6.BONET 2012 La Cooperación Cultural Iberoamericana en La Encrucijada

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 Ref. Bibliográfica: BONET, L. (2012) “La cooperación cultural iberoamericana en la encrucijada: papel y retos”, Cuadernos de Observación en Gestión y Políticas Culturales. Serie del Boletín de Gestión Cultural, 1: 85-94. La cooperación cultural iberoamericana en la encrucijada: papel  y retos Lluís Bonet Agustí 1  Finalidades, disfunciones y asimetrías La cooperación internacional en el ámbito de la cultura es una práctica de para-diplomacia con amplias y viejas raíces en las relaciones intergubernamentales. Desde el año 1966, cuenta con un marco normativo internacional explícito aprobada en el seno de la UNESCO, la Declaración de Principios de la Cooperación Cultural Internacional, que establecía entre sus fines la difusión del conocimiento, el desarrollo de las relaciones de amistad entre los pueblos, la mejora de las condiciones de vida espiritual del hombre y el facilitar un mejor acceso al saber, las artes y las letras de todos los pueblos. Dicha declaración ha sido ampliamente desarrollada a lo largo del último medio siglo en un gran número de acuerdos bilaterales y multilaterales de cooperación, que han ampliado los fines y dado cobertura a una praxis de cooperación que va mucho más allá de la relación entre gobiernos soberanos. En todo caso, más allá de las loables finalidades que figuran en los acuerdos formales, la mayoría de gobiernos con recursos y políticas explícitas de cooperación cultural persiguen también objetivos extrínsecos más pragmáticos e instrumentales, con un claro sesgo de orden  político y económico. Entre ellos, destacan: asentar el prestigio internacional del país; afianzar alianzas bilaterales, regionales o globales para conseguir fines políticos extra-culturales; ampli ar o consolidar mercados externos; obtener tratos privilegiados en inversiones u otras acciones tácticas o estratégicas; o afianzar el orgullo nacional con presencia en eventos o países emblemáticos. Este segundo tipo de objetivos, que a veces se mezclan con las finalidades intrínsecas de tipo cultural o aquellas dirigidas a la ayuda al desarrollo, distorsionan la praxis de muchos proyectos de cooperación cultural, en especial de aquellos diseñados o financiados directamente por organismos gubernamentales. Los gobiernos usan la diplomacia cultural –estrategia que engloba no solo la cooperación cultural sino el conjunto de la acción gubernamental exterior en el campo de la cultura– para reducir tensiones o conflictos, favorecer la buena vecindad, fomentar un clima de colaboración o de intercambio de favores, y conseguir objetivos de interés mutuo, entre otras finalidades. En este ámbito, es importante distinguir entre los verdaderos proyectos de cooperación cultural, de carácter horizontal por principio etimológico, de otras estrategias que bajo dicha denominación esconden una intención más pragmática e instrumental. Una diplomacia soft  que  pretende fortalecer la posición de los intereses de un país a t ravés de estrategias de marca o de fomento de la difusión cultural en regiones consideradas estratégicas. Cuando este tipo de para-  1 Director del programa de Gestión Cultural. Universidad de Barcelona.

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Manual de Cooperación Internacional

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  • Ref. Bibliogrfica: BONET, L. (2012) La cooperacin cultural iberoamericana en la encrucijada: papel y retos, Cuadernos de Observacin en Gestin y Polticas Culturales. Serie del Boletn de Gestin Cultural, 1: 85-94.

