5-Yitró-2013

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1 Percepciones de la Parashá por Rab Yaakov Hillel Rosh Yeshivat Ahavat Shalom Parashat Yitró Torá del Sinaí Una porción en la Torá “Y Hashem dijo a Moshé: ‘He aquí que he venido a ti en una nube espesa, para que el pueblo escuche cuando Yo hablo contigo y crean en ti para siempre’” (Shemot 19:9). La creencia en Moshé como profeta de Hashem que entregó la Torá al pueblo judío exactamente como la recibió directamente del Todopoderoso, es parte integral de nuestra fe hasta la actualidad, tres mil años después de la revelación en el Monte Sinaí. Moshé recibió absolutamente toda la Torá: “Incluso las nuevas ideas que un estudiante avanzado recitará ante su maestro, fueron dadas a Moshé en el Sinaí” (Vayikrá Rabá 22:1). Los Sabios enseñan que cada alma judía que eventualmente nacerá estuvo presente cuando la Torá fue dada en el Monte Sinaí, como aprendemos del versículo: “Aquellos que hoy están aquí con nosotros parados delante de Hashem nuestro D-os y aquellos que no están hoy con nosotros” (Debarim 29:14-15). Cada judío posee su propia porción en la Torá, porción que se relaciona con su propia alma y que sólo él puede sacar a luz. Incluso aquellas almas que todavía no habían nacido físicamente, recibieron su propia porción en la Torá en el Sinaí (Shemot Rabá 28:6). Hasta hoy en día, cada judío puede alcanzar un nivel elevado de conocimiento de Torá y descubrir las nuevas ideas que forman parte de su propia porción personal en la Torá, ideas que fueron entregadas en el Sinaí y que aguardan

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Percepciones de la Parashá

por

Rab Yaakov Hillel

Rosh Yeshivat Ahavat Shalom

Parashat Yitró

Torá del Sinaí

Una porción en la Torá

“Y Hashem dijo a Moshé: ‘He aquí que he venido a ti en una nube espesa, para

que el pueblo escuche cuando Yo hablo contigo y crean en ti para siempre’”

(Shemot 19:9).

La creencia en Moshé como profeta de Hashem que entregó la Torá al pueblo

judío exactamente como la recibió directamente del Todopoderoso, es parte integral

de nuestra fe hasta la actualidad, tres mil años después de la revelación en el Monte

Sinaí. Moshé recibió absolutamente toda la Torá: “Incluso las nuevas ideas que un

estudiante avanzado recitará ante su maestro, fueron dadas a Moshé en el Sinaí”

(Vayikrá Rabá 22:1).

Los Sabios enseñan que cada alma judía que eventualmente nacerá estuvo

presente cuando la Torá fue dada en el Monte Sinaí, como aprendemos del

versículo: “Aquellos que hoy están aquí con nosotros parados delante de Hashem

nuestro D-os y aquellos que no están hoy con nosotros” (Debarim 29:14-15). Cada

judío posee su propia porción en la Torá, porción que se relaciona con su propia

alma y que sólo él puede sacar a luz. Incluso aquellas almas que todavía no habían

nacido físicamente, recibieron su propia porción en la Torá en el Sinaí (Shemot

Rabá 28:6). Hasta hoy en día, cada judío puede alcanzar un nivel elevado de

conocimiento de Torá y descubrir las nuevas ideas que forman parte de su propia

porción personal en la Torá, ideas que fueron entregadas en el Sinaí y que aguardan

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ser actualizadas. Nuestra Torá no es vieja, sino nueva, viva y se refresca cada día

(Mejiltá, citado por Rashí en Shemot 3:11; Berajot 63b).

Los Taguín

Sin embargo, esto suscita una pregunta: por un lado, decimos que siempre hay

una “nueva” Torá esperando ser revelada en cada generación. Por el otro, los

Sabios enseñan que “Moshé recibió la Torá del Sinaí y la transmitió a Yehoshúa,

Yehoshúa a los Ancianos, los Ancianos a los Profetas y los Profetas la transmitieron

a los Hombres de la Gran Asamblea” (Abot 1:1). En otras palabras, Moshé recibió

toda la Torá en el Sinaí, no sólo aquellas partes que le eran relevantes a él o a su

generación, sino incluso aquellas nuevas interpretaciones que los futuros sabios de

la Torá introducirían.

Podemos responder esta pregunta al analizar un incidente que los Sabios

describen (Menajot 29b): “Cuando Moshé subió al Cielo, encontró al Santo, bendito

es, atando “coronas” sobre las letras (estas son las taguín, pequeñas “coronas” que

se agregan encima de ciertas letras, como aparecen en los rollos de la Torá).1

“[Moshé] le dijo: ‘Señor del universo, ¿qué te obliga a hacerlo?’” En otras

palabras, Moshé le preguntó cuál era la necesidad de esas pequeñas coronas. Los

taguín no sirven como letras, vocales o signos de puntuación y no afectan la

manera en las cual esas letras son leídas.

