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    L ACTITUD ANTROPOLGICA

    ess

    Miguel DAZ

    LVAREZ

    Dpto.

    de Filosofa y

    FU.

    Moral. UNED

    Introduccin

    Noes demasiado frecuente que un filsofo espaol publique un

    libro

    en el que se aborden los problemas epistemolgicos y

    filosficosde la antropologacultxu al.Menos usual an es que un

    libro

    de estas caractersticas alcance una seguatda edicin. Sin

    embargoesto es lo que felizmente ha ocurrido con el trabajo del

    profesor

    Javier San Martn,

    La

    antropologa.

    iencia

    humana

    ciencia

    crtica

    aparecido por primera vez en la editorial Montesinos en el

    ao1985^.

    A pesar del tiempo transcurrido y de la profundizacin

    Antes de nada quiero mostrar mi agradecimiento y deuda para con elprofesor Javier San Martn por haber accedido a leer y comentar con el autor las

    pginas que siguen a continuacin.

    ^J. San Martn,La antropolo^. Cienciahumana ciencia crtica Montesinos Editor,

    Barcelona, 1985 segunda edicin 1992). La segunda edicin recoge itegro y sin

    reelaboraciones el texto de la primera. Las nicas variaciones que se producen

    afectan a la paginacin y a la correccin de una serie de fallos cometidos en el

    proceso de edicin que seguidamente pasamos a detallar. En la pgina 7 de la

    primera edicin, que nace de prtico del libro, se ha can\biado la fotografa de un

    Vlatusi bajo la cual estaba escrita la siguiente leyenda, Un integrante de la tribu

    Ylatusipracticando ima danza ritual. En su lugar aparece en la tambin pgina

    7 de la segimda edicin una reproduccin de ima estatua

    Tlingit

    al pie dla cual

    se puede leer, EstatuaTlingitde un blanco. La antropologa es la ciencia de los

    otros;

    pero tambin nosotros somos otros. Segn me relata el profesor San

    Martn, esta reproduccin y el texto al pie fue lo que l envi a la editorial en la

    primera edicin puesto que resuma muy grficamente la idea de la antropologa

    ndoxa:SeriesFilosficas n 6 1995 UNED Madrid:

    J. Miguel Daz lvarez: La actitud antropolgica

    pp.

    213-240.

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    que en estos temas ha seguido haciendo el autor^, con las correc

    ciones o matizaciones que toda labor continua de pensamiento

    traen consigo, creo que el texto sigue siendo una clara exposicin

    de las ideas bsicas del profesor San Martn en lo tocante a la

    antropologa cultural y a las ciencias humanas en general, no

    habiendo perdido ni su originalidad ni, por que no decirlo, su

    capacidad de provocacin en el vmiverso de una disciplina

    encerrada muchas veces de modo estril en el trabajo de campo.

    En estas pginas no pretendo otra cosa que exponer del modo

    ms claro posible las ideas fundamentales del libro sin entrar en

    una valoracin crtica global que exigira un trabajo de mayor

    entidad. De todas formas, al final del artculo se realizan una serie

    de observaciones a la parte segvmda del libro, la que demarca la

    antropologa de la historia, la sociologa y la psicologa, pues, aim

    estan do d e acuerdo con el espritu general de la misma, co nsidera

    mos que algunas de las tesis que all se vierten presentan serios

    problemas.

    El trabajo qu e ahora com entam os par te de ima prem isa: la crisis

    de identidad en la que se debate desde hace aos la antropologa

    cultural. Esto se encama, fundcimentalmente, en las dificultades

    con las que se encuen tran los antroplogos a la hora d e definir el

    objeto de su disciplina, acosados, sobre todo, por tres ramas del

    saber que pretende n reducirla

    a

    historia , sociologa o psicologa. La

    razn principal de sta crisis, y esta va a ser la tesis fuerte del

    que se defenda a lo largo de la obra. Incomprensiblemente y sin avisar, la

    editorial la sustituy por la fotografa del Watusi ante el asombro y enfado del

    autor, que nada pudo hacer frente a unos hechos ya consumados. Otro fallo

    subsanado ahora nos conduce a la pgina 100 de la primera edicin 96 de la

    segunda, de la que se suprime el siguiente texto que se haba intercalado

    errneamente: ...los resultados de la antropologa, la psicologa no puede sacar

    ning una conclusin sobre.... Por ltim o, en el pie de la foto de la pagina 111 de

    la segunda edicin

    5

    de la primera , se le devuelve a Bronislaw Malinowski

    su verdadero origen y nacionalidad. Deja de ser el clebre antroplogo

    norteamericano como haba sido bautizado por alguien de la editorial, para

    convertirse en el clebre antroplogo polaco-mgls.

    Ver sobre todo, J. San Ma rtn,E l

    sentido

    de

    l

    ilosofa

    del

    hombre. El

    lug r

    d e

    l

    ntropolog filosfic en la

    ilosofa

    y en larencia Anthropos, Barcelona, 1988 (cfr.

    especialme nte los captulos III y V).

    214

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    libro

    reside en la pr did a du ran te el proceso en el que la discipli

    na se va constituyendo como tal del sentido crtico filosfico y

    moral con el que haba nacido. Mostrar esta tesis y reivindicar

    coriforme a ella la necesidad de que la antropologa vuelva a su

    m atriz filosfica par a resolver la crisis que la aqueja ser el

    objetivo fundamental con el que nos va a enfirentar el autor.

    El libro va a constar de tres parte s. En la prim era se realiza un a

    arqueologa de la antropologa. La razn de este retomo a los

    orgenes no es otra que ver a travs de la historia de la disciplina

    aspectos esenciales de la evolucin de la misma que nos llevan

    de sd e el carcter filosfco-moral de la actitud antropolgica en sus

    prim eros p asos a la constitucin de la antropologa cientfica

    prop iam en te dicha en el siglo XIX.

    En la segunda parte se abordan las relaciones de la antropolo

    ga con otras ciencias sociales en concreto con aquellas que

    tradicionalm ente le han disp uta do su objeto de estudio: la historia

    la sociologa y la psicologa. Aqu se inten tar t raza r el perfil n tido

    de la disciplina sealando un os rasgos de identidad que perm itan

    definir con precisin su campo. Con ello estamos de lleno en el

    prob lema de la crisis de id entid ad y su resolucin. En este pvmto

    Javier Sam Martn nos hablar del carcter privilegiado de la

    antropo loga fi-ente a otras ciencias him ianas o en pala bra s de

    Lvi-Strauss de la antropologa como

    stronom de las ciencias

    humanas

    Por fin ya en la tercera parte se defender que la solucin de

    la crisis de iden tidad pro pue sta en la par te anterior no se pue de

    dar sin la recuperacin de ese sentido filosfico crtico y moral

    qu e caracteriz el estud io del otro en su s primero s ao s. Insiste as

    Javier San Martn en el irrenunciable tono crtico de la antropolo

    ga.

    Seguidamente vamos a entrar en los entresijos de cada ima de

    estas partes.

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    l nacim iento de la actitud antropolgica

    1.

    Frente a lo que suele ser comn en los ma nuales de antropolo -

    ga, el autor del libro no va a situcir el nacimiento de esta ciencia

    en el siglo

    XIX.

    Es verdad, reconocer, que la disciplina se confor-

    ma de modo

    explcito

    en ese siglo, sin embargo, las ideas de las

    que se nutre y que la harn eclosionar en esa poca habra que

    rem onta rlas al Renacim iento. El Renacim iento sigrtfica la ru ptu ra

    del marco teolgico en el que se haba movido la Edad Media y la

    creacin de vm espacio epistmico antropolgico en el que se van

    a integrar tambin elementos medievales referidos al tema del

    hom bre pero tratados ahora desd e un a perspectiva ex clusivamente

    humana .

    La actitud antropolgica que se va a desarrollar en esta poca

    se caracteriza po r do s aspectos decisivos. El prim ero, tiene qu e ver

    con el descubrimiento de qu e

    el otro vale por

    s mismo, es decir, que

    el otro no est ah como un predecesor que ha de ser evaluado

    desde mi altura histrica. Esto ocurre porque el otro al que se

    refiere el Renacimiento es el modelo de hombre clsico. Pero

    ad em s pa ra el hom bre renacentista el otro (clsico) no slo ha de

    ser tratado desde s mismo, sino que es tomado como ejemplo a

    seguir;

    el otro vale ms que

    yo.

