Acercamiento a La Lectura de El Centro en Lo Múltiple

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  • Dicenda. Cuadernos de Filologa Hispnica ISSN: 0212- 2952 2010, vol. 28 309-316

    Nota sobre el pensamiento literario. Breve acercamiento a la lectura de El centro

    en lo mltiple, de Antonio Garca Berrio1

    Felipe GONZLEZ ALCZAR

    Universidad Complutense de Madrid [email protected]

    No sucede a menudo encontrar en el mbito del pensamiento terico-literario un

    conjunto de ensayos comparables en profundidad, rigor, extensin y originalidad con los de Antonio Garca Berrio. Los tres volmenes que contienen El centro en lo ml-tiple (Seleccin de ensayos), cerca de 2.300 denssimas pginas, compilan ms de 40 aos de dedicacin al estudio sobre la literatura en particular y sobre la obra de arte en general, comprendidas ambas reas del conocimiento como una unidad con un sen-tido ltimo trascendente y perdurable. A lo largo de toda su labor profesional, desde su memoria de licenciatura de 1965 sobre la figura de don Juan en el post-romanticismo, el profesor Garca Berrio no se ha apartado de la mxima exigencia de ambicin intelectual y productiva. Catedrtico de Gramtica General y Crtica Litera-ria desde 1968, su estancia como profesor en universidades espaolas (Murcia, Mla-ga, Autnoma y Complutense, de Madrid) o extranjeras bajo todas las figuras posi-bles a partir de su doctorado bolos (Bolonia, Limoges, Bilefeld, Ann Arbor, Harvard, Pars-Nanterre, Ro de Janeiro...), as como en prestigiosas instituciones cul-turales (la Fundacin Alexander von Humboldt, el Collge de France, la Fundacin Juan March y actualmente la Fundacin Jos Ortega y Gasset), contina hoy da im-primiendo una indeleble huella intelectual en las sucesivas promociones de alumnos que han tenido la fortuna de asistir a sus clases, conferencias y seminarios.

    La obra publicada del profesor Garca Berrio pertenece desde hace tiempo al es-pacio inamovible del magisterio con total merecimiento: desde la didctica de ma-nual, tan necesaria como infrecuente en sus logros -vase Crtica literaria (2004), co-escrito con su esposa, Teresa Hernndez, recientemente fallecida- hasta la exigente finalidad de proyectar y culminar una teora literaria propia -vanse las dos ediciones de Teora de la Literatura (1989 y 1994). Ya sea tanto en una treintena de libros co-mo en frtil y copiosa abundancia de artculos, monografas, ponencias, catlogos de exposiciones pictricas, homenajes... (sobre la cantidad de 170, si no ms que se me escapen ahora), Garca Berrio ha trenzado un momento de esplendor en el ensayo fi-lolgico, esfuerzo slo comparable al de grandes singularidades del pensamiento cr-___________

    1 Una versin de esta nota ha sido reelaborada como resea para la revista Lexis, 34. 1 (2010), pp. 187-198.

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    tico-literario. En ellas vemos reflejado el paso de las corrientes ms productivas junto a las ms disolventes de las crticas literaria y esttica de nuestra era, y, no en todas, el esfuerzo por restituir la perennidad del mensaje potico a modo de valor ltimo in-sustituible de la experiencia artstica.

    Con los tres tomos de El centro en lo mltiple, la editorial Anthropos ha permitido dar configuracin concreta y traza armnica a una especial trayectoria personal, ahora que se acerca el decisivo momento de su jubilacin universitaria. Publicando conjun-tamente, bajo el cuidado de Enrique Baena, profesor de la Universidad de Mlaga, la inmensa mayora de esos ensayos dispersos en acreditadas revistas de todo el mundo, a la par que sustanciosos y complementarios textos provenientes de varios de sus li-bros, y algunos relevantes inditos, la obra de Garca Berrio adquiere un nuevo signi-ficado. Dispuesta y ordenada toda esta produccin en conjunto, habiendo sido distri-buida diacrnica y razonadamente a la vez, somos, sin discusin, conscientes del consumado esfuerzo y la voluntad sistematizadora de ideas; de un impulso vital, en suma, permanentemente orientado al conocimiento de los fundamentos de la expre-sin artstica y literaria.

