A. José Farrujia de la Rosa (2003) - AB INITIO. La teorización sobre el primitivo poblamiento...

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Autor: Farrujia de la Rosa, A. José Director: M. Carmen del Arco Aguilar UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA AB INITIO. La teorización sobre el primitivo doblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistóricas, historiografía, arqueología (1342–1969) Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua

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UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

AB INITIO. La teorizacin sobre el primitivo doblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistricas, historiografa, arqueologa (13421969)

Autor: Farrujia de la Rosa, A. Jos Director: M. Carmen del Arco Aguilar

Departamento de Prehistoria, Antropologa e Historia Antigua

UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA

Dpto. de Prehistoria, Antropologa e Historia Antigua

Mara del Carmen del Arco Aguilar, Profesora Titular de Prehistoria de la Universidad de La Laguna, como directora del trabajo de investigacin, Ab initio. La teorizacin sobre el primitivo poblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistricas, Historiografa y Arqueologa (1342-1969), que presenta como Tesis Doctoral el Licenciado A. Jos Farrujia de la Rosa para obtener el grado de Doctor por la Universidad de La Laguna, en cumplimiento del artculo 8.1 del Real Decreto 778/1998, por el que se regula el tercer ciclo de estudios universitarios, la obtencin y expedicin del ttulo de Doctor y otros estudios de postgrado, por el presente, CERTIFICO que el mismo es un trabajo indito de investigacin y rene todos los requisitos de contenido, tericos y metodolgicos para ser admitido a trmite, a su lectura y defensa pblica, con el fin de obtener el referido Ttulo de Doctor. La Laguna, a uno de marzo de 2003

Fdo.: M del Carmen del Arco Aguilar

Una vez ms, a mi familia, especialmente a mis padres y a Isabel

NDICE

Introduccin ................................................................................................................19 I. Sobre las fases heurstica, crtica, hermenutica y arqueolgica en el desarrollo de la tesis doctoral .....................................................................................26 II. El marco terico: el estructuralismo, la historia sociocultural o nueva historia cultural y el anlisis discursivo foucaultian. ...............................................28 III. Agradecimientos .....................................................................................................43

Lista de abreviaturas empleadas ...............................................................................46 CAPTULO I ...............................................................................................................47 El redescubrimiento de las Islas Canarias y los inicios de la etapa seorial: gnesis de la tradicin en las primeras visiones sobre el poblamiento insular (1291-1474) ............................................................................47 I.1. El redescubrimiento de las Islas Canarias en el siglo XIV: la visin degeneracionista de los indgenas canarios como paradigma .................................47 I.2. Los viajes catalano-mallorquines a Canarias y la primera hiptesis acerca del origen de los habitantes de las islas: la leyenda de las lenguas cortadas ......................................................................................................54 I.3. Los inicios de la etapa seorial: la visin del primitivo poblamiento insular en Le Canarien y en la Crnica de Juan II ............................................65 I.4. Las primeras fuentes escritas portuguesas del siglo XV y la inexistencia en ellas de alusiones sobre el origen de los pobladores de Canarias ......................77 CAPTULO II .............................................................................................................89 La etapa realenga: la reafirmacin de la tradicin en la visin sobre el poblamiento insular (1478-siglo XVII) .....................................................................89 II.1. La conquista y colonizacin de las islas de realengo y la consiguiente aparicin de las crnicas y fuentes etnohistricas: los problemas de fondo ........91 II.2. Sobre la inexistencia de una entre los indgenas canarios ..............................................................................................112

II.3. Las primeras crnicas, relatos e historias escritas tras el inicio de la conquista realenga de Gran Canaria y la visin por ellas transmitida acerca del primitivo poblamiento insular ...........................................................118 CAPTULO III .........................................................................................................137 La aparicin de las primeras historias generales tras la conquista definitiva del Archipilago: el desarrollo de la visin tradicional sobre el primer poblamiento insular (1520-1602) ............................................................................137 III.1. Las aportaciones de Vasco Daz Tanco, Andr Thevet, Thomas Nichols y Gaspar Frutuoso al tema del primitivo poblamiento: la leyenda de las lenguas cortadas como paradigma ............................................137 III.2. El primer poblamiento del Archipilago en la historia del reino de las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones (1592), de Leonardo Torriani ...........................157-

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III.2.1. La hiptesis bblica de poblamiento, segn Torriani ............................159 III.2.2. La hiptesis africanista, segn Torriani: el poblamiento de Tenerife por los zenatas o azanegh ...............................................................165 III.2.3. La leyenda de las lenguas cortadas y los etnnimos indgenas en la historia de Torriani .................................................................................170

III.3. El primer poblamiento de Tenerife en la Historia de nuestra seora de Candelaria (1594), de fray Alonso de Espinosa .........................................177III.3.1. El poblamiento de Tenerife a partir de la cosmovisin judeo-cristiana, la tradicin clsica y las fuentes orales indgenas ....................181 III.3.2. La pervivencia de la hiptesis africanista de Espinosa en Sir Edmund Scory .................................................................................................193

III.4. El primer poblamiento del Archipilago en la Historia de la conquista de las siete islas de Canaria (1602), de Juan de Abreu Galindo (Argote de Molina) ..........................................................................................196III.4.1. La problemtica de las fuentes orales indgenas en rel con el conocimiento del primitivo poblamiento de las islas ................................201 III.4.2. La leyenda de las lenguas cortadas en Abreu ..........................................204 III.4.3. Sobre la inviabilidad arqueolgica e histrica de la leyenda de las lenguas cortadas .........................................................................................211 III.4.4.Sobre las otras hiptesis africanistas, de raigambre bblica, presentes en la obra de Abreu ..........................................................................215 III.4.5. Sobre el poblamiento de Gran Canaria por los Canarii, segn la infundada y posteriormente secundada opinin de Abreu ...................................220 III.4.6. Sobre la contribucin de George Glas a la disquisicin acerca de la primera colonizacin insular .........................................................................225

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CAPTULO IV ..........................................................................................................227 El auge de la mentalidad nobiliaria y el tema del primer poblamiento de Canarias como una expresin de la misma: Viana, Nez de la Pea y Prez del Cristo versus del Castillo, Sosa y Marn de Cubas (1604-1737) ................................................................................................................227 IV.1. Antonio de Viana y Juan Nez de la Pea: dos autore del siglo XVII al servicio de los intereses nobiliarios .......................................230 IV.2. El primer poblamiento de las Islas Canarias en las Antigedades de las Islas Afortunadas (1604), de Antonio de Viana, y en la Conquista y Antigedades de las islas de la Gran Canaria y su descripcin (1676), de Juan Nez de la Pea ..................................................................................238 IV.3. El primer poblamiento de Canarias en las obras de Pedro Agustn del Castillo, Fray Jos de Sosa y Toms Arias Marn de Cubas (1686-1694) ......258 IV.4. El primer poblamiento humano del Archipilago segn la concepcin ilustrada de Pedro Agustn del Castillo en su Descripcin histrica y geogrfica de las islas de Canaria (1737) ......................................................268 CAPTULO V ...........................................................................................................279 La Ilustracin y la insercin del tema del primer poblamiento de las Islas Canarias en la historiografa ilustrada: la pervivencia de viejos modelos explicativos (1753-1803) ...........................................................................................279 V.1. Antonio Porlier y Sopranis y Jos de Viera y Clavijo, dos ilustrados Canarios del siglo XVIII ....................................................................................284 V.2. El primitivo poblamiento del Archipilago en la Disertacion Historica sobre quienes fueron los primeros pobladores de las Islas Afortunadas, llamadas comunmente las Canarias y que pais fue este en lo primitivo (1753), de Antonio Porlier y Sopranis, y en las Noticias de la Historia general de las Islas Canarias (1772), de Jos de Viera y Clavijo .....................294 V.3. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias en los Ensayos sobre las Islas Afortunadas y la antigua Atlntida o compendio de la historia general del archipilago canario (1803), de Jean Baptiste Bory de Saint-Vincent .....................................................................................................309

CAPTULO VI .........................................................................................................325 El primer poblamiento de Canarias en las obras de Sabin Berthelot, Pascal dAvezac y Jos Agustn lvarez Rixo (1842-1860) ..............................................325

VI.1. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias en la primera etapa cientfica de Berthelot (1820-1842) ....................................................................326VI.1.1. El desarrollo de la hiptesis poblacional africanista por Berthelot: la dualidad rabe-bereber ....................................................................................330 VI.1.2. Sobre la primigenia colonizacin de las islas por los fenopnicos, segn la hiptesis de Berthelot ............................................................................338

VI.2. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias en las obras de Pascal dAvezac y lvarez Rixo ...................................................................................346 CAPTULO VII ........................................................................................................355 Los inicios de la ruptura con la tradicin o el desarrollo de una nueva base epistemolgica de carcter positivista ............................................................355 VII.1. El desarrollo del Evolucionismo biolgico y de la Arqueologa y Antropologa fsica europeas, y su incorporacin a los estudios sobre los indgenas canarios ............................................................................357 VII.2. La Arqueologa y la Antropologa fsica francesas como marco de referencia para los estudios decimonnicos canarios ......................................361 VII.3. La Arqueologa y la Antropologa fsica alemanas y su presencia en los estudios decimonnicos sobre el mundo indgena canario ........................368 VII.4. El primitivo poblamiento de Canarias en la segunda etapa cientfica de Berthelot (1847-1879) .....................................................................................371VII.4.1. Sobre el desarrollo de la arqueologa colonialista francesa en el norte de frica: los casos de Louis Leon Cesar Faidherbe, Charles-Joseph Tissot y Paul Broca ...........................................................................................374 VII.4.2. Sobre el primitivo poblamiento y de Canarias, segn las hiptesis de Berthelot ...........................................................388

VII.7. La sistematizacin del primer poblamiento de Canarias a partir de la Antropologa fsica: la aportacin de Ren Verneau .............................................398 CAPTULO VIII .......................................................................................................409 El poblamiento primitivo de las Islas Canarias y su insercin dialctica en la poltica colonial alemana (1876-1896) ............................................................409 VIII.1. El primer poblamiento del Archipilago en Los germanos en las Islas Canarias (1886), de Franz von Lher ..................................................................409