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    Llus Bonet Agust1 Finalidades, disfunciones y asimetras La cooperacin internacional en el mbito de la cultura es una prctica de para-diplomacia con amplias y viejas races en las relaciones intergubernamentales. Desde el ao 1966, cuenta con un marco normativo internacional explcito aprobada en el seno de la UNESCO, la Declaracin de Principios de la Cooperacin Cultural Internacional, que estableca entre sus fines la difusin del conocimiento, el desarrollo de las relaciones de amistad entre los pueblos, la mejora de las condiciones de vida espiritual del hombre y el facilitar un mejor acceso al saber, las artes y las letras de todos los pueblos. Dicha declaracin ha sido ampliamente desarrollada a lo largo del ltimo medio siglo en un gran nmero de acuerdos bilaterales y multilaterales de cooperacin, que han ampliado los fines y dado cobertura a una praxis de cooperacin que va mucho ms all de la relacin entre gobiernos soberanos. En todo caso, ms all de las loables finalidades que figuran en los acuerdos formales, la mayora de gobiernos con recursos y polticas explcitas de cooperacin cultural persiguen tambin objetivos extrnsecos ms pragmticos e instrumentales, con un claro sesgo de orden poltico y econmico. Entre ellos, destacan: asentar el prestigio internacional del pas; afianzar alianzas bilaterales, regionales o globales para conseguir fines polticos extra-culturales; ampliar o consolidar mercados externos; obtener tratos privilegiados en inversiones u otras acciones tcticas o estratgicas; o afianzar el orgullo nacional con presencia en eventos o pases emblemticos. Este segundo tipo de objetivos, que a veces se mezclan con las finalidades intrnsecas de tipo cultural o aquellas dirigidas a la ayuda al desarrollo, distorsionan la praxis de muchos proyectos de cooperacin cultural, en especial de aquellos diseados o financiados directamente por organismos gubernamentales. Los gobiernos usan la diplomacia cultural estrategia que engloba no solo la cooperacin cultural sino el conjunto de la accin gubernamental exterior en el campo de la cultura para reducir tensiones o conflictos, favorecer la buena vecindad, fomentar un clima de colaboracin o de intercambio de favores, y conseguir objetivos de inters mutuo, entre otras finalidades. En este mbito, es importante distinguir entre los verdaderos proyectos de cooperacin cultural, de carcter horizontal por principio etimolgico, de otras estrategias que bajo dicha denominacin esconden una intencin ms pragmtica e instrumental. Una diplomacia soft que pretende fortalecer la posicin de los intereses de un pas a travs de estrategias de marca o de fomento de la difusin cultural en regiones consideradas estratgicas. Cuando este tipo de para-

    1 Director del programa de Gestin Cultural. Universidad de Barcelona.

  • diplomacia impera sobre la cooperacin entre iguales (situacin muy habitual) los gobiernos y otros agentes influyentes de su entorno (grandes empresas, fundaciones u otros grupos de presin) procedentes de los pases ms ricos organizan en determinadas ciudades y pases exposiciones, conciertos, jornadas u otro tipo de actividades culturales. Todo ello, evidentemente, con el beneplcito de los gobiernos receptores y la colaboracin de agentes locales. Ciertamente, no hay nada malo en el uso diplomtico de la cultura o en las estrategias de difusin, pues ampliar la oferta cultural con productos externos de calidad dilata el campo de referentes de las audiencias y de los creadores locales. La cuestin est en si es correcto englobar dichas actividades en el concepto ms preciso de cooperacin cultural internacional y, en particular, utilizar para su financiacin fondos catalogados como parte de la cooperacin al desarrollo. La difusin cultural deja bastante menos huella que la coproduccin u otras formas de cooperacin ms comprometidas, pues permite el disfrute pero no otorga capacidad protagnica a los actores y a las expresiones artsticas y patrimoniales locales. Desde una perspectiva de coste de oportunidad y coste beneficio, el impacto de la difusin cultural sobre el desarrollo social, cultural y humano del