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Percepciones de la Parashá
por
Rab Yaakov Hillel
Rosh Yeshivat Ahavat Shalom
Parashat Yitró
Torá del Sinaí
Una porción en la Torá
“Y Hashem dijo a Moshé: ‘He aquí que he venido a ti en una nube espesa, para
que el pueblo escuche cuando Yo hablo contigo y crean en ti para siempre’”
(Shemot 19:9).
La creencia en Moshé como profeta de Hashem que entregó la Torá al pueblo
judío exactamente como la recibió directamente del Todopoderoso, es parte integral
de nuestra fe hasta la actualidad, tres mil años después de la revelación en el Monte
Sinaí. Moshé recibió absolutamente toda la Torá: “Incluso las nuevas ideas que un
estudiante avanzado recitará ante su maestro, fueron dadas a Moshé en el Sinaí”
(Vayikrá Rabá 22:1).
Los Sabios enseñan que cada alma judía que eventualmente nacerá estuvo
presente cuando la Torá fue dada en el Monte Sinaí, como aprendemos del
versículo: “Aquellos que hoy están aquí con nosotros parados delante de Hashem
nuestro D-os y aquellos que no están hoy con nosotros” (Debarim 29:14-15). Cada
judío posee su propia porción en la Torá, porción que se relaciona con su propia
alma y que sólo él puede sacar a luz. Incluso aquellas almas que todavía no habían
nacido físicamente, recibieron su propia porción en la Torá en el Sinaí (Shemot
Rabá 28:6). Hasta hoy en día, cada judío puede alcanzar un nivel elevado de
conocimiento de Torá y descubrir las nuevas ideas que forman parte de su propia
porción personal en la Torá, ideas que fueron entregadas en el Sinaí y que aguardan
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ser actualizadas. Nuestra Torá no es vieja, sino nueva, viva y se refresca cada día
(Mejiltá, citado por Rashí en Shemot 3:11; Berajot 63b).
Los Taguín
Sin embargo, esto suscita una pregunta: por un lado, decimos que siempre hay
una “nueva” Torá esperando ser revelada en cada generación. Por el otro, los
Sabios enseñan que “Moshé recibió la Torá del Sinaí y la transmitió a Yehoshúa,
Yehoshúa a los Ancianos, los Ancianos a los Profetas y los Profetas la transmitieron
a los Hombres de la Gran Asamblea” (Abot 1:1). En otras palabras, Moshé recibió
toda la Torá en el Sinaí, no sólo aquellas partes que le eran relevantes a él o a su
generación, sino incluso aquellas nuevas interpretaciones que los futuros sabios de
la Torá introducirían.
Podemos responder esta pregunta al analizar un incidente que los Sabios
describen (Menajot 29b): “Cuando Moshé subió al Cielo, encontró al Santo, bendito
es, atando “coronas” sobre las letras (estas son las taguín, pequeñas “coronas” que
se agregan encima de ciertas letras, como aparecen en los rollos de la Torá).1
“[Moshé] le dijo: ‘Señor del universo, ¿qué te obliga a hacerlo?’” En otras
palabras, Moshé le preguntó cuál era la necesidad de esas pequeñas coronas. Los
taguín no sirven como letras, vocales o signos de puntuación y no afectan la
manera en las cual esas letras son leídas.
Hashem respondió a Moshé que en el futuro viviría un sabio excepcionalmente
grande que se llamaría Akibá ben Yosef, y él explicaría montones y montones de
halajot a partir de cada una de esas coronas de las letras. El Midrash afirma que
derivaría 365 ideas novedosas de halajá o agadá de cada trazo de la pluma (Otiot
deRabí Akibá, Ot Tzadi).
Moshe le pidió verlo y Hashem le mostró a Rabí Akibá dando una clase de Torá.
Para su pesar, Moshé no la entendió. Posteriormente, los estudiantes de Rabí Akibá
le preguntaron cuál era el origen de la halajá que les estaba enseñando y Rabí Akibá
respondió que era una “halajá dada a Moshé en el Sinaí”, por lo que Moshé se
tranquilizó.
Si Moshé no sabía para qué eran los taguín, obviamente tampoco sabía los
“montones y montones de halajot” que Rabí Akibá derivó de esas coronas, pues ni
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Las letras shin, ayin, tet, nun, zayin, guimel y tzadi (letras conocidas por su acrónimo shatnez
gatz) tienen tres coronas en cada letra. Las letras bet, dalet, kuf, jet, yud y hé (bedek jayá)
tienen una sola corona en cada letra. Las letras restantes, alef, vav, jaf, lamed, mem, samej, pé,
resh y tav (ojel mesaperet) no tienen coronas.
