Al-Andalus Del Mito Asumido Al Renacimiento

*. Sntesis y adaptacin de Historia General de al-Andalus: Europa entre Oriente y Occidente. Crdo-ba: Almuzara, 20071. Vase: Encuentro Islamo-Cristiano 433. Madrid: Darek-Nyumba, septiembre 2008.

1. Andrs Martnes Lorca. Maestros de Occidente:estudios sobre el pensamiento andalus. Madrid:Trotta, 2007.

MEAH, SECCIN RABE-ISLAM 58 (2009), 383-405

Al-Andalus: del mito asumido al Renacimiento*

Emilio GONZLEZ FERRN

BIBLID [0544-408X]. (2009) 58; 383-405

Llamar nuestra a la cultura de al-Andalussupone una ruptura con aquellamanipulada educacin colectivaen la que fuimos instruidos1.

1. PARAPETO: EL JUEZ Y EL HISTORIADORLa Historia Oficial siempre se sujeta con los andamios del mito. Y es siempre

pretenciosa porque se escribe para escarmiento del presente, en permanente moraleja.Tambin pretende en tradicional tautologa dar la razn a los historiadores ofi-ciales, por lo que uno dira que la Historia se produjo para aparecer reseada. En se-mejante panorama interpretador utilitarista, es lgico que la Historia Oficial siempreinfantilice los procesos, simplificando las razones: conquistas, reconquistas, batallasy hroes. Buenos y malos, moros y cristianos que no osan salir de sus respectivostemplos ni llamar a los portones de las fechas acuadas: si es usted cristiano, es ustedbueno y heredar Europa. Si es usted moro, es usted malo y est en el lugar equivo-cado. Si usted naci en 1300 est en plena oscuridad medieval; si lo hizo en 1493,bienvenido al luminoso, exultante y ex novo Renacimiento.

No se puede pedir mucho ms en el secular relevo creacionista que constituyegran parte de nuestra cadena interpretativa, siempre parcelada: usted se ocupa del711, usted del 1492. Usted del norte, usted del sur. Usted del arte, usted de la econo-ma. Usted puede escribir de esto, usted no. As, todo surge como por generacinespontnea, inconexo, hiper-especializado, jerarquizado y extrao. Y el mayor per-juicio es precisamente el juicio: la Historia debe interpretarse y puede llegar o no acomprenderse; pero nunca debe juzgarse en los sistemas de valores del presente.

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2. Carlo Ginzburg. El juez y el historiador. Anotaciones al margen del caso Sofri. Madrid: Anaya &Mario Muchnik, 1991.


Nunca deben interferir en sus respectivas labores el juez y el historiador, segn noslo explic el italiano Carlo Ginzburg2: al igual que todos tenemos derecho a una sanatutela judicial, deberamos tenerlo tambin a una sana tutela histrica.

Porque nunca debe el juez meterse a historiador y lo hace; vanse clebres au-tos de procesamiento en casos con musulmanes implicados. El modo en que un juezse permite hacer la muy particular historia del islam calificable de caza de brujasdiacrnica. Por lo mismo, el historiador no debe meterse a juez y lo hace; al-An-dalus, por ejemplo, ha sido sentenciado a la luz de los enfrentamientos contempor-neos; su tutela ha sido concedida a geografas extraas por el mero hecho de juzgarsela historia sobre el espejo deformante de cuanto hoy entendemos como las identida-des religiosas.

El problema es siempre la falta de rigor. El viejo aforismo italiano traduttore, tra-dittore traductor, traidor encierra en s una mentira muy elaborada. Porque pre-cisamente no es traidor quien traduce sino quien, sabiendo cuanto significa, no lotraduce adecuadamente. Esto es aplicable a todo acercamiento cientfico esclarece-dor: traiciona quien, sabiendo, no quiere explicarlo. El ejemplo clsico en la islamo-loga y/o arabismo es precisamente una no traduccin; la del nombre de Dios en ra-be transcrito Allah. Bien: Allah no es el dios de los musulmanes, sino Dios en ra-be. Tal y como aparece en las versiones en rabe de los Evangelios o el Corn. Tie-nen acaso los angloparlantes un dios diferente llamado God? No traducir Allah porDios, y dejarlo transcrito es asumir una alteridad e incidir en ella. Es sin dudamarcar una distancia.

Y cuanto es aplicable al campo de la traduccin lo es tambin al de la interpreta-cin historiogrfica. Miente quien oculta, quien vende lo propio por ajeno, y quiense debe a una causa antes que a la bsqueda de la verdad. Porque al decidir no inter-pretar o no traducir, en definitiva, al hacer opaco lo que puede mostrarse con transpa-rencia, se est tergiversando ese objetivo ltimo de la investigacin cientfica: buscarla verdad.

A los efectos de cuanto nos interesa recordemos el ttulo: al-Andalus, mito,etc., el arabismo y la islamologa discurren en gran medida por ese mismo senderode trasladar opacidades en diversos aspectos. Por una parte, los historiadores de lalengua rabe siguen partiendo del mito creacionista cornico sin inmutarse ante lasevidencias de todo razonamiento humano, y ya veremos la repercusin que puedetener esto en las dataciones de todo hecho islmico. Por otra, los medievalistas espa-oles siguen enrocados en sus apriorismos anti-arabistas al-Andalus como excep-

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3. Taha Husayn. Sobre la poesa preislmica (en rabe). El Cairo: Dar al-Maarif, 1925.4. Ignacio Olage. La revolucin islmica en Occidente. Crdoba: Plurabelle, 2004 (19701).5. Edward Gibbon. Historia de la decadencia y ruina del imperio romano. Madrid: Turner, 1984.


cin extrapolable en la sana, goda y cristiansima historia hispana sin que los estu-diantes puedan ver en las aulas cuanto el sentido comn lleva a discernir: lo absurdode los telonazos histricos conquistas, reconquistas, etc.

Y todo esto no responde a falta de documentacin o formacin en materias nue-vas, sino por miedo a la libre circulacin de las ideas. Los ejemplos que pongo siem-pre a mis alumnos en cuestiones tales son dos. Por una parte: la obra del egipcioTaha Husayn a principios del siglo XX, desestimando la pretendida antigedad delos poemas rabes preislmicos3 es prcticamente una narracin de Perogrullo que,sin embargo, el arabismo an no se resuelve a admitir para desmontar por fin el cons-tructo creacionista de los orgenes culturales rabes. Por otra parte, y como segundoejemplo, puede citarse el tratamiento cannico ninguneo, desprecio, desestimacinsin contraste a la obra menospreciada de Ignacio Olage en los setenta del siglopasado La revolucin islmica en Occidente4 en la que cuestiona el mito de lainvasin del 711. Conservo cerca de diez reseas de la poca en que lo ms granadodel arabismo y medievalismo espaol y francs menospreci el libro sin anlisis nilectura demostrada quin lee un libro si un sicario se lo puede resear? Las crti-cas de entonces se han visto desvanecidas por ediciones posteriores de la obra erancrticas a faltas de pie de pginas y referencias, despus incluidas y sin embargose sigue asumiendo un discurso de manual obsoleto.

Pero es hora ya de historias ms crebles que incluyan a pueblos, procesos, incon-gruencias y sorpresas. Que admitan en el pasado anatomas semejantes a las del pre-sente. Motores similares, necesidades y egosmos parejos. Es tiempo de aplicar loque el resto de las ciencias ya ni cuestiona: el evolucionismo. Todo es hijo de lo an-terior, a lo que modifica ligeramente. Todo es superado por efecto de lo nuevo forta-lecido que surge, pero no a causa de decadentismos anteriores como el viejo pesimis-mo histrico de Gibbon5 y sus mulos nos presentaba: una Historia en permanenteflacidez culpable. No; nadie es culpable de cuanto nace con vigor renovado. Muyanterior al Gibbon declinante, Gregorio de Nicea nos haba explicado la realidad vitalvitalista del tiempo en marcha: la Historia es una permanente secuencia de nue-vos comienzos.

