.- Recomiendan que se promocione en todos los estados de la Unin Europea laenseanza de la medicina ambiental entre los profesionales de la salud y, yo aado,que esta enseanza tenga en cuenta las diferencias y vulnerabilidades diferencialesentre mujeres y hombres y que se introduzca la docencia libre de sesgos de gneroen las ciencias de la salud. En una palabra, acabar con la invisibilidad de la saludde las mujeres y sus causas ambientales en las ciencias de la salud.

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    2 De lo anatmico a lo simblico: el cuerpo

    femenino en el divn psicoanalticoPilar ERRZURIZ VIDALCentro de Gnero y Cultura en Amrica Latina (CEGECAL)Universidad Nacional de Chile

    Pensar el cuerpo humanodesde disciplinas tales como la filosofa, el psicoa-nlisis, la psicologa, el feminismo, la ecologa y los estudios de gnero remiteinevitablemente al viejo conflicto entre naturaleza y cultura, en otras palabras,a la construccin discursiva e imaginaria que ha efectuado el sistema sexo-gnerocon los datos biolgicos/anatmicos, conformando lo que hoy entendemos comocuerpos sexuados. De manera que, hablar de cuerpos desde una perspectiva psico-analtica de gnero, precisa delimitar los rdenes que vamos a abordar: el orden de

    lo dado biolgica/anatmicamente, y aquellos definidos por la triloga lacanianaR. S. I.: lo Real,1 lo Simblico, lo Imaginario,2 rdenes inseparables para la teorapsicoanaltica en lo que se refiere a la constitucin del sujeto, la construccin delinconsciente y del psiquismo.

    Es necesario detenerse en este punto. Desde el momento en que la reflexin deLacan sita explcitamente el orden simblico en el registro de la Ley del Padre, esdecir, en un ordenamiento patriarcal secular, nos encontramos reducidas a la her-menutica hegemnica de un discurso dominante por la cual la diferencia de lossexos se jerarquiza y lo masculino pasa a ser el referente por excelencia del Uno

    universal. El mrito de la teora lacaniana consiste en sutilizar los preceptos freu-dianos ms prximos a las diferencias anatmicas entre los sexos, insertando a estasltimas explcitamente en el orden simblico.

    1 En este texto consideramos lo Real como lo no simbolizado, es decir aquello del mbito de lapsicosis, por eso lo distinguimos de lo bio-anatmico.

    2Jacques Lacan teoriza sobre este tema hasta llegar a una concepcin de entrelazamiento entre treselementos: lo real, lo simblico y lo imaginario para dar cuenta del funcionamiento psquico. Lo reales aquello que escapa a la simbolizacin, el lugar de la locura que desafa los otros rdenes. Lo simblicoes definido como el lugar del significante y de la funcin paterna. El imaginario, conjunto de represen-

    taciones inconscientes, constituye el lugar de las ilusiones del Yo (Roudinesco y Plon, 2000).

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    LO IMAGINARIO DE LO ANATMICO

    Sigmund Schlomo Freud, a lo largo de toda su obra, da cuenta de cmo el sistemasexo-gnero organiza las subjetividades de hombres y mujeres, ordenando lugarespara los cuerpos segn su bio-anatoma. El androcentrismo es asumido como con-natural a la organizacin humana, si no explcitamente, de manera implcita e indi-recta, y aparece como una constante incuestionada e incuestionable. No hay dudade que el creador del psicoanlisis da por sentada la legitimidad del sistema sexo-gnero que valora la masculinidad y sus oropeles por encima de la feminidad y susatributos, sin cuestionarse la tautologa del argumento. No solo no tuvo perspectivacrtica frente a esto, sino que contribuy a reforzar los valores patriarcales en unmomento histrico en el cual, gracias al advenimiento de la democracia, las mujeres

    reclamaban sus derechos de equidad con los varones. Por ltimo, incursionandoen terreno ajeno, Freud elabor una ficcin histrica, mito fundante del sistemapatriarcal para su justificacin (Freud, 1912-13/1981), confirmando con ella la noequivalencia congnita entre los sexos desde los albores de la civilizacin (Errzuriz,2012). Si bien su texto Ttem y Tabno fue bien recibido por la comunidad cien-tfica de la poca, se relaciona con otros que pretendieron justificar la dominacinmasculina construyendo mitos fundacionales, ficciones diversas por las cuales elcolectivo de hombres mereca el protagonismo desde los inicios, como principioordenador frente a la distorsin causada por el colectivo de mujeres (Rodrguez,

    Serrano, 2005).Como nos muestra Thomas Laqueur en su estudio sobre la construccin del

    sexo desde la Antigedad hasta la aparicin del psicoanlisis (Laqueur, 1994), labiologa y anatoma diferencial entre hombres y mujeres fue interpretada en detri-mento de estas ltimas como una versin inferior de la de los varones. Esta pseudo-ciencia pretendi, durante siglos, proporcionar una coartada para justificar ladominacin masculina y construy un imaginario social acerca de la superioridaddel cuerpo masculino. Esta supuesta verdad se instituy, en tanto discurso hege-mnico, en un sistema simblico que defini la diferencia sexual atribuyendo su-

    premaca a lo masculino e inferioridad a lo femenino. De este modo, se neg lahistoria no escrita de la humanidad que por siglos se rigi por referentes femeninosrelacionados con la maternidad y la capacidad de crianza,3 y si acaso ello fue reco-nocido por algunos estudiosos, se recurri a la interpretacin de un ordenamiento