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siquiera sabía que podían ser interpretadas o explicadas. Obviamente, esas ideas
fueron nuevas y originales, que ni siquiera Moshé Rabenu conocía. Además, Moshé
no entendió la clase que Rabí Akibá estaba impartiendo, por lo que parece ser que
esas ideas no fueron parte de lo que Moshé recibió en el Sinaí.
¿Moshé recibió toda la Torá o hubo partes de ella que nunca escuchó? Tanto el
Arizal como el Or haJaim sugieren respuestas a esta pregunta (véase Shaar
Maamaré Jazal, página 11a). Ellos señalan que Moshé sí recibió toda la Torá Oral,
incluso las nuevas ideas que se proponen en los bate midrash contemporáneos. Sí
sabía las halajot que Rabí Akibá enseñó; lo que no sabía era cómo esas halajot se
derivaban de las coronas sobre las letras. Este tipo de conocimiento es parte de la
porción personal que cada sabio tiene en la Torá en cada generación. Los sabios
revelan todos los detalles y sutilezas de las halajot recibidas por Moshé –que forman
parte de la tradición oral en general– y cómo éstas están aludidas en las coronas
sobre las letras del rollo de la Torá.
Sin embargo, en mi humilde opinión, ésta no es la única respuesta a la pregunta
anterior. ¿Acaso este conocimiento es todo lo que nuestros grandes sabios han
logrado a lo largo de miles de años de intenso esfuerzo en el estudio? Seguramente
han logrado mucho más profundidad que simplemente entender de qué modo las
halajot que aprendieron se derivan de las pequeñas coronas de las letras y de sus
distintas combinaciones. Aunque descubrir estas referencias y alusiones ocultas es
parte del estudio de Torá, éste no es su objetivo central.
Aceptación sin reserva alguna
Existe otro concepto esencial para entender la aceptación que nuestro pueblo
hizo de la Torá y nuestra relación con ella. Nuestros antepasados aceptaron la Torá
al pronunciar la famosa frase Naasé veNishmá (“Haremos y escucharemos”, en
Shemot 24:7). No hubo prerrequisitos o vacilaciones; su aceptación de la Torá fue
con todo el corazón. Y sin embargo, nuestros Sabios enseñan: “Israel no recibió la
Torá hasta que el Santo, bendito es, colocó la montaña sobre ellos, como dice el
versículo: ‘Y ellos estuvieron debajo de la montaña’ (Shemot 19:17). Rav Abdimi bar
Jamá dijo: ‘El Santo, bendito es, dijo a Israel: Si aceptan la Torá, bien, pero si no lo
hacen, allí será su sepultura’” (Shabat 88a).
Tosafot formula una pregunta obvia: ¿acaso no habían dicho ya “Haremos y
escucharemos”, lo cual implica que ya la habían aceptado plena y voluntariamente?
Si ya habían expresado su disposición a cumplir los mandamientos de la Torá antes
de entender las razones de esos mandamientos, ¿qué necesidad había de forzarlos?
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Los Sabios nos enseñan que el factor de coerción sirvió como renuncia legal de
responsabilidad por parte del pueblo en caso que en el futuro no la observasen,
pues así podrían argüir que fueron obligados a aceptarla (véase Rashí, allí mismo).
De hecho, los Sabios nos dicen que el pueblo judío aceptó voluntariamente la Torá
Oral en la época de Mordejai y Ester, como el versículo declara: “Ellos cumplieron y
aceptaron [la Torá] sobre ellos y sobre sus descendientes” (Ester 9:27).
¿Qué implica todo esto? Los Sabios dicen: “Cuando el pueblo de Israel dijo:
‘Haremos y escucharemos’, una voz del Cielo proclamó: ‘¿Quién reveló este secreto
a Mis hijos? Es un secreto que sólo pertenece a los ángeles’ (Shabat 88a)”.
Aparentemente, el pueblo de Israel dio la respuesta correcta. Siendo así, ¿estas
palabras muestran una aceptación total de la Torá o no?