Hashem respondió a Moshé que en el futuro viviría un sabio excepcionalmente

grande que se llamaría Akibá ben Yosef, y él explicaría montones y montones de

halajot a partir de cada una de esas coronas de las letras. El Midrash afirma que

derivaría 365 ideas novedosas de halajá o agadá de cada trazo de la pluma (Otiot

deRabí Akibá, Ot Tzadi).

Moshe le pidió verlo y Hashem le mostró a Rabí Akibá dando una clase de Torá.

Para su pesar, Moshé no la entendió. Posteriormente, los estudiantes de Rabí Akibá

le preguntaron cuál era el origen de la halajá que les estaba enseñando y Rabí Akibá

respondió que era una “halajá dada a Moshé en el Sinaí”, por lo que Moshé se

tranquilizó.

Si Moshé no sabía para qué eran los taguín, obviamente tampoco sabía los

“montones y montones de halajot” que Rabí Akibá derivó de esas coronas, pues ni

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Las letras shin, ayin, tet, nun, zayin, guimel y tzadi (letras conocidas por su acrónimo shatnez

gatz) tienen tres coronas en cada letra. Las letras bet, dalet, kuf, jet, yud y hé (bedek jayá)

tienen una sola corona en cada letra. Las letras restantes, alef, vav, jaf, lamed, mem, samej, pé,

resh y tav (ojel mesaperet) no tienen coronas.

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siquiera sabía que podían ser interpretadas o explicadas. Obviamente, esas ideas

fueron nuevas y originales, que ni siquiera Moshé Rabenu conocía. Además, Moshé

no entendió la clase que Rabí Akibá estaba impartiendo, por lo que parece ser que

esas ideas no fueron parte de lo que Moshé recibió en el Sinaí.

¿Moshé recibió toda la Torá o hubo partes de ella que nunca escuchó? Tanto el

Arizal como el Or haJaim sugieren respuestas a esta pregunta (véase Shaar

Maamaré Jazal, página 11a). Ellos señalan que Moshé sí recibió toda la Torá Oral,

incluso las nuevas ideas que se proponen en los bate midrash contemporáneos. Sí

sabía las halajot que Rabí Akibá enseñó; lo que no sabía era cómo esas halajot se

derivaban de las coronas sobre las letras. Este tipo de conocimiento es parte de la

porción personal que cada sabio tiene en la Torá en cada generación. Los sabios

revelan todos los detalles y sutilezas de las halajot recibidas por Moshé –que forman

parte de la tradición oral en general– y cómo éstas están aludidas en las coronas

sobre las letras del rollo de la Torá.

Sin embargo, en mi humilde opinión, ésta no es la única respuesta a la pregunta

anterior. ¿Acaso este conocimiento es todo lo que nuestros grandes sabios han

logrado a lo largo de miles de años de intenso esfuerzo en el estudio? Seguramente

han logrado mucho más profundidad que simplemente entender de qué modo las

halajot que aprendieron se derivan de las pequeñas coronas de las letras y de sus

distintas combinaciones. Aunque descubrir estas referencias y alusiones ocultas es

parte del estudio de Torá, éste no es su objetivo central.

Aceptación sin reserva alguna

Existe otro concepto esencial para entender la aceptación que nuestro pueblo

hizo de la Torá y nuestra relación con ella. Nuestros antepasados aceptaron la Torá

al pronunciar la famosa frase Naasé veNishmá (“Haremos y escucharemos”, en

Shemot 24:7). No hubo prerrequisitos o vacilaciones; su aceptación de la Torá fue

con todo el corazón. Y sin embargo, nuestros Sabios enseñan: “Israel no recibió la

Torá hasta que el Santo, bendito es, colocó la montaña sobre ellos, como dice el

versículo: ‘Y ellos estuvieron debajo de la montaña’ (Shemot 19:17). Rav Abdimi bar

Jamá dijo: ‘El Santo, bendito es, dijo a Israel: Si aceptan la Torá, bien, pero si no lo

hacen, allí será su sepultura’” (Shabat 88a).

Tosafot formula una pregunta obvia: ¿acaso no habían dicho ya “Haremos y

escucharemos”, lo cual implica que ya la habían aceptado plena y voluntariamente?

Si ya habían expresado su disposición a cumplir los mandamientos de la Torá antes

de entender las razones de esos mandamientos, ¿qué necesidad había de forzarlos?

