Alas a la Obra

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por maría suárez toro ¡Alas a la obra!

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Autora: María Suárez Toro

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por maría suárez toro

¡Alas a la obra!

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863.44S939a Suárez Toro, María ¡Alas a la obra! / María Suárez Toro. – 1a. ed. – San José: M. Suárez T., 2008. 80 p. : il. ; 14 x 21 cm. ISBN 978-9968-47-128-2 1. Suárez Toro, María - Anécdotas. 2. Relatos costarricenses. 3. Feminismo. I. Título.

Copyright Maria Suárez ToroPublicado por la autora en el 2008 para todo el mundo.

El Rodeo, San José, Costa Rica.

Tel. (506) 22493084Impreso por Imprenta Guilá

Impreso en Costa Rica.

Impresión, diciembre, 2008

Reservados todos los derechos para que se pueda reproducir dando crédito a la autora e informándole de su uso al blog

www.nuestrasmetamorfosis.net o al correo electrónico [email protected]

Coordinación editorial: Carmen Muñoz

Diseño gráfi co y portada: Carmen MuñozDiagramación: Laura Pacheco Ilustraciones: Ronald Porras

Corrección: Mauricio MeléndezHecho el depósito legal

CC

ISBN:

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Las anécdotas y chistes que aquí aparecen forman parte del proceso de escribir el libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa y de popularizarlo. Este último, es un libro para que la gente conozca las contribuciones de muchas mujeres en todas las disciplinas del saber y quehacer de la humanidad a través de la historia.

Las 27 mujeres de diferentes regiones del mundo y de diversas edades, etnias, opciones, carreras y actividades irrumpen -en el libro- colectiva e individualmente en el debate del conocimiento, la ciencia y sus sociedades, “nombrando” sus abordajes y experiencias desde sí mismas.

Afi rman que no se dejaron enganchar por un paradigma mecanicista, que profundizó la política de convertir a las mujeres y al resto de la naturaleza en “las otras”, transformadas en bienes a dominar y controlar.

Muchas de ellas son feministas. ¡El libro es para que las conozcan y las mencionen, aunque sea para hablar bien de

ellas, como dice Kata!**

Pero este otro libro -Alas a la obra- consiste de anécdotas surgidas durante mi participación en el Proyecto Alas de Mariposa*, que está llevando a algunos de los personajes del libro, a las tablas con la obra de teatro El Laberinto de la mariposas.

El recuento de estas graciosas anécdotas me hace recordar que, a pesar de algunos

dolores de cabeza en el proceso, son más las alegrías que las tristezas.

Por eso, ¡que siga la historia!

*Alas de Mariposa en www.alasdemariposa.org**Katerina Anfossi, directora de Radio Internacional Feminista, emisora que ha

sido la fuente de muchas de las historias en el libro.

Presentación

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Capítulo I

De la era de las comunicaciones

cibernéticas

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El otro día me contaba una amiga mía –una gringa que vive en Nicaragua

hace más de 50 años– que aprender a usar el Skype

para hablar por la computadora con

sus hijos y su nieta, fue un gran

descubrimiento. Además de que

no tiene que pagar los costos

de llamadas telefónicas

internacionales, los puede ver en

vivo y a todo color cuando les habla.

Una abuela digital

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Tiene un hijo que se casó y se fue a vivir a Venezuela con su esposa. Tuvieron una bebé. La abuela –mi amiga María– llegó a amar Skype, mucho más porque le resultaba muy caro viajar desde Nicaragua a ese país. Así, desde que nació su nieta, pudo compartir su desarrollo y comunicarse con ella cuando la colocaban frente a la camarita de la computadora para que le hablara mientras se veían y se reían.

Más adelante, hasta le fue posible a la abuela computarizada hablar directamente con

su nieta cuando esta comenzó a emitir sus primeros balbuceos. Una hablaba, la otra le balbuceaba en respuesta, todo ello en gran alegrón de comunicación cibernética.

Pero la felicidad virtual le duró poco y el costo afectivo fue demasiado grande a pesar del ahorro económico.

“Me voy hoy mismo para Venezuela. ¡Es que ayer mi nieta le pidió a su papá que encendiera a su abuela para hablar con ella! Necesito que sepa que soy de carne y hueso…”

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Casi siempre, ella cargaba su llave malla colgada del cuello. Entre pechos y espalda, como dicen. Algunas veces lo hacía para tenerla accesible, con la velocidad de la era digital y otras veces lo hacía para que no se le perdiera, por lo volatilizado de su imaginación fugaz.

Un día de tantos tuvo que ir a trabajar con la editora de su libro*, quien pasaba un tremendo mal rato debido a que no encontraba –en su computadora– el resumen de la biografía de esta autora y que debía mandar a la casa editorial ese mismo día.

El alma de una llave malla

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Llegó ella –la autora– para ayudar a la editora a encontrar el archivo en la computadora.

Desconsolada, la editora le dice que no la encuentra por ningún lado.

“Yo la tengo aquí” –le responde la autora mientras se coloca la mano extendida en el pecho, donde colgaba la llave malla que portaba todos los archivos de su libro.

Pero la otra seguía buscando como si no la escuchara; como si la obsesión por el archivo tuviese más peso que la palabra.

Vuelve a lamentarse la editora. Vuelve a señalarle –cada vez más enfática– la autora. Tres veces cantó el gallo, mejor dicho,

cacarearon las gallinas sin poner el huevo.

A la cuarta vez de escuchar la misma cantaleta, la editora se da media vuelta y amorosamente desafi ante le reclama. “Deja de decir eso, de nada nos sirve que tengas tu biografía en tu alma. ¡La necesito en la computadora!

Punto seguido la autora se arranca “el alma” del pecho, dándole el archivo con su biografía. Así es la vida de la que escribe. Pasa circulando entre el alma y la computadora.

De todo pasa en esta era digitalizada. Moraleja: cuidado con confundir el alma con la llave malla.

* Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa, Editorial Farben/Norma, 2008.

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-“No -entenderrrr-su respuesta”,diga SI o diga NO.” ¡Sííííí!!!

¡Sííííí!!!

“Su respuesta no es ninguna de las opciones, diga ”Si” o diga “NO”

Molly en todos lados

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Estados Unidos es el país de la más alta tecnología comunicacional e informática. Allí, hablar por teléfono es un acto solitario, monosilábico y maleducado.

Empecemos por el teléfono. No importa a donde llames para buscar un horario, sea de bus, tren, banco, taxi o directorio telefónico, siempre te sale una contestadora. Y ahora todas tienen nombre, como queriendo humanizar la tecnología.

―¡Hola!, soy Sally, escúchame atentamente.

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―¡Hola!, soy Silvia, escúchame con atención y haz todo lo que te diga.

―¡Hola!, soy Annie, escucha y escoge.