Nuestros Sabios aclaran que ellos sí aceptaron inmediata e incondicionalmente la
Torá Escrita, pero no la Torá Oral (Tanjumá, Nóaj 3). Tal como el Midrash señala,
la Torá Escrita es mucho más breve y más fácil de estudiar que la Torá Oral, pues
sólo abarca los cinco libros de Moshé; sus mandamientos son más generales, a
diferencia de la enormidad de una Torá Oral que intimida por sus innumerables
detalles. No sólo eso, sino que el estudio de la Torá Oral es mucho más difícil y
complicado (véase Berajot 63b). Una vida dedicada al estudio intensivo de la Torá
Oral exige sacrificio: “Este es el camino de la Torá: come pan con sal y bebe un
poco de agua y duerme en el piso y vive una vida de carencias y esfuérzate en la
Torá. Si lo haces, serás feliz en este mundo y será bueno para ti en el mundo
venidero” (Abot 6:4).
Los judíos recién liberados del desierto no estaban tan dispuestos a morir por la
Torá (véase Berajot 63b, citando Bamidbar 19:14), por lo que limitaron su
aceptación a la Torá Escrita, que es menos exigente. Cuando se habló de la Torá
Oral, Hashem tuvo que “sostener la montaña sobre ellos” y obligarlos a recibirla. La
aceptación irrestricta de la Torá Oral fue sólo en los tiempos de Mordejai y Ester,
después del milagro de Purim.
En principio
Tratemos de entender la diferencia entre la Torá Escrita y la Torá Oral, tal como
fueron entregadas a Moshé.
Los Sabios explican que la Torá Escrita constituye un cuerpo legislativo formado
por principios generales, mientras que la Torá Oral comprende todas las
explicaciones detalladas de esos principios. Sin embargo, Hashem le enseñó a
Moshé toda la Torá Oral, pero en sus principios generales (Tanjumá, Nóaj 3 y Ki
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Tisá 16), pues si no fuese así, ¿cómo pudo Moshé aprender toda la Torá, “cuya
medida es más extensa que la tierra (Iyob 11:9)?
A lo largo de las generaciones siguientes, los sabios explicaron y desentrañaron
todos los innumerables detalles contenidos dentro esos principios generales, como
vemos en la visión que le fue mostrada a Moshé de la clase que estaba dando Rabí
Akibá, en la cual él estaba enseñando Torat Moshé, pero esclareciendo los más
refinados e intrincados detalles de las halajot, a la par que innovaba interpretaciones
originales basadas en, incluso, los trazos de la pluma del tintero.
Torá para todas las épocas
Cada época y cada lugar presenta nuevas situaciones y circunstancias, cada una
de ellas con sus propias ramificaciones halájicas. Nuestras autoridades de Torá
aplican continuamente los principios eternos que recibieron de Moshé en el Sinaí a
las nuevas situaciones que constantemente surgen. Un ejemplo clásico de esto es el
descubrimiento de la electricidad, que obviamente era desconocida en los tiempos
que Moshé o los sabios vivían y enseñaban. Sin embargo, los criterios halájicos a
través de los cuales podemos entender la manera en la que la electricidad afecta
Shabat o los Festivales sí se encuentran dentro de Torat Moshé. No hay Hiljot
Electricidad en el Talmud, pero las bases sobre las cuales se analizan las halajot
relacionadas con la electricidad sí están dentro el Talmud. Lo mismo aplica con
cualquier otro descubrimiento o invención en cualquier área de estudio. Gracias a su
gran conocimiento de los principios que aparecen en el Talmud, nuestras
autoridades de Torá son capaces de definir sus parámetros halájicos y legislar sobre
los complejos temas que vayan surgiendo a partir de ellos.
Estos son los “montones y montones de halajot” que Moshé no pudo entender,
pues abarcaban temas que no eran aplicables en su época. A medida que esos
temas surgían, los sabios de Torá de cada generación las “derivan de los trazos de
las letras”, mediante alusiones, demostraciones y referencias que surgen de los
principios de la Torat Moshé.
Esta es una razón por la cual nuestros Sabios dicen que “Moshé recibió la Torá
del Sinaí” (Abot 1:1). El Sinaí, en este caso, es un concepto que se refiere al
conocimiento extenso de toda la Torá que fue dada en el Monte Sinaí (opuesto al
concepto de Oker Harim, que se refiere a la capacidad de analizar profundamente
algo y que permite a los estudiantes avanzados de cada época sugerir explicaciones
adicionales a algún tema en específico que expanden el significado literal de las
enseñanzas de la tradición oral (véase Berajot 64a).