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Los Sabios nos enseñan que el factor de coerción sirvió como renuncia legal de

responsabilidad por parte del pueblo en caso que en el futuro no la observasen,

pues así podrían argüir que fueron obligados a aceptarla (véase Rashí, allí mismo).

De hecho, los Sabios nos dicen que el pueblo judío aceptó voluntariamente la Torá

Oral en la época de Mordejai y Ester, como el versículo declara: “Ellos cumplieron y

aceptaron [la Torá] sobre ellos y sobre sus descendientes” (Ester 9:27).

¿Qué implica todo esto? Los Sabios dicen: “Cuando el pueblo de Israel dijo:

‘Haremos y escucharemos’, una voz del Cielo proclamó: ‘¿Quién reveló este secreto

a Mis hijos? Es un secreto que sólo pertenece a los ángeles’ (Shabat 88a)”.

Aparentemente, el pueblo de Israel dio la respuesta correcta. Siendo así, ¿estas

palabras muestran una aceptación total de la Torá o no?

Nuestros Sabios aclaran que ellos sí aceptaron inmediata e incondicionalmente la

Torá Escrita, pero no la Torá Oral (Tanjumá, Nóaj 3). Tal como el Midrash señala,

la Torá Escrita es mucho más breve y más fácil de estudiar que la Torá Oral, pues

sólo abarca los cinco libros de Moshé; sus mandamientos son más generales, a

diferencia de la enormidad de una Torá Oral que intimida por sus innumerables

detalles. No sólo eso, sino que el estudio de la Torá Oral es mucho más difícil y

complicado (véase Berajot 63b). Una vida dedicada al estudio intensivo de la Torá

Oral exige sacrificio: “Este es el camino de la Torá: come pan con sal y bebe un

poco de agua y duerme en el piso y vive una vida de carencias y esfuérzate en la

Torá. Si lo haces, serás feliz en este mundo y será bueno para ti en el mundo

venidero” (Abot 6:4).

Los judíos recién liberados del desierto no estaban tan dispuestos a morir por la

Torá (véase Berajot 63b, citando Bamidbar 19:14), por lo que limitaron su

aceptación a la Torá Escrita, que es menos exigente. Cuando se habló de la Torá

Oral, Hashem tuvo que “sostener la montaña sobre ellos” y obligarlos a recibirla. La

aceptación irrestricta de la Torá Oral fue sólo en los tiempos de Mordejai y Ester,

después del milagro de Purim.

En principio

Tratemos de entender la diferencia entre la Torá Escrita y la Torá Oral, tal como

fueron entregadas a Moshé.

Los Sabios explican que la Torá Escrita constituye un cuerpo legislativo formado

por principios generales, mientras que la Torá Oral comprende todas las

explicaciones detalladas de esos principios. Sin embargo, Hashem le enseñó a

Moshé toda la Torá Oral, pero en sus principios generales (Tanjumá, Nóaj 3 y Ki

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Tisá 16), pues si no fuese así, ¿cómo pudo Moshé aprender toda la Torá, “cuya

medida es más extensa que la tierra (Iyob 11:9)?

A lo largo de las generaciones siguientes, los sabios explicaron y desentrañaron

todos los innumerables detalles contenidos dentro esos principios generales, como

vemos en la visión que le fue mostrada a Moshé de la clase que estaba dando Rabí

Akibá, en la cual él estaba enseñando Torat Moshé, pero esclareciendo los más

refinados e intrincados detalles de las halajot, a la par que innovaba interpretaciones

originales basadas en, incluso, los trazos de la pluma del tintero.

Torá para todas las épocas

Cada época y cada lugar presenta nuevas situaciones y circunstancias, cada una

de ellas con sus propias ramificaciones halájicas. Nuestras autoridades de Torá

aplican continuamente los principios eternos que recibieron de Moshé en el Sinaí a

las nuevas situaciones que constantemente surgen. Un ejemplo clásico de esto es el

descubrimiento de la electricidad, que obviamente era desconocida en los tiempos

que Moshé o los sabios vivían y enseñaban. Sin embargo, los criterios halájicos a

través de los cuales podemos entender la manera en la que la electricidad afecta

Shabat o los Festivales sí se encuentran dentro de Torat Moshé. No hay Hiljot

Electricidad en el Talmud, pero las bases sobre las cuales se analizan las halajot

relacionadas con la electricidad sí están dentro el Talmud. Lo mismo aplica con

cualquier otro descubrimiento o invención en cualquier área de estudio. Gracias a su

gran conocimiento de los principios que aparecen en el Talmud, nuestras

autoridades de Torá son capaces de definir sus parámetros halájicos y legislar sobre

los complejos temas que vayan surgiendo a partir de ellos.