As parece ser, desde luego. Los pliegues del tiempo siempre esconden un futuroinesperado pero lgico que superar ridiculizar a los afanes cimentadores delpresente. Por eso es tiempo ya de ventear las ctedras y sus mazmorras. Es tiempode que el medievalista aprenda a interpretar, y el fillogo aprenda a datar. Sin traicio-

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6. Determinar la estructura, las leyes y las condiciones de la realidad histrica. Vase: Jos Ortega yGasset. La Filosofa de la Historia de Hegel y la Historiologa... Tambin, del mismo autor Las At-lntidas y el Imperio Romano (y otros ensayos de Historiologa). Madrid: Alianza Editorial, 1985.


nes ni cortijos. Tiempo de que ambos desconfen de catecismos, manifiestos y pleite-sas. Tiempo de hacer historiologa6: dejar de buscar tres pies a la Historia y asumirque su naturalidad crtico-vital no entiende de normas a posteriori. Pero claro; laHistoriologa la hicieron en espaol tanto Ortega y Gasset como Amrico Castro. Losms citados en pblico y criticados en privado de las ctedras hispanas. Ortega yAmrico Castro son los grandes superados. El primero es considerado pensador enlas ctedras de filosofa, y el segundo ensayista en las de historia. Inhabilitados as,en cualquier caso, para el rigor cientfico, definible ste como metalenguaje conven-cional en concursos y pies de pgina para defensa corporativa de un gremio.

Por lo dems, en materia de evolucionismo frente a creacionismo sobre lo quevolveremos, cuanto constituye un tratamiento aplicable a los estudios histricosen general, se muestra especialmente necesario en los estudios rabes e islmicos.Porque si en algn mbito cientfico campa an por sus respetos ese creacionismoantes denunciado, es precisamente en este que nos ocupa. Todo ha salido de la nada:descienden luminosas verdades absolutas, se reinicia el tiempo oriental y mediterr-neo por caballeras milagrosas, todo desaparece en el teln final del Renacimientoeuropeo que al parecer inhabilita y eclipsa una siempre prescindible Edad Mediaprevia y todo lo rabe catalptico vuelve a la vida caticamente en la Ilustra-cin colonial.

As, por ejemplo, se mantiene inamovible el mito de la conquista rabe de Hispa-nia en el 711, pese a que hace ya tiempo que no se sustenta: en primer lugar por au-sencia de fuentes coetneas. En segundo lugar, por ausencia de fuentes fidedignas,y en tercer y ms importante lugar por incongruencias historiolgicas con cuantopasaba en Oriente por las mismas fechas. Por ejemplo: el primer gramtico del rabeacababa de nacer por esos aos en Persia, y ni el islam se llamaba an islam ni habacoranes por escrito que pudieran distribuirse. Quien quiera que entrase en Hispaniaen 711, no poda ser ni arabfono ni musulmn. Bajo este y otros puntos de vistahistoriolgicos, evolucionistas, qu es al-Andalus?: pues el desarrollo de la cultaHispania de Isidoro de Sevilla que no quiso o no pudo sumarse a la fundacin de unaEuropa concreta por parte de Carlomagno. Hispania sigui por su senda mediterr-nea, en tanto era Europa la que se distanciaba. Al-Andalus es el maquis europeo delas herejas cristianas orientales, a las que se sumar para continuar al Imperio roma-no de Oriente por otros medios: Dar al-Islam.

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7. Miguel Hagerty. Los cuervos de San Vicente. Cristianos en al-Andalus. Granada: Comares, 2007,p. 20.

8. Dimitri Gutas. Greek Thought, Arabic Culture. The Graeco-Arabic translation movement in Baghdadand Early Abbasid society (2nd-4th/8th-10th c.), 1998. Tr. Cristina dAncona. Pensiero greco e culturaaraba. Turn: Einaudi, 2002. Vase el elenco participante en la gran obra coordinada por Cristina dAnco-na (Ed.). Storia della filosofia nellIslam medieval. Turn: Einaudi, 2005, 2 vols.


Slo se comprender al-Andalus en el contexto de una muy intensa orientalizacindel Mediterrneo occidental, desde mucho antes del 711 hasta mucho despus. Esta-mos con Hagerty Fox cuando explica al-Andalus en el entorno general de una msamplia orientalizacin por parte de mil y una comunidades cristianas la mayor par-te provenientes de Siria7. Cualquier lector y pensador de la Historia deber admitirla presencia de sarracenos y magos en la Hispania muy anterior a los setecientos,elemento clave que veremos en el despiste crnico de los legajistas. Y crnicoen el doble juego de palabras; por no entender las crnicas y por haberse hecho yaendmico.

Admitido el natural continuismo andalus, por lo mismo el Islam, en la lgica evo-lucionista y en tanto que civilizacin genrica y continuista, no trunca el legado deRoma: lo injerta, fertiliza y ensancha con el elemento indio y persa. En este sentidoes esencial la aportacin de Dimitri Gutas y la escuela italiana afn8: Dar al-Islames la lgica continuacin del legado helnico orientalizado no olvidemos que enla Roma oriental se hablaba griego, cuya traduccin posibilita e inyecta en Europaa travs de al-Andalus. Por eso; por el sustrato helnico oriental, se llama as a nues-tra tierra y tiempo en rabe: alandlus < adlandis < Atlantis. Porque aqu situ Platna la mtica Atlntida, y el Islam civilizacin helnica hasta el 762 vive y bebede lo platnico. De lo neoplatnico, para ser ms exacto, ya que fueron los innumera-bles pensadores neoplatnicos orientales muy especialmente alejandrinos quie-nes comentaron a su mentor hasta la saciedad forjando la figura mtica de la Atlnti-da.

Pero la Historia creacionista va por otros derroteros y no comprende la lentsimaevolucin de dos procesos culturales probablemente paralelos en un tiempo: la isla-mizacin generativa desde la insumisin heterodoxa mediterrnea al pretendidocentralismo bizantino primero, y romano/carolingio despus, y la arabizacin,compleja construccin cultural muy posiblemente aprovechando en parte la base se-mtica previa de remanentes pnicos en el norte de frica.

Con todo, la lgica evolutiva no es en modo alguno la constante en los estudiosandaluses. En aquella Historia Oficial juzgada y sentenciada castellanista y cristia-nista, se extirpa lo andalus por pretenderse ajeno. O se estudia como quinta columnade un presente torticero. Vaciado as nuestro tiempo rabe, se ocupan de okuparlo

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9. Ref. completa y tratada en nota 25.10. Apdo. 4, Elementos para una polmica.11. Jos Mara Mills Vallicrosa. Estudios sobre historia de la ciencia espaola. Marid: Consejo Supe-

rior de Investigaciones Cientficas, 1987.


mil y un portavoces islamistas de hoy, pretendiendo que el cateto nacionalismo reli-gioso actual y endmico puede repartir porciones de Historia. Pero hay un para msInri; algo freudiano en nuestro rechazo de al-Andalus: despus de negarlo tres veces,los mismos historiadores oficiales extirpadores de tiempo propio rabe se lamentande una prdida, la del Califato en 1031, que provoc la descentralizacin de las Tai-fas.

Ah le duele al obseso de la centralizacin la tortcolis de leer el pasado mi-rando al presente. Pues las Taifas, en contra de los tragicmicos lamentos, son a lahistoria de Europa lo que el Trecento y Quattrocento italianos: el crtico y frtil ex-perimento de competencia entre ciudades que provoc el esplendor por rivalidad;tirn de tiempo por competitividad. Exactamente igual que las ciudades-estados ita-lianas del Renacimiento. Con el aadido de que las ciudades-estado taifas pre-rena-centistas se adelantan dos siglos a las italianas, y engarzan la Historia real de Europacon sus fuentes griegas de Oriente navegando rumbo al Renacimiento. Lase a JerryBrotton y su Bazar del Renacimiento9: no se entiende a Europa sin la orientalizacincoral de Venecia, Sicilia, al-Andalus y el final de Bizancio. Pese a manifiestos muypolitizados y ninguneadores de la cosa rabe en la germinacin de la civilizacineuropea10.