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El concepto “Sinaí” se refiere al conocimiento extenso, general y enciclopédico,
como la Torá que recibió Moshé en el Monte Sinaí. Oker Harim desgaja esta
enorme masa de datos y temas para analizarlas exhaustivamente, produciendo
nuevos pensamientos, ideas e interpretaciones que pueden aplicarse a situaciones
contemporáneas, como Rabí Akibá lo hacía. El Maharal explica que la Torá de
Moshé fue dada en forma de principios generales, mientras que la Torá de Rabí
Akibá consistía de detalles minuciosos (Jidushé Agadot a Menajot 29b). Los detalles
de Rabí Akibá sí están incluidos dentro de los principios generales de Moshé y salen
a luz gracias a los discípulos de Rabí Akibá de todas las generaciones posteriores.
Gracias a su esfuerzo en la Torá, los sabios de todas las épocas desarrollan ideas
novedosas específicas a sus tiempos y éstas son parte de su porción personal en la
Torá, las que, invariablemente, se derivan de la Torat Moshé (véase Rabí Yitzjak
Isaac Haber, Or haTorá, Likutim, para una explicación más detallada de este tema).
Valores espirituales
Con todo lo anterior en mente, intentemos entender qué hizo que el pueblo judío
estuviese incondicionalmente dispuesto a aceptar la Tora Oral durante la época de
Mordejai y Ester.
Durante la estancia del pueblo de Israel en el desierto, los judíos eran
espiritualmente ricos, disfrutando de evidente cercanía al Todopoderoso en cada
momento. El pilar de nubes los dirigía de día y el pilar de fuego los alumbraba de
noche. Estaban rodeados y protegidos por las Nubes de Gloria, que los acogían y
velaban por sus necesidades. Su agua provenía del milagroso Manantial de Miriam y
comían maná, que era un pan que provenía directamente del Cielo. Aprendían Torá
de Moshé Rabenu, quien les transmitía lo que aprendió directamente del
Todopoderoso, cumpliendo así lo que dicen los Sabios: “La Torá fue dada sólo para
aquellos que comían maná” (Tanjumá, Beshalaj 20). Ellos gozaban de múltiples
maneras a través de las cuales derivaban espiritualidad y conexión a Hashem. Las
circunstancias únicas de esta generación en el desierto les dieron la oportunidad de
estudiar y absorber Torá sin comparación alguna con cualquier otra época.
La vida del pueblo de Israel mejoró aún más cuando ingresaron a Éretz Israel. La
espiritualidad era fácilmente accesible, pues poseían muchas ventajas espirituales.
Nuestros sabios enseñan que Éretz Israel es más sagrada que cualquier otra tierra
(Kelim 1:6) y su aire imparte sabiduría (Babá Batrá 158b). Tenían profetas y reyes
justos, el Templo y expiación con los sacrificios. Lograban la perfección a través de
todos los mandamientos, especialmente aquellos que sólo pueden efectuarse
dentro de la Tierra Santa.
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Después de la destrucción del Primer Templo, el pueblo judío fue exilado de su
tierra sagrada y Hashem ya no se comunicaba directamente con ellos por medio de
profecía. Al ser un pueblo perseguido y lejos de su hogar, sus tribulaciones fueron
enormes. Después surgió el malvado plan de Hamán de erradicar completamente a
todo el pueblo judío, D-os no lo quera. Fue entonces que se dieron cuenta que sin
la Torá Oral y el intensivo estudio que exige sería imposible sobrevivir.
Los Sabios enseñan: “Desde el día que el Templo fue destruido, el Santo, bendito
es, no tiene más en este mundo que los cuatro codos de la halajá” (Berajot 8a). Lo
mismo aplicó para el pueblo, pues desaparecieron todas las demás maneras de
acercarse a Hashem que en el pasado poseían. Sólo la Torá Oral sería la única luz
que iluminase sus largos años de exilio. A partir de entonces y durante los siglos
posteriores, cada sabio de Torá podría encontrar su propia porción en la Torá,
aquella que le fue dada a su alma en el Sinaí. Esto ha sido demostrado a lo largo de
nuestra historia y en todo lugar donde nuestro pueblo ha morado. Las comunidades
donde hay yeshivot y kolelim, donde eruditos de Torá se dedican al estudio
profundo de la Torá, han sobrevivido intactas y tienen esperanza en el futuro. Las
comunidades sin instituciones de Torá están siempre en riesgo de desmoronarse y
desaparecer.