Estos son los “montones y montones de halajot” que Moshé no pudo entender,

pues abarcaban temas que no eran aplicables en su época. A medida que esos

temas surgían, los sabios de Torá de cada generación las “derivan de los trazos de

las letras”, mediante alusiones, demostraciones y referencias que surgen de los

principios de la Torat Moshé.

Esta es una razón por la cual nuestros Sabios dicen que “Moshé recibió la Torá

del Sinaí” (Abot 1:1). El Sinaí, en este caso, es un concepto que se refiere al

conocimiento extenso de toda la Torá que fue dada en el Monte Sinaí (opuesto al

concepto de Oker Harim, que se refiere a la capacidad de analizar profundamente

algo y que permite a los estudiantes avanzados de cada época sugerir explicaciones

adicionales a algún tema en específico que expanden el significado literal de las

enseñanzas de la tradición oral (véase Berajot 64a).

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El concepto “Sinaí” se refiere al conocimiento extenso, general y enciclopédico,

como la Torá que recibió Moshé en el Monte Sinaí. Oker Harim desgaja esta

enorme masa de datos y temas para analizarlas exhaustivamente, produciendo

nuevos pensamientos, ideas e interpretaciones que pueden aplicarse a situaciones

contemporáneas, como Rabí Akibá lo hacía. El Maharal explica que la Torá de

Moshé fue dada en forma de principios generales, mientras que la Torá de Rabí

Akibá consistía de detalles minuciosos (Jidushé Agadot a Menajot 29b). Los detalles

de Rabí Akibá sí están incluidos dentro de los principios generales de Moshé y salen

a luz gracias a los discípulos de Rabí Akibá de todas las generaciones posteriores.

Gracias a su esfuerzo en la Torá, los sabios de todas las épocas desarrollan ideas

novedosas específicas a sus tiempos y éstas son parte de su porción personal en la

Torá, las que, invariablemente, se derivan de la Torat Moshé (véase Rabí Yitzjak

Isaac Haber, Or haTorá, Likutim, para una explicación más detallada de este tema).

Valores espirituales

Con todo lo anterior en mente, intentemos entender qué hizo que el pueblo judío

estuviese incondicionalmente dispuesto a aceptar la Tora Oral durante la época de

Mordejai y Ester.

Durante la estancia del pueblo de Israel en el desierto, los judíos eran

espiritualmente ricos, disfrutando de evidente cercanía al Todopoderoso en cada

momento. El pilar de nubes los dirigía de día y el pilar de fuego los alumbraba de

noche. Estaban rodeados y protegidos por las Nubes de Gloria, que los acogían y

velaban por sus necesidades. Su agua provenía del milagroso Manantial de Miriam y

comían maná, que era un pan que provenía directamente del Cielo. Aprendían Torá

de Moshé Rabenu, quien les transmitía lo que aprendió directamente del

Todopoderoso, cumpliendo así lo que dicen los Sabios: “La Torá fue dada sólo para

aquellos que comían maná” (Tanjumá, Beshalaj 20). Ellos gozaban de múltiples

maneras a través de las cuales derivaban espiritualidad y conexión a Hashem. Las

circunstancias únicas de esta generación en el desierto les dieron la oportunidad de

estudiar y absorber Torá sin comparación alguna con cualquier otra época.

La vida del pueblo de Israel mejoró aún más cuando ingresaron a Éretz Israel. La

espiritualidad era fácilmente accesible, pues poseían muchas ventajas espirituales.

Nuestros sabios enseñan que Éretz Israel es más sagrada que cualquier otra tierra

(Kelim 1:6) y su aire imparte sabiduría (Babá Batrá 158b). Tenían profetas y reyes

justos, el Templo y expiación con los sacrificios. Lograban la perfección a través de

todos los mandamientos, especialmente aquellos que sólo pueden efectuarse

dentro de la Tierra Santa.

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Después de la destrucción del Primer Templo, el pueblo judío fue exilado de su

tierra sagrada y Hashem ya no se comunicaba directamente con ellos por medio de

profecía. Al ser un pueblo perseguido y lejos de su hogar, sus tribulaciones fueron

enormes. Después surgió el malvado plan de Hamán de erradicar completamente a

todo el pueblo judío, D-os no lo quera. Fue entonces que se dieron cuenta que sin

la Torá Oral y el intensivo estudio que exige sería imposible sobrevivir.

