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www.libreonline.com MIERCOLES, 18 DE FEBRERO DE 2009 47 WASHINGTON — Si la campaña presi- dencial de Barack Obama fue fluida y profunda igual que los ríos, sus primeras semanas en Washington han sido turbulentas y superficiales como los rápidos. Empezó con el final fulmi- nante del nombramiento de Richardson, desve- lando un proceso de selección con la escrupulo- sidad de una solicitud de una hipoteca de riesgo. Después llego un discurso inaugural tan vacuo que tanto partidarios como detractores se pre- guntaban por igual si la vacuidad fue intencio- nada — un sutil juego de mediocridad estraté- gica. Llegó entonces la violación flagrante de una estricta prohibición de la presencia de lobistas, la cual no hacía ninguna distinción entre la presión política reali- zada en defensa del régimen iraní y la presión política contra el tabaquismo en la adolescencia. Finalmente una oleada de problemas con el fisco, que dejan la impresión de una administración más interesada en subir los impuestos que en pagarlos. Estos tumbos han tenido un impacto entre los Republicanos casi teoló- gico: la doctrina de la infalibilidad política de Obama ha sido puesta en duda. Pero los reveses de la administración — los referidos a los integrantes del gabinete en parti- cular — son temporales, y fácilmente corregibles mediante una serie de victorias legislativas que ya han dado comienzo. El período inicial de la administración Obama, sin embargo, ha dado muestras de un problema a largo plazo — no el de la incompeten- cia, sino el de la ausencia de contenido. Los partidarios de Obama sin duda conside- rarán esto “pragmatismo.” Su discurso de inves- tidura incluyó una de las defensas más notorias de esa filosofía política en la historia estadounidense. “Lo que los cínicos no comprenden es que el esce- nario bajo sus pies ha cambiado,” informaba a los estadounidenses de la desfasada creencia ideológi- ca, “que los enfrentamientos políticos añejos que durante tanto tiempo nos han consumido ya no sirven. La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno es demasiado grande o demasia- do pequeño, sino si funciona o no. …” Este enfoque ha hecho que Obama coseche alabanzas por su prudencia, su pensamiento inde- pendiente, su modestia epistemológica, su empi- rismo, su curiosidad, su orientación a los resulta- dos, su ausencia de dogmatismo, su hastío con el extremismo, su disposición al compromiso y su insistencia en los matices. Ha sido comparado con William James y John Dewey, los héroes del pragmatismo americano. Pero ese credo ha sido ahora puesto a prueba en dos terrenos. En pri- mer lugar, el nuevo presidente delegaba casi por completo la forma inicial del paquete de estímulo en la dirección Demócrata del Congreso — que, a su vez, fue modelada a base de apetitos Demócratas reprimidos de gasto en lugar de una teoría económica coherente. Las modificaciones del Senado hicieron marginalmente más razonable la legislación. Pero el pragmatismo de Obama se tradujo en este caso en un total vacío de creatividad, ocupado por la rama del gobierno más agresivamente ideológica. Y esto logró reavi- var las objeciones ideológicas Republicanas a los excesos federales. En la nueva era del pragmatismo, todos los ideólogos se sienten animados a parti- cipar. La segunda prueba de fuego del pragmatismo de Obama ha sido la educación. Durante su campaña a la presidencia, el atractivo post-partidis- ta de Obama resultó creíble sobre todo — para mí y para muchos más — al hablar de la reforma de la educación. Era partidario de un sistema de ren- dir cuentas basado en los resultados académicos y de salarios del profesora- do basados en los méritos — significativos abandonos de la agenda del sin- dicato de la educación. Pero el gasto en educación dentro del plan de estímulo — alrededor de 140.000 millones de dólares en la Cámara y 80.000 millones de dóla- res en el Senado — hace poco o ningún énfasis en la calidad del profe- sorado de las escuelas con un elevado número de estudiantes de minorí- as, poco o ningún énfasis en la consolidación de los centros concertados, poco o ningún énfasis en la importancia de la evaluación de resultados, poco o ningún énfasis en la enseñanza de los