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VIII.1.1. El modelo de poblamiento propuesto por von Lher ....................................416 VIII.1.2. Sobre la repercusin de la obra de von Lher en la tradicin historiogrfica de los siglos XIX y XX ................................................................419 VIII.1.3. Gnesis de la obra y visin de von Lher acerca del primitivo poblamiento de Canarias ..........................................................................................425 VIII.1.4. Las Islas Canarias y su insercin en la rbita imperialista alemana: el pasado como construccin ideolgica .....................................................430 VIII.1.5. Sobre las ltimas aportaciones de von Lher a los estudios arqueolgicos y lingsticos canarios ........................................................................434

VIII.2. El primitivo poblamiento de las Islas Canarias segn la hiptesis de Hans Meyer y Flix von Luschan (1896) ......................................................................437VIII.2.1. Gnesis de la visin de Meyer y von Luschan sobre el poblamiento de Canarias .............................................................................................................443 VIII.2.2. Sobre el desarrollo de la hiptesis armenoide en la posterior produccin bibliogrfica sobre Canarias ...................................................................450

CAPTULO IX ..........................................................................................................453 Las sociedades cientficas, el primer poblamiento de Canarias y su insercin en el debate cientfico de finales del siglo XIX: evolucionistas versus tradicionalistas catlicos ..........................................................................................453 IX.1. El primitivo poblamiento de Canarias y su insercin en la Prehistoria europea: la aportacin de Gregorio Chil y Naranjo a partir de la Arqueologa y del Evolucionismo cultural .........................................................458IX.1.1. Sobre la insercin de las hachas neolticas en la historiografa posterior .................................................................................................................465 IX.1.2. Sobre la pervivencia de la concepcin neoltica de las hachas: la aportacin de Simn Bentez Padilla .......................................................................476 IX.1.3. Sobre la desaparicin de las hachas pulimentadas de la posterior produccin historiogrfica o el silencio ante lo que no se sabe explicar .................479 IX.1.4. Sobre la introduccin de las hachas de jadeta en Canarias en la segunda mitad del siglo XIX: la de la identidad guanche ..................................................................................................484 IX.1.5. La primera secuenciacin diacrnica del poblamiento de Canarias, debida a Chil y Naranjo, a partir de la Arqueologa y de las fuentes clsicas ..........501

IX.2. Sobre la aparicin y contenido, en relacin con la primera colonizacin insular, del primer tomo de los Estudios histricos de Chil .................................502 IX.3. Gnesis, desarrollo y repercusin del debate entre evolucionistas y tradicionalistas catlicos en los estudios sobre el primer poblamiento humano de Canarias ..............................................................................................511

IX.4. La aportacin de Chil y Naranjo al estudio del primer poblamiento de Canarias a partir de la Antropologa fsica ............................................................527 IX.5. La aportacin de Agustn Millares Torres al tema del primitivo poblamiento de Canarias ......................................................................................538 IX.6. El primer poblamiento de Canarias a partir del eclecticismo de Carlos Pizarroso y Belmonte (1880) ................................................................................542 IX.7. La Generacin Cientifista de 1880 y su participacin en el debate sobre el primer poblamiento de Canarias .......................................................................553 CAPTULO X .........................................................................................................571 El poblamiento de Canarias en la obra de Manuel de Ossuna y Van den Heede: la Piedra de Anaga y su insercin en las tendencias ideogrficas sobre la primera colonizacin insular ..................................................................571 X.1. Manuel de Ossuna y Van den Heede: un perfil biogrfico ..............................572 X.2. Sobre el hallazgo y primer estudio de la Piedra de Anaga ..............................583X.2.1.La publicacin de La Inscripcin de Anaga en 1889 y el posterior estudio de la inscripcin ..................................................................................613 X.2.2. Los estudios sobre Anaga y el papel que desempea en ellos la Piedra de Anaga .............................................................................................630 X.2.3. La insercin de la Piedra de Anaga en el debate de 1897-98 sobre el primer poblamiento humano de Canarias: extranjeros versus autctonos .....................................................................................................645

X.3. El Regionalismo en las Islas Canarias: el poblamiento de las islas por una civilizacin atlntica, de marcado carcter ibero-celta, y la insercin de esta nueva hiptesis en el discurso poltico de Ossuna ..............................656 X.4. La Piedra de Anaga y su insercin en los estudios histricos, antropolgicos, lingsticos y arqueolgicos (ss. XIX-XX) ...........................672 X.5. Caracterizacin mineralgica e interpretacin arqueolgica de la Piedra de Anaga .........................................................................................................684 CAPTULO XI ......................................................................................................691 El primitivo poblamiento de Canarias en la cosmovisin romntica y etnocentrista de los viajeros europeos (siglos XVI-XIX) ..................................691

XI.1. Sobre el silencio en torno al tema de la primera colonizacin insular: la valoracin de la potencialidad econmica y geoestratgica de las Islas Canarias como paradigma (siglos XVI-XVIII) ..............................................692 XI.2. Las momias guanches como bienes arqueolgicos sobrevalorados y expoliados (siglos XVIII-XIX) .......................................................................694 XI.3. Sobre la insercin del tema de la primera colonizacin insular en las obras de los viajeros europeos: la subjetividad, el etnocentrismo, la disparidad de criterios y la ausencia de tesis arqueogrficas como rasgos definidores de la intelectualidad europea ............................................697 CAPTULO XII .....................................................................................................703 La concepcin del primitivo poblamiento de Canarias a partir de los estudios raciolgicos de principios del siglo XX: Millares, Tamagnini, de las Barras, Fischer y Falkenburger (1902-1949) ...........................................703 CAPTULO XIII ...................................................................................................717 El primer poblamiento de Canarias en las obras de John Abercromby y Earnest Albert Hooton, o la pervivencia de viejas ideas catalizadas a partir de nuevos enfoques: la lingstica comparada y el historicismo cultural (1917-1925) ..............................................................................................717 XIII.1. El primitivo poblamiento de Canarias en el Estudio de la antigua lengua de las Islas Canarias (1917), de John Abercromby ...................................718 XIII.2. El primitivo poblamiento de Canarias en The ancient inhabitants of the Canary Islands (1925), de Earnest Albert Hooton .....................................720 CAPTULO XIV ...................................................................................................731 El primer poblamiento de Canarias y su insercin dialctica en la poltica franquista: Jos Prez de Barradas, Sebastin Jimnez Snchez y la pretendida raigambre ibero-mauritana e ibero-sahariana de los indgenas canarios ..................................................................................................................731 XIV.1. Jos Prez de Barradas y lvarez de Eulate: un perfil biogrfico ....733 XIV.2. El primitivo poblamiento de Canarias segn la concepcin de Jos Prez de Barradas ...............................................736XIV.2.1. Sobre la inviabilidad cientfica de los trabajos arqueolgicos de Prez de Barradas ..........................................................................................747 XIV.2.2. Sobre las directrices tericas presentes en la aportacin de Prez de Barradas: la doctrina franquista ......................................................................749

XIV.3. Sebastin Jimnez Snchez: un perfil autobiogrfico ................................756 XIV.4. El primitivo poblamiento de Canarias segn la concepcin de Jimnez Snchez ....................................................763XIV.4.1 Sobre la concepcin hbrida de los indgenas canarios, segn la tesis filolgica y pro germana de Jimnez Snchez ..................................................771 XIV.4.2. Sobre la articulacin del tema del primitivo poblamiento, a partir de 1949, en la obra de Jimnez Snchez ..............................................................772

XIV.5. Sobre la repercusin de la arqueologa franquista en la investigacin acerca del primitivo poblamiento humano de Canarias: los casos de Prez de Barradas y Jimnez Snchez ........................................................780 XIV.6. Dominik Josef Wlfel: un bosquejo biogrfico .........................................788 XIV.7. El frica blanca, el megalitismo, el orientalismo mediterrneo y el primitivo poblamiento humano de Canarias, segn la concepcin de Wlfel .........................................................................................................795 XIV.8. Sobre la aportacin filolgica y pro germana de Carl Graebel a los estudios acerca del primer poblamiento de Canarias .................................810 CAPTULO XV ....................................................................................................815 El primer poblamiento de Canarias y su insercin dialctica en la poltica franquista: la aportacin de Juan lvarez Delgado y Luis Diego Cuscoy a la Arqueologa oficial, el debate entre prosemitas y antisemitas y la exclusin de los discursos disidentes ...........................................................815 XV.1. Juan lvarez Delgado: un perfil biogrfico ................................................817 XV.2. La filologa comparada, la raciologa y los estudios de Juan lvarez Delgado sobre el mundo indgena canario .................................................821XV.2.1. Los indoeuropeos y su supuesta presencia en las Islas Canarias ..........826 XV.2.2. Sobre la raigambre egipcia de los indgenas canarios, segn la hiptesis de lvarez Delgado .......................................................................829 Sobre el antisemitismo presente en los trabajos de lvarez Delgado ...............832

XV.3. Un nuevo debate en torno al primer poblamiento humano de Canarias: pro-semitas versus antisemitas. Las aportaciones de Werner Vycichl, Attilio Gaudio y Georges Marcy ..............................................................835XV.3.1. La aportacin de Pedro Hernndez Bentez al debate entre prosemitas y antisemitas: la dualidad discursiva ................................................846 XV.3.2. Sobre las directrices ideolgicas y tericas subyacentes en el debate

entre pro-semitas y antisemitas ......................................................................856