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    3 Numerosos estudios arqueolgicos que se remontan siglos antes de la era cristiana, en particularantes de la aparicin de la escritura, remiten a hallazgos que dejan suponer otro orden simblico,aquel de un referente femenino, entre el ao 7 000 A.C. hasta el 500 a. C. a partir de cuando desaparecetodo vestigio. Incluso autores sugieren que dicho orden datara desde el Paleoltico Superior, 25 000

    aos a. C. (Stone, 1993; Lerner, 1990).

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    civilizatorio por parte de los dominantes sobre las dominadas poco aptas, segnaquellos, para compartir la conduccin poltica y social de una comunidad (Bacho-fen, 1861; Harrison, 1927; Graves, 1968; Lerner, 1990; Stone, 1993; Rodrguez, Se-rrano, 2005). Uno de los principales argumentos a los que se recurri para justificarla dominacin del colectivo masculino sobre el femenino se bas en la teora de lacercana mayor de la mujer con la naturaleza versus aquella del varn con la cultura,la que, por definicin, ordena y subyuga a la primera.

    La Modernidad Occidental, provista ya de todos los datos de las diferencias bio-lgicas, anatmicas y funcionales entre los sexos que contradijeron la distorsincon respecto al sexo de la mujer, se vio en la obligacin de aceptar el dualismo se-xual, reemplazando al monismo histrico que prim en el discurso mdico y filo-sfico hasta el siglo XVII: un sexo nico con diferentes grados de perfeccin, siendo

    el varn el modelo acabado con excelencia. Sin embargo, el sistema sexo-gnerocon su capacidad de metaestabilizacin,4 no dud en construir nuevos argumentosa favor de la superioridad del colectivo de varones sobre aquel de las mujeres. Losnuevos argumentos siguieron el mismo patrn jerarquizante, tal como hemos com-probado en nuestra investigacin sobre la misoginia decimonnica, en todas las dis-ciplinas, desde la Medicina hasta el arte y en especial el estudio de las subjetividadescon la psicologa y el psicoanlisis (Errzuriz, 2012).

    La teora psicoanaltica de la mano de Freud y discpulos coadyuv con entu-siasmo a explicar la diferencia sexual de una manera subjetiva: retom el monismo

    sexual, no ya en clave anatmica sino psquica. El ser humano, sujeto incipiente,hombre o mujer, se encuentra poseedor/a de una libido igual para ambos, caracte-rizada como activa, masculina, o en el mejor de los casos, indeterminada.5 Segnsu teora, desde este origen psquico comn e idntico se construir una diferenciasexual en las subjetividades de hombres y mujeres como consecuencia de la per-cepcin de una diferencia anatmica previamente calificada: tener pene, siendo loptimo; no tenerlo, lo adverso. Solo se necesit una metfora para designar la dife-rencia entre los cuerpos: la castracin. Esta aparente y falsa castracin del cuerpofemenino fue el ltimo eslabn de la misoginia decimonnica en tanto coartada

    para seguir perpetuando la dominacin masculina, as justificada.

    DE LO ANATMICO A LO SIMBLICO: EL CUERPO FEMENINO EN EL DIVN... 39

    4 El patriarcado es el conjunto metaestable de pactos, asimismo metaestables entre los varones(Amors, 1992: 52), pactos explcitos o implcitos para perpetuar el sistema androcntrico material ysimblico. El patriarcado es un sistema milenario que va adaptndose a cada nueva estructura eco-nmica y poltica (Puleo, 1998: 41).

    5 Libidosignifica deseoen latn y fue re-conceptualizado por Freud como manifestacin de lapulsin sexual en la vida psquica y, por extensin, en la sexualidad humana en general (Roudinesco

    y Plon, 2000).

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    La imagen de un cuerpo mutilado,6 inferior, deforme, no tardara en homoge-neizarse con la antigua representacin de un cuerpo imperfecto como se haba de-finido por siglos en la teora del monismo sexual. Freud dio estatus fundacional delas subjetividades al mito secular de la supuesta imperfeccin del cuerpo sexuadode la mujer en clave milenaria, obviando cualquier conocimiento cientfico. Se reeditael argumento circular que se explica a s mismo: se valora el colectivo masculino por-que posee pene; se valora el pene porque lo posee el colectivo masculino.

    En 1923, en su teorizacin acerca del Yo y el Ello, Freud afirmaba que el yoes, ante todo, un ser corpreo7 (Freud, 1923/1981: 2709). Asimismo, nos enseque donde el elloera, elyoadviene (Freud, 1932/1981: 3146), siendo el ello ellugar de las pulsiones, elyoun lugar de transformacin de aquellas segn el prin-cipio de realidad y el sistema percepcin-conciencia que lo produce. Adems, el yo

    albergar tambin las normativas e ideales interiorizados, dando lugar al supery,que relacionar el ser corpreo con las instituciones de lo simblico y sus man-datos de gnero, valores y designaciones.