Claro que sí, todas son “mujeres,” recepcionistas del universo. “Silvia” me da las instrucciones, hablando y hablando sin parar hasta que una le apriete el botón de alguna opción. Termino apretando cualquiera para que se calle. No puedo con tantas opciones.

Luego de un delicioso segundo de silencio, sale otra vez, en esta ocasión pidiéndome que le hable: ―Si la opción es correcta, diga “sí”. Si la opción es incorrecta, diga “no”.

Le respondo como me enseñaron a hablar por teléfono, hasta con la persona más amarga que te conteste al otro lado:

―Sí, gracias, le digo.

―No entenderrr su rrrespuesta, me dice: Diga sí o diga no.

Vuelvo a decirle, esta vez más fuerte, pegándome al auricular y tratando de hacer una entonación más gringa, que sí, que gracias. “Su rrrespuesta no es ninguna de las opciones, diga “sí” o diga “no.”

―“Sííííííí” y cuelgo de la desesperación. Ya era muy tarde cuando al fi n “Silvia” resolvió pasarme el horario de los buses para Nueva York. Para recibir lo que quieres, una tiene que ser maleducada. Las gracias son un lenguaje que las computadoras no entienden.

* Véase personaje en el libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa o su reseña en www.nuestrasmetamorfosis.net.

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Ay, bueno, ni modo. “Y volver, volver,volllllverrrrr...”

Molly en el carroViajando en el Prius de la hermana de Margie en Salem, nos apareció otra “Molly”. Esta pobre no tenía nombre, así que nosotras la bautizamos “Esmeralda”. Para que “ella”, mujer y además latinoamericana, “manejara” a Jack, quién además de gringo fue nuestro chofer cuando veníamos del aeropuerto para buscar a Angelita, la hija de Guadalupe.

Jack es el generoso cuñado de Margie que nos manejó para arriba y para abajo en su nuevo auto híbrido. Este Prius funciona con

electricidad y gasolina combinadas y tiene una

computadora GPS que te lleva a cualquier lado. Esmeralda Prius

de la Toyota es su nombre completo. Ella es

trilingüe: le puedes apretar el botón en francés, inglés o español. Ella te lleva,

cuadra por cuadra, a cualquier lugar del planeta… ¡Cualquier lugar que tenga cuadras! En todo caso,

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como Esmeralda se cansaba a veces, yo tomaba su lugar.

El siguiente es un diálogo de Esmeralda con Angelita después de visitar el Museo de las Brujas de Salem:

A: Esmeralda, ¿vos sos una bruja?

E: De que somos, somos, pero no por mi capacidad de llevarte automáticamente de un lado a otro en este carro. Eso es trabajo del satélite y la computadora. Soy de las que somos, porque cuando me bajo del carro enciendo hasta las bicicletas y las patinetas.

A: Esmeralda, ¿vos has ido a chancletear a Guanacaste?

E: Pues mira, un día de estos me llevaron allí para ver si pasaba la prueba satelital guanacasteca, pero me quedé en el primer examen. ¡Qué voy a saber yo eso de 100 metros al este del

higuerón y 25 para allá y 10 para acá! Después de tratar de entender cuál era la izquierda y la derecha y el higuerón y la bomba de Liberia, lo que me salió fue decirle al que me hacía la prueba que mejor bailara chachachá para llegar a playa Panamá. Y me quitaron el volante y me mandaron para Estados Unidos de vuelta, con todo y mi Prius.

E: Angelita, ¿te gusta Estados Unidos?

A: Pues para conocer un poco sí, pero para vivir… me regreso a mi Costa Rica.

E: Angelita, ¿a tu mamá le gusta Estados Unidos?

A: ¡Qué indiscreta Esmeralda, pregúntaselo a ella!

A: Esmeralda, ¿vos sabés cantar? E: ¡Ay, pero cómo me vas a poner en ese aprieto delante de tu madre! No, no me aprietes ese botón, por fa... ¡Ay!, bueno, ni modo “Y volver, volver, volllllverrrrr.”

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¿Se han dado cuenta de que Santa Margarita de Denver nunca nos interrumpe en las reuniones de “Alas” para preguntarnos lo que quieren decir algunas palabrotas que usamos en nuestro proceso? Cuando vino a Provincetown, le preguntamos si las entendía todas. Claro que no, pero es tan respetuosa de los procesos, que se las traga y después las busca en algún diccionario.

Por ejemplo, está la palabra “clavo” que usamos tanto, cada vez que nos referimos a la complejidad en la que nos hemos metido,

Un diccionario “molliesco” para Margie

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al diseñar una obra musical que integra la música, el teatro, el ritual y lo multimediático. Nos contaba que fue complicado entender el contexto y escuchar la palabra, que hasta que la oyó siete veces, pudo apenas recordarla para buscarla. Y para colmo, el diccionario se la defi nía así: “1. m. Pieza metálica, larga y delgada, con cabeza y punta, que sirve para introducirla en alguna parte o para asegurar una cosa a otra”.

La solución ha sido regalarle un diccionario electrónico que pueda andar para arriba y para abajo, para no desperdiciar el calor del momento y sepa de qué diablos estamos

hablando. Y lo mejor de todo es que a ese diccionario se le puede incluir palabras nuevas y defi niciones propias. ¡Por dicha, porque nos hemos inventado cada cosa! Cuando se lo dimos, ya le había metido “BOSQUETERAS”, palabra que se había matado buscando en un diccionario corriente y nunca encontró.

Le hemos colocado en su diccionario electrónico la siguiente defi nición: “palabra usada en el libro de María, Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa, para signifi car todas esas mujeres en la historia que no han perdido el bosque por los árboles, ni viceversa. ¡Vivan las bosqueteras!”

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Capítulo II

De lo que algunos quisieran ver:

“Posfeminismo”

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Senilidad feministaKaterina es mi colega, cofundadora –conmigo– de Radio Internacional Feminista en 1991, en Costa Rica.

Sabemos que estaremos juntas mientras el destino de la radio lo quiera. No obstante, siempre comentamos que si algún día nos separamos, nos llevaremos por siempre una a la otra en los afectos y el pensamiento, preguntándonos qué estará haciendo y cómo estará la otra.

Es en homenaje a esa verdad que le hice este chiste:

Un día se encontraron en el Parque Central de San José dos viejitas

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que hacía tiempo no se veían. Una tenía 82 años y la otra 94.

Oye, María ―le dice Kata entre labios metidos en los dientes― ¿Te acuerdas cuando éramos feministas?

¡Ay Kata, cómo no me voy a acordar! ¿O es que crees que yo ya estoy senil?

Pero… ―se le queda viendo a Kata y añade― ¡claro que me acuerdo, lo que no recuerdo es por qué!