fundamentos de lectura. Con presupuestos de educación estatales y locales cada vez más reduci- dos, el incremento del gasto federal puede estar justificado. Pero el enfoque de la administra- ción abandona el principio más básico de la mejora en el centro escolar: primero reforma, y después los recursos. El pragmatismo filosófico de John Dewey implicaba, según sus palabras, “diversidad, ini- ciativa, innovación, salida de la rutina, experi- mentación.” En educación, la administración Obama no ha exhibido ninguna de estas cualida- des. En su lugar, vuelve a un tipo de pragmatismo más desfasado — el pragmatismo político de devolver favores a los partidarios políticos de uno. El problema de este enfoque no es simplemente su coste para el Estado, sino su coste para los alum- nos. Los centros escolares llevan décadas demos- trando que no existe casi correlación entre el con- sumo de recursos por su parte y la calidad de su formación de los alumnos en los fundamentos de lectura y matemáticas. Cuando estos resultados ni se miden ni se exigen por ley, no deberían espe- rarse. La traición del sistema educativo a los niños marginados es la tragedia que pasa completamen- te desapercibida. La mayoría de los Demócratas del Congreso parecen darse por contentos con representar a los sindicatos de la educación. La mayoría de los Republicanos se opone a los están- dares federales por motivos de ideología. Los gobernadores, tanto Demócratas como Republicanos, se dan por satisfechos cogiendo fondos federales sin tener que rendir cuentas de ningún tipo. Si el Presidente no habla por los niños desfavorecidos de centros escolares ruinosos, serán igno- rados. Igual que lo están siendo. La era Obama apenas acaba de empezar. Pero es ya evidente que el pragmatismo sin una visión rectora o un sistema de creencias se convierte tan apenas en atención a los intereses políticos implacables. La tragedia que pasa desapercibida Michael Gerson L a traición del sistema educativo a los niños marginados es la trage- dia que pasa completamente desapercibida. La mayoría de los Demócratas del Congreso parecen darse por contentos con representar a los sindicatos de la educación. La mayoría de los Republicanos se opone a los estándares federales por moti- vos de ideología. Los gobernado- res, tanto Demócratas como Republicanos, se dan por satis- fechos cogiendo fondos federa- les sin tener que rendir cuentas de ningún tipo. Si el Presidente no habla por los niños desfavo- recidos de centros escolares rui- nosos, serán ignorados. Igual que lo están siendo. 2111 NW 103 ST. (305) 696-2511 10285 NW 21 CT. (305) 693-3441 10201 NW 21 CT. (305) 693-2225 350 NW 118 AVE. (305) 207-7722 890 SW 143 AVE. (305) 227-2277 www.lincolnmarti.com MIAMI
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WASHINGTON — Si la campaña presi-dencial de Barack Obama fue fluida y profundaigual que los ríos, sus primeras semanas enWashington han sido turbulentas y superficialescomo los rápidos. Empezó con el final fulmi-nante del nombramiento de Richardson, desve-lando un proceso de selección con la escrupulo-sidad de una solicitud de una hipoteca de riesgo.Después llego un discurso inaugural tan vacuoque tanto partidarios como detractores se pre-guntaban por igual si la vacuidad fue intencio-nada — un sutil juego de mediocridad estraté-gica. Llegó entonces la violación flagrante deuna estricta prohibición de la presencia de
lobistas, la cual no hacía ninguna distinción entre la presión política reali-zada en defensa del régimen iraní y la presión política contra el tabaquismoen la adolescencia. Finalmente una oleada de problemas con el fisco, quedejan la impresión de una administración más interesada en subir losimpuestos que en pagarlos.
Estos tumbos han tenido un impacto entre los Republicanos casi teoló-gico: la doctrina de la infalibilidad política de Obama ha sido puesta enduda. Pero los reveses de la administración — losreferidos a los integrantes del gabinete en parti-cular — son temporales, y fácilmente corregiblesmediante una serie de victorias legislativas que yahan dado comienzo.
El período inicial de la administraciónObama, sin embargo, ha dado muestras de unproblema a largo plazo — no el de la incompeten-cia, sino el de la ausencia de contenido.
