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Acerca de este libro
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1
CONTROVERSIA
CON EL
CAEDENAL AEZOBISPO
DE SANTIAGO,
AUTOS DEL
CATECISMO ACERCA DEL PROTESTANTISMO.
B
OXFORD :
. COMBE, M.A., B. B. GARDNER, AND E. PICKARD HALL,
PBJBTEBS TO THE UNIYBEBITY.
3
Mientras loa debates en las Cortes sobre la
cuestion de Libertad de cultos, se ocurrió á Don
Alejandro Dallas, clerigo Ingles que pasó algunos
años en España con el Ejército durante la guerra
de la Independencia, la idea de mandar á cada uno
de los Diputados un ejemplar de los Liturgia Angli-
cana. Lo verificó ; y el libro, acompañado de una
carta suya (No. 1), se acogió con la mayor cortesía
y bondad por varios y distinguidos Miembros de las
Cortes.
Entre las cartas que el Señor Dallas recibió en
respuesta, habia una del Cardenal Arzobispo de
Santiago, en la cual su Eminencia combatió los
principios de la tolerancia religiosa (vease No. 2) ;
y el Señor Dallas, aunque viajaba en Irlanda cuando
recibió la carta, la contestó (vease No. 3) sin
aguardar hasta que regresase á su casa en Inglaterra.
Vuelto, empero, á su casa, bailó entre otros
muchos folletos, el célebre Catecismo del Arzobispo,
que su Eminencia se habia servido mandarle con su
carta, el cual no le habian enviado á Irlanda. Y
como un librito tan importante naturalmente dió
lugar á otras ideas que las espresadas en la carta
No. 1, dirijió á su Eminencia otra (No. 4).
B 2
Reflexionando el Señor Dallas que esta contro
versia, tan interesante como inesperada, nació* de
la carta con que habia acompañado la Liturgia
Anglicana, cree no hace más que cumplir con un
grato deber en mandar tambien un ejemplar de la
entera correspondencia á cada uno de los Señores
Diputados á Cortes.
s
(No. 1.)
Sbñoe Diputado á Cortes.
Ruego á V. S. tenga la bondad de aceptar un ejem
plar del Libro de Oracion de la Iglesia Anglicana, y
de mirar con indulgencia los motivos que me mueven
á someter á la consideracion de V. S. un tal docu
mento.
Soy subdito Británico, Ministro de la Iglesia epis
copal de Inglaterra, y he morado por algunos años
en España ; y aunque desde entonces han ya trans
currido más de cincuenta años, ahora en mi vejez no
veo que se haya disminuido el sincero afecto que
profeso á los Españoles. Llenóme, por tanto, de
regocijo la buena nueva de su incoada Revolucion
en el pasado Setiembre, visto que, entre otros im
portantes principios proclamados, figuraba el de
completa libertad religiosa, sin cuya fundamental
base ni puede existir libertad verdadera, ni levan
tarse España de su actual estado de comparativa
prostracion al de poderío y grandeza que en otros
tiempos ha tenido.
Yo considero á todos los ilustres Diputados del
pueblo Español animados de los mejores deseos por
el bien de su patria ; pero como los enemigos de su
deseada regeneracion politica se fijan con obstinado
empeño en defender y mantener, si es posible, lo
que tan directamente se opone á ella ; como con la
mira de perpetuar entre los Españoles el odioso
sistema de intolerancia antireligiosa y sus conse
cuencias, no escrupulizan aun el zaherir publica
mente á cuantos en materia de religion no piensan
como ellos, y especialmente á los Protestantes, á
quienes representan poco menos que como infieles y
enemigos de la religion de Jesu-Cristo, pido á V. S.
6
por tanto, con el mayor respeto, se sirva mirar si no
son Christianos los que profesan los puntos de re
ligion contenidos en el adjunto impreso.
Perdone V. 8. la licencia que me he tomado en
llamar su atencion á estas cosas, y en suscribirme
con tal motivo
Humilde Servidor de V. S.
Alexandbo Dallas.
Wonston Jtectory,
Micheldeoer,
Inglaterra,
Junio, 1869.
(No. 2.)
Sk. De. Alejandeo Dallas.
Santiago, y Julio 8, de 1869.
Muy Señoe mío—He recibido la liturgia angli-
cana ó sea libro de oracion comun con la carta que
V. se ha servido dirigirme, y estraño mucho que
un cristiano asiente como un principio bueno la
completa libertad religiosa, cuando Jesu-Cristo
dijo : " El que no creyere se condenerá"; y claro es
que habla del que no creyere lo que enseñasen los
Apostoles, puesto que acababa de decirles, "euntes
in mundum universum predicate evangelium omni
creaturse, qui crediderit," &c. Jesu-Cristo, pues,
condenó la libertad religiosa, puesto que amenaza
con la condenacion eterna á los que no crean la
predicacion de los Apostoles ; y como los Obispos
Anglicanos no son sucesores de los Apostoles, sino
rebeldes contra ellos, claro es que están fuera de
camino de salvacion los que los siguen. La Iglesia
Anglicana no es Apostólica, puesto que comenzó
en Enrique VIH. como todo el mundo sabe.
7
La libertad religiosa, lejos de levantar á la España
de su postracion, la sumirá en la anarquía religiosa
y política ; y lo que de suyo produce la anarquía, no
puede ser causa del engrandecimiento de un
pueblo.
Llama V. sistema de intolerancia antireligiosa á
nuestra unidad católica, tan envidiada de Palmer-
ston para ese pais. La verdad es intolerante con el
error como la luz con las tinieblas, y Dios es más
intolerante que ningún hombre, puesto que condena
eternamente á los que abrazan el error. El que no
creyere será condenado. Nuestra intolerancia con
sistia en rechazar la agresion del error protestante,
compadeciendo á las personas que yerran, siguiendo
la maxima de S. Augustin, diligite homines, interfi-
cite errores.
Los protestantes tienen una fé humana en el
cristianismo, pero no tienen la fé que salva, porque
estan separados del centro de unidad, que es el
sucesor de Pedro, sobre el cual edificó Jesu-Cristo su
Iglesia ; y por consiguiente la Iglesia edificada sobre
otro cimiento, no es la Iglesia de Jesu-Cristo. Sobre
esto quisiera yo que reflexionase V. para que vol
viese al buen camino, como lo han hecho y estan
haciendo muchos hombres doctos del Anglicanismo.
Pero esto solo puede hacerlo la gracia de Dios. No
basta creer lo que á V. le parezca que debe
creerse ; es necesario creer toda la predicacion de
los Apóstoles, so pena de condenacion eterna. El
que los oye, oye al mismo Jesu-Cristo, como V.
sabe, y por consiguiente el que se oye á sí mismo, no
oye á Jesu-Cristo ; y este es el pecado de los pro
testantes, que se oyen á sí mismos.
Soy de V. atento servidor,
El Cabd. Arzobispo Compostelano,
Diputado á Cortes.
8
(No. 3.)
A Su Eminencia
El Cardinal Arzobispo Compostelano,
Diputado Á Cortes.
Excelente Señor—Agradezco á Su Eminencia con
toda sinceridad la atenta carta con que me ha
hecho el honor de responder á la que me tomé la
licencia de dirigirle, como á los otros Señores
Diputados á Cortes. Aprecio mucho esta amabili
dad de su Eminencia, y la miro como seguro indicio
de que me será permitido espresar ahora las ideas y
los sentimientos que en mí ha suscitado la tal carta.
Estoy enteramente de acuerdo con Su Eminencia
en pensar que para salvarse es menester creer " lo
que enseñaron los Apostoles," y que "el que no
creyere se condenará." Y tengo esta fé, como
tambien Su Eminencia, no porque " me parece que
debe tenerse," ni porque así se me antoje, sino
porque nuestro Señor Jesu-Cristo lo ha mandado
con las decisivas palabras citadas en la carta de
V. E. Jesu-Cristo ha dicho—"predicad el Evangelio
á toda criatura" (S. Marcos, cap. xvi. ver. 15.), y
estas palabras se explican por las del mismo Jesu-
Cristo, escritas por S. Mateo, (cap. xxviii. ver. 20.)
"Enseñándoles que guarden todas las cosas que
os he mandado." Por consiguiente predicar el
Evangelio es enseñar todas la cosas que Jesus ha
mandado. Su Eminencia, pues, dice bien, que Jesu-
Cristo "amenaza con la condenacion eterna á los
que no crean la predicacion de los Apóstoles."
Gracias á Dios que nos ha dejado todas las
doctrinas de la predicacion de los Apóstoles en la
Santa Escritura. El nuevo Testamento contiene
todo lo que debemos creer de lo que ellos predica
9
ron. Hay en él una historia de los hechos de los
Apóstoles, y varias inspiradas cartas de ellos, donde
podemos descubrir el modo en que ejecutaron su
obra importante. Escudriñando estas Escrituras
no podemos hallar en ellas muchas de las doctrinas
de la Iglesia de Roma. Al contrario, hallamos
otras tan opuestas á las de esa Iglesia, que no es
posible creer que unas y otras sean verdaderas; y
como las doctrinas que se hallan en las Escrituras
son la predicacion de los Apóstoles, las doctrinas
particulares de Roma no pueden serlo.
Por ejemplo—La Iglesia de Boma enseña que
en la Misa es ofrecido un verdadero Sacrificio por
los vivientes y los muertos—una repeticion de un
modo incruento del Sacrificio de Jesu-Cristo en la
Cruz. En las Escrituras se halla que " con wna sola
ofrenda hizo perfectos para siempre á los santifica
dos." Esto se hace " por la ofrenda del cuerpo de
Jesu-Cristo hecha una vez." (Hebreos, cap. x. ver.
10, 14.) Y además, la oblacion incruenta en la
Misa no podria aprovechar, porque está establecido
que "Sin derramamiento de sangre no se hace
remision (Hebreos, cap. ix. ver. 22.) Lo que en
este punto nos dice la Escritura es enteramente
opuesto á lo que afirma y enseña la Iglesia de
Roma. Lo uno y lo otro no puede ser verdadero
—j,á qué nos atendrémos, á la palabra de Dios, ó á
la palabra del hombre ?
La Iglesia de Roma enseña que hay un purga
torio, donde las almas de aquellos que serán salvados
son purificadas en fuego, hasta quedar así extin
guida toda responsibilidad por sus culpas ya
perdonadas, ó por otras llamadas veniales. Ni aun
la más minima palabra que hable de un tal
purgatorio ó de tal purificacion se puecjíl hallar en
la Santa Escritura; pero en ese Divino Libro se
10
nos dice que "la Sangre de Jesu-Cristo el Hijo de
Dios nos limpia de todo pecado" (1ra. Epístola
de San Juan, cap. i. ver. 7). Si de todo pecado
nos limpia, no queda qué limpiarse en el purgatorio ;
que es lo contrario de lo que dice y enseña la
Iglesia de Roma, j, Qué pues hemos de creer—la
palabra de Dios, ó la palabra del hombre ?
Enseña la Iglesia de Roma que los Santos en el
Cielo son intercesores para con Dios por los
vivientes y los muertos—que la bienaventurada
Vírgen María es especialmente la Mediadora pode
rosa—y que nació sin pecado original. Nada de
esto se puede hallar en las Santas Escrituras ; mas
en el Libro de Dios está escrito—"Hay un Dios,
asimismo un Mediador entre Dios y los hombres,
Jesu-Cristo hombre, el cual sé dió á sí mismo en
precio del rescate por todos." (1ra. Epist. á
Timoteo, cap. ii. ver. 5, 6). Uno solo, y este uno
no es María, quien jamas se dió á sí misma en
precio del rescate por todos, sino que llamaba á su
Divino Hijo "Su Salvador" (S. Lucas, cap. i. ver.
47). Estas dos diversas doctrinas que acabo de
indicar son contradictorias, y por tanto no pueden
ambas ser verdaderas. j, Cuál de ellas creerémos—
la que está en la palabra de Dios, 6 la que solo se
funda en la palabra del hombre ?
Su Eminencia me dice que " no tenemos la fé
que salva, porque estamos separados del Centro de
Unidad, que es el Sucesor de Pedro." No se halla
en el Libro de Dios palabra ninguna que hable de
ese Centro de Unidad como V. E. lo entiende. Ni
se le puede reclamar á favor de Pedro. S. Pedro
mismo no lo reclamó para sí ni para sus sucesores ;
al contrario, en una de sus Epístolas escribió así de
la persona del Señor Jesu-Cristo : " Hé aquí pongo
en Sion la principal piedra del ángulo, escogida,
11
preciosa, y el que creyere en ella no será con
fundido." (1ra. Epist. de S. Pedro, cap. ii. ver. 6.)
La Iglesia se edificó, no sobre Pedro sino sobre
Cristo, como lo declara tambien S. Pablo diciendo,
"Nadie puede poner otro fundamento que el que
está puesto, el cual es Jesu-Christo." (Ira. Epist.
á los Cor., cap. iii. ver. 11.) la, Iglesia que Jesu
cristo dijo que edificaria sobre la Piedra, es la
Iglesia de los redimidos solamente, contra quienes
" las puertas del infierno no prevalecerán." (S.
Mateo, cap. xvi. ver. 18.) Sin embargo, en abierta
oposicion á lo que dicen las Santas Escrituras, se
quiere dar á luz y por sentado que el Papa de
Boma es el Centro de Unidad.
Los Protestantes son Cristianos que mantienen
la predicada doctrina de los Apóstoles, como se
halla en la Divina Escritura, y protestan contra los
dogmas y doctrinas que no se hallan ni se pueden
fundar en la Escritura misma. La Iglesia de In
glaterra es Protestante porque protesta contra el
error, empero retiene la Verdad ; y pensar que
" comenzó en Enrique VIII.," séame permitido
decirlo, es un error muy grande. Aquel rey fué
Católico Romano, y muy Católico Romano, hasta su
muerte. Verdad es que en su tiempo la Biblia fué
traducida en Ingles, y así muchos Ingleses protes
taron contra Roma, y desecharon las doctrinas que
no se hallaban en la Biblia, volviendo de esta ma
nera á " la fé una vez dada á los Santos," (S. Judas,
v. 3.) que es el verdadero Cristianismo.
Su Eminencia parece pensar que como Jesu
cristo " amenaza con la condenacion eterna á los
que no crean la predicacion de los Apóstoles,"
" condenó en esto la libertad religiosa." Pido el
perdon de V. E., pero no puedo percibir cómo pueda
eso inferirse. Hay una diferencia inmensa entre el
12
juicio de Dios, y el juicio del hombre. Debemos
creer lo que Dios declara, porque es Dios mismo
quien lo manda, pero ningun hombre tiene derecho
de imponer una doctrina, sea cual fuere, sobre la
conciencia de sus semejantes, ni de requerir una
fé que no puede causar en otro. La que se llamaba
Unidad Católica en España era la ley del Código,
que requeria que todos los Españoles fuesen Ca
tólicos Pomanos. Pero ningun hombre puede
hacerse Católico por virtud de la ley humana.
Esto mismo es lo que V. E. me dice en su carta
cuando espresa el deseo de que yo " volviese al buen
camino," añadiendo que "esto solo puede hacerlo
la gracia de Dios." Si V. E. tiene razon en esto,
no hay razon en la ley que obligaba á todo
Español, so pena de presidio, á mostrarse como
Católico, aunque no tuviera la gracia de Dios para
serlo. Mejor es saber que algunos 6 muchos no
son Católicos que el obligarles á que sean hipó
critas.
Verdad es, y lastima tambien, que algunos Pro
testantes Ingleses han dejado su Iglesia, y se han
juntado á la Iglesia de Roma. El proceder de
algunos en esa parte no prueba la falsedad ó verdad
de la religion y doctrina que profesaron. La Apos-
tasía del Emperador Julian no mostró que era
falso el Cristianismo ; aun entre los Apóstoles del
Señor mismo habia un Judas ! Con dolor, mas con
toda sumision y reverencia á los juicios del Altí
simo, veo que en la Santa Escritura se dice que á
algunos " les envia Dios operacion de error, para que
crean á la mentira " (2da Epístola á los Tesaloni-
censes, cap. ii. ver. 11.). Ojalá fuesen abiertos los
ojos de esos ilusos doctos, á quienes V. E. alude,
y que volviesen al verdadero buen camino !
Sin embargo puedo asegurar á V. E. que por
13
uno que recientemente se haya juntado á la Iglesia
de Roma en Inglaterra, hay diez que la han dejado
en Irlanda, y se han unido á la Iglesia verdadera.
To conozco personalmente á muchos, y he ministrado
á congregaciones enteramente compuestas de ellos.
Suplico á V. E. reflexione sobre lo que me he
tomado la libertad de responder á su carta, y crea
que en dar oido á lo que dicen las Santas Escrituras
no me oigo á mí mismo, sinó á la predicacion de los
Apóstoles, y de consiguiente á Jesu-Cristo mismo ; y
ninguno que le oye y sigue, puede perder su alma.
" De cierto de cierto os digo, el que oye mi palabra y
cree al que me ha enviado, tiene vida eterna, y no
vendrá á condenacion, mas pasó de muerte á vida."
(S. Juan, cap. v. ver. 24.) Es obra del Espíritu
Santo el guiar al pecador á que mire á Jesu-Cristo,
y ponga solo en Él su confianza para el perdon de
sus pecados, para la paz con Dios, y para la espe
ranza de la gloria eterna. Todo esto lo reconoce
V. E. al indicar claramente que el abrazar uno y
tener la fé que salva " solo puede hacerlo la gracia
de Dios," á la cual encomiendo ahora muy de veras
á V. E.
Como la carta que me ha ocasionado el honor de
la respuesta de Su Eminencia, iba á todos los
Señores Diputados á Cortes, y muchos de ellos me
han contestado tan cortesmente como lo ha hecho
V. E. mismo, considero importante enviarles copia
de esta carta, en la que con la más alta consideracion
y respeto me suscribo
Humilde Servidor de V. Eminencia,
Alejandro Dallas.
Wonston Bectory,
Micheldever,
Inglaterra,
El 14 de Agosto, 1869.
14
(No. 4.)
A Su Eminencia el Cardinal Arzobispo de
Santiago.
Excelente Señoe,—Hace tres dias solamente que
llegó á mis manos el folleto que V. Eminencia me
ha hecho el honor de enviarme, y al cual no he
hecho alusion alguna al tiempo de contestar á la
carta de V. Eminencia, porque aun no lo habia
recibido.
He estado fuera de casa por muchos dias, y en
ella cuidaron de enviarme las cartas para mí al
punto donde me hallaba, pero guardaron los folletos
y periódicos hasta mi regreso. De este modo
sucedió que recibí en tiempo regular la carta de
V. E., mas no el librito que acabo de leer con la
atencion y el respeto debido al carácter y á la
dignidad de V. E., con cuyo nombre veo que está
publicado.
Ahora me hallo en una dificultad gravísima y en
un muy penoso dilema. De una parte (afirmolo
con toda sinceridad) nada quiero decir que pueda
ofender á V. E. ; y de otra me considero como
siervo de aquel Divino Maestro de cuya Verdad y
Divina Palabra, una vez llegado el caso de hablar,
no puedo apartarme ni desentenderme por meros
respetos humanos, sin incurrir eu su desagrado
y en la responsibilidad más tremenda. Esto me
impone el imprescindible deber de decir con
humildad á V. E., que se ha dejado engañar por
malos historiadores, y que ha publicado un librito
de controversia, el cual, en lugar de argumentos
para probar las doctrinas, contiene declaraciones de
dogmas que se quieren dar por cosa sentada é
indisputable. Y esto es, á la Verdad, lo que se
15
echa de ver en los principales pnntos, cuando era
menester mostrar las sanas pruebas en que se
fundan, y rebatir con datos irrecusables los
argumentos que se oponen.
Dícese en el librito de que me ocupo ahora, que
la Iglesia de Roma es la primera, la única, y la que
ha tenido la primacía de la iglesia en todo el
mundo desde el tiempo de Jesu-Cristo. Pero es
bien sabido que la Iglesia de Jerusalem, la de
Antioquía, y las demuchas otras partes no estuvieron
subordinadas á la de Roma ; y que hasta el siglo VII.
no reclamó el Obispo de aquella ciudad la posicion
ó rango de los Papas en nuestros tiempos.
Además, la mision de los Apóstoles fué con man
damiento especial de enseñar la doctrina que habian
oido de boca del Señor mismo. Si no la hubieran
enseñado, no habrían sido sus Apóstoles ; y lo mismo
se puede decir de cuantos pretenden ser sucesores
de ellos. No son ministros del Evangelio, no son
enviados ó embajadores del Señor, ni sucesores de sus
Apóstoles, en tanto que mandan y enseñan " como
necesario para la Salvacion " lo que no se halla en
el Evangelio, ni enseñaron ni exigieron como tal los
mismos Apóstoles de Jesu-Cristo.
Escribió S. Pablo á los Cristianos de Roma, y en
su Epístola nada hay de estas particulares doctrinas
que tiene la Iglesia de Roma hoy dia,—es decir, ni
la de Transustanciacion, ni la del Sacrificio de la
Misa, ni tocante al Purgatorio, y culto de Santos ó
imágenes. Al contrario, basta la sola Epístola á los
Romanos para probar que nada de eso puede ser la
Verdad que Jesu-Cristo mandó á sus Apóstoles
predicar y enseñar por todas partes.
No tengo tiempo para entrar en la controversia
sobre todos los puntos que contiene la obrita de V. E.,
pero me alegro mucho que al presente estoyrecibiendo
16
las pruebas de prensa para una obra que se está
imprimiendo en Español, en la cual se muestra la
falsedad de los principales dogmas y doctrinas de la
Iglesia Romana. Es una refutacion detallada del
Credo del Papa Pio IV., escrita por varios autores
doctos, pero que lleva á la cabeza solo el nombre de
uno muy bien conocido.
Espero confiadamente que V. E. me permitirá el
honor de presentarle un ejemplar de la tal obra, tan
luego como se acabe de imprimir, y en ella podrá ver
más por extenso cuanto no pudiera yo decir en una
carta.
No dudo que V. E. me perdonará la franqueza
é ingenuidad con que he escrito, considerando la
sagrada obligacion que tengo de mirar siempre, como
á seguro norte y guia, á la revelada Verdad de mi
adorado Señor y Salvador, á quien me debo todo,
en quien únicamente se apoya mi esperanza de eterna
vida, y á quien es mi felicidad servir con todo mi
corazon.
En este mismo servicio abrigo el más sincero deseo
de la Salvacion de V. Eminencia, y con todo respeto
me suscribo
Su más humilde Servidor,
Alejandbo Dallas.
Wonston Sectory,
Micheldever,
El 10 de Agosto, 1869.
17
(No. 5.)
Se. Dn. Alejandro Dallas,
• "Wonston Eectoky.
Santiago, 28 de Setiembre, de 1 869.
Muy SeÑoe mío y de mi consideracion : Aunque
V. tenga la desgracia de profesar algunas doctrinas
contrarias á las que siempre há profesado la Iglesia
Catolica, no crea V. por eso que yo me desdeño de
escribir á V. con toda cortesia, la cual no está reñida
con una discusion razonada sobre puntos gravisimos.