    En este contexto, San M artn no s dir

    que el nacimiento del espacio antropolgico no supone funda-

    mentalmente el descubrimiento de unos

    hechos

    nuevos, sino la

    bsqueda y adopcin de unosvalores.Esta pec uliarida d d el espacio

    antropo lgico definir la

    actitud

    antropolgica,bsica, po r un a p arte,

    para el nacimiento y desarrollo de la antropologa, y por otra .. . ,

    para la definicin del talante crtico de la antropologa*.

    El modelo renacentista continu en el siglo xviii de la mano de

    dos pensadores que fueron capaces de disear con precisin el

    aantropologa,p .19;19 (a partir de ah ora la paginacin de la segu nda edicin

    se colocar inmediatam ente de spus de la correspondiente a la primera precedida

    por un punto y aparte).

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    m bito de trabajo antropolgico : Rou sseau y Kant. Siguien do en

    parte Ideas de Lvi-Strauss*, San Martn ve en el

    Discurso sobre

    el

    origen de las

    desigualdades

    entre los hombres como el pensad or

    ginebrino nos anticipa lo que son los tres niveles del saber

    antropolgico: la antropologa biolgica, que se ocupara del paso

    de la animalidad a la hum arda d; la antropologa cultural, qu e se

    ocupara del paso de la naturaleza a la cultura, y, por ltimo, la

    filosofa del hom bre o antropologa filosfica, qu e se ocup ara del

    paso del sentimiento a la razn. En el primer nivel Rousseau se

    anticipara en vmos doscientos aos a los anlisis del problema

    central de la antropologa biolgica, la hominizacin, y lo hara

    desde una perspectiva que hoy cabra encajar dentro de lo que

    conocemos con el nombre de etologa. Pero lo que ms interesa a

    San Martn son los dos rveles subsiguientes. En el

    Discurso

    Rousseau nos habla de un saber que debe recoger aquellas

    caractersticas que son comunes a todos los hom^bres, es decir,

    aquello que es propio del ser humano. Pero para lograr este

    discurso de la igualdad ser necesario salir de nuestra propia

    cultu ra lo m s lejos que p od am os , imbviirse en las diferencias qu e

    caracterizan la vida de otros pueblos, para, a partir de ah, sacar

    lo comn. De lo contrario, corremos el riesgo de interpretar algo

    particular, propio del hombre occidental, como universal. Desde

    este punto de vista, la antropologa rousseaimiana no es im

    estud io de los otros en cuanto tales por el m ero placer de conocer

    otras costumbres, otras formas de pensar, etc. Como en el Renaci

    miento, hay im viaje de ida y vuelta, donde el conocimiento del

    otro termina siendo ptinto esencial para el conocimiento de m

    nsmo y no slo en cuanto ser particular de vma determinada

    sociedad, sino en cuanto hombre en su sentido vmiversal. Esta

    forma de entender la antropologa cultural tiene vm componente

    crtico, filosfico, valorativo que le es esencial en tanto que la

    Op.cit

    p .

    31 ;

    3 0

    * Cfr. Lvi-Strauss, Jean-Jacques R ousseau, funda dor de las ciencias de l

    hom bre, en Lvi-Strauss, ntropologa

    estructural mito soredad

    humanidades Siglo

    XXI, Mxico, 1979, p p . 37-45.

    217

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    bsqueda de ese hombre universal no es constatar solamente lo

    que es com n a los hom bres, sino el pu nto de partida indispensa

    ble a la hora de descubrir el origen de la desigualdad, para lo que

    es necesario saber primero qu es lo igual. Es aqu donde la

    antropologa cultural de Rousseau se abre a lo que hemos

    con siderad o com o su tercer nivel del conocimiento antropolgico:

    la antropologa filosfica, en la que el pen sado r g inebrino m uestra

    la profunda carga crtica que se deriva de asumir un discurso de

    la igualdad como posibilidad humana que hay que reivindicar^.

    La articulacin que Rousseau hace de los tres niveles de la

    antropolog a lleva a decir a San M artn qu e el pen sad or fi-ancs

    esboza en el conjunto de su obra pimtos nucleares de vma

    filosofa del hombre, pero de una filosofa del hombre que slo

    tiene sentido y lugar en el mbito epistmico del conocimiento

    cientfico de los hombres y del hombre*.

    En el caso de Kant, San Martn sealar tambin la existencia

    de los mismo s tres ruveles que y a vimo s en R ousseau. Primero, el

    de la antropologa biolgica, qu e el pen sad or de Korsberg define

    como el estudio de lo que lanaturaleza hahechodelos hombres. Sin

    embargo , el hom bre no pued e ser entendid o completamente d esd e

    su dimensin natural. Para constatarlo ah estaban las formas

    radicalm ente distintas que tenan de vivir los habitan tes del Nu ev o

    Mtmdo, a pesar de ser fisiolgicamente iguales a nosotros. Era

    necesario, por tanto, hacerse cargo del estudio de los aspectos

    culturales d e la vid a del hom bre, de sus manifestaciones concretas.

    Y eso es lo que Kant hace en unas lecciones que comienza en el

    ^ El trasfondo flosfco de la antropologa cultural de Rousseau y la consi

    guiente ap ertura a la antropologa filosfica pued en verse d e mo do ejemplar en

    una extensa nota complem entana a la pgina133d elDiscurso. Ch.J.-J. Rousseau,

    Discursosobreel origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres Editorial

    Tecnos, Ma drid, 1987 estudio preliminar, traduccin y notas de A ntonio Pintor

    Ramo s), p p. 221-229.

    a antropologa p. 40; 37-39. Esta idea de que la antropologa filosfica o

    filosofa del hombre no puede hacerse al margen de lo que las ciencias dicen

    sobre el ser humano, la ha abordado el autor ampliamente en el libro antes

    citado.L a

    ilosof

    del

    hombre

    ver especialm ente el captu lo III).

    218

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    ao 1760, do nd e se aborda lo que llama un a ntropologaensentido

    pragmtico.

    Para San M artn la antropologa pragm tica de K ant no

    es otra que lo que hoy denominamos antropologa cultural.

    As pues, frente a la antropologa biolgica, que aborda, como

    ya sabemos,lo que la naturaleza ha hecho denosotros la antropologa

    pragmtica se encargar de lo quenosotros hemos hecho denosotros

    mismos.Se trata, en d efinitiva, de u n saber a cerca de los hom bres ,

    con el objetivo de poder manejamos entre ellos y utilizarlos para

    nuestros fines. Ahora bien, para poder llevar a cabo esta tarea de

    antropologa pragmtica, necesito tener vm esquema general a

    cerca de qu es el hombre, y, con ello, discriminar lo que me

    interesa de lo que no, dicho de otro modo, necesito saber cmo

    m irar. En este pvmto, Kant d a el salto a la filosofa, a la, p od ram os

    decir, antropologa filosfica, y se aleja en su concepcin de

    Rousseau. Kant no nos dir que para conocer al hombre es

    necesario alejamos de lo que nosotros somos e imbu im os en otras

    culturas, sino que apelar para conseguir ese esquema general a la

    autorreflexin.Es la autorreflexin la que va a diferenciar al hom bre

    del resto de los animales y lo va a convertir en persona. En este

    sentido, aunque la concepcin de la antropologa pragmtica

    kantiana no tiene esa tensin crtica que posea en Rousseau, no

    deja de estar ftmdamentada en la antropologa filosfica, que

    implica ima inn egab le dime nsin tica .

    2.

    Lo visto hasta ahora hace decir a San Martn que en la Ilustra

    cin, en sintora con el espritu renacentista, apzirece perfecta

    mente diseado un mbito de estudio mtropolgico en el que el

    De la nthropologie in pragmatischer Hinsicht contamos con una versin

    castellana obra de Jos Gaos. I. Kant, ntropolopa en sentido pragmtico Alianza

    editorial, Madrid, 1991. Con respecto a la tnp le divisin d l a antropologa

    kantiana, la especificidad de la antropologa pragm tica y la relacin d e esta con

    la filosofa, pueden leerse las esclarecedoras pginas del prlogo a la obra y el

    primer pargrafo de la misma (pp. 7-21).