    En los ltimos veinte aos del siglo pasado, con los precedentes que se quiera -el afamado ensayo de John Barth, The Literature of Exhaustion (1967), o el nuevo mo-delo difundido por William Spanos (1972) y continuado por Hassan y Lyotard-, hemos asistido a una profunda desestabilizacin del significado potico dentro de los estudios literarios. Asumidos en principio como evoluciones internas del Estructura-lismo, las escuelas nihilistas y relativistas abocaron a estas milenarias disciplinas hacia una militancia enardecida, alejada de toda sistematizacin formal, en pugna, ya a su favor o en su contra. Lo ms impredecible, la falta de seguridades comprehensi-vas y valorativas, se instal en el corazn de la reflexin esttica. Si ya perteneca a un tpico ms complejo la afirmacin de que la Literatura poda contenerlo todo, la posteora extrajo la consecuencia radical de obligarnos a asumir la ambigedad poti-ca y su reflejo interpretativo bajo la excusa mxima de defender la imposibilidad, o cuanto menos improbabilidad, de toda validez hermenutica. La indeclinable afeccin de la Literatura a cualesquiera lectores posibles, de cualquier poca o condicin so-cial, poltica, sexual, etctera, lejos de conducir a estas doctrinas hacia un modelo cr-tico integrador y universal, lo ha hecho hacia su pluralidad receptora, y de ah, hacia un eclecticismo disolvente. El modelo semitico-estructuralista dispuso las condicio-nes necesarias acomodando algunas atomizaciones funcionales en exceso rgidas bajo las conocidas pretensiones de una lingstica ordenancista sobre el modelo potico tradicional. Desde el giro lingstico de Rorty al giro cultural de Jameson, la evolu-cin de la teora de la literatura ha estado indisociadamente unida a la del resto de ciencias humanas en todo el largo proceso de la Modernidad, pero nunca tan intensa-mente como al comenzar y acabar el siglo XX. El giro interpretativo de Gadamer ha parecido a muchos un solitario, aunque dignsimo, asidero ante el sobrecogedor tem-poral del relativismo plurisignificativo.

    Garca Berrio, por su parte, ha interiorizado el formidable proceso de reorganizar el paradigma contemporneo a fin de contribuir a superar los excesos postestructura-les a la par que a evitar caer en el rigorismo dictatorial del inmanentismo. Impelido

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    por la necesidad, antes innecesaria, de justificar y defender la universalidad de la ex-periencia esttica, el propsito de superar los embates del tentacular pensamiento dbil en las manifestaciones artstico-poticas slo seala una parte del persistente basamento de toda una dedicacin profesional. Podra haber sido suficiente escarbar en la tradicin potico-retrica y traer de nuevo ante nuestros ojos los factores estabi-lizadores que han reutilizado con mayor o menor aprovechamiento y fortuna algunas corrientes semiolgicas, sistmicas, neohistoricistas o la creciente intensificacin de valores de lo cannico. Ms an, sus escritos podran haber aprovechado los vientos a favor de un novsimo personalismo sobredimensionando el sustrato terico sobre el literario: sabemos de excelentes crticos que han convencido a los especialistas ms solventes mediante unvocas metateoras, consustanciales a la brillantez de sus anli-sis y conocimientos, que despus apenas han aportado razones metodolgicas exten-sibles a la comunidad cientfica. Los riesgos asumidos y la inagotable capacidad de relacin de Derrida, la solidez inquisitiva de Paul De Man o el virtuosismo de amplia divulgacin -escrito sin demrito alguno, todo lo contrario- de Steiner, no concluyen muchas veces en una impostacin del viejsimo argumento de autoridad?

    Habiendo tomado posesin de su ctedra cuando en Espaa la tradicin filolgica y los aportes de la Estilstica hispana centraban el modelo general de actuacin de la crtica literaria, en las pginas de estos volmenes se podrn inventariar los elementos que han naturalizado el progresivo nacimiento de una teora de la literatura, a la par que muchos hitos previos de esta precisa construccin, que fueron coincidiendo con la transformacin y modernizacin de los estudios literarios en Espaa. An as y en su haber, la integridad de los estudios filolgicos ha sido la premisa medular de la que partieron -y mantuvieron viva- aquellos que, como el autor de las pginas aqu glosa-das, emprendieron ese trascendental recorrido del pensamiento literario espaol, hoy en pleno acomodo con los ms avanzados.