As, el comentador europeo de Aristteles por excelencia, el cordobs Averroes,ser prohibido en la Universidad de Pars del siglo XIV por libre-pensador. Al-Anda-lus se expanda; se filtraba sin batallas ni fuegos de artificio reconquistadores. Y lle-gaba a los confines de Europa merced al Toledo traductor entre otros, que ya Mi-lls Vallicrosa destac centros similares como la Seo de Urgel11 y a los judos ex-pulsados por los dos fundamentalismos en liza almorvides primero y nacional-catlicos despus, que tanto monta. Pero los derechos de autor de al-Andalus se ha-ban liberado, siendo tal la clave del as posible ninguneo: cuando Daniel Defoe es-criba Robinson Crusoe, quin se acordar de su lejana fuente andalus, el filsofoautodidacta que Abentofil dej en una isla? Los ms aventureros se atrevern a re-montarse a la leyenda escocesa de Silkark, pero ni un paso ms all. Y as se constru-ye esa Historia Oficial; entre tanto andamio mtico y tanta proyeccin poltica pre-sente, no hay tiempo para el recuerdo.

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12. Emilio Gonzlez Ferrn. El Renacimiento andalus. En: VVAA. Desde la Universidad: aportacio-nes al debate pblico. Universidad de Sevilla, 2008, p. 137.


2. TRAMOYA12

Muchas veces, la Historia no es ms que la secuencia de lugares que nunca msdeberamos querer volver a visitar. Entre tanto paraso perdido como canta el mesi-nico gnero humano, no estara de ms acercarnos de tanto en tanto con un suspirode alivio a rememorar los infiernos felizmente perdidos para siempre. La por finevitada miseria acumulada en las cunetas de los mitos; esos mismos intiles mitosque hoy edulcoran con su efecto placebo la amargura de no saber a donde va-mos, disfrazada de creer saber de dnde venimos. Ni falta que hace saber a dnde seva, apostillaramos: quien se emplea exclusivamente en trazar los caminos no lleganunca a ninguna parte. As que basta de amarguras y orculos, que si cuesta empujarhacia el futuro es porque el carro se nos presenta con el sobrepeso de todo un pasadoen busca de coherencia. Deca John Bayley en su elega a la novelista Iris Murdochsu mujer que ellos nunca se preguntaron hacia dnde iba su matrimonio. Porqueles gustaba dnde estaba. Pues lo mismo ocurre con la Historia cuando se preguntahacia dnde va: se est queriendo decir que no le gusta el presente.

Y en esas estbamos cuando se empezaron a desempolvar tiempos y personajespasados de cartn-piedra para suplir la carencia de actores presentes. Apareciendocon toda su panoplia de espejo deformante aquel supuesto tiempo pasado ajeno lla-mado al-Andalus: que si hatillo de moros herejes extirpados del alma patria, que siparaso perdido de azahares y alboronas. No; el inters de al-Andalus no estriba ensu circunstancia rememorable, sino en su esencia reconocible, por ms que desdibu-jada. Porque es mucho ms componente ineludible de la Europa renacentista a la quealiment que recmara ideolgica de una desubicada esencia religiosa. Y porque elridculo contemporneo de la identidad religiosa a travs de la Historia nos impidecontemplar ese tiempo y cualquier otro como lo que fueron: pasado del que huir. Esdecir: los tiempos no deben nunca revivirse, sino recolectarse. Y la cosecha de al-Andalus es el Renacimiento europeo, no las babuchas ni los comunicados de recon-quista.

Al-Andalus ya veamos viene de Atlntida, concepto platnico coherente conel pasado greco-latino del que emerge el islam cultural. Del mismo modo en que Se-farad < Sparad < Sperid proviene de las Hesprides, el Jardn de Poniente. Es al-An-dalus, por lo tanto, el primer eslabn occidental entre el pasado clsico y los renaci-mientos europeos. Como bastin europeo de la cultura rabe que continu a la greco-latina, al-Andalus forma parte de los clsicos. Mucho menos por las respuestas ofre-cidas que por las preguntas planteadas. Y aporta a la Historia la vitalidad crtica de

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13. Citbamos en el arranque de estas pginas un trabajo esencial sobre el humanismo andalus, vacunacontra el tpico de lo islmico como gregario y social. Se trata de la obra de Andrs Martnez Lorca.Maestros de Occidente: estudios sobre el pensamiento andalus. Madrid, 2007.


los procesos florecientes. Recordemos al mejor Orson Welles de El tercer hombreal comentar los discutibles logros de la quietud histrica: en trescientos aos de esta-bilidad, Suiza aport al mundo el reloj de cuco, en tanto la breve Italia de los Bor-gias, donde la vida vala un capricho en los callejones, estaba pariendo renacimien-tos.

Del mismo modo, el paisaje critico y vital de Al-Andalus prometi similares rena-cimientos. Hubo un Leonardo cordobs llamado Abbs Firns que plant de autma-tas la ribera del Guadalquivir y se estrell intentando volar con un prototipo de suinvencin. Hubo un filsofo tempranero que huy de la corte por meterse en polticay sus enemigos lo asesinaron con berenjenas envenenadas, en cruel paradigma demuerte con fuerte sabor mediterrneo. Hubo un mundo a la medida del hombre enque surgi el ms completo tratado del amor El collar de la paloma, un cantoclsico del conocerse a s mismo El rgimen del solitario, un experimental trata-do del beau savage de Rousseau el citado Filsofo autodidacta13, una intriganteboli libertina princesa Wallada, y un decadentista rbitro de modas Ziryab.Hubo implacables quemas de libros, cazas de brujas, caudillos golpistas Alman-zor, y monopolizadores de la verdad absoluta vestidos de ulemas, rabinos o arzo-bispos.

Porque al-Andalus no fue un encuentro de tres culturas; fue una sola Cultura contres religiones; con sus velas al viento y sus rmoras. Las ms hermosas obras deljudasmo clsico fueron redactadas en rabe en al-Andalus. El ms ilustrado de losjudos el andalus Maimnides fue anatematizado por las sinagogas francesasdada su amplitud de miras, y el ms aristotlico de los clsicos, Averroes, iluminaralas mentes librepensantes de Europa hasta el punto de prohibirse como veamosel averrosmo en Pars.

Porque al-Andalus se proyect hacia el norte, ms all de los Pirineos. Y la ausen-cia de un copyright rabe hara pasar por propias euro/renacentistas mil y unaideas que los judos andaluses llevaban en sus alforjas cuando la presin de la in-transigencia norteafricana los oblig a convertirse nuevamente en errantes. Y hubouna Crdoba que un da se despert republicana aboliendo senatorialmente un siste-ma imperial, el califato. No mora Crdoba, sino que se clonaba en mil y una, gene-rando un mosaico de polis renacentistas semejante, ya vemos, al mapa italianohasta el quattrocento y ms all en cuya compleja competencia floreci la literatu-ra cortesana y la propaganda, para mayor gloria de la prosa de escribanos y asesores.

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14. Emilio Gonzlez Ferrn. Historia General de al-Andalus..., pp. 11 y ss.


Y todo se convirti en lo siguiente que hubo en la misma tierra, como manda y reco-ge la Historia no manipulada.

