24 2021 ESPECIAL Martí no era de la raza vendible, ni un ...

3
juventud rebelde MIÉRCOLES 24 DE FEBRERO DE 2021 03 ESPECIAL por IBRAHIM HIDALGO PAZ* [email protected] EL 24 de febrero de 1895 se reinició la Guerra de Inde- pendencia contra el colonialismo español. Los objetivos de la contienda no fueron alcanzados, pues la interven- ción militar de Estados Unidos, en 1898, imposibilitó la culminación exitosa de tres años de combates, prece- didos por otros tantos de paciente labor organizativa. En la fecha que conmemoramos se cerró un ciclo del incasable quehacer de muchos hombres y mujeres, encabezados por José Martí. Pero no pensemos que la fundación del Partido Revolucionario Cubano, efi- ciente organización político-militar, fue obra de una inspiración momentánea o la feliz coincidencia, en un instante propicio, de múltiples voluntades anhelan- tes de un guía esperado, como si se tratara de un Me- sías tropical. Quien interprete así los hechos desco- noce la trayectoria martiana desde el inicio de la Gue- rra de los Diez Años hasta el 10 de abril de 1892. En las primeras etapas de su angustiosa labor unita- ria, que puede situarse en 1879, y aun con el recono- cimiento de la capacidad organizativa y movilizadora de aquel joven vehemente por parte de los curtidos veteranos de la Década Gloriosa, Martí estuvo en mi- noría, sin que se admitieran más que sus cualidades de excelente orador y hombre honesto. Hubo un bre- ve período, de 1884 a 1886, en que prefirió verse ais- lado de las actividades patrióticas ―prueba de su va- lentía personal y confianza en sí mismo―, antes que hacer dejación de sus convicciones acerca de lo im- prescindible de utilizar nuevos métodos organizati- vos y de implementar un programa político que atra- jera a las filas independentistas a las grandes mayo- rías, mediante una paciente labor de convencimiento. Fueron 13 años de su existencia, desde 1879 hasta 1892, dedicados a las actividades políticas y divulgati- vas, a la confrontación de ideas, al diálogo con amigos y enemigos, hasta que sus criterios fueron abriéndo- se paso entre las divisiones y recelos heredados de los fracasos de las guerras anteriores ―la Grande y la Chiquita―, de las tensiones de movimientos cons- pirativos abortados por múltiples causas, del enfren- tamiento al anexionismo y al autonomismo, del aco- modamiento de algunos a la sombra del gobierno colonial, de la decepción de una minoría ante las rei- teradas postergaciones de la acción bélica. Martí no era de la raza vendible, ni un revoluciona- rio cansado; era de los inclaudicables, convencido de la necesidad de la utilización de métodos democráti- cos en la organización de la nueva contienda, para él inevitable y, por tanto, requerida con urgencia de la unidad de todos los patriotas, con exclusión de quie- nes no acataran el llamado de su país, oprimido por una monarquía decadente. Así, a golpes de convenci- miento, fue venciendo reticencias y prejuicios, llegan- do a cada hombre y mujer dispuesto a oírlo, haciendo labor de proselitismo en cada discurso, artículo perio- dístico, en sus innumerables cartas, y hasta en sus se- ductoras conversaciones. Quienes creen posible una nueva forma de organi- zación social, no se rinden ante las adversidades, ni cejan en sus empeños por los argumentos y las accio- nes de sus contrarios. A cada idea conservadora y re- trógrada, una idea revolucionaria y esperanzadora. De este modo, Martí fue construyendo su proyecto de república democrática y popular, anticolonialista y antimperialista, en la que tendrían cabida los «hom- bres de buena voluntad» a quienes llamó a unirse al Partido Revolucionario Cubano, para llevar a cabo una guerra sin odios, único modo de construir un fu- turo de armonía y equilibrio en la nación que surgiría de la contienda. En múltiples ocasiones se vio pre- cisado a esclarecer su punto de vista, incomprendi- do por algunos: «Ni odio contra los que no piensan como nosotros. Cualidad mezquina, fatal en las ma- sas, y raquítica e increíble en verdaderos hombres de Estado, ésta de no conocer a tiempo y constantemen- te la obra e intención de los que con buen espíritu se diferencian en métodos de ellos!» [OC, t. 22, p. 58]. Certeras, como todas las suyas, estas ideas están vi- gentes en todas las épocas, pues solo atrayendo, su- mando voluntades, se construyen naciones fuertes, donde los seres humanos sean capaces de decidir por sí mismos. Sobre sentimientos destructivos ―y el odio es uno de ellos― no pueden fundarse pueblos donde prevalezcan la bondad y el desinterés, donde la mayo- ría de sus integrantes brinde su apoyo a la obra mayor, sin vacilaciones ni dudas, donde la fidelidad a la Patria se halle por encima de los compadrazgos y de las mez- quindades, que llevan a la negación de los principios. Martí lo advirtió a tiempo: «Solo la revolución ―y na- die fuera de ella― puede dañarse a sí misma. […] // Los únicos que tendrían en Cuba poder contra la re- volución, serían los cubanos indecisos, ―o los trai- dores.―» [OC, t. 3, p. 320] Hubo traidores a lo largo de nuestras luchas por la independencia. En enero de 1895, la labor de uno de estos hizo peligrar todo el plan concebido por el Delegado, José Martí, y el Ge- neral en Jefe, Máximo Gómez. Cuando se acometían las últimas combinaciones para hacer coincidir la lle- gadas de tres expediciones con el alzamiento dentro del país, un antiguo coronel del Ejército Libertador, a todas luces agente de España o espía al servicio de Es- tados Unidos, comunicó a las autoridades de este país los nombres de los barcos que conocía, así como el material bélico que transportarían. Alertadas por tales informaciones, se impidió la salida de las cuatro em- barcaciones y fueron confiscadas las armas y demás equipos. Al parecer, todo había quedado deshecho. Pero aquella no era una guerra que se gestara por un pequeño grupo de militares y civiles, sino una re- volución que había crecido en la mente y los corazo- nes de la mayoría del pueblo fuera y dentro de la Isla. No dependía, por tanto, de un hombre solo ni de una cúpula reducida, pues sus organizadores, encabeza- dos por Martí, secundado por una pléyade de colabo- radores, habían contribuido a generalizar las ideas y las prácticas que determinaron iniciativas no previs- tas, y ante el cambio total de los planes, desde La Ha- bana Juan Gualberto Gómez comunicó a la dirección revolucionaria la determinación de los directivos den- tro de Cuba de continuar los preparativos y alzarse en armas para luchar por la libertad. Sin tardanzas, porque en tiempos de revolución no puede haberlas, volaron las comunicaciones entre los mandos de fuera y dentro del país, y el 24 de febrero de 1895 diversos grupos de conspiradores, en múlti- ples lugares de la geografía insular, tomaron las armas y enfrentaron a las fuerzas del colonialismo. No fue el «grito» de una localidad aislada ―como se repite a ve- ces, sin meditar―, sino diversos alzamientos coordi- nados, algunos de los cuales fracasaron, pero otros, la mayoría en la zona oriental del país, hicieron posible el inicio de «la guerra de Martí», cuyo legado permanece vivo en su pueblo, dispuesto a defender a toda costa la independencia, la soberanía y la libertad. (Texto to- mado del portal web José Martí, con el título origi- nal 24 de febrero de 1895. 126 aniversario). *Doctor en Ciencias Históricas. Premio Nacional de Historia (2009) y Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas (2020). Martí no era de la raza vendible, ni un revolucionario cansado No fue el «grito» de una localidad aislada como se repite a veces, sin meditar, sino diversos alzamientos coordinados, algunos de los cuales fracasaron, pero otros, la mayoría en la zona oriental del país, hicieron posible el inicio de «la guerra de Martí», cuyo legado permanece vivo en su pueblo Obra de Rogelio Fundora