    El primer tomo, subtitulado Las formas del contenido, ocupa los veinte aos pri-meros de actividad profesional. Partiendo de iniciales trabajos inmersos en la tradi-cin histrico-literaria, la propuesta del profesor en su primera madurez se bifurca so-bre dos vas de anlisis: una sistematizacin descriptiva de la Potica histrica moderna por un lado y, por otro, una evaluacin de los mtodos formales. Al contri-buir a delimitar los temas, tpicos y valores de la teora literaria clasicista desde su recomposicin en el Renacimiento y su evolucin, de lo que son notorio ejemplo los dos documentadsimos volmenes sobre Formacin de la Teora Literaria moderna (1978 y 1980), Garca Berrio se sita plenamente ante el propsito radical de toda su trayectoria profesional: la perdurabilidad de los mecanismos que explican, revelan y dan valor al objeto esttico. La cesura, a menudo arteramente sealada en detrimento de la Clasicidad, entre poticas mimticas y poticas imaginativo-fantsticas, propias de la contemporaneidad desde la era romntica en la quizs todava vivamos estti-camente, supone sobre todo la transformacin o actualizacin de un modelo formal. En ambos paradigmas, el autor ve justificada una concepcin unitaria de la obra de arte, principio irrenunciable que engloba una visin integradora: poeticidad sobre lite-rariedad, par que seala hacia la perdurabilidad del valor esttico, inalterable, de la obra literaria en su conjunto. El grupo de escritos de estos aos setenta y ochenta so-

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    bre los formalismos supone, adems, en los estudios literarios, fructferos ejemplos orientados hacia la modernizacin de los instrumentos de la crtica: all se discute con plena vigencia del formalismo ruso (Significacin actual del formalismo ruso, 1973) y de las poticas lingsticas como las tipologas textuales y la teora del texto, o se propone una singular revisin de la retrica como ciencia de la expresividad (1984), en plena consonancia con los estudios neorretricos.

    Si en la Potica histrica declara Garca Berrio haber buscado el constituyente ar-tstico del concepto de Forma, el hecho de afrontar los retos de los formalismos crti-cos, conducentes a fijar sus elementos de anlisis sobre la expresividad artstica, esto es, sobre la materialidad verbal -ya sea estilstica, funcional o estructural- de la obra artstica, le induce a conducirse Ms all de los ismos (1984). A modo de ultlo-go a una Introduccin a la crtica literaria actual, se clausura el tomo I con la firme conviccin de que la literatura supera y superar cualquier metodologa crtica por muy ambiciosa que se pretenda y con la expectativa de proyectar el componente inte-grador de la fantasa como elemento vertebrador de un imaginario antropolgico en-marcado en representaciones fantsticas.

    El contenido de las formas y Universalidad, singularizacin y Teora de las artes, lemas que engloban respectivamente los tomos II y III, transcurren paralelamente como dos vertientes hacia un mismo coronamiento y seala las perspectivas de futuro tal como acabamos de referir: el estudio de la fantasa en tanto motivadora de los constituyentes esenciales de la obra de arte. Sealando abiertamente los significativos hallazgos de la psicocrtica y la sociocrtica en sus distintas direcciones, Garca Be-rrio, impulsado en un primer momento por el deslumbramiento ante las posibilidades que ofreca el extendido recurso de limaginaire en el mundo universitario francs de primeros de los ochenta, segn ha referido l mismo en alguna ocasin, decide aden-trarse en la bsqueda del fundamento antropolgico de la Universalidad fantstica. El paso siguiente se abre hacia una frtil expectativa de trabajo: ahora ser preciso inver-tir el movimiento para encontrar, no el eje vertebrador del cambio diacrnico, de evo-lucin histrica, sino la permanencia, esto es, la proyeccin de la Forma sobre el Con-tenido en la obra de arte.

    Por un lado, ahonda en las estructuras tipolgicas de la literatura, en particular, sobre la lrica espaola del Siglo de Oro, cuyos elementos macroestructurales parecen sealarse hoy, tras el decado auge de las poticas textual-lingsticas, a manera de elemento casi visual o descriptivo, bajo una naturaleza especficamente funcional y por ello casi secundaria o meramente automtica en el proceso de la escritura. Sin embargo, el enorme esfuerzo de matizar la estructura de los textos bajo el componen-te semntico de sus esquemas temticos ha tenido por consecuencia una renovadora apuesta por la constructividad, por la revalorizacin de elementos compositivos en el proceso de creacin potica, que se aplican con toda naturalidad a la poesa contem-pornea, menos cerrada aparentemente que la clasicista en torno a unas previsiones normativas sobre expectativas finales de casi obligado cumplimiento.