La gran luz
Los Sabios nos enseñan que el versículo “El pueblo que camina en la oscuridad
vio una gran luz” (Yeshayahu 9:1) se refiere al estudio de la Guemará (Tanjumá,
Noáj, citando ese versículo). La Torá es ardua, pero ese mismo esfuerzo que
invertimos en el estudio es la mayor alegría que este mundo puede ofrecer.
El gran placer y el total involucramiento en el estudio de nuestros grandes sabios
de la Tora inspiran admiración. Yo fui testigo ocular de un incidente inolvidable hace
muchos años. En cierta ocasión, fui con otras personas a consultar al Steipler, de
bendita memoria, quien ya estaba cerca de los noventa años. Fue en el ayuno del
17 de Tamuz y en un día de calor sofocante de verano. No había aire acondicionado
en su casa, ni siquiera un ventilador. Cualquier otra persona de su edad estaría
reposando en su cama, esperando que el ayuno finalizase. En vez de eso, lo
encontramos totalmente absorto estudiando mishnayot y su entusiasmo y vitalidad
eran pasmosos. Los diez de nosotros estábamos en esa habitación, esperando y
observando, pues él no notó nuestra presencia durante varios minutos. El placer que
sentía en la Torá era tan intenso y real que no tenía necesidad alguna de
comodidades y placeres mundanos.
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Sólo Moshé
Los Sabios describen la transmisión de la Torá de Moshé a las futuras
generaciones (en Abot 1:1): “Moshé recibió la Torá de Sinaí y la transmitió a
Yehoshúa, y Yehoshúa a los Ancianos y los Ancianos a los Profetas y los Profetas la
transmitieron a los Hombres de la Gran Asamblea”.
Los comentaristas preguntan: ¿Por qué la palabra “recibió” es usada
exclusivamente con Moshé y con los otros se utiliza la frase “la transmitió”? ¿Por qué
no está escrito: “El Todopoderoso transmitió la Torá a Moshé y Moshé la transmitió
a Yehoshúa… etcétera o Moshé recibió la Torá del Todopoderoso y Yehoshúa la
recibió de Moshé y… etcétera? Al parecer, hay una diferencia importante entre la
manera en la que Moshé recibió la Torá de Hashem y la transmitió a sus discípulos
a la manera en la que éstos la transmitieron a las generaciones subsiguientes.
Moshé Rabenu fue un gran líder, sabio, maestro y mucho más. Aun así, la Torá
menciona sólo una frase alabando a este tzadik incomparable: “Y el hombre Moshé
era muy humilde, el más humilde de todas las personas sobre la faz de la tierra”
(Bamidbar 12:3). También su percepción de sí mismo era: “Y nosotros, ¿qué
somos?” (Shemot 16:7), implicando que “No somos nada”. De hecho, fue
precisamente por esa virtud que fue escogido para recibir la Torá del Sinaí.
La humildad es de gran importancia en la Torá. Es una de las cuarenta y ocho
maneras a través de la cual se adquiere la Torá (Abot 6:6) y según algunas
opiniones es la primera de ella (véase Kelí Yakar a Shemot 25:10). Lo Sabios
comparan las palabras de Torá al agua: así como el agua no fluye hacia arriba y en
vez de eso fluye hacia abajo, si queremos adquirir Torá debemos ser modestos y
humildes; así como el agua busca el suelo, así la Torá busca a quien es modesto y
humilde. La arrogancia aleja la Torá, mientras que la humildad la atrae (Taanit 7a).
El “agua” de la Torá desciende de la mayor de las alturas, del Todopoderoso,
dándole a la persona la capacidad de regresar a su fuente original. Cuando la Torá
que estudiamos asciende de nuevo a su altura original, nosotros nos elevamos
espiritualmente.
Por eso la mishná dice que “Moshé recibió la Torá del Sinaí…” en vez de “Moshé
la recibió de Hashem, que se reveló en el Sinaí…”. El Monte Sinaí es símbolo de
humildad: “El Santo, bandito es, pasó sobre todas la montañas y colinas e hizo
morar Su presencia en el Monte Sinaí y el Monte Sinaí no era un monte alto ni
imponente” (Sotá 5a). Hashem bajó, metafóricamente hablando, y escogió el Monte
Sinaí, la más baja y humilde de las montañas, pues la humildad es un prerrequisito
para la Torá (véase Meguilá 31a).