Transcript of 24 2021 ESPECIAL Martí no era de la raza vendible, ni un ...

juventud rebelde miércoles 24 de febrero de 2021 03ESPECIAL

por IBRAHIM HIDALGO PAZ* [email protected]

EL 24 de febrero de 1895 se reinició la Guerra de Inde-pendencia contra el colonialismo español. Los objetivos de la contienda no fueron alcanzados, pues la interven-ción militar de Estados Unidos, en 1898, imposibilitó la culminación exitosa de tres años de combates, prece-didos por otros tantos de paciente labor organizativa. En la fecha que conmemoramos se cerró un ciclo del

incasable quehacer de muchos hombres y mujeres, encabezados por José Martí. Pero no pensemos que la fundación del Partido Revolucionario Cubano, efi-ciente organización político-militar, fue obra de una inspiración momentánea o la feliz coincidencia, en un instante propicio, de múltiples voluntades anhelan-tes de un guía esperado, como si se tratara de un Me-sías tropical. Quien interprete así los hechos desco-noce la trayectoria martiana desde el inicio de la Gue-rra de los Diez Años hasta el 10 de abril de 1892. En las primeras etapas de su angustiosa labor unita-

ria, que puede situarse en 1879, y aun con el recono-cimiento de la capacidad organizativa y movilizadora de aquel joven vehemente por parte de los curtidos veteranos de la Década Gloriosa, Martí estuvo en mi-noría, sin que se admitieran más que sus cualidades de excelente orador y hombre honesto. Hubo un bre-ve período, de 1884 a 1886, en que prefirió verse ais-lado de las actividades patrióticas ―prueba de su va-lentía personal y confianza en sí mismo―, antes que hacer dejación de sus convicciones acerca de lo im-prescindible de utilizar nuevos métodos organizati-vos y de implementar un programa político que atra-jera a las filas independentistas a las grandes mayo-rías, mediante una paciente labor de convencimiento. Fueron 13 años de su existencia, desde 1879 hasta