Veo que está V. al parecer de buena fé en el
protestantismo, creyendo que profesa la doctrina
pura que enseñó el divino Maestro ; y esta buena fé
me anima tanto mas á permitisme dirigirle algunas
observaciones sobre los puntos que toca en su ultima
del 14 de Agosto. Y si V. tubiese la amabilidad de
dirigir tambien esta mi respuesta á los Diputados, á
quienes há enviado V. copia de la suya, daria una
muestra de imparcialidad que me convenceria mas y
mas de su buena fé.
Me alegro que estémos de acuerdo en el principio
de que Jesu-Cristo amenaza con la condenacion
eterna á los que no crean la predicacion de los Apos
toles. " Gracias á Dios," dice V., " que nos ha
dejado toda la doctrina de la predicacion de los
Apostoles en la Santa Escritura, esto es, en el
nuevo testamento." En esto desgraciadamente ya
no estamos de acuerdo. Digame V., mi amigo [donde
está en el nuevo testamento, que se debe dar el
bautismo á los niños, cuando á primera vista parece
que Jesu-Cristo quiso lo contrario, al decir á sus
C
18
Apostoles, como V. sabe, Td y enseñad á todas las
gentes bautizándolas &c. El espiritu privado de
los protestantes diria, Jesu-Cristo quiere que primero
se enseñe y despues se bautize : á los niños recien-
nacidos no se les puede enseñar ; luego tampoco se
les puede bautizar. Un protestante no tiene res
puesta para este argumento, y un catolico, sí : porque
dice que no todo lo que enseñaron los Apostoles
está escrito en el nuevo testamento, sino que algu
nas verdades, como esta del bautismo de los niños,
se han conservado por la tradicion. Otro tanto
sucede con el valor del bautismo dado por los
hereges, y aun por los paganos, y con la translacion
del descanso del Sabado al del Domingo &c. acerca
de lo cual no se dice una palabra en el nuevo
testamento.
Pero hay otra cosa todavia mas capital sobre esto,
y es el canon ó Catalogo de los libros sagrados j, Donde
está en el nuevo testamento el Catalogo de los libros
sagrados1! j,Donde consta la inspiracion de estos libros1!
Si no se admite que los Apostoles se los entregaron
á la Iglesia, declarando al mismo tiempo que eran
libros inspirados, y que la Iglesia conservó esa
verdad, que la enseñaron de viva voz, no se concibe
como hoy podemos saber que los libros del nuevo
testamento son inspirados 6 .son palabra de Dios.
Por otra parte si esa verdad capital de la inspi
racion de los libros del nuevo testamento se quisiese
probar por ellos mismos, se incurriria en un circulo
vicioso, y se vendria á decir, Creo en la inspiracion
porque lo dice un autor inspirado. j,Y de donde
consta que el que esto dijese era inspirado 1
V. asienta rotundamente que toda la predicacion
de los Apostoles está escrita en el nuevo testamento,
y lo asienta sin prueba ninguna y contra todo lo que
ha sentido la Iglesia desde los primeros siglos.
19;
El libro de las prescripciones de Tertuliano es una
prueba palpable y podria presentar á V. un centenar
de testos de los Padres de los cuatro primeros siglos
que para combatir á los hereges apelaban a la tradi
cion. Los concilios hacian lo mismo para combatir
á Arrio y á Nestorio. En fin muchos protestantes
y entre ellos vuestro Bullus, reconocen la tradicion
como fuente de la verdad revelada juntamente con
la Escritura. En una palabra, para creer con fé
divina que el nuevo testamento es inspirado, es
preciso acudir al testimonio de la Iglesia que ha
enseñado desde el principio que el nuevo testamento
es la palabra de Dios, y que asi lo enseñaron los
Apostoles ; Y por eso decia bien S. Augustin " Yo no
creeria al Evangelio, sino me asegurase la autoridad
de la Iglesia."
Dice V. " que en las Escrituras no se pueden
hallar muchas de las doctrinas de la Iglesia de
Roma, sino las contrarias, y cita V. primero la del
sacrificio de la Misa, acerca del cual creemos los
catolicos que es un verdadeso sacrificio, una repeti
cion de un modo incruento del sacrificio de la cruz."
Justamente : asi lo creemos, y lo creemos fundado en
la Escritura y en la tradicion. El profecía Malaquias,
anunciando que Dios abandonaria á su antiguo pueblo
dice: (cap. i. v. 10.) "No recibiré el don de vues
tras manos, porque desde el oriente al ocaso grande
es mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se
sacrificá y ofrece á mi nombre una oblacion limpia."
En este pasage está profetizada claramente la aboli
cion de los antiguos sacrificios que solo se podian
ofrecer en un lugar, esto es, en el templo de Jeru-
salem ; y se anuncia que entre las naciones se
sacrificará y ofrecerá una oblación limpia en todo
lugar. El sacrificio de la cruz no se ofreció en todo
lugar, sino solo en el monte Calvario ; luego la
c 2
20
profecia solo se cumple en el sacrificio de la Misa,
que se ha venido ofreciendo en todo tiempo y en
todas naciones. Asi es necesario tambien para
que Nuestro Señor Jesu-Cristo sea sacerdote segun
el rito de Melquisedech, el cual siendo sacerdote
de Dios altísimo ofreció el pan y el vino, y Nuestro
Señor cumplió la profecia en la noche de la cena,
mandando á sus discipulos que hiciesen aquello
mismo hasta su segunda venida.
S. Pablo dice (Hebr. xiii. v. 1 0.) " Tenemos un
altar del cual no tienen potestad de comer
los que sirven al tabernaculo." Los Cristianos,
pues, tenemos un altar, 6 como se dice en
griego mas energicamente Thysiasterion, lugar
de sacrificio, luego tenemos un sacrificio del
cual comemos. Jesu-Cristo dijo en la noche de la
cena, " Esta es la sangre del nuevo testamento," y
es doctrina del Apostol (Hebr. ix.) que el testa
mento y la alianza se confirman con la muerte y la
sangre. Jesu-Cristo aludia indudablemente á las
palabras de Moises citadas por S. Pablo (Hebr. ix.
v. 20.) " Esta es la sangre del testamento que Dios
mandó á vosotros." Las palabras de Moires se
refieren á la sangre del sacrificio ; luego las de
Jesu-Cristo se refieren tambien á la propia sangre.
La Iglesia de los primeros siglos creyó, como
creemos hoy los catolicos, que la Eucaristia es un
verdadero sacrificio. Basta para demostrar esa
creencia el testimonio del docto protestante Grave
quien en sus notas á S. Ireneo (adv. hacr. L. 4.
c. 1 7,) dice : " Es cierto, certum est, que S. Ireneo y
los otros Padres, cuyos escritos conservamos, tanto
los que vieron á los Apostoles, como los que les
sucedieron inmediatamente, miraron la Eucaristia
como el sacrificio de la nueva ley, y que ofrecieron
á Dios Padre sobre el altar el pan y el vino." Des
21
pues de este testimonio del protestante Grave es
superfluo alegar los pasages de los primeros padres
de la Iglesia que demuestran la creencia universal
de la Iglesia primitiva en el sacrificio de la Misa, y
en la presencia real de Jesu-Cristo en la Eucaristia.
i A quien hemos de creer, á la Biblia y á la Iglesia,
que oyó la predicacion de los Apostoles, ó á los
autores del protestantismo infamados por sus
crimenes í j, Es posible que Dios eligiese á aquellos
monstruos Lutero, Calvino, Henrique VIII., y á la
cruel reina de Inglaterra para restablecer la ver
dadera doctrina predicada por los Apostoles 1
Pero cita V. á S. Pablo (Hebr. x. v. 10—14.)
" ' Somos santificados por la oblacion del cuerpo de
Cristo hecha una vez; semel. Con una sola
oblacion perfeccionó para siempre á los santificados,'
y sin derramamiento de sangre no hay remision.
Luego el sacrificio de la Misa rebajaria la grandeza
y suficiencia del sacrificio de la cruz y seria injurioso
á él, como sino bastase para la remision." A esto
decimos los catolicos que el sacrificio de la cruz, de
valor infinito, fué suficiente para salvar y santificar
mil mundos, como causa universal meritoria ; pero
para que salve de hecho es de necesidad que se nos
aplique á cada uno en particular. Del que descubrió
la eficacia de la bacuna puede decirse que salvó á
todos de la viruela ; pero el que no se aplica el
medicamento se queda sin salvacion. Los protes
tantes reconocen que es de necesidad la confianza, ó
sea la intima persuasion de que se nos aplica ó
imputa la justicia de Cristo para ser santificados ;
luego no basta el sacrificio de la cruz. Nosotros
sostenemos que en el sacrificio de la Misa no se hace
otra cosa que aplicarnos los meritos del sacrificio de
la cruz. Si pues nuestra doctrina fuese injuriosa á
este, tambien lo seria la de los protestantes que
22
ademas de aquel sacrificio exigen otra cosa como
medio de aplicacion, exigen el bautismo como señal
6 prenda de que se nos imputa la justicia de Cristo.
No quiero estenderme mas, porque lo dicho basta
para que se comprenda que si Cristo ofreciendose
una vez acumuló los meritos suficientes para
salvar á todos, ofreciendose de otro modo no hace
mas que aplicarnos aquellos meritos, y no añadir
otros nuevos, como si los primeros no fuesen
bastantes.
El purgatorio ; he aqui otro dogma que dice V.
no se halla en la Biblia : veamos. En el libro II de
los Macabeos xiii. v. 43, despues de decirse que
Judas hizo una colecta para enviarla á Jerusalem á
fin de que se ofreciesen sacrificios por los muertos
en la batalla, concluye el escritor sagrado ; " Santa
y saludable es la obra de orar por los muertos, para
que sean desatados de sus pecados."
Claro es que no hablaba de los pecados mortales
que llevan al infierno, donde no hay remision.
Luego habla de los veniales, 6 de las penas 6 peni
tencias que se deben hacer por los mortales per
donados. En S. Mateo xii. v. 32, dice Jesu-Cristo—
" Al que dijere palabra contra el Hijo de Dios se le
perdonará ; pero al que la dijere contra el Espiritu
Santo no se le perdonará ni en este siglo ni en
el venidero." j, Lo quiere V. mas claro 1
S. Augustin hace sobre este pasage que parece
una alusion al libro de los Macabeos, que espresaba
la creencia del antiguo pueblo de Dios, la juiciosa
observacion siguiente—"No se diria con verdad,
veraciter, de algunos que no se les perdonará ni en
este siglo, ni en el venidero, si no hubiese algunos á
quienes sino en este, se perdonará en el siglo futuro."
I Que le parece á V. t j, Se habla 6 no se habla en
la Biblia del purgatorio 1 Dirá V. que la Biblia no
¿3
tiene ni primero ni segundo libro de los Macabeos.
I Y que culpa tengo yo de que á los protestantes se
les haya antojado arrancar de la Biblia esos y otros
libros que estaban en ella desde el principio 1 El
Evangelio de S. Mateo está en la Biblia de V.
Pero S. Juan. Ep. 1. c. i. v. 7. dice "La sangre
de Cristo nos limpia de todo pecado." Nada queda,
pues, que limpiar, dice V. en el purgatorio. Pero S.
Juan no dice en que lugar la sangre de Cristo nos
limpia de todo pecado, y por consiguiente no escluye
el purgatorio, donde los catolicos creemos que la
sangre de Cristo, y solo esta sangre, limpia de los
pecados y libra de la pena temporal. Esa sangre es
la que comunica su virtud á todos los medios de
santificacion. Sin ella nada valdrian. Para concluir
este punto solo añadiré que Calvino. Ins. L. 3. c. x.
confesaba que los s. s. Padres, por espacio de mil
trescientos años, habian enseñado que se debian hacer
oraciones por los muertos ; y con su acostumbrada
petulancia, añadia, que en esto se habian equivocado,
aliquid humani passos esse. Es notorio que la
Iglesia desde sus primeros dias oró por los difuntos
como lo demuestran todas las antiquisimas liturgias
que espresan la creencia universal, y las lapidas
sepulcrales. Luego se lo enseñaron los Apostoles,
puesto que no se puede señalar el inventor del
purgatorio.
La intercesion de los santos y en especial de la
Virgen Maria, y que nació sin pecado original.
Nada de esto, dice V. muy formalmente, se puede
hallar en en las Santas Escrituras. Hay un Dios,
(S. Timot. ii. v. 6.) asi mismo un Mediador entre
Dios y los hombres, Jesu-Cristo-Hombre, el cual se
dió asimismo en precio del rescate por todos. Uno
solo, añade V., y este uno no es Maria, quien jamas
se dió asimisma en precio de rescate por todos, sino
24
que llamaba á su divino Hijo Salvador? He aqui
todo el argumento de V. Vamos po» partes.
Cuando se discute formalmente sobre un punto,
lo primero que debe hacer cada parte, es, enterarse
bien de la doctrina que la otra sostiene, y me há de
permitir V que le diga que padece V. una lamenta
ble equivocacion al suponer que los catolicos
admitimos mas que un Mediador entre Dios y los
hombres. Nosotros reconocemos y confesamos alta
mente que Jesu-Cristo es el único Mediador pro
piamente dicho, y que sola su sangre há sido el precio
de nuestro rescate ; sangre que salvó á su bendita
Madre, pero de una manera mas excelente, preservan
dola de todo pecado, hasta del original, que con
traemos todos los demas hombres.
Supone V. que nosotros creemos que la Virgen.
Maria es nuestra mediadora del mismo modo que su
Hijo. Esta es una lastimosa equivocacion con que
el vulgo de los protestantes pretende infamar á la
Iglesia catolica. Nosotros rechazamos ese falso
testimonio que se nos levanta, y no reconocemos
mas que un Mediador que haya pagado con su
sangre el precio de nuestro rescate. Reconocemos
otros mediadores impropiamente dichos que se
llaman intercesores, como sucede en las cosas
humanas : si un hombre debe á otro una cantidad
de dinero y un tercero paga graciosamente, este es el
mediador ; pero si ese tercero se contentase con
rogar que perdonase la deuda, esto no seria
mediacion propiamente dicha sino intercesion, y
esto ultimo es lo que hacen la Virgen y los
Santos en el Cielo. Tal es la doctrina catolica.
Solo falta saber si los Santos que reinan con Cristo
interceden con sus suplicas en nuestro favor y
recomiendan á Dios nuestras oraciones. Veamos.
S. Pablo (Rom. xv. 30) dice—" os ruego, hermanos,
25
por Nuestro Señor Jesu-Cristo y por la caridad del
Espirita Santo qi*e me ayudeis con vuestras oracio
nes por mi á Dios : y (1a Thss. v. 25). " Hermanos
orad por nosotros." Y á cada paso se hallan en las
Escrituras esta practica de pedir á las vivos que
oren por nosotros, j, Que razon hay pues, para que
esto sea santo y bueno, y no lo sea el pedir lo mismo
á esos hermanos que están yá en compañia de Cristo
en el Cielo? j, Será que esto es injurioso á Jesu-
Cristo unico Mediador i Entonces S. Pablo tambien
le injurió al pedir á los hermanos vivos que orasen
por él. j, Será porque los Santos del Cielo no conocen
nuestros deseos, ni oyen nuestras suplicas, que por
consiguiente serian vanas ? Entonces, j, como se en
tiende aquello del Capitulo XV. de S. Lucas que los
Angeles se alegran por la penitencia que hace un
pecador 1 j, Como pueden ofrecer nuestras plegarias
á Dios como se dice Tob. xii. 12 : Apoc. viii. 3 1
Este argumento no tiene replica. En Zac. i. v. 12.
se introduce un Angel rogando por el pueblo de
Israel con estas palabras : " Señor Dios de los
ejercitos, hasta cuando no te compadecerás de Jeru-
salen, y de las ciudades de Judá contra las cuales
estas airado V En el libro 2o de los Macabeos xv.
13. se dice espresamente que Onias y Jeremias yá
muertos oraban por el pueblo de los Judios. En el
nuevo testamento S. Pedro en su 2a. carta cap. i. v.
15 dice "Procuraré teneros presente con frecuencia
despues de mi muerte para que os acordeis de estas
cosas." Y en el Apocalipsis iv. v. 8. se dice de los
venticuatro ancianos, que se postraban delante del
Cordero teniendo cada uno copas de oro llenas
de perfumes que son las oraciones de los Santos.
Esto es tambien muy claro, j, Dirá V. ahora que en
la Escritura nada se dice, no de la mediacion
rigurosa que solo es de Cristo, sino de la intercesion
26
de los Santos? Nada diré de la tradicion de la
Iglesia porque esto es cosa averiguada Que
la Bienaventurada Virgen liaria sea especialmente
la mediadora poderosa, se deduce de suyo de su
cualidad de Madre de Dios que la eleva sobre los
demas bienaventurados, y de consiguiente es natural
que sea la mas poderosa intercesora, y que su
bendito Hijo la oiga con preferencia á todos los
demas bienaventurados.
Toca V. la cuestion de la Santidad de la Virgen,
y dice que creemos los catolicos que nació sin pecado
original. No há sido esta la cuestion que se ha
debatido en el seno de la Iglesia Catolica por espacio
de muchos siglos, porque nadie habia dudado acerca
de la santidad de su nacimiento ; lo que se discutia
era si habia sido concebida sin contraer el pecado
original como lo contraemos todos. Este es un
punto que se há aclarado ultimamente, fijando la
creencia de la Iglesia, y por consiguiente lo que Dios
ha revelado sobre el particular. Largo seria entrar
á discutir este punto en una carta. Por ahora me
contento con recordar á V. las celebres palabras del
Genesis cuando Dios indignado contra Satanas, que
sedujo á Eva, le dijo " Pondré enemistades entre
ti y la muger : ella quebrantará tu cabeza." Los
doctores de la Iglesia han visto en esa profecia un
anuncio de la Bienaventurada Virgen. Y esa
enemistad, que Dios anuncia entre la Serpiente y
la nueva Eva, indica bien, que esta se hallaria
siempre esenta de todo pecado, el cual es el lazo de
la funesta amistad entre el hombre y el demonio.
He aqui uno de los pasages de la Escritura en que
se há fundado la Iglesia para creer que la Biena
venturada Virgen Maria, que habia de quebrantar
la cabeza de la Serpiente por medio de un pacto
27
milagroso, en ningun momento tubo amistad con el
demonio, ni aun -por medio del pecado original.
Dice V. " que ni Pedro ni sus Sucesores son el
centro de la unidad, porque en la Biblia no se dice
una palabra de ese centro : que San Pedro no
reclamó para si ni para sus sucesores esa preemi
nencia, sino que por el contrario dice en una de sus
Epistolas acerca de la persona de Nuestro Señor
Jesu-Cristo : ' He aqui pongo en Sion la principal
piedra del angulo, escogida, preciosa; El que
creyere en ella no será confundido.' Y S. Pablo
dice tambien ' Nadie puede poner otro fundamento
del que está puesto, el cual es Jesu-Cristo ;' por con
siguiente no se puede admitir otra piedra funda
mental ni otro centro de unidad que no sea
Jesu-Cristo." Este argumento queda pulverizado
diciendo que Jesu-Cristo es la piedra invisible que
sostiene el edificio ; la piedra que por su propia
virtud es el cimiento ; y que Pedro es la piedra
visible ; y que es cimiento, no por su propia virtud,
sino por la que quiso comunicarle el Hijo de Dios.
De consiguiente esos pasages que V. cita son muy
verdaderos, y nosotros creemos que Jesu-Cristo es el
unico cimiento, la unica piedra fundamental de la
Iglesia, que conquistó con su sangre ; pero eso no
obsta para qué haya querido hacer participante de
su virtud á Pedro, como lo hizo realmente. Lea V.
el capitulo xvi. de S. Mateo, donde despues de la
celebre confesion que hizo Pedro de la divinidad
del Señor, diciendo : " Tu eres el Cristo Hijo de
Dios vivo ; " le contestó " Yo te digo á ti tambien
que tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella, y te daré las llaves del reino de los
cielos ; y todo lo que atares sobre la tierra será
tambien atado en los cielos, y todo lo que desatares
28
en la tierra será desatado en los cielos." El Señor,
en el cap. xxi. de S. Juan, cumplió su promesa,
diciendo á Pedro " Apacienta mis corderos, apa
cienta mis ovejas." He aqui los celebres pasa-
ges de la Biblia que demuestran evidentemente
que el Señor, cambiando el nombre de Simon en el
de Pedro 6 Piedra, le estableció como cimiento
visible y secundario de su Iglesia.
Bajo tres metaforas vivisimas presenta el Señor
la preeminencia concedida á Pedro, á saber : la de
cimiento de su Iglesia, la de las llaves del Reino de
los cielos, el cual es su misma Iglesia, y la de la
omnimoda potestad de atar y desatar, y S. Juan
añade la cuarta, que es la de Pastor de toda la grey,
designada con «1 nombre de corderos y de ovejas.
El que es cimiento sustenta el edificio ; el que
recibe las llaves del reino tiene derecho á gober-
marle, porque la entrega de las llaves de una casa
6 de una ciudad es una señal evidente de que el que
las recibe manda en la casa 6 en la ciudad. El que
recibe la omnimoda potestad de atar y desatar,
comprometiendose el Señor á ratificar en el cielo lo
que haga su ministro, no tiene mas que recibir.
El pastor gobierna su grey, llevandola á los pas
tos saludables y apartandola de los venenosos,
í Quien, despues de esto, puede negar que Pedro fué
establecido por Jesu-Cristo, como apoderado general
de su casa, que es la Iglesia, como cimiento soli
disimo paraque las puertas del infierno no pre
valecieran contra ella 1 j, Que dificultad hay en
reconocer que Pedro recibió los poderes de Jesu-
Cristo para que fuese el administrador general de su
Iglesia, de la cual Nuestro Señor Jesu-Cristo es el
amo, y el dueño ; mientras que Pedro no es mas que
un encargado, un administrador, un apoderado, que
tiene que darle cuenta del uso que hace de su
29
potestad, velando el dueño principal sobre él, y
dirigiendole invisiblemente ? He aqui las ideas que
se desprenden con toda claridad de los pasages
citados. Pedro es el cimiento ; Pedro recibe las
llaves del Reino ; Pedro recibe la potestad omnimoda
de atar y desatar; Pedro es el pastor de toda la
grey. Pero Pedro tiene esto por participacion, por
gracia que le hace el Señor ; y Jesu-Cristo es
la piedra por naturaleza, tiene las llaves como dueño,
ata y desata como Señor omnipotente, es el pastor
invisible de nuestras almas, redimidas con su sangre.
Tal há sido el pensamiento claro de Jesu-Cristo, y
el que no lo acepte se pone en clara contradiccion
con él. Por eso he dicho yo que los protestantes no
tienen la fé que salva, porque estan separados del
centro de unidad, de la piedra visible y secundaria
sobre que Jesu-Cristo fundó' su Iglesia, del que
tiene las llaves del reyno, del que tiene la potestad
de atar y desatar, y del pastor universal.
