a l e n c u e n t r o La Alhambra. LA ALHAMBRA

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al encuentro Texto: J. ORTIZ Fotos: J. ORTIZ y PATRO- NATO DE LA ALHAMBRA Y EL GENERALIFE P ARA muestra de lo dicho en la entradi- lla, un famoso “bo- tón”: el de ese estudiante estadounidense apellida- do Clinton que se quedó maravillado ante “la más bella puesta de sol del mundo” y que algunos años más tarde sería ele- gido presidente de los EE.UU. Orgulloso como está el escriba de que tan singular personaje dedi- cara semejante piropo a un lugar de su patria, permítasele un poco de objetividad: sin poner en duda que un crepúsculo alhambreño es todo un espectáculo de sensacio- nes, la percepción del jo- ven Bill desde el Mira- dor de San Nicolás –hay quien dice que desde el de San Cristóbal–, que domina el Albaicín y permite ver la Alhambra proyectada sobre Sierra Nevada, debió tener mu- cho de estado de ánimo. Y éste es, precisamente, el punto de partida que se propone al lector: de- jarse llevar por aromas, colores, brisas, formas, apreciaciones estéticas, luces, sombras, historia, leyendas, rumores de agua o silencios rasga- dos por gritos de golon- drinas hasta encontrar cada cual su estado de ánimo único y particu- lar que le permita ver su exclusiva Alhambra. Washington Irving, todo un turista de la primera mitad del siglo XIX –cuando aún no se había Escritura PÚBLICA 67 66 Escritura PÚBLICA SEDUCCIÓN DE SEDUCTORES Se trata de que cada cual encuentre su estado de ánimo único y particular que le permita ver su exclusiva Alhambra Quédese el lector con la tercera acepción académica del verbo seducir, “cautivar el ánimo”, porque eso es lo que suele provocar la Alhambra en quien la visita. Personas notables, poetas, escritores, pintores, músicos, actores o viajeros a secas... Desde el siglo XIII hasta nuestros días, todo visitante del conjunto arquitectónico granadino podrá describir sensaciones nunca antes percibidas. LA ALHAMBRA Patio de los Arrayanes y dos perspectivas del Patio de la Acequia en el Generalife. A la derecha, monumento a Wasington Irving en la senda del bosque que rodea a La Alhambra. “inventado” el turismo según hoy se entiende– llegó, vio y escribió sus Leyendas de la Alhambra en 1829: “Entramos con cierta emoción al palacio de la Alhambra. Nos creí- mos elevados a lejanos tiempos y rodeados de personajes de leyenda”, dice en la breve descrip- ción que precede a sus fa- mosos cuentos mitad in- ventados y mitad saca- dos de lo que aún cuchi- chean los balcones de la Cuesta de Gomérez, por la que Irving ascendió al conjunto nazarí. Su esta- do de ánimo se amalgamó en una arquitectura que estaba ansiando ver y en un paisanaje que le sor- prendió por la riqueza de sus confidencias. Cosas similares cabría decir de otros románticos como Chateaubriand, Alejandro Dumas, Richard Ford, Gautier, Hans Christian Andersen, Francisco Tá- rrega o Lord Byron. Ca- da uno en su estilo se enamoró de la fortaleza palaciega que corona la colina de La Sabika y en- tre cuentos, diarios de viajero y piezas para guitarra, contaron al mundo su visión –ro- mántica, por supuesto– de la Granada andalusí. Atardecer en el conjunto nazarí desde el Mirador de San Nicolás. Torre de Comares en la foto pequeña.

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Texto: J. ORTIZFotos: J. ORTIZ y PATRO-NATO DE LA ALHAMBRA

Y EL GENERALIFE

P ARA muestra de lodicho en la entradi-lla, un famoso “bo-

tón”: el de ese estudianteestadounidense apellida-do Clinton que se quedómaravillado ante “la másbella puesta de sol delmundo” y que algunos

años más tarde sería ele-gido presidente de losEE.UU. Orgulloso comoestá el escriba de que tansingular personaje dedi-cara semejante piropo aun lugar de su patria,permítasele un poco deobjetividad: sin poner enduda que un crepúsculoalhambreño es todo unespectáculo de sensacio-nes, la percepción del jo-ven Bill desde el Mira-

dor de San Nicolás –hayquien dice que desde elde San Cristóbal–, quedomina el Albaicín ypermite ver la Alhambraproyectada sobre SierraNevada, debió tener mu-cho de estado de ánimo.Y éste es, precisamente,el punto de partida quese propone al lector: de-jarse llevar por aromas,colores, brisas, formas,apreciaciones estéticas,

luces, sombras, historia,leyendas, rumores deagua o silencios rasga-dos por gritos de golon-drinas hasta encontrarcada cual su estado deánimo único y particu-lar que le permita ver suexclusiva Alhambra.