XV.4. Las primeras secuenciaciones diacrnicas de la prehistoria canaria: la aportacin de lvarez Delgado a partir de las manifestaciones rupestres ......................................................................................................861 XV.5. Sobre el poblamiento y colonizacin de canarias por Juba I, segn la visin de lvarez Delgado .........................................................................869 XV.6. A modo de sntesis: sobre la evolucin de la concepcin del poblamiento de Canarias en la obra de lvarez Delgado ...............................................873 XV.7. Luis Diego Cuscoy: un bosquejo biogrfico ..............................................880 XV.8. El primitivo poblamiento de Canarias en la obra de Diego Cuscoy: la reafirmacin de la Arqueologa oficial ..................................................896 XV.9. La Arqueologa oficial franquista como formacin discursiva .................915 CAPTULO XVI ................................................................................................923 La raciologa y el neolitismo como pervivencias en la teorizacin sobre el primitivo poblamiento de Canarias. Las aportaciones de Ilse Schwidetzky-Rsing y Miguel Fust Ara, y los eventos cientficos celebrados en la dcada de 1960 .................................................................923 XVI.1. La culminacin de una etapa cientfica y los inicios de la ruptura con el paradigma precedente: el V Congreso Panafricano de Prehistoria y de Estudio del Cuaternario, el Simposio Internacional del Hombre de Cro-Magnon y la creacin del Departamento de Arqueologa, Prehistoria y Etnologa de la Universidad de La Laguna ................935 Conclusiones ......................................................................................................943 Anexo Documental .............................................................................................959 A) Disertacion historica sobre quienes fueron los primeros pobladores de las Islas Afortunadas, llamadas comunmente las Canarias y que pais fue este en lo primitivo (1753), de Antonio Porlier y Sopranis (Discurso ledo el 1 de febrero de 1753 en la Real Academia de la Historia). Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Documento . Tomo III. 9/5951 ..............................................................................................................959 B) Correspondencia epistolar en relacin con el estudio de la Piedra de Anaga ..............................................................................................................970

El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominacin, sino aquello por lo que, y por medio del cual, se lucha Michel Foucault La escritura a que me dedico en este momento y la lectura a la que usted se dedica ahora, son rituales de reconocimiento ideolgico Louis Althusser La mejor base para elegir una perspectiva de la historia antes que otra es por razn esttica o moral, y no por razn Hayden White Hay necesidad de una nueva Historia, de una nueva actitud hacia la Historia, y de una reconsideracin de todos nuestros postulados sobre la Historia G. Barraclough History has been a political bone of contention since the begining of all political thought and activity. History is always part of the dialectical synthesis of power, domination, state and society Salewski The past and monuments of the past have long been used to legitimize authority and to assert, or symbolize, nationalist ideologies D. Fowler Los aborgenes canarios son lo que queremos que sean, lo que quisimos que fueran, pretendiendo ver en el pasado la confirmacin de nuestras visiones de hoy. De sus diferentes negativos queremos obtener nuestra propia imagen en positivo Fernando Estvez

Introduccin

Quines arribaron y colonizaron las islas, cundo y cmo lo hicieron, y desde dnde vinieron, son los cuatro grandes interrogantes que, en relacin con el tema del primitivo poblamiento humano de Canarias, se han intentado resolver a lo largo de seis largos siglos de investigacin (1342-1969). Ello ha supuesto, por qu no decirlo, el desarrollo de innumerables hiptesis de poblamiento que, en el fondo, han contribuido, en muy buena medida, a enredar el tan controvertido tema de la primera colonizacin insular. Y lo verdaderamente significativo es que la gran mayora de los juicios emitidos sobre este particular en la tradicin historiogrfica precedente, se efectuaron a partir de discursos y criterios ideogrficos, simblicos y politizados que, por tanto, fueron fruto de la construccin social antes que de las propias evidencias arqueolgicas o empricas. Slo as podemos entender por qu los indgenas canarios pasaron de ser los descendientes de No, a convertirse en los supervivientes de la Atlntida, para luego ser emparentados con los egipcios, celtas, iberos, vndalos, armenios, cananeos, fenicios, libios, romanos y un largo etctera de posibilidades, hasta llegar a transformarse, durante el rgimen franquista, en los representantes insulares de las culturas norteafricanas Ibero-mauritana e Ibero-sahariana. Los referentes identitarios manejados por los distintos autores o agentes histricos, no obstante, tambin implicaron el concurso de la categora o tipo racial, especialmente desde la segunda mitad del siglo XIX en adelante, por lo que los indgenas canarios fueron catalogados, igualmente, a partir de sus similitudes antropolgicas con la raza de Cro-Magnon, con la raza semita, con el tipo Mediterranoide, Armenoide, Nrdico, etc., con todas las implicaciones no exclusivamente arqueolgicas o antropolgicas que de ello se derivaban. En este sentido, y tal y como ha sealado Fernando Estvez (2001: 334), reconstruir el concepto de raza guanche no es hablar de una antigualla decimonnica, es hablar de las interconexiones entre ciencia, poder e ideologa que atraviesan los dos ltimos siglos de la historia canaria. Frente a este panorama maleable, heterogneo y controvertido, la mirada hacia atrs con vistas a recuperar y analizar la documentacin recogida sobre los indgenas en crnicas, relatos de viajes, memorias, primeras historias generales e historiografa, se ha hecho exclusivamente a modo de nuevos relatores, compiladores o eruditos. Nunca se

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ha pretendido buscar una explicacin al por qu de las cambiantes identidades culturales y raciales de los indgenas canarios, al por qu de la vigencia de determinados modelos de poblamiento y, por supuesto, tampoco se ha ahondando en el conocimiento del pensamiento, de las teoras ni de los contextos sociales que dieron sentido a toda esta serie de opiniones vertidas por los distintos agentes histricos. Nunca se ha analizado , en el que se genera la informacin, ni , en el que se asimila y cobra sentido esa informacin (Kuhn, 1990 [1962]: 31). Nunca se ha examinado la forma en que se ha constituido el saber o conocimiento cientfico, ni tampoco cules han sido los a priori histricos y los elementos de positividad sobre los que han podido aparecer las ideas, constituirse las ciencias o formarse las racionalidades (Foucault, 2001 [1966]: 7). Consiguientemente, se ha venido desarrollando una historia narrativa, acrtica y aterica que no ha tenido en cuenta la conexin entre la historia de las estructuras y de las acciones, de los procesos y de las experiencias (Kocka, 2002: 104). Y ello ha implicado, forzosamente, que se obviara sistemticamente el anlisis del discurso precedente1. A partir de este silencio o conocimiento sesgado, se han pretendido ofrecer nuevas respuestas, elaborar nuevos discursos, con vistas a resolver el enigma del primer poblamiento humano de Canarias. A partir de un estado de conocimiento acumulado, pero encubierto, se ha comenzado a desarrollar un nuevo discurso, no tenindose en cuenta, en definitiva, que la realidad es siempre aprehendida mediante las tradiciones culturales establecidas, que los cambios sociales y econmicos no impactan sobre una materia prima humana inerte o sobre una mente en blanco, sino sobre unos individuosEmpleamos aqu el trmino para designar el cuerpo coherente de categoras mediante el cual, en una situacin histrica dada, los individuos aprehenden y conceptualizan la realidad (contempornea o pretrita) -y en particular, la realidad social-, y en funcin del cual desarrollan su prctica. Dicho de otro modo, un discurso es una rejilla conceptual de visibilidad, especificacin y clasificacin, mediante la cual los individuos dotan de significado al contexto social inmediato y confieren sentido a su relacin con l, mediante la cual se conciben y conforman a s mismos como sujetos y agentes y mediante la cual, en consecuencia, regulan su prctica social. En su dimensin histrica, el discurso persigue dotar de significado a las realidades o contextos sociales pretritos, para representar conjuntos de acontecimientos que supuestamente ocurrieron en tiempos pasados. Ello permite entender que en toda sociedad la produccin del discurso est a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto nmero de procedimientos que tienen por funcin dominar el acontecimiento aleatorio y evitar el arraigo de otros discursos disidentes. El discurso, por tanto, no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominacin, sino aquello por lo que, y por medio del cual se lucha. El discurso, en definitiva, es un producto del orden social (Foucault, 2001 [1969]: 70-74; 2002 [1970]: 14-15; White, 1992a: 9; Cabrera, 2001: 51). Cabe sealar aqu, igualmente, que a lo largo de la presente tesis utilizaremos el trmino como sinnimo o equivalente al de , pues consideramos que la disquisicin acerca del primitivo poblamiento de Canarias es una prctica discursiva, integrada por enunciados que dependen de un mismo sistema de formacin y, por tanto, tal prctica discursiva tambin es fruto del orden social.1

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portadores de valores culturales y provistos de un patrimonio simblico acumulado. Las disposiciones culturales, en este sentido, conforman una estructura cognitiva generada por experiencias anteriores y es por medio de este dispositivo simblico heredado que los individuos aprehenden significativamente toda nueva realidad (Cabrera Acosta 2001: 29-33 y 74). Ante este panorama, se hace necesario descifrar, por tanto, cul es el tipo de categoras en las que se basa la comprensin de la realidad, la construccin social del mundo (Hernando, 2002: 41); y cules son los pilares sobre los que se ha sustentado el actual conocimiento cientfico (Kuhn, 1990 [1962]: 31; Althusser, 1999 [1968]: 30). Y ello, obviamente, pasa por insertar los textos histricos en discursos, y por vincular los textos y discursos a sus contextos (White, 1992b: 195). A tenor de lo aqu expuesto, parece evidente que sin el conocimiento de los discursos y de los dispositivos simblicos implcitos en la temtica y problemtica del poblamiento, difcilmente se podr ahondar en nuevas vas de investigacin y difcilmente se podrn resolver problemas aparentemente novedosos pero ya planteados por la investigacin precedente, tal y como se refleja en el desarrollo de esta tesis. En otras palabras, el estado actual de nuestra disciplina no puede ser considerado con independencia de sus etapas anteriores. La arqueologa estudia el pasado desde el presente, pero el arquelogo no debe olvidar que el presente est marcado y condicionado por las investigaciones precedentes, y que el conocimiento arqueolgico de hoy constituir una de las muchas arqueologas pasadas en una o dos dcadas. El propio Celso Martn de Guzmn se encargara de sealar (1997: 29), en este sentido, que sin unos planteamientos tericos previos y sin un marco historiogrfico referencial consecuente, la investigacin arqueolgica, a pesar de la utilizacin de procedimientos tcnicos ms o menos avanzados, poda entrar, sin darse cuenta, en el terreno de la simple erudicin local (insular o regional) y distanciarse de la rbita universal de los conocimientos. Es precisamente por toda esta serie de argumentos aqu aducidos por lo que hemos considerado imprescindible hacer historia de la arqueologa, labor sta en la que ya se ha venido trabajando en el mbito europeo (Daniel, 1986; Trigger, 1992; Schnapp, 1999; Gran-Aymerich, 2001a) y, en particular, en el marco espaol peninsular (Arce & Olmos, 1991; Ayarzagena, 1992; Daz-Andreu & Mora, 1997: 9; Mora & DazAndreu, 1997; Mora, 1998) y balear (Guerrero, 1997). Baste sealar, en este sentido, que ya en otros mbitos de la ciencia se ha demostrado suficientemente la importancia de conocer el pasado de la propia disciplina y el contexto histrico y poltico en que 21