pas destinatario es bastante menor que el impulso a proyectos de cooperacin y autogestin cultural. Adems, los programas de difusin rara vez financian con importes equivalentes los flujos de obras y artistas en ambos sentidos, con lo que la cultura del pas con mayores recursos financieros consigue afianzar mejor su imagen gracias a una mayor capacidad de divulgacin e impacto meditico. Por dicha razn, a pesar que muchos de estos programas se consensuen en el seno de los acuerdos gubernamentales de cooperacin cultural bilateral, la asimetra poltica, econmica y simblica heredada en lugar de reducirse se amplia. As pues, detrs de muchos discursos que loan el enriquecimiento mutuo que comporta la difusin cultural existe una notable dosis de hipocresa social. La cooperacin cultural: columna vertebral del desarrollo La cooperacin internacional entre organizaciones y profesionales del mbito cultural no solo tiene mucho mayor impacto, sino que acostumbra a ir bastante ms all de la cooperacin gubernamental. Sus motivaciones u objetivos pueden ser mltiples, pero en general estn mucho ms cerca de la lgica cultural y del apoyo al desarrollo. Entre ellos destacan: el conocimiento y enriquecimiento mutuo; la difusin de expresiones artsticas y patrimoniales externas; el inters de artistas y profesionales para conocer ms a fondo otras realidades; el aprender a trabajar de forma colaborativa; o la posibilidad de coproducir juntando recursos y ampliando audiencias. Cooperar implica compartir una ilusin, una pasin, un sueo o un deseo, y poner todo el empeo y la confianza en agentes de otros pases para llevarlo a cabo. En un mundo crecientemente competitivo, cooperar implica ser capaz de superar el miedo a los dems para disfrutar de recursos, ideas, contactos o experiencias que benefician a todos los que participan del proyecto. Si se hace bien, el sumatorio de energas compensa sobradamente las pequeas prdidas que todo proceso de este tipo genera. Pero es importante que todas las partes implicadas aporten recursos y saberes, a ser posible de forma complementaria entre s, para obtener las mayores sinergias, y conseguir entre todos con mayor facilidad los objetivos buscados. Es decir, la cooperacin conlleva un proceso de desarrollo cultural horizontal y de empoderamiento social, mutuamente beneficioso. Cada uno de los proyectos, en la medida que se planee de forma adecuada, pasa a ser una excelente estrategia para alcanzar relaciones ms equitativas y de mayor corresponsabilidad. El hecho de cooperar obliga a los actores

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    participantes a reconocer sus mutuas fortaleces y debilidades, aportaciones y beneficios, y a pactar metas alcanzables para lograr desarrollar programas conjuntos. Aprender a trabajar juntos ayuda a construir valores simblicos nuevos, a compartir emociones, a generar dinmicas de desarrollo cultural y a intercambiar flujos de bienes y servicios culturales de forma menos asimtrica. Los proyectos de cooperacin cultural conllevan el desarrollo de un trabajo en comn, desde el momento del diseo y la concepcin del mismo, hasta su materializacin y comunicacin pblica. Evidentemente, la realizacin de proyecto de cooperacin no puede resolver siglos de asimetra social, econmica y poltica entre los pueblos, ni puede transformar formas de gobernanza clientelar o demaggica. Muchos gobiernos, instituciones as como demasiados profesionales de los pases desarrollados acostumbran a observar y a escuchar poco, para terminar imponiendo su concepcin de la idea y sus expertos por encima de las necesidades y las capacidades reales de los profesionales y las comunidades para las cuales han diseado sus proyectos. El gran reto consiste, pues, en superar la asimetra de recursos entre el norte y el sur (institucionales, econmicos y simblicos) para asentar los proyectos de cooperacin en aquello que a todos nos iguala: el legado patrimonial, las expresiones de la creatividad y la capacidad para compartir emociones. Esto acostumbra a ser ms fcil cuando las organizaciones que cooperan no son entes gubernamentales puros sino asociaciones, fundaciones, universidades o instituciones