Los Sabios enseñan: “Desde el día que el Templo fue destruido, el Santo, bendito

es, no tiene más en este mundo que los cuatro codos de la halajá” (Berajot 8a). Lo

mismo aplicó para el pueblo, pues desaparecieron todas las demás maneras de

acercarse a Hashem que en el pasado poseían. Sólo la Torá Oral sería la única luz

que iluminase sus largos años de exilio. A partir de entonces y durante los siglos

posteriores, cada sabio de Torá podría encontrar su propia porción en la Torá,

aquella que le fue dada a su alma en el Sinaí. Esto ha sido demostrado a lo largo de

nuestra historia y en todo lugar donde nuestro pueblo ha morado. Las comunidades

donde hay yeshivot y kolelim, donde eruditos de Torá se dedican al estudio

profundo de la Torá, han sobrevivido intactas y tienen esperanza en el futuro. Las

comunidades sin instituciones de Torá están siempre en riesgo de desmoronarse y

desaparecer.

La gran luz

Los Sabios nos enseñan que el versículo “El pueblo que camina en la oscuridad

vio una gran luz” (Yeshayahu 9:1) se refiere al estudio de la Guemará (Tanjumá,

Noáj, citando ese versículo). La Torá es ardua, pero ese mismo esfuerzo que

invertimos en el estudio es la mayor alegría que este mundo puede ofrecer.

El gran placer y el total involucramiento en el estudio de nuestros grandes sabios

de la Tora inspiran admiración. Yo fui testigo ocular de un incidente inolvidable hace

muchos años. En cierta ocasión, fui con otras personas a consultar al Steipler, de

bendita memoria, quien ya estaba cerca de los noventa años. Fue en el ayuno del

17 de Tamuz y en un día de calor sofocante de verano. No había aire acondicionado

en su casa, ni siquiera un ventilador. Cualquier otra persona de su edad estaría

reposando en su cama, esperando que el ayuno finalizase. En vez de eso, lo

encontramos totalmente absorto estudiando mishnayot y su entusiasmo y vitalidad

eran pasmosos. Los diez de nosotros estábamos en esa habitación, esperando y

observando, pues él no notó nuestra presencia durante varios minutos. El placer que

sentía en la Torá era tan intenso y real que no tenía necesidad alguna de

comodidades y placeres mundanos.

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Sólo Moshé

Los Sabios describen la transmisión de la Torá de Moshé a las futuras

generaciones (en Abot 1:1): “Moshé recibió la Torá de Sinaí y la transmitió a

Yehoshúa, y Yehoshúa a los Ancianos y los Ancianos a los Profetas y los Profetas la

transmitieron a los Hombres de la Gran Asamblea”.

Los comentaristas preguntan: ¿Por qué la palabra “recibió” es usada

exclusivamente con Moshé y con los otros se utiliza la frase “la transmitió”? ¿Por qué

no está escrito: “El Todopoderoso transmitió la Torá a Moshé y Moshé la transmitió

a Yehoshúa… etcétera o Moshé recibió la Torá del Todopoderoso y Yehoshúa la

recibió de Moshé y… etcétera? Al parecer, hay una diferencia importante entre la

manera en la que Moshé recibió la Torá de Hashem y la transmitió a sus discípulos

a la manera en la que éstos la transmitieron a las generaciones subsiguientes.

Moshé Rabenu fue un gran líder, sabio, maestro y mucho más. Aun así, la Torá

menciona sólo una frase alabando a este tzadik incomparable: “Y el hombre Moshé

era muy humilde, el más humilde de todas las personas sobre la faz de la tierra”

(Bamidbar 12:3). También su percepción de sí mismo era: “Y nosotros, ¿qué

somos?” (Shemot 16:7), implicando que “No somos nada”. De hecho, fue

precisamente por esa virtud que fue escogido para recibir la Torá del Sinaí.

La humildad es de gran importancia en la Torá. Es una de las cuarenta y ocho

maneras a través de la cual se adquiere la Torá (Abot 6:6) y según algunas

opiniones es la primera de ella (véase Kelí Yakar a Shemot 25:10). Lo Sabios

comparan las palabras de Torá al agua: así como el agua no fluye hacia arriba y en

vez de eso fluye hacia abajo, si queremos adquirir Torá debemos ser modestos y

humildes; así como el agua busca el suelo, así la Torá busca a quien es modesto y

humilde. La arrogancia aleja la Torá, mientras que la humildad la atrae (Taanit 7a).

El “agua” de la Torá desciende de la mayor de las alturas, del Todopoderoso,

dándole a la persona la capacidad de regresar a su fuente original. Cuando la Torá

que estudiamos asciende de nuevo a su altura original, nosotros nos elevamos

espiritualmente.