Washington Irving, todoun turista de la primeramitad del siglo XIX–cuando aún no se había

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SEDUCCIÓN DE SEDUCTORES

Se trata de quecada cualencuentre suestado de ánimoúnico y particularque le permita versu exclusivaAlhambra

Quédese el lector con la tercera acepción académica del verboseducir, “cautivar el ánimo”, porque eso es lo que suele provocar laAlhambra en quien la visita. Personas notables, poetas, escritores,pintores, músicos, actores o viajeros a secas... Desde el siglo XIIIhasta nuestros días, todo visitante del conjunto arquitectónicogranadino podrá describir sensaciones nunca antes percibidas.

LA ALHAMBRAPatio de los Arrayanes y dos perspectivas del Patio de la Acequia en el Generalife.A la derecha, monumento a Wasington Irving en la senda del bosque que rodea aLa Alhambra.

“inventado” el turismosegún hoy se entiende–llegó, vio y escribió susLeyendas de la Alhambraen 1829: “Entramos concierta emoción al palaciode la Alhambra. Nos creí-mos elevados a lejanostiempos y rodeados depersonajes de leyenda”,dice en la breve descrip-ción que precede a sus fa-mosos cuentos mitad in-ventados y mitad saca-

dos de lo que aún cuchi-chean los balcones de laCuesta de Gomérez, porla que Irving ascendió alconjunto nazarí. Su esta-do de ánimo se amalgamóen una arquitectura queestaba ansiando ver y enun paisanaje que le sor-prendió por la riqueza desus confidencias. Cosassimilares cabría decir deotros románticos comoChateaubriand,Alejandro

Dumas, Richard Ford,Gautier, Hans ChristianAndersen, Francisco Tá-rrega o Lord Byron. Ca-da uno en su estilo seenamoró de la fortalezapalaciega que corona lacolina de La Sabika y en-tre cuentos, diarios deviajero y piezas paraguitarra, contaron almundo su visión –ro-mántica, por supuesto–de la Granada andalusí.

Atardecer en elconjunto nazarídesde elMirador de SanNicolás. Torrede Comares enla fotopequeña.

Así se llega al mismísi-mo Henry Matisse, queen 1910 visitó el Sur deEspaña y permitió quelos colores de la Andalu-cía de hace un siglo sefundiesen en la paleta desu “fiero” expresionis-mo (en 1905, el críticoVauxcelles bautizó co-mo Fauve, es decir, fie-ras, el nuevo estilo delgrupo de artistas entrelos que se encontrabaMatisse. Se definió así el“fauvismo”).

Conviene, antes deregresar al estado de áni-mo de cada cual, repasara qué suele llamarse“Castillo Rojo”, que esoes lo significa el nombreoriginal de qa'lat al-Hamra'. El conjuntoabarca los Palacios Naza-ríes, el Generalife, la Al-cazaba y la denominada

Alhambra alta y sus to-rres. Y bueno: apurando,hasta el Palacio de Car-los V; ese ejemplo del Re-nacimiento español queel emperador mandóconstruir en 1527 –ojo: seterminó en 1957–, que ro-bó parte de su terreno ala construcción andalusí,de hecho está unido alAlcázar alhambreño, yque es un edificio deplanta cuadrada cuyo in-menso y centrado patiointerior es un círculo. Notiene la sensualidad delas construcciones veci-nas –o sí–, pero sin dudaes único en su estilo.

De sentir la Alhambra to-ca hablar, que lo prome-tido es deuda. Más de unautor lo ha descrito co-mo toda una alegoría delParaíso –islámico, cla-

ro–, en el que el agua escomo la tierra prometidade un pueblo cuyo duroorigen es el desierto. Poreso probablemente lasingularidad de los jardi-nes: como los del Partal,en el Generalife, que lle-gan hasta la Torre de lasDamas; o los de Daraxa,que hoy son producto deltiempo en que se cons-truyeron las habitacio-nes del nieto de los Re-yes Católicos, pero quese basaron en lo que yadisfrutaban los nazaríes;o los de los Adarves, enla Alcazaba, de los quearranca la muralla en laque se colocaron los po-pularizados versos deFrancisco de Icaza –“Da-le limosna, mujer, /queno hay en la vida nada/como la pena de ser/ciego en Granada”–.