culturales de base (incluyendo las de titularidad pblica) con misiones culturales especficas. Organizaciones formadas por profesionales y voluntarios que con el tiempo tejen redes de amistad, aprendizaje y comprensin mutua. Cuando los organismos son pblicos (o en el otro extremo, bajo una lgica estrictamente lucrativa), la propia lgica gubernamental o empresarial no facilita la flexibilidad necesaria para escuchar la necesidad de la contraparte, y se impone la lgica de fortalecimiento de la imagen-pas o del retorno de la inversin econmica sobre la lgica del desarrollo. Esta situacin no debera, sin embargo, excluir a gobiernos y empresas de la tarea de la cooperacin, pues ambos pueden aportar muchsimo. Es necesario que los gobiernos continen promoviendo la cooperacin cultural a travs de la negociacin y firma de acuerdos bilaterales y multilaterales, de mbito regional o a escala mundial. Su compromiso es importante para dotar de fondos y programas de promocin y apoyo a la cooperacin entre todo tipo de organizaciones y movimientos sociales. Asimismo, es necesaria la puesta en marcha de proyectos propios desde todas las instancias de la administracin pblica, de la local a la ms especializada (instituciones culturales pblicas), que incorporen la filosofa de la cooperacin y el intercambio. Por lo que se refiere a la empresa, su experiencia para producir, distribuir y abrir mercados, organizar la produccin y los recursos humanos, para adaptarse a la realidad de mercados heterogneos, o para potenciar espacios abiertos de emprendedura son muy necesarios. En todos los casos, la cooperacin cultural debera tener por meta el desarrollo cultural, y ello implica superar las relaciones de dependencia o sumisin, vieja chacra neocolonial. Por desgracia, no siempre lo sabemos hacer bien. Por parte de los profesionales y las instituciones de los pases donantes, sus intereses y lgicas se imponen sobre las de los dems, pues aportan los recursos econmicos necesarios para llevar a buen puerto los proyectos. Y por parte de los socios receptores, a veces consideran las agencias donantes y sus profesionales como billetes de Euro o de dlar con patas. As, para garantizarse una posicin de monopolio frente al acceso a dichos recursos, no cuestionan la finalidad o la eficacia de los proyectos que se les propone. En las regiones ms pobres o en vas de desarrollo donde los pases donantes actan, hay

  • profesionales muy bien formados, con enorme ilusin, conocimiento del territorio y capacidad para conceptualizar y poner en marcha proyectos. Pero cuando los europeos organizamos seminarios somos prcticamente los nicos que sentamos ctedra, la mayora de las veces sin tener en cuenta la aplicabilidad de nuestras experiencias o propuestas en la realidad cuotidiana de la contraparte. Y cuando los convidamos a nuestros lares raramente tenemos en cuenta el potencial de su mirada externa para ayudar a transformar nuestras inercias e ineficiencias. Algo que en poca de crisis es ms necesario que nunca. Si los recursos disponibles de la cooperacin de los pases ricos se gastarn menos en exposiciones, conciertos, enseanza del idioma dominante o coloquios grandilocuentes y en cambio sirvieran para propiciar proyectos independientes de cooperacin centrados en necesidades objetivas de desarrollo cultural, los verdaderos objetivos de la cooperacin cultural internacional se cumpliran de forma mucho ms eficiente y eficaz. No se trata de dejar de realizar exposiciones, conciertos o seminarios, sino de hacerlo de una forma distinta: observar y escuchar ms, hablar e imponer menos, incorporar miradas transversales, interclasistas, imaginativas y sin prejuicios eurocntricos, y siendo conscientes que el coste de oportunidad de cada Euro invertido debe proyectarse en un futuro compartido, creativo y sin imposiciones, donde impere la cultura del respeto mutuo, la solidaridad, la justicia social y la paz. Por otro lado, muchas de las estrategias que con la mejor de las intenciones se intentan implementar en las reas de cooperacin al desarrollo (sanitario, educativo o infraestructural) fracasan por la ausencia de un anlisis profundo sobre los condicionantes y