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Una salida olímpica Una vez llegó a la ofi cina de Radio Internacional Feminista (RIF) –la primera radio de mujeres en Internet en el mundo– el delegado de una fuente fi nanciera a evaluar el trabajo y las proyecciones de RIF luego de 10 años de estar fi nanciándola. Para renovar los fondos, ese organismo tenía que hacer una evaluación especial pues ya llevaban mucho tiempo soltándole recursos al medio.

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Desde su inicio, Kata y María habían sido codirectoras de RIF, coordinando equipos de mujeres que habían cambiado en el transcurso de los años. La agencia está preocupada por eso. Entonces, el funcionario les pregunta que qué pasaría con RIF si ambas, mientras viajaban

en un carro o en un avión, tenían un accidente.

¡Como no tenían una respuesta para lo que pasaría si ellas desaparecían de un pronto a otro, lo que hicieron fue prometerle que nunca viajarían juntas en un carro o aeroplano!

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Un científi co de la física cuántica está sentado a la orilla del mar con su compañera al lado, una feminista ama de casa. Ambos están en actitud contemplativa y dialógica.

Él pregunta: ¿Oye chica, si el planeta consiste de agua en tres cuartas partes, por qué será que le llamamos Tierra?

Sin pensarlo mucho, el ama de la ciencia cotidiana de la casa le contesta: ¡Chico, porque los peces no son los que nombran!

MARterra

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Capítulo III

De niñas, niños y sus fantasías

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Marina es una niña boricua de tres años de edad. Asiste a una Escuela Montessori en la isla de Puerto Rico. Pasa la mayor parte del día

jugando con los pequeños animalitos que hay en el aula. Les da de comer, los saca a pasear y los observa con una curiosidad que provoca envidia a las personas adultas quienes tienen

demasiadas responsabilidades como para sentarse a meditar sobre la vida con los

animales.

Al salir de la escuelita, la mayor parte de las veces, la recoge su madre, su tía o su abuela. Todas se turnan para ir a buscarla, en medio

de sus quehaceres profesionales y domésticos. Pero Marina tiene una tía abuela –Norma– que siempre es la sustituta emergente cuando las demás no pueden. Todas son mujeres

Marina y sus pollitos

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que han criado a sus hijas solas y con el apoyo solidario entre ellas, una generación tras otra.

Un cierto día, a tía Norma le correspondió buscar a su sobrina nieta porque nadie más podía, cosa que no sucedía muy a menudo. Aún más, hacía seis meses no había tenido que sustituir a las tres otras madres de Marina.

La niña la ve llegar y la toma de la mano para llevarla a ver los animalitos del aula.

―¡Pero, Marina, en esa jaula antes tenían pollitos y ahora tienen gallinas y gallos! ¿Qué pasó con los pollitos?

―¡Ay! Titi, ¿nunca te enseñaron en tu kínder que los pollitos crecen?

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De vírgenes, sexo y teatro

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Estrellita es una niña de cuarto grado escolar, también en Puerto Rico. Es tan hermosa que la gente en la calle le dice a su madre que su foto debería estar en una postal navideña. Tiene un pelo negro azabache largo y ensortijado; una piel canela “de revista” y unos ojos jíbaros taínos grandes, negros como la noche más oscura del solsticio de invierno y expresivos, de esos que lo dicen todo en la mirada.

Su papá vive en la casa. El hombre pasa preocupado por el

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destino de su hija tan bonita. Todos los amigos lo alertan constantemente para que la cuide de los otros hombres en este mundo.

Un día de tantos, Estrellita llega a casa triste y meditabunda. Anuncia solemnemente a su madre y a su padre que ya no era virgen.

Un silencio sepulcral invade el comedor. Las miradas adultas se cruzan sin palabras. La niña sigue comiendo como si nada, aunque la tristeza que la invade ese día no se le quita ni con la comilona de esa noche. Su progenitores disimulan: va al baño uno y a la cocina, la otra.

Se juntan en el pasillo. Hablan.

―Mira, chica, yo no puedo lidiar con eso. Ese es tema de mujeres. Y cuando sepa quién es el

huevón le voy a cortar la perinola. Pregúntale, pero por favor, hazlo tú, porque yo estoy hecho un pedazo de caca y no quiero ni comer.

La madre regresa a la mesa donde, sola y abandonada, come y come Estrellita. La señora traga saliva y se frota las manos para llenarse de valor. Con voz temblorosa, pero decidida, mira a su pequeña hija a los ojos.

―Hija, explícame eso de que ya no eres virgen.

―¡Ay mami!, es que ahora me pusieron de pastorcita porque otra niña quiso ser la Virgen del pesebre y como lloró tanto, la maestra nos cambió de lugar.

Llorando y comiendo, repetía sin cesar: “Yo quería ser la virgen, yo quería ser virgen.”

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David, también puertorriqueño y montessoriano, tiene una abuela de 83 años de edad. Ya entrada en edad, se hizo escritora y publicó su primer libro de cuentos infantiles al cumplir 80.

Una abuela para preescolar

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Dos de sus hijas le habían regalado una computadora para que pudiera trabajar otros cuentos y publicar más libros. Pero, ¡cómo le costaba aprender a usarla! El tal ratón ya lo había estrellado contra la pared varias veces, de la frustración tecnológica que la embargaba.

Se le borraban los textos, se le corrían las páginas y nunca encontraba cómo poner los acentos en aquella gringada de máquina que le habían puesto sus hijas al lado de la cocina.

Entre platillo y platillo, seguía escribiendo cuento tras cuento, dejándolos así, desarmados y desacomodados, hasta que llegara a la casa alguno de sus descendientes (seis hijos e hijas y nueve nietos).

David era el más pequeño de todos, pero fue el único que llegó a visitarla un determinado domingo, cuando ella debía arreglar sus cuentos para la segunda entrega a la casa editorial que le publicaba sus libros.

―David, ayúdame a ordenar estos cuentos, si sabes usar este aparato, ¡por favor!, que se me han desfi gurado todos y no sé qué hacer.

David se acerca a la computadora de su abuela, quién le enseña aquel galimatías de textos y mirando el desorden le dice:

―¡Ay Alita!, yo te voy a ayudar, pero sinceramente creo que el problema se resuelve con que vayas nuevamente a cursar el kínder, porque allí es dónde enseñan eso.”

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Lunita es una niña de siete años, también montessoriana, a quien un día una compañerita trató de quitar la fantasía navideña, diciéndole que San Nicolás no existía, que era su propia mamá la que le traía los regalos.

Lunita era hija de madre divorciada, “dueña de su propia vida”, quien la había educado en la sinceridad.

―Lunita, no hay pregunta que tú no puedas hacerme y de cualquier cosa, que yo siempre te diré la verdad.

Ese día la niña llega de la escuela muy preocupada.

Una supermamá

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―Mami, te voy a hacer una pregunta que me tiene angustiada, pero quiero que me prometas que me vas a decir solo la verdad.

Tere –que ese era el nombre de la madre– le responde que sí, que no le diría más que la verdad.