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Según las enseñanzas cabalísticas, la conexión es aún más profunda. Moshé
recibió la Torá no para él mismo, sino para todo el pueblo judío; no para aquellos
que vivían entonces, sino para todas las generaciones futuras. Moshé recibió seis mil
años de Torá, suficientes para todo el pueblo judío hasta la llegada del meshíaj. La
Torá es nuestra guía para perfeccionarnos a nosotros mismos y al mundo, llevando
así a toda la creación a su perfección. La Torat Moshé posee dentro de sí suficiente
Torá como para enseñar a toda persona cómo lograr ese objetivo anhelado hasta el
final del tiempo.
Para poder recibir toda esa Torá es necesario ser muy humilde. Si Moshé hubiese
creído que es perfecto o que el mundo es perfecto, ¿cómo podría haber recibido un
manual para perfeccionar los defectos de la humanidad y de la creación? Moshé no
hubiese visto ninguna necesidad de ese manual.
La enorme humildad de Moshé Rabenu era necesaria para que se diese cuenta
de todo lo que él, la humanidad y el mundo carecen, para así apreciar la gran
cantidad de instrucciones Divinas que nos guían a llenar esas carencias. Cualquier
otra persona menos humilde hubiese sido incapaz de recibir toda la Torá, y una
Torá a medias es incompleta y no hubiese bastado para llevar al mundo a su última
perfección. Por eso sólo Moshé, “el más humilde de todas las personas sobre la faz
de la tierra” fue quien recibió la Torá del Sinaí.
Moshé fue el único ser humano capaz de este logro inmenso. Nuestros Sabios
nos dicen que “Moshé equivalía a todo Israel” (Tanjumá, Beshlaj 10). Pese a que
Moshé era una sola persona, abarcaba a las 600,000 almas de Israel. En ese
sentido, no sólo recibió su Torá, sino la Torá que se relaciona con todo el pueblo de
Israel a lo largo de todas las generaciones.
Por eso fue que Moshé “recibió la Torá”, mientras que todos los demás “la
transmitieron”. Al haber recibido toda la Torá, pudo transmitirla tal como la recibió.
Ya no fue necesario que las personas detrás de él estuviesen a su mismo nivel de
perfección espiritual, pues ya sólo tenían que conectarse al eslabón original, a la
Torat Moshé recibida en el Sinaí, que él, con su incomparable humildad pudo
recibir del Todopoderoso y transmitir a todas las generaciones posteriores.
Torá Escrita y Oral
Sin embargo, si analizamos la continuación de ese mismo primer capítulo de
Abot, veremos que nuestros sabios vuelven a usar el término “recibió” al describir la
transmisión de la Torá: “Antígonos de Sojo la recibió de Shimón haTzadik…, Yosé
ben Yoezer… y Yosé ben Yojanán… las recibieron de ellos” (Abot 1:3-12).
Aparentemente, los sabios todavía “recibían” la Torá aún después de Moshé.
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Podemos entender esto a partir de una enseñanza de Rabí Tzadok haKohén de
Lublín (Perí Tzadik, volumen III, Maamar Lag baOmer, página 88b). Él escribe que
la raíz espiritual de los primeros sabios de Torá que aparecen en el Tanaj –tales
como Moshé, Aarón y el profeta Shemuel–, se encuentran en la Torá Escrita, pero la
raíz espiritual de los sabios mencionados en la Mishná y en el Talmud están en la
Torá Oral.
Desde el tiempo de la entrega de la Torá hasta la época de Mordejai y Ester,
predominaba la raíz de la Torá Escrita. Aunque los judíos de esos tiempos cumplían
los mandamientos acorde con los requisitos de la Torá Oral, su estudio estaba
basado en la explicación y entendimiento de los versículos del Jumash, tal como fue
enseñada por Moshé y transmitida de generación en generación. No había entonces
dudas ni diferencias de opinión. Moshé les dio una tradición clara, incuestionable y
bien fundamentada que permaneció intacta e invariable durante siglos. Sin
embargo, después de la destrucción del primer Bet haMikdash, la situación de
nuestro pueblo cambió drásticamente y, desde entonces, la raíz de la Torá Oral se
hizo predominante.
