“AL PRINCIPIO”Génesis 1-2

Al principio, Dios creó el cielo y la tierra.

Hace mucho tiempo, el mundo no existía, pero Dios sí. Nunca hubo un tiempo en el que Él no existiera. Creó todo lo que admiramos por su belleza y perfección.

Primero dijo Dios: “¡Que se haga la luz!”. Y la luz se hizo. Dios vio que la luz era algo bueno y la separó de las tinieblas. Llamó a la luz “día” y a las tinieblas “noche”.

Al día siguiente, Dios hizo el cielo, parecido a una gran bóveda sobre la tierra seca.

El tercer día, Dios separó la tierra seca de las aguas de los mares.

Después dijo: “Que la tierra produzca hierba, plantas que den semillas y árboles que den frutos”. Y así sucedió.

El cuarto día, Dios hizo las luces del cielo para distinguir el día de la noche y señalar las estaciones, los días y los años. Hizo la luz mayor, el sol, para iluminar el día, y la luz menor, la luna, para alumbrar la noche. Junto a la luna, colocó también las estrellas en el cielo.

Dios vio que el mundo que había creado era bonito. Pero no había ninguna criatura viviente. Así que, el quinto día, Dios pobló de peces grandes y pequeños las profundidades azules de los mares …

… y llenó el cielo con todas las especies de pájaros que vuelan sobre los bosques y prados.

El sexto día, Dios creó todos los animales terrestres, grandes y pequeños. El mundo estaba lleno de vida y era algo bello. ¡Pero todavía faltaba lo mejor!

Así que, todavía el sexto día, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza y que domine a los peces del mar y a los pájaros del cielo, a las bestias y a todos los animales salvajes y reptiles que se mueven sobre la tierra”.

Así nació el hombre. El Señor vio lo que había hecho y decidió que era algo muy bueno.

Así que, al día siguiente, el séptimo, descansó. Bendijo el séptimo día y lo santificó. Por eso el séptimo día de la semana se convirtió en el día de descanso en el trabajo.