    219

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    objeto de la antropologa slo se ofrece en una intencin moral,

    do nd e el hom bre no slo es investigado como un hecho sino como

    unhecho quevale^.Sin embargo, esta concepcin de la antropolo

    ga que haca especial hincapi en su dimensin filosfica o en su

    cercana para con la filosofa, no tubo relevancia en la formacin

    explcita d e la disciplina en el siglo XIX, es m s, su c onstitucin se

    har expresamente al ma rgen d e cualquier idea d e este tipo. Para

    el autor del libro, el factor que podemos considerar como funda

    mentalmente responsable de este hecho se sita en el giro que

    Descartes imp rim e a la filosofa mo dern a. Co mo v io Lvi-Strauss,

    el cogitocartesiano, en tan to qu e sujeto u niversal p ostu lado de

    m od o abstracto al m argen d el estud io de las diferencias culturales

    de los seres hum ano s concretos, hace prcticamente impo sible que

    la antropologa cultural pueda ser pensada desde sus categoras.

    Esto significa un distanciamiento de la filosofa y la antropolo

    ga . Pero adems habra que destacar desde una perspectiva

    fenom enolgica, la vinculacin d e la filosofa cartesiana y la ciencia

    natura l m odern a, representada em blemticamente po r Galileo. En

    este sentido, se tendra que aadir que el modelo que tiene la

    filosofa en esa poca proviene de la ciencia natural matemtica,

    una ciencia que opera con meros hechos de los que se ha depura

    do toda carga subjetiva, toda cualidad, para quedarse en lo

    meramente cuantitativo. Est claro que en este marco estamos

    completamente al margen de cualquier instancia de tipo valorat-

    vo-moral.

    Ad entr nd on os ya en el nacimiento explcito de la antropologa

    en el siglo XIX, vemos que tiene lugar en el mbito del inmenso

    desarrollo que la ciencia histrica experimenta en esta poca. En

    los proyectos, tan frecuentes ahora, de escribir una historia

    universal, los historiadores se encontraban con el problema de que

    los mtodos tradicionalmente empleados por ellos, fimdamental-

    ' aantropologa pp. 44-45; 43.

    Cfr. Lvi-Strauss,op.

    cit.

    pp . 39-40. Cfr., tam bin, el ltimo captulo de L vi-

    Strauss,ElPensamientosalvaje F.C.E., M xico, 1964, pp . 361-362.

    22

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    mente el apoyo en documentos, era inservible a la hora de relatar

    los perodos incipientes de la hvunanidad, de los que no se

    conserva do cum entacin algun a. En este contexto, y de la m an o de

    lo que San M artn llama laideolog colonial nacer la antropologa

    como

    cienci de los primitivos

    Nos movemos, pues, claramente,

    den tro de un esquem a evolucionista-comp arativista q ue va a tener

    aspectos negativos y aspectos positivos. Dentro de los negativos

    San Martn pone de relieve la devaluacin del otro. En efecto, el

    otro va a ser analizado como un hecho anterior a nosotros, los

    civilizados, que nada puede aportamos dado que se sita en el

    esquema evolutivo en un estrato inferior. Es decir, los otros vem a

    ser anexionados a nosotros, o lo que es lo mismo, el otro es

    pensado desde el mismo que somos nosotros. En este sentido se

    ha podido hablar del evoluciorsmo como de la forma ideolgica

    o la cor\secuencia de la realidad colonial, que no era sino la

    anexin efectiva y forzada de los otros a la poltica y economa

    occidentales.

    El lado positivo del evoluciorsmo se sita a dos niveles. El

    primero hace referencia al plano metodolgico, en cuanto que el

    evolucionismo significa la adopcin de un paradigma que sirve

    para ordenar y estructurar la cantidad ingente de material

    etnogrfico recogido por misioneros, viajeros, expediciones

    cientficas..., dndo les u n se ntido y orien tando las futuras investi

    gaciones. En efecto, a la antropologa, en tanto que dencia que

    debe contribuir al estudio de la historia de la humanidad, se le

    asign aron tres tareas. La primera e ra descub rir aquellas caracters

    ticas que definen a cada perodo evolutivo. La segimda tena que

    ver con la clasificacin de los diferentes pueblos de acuerdo con

    las caractersticas previamente diseadas. Y la tercera coiisista en

    establecer una tipologa evolutiva de aquellos rasgos consid erados

    com o esenciales en toda c ultura, por ejemplo, la religin Frazer),

    el matrimoio... Todo esto requiri

    un

    gran esfuerzo de sntesis e

    interpretacin d e la gran cantidad de material etnogrfico disp oni

    ble. A pesar de las mltiples crticas que se le pueden hacer al

    m ode lo general evolucionista, hay que afirmar qu e con l se po ne

    221

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    en marcha una dinmica que ya ser imparable y en la cual se ir

    alumbrando una serie de conceptos explicaciones y mtodos de

    recogida d e dato s que con stituirn u n acervo disciplinar, que es lo

    que llamamos antropologa cultural o social*^.

    El segundo nivel, de extrema importancia, tiene que ver con la

    anexin que el evolucionismo realiza del otro. Hemos dicho hace

    un momento que en este paradigma el otro no es pensado como

    tal otro, sino en funcin de ima mismidad que es marcada por el

    civilizado. Es verdad que esto lastra gravemente la investigacin

    al impedimos una apertura completa y sin prejuicios al otro, pero

    a la vez, su po ne el reconocerle, lo que no siemp re estuv o claro, su

    carcter de ser humano. Los otros son hombres, y este reconoci

    miento de la igualdad especfica es la condicin de posibilidad

    para que se de la antropologa misma, pues significa admitir que

    los hombre pueden vivir de modos diferentes, en grupos o

    culturas regidas por diferentes valores, sin por ellos perder su

    condicin d e hvimanos. Por eso San Martn insistir en den om inar

    este reconocimiento del ser htimano por encima de las diversida

    des culturales como la condicin trascendental de la antropolo-

    ga .

    Tenemos, as, que en el paradigma evolucionista no todo es

    anexin, y a pesar de sus serios inconvenientes, con l entramos

    verd adera m ente en el campo d e investigacin y en los problemas

    de la antropologa cultural.

    riterios de demarcacin de la antropologa frente a las

    otras ciencias humanas

    El nacim iento d e to da ciencia pasa siemp re po r la justificacin

    de la pertinencia de la misma en tanto a su objeto y su metodolo-

    aantropologa p. 57; 56.

    Op.

    cit

    p. 59; 56.

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    ga, lo que slo se logra demarcndola de las ya existentes y

    mostrando que de lo que ella se ocupa y el modo en que lo hace

    la convierten en nica. Si esos criterios de dem arcacin so n d biles

    ypoco estables el propio estatuto d esa ciencia queda en entredi

    cho,

    pues de lo que ella se ocupa y el modo en que lo hace no

    sup ond ra en lneas generales ninguna n oved ad. Consciente de que

    esta es un a prob lemtica central en la crisis de la antrop ologa, San

    Martn va a dedicar los esfuerzos de la segxmda parte de su libro

    a intentar establecer los criterios que diferencian a la antropologa

    de las principales ciencia humanas: la historia, la sociologa y la

    psicologa.

    1.

    Reconociendo una vez ms la influencia de im cierto Lvi-

    Strauss asimilado de modo personal, San Martn tratar de hacer

    efectiva su propuesta de la diferenciacin entre antropologa e

    historia cor\frontando sus tesis con las de otro maestro de la

    disciplina, Evans-Pritchard, que defiende la identidad de mtodo

    y objetivos de ambos saberes . Desde el punto de vista de este

    autor, tanto en la tarea del historiador como en la del antroplogo

    habra tres etapas. La primera estara presidida por una toma de

    contacto con la cultura o perodo histrico estudiados a fin de

    familiarizarse con sus costiambres. En la segimda etapa se busca

    ran las estructuras que nos permiten entender la vida de esa

    comunidad o poca determinada. En la tercera se tratara, por fin,

    de comparar las estructuras obtenidas en el estudio de diversas

    '* Con respecto a la propue sta lvi-straussiana pu ed e ve rse. Lvi-Strauss,

    Historia

    y

    etnologa, en ntropologa

    estructural

    EUDEBA, 1980, pp. 1-26.