3. ENTRE EL CREACIONISMO Y EL REISMOPor todo ello, al-Andalus no es un tiempo pasado, sin ms; es un componente14.

Los tiempos pasan aunque a veces se resistan a hacerlo, y los componentes sediluyen sin que los grumos al principio reacios supongan al final mayor cortapi-sa a la tnica general que impera en la Historia en marcha: siempre se acaba mirandohacia el futuro, lo importante es siempre cmo afrontamos cuanto viene. De acuerdo:al-Andalus es un componente. Pero, de qu? Bien, nosotros pensamos que de Euro-pa; de la Europa que conocemos como matriz de Occidente y que en al-Andalus saltdel Medievo para vivir un primer Renacimiento. Pero siempre hay zonas de la Histo-ria que se muestran o que mostramos ms escurridizas e incmodas que otras.As, quien hoy busque a al-Andalus, se encontrar con un algo esparcido, enraizadoy tan mudado de color, que toda muestra ser siempre metonimia: la parte por el to-do. Ya sea vilipendiada, ninguneada o, por el contrario, sobredimensionada y ensal-zada. La parte siempre folklrica por un todo tan especfico como normal.

Por eso, es esencial delimitar el sentido histrico de al-Andalus; su lectura histo-riolgica ms all de constructos imaginarios, asumidos como cientficos. Porque susentido es difcilmente legible dada la patente opacidad provocada por una secuenciaininterrumpida de explicaciones creacionistas y reistas mticas reinstauracionesen torno a la Edad Media. Tales explicaciones no contestadas provocan en parte laendmica incomprensin de cuanto significa al-Andalus. Entre las explicacionescreacionistas destacan algunas por su irremontable y plmbeo inmovilismo, a saber: Los intocables orgenes del cristianismo hispano, que suele desligarse de su con-tinuacin islam como segunda parte de un mismo proceso de orientalizacin. El asumido creacionismo cornico del Islam, que provoca una errnea datacin:es muy difcil calificar algo de plenamente islmico antes de la fundacin de Bagdaden 762. El pretendido avance conquistador de las milagrosas caballeras islmicas sobrealgunas de las zonas mejor defendidas del planeta.

Entre las segundas explicaciones reistas destacan a su vez algunas por el pa-rricida e historicida ninguneo de sus propias fuentes culturales: La supuesta restauracin carolingia; el mito de Carlomagno retomando el aban-donado sol invicto de Constantino, como si no existiese un coherente y prspero Im-

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perio Romano en el Bizancio de su tiempo; como si la Galia y el norte hubieran sidoalguna vez el ombligo de Roma. La nclita reconquista hispana; la historia como supuesta venganza en trminosreligiosos retroalimenticios. El eptome creacionista europeo por excelencia: el Renacimiento europeo, ningu-neador por igual de transicin alguna edades medias e injertos orientaliza-ciones sin los cuales vuelve el cielo a abrirse para dejar caer man creacionista.

Por otra parte, hay una serie de narraciones previas diluidas en la memoria colecti-va que desembocan en la forja del mito creacionista andalus, dotando a un contenidoliterario de valor histrico ante la patente falta de explicaciones coetneas. Son variaslas presencias imprescindibles en el imaginario cronista hispano, andalus y medite-rrneo que marcan la leyenda de los orgenes creacionistas de al-Andalus; preceden-tes confundidos y descontextualizaciones:1. La intervencin desde Cartagena del general bizantino Liberio en torno a los 550.2. El eco narrativo de un libro bien conocido en el Oriente helnico: la epopeya delos Diez Mil en la Anbasis de Jenofonte.3. La incomprensible asimilacin sinonmica de los trminos sarraceno y musulmn.4. La por lo mismo incomprensiblemente temprana asimilacin de berber yhombre azul del desierto. El barbarus del 711 es an, meramente, no latinizado.5. En general: la fe ciega en la retroalimentacin narrativa que patentan las crnicasy testimonios posteriores, siempre politizados.

Pero vayamos por partes:1. La primera incide en la naturalidad de los conflictos y su vestimenta religiosa

a posteriori mal que les pese a los detractores de las historias teistas, el ropajereligioso es el ms utilizado en las retro-explicaciones: en la Hispania de los quinien-tos se estaba viviendo un lento y cruento enfrentamiento entre el cristianismo arrianocontrario al dogma de la Trinidad, protoislmico en toda regla y el trinitario ofi-cial bizantino/romano, el que triunf mayoritariamente en el seno del cristianismo,forzando a los cristianos desafectos a la hereja y a su constitucin en formas religio-sas nuevas.

As, se produjo en el 550 la sublevacin de Crdoba y Sevilla: en casa del arrianorey Leovigildo, su primognito Hermenegildo se convirti al cristianismo trinitarioromano. Su conversin reviste la clsica forma de insurreccin apoyada por fuerzasexternas. En este caso, el ejrcito bizantino del emperador Justiniano, que ya habaintervenido bajo las rdenes del general Liberio, tiene una repercusin trascendentalen el imaginario.

Los visigodos contemplan este avance bizantino como intento de invasin absur-da es la bienvenida implcita debido a compartir religin genrica que las crnicas

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15. Joaqun Vallv. Nuevas ideas sobre la conquista rabe de Espaa : toponimia y onomstica. Ma-drid: Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, Instituto de Filologa, 1989, p. 51.


parecen asumir en operaciones tales como la que nos ocupa o algunas posterioresrazzias europeas en el Oriente bizantino tomadas como Cruzadas, pongamos por ca-so. As, el ejrcito oriental de Justiniano avanza desde el Levante hispano, desde ellugar natural de desembarco para quien viene a la Pennsula desde Oriente: Cartage-na. Y es recibido en Crdoba y Sevilla siguiendo un avance en ruta y procedi-miento similar al que el inconsciente colectivo y los cronistas novelescos confierena la posterior e inventada invasin islmica.

No triunfaron Liberio ni Hermenegildo, pero ah queda la sombra del enfrenta-miento, de la llegada de tropas, de su rpido avance y de una ruta que Joaqun Vallvpropuso sabiamente como probable alternativa algo menos mtica frente a lamilagrosa invasin del 711: para Vallv, la supuesta toponimia de las crnicas rabesmuy tardas, insistimos era perfectamente aplicable desde un punto de partidamucho ms coherente con la entrada desde Oriente: Cartagena15; la autopista medite-rrnea que siempre uni a Cartago con Cartago Nova.

2. Por otra parte, el que llambamos eco narrativo de la Anbasis de Jenofonte nodeja de ser significativo. Por cuanto implica de patente helenizacin. Insistimos: elIslam es, al menos hasta la fundacin de Bagdad 762, una civilizacin claramen-te helenizada, y el implante de memoria colectiva que implica la beduinizacin desus fuentes culturales no es ms que un protocolo de homenaje posterior a la tierraque vi nacer a su referente proftico por excelencia. As las cosas, la narracin mti-ca de la supuesta fundacin del emirato andalus por parte de Abderramn I incluyeun fundamento de apoyo estratgico esencial: la epopeya de los diez mil sirios que,cercados en las planicies de los alrededores del actual Fez, llevan a cabo una retiradatctica en griego, anbasis que les lleva hasta las tierras hispanas bajo las rde-nes de Balch. El arabista espaol medio no gusta por lo general de lecturas compara-das y nunca alcanz a percibir el homenaje narrativo especular que se haca de laAnbasis de Jenofonte en las primeras crnicas rabes especialmente Ajbar Mach-ma, las Noticias Reunidas. Esa epopeya siria es la versin narrativa rabe de laaventura de los Diez Mil griegos y su retirada tctica desde Persia. La narracin deJenofonte, beduinizada.

Podra destacarse tambin el similar eco narrativo de la Ilada invasiones orga-nizadas por el honor perdido de un seor a travs de ultrajes femeninos y de laEneida el ltimo troyano injertado como rey en Occidente respectivamente enlos mitos de DonJulin/Rodrigo y el posterior relato de Abderramn I.