" Los protestantes son cristianos," dice V. " que
mantienen la doctrina enseñada por los Apostoles,
como se halla en las Santas Escrituras, y protestan
contra todos los dogmas y doctrinas que no se hallan
ni se pueden fundar en la Escritura misma."
Hasta aqui hé demostrado á V. evidentemente que
los dogmas que impugna y contra los cuales protesta
se hallan en la Biblia, y que por una inconcebible
inconsecuencia admiten los protestantes unas cuantas
verdades, acerca de las cuales ni una palabra hay en
la Biblia. Esto quiere decir que si Jesu-Cristo
hubiera abandonado al espiritu privado, 6 á la razon
de cada particular la interpretacion de la Biblia,
serian interminables las disputas, y la generalidad
de los cristianos, que ni saben ni pueden juzgar
sobre estas contiendas, no podrian conocer cual es la
verdad revelada. Para mi es evidente, por ejemplo,
36
que Jesu-Cristo constituyó á Pedro y á sus sucesores
cabeza de la Iglesia con obligacion de que estemos
sometidos á él ; y á V. le parece otra cosa, j, Quien
decide la controversia 1 j,O habrá querido Jesu-
Cristo que cada oveja ande por los montes sin pastor
y sin quien la enseñe y dirija ? El resultado seria la
confusion de la torre de Babel ; y Jesu-Cristo, que
es la misma sabiduria, no ha podido fundar una
Iglesia tan desconcertada como la que no tiene un
Gefe visible á quien seguir.
La Iglesia de Inglaterra, añade V. es protestante,
porque protesta contra el error; y yo digo que
protesta contra la verdad. {, Quiere V. que Jesu-
Cristo nos haga una revelacion sobrenatural acerca
de quien de los dos yerra? Me choca lo de
Henrique VIII., de quien dice V. que murió Catolico
romano, y muy catolico. No es catolico el que
niega la supremacia del Papa, constituyendose Papa
á si mismo. Para ser herege basta negar un dogma,
como lo fue Arrio que no negaba mas que la divi
nidad de Jesu-Cristo, conservando todas las demas
doctrinas del Cristianismo. Otro tanto sucedió con
Nestorio y otros hereges antiguos. Ignoro si en
tiempo de Henrique VIII. se tradujo por primera
vez la Biblia á la lengua inglesa ó si ya habia alguna
traduccion, y á esto atribuye V. el que muchos
Ingleses desechaban las doctrinas que ellos no
hallaban en la Biblia, aunque las mas estaban alli,
volviendo de esta manera á la fé una vez dada á
los Santos." Siempre estamos en lo mismo. Noso
tros sostenemos que los protestantes niegan muchas
de las verdades contenidas en la Biblia, como há
podido V. ver por lo que llevo escrito, y que
niegan por consiguiente la fé dada á los Santos
como dice S. Jadas. Niegan tambien la tradi
cion, y sin embargo admiten la doctrina del bau
31
tismo dado á los niños, la traslacion del descanso
del Sabado mandado por Dios al Domingo ; acerca
de lo cual nada se dice en el nuevo testamento. Y
en verdad que hubiera sido un sacrilegio abolir el
descanso del Sabado, y los protestantes, que no
conocen otra fuente de verdad revelada que no sea
la Biblia, debieran observar el descanso del Sabado
como los Judios ; los cuales son mas consecuentes
que los protestantes.
Al amenazar Dios con la condenacion eterna, dije
yo que condenó en esto la libertad religiosa, y V. no
concibe la ilacion de mi raciocinio, y sin embargo la
cosa me parece clara, j, Que es libertad religiosa ?
Es sin duda el derecho á profesar cualquiera religion.
Pues bien, Dios al amenazar con la pena eterna á
los que no profesasen la religion enseñada por los
Apostoles quitó al hombre el derecho de profesar
otra religion : puesto que el uso de un derecho no
merece pena ninguna. Todo mandato 6 toda ley
quita la libertad, 6 el derecho á hacer lo contrario ;
quedando sin embargo á salvo el libre alvedrio <3 el
poder de quebrantar esa ley, pero pecando. Todo
consiste en que confunde V. la libertad derecho con
la libertad poder de quebrantarle. Nadie tiene
derecho delante de Dios á profesar una religion
falsa ; y lo unico que puede suceder al que des
graciadamente la profese, es que sea escusable
delante de Dios por su buena fé y por una igno
rancia inculpable, lo cual sucede á algunos pro
testantes rusticos que no han podido examinar ni
conocer que solo la Iglesia Catolica es la verdadera
Iglesia de Jesu-Cristo; y si creen las principales
verdades, están bautizados y obran bien arrepintien
dose de veras, si cometen algun pecado, se salvarán
porque en rigor pertenecen á la Iglesia Catolica,
aunque en lo esterior aparezcan incorporados á
32
alguna comunion protestante. En suma, repito, que
Jesu-Cristo al intimar á los hombres, sopeña de
condenacion eterna, que crean la predicacion de los
Apostoles y sean bautizados, quitó la libertad
religiosa, esto es, el derecho á profesar otra religion,
aunque no quitó el libre alvedrio, ó la potestad de
resistir esa intimacion del Hijo de Dios.
Pero ningun hombre, dice V., tiene derecho á
imponer una doctrina, sea cual fuere, sobre la
conciencia de sus semejantes. Esta proposicion asi
en absoluto es falsa ; porque los Apostoles que eran
hombres, tenian en virtud de la mision divina
derecho á imponer ó á mandar que los hombres
abrazasen la doctrina por ellos predicada. Lo unico
que hay aqui de verdad es que Jesu-Cristo no dió
derecho á sus Apostoles y á sus sucesores para
forzar con penas corporales á que un hombre
educado en una religion falsa abraze la verdadera.
Y asi la Iglesia nunca ha usado de la fuerza para
convertir á los gentiles ó á los Judios, sino que no
ha conocido mas medio que la persuasion. Y si
alguno, como nuestro rey Sisebuto, usó de la fuerza
para que los Judios abrazasen el Cristianismo, la
Iglesia reprobó siempre semejante conducta. No
obraban asi los primeros autores de Protestantismo
Anglicano, que usaron de todo genero de violencia
para forzar á los Catolicos á que abandonasen la
religion en que habian sido educados, y se pasasen al
nuevo Evangelio. Repase V. la lastimosa historia
del cambio de religion en Inglaterra, y se convencerá
de esa verdad. La Iglesia Catolica nunca ha usado
de la fuerza para obligar á ninguno h que abando
nase la religion en que habia nacido y habia sido
educado.
Ahora si se trata de hombres que recibicron el
bautismo en la Iglesia Catolica y habian vivido en
33
su seno por algun tiempo, es otra cosa. Sobre estos
subditos la Iglesia tiene sus derechos, y puede
castigar con penas canonicas su rebelion. Y los
principes tienen tambien derechos sobre estos re
beldes á la Iglesia, que han solido ser turbulentos y
perturbadores del orden publico, á quienes debían
refrenar cuando no habia mas que la religion
verdadera en el Estado. Esto es" lo que hacia el
codigo civil en España, reprimir los actos publicos
contrarios á la religion nacional, como una pertur
bacion del orden. Si alguno en su interior no era
catolico, nadie le decia nada ; si queria manisfestar
sus creencias anticatolicas con actos publicos, el
codigo le mandaba que se fuese á vivir á otro pais
donde aquello se tolerase. A estos hombres no se
le imponian creencias, sino que se les obligaba á
que volviesen á la Religion que antes habian
profesado y dejasen de perturbar el orden publico.
Esta represion, aunque de suyo no es bastante para
hacer cambiar las creencias intimas, servia para
contener y para que no se propagasen las malas
doctrinas. Y esto es sin duda un mal menor que
establecer las saturnales de mil creencias y reli
giones.
Yo no digo que la conversion de algunos doctos
protestantes á la religion catolica sea una prueba
decisiva de la verdad de esta, aunque es una conje
tura algo fundada al ver que son doctos y de buena
moralidad estos que se vuelven a la religion antigua,
cuando no se puede decir lo mismo de los catolicos
que se hacen protestantes, como V. sabe muy bien.
Citeme V. dos Irlandeses comparables con Newman
y Manning. Dos Irlandeses apostatas de la reli
gion católica comparables con los doctores de Oxford
que por conviccion se han vuelto al Catolicismo.
Por otra parte es una cosa notoria en todo el mundo
D
34
que ningun catolico se hace protestante á la hora de
la muerte, y que por el contrario no son pocos los
protestantes que en aquella hora tremenda llaman á
un Sacerdote catolico para reconciliarse con la
Iglesia verdadera. j, No dice algo al corazon de V.
este fenomeno singular? El hecho es indudable, á
lo menos en el continente, al cual se refieren las
investigaciones que sobre este punto ha hecho un
hombre docto : " El momento de la muerte es un
momento solemne," dice este escritor, "en que los sofis
mas pierden su fuerza, en que las ilusiones se disipan,
y en que la conciencia recobra sus derechos. En el
pleito que las sectas protestantes ponen á la Iglesia
apelamos á ese fallo, cuya autoridad es suprema " El
juicio de la muerte es un juicio bueno, como se dice en
el cap. XLI. del Eclesiastico ; libro que Vs. han
arrancado de la Biblia. En presencia de la muerte,
como durante la vida, los innumerables protestantes
que han entrado en el gremio de la Iglesia catolica han
estado llenos de esperanza y de seguridad : nada
turbó sus postreros instantes. Estos creen, aman,
y entregan su alma á Dios, dandole gracias por
haberlos hecho catolicos. ' 1 Desafio al protestantismo"
añade " para que cite un solo hecho contrario á esta
afirmacion." ¡ Cuan diferente es la muerte de casi
todos los apostatas que del catolicismo se pasan al
protestantismo ! La muerte de Lutero, de Henrique
VIII. y de su hija Isabel son una prueba de esto.
Yo puedo asegurar á V. que como no pierda el juicio
en la hora de la muerte no me haré protestante. V.
podrá decir lo mismo de sí, que no se hará catolico.
. . . I Quien sabe ? Yo tengo la presuncion á mi
favor; porque no hay un solo hecho de que un
catolico en aquella hora se haga protestante, y los
hay en gran numero de protestantes que entonces se
hacen catolicos ; de modo que hay una probabilidad
35
de que tenga V. esta buena suerte y no tenga yo la
desgracia en contrario. De todos modos veremos
quien tubó razon cuando comparezcamos ante el
justo Juez.
Insisto en que el protestante no oye la voz de
Dios, cuya lengua es la Iglesia, sino que se oye
á sí mismo y sigue su espiritu privado, contra lo que
dijo Jesu-Cristo de sus Apostoles y de sus sucesores.
" Vosotros sois la luz del mundo. Quien á vosotros
oye á mí oye; quien á vosotros desprecia á mí
desprecia." Es verdad que en S. Juan cap. v. dice
Nuestro Señor "De cierto os digo, el que oye
mi palabra y cree al que me há enviado, tiene
vida eterna, y no vendrá á condenacion, mas
pasó de muerte á vida." Todo esto es mucha
verdad. Y la cuestion está en saber quien oye la
palabra de Jesu-Cristo ; si el protestante que lee la
Biblia y la interpreta por su espiritu privado, 6 el
catolico que lee tambien la Biblia y la interpreta
como la han interpretado siempre los maestros que
há dado Jesu-Cristo al mundo, al decir á sus Apos
toles y á sus sucesores : Euntes docete. Yd y
enseñad. Y hé aqui que yo estoy con vosotros hasta
la consumacion del siglo.
Para creer se necesita la gracia de Dios J Quien
lo duda 1 Pero la gracia de Dios se comunica por
medio de la palabra, y esta palabra ha sido confiada
á los pastores de la Iglesia. S. Pablo decia " La fé
entra por el oido j, Y como oirán sino hay quien les
predique ? j, Y como predicarán sino son enviados 1 "
Si la lectura de la Biblia es el unico medio de sal
vacion, los que no saben leer ni tienen quien les lea
yá estan sentenciados. Jesu-Cristo debió poner el
precepto á todos los hombres de aprender á leer : 6
á lo menos de oir leer en el libro, y no sabemos que
pusiese tal precepto, y sí el de oir la predicacion.
36
He visto en su tercera carta el juicio que forma
V. sobre mi catecismo para uso del pueblo, y viene á
decir que me he dejado engañar por malos historia
dores, y que en lugar de argumentos para probar las
doctrinas, mi librito no contiene mas que declara
ciones de dogmas que se quieren dar por cosa
sentada 6 indisputable. Perdone V. que le diga que
no ha leido V. bien detenidamente mi obrita, y deseo
que me cite V. los hechos que yo refiero tomados de
autores que me han engañado, citandole yo á V. en
seguida los mismos historiadores protestantes de
donde estan tomados, y que no deben ser sospechosos
de parcialidad al hablar de los corifeos del protes
tantismo, como podría sospecharse si yo citase
autores catolicos. En cuanto á la falta de raciocinio
que V. advierte en mi catecismo, permitame V. que
le diga que cuando se trata de doctrinas las fundo
siempre en razones incontestables y al alcance del
pueblo. Repase V., sino, los puntos principales del
protestantismo, y verá como los combato con
razones que no tienen replica. Mi obrita no es un
tratado lato de teologia ; porque no me propuse
escribir una obra de esa clase, pero si un tratadito
en que se asientan las doctrinas verdaderas y se
prueban con razones solidas que pudieran ampli
ficarse mucho mas en una obra de esta especie,
y refutarse al mismo tiempo los argumentos. Nada
me sorprende tanto como ese juicio que há formado
V. de mi catecismo, cuando nada asiento en él que
no se pruebe evidentemente.
Supone V. que digo yo en mi catecismo " que la
Iglesia Romana es la primera, la unica, y la que ha
tenido la primacía de la Iglesia en todo el mundo
desde el tiempo de Jesu-Cristo." Perdone V. si rec
tifico ese lenguage. Yo no he dicho ni he podido
decir que la Iglesia de Roma há sido la primera desde
37
el tiempo de Jesu-Cristo. La Iglesia propiamente
no comenzó sino al dia de Pentecostes, cuando Jesu-
Cristo no estaba en este mundo ; y en ese dia claro
es que no habia Iglesia de Roma. En todo caso yo
habria dicho, no desde el tiempo de Jesu-Cristo,
sino desde el tiempo de los Apostoles. No hé dicho
ni podido decir que la Iglesia de Roma fuese la
primera congregacion cristiana que se formó', sino
que esto sucedió en Jerusalen ; esto es sabido de
todos. Lo que yo he dicho es que la Iglesia' de
Koma, en la cual S. Pedro fijó definitivamente su
silla, tubo la primacia en todo el mundo desde ese
tiempo hasta hoy, por razon del primado de honor y
jurisdiccion que el Señor confirió á S. Pedro, para
que pasase á sus sucesores, porque ese primado fue
instituido como dice S. Geronimo, para que estable
cida una cabeza se quitase la ocasion de cismas ; y
habiendo muerto S. Pedro Obispo de Roma, claro es
que el primado debia pasar á su sucesor S. Lino y á
los demas; y nadie en los primeros siglos aspiró á
ejercer , ni ejerció de hecho esa potestad suprema en
la Iglesia sino el Romano Pontifice. Esto es una
cosa notoria en la historia eclesiastica ; y en los
negocios de importancia se acudia de todos partes
al Romano Pontifice para obtener la solucion.
Tambien tubo antes su catedra por poco tiempo en
Antioquia, y de ahi el origen del Patriarcado
antioqueno. Pero, como ya dije, la fija definitiva
mente en Roma capital de las gentes, á las cuales
pasó la Iglesia, abandonada la Sinagoga por su
obstinacian. No sé de donde há sacado V. que las
Iglesias de Antioquia y Jerusalem no estubieron
sugetas al primado de Roma. Confunde V. sin
duda los derechos patriarcales de esas sillas, los
cuales son de institucion eclesiastica, con los del
primado que es de institucion divina. Tampoco sé
38
porque dice V. que hasta el siglo VII. no reclamó"
el obispo de Roma la posicion y rango de los Papas
de nuestros tiempos ; si esto se refiere á los derechos
del primado, padece V. una equivocacion, pues eran
los mismos en el siglo I. que en el VII. Si ese rango
significa que el Papa no fue rey de un pequeño
estado hasta el siglo VIL me há de permitir V. que
le diga que aun en esto padece una equivocacion,
pues el Papa no fue rey hasta mediados del siglo
VIII.
Dice V. tambien que la mision de los Apostoles
fue con mandamiento especial de enseñar la doctrina
que habian oido de la boca del Señor mismo.
I Quien lo duda ? Que no son ministros del Evan
gelio, ni sucesores de los Apostoles los que mandan y
enseñan como necesario para la salvacion lo que no
se halla en el Evangelio ni enseñaron ni exigicron
como tal los Apostoles de Jesu-Cristo. Tambien
esto es una verdad como un templo, siempre que
se conceda que los Apostoles enseñaron algo mas de
lo que está escrito en el Evangelio ; como lo del
bautismo de los niños, la traslacion del descanso del
Sabado &c.
Para probar sin duda que el Papa y los obispos
catolicos mandamos y enseñamos cosas que no man
dan ni enseñan los Apostoles dice V. " que S. Pablo,
en la carta á los Romanos, nada dice de las doctrinas
particulares que tiene la Iglesia de Roma hoy dia,
es decir, ni la de la Transubstanciacion, ni la del
sacrificio de la Misa, ni tocante al Purgatorio, al
culto de los Santos 6 imagenes." El argumento es
bien pobre como V. no puede menos de conocer
en su buen sentido ; es un argumento negativo que
no tiene fuerza ninguna; porque S. Pablo en la
carta á los Romanos no se propuso escribir un
tratado de toda la doctrina que los Apostoles estaban
39
*
encargados de enseñar, sino solamente de convencer
á Judios y Gentiles, convertidos al Cristianismo, de
que ni la ley de Moises, ni la filosofía de los sabios
gentiles podían salvar al hombre, sino solo la gracia
de Jesu-Cristo. Este es el tema que desenvuelve el
Apostol en su epistola ; y nada tiene de particular
por consiguiente que no hablase de otras doctrinas
que entonces no hacian al caso. Tomese, V. la
molestia de leer mi catecismo y hallará en él demos
trados esos cinco dogmas de la Iglesia de Boma que
no quieren reconocer los protestantes.
Lecré cuando llegue á mis manos por la bondad
de V. la obra escrita por varios autores doctos pro
testantes, pero que llevará solo el nombre de uno
muy bien conocido á la cabeza, en la cual sé refutará
la profesion de fé del Papa Pio IV. Tengo curiosi
dad de ver lo que esos doctos protestantes han
discurrido de nuevo para combatir la fé de la Santa
Iglesia Catolica Apostolica Romana á la que tengo
la dicha de pertenecer. Como no aduzcan mas
pruebas que las que hasta aqui há presentado el
protestantismo para combatir los dogmas de nuestra
Iglesia, no deben prometerse convencer á ningun
catolico instruido, porque los argumentos antiguos
los tenemos todos pulverizados ; y espero pulverizar
tambien los que se pongan de nuevo. Conozco que
las disputas convierten á pocos hombres, y que la
oracion es el arma mas poderosa para que Dios
ilumine los entendimientos y les haga conocer la
verdad. Yo me propongo pedir mucho á Dios que
lo haga asi con V. á quien deseo todo genero de
prosperidades temporales y espirituales.
El Card. Cuesta Arzobispo Compostelano.
40
(No. 6.)
A Su Eminencia el Cardenal Arzobispo
de Santiago.
Wonston Bectory, Di&. 1869.
Excelente Señor,—Tuve grande placer en
recibir la carta que V. E. se sirvió escribirme, en
respuesta á las que yo me habia tomado la libertad
de dirigirle, y aprecio muy mucho los cristianos
motivos que le indujeron á tan bondadosa condescen
dencia. Reconozco la cortesía con que entra V. E.
en la discusion de importantísimas materias en que
se halla interesada nuestra eterna salvacion. V. Ema.
no me hace más que justicia en reconocer la sin
ceridad con que mantengo las doctrinas de la
Iglesia protestante de Inglaterra, de la que he tenido
el honor de ser Ministro por un periodo de cerca de
medio siglo, y en creer que escribo de buena íé
cuando aseguro á V. Ema. que deseo muy cordial-
mente su felicidad eterna.
He implorado mucho la guia del Espíritu Santo
para representar á V. Ema. las ideas que su carta
en mí suscitára, y para imitar el comedimiento que
en ella aparece ; y confio que V. Ema. dispensará
mi dilacion en enviar la respuesta. Miré como
debido al carácter y rango de V. Ema., y á la
gravedad de los puntos en cuestion, el considerar
bien el fundamento de aquellos principios en que
me veo obligado á diferir de su Ema., y el revisar
detenidamente todas mis pruebas y razones, deseando
sinceramente poner á la vista la verdad, y nada
más que la verdad.
La carta á que tengo el honor de contestar ahora,
él
está principalmente reducida á una sucinta repre
sentacion de aquellos argumentos que V. Ema. con
sidera como más decisivos en favor de las doctrinas
de la Iglesia romana que yo impugné como anti-
escriturales en mi segunda carta á V. Ema. ; es á
saber, las relativas al Sacrificio de la Misa, Purga
torio, Invocacion de Santos, y de la Virgen María, y
Supremacía de Sn. Pedro, y de los Papas, como su
cesores suyos en la Universal Iglesia cristiana.
Pero como á estos particulares preceden algunos
razonamientos, con la mira de probar que en los
puntos que debatimos se debe atender no ménos al
testimonio de la Tradicion que al de la Santa
Escritura, haré primero algunas observaciones
sobre
I. La Tradicion. Tacha V. Ema. el que dijera
yo hallarse contenidas en el Nuevo Testamento todas
las doctrinas de los Apóstoles, y alega como contra
dictorio á este aserto el ejemplo de bautizar & los
párvulos, y el haber trasladado la observancia del
Sábado al primer dia de la semana ; ordenanzas que
unos y otros consideramos como apostólicas, bien que
para ellas ninguna autoridad, dice V. Ema., se halle
en el Nuevo Testamento, sinó solamente en lo que
llama Tradicion, por supuesto en el mismo sentido
que la definió el Consilio de Trento, es decir, enten
diendo por ella la llamada apostólica tradicion no
escrita : y de aquí la necesidad, V. Ema. dice, de
unir la Tradicion como autoridad á las Escrituras
en cuestiones de doctrina y prácticas cristianas.