    Tam bin resulta de ^ a n inters, Historia y dialctica, ltimo capitulo deEl

    pensamientosalvaje F.C.E., Mxico,1964,pp . 356-390. Las tesis de Evan s-Pritchard

    se encuentran expuestas en: Antropologa social: Pasado y presente y

    antropologa e historia. Ambos ensayos estn recogidos en la obra del autor

    Ensayos de antropologasoral

    Siglo

    XXI,

    Madrid, 1974, pp. 4-23 y 44-67 respectiva

    mente. Para vma critica de la posicin de Lvi-Strauss puede verse el sugerente

    ensayo de M. I. Firey, Antropologa y estudios clsicos, en M. I. Finley, Uso

    y

    abuso

    d e la

    historia Crtica, Barceloiw, 1984, pp. 156-184.

    3

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

    12/28

    sociedades o perodos histricos con el objetivo de encontrar una

    serie de inv ariantes o principios rectores de carcter m uy general.

    San Martn est dispuesto a aceptar la similitud de plantea-

    mientos en la primera e tap a y en la segimda. Pero do nde n o

    habra coincidencia ninguna sera en la tercera, ya que en ella,

    que es fundamental para la antropologa, el historiador ya no

    sigue al antroplogo, pues siem pre ser historiador d e im p erodo,

    poca o espacio cultural; por eso cuando intenta situarse en esta

    tercera etapa ser considerado ms bien como tm filsofo que

    como un historiador^*. Tenemos, pues, que mientras el historia-

    dor se mueve en la primera y segtmda etapa, el antroplogo lo

    hace en la segu nda y, fundam entalmen te, e n la tercera, do nd e trata

    de buscar esos elementos imiversales de la cultura humana, o

    como a San Martn le gusta dedr, la gr mtic cultural de la vida

    humana por eso su mtodo ser esencialmente comparativo.

    Simplificando las cosas podramos decir que la historia se

    mueve para San Martn en im marco particular. Las explicaciones

    histricas da n cuenta nicamente de acontecimientos d eterm inado s

    que transcurren en tm tiempo que es irreversible. Por contra, el

    antroplogo usa como base de explicacin estructuras que seran

    recurrentes en toda co mu nidad h um ana , por lo tanto, el t iempo en

    el que se mueve sera reversible. En suma, la historia explicara

    acontecimientos contingentes, y la antropologa descubrira las

    matrices necesarias en las que se desarrolla el devenir humano.

    2.

    Un a vez vista la demarcacin d e la antropologa con la historia,

    se abo rda rn las diferencias con la sociologa. En este caso se suele

    centrar la demarcacin en lo que se ha d ad o en llamar elcriterio de

    primitivid d

    Segn

    ste,

    entre la antropolog a y la sociologa hab ra

    La nica diferencia en este punto sera que el antroplogo utiliza el mtodo

    de la observ cin p rticip nte

    y

    el historiador docum entos de la poca.

    La antropologa p. 70; 68.

    4

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

    13/28

    un reparto de papeles, de modo que aquella estudiara las

    otras

    sociedades, las llamadas primitivas, o los rasgos de primitividad

    que todava se encuentrart explcitos en el mundo civilizado, es

    decir, aquellos rasgos que conforman nuestra cuota de primitivi-

    dad. Para San Martn el problema de este criterio radica en su

    dependencia del esquema evolucionista, con lo que se ve avocado

    a las crticas que se le pueden hacer a ste. En efecto, el criterio de

    primitividad puede ser aplicado con cierto xito en el mbito de

    la tecnologa, y an en esto no todos estaran de acuerdo. Ahora

    bien, como el propio autor reconoce, si nos salimos del mismo

    para situamos en el de las relaciones humanas o en el de los

    sistemas d e org artzadn cognitiva d e los lmites de la experiencia,

    tales como creencias sobre el valor y sen tido d e la vida, la mu erte ,

    etc., la situacin es profunda m ente diferente..., resulta problem ti-

    co, si no imposible, decidir

    a priori

    sobre la prim itividad de los

    rasg os culturales . Pero si este criterio no es vlid o, cul se

    puede utilizar para demarcar ima disciplina de otra?. San Martn

    va a repetir aqu esencialmente el argumento que haba esgrimido

    en el caso de la historia. La antropologa, en tanto q ue ciencia que

    se ocupa de los elementos o estructuras fundamentalt s presentes

    en toda sociedad, transciende con ayuda del m todo com parativo

    el marco del que usualmente se ocupa la sociologa, empeada en

    tareas ms ptmtuales y menos amplias, ciromscritas usualmente

    a una sociedad en ima poca determinada, generalmente el

    prese nte, y q ue encajan, por lo tanto, en el nivel segvmdo del q ue

    hemos hablado hace im momento.

    3 .

    Hasta ahora San Martn nos ha mostrado en qu se distingue

    la antropologa de la historia y d e la sociologa. En su esfuerzo po r

    demarcarla d e las den cias himianas m s importantes slo le qued a

    confrontar la antropologa con la psicologa.

    Op.cit,

    p .

    83;

    80.

    225

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

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    N uestro autor pa rte en sus consideraciones de lo que entiende

    como la corriente bsica y fundamental de la psicologa, tal es,

    la psicologa experimental. Esta psicologa trata de investigar las

    bases genricas del comportamiento humano estudiando lo que

    deno m ina estructuras psicofisiolgicas del com portam iento. En este

    sentido, para realizar sus investigaciones no necesita tener en

    cuenta la diversidad cultural humana, le basta con centrarse en un

    slo miembro de la especie hombre, pues se supone que en todo

    rrembro de esa especie, po r el mero hecho d e serlo biolgicam en

    te, se dan ese tipo de estructuras. Tenemos, pues, que hay una

    diferencia sustancial entre las estructuras de las que nos habla la

    antropologa y aqullas que pretende investigar la psicologa.

    Ambas tienen im carcter transcultural, pero las psicolgicas se

    dan al margen de la cultura humana, en un rvel previo a la

    misma. En cambio, los invariantes que indaga la antropologa

    cultural nunca se sitan fuera del funcionamiento concreto de la

    sociedad y los indiv iduo s. Es m s, la verificacin de tales estruc tu

    ras debe de hacerse siempre en casos concretos.

    De lo dicho sobre las caractersticas de am bos tipos d e estructu

    ras se saca vma conclusin muy importante. Las psicolgicas, al

    situarse antes de todo mxmdo cultural, no nos dicen nada a cerca

    del mismo , que es tanto como afirmar que no nos dice na da sobre

    el marco de sentido en el que se desenvuelve habitualmente la

    vida del hombre. Por eso el hombre del que habla la psicologa es

    vm ser abstracto que no aporta por s mismo nada que sirva para

    entender el mundo propiamente hvunano, esto es, el mundo

    cultural. En cambio, las estructuras en las que se mueve la

    antropologa supo ndran un tipo m uy diferente de abstraccin, una

    abstraccin en cam ada en el prop io m un do cultural. Esto es lo que

    le lleva a decir a San Martn q ue en la antropologa el paso de lo

    concre to a lo genera l no implica la prd ida de significado humano**.

    Ahora bien, llegados a este pvmto, en el que se muestra ima

    separacin radical entre psicologa y antropologa, cabe pre gim tar-

    * Op.

    cit

    p. 99; 95.

    226

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

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    se si, al margen de lo que hemos dicho sobre la primera, no hay

    un cam po d e interaccin entre ella y la antropologa. Para q ue esto

    fuera as, tend ram os q ue aceptar q ue la psicologa no se reduc e a

    psicologa experim ental y

    que,

    por lo tanto, hay tm a psicologa qu e

    tiene como terreno d e juego el mu nd o h um ano-cultural. Es decir,

    esta psicologa se ocupara de los comportamientos efectivos del

    hombre que interacta con el medio y los dems hombres. San

    Martn pone im ejemplo con el matrimonio. Este se puede

    entender como ima realidad social en la medida en que significa

    vm contrato entre im hombre y una mujer presentado y realizado

    pb licam ente n o slo ante la sociedad civil, es decir, la c om un idad

    natural, familia y pueblo de uno, sino tambin, cuando la haya,

    ante la sociedad poltica, es decir, el Estado, que debe aceptar y

    ratificar ese contrato^'. A la vez, el matrimonio es un hecho

    psicolgico, en este nue vo sentido, en la medida en qu e sup one la

    existencia d e pau tas d e comp ortamientos individuales y colectivos

    en relacin a la sexualidad, el mimdo de los afectos, etc. Est claro

    que la primera nocin de psicologa no recoge lo que ahora enten

    demos por tal. No hablamos aqu de estructuras psicofisiolgicas,

    universales y previas al mundo social, sino de la realidad psicol

    gica que es el matrimoro, de la que sabemos que vara de una

    cultura a otra fruto, precisamente, de esa interaccin con la esfera

    social. La nueva situacin creada a raz de la relacin entre este

    tipo de psicologa y la antropologa no le va a plemtear a San

    Martn problemas a la hora de mantener su esquema de las

    diferencias entre antropologa y psicologa, pues para l es el

    antroplogo y no el psiclogo el que se interesa y ocupa de la

    incidencia psicolgica de los hechos sociales, quedando as

    subsu m ida este nu evo tipo d e psicologa en lo que l entiende po r

    antropologa cultural.