surgieron y se desarrollaron las diversas teoras para comprender el estado actual de la investigacin, pues la ciencia no es algo objetivo y asptico, ni su prctica inocente. Es ms, tal y como ya han sealado Almudena Hernando (1987-88: 41), Daz-Andreu y Mora (1997: 9) o Gran-Aymerich (2001a: 26), habra que destacar una nueva comprensin de la arqueologa como disciplina integrada en un marco histrico global, y por tanto inseparable de los estudios poltico-culturales de cada poca. Por esto, la historia de la arqueologa no se entiende fuera del contexto general de las formas sociales y las ideas de cada momento. Y por supuesto, no perdamos de vista, tal y como ya ha apuntado Gran-Aymerich (2001a: 18), que no por ser del campo de la historiografa, la historia de la arqueologa deja de pertenecer a la epistemologa. Esto implica, por lo tanto, que se puede abordar desde una diversidad de ngulos. Frente a esta realidad aqu descrita, en el mbito canario se han venido desarrollando algunos trabajos que han esbozado breves recorridos histricos por la historia de nuestra investigacin arqueolgica (Gonzlez & Tejera, 1990; Arco et alii, 1992; Navarro, 1997 y Mederos & Escribano, 2002a y 2002b); algunos otros que han insistido en el estudio del entramado institucional decimonnico relacionado con la por entonces naciente arqueologa canaria (Diego, 1982; Ramrez, 1997; Mederos, 1997 y Faria y Tejera, 1998); o bien otros que han abordado el funcionamiento de las Comisaras Provinciales de Excavaciones Arqueolgicas en Canarias, particularmente la de Las Palmas de Gran Canaria (Cuenca et alii, 1988; Ramrez, 2000). No obstante, todas estas aportaciones han obviado el anlisis de los aspectos poltico-culturales de cada poca, a la par que tampoco han tenido en cuenta la influencia que los distintos contextos sociales (insulares y extra-insulares) ejercieron en el desarrollo de la propia investigacin arqueolgica canaria2. En el tema particular que nos atae, el del poblamiento, estos trabajos exceptuando los de Mederos y Escribano- tampoco han abordado monogrficamente la problemtica de la colonizacin insular, si bien debido a que ste no era su objetivo central de estudio. Desde nuestra perspectiva, por consiguiente, consideramos que la historia de la investigacin arqueolgica canaria presenta importantes problemas de fondo. Es ms, creemos igualmente que el ya aludido marco de referencia europeo no puede ni debe desvincularse de la propia historia de la arqueologa canaria, como tampoco el referente norteafricano (Trigger,2

En esta lnea de investigacin que aqu proponemos deben insertarse nuestros trabajos (Farrujia, 2002 y 2003; Farrujia & Arco, 2002a y 2002b, as como otro en prensa), los cuales han sido resultado directo del desarrollo de la presente tesis doctoral.

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1990; Sheppard, 1990; Pouillon, 1993; Haoui, 1993; Camps, 1998; Sibeud, 2001), pues no perdamos de vista que la historia de Canarias no puede entenderse sin una referencia inexcusable y permanente a sus relaciones internacionales. Pinsese que nos encontramos, como elemento de partida, con la internacionalizacin del conflicto por la conquista de las islas y su dominio en el siglo XV, para, acto seguido, asistir a la incorporacin del archipilago a la historia moderna de las colonizaciones europeas hacia los confines de frica y el Atlntico, acentundose en siglos posteriores el papel de la islas en el derrotero de la navegacin atlntica, en general, y americana en particular (Voituriez & Brito, 1984: 37; Hernndez Bravo de Laguna, 1992: 10). Ante estos antecedentes histricos, obviamente, el estudio de la historia de la arqueologa canaria es inabordable, o difcilmente abordable, sin no se tiene en cuenta la relacin entre el centro y la periferia 3. Conscientes de esta vaco analtico, del encubrimiento del discurso precedente que haba dado sentido al tema del poblamiento y, en definitiva, de esta laguna histrica y arqueolgica heredada, el objetivo de nuestra tesis se ha centrado en dar cuerpo a buena parte de estos aspectos. De este modo, hemos pasado a analizar, desde una perspectiva sincrnica y diacrnica, las distintas hiptesis que se han vertido en la tradicin historiogrfica sobre el primer poblamiento humano de Canarias. Ello, obviamente, pasaba por indagar, analizar y hurgar en la gnesis de cada una de estas hiptesis, considerando los respectivos contextos sociales en que se gestaron y la propia historia de la arqueologa canaria. Es decir, hemos procurado sacar a relucir en todo momento cmo se construy el discurso historiogrfico4. Asimismo, hemos intentado

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Segn sostienen Holl (1990: 296) y Trigger (1990: 310-311), no hay duda acerca de cmo la arqueologa y la antropologa desarrollada en frica tras el reparto colonial (Congreso de Berln, 18841885) fue un claro ejemplo del intervencionismo imperialista europeo. En el mbito canario esta realidad tendra sus repercusiones obvias, pues tal y como tendremos ocasin de ejemplificar, seran las aspiraciones anexionistas francesas y alemanas sobre las islas las que, en ltima instancia, acabaran propiciando el desarrollo en la tradicin historiogrfica de un discurso burgus, con claras implicaciones imperialistas, y la consiguiente articulacin de nuevas hiptesis poblacionales. Tngase en cuenta, en relacin con esto que decimos, que durante esta etapa se persigui el establecimiento de una relacin de dependencia de la periferia (Canarias) en relacin con el centro (Europa occidental). Este ejemplo decimonnico aqu trado a colacin no es, sin embargo, un caso aislado, pues, como decimos, la internacionalizacin de las Islas Canarias se retrotrae al siglo XV, aspecto ste que permite volver a hablar para otros perodos de las relaciones entre el centro y la periferia, y por ende, de las repercusiones tericas y prcticas- que estas relaciones tuvieron en la confeccin de los distintos modelos e hiptesis de poblamiento esbozados. En cualquier caso, cabe adelantar aqu que el estudio comparativo de las ideas cientficas demuestra claramente la debilidad de la dicotoma centro-periferia, desde la perspectiva de la difusin de estas ideas, pues las tesis evolucionistas calaron sincrnicamente en Europa y en Canarias. 4 Tal y como han sealado Julio Arstegui (2001: 40) o Jrgen Kocka (2002: 100-104) al respecto, la labor verdaderamente interesante y necesaria en el proceso de investigacin histrica pasa por analizar cmo se construye el discurso historiogrfico. Es a partir del aprendizaje de las tcnicas de construccin

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sacar a la luz el campo epistemolgico o la episteme sobre la que hunden su positividad los conocimientos y, por tanto, averiguar cules han sido las configuraciones que han dado lugar a las diversas formas del conocimiento emprico. No obstante, nuestro estudio se ha efectuado no desde la generalidad de los contenidos vertidos en la tradicin historiogrfica, sino a partir de un anlisis temtico, centrado en la gnesis y evolucin del tema del primitivo poblamiento de Canarias. De ah el ttulo de nuestra tesis: Ab initio. La teorizacin sobre el primitivo poblamiento humano de Canarias. Fuentes etnohistricas, historiografa y arqueologa (1342-1969). Es preciso sealar, en relacin con este ttulo, que a pesar de que los cronistas, etnohistoriadores y relatores tambin forman parte de la historiografa, an siendo anteriores a la misma Historia (Rama, 1981: 7; White, 1992a: 16-18; Arstegui, 2001: 24), hemos considerado oportuno referirnos de forma especfica a las fuentes etnohistricas (integradas en nuestro caso por las crnicas, relatos, memorias y primeras historias generales)5, para resaltar el tipo de literatura histrica que hemos trabajado6. El anlisis de esta tradicin historiogrfica y, por ende, de la inherente construccin discursiva, nos llev, paralela y necesariamente, a la teorizacin del tema objeto de estudio (el primitivo poblamiento humano de Canarias), pues hemos mostrado la forma en que el referido tema se articul y orden, cmo se organiz su investigacin y que medios se escogieron a lo largo del tiempo para la obtencin de las distintas conclusiones. Por lo que respecta al perodo abordado, ste se retrotrae a 1342, ao en que se inician los contactos catalano-mallorquines con las islas, que dan pie, entre otras cosas, al desarrollo de la primera hiptesis sugerida para explicar el primitivo poblamiento humano de Canarias. Dado que se desconoce la fecha exacta en que fue redactado el denominado Testamento de los trece hermanos, fuente en donde creemosdel discurso histrico como se aprende ese mismo discurso, y no al revs; deben aprenderse, ciertamente, los hechos, pero sobre todo cmo se establecieron los hechos. 5 En esta clasificacin de las fuentes etnohistricas canarias seguimos a Jos Juan Jimnez Gonzlez (1998). 6 Entendemos aqu la historiografa, tal y como ha sealado Arstegui Snchez (2001: 24-27), no como sinnimo de reflexin sobre la historia ni como apelativo para la historia de la historia, sino como el hecho de escribir la historia. Historiografa sera la actividad y el producto de la actividad de los historiadores y tambin la disciplina intelectual y acadmica constituida por ellos, lo que quiere decir que la expresin historiografa debe designar la funcin disciplinar de la investigacin y escritura de la historia. Histricamente, por tanto, la historiografa puede recoger la alusin a las diversas formas de escritura de la historia que se han sucedido desde la Antigedad clsica. En este sentido, la Cronstica, por ejemplo, vendra a ser una de las tantas manifestaciones de la historiografa. Cabe sealar, no obstante, que es a mediados del siglo XIX cuando la historiografa se convierte en una disciplina normalizada, coincidiendo con la eclosin de las historias regionales-nacionales, impulsadas por el romanticismo, por la influencia de la filosofa de la historia, por la revalorizacin romntica del pasado y por el desarrollo de