    En 1925 Freud describa lo siguiente: la nia advierte el pene de un hermanoo de un compaero de juegos, llamativamente visible y de grandes proporciones,lo reconoce al punto como smil superior de su propio rgano pequeo e incons-picuo8 y desde ese momento cae vctima de la envidia flica. (Freud, 1925/1981:2899). Estamos frente a lo que el autor considera la decodificacin de un dato ana-tmico por el orden imaginario, interpretacin errnea, por cierto, pero justificada

    segn la teora, porque la nia no tiene percepcin consciente de su vagina y, enaras de un espontneo mimetismo e ignorancia cientfica, confundira su cltoriscon el rgano viril.

    Se trata, acaso, de un error de la nia pensar que pene y cltoris son lo mismo,solo que este ltimo, el suyo, es inferior? 9O se trata de un error del interpretador?Para nuestro asombro, leemos en Las Teoras Sexuales Infantiles (1908) que laanatoma ha reconocido en el cltoris femenino el rgano homlogo al pene, y la fi-siologa de los procesos sexuales ha aadido que este pene incipiente y no suscep-

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    6 El trmino de mutilacin fue usado por Karl Abraham, discpulo y amigo de Freud, para des-cribir la falta de pene en la nia, aadiendo incluso una suerte de confirmacin de ella, a posteriori,en el momento de la menarquia, resignificando la supuesta mutilacin original (Mitchell, 1981).

    7 La segunda tpica de la teora freudiana sobre la conformacin del aparato psquico designa doslugares: el Ello primigenio, concebido como un conjunto de naturaleza pulsional, y el Yo, que aparececomo lugar de apoyo para la autoconservacin, como posible objeto de amor para el sujeto y comoasiento de la instancia moral que se denomina el Supery (Roudinesco y Plon, 2000).

    8 El Maestro se refiere al cltoris.9 Durante mi prctica clnica con nios desde 1979 en adelante, nunca pude constatar semejante

    fantasa en nias. Aparecieron, en cambio, representaciones de inequidad producto de normas de g-nero y de rebelda proyectadas o incluso explicitadas sobre tratamiento desigual con sus coetneos

    varones por parte de las instituciones (familia, escuela).

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    tible de mayor desarrollo se conduce en la infancia de la mujer como un verdaderopene (Freud, 1908/1981: 1266). Cuesta pensar que el Maestro, todo un mdiconeurlogo, ignorara que la ciencia ya haba reconocido el cltoris como un rgano

    per se con una nica funcin, el placer sexual y no como el homlogo del pene, elcual es conducto de orina y semen, adems de sede de placer. Lo nico que homo-loga el cltoris con el pene, si es que se quiere insistir en ello, es que ambos sonasientos del placer sexual y desde ese punto de vista podemos pensar que, en lamasturbacin infantil, un adulto puede interpretar la simetra como homologa.Pero el cltoris, como propio de las mujeres, ha sido conocido desde la Antigedad;en griego, kleitoris, que significa divino, famoso, propio de las diosas (Walker,1983: 170), fue no solo recogido por la tradicin, sino tambin por la Medicina.

    De manera que la informacin que entrega Freud respecto del cltoris es, cuando

    menos, sesgada por el sexismo que intenta probar de manera pseudocientfica unasuerte de monismo sexual ya obsoleto. Lo denuncia Luce Irigaray (Irigaray, 1974)en Ese sexo que no es solo uno, es decir, ella denuncia el uso de la episteme de lomismo, por la cual toda medida de la realidad de los sujetos parte de una perspectivanica: lo masculino. A la vez, la psicoanalista da cuenta de la complejidad del aparatosexual femenino y del correlato mltiple en lo psquico acerca de su sexualidad.

    En otras palabras, de acuerdo a la teora fundacional psicoanaltica, el aparatosexual humano tiene como referente el del hombre para la construccin de la se-xualidad, sin tener en cuenta que los rganos sexuales de la mujer y su sexualidad

    difieren, por presentar varios puntos ergenos y no solo uno: el cltoris, la vulva,los labios, la vagina, con un necesario corolario psquico ya sea en la representacino en el imaginario. Insistir hoy en da sobre el monismo sexual, aunque se haya re-alo-

    jado en el mbito psquico, y seguir interpretando la protesta femenina acerca deinequidad de gnero con la envidia del pene, interpretacin habitual en la prc-tica psicoanaltica, resulta un arcasmo poco procedente. De acuerdo con la cons-truccin del inconsciente en clave de un sistema sexo-gnero falocntrico, se

    justifica esta hermenutica psicoanaltica, pero ignorar una perspectiva crtica sobrela misma solo perpeta, desde el supuesto saber, el discurso sexista secular.

    Volviendo a 1925, Freud nos informa que Cuando el varoncito descubre porprimera vez la regin genital de la nia, no ve nada o repudia su p