Por eso la mishná dice que “Moshé recibió la Torá del Sinaí…” en vez de “Moshé

la recibió de Hashem, que se reveló en el Sinaí…”. El Monte Sinaí es símbolo de

humildad: “El Santo, bandito es, pasó sobre todas la montañas y colinas e hizo

morar Su presencia en el Monte Sinaí y el Monte Sinaí no era un monte alto ni

imponente” (Sotá 5a). Hashem bajó, metafóricamente hablando, y escogió el Monte

Sinaí, la más baja y humilde de las montañas, pues la humildad es un prerrequisito

para la Torá (véase Meguilá 31a).

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Según las enseñanzas cabalísticas, la conexión es aún más profunda. Moshé

recibió la Torá no para él mismo, sino para todo el pueblo judío; no para aquellos

que vivían entonces, sino para todas las generaciones futuras. Moshé recibió seis mil

años de Torá, suficientes para todo el pueblo judío hasta la llegada del meshíaj. La

Torá es nuestra guía para perfeccionarnos a nosotros mismos y al mundo, llevando

así a toda la creación a su perfección. La Torat Moshé posee dentro de sí suficiente

Torá como para enseñar a toda persona cómo lograr ese objetivo anhelado hasta el

final del tiempo.

Para poder recibir toda esa Torá es necesario ser muy humilde. Si Moshé hubiese

creído que es perfecto o que el mundo es perfecto, ¿cómo podría haber recibido un

manual para perfeccionar los defectos de la humanidad y de la creación? Moshé no

hubiese visto ninguna necesidad de ese manual.

La enorme humildad de Moshé Rabenu era necesaria para que se diese cuenta

de todo lo que él, la humanidad y el mundo carecen, para así apreciar la gran

cantidad de instrucciones Divinas que nos guían a llenar esas carencias. Cualquier

otra persona menos humilde hubiese sido incapaz de recibir toda la Torá, y una

Torá a medias es incompleta y no hubiese bastado para llevar al mundo a su última

perfección. Por eso sólo Moshé, “el más humilde de todas las personas sobre la faz

de la tierra” fue quien recibió la Torá del Sinaí.

Moshé fue el único ser humano capaz de este logro inmenso. Nuestros Sabios

nos dicen que “Moshé equivalía a todo Israel” (Tanjumá, Beshlaj 10). Pese a que

Moshé era una sola persona, abarcaba a las 600,000 almas de Israel. En ese

sentido, no sólo recibió su Torá, sino la Torá que se relaciona con todo el pueblo de

Israel a lo largo de todas las generaciones.

Por eso fue que Moshé “recibió la Torá”, mientras que todos los demás “la

transmitieron”. Al haber recibido toda la Torá, pudo transmitirla tal como la recibió.

Ya no fue necesario que las personas detrás de él estuviesen a su mismo nivel de

perfección espiritual, pues ya sólo tenían que conectarse al eslabón original, a la

Torat Moshé recibida en el Sinaí, que él, con su incomparable humildad pudo

recibir del Todopoderoso y transmitir a todas las generaciones posteriores.

Torá Escrita y Oral

Sin embargo, si analizamos la continuación de ese mismo primer capítulo de

Abot, veremos que nuestros sabios vuelven a usar el término “recibió” al describir la

transmisión de la Torá: “Antígonos de Sojo la recibió de Shimón haTzadik…, Yosé

ben Yoezer… y Yosé ben Yojanán… las recibieron de ellos” (Abot 1:3-12).

Aparentemente, los sabios todavía “recibían” la Torá aún después de Moshé.

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Podemos entender esto a partir de una enseñanza de Rabí Tzadok haKohén de

Lublín (Perí Tzadik, volumen III, Maamar Lag baOmer, página 88b). Él escribe que

la raíz espiritual de los primeros sabios de Torá que aparecen en el Tanaj –tales

como Moshé, Aarón y el profeta Shemuel–, se encuentran en la Torá Escrita, pero la

raíz espiritual de los sabios mencionados en la Mishná y en el Talmud están en la

Torá Oral.

Desde el tiempo de la entrega de la Torá hasta la época de Mordejai y Ester,

predominaba la raíz de la Torá Escrita. Aunque los judíos de esos tiempos cumplían

los mandamientos acorde con los requisitos de la Torá Oral, su estudio estaba

basado en la explicación y entendimiento de los versículos del Jumash, tal como fue

enseñada por Moshé y transmitida de generación en generación. No había entonces

dudas ni diferencias de opinión. Moshé les dio una tradición clara, incuestionable y

bien fundamentada que permaneció intacta e invariable durante siglos. Sin

embargo, después de la destrucción del primer Bet haMikdash, la situación de

nuestro pueblo cambió drásticamente y, desde entonces, la raíz de la Torá Oral se

hizo predominante.