    En segundo lugar, emprende simultneamente la va de la crtica artstica, sobre todo pictrica: en principio, en tanto consecuencia natural del desarrollo del compara-tismo tradicional entre arte y literatura, despus, en cuanto parte integradora de la

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    consistencia de las formas en la creacin artstica. Incluidas sus tempranas aproxima-ciones a la obra de Brinkmann (1981), muchos de los ensayos compilados en el tomo III, dedicado fundamental y culminativamente al desarrollo la imaginacin espacial artstica, abundan en una profunda explanacin del modelo de realizacin textual pro-pia del arte visual: Saura, Chillida, Canogar, Kiefer, Galindo, Tpies, Lpertz..., transportan ante nuestros ojos, a travs de la mediacin del crtico, un bagaje de ml-tiples interconexiones, ya se trate de esquemas retricos de la invencin, de figuras en la abstraccin, o de la doctrina potica en la pintura espaola del Siglo de Oro, junto a sagaces y oportunsimas averiguaciones sobre la espacialidad en Don Quijote. Firme en su propsito, Garca Berrio siempre ha considerado la obra de arte como un todo irrenunciable, lugar de reflexin y de conocimiento que ana la experiencia humana en el centro de la variedad de los lenguajes artsticos, desde la pintura clsica espao-la a los movimientos vanguardistas y las creaciones ms aparentemente singulares, y por ello personalsimas, de nuestra poca.

    La tercera direccin que se abre ante esta, invocada por m, nueva etapa de madu-rez doctrinal que abarca hasta nuestros das en los textos de El centro en lo mltiple, cerca an de la primavera del pensamiento postmoderno, apunta ms directamente que las anteriores hacia la construccin del significado potico, tal y como se subtitu-lan las dos ediciones de la culminativa Teora de la Literatura (1989 y 1994). En su intento de sobrepasar aquellos ismos desintegradores, el estudio iluminador sobre la obra magna de uno de los poetas cenitales del 27, La construccin imaginaria en Cntico de Jorge Guilln (1985), consigue ampliar y extender el mbito psicolgico del poeta malagueo en este libro-ro, estrechamente unido al imaginario personal hasta con-fundirse con l, desde la disposicin lingstico-formal hacia y sobre el contenido. Mediante la proyeccin de las estructuras que infieren un complejo psico-lgico que da consistencia a la forma interior de la obra artstica y bajo especie de frmula integradora que pretende desvelar las representaciones fantstico-imaginativas, se manifiesta una Antropologa de la Imaginacin. En esta profunda conviccin descansa el contenido de los dos tomos que cierran la triloga. La Potica del Imaginario, considerada desenlace comn de la mitocrtica y de la psicocrtica, es renovada y ampliada -sobre todo con un singular dominio de la espacialidad literaria- para llegar a un profundo conocimiento de la imaginacin como ncleo consistente de la obra de arte. Los universales espacio-temporales, comunes a toda experiencia, sin-gularizan los modelos creativos de Guilln o de Azorn; as tambin de Cervantes, en la doctrina especficamente partitivo-estructural de las Institutiones de Quintiliano o en la raz del componente simblico que conduce al ser humano a dar sentido a una forma interior, insistente imperativo de sus ms recientes publicaciones.

    Tanto las dos ediciones de Teora de la Literatura (1989 y 1994) como la mono-grafa sobre Guilln toman cuerpo en la necesaria voluntad de anclar el conocimiento potico en bases slidas y perdurables, en medio de los embates de las escuelas de la sospecha y del nihilismo. Y no denota asunto marginal o servidumbre de los tiempos que un extenso nmero de pginas de la Teora de la Literatura, as como sustancio-sos y militantes juicios de valor y opiniones en entrevistas o en escritos menos rgi-damente acadmicos, tengan como propsito avisar contra las corrosivas conclusiones

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    de los, en principio, vivificadores movimientos de la posteora. En este alborear del siglo XXI es fcil darse cuenta de la aparente inasibilidad del estudio sistemtico de la literatura en pleno auge deconstructivista cuando, uno por uno, los principios per-durables de valoracin y los cdigos estrictamente internos de la misma haban sido deslabazados y despus esparcidos con cierto desdn.