–¡Mami, es que una amiguita me dijo hoy que San Nicolás no existía, que eres tú!

Tere la mira sabiendo que su más pequeña hija perdería su última fantasía con la respuesta

que ella le tenía que dar, honrando la promesa. Y tristemente le contesta:

–Sí, hija, yo soy San Nicolás.

La chiquilla la mira asustadísima y admiradísima a la vez.

–Mami, entonces lo que quiero que me expliques es cómo diablos haces todos los 24 de diciembre para ir a casa de todas las niñas y niños del mundo. ¡Ni Supermán puede hacer eso!

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Ting y Ziwei, dos niñitas de origen chino, viven con su madre y padre adoptivos. La primera tiene once otoños y la segunda ocho primaveras. Viven en un pequeño pueblito rural del medio oeste de Estados Unidos, compuesto casi exclusivamente, por descendientes de Noruega, es decir, blancos, rubios y de ojos azules. Ellas tienen todas las facciones chinas: ojos grandes color azabache, pelo lacio negro y tez blanca.

Un día me contaban acerca de una película que vieron, Los Increíbles, una superfamilia urbana que tiene que dedicarse a salvar vidas por los poderes especiales que poseen. Es una producción digital animada de Disney y Pixar. Me impresionó el concepto que tenían las niñas acerca de los poderes, múltiples poderes.

Ziwei: “Mr. Increíble tiene el poder de la fuerza física. Pesa aproximadamente 600 libras, es bien fornido y puede levantar carros, trenes y casi

Poder: un campo de fuerza

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cualquier cosa. Lo usa para ayudar a la gente.

Ting: “Y la Sra. Increíble tiene el poder de la elasticidad, es más le dicen Elasticgirl por eso. Puede estirarse a tal punto que puede desplazarse de un lugar lejano a otro, sin dar ni un paso. Lo usa para sacar de apuros a su marido y a su prole.

Ziwei: ¡Y puede alcanzar cosas altas en la casa, pues allí es donde trabaja.

Ting: Además está el bebé Jack, que tiene el poder de cambiar. Se puede convertir en cualquier cosa: una animal, una planta y una persona, entre otros.

Ziwei: Y dos adolescentes: Dash, que es súper competitivo y puede correr a velocidades increíbles. Y Violeta, una tímida niña, pero con el poder de hacerse invisible, además de que tiene

un campo de fuerza para escudarse.

Les pregunto: ¿Si tuvieran el poder de hacerse invisibles, cuándo lo usarían?

Ziwei: Cuando me avergüenzo por algo que he hecho mal y la gente me mira raro.

Ting: Cuando tengo que defenderme para que no me hagan daño. Como el sueño que tuve sobre eso hace unos días, en el que me perseguían.

Poder crear un campo de fuerza a mi alrededor cuando me persiguen, para que nadie me encuentre.

Ya ven, la invisibilización de una mujer, cuando es escogida, puede ser una buena herramienta para trascender la victimización.

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Tengo que ser sincera con ustedes. Aún y cuando ya había terminado el doctorado en Paradigmas de la Ciencia aplicados a la educación y hasta me había graduado, salí sin comprender lo que eran los paradigmas.

Paradogicamente, eso me lo enseñó un niño de la India que tenía apenas doce años de edad.

Lo conocí en un hospital ayurveda en Coimbatore, al sur de su país. Su madre era una enfermera en el centro y yo una paciente –muy paciente por cierto, porque en esa ciencia antigua hay que esperar a que el cuerpo se sane solito y “a

Un sencillo reloj de arena

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fuego” lento. Rahi era un estudiante que llegaba después de la escuela a esperar que su madre saliera del trabajo, para regresar juntos a la casa.

Venía a mi cuarto a estudiar para sus exámenes porque se aburría de esperar a su madre y yo, me aburría de esperar a mi cuerpo. Ese día se preparaba para su examen fi nal de ciencia.

―¿Sabe usted quién es el Padre de la Ciencia Moderna? ―me pregunta.―Me imagino que te refi eres a Isaac Newton –le respondo.

El estudiantado de la India está acostumbrado al método socrático por excelencia: ¡Argumentar y discutir hasta ganar!

―Pero… ―me reta con picardía, ¿sabe porqué es que le dicen el Padre de la Ciencia Moderna?

―Bueno, me imagino que es porque inventó un nuevo paradigma científi co.

―No, se equivoca ―me dice mientras procede a dibujar un reloj de agua y uno de arena en su cuaderno y explicarme como funcionan ―Es porque inventó esto.

―¿Qué ―le devuelvo el desafío― me van a decir que por inventar ese pinche reloj lo declararon Padre de Toda la Ciencia?

Se rasca la cabeza. Me mira a los ojos. Mira su dibujo. Pone la mirada en su reloj de muñeca para ver si ya es hora de irse. No sabe cómo ganarme el argumento. ¡Eso creí yo!

―Claro que es por eso, ¿acaso usted ha visto alguien en este mundo que no use reloj para medir el tiempo?

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Capítulo IV

Del género y los paradigmas

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Los paradigmas (códigos mentales convertidos en “sentido común”) que tienen que ver con el género masculino y femenino no son tan difíciles de ubicar.

En realidad, no hay que complicarse la vida con demasiada teoría. Puede ser muy sencillo.

Son básicamente dos códigos, aunque cada uno tenga muchas aristas.

Si una persona observa los asuntos que se refi eren al ser hombre o ser mujer desde el paradigma de la diferencia genérica sin conciencia feminista, donde mira hombres con poder, piensa y ve “derecho natural” y en donde mira mujeres subordinadas,

Género y paradigmas

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piensa y ve “naturaleza subordinada” al hombre.

Pero si una persona mira esos mismos asuntos desde un paradigma de la igualdad, cuando ve

a los hombres y las mujeres interactuando así, ve discriminación.

¡Eso equivale también a ver el patriarcado como un paradigma!

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Del genio de la ciencia del siglo XX se ha dicho que, aunque él tenía un cerebro más pequeño que el de cualquier otra persona, fue un genio porque usaba mucho más cacumen que la demás gente.

Si las mujeres contáramos, existiría al menos una segunda teoría sobre la genialidad del científi co más grande del Siglo XX. ¡Alberto fue genial porque usaba dos cerebros: el suyo y el mío!

Mileva Maric en su carta imaginaria

*Ver Carta imaginaria de Mileva Maric en el libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa, publicado por la Editorial Farben/Norma.

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Ese libro es un libro todo raro. Lo he convertido en un personaje virtual en www.nuestrasmetamorfosis.net.

Le dicen “el libro”, en masculino, pero tiene un seudónimo literario femenino: Soyla Mar de Cambios.

Pero ella/él se burla de las dicotomías.

Dice que…

- Para los conservadores soy esquizofrénica.

Un libro abierto

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- Para la iglesia institucionalizada soy una pervertida.

-Para la salud institucionalizada soy una enferma.