Los partidarios de Obama sin duda conside-rarán esto “pragmatismo.” Su discurso de inves-tidura incluyó una de las defensas más notorias deesa filosofía política en la historia estadounidense.“Lo que los cínicos no comprenden es que el esce-nario bajo sus pies ha cambiado,” informaba a losestadounidenses de la desfasada creencia ideológi-ca, “que los enfrentamientos políticos añejos quedurante tanto tiempo nos han consumido ya nosirven. La pregunta que nos hacemos hoy no es sinuestro gobierno es demasiado grande o demasia-do pequeño, sino si funciona o no. …”
Este enfoque ha hecho que Obama cosechealabanzas por su prudencia, su pensamiento inde-pendiente, su modestia epistemológica, su empi-rismo, su curiosidad, su orientación a los resulta-dos, su ausencia de dogmatismo, su hastío con elextremismo, su disposición al compromiso y suinsistencia en los matices. Ha sido comparado con William James y JohnDewey, los héroes del pragmatismo americano.
Pero ese credo ha sido ahora puesto a prueba en dos terrenos. En pri-mer lugar, el nuevo presidente delegaba casi por completo la forma inicialdel paquete de estímulo en la dirección Demócrata del Congreso — que, asu vez, fue modelada a base de apetitos Demócratas reprimidos de gasto enlugar de una teoría económica coherente. Las modificaciones del Senadohicieron marginalmente más razonable la legislación. Pero el pragmatismo
de Obama se tradujo en este caso en un total vacío de creatividad, ocupadopor la rama del gobierno más agresivamente ideológica. Y esto logró reavi-var las objeciones ideológicas Republicanas a los excesos federales. En lanueva era del pragmatismo, todos los ideólogos se sienten animados a parti-cipar.
La segunda prueba de fuego del pragmatismo de Obama ha sido laeducación. Durante su campaña a la presidencia, el atractivo post-partidis-ta de Obama resultó creíble sobre todo — para mí y para muchos más — alhablar de la reforma de la educación. Era partidario de un sistema de ren-dir cuentas basado en los resultados académicos y de salarios del profesora-do basados en los méritos — significativos abandonos de la agenda del sin-dicato de la educación.
Pero el gasto en educación dentro del plan de estímulo — alrededorde 140.000 millones de dólares en la Cámara y 80.000 millones de dóla-res en el Senado — hace poco o ningún énfasis en la calidad del profe-sorado de las escuelas con un elevado número de estudiantes de minorí-as, poco o ningún énfasis en la consolidación de los centros concertados,poco o ningún énfasis en la importancia de la evaluación de resultados,poco o ningún énfasis en la enseñanza de los fundamentos de lectura.Con presupuestos de educación estatales y locales cada vez más reduci-
dos, el incremento del gasto federal puede estarjustificado. Pero el enfoque de la administra-ción abandona el principio más básico de lamejora en el centro escolar: primero reforma,y después los recursos.
El pragmatismo filosófico de John Deweyimplicaba, según sus palabras, “diversidad, ini-ciativa, innovación, salida de la rutina, experi-mentación.” En educación, la administraciónObama no ha exhibido ninguna de estas cualida-des. En su lugar, vuelve a un tipo de pragmatismomás desfasado — el pragmatismo político dedevolver favores a los partidarios políticos de uno.El problema de este enfoque no es simplemente sucoste para el Estado, sino su coste para los alum-nos. Los centros escolares llevan décadas demos-trando que no existe casi correlación entre el con-sumo de recursos por su parte y la calidad de suformación de los alumnos en los fundamentos delectura y matemáticas. Cuando estos resultados nise miden ni se exigen por ley, no deberían espe-rarse.
La traición del sistema educativo a los niñosmarginados es la tragedia que pasa completamen-te desapercibida. La mayoría de los Demócratasdel Congreso parecen darse por contentos conrepresentar a los sindicatos de la educación. Lamayoría de los Republicanos se opone a los están-
dares federales por motivos de ideología. Los gobernadores, tantoDemócratas como Republicanos, se dan por satisfechos cogiendo fondosfederales sin tener que rendir cuentas de ningún tipo. Si el Presidente nohabla por los niños desfavorecidos de centros escolares ruinosos, serán igno-rados. Igual que lo están siendo.
La era Obama apenas acaba de empezar. Pero es ya evidente que elpragmatismo sin una visión rectora o un sistema de creencias se conviertetan apenas en atención a los intereses políticos implacables.