    Op cit p. 89; 86.

    227

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

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    Una v ez m ostrada s la relacin qu e la antropologa m antiene con

    las ciencias sociales ms representativas: la iistoria, la sociologa

    y la psicologa, es lgico preguntarse si de ello puede extraerse

    algu na consecuencia. A juicio de San M artn se extrae un a esencial

    a la hora de plantear la epistemologa de las ciencias sociales, tal

    es,

    que la situacin de la antropologa respecto de las dems

    ciencias humanas y sociales es de

    privilegio,

    constituyendo para

    ellas una especie de control, pues siempre que quieran pasar de lo

    concreto-histrico a lo general en el caso de la historia y la

    sociologa, o de lo abstracto no significativo a lo concreto hu m an o

    significativo en el caso de la psicologa, deben de acudir a la

    antropologa...^ . En efecto, la antropologa, al proporcionamos

    la gramtica cultural de la vida humana, se convierte en el

    discurso bsico sobre el hombre que ineludiblemente ha de ser

    tenid o en cuen ta po r las otras ciencias sociales si quieren decir algo

    con sentido sob re ese mvmdo hu m an o. La antropolog a se convier

    te ,

    pue s, en la ciencia hu m an a p or excelencia, ya q ue es ella la q ue

    disea, pod ram os decir, el mbito ontolgico d e lo hum ano en el

    qu e se van a mo ver tod as las ciencias sociales. En este sentido dir

    Lvi-Strauss que la antropologa es la astronoma de las ciencias

    humanas, porque la relacin de la antropologa con las otras

    ciencias es parecida o semejante a la de la astronom a con las o tras

    partes de la ciencia de la naturaleza, a las que precedi gentica

    mente, pues la fsica empez como astronoma y eintecede ahora

    como estructura ltima de referencia a la que se tienen que

    acomodar las otras partes de la fsica^^

    La pregimta que ahora nos tenemos que formular es si las

    consecuencias de semejante concepcin de la antropologa tienen

    relevancia m s all del cam po estrictamente m etodolgico. Esto lo

    abordar San Martn en el tercer y decisivo bloque de su libro

    titulado

    Lamir d ntropolgic y susentidocrtico.

    ^ Op.cit,p. 99; 96 (la cu rsiva es nu estra).

    Op. cit,p .99;96.

    8

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

    17/28

    a antropologa com o ciencia crtica

    1.

    San Martn ha definido la antropologa como aquella ciencia

    que se ocupa de la gramtica cultural de la vida htunana. En este

    sen tido su concepcin lo enfrenta abiertam ente a aquellos que la

    entienden como la ciencia de los otros sean considerados estos

    primitivos o no. El antroplogo no trata de conocer simplemente

    las costum bres de los otros eso po r ejemplo lo pu ed en hacer el

    misionero o el colonizador sino que trata de elaborar u n discurso

    en el qu e se nos brinde n las claves fundamentales de lo hu m an o.

    Ahora bien para poder elaborar semejante discurso se necesita

    distanciarse de la propia cultura. Slo as evitamos hacer pasar lo

    que son peculiaridades de nuestro propio mundo por categoras

    que tienen un carcter universal. Esta actitud de distanciamiento

    frente a lo propio para tratar de imbuimos en lo extrao sin

    prejuicios de ninguna clase no es otra cosa que la superacin de

    lo qu e se ha d ad o en llamar

    etnocentrismo.

    Ser etnocntrico significa

    no dejar que las culturas hablen desde s mism as sino desd e

    nu estra pro pia cosmovisin. Co m o ya sabemos sta fue la prctica

    usual en los inicios de la antropologa bajo la ideologa colonial y

    el paradigma evolucionista. La consecuencia irunediata de la

    superacin del etnocentrismo no es otra que el proclamar la

    relatividad de las culturas es de dr cada ctdtiu-a tiene qu e ser

    com pren did a desd e el conjimto de circimstancias sistemas de

    creencias o modelos en general que le son propios. La compren

    sin de una cultura ajena a la nuestra slo es posible desde vm

    planteamiento semejante por eso asumir el

    rel tivismo

    culturales

    vm elemento irrenunciable e indispensable en la antropologa.

    Ah ora bien el relativismo cultural el aprehen der al otro des de s

    m ismo no es el pu nt o de llegada de la antropologa m s bien es

    su pu nt o de pa rtida es la condicin necesaria para pod er lograr lo

    que la antropologa pretende hallar categoras desde las cuales se

    pu ed a pensar a todos los hom bres no exclusivamente a los de una

    229

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

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    cultura. De ah que cuando la antropologa se entiende asimisma

    com o ciencia de los otros ya sea infravalorn dolos caso del

    evolucionism o o convirtindolos en absolutos caso del relativismo

    cultural est falsificando radicalmente su cometido . La antrop olo

    ga es por lo tanto vm viaje de ida y vuelta que va del nosotros a

    los otros y de los otros a nosotros con el fin de descubrir la

    m ism idad lo com n a todos. M ediante este viaje d e ida y vuelta

    no s dice San M artn la antropologa recupera el sentid o de la

    actitud antropolgica del Renacimiento y el sentido con el que la

    concibiera Ro usseau^ . Si recordamo s lo que pg inas atrs h em os

    dicho sobre Rousseau y sobre la matriz renacentista en la que se

    incuba la antropolog a hem os de tener presente que el elem ento

    esencial de la actitud antropolgica que all se fragua no es otro

    que su

    carcter

    crtico

    que le vena dado por el cariz filosfico-

    m oral con el que naci. Hem os pue s de m ostrar ahora por qu la

    concepcin de la antropologa aqu defendida sigitfica una

    recuperacin de ese talante crtico. Para ello debemos definir del

    modo ms preciso posible qu se entiende cucindo decimos de tm

    saber q ue es crtico. En este asvmto San Martn tom ar com o pu nt o

    de referencia la distincin qu e Hab erm as opera en el conocimiento

    en fun d n de los intereses que lo anim an. Para este autor como

    es de sobra conocido el conocimiento no es el resultad o de un a

    contemplacin pu ra neutral o lo que es lo mism o desinteresada

    sino que detrs d e todo conocimiento hay u n inters que determi

    na el mod o d e aprehend er lo que se conoce. Haberm as nos hablar

    al respecto de tres intereses fundamentales: el interstcnico el

    inters prctico

    y

    elinters emancipatorio.Cada uno de ellos coiifigu-

    ra u n tipo d e saberes determin ado s. As el inters tcnico es el que

    est presen te en las ciencias qu e se ocup an del conocimiento d e la

    naturaleza. A travs de l manejamos y do m inam os la naturaleza

    como medio para nuestros fines. El inters tcico est dominado

    po r lo que se ha llamad o razn in strum ental. El inters prctico es

    el que artma a las ciencias sociales o histrico-hermeneticas. El

    ^

    O p. cit

    p. 117; 112.

    230

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

    19/28

    punto nodal de las mismas reside en la comprensin, que solo

    puede tener lugar en la accin comunicativa que implica el

    reconocimiento no forzado en tre hom bres. Esta accin com urcati-

    va constituir el presupuesto de toda praxis. Llegamos, as, al

    inters emancipatorio. Este es el que tiene que ver con la libertad

    y la subjetividad, e n sum a, con la liberacin d e toda s um isin a u n

    poder ajeno a la propia autonoma del individuo. Estamos, pues,

    en el m bito pro pio de la racionalidad no instrum ental), de la que

    interesa destacar su carcter moral, de razn prctica. Para

    Habermas, ste es el lugar de la ciencia social crtica y de la

    filosofa^.

    2.