-Para la Real Academia soy una ambivalente.

-Para la psicología freudiana tengo un desorden identitario de género.

-Para la ley soy una aberración.

-Para mí y quienes me lean y escriban, soy como soy: una personaja/personaje difícil de escindir.

Es la Internet no institucionalizada (de código abierto) la que me respeta, dándome campo como soy.

¿Y usted, está institucionalizada/o o es de código abierto?

* En www.nuestrasmetamorfosis.net la autora ha convertido el libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa en un personaje virtual.

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Cuando me agarro a mí misma dicotomizando, hago un ejercicio –sencillo y en el momento– que me ayuda a rectifi car. Trato de ver las interacciones entre los

extremos, en lugar de concentrarme en escoger uno de ellos.

Por ejemplo, el otro día escuché a una periodista preguntar en un programa de radio sobre la huelga de hambre de fi scales, feministas y pueblo contra la corrupción en Honduras. ¿Qué hacer cuando hay

que escoger entre la ley y la justicia? Hice el ejercicio. Falsa dicotomía. La ley está para hacer justicia. ¡No sirve si no la hace! Punto.

Otro ejemplo del mismo ejercicio: El otro día caminando por las calles del Nueva York latino, había un graffi ti que decía así: “No es lo mismo soñar dormida que soñar despierta.”

Y yo me pregunté ¿cuál será la diferencia?

Ejercicio para aprender a dejar de dicotomizar

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De la aburrición y las adiccionesHace unos días, una amiga se quejaba de que viene notando –desde hace un tiempo– que cada vez que va a conferencias de mujeres y feministas, muchas de ellas sacan las computadoras y se ponen a leer y contestar sus correos electrónicos mientras las oradoras hablan.

Malena estaba alarmada sobre la falta de respeto de las cibernautas y sobre las adiciones digitales que se están desarrollando hoy frente a las computadoras.

Sin embargo, yo le hice una acotación sobre otro factor que se debe

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tomar en cuenta para analizar esto en su justa dimensión.

¡Lo aburridas que son muchas veces las charlas!

Dice el comunicador social Frei Beto, de Brasil, que hay una cuestión generacional en esto.

Que la generación de 50 para arriba, es la generación del discurso y el texto. Y que la

de ahora es la generación de la imagen y la acción.

Pienso que eso es dicotómico; pero no deja de tener algo de razón.

Lo relevante desde cualquiera de los lenguajes o medios que usemos es que nos conectemos.

¡No, no me refi ero a las computadoras, me refi ero a la gente de carne y hueso!

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Capítulo V

Una residencia artística

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Pescar almejas en ProvincetownDice un dicho popular salvadoreño que para comer pescado hay que mojarse el culo.

Aquí, en invierno, eso no es posible. Por eso, Guadalupe y María apelaron a la forma latina de pescar almejas.

Claro, dice el dicho que para comer

mariscos “…hay que mojarse el rabo”. Pero no se especifi ca el de quién.

A pesar de las inclemencias de la nevada y de la helada invernal, un cierto día se fueron a la

orilla de la playa a buscar almejas. Y lo lograron.

¡Se robaron todas las almejas que iban dejando en las piedras los que se mojaron para sacarlas del

mar!

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Reciclar en Provincetown

Reciclar en cualquier lugar del planeta es un acto ecológico de conciencia ambiental.

Pero… separar y sacar la basura en la noche, a tres grados bajo cero y peor aún, siendo una del Caribe, eso es un acto de militancia que en cierto modo contradice el ecologismo… porque se hace maldiciendo hasta el estado del tiempo del pobre planeta.

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Tomar fotos en Provincetown

Nunca trates de tomarle una foto a una gaviota posada en la rama del árbol encima de vos. Y mucho menos en el atardecer, cuando hay que usar fl ash. Allá en lo alto ellas se asustan y como consecuencia, automáticamente se cagan… ¡En tu cámara y en la foto!

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Bicicleta en Provincetown

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Si vas a correr en bicicleta en el invierno, no basta escuchar a una persona con experiencia darte las instrucciones, hay que leerlas detenidamente.

Cuando Guadalupe me sugirió que, además de guantes, usara dos pares de calcetines, botas, tres suéters, dos

pantalones, una bufanda y un abrigo de invierno y que, de paso, me embadurnara la cara con crema por ser lo único que quedaría expuesto al frío viento, le

hice caso. Pero… no leí las etiquetas de lo que me iba poniendo encima.

Regresé dos horas después con la cara totalmente quemada y hasta escamada, aunque no había pasado frío. ¡Había usado el bote de jabón líquido en lugar del bote de crema!

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El dólar, ¿globalizado?

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El dólar no está tan globalizado como pensamos. ¡Están globalizados los bancos y los que manejan el dólar… y los que manejan los bancos, por supuesto!

Cuando Guadalupe y yo fuimos al banco de Ptown con los respectivos cheques –en dólares– de las becas de la Fundación GAEA, los cambiamos sin problema.

El problema sin solución fue tratar de mandar plata para Costa Rica. Sencillamente fue imposible. Como no teníamos cuentas allí, el banco no

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nos quiso hacer el trámite. De nada valió mi pasaporte gringo, mi licencia de conducir de los Estados Unidos y hasta mi tarjeta de votar en Puerto Rico. Nada. Tuvimos que ir a pagar un platal a un Western Union para

saldar nuestras cuentas en Costa Rica. Con razón las remesas en muchos de los países de la región han pasado a ser la principal fuente de ingresos… apuesto que la mayor parte se queda entre quienes las tramitan.

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Las mariposas aztecas y el ADN

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Cuando Guadalupe y yo buscábamos una metáfora para la Segunda Fase de “Alas de Mariposa” pensamos en la doble hélice de la ADN. Considerábamos que su relación imbricada, en espiral, pero autónomas cada hélice, podría expresar la relación entre la obra de teatro y el proyecto político, más amplio, que está emergiendo en la construcción de la obra.

Sin embargo, la desechamos pues la doble

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hélice del ADN es un descubrimiento científi co muy reciente, por lo que podría ser ajeno a mucha gente que participaría en el proceso.

Y bueno, nos fuimos a buscar mariposas para ver si encontrábamos una que nos sirviera de metáfora para esta fase. Hojeábamos un

libro de mariposas aztecas que tenemos. Encontramos la mariposa perfecta y la metáfora por excelencia.

Terminamos convencidas de que la doble hélice del ADN no es nada nueva; ¡que los aztecas obviamente sabían de su existencia!

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Comprando en el ciberespacioComprar a través de Internet es la pesadilla más grande que pueden tener una disléxica y una guanacasteca. La segunda no

confía en nadie y la primera no le puede hacer el favor, ni por desesperación. Como ninguna tenía tarjeta de crédito, tomaron prestada la de “Santa

Margarita de Denver”.