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se recoge tal hiptesis -como tendremos ocasin de argumentar-, el ao de 1342 viene a representar simplemente la fecha que marca el inicio de nuestra investigacin y, por tanto, tal data posee el valor de un terminus post quem. Actualmente, no se conoce ni se conserva ninguna fuente documental que con anterioridad a este ao en cuestin se hiciera eco del origen de los primitivos isleos. La fecha que marca el final del perodo objeto de estudio es 1969, ao en que, como tendremos ocasin de sealar y argumentar, se asiste a la culminacin de una etapa cientfica con la celebracin en Canarias del Simposio Internacional del Hombre de Cro-Magnon; y ao a partir del cual se comienza a vislumbrar un hiatus en relacin con el perodo precedente, motivado por la incorporacin de Manuel Pellicer a la Universidad de La Laguna y por la creacin del Departamento de Arqueologa, Prehistoria y Etnologa en la referida universidad, con las consecuencias que de ello se derivarn para la arqueologa canaria en general, y para el estudio del tema del poblamiento en particular. Tampoco perdamos de vista que es a finales de 1968 cuando el Servicio Nacional de Excavaciones Arqueolgicas es sustituido por la Inspeccin General de Excavaciones Arqueolgicas, lo que implica, a su vez, que los delegados provinciales sean reemplazados por los Consejeros Provinciales de Bellas Artes. Por consiguiente, abarcamos aqu un perodo de casi seis siglos (1342-1969), lapso temporal ste en el que se desarrollan multiplicidad de discursos o hiptesis poblacionales7. Esta perspectiva adoptada a la hora de estudiar el tema del primitivo poblamiento nos ha llevado a desarrollar nuestro trabajo, bsicamente, desde sus cimientos, pues a pesar de que es mucho lo que se ha escrito recientemente en el mbito canario sobre la colonizacin de las islas (Hooton, 1970 [1925]; Wlfel, 1942a y 1950; Jimnez Snchez, 1945a; Diego, 1963 y 1968; Schwidetzky, 1963; lvarez Delgado, 1964 y 1977; Beltrn, 1973; Hernndez Prez, 1980; Navarro, 1983; Martn de Guzmn, 1984; Gonzlez & Tejera, 1990; Atoche, 1992-93; Atoche et alii, 1995; Gonzlez et alii, 1995; Balbn et alii, 1995; Jorge, 1996; Mederos & Escribano, 2002a)8, esta labor se ha efectuado a partir de enfoques bien distintos al nuestro y siendo nula la

una erudicin basada en el anlisis de los documentos (Casanova, 1991: 10-18; Lacomba, 1996: 72; Arstegui, 2001: 34 y 76-98; Pasamar & Peir, 2002: 11-12). 7 En las conclusiones finales recogemos nuestra propuesta de periodizacin sugerida para el marco temporal objeto de estudio. 8 No hacemos aqu un vaciado bibliogrfico exhaustivo puesto que volveremos a insistir sobre este particular en el desarrollo de nuestra tesis.

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preocupacin que se ha mostrado por indagar en los aspectos y vacos aqu enunciados9. Una lnea de investigacin que, sin embargo, se aproxima a la nuestra no slo desde el punto de vista terico sino desde el prctico-, es la desarrollada por el antroplogo Fernando Estvez Gonzlez (1987 y 2001), quien, no obstante, dada su formacin, se centra ms en el anlisis de la problemtica antropolgica antes que en el estudio de las cuestiones arqueolgicas, y cindose al perodo comprendido entre 1750 y 1900. En esta misma lnea deben insertarse los trabajos de Mario Delgado Alonso (1996 y 1998), quien prosigue con la labor iniciada por Estvez, centrndose en el estudio de la problemtica antropolgica canaria de la primera mitad del siglo XX. Esta realidad aqu descrita en relacin con la bibliografa arqueolgica reciente (que, con la salvedad de los trabajos de Estvez Gonzlez y Delgado Alonso, ha marginado el estudio de los discursos subyacentes en el tema del primitivo poblamiento) no implica, por supuesto, su infravaloracin. Por el contrario, y tal y como se podr comprobar a lo largo del desarrollo de nuestra tesis, tan slo pretendemos sacar a relucir cules han sido -desde nuestra perspectiva- los defectos y cules los aciertos de aquellos trabajos publicados con anterioridad a 1969, e incluso durante este mismo ao que, como decimos, marca el lmite final de nuestra investigacin.

I. Sobre las fases heurstica, crtica, hermenutica y arqueolgica en el desarrollo de la tesis doctoral Por lo que respecta al mtodo empleado en la elaboracin de nuestra tesis doctoral, hemos partido, en primer lugar, de un trabajo meramente heurstico, centrado en la bsqueda, conocimiento y recopilacin de las fuentes bibliogrficas, hemerogrficas y documentales. En este sentido, y por lo que respecta a las fuentes bibliogrficas y hemerogrficas, la labor de recopilacin se ha llevado a cabo en la

El desarrollo de nuestra tesis viene a cubrir, en este sentido, uno de los vacos hasta la fecha presentes en la investigacin arqueolgica e historiogrfica canaria, vaco que ya fue enunciado en 1987 por Fernando Estvez al reconocer que la reconstruccin de cmo ha sido abordado este tema (el del poblamiento) a lo largo de cinco siglos de historiografa, arrojara, como resultado inmediato, una compleja red de referencias en un galimatas de autores, fechas y genealogas. Rastrear, por tanto, el de los orgenes en toda la produccin literaria y cientfica obligara a una tarea para la que nadie en la actualidad parece tener el apremio de nuestros viejos historiadores. Por lo dems, un trabajo exegtico tendra un escaso inters ya que lo importante no consiste en destacar la continuidad temtica que es obvia- sino en determinar el papel que la preocupacin por los orgenes ocup en el discurso y la prctica cientfica en los distintos periodos (Estvez, 1987: 163).

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Biblioteca Central de la Universidad de La Laguna y en el Legado Juan lvarez Delgado depositado en ella, en la Biblioteca de la Real Sociedad Econmica de Amigos del Pas de Tenerife, en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, en la del Museo Arqueolgico del Puerto de la Cruz (concretamente en el legado de Luis Diego Cuscoy a esta institucin) y en la de El Museo Canario (Las Palmas de Gran Canaria). En el mbito peninsular, concretamente en Madrid, accedimos a la Biblioteca Nacional, a la Biblioteca de la Real Academia de la Historia y a la Biblioteca del Museo Nacional de Antropologa. En el extranjero, y coincidiendo con nuestra estancia en el Departamento de Arqueologa de la Universidad de Durham (Inglaterra), accedimos a los fondos de la biblioteca de dicha universidad, as como a los de la British Library. La dispersin del material bibliogrfico y hemerogrfico existente sobre la arqueologa canaria, europea y norteafricana, y en particular, sobre el tema del poblamiento de las islas canarias, nos llev, igualmente, a acudir mediante el prstamo interbibliotecario a otra serie de Bibliotecas tanto nacionales como extranjeras. En este sentido, en el mbito nacional se adquirieron fondos procedentes de la Biblioteca de la Universidad Autnoma de Barcelona, de la Biblioteca del Centro de Estudios Histricos y del Instituto de Filologa del C.S.I.C., de la Biblioteca de la Universidad Nacional de Educacin a Distancia, de la Biblioteca General de la Universidad de Valladolid, de la Biblioteca de la Universidad de Santiago de Compostela, de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca, de la Escuela de Estudios rabes (Granada) y de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos (Sevilla). En el extranjero, los fondos adquiridos proceden exclusivamente de Alemania, concretamente de la Biblioteca de la Universidad de Dresden, de la Biblioteca de la Universidad Libre de Berln y de la Biblioteca de la Universidad de Erfurt-Gotha. En el caso de las fuentes documentales, los fondos y archivos consultados fueron el Fondo Ossuna (ubicado temporalmente en el Archivo Histrico Municipal del Ayuntamiento de La Laguna), el Legado Juan lvarez Delgado (conservado en la Biblioteca Central de la Universidad de La Laguna), el Fondo Documental Luis Diego Cuscoy (conservado en el Museo Arqueolgico del Puerto de la Cruz), el Archivo de El Museo Canario, en donde accedimos concretamente al Fondo Gregorio Chil y Naranjo y al Archivo Sebastin Jimnez Snchez, y el Archivo Histrico Diocesano de Tenerife. Por su parte, en el mbito peninsular se accedi al Fondo Documental y al Gabinete de Antigedades de la Real Academia de la Historia. En todos ellos se procedi, bsicamente, a la consulta y vaciado de la correspondencia epistolar relacionada con los 27

autores objeto de estudio, accedindose, igualmente, a toda aquella documentacin que, directa e indirectamente, guardaba relacin con el tema objeto de estudio (estatutos de la Real Academia de la Historia, certificaciones acadmicas, trabajos inditos, documentacin oficial de las Comisaras Provinciales de Excavaciones Arqueolgicas de Canarias, memorias de excavaciones, informes, datos biogrficos, etc.). De forma paralela al desarrollo de esta primera fase eminentemente heurstica se llev a cabo una labor crtica, consistente en la ordenacin de los datos y en la comprobacin de su autenticidad y veracidad (anlisis de la fiabilidad de las fuentes y de su adecuacin). Acto seguido se pas a la fase hermenutica, centrada en la interpretacin de las fuentes bibliogrficas, hemerogrficas y documentales, para lo cual se valoraron las diversas corrientes disciplinares y tericas existentes en el perodo de estudio y, sobre todo, los respectivos contextos sociales en que estas corrientes se gestaron. Ello nos llev tambin a ahondar en el conocimiento de la realidad social, econmica y poltica del perodo abordado. Desde el punto de vista arqueolgico, este proceso de investigacin se complet con diversas salidas de campo llevadas a cabo en Tenerife, Gran Canaria, La Palma y El Hierro; y con el estudio de diversas piezas arqueolgicas ubicadas en la Casa de Ossuna, en El Museo Canario y en el Museo Nacional de Antropologa. Estas piezas en cuestin se estudiaron geolgica, tipolgica y funcionalmente, para, acto seguido, y a partir de la comparacin con otros referentes extra-insulares, delimitar su adscripcin crono-cultural. Una vez desarrollados todos estos pasos previos procedimos a construir nuestro propio discurso. Para ello hemos integrado el tema objeto de estudio en una trama secuencial, cronolgica, presentando una imagen exhaustiva de los elementos de la argumentacin, de las fuentes escritas y de las evidencias arqueolgicas que nos han conducido a determinadas conclusiones. La secuencia temporal estudiada, como ya hemos indicado, abarca un periodo comprendido entre 1342 y 1969.