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3. En tercer lugar, la asimilacin de sarraceno y musulmn o incluso caldeoen crnicas diferentes es otra de las claves en la interpretacin creacionista de al-An-dalus. La denominacin sarraceno es griega y muy anterior al islam. Y en concretoel hispano Fuero Juzgo 634 es una de las fuentes ya tardas de referencia. Lasasimilaciones traductoras posteriores son realmente nocivas para la comprensinhistrica. Es como cuando Juan Damasceno muerto en 754 hablaba de los is-maelitas, los iconoclastas, y los escritos de la Vaca; los versionadores posterioresas como las traducciones modernas ya escriben indefectiblemente musulmanesy Corn, cuando an no exista la denominacin como tal aquellos escritos de laVaca, dicho sea de paso, acabaran constituyendo la azora segunda del Corn. Lafusin por confusin de los trminos sarraceno, ismaelita, agareno, caldeo con elmuy posterior musulmn est en el origen de mil y un problemas de interpretaciny datacin del hecho islmico en general y al-Andalus en concreto. El medievalismohispano ms mostrenco se agarra precisamente a crnicas en las que se habla de cal-deos los malos bblicos por excelencia para hacer aparecer en escena a unosdemasiado tempraneros musulmanes.

4. En cuarto lugar, aquella tambin incomprensiblemente temprana asimilacinde berber y hombre azul del desierto incide, por su parte, en lo nocivo de la des-contextualizacin terminolgica. Es evidente que berber remite en rabe al barbaruslatino. Por lo mismo, hablar de tropas brbaras en las albacoras de lo andalus noremitira jams a cuanto hoy entendemos por un berber hombre azul del desierto,sintetizbamos, sino a cuanto no es romano. Muy probablemente, a esas alturas,a cuanto no es bizantino. Volviendo as a aquello que insinubamos: lo que quieraque pasase en 711 es evidente que no poda provenir de contenciosos rabes o musul-manes por aquello de que lo rabe y lo islmico an no estaban acuados lo sufi-ciente; pero tampoco berber como hoy lo conocemos.

Menos jaimas y ms contextualizacin de lo berber/brbaro; que San Agustn deHipona se aplic en la explicacin de lo uno y trino expresndolo como sheloshtres, en pnico. Algo entendible en la regin bizantina hispana por excelencia has-ta los ochocientos: el Levante peninsular. Tanto Hispania como el norte de frica enlos setecientos compartan tipologa social, religiosa, e incluso idiomtica. De hecho,en esas dos orillas del mar, el sustrato previo pnico lengua semtica cercansimaal hebreo ser una de las claves explicativas de la milagrosa arabizacin del Medi-terrneo.

5. Por ltimo, resulta cuando menos conmovedora la inveterada fe ciega delarabismo y el medievalismo al uso; fe en la retroalimentacin narrativa de obras quedeberan ponerse sistemticamente en cuarentena y que sin embargo son tomadas porpoco menos que grabaciones de la poca. Existen estudios exhaustivsimos so-

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bre el da a da de la conquista mtica, incluidas las ms obtusas referencias al cule-brn de Taric y Musa: la leyenda de la mesa de Salomn, la promiscuidad de DonRodrigo, la traicin de Don Julin cmo se vende un pas?; llaves secretas ypasadizos?, as como el traslado a tierras hispanas de las rivalidades clnicas deah es nada la pennsula arbiga.

Tal es el caso de la veta historiogrfica de Dozy y sus fervorosas secuelas. As,el libro estrella sobre los linajes andaluses, obra novelada del gran mixtificador IbnHazm, es tomada por atlas sociolgico. El cordobs Ibn Hazm, uno de los genialeshumanistas andaluses que justifican por s mismos la definicin de al-Andalus comopre-renacimiento europeo, fingi linajes propios orientales y llev a cabo un comple-tsimo constructo genealgico de mil y un entroncamiento de imposible lectura rea-lista.

4. ELEMENTOS PARA UNA POLMICAAs las cosas, cuanto hoy se impone como tarea cientfica ineludible es mucho

ms el verdadero sentido histrico de la realidad andalus que cualquier detalle orna-mental del enorme edificio historiogrfico construido entre aquellos andamios delmito de los que partamos. Es decir: la obsesin legajista por ajustar al mximo lapretendida claridad expositiva de cada fecha, personaje o batalla no se correspondecon la necesaria adecuacin al tema de nuestro tiempo por expresarlo en termino-loga orteguiana. Al-Andalus requiere visiones de conjunto, ms all de inoperantesparcelaciones provenientes de los compartimentos estancos en que han devenido lasdiferentes especialidades universitarias.

Porque al-Andalus insistimos se ha convertido en tema de nuestro tiempodada su recuperacin reivindicativa como alimento de ideologas diversas. Tambinasienta o desfonda segn el caso determinadas percepciones identitarias entendi-das como seas de identidad corporativa. Y es ah donde surgen los elementos parauna polmica, porque la variada percepcin de al-Andalus conviene unas veces, oentorpece otras, a determinados proyectos colectivos. Lo interesante del caso es queen cada postura porque se trata de eso, y nunca de enfoque cientfico existe laversin internacional y la espaola:

1. El islam poltico contemporneo, expresado generalmente en trminos de revo-lucin pendiente justificada por supuestas decadencias actuales y fastos pasados, en-cuentra en al-Andalus el tiempo de ariete oriental en el mundo occidental. Desde esaperspectiva, y contemplado al-Andalus meramente como tiempo islmico prspero,el acercamiento al mismo reviste cuanto el mundo de la moda concibe como revival.

2. La versin espaola de lo anterior encaja con la visin salvfica del converso.As, el neo-musulmn espaol percibe al-Andalus como el volveremos a ser lo que

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16. Malika Zeghal. Guardianes del islam. Los intelectuales tradicionales y el reto de la modernidad.Barcelona: Bellaterra, 1996.


fuimos propio y necesario. Lo andalus se convierte en modo de vida, gastronoma,vestuario, etctera. Se patenta la metonimia de al-Andalus en que todo y parte se fun-den en uno para acabar morisquizando una insumisin social o al menos cohesinalternativa contempornea.

Este al-Andalus metonmico arrastra la rmora de la reiteracin tpica. Lo acom-paa un tenue ensayismo de convivencia y tolerancia que se desfonda por la eviden-cia de la naturalidad andalus, tiempo tan crtico, cruel, prspero o humanista comomuchos otros. As, la excepcionalidad de lo andalus lo acaba vistiendo de quimricoy ahistrico. Es el problema de acercarse al pasado con valores del presente; plantea-mientos como el estudio de los derechos humanos en al-Andalus o la liberacin dela mujer son tan anacrnicos como nocivos a la larga por la inexistencia del conceptonombrable.

Ambas posturas (1 y 2) pueden calificarse de plenamente postmodernas en tantoque superacin de un modelo de modernidad occidental percibido como alienante.Al ser el aludido tema de nuestro tiempo, encaja a la perfeccin con la actual fusinde mbitos sociales de la postmodernidad: formas de comer elevadas al rango de reli-giones lase toda la ideologa subyacente al mero hecho de no querer comer carne,porgamos por caso o en el caso contrario coincidente, religiones entendidas comoformas de comer, de mostrarse ostensiblemente en pblico, ms ac de dilogos conlo trascendente o percepcin personal de lo tico. Religiones de bricolaje, que diraMalika Zeghal16. Excusa de militancia colectiva, dando al traste con aquello de lareligin como primera explicacin del mundo que desemboc en un idioma para ha-blar con cierto deseo de esperanza. En ese orden de cosas, al-Andalus es comosuele decirse del que lo necesite.

3. En las antpodas de lo anterior, el occidentocentrismo duro y nada fuertede la llamada droite divine, ha hecho de al-Andalus su particular coto de caza en tan-to que una forma ms de ser musulmn. Entendido el tiempo presente como de gue-rra al islam heredero directo de la as transformada y omnipresente guerra alrojo, al-Andalus implica el fallo tcnico del pasado al haber sido islmica una par-te de Occidente. La largusima estela de Bernard Lewis ha generado una amplia lite-ratura de ucrona islmica; su postura previa es que siempre es y ha sido lo mismoel islam, sin importar el tiempo que pase. Con todo, y por seguir citando a Lewis,como suele ocurrir, el genio del maestro se va perdiendo en el camino de los mulos.