Habían visto en la tele cómo se hacía, por lo que

pensaron que solo era una cuestión de números van y

números vienen. Pero no. No es tan fácil. Después de un par de

horas recorriendo pacientemente la

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tienda virtual de Apple, la cual tiene miles de opciones, con diferencias entre computadoras tan mínimas que no alcanzas a distinguir entre el color, el tamaño y la velocidad. Cuando al fi n escoges una, la computadora –automáticamente y por default– pone que quieres dos.

Imagínense el susto cuando al fi nal de la compra, te das cuenta de que el precio es el doble de lo que te habían dicho. “En dos minutos subió el doble de precio, eso está peor que la bolsa de valores”, le comento a Lupe.

Pero ella no es disléxica, por lo que logra captar que la computadora marcó dos. Corregimos. Todos los anuncios de compra por Internet dicen que se compra mucho más rápido y que se ahorra tiempo, pero nosotras llevamos dos horas y no hemos llegado ni a la forma de pago. Se me para el pelo, se

me activan todos los pánicos disléxicos, pero procedo a tratar de llenar todas las casillas de interminables números. Que la tarjera por delante, que la tarjeta por detrás. Que la dirección de residencia, la del banco y la de la tarjeta. Que los teléfonos de todo el mundo: el de la casa donde estamos, el de la tarjeta y el de residencia de la dueña. Siete veces lo hice mal hasta que Lupe se sentó a hacerlo.

Habían pasado tres horas más. O sea, que bien hubiésemos llegado y retornado de la tienda más cercana, con la compu en mano y sin haberle dado a Big Brother toda la información nuestra y de la pobre Margarita. Cuando ya todo estaba bien colocado, hacemos clic y punto seguido, se activan alarmas en la tienda virtual que suenan en nuestra computadora. Nuestra solicitud es rechazada. Dice que no hay sufi cientes fondos, pero sabemos que hay de sobra. Nos damos por vencidas. Cerramos el aparato, llamamos a la tienda por teléfono

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y hablamos con… no, no es un Molly, es un hombre... de carne y hueso.

Para vender y comprar no ponen grabadores. Y si es asunto de computadoras, claro que es un hombre. Rafael toma los datos manualmente y sale todo bien. Ya han pasado seis horas. Faltan

veinticuatro para recibir la tal computadora. Llegó cinco días después porque la orden se había enredado entre el rechazo y la compra telefónica. Mucho tiempo, mucho esfuerzo y demasiada información, para una cosa tan sencilla. No me refi ero a computadora, sino a la compra.

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Capítulo VI

Sobre la salud

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Recordar o no recordar

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Un día mi hermana Maribel le estaba contando a nuestra madre acerca de los más recientes descubrimientos sobre los problemas de salud que ocasionan algunas de esas azúcares

sintéticas.

“Ya se sabe –le dice– que esos sobrecitos que tienes aquí en la mesa para endulzar tus refrescos ocasionan pérdida de la memoria.”

Nuestra madre procede a retirarlos de la mesa, arrinconándolos en una

esquina de su cocina.

Resuelto el problema y

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aprendida la lección, mi hermana procede a contarle un montón de cuentos tristes acerca de las cosas que estaban pasando en el mundo.

Nuestra madre la escuchaba con atención, pero en un determinado momento la interrumpe, pidiéndole que le pase al menos tres sobrecitos

de la cajita de edulcorantes sintéticos.

¡Pero mami, ya te expliqué que eso hasta pérdida de memoria ocasiona!

¡Ay sí, por eso quiero tres, para ver si se me olvida todo lo que me acabas de contar que pasa en el mundo!

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Control de caloríasUna viejecita llegó a una pulpería en Puerto Viejo de Limón a comprar un jugo.

―Estoy acalorada y sin energía, me dice. La dejo pasar delante de mí en la fi la.

―¿Señor, cuantas calorías tiene este jugo? ―le pregunta al pulpero.

― “Están en la caja” ―le contesta amablemente mientras le pasa una.

― “¿Qué, me va a decir que para obtener todas la calorías me tengo que comer el cartón también?”

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Capítulo VII

Sobre los confl ictos

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Al alma lo que es del alma

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Primero, vinieron por su libro y ella ni siquiera se percató, porque lo había prestado –precisamente– para que lo usaran. Por ese motivo, no opuso resistencia.

Después, vinieron por su alma, registrada en cada una de las palabras escritas en aquel texto. Pero ella ni cuenta se dio, porque veía nacer de ella otras almas expresadas en canciones, dramatizaciones y narrativas del proyecto. Por eso tampoco opuso resistencia.

Sin embargo, cuando se trató de que vinieron por toda ella, por su creación, por su obra completa y hasta por su integridad, hasta ahí llegó ella. Lo recogió todo: su libro, su alma, su proyecto propio extraviado en medio del proyecto colectivo. Lo hizo sin quitarle nada a nadie, porque lo que se llevó era de ella desde el inicio.

Moraleja: lo colectivo para el colectivo y lo personal, eso también es político.

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Duelos múltiples

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Solo una amiga que le conoce el alma se atrevió a preguntarle.

―¿Por qué estás enojada con unas y con otras no?

Y ella le respondió, porque sintió que le hizo la pregunta queriendo saber su propia respuesta, no la que dictan los psicoanálisis reduccionistas que preguntan para saber si ella sabe lo que la psicología ya sabe de ella.

―¡Por que no todos los momentos de cada duelo se pueden hacer al mismo tiempo!

Moraleja: A cada quien le llega su buen momento en la vida de ella, siempre y cuando no la presionen a destiempo.

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Los naranjazos de Yarman

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Habían sido ya tanto los chismes que circulaban sobre ella que había salido del país traumada.

¡Que si le había quitado el proyecto a una! ¡Que si había marginado a otra! ¡Que si había inventado castillos en el aire en lugar de construir el proyecto! Y ya se pueden imaginar el resto. En fi n, la lista de chismes era interminable.

De lo único que no hubo chisme fue sobre el asunto de plata, ¡por dicha! Pero igualmente se había ido del país muy afectada.

Y estando en Denver por un mes, le

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escribe Yarman, colega de la radio en Costa Rica. “Siguen lloviendo los ‘naranjazos’ en el techo, haciendo un ruido insoportable.”

Ella se encachimba y contesta: “Si no me vas a contar todo el chisme, mejor no me digas nada del todo. Mucho menos, contármelos en

metáforas. ¡Gracias!”

Yarman le contesta: “Chica, es la época de las naranjas aquí y la nueva ofi cina tiene un frondoso palo de ellas que cubre la totalidad del techo. Te contaba eso, precisamente para no seguir hablando del mismo telele.”

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Teología de la Liberación… ¿de todos?El brasileño Leonardo Boff, teólogo de la liberación, vino a dar una charla magistral a la Universidad de Costa Rica en el 2007, que resultó brillante. El tipo ha desarrollado una visión holística que cautivó al público por su sencillez y su capacidad de ver mucho más allá de las narices.