Empero cuando nosotros los Protestantes decimos
que en las Santas Escrituras se encuentra todo lo
que los Apóstoles enseñaron, no queremos decir que
en ellas se halla representado todo punto plena y
circunstanciadamente. Si V. Ema. gusta referirse
al " Libro de Oracion Comun" ó Liturgia que tuve
42
el honor de enviarle, hallará al fin de ella loa
" Artículos de Religion," y que en el sexto de ellos
se dice :—" La Escritura Santa contiene todas las
cosas necesarias á la Salvacion; de modo que
cualquiera cosa que ni en ella se lee ni con ella se
prueba, no debe exigirse de hombre alguno que la
crea como artículo de Eé, ni debe ser juzgada como
requisito necesario á la Salvacion." Limítase á cosas
esenciales á la misma lo que exigimos que debe
estar fundado en las Escrituras solamente. En
cuanto á las tradiciones, espresamente negamos que
exista alguna emanada de lo enseñado viva voce
por los Apóstoles, la cual nos dé á conocer como
necesaria para la salvacion doctrina alguna que en
la Escritura Santa no se halle. Si lo trasmitido de
unos á otros hasta nosotros concuerda con la
Escritura, en tal caso no necesitamos la ayuda de la
tradicion para establecerlo ; pero si con la Escritura
no acordare, no puede ser verdadero, y lo dese
chamos.
1 . Y por lo que hace al Bautismo de Párvulos,
que es lo primero á que se refiere V. Ema. para
probar la necesidad de unir la autoridad de la
tradicion á la de la Escritura en puntos de Fé y de
deber religioso, nuestra Iglesia anglicana no lo
considera como una doctrina esencial á la Salvacion.
Sin embargo, apoyados sólo en el testimonio de la
Santa Escritura, podemos probar que es propio y con
veniente el tal Bautismo, y de uso apostólico en el
caso de familias cristianas. Cuando dijo Jesu-Cristo
á los once apóstoles—" Id por todo el mundo ;
predicad el Evangelio á toda criatura : el que
creyere, y fuere bautizado será salvo ; mas el que
no creyere, será condenado," hablaba á Judíos que
vivian bajo la Ley de Moises ; y en ella habia tres
puntos en que fué alterada por nuestro Señor. Sus
43
apóstoles debian ir por todo él mundo, en vez de á
la nacion de Israel solamente; en lugar de la Ley
debian predicar él Evangelio ; y en vez de admitir
á la nueva alianza ó Pacto por medio de la circun
cision, debian hacerlo por medio del Bautismo.
Ahora bien, segun especial ordenanza de Dios,
(Génesis, cap. xvii. v. 12,) todo varon debia ser
circuncidado á los ocho dias de nacido ; y apénas
puede dudarse que el mandamiento de bautizar
lo tomaron los Apóstoles en un sentido no ménos
comprensivo, y que tuvieron por bueno y justo el
bautizar á los párvulos, especialmente recordando
que el mismo Señor les habia dicho. " Dejad k
LOS NIÑOS, Y NO LES IMPIDAIS DE VENIB Á MÍ." En
conformidad á esto leemos en el libro de los Hechos
de los Apóstoles, que cuando á la predicacion de
ellos alguno se convertia, ellos le bautizaban luego,
y no solamente á él, sinó á " toda su casa " ó familia,
á " todos los suyos." Así fué bautizada la familia de
Lidia, y la del carcelero de Filipos, (Hechos, cap.
xvi. v. 15 y 33) y la de Estéfanas, (1 Cor. cap. i.
v. 16) sin hacerse mencion alguna de que fuesen
exceptuados los niños. Además, en la Ia. Epist. á
los Corintios, cap. vii. v. 14, habla Sn. Pablo de la
conversion de uno sólo de los cónyuges como de cir
cunstancia que justifica el bautismo de sus hijos ;
" de otra manera dice vuestros hijos serian inmundos,
empero ahora son santos ;" lo cual implica que eran
admisibles al Bautismo. Es pues manifiesto que el
bautismo de los párvulos se puede probar por la
sola Escritura, sin ayuda de la tradicion.
2. En cuanto á haber trasladado la observancia
del Sábado al primer dia de la semana, V. Ema.
perdonará si en oposicion á lo que sobre esto dice,
afirmo yo y sostengo que se hallan varias insinua
ciones acerca de ese hecho en el Nuevo Testamento,
44
donde leemos que Jesu-Cristo mismo distinguió ese
dia en que resucitó de entre los muertos, y lo señaló
como uno que especialmente debia ser santificado
por los Cristianos, no sólo favoreciendo en él con su
manifiesta presencia á sus discípulos, que á la sazon
estaban juntos, sinó repitiendo lo mismo ocho dias
después, en el primer dia de la siguiente semana, y
pasando notablemente por alto el immediato Sábado
precedente. (Evang. segun S. Juan, cap. xx. 19,
26.) En conformidad á esta implícita direccion del
Señor, hallamos que despues tenian los Cristianos sus
reuniones ó religiosas juntas en el primer dia de
la semana (Hechos, cap. xx. v. 7 : 1a. á los Cor. cap.
xvi. v. 2) ; y su misma repetida observancia tal cual
se nos refiere en el Nuevo Testamento, muestra
claramente que ellos le consideraban como el Sábado
cristiano. Además vemos que del " Domingo" ó dia
del Señor se hace mencion especial en el capítulo 1°.,
ver. 10, del Apocalipsis : así es que en conformidad
á la Santa Escritura guardamos el primer dia de la
semana en lugar del Sábado, sin necesitar para ello
ninguna autoridad de la tradicion.
3. En órden al Cánon é inspiracion de la Santa
Escritura, punto que toca V. Ema. bajo la idea de
que suministra el más importante de todos los
argumentos en favor de la doctrina romana acerca
de te: tradicion, séame permitido afirmar que el
Cánon de las Escrituras se prueba con entera inde
pendencia de la tradicion en el sentido que la Iglesia
romana dá á esta palabra, es decir, de la tradicion no
escrita. Por supuesto, la escrita tradicion histórica
es un importante testimonio en prueba de un hecho,
cualquiera que sea. Creemos la historia de Cesar,
la de otros históricos personages, y la autenticidad
de sus escritos, fundándonos en esa misma tradicion
escrita ; y ella es un importante testimonio al hecho
45
de que los libros sagrados del Nuevo Testamento se
escribieron cuándo y por quienes se supone que
fueron escritos, y que desde el principio los recibieron
los Cristianos por genuinos y auténticos ; un hecho
comprobado por el testimonio de antiguos escritores,
así gentiles como cristianos. Y en cuanto á que son
inspirados los tales libros, contribuye mucho á
probarlo la misma autentificacion de ellos como
genuinos y verdaderos : pero de esto hay además
(ruego á V. Ema. que lo note bien) la misma interna
evidencia de ellos, evidencia así histórica como pro-
fética, moral, y experimental. Y probada de esta
manera la verdad é inspiracion del Nuevo Testa
mento, síguese la de los libros comprendidos en el
Cánon del Antiguo, á que aludió Jesu-Cristo mismo
bajo la bien sabida fórmula de—" la ley de Moises,
los profetas, y los Salmos" (Lucas, cap. xxiv. ver. 44),
y los cuales libros nosotros recibimos, con exclusion
de los apócrifos recibidos por los romanistas, de que
tendré que hablar luego en esta carta.
No depende, pues, la verdad de ser inspiradas las
Escrituras, ni tampoco el verdadero Cánon de ellas,
de la supuesta "apostólica y eclesiástica tradicion"
no escrita, de la cual dice V. Ema. ser guardiana la
Iglesia, bien que sin definir lo que entiende por ella.
Pienso que como romanista querrá V. Ema. dar á
entender la Iglesia romana ; mas para establecer la
autoridad relativa al Cánon de la Santa Escritura
en las primeras edades del Cristianismo, \ se refiere
acaso V. Ema. á algun Ecuménico Concilio presidido
por el Obispo de Roma ? No : por lo que hace á los
cuatro primeros siglos, V. Ema. sólo se refiere, no á
obispos romanos sinó á particulares Padres de la
Iglesia, como lo son Tertuliano y Agustin ; y aun el
apelar á estos se hallará que vale bien poco para
aquel objeto. Tertuliano, citado por V. Ema., en su
46
libro de Prosscriptionibus previene á los que buscan
autorizado informe acerca de la verdad cristiana que
atiendan, no á las llamadas apostólicas tradiciones,
depositadas en unos pocos, con abstraccion de las
Escrituras Sagradas, sinó á la manifiesta voz de las
grandes Iglesias fundadas por los apóstoles, (así las
de Corinto, Filipos, Tesalónica y Efeso, como la de
Roma,) las cuales habian sido desde el principio de
positarias de auténticos ejemplares de las Epístolas
apostólicas. Con estos escritos declara el mismo
Tertuliano que se hallarian conformes (cap. 36) las
tradiciones que él defiende como apostólicas ; y en el
capítulo 25 denuncia abiertamente las reservadas
tradiciones no escritas como cosa en que sería una
necedad apoyarse. Con el mismo intento escribe
contra Hermogenes, diciendo (cap. 22) : " Muestre
la escuela de Hermogenes que está escrito lo que
ella enseña: si no lo estuviere, teman el anatema
fulminado contra los que quitan ó añaden á las
Escrituras." Y Sn. Agustin dice en el c. iii. sobre la
unidad de la Iglesia : " No miremos á lo que yo
digo, ni á lo que vos decís, sinó á lo que el Señor ha
dicho. Tenemos los Libros del Señor, en cuya
autoridad vos y yo igualmente creemos. Busquemos
en ellos la Iglesia ; saquemos de ellos los argumentos."
De una manera semejante hablan otros muchos de
los antiguos Padres. Cipriano dice en su Epist. 63 :
"Dios declara que lo escrito es lo que debemos
obedecer." Y en la Epist. 74 dice así, en oposicion
directa al Papa Estéban y á su pretendida oculta
tradicion romana—" La Escritura Santa es la fuente
de la tradicion divina." Orígenes en la Hom. I.
sobre Jeremías dice como sigue—"Precisamente
debemos apelar al testimonio de las Santas Escri
turas, sin el cual nuestros discursos ninguna fi
merecen." Y Basilio dice (Regla moral 80): "Es
47
un evidente indicio de infidelidad, y un verdadero
acto de presuncion, el desechar cosa alguna de lo
asentado en la Escritura, ó el recibir cosas que en
ella no se hallan. Debiera el creyente recibir con
entera confianza todo lo contenido en las Santas
Escrituras, sin quitarle ni añadirle cosa alguna."
Al mismo efecto escribe Ambrosio (Vocacion de los
Gentiles, cap. ii. 8 ; y de Parad, c. 12) diciendo :—
" Cuando no hablan las Escrituras, j, quién puede
hacerlo i No debemos añadir al mandamiento de
Dios, como si pudiera recibir así mayor estabilidad.
Si le quitamos 6 añadimos algo, el hecho aparecería
ser una prevaricacion." Y además dice Gerónimo
(sobre Hag. c. 1.) : "Todo lo que sin autoridad ni
testimonio de la Escritura inventa uno de suyo, como
si fuera una tradicion apostólica, está herido por la
espada del Señor."
Mas el apoyarnos solamente en las Santas Escri
turas, y el desechar la tradicion no escrita como
coordinada regla ó pauta de la verdad divina, no
necesitamos aprenderlo de los Padres posteriores á
los apóstoles. Nos lo enseña el mismo Jesu-Cristo y
sus apóstoles. Acerca de esto clara y distintamente
dice Sn. Pablo : " Toda Escritura es dada por el
Espíritu de Dios" (2 Tim. iii. 16). En el capítulo
xxii. ver. 18 y 19, del Apocalipsis se anuncia un tre
mendo castigo á cuantos quitaren ó añadieren al
Sagrado Volumen. Empero así como dijo Jesu-
Cristo (S. Mat. xv. ver. 3, 6, y 9) de los Pariséos
que habian traspasado é invalidado el mandamiento
de Dios por sus tradiciones, así tambien por las
tradiciones de la Iglesia, representadas y propuestas
como de autoridad divina, ha sido despues invalidada
la Palabra de Dios. Aun en lo que toca al Cánon
de las Escrituras, para cuya determinacion asegura
V. Ema. ser la tradición necesaria, se ha hecho uso
48
de ella para adulterar el mismo Cánon; pues
habiendo el Concilio de Trento declarado ser la
autoridad de la tradicion igual á la de la Santa
Escritura, sirvióse de esa misma supuesta autoridad
para inscribir como inspirados en el Cánon de las
Escrituras del Antiguo Testamento libros apócrifos,
libros que justamente están excluidos del mismo
Cánon ; en prueba de lo cual diré á continuacion—
Primeramente, que jamás fueron esos apócrifos
libros admitidos en el Cánon del Antiguo Testamento
por los Judíos hebreos, á quienes, como dice Sn. Pablo
(Rom. iii. 2), "fueron confiados los oráculos" (ó
palabras) "de Dios." El historiador Josefo nos
dice expresamente que los Judíos tenian sólo veinte
y dos libros dignos de ser creidos como divinos, y
que los que fueron escritos despues del tiempo de
Artajerjes, (los libros Apócrifos), " no eran de igual
autoridad, habiéndose escrito en tiempos que los
Judíos no tenían profetas." Y en verdad que no
consta fuesen originalmente escritos en Hebréo los
tales libros apócrifos, excepto el Ecclesiástico, y
quizá el primer libro de los MacabéoB.
En segundo lugar, nunca fueron esos libros citados
como Escritura por Jesu-Cristo ni por sus apóstoles.
De aquí es
En tercer lugar, que la Iglesia del siglo segundo
no los admitió en el Cánon de la Escritura del
Antiguo Testamento. Así nos lo dice Melito, obispo
de Sardis hácia el año del Señor 1 70, quien viajó á la
Palestina con el expreso designio de satisfacerse sobre
este punto. (Eusebio, H. E. iv. 26.) Tampoco
fueron recibidos por Orígenes en el siglo tercero, ni
en el cuarto siglo por los más doctos de los Padres,
es á saber, por Atanasio, Cirilo, Arnfiloco, Gregorio
Nacianceno, y Gerónimo. Además, el Concilio de
Laodicéa, celebrado, en el año del Señor 364, dá el
49
mismo catálogo de los sagrados libros de la Santa
Escritura que el que recibimos nosotros los Protes
tantes, sin incluir los Apócrifos. Y más adelante
hizo tambien lo mismo el Papa Gregorio el Grande
(II. 890). ¡.Fueron, pues, los Protestantes los pri
meros " en separar ó arrancar de la Biblia," como
dice S. Em», "los libros Apócrifos?"
En cuarto lugar, á más de haber en alguno de
esos libros necias fábulas é históricas falsedades, se
hallan en ellos recomendadas cosas que en la Pala
bra de Dios están prohibidas. Por ejemplo, en el
segundo libro de los Macabéos, cap. xiv, desde el
versículo 41 al 46 se encuentra un elogio del suicidio,
á pesar de que está prohibido por la ley de Dios ;
Exodo, cap. xx. 13. El engaño y la mentira, cosa
tan abominable á los ojos de Dios, (Proverbios,
cap. xii. ver. 22,) se representa autorizada en el
capítulo V de Tobías, ver. 12, cuyo pasage se puede
comparar con el versículo 13 del capítulo XII. del
mismo libro. Y en el capítulo VI., desde el ver
sículo 1 al 9 se prescriben mágicos encantamentos,
los cuales están prohibidos en el Deuteronomio,
cap. xviii. ver. 10 y 11. Pues con todo esto, en
virtud de no se sabe qué oculta tradicion de la Igle
sia romana, segun lo dá á entender V. Ema., el
Concilio de Trento admitió imperiosamente esos
Apócrifos libros en el Canon de la Escritura, anate
matizando á cuantos no los recibieran sin la menor
duda como Escritura santa ! En resumen, la pre
tendida tradicion romana, á más de ser enteramente
innecesaria para autorizar el hecho de bautizar á los
párvulos, y la traslacion de la observancia del Sabado
del último al primer dia de la semana, al Domingo,
se ve que ha servido, no para fijar el verdadero
Canon de las Santas Escrituras, sinó para establecer
uno falso en todos los paises católico-romanos, so
E
50
pena de excomunion á los que no lo recibieren. Mas
diré ya algo sobre aqueste otro punto.
II. El Sacrificio de la Misa.
1. En prueba del tal Sacrificio, segun que al pre
sente lo celebra la Iglesia romana, represéntalo
V. Ema. como predicho por el profeta Malachias en
el capítulo i. ver. 11. Ahora bien, en el original
hebréo no se dice " sacrificio," sino que la cor
respondiente palabra sólo significa " incienso" 6
perfume; y en cuanto á estas otras de ofrenda 6
" Presente limpio," seguramente podemos interpre
tarlas mejor con Tertuliano (adv. Marcion, iii. 22), y
con Teodoreto (sobre Malacliías, i. 2), como refe
rentes á sacrificios espirituales, tales como los que
afirmó nuestro Señor que Dios exigiría de todos los
Cristianos de todas partes, "en espíritu y en verdad"
(Sn. Juan, iv. 21, 24) ; por supuesto incluso el sacri
ficio eucarístico de alabanza y personal dedicacion á
Dios de cuantos en él toman parte. Por medio de
esos espirituales sacrificios, una vez verificado el
extrañamiento de los Judíos, y la vocacion de los
Gentiles á la Iglesia de Cristo, el nombre del Señor,
segun lo declara ahí por su profeta, vendría á ser
" grande entre las gentes," " en todo lugar"—" desde
donde el Sol nace hasta donde se pone." T la
ofrenda hecha por una mera limitada clase sacer
dotal, como lo es la que ofrece el llamado " sacrificio
de la Misa," j,puede corresponder á la que en el
citado pasage se predice que sería tan general, y aun
universal 1
Que en ese lugar por las palabras "incienso y
Presente limpio" quiso dar á entender el profeta, no
el sacrificio de la Misa, sinó el que dejo indicado,
hállase ilustrado y confirmado por los siguientes
paralelos 6 semejantes pasages de la Escritura
Santa :—Salmo cxli. ver. 2, " Sea enderazada mi
SI
oracion delante de tí como un perfume :" Salmo cxvi.
ver. 17, "Te ofreceré sacrificio de alabanza, é invo
caré el nombre de Jehová :" Heb. xiii. ver. 15, "Así
que ofrezcamos por medio de él" (de Jesus) " á Dios
siempre sacrificio de alabanza, es á saber, fruto de
labios que confiesen á su nombre :" y el apóstol
Pedro dijo en el capitulo II, ver. 5, de su primera
epístola, no á la limitada clase de ministros de la
Iglesia, sinó á todos los Cristianos—" Vosotros tam
bien, como piedras vivas, sed edificados una casa
espiritual, y un sacerdocio santo, para ofrecer sacri
ficios espirituales, agradables á Dios por Jesu
cristo."
2. Es otra grande equivocacion lo que del sacer
docio y particular proceder de Melchísedec alega
V. Ema. á favor del sacrificio de la Misa, el cual,
segun la Iglesia romana, es un sacrificio propicia
torio. Pues bien, es imposible que Melchísedec
hubiera ofrecido " pan y vino" como un propiciatorio
sacrificio, una vez que debia tener sabido, como
" sacerdote del Alto Dios," que " sin derramamiento
de sangre no se hace remision (Heb. ix. 22). Ade
más, nada ofreció Melchísedec á Dios, así como
tampoco nuestro Señor cuando á sus discípulos dió
pan y vino. En vez de decirse que Melchísedec
ofreció pan y vino, en la palabra de Dios solamente
se nos dice que " sacó pan y vino," como ordinario
refrigerio, (compárese con el cap. xix. ver. 19, de los
Jueces, y cap. v. ver. 15, de Nehemías) para Abra-
ham y su gente. El haber Melchísedec bendecido á
Abraham, y recibido de él los diezmos, es lo que
Sn. Pablo enlaza con su oficio de "sacerdote del
Altísimo Dios," como lo evidencia la alusion del
mismo Apóstol á esa circumstancia, y la esplanacion
de lo que en ella fué verdaderamente prefigurado.
Una y otra cosa se halla en la Epístola á los Hebréos,
52
capítulo vii. ver. 1 al 7, donde ni aun se menciona
siquiera que Melchisedec " sacó pan y vino." No e»
otra la interpretacion (séame permitido añadir) de
una de las grandes autoridades de la Iglesia romana,
la del Cardenal Cayetano (in Gen. xiv. 18). "Aquí"
(dice) "nada está escrito de sacrificio ú ofrenda, sinó
solamente de haber sacado ; lo cual afirma Josefp
que fué para refrigerio de los vencedores." Y lo
mismo dice Casandro, que es otra de las grandes
autoridades romanistas. Hé aquí sus palabras :—
" Melchisedec, habiendo dado primero gracias por la
victoria, y orado por toda suerte de prosperidad para
Abraham, lo refrigeró á él y á los suyos con comida
y bebida." (De vir. illust. de Ábrahamo.)
3. Apela además V. Ema. al capítulo xiii. ver. 10,
de la epístola á los Hebreos, en donde dice Sn. Pablo:—
''Tenemos un altar, del cual no tienen facultad de
comer los que sirven al tabernáculo." Mas esto no
es prueba para la doctrina del sacrificio de la Misa :
porque j, es acaso claro que el apóstol, al dirigir á los
Hebréos la palabra tenemos, no quiso decir—" No
sotros los Hebréos tenemos un altar, &c.a"—aludiendo
al del templojudáico que subsistia aun en Jerusalem,
y al ritual para los sacrificios que todavía allí se
celebraban 1 Y en verdad que la conjuncion causal
con que comienza el versículo once, hácelo esplana-
torio del versículo diez, é identifica así el altar
mencionado en el mismo versículo 10 con el altar
para las ofrendas judáicas por el pecado de que en
el versículo once se habla. Mas aun suponiendo que
á la primera parte del versículo 10 se le haya de dar
un sentido alegórico, por manera que entendamos al
Apóstol como diciendo—Nostros los Cristianos " te
nemos un altar ;" mientras en la segunda parte del
mismo versículo la palabra tabernáculo, con todo lo
demas perteneciente al versículo once, se ha de
J3
tomar sin duda alguna en un literal sentido ; aun
así vertido el pasage, % cómo podria dar apoyo al
argumento de 8. Em». en pro del sacrificio de la
Misa 1 De que en la antigua Ley no tuviesen los
sacerdotes judíos facultad de comer la carne de las
víctimas ofrecidas por el pecado, (" porque los cuer
pos de aquellos animales eran quemados fuera del
real,") % cómo pudiera probarse ni deducirse que bajo
la Nueva Ley " tienen" los Cristianos " un sacrificio
de que comer," 6 que instruidos por el mismo pre
cedente del ritual judáico, han de comer él verdadero
y natural cuerpo y sangre (tal mantiene V. Ema.
ser el pan y vino en "el sacrificio de la Misa") de la
víctima por el pecado sacrificada en el ara de la
Cruz—el cuerpo y sangre de Aquel que, "para
sanctificar el pueblo por su propia sangre, padeció
fuera de la puerta V' Por cierto que el pasage
prueba todo lo contrario, especialmente diciendo luego
el Apóstol en el versículo 15 :—"Así que ofrezcamos
por medio de él á Dios siempre sacrificio de ala
banza, es á saber, fruto de labios que confiesen á su
Nombre.''