    Una vez repasada brevemente la divisin Habermasiana del

    conocimiento, en cul de ellas encaja la antropologa en la forma

    en la que la hemos estado definiendo hasta ahora?. Ya sabemos

    que la antropologa comervz siendo vma ciencia de los otros que

    eran con siderados como primitivos, como nuestro pa sad o. Detrs

    de esta percepcin estaba lo qu e hemo s da do en llamar la ideolo

    ga colonial, qu e sustrae al otro la posibilidad de ser trata do com o

    u n igua l, despojnd olo del control de su prop io destino. El otro se

    convierte en im menor de edad que necesita ser tutelado. Como

    dice San Martn la antropologa se converta en ese momento en

    una

    tcnica

    pa ra civilizar a los otros , es decir, en tcnica pa ra

    completar la anexin total de los otros a occidente^*. De esta

    prime ra comprensin de la antropologa, que encam el evolucio

    nismo, se pas a im segxmdo momento en el que la crtica radical

    a este paradigma y a la concepcin de la antropologa como

    historia en general, ejercida en Europa fvmdamentalmente por el

    funcionalismo y en Am rica po r la escuela boasiana, hace cam biar

    ^ Sobre la triple divisin d e los saberes en fun dn de su s respectivos inters

    cfr. J. Habermas, Conormiento e Inters Taurus, Madrid, 1982. Una excelente

    exposicin de esta obra d e Haberm as pu ed e verse enT MdZarthy,La teora crtica

    de frgen Habermas

    Tecnos, M adrid, 1987, pp . 74-153.

    ^ La

    antropologa

    p. 122; 117.

    231

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

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    com pletam ente la orientacin que se tiene en relacin al estud io de

    los otros. Los otros y sus formas d e vida ya no sern interpretad os

    desde occidente, sino que se los contemplar de igual a igual,

    como contemporneos nuestros que han de ser comprendidos

    desde s mismos. Es el comienzo de la puesta en marcha de la

    observ cinparticipante delrodeo ntropolgicoyde la consideracin

    del relativismo cultural como presupuesto clave de la disciplina.

    En esta segunda etapa la antropologa se convierte en xm potente

    instrumento hermenetico. Es xm s ber prctico. Ahora bien, en la

    me dida en qu e la antropologa no pretende slo comprender a los

    otros,

    es decir, la racionalidad pecviliar de ima cultura determina

    da, sino la gramtica cultural de la vida humana, aquello que de

    comn hay en todas las culturas y que constituye el ncleo sobre

    el que se asienta lo humano en general, se trata de ir por encima

    de las diferencias culturales y ver aquellas categoras que nos

    sirven para pensar a todos. Esto, evidentemente, slo se puede

    hacer tr nscendiendoelrel tivismo

    cultural

    por eso San Martn nos

    dir q ue la tercera etapa de la antropologa slo se logra limitan do

    el alcance del relativismo cultural. Con ello sobrepasam os el nivel

    del conociiniento prctico y nos ade ntram os en la dimensin crtica

    de la antropologa^.

    Una minuciosa y esclarecedora discusin de los problemas que presenta el

    relativismo cultural, en la lnea de lo que se termina de exponer, nos la ofrecen

    el propio Javier San Martn y Marcial Gondar en su artculo Racionalidad

    camp esina y relativismo cultural. Para un an lisis de la racionalidad antropol gi

    ca,

    en VVAA,

    Antropologa

    y racionalidad Editorial Slvora, Santiago de

    Compostela,1980,p p .25-136.Sobre esta cuestin resulta tambin d e gran mters

    el libro de E. GeUner

    Posmodemismo r zn y religin

    Paids , Barcelorui, 1994. En

    concreto, los captulos titulados Posmodensmo y relativismo y Relativismus

    ber alies, hacen u na b rillante crtica del relativismo cen trada e n lo que el auto r

    considera la ltima reencamacin d e

    ste:

    el posmodem ismo. adem as lo hacen,

    lo que aqu cobra un especial inters, teniendo como principal obieto de sus

    ataques a lo que se ha d ado en llamar antropologa hermenutica (C. Geertz, P.

    Rabmow, G. E. Marcus...), cultivada especialmente en los Estados Unidos. Para

    ver la posicin de C. Geertz puede leerse ahora en castellano el interesantsimo

    artculo apare cido en el N 169 de la Revista de Occidente titulado Contra el

    antirrelahvismo. A l precisamente se refiere y da rplica Gellner en la obra

    antes citada. En ese mismo nme ro dedicado al tema La am enaz a del

    relativismo. El resurgir de la intolerancia pueden leerse trabajos de Eiuique

    Lynch, Flix Duque, Javier Echeverra, Remo Bodei y Estela Ocampo en los que

    3

  • 7/26/2019 actitud_antropologica

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    El carcter crtico de la antropologa se va a manifestar de un

    m od o evidente en la medid a en que la adopcin de principios q ue

    sean vlidos interculturalmen te, que nos sirvan para pen sar todas

    las culturas y e n los que se exprese esas condiciones esenciales de

    lo humano, necesariamente significan ima puesta en cuestin de

    nuestra cultura, ya qu e una gran parte d e los principios sobre los

    qu e se asienta la civilizacin occidental qu ed an relativizados o h an

    de ser explcitam ente rechazad os, pu es en el mejor d e los casos, no

    son m s qu e rasg os particulares d e esa cultvu-a no suscep tibles d e

    ser unlversalizados, y en el peor, principios que anexionan al otro

    terica (evolucionismo) y prcticamente (coloialismo), ne gn do se

    con ello de ra z la posibilidad de l disciu so antropo lgico mismo^*.

    se aprecian las diferentes caras que el problema del relativismo presenta en el

    m bito filosfico, e ntim am ente relacionado con l, en el de la teora esttica, de

    la ciencia, el ya mencionado de la antropologa cultural y, por ltimo, el de la

    poltica, en concreto, la difcil delimitacin entre toleranaa y relativismo dentro

    del m arco democrtico. Sobre este ltimo pu nto suscita gran inters, a la vez qu e

    mu cho problemas, el artculo pro relativista Qu es justicia? del eminente

    filsofo del derecho

    y

    padre del positivismo jurdico Haiw Kelsen (cfr. Hans

    Kelsen,Quesiustiaa? Ariel, Barcelona,

    1991,

    pp . 35-63). De ntro de la reciente

    filosofa espaola me parece que debe destacarse asimismo la defensa que de la

    universalidad ha hecho Fe m ando Savater. Con respecto a ella sealar m camen te

    que desde m i pim to de vista los convincentes y lcidos argum entos que nos

    brinda no acaban de encajar del todo con el convencionalismo radical, artincialis-

    mo, en el que se apoyan de modo ltimo sus posiciones. Cfr., ente otros sus

    artculos Heterofobia, Naturaleza y Universalidad en Femando Savater,

    Dicronario filosfico Planeta, Barcelona,1995. Por ltimo, hacer referencia al

    prlogo q ue Salvador Giner ha puesto a la traduccin castellana d e una serie de

    im port antes artculos de P. Winch, en los que critica las tesis pr o relativistcis de

    este autor, importante representante, tarnbin, aunque desde un mbito ms

    netamente filosfico, de la hermenutica anglosajona. Cfr. P. Winch,

    omprender

    unasociedadprimitiva Paids, Barcelona, 1994, pp. 9-27.

    ^ En este pim to no hay qu e dejar de reconocer la peculiaridad y la am bigedad

    de la cultura occidental, pues, si como acabamos ae decir, una gran parte de la

    misma ha de ser puesta entre parntesis e incluso condenada, es verdad que es

    en ella en la que acontece el hecho decisivo de poder elaborar xm discurso que,

    como el antropolgico, pued e pe inar a los otros sin anexionarlos r destruirlos.