La ms reciente de las entregas en esta ancestral guerra negacionista al Islam esel ensayo francs de Sylvain Gouguenheim, Aristote au Mont Saint-Michel, en el que

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17. Sylvain Gouguenheim. Aristote au Mont Saint Michel. Les racines grecques de lEurope chrtienne.Pars: Seuil, 2008.

18. A. de Libera. Penser au Moyen ge. Pars: Seuil, 1999; P. Benot y F. Micheau. Lintermediairearabe. En M. Serres (Ed.). lments dhistoire des sciences. Pars: Bordas, 1989, pp. 151-175; M. Ar-koun. LHumanisme arabe au Xe sicle... Pars: Vrin, 1982; M. R. Menocal. The Arabic Role in MedievalLiterary History. A Forgotten Heritage. Filadelfia: Pennsylvania U. P., 1987; J. Vernet. La cultura hispa-norabe en Oriente y Occidente. Barcelona: Ariel, 1978, reeditado en numerosas ocasiones como Lo queEuropa debe al Islam de Espaa.


se pretende que un slo monje a la sazn Juan de Venecia habra sido el respon-sable del entroncamiento renacentista de Europa con el pasado greco-latino, al habertraducido a Aristteles en la abada francesa17. La reiterada evocacin de al-Andalusen tanto que eslabn inevitable del Renacimiento europeo con las fuentes griegasqueda as ninguneada y reducido al-Andalus a esa parte folklrica e izquierdosa deno saber ser europeo.

El ensayo adquiere la importancia de lo muy significativo en dos sentidos: por unaparte, la obsesiva alusin del autor a la nmina de autores cristianos y su labor entierras del islam en particular, los clebres traductores siracos del entorno bagda-d. Para el autor, absolutamente convencido de eso definible como identidades reli-giosas histricas, lo musulmn el ser humano y lo islmico civilizador son indu-dablemente lo mismo, y por tanto lo no musulmn nunca podra ser islmico. En losaledaos de tan comn ideologa actual circula la clave de la refutacin: aquelloscristianos del primer Islam son la clave del continuismo histrico que de este modose niega, y por lo que no puede comprenderse jams el papel de lo andalus en lasfuentes culturales de Europa a travs del Renacimiento.

Por otra parte, el aplauso generalizado francs a la aparicin del ensayo de Gou-guenheim dice mucho de las ganas que se tena a un ensayismo previo conciliadorde historias y presentes; las obras de Libera, Benot, Micheau, Arkoun as comolas traducciones francesas de Menocal y Vernet18, en que se traza la lnea sin solu-cin de continuidad desde la Edad Media hasta el Renacimiento a travs del Islam.

4. En Espaa, nuestra versin de droite divine bebe de las mismas fuentes telri-cas del continuado y natural enfrentamiento entre religiones de nuevo, se olvidaquin fue hasta ayer mismo el encarnizado enemigo de Occidente: el rojsimo Estedestructor de valores y fundamentos. Es larga y variopinta nuestra nmina de intelec-tuales atrincherados en el no pasarn frente a un al-Andalus, sinnimo as de al-Qae-da. Se engloba aqu a la sorpresa acadmica de Serafn Fanjul, un magnfico arabistacomprometido y juramentado con la idea de que la insurgencia iraqu, el terrorismoislmico y al-Andalus son parte de un todo amenazante y rechazable. Fanjul nada enla misma corriente que nombres como la premiada en 2008 con el Jovellanos de En-

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19. Serafn Fanjul. Al-Andalus contra Espaa: la forja de un mito. Madrid: Siglo XXI, 2000, y La qui-mera de al-Andalus. Madrid: Siglo XXI, 2006; Rosa Mara Rodrguez Magda. Inexistente al-Andalus. Decmo los intelectuales reinventan el Islam. Oviedo: Nobel. 2008.

20. Csar Vidal. Espaa frente al Islam. De Mahoma a Ben Laden. Madrid: La Esfera de los Libros.2004.


sayo, Rosa Mara Rodrguez Magda, en cuya obra riza el rizo del ninguneo negandola mayor; la propia existencia de un legado cultural adjetivable como andalus19.

Pero tambin se suma a lo anterior el apoyo logstico de gran parte del mundo po-ltico, acadmico e intelectual en general: vase el cruzadismo inexplicable de nom-bres como Gustavo de Arstegui, Gustavo Bueno, Rodrguez Adrados y un largusi-mo etctera a los que no chirra el rechazo a universos culturales que ya no van nun-ca a comprender. En particular, los dos ltimos consideran compatible el malditismode lo islmico y la defensa a ultranza de lo greco-latino, como si no fuera todo partede lo mismo.

Pero en este caso, la versin espaola reviste un ltimo matiz nada desdeable:la patente preocupacin por la identidad, unidad y cohesin histrica de Espaa. Esdecir: patrias como obligaciones del pasado, ms que como proyectos de futuro. Eneste sentido, el inherente pelayismo de nuestro presente interpretador se esgrime co-mo nica explicacin posible del da a da: Espaa, segn esto, se habra forjado des-de un embrin salvfico en Covadonga hasta el regalo del destino de Granada1492 por nuestro esfuerzo reconquistador. Por lo mismo, al-Andalus no seraelemento constitutivo de Espaa sino huestes por fin vencidas y expulsadas. Espaase habra forjado frente a al-Andalus, que no a partir de l lase la largusima pro-clama del evanglico Csar Vidal20. Y su vestigio se circunscribira a ciertos elemen-tos folklricos de una Andaluca por lo mismo indolente.

Este breve repertorio por fuerza limitadsimo y reduccionista explica mil yun apriorismos en los acercamientos a al-Andalus, as como explica la sospecha y elrecelo que levanta cualquier trabajo o exposicin que no provenga de filas propias.La distribucin aqu esbozada puede resumirse an ms: el actual convencimientointernacional de que las religiones son los sujetos de la Historia y los elementos deidentidad colectiva lleva a contemplar todo lo islmico en bloque sin distinguirgeografas o tiempos. Por tanto, todo aquel que percibe hoy al islam como enemigotiende a rechazar todo tiempo islmico pasado. En la misma lnea, todo aquel quehoy percibe el islam como la revolucin anti-institucional pendiente, abraza cual-quier faceta del pasado islmico como constitutiva de su propia identidad. Lo msinteresante de todo esto es que no slo se enturbia el pasado, sino que se deja decomprender el presente: si hay algo claro en la actual y patente revolucin islmica

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21. De rebus Hispaniae, conocida asimismo como Cronicn de las cosas sucedidas en Espaa, Historiagtica o Crnica del toledano. Compil tambin una valiosa Historia arabum Historia de los rabesde evidente y providencial alienamiento pero de gran valor cientfico por hacer uso de fuentes rabes.

22. Ann Christys. Christians in Al-Andalus, 711-1000. Londres: Taylor & Francis Group, 2002. "News


es que es precisamente eso, revolucin. El siglo XX rabe fue laico en sus principa-les manifestaciones e incluso ateo desde el punto de vista poltico/militarista ma-yoritario; englobable en la esfera de influencia sovitica. Por tanto, si el pasado re-ciente no era islmico, dejemos de buscar en el pasado ms lejano an las claves delpresente. Porque la cadena de la tradicin ya se rompi.

