¡A ORDENAR LA CASA!...¡A ORDENAR LA CASA! La cuarentena ha sido quizás también ocasión, por...

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¡A ORDENAR LA CASA! La cuarentena ha sido quizás también ocasión, por aburrimiento o por tarea pendiente, de ORDENAR la habitación y la casa que moramos y compartimos con otros. Necesitados como estamos de ESPACIO, de una "celda" despejada para hacer más cómoda o armoniosa nuestra "reclusión", nos sumergimos entre papeles, objetos, ropa... intentando ensanchar un poco nuestra área vital. ¿Qué sentimientos nos habitan en esos momentos? Quizás de apego, cuando uno es más acumulador y al final deja todo más o menos como antes. Quizás de nostalgia, cuando el pasado emerge como en rompecabezas de fichas perdidas. Quizás de desbordamiento, cuando tantos nichos inesperados de desorden se confunden y cada cosa reclama en simultáneo un sitio propio. Quizás de incertidumbre, cuando no sabemos si algo inútil nos pueda llegar a servir después. Quizás de indecisión, cuando hay cosas que nos descolocan o que no parecen encajar en ningún lugar o categoría. Quizás de generosidad, cuando resolvemos donar a otros al menos aquello que habíamos olvidado poseer... Pues bien, ese ejercicio de detener la marcha para ordenar la casa, cuando el activismo empuja a lo productivo y la procrastinación a lo entretenido, se parece mucho a los ejercicios espirituales para quitar de sí las afecciones desordenadas... como lo dijo Ignacio de Loyola en relación a todo nuestro mundo interior. En ambos casos se trata de orden y en ambos casos es posible que el proceso sea agobiante y agotador; que la limpieza suponga untarse del propio polvo; que haya cosas, recuerdos, apegos... que no queramos desechar, donar, poner en su lugar o crearle uno nuevo. En ambos casos es posible que a medio camino nos aburramos, sintamos que PERDEMOS EL TIEMPO, que fue peor desparramar la confusión cuando estaba amañadamente trancada en el armario o inofensivamente apilada en el desván del pensamiento. En ambos casos es posible desistir y seguir viviendo con mugre bajo la alfombra, chatarra tras las puertas y monedas de talentos perdidos en gavetas. Sin embargo, cuando hayamos logrado un orden que en principio quizá ni añorábamos, descubriremos satisfechos todo EL ESPACIO QUE GANAMOS. Y ¿para qué? Continúa Ignacio: para buscar y hallar la voluntad de Dios. Pues en ambos "órdenes" del cuerpo y del espíritu, una vez quitados los desórdenes, podemos habitar nuestra casa y nuestro mundo interior con mayor libertad y menor equipaje; se alcanza mayor conocimiento y aprecio de sí y se adquiere certeza del valor de lo que sí poseemos y de lo estorboso de aquello que nos poseía a nosotros; recordamos que podemos vivir con menos y que morimos sin nada; nos dedicarnos más a ser que a tener; y podemos darle rienda suelta al modo en que Dios ama en nosotros como cuando fluye el agua por la canal destapada. En este cierto "retiro" que nos toca vivir como humanidad, un buen ejercicio espiritual que personalmente podemos elegir, además de simplemente quedarnos en casa, es también ordenarla a ella y a nuestro espíritu. Bien hecho, esperemos que este ejercicio nos lleve también al "orden" de nuestra casa común y de nuestro espíritu comunitario. Yamid Castiblanco, S.J. 25/03/2020

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  • ¡A ORDENAR LA CASA! La cuarentena ha sido quizás también ocasión, por aburrimiento o por tarea pendiente, de ORDENAR la habitación y la casa que moramos y compartimos con otros. Necesitados como estamos de ESPACIO, de una "celda" despejada para hacer más cómoda o armoniosa nuestra "reclusión", nos sumergimos entre papeles, objetos, ropa... intentando ensanchar un poco nuestra área vital. ¿Qué sentimientos nos habitan en esos momentos? Quizás de apego, cuando uno es más acumulador y al final deja todo más o menos como antes. Quizás de nostalgia, cuando el pasado emerge como en rompecabezas de fichas perdidas. Quizás de desbordamiento, cuando tantos nichos inesperados de

    desorden se confunden y cada cosa reclama en simultáneo un sitio propio. Quizás de incertidumbre, cuando no sabemos si algo inútil nos pueda llegar a servir después. Quizás de indecisión, cuando hay cosas que nos descolocan o que no parecen encajar en ningún lugar o categoría. Quizás de generosidad, cuando resolvemos donar a otros al menos aquello que habíamos olvidado poseer... Pues bien, ese ejercicio de detener la marcha para ordenar la casa, cuando el activismo empuja a lo productivo y la procrastinación a lo entretenido, se parece mucho a los ejercicios espirituales para quitar de sí las afecciones desordenadas... como lo dijo Ignacio de Loyola en relación a todo nuestro mundo interior. En ambos casos se trata de orden y en ambos casos es posible que el proceso sea agobiante y agotador; que la limpieza suponga untarse del propio polvo; que haya cosas, recuerdos, apegos... que no queramos desechar, donar, poner en su lugar o crearle uno nuevo. En ambos casos es posible que a medio camino nos aburramos, sintamos que PERDEMOS EL TIEMPO, que fue peor desparramar la confusión cuando estaba

    amañadamente trancada en el armario o inofensivamente apilada en el desván del pensamiento. En ambos casos es posible desistir y seguir viviendo con mugre bajo la alfombra, chatarra tras las puertas y monedas de talentos perdidos en gavetas. Sin embargo, cuando hayamos logrado un orden que en principio quizá ni añorábamos, descubriremos satisfechos todo EL ESPACIO QUE GANAMOS. Y ¿para qué? Continúa Ignacio: para buscar y hallar la voluntad de Dios. Pues en ambos "órdenes" del cuerpo y del espíritu, una vez quitados los desórdenes, podemos habitar nuestra casa y nuestro mundo interior con mayor libertad y menor equipaje; se alcanza mayor conocimiento y aprecio de sí y se adquiere certeza del valor de lo que sí poseemos y de lo estorboso de aquello que nos poseía a nosotros; recordamos que podemos vivir con menos y que morimos sin nada; nos dedicarnos más a ser que a tener; y podemos darle rienda suelta al modo en que Dios ama en nosotros como cuando fluye el agua por la canal destapada. En este cierto "retiro" que nos toca vivir como humanidad, un buen ejercicio espiritual que personalmente podemos elegir, además de simplemente quedarnos en casa, es también ordenarla a ella y a nuestro espíritu. Bien hecho, esperemos que este ejercicio nos lleve también al "orden" de nuestra casa común y de nuestro espíritu comunitario. Yamid Castiblanco, S.J. 25/03/2020