    Esta peculiaridad de la razn occidental, capaz de elaborar un discurso donde

    todos tienen cabida, le va a conferir un lugar especial no asimilable a la

    racionalidad de cualquier otra cultura. Esto no significa recaer en el etnocentris-

    mo, como alguien a primera vista puede pensar, porque aho ra no estamos ante

    un discurso de occidente, de im rea y zona geogrfica con sus peculiaridades

    culturales, sino ante u n discurso, es cierto, nacido en occidente p ero q ue s e eleva

    por encima de las peculiaridades de la ciiltura occidental convirtindose en un

    33

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    La antropologa va a ser pues, un tipo de discurso crtico que nos

    liberar de sumisiones y prejuicios propios de nuestra cultura no

    slo en el campo terico-cognoscitivo, sino igualmente, y con

    especial relevancia, en el campo prctico-poltico. Es por esto por

    lo que San Martn dir que en este caso, los otros actan no slo

    comoinstrumentoepistemolgico para descu brir las lneas significa

    tivas de la especie, sino tambin de

    instrumento

    axiolgico para

    evaluar situaciones, de cara a lograr un estilo de vida humana

    acorde con lo que segin la experiencia de la propia antropologa

    es esencial o bsico para el hombre^. La antropologa, por lo

    tanto, en cuanto saber crtico, no se limita a describir, sino que

    valora, evala las diversa s culturas, las diversas formas de v ida, es

    decir, se convierte de alguna forma en instancia normativa, en

    razn prctica. Con ello no hace sino recuperar aquella matriz

    filosfico-moral con la que la vimos surgir en el Renacimiento y

    qu e posteriorm ente se cercen en su proceso de constitucin com o

    disciplina, slo que ahora no se trata de poner al hombre clsico

    como ideal, como hombre que vale, sino al otro en general, en el

    qu e habr q ue incluir, por supuesto, los elementos no perversos de

    nue stra cu ltura, pero prestar especial atencin a aquellas formas de

    vida de otras comunidades distintas a la nuestra susceptibles de

    hacem os m s hu m ano s. En este sentido, San Martn hablar de la

    antropologa como de unnuevo

    humanismo.

    Slo des de l po dr la

    antropologa superar su crisis y ocupar en el espectro de las

    ciencias humanas el lugar que le corresponde.

    res calas crticas

    Aun estando completamente de acuerdo con el espritu y con

    gran parte de los argtunentos que San Martn esboza en su libro.

    discurso de todos

    y

    que p ued e ser asimilado y desarrollado p or todos . Eso es lo

    que le permite criticar la propia cultura en la que naci. Sobre esto cfr. J. San

    Martn, El sentido de Europa, en Vicente Domingo Garca Marz y Vicent

    M artnez Gu zmn ed.),

    eormde Europa,

    au Ilibres, Valencia, 1993, pp. 29-52.

    ' La

    antropologa,p. 133; 128.

    34

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    creo que la par te seg und a, eiv la qu e se demarca, tal como h em os

    visto,

    la antropologa de la historia, la sociologa y la psicologa,

    presenta serios problemas. A continuacin recojo en tres puntos

    aquello qu e m e ha sido m s difcil d e aceptar, con la intencin d e,

    si se estima de cierto inters lo que aqu sealo, contribuir a

    discutir uno de los problemas centrales que se le plantean a la

    antropologa y que afecta a las ciencias humanas en general.

    1.

    Con respecto a la relacin entre la historia y la antropologa,

    soy de la opinin que el intento de San Martn por demarcar tan

    ntidam ente am bas disciplinas hace qu e qued e oculta la progresiva

    confluencia que de modo continuo se viene dando entre ambas.

    Hace tiempo que la historia ya no se entiende exclusivamente

    como historia de eventos, de acontecimientos puntuales y nicos

    ocvirridos en el pas ado . Ese mo delo, que fue la base pred om inan te

    de la historiografa positivista del siglo XIX, ha ido dejando paso

    a otras maneras de entender la historia, entre las cuales cabe

    destacar, para lo que a nosotros aqu nos interesa, aquella que se

    suele englobar bajo el rtulo de historia econmica y social. Los

    historiens so iologues como llama Evaiis-Pritchard, entre otros, a

    M aitland , Vinogradoff, Pirenne, Bloch, Febvre, Glotz, Fustel d e

    Co ulan ges o Weber autor ste ltim o, los filsofos y socilogos a

    veces lo suelen olvidar, de obras histricas ya clsicas) tratan de

    establecer las regularidades, tendencias, tpicas, en definitiva,

    estructuras, que conforman los perodos histricos que estudian.

    Las estructura s q ue nos desvelan estas investigaciones, es verd ad,

    suelen cubrir un tiempo y un espacio determinados, lo que parece

    indicar que la historia, aun ocupndose de estructuras, no tiene

    po r qu rebasar el seg un do rvel establecido po r Evans-Pritchard.

    Sin em bargo , creo que la cosa es m s complicada. En la delimita

    cin de estas estructuras es necesario utilizar generalmente el

    mtodo comparativo

    pues, por ejemplo, slo podr saber lo que

    caracteriza y es propio d e la d u d ad medieval si la com paro con los

    35

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    atributos especficos de otras ciudades de diferentes pocas y

    cultura s. Ah ora bier\ si en este caso hem os utilizado el m tod o

    comparativo para delimitar las caractersticas particulares que son

    propias de la ciudad m edieval nada nos impide quedesde el m ito

    histrico podamos hacer comparaciones en sentido inverso de lo

    particula r a lo general. Y en ese marco pod ram os ir po r seg uir

    con el ejemplo anterior des de aquellos elen\entos qu e po r encima

    de las diferencias son imprescindibles a la hora de establecer que

    un gru po hum an o constituye una ciudad hasta por decirlo con el

    subttulo de im libro de E m st Gellner la estructura de la historia.

    San Martn sin embargo como acabamos de ver no reconoce esta

    ultima g ran generalizacin como propia del historiador sino del

    filsofo de la historia m ientra s que el antroplo go buscara los

    invariantes del mim do cultural sin necesidad de pasarse al plan o

    de la filosofa. Sin em barg o si esto es as da la impresin q ue se

    est pasando por alto el argumento esencial del libro las races

    filosficas de la antropologa cultural que deben ser recuperadas

    so pena de permanecer esta ltima en el estado de crisis en el que

    ahora se encuentra. La necesidad de recuperar la dimensin

    filosfica de la antropologa nos viene a decir que todo antroplo

    go que se sita en el nivel tercero de Evan s-Pritchard est en

    cierto mod o en un mbito filosfico. Desde este presup uesto y

    aim reconociendo qu e tradicionalme nte qviiz es ms fcil qu e \m

    antroplogo haga antropologa en ese nivel sin ser consciente de

    la dim ensin filosfica de su trabajo qu e un historiador efecte

    generalizaciones sobre la estructura de la historia sin tener

    presente que en ese momento est ya haciendo xma historia

    filosfica desde ese presupuesto repito creo que tambin en el

    citado tercer nivel se relatvizan las diferencias tan ntidas que San

    M artn ve entre la antropologa y la historia. En este sentido opino

    que a Evans-Pritchard no le falta razn cuando sostiene y en eso

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    coincide con las conclusiones de Lvi-Strauss en Historia y

    Etnologa, com o l m ismo afirma, q ue la diferencia entre las d os

    disciplinas es de orientacin y no de objetivo, y que ambas son

    indisociables^. Por todo ello, frente a la cesura que San Martn

    parece querer abrir entre la historia y la antropologa, quiz fuera

    ms exacto decir que, de igual modo que en ese tercer nivel la

    antrop ologa se abre a la filosofa, la historia tom a conciencia de su

    engarzamiento con la filosofa^.

    2.

    En el m bito de la sociologa, el mo do q ue San M artn tiene d e

    entender esta disciplina no es compartido, sin embargo, por

    tendencias importantes del pensamiento sociolgico. Esto se hace

    bastante visible, por ejemplo, en ciertos ilustres representantes de

    la sociologa fenomenolgica y weberiana, tendencias ambas que

    no es raro ver confluir en ima misma persona. Este es el caso de

    los socilogos P. L. Berger y H. Kellner. As, podemos leer en su

    libro Lareinterpretacin de la sociologa^ (los prrafos que reprodu

    cimos son extertsos pero creemos que merece la pena), Por su

    propia naturaleza, la sociologa es comparativa y generalizadora

    Evans-Pritchard,

    op. rt.

    p. 67.

    ^' Sobre los problemas que termino d e apu ntar pued en consultarse entre otros,

    aparte de los ya mencionados estudios de Evans-Pritchard y Lvi-Strauss, los

    siguientes textos: I. Topolsky,Metodologa

    de la

    historia Ctedra, Madrid, 1992

    (captulos Vn, XI y XXIV); P. Burke, Sorologa

    e historia

    Alianza Editorial,

    Madrid, 1987; F. Braudel, La larga duracin, en F. Braudel,

    La

    historia

    y las

    ciencias sociales.Alianza Editorial, M adrid , 1986, p p. 60-106; M. L Finley,

    Antropologa y estudios clsicos, en M. L Fiey, Uso y abuso de la historia

    Critica, 1984, pp. 156-184; VVolfhart Pannenberg, Teora de laciencia y teologa.