Este principio nos ayuda a entender un profundo concepto acerca de la relación

entre la Torá Escrita y la Torá Oral. El Arizal enseña que Lag baOmer se celebra

como un día de regocijo porque fue el día que Rabí Akibá dio ordenación rabínica a

sus cinco últimos discípulos, después que 24,000 de ellos habían fallecido durante

una plaga. Según otra opinión, Lag baOmer es el aniversario de la muerte de Rabí

Shimón bar Yojai. Rabí Tzadok escribe que este principio nos puede ayudar a

comprender por qué el aniversario del fallecimiento de Rabí Shimón bar Yojai se

celebra festivamente. En general, la fecha del fallecimiento de un tzadik es causa de

ayuno, siendo un buen ejemplo de esto el siete de Adar, que es el yohrzeit de

Moshé Rabenu (véase Oraj Jaim 580:1-2). Rabí Tzadok explica que hay una

diferencia entre los tzadikim cuya raíz está en la Torá Escrita, por quienes sí

ayunamos, y aquellos tzadikim cuya raíz espiritual está en la Torá Oral, cuyo

yohrzeit festejamos. Nuestros Sabios señalan que el aniversario de su muerte es un

día especialmente propicio para que sus enseñanzas de Torá penetren en el corazón

de sus discípulos. Su Torá no desaparece cuando ellos dejan este mundo, sino que

continúa floreciendo a través de sus discípulos, por lo que su yohrzeit es tiempo de

regocijo (véase Tanjumá, Bealotejá 15, que cita a Kohélet 12:11).

Como ya explicamos, el estudio de la Torá Escrita es acorde con la tradición

recibida por Moshé, que consiste de la explicación de los versículos de los Torá y el

conocimiento de las legislaciones halájicas. El estudio de la Torá Oral es un estudio

profundo e interpretación original al estilo de Rabí Akibá. Esta es la Torá que

nosotros estudiamos en el exilio que comenzó después de la destrucción del primer

Templo. La transición de la Torá Escrita a la Oral no hubiese sido posible sin la

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premisa de que ambas fueron recibidas por Moshé. Es por esto que la transmisión

continua de la Torá Oral de generación en generación se denomina “Kabalá”, que

literalmente significa “recepción”. La Kabalá significa “transmisión acorde con el

esfuerzo original”.

Una “nueva” Torá

Los Sabios recibieron los principios de la tradición oral con una línea directa de

transmisión que databa de Moshé. De Rabí Akibá en adelante, la Torá estudiada y

enseñada por los sabios de Torá de cada generación es su propia exposición,

clarificación y aplicación de esos principios a las nuevas circunstancias y casos que

frecuentemente surgen. Esta es su porción personal en la Torá recibida en el Sinaí,

fruto de una vida dedicada al estudio intenso. La revelación de esta “nueva” Torá es

muy apreciada y motivo de regocijo especial. Nuestros Sabios nos dicen que “las

enseñanzas de los rabinos son más preciosas que las palabras de la Torá (Shir

haShirim Rabá 1:18; Abodá Zará 35a, con Rashí). La razón de ello es porque son

producto de arduo esfuerzo (véase Rabí Tzadok haKohén, Majshebet Tzadik, página

158 y Mijtab meEliáhu, volumen 4, página 56).

Este tipo de Torá trae consigo alegría y satisfacción por otra razón adicional.

Después de la destrucción del Templo, hubo muchas diferencias de opinión entre

los sabios, casi en cada halajá, como lo vemos en la Mishná y en el Talmud (véase

Sotá 47b). En esos casos, los Sabios del Talmud legislaron en muchas de esas

cuestiones y sus decisiones son absolutas e irrefutables, obligatorias para todo el

pueblo judío de todas las generaciones posteriores. También hubo muchas dudas

que permanecieron abiertas, para ser posteriormente decididas por los sabios de las

generaciones siguientes, aunque éstas no son obligatorias para todo el pueblo

(véase sobre esto, Rambam, en su Introducción a Yad haJazaká). Además, hay

numerosas preguntas que van surgiendo con el tiempo. La resolución de estas

dudas al aplicar los principios de la Torá es origen de esta alegría.

Cuando fallece un sabio de Torá que expuso y enseñó mucha Torá, su

contribución personal a la Torá sube con él a la Yeshibá shel Maalá (Yeshibá

Celestial) y nosotros nos regocijamos con él, como en el caso de Rabí Shimón bar

Yojai en Lag baOmer.