La tragedia que pasa desapercibida
Michael Gerson
La traición del sistemaeducativo a los niñosmarginados es la trage-
dia que pasa completamentedesapercibida. La mayoría delos Demócratas del Congresoparecen darse por contentos conrepresentar a los sindicatos dela educación. La mayoría de losRepublicanos se opone a losestándares federales por moti-vos de ideología. Los gobernado-res, tanto Demócratas comoRepublicanos, se dan por satis-fechos cogiendo fondos federa-les sin tener que rendir cuentasde ningún tipo. Si el Presidenteno habla por los niños desfavo-recidos de centros escolares rui-nosos, serán ignorados. Igualque lo están siendo.
2111 NW 103 ST. (305) 696-251110285 NW 21 CT. (305) 693-344110201 NW 21 CT. (305) 693-2225350 NW 118 AVE. (305) 207-7722890 SW 143 AVE. (305) 227-2277
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Por Germán Acero E.LIBRE / Exclusivo
“Nunca lo creí pero siempre soñé conésto”, dijo lleno de emoción JoséCastellanos, después de juramentar juntocon más de un centenar de personas comociudadano americano.
Castellanos se sentó en las sillas delfrente del palco de ceremonias del nuevocentro de Inmigración y Naturalización deKendall en la mañana del pasado viernescuando sus familiares lo acompañaron atan importante gala.
“Me siento el hombre más feliz delmundo. Ahora puedo morir tranquilo.Era lo último que me faltaba por haceren esta gran nación”; insistió Castellanos
quien ondeaba una pequeña banderita delos Estados Unidos.
“Sólo, cuando juramenté, me dí cuen-ta que esto era cierto”, insistióCastellanos quien estaba acompañado porsus hijos y una nieta quienes vestían ele-gantemente en tan importante ceremonia.
“Todo el mundo fue muy amable con-migo. Todos me ayudaron a finiquitareste increíble sueño americano”, reiteróJosé, de origen cubano, quien goza de unaexcelente salud mental y física.
En más de una ocasión se paró de susilla cuando la televisión y los fotógra-fos de prensa le hicieron varias tomaspara publicar en los noticieros y en losperiódicos de Miami y de otros ciuda-des.
A los 100 años, José Castellanos vio realizado el sueño americano
José Castellanos acompañado de sus hijos José Castellanos Aguilar y su hija DaliaGonzález.
Juan Saiz y Pierre-Alex Nemorin quienes se hicieronnuevos ciudadanos americanos.
José con su nieta Dalia García.
Leonardo Amador, pese a sus condicio-nes físicas, asistió a juramentar el pasadoviernes.
Ciudanos, de distinto origen, se declararon felices trasrecibir la carta oficial de ciudadanía.
Vilma María Cordovi asistió a la ceremo-nia de juramentación en compañía de suhijo
Marlen González compartió esta alegriajunto con su pequeña bebita. Los niños vibraron junto con sus padres tras recibir la ciudadanía.
Con verdadero patriotismo los nuevos ciudadanos ento-naron las estrofas del himno nacional.
Castellanos, de 100 años de edad, junto con su hijoJosé Jr.
El doctor Robert A. Fenwick director delnuevo centro de inmigración y naturaliza-ción de Kendall.
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WASHINGTON — Ahora viene laparte dura.
Tan difícil como haya sido llevar el plande estímulo de casi 800.000 millones de dóla-res hasta el punto de su aprobación en elCongreso, ponerlo en marcha en las locali-dades de todo América será un desafíomucho mayor. Y aquí en Washington, las
pruebas políticas que aguardan mientras la agenda cambia a la ener-gía, el medio ambiente, la sanidad, Irak, Afganistán y el resto de laretahíla de problemas también plantearán obstáculos más difíciles desortear.
Como era de esperar, el Presidente Obama ha tenido una intro-ducción accidentada en sus nuevos deberes. Con talento como tiene,nunca antes se le había solicitado reunir una administración, identifi-car a posibles candidatos, decidir dóndepodrían encajar, reclutarlos y habilitarlospara el proceso de confirmación.
Algunos de los nombres más destacadosde esta lista — Tom Daschle, Bill Richardson yJudd Gregg — se retiraron antes de llegar aocupar el cargo. Renunciaron por distintosmotivos, pero si Obama, con tan sólo cuatroaños en el Senado como experiencia, hubieraconocido el percal y los personajes de la vidapública mejor, podría haber anticipado partede estos problemas.