    A lo largo de estos aos el profesor Garca Berrio se ha postulado, significada-mente, entre las voces intelectuales espaolas de mayor constancia en el tiempo y ri-gor en el anlisis, de todas -afortunadamente no fueron pocas- las que se han alzado contra la inasibilidad postmoderna; y no nicamente enfrentndose a la casi absoluta disolucin de los valores estticos sino proponiendo obligadas transformaciones en la crtica literaria y artstica, al abrazar la ambiciosa finalidad de restaurar la validez universal del juicio crtico.

    Una de las estrategias ms slidas para enfrentarse al indudable vitalismo y a la lbil movilidad de la postmodernidad, ha tenido reflejo en esta obra al conducir la solvencia de sus principios hacia la experiencia prctica de la crtica literaria: hemos apuntado antes sobre el componente artstico en la plasticidad pictrica pero ms abiertamente podemos ahora incidir en los escritos dedicados a la poesa espaola contempornea y en particular a los libros sobre Guilln -revisitado luego con fre-cuencia-, Claudio Rodrguez (La creacin potica de Claudio Rodrguez, 1998) y Francisco Brines (La potica sentimental de Francisco Brines, 2002), trada de mo-nografas que constituyen una personalsima revitalizacin, incluso material e icnica, del gnero ensaystico en Espaa. Paradigmas las tres de una vivencia de voluntades en la que, y yo soy testigo de la vertiente pblica del ltimo encuentro citado en un seminario en la Facultad de Filologa de la Universidad Complutense, escritor y crti-co dialogan y contrastan pareceres volcados sobre el texto, base necesaria de toda lec-tura crtica, y previa a su vez a toda teora. l mismo ha confesado la intensidad y el cariz intimista -a pesar, afirma el crtico, de la frecuente acusacin sobre la arrogan-cia terica vertida por algunos historiadores de la literatura- de este mtodo, nacido de un inmenso respeto por los poetas, cuyas personalidades imprimieron un distintivo sello en cada una de estas crticas convividas. El hbito de confrontar juicios y opi-niones, por lo comn con poetas y pintores, ha pervivido hasta hoy en la reciente serie de ABCD las artes y las letras, suplemento cultural de ABC en el que han encontrado hueco desde los consagrados Canogar, Bines o Guillermo Carnero hasta jvenes artis-tas espaoles becados en el extranjero.

    Los estudios sobre Guilln, Rodrguez y Brines, junto a Wallace Stevens (Media-ciones, 2002), adems de otros acercamientos a Lorca, Gil de Biedma, Valente, Cer-nuda..., no forman parte nicamente de un calculado y refinado gusto, al que casi to-dos podramos adherirnos jugando con ventaja, sino a la confesada fascinacin de Garca Berrio por adentrarse en los diversos caminos de la creacin potica en la Mo-dernidad, entendida como un espacio sin rupturas desde el Romanticismo. Orillados por las fronteras de esa longue dure, de cuya cadena de continuidades somos herede-ros, que ha enlazado las profundas races del Idealismo alemn con el irracionalismo, la deslectura crtica y, desde luego, la abstraccin, an hoy hay signos de esta pervi-vencia. Y los tres poetas espaoles, enjuicia el fillogo en sus ensayos, personifican

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    los derroteros que toma la renovacin artstica moderna: la metafsica o racionalista que subyace en los esquemas geomtricos de Valry, Stevens o Guilln, la va irra-cionalista de Baudelaire, Dylan Thomas, Aleixandre o Claudio Rodrguez, y la cons-tante, eterna, corriente lrico-sentimental, presente en Juan Ramn Jimnez, Una-muno, Cernuda o Brines.