Con esto en mente, podemos entender mejor la enseñanza de los Sabios de que

Moshé recibió toda la Torá en el Monte Sinaí, incluso aquellos que los estudiantes

avanzados de todas las generaciones innovarían. Aunque estas innovaciones son

“nuevas”, están basadas y se derivan de la Torat Moshé, la tradición oral que Moshé

recibió en el Sinaí. Sin embargo, estas ideas sólo pueden salir a la luz en su

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momento adecuado y a través del esfuerzo de la persona adecuada, acorde con la

porción que esta persona recibió en el Sinaí.

Tallando una porción propia

Encontramos una alusión a la transición mencionada anteriormente en las

palabras de la Torá que describen las primeras y las segundas Tablas de la Ley. Las

primeras fueron “Obra de D-os y la escritura era la escritura de D-os” (Shemot

32:16). Moshé rompió esas tablas sagradas después que el pueblo pecó con el

becerro de oro (32:19). Respecto de las segundas tablas, Hashem dijo a Moshé:

“Talla para ti mismo dos tablas similares a las primeras y Yo escribiré en ellas”

(34:1). Podemos decir que las primeras tablas, que fueron escritas totalmente por

D-os, representan la era de la Torá Escrita, mientras que las segundas, talladas por

Moshé, representan la era de la Torá Oral, en la que cada individuo debe tallarlas

para sí mismo, mediante el estudio de las enseñanzas de los sabios y deduciendo

nuevas ideas a partir de las mismas y antiguas palabras. Las primeras tablas fueron

destrozadas por el trágico pecado del becerro de oro. La era de la Torá Escrita

terminó con gran tragedia similar, la de la destrucción del primer Templo, por lo

que era tiempo de una “segundas tablas”, que representan la Torá Oral y que

acompañaría al pueblo judío a lo largo de su exilio.

Sin embargo, también en las tablas “hechas por el hombre”, fue el

Todopoderoso quien inscribió las letras. Esto nos enseña que las “nuevas”

explicaciones que son desarrolladas y reveladas por los sabios de Torá y sus

discípulos en cada generación fueron enseñadas originalmente a Moshé en el Sinaí,

cuando recibió los principios generales de la tradición oral. Ya había entonces

alusiones sutiles a todos esos nuevos detalles, esperando ser sacadas a luz por los

sabios posteriores cuando llegase la necesidad de hacerlo.

La mishná registra la transmisión de la Torá hasta la época de los hombres de la

Gran Asamblea, que justamente es en la época de Mordejai, quien era uno de ellos.

Aquí terminó el fin de la era de la Torá Escrita, tal como fue recibida por Moshé.

Durante los tiempos de Mordejai, el pueblo judío aceptó de nuevo la Torá Oral,

con la misma disposición y entusiasmo con el que habían aceptado la Torá Escrita

varios siglos antes. Desde entonces, cada sabio de la Torá talla su propia porción en

la Torá, conectándose así a la porción especial que D-os le concedió en el Monte

Sinaí.

Los siglos entre Mordejai y Rabí Akibá fue la era del desarrollo, establecimiento y

transmisión de la tradición oral halájica que fue completada por Rabí Akibá. El gran

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discípulo de Rabí Akibá, Rabí Shimón bar Yojái, completó los secretos esotéricos de

la Torá, al poner por escrito el Zóhar.

Nosotros no celebramos la Torá de Mordejai y de Rabí Akibá en el aniversario de

sus muertes. Sólo lo hacemos por Rabí Shimón bar Yojai, quien completó el

proceso de revelar la Torá oculta en Lag baOmer, el día que fue rabínicamente

ordenado junto con los otros cuatro discípulos de Rabí Akibá. Según Rabí Tzadok,

fue en esa fecha que Rabí Shimón bar Yojai falleció posteriormente.

Esos cinco discípulos de Rabí Akibá eventualmente transmitirían a las

generaciones futuras la Torá Oral, tanto la oculta como la revelada, la cual ya está

hoy en día totalmente establecida, asegurando así su rejuvenecimiento contante a lo

largo de los oscuros años del exilio hasta la llegada del Meshíaj.

Nuestra Torá es eterna, siempre fresca y vital, donde se almacena la sabiduría

Divina que ha guiado a nuestro pueblo a través de los momentos más duros y

angustiantes. Cada uno de nosotros tiene su propia porción en la Torá y nos está

esperando para que la desarrollemos y la saquemos a luz con toda su santidad y

belleza, de la manera en la que sólo nosotros podemos hacerlo y en los días en los

que nosotros vivimos. Nuestros sabios, al explicar “montones y montones de halajot

de cada una de las letras”, nos prepararon el camino para que nosotros reclamemos

nuestra propia parte del mayor tesoro jamás concedido a la humanidad: la eterna

Torat Moshé.

Este ensayo contiene dibré Torá.

Por favor trátelo con el debido respeto.