Su elección para el Tesoro, TimothyGeithner, resultó tener cuentas pendientes conel fisco. Lo que es más importante, en su pri-mera gran prueba — explicar la nueva inicia-tiva encaminada a apuntalar la tambaleanteactividad bancaria y crediticia — Geithnerlogró provocar una avalancha de ventas enWall Street. No fue un voto de confianza ni delejos.
A pesar de estas dificultades y distraccio-nes, Obama fue capaz de protagonizar una ofensiva en todos los fren-tes en defensa de su primera gran ley, el plan de estímulo diseñadopara detener el recalcitrante desplome de la economía. Dirigió su cam-paña desde el Capitolio a Indiana, Florida e Illinois, dialogando conRepublicanos así como con Demócratas.
La resistencia demostró ser mucho más acusada de lo anticipado.Parte de ella fue partidismo, con la dirección del Partido Republicanoenviando un mensaje de que no se iban a dejar avasallar. Pero granparte de ello fue la reacción a las sobrecogedoras cantidades en juego.Los Republicanos se preguntaron cómo llegar algún día a amortizaresto. Los Demócratas, cuyas dudas siguieron saliendo a la luz pública
a pesar de los llamamientos a la unidad, cuestionaron si la mezcla degasto y rebajas fiscales era o no lo que debía ser.
Lo desalentador para Obama es que los próximos asuntos ante elCongreso serán aún más difíciles de abordar. Esto fue, hablando rela-tivamente, los entremeses. Siempre es más sencillo reunir una mayoríapara gastar dinero que para ahorrarlo. Cuando Obama aborde la sani-dad, tendrá que pedir a alguien que financie a los millones de personasque quiere sumar a la sanidad pública. Descubrir fuentes de energíarenovables, combatir el calentamiento global y mejorar las escuelas,todo será caro. Y cada uno de estos terrenos está atestado de grupos deinterés dispuestos a plantar batalla para protegerse.
Entretanto, Obama y sus asesores tienen que demostrar quesus caros tratamientos para la economía pueden funcionar. Dentrode 18 meses o de dos años, es seguro que habrá expertos en esta-dística discutiendo si el paquete de estímulo generó o protegió los
4 millones de empleos prometidos. Peropara entonces, los electores se habrán for-mado su propio juicio de si la receta funcio-nó o no — basándose en las condicionesgenerales de la economía, el empleo y laperspectiva de beneficios, el movimiento delos mercados y el grado de confianza delconsumidor.
Obama ha prometido — e invertido —mucho, al mismo tiempo incluso que reconocepor anticipado que sabe que no todo va a fun-cionar. Cualquier programa de gasto de estetamaño está destinado a dar lugar a su contin-gente de escándalos; no hay bastantes admi-nistrativos en Washington y los 50 estadospara evitar las argucias.
Los Republicanos se han ocupado de queObama tenga toda la responsabilidad del res-cate económico. Al reservarse casi todos susvotos, apuestan a que fracasará, exactamenteigual que hicieron 1993 cuando el recién elegi-do Bill Clinton sacó adelante su primer paque-te presupuestario y fiscal en el Congreso sin
un solo voto Republicano.
Allá por entonces, Newt Gingrich predecía que el plan Demócrataconduciría a “una recesión con desempleo masivo” y Dick Armey, susegundo, lo llamó “la receta del desastre.”
Incluso si hubieran acertado, corrieron el riesgo de dar imagen deestar apostando contra algo que la mayoría de los electores esperaba tuvie-ra éxito. Pero se equivocaron — la economía creció bajo Clinton.
16 años más tarde, los Republicanos de hoy parecen haber olvida-do esa experiencia.
EEnnttrree eell ééxxiittoo yy eell ffrraaccaassoo,, ssóólloo ccaabbee eell ttiieemmppoo
David Broder
La resistencia demostró sermucho más acusada de loanticipado. Parte de ella
fue partidismo, con la dirección delPartido Republicano enviando unmensaje de que no se iban a dejaravasallar. Pero gran parte de ellofue la reacción a las sobrecogedorascantidades en juego. LosRepublicanos se preguntaron cómollegar algún día a amortizar esto.Los Demócratas, cuyas dudas siguie-ron saliendo a la luz pública a pesarde los llamamientos a la unidad,cuestionaron si la mezcla de gasto yrebajas fiscales era o no lo quedebía ser.
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