    Cristiandad, Madrid, 98 (cap tulo 1.6); E. G ellner,Elarado la espadayllibro.La

    estructurade lahistoria humana F. C. E. 1992 (captulo I); E. H. Carr, Qu es la

    historia? Seix Barral, Barcelona,1973,en especial el captu loHI

    itvil do

    Historia,

    Ciencia y Moralidad, pp.75-116;por ltimo tambin se leer con gran provecho

    el libro d e San tos JuliaHistoria social sociologa histrica.Siglo

    XXI,

    Ma drid , 1989.

    *' Cfr. P. L. Berger y H . Kellner,La reinterpretacin de lasociologa

    un

    ensayo sobre

    el

    mtodo

    y la

    vocacin

    sociolgicos

    Espasa-Calpe, Madrid, 1985, pp. 71,110, 111.

    Para este asu nto, tambin pu ede corwultarse el libro anteriormente citado de P .

    Burke.

    37

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    y esta meta cognoscitiva ser la que d icte el tipo de pr egu ntas par a

    las que se ha de bus car respue sta. La basta obra d e Max Weber en

    la sociologa intercultural de la religin es un primer ejemplo de

    este imp ulso comp arativo y generalizador aunq ue desde luego

    no sea el nico. Y m s adelante aad en El socilogo al igual

    que los dems no puede escapar a la relatividad de su situacin

    en el espacio y en el tiem po. Pero la

    comp r cin

    es par te inte grante

    de la empresa sociolgica. Si el socilogo compara las diferentes

    sociedade s entre s y su s diferentes sistemas de significado sup on e

    ipsof ctoqu e existe un pla no en el que es posible esta com paracin

    y este supuesto es parte de la estructura de pertinencia cuando

    hac e Sociologa. Este aspec to tiene una implicacin posterior esto

    es que tod slas sociedades h um anas y todo s los sistemas de

    significados tienen algo en comn. Tal implicacin constituye vma

    trascendencia del relativismo radical que en caso de ad op tarse

    imp osibilita tod a com paracin...En el caso de la Sociologa el

    plano en el que es posible la comparacin es el de los universales

    de la vid a him \ana y de su s configuraciones d e accin o bien si se

    prefiere el plan o de la condicin hu m ana . En cuan to se em plea

    esta expresin se est sup onie ndo cierta transcendencia del

    relativismo estoes se est supo niendo la com unidad hu m ana que

    aparecer siempre a pesar de la desconcertante variedad de las

    construcciones sociales. En este pimto la Sociologa roza la

    antropologa filosfica y el anlisis fenomenolgico del mundo

    vital. Co m o se pu ed e ver Berger y Kellner le atribuyen a la

    sociologa vm m od o de op erar com parativo y generalizado r q ue se

    mueve en el nivel de los vmiversales de la vida humana. Y es en

    ese punto donde esa forma de saber se abre a la filosofa. Como ya

    sabem os esto es lo mismo q ue San M artn dice precisam ente de la

    antropologa con la intencin precisamente de demarcarla de la

    sociologa. En este sentido creo que como en el caso de la historia

    el autor del libro separa demasiado abruptamente las dos discipli-

    nas

    pasando por alto como estos mismos socilogos reconocen

    qu e cada vez tienen m s lneas de confluencia e in tercom imica dn

    siendo m s lo que las une q ue lo que las separa. En cualquier caso

    creo que la definicin que estos autores hacen de la sociologa es

    38

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    imposible de asumir desde los postulados de demarcacin que

    establece San Martn, y contradice claramente la visin que el

    auto r d el libro no s da sobre lo qu e sea la sociologa. De ah qu e si

    se quieren seguir m antenien do dichos postulado s sea necesario d ar

    ima respuesta a por qu lo que dicen Berger y Kellner que es la

    sociologa, desde la ptica de San Martn no es tal sociologa sino

    antropologa.

    3.

    Con respecto al esquema que San Martn maneja sobre las

    relaciones entre antropologa y psicologa, soy de la opinin que

    es excesivamente reductivo. No creo que se ajuste a la realidad que

    toda psicologa haya que medirla por el rasero de la psicologa

    experim ental, o lo que es lo mism o, que toda psicologa se redu zca

    a fisiologa. La psicologa fenomenolgica, por poner slo im

    ejemplo que es ampliamente conocido por el autor, no se ajusta a

    ese m od o d e operar. San Ma rtn, en efecto, reconoce este reduccio-

    nismo cuando nos habla, como hemos visto, de la existencia de

    una psicologa que se mueve en el terreno del mundo humano

    significativo, no en el fisiolgico ejemplo del matrimonio. No

    obstante, a rengln seguido, nos dice que esto sera ms bien una

    problemtica de la que se ocupara el antroplogo y no el psiclo

    go (cfr., p . 93). Esta ltim a tesis me p arece m uy difcil de justificar.

    No digo con ello que el antroplogo no pueda hacer un estudio

    que recoja las reacciones psicolgicas de una comunidad o grupo

    determinados. Pero de ah a sostener que es el antroplogo el que

    de modo necesario se hace cargo de la psicologa cuando sta se

    desarrolla en el m bito, no de las estructuras fisiolgicas, sino de

    la significatividad hum ana , hayv largo cam ino que n o es fcil de

    recorrer.

    En consonancia con lo que se ha apu nta do en las tres calas

    crticas , creo qu e los problem as observad os en la demarcacin de

    la antropologa y las otras ciencias se extienden ne cesariam ente a

    la categorizacin qu e San M artn da de aquella com o astronom a

    de las ciencias hum ana s . Este papel prepo nderan te de la antropo

    loga queda, a la luz de lo dicho, bastante relatvizado y ms bien

    parece que la tendencia dominante es el continuo acercamiento de

    239

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    unas disciplinas a otras. Esto no significa que cada una renuncie

    a sus respectivas seas de identidad, pero s un rechazo de la

    centralidad de u na de ellas sobre las dem s. En este sentido estara

    plenamente de acuerdo con Santos Julia, slo que extendiendo su

    afirmacin al conjunto de las ciencias humanas y no slo a la

    sociologa y a la historia, lo que creo podra ser admitido por el

    autor sin mayores dificultades, cuando comenta el espritu que

    anim a la siguiente afirmacin de E.H. Carr: Por lo dem s, yo dira

    que cuanto ms sociolgica se haga la historia y cuanto ms

    histrica se haga la sociologa tanto mejor para ambas.Djese

    ampliamente abierta a un trfico dedoble direccin laironter que las

    separa^^.

    El profesor Julia comenta seguidamente: Pero a la vez

    qu e se constatab a las dificultades (deriv adas d e las fi onteras

    existentes entre sociologa e historia), Carr propona el remedio:

    mantener abiertas las fronteras para facilitar un trfico fluido.

    Curiosamente la metfora de Carr no implicaba la destruccin de

    fronteras ni su denuncia como construcciones artificiales. Las

    fronteras, pue sto qu e existan deban m antenerse... arr no abogaba

    por la vuelta a unaespeciedeunidad originaria en la que noexistieran

    diferencias entre las ciencias socialessino por la creacin de u n nu evo

    espacio en el que la investigacin histrica pud iera transitar hacia

    la sociologa y viceversa.Escptico probablementedelas posibilidades

    de unaciencia social globalototaly delas pretensionesd ecualquierade

    lasciencias sociales porerigirse enciencia hegemnicade lasociedady

    delhombre como en un momento pretendi ser la historia y en

    otro la sociologa Carr se limitaba a una propuesta menos

    ambiciosa pe ro m s realista: un b ue n trfico d e fronteras en tre las

    ciencias ya constituidas ^. Desde esta ptica no slo la antropolo-

    ga sino la historia, la psicologa y la sociologa, llegado un pvmto

    determinado, se abriran a la filosofa y, en consonancia con ello,

    tendran tambin una dimensin crtica.

    E.H. Carr, op. cit. p. 89. La cursiva es nuestra.

    ^ Santos Julia, op. cit. p. Vil. La cursiva es nuestra.

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