Este principio nos ayuda a entender un profundo concepto acerca de la relación
entre la Torá Escrita y la Torá Oral. El Arizal enseña que Lag baOmer se celebra
como un día de regocijo porque fue el día que Rabí Akibá dio ordenación rabínica a
sus cinco últimos discípulos, después que 24,000 de ellos habían fallecido durante
una plaga. Según otra opinión, Lag baOmer es el aniversario de la muerte de Rabí
Shimón bar Yojai. Rabí Tzadok escribe que este principio nos puede ayudar a
comprender por qué el aniversario del fallecimiento de Rabí Shimón bar Yojai se
celebra festivamente. En general, la fecha del fallecimiento de un tzadik es causa de
ayuno, siendo un buen ejemplo de esto el siete de Adar, que es el yohrzeit de
Moshé Rabenu (véase Oraj Jaim 580:1-2). Rabí Tzadok explica que hay una
diferencia entre los tzadikim cuya raíz está en la Torá Escrita, por quienes sí
ayunamos, y aquellos tzadikim cuya raíz espiritual está en la Torá Oral, cuyo
yohrzeit festejamos. Nuestros Sabios señalan que el aniversario de su muerte es un
día especialmente propicio para que sus enseñanzas de Torá penetren en el corazón
de sus discípulos. Su Torá no desaparece cuando ellos dejan este mundo, sino que
continúa floreciendo a través de sus discípulos, por lo que su yohrzeit es tiempo de
regocijo (véase Tanjumá, Bealotejá 15, que cita a Kohélet 12:11).
Como ya explicamos, el estudio de la Torá Escrita es acorde con la tradición
recibida por Moshé, que consiste de la explicación de los versículos de los Torá y el
conocimiento de las legislaciones halájicas. El estudio de la Torá Oral es un estudio
profundo e interpretación original al estilo de Rabí Akibá. Esta es la Torá que
nosotros estudiamos en el exilio que comenzó después de la destrucción del primer
Templo. La transición de la Torá Escrita a la Oral no hubiese sido posible sin la
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premisa de que ambas fueron recibidas por Moshé. Es por esto que la transmisión
continua de la Torá Oral de generación en generación se denomina “Kabalá”, que
literalmente significa “recepción”. La Kabalá significa “transmisión acorde con el
esfuerzo original”.
Una “nueva” Torá
Los Sabios recibieron los principios de la tradición oral con una línea directa de
transmisión que databa de Moshé. De Rabí Akibá en adelante, la Torá estudiada y
enseñada por los sabios de Torá de cada generación es su propia exposición,
clarificación y aplicación de esos principios a las nuevas circunstancias y casos que
frecuentemente surgen. Esta es su porción personal en la Torá recibida en el Sinaí,
fruto de una vida dedicada al estudio intenso. La revelación de esta “nueva” Torá es
muy apreciada y motivo de regocijo especial. Nuestros Sabios nos dicen que “las
enseñanzas de los rabinos son más preciosas que las palabras de la Torá (Shir
haShirim Rabá 1:18; Abodá Zará 35a, con Rashí). La razón de ello es porque son
producto de arduo esfuerzo (véase Rabí Tzadok haKohén, Majshebet Tzadik, página
158 y Mijtab meEliáhu, volumen 4, página 56).
Este tipo de Torá trae consigo alegría y satisfacción por otra razón adicional.
Después de la destrucción del Templo, hubo muchas diferencias de opinión entre
los sabios, casi en cada halajá, como lo vemos en la Mishná y en el Talmud (véase
Sotá 47b). En esos casos, los Sabios del Talmud legislaron en muchas de esas
cuestiones y sus decisiones son absolutas e irrefutables, obligatorias para todo el
pueblo judío de todas las generaciones posteriores. También hubo muchas dudas
que permanecieron abiertas, para ser posteriormente decididas por los sabios de las
generaciones siguientes, aunque éstas no son obligatorias para todo el pueblo
(véase sobre esto, Rambam, en su Introducción a Yad haJazaká). Además, hay
numerosas preguntas que van surgiendo con el tiempo. La resolución de estas
dudas al aplicar los principios de la Torá es origen de esta alegría.
Cuando fallece un sabio de Torá que expuso y enseñó mucha Torá, su
contribución personal a la Torá sube con él a la Yeshibá shel Maalá (Yeshibá
Celestial) y nosotros nos regocijamos con él, como en el caso de Rabí Shimón bar
Yojai en Lag baOmer.
Con esto en mente, podemos entender mejor la enseñanza de los Sabios de que
Moshé recibió toda la Torá en el Monte Sinaí, incluso aquellos que los estudiantes
avanzados de todas las generaciones innovarían. Aunque estas innovaciones son
“nuevas”, están basadas y se derivan de la Torat Moshé, la tradición oral que Moshé
recibió en el Sinaí. Sin embargo, estas ideas sólo pueden salir a la luz en su
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momento adecuado y a través del esfuerzo de la persona adecuada, acorde con la
porción que esta persona recibió en el Sinaí.