II. El marco terico: el estructuralismo, la historia sociocultural o nueva historia cultural y el anlisis discursivo foucaultiano En funcin de los diversos aspectos hasta aqu comentados, nuestra tesis doctoral, desde el punto de vista historiogrfico, se aproxima al modelo de anlisis 28

microhistrico (Arstegui, 2001: 160-165). Ello es as porque hemos reducido la escala de observacin a un tema concreto (el primitivo poblamiento humano de las islas) y porque hemos desarrollado un estudio intensivo del material documental. Sin embargo, es precisamente esta escala de observacin microscpica la que nos ha permitido revelar factores y aspectos anteriormente no observados y, por tanto, obviados. Cabe sealar, no obstante, que a diferencia del anlisis microhistrico, nos hemos ocupado igualmente en nuestra tesis doctoral del anlisis de ciertos aspectos ms generales (estudio de los contextos sociales en que se insertan las distintas hiptesis de poblamiento; estudio de la historia de la arqueologa europea, norteafricana y canaria; de la evolucin de la teora arqueolgica, etc.), sin los cuales nuestra aportacin no hubiese cobrado sentido. Hemos procedido igualmente a la recuperacin del sujeto y al estudio de su pensamiento, tal y como sucede en el modelo de anlisis microhistrico, pero a diferencia de este modelo, hemos insertado al sujeto en su contexto social ms inmediato, es decir, en un marco de referencia indispensable. Paralelamente, hemos procedido a reconstituir los sistemas de pensamiento a partir de un conjunto definido de discursos, teniendo en cuenta para ello los espacios en que se despliegan los propios acontecimientos discursivos (Foucault, 2001 [1969]: 44-45), tal y como nos encargaremos de explicar y argumentar en las prximas lneas. Al estudiar la produccin cientfica de los distintos sujetos o autores aqu analizados, nuestro enfoque terico se desmarca -como se podr comprobar- de la historia tradicional, en el sentido de que, tal y como ya ha sealado Julin Casanova (1991: 39-44), o Cabrera Acosta (2001: 21-29) y Arstegui Snchez (2001: 165-169) al definir tericamente la historia sociocultural o nueva historia cultural, no consideramos que los agentes histricos puedan ser considerados como individuos dotados de una conciencia racional autnoma cuyas acciones se explican por las intenciones explcitas que las motivan. Por el contrario, consideramos que la subjetividad no es una creacin racional, sino el reflejo o expresin del contexto social en el que los individuos estn insertos y, por tanto, las causas de las acciones trascienden la voluntad de los agentes. En este sentido, creemos que la subjetividad de los individuos y, en general, la esfera cultural- no es ms que una representacin de su ser social y, en consecuencia, sus acciones estn causalmente determinadas por sus condiciones materiales de existencia y por la posicin que ocupan en las relaciones sociales. Son las relaciones que se entablan en el mbito socioeconmico las que perfilan los intereses objetivos de los individuos y, por tanto, las acciones que stos emprenden obedecen, de manera ms o menos 29

consciente, al propsito de satisfacer dichos intereses. De este modo, y de manera general, las diferentes posiciones que los individuos ocupan en el terreno econmico se traducen en divisiones sociales que, a su vez, cristalizan en formas de conciencia, en identidades, individuales o colectivas, en sistemas de creencias y valores, en cuerpos legales o en instituciones polticas. Por ello, un elemento verdaderamente importante que creemos condiciona la subjetividad de los agentes histricos es el ideolgico, pues las imgenes distorsionadas de la realidad estn en funcin, generalmente, de los intereses materiales, de la orientacin poltica y de la doctrina predominante en cada contexto social. No perdamos de vista, en relacin con esto que aqu comentamos, que tal y como ha sealado Arstegui Snchez (2001: 32-33), la actitud del cronista y despus del historiador han estado mucho tiempo lastradas por la inmaterialidad de lo histrico como hecho puramente cultural y por la subordinacin de su conocimiento a intereses externos. Y ello significa, en suma, que la infraestructura metahistrica lleva implcita una explicacin por implicacin ideolgica (White, 1992a: 9 y 32-38 y 1992b: 76). En base a esta realidad aqu esbozada, concebimos la ideologa, siguiendo a Louis Althusser (1999 [1968]: 47-58) y a Marta Harnecker (1997 [1969]: 102-111), como el conjunto de ideas o creencias que cohesionan a los individuos en sus funciones y en sus relaciones sociales, de ah que las ideologas, como todas las realidades sociales, slo sean inteligibles a travs de su estructura, y no a partir de la forma en que es vivida subjetivamente por tal o cual individuo. Asimismo, la ideologa, al estar hasta tal punto presente en todos los actos de los individuos, implica que todo anlisis inmediato de lo vivido est profundamente marcado por su propia accin. De esta forma, cualquier interpretacin o percepcin de las cosas y del mundo no se da sino bajo la accin deformadora de la ideologa. Pero la ideologa, como hemos referido lneas atrs, no es la que determina el comportamiento de los agentes histricos, sino que es la forma en que estos participan en la produccin de bienes materiales la que determina sus pensamientos y acciones. Ello no quiere decir, sin embargo, que lo ideolgico pueda reducirse simplemente a lo econmico. Por el contrario, el producto ideolgico es el resultado de dos tipos de determinaciones: una interna a la estructura ideolgica misma (la tendencia ideolgica legada por el periodo anterior) y otra externa (jurdico-poltica y econmica)10.10

Cada nuevo periodo histrico (marcado por una nueva determinacin econmica) se encuentra frente a una materia ideolgica legada por el periodo histrico anterior y es sobre esta materia sobre la que acta

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Desde el punto de vista del contenido, la ideologa est integrada por el sistema de ideas-representaciones sociales (las ideologas en sentido restringido) y el sistema de actitudes-comportamientos sociales (las costumbres). En la presente tesis, no obstante, nos ocuparemos solamente del anlisis del denominado sistema de ideasrepresentaciones sociales, es decir, del sistema que abarca las ideas polticas, morales, religiosas, estticas y filosficas de los individuos de una sociedad determinada. En el periodo objeto de estudio (1342-1969), y tal y como tendremos ocasin de reflejar, tales ideas se dan bajo la forma de diversas representaciones del mundo y, por ende, tales ideas condicionan, a su vez, las representaciones de la propia realidad indgena canaria (en nuestro caso, la raigambre y procedencia de los primeros pobladores de las islas). Estas representaciones, por tanto, no son objetivas ni cientficas, simplemente estn llenas de elementos imaginarios, de forma que ms que describir una realidad, expresan deseos, esperanzas, nostalgias. Las ideologas, no obstante, pueden contener elementos de conocimiento, pero tal y como reflejaremos aqu, en la mayor parte de ellas predominan los elementos que tienen una funcin de adaptacin a la realidad. Es decir, las ideologas tericas (conscientes, reflexivas y sistematizadas) pueden contener elementos de tipo cientfico, pero como estos elementos estn integrados en una estructura de tipo ideolgico, slo logran dar conocimientos parciales que se ven deformados o limitados por su situacin dentro de esta estructura (Althusser, 1999 [1968]: 33-34; Kuhn, 1990 [1962]: 33-51; White, 1992b: 76 y 199; Harnecker, 1997 [1969]: 106). Slo as se entiende que entre los siglos XIV y mediados del XIX, y coincidiendo con el predominio del integrismo catlico y de la inherente cosmovisin judeo-cristiana asociada a l, los indgenas canarios fuesen concebidos como los descendientes de las tribus de Israel, siendo relacionados con No, con Jafet, con los cananeos, etc., aunque sin negarse su procedencia norteafricana; o que con posterioridad, y al asistirse a la eclosin de otras realidades ideolgicas tericas bien distintas, los indgenas canarios fuesen concebidos bajo otros enfoques igualmente imaginarios y condicionados por el sistema de las ideas-representaciones sociales, pero sin llegar a cuestionarse la presencia en las islas de elementos culturales lbicos y bereberes.la nueva determinacin econmica. En este sentido, son las condiciones econmicas las que crean las condiciones materiales objetivas que sirven de base a la toma de conciencia de la sociedad. Pero en ningn momento la conciencia de clase o ideologa es un simple reflejo de las condiciones econmicas. Para que el proletariado y la burguesa descubran sus verdaderos intereses de clase, es decir, para que adquieran una conciencia de clase, es necesaria la intervencin de factores extraeconmicos.

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A partir de esta base aqu expuesta, el estructuralismo creemos que puede constituir una alternativa vlida desde la que desarrollar nuestro anlisis, pues la investigacin acerca de la primera colonizacin insular, a partir de una ptica estructuralista, pone de manifiesto la existencia de unas reglas en la construccin de las hiptesis de poblamiento, que pueden ser aisladas; permite definir unos elementos recurrentes (tericos y prcticos), con sus formas de oposicin y sus criterios de individualizacin; y permite establecer tambin unas leyes de construccin y unas reglas de transformacin. No obstante, mientras que para algunas tendencias estructuralistas lo fundamental es comprender que lo histrico, la accin y el cambio residen en las estructuras sociales, y que el sujeto histrico o el agente es siempre un colectivo; para nosotros tal sujeto histrico tambin sigue constituyendo siempre un colectivo, slo que entendemos a la sociedad como un proceso o confrontacin dialctica entre estructuras y accin social. Es decir, la sociedad se configura a travs de la accin eficiente de los sujetos sociales y se objetiva en las estructuras, por lo que se hace necesario comprender la relacin entre las estructuras y los procesos, por una parte, y las acciones y las experiencias, por otra. Partiendo de esta base, consideramos que las circunstancias y las condiciones, los procesos y los desarrollos supraindividuales se hallan en un primer plano, por delante de los acontecimientos y las personas particulares. Por ello es imprescindible prestar atencin a los contextos histricos, a los mrgenes de actuacin, a las posibilidades de las experiencias y a las acciones humanas en la historia, es decir, a los fenmenos colectivos. Slo as parece posible comprender el proceso histrico en su totalidad, en un contexto tanto sincrnico como diacrnico, y slo as parece viable el conocimiento de las relaciones globales entre economa, sociedad, poltica y cultura (Althusser, 1999 [1968]: 34; Casanova, 1991: 44-45 y 59-60; Arstegui, 2001: 161 y 208; Kocka, 2002: 71-74). En el caso concreto del mbito cultural, consideramos que existe una cierta coherencia entre todos los sistemas o los niveles en los que se expresa una cultura (social, econmico, material, tecnolgico, lingstico, etc.), porque la cultura est estructurada; o lo que es lo mismo, est atravesada por un orden de significacin que se expresa en todos y cada uno de esos niveles. Es decir, el estructuralismo quita importancia al individuo como agente de cultura. l es una expresin de la estructura vigente en cada momento, puesto que la subjetividad de un individuo es expresin de la estructura que le da forma; no es importante la subjetividad individual, sino la colectiva o social. Y sta se puede estudiar cientficamente, objetivamente, porque no se trata de 32