4. V. Ema. se ha referido tambien á las palabras
de Moises, citadas por Sn. Pablo en su epístola á los
Hebreos (cap. ix. 20) ; y de la comparacion entre
haber Moises ratificado con sangre el Antiguo Testa
mento, y el haber dicho Jesu-Cristo en la última
Cena " Esto es mi sangre del Nuevo Pacto," infiere
su Ema., si mal no entiendo, primero, que el vino
precisamente se convirtió entónces en sangre de
Cristo, en la sangre de Cristo como derramada allí
en aquel mismo entónces; y en segundo lugar, que
en eso tuvo su confirmacion el Nuevo Testamento y
Pacto. Mas si así se verificó entónces, j, qué necesi
dad habia de que Cristo derramase despues su sangre
en la Cruz? Y del hecho de haberla derramado,
54
j qué argumento se puede sacar en favor de los sacri
ficios de la Misa introducidos despues por la Iglesia
romana 1 En aquestas palabras de Jesu-Cristo en
su última Cena, " Esto es mi cuerpo, que por
vosotros es dado," y " Esto es mi sangre del Nuevo
Pacto, la cual es derramada por vosotros y por
muchos para remision de los pecados," palabras á
que se siguió darles á comer del pan, y á beber de
la copa, "en memoria Suya," en ellas indudable
mente empleó el Señor el verbo "es" en el mismo
sentido que con frecuencia tiene en las Escrituras
Sagradas, es decir, queriendo dar á entender repre
senta ó significa. Tal es el sentido de dicho verbo,
entre otros muchos pasages, en el capítulo x. ver. 4,
de la 1a. Epístola á los Corintios, y en el capítulo 1°.,
ver. 20, del Apocalipsis.
En respuesta á mi objecion de que la doctrina
sobre el sacrificio de la Misa es derogotaria de la
absoluta suficiencia del Sacrificio propiciatorio del
mismo Jesu-Cristo en la Cruz, dice V. Ema. que
"aun cuando fué éste suficiente, de infinito valor,
para salvar y santificar millarós de mundos, como
universal causa meritoria, en el sacrificio de la
Misa no se hace más que aplicar á cada particular
individuo los méritos de aquel Sacrificio." Empero
sobre este punto tenemos la autoridad del Apóstol,
y por él sabemos que los beneficios de la muerte
de Cristo sólo se pueden aplicar al individuo por el
Espíritu Santo que le dispone á creer en Aquel " á
quien Dios ha propuesto en propiciacion por la fé
en su sangre;" (Rom. iii. ver. 25.) Por lo que
hace al instituto sacramental, á más de ser un signo
externo de que creemos los que del sacramento
participamos, es tambien un sello de la promesa del
Pacto divino en órden á la remision de los pecados,
y un medio por el cual el Espíritu de Cristo refri
55
gera y fortifica las almas de los fieles. A este fin
no se necesita una sacramental repeticion del Sacri
ficio; repeticion que en realidad de verdad no haría
más que interponer otro objeto entre el creyenteyJesu
cristo, apartando la mente de los fieles del verdadero y
cruento sacrificio de Cristo, para fijarla en aquel imagi
nario é incruento sacrificio que se supone ha de tener
lugar en presencia de los adoradores. Pero como ha
blando del sacrificio de la Misa, hálo representado V.
Ema. no más que como una mera aplicacion del propi
ciatorio sacrificio de Cristo, séame permitido recordar
aquí que no es eso lo que enseña el Concilio de
Trento, en cuya Sesion XXII. c. 2, se declara expresa
mente ser propiciatorio el sacrificio de la Misa, y en
el Cánon 3 de la misma Sesion es anatematizado
el que otra cosa dijere.
Ha dicho V. Ema. :—" La Iglesia de los primeros
siglos creyó lo que nosotros los Católicos creemos,
que la Eucaristía es un verdadero Sacrificio ; " y
aduce S. Ema. el testimonio de Grabe para demos
trar semejante creencia. No cabe duda en que muy
de antiguo algunos de los Padres usaron un estilo
incauto y aun supersticioso al hablar de la Euca
ristía ; mas no siempre, ni todos ellos. Tertuliano
(ad Marc. i. 14, iv. 40) llama al pan "figura del
cuerpo de Cristo;" y donde Justino é Ireneo hablan
de la Eucaristía como de un sacrificio, claramente
dan á entender que aluden á la accion u ofrecimiento
de gracias de los Cristianos en general, y no á una
propiciatoria oblacionhecha por el sacerdote. Pero aun
dado que esto así no fuera, la autoridad de los Padres
nada vale contra las Santas Escrituras. Y por lo que
hace al testimonio de Grabe, este no se refiere al
punto de lo que realmente sea la Eucaristía, sinó que
sólo expresa su parecer sobre el hecho de haberse
introducido pronto en la Iglesia que profesaba ser
56
Cristiana lo que debo llamar el fatal error acerca de
aquella ; hecho que correspondió con lo que Jesu
cristo mismo habia predicho en una de sus parábolas
acerca de la buena simiente sembrada en su campo,
en su Iglesia, y del enemigo que vino "y sembró
zizaña entre el trigo." Bien pronto comenzó así " el
misterio de iniquidad," de que dijo Sn. Pablo en su
2a. Epístola á los Tesalonicenses, (cap. 2. ver. 7) que
en su tiempo ya estaba obrando.
III. PüBGATOBIO.
1 . Por lo que hace á la doctrina acerca de Purga
torio, habiendo ya refutado toda referencia á los
libros Apócrifos, sea el de los Macabéos ú otro
cualquiera de ellos, por no ser Escrituras divina
mente inspiradas, sólo resta considerar ahora la
prueba que V. Ema. propone citando el capítulo xii.
ver. 32, del Evangelio segun S°. Matéo. Segura
mente V. Em». debe saber bien que, en el uso
comun del lenguaje, la espresion "Ni en este siglo,
ni en el venidero," no es más que un enfático modo
de decir nunca. Despues de citar ese pasage, me
hace S. Ema. esta pregunta :—j, " Lo quiere V. más
claro 1" Sin duda que sí, respondo. Empero tene
mos la representacion más clara y distinta del sen
tido en que usó nuestro Señor las tales palabras.
Hé aquí cómo las entendió y refiere su mismo
inspirado evangelista S°. Marcos (cap. iii. ver. 29) :—
" Cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo,
no tiene jamas perdon." Tambien es de advertir
que por las palabras "siglo venidero" no se entiende
en los Evangelios, ni en las Epístolas del Nuevo
Testamento, el tiempo que inmediatamente se sigue
á la muerte de cada particular individuo, sinó
aquella nueva era ó siglo que después del juicio ha ¿
de comenzar en la segunda venida de Cristo. Así
es que el mismo Jesu-Cristo en su parábola sobre el
57
trigo y la zizaña definió el siglo que ahora es como
duradero hasta el dia del juicio. " La siega," dice
en el Evangelio segun Sn. Matéo, es el fin del siglo,
y los segadores son los ángeles"—&c. Y en el capí
tulo xxviii. ver. 20, dice: —"Yo estoy con vosotros
hasta el fin del siglo." Finalmente, en el Evangelio
segun Sn. Lucas (cap. xviii. ver. 29 y 30) declara así
nuestro Señor lo que debemos entender por " siglo
venidero : "—" Nadie hay que haya dejado casa 6
padres . . . por el reino de Dios, que no haya de
recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo
venidero la vida eterna." Por tanto, ya que V. Ema.
me ha preguntado diciendo,—j, "Qué piensa V.?
j, Habla la Biblia acerca del purgatorio, 6 no"!" res
pondo ser evidente que no habla de tal cosa ; y aun
avanzo á decir que de tal manera nos habla del
presente estado de justificacion de los fieles, y del
que se ha de seguir á sus almas una vez separadas
del cuerpo, que hace imposible el admitir un futuro
purgatorio para los ya justificados.
En cuanto al presente estado de ellos, no pueden
ser más terminantes las palabras de nuestro bendito
Salvador en el Evangelio segun Sa. Juan, cap. v.
v. 24 :—" De cierto, de cierto os digo, El que oye
mi palabra, y cree al que me ha enviado, tiene vida
eterna, y no vendrá á condenacion, mas pasó de
muerte á vida." Y el apóstol Sn. Pablo dice en su
epístola á los Romanos, cap. viii. v. 1 : " AHORA
pues ninguna condenacion hay para los que están
en Cristo Jesus." j, No aparece de aquí claramente
que al que cree en Jesu-Cristo de tal manera le
está ya remitida la culpa de su pecado, que no
queda sujeto á ningun purgatorial castigo después
de la muerte f Siendo Dios como es " fiel y justo,"
no puede el verdadero creyente ser sometido despues
de esta vida á algun temporal castigo, como penar
58
lidad por el pecado que Dios mismo declara estar
ahora perdonado, 6 por la culpa que ya se declaró
borrada.
Además, en su Epístola á los Filipenses (cap. 1.
v. 23) declara Sn. Pablo que á su muerte se seguiría
inmediatamente el estar con Cristo el espíritu ó
alma separada así del cuerpo. "Teniendo deseo"
(dice) " de ser desatado " (del cuerpo), " y estar con
Cristo, lo cual es mucho mejor." Y en la 2a Epís
tola á Timetéo, capítulo iv. ver. 6, 7, 8 : " El tiempo
de mi partida está cercano. He guardado la fé.
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia ;
y no sólo á mí, sinó también á todos los que aman
su venida." En su 2a. Epístola á los Corintios
(cap. v. ver. 1), dice el mismo Apóstol : " Sabemos
que si la casa terrestre de esta muestra habitacion
se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa
no hecha de manos, eterna en los cielos." Y en la
1a. Epístola (cap. iii. ver. 22 y 23) : " Sea la vida, sea
la muerte, todo es vuestro, y vosotros de Cristo "—
y en el capítulo xv. ver. 54 y 55 : " Sorbida es la
muerte con victoria, j, Dónde está, oh muerte, tu
aguijon V y en la 2a, Epístola á Timoteo, cap. 1o.
ver. 10: "Nuestro Salvador Jesu-Cristo quitó la
muerte." j, Pudiera decirse lo que precede si hubiera
razon para temer un purgatorio despues de esta
vida 1 La Palabra de Dios nos asegura acerca de
la dichosa suerte que aguarda á todos los verdaderos
cristianos que estuvieren vivos al tiempo de la venida
de Cristo." " Los muertos en Cristo resucitarán pri
mero (1 Tesal. cap. iv. ver. 16 y 17): luego nosotros
los que vivimos," (es decir, los que entónces sobrevi
vieren), "juntamente con ellos seremos arrebatados
en las nubes á recibir al Señor en el aire; y así
estaremos siempre con el Señor." Es bien de notar
que todos serán entónces arrebatados en alto, y que
59
estarán con Jesus, Bin que para ninguno de ellos
intervenga el pasar por el supuesto Purgatorio.
Bien, pues, pueden todos los verdaderos cristianos
decir con el Apóstol :—" Más quisieramos partir del
cuerpo, y estar presentes al Señor." (2 Cor. v. 8.)
Sí, " Bienaventurados los muertos que de aquí ade
lante mueren en el Señor." (Apoc. xiv. 13.)
IV. Supuesta intercesion de los santos que partie
ron de esta vida, y consiguiente deber de invocarlos.
Sobre este punto mi primera proposicion ó pre
misa, mi importantísima premisa es lo que segura
mente no disputará V. Ema. ; á saber, la absoluta
perfeccion y suficiencia de Jesu-Cristo para llenar el
oficio de Mediador é Intercesor nuestro en presencia
de nuestro celestial Padre. A Dios gracias, es esta
una verdad clara como la luz del mediodia.
I Qué nos dice sobre esto la Escritura Santa t En
primer lugar nos asegura que Jesu-Cristo " se puede
compadecer de nuestras flaquezas, habiendo sido
tentado en todo segun nuestra semejanza, pero sin
pecado," (Heb. iv. ver. 1 5) ; que él mismo " entró
en el cielo, para presentarse ahora por nosotros en
la presencia de Dios," (Heb. ix. ver. 24); que "el
Padre le oye siempre," (Sn. Juan, cap. xi. ver. 42) :
y que "puede salvar eternalmente á los que por él
se allegan á Dios, viviendo siempre para interceder
por ellos," (Epíst. á lós Heb. cap. vii. ver. 25). Mas
j, qué tiene que alegar ? El haber acabado la obra
que el Padre le dió á hacer (Sn. Juan, cap. xvii. ver.
4) para la redencion nuestra—el haber efectuado en
vida una perfecta justicia á favor nuestro, y llevado
el castigo de nuestros pecados en su propio cuerpo
sobre la cruz. De aquí el original pacto del Padre
con su eterno Hijo á favor de su pueblo, "por
cuanto derramó su vida hasta la muerte, habiendo
él llevado los pecados de muchos, y orado por los
60
transgresores " (Isaías, cap. liii. ver. 12). De aquí
nuestra firme confianza en alegar la intercesion
suya—" Si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, á Jesu-Cristo el justo ; y él es la
propiciacion por nuestros pecados" — (1a. de Sn.
Juan, cap. ü. ver. 1 y 2)—j, Donde está, pues, la
necesidad de otros mediadores meras criaturas ?
¡ Qué necedad tan grande el recurrir á alguna de
ellas, considerando la infinita inferioridad aun del
mejor de los hombres, cuando todos ellos necesitan
la mediacion de Cristo para salvarse, y no pueden
amar ni sentir á favor nuestro como Aquel que dió
su vida para salvarnos ! Además, ¡ qué ingratitud al
Seftor Jesu-Cristo ! ¡ Qué falta de atencion á aquel
mandato suyo, y promesa con que lo acompaña
diciendo :—" Hasta aquí nada habeis pedido en mi
nombre : pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo
sea cumplido !" (Sn. Juan, cap. xvi. ver. 24). Es
Cristo "el solo" y del todo suficiente "Mediador
entre Dios y el hombre," con exclusion de otro cual
quiera. (1a. Epíst. á Timoteo, cap. ii. ver. 5.)
T contra todo esto ¿ qué prueba bíblica tiene V.
Ema. en apoyo de la supuesta intercesion de los
santos finados 1 El pasage que S. Ema. cita del
simbólico libro del Apocalipsis representa evidente
mente, no intercesion alguna pof objetos particulares
6 individuos que moran en la tierra, sino aquella
peticion en que se unen todos los santos, ora los de
por acá en la tierra 6 los que de ella han partido, á
saber, la peticion 6 ruego de que venga el reino de
Cristo, y de que á este fin encamine Dios todos los
sucesos del globo que habitamos. En cuanto al
pasage del libro de los Macabéos, ya dejo manifestado
que lo desecho por no ser Escritura divinamente
inspirada ; y por lo que hace á las palabras de Sn.
Pedro (2a. Epist. cap i. ver. 15), no es menester más
61
sinó que mire S. Ema. el original griego, y verá que
nada absolutamente dice el Apóstol sobre que despues
de su muerte procuraría tener presente á los Cristia
nos : "Yo procuraré" (dice) "que despues de mi
fallecimiento vosotros podais siempre tener memoria
de estas cosas," es á saber, de las que él mismo les
habia enseñado.
Al argumento dé V. Ema. fundado en lo que dice
la Escritura acerca de los Ángeles, y en la analogía
de que siendo bueno y santo que los Cristianos se
pidan mutuamente sus oraciones en esta vida, tam
bien debe serlo el implorar la intercesion y ruegos á
favor nuestro de aquellos que están ya en compañía
de Cristo en los cielos, respondo en cuanto á los
A'ngeles, que aquel de que se habla en el pasage de
Zacarías citado por S. Ema., es evidentemente el
Ángel del Pacto, Jesus, pues es tambien llamado
" Jehová " en el capítulo iii. ver. 2 y 3, del mismo
Zacarías profeta. En orden á los Ángeles criados,
leemos que son siervos de Dios, " enviados para ser
vicio á favor de los que serán herederos de salud
(Heb. i. ver. 14) ; y por tanto precisamente han de
tener cierta noticia y conocimiento de aquellos á
quienes sirven, y tomarse un interes en ellos. Pero
el que se regocijen cuando un pecador se arrepiente,
no prueba que ejerzan oficio alguno de intercesion en
favor de ellos : y que no deben ser invocados con
religioso culto, como no podría menos de seguirse de
considerarlos como intercesores, expresamente se
halla establecido en la Santa Escritura ; porque
cuando el Apóstol Juan se postró para adorar al
ángel que le instruía acerca de su vision apocalíptica,
díjole el mismo ángel :—" Mira que no lo hagas."
Apoc. xxii. ver. 8 y 9.
Muy poco nos dice la Palabra de Dios acerca de
los santos finados miéntras se hallan apartados de
62
bus cuerpos (Heb. xii. 23) esperando la resurreccion,
<5 como lo espresa Sn. Pablo, "la redencion del
cuerpo (Rom. viii. 23) ; mas por la Santa Escritura
sabemos esto, á saber, que al presente no "reinan
con Cristo en el cielo," como parece que S. Ema. lo
dá por supuesto. No será así hasta la segunda
venida de Jesu-Cristo, segun se_ nos declara en los
siguientes pasages :—Su. Mateo, cap. xix. ver. 28 ;
y xxv. ver. 34 : 1a. á los Cor. cap. xv. ver. 50 ; 2a. á
Timoteo, cap. iv. ver. 1: Apoc. cap. xi. ver. 15, etc.
Sobre el punto que nos ocupa sólo resta respon
der al argumento que V. Ema. funda en el hecho de
que pedimos las oraciones de nuestros hermanos
cristianos aquí en la tierra, y oramos los unos por
los otros. Ahora bien, así lo hacemos, no mera
mente porque á nuestros hermanos en Cristo pode
mos comunicarles nuestras necesidades, y porque
sabemos que pueden sentir por nosotros, y con
nosotros, estando ellos mismos rodeados de flaqueza,
sinó porque tal intercesion nos está expresamente
mandada en la Santa Escritura, y es por tanto con
forme á la manifiesta voluntad de Dios. Y por
cierto que no es nada difícil echar de ver las razones
para una práctica tan piadosa, si consideramos no
sólo su idoneidad para desenvolver y ensanchar
nuestras simpatías hácia nuestros semejantes, sino"
tambien el que por medio de ella lo referimos todo á
Jesu-Cristo como Único Mediador, por cuyos solos
méritos é intercesion pueden tener buen éxito nues
tras oraciones, ya sean por otros 6 por nosotros
mismos. Con ellas glorificamos al Señor, y en ellas
hallamos un nuevo vínculo de union íntima con El
mismo : porque, (nótelo bien S. Ema.), al pedir á
nuestros amigos terrestres que oren por nosotros
jamás intentamos la alegacion de sus propios méritos
en favor nuestro ; miéntras en las oraciones de la
63
Iglesia romana por la intercesion de los santos que
ella supone en el cielo, constantemente se alegan los
méritos de ellos, bien que no sean más que pecadores
salvos por la gracia de Cristo. Por ejemplo, en
aquesta oracion de Sn. Francisco—"Domine Jesu
Cnriste . . . concede propitius ut beatissimi Francisci
meritis, et precibus, dignos fructus penitentiae facia-
mus"—Además, invocando semejantes ruegos de
santos ya finados, como si pudiesen ellos oir nuestras
palabras, ó saber nuestros pensamientos, ni más ni
ménos hacemos que conferirles atributos propios de
Dios, esto es, la omniciencia y la ubicuidad.
V. Mediacion y consiguiente Invocacion de
LA VlEGEN MaEIA.
Ahora en órden á la Vírgen María; ya que V.
Ema. la representa como muy superior á todos los
santos, no sólo por el honor de haber sido madre de
la naturaleza humana de Cristo, si que tambien por
haber nacido y sido concebida sin pecado ! Pero
l cómo, puede esto conciliarse con el hecho de llamar
la misma Vírgen Salvador suyo á Jesu-Cristo?
Porque la redimió, dice V. Ema., y la salvó de una
diferente y más excelente manera que á los demas
miembros de la familia humana, " salvándola de
todo pecado, aun del original." Pero j, puede apli
carse la redencion á una persona sin pecado ?—
redencion "de la maldicion de la ley (Gal. iii. ver. 13)
para quien jamas estuvo bajo de tal maldicion?
I Pudiera haber sido redimido Adam antes de su
caida, cuando aun estaba sin pecado ? Claro es que
no ; ni tampoco pudo serlo la Vírgen María si no
tenía pecado : porque por redencion no se entiende
el ser uno preservado de pecar, sinó rescate ó liber-
tacion, mediante el pago de cierto precio, de la
penalidad en que efectivamente hubiere incurrido
pecando. Habiendo pues sido salvada la Vírgen
64
María, debe haberlo sido del mismo modo que otros,
por Jesu-Cristo.
T cuanto queda dicho en órden á la imposibilidad
de que tengan los santos méritos que alegar por el
perdon de los pecadores que les ruegan, y de que
oigan ellos sus peticiones, 6 sepan lo que pasa en el
corazon de sus devotos, lo mismo es aplicable á la
bienaventurada Vírgen, y con tanta razon como á
los demás santos que han partido de esta vida.
Grande á la verdad fué el honor conferido á
aquella bienaventurada Vírgen : pero aunque fué
madre de la naturaleza humana de Aquel que es
Dios, no es este un bien fundado motivo para
llamarla "la Madre de Dios;" título .que despues
del Concilio de Efeso le dá la Iglesia romana, y que
ha conducido, como no podía menos de suceder, á un
culto que la trata como fí ella misma fuera Dios, y
por consiguiente á una idolatría positiva. No me
determino á repetir las extravagantes palabras de
Buenaventura, 6 de Liguori, en sus " Glorias de
María," ni las de otros escritores que patrocinan y
fomentan semejante falso culto. Empero debo llamar
la atencion de V. Ema. al impresivo contraste que
se echa de ver entre esos escritos y los de los Após
toles. Escribieron ellos 21 Epístola, y todas ellas
bajo la inspiracion del Espíritu Santo, para enseñar
á la Iglesia lo que debe creer, y cómo ha de dar
culto ; mas en ninguna de esas Epístolas ocurre
siquiera una sola vez el nombre de la Vírgen María.
El libro de los Hechos de los Apóstoles refiere por
menor el establecimiento de las iglesias, y mucho de
lo que ellos enseñaron, pero nada absolutamente
acerca de María, despues de la efusion del don del
Espíritu Santo en el dia de Pentecostes. La
última noticia que acerca de la Vírgen ocurre en la
Escritura, hállase en el primer capítulo de los
65
Hechos, donde se nos dice que vueltos los Apóstoles
á Jerusalem, despues de haber visto la ascension del
Señor, se juntaron en un aposento alto, en donde
ellos "todos perseveraban unánimes en oracion y
ruego, con las mujeres, y con María la madre de
Jesus, y con sus hermanos." Siguióse el dia de
Pentecostes, y luego nada más sabemos de la Vírgen
María.