las caractersticas culturales de la comunidad y del lugar donde se pretende actuar. Evidentemente, algunas de estas caractersticas (las ligadas con los aspectos fsicos o materiales) son fciles de objetivar e integrar, pero las simblico-culturales son ms sutiles y difciles de insertar en una estrategia integral de desarrollo. Sin embargo, tener en cuenta los valores de las comunidades presentes y de las organizaciones con las que se quiere trabajar es un paso previo imprescindible para garantizar un cierto xito a medio plazo en los proyectos a implementar. A menudo, el concepto de desarrollo, y la previsin de impacto del mismo, tiene una lectura excesivamente eurocntrica y resulta por lo tanto inaplicable a comunidades que no comparten la forma occidental dominante de entender y mirar el mundo. El quehacer de una comunidad est estrechamente unido a la praxis de sus tradiciones, valores y cosmovisin simblica. Cosmovisin ligada a una historia, a una forma de vivir la vida, o de sentir la tierra y las personas, en constante evolucin dada la relacin dinmica que se tiene con el entorno. Transformaciones parecidas del entorno, como pueda ser la urbanizacin de una plaza pblica o el lugar donde festejar las celebraciones tradicionales, pueden ser interpretadas de forma muy distinta en funcin de los valores simblicos de cada comunidad, a veces difciles de entender para el razonamiento occidental convencional. As pues, es necesario incorporar la dimensin cultural y las formas locales de entender la vida en el quehacer de los proyectos internacionales de cooperacin al desarrollo. Solo as se puede avanzar de forma sostenible y eficaz a largo plazo. Adems, aprender a preservar y a respetar la diversidad cultural, ms all de enriquecimiento colectivo que nos aporta, puede ser especialmente til para los agentes internacionales que buscan el desarrollo. Es ms, ste debera ser el objetivo fundamental de todos los proyectos de cooperacin al desarrollo. Se trata de analizar de entrada los requisitos y las potencialidades culturales de cada plan. Para lograr avanzar en dicha direccin es imprescindible el desarrollo de un verdadero dilogo cultural recproco entre los protagonistas de cada programa. Cabe tener en cuenta que la mayor parte de soluciones son siempre la aplicacin de una mezcla de visiones sobre los problemas a resolver.

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    Hay que respetar y entender a aquel con el que se trabaja, y facilitar que ste nos entienda tambin a nosotros. Desarrollarse implica dominar aquellas capacidades que permiten a las personas, comunidades y naciones proyectar su futuro de manera integrada y voluntaria. Es en este sentido que el premio Nobel de economa, Amartya Sen, define el desarrollo humano como la expansin de las capacidades de las personas para llevar a cabo el tipo de vida que valoren (SEN 2001). Por esta razn, la cultura es la columna vertebral del desarrollo de los pueblos, y fomentar el empoderamiento cultural de los ciudadanos una forma de emancipacin que garantiza el desarrollo sostenible. Los proyectos de cooperacin cultural deberan, por tanto, disearse para ayudar a conseguirlo. El papel de Espaa en la cooperacin cultural iberoamericana: encrucijada o ventana de oportunidad? A lo largo de los ltimos veinticinco aos, la cooperacin cultural iberoamericana ha vivido de una forma excepcional del empuje y recursos de los diversos gobiernos espaoles. Ha sido una cooperacin altamente generosa, a veces lindando el derroche, multilateral en las formas y en las grandes directrices, que ha logrado favorecer a propios y a extraos. Se ha dado un pacto implcito: muchos pases, instituciones y profesionales se han beneficiado de la gran cantidad de recursos puestos a disposicin por la administracin espaola, no nicamente en los pases con menores niveles de desarrollo y renta de la regin. A cambio se ha analizado y criticado poco la estrategia seguida, pues se ha preferido obtener o negociar las ddivas correspondientes (no siempre las ms necesarias o relevantes desde una perspectiva cultural) e influir desde los altos cargos locales en ciertos programas y en los destinatarios