Dijo que para ubicarse en la encrucijada que afecta a la especie humana en el planeta, el ser humano tiene que desarrollar la capacidad de mirar para atrás, bien atrás, hasta llegar al momento antes

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del big bang. Es decir, al momento en la evolución del universo en que todo se originó de una misma fuente. O sea, que somos parte de esto que es un todo.

Punto seguido dijo que también tenemos que desarrollar la capacidad de mirar para adelante, bien adelante, para ver que no hay futuro para la especie humana en el planeta si no cambiamos nuestra forma de estar aquí ahora. “Las prácticas destructivas actuales no son muy alentadoras. Si miramos hacia delante vemos que no hay futuro en esta carrera de la autodestrucción.”

Y habló de mirar hacia arriba, bien alto, para encontrar lo trascendente. Sea lo que unos llaman dios, otras llaman diosa, otros llaman espíritu, que nos permite trascender para encontrarle un sentido “trascendental” al vivir más allá de la cotidianidad, a soñar, a pensar

otros mundos posibles. Y ello lo relacionó con mirar para adentro de nuestro ser más profundo e integrado: cuerpo, intelecto, alma... o espíritu o conexiones mágicas, como se le quiera llamar.

Y punto seguido nos hizo aterrizar nuevamente a la realidad del mundo hoy, mencionando entre otras cosas, que para los estándares de vida de su país, él debía ser un hombre muerto, pues tiene 68 años y en Brasil la expectativa de vida de un hombre es de 65. Y se refi rió a factores político-sociales que hacen que unos vivan más y mejor, y otros no.

Me sorprendió la ceguera de Boff con toda su inteligencia. ¡Nunca habló de mirar para el lado! ¿Quiénes, pensará él que lo han mantenido vivo mediante el paradigma del cuido si no fueron sus abuelitas, su madre y su esposa, entre tantas otras, que

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los cuidan en hospitales, casas, escuelas y comunidades?

Mirar para el lado, desarrollar visión periférica para ver más allá de las narices, esa es mi feminista sugerencia. Para poder ver las “visionarias periféricas”* las mujeres cuidando de la vida, a costa demasiadas

veces, de la suya propia.

Ellos deben aprender a mirar para el lado. Nosotras, aprender a incluirnos en nuestra propia mirada.

*Nombre de un capítulo del libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa que se refi ere a las contribuciones de las mujeres al método científi co desde su subjetividad. .

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Feministas: transgredir o quedarse detrás… Recibimos en Radio Internacional

Feminista una comunicación de la organización Asociadas por lo Justo (JASS, por sus siglas en inglés) con su consigna que dice:

“Women crossing the line”.

Andrea: ¿María, qué quiere decir eso exactamente?

María: Pues lo que quiere decir literalmente es que las mujeres cruzan la línea. Y aunque en español no tiene

ningún sentido, signifi ca que trasgreden su lugar

asignado.

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Andrea: ¡Ah!, es lo opuesto a que las mujeres estén detrás del palo.

María: Claro, “el palo” literalmente quiere decir

detrás de los acontecimientos o al margen y sin ver el panorama, pero metafóricamente para las mujeres “estar detrás del palo” signifi ca… bueno ya sabemos.

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Mi libro en un lugar extraño

Mi amiga Ana María me llamó muy entusiasmada para decirme que mi libro Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa ya había llegado al trono del inodoro de su casa.

Me quedé en una pieza, pensando por qué tanto entusiasmo. Me imaginaba el libro siendo despedazado hoja por hoja cuando su extensa familia se quedara sin papel de toilet. No me parecía ningún halago. Pero bueno, por precaución, primero pregunté antes de juzgar.

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La respuesta de Ana María: “Ay, mijita, porque allí es donde se colocan los libros que todo el mundo quiere leer, porque es el único lugar que todas y todos deben visitar a diario sin

tener nada más que hacer que lo que llama al trono… y leer buen un libro que nos haga ca… de risa. ¡“Lucy”, es un antídoto contra el estreñimiento!

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El mercado/patriarcado nos

puede matar

Una institución pública se propuso hacer una adaptación de mi libro, para lo cual, lograron un presupuesto de producción. Luego me contactaron cuando ya lo tenían aprobado. No habían contemplado pagarme derechos de autora por usar mi producción.

Acepté con todo y la pifi a de que no habían incluido un presupuesto para la autora, pero aclarando, que no podrían contar con mi trabajo para hacer la producción

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so pena que me pagaran. Sin embargo, desde el primer momento surgieron tareas que se me asignaron, como buscar el permiso de la casa editorial que había publicado mi libro para hacerle otra interpretación. Me rehusé, recordándole al contacto mi no-negociable y pasándole el contacto con la editorial, para que la Institución hiciera el trabajo.

Esto me recordó el anuncio de una tarjeta de

crédito en Costa Rica que dice así: “No todo en la vida se puede comprar, pero para todo lo demás está Mastercard.”

Yo he hecho mi anuncio propio, ¡gratuito por cierto! Dice así: “Muchos servicios y productos en la vida se tienen que pagar, para todo lo demás están las activistas”.

¡Bah!

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Capítulo VIII

El Laberinto de las Mariposas

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El gusano y la mariposa

Un día un gusano se deprimió porque, sintiendo que se le acababa la vida, creyó que moría.

Y de hecho se le acabó la vida esa noche.

Pero al despertar al día siguiente, se dio cuenta de que se había convertido en una mariposa.

Echó a volar y desapareció la depre.

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La salvó el cafetal

Me contó que se crió en un cafetal de Heredia, en la década de los años 60. A ese cafetal se iba todas las mañanas a jugar y a pasar el día con “Vilma la loca”; aquella amiga entrañable de viajes hacia el mundo de la imaginación, sobre

todo, cuando este mundo no te da lugar con tus mundos, tus gracias y

desgracias.

Es hija “natural” como todas y todos - menos los nacidos en probeta - que

por cierto son pocos y ni los conocemos, todavía.

Una hija nacida así de natural como

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ella y en aquellos tiempos, tenía que abrirse vida propia, porque que hace la sociedad de satanizar a la hijas que no son reconocidas por su padre, es un círculo vicioso de nunca acabar. ¡A menos que cada una lo acabe! Una mujer/madre abandonada y sin recursos políticos, sociales, culturales, psicológicos y económicos para asumirse, puede terminar abandonando y dejando sin recursos a su hija. Y la sociedad entera - todas sus estructuras, dinámicas y mecanismos – hace lo mismo. Así es el paradigma y sistema patriarcal. Quien no sabe quién es su padre y no tiene uno, no es nadie. La verdad es que hay muchos más bebés “probetas” de lo que pensamos.

Y es tan profundo el impacto de esta realidad, que cada una tiene que re-encontrarse desde bien adentro, para pasar de víctima a sobreviviente.