5. LAS CLAVES DE AL-ANDALUSA la luz de tales cosas, es muy probable que los estudios sobre al-Andalus no ne-

cesiten mejoras cuantitativas bastante hay ya escrito y re-escrito, sino aportacio-nes cualitativas. Comparacin, baremacin, lectura contextual, y no tanta afluenciade estudios parcelados de imponente insustancialidad. Cuando citbamos el pelayis-mo de nuestro constructo mtico patrio, resulta descorazonador por ejemplo elpunto de partida de todo el medievalismo hispano: las llamadas Crnicas Asturianas,la clebre Crnica Mozrabe, y las traducciones de las primeras fuentes rabes comoel citado Ajbar Machma Noticias reunidas. En el controvertido tema de la su-puesta conquista de al-Andalus, por ejemplo, cmo es posible que se afirmen tancategricamente tantas cosas basadas en crnicas tan tardas y ante la muy elocuenteausencia de fuentes de la poca?

En materias tales, lo que realmente parece mentira es que unos seores tan mayo-res confundan la pica con la crnica en lugar de admitir, llanamente, la nebulosa deacontecimientos. Sabido es que la finalidad de todas esas crnicas tardas es muchoms poltica que histrica, y que su funcionalidad se encuentra a posteriori: desdela percepcin cristianista y unitaria de la historia de Espaa consagrada en el sigloXV se fue asentando una documentacin anterior de fina utilidad. El gozne esenciales el gran en todos los sentidos Rodrigo Jimnez de Rada (1170-1247), patenta-dor de un mtodo crtico no utilizado posteriormente con su obra. El Cronicn deJimnez de Rada21 fue la base de la Estoria de Espaa de Alfonso X el Sabio y detantas historias desde entonces.

Las albacoras cronsticas de todo este proceso de construccin mtica es la citadaCrnica Mozrabe, presuntamente datada en 754. Sus noventa y cinco captulos lle-van por ttulo Continuatio Hispana de evidente lectura poltica y no contienencotejo ni cita de fuentes de tal poca, siendo destacable su ms que sospechosa pues-ta por escrito a finales del siglo IX22. Por su parte, el trmino de Crnicas Asturianas

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from the East in eighth-century chronicles".23. Emilio Mitre. La apuesta religiosa y cultural. En VVAA. Carlomagno. Madrid: Dastin, 2004, p.

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alude fundamentalmente a tres textos: la Crnica Albeldense (con la Crnica Profti-ca inserta), y la Crnica de Alfonso III en sus dos versiones (la Rotense y Sebastia-nense). Crnicas curiosamente escritas en la misma poca que la supuesta mozrabepenltima dcada del siglo IX, durante el reinado de Alfonso III, pero que nisiquiera han llegado a nosotros en versiones de tal poca sino muy tardas. En cual-quier caso, es evidente en todas ellas el ideal neogoticista que presentaba a Oviedocomo capital alternativa a Toledo en un evidente entroncamiento o contagio carolin-gio. Rechazo al sur por parte del norte hispano.

Es decir, y por resumir mucho: no conocemos lo que ocurri en la Hispania de lossetecientos. Desde luego, sabemos que no se sum por completo al cambio cualitati-vo europeo que supuso la poca de Carlomagno; sabemos que el norte s vivi lenta-mente procesos semejantes, producindose un desfase institucional y de cristianis-mos entre el norte y el resto de la pennsula, y sabemos que cuanto acabar llamndo-se al-Andalus sigui la misma evolucin que el norte de frica, como le correspon-da en la lgica mediterrnea post-romana en la que ambos estaban insertos.

Como veamos, puede plantearse cientficamente que al-Andalus surge progresi-vamente por la sorpresa ante el contraste carolingio que evidencia la posterior y es-trambtica redaccin de aquellas crnicas en las que se basa el sorprendente descu-brimiento de una Hispania en proceso de islamizacin y arabizacin ste, muchoms lento. Pero ese contraste es provocado por el tirn europeo: la ruptura con unaya lejana Roma oriental Constantinopla y su versin europea centrada en Carlo-magno (747-814) evidencia la primera unin real europea entre lo civil y lo eclesis-tico. Ya desde 742 se empieza a gestar una Cristiandad germnica23 fiel a Roma yalejada de Bizancio que contrasta con el cristianismo hispano. En 794, un Concilioen Frankfurt repudia la iconoclastia, las prcticas orientalizantes del cristianismo ylos contagios adopcionistas matizaciones a la paternidad de Dios en contra defuertes tendencias mediterrneas, de largo arraigo en Hispania. El metropolitano deToledo Elipando y el obispo de Urgel Flix defendan estas ltimas co-rrientes, denostadas desde Oviedo con el beneplcito de las nuevas corrientes euro-peas. Oviedo frente a Toledo generan el contraste; dos Hispanias con evolucionesdiferentes sin que ninguna de ellas sea en exclusiva Espaa y el resto mera tierra enespera de conquista. La Historia no es tan simple.

La evidente, heterodoxa y larga orientalizacin cristiana hispana pasaba facturaen la densa nebulosa histrica de la pennsula ibrica (711-850). Un Toledo en cre-

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ciente transformacin andalus lo haca probablemente por el contraste de ese Oviedodesde que Alfonso II tena puestas sus miras en Aquisgrn, en torno a la cual Carlo-magno cerrar un modelo europeo con su entronizacin como emperador en el 800.No comprender esas crnicas asturianas trufadas de futuro en tal diatriba deOviedo y Aquisgrn frente a Toledo y Oriente, as como el propagandismo apocalp-tico del Beato de Libana tomando partido por el norte es no comprender el evo-lucionismo histrico y obsesionarse con los mitos histricos de tan difcil contraste.Cuando, en los alrededores de 1430, Pedro del Corral compile la novela histricaen palabras de Menndez Pidal llamada Crnica Sarracina, beber de todasestas fuentes, fingir cronistas de la poca a la sazn, Alastras y Caristes y crea-r un gnero de enorme fe y paciencia legajstica que llega hasta nuestros das.

Otra cosa pero semejante, a los efectos cronsticos ocurre con las primerasfuentes rabes, tanto las reales Ajbar Machma como las mticas Tratado deTeodomiro. El manuscrito ms antiguo de las citadas Noticias Reunidas es del sigloX y en l destaca ya una defensa del rgimen omeya que finge sus gloriosos orgenesconquistadores. La misma trufa de futuro se evidencia en esas crnicas rabes queen las asturianas: un rgimen determinado organiza su retro-alimentacin cronsticaen bsqueda de legitimidad histrica. Por lo que se refiere al supuesto primer tratadoandalus, el documento por el que el seor del Levante Teodomiro sella un pactocon los invasores, de nuevo nos encontramos como era de esperar con que eltexto conocido es el del muy tardo historiador andalus Ibn Idari siglo XIII,suponindose tres o cuatro versiones del pacto, la primera de las cuales sera la deAl-Razi (m. 955), siendo el resto tributarias de sta. Nada de todo esto es coetneode los hechos acaecidos en los setecientos, sino que todo queda separado de talesacontecimientos al menos siglo y medio.

La clave de al-Andalus reside por tanto en el estudio coherente de una lenta evo-lucin histrica. As las cosas, el tema que nos ocupa no se limita a problemas deactualizacin universitaria. Es decir; no resulta necesaria la lectura historiolgica deal-Andalus slo para reactivar el inmovilismo interpretativo de ciertos sectores. Biencierto es que una visin nueva no vendra mal, pero no puede esperarse lo mismopara todos los campos universitarios: cuanto pueda buscarse con avidez en especiali-dades como la medicina o la biologa entre tantos otros aportacin e innovacin,es recibido con temor reverencial por campos cuyo contenido no se basa en la ideanueva sino en la acumulacin de ideas viejas. En este sentido, la lectura generalistade cuanto realmente implica lo andalus no es bien recibida porque en materia medie-valista slo se prima lo parcelado, lo tributario de un largo trabajo en cadena, y lasumisin al viejo sentido de la Universidad como el espacio al que te permite aso-marte el jefe de Departamento.

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24. Convegno internazionale ''Alle radici dell'Europa: mori, giudei e zingari nei paesi del Mediterraneooccidentale (secoli XV-XVII)''. Universit di Verona (Italia), 15-16 de febrero de 2008; Re-Visiting al-Andalus: Muslims, Christians and Jews in Medieval Spain. 15 de abril de 2008, City University of NewYork (Estados Unidos).