de los fondos. Los grandes pases de la regin, en especial Brasil, han negociado con ventaja, aportando poco en relacin a su capacidad y a los beneficios obtenidos (por ejemplo en programas como Ibermedia). Por su lado, los pases ms pobres se han beneficiado de unos recursos inimaginables (desde la perspectiva de sus menguados presupuestos) cosa que les ha permitido modernizar sus estructuras culturales, desarrollar todo tipo de proyectos, poner en valor parte de su patrimonio cultural y formar a un gran nmero de cuadros. Al mismo tiempo, los programas destinados a los pases con menos recursos han ayudado a legitimar el conjunto de la cooperacin espaola (a menudo simple difusin cultural) ante el Comit de Ayuda al Desarrollo de la OCDE. La poltica implementada durante este periodo recoge en parte la herencia del franquismo (en particular, la del Instituto de Cultura Hispnica) pero sobre todo es el resultado de un contexto histrico, geopoltico y econmico determinado, muy condicionado por la voluntad inicial de integracin de Espaa en la Unin Europea y de liderazgo de una comunidad cultural regional mucho ms amplia de lo que la economa y la demografa hispana permita. El peso de la estrategia iberoamericana ha dominado buena parte de la accin cultural exterior del pas de este periodo, tanto de forma directa (tal como indica la distribucin geogrfica de los presupuestos), como indirecta en el resto del mundo (con la voluntad de difundir y apropiarse de la cultura iberoamericana por parte del Instituto Cervantes o estrategias como cultura en espaol). Es evidente que no solo a Espaa le ha interesado contar y cuidar dicha relacin privilegiada, la cuestin est en cmo se ha hecho, cuntos recursos se han dedicado y hasta qu punto su uso ha sido eficiente. El presupuesto del Estado para el ao 2012, as como el proyecto para el ao 2013, muestran una gran reduccin de la inversin y capacidad de gasto de la accin cultural exterior, rompiendo con la generosa contribucin disponible hasta la fecha. Mientras que el conjunto de

  • la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional para el Desarrollo (AECID) ha visto reducido su presupuesto del 2012 en un 70%, la difusin cultural ms convencional (el Instituto Cervantes o la accin internacional de la Secretara de Estado de Cultura) han sufrido recortes mucho ms suaves. Este cambio radical en las prioridades implementadas durante el ltimo cuarto de siglo no sabemos si ser coyuntural o marcar un cambio ideolgico profundo mucho ms estructural y a largo plazo. Los dos grandes partidos con responsabilidades de gobierno prcticamente no haban disentido en las finalidades ni en el modelo implementado. Ciertamente, el partido socialista haba enfatizado ms en la poltica de cooperacin cultural al desarrollo mientras que el partido popular haba hecho lo propio con la difusin cultural exterior, pero se compartieron objetivos, estrategias y programas. En un contexto comparado, Espaa se ha alineado (con retraso, aunque copiando algunos modelos caducos, como en el caso del Cervantes) con los grandes pases que dedican notables presupuestos a su poltica cultural exterior. El volumen de recursos humanos y econmicos utilizados, as como las estrategias escogidas, corresponden a una ambicin de liderazgo poltico y econmico notable a escala regional y global. Expresan, asimismo, una mirada sobre la imagen del pas interna y externa ms propia de una gran potencia que de un pas de dimensin media. Se trata de una cierta aoranza del viejo pasado imperial o es consecuencia de un diagnstico certero sobre la capacidad de influencia cultural sobre un espacio simblico compartido? En el seno de la comunidad iberoamericana, las posiciones ms arrogantes han generado ms de un recelo, en especial porqu han coincido en el tiempo de ambiciosas inversiones por parte de grandes empresas espaolas de carcter multinacional. La confusin se acenta cuando algunas de las grandes exposiciones o de los programas de becas han sido cofinanciados por estos mismos grupos empresariales (cuestin por otra parte lgica, teniendo en cuenta la necesidad de contar con patrocinio externo). La crisis y los grandes recortes