Por eso, desde que la conocí, he podido constatar

que existen las que han ido más allá de sobrevivir y desde entonces la llamo “la super-viviente”.

Desde que la conocí trabajando en la construcción de la dramaturgia y la dirección del Laberinto de las mariposas supe que el cafetal la había salvado. Quienes han visto la obra lo saben. Y me lo dijo directamente la actriz Marcia Saborío cuando terminó de ver una de las funciones. “¡Es la obra más orgánica que he visto!”

“Me crié como un animalito - me había contado Ailyn” en el cafetal y junto con “la loca” de amiga, nunca nos faltó nada.” El cafetal le dio eso, una visión orgánica de la vida que no es jugando. Yo tampoco había conocido otra igual.

Pues bien, la vida para ella es un solo continuum y así es como logra que siempre te estés enfrentando a vos misma. No hay términos medios con ella. Todo es parte de todo. Una noche -luego de una larga, intensa y

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agotadora jornada para el montaje de la obra- estábamos comiendo con las actrices y surgió una conversación donde yo les conté de mis achaques cuando estuve embarazada.

Se quedó sorprendida y antes de que me preguntara le contesté : “Perdí el embarazo”.“¿Ay, pero dónde está, no lo has encontrado?”

Todas nos reímos a carcajada, empezando por

ella. Pareció un despiste, pero yo sé que es esa forma de ella de ver todo como un todo cuando se va de vuelta al cafetal en su imaginación. La vida se le torna tan orgánica que nada se puede perder para siempre; todo tiene su lugar en el universo de nuestros mundos.

En noviembre del año 2008, la obra de teatro El Laberinto de las mariposas de la dramaturga y directora Ailyn Morera viajó junto con el proyecto Alas de Mariposa a Cape Town, Sudáfrica, al Foro

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Internacional de Mujeres “El Poder de los Movimientos”. Una vez allá, tuvimos que idear cómo presentarla en su idioma original - el español- y simultáneamente, traducirla para un público de más de 1 000 mujeres de todos los países del mundo.

Y es que queríamos darla a conocer internacionalmente y al mismo tiempo, hacer un planteamiento práctico sobre nuestra visión de una “mundialización”, que lejos de signifi car la homogenización del lenguaje y de la cultura -como propone la globalización- se refi era a la afi rmación de la identidad, en este caso la latinoamericana y su comunicación con la diversidad

La obra en Sudáfrica

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cultural del resto del mundo

Y bueno, barajar las distintas alternativas: desde la colocación de subtítulos en inglés en una pantalla -desechada por considerarse que distaría de la dramaturgia- o la idea que nos dio una palestina de hacer archivos MP3 en cada idioma para copiárselos en sus IPOD a las mujeres cuando entraran a ver la obra, cada cual escogiendo el idioma de interés -que se rechazó por cara- aunque es una excelente idea para el futuro.

Finalmente, optamos por hacer una traducción simultánea al inglés, entregando a quien no hablara español audífonos para que escuchara la traducción mientras veía la obra.

La única que podía traducir en ese momento era yo, ya que conocía la obra de memoria, había presenciado cada dramatización desde que se empezó a montar en escena y además, visto cada

una de sus cinco presentaciones en Costa Rica antes de viajar a Sudáfrica.

La directora me preparó varia veces para “dramatizar” la traducción oralmente al ritmo y actuación de las actrices.

Llegada la hora nos fue muy bien con la obra y con la traducción. Los marca pasos que indican éxito en esa tarea fueron los siguientes:

el público que mayoritariamente - escuchaba por los audífonos se reía y aludía al mismo tiempo que las latinoamericanas.

muchas mujeres y hombres nos - comentaron en idioma inglés lo que les había gustado de la obra y hasta algunas críticas y sugerencias interesantes.

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Me empezó a gustar esa nueva tarea en el proyecto al recibir tanta retroalimentación y por haberme sentido actriz del proceso también.

Pero… tal vez para que no se me subieran los humos y hacerme “diva” en mi primer estreno como actriz, esto fue lo que me ocurrió el día antes de regresar de Sudáfrica:

Estaba recogiendo impresiones de mujeres de todas partes del mundo sobre la obra cuando se me acerca una chica de Indonesia y me dice: ¿Sabes, María? Me encantó la obra y la pude entender toda, pero hay una cosa que no me gustó. ¡La actriz que hace de ¨Lucy¨ es una chica muy joven, pero esa traductora que escogieron tenía la voz de una mujer demasiado vieja!

Me quedé en una pieza, no sabía si reírme de mí

o llorar de pena por ella. Le tenía que decir que había sido yo, porque tenía la carcajada en la garganta y no quería avergonzarla.

“Bueno, es que como “Lucy” es un personaje de tres millones de años de antigüedad y no teníamos actriz de esa edad, le dimos el papel del personaje a la más joven y la traducción a la de más edad, tratando de hacer un cierto promedio etáreo. Y la más vieja era yo, ni modo.”

Ella fue tan ágil como yo en su vergüenza.

“Bueno, pero lograron algo más importante. Me dieron ganas de aprender español.”

Y ambas pudimos soltar la carcajada juntas. “Por cierto la mía fue la de una veterana y la de ella la de una joven. ¡Viva la organicidad de la vida, que tiene lugar para todas las edades!

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María en breve

María Suárez Toro es puertorriqueña y costarricense, comunicadora feminista, periodista, maestra de escuela y profesora universitaria en Costa Rica, Estados Unidos y Europa.

En el año 2008, cuando cumplió sus 60 años, se lanzó de un paracaídas en Arecibo, Puerto Rico; para aprender a volar “el efecto mariposa” de las mujeres, tema de su más reciente libro. Dice que lo logró después del primer impacto - un desmayo en el aire - y desde entonces, está reaprendiendo a vivir orgánicamente con el soplo de la vida.

Ha sido codirectora y cofundadora de Radio Internacional Feminista desde 1991 y recientemente, cofundadora y co-coordinadora del proyecto Alas de Mariposa desde 2006 en Costa Rica.

Ha escrito varios libros, entre los que se destacan los siguientes: Mujeres, metamorfosis del efecto mariposa publicado en el 2008 por la Editorial Farben/Norma, coautora de los libros La Tranca (Editorial ITCR, CR 2002) y Se Vende lindo país (autoras/editoras, 2001) y de Voces de Mujeres en la Radio (Editorial Anomaly, EUA, 2000)

Es Doctora en Educación de la Universidad de La Salle (2006), Licenciada en Periodismo de la Universidad Federada San Judas Tadeo en Costa Rica (2000) y tiene una Maestría en Educación de la Universidad del Estado de Nueva York en Albany (1972).

Es además, profesora universitaria en la Universidad de Denver, Colorado y ha ejercido como tal en la Universidad de Costa Rica y en el Instituto de Periodismo de Kalmar en Suecia.