25. Jerry Brotton. El bazar del Renacimiento. Sobre la influencia de Oriente en la cultura occidental.Barcelona: Paidos, 2002, p. 206. En la tradicional desconfianza hispana en la inteligencia de nuestrossemejantes, el subttulo explicativo cercena en gran medida la belleza potica con que Brotton envuelvetan firme ensayo. El subttulo original es From the Silk Road to Michelangelo de la Ruta de la Seda aMiguel ngel, pero alguien debi entender que era algo complicado para el lector medio en espaol.


Con ser esto una rmora del medievalismo en Espaa, no es menor la escassimaperspectiva cosmopolita y el contraste con cuanto viene hacindose fuera. Y paramuestra, un botn: en la larga lista de aportaciones al estudio de lo andalus a la quepudimos acceder en dos encuentros internacionales sobre el tema en Nueva Yorky Verona24, se nos hizo evidente que el debate sobre el sentido de lo andalus llevalargo tiempo ocupando a numerosos especialistas de muy diversos pases, en tantoslo se leen en Espaa las obras de espaoles o a lo sumo un par de reverencia-dos popes franceses; existiendo qu duda cabe honrossimas excepciones porlo general, todo sea dicho, en el mbito de la historia del arte que no logran elimi-nar la percepcin de un cierto espritu corporativo medievalista. En tan crtica situa-cin de autocomplacencia universitaria que tilda toda posible lectura generalistade tentativa heurstica, el estudio de lo andalus ha sobrepasado el cerrado coto dectedras tributarias hispanas para convertirse en parte de cuanto constituye ya loveamos el tema de nuestro tiempo.

Porque de la definicin de al-Andalus se derivan ya posturas concretas y aporta-ciones al sentido mismo de tres conceptos: la idea de Espaa, la idea de Europa, yla idea algo ms etrea, qu duda cabe de Occidente. Se forjan esos tres con-ceptos Espaa, Europa y Occidente con aportacin de lo andalus, lo rabe y loislmico, o por el contrario mediante su rechazo a tales campos? No insistiremos enlos anteriores elementos para un debate, pero s merece la pena destacar la afirmacincon que Jerry Brotton cierra su libro sobre la disolucin de la Edad Media: pareceoportuno terminar este libro volviendo a lo que fue el verdadero origen del Renaci-miento europeo: el mercado o bazar del Mediterrneo oriental25.

Brotton sigue de cerca una amplsima serie de estudios que hace casi un sigloarrojan nuevas luces sobre las fuentes culturales del Renacimiento y por endede Europa y Occidente. Parte de las teoras sobre los varios y diversos renacimientosen el arte Panofsky para preguntarse por la continuidad mediterrnea Burnetty Contadini, el carcter oriental de verdaderos iconos de lo europeo como VeneciaHoward, as como diversas aculturaciones inesperadas que hacen de la Edad

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26. Erwin Panofsky. Estudios sobre Iconologa. Arte del Renacimiento. Madrid: Alianza, 2002 (Oxford,19341); Charles Burnett y Anna Contadini. Islam and the Italian Renaissance. Londres, 1999; DeborahHoward. Venise and the East. New Haven, 2000; Marie Boas. The Scientific Rennaisance 1450-1630.Londres, 1962; Margaret Ferguson. Rewriting the Renaissance. Chicago, 1986; Anthony Grafton y LisaJardine. From Humanism to the Humanities: Education and the Liberal Arts in Fifteenth-and-Sixteenth-Century. Londres, 1986.

27. Ferdinand Braudel. La Mditerrane et le Monde mditerranen lepoque de Philippe II. Pars:Armand Colin, 19825, vol. II, p. 98.

28. Emilio Gonzlez Ferrn. Rumbo al Renacimiento: ciencia y tecnologa en al-Andalus. Sevilla: Cor-poracin Tecnolgica de Andaluca, 2008.

29. J. A. Maravall, dedicado a la historia de las mentalidades arduo y manipulable campo, previen la Espaa de la posguerra que nuestro lugar en la historia sera junto a la Alemania del momento. Van-se sus colaboraciones en el diario Arriba, rgano de la Falange. Del autor, El concepto de Espaa en laEdad Media. Madrid: Instituto de Estudios Polticos, 1954. De aquellos polvos, estos lodos. Hoy se perci-be la poltica euro-mediterrnea como tal; con un guin que separa lo euro de lo mediterrneo. CuandoEuropa naci en y desde el Mediterrneo, y quienes sentimos con ms intensidad esa impronta somos, porello, europeos en ms por decirlo a lo Goytisolo.


Media un tiempo menos oscuro y ms rabe de lo que nos presentan Boas, Fergu-son, Grafton y Jardine26. Es muy probable que siga en vigor la vieja interpretacinde Braudel sobre el trfico de ideas en el Mediterrneo: la mayor parte de las mu-danzas culturales se llevan a cabo sin que conozcamos el nombre de los transportis-tas27; idea que hicimos nuestra en una obra anterior Rumbo al Renacimiento28y por tanto no proceden ulteriores ampliaciones aqu.

Por el contrario, s requiere muy especial dedicacin insinuar interpretaciones so-bre el sentido de al-Andalus en Europa que complementen la patente germanofiliade nuestros planteamientos fontanales29. Entre otras cosas, porque seguimos ancladosen la interpretacin monocromtica y cercenada de un mundo tan diverso como eleuropeo. En este sentido, cabe destacar que si al-Andalus surgi y se desarroll trasuna lenta evolucin desde lo anterior mediante progresivos y compatibles injertosorientales, su cierre como tiempo histrico fue tan lento, progresivo y lgicamenteevolutivo como su nacimiento. Al-Andalus se filtr en la Espaa y Europa posterio-res, propiciando y sumndose a procesos culturales que deberan releerse a tales lu-ces.

Seguimos con la idea de que el Renacimiento europeo no surge de la nada o delmero inters por el mundo clsico la rmora del reismo que comentbamos. Si di-versas son sus facetas hay varios renacimientos, ms variadas an son sus pro-cedencias, y debe comprenderse hoy da el Renacimiento europeo como un tiempode ilustracin continuista de una fertilsima Edad Media que orientaliza a Europa pordiversos cauces tales como Sicilia, Venecia, Bizancio y su final con la emigracin

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de intelectuales de Constantinopla a Italia a partir de 1453 as como al-Andalus,en tanto que atpico rincn europeo de cultura rabe.

En este sentido, es posible y de gran inters cientfico trazar la filtracin deal-Andalus en ese Renacimiento a travs de movimientos de ideas y personas por logeneral tratados poco menos que como cados del cielo. Tales mbitos de continui-dad y asimilacin de lo andalus son principalmente tres: La trgica emigracin en varias fases de los judos andaluses, que mediante tra-ducciones y/o obras propias fertilizaron la ciencia y el pensamiento europeo. Los ncleos de traduccin y comentario en torno a lo que viene a considerarse lallamada Escuela de Traductores de Toledo y en antigua y acertada disquisicin deMills Vallicrosa, la Seo de Urgel. El injerto hispano de la llamada Tercera Espaa de oculta alma morisca la queni expuls ni fue expulsada, constitutiva de un necesario barbecho heterodoxo so-bre el que florecieron mil y un brotes del Siglo de Oro, especialmente el camino deaceptacin y abrazo del llamado erasmismo.

Es probable que se est abriendo un interesante tiempo de lectura historiolgicade los procesos. Resulta evidente que siempre se seguir haciendo historia a la medi-da tanto de sexenios como de ideologas, pero va a ser difcil ya negar la pruebade vida de un tiempo rabe convertido en componente europeo. De ah, al reconoci-miento de lo andalus en particular y lo islmico en general como una fuente culturalms de Europa, dista bastante. Pero, en nuestra opinin, es algo que ir surgiendopor s mismo.

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