Pero cita V. Bma. el capítulo iii. ver. 15, del
Génesis, y pone, como si estuvieran bien traducidas,
estas palabras :—"Ella quebrantará tu cabeza,"-—
miéntras en el original Hebréo, y tambien en la
version griega de los Setenta, no se halla el pronom
bre ella, sinó él, y muchos de los Padres traducen
evidentemente con referencia á " la simiente," la cual
es Jesu-Cristo. Las palabras en ese importante
pasage son estas,—"Enemistad pondré entre tí" (la
serpiente) "y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya ; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañal." Nada absolutamente hay en
este pasage que justifique alterar la palabra " ésta,"
poniendo en su lugar "ella!' En todo el capítulo
por la palabra " mujer" se entiende Eva, no María ;
y aunque fué María la inmediata madre de "la
simiente," con todo tan independiente de ella fué la
divina obra de su Hijo como lo fué de la original
6 primitiva madre. El mismo Señor Jesu-Cristo,
simiente de la mujer Eva, fué quien dió cupli-
miento á la profecía de ese pasage del Génesis, segun
lo declara Sn. Pablo en aquestas palabras (Heb. ii.
ver. 14):—"Por cuanto los hijos participaron de
carne y sangre, él tambien participó de lo mismo,
para destruir por la muerte al que tenia el imperio
de la muerte, es á saber, al diablo!' Por lo que
hace al reciente papal decreto sobre la inmaculada
concepcion de la Vírgen María, de que V. Em».
p
66
habla, en la opinion de nosotros los Protestantes es
cosa que carece enteramente de autoridad legítima.
V. Ema. se esfuerza en demostrar que la supuesta
mediacion de la Vírgen María no se opone á la
suprema mediacion de Cristo, y con tal mira dice no
ser mediacion propiamente llamada aquella en que
la persona mediadora no ha pagado el débito, ó
penalidad debida por una de las partes entre las
cuales media ; y de aquí arguye S. Ema. que la
Iglesia romana, aunque considera á la Vírgen María
como " medianera con poder," no la mira como si lo
fuese del mismo modo que su Hijo, sinó solamente
como á una medianera "impropiamente llamada tal,"
pero más propiamente hablando, como á una "inter-
cesora." Ahora bien, que la idea romanista en
cuanto á la mediacion de la Vírgen María trasciende
á mucho más, y que menoscaba el honor inherente á
la mediacion de Cristo, es claro por el hecho de que
invalida y deja á un lado la intercesion y mediacion
de nuestro Señor, y presenta la de la Vírgen, por
razon de sus méritos en grado superlativo, como
muy suficiente de suyo para procurar el perdon de
Dios á los suplicantes. Una muy notable prueba de
ello se deja ver en los mismos términos con que se
prescribe en el autorizado Catecismo del Concilio de
Trento el deber de invocar á la Vírgen :—" Suppli-
citer ad eam confugeremus, ut nobis peccatoribus
suá intercessione conciliaret Deum, bonaque tum ad
hanc, tum ad seternam vitam, impetraret . . . Hanc
misericordise matrem, ac fidelis populi advocatam,
assidue invocare debemus, ab eáque opem et auxilium
implorare ; cujus et potentissima merita apud Deum
esse, et summam voluntatem juvandi humanum
genus, nemo nisi impie ac nefarie dubitare potest."
Ni siquiera se insinua ahí la necesidad de la obra de
la redencion y mediacion de Jesu-Cristo para la
67
salvacion de los pecadores ! ¡ Cuan diferente de lo
que declaró Sn. Pedro (Hechos, cap. iv. ver. 12),
diciendo :-—" No hay otro nombre" (sino el de Jesu
cristo) " debajo del cielo dado á los hombres en que
podamos ser salvos !"
VII. Supremacía de S*. Pbdeo, y de los Papas
de Roma como sucesores del mismo.
El dogma de la Iglesia romana indicado en esas
palabras, es lo que se sigue por órden en la carta de
V. Ema. ; pero hácia el fin de ella vuelva S. Ema. á
tocar lo mismo, teniéndolo por un importantísimo
dogma ; y como éste se manifiesta bajo un doble
aspecto, es á saber, como con relacion á Sn. Pedro
personalmente, y además con referencia á los Papas
é Iglesia de Roma, es preciso responder separada
mente á uno y otro extremo.
Y en primer lugar, tocante á la Supremacía de
Sn. Pedro. Sobre este punto V. Ema., así como
tambien todos los controversistas de la Iglesia
romana, saca su principal prueba del famoso pasage
del Evangelio segun S°. Mateo, cap. xvi. ver. 18 y
19, donde, despues de la noble confesion de fé que
hiciera Pedro diciendo—" Tú eres el Cristo, el Hijo
del Dios viviente," dirigióle el Señor estas pala
bras :—" Yo tambien te digo, . que tú eres Pedro
(TreVpos, una piedra) ; y sobre esta roca (nérpa) edifi
caré mi iglesia ; y á tí daré las llaves del reino de
los cielos," &c,a; añadiendo á esto S. Ema., segun
que todos los romanistas, las palabras que despues
de su resurreccion dijo Cristo á Pedro—" Apacienta
mis corderos ; apacienta mis ovejas "—(Sn. Juan,
cap. xxi. ver. 15 y 16) de donde infiere la sin igual
preeminencia dada por Cristo á Pedro como " admi
nistrador general de la universal Iglesia," y funda
mento que la sostiene, ó, en otras palabras, como
Vicario Suyo, al cual todos deben estar sujetos :
F 2
68
y en respuesta á mi objecion de que " nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el
cual es Jesu-Cristo" (1 Cor. cap. iii. ver. 11), dice
V. Ema. que ninguna incompatibilidad hay entre
estos dos asertos, á saber, Cristo es la invisible
piedra y fundamento que por su propia fortaleza
mantiene el edificio ; Pedro es la visible y secundaria
piedra y fundamento, puesto, como si dijeramos,
sobre el otro. Y añade á esto S. Ema., que sin una
tal terrestre visible cabeza y centro de unidad, nece
sariamente sería todo en la Iglesia cristiana una con
fusion como la de Babel.
(1.) Séame permitido decir, en primer lugar, que
la indicada teoría se funda en una suposicion que
implica haber abdicado Jesu-Cristo todo el activo
cuidado y gobierno de su Iglesia,—suposicion entera
mente opuesta á las Escrituras, y tambien muy
impropia y degradante ! Porque antes de su ascen
sion i cuál fué la promesa de Cristo á sus discípulos ?
" Hé aquí, yo estoy con vosotros todos los dias, hasta
el fin del siglo "—(Sn. Mat. cap. xxviii. ver. 20)—
Despues de su ascension j, qué dijo á SQ. Juan acerca
de sí mismo í " Yo soy el que anda en medio de los
siete candeleros de oro ;" y los candeleros son, segun
lo declaró él mismo, símbolos de las Iglesias, (Apoc.
cap. i. ver. 20; y cap. ii. ver. 1). Tambien de
claró ser " el que tiene la llave de David ; el que
abre, y ninguno cierra ; y cierra, y ninguno abre,"
(Apoc. cap. iii. ver. 7). j, Qué dijo Sn. Pablo á los
cristianos de Efeso sobre la conexion de Cristo con
su Iglesia, segun disposicion del eterno Padre ?
" Diólo por cabeza sobre todas las cosas á la Iglesia,
la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que
hinche todas las cosas en todos " (Ef. cap. i. ver. 22
y 23). Y en órden á Cristo como real centro de
unidad para su Iglesia verdadera, compuesta de los
69
que realmente son fieles, nos dice el mismo Apóstol :
"Todos vosotros sois uno en Cristo Jesus"—Gal.
cap. iii. ver. 28—" Muchos somos un cuerdo en
Cristo "—Rom. cap. xii. ver. 5—Y en la ya citada
Epístola á los Efesios dice en el cap. iv. ver. 4 al 15
inclusive : " Un cuerpo, y un Espíritu ; como sois
tambien llamados á una misma esperanza de vuestra
vocacion : un Señor, una fé, un bautismo," etc. :
" crezcamos en todas cosas en aquel que es la cabeza,
á saber, Cristo." Bajo de otra muy diferente figura
dice tambien esto mismo en su 2a. Epíst. á los Cor.
cap. xi. ver. 2 : "Os he desposado á un marido, á
Cristo." j, Dónde hay siquiera una palabra acerca
de Pedro como visible centro de unidad ?
(2.) Y en órden al mismo apóstol Pedro compa
rado con los otros apóstoles, ni en el libro de los
Hechos, ni en ninguna de las Epístolas apostólicas
se dice cosa alguna en favor de la supremacía uni
versal que V. Ema. le atribuye, y de que fuese la
visible cabeza y centro de unidad de toda la Iglesia
cristiana. Léjos de decirse algo á tal efecto, halla
remos todo lo contrario. En vez de representarse á
Pedro (de entre los demás Apóstoles) como visible
fundamento de la Iglesia, se nos asegura que los
miembros de ella, mientras aquí en la tierra se
hallan, estan " edificados sobre el fundamento de los
apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesu-Cristo mismo " (Epíst. á los Efes. cap.
ii. ver. 20). De la Iglesia en su celestial perfeccion
se nos habla en el Apocalípsis (cap. xxi. ver. 14)
bajo la figura de la nueva Jerusalem, siendo de
notar las siguientes palabras:—"Y el muro de la
ciudad tenia doce fundamentos, y en ellos los doce
nombres de los doce apóstoles del Cordero." Ademas,
en vez de tener Pedro " todo el poder," como V. Ema.
dice, de ligar y desatar, aparece en el Evangelio
70
segun S". Mateo (cap. xviii. ver. 18) que nuestro
Señor confiere exactamente la misma autoridad á
todos los Apóstoles en común : " Todo lo que ligáreis" :
(dice) "en la tierra, será ligado en el cielo ; y todo
lo que desatáreis en la tierra, será desatado en el
cielo."—En vez de tener Pedro la prerogativa de
supremacía en la Iglesia, hallamos, en el capítulo xv.
ver. líf, de los Hechos de los Apóstoles que no fué
Sn. Pedro sinó Santiago el que espidió el decreto
del primer Concilio de la Iglesia, celebrado en Jeru-
salem, diciendo:—"Yo juzgo."—En vez de ser
Pedro el Apóstol distinguido para apacentar la
Iglesia, vemos que el Apóstol Pablo encarga á los
ancianos de la Iglesia de Efeso, Iglesia que él
mismo habia formado sin ninguna delegada autori
dad de Sn. Pedro, que miren " por todo el rebaño
en que el Espíritu Santo les ha puesto por obispos,
para apacentar la Iglesia del Señor, la cual ganó
por su sangre" (Hechos, cap. xx. ver. 28). Acerca
de Pedro ni una palabra dice el Apóstol Pablo en
sus pastorales epístolas á Timoteo y á Tito. En
lugar de la pretendida infalibilidad de Pedro, lee
mos (Gal. ii. ver. 1 1 y 1<A) que el apóstol Pablo le
resistió en su cara, " porque era de condenar," por
que en un muy importante punto de la Iglesia " no
andaba derechamente conforme á la verdad del
Evangelio." El mismo apóstol Pedro, en vez de
sostener su universal supremacía como " Príncipe de
los Apóstoles," se llama á sí mismo ni más ni ménos
que los otros, un " apóstol de Jesu-Cristo : en lugar
de decir"—"os escribo, para que tengais memoria
de mi mandamiento," dice " para que tengais memo
ria del mandamiento nuestro, que somos apóstoles
del Señor" (2a. de Sn. Pedro, cap. iii. ver. 1 y 2).
Cuanto al pasage del Evangelio segun SD. Mateo,
cap. xvi. ver. IS, no hay dificultad en esplanarlo de
71
un modo conforme á sus mismas palabras, y á todo
lo demas que con referencia al mismo pasage queda
ya dicho y citado de los Evangelios, Hechos de los
Apóstoles, y Epístolas. A Simon Pedro en persona,
como el que llevaba la palabra del cuerpo apostólico
al hacer aquella noble confesion de fé, diciendo,—
"Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente,"— se le
confirió el especial honor de tener y usar las llaves
del reino de los cielos, ó sea de la Iglesia cristiana,
para abrir lo que Sn. Pablo llama " la puerta de la
fé" (Hechos, cap. xiv. ver. 27), así á los Judíos en
el dia de Pentecostes, como á los Gentiles en su
visita á Cornelio. Y por lo que hace á la verdad
doctrinal espresada en la confesion de Pedro, sobre
aquella misma verdad, como sobre fundamental
piedra, quiso indudablemente dar á entender Cristo
que sería edificada su verdadera Iglesia, compuesta
de todos cuantos cordialmente recibieran, así como
Simon Pedro, la tal verdad. En la aplicacion de
ella, primero Pedro, y en seguida todos los demas
Apóstoles asentaron, así de palabra como por escrito,
y bajo la infalible inspiracion del Espíritu Santo, la
regla evangélica segun la cual serían ó no perdona
dos por Dios los pecados ; regla que, como emanada
del cielo, indudablemente sería en los cielos ratifi
cada. Y por cierto que no es ella sinó la espansion
de lo que se implica en el hecho de ser Jesus de
Nazaret " el Cristo," el prenunciado Mesías, cum
pliendo como "Hijo de Dios," como Dios y hombre,
todas aquellas funciones y oficios que para salvacion
de los hombres se habian ya indicado en las profe
cías y tipos de las Escrituras del Antiguo Testa
mento : no es ella, vuelvo á decir, sinó la espansion
de la verdad contenida en aquella noble confesion de
fé que constituye la esencia de cuanto enseñaron los
Apóstoles en sus predicaciones, segun se deja ver
72
en el libro de los Hechos de los mismos Apóstoles,
y en sus Epístolas. Y así es como apacentaron
ellos, y tambien los ancianos que ordenaron, (segun
lo hicieran en Efeso,) los rebaños ó congregaciones
de fieles puestas á su cuidado. Séame permitido
añadir que los Padres de los tres ó cuatro primeros
siglos dieron á ese pasage del Evangelio segun
Sn. Mateo los tres diferentes sentidos que dejo in
dicados, y que son compatibles el uno con el otro.
Con respecto á la otra parte del dogma romanista
en debate, es á saber, la transmision de la supuesta
prerogativa de supremacía universal de Pedro, y
Vicariato de Jesu-Cristo, á los obispos de Roma
como sucesores de Pedro en la Sede romana, segura
mente es la más extraordinaria é infundada pro
posicion que pudiera imaginarse.
1. Ninguna insinuacion se halla en los Evan
gelios, ni en ninguna de las Epístolas, de que Pedro
tuviera que ver algo con la tal Sede, ni de la trans
mision de su personal prerogativa, sea ésta cual
fuese.
2. Ni una sola autoridad histórica digna de
crédito se halla de que jamas hubiese estado Pedro
en Roma hasta, así como Ignacio, poco antes de su
martirio, esto es, mucho tiempo despues de que
fuera S°. Pablo por la vez primera á aquella cuidad,
y de haber estado en ella preso por dos años, como
se refiere en el último capítulo del libro de los
Hechos. Ahora bien, este hecho cronológico (pues
que segun lo demostraré, es un hecho), es de la más
seria importancia en la cuestion que nos ocupa;
porque si un apóstol pudiera por su amplia comision
nacerse obispo de una particular Iglesia, entónces
Sn. Pablo debe ser considerado como el primer obispo
de Roma, y no Sn. Pedro. Bien sé que Belarmino
y otros romanistas, apoyándose principalmente, su
73
pongo, en el testimonio de Eusebio, afirman que
Sn. Pedro visitó primero á Roma en tiempo del Em
perador Claudio, es decir, antes que Sn. Pablo, y
que entónces fué cuando fijó allí la sede de su
supremacía, partiendo despues - de aquella ciudad
por algun tiempo, con motivo del edicto de Claudio
desterrando de allí á los Judíos ; de modo que
regresó á Jerusalem en ocasion oportuna para ha
llarse presente en aquel Concilio, segun se cuenta en
los Hechos de los Apóstoles, cap. xv. ver. 7" Mas
el testimonio de Eusebio es incompatible con lo que
él mismo dice, y tambien con las autoridades que
cita de los antiguos Padres. En su Cronicon, ad
ann. 50, ocurre el apunte siguiente :—" Petrus apos-
tolus, natione Galilseus, Christianorum pontifex pri-
mus, cum primúm Antioclienam ecclesiam fundasset,
Romam proficiscitur ; ubi evangelium praedicans 25
annis ejusdem urbis episcopus perseverat." Pero
j, puede ser esto auténtico 1 Justamente antes, ad
ann. 44, representa el mismo Cronicon á Pedro como
habiendo estado desde aquella fecha establecido por
25 años en la sede de Antioquía ! ! Ireneo, iii. 3,
habla de Pedro y Pablo como conjuntos fundadores
de la Iglesia en Roma, y conjuntos nominadores de
Lino por primer obispo de ella, siendo Anacleto el
segundo, y Clemente el tercero; denegando así el
hecho de que Pedro haya sido en algun tiempo
obispo de Roma. Sobre todo, el afirmarlo es in
compatible con los hechos de que se nos dá cuenta
en la historia de la Santa Escritura. En primer
lugar haría yo esta pregunta :—si hubiera Pedro
estado en Roma predicando el Evangelio, y estable
cido allí por ese medio la Iglesia cristiana con an
terioridad al Concilio de Jerusalem, celebrado en el
año del Señor 50, j, es creible que acerca de ello no
dijera ni una palabra á los cristianos discípulos
74
reunidos en aquel Concilio, despues que Sn. Pablo
los habia regocijado tanto contándoles lo que habia
él hecho en Iconio, Listra, y Derbe, lugares inferio
res en todo á Boma 1 j, Y es de creer que Pedro
(especialmente bajo la hipótesis de que fuera " Prín
cipe de los Apóstoles"), es de creer que por algun
tiempo residiera en Boma antes de dicho Concilio,
siendo así que unos cinco años despues escribió
S". Pablo su Epístola á los Romanos, en la que
espresa su deseo de ir á verlos " para comunicarles
algun don espiritual 1 Pues el mismo Apóstol nos
dice :—" Me esforcé á predicar el Evangelio, no
donde ántes Cristo fuese nombrado, por no edificar
sobre ajeno fundamento" (Rom. xv. ver. 20). Mas
j, cómo así, si al mismo tiempo que escribió eso se
proponia edificar en Roma sobre el fundamento de
Pedro 1 Y si éste hubiese estado entónces en Roma,
j, hubiera Pablo omitido nombrarlo entre los muchos
cristianos do aquella ciudad á quienes dirigió sus
salutaciones (Rom. xvi.) ? Cuando cuatro años
despues fué á Roma, á haber estado allí Pedro j, no
se habria hallado éste entre los cristianos que le
dieron la bien venida en la plaza de Apio, ó en
Roma ? En los dos años siguientes que tuvieron á
Pablo allí detenido (Hechos, xxviii. ver. 16, 30),
escribió él sus Epístolas á los Colosenses, á Filemon,
á los Efesios, y á los Filipenses ; mas en ninguna de
ellas envió la salutacion de Pedro, juntamente con
las suyas, á algunos de los cristianos á quienes
dirigió sus cartas ; omision tan extraña como increi
ble en el caso de que Pedro estuviera entónces en
Roma : y si allí hubiese estado j, pudiera Pablo
haber dicho luego, poco ántes de su martirio,—
" Lucas sólo está conmigo"—" En mi primera de
fensa ninguno me ayudó ; ántes me desampararon
todos?" (2». á Timoteo, cap. iv. ver. 11 y 16.)
75
En fin, apénas puede evidenciarse algun hecho
histórico de una más concluyente manera que el de
que, cercano ya el tiempo del martirio de S". Pablo
en Boma, aun no habia estado allí S™. Pedro. Si
pues, como dejo dicho, pudiera un Apóstol de Cristo
haberse constituido á sí mismo obispo de un deter
minado lugar, entónces Sn. Pablo, no Sn. Pedro,
debe haber sido el primer obispo de Roma : y sean
cuales fueren las prerogativas que se hayan arro
gado los subsiguientes obispos de Roma, como deri
vadas del fundador apostólico de aquella Iglesia,
deben haber sido, en conformidad á la historia, las
de Sn. Pablo, no las de Sn. Pedro ; y por tanto el
atribuirse á sí mismos las prerogativas del apóstol
Pedro, de que se habla en el capítulo xvi. ver. 18,
del Evanglio segun Sn. Mateo, no ha sido más que
una usurpacion y una falsedad.
3. Ya dejo dicho que los antiguos Padres dieron
á ese famoso pasage casi los mismos sentidos que
considero yo como verdaderos. Así vemos que
Orígenes mantendria haber sido incluidos los demas
Apóstoles, lo mismo que Pedro, en aquesta profética
declaracion de Cristo—" Sobre esta piedra edificaré
mi Iglesia." j,"Pudieran" (pregunta) "haber sido
excluidos Jacobo y Juan, los hijos del trueno 1"
Otros, como Crisóstomo, dicen ser la piedra la misma
confesion de fé que hiciera Pedro. Otros hablan de
Cristo en el concepto de ser él mismo la piedra
designada en ese pasage. Sobre todo, ni uno de los
antiguos Padres, creo que hasta cerca el fin del
cuarto siglo, habla de que recaigan las prerogativas
de Pedro en los obispos de Boma. Y de aquí nace,
V. Ema. me permitirá decirlo, una pregunta de la
mayor gravedad para que la consideren todos los
obispos de la Iglesia romana. En el Credo del Papa
Pio IV, á que ha solemnemente suscrito con jura
76
mento V. Em*., así como todos los demás obispos,
en el artículo segundo se dice : " Jamas recibiré ni
interpretaré las Santas Escrituras de otra manera
que en conformidad al unánime consentimiento de
los Padres." As! lo dijo tambien el Concibio de
Trento en su Sesion cuarta. Fundándose, pues, todo
el sistema romanista en el capítulo xvi. ver. 18, del
Evangelio segun Sa. Mateo, esplanado de la manera
que lo bace V. Ema., y no en él sentido que lo espio
naron los antiguos Padres, j, no está S. Ema. obligado
por su propio juramento á renunciar aquella espla-
nacion del pasage, y con ella el mismo papismo, y
la Iglesia de Roma 1
Habiendo demostrado ya que no se pueden defen
der segun las Escrituras los dogmas de la Iglesia
romana que V. Em4. sustenta, á saber, la tradicion
de la Iglesia bajo la custodia papística, el sacrificio
de la Misa, Purgatorio, invocacion de los santos, y
con especialidad de la Virgen María, la supremacía
de Pedro, y la de los Papas de Roma, sus preten
didos sucesores, como Vicarios de Cristo, y por tanto
Vicegerentes de Dios en la tierra, pasemos á con
siderar
VIH. El derecho de coercion que la Iglesia de
Roma reclama para obligar á que sean tenidos y
acatados esos dogmas ; supuesto derecbo que Y. Ema.
defiende, bien que en un tono de moderacion muy
del de su misma Iglesia.
"La Iglesia católica" (S. Ema. dice) "nunca ha
hecho uso de la fuerza para obligar á alguien á que
abandone la religion en que fué criado. Solamente
sobre aquellos que han recibido el bautismo en la
Iglesia católica, y vivido en el seno de la misma,
tiene ella sus derechos, y puede castigar su rebelion
con penas canónicas." No puedo yo ménos de decir
que leí con intensa admiracion y asombro semejan
77
tes palabras ; porque j, cómo puede desconocer S.