    La verdadera medida, pues, del alcance de los ensayos del profesor Garca Berrio colectados en El centro en lo mltiple, aun en sus vastsimos intereses y magnitudes, no creo que se circunscriba nicamente a la construccin y desarrollo de un modelo crtico y de una teora literaria. Pienso con razonable seguridad que l mismo, si lee estas palabras, me dar la razn en este punto. Por muy determinante que nos parezca, nada de ello tendra excesiva importancia si no fuera porque todo este fluyente ma-nantial de conocimientos, reflexiones y saberes filolgicos, magistralmente conduci-dos, dimana de una verdadera pasin: el amor constante por la Literatura, fortalecido con el tiempo. Del inters radical por el ser y la naturaleza de la Literatura -pasin sagrada, segn titula su colaboracin en un congreso de Historia de las Religiones- proviene el afn por restaurar el estatuto cientfico de la Crtica literaria. Evidencia que se nos hace vivamente presente cuando al final del tomo II, con el mismo espritu armonizador de balance y perspectiva que en el primero, se publica un indito de 2005, Modernidad Contempornea, tan antidogmtico y polmico como beligeran-te contra las pretensiones de gran parte de las ideologas dominantes en este perodo, sin olvidar las justas y razonables causas que motivaron el consabido enfrentamiento con las esclerotizadas seguridades estructuralistas. Ni los nihilismos, ni los juicios intencionales, ni las escuelas de la sospecha han sido capaces al fin de arrumbar la ob-jetividad del juicio, siquiera como finalidad unificadora de las mltiples orientaciones que legtimamente -no nos cansaremos de dar la razn al catedrtico cuando objeta contra la poca relacin que la mayora de aquellos ataques tena que ver de verdad con la literatura- se han acercado a la obra de arte. Y no falta casi ninguna por ser descrita y analizada minuciosamente a lo largo de estos enciclopdicos ensayos reco-pilados en El centro en lo mltiple, poniendo extremo cuidado y suma atencin para examinar y casi diseccionar los medios y fines ms dispares de la teora y de la crtica literarias en el momento culminante de sus sucesivas apariciones e hitos ms seala-dos. As, junto a los formalismos y la deconstruccin por entero, la nmina ms signi-ficativa de crticos contemporneos encuentran alojo y atencin en estos ensayos: Eco, Bloom, Raimondi, Steiner, Fumaroli, junto a inspiradores magisterios de Baque-ro o Weinrich.

    Como corolario imposible, dada la magnitud y variedad de esta obra, an en pro-greso, los tres volmenes de El centro en lo mltiple confirman, por si lo habamos olvidado, la naturaleza tica de la misin del crtico, tarea constante que obliga a nuestra lectura a permanecer siempre atenta, y la marca con una fuerza modlica.

    Siquiera por un momento, entre el rigor y el rigorismo, esta breve nota tambin puede ser el lugar adecuado para solidarizarse con la vertiente sensible e ntima de la persona que hay tras el profesor, el terico de la literatura o, en definitiva, el crtico. Tanto el homenaje ltimo a su maestro Baquero Goyanes como las lecciones de in-vestidura de los doctorados honoris causa en Valladolid (2003) y Alicante (2006) son

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    la evidencia justificada de lo que acabo de expresar. De mayor calado y nacido de una sentimentalidad que el decoro no me permite calificar aqu, con el homenaje profe-sional y afectivo a su esposa, ltimos escritos de Teresa (2008), pginas, a no du-darlo, de profunda intensidad, culmina este singular itinerario todava en plenitud creativa y presto a ser desbordado.

    Desde las lides juveniles hasta las aportaciones ms maduras y, no por ello, me-nos ilusionadas y vivificadoras, Garca Berrio ha asumido la carga autoimpuesta -cuando hubiera sido ms confortable interpretar el meditico y exitoso papel de desin-tegrante divulgador- de no dar ni una palabra por satisfecha si no era con un exigente esfuerzo. A cambio, la Ciencia de la Literatura y la Esttica se han enriquecido con un duradero e intenso pensamiento puesto por entero a su servicio. En la vorgine de unos tiempos desmesurados pero tambin voltiles, la lectura de El centro en lo ml-tiple tiene necesariamente que inducirnos a replantear el estatuto cientfico del pen-samiento literario con unas bases ms duraderas y slidas, en el afn irrenunciable, como ha sido y es an para Antonio Garca Berrio, de atender con generosidad hasta el ms humilde rincn del espacio inabarcable, eterno, verdadero y sublime hogar del hombre, que es la Obra de Arte.

    BIBLIOGRAFA GARCA BERRIO, Antonio: El centro en lo mltiple (Seleccin de ensayos), edicin y

    estudio introductorio, Enrique Baena. Vol. I, Las formas del contenido (1965-1985), Barcelona, Anthropos, 2008, XLIX pp. y 684 pp. Vol. II, El contenido de las formas (1985-2005), Barcelona, Anthropos, 2009, XX pp. y 793 pp. Vol. III, Universalidad, singularizacin y Teora de las artes, Barcelona, Anthropos, 2009, XXIV pp. y 776 pp.