presupuestarios, no solo por parte del gobierno central sino tambin por parte del conjunto de administraciones pblicas territoriales (algunas de ella muy generosas y activas en el campo de la cooperacin exterior), exigen hoy una mirada crtica sobre el conjunto de estrategias desarrolladas hasta la fecha y sobre las alternativas disponibles cara al futuro. El conjunto de pases iberoamericanos deben decidir si quieren aportar fondos para salvar aquellos programas ms valiosos, o si dejan que la herencia de estos ltimos aos desaparezca sin ms. Sin duda, los estados ms frgiles son aquellos con menores recursos para compensar la reduccin de la inversin espaola, pero quizs ha llegado el momento para evaluar la sostenibilidad de la estrategia seguida as como sobre su impacto real a largo plazo. En todo caso, decidirse por el apoyo a la difusin cultural, centrada en los pases ms influyentes, o mantener un apoyo fuerte a proyectos de cooperacin cultural para el desarrollo para aquellos pases ms necesitados, indica una voluntad de accin que debera pactarse por encima de los intereses ideolgicos coyunturales, pues muchas de estas acciones no generan impacto hasta al cabo de muchos aos. El resultado global del conjunto de la accin cultural exterior desarrollada puede ser considerado de ambivalente en relacin a las ambiciones existentes y al conjunto de recursos invertidos. La falta de estudios de impacto sobre las estrategias implementadas, cuestin de por si relevante, no permite evaluar adecuadamente la globalidad del proceso. Asimismo, es necesario tener en cuenta la situacin de partida: inexperiencia inicial, profesionales entusiastas escasamente coordinados, un sistema burocrtico poco flexible, o persistencia de comportamientos diplomticos chapados a la antigua, entre otros factores. Todo ello podra

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    explicar el excesivo peso a la difusin cultural frente a la cooperacin, as como la escasa capacidad para repensar alternativas ms ligeras, eficientes y eficaces. Iberoamrica conforma un espacio potente con un gran legado cultural y lingstico comn a escala regional y planetaria. Sin embargo, la capacidad de cooperacin y de reciprocidad entre sus pases en aun demasiado escasa. Espaa debe redimensionar sus pretensiones, capacidades y expectativas si quiere aprovechar la presente encrucijada como una ventada de oportunidad para repensar toda su accin cultural exterior. El concepto de diplomacia cultural es hoy ms explcito que nunca, pues la multilateralizacin creciente de las relaciones internacionales hace que tanto las viejas como las nuevas potencias emergentes calculen el coste-beneficio y coste-oportunidad de sus relaciones culturales. Los gobiernos hace aos que comparten con un nmero cada vez ms amplio y plural de actores pblicos y privados, autnomos entre s, la tarea de cooperar, difundir, intercambiar, producir o contrastar sus propuestas creativas y patrimoniales. Este es un eslabn ms del complejo y no planificado proceso de globalizacin, en que productos, profesionales, consumidores, turistas, experiencias, inversiones o servicios circulan por todas partes de forma poco planificada pero siguiendo en general los flujos dominantes en cada caso. Es evidente, que emprender proyectos culturales conjuntos a escala internacional implica una voluntad de reconocimiento y valoracin de la cultura del otro. Este proceso es ms fcil de llevar a cabo cuando se comparten sistemas de valores o lenguajes expresivos. Pero trabajar a escala internacional, ms all de ser una realidad cada vez ms cotidiana para todos, requiere aprender a aceptar los esquemas de trabajo y los valores del otro, muy marcados por las respectivas realidades locales (cultural, econmica, administrativa, social, educativa, etc.). Sabr Iberoamrica reinventar su propio modelo de cooperacin cultural en el momento en el cual su principal financiador se bate en retirada? Esperemos que si para el bien de la propia regin y de sus promotores culturales. Bibliografa ALBORNOZ, L.A. (Coord.)(2009) Cultura y comunicacin. Estado y prospectiva de la cooperacin

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