un hecho psicolgico, sino de la estructura cultural (Althusser, 1999 [1968]: 52; Foucault, 2001 [1969]: 16; Lvi-Strauss, 1990 [1973]: 15; White, H., 1992b: 28-29; Hernando, 2002: 43; Kocka, 2002: 73). No obstante, esta estructura no es material ni visible, por lo que se hace necesario descifrar los cdigos de sentido de los grupos humanos, y es aqu donde cobra importancia el discurso. Es decir, se hace preciso insistir en las dimensiones socioculturales de todo movimiento histrico, privilegiando el significado de construccin simblica o de representacin de la realidad que toda accin representa. A tenor de lo aqu expuesto, nuestra concepcin terica de la historia se integra dentro de la tendencia estructuralista de la historia sociocultural o nueva historia cultural, posicionamiento que hacemos arrancar a partir de las convicciones bsicas del estructuralismo: el proceso histrico se entiende a partir del anlisis de los fenmenos colectivos, y la subjetividad, al estar determinada culturalmente, puede estudiarse objetivamente, por lo que el sujeto no desempea el papel ms destacado en la investigacin. Cabe sealar, en relacin con esta concepcin terica, que tal y como han apuntado Julio Arstegui (2001: 156 y 166) o Jrgen Kocka (2002: 73), el desarrollo de tendencias histricas como la historia sociocultural no viene a representar el fin de las historias de signo estructural. Es ms, esta lnea historiogrfica tiene una posicin proclive a globalizar sus visiones y trascender tanto a la vieja historia cultural, que era historia intelectual sobre todo, como a la historia social que era por su parte historia estructural. En este sentido, la historia estructural es un enfoque de la historia que puede ser aplicado a todos los mbitos de la realidad histrica: al mbito de lo social, al de lo poltico, al desarrollo econmico y al campo de las ideas y de la cultura. A partir de esta concepcin estructuralista de la historia, para nosotros es una obviedad emprica que la realidad social impone lmites a la accin, que toda prctica est socialmente situada y constreida por determinados factores y que el contexto social presiona continuamente sobre los individuos y los fuerza a actuar. Es evidente, asimismo, que ese contexto delimita el campo de posibilidades de la accin (y, por tanto, excluye ciertas acciones), que es el marco referencial de las decisiones y elecciones y que proporciona a los agentes sus recursos materiales, culturales u organizacionales. Sin embargo, y siguiendo a Michel Foucault (2002 [1970]: 53) y a Miguel ngel Cabrera (2001: 147-159), no consideramos que el contexto social proporcione a los agentes ni las categoras ni los significados en que stos fundan sus acciones. Es decir, que aunque las condiciones sociales constrien, determinan, 33

habilitan, limitan, influyen en o simplemente afectan a las acciones, slo lo hacen en el plano material o fsico, no en el plano significativo. Es el discurso o la matriz discursiva, en ltima instancia, la que ejerce la presin o determinacin del contexto social sobre la prctica; es la mediacin discursiva la que confiere las categoras y los significados en que los agentes histricos fundan sus acciones. A partir de este modelo terico, y tal y como ya hemos sealado en pginas precedentes, nos hemos propuesto analizar los discursos que han dado sentido a las distintas hiptesis poblacionales presentes en la tradicin historiogrfica canaria. Para ello hemos seguido un posicionamiento bsicamente foucaultiano (Foucault, 2001 [1966]; 2001 [1969] y 2002 [1970]; White, 1992a: 15). Es decir, hemos efectuado el anlisis de cada discurso desde la interioridad y desde la exterioridad. Hemos ido del discurso hacia su ncleo interior y oculto, hacia el corazn de los pensamientos o de las significaciones que se manifiestan en l (interioridad); a la par que, a partir del discurso mismo, de su aparicin y de su regularidad, hemos ido hacia sus condiciones externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la serie aleatoria de esos acontecimientos y que fija los lmites (exterioridad), para dar cuenta de la posible cientificidad discursiva. Es decir, hemos procedido al estudio sincrnico de los efectos constitutivos de los discursos y al anlisis de su viabilidad cientfica. La extensin del perodo abordado (aproximadamente seis siglos), nos ha llevado a centrar nuestros esfuerzos, igualmente, en el estudio diacrnico de la gnesis y mecanismos de cambio de los discursos. El anlisis sincrnico nos ha permitido sacar a relucir cmo y por qu surgen y predominan determinados discursos en las distintas hiptesis de poblamiento esbozadas, y este anlisis, obviamente, no puede desligarse de la consideracin del propio contexto socio-histrico en el que se gesta el universo mental colectivo, ni de la valoracin de la realidad arqueolgica conocida en cada poca. En este mismo plano sincrnico tambin hemos sacado a relucir cmo y por qu coexisten determinadas formaciones discursivas. Cabe sealar que empleamos aqu este concepto de formacin discursiva, siguiendo el modelo de Foucault (2001 [1969]: 62-74), para referirnos a aquellos discursos o hiptesis de poblamiento que comparten un conjunto de caractersticas o enunciados afines (modelo terico, temtica, referentes identitarios, etc.). La formacin discursiva, a su vez, refleja las condiciones de existencia y coexistencia del discurso en cuestin, pues no perdamos de vista que las reglas de formacin, es decir, las condiciones a que estn sometidos los distintos elementos que integran el discurso (tema, conceptos, identidades, evidencias arqueolgicas o antropolgicas barajadas, 34

etc.), son fruto de una ideologa, de unos intereses, de una teora, etc. Asimismo, las condiciones precisas para que surja un objeto de discurso (en nuestro caso, el tema del poblamiento), para que se pueda decir algo de l, dependen de las relaciones que se establecen entre instituciones, procesos econmicos y sociales, formas de comportamiento, sistemas de normas, tipos de clasificacin y modos de caracterizacin. Y ello significa que estas relaciones, por tanto, no estn presentes en el objeto de discurso, son externas a l11. En el caso concreto de las evidencias arqueolgicas y antropolgicas, ser a partir de la segunda mitad del siglo XIX cuando stas pasen a formar parte de los discursos o hiptesis poblacionales en calidad de nuevos elementos discursivos. No obstante, ello no significar el desarrollo de discursos ms arqueogrficos en detrimento de los ideogrficos, tal y como tendremos ocasin de ejemplificar. El anlisis diacrnico de los discursos, por su parte, nos ha permitido explicar qu factores han incidido en la sustitucin de unos discursos por otros y de unas formaciones discursivas por otras, algo que, como se podr comprobar, ir acompaado de la pertinente renovacin de los modelos tericos asociados a la concepcin de la historia. Resulta obvio, en este sentido, que los cambios cientficos pasan por el rechazo, por parte de la comunidad, de un modelo terico antes reconocido, para adoptar otro modelo incompatible con el anterior. Y estos cambios tericos, obviamente, pasan a su vez, necesariamente, por la transformacin de los contextos sociales en que se lleva a cabo el propio trabajo cientfico (Kuhn, 1990 [1962]: 28). Slo as es posible entender por qu es la cosmovisin judeo-cristiana la que predomina en las hiptesis de poblamiento esbozadas entre los siglos XIV y mediados del XIX; por qu poco a poco es el modelo evolucionista el que arraiga, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, entre los sectores burgueses ms liberales de la sociedad; y por qu, en definitiva, este modelo terico evolucionista es sustituido por el historicismo cultural para dar sentido a las hiptesis poblacionales formuladas durante el rgimen franquista. Cabe sealar, no obstante, que la sustitucin de unos discursos por otros y de unas11

A pesar de que esta escala o mtodo de anlisis foucaultiano aqu esbozado ha sido criticado por Hayden White (1992b: 123-154), lo cierto es que tal mtodo es prcticamente afn al propuesto por el propio White (1992a), pues para este autor, la obra histrica presenta una teora formal en la que se distinguen dos planos. Por un lado, el de las llamadas dimensiones manifiestas (epistemolgicas, estticas y morales), que permiten una clasificacin de la produccin histrica en escuelas y corrientes. Y por otro lado, el de las sanciones implcitas y precrticas, que constituye un nivel ms profundo, ms consciente, en el cual el pensador selecciona estrategias conceptuales, lingsticas y estructurales (que son fruto igualmente de una teora, de una ideologa, de unos intereses, etc.) mediante las cuales explica o representa sus datos.