Ema. que en abierta oposicion á ellas están los
hechos más notorios de los Papas, y los de la misma
Iglesia papista 1 Tambien ha dicho V. Ema. que
" para ser hereje basta negar un solo dogma de la fé
católica ; " por ejemplo, no es Católico el que niega
la " supremacía del Papa." Pues bien, teniendo pre
sente una declaracion tan terminante, j, qué dice
S. Ema. á aquella cláusula que se halla en casi todas
las Bulas pontificias convocando los Concilios gene
rales romanos, (á contar desde el primero Latera-
nense hasta el de Trento), cláusula en que se anun
ciaba como un prominente objeto de la convocatoria
el denotado por estas palabras—" Schismatum et
hseresum totalem extirpationem 1" Y viniendo á
los medios establecidos por esos Concilios de la
Iglesia para la tal extirpacion, j,qué dice S. Ema.
de las cruzadas contra los "Waldenses del Piamonte,
quienes por siglos (sírvase notarlo bien V. Em»)
habian vivido separados de la Iglesia papal en las
soledades de los Alpes ? j,Y qué de las cruzadas
contra los Albigenses, Hugonotes, Husitas, &c.a 1
i Qué dice V. Ema. de la Inquisicion, con sus
tormentos y quemas ? j, Qué cosa, y quién puso
en actividad tan execrables medios de accion 1
Las Bulas de los Papas, y sus papales Con
cilios ! Son innumerables las bien autorizadas
narraciones de las atrocidades romanistas contra
los herejes ; y que en ellas se regocijaron los
Papas, harta sus mismas medallas lo expresan, una
de las cuales lleva esta inscripcion—" Hugonotto-
rum strages." Escena de tales atrocidades y estra
gos han sido todos los paises de la parte occidental
del cristianismo. V. Ema. puede leer, si no lo ha
hecho ántes, lo que en esta materia dice Sismondi
acerca de Francia é Italia, y lo que en órden á los
78
Paises Bajos refiere Motley. Y por lo que hace á
España, j,ha olvidado S. Ema. el nombre de Tor-
quemada ? Calcula Llorente, en vista de docu
mentos oficiales, que desde la reorganizacion de la
Inquisicion en 1478 hasta el principio de la Reforma
protestante en 1517, quemó la Inquisicion en España
por herejía hasta trece mil personas ! Grande fué
el horror suscitado con el providencial descubri
miento del Quemadero en Madrid cuando se discutia
en las Cortes el punto sobre Libertad religiosa ;
mas ese no fué sinó sólo uno de los muchos Quema
deros en España. En la misma ciudad de Roma,
séame permitido añadir, yendo á entrar en la grande
Basílica de Sn. Pedro, si S. Ema. mira á la mano
derecha, verá elevarse sobre el gran peristilo el
tejado del palacio de la Inquisicion. Yo mismo he
recorrido todo aquel vasto edificio, y notado bien la
distribucion de sus piezas ó aposentos : he descendido
á la primera hilera de sus subterraneos calabozos,
tambien á los que hay bajo de la primera hilera, y á
los que están debajo de la segunda. Allí he visto
con mis propios ojos los aprestos para las crueldades
que habian de poner por obra los ministros del
"Santo (! ! !) Oficio." i No hizo la Inquisicion uso
de la fuerza para coartar la conciencia 1 Yo bien
puedo afirmarlo.
Convengo con V. Ema. en que si un hombre usa
de su natural libertad para desechar la verdad de
Dios, delante de Dios mismo peca gravemente ; mas
ninguna autoridad hay para en esta materia poner
en lugar de Dios á la Iglesia, ó á algun especial
gremio de hombres. Si habiendo uno nacido de
padres católicos, y sido bautizado en la Iglesia de
ellos, llegare en su edad adulta á creer sinceramente
que algunas doctrinas de aquella Iglesia son por
desgracia erróneas, suponiendo que así se halle en
79
error, de él tendrá que responder " delante de Dios,"
de quien ha recibido los medios para instruirse en
la verdad. Pero Dios no ha dado á ningun hombre,
ó clase de hombres, el derecho de coartar la concien
cia. No hay consideracion que pueda justificar el
que por disentir en materias religiosas se impongan
castigos como los que prescribia el abolido código
civil de España ; no meramente el castigo de des
tierro, segun dá á entender S. Ema., sinó el de otras
graves aflicciones y penalidades, el de poner en
prision por "no menos de doce á veinte años" y
algunas veces á presidio. j, Y cómo justificar otros
aun más severos castigos impuestos por la Iglesia
romana á los que tuviera ella por herejes ? j, Cómo
justificar esas que con blandura llama V. Ema.
" penas canónicas," verbi gracia, la de poner á cues
tion de tormento, la de ahorcar, ó quemar vivos 1
Verdad que la ejecucion de estos públicos castigos
se dejó al brazo secular ; pero era la Iglesia quien
entregaba con ese especial intento á los pobres herejes,
si bien procurando encubrir tamaña crueldad con el
detestable manto de la hipocresía, y echar así sobre
otros toda la odiosidad de un tan criminal proceder.
Requiere Dios del hombre que reciba la verdad
cuando á su conocimiento llegare ; y ante Dios ten
drá que responder si la desecha; mas porque en
efecto la hubiere desechado, ni su conciencia ni su
cuerpo se pueden con tal motivo someter justamente
por ningun otro hombre á un judicial proceso. Jesu
cristo nos ha dicho que en esta vida estará siempre
la buena simiente mezclada con la zizafía ; y á la
pregunta de j, " quieres que vayamos y la cojamos V
su respuesta de infinita sabiduría fué :—" Nó ; por
que cogiendo la zizaña, no arranqueis tambien con
ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo
otro hasta la siega"—(Mat. xiii. ver. 28, 29 y 30)
80
es decir, hasta el fin del presente siglo ó dispensa
cion evangélica, cuando el mismo Señor echará de sí
á los que no recibieron de corazon la religion verda
dera. El mismo sentido comun pudiera enseñarnos
que si estuviere uno obligado por la ley á profesar
una religion determinada, ni él ni ninguno otro
puede saber si verdaderamente la adopta ó nó de
corazon, puesto que nunca tuvo alguna alternativa 6
facultad de elegir otra. Encontréme una vez á uno,
y habiéndole preguntado qué religion profesaba,
respondióme—" Soy Español." Eralo de nacimiento,
y se habia criado como católico romano bajo una ley
por la cual el ser Español equivalia á ser romano
católico. Tal es el resultado de la unidad cristiana
en virtud de la ley. El hacer cristianos por la ley
es el modo más positivo de hacer hombres hipó
critas.
IX. Suponiendo que no sea errado el modo en
que S. Ema. mira la Iglesia de Roma, y que fuese
ella, segun pretende, y V. Em". mantiene, la santa
católica Iglesia de Cristo, fuera de la cual no hay
salvacion, j, nunca se le ha ocurrido á S. Ema. algo
de lo que notaré en seguida ? Es muy extraño que
en las profecías del Nuevo Testamento, extensivas á
la prediccion del por venir en el mundo cristiano
desde los tiempos apostólicos hasta la consumacion
de todas las cosas, no se haya dicho ni siquiera una
palabra en elogio de la romana Iglesia; al contrario,
vemos que la única simbólica manera con que se
alude á una Iglesia asentada sobre los "siete montes"
ó colinas de Roma, ha sido la de representarla como
una impúdica ramera (Apoc. xvii) teniendo en su
mano la copa de su fornicacion con que se han
embriagado los " reyes y los habitantes de la tierra,"
" y en su frente escrito este nombre : Misterio,
Babilonia la grande, la madre de las fornicaciones,
81
y de las abominaciones de la tierra /" Y la misma
impúdica ramera se nos representa en el citado
capítulo como sentada sobre una bestia de diez
cuernos, de la cual recibe su proteccion y apoyo.
Ahora bien, que la palabra Ramera significa ahí una
Iglesia apóstata, aparece claramente por su analogía
con otros muchos pasages de la Escritura (Isaías,
cap. i. v. 2 1 ; Jer. iii. v. 1 ; Ezequiel, xvi. y xxiii, &c.») ;
y que de un modo simbólico representó al Anti
cristo la Bestia sobre la cual apareciera la mujer
sentada, fué la general esplanacion de los antiguos
Padres, Justino, Irenéo, Tertuliano, Hipólito, Victo
rino, Gerónimo. Y no se opone á esta esplanacion
el expositor apocalíptico, (compatriota de V. Em%)
Ribera, Jesuita Presbítero de Salamanca (hácia el
año 1585); solamente supone que esa simbólica
Bestia representa á Roma apóstata, como poco antes
de la consumacion lo sería, cuando el Papa, segun
conjetura del mismo Ribera, habria sido arrojado de
aquella ciudad de las siete colinas, y el Anticristo
tendría establecido en ellas su asiento. Mas en el
largo intervalo desde Sn. Juan hasta la consumacion,
intérvalo representado proféticamente en el Apoca
lípsis, como admite dicho Ribera, j, pudo éste hallar
que se hiciera siquiera una sola vez mencion honorí
fica de la Iglesia papal romana—quiero decir, de la
Iglesia romana durante su distintivo papal carácter
desde que los Papas se arrogaron las prerogativas de
Vicarios de Cristo en la tierra, á pretesto de ser
sucesores de Pedro en la Sede romana, esto es, desde
cerca el año 500 1 Nada de eso, ni una indicacion
honorífica se encuentra en el Apocalipsis acerca de
tal Iglesia.
Muy de veras pediría yo á V. Ema. que considere
bien la notable porcion de la divina verdad que
hallamos en el mismo Apocalípsis sobre la gran
o
82
ramera, y que todo ello lo examinára juntamente
con la impresiva narracion de Sn. Pablo en su se
gunda Epístola á los Tesalonicenses—Epístola escrita
con el especial designio de desvanecer la idea que
tenian ellos de hallarse cercana por aquel tiempo la
segunda venida de Cristo, y decirles lo que ántes
habia de sobrevenir. "No os engañe nadie en
ninguna manera," les dice en el capítulo segundo,
" porque no vendrá sin que venga ántes la apoetasía,
y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdi
cion, oponiéndose y levantándose contra todo lo que
se llama Dios, 6 que se adora ; tanto que se asiente
en el templo de Dios como Dios, haciéndose parecer
Dios, i No os acordais que, cuando estaba todavía
con vosotros, os decia esto ? T ahora vosotros
sabeis lo que le impide, para que á su tiempo se
manifieste. Porque ya está obrando el misterio de
iniquidad : solamente espera hasta que sea quitado
de en medio el que ahora impide ; y entónces será
manifestado aquel inicuo, al cual el Señor matará
con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplan
dor de su venida ; á aquel inicuo cuyo advenimiento
es segun operacion de Satanas, con grande potencia,
y señales, y milagros mentirosos, y con todo engaño
de iniquidad obrando en los que perecen ; por cuanto
no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
Por tanto, pues, les envia Dios operacion de error,
para que crean á la mentira; para que sean con
denados todos los que no creyeron á la verdad, ántes
consintieron á la iniquidad."
Ruego á S. Ema. note con atencion en la admira
ble profecía que precede—primero, que abraza en
su designio todo el intervalo de tiempo desde aquel
en que Sn. Pablo escribió su Epístola hasta la
segunda venida de Jesu-Cristo ;—en segundo lugar,
que predice se pondría ántes de manifiesto cierta
63
apostasía, cuyos principios >aun entónces mismo
estaban obrando secreta y misteriosamente, y la cual
llegaria á su más alto grado en alguna persona, ó
sucesion de personas, designadas como " el hombre
de pecado,"—el mismo Anticristo, interpretacion en
la cual todos convienen ;—en tercer lugar, que para
la manifestacion de ese " hombre de pecado " habia
entónces, y por algun tiempo seguiria habiendo,
cierto notable impedimento ; —el mismo de que con
anterioridad habia el Apóstol hablado á los Tesalo-
nicenses, y que Tertuliano y otros entendieron haber
sido los Emperadores romanos establecidos en
Roma :—en cuarto lugar, que cuando fuera quitado
el tal impedimento, se manifestaría luego " el hom
bre de pecado ;"—en quinto lugar, que de entónces
en adelante su carácter, sus hechos, y sus preten
siones se harian patentes con grande potencia,
señales, y mentirosos prodigios, y además obrando
con todo engaño de iniquidad en los que perecen ;
que se levantaría sobre todo lo que se llama dios, ó
que se adora, sentándose en el templo de Dios como
Dios, (templo que algunos de los Padres interpretan
ser el templo judáico restablecido, otros la Iglesia
que profesa ser Cristiana), y haciéndose parecer
Dios ;—y por ultimo, que continuaría hasta la se
gunda venida de Cristo, (dando á entender así el
Espíritu Santo por medio de Sn. Pablo, no un solo
hombre, sinó una sucesion de hombres,) cuando el
Señor le mataría con el espíritu de su boca, y sería
con el resplandor de su venida destruido " aquel
inicuo." Sírvase S. Ema. pesar bien lo predicho en
ese pasage, enlazándolo y comparándolo con lo que
hemos visto fué prefigurado en el Apocalípsis res
pecto al mismo Anticristo, especialmente su pre
figurada asociacion con una Iglesia apóstata en las
siete colinas de Boma, y con los diez reyes que
G 2
84
segun la prediccion recibirían reino, viniendo á divi
dirse en diez reinos el antiguo imperio romano luego
que fuera destruido. Tambien pediría yo á S. Ema.
que considere el muy peculiar significado del apela
tivo Anticristo, apelativo de que Sn. Juan fué el
primero que hizo uso, diciendo en su primera Epís
tola—" vosotros habeis oido que el anticristo ha de
venir," y por el cual se denota de la más propia
manera uno que usurpa las veces de Cristo, que se
pone á sí mismo en lugar de Cristo, así como el católico
romano apelativo Antipapa significa un rival, 6 que
usurpa el carácter de Papa. Luego de haber mirado
bien estos especiales puntos de las grandes profecías
acerca del Anticristo, pudiera V. Ema. compararlos
todos y cada uno de ellos con lo que nos dice la
historia sobre lo que fué preparando el camino para
el Papado romano, y sus manifiestas consecuencias.
Muy pronto, pero sin ningun fundamento en las
Escrituras del Nuevo Testamento, se introdujo la
corrupcion del oficio y hasta del mismo nombre de
Presbíteros 6 Ancianos, mudándolo en el de Sacer
dotes. A esto acompafiaba el desdeñar la doctrina
de la salvacion por la fé, que predicaron los Após
toles, y el recomendar con todo empeño los sacra
mentos de la Iglesia, enseñando que sólo por medio
de la consagracion sacerdotal podían ser sacra
mentos, que eran los imicos medios por donde se
podia obtener la salvacion, y por consiguiente que
los mismos sacerdotes eran esenciales para llegar á
conseguirla. De aquí dimanó, como era muy natural,
y fué tomando cuerpo la impresiva idea del mis
terioso poder y dignidad inherente á aquellos, y al
mismo tiempo se fueron así preparando los ánimos
en la comunidad cristiana para mirar como cosa de
seable el tener algun superior ó cabeza del sacer
docio, como complemento del sistema sacerdotal, y
85
para su general gobierno. Siendo Roma, como por
aquel tiempo lo era, la capital del imperio, j, quién
podia ser tan conveniente para aquel elevado puesto
como el obispo de Roma ? Pero residiendo allí
entónces el Emperador con su poder supremo, pre
cisamente era un estorbo para el desarrollo de nin
guna otra suprema autoridad por parte del obispo
romano ; hasta que al fin fué quitado aquel impedi
mento (el mismo que segun Tertuliano y otros habia
Sn. Pablo querido dar entender) con haber trasladado
Constantino su Corte á Constantinopla cerca del año
del Señor 3 JO, despues de su conversion al Cristia
nismo. Entónces fué, segun nos informa la historia,
cuando á favor de cierta igualdad ó proporcion entre
la Iglesia romana y el Estado ó civil gobierno, co
menzó á tomar y fué gradualmente tomando un tono
más alto el obispo de Roma ; hasta que por ultimo,
efectuado que hubieron los Godos en el siglo quinto
su incursion en la parte occidental del Imperio, en
vez de la mera dignidad patriarcal que hasta en
tonces habia aquel tenido como obispo de la antigua
capital del imperio romano, se atrevió á proclamarse
á sí mismo sucesor de Pedro en la Sede romana, y,
como sucesor del mismo Pedro, Vicario de Cristo en
la tierra ! Ahora bien, cuando en el curso del
siglo sexto los reyes de los diez romano-góticos
reinos, procedentes del antiguo occidental imperio
romano, llegaron á reconocer sucesivamente al Papa
en el. carácter que se habia arrogado de Vicegerente
de Cbisto,—cuando con sus respectivos reinos se
sometieron en lo espiritual al mismo Papa coma á su
comun cabeza, ("habiéndose reanimado el antiguo
imperio romano en el Pontificado con un cierto
género de nacimiento segundo," segun el dicho de
Agustin Esteuco,) j,no hubo en esto por lo menos
una singular semejanza al símbolo de la bestia con
86
siete cabezas y diez cuernos, de que se nos habla en'
el capítulo xiii del Apocalipsis, á la cual fué dado
" espíritu," 6 nuevo aliento y vida, "y boca que
hablaba grandes cosas V j,no hubo tambien en ello
cuando ménos una semajansa de lo que S. Ema.
llama " la Santa Iglesia Católica romana" al símbolo
de la Ramera de las siete colinas, " sentada sobre la
bestia bermeja de diez cuernos 1" Mas si con Ribera
quisiere S. Ema. que este tal símbolo represente á
Roma despues que el Papa habrá sido expelido de
(día, esto es, allá cerca de la consumacion de todas
las cosas, aun así y con todo ( no es sumamente
extraño que no haya ninguna honorable profética
noticia de la Iglesia romana durante los muchos
precedentes siglos de su existencia en el estado y
condicion en que S. Ema. la considera ?
Séame permitido llamar tambien la atencion de
S. Emn. á aquella relacion y notable conformidad
que se halla entre el poder anticristiano en la pro
fecía y Roma papal en la historia.
Es innegable que en la parte occidental del Cris
tianismo ha empleado Roma los poderes seculares
para aquella coercion de conciencia que no sólo V.
Em". admite como peculiar de los Papas é Iglesia
romana, si que tambien la defiende. Los Cánones
contra los herejes fueron decretados en los Concilios
ecuménicos de las edades medias ; Concilios que
representaban todo el cuerpo católico romano, así la
Iglesia como el Estado, bajo la presidencia de los
Papas, y á que asistieron Enviados delegados por
los reyes, para suscribir á nombre de estos los
Cánones que aprobaran los Prelados y los Papas,
comprometiéndose así los mismos reyes á ponerlos
por obra. j,Y no fué esto entónces muy parecido
al apocalíptico símbolo de la imagen de la Bestia
(Apoc. xiii. v. 14 al 17; y xvii. v. 13); á la voz
67
dogmatizante que le fué dado usar (xiii. v. 5),
haciendo que fuesen muertos los que no adorasen
ó se doblegaran á la Bestia y su imágen ?
En efecto, le fué dado el poder obrar de tal manera,
segun se predijo en el capítulo xvii. v. 17, del mismo
citado libro. Dios pondría en el corazon de los diez
reyes el dar sus reinos, ó el poder de sus reinos, á la
Bestia ; y esto habia de ser por un periodo de cua
renta y dos meses (cap. xiii. v. 5), es decir, por un
periodo de 1260 dias, ó sean 1260 años, en confor
midad al principio en la escala profética de año por
dia ; principo que está admitido por el ya mencionado
Ribera, y tambien por otros expositores católicos ro
manos. Pues bien, ruego á V. Ema. note ahora cuán
conforme aparece la duracion de ese cronológica
mente definido periodo con la de aquel en que los
reyes de la parte occidental del cristianismo han
estado sometidos en lo espiritual ó eclesiástico á la
Sede romana. Desde el año del Señor 607, que es
la fecha del decreto del Emperador Focas recono
ciendo la supremacía del Papa, hasta el año 1867
hay justamente 1260 años; y en el de 1868 fué,
como todo el mundo sabe, cuando el Papa Pio IX
expidió su Bula convocando el actual ecuménico
romano Concilio, pero redactada con extraña nove
dad de lenguage en un muy especial punto. La
convocatoria se dirigía solamente á los prelados
católicos romanos, y no á los reyes católicos tam
bien, como se habia hecho para todos los anteriores
papales Concilios, j, Y por qué no se hizo lo mismo
en la convocatoria para el último 1 Porque, segun
llegó á decirse, el Estado ó los reyes en posesion de
la autoridad civil, aunque haciendo todavía profesion
de ser católicos romanos, habian apartado ya su poder
de la Iglesia. Así es que el Papa Pio, sin renunciar
á ninguna de las antiguas pretensiones de los Papas
88
en calidad de Vicegerente de Cristo, despues de de
clararse primero en una Bula con aquellas palabras
de " Yo soy el camino, la verdad, y la vida," luego á
la apertura del Concilio en el templo de Dios se
llegó solo á los prelados sin ningun séquito de dipu
tados regios, empero con aquesta personal demanda
como supuesto teniente de Cristo— j, Quereis voso
tros iros tambien V Yo tengo " palabras de vida
eterna." j, No fué esto algo parecido á la " boca que
hablaba grandes cosas y blasfemias"—á la boca del
Anticristo de que se habia hecho mencion en la pro
fecía ? j,Y pudieron haber sido efecto de una mera
casualidad todos los símiles y particularidades de que
dejo hecho mérito 1
X. Aludiendo al que V. Ema. considera como de
pravado principio de donde tuvo su orígen el Pro
testantismo, hace la siguiente pregunta :—" j, Es
posible que Dios eligiese á aquellos monstruos, á
Lutero, Calvino, Enrique VIII, y á la cruel reina
de Inglaterra, para restablecer la verdadera doctrina
predicada por los Apóstoles?" Ante todo séame
permitido protestar contra la aplicacion del epiteto
"monstruo" á Lutero y Calvino, por ser enteramente
inaplicable á ellos. Enrique VIII fué á la verdad
un monstruo en el trato que dió á sus mujeres ; mas
él no fué amigo del protestantismo, sinó que vivió y
murió reteniendo todos los particulares dogmas de la
Iglesia romana, excepto la supremacía de los Papas,
la cual desechó porque así le convenía para sus pro
pios designios ; y en el mismo hecho de desecharla
vino á ser en manos de Dios instrumento para lo
bueno, como no pocas veces lo son providencialmente
los hombres malos. Por " la cruel reina de Ingla
terra" quiere S. Ema. dar á entender la protestante
reina Isabel ; pero no fué la crueldad su condicion
característica; con más verdad se puede decir que lo
89
fué la de su hermana María,. católica romana, cuyas
quemas de personas vivas, y otras penas capitales
por herejía, á las que instigaron los obispos católicos
romanos, le grangearon por todas partes en nuestra
nacion, y para siempre, el título de "La sanguinaria
María." V. Ema., empero, me ha de -dispensar que
valiéndome del argumentum ad hominem, pregunte
ahora :—j, Testificaría S. Ema. la excelencia moral de
los Papas Sabiniano y Bonifacio III, de quienes,
como coligados con el infame emperador Pocas,
repetidas veces se ha hecho datar el mismo Papado
romano 1 O viniendo á tiempos ménos remotos,
i hemos de recibir las doctrinas del Romanismo bajo
la autoridad de "aquellos monstruos, infames por
sus crímenes," es decir, bajo la autoridad de los Papas
de los siglos noveno y décimo, á quienes los mismos
historiadores católicos romanos describen de esa
manera? Baronio (Ad. ann : 912, tom. xv. p. 751,
Luccse, 1744) dice :—" j, Cuál era el aspecto de la
santa Iglesia romana 1 Cuán excesivamente vil y
detestable !—cuando las más impuras cortesanas
dominaban en Boma, por cuyo albedrío se cambia
ban los obispados, y eran presentados los obispos ;
y lo que es más horrible de oir é inesplicable, Falsos
Pontífices, los mismos amantes de ellas fueron ins
talados en la silla de Pedro ! j, Quién puede afirmar
que los ilegalmente introducidos por mujeres de tal
ralea fueron legítimos romanos pontífices ? Ninguna
mencion se hacia del clero que eligiese, 6 que des
pues aprobára ; todos los Cánones se hallaban menos
preciados en el silencio, abrogados los decretos de
los pontífices, proscriptas las antiguas tradiciones,
y extinguidas del todo las antiguas costumbres, las
sagradas ceremonias, y los usos primitivos al elegir
un Papa. Su sensualidad desenfrenada, apoyándose
en el poder secular, y estimulada por el ansia de
90
dominio y mando, todo lo reclamaba para sí ! Parecia
como evidente que Cristo estaba entónces en un sueño
profundo, cuando soplando tan recio aquellos vientos,
veíase la misma barca cubierta con las olas !"