Tallando una porción propia
Encontramos una alusión a la transición mencionada anteriormente en las
palabras de la Torá que describen las primeras y las segundas Tablas de la Ley. Las
primeras fueron “Obra de D-os y la escritura era la escritura de D-os” (Shemot
32:16). Moshé rompió esas tablas sagradas después que el pueblo pecó con el
becerro de oro (32:19). Respecto de las segundas tablas, Hashem dijo a Moshé:
“Talla para ti mismo dos tablas similares a las primeras y Yo escribiré en ellas”
(34:1). Podemos decir que las primeras tablas, que fueron escritas totalmente por
D-os, representan la era de la Torá Escrita, mientras que las segundas, talladas por
Moshé, representan la era de la Torá Oral, en la que cada individuo debe tallarlas
para sí mismo, mediante el estudio de las enseñanzas de los sabios y deduciendo
nuevas ideas a partir de las mismas y antiguas palabras. Las primeras tablas fueron
destrozadas por el trágico pecado del becerro de oro. La era de la Torá Escrita
terminó con gran tragedia similar, la de la destrucción del primer Templo, por lo
que era tiempo de una “segundas tablas”, que representan la Torá Oral y que
acompañaría al pueblo judío a lo largo de su exilio.
Sin embargo, también en las tablas “hechas por el hombre”, fue el
Todopoderoso quien inscribió las letras. Esto nos enseña que las “nuevas”
explicaciones que son desarrolladas y reveladas por los sabios de Torá y sus
discípulos en cada generación fueron enseñadas originalmente a Moshé en el Sinaí,
cuando recibió los principios generales de la tradición oral. Ya había entonces
alusiones sutiles a todos esos nuevos detalles, esperando ser sacadas a luz por los
sabios posteriores cuando llegase la necesidad de hacerlo.
La mishná registra la transmisión de la Torá hasta la época de los hombres de la
Gran Asamblea, que justamente es en la época de Mordejai, quien era uno de ellos.
Aquí terminó el fin de la era de la Torá Escrita, tal como fue recibida por Moshé.
Durante los tiempos de Mordejai, el pueblo judío aceptó de nuevo la Torá Oral,
con la misma disposición y entusiasmo con el que habían aceptado la Torá Escrita
varios siglos antes. Desde entonces, cada sabio de la Torá talla su propia porción en
la Torá, conectándose así a la porción especial que D-os le concedió en el Monte
Sinaí.
Los siglos entre Mordejai y Rabí Akibá fue la era del desarrollo, establecimiento y
transmisión de la tradición oral halájica que fue completada por Rabí Akibá. El gran
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discípulo de Rabí Akibá, Rabí Shimón bar Yojái, completó los secretos esotéricos de
la Torá, al poner por escrito el Zóhar.
Nosotros no celebramos la Torá de Mordejai y de Rabí Akibá en el aniversario de
sus muertes. Sólo lo hacemos por Rabí Shimón bar Yojai, quien completó el
proceso de revelar la Torá oculta en Lag baOmer, el día que fue rabínicamente
ordenado junto con los otros cuatro discípulos de Rabí Akibá. Según Rabí Tzadok,
fue en esa fecha que Rabí Shimón bar Yojai falleció posteriormente.
Esos cinco discípulos de Rabí Akibá eventualmente transmitirían a las
generaciones futuras la Torá Oral, tanto la oculta como la revelada, la cual ya está
hoy en día totalmente establecida, asegurando así su rejuvenecimiento contante a lo
largo de los oscuros años del exilio hasta la llegada del Meshíaj.
Nuestra Torá es eterna, siempre fresca y vital, donde se almacena la sabiduría
Divina que ha guiado a nuestro pueblo a través de los momentos más duros y
angustiantes. Cada uno de nosotros tiene su propia porción en la Torá y nos está
esperando para que la desarrollemos y la saquemos a luz con toda su santidad y
belleza, de la manera en la que sólo nosotros podemos hacerlo y en los días en los
que nosotros vivimos. Nuestros sabios, al explicar “montones y montones de halajot
de cada una de las letras”, nos prepararon el camino para que nosotros reclamemos
nuestra propia parte del mayor tesoro jamás concedido a la humanidad: la eterna
Torat Moshé.
Este ensayo contiene dibré Torá.
Por favor trátelo con el debido respeto.