Pero también está elagua en sí, la que correpor la Escalera del Aguaen forma de pasamanoslíquido; o la que se re-mansa en el Patio de losArrayanes, en un efectovoluntariamente busca-do por los arquitectos,

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para que la quietud cris-talina del estanque cen-tral refleje las galerías,las luces o la Torre de Co-mares, cuyas vidrierasde colores o “comarías”–de ahí el nombre– envi-dian la quietud del líqui-do elemento; o el Patio dela Acequia, donde elagua juega a sinfoníacontinua desde los pe-queños surtidores rodea-dos de mirtos, rosales, ci-preses y naranjos; o elPatio de los Leones consu fuente única: “En apa-riencia, agua y mármolparecen confundirse, sinque sepamos cuál de am-bos se desliza. ¿No vescómo el agua se derramaen la taza, pero sus cañosla esconden enseguida?Es un amante cuyos pár-pados rebosan de lágri-mas; lágrimas que escon-de por miedo a un dela-tor”, dicen los versos deIbn Zamrak que un finorelieve desvela en elcuenco húmedo. “Cuan-to más se contempla laAlhambra, más se tiene

la sensación de que elideal de los árabes era vi-vir sobre un jardín”, de-cía Fernando ChuecaGoitia, el arquitecto de lamadrileña Almudena, alque cabe suponerle cono-cimiento de causa por-que, como responsablede la rehabilitación delPalacio de Carlos V, de-bió ver muchos amane-ceres y crepúsculos en lacolina de la Sabika.

Cierre los ojos duranteunos minutos el viajero

durante su visita a la Al-hambra e imagínese solo–sí: es difícil; más en untiempo en que se ha he-cho preciso limitar el nú-mero de visitantes, pe-ro...–. Combine la sensa-ción con lo que ha visto,tocado, escuchado, olfa-teado: los versos escritosen el yeso como filigra-nas de bolillos, el aromade la vegetación, las milformas geométricas delos alicatados, el rumordel agua, la escueta ele-gancia de las columnas y

los arcos, los juegos deluces iluminando las es-tancias, el frescor que pa-rece reinar por doquier...Y búsquese a sí mismoen esa intimidad deján-dose llevar; sin más.Comprenderá que estárodeado de una opulentaausteridad, que en el es-pacio alhambreño nohay ricas individualida-des sino hermoso con-junto. Es, sin duda, elacicate para que las pro-pias emociones se unan ala percepción multisen-

sorial que inunda todoen la Alhambra. A partirde ahí... Bueno: rellene ellector los puntos suspen-sivos, sintiéndose si leplace un Irving, un Du-mas, un Tárrega o unMatisse, con su propioestado de ánimo. Y cuan-do lo cuente, es probableque también llegue a fi-gurar entre los seducto-res –los de la palabra, elcolor o la música– a losque el hoy monumentolleva seduciendo más desiete siglos. �

Salida a laCuesta de losChinos, quellega hasta elDarro y elAlbaicín.

Cuesta de Gomérez, por la que Irving llegó por vez primera a La Alhambra.

Una alegoría del Paraíso –islámico, claro–, en el que el agua es comola tierra prometida de un pueblo cuyo duro origen es el desierto

INFORMACIÓN

Patronato de la Alhambra y el Generalife

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Tel.: 902 441 221www.alhambra-patronato.es

ALOJAMIENTOParador de Granada ****C/ Real de la Alhambra, s/n

18009 GranadaTel.: 958 221 440 [email protected]

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RESTAURANTES Y TAPEORestaurante ChikitoPlaza del Campillo, 2

18009 GranadaTel.: 958 223 364

www.restaurantechikito.com

Casa SalvadorDuende, 6

18005 GranadaTel.: 958 261 955

www.casasalvador.net

Y el imprescindible tapeo.Rutas de Tapas.

www.granadatur.com/rutas/rutas-de-tapas

Puerta de laJusticia, en la muralla surde la fortalezajunto al Pilar deCarlos V.