Con ese testimonio concuerda el de otros escritores
católicos romanos, tales como Belarmino, Verner,
Platina, Sabélico, Onufro, Genebrardo, quienes con
vienen en representar á aquellos obispos de Roma
como " monstruos, y no hombres ; " " falsos pontí
fices," " simoniacos," " adúlteros," " bribones," " in
fames" &c. ! llegando á decir Baronio que aun el
oir solamente de sus hechos debe causar horror y
vergüenza—solo auditu horrenda atqvs pudenda.
Escritores católicos romanos son los que así acusan
de "monstruos" á aquellos de sus mismos Papas que
por algun tiempo ocuparon sucesivamente el puesto
de infalibles gefes ó cabezas de la religion católica
romana ! miéntras la memoria de Lutero y Calvino,
principales instrumentos en manos de Dios de la re-
Reforma protestante, se halla honrada como es debido
con la gratitud y veneracion de todos los Protestantes
verdaderos ; y no son sinó escritores romanistas ó
que propenden al romanismo los que procuran deni
grar la honra de aquellos distinguidos reformadores
con lo que tan repetidas veces se ha demostrado ser
no más que meras calumnias. Pero despues de todo,
para decidir en las grandes cuestiones entre Roma
nistas y Protestantes no debemos mirar al caracter de
Lutero ó Calvino, ó al de alguno ó algunos de los
obispos de Roma, sinó á la fija Regla de verdad que
en la Santa Escritura tenemos.
Como en el " Catecismo" dado á luz por V. Em»,
al cual alude en su misma carta, se afirma haber sido
el Protestantismo productivo de mucho nial moral,
véome precisado á poner de manifiesto algunos de
los enormes errores en que abunda el tal Catecismo,
si bien respetando la sinceridad del fervoroso zelo
91
con que evidentemente está escrito. Dice S. Em».
que al escribirlo no se ha dejado engañar por malos
historiadores, y me aconseja que lo lea con más
cuidado. Así lo he hecho con toda la imparcialidad
debida, y á cada paso he hallado muy muchas calum
nias y falsas acusaciones, de las que podrá servir
como muestra la siguiente.—En la página 85 del
dicho Catecismo, donde se va haciendo una com
paracion entre Protestantes y romanos Católicos,
dice V. Em". : "Sólo añadiré que entre Católicos
los pobres no mueren de hambre, como sucede en
Londres, por ejemplo, en cuyas calles se recogen
todos los años algunos miles de cadáveres de los que
perecieron de hambre." A vista de semejante aserto
es evidente que la credulidad de V. Ema. le ha hecho
caer en un engaño muy grande. Yo he vivido por
muchos años cerca de Londres, y aun en el mismo
Londres, y puedo asegurar á V. Ema. que el morir
de hambre sucede allí raramente ; es cosa tan rara
si no más rara que en Paris, Madrid, ó Roma. Por
disposicion de la ley hay en Inglaterra Hospicios y
socorro para todos los que no pueden trabajar ó que
absolutamente carecen de medios para mantenerse.
Hay tambien un empleado del Gobierno con el título
de Registrador General, al que de todas las partes
del reino se dá cuenta de cuántos nacen, y de todas
las personas que mueren ; y una vez en cada se
mana publica el exacto número de los que na
cieron en la precedente, y tambien el número de los
que en ella murieron, especificando con respecto á
cada uno de éstos la causa de su muerte. Su Em".
tendría que recorrer muchísimas páginas de esas
publicaciones semanales para llegar á descubrir un
caso de muerte por hambre ; aunque, por supuesto,
en Londres, así como en las grandes poblaciones
católicas romanas, donde tantos pobres se reunen,
92
de cuando en cuando llega á ocurrir alguno de esos
casos, no obstante todos los esfuerzos de los insti
tutos públicos, y de los socorros 6 privadas limosnas.
Pienso reconocerá ahora V. Ema. que tenia yo razon
para decir se habia dejado engañar por malos his
toriadores ; malos, por cierto, y muy ignorantes de
lo que pasa en Londres deben haber sido los que así
engañaron á S. Em».
En la página 77 del susodicho Catecismo dice
V. Em*. : " i Cómo es que la embriaguez, la diso
lucion y la impureza reinan en Escocia é Inglaterra,
y en otros protestantes Paises, más que en alguna
otra parte ? Acuérdome de haber leido un espantoso
estadístico informe de la corrupcion de Londres, de
la cual dista muy mucho la de la más corrompida de
nuestras grandes ciudades." Sin duda que en este
caso flaqueó la memoria de S. Em»., y le ha condu
cido á trastrocar sin saberlo los lados de aquel in
forme ; circunstancia que me impone el deber de
rectificar lo que S. Ema. dice, y demostrar la equi
vocacion en que ha incurrido. Por casualidad tengo
para ello á mano ciertos oficiales informes relativos
á varios estados, así protestantes como romanistas,
y á los años casi inmediatamente anteriores á aquellos
cambios políticos con que ha considerablemente men
guado el influjo de la Iglesia romana en algunos de
los paises católicos romanos.
Para juzgar con acierto sobre la acusacion contra los
paises protestantes de que son más disolutos é impuros
que otros, examinemos y comparemos la estadística
oficial de diferentes paises y ciudadas, primeramente
con referencia al número de los que nacen en cada
uno de esos paises y ciudades, y á la proporcion que
resulta entre los hijos legítimos y los ilegítimos. Esta
debería tenerse por una muy clara prueba en el
punto que ahora nos ocupa.
93
Por el informe oficial acerca el número de los
nacidos en Londres el año 1851 aparece que en
aquel afto llegaron á 78300, de los cuales 75097
fueron legítimos, y 3203 ilegítimos. Por manera
que de cada 100 párvulos los 96 fueron legítimos, y
4 ilegítimos. Esto fué en la protestante ciudad de
Londres, en la ciudad especialmente denotada en la
acusacion de V. Ema.
Los nacidos en París el año 1851 ascendieron,
segun el informe oficial relativo á aquel año, á
32324; y de ellos 21689 fueron hijos legítimos,
y 10636 ilegítimos ! De modo que en cada 100
hubo 67 legítimos, y 33 ilegítimos ! Esto fué en
una ciudad católica romana.
El informe relativo al año 1850 por la ciudad de
Bruselas nos dá el número de 5281 nacidos en aquel
año, de los que 3448 fueron legítimos, y 1833 ilegí
timos. De consiguiente en la católica romana
ciudad de Bruselas hubo 35 hijos ilegítimos ! en
cada 100 de los que en dicho año allí nacieron.
En 1851, segun noticia oficial, nacieron en Munich,
capital de Bavaria, 3464; de ellos 1762 fueron
legítimos, y 1/02 ilegítimos! Es decir, que de
cada 100 cuarenta y ocho fueron hijos ilegítimos.
Munich es una ciudad católica romana.
Los nacidos en Viena el año 1849, al cual se
refiere el informe que yo tengo, ascendieron á 19241 ;
y de ellos 8881 fuéron hijos legítimos, y 10360
ilegítimos! Así que de cada 100 hubo 51 ilegí
timos ! Viena es una ciudad católica romana.
Consideremos el agregado de todos estos hechos,
dados oficialmente al público. En la católica romana
ciudad, de Paris 33 por ciento de los que nacieron
fueron hijos naturales ó bastardos ; en la católica
romana ciudad de Bruselas, 35 por ciento ; en la
católica romana ciudad de Munich, 48 por ciento ;
P4
y en la católica romana ciudad de Viena, 51 por
ciento ! ! Por lo que hace á Italia, tomando colec
tivamente las cinco católicas romanas ciudades de
Turin, Milan, Venecia, Florencia, y Nápoles, respecto
de las cuales se han obtenido informes del número
de niños que en el curso de un año nacieron en ellas,
resulta que 21 por ciento fueron bastardos 6 hijos
naturales. Y en cuanto á España, segun los últi
mos datos publicados con referencia al año 1866,
20 por ciento de los niños nacidos aquel año en la
católica romana Villa de Madrid fueron ilegítimos ; en
la católica romana ciudad de Salamanca 25 por ciento ;
y en la católica ciudad de Cadiz 33 por ciento. A
vista de estos números, copiados de documentos
oficiales, i hay necesidad de algun otro argumento para
probar que se engaña completamente S. Ema. cuando
afirma que la corrupcion de Londres protestante
excede con mucho á la de las grandes ciudades
católicas romanas 2 j, No tuve yo razon para decir
que V. Ema. se habia dejado engañar por malos
historiadores 1
Guiado por ellos, ha incurrido V. Ema. en otro
error que aparece en las páginas 76 y 77 de su
"Catecismo," donde S. Ema. afirma que "la esta
dística criminal de Inglaterra, Suiza, y Prusia,
estados todos ellos protestantes, comparada con la de
Francia, Italia, España, y Bélgica, que son católicos,
prueba que el Protestantismo abre la puerta á la
inmoralidad y á la corrupcion ;" y añade S. Ema.
—" Cuando los hechos hablan, las palabras de poco
sirven." Pues bien, examinemos ahora de esas
estadísticas criminales las que tenemos á mano, y
veamos lo que el resultado prueba.
La oficial estadística criminal de la protestante
Inglaterra muestra que en el año 1851, cuando la
poblacion ascendia á 17,927609, el número de los
95
presos por toda clase de homicidio, como envenena
miento, infanticidio &ca., llegó aquel año á 74. En
esta clase de crímenes no hemos de calcular su pro
porcion tomando por término el número ciento sinó
el de un millon ; j dicho número 74 dá 4 criminales
por cada millon de personas.
La estadística criminal de la católica romana
Bélgica muestra que en el año 1852, tomado un año
con otro por espacio de diez, hubo hasta 84 reos del
mencionado crímen, esto es, 18 homicidas por cada
millon de habitantes.
En la católica romana Francia la cuenta oficial
de tales crímenes relativa al año 1852, muestra que
fueron en número de 1089, ó sea 31 homicidio en
cada millon de personas.
En la católica romana Austria, segun datos
oficiales de semejantes crímenes, en el año 1847
hubo 1325, esto es, 36 homicidios en cada millon de
habitantes.
La relacion oficial de la católica romana Baviera
dá el número de 311 homicidios en el año 1849, 6
sean 68 homicidios por cada millon de personas.
Los informes en cuanto á la católica romana
Italia es preciso recibirlos con arreglo á las partes
en que aquel pais se hallaba ántes dividido ; y de
ellos resulta que en Sardinia habia 20 homicidios
por cada millon de habitantes ; en Lombardía 45 ;
en Toscana 56; en los Estados de la Iglesia, 113 ;
en Sicilia 90 ; y en Nápoles, 174 ! Por lo que hace
á España, los últimos datos publicados se refieren
al año 1862, en el cual hubo 1263 homicidios, 6
sean 84 por cada millon de la poblacion, contando
que ésta fuese de 15 millones.
Para ver en toda su luz la comparacion que
V. Ema. ha hecho, echemos una mirada á la siguiente
lista, la cual pone de manifiesto que en los países
96
católicos romanos que á continuacion se expresan,
hay por cada millon de habitantes—
. 18 homicidios
Francia . . . . 31 I]
. 36 tt
. 68
Sardinia . 20
tt
Lombardía . . . . 45
tt
Toscana . . . . 56
tt
Los Estados Pontificios . 113
tt
. 90
tt
Nápoles . . . . 174
tt
. 84
tt
tt
Y en Inglaterra, en la protestante Inglaterra, 4 sola
mente !
Si V. Em8. requiere todavía alguna más prueba
de cuán palpable es su yerro, y la inexactitud de lo
que ha dicho en la materia de que dejo hecho mérito,
en tal caso me permitirá responder con aquestas
sus mismas palabras :—" Cuando hablan los hechos,
las palabras de poco sirven."
Tendría que molestar demasiado á V. Ema., y
necesitaría escribir un libro tamaño como su mismo
" Catecismo," si avanzára yo en detalles para prueba
del lastimoso uso que de la credulidad y buena fé
de Su Ema. han hecho " malos historiadores." Lo
que ya he dicho basta para mostrar cómo se puede
controvertir el todo de aquel Catecismo, y refutar
victoriosamente todo cuanto en él se afirma contra
los Protestantes y el Protestantismo.
Dice V. Ema.—" Cíteme V. dos Irlandeses após
tatas de la religion católica comparables con New-
man y Manning ;" y añade estas palabras : " Es
una cosa notoria en todo el mundo que ningun
católico se hace protestante á la hora de la muerte,
y que por el contrario no son pocos los protestantes
97
que en aquella hora tremenda llaman á un Sacerdote
católico para reconciliarse con la Iglesia verdadera."
Sobre esto último es por cierto bien claro de notar
que las tales personas precisamente serían protes
tantes muy tontos. Pero S. Ema. pregunta en
seguida :—" j No dice algo al corazon de V. este
fenómeno singular t " Sí, por cierto, respondo ;
cada uno de esos casos, si es que se dá alguno, sería
un " singular fenómeno," y en mi corazon excitára
la más honda compasion y lástima del pobre igno
rante iluso. Mas no puede ménos de admirarme
que esté V. Ema. tan poco informado de lo que pasa
aquí en Inglaterra, y en otros protestantes paises.
Ni Newman ni Manning son aquí reputados por tan
incomparables como parece que S. Ema. los con
sidera, ni tienen el influjo que en otros paises se les
supone. Y no es demasiado el decir que de los
muchos Irlandeses convertidos del Papismo se
pudieran presentar no sólo dos sinó muchos entera
mente iguales en comprension é inteligencia á
Newman 6 á Manning ; y no ménos estimados por
su carácter en donde son conocidos, que lo que
pueden estarlo el mismo Newman y Manning entre
sus amigos y admiradores. Muy mucho he tenido
que hacer en Irlanda entre los católicos romanos, y
puedo testificar del modo más solemne que miles de
ellos se convirtieron allí á la Iglesia de Inglaterra,
y que los que han muerto despues de abrazar la fé
de ella, murieron rehusando la asistencia ministerial
de la Iglesia romana, sin que les hicieran titubear
las instancias de sus familiares y vecinos romanistas ;
ántes bien murieron regocijándose en las promesas
y espiritual presencia de nuestro Gran Sacerdote,
del Señor Jese-Cristo. Hay en Irlanda muchos
Sacerdotes Romanos que pueden, si quisieran, con
firmar esto mismo que dejo dicho. Me maravillo
H
98
de que en órden á ciertos hechos históricos se halle
V. Ema. tan enteramente engañado. Ni en la
muerte de Lutero, ni en la de Enrique VIII, ni en
la de la reina Isabel hubo circunstancias que diesen
justo fundamento para pensar que la fe protestante
produce, segun parece dar á entender S. Ema., per
turbacion y miedo de la muerte. Yo por mi parte
estoy seguro de no abrigar ningun rezelo de que en
el momento de ella me sentiré dispuesto á hacerme
católico romano. No dudo que mi Salvador, en
quien tengo puesta mi confianza, estará aun entonces
conmigo; y muy de corazon deseo que atraiga á
V. Ema. en la hora de su muerte á unirse á El
mismo más íntimamente que puede estarlo en la
Iglesia romana.
Lo que V. Ema. dice contra el uso del juicio pri
vado para leer las Santas Escrituras, si es que
prueba algo, sería demasiado. La voz de Dios ha
de oirse en las Escrituras ; y si ésta solamente se
puede oir, segun dice S. Ema., en la interpretacion
de ellas dada por los Apóstoles y sus sucesores, cada
cual tiene el deber de investigar en donde aquella
interpretacion se halla ; y si ésta ha de buscarse en
la Iglesia romana, la investigacion sería precisamente
inútil, porque la tal Iglesia no ha dado una autori-
tativa interpretacion de algun especial capítulo de la
Divina Palabra, ni tampoco "el unánime consenti
miento de los Padres " sobre el sentido de algun
pasage en disputa. Por tanto, todos los tales pasages
ó se han de dejar á la inteligencia de cada particular
individuo en el ejercicio de su juicio privado, 6 de
otra manera lo que está reconocido como Palabra
de Dios se ha de quedar por oir, 6 enteramente
desconocido y encubierto ! Dios, empero, dirigiendo
su palabra en lenguage inteligible á todos los que
están dotados de facultad intelectiva, díceles así por
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medio del Apóstol (2a. á Tim. cap. iii. ver. 16) :—
" Toda Escritura es dada por el Espíritu de Dios y
es útil para enseñar " (la verdad), " para redargüir "
(ó impugnar el error), " para corregir, para instituir
en justicia." El mismo Salvador apela á la razon
de particulares individuos, para que formen un
juicio de las cosas relativas á Su venida, diciendo
(Sn. Lucas, cap. xii. ver. 57) :—" j, Y por qué aun de
vosotros mismos no juzgais lo que es justo V Lo
mismo hace Sn. Pablo—" Como á sabios hablo," dice,
(1 Cor. cap. x. ver. 15) "juzgad vosotros lo que digo."
Y Sn. Juan (la.Epíst. cap. iv.ver. 1) expresamente nos
dice :—" No creais á todo espíritu, sinó probad los
espíritus si son de Dios."
Para concluir, siento tener que decir que por cir
cunstancias inesperadas se ha retardado la impresion
en Español del libro que contiene la refutacion del
Credo del Papa Pio IV. Cuidaré de enviar un
ejemplar á V. Ema. : mas advierto que no se pre
tende dar á luz en el tal libro algunos nuevos argu
mentos, sinó recordar en estos dias los de los
Reformadores del siglo diez y seis ; y tan cierto
estoy de que jamás fueron refutados sus argumentos
por los de los Doctores católico romanos, como á
V. Ema. le parecerá estarlo para decir que sí lo
fueron.
Acuerdo enteramente con V. Em". en creer que
" las meras disputas convierten á muy pocos." Dios,
empero, nos trata como á seres inteligentes, y con
frecuencia hace que el poder de la verdad del argu
mento llegue á sentirse en el corazon, que es donde
se asienta la fé que salva. Nada hay para Dios
imposible, y no desechará las súplicas del que con fé
se dirija al trono de su gracia sólo por medio de
Jesu-Cristo. Ojalá su omnipotente Espíritu con
venza de tal modo á S. Ema., que echando mano á
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aquella que es la verdad de Dios, y manteniéndola
firmemente, ella misma le haga " libre," como ha
nuestro Salvador prometido. Así lo pide muy de
veras en favor
De V. Eminencia
Su fiel servidor
Alejandro Dallas.
APPENDIX.
A su Eminencia el Cardenal Arzobispo de
Santiago.
Inglaterra,
Farncornhe Rectory,
Godalming, Swrrey.
Senob,—Tengo el honor de enviar á V. Ema. con
esta carta una copia en español de la que el Bevdo.
Alejandro Dallas, mi querido hermano, escribió en
respuesta á la última que V. E., tan afable y cortes-
mente como lo habia hecho en sus anteriores comuni
caciones, tuvo la bondad de dirigirle por via de
controversia y oposicion á los argumentos que habia
él alegado en defensa de la fé Protestante, y contra
aquellos dogmas de la Iglesia romana que tenia por
enteramente opuestos á la Palabra de Dios revelada.
Estoy cierto de la verdadera simpatía de V. E. al
llegar á saber que la muerte de mi querido hermano
es lo que ha motivado la dilacion en enviar su
respuesta. Ya la tenia él escrita en Ingles, mas no
acabada su traduccion al Castellano, cuando despues
de unos pocos dias de enfermedad vino á fallecer en
el 12 del próximo pasado Diciembre. Ha sido, pues,
necesario acabar dicha traduccion, y en conformidad
al manifiesto deseo de mi hermano, someter antes
toda su carta á la más cuidadosa revision de un
amigo suyo, á la del K,evdo. E. B. Elliot, de Brighton,
Doctor en filosofía, á quien habia consultado sobre
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la materia, y al cual son debidos muchos de los
argumentos sacados de los escritos de los Padres, y
las referencias á ellos.
Enviando hoy á V. Ema. la respuesta de mi
querido hermano, impresa ya en Castellano para
que por toda España circule, no hago más que
cumplir lo ordenado por él mismo cuando se sentia
muy cercano á la muerte. Hizo entónces la más
fervorosa súplica porque las verdades que tan firme
mente él mantenia, y que tanto consuelo le daban,
fuesen tambien recibidas por V. Ema. con igual
beneficio, mediante el poder y virtud del Espíritu
Santo. Ninguna duda ni temor vino á turbar su
paz ; y aquella paz estaba del todo fundada en el
consumado, perfecto y suficiente sacrificio del Señor
Jesu-Cristo. Su último espresado deseo fué el de
que supieran todos que las doctrinas de la Santa
Escritura que á otros habia él predicado, eran su
mismo sosten y consuelo en aquella solemne hora.
Se enviará á los S™. Diputados á Cortes la carta
de V. Em'., segun lo desea, acompañándola la res
puesta de mi hermano, y una y otra juntamente se
darán al público.
Tengo el honor de suscribirme muy obediente
servidor
De V. Eminencia
C. R. Dallas.
Octtáer, 1870.
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