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formaciones discursivas por otras, no implica el surgimiento de todo un mundo nuevo de enunciados. Por el contrario, y tal y como tendremos ocasin de argumentar, no todos los elementos que integran los enunciados (modelo terico, referentes identitarios, etc.) desaparecern con el paso del tiempo, realidad esta que permite explicar el arraigo de determinadas hiptesis de poblamiento. La constatacin de este hecho nos ha llevado a explicar, a su vez, cules son los motivos que justifican esas permanencias o repeticiones. Es decir, siguiendo el modelo foucaultiano (Foucault, 2001 [1969]: 45-58), hemos enfocado el anlisis del campo discursivo determinando los distintos enunciados tericos y las condiciones de su existencia, fijando los lmites cronolgicos y la persistencia de cada discurso, y estableciendo las correlaciones con otros discursos con los que podan existir vnculos o bien, mostrando qu otras formas de discurso se excluyeron. A partir de estas dos escalas de anlisis aqu barajadas, sincrnica y diacrnica, hemos podido sacar a relucir igualmente cul fue la aceptacin o rechazo suscitado por las distintas hiptesis de poblamiento entre los intelectuales, eruditos, arquelogos e historiadores receptores de las mismas. Y esta labor ha permitido reflejar, a su vez, cules fueron los factores que incidieron en la aceptacin de determinados modelos de poblamiento, y cules los aspectos que propiciaron el rechazo de otros modelos. Asimismo, ambas escalas de anlisis tambin nos han permitido observar cmo las distintas hiptesis poblacionales vertidas durante el periodo objeto de estudio estuvieron condicionadas por las tradiciones culturales establecidas o dominantes en cada contexto social. Es preciso destacar en este sentido, en relacin con el papel desempeado por la cultura, que no consideramos que sta sea una simple funcin de lo material, sino por el contrario, creemos que se trata de un ente que interacta con las expectativas socioeconmicas de las personas; la conexin entre estructura social y accin consciente es de interaccin mutua o dialctica. La cultura, por tanto, desempea una funcin activa en la constitucin de la identidad y en la configuracin de la prctica y de las relaciones sociales, pues no perdamos de vista, como ya hemos sealado lneas atrs, que la realidad es siempre aprehendida mediante las tradiciones culturales establecidas. Los cambios sociales y econmicos no impactan sobre una materia prima humana inerte o sobre una mente en blanco, sino sobre unos individuos portadores de valores culturales y provistos de un patrimonio simblico acumulado. De esta manera, al estudiar las distintas hiptesis poblacionales no debemos buscar para la prctica totalidad de ellas un trasfondo emprico o arqueolgico, realidad sta inferible, en 36

cualquier caso, a partir del escaso o nulo- carcter arqueogrfico que presentan la mayora de las argumentaciones. Nuestra labor, en este sentido, se ha centrado en analizar toda aquella serie de factores que, en ltima instancia, acabaron incidiendo en el desarrollo de estas hiptesis de corte positivista e ideogrfico. Ello nos ha permitido reflejar que los cambios discursivos, parafraseando a Cabrera Acosta (2001: 74) no deben ser interpretados en trminos de progreso epistemolgico, esto es, de creciente adecuacin terica o representacional de la realidad, sino, por el contrario, en trminos de ajuste intertextual. En conexin con la cultura, otro aspecto verdaderamente importante e ineludible en el desarrollo de nuestra tesis lo representa, precisamente, el concepto de identidad, el cual, como decimos, est condicionado por la propia cultura. El protagonismo que este concepto cobra en nuestra investigacin encuentra razn de ser en un hecho bien revelador: nuestro estudio del primitivo poblamiento de las islas nos ha llevado a revisar y explicar la raigambre o el origen propuesto para los indgenas canarios en la tradicin historiogrfica preexistente, labor sta que nos ha permitido sacar a relucir el carcter maleable del concepto de identidad, tal y como ya hemos indicado al principio de esta introduccin. Consideramos, por ello, que la identidad no es un atributo natural, sino una construccin social y por ende cultural-, una imagen histrica que cambia en funcin de las circunstancias sociales y que permite mediar en las relaciones entre los individuos y las comunidades. Su percepcin est en la base del mito, de la religin, de la ciencia y de la filosofa. Y la propia percepcin de la identidad, por su parte, es tambin la base de la praxis social, de esa manipulacin de la identidad que permite al grupo social, primero, identificarse como unidad y, a continuacin, dispersarse en una jerarqua de agrupaciones ms o menos diferentes (Foucault, 2001 [1969]: 74-75; White, H., 1992b: 134; Shennan, 1994: 6-7; Lacomba, 1996: 71; Banks, 1996: 10; Tierny, 1996: 17-20; Kellas, 1998; Smith, 1979 y 2001; Cabrera, 2001: 111-113; Hernando, 2002: 49-63). Esta realidad explica, sobremanera, que durante el perodo aqu analizado hayamos podido constatar cmo la identidad de los indgenas canarios ha estado sometida a mltiples mutaciones. Es decir, parece indudable que los objetos simblicos de identidades (procedencia o filiacin de los indgenas canarios) no preexisten a las identidades, sino que ambos, objetos e identidades, se constituyen simultneamente en el mismo proceso de articulacin del contexto social (Foucault, 2001 [1969]: 74-75 y Cabrera Acosta, 2001: 115). En el caso que aqu nos atae, la identidad vendr definida por mltiples referentes identitarios (raza, nacin, 37

procedencia, cultura, etnia, etc.), los cuales cobrarn mayor o menor protagonismo en funcin del carcter discursivo y de las premisas terico-metodolgicas que le dan sentido a ste. Es decir, el anlisis diacrnico de los discursos nos ha permitido constatar cmo los referentes identitarios empleados no son estticos; varan a lo largo del tiempo en funcin de los intereses que se persiguen con el discurso y de las premisas tericas que subyacen en el propio discurso. Nuestra concepcin sociocultural del poder, que parte de la base de que la dominacin poltica se realiza y se hace efectiva en el terreno simblico (Banks, 1996: 6; Smith, 2001), nos ha permitido constatar, a su vez, cmo las distintas hiptesis poblacionales fueron instrumentalizadas polticamente, por parte de sus responsables directos, con vistas a satisfacer determinados intereses materiales12. Aqu, como se ver, juega un papel verdaderamente crucial el concepto de identidad, pues ste viene a ser, como decimos, una creacin, social, ideolgica, y por tanto . Tngase en cuenta que el poder no implica slo relaciones de fuerza econmicas y sociales, sino, adems, relaciones de fuerzas simblicas. No obstante, y tal y como ha sealado Cabrera Acosta (2001: 32-33), ello no significa que las relaciones de poder sean una convencin intersubjetiva, sin correlacin alguna con las divisiones sociales. Lo nico que significa es que la lucha por imponer una imagen particular del mundo y fundar en ella unas determinadas relaciones de dominacin es un proceso histrico que trasciende el funcionamiento de la estructura social y requiere de la participacin significante de los individuos. En relacin con el anlisis de la identidad, es preciso sealar, adems, que el hecho de que posiciones sociales similares generen formas de identidades diferentes no debe interpretarse como una anomala, sino simplemente como una consecuencia de que dichas posiciones sociales han sido articuladas mediante patrones discursivos diferentes. Slo as podremos entender que dos autores contemporneos como Manuel de Ossuna y12

Entendemos aqu la poltica como una representacin de intereses e identidades sociales. Por tanto, cuando hablamos de la instrumentalizacin poltica del discurso nos referimos al control social y de imposicin ideolgica que se persigue con la prctica discursiva en cuestin. Es decir, el poder poltico es ejercido mediante el discurso y mediante la exclusin de otros discursos, a la par que determinadas prcticas discursivas persisten porque contribuyen a establecer posiciones de poder, estatus y control social (Foucault, 2002 [1970]: 14; Wylie, 1983:124). La historia, en este sentido, es una expresin de identidad y por ello ha tenido siempre una funcin subordinada: al poder, a las ideologas sociales, polticas o religiosas; su conocimiento ha estado ligado a la elite dominante, a la nacin o al Estado. Al no ser un conocimiento desinteresado difcilmente ha podido ser un conocimiento terico (White, H., 1992b: 75-101; Arstegui, 2001: 32). La manipulacin de la historia, en definitiva, comienza por la propia administracin de la memoria o del olvido, por la proyeccin focal de la memoria hacia unos determinados temas, personajes o pocas, y en el caso que nos atae, esta realidad ser una constante.

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Van den Heede (aristcrata) y Gregorio Chil y Naranjo (burgus), acabaran entroncando a los indgenas canarios con la raza semita y con la de Cro-Magnon, respectivamente, (aunque bien es cierto que ambos, en el fondo, compartieron una misma concepcin vindicativa de los indgenas); y slo as podremos entender que los distintos autores burgueses europeos de finales del siglo XIX vincularan a los indgenas con mbitos de referencia dispares: los autores franceses (Berthelot, Quatrefages o Verneau) con el rea francesa, a partir de la raza de Cro-magnon; y los autores alemanes (Lher, Meyer o Luschan) con el rea alemana, a partir de la raza aria. En relacin con el trmino aqu empleado, cabe sealar que a lo largo de la presente tesis haremos uso de l, siguiendo a Kocka (2002: 108-114), para referirnos al grupo social integrado por comerciantes, capitalistas, cientficos, mdicos, profesores de universidades, intelectuales, hombres y mujeres de letras, acadmicos, burcratas, oficiales del ejrcito y otros profesionales. Quedan excluidos de este grupo, por tanto, los campesinos y los nobles o aristcratas. No obstante, y tal y como tendremos ocasin de sealar y matizar en algunos apartados de la tesis, durante el perodo comprendido entre el siglo XVII y finales del XIX no puede establecerse una clara distincin entre burgueses y nobles o aristcratas, pues ambos compartieron unos mismos intereses, un cierto grado de conciencia y unas ideologas comunes. La burguesa y la aristocracia, en este sentido, se constituyeron como una formacin social que englob a personajes de ocupaciones, sectores y posiciones diversas. En el caso que a nosotros atae, tngase en cuenta, adems, que la participacin plena en las prcticas de la cultura burguesa (por ejemplo, en la construccin de una historiografa burguesa preocupada por el estudio del primer poblamiento de las islas) requera un estatus econmico seguro, bastante superior al mnimo de subsistencia: medios, espacio y tiempo. Y ello propici que fuese una amplia minora de la poblacin burguesa canaria (y europea) la que se implicara en estas tareas historiogrficas. A partir del siglo XIX, sin embargo, esta amplia minora experimentar una tendencia al alza, pues es precisamente a lo largo de esta centuria cuando, a raz de la industrializacin, se asiste al vertiginoso ascenso de la burguesa (Kocka, 2002: 270). En el mbito canario ser tambin la incidencia de los factores de orden econmico (crisis o auge de determinados cultivos, instauracin de los Puertos Francos, relanzamiento de la actividad mercantil, etc.) la que desencadene la configuracin y consolidacin de una economa capitalista, convirtiendo a la burguesa (terrateniente y comercial) en el bloque social dominante (Surez, 1995: 434-438). Y esta coyuntura, obviamente, ser la principal responsable de los cambios acaecidos paralelamente en las 39

estructuras mentales, y ser la que de