1892, dedicados a las actividades políticas y divulgati-vas, a la confrontación de ideas, al diálogo con amigos y enemigos, hasta que sus criterios fueron abriéndo-se paso entre las divisiones y recelos heredados de los fracasos de las guerras anteriores ―la Grande y la Chiquita―, de las tensiones de movimientos cons-pirativos abortados por múltiples causas, del enfren-tamiento al anexionismo y al autonomismo, del aco-modamiento de algunos a la sombra del gobierno colonial, de la decepción de una minoría ante las rei-teradas postergaciones de la acción bélica. Martí no era de la raza vendible, ni un revoluciona-

rio cansado; era de los inclaudicables, convencido de la necesidad de la utilización de métodos democráti-cos en la organización de la nueva contienda, para él inevitable y, por tanto, requerida con urgencia de la unidad de todos los patriotas, con exclusión de quie-nes no acataran el llamado de su país, oprimido por una monarquía decadente. Así, a golpes de convenci-miento, fue venciendo reticencias y prejuicios, llegan-do a cada hombre y mujer dispuesto a oírlo, haciendo labor de proselitismo en cada discurso, artículo perio-dístico, en sus innumerables cartas, y hasta en sus se-ductoras conversaciones. Quienes creen posible una nueva forma de organi-

zación social, no se rinden ante las adversidades, ni cejan en sus empeños por los argumentos y las accio- nes de sus contrarios. A cada idea conservadora y re-trógrada, una idea revolucionaria y esperanzadora. De este modo, Martí fue construyendo su proyecto de república democrática y popular, anticolonialista y

antimperialista, en la que tendrían cabida los «hom-bres de buena voluntad» a quienes llamó a unirse al Partido Revolucionario Cubano, para llevar a cabo una guerra sin odios, único modo de construir un fu-turo de armonía y equilibrio en la nación que surgiría de la contienda. En múltiples ocasiones se vio pre-cisado a esclarecer su punto de vista, incomprendi-do por algunos: «Ni odio contra los que no piensan como nosotros. Cualidad mezquina, fatal en las ma-sas, y raquítica e increíble en verdaderos hombres de Estado, ésta de no conocer a tiempo y constantemen-te la obra e intención de los que con buen espíritu se diferencian en métodos de ellos!» [OC, t. 22, p. 58].Certeras, como todas las suyas, estas ideas están vi-

gentes en todas las épocas, pues solo atrayendo, su-mando voluntades, se construyen naciones fuertes, donde los seres humanos sean capaces de decidir por sí mismos. Sobre sentimientos destructivos ―y el odio es uno de ellos― no pueden fundarse pueblos donde prevalezcan la bondad y el desinterés, donde la mayo-ría de sus integrantes brinde su apoyo a la obra mayor, sin vacilaciones ni dudas, donde la fidelidad a la Patria se halle por encima de los compadrazgos y de las mez-quindades, que llevan a la negación de los principios.Martí lo advirtió a tiempo: «Solo la revolución ―y na-

die fuera de ella― puede dañarse a sí misma. […] // Los únicos que tendrían en Cuba poder contra la re-volución, serían los cubanos indecisos, ―o los trai-dores.―» [OC, t. 3, p. 320] Hubo traidores a lo largo de nuestras luchas por la independencia. En enero de 1895, la labor de uno de estos hizo peligrar todo el plan concebido por el Delegado, José Martí, y el Ge-neral en Jefe, Máximo Gómez. Cuando se acometían las últimas combinaciones para hacer coincidir la lle-gadas de tres expediciones con el alzamiento dentro del país, un antiguo coronel del Ejército Libertador, a todas luces agente de España o espía al servicio de Es-tados Unidos, comunicó a las autoridades de este país

los nombres de los barcos que conocía, así como el material bélico que transportarían. Alertadas por tales informaciones, se impidió la salida de las cuatro em-barcaciones y fueron confiscadas las armas y demás equipos. Al parecer, todo había quedado deshecho. Pero aquella no era una guerra que se gestara por

un pequeño grupo de militares y civiles, sino una re-volución que había crecido en la mente y los corazo-nes de la mayoría del pueblo fuera y dentro de la Isla. No dependía, por tanto, de un hombre solo ni de una cúpula reducida, pues sus organizadores, encabeza-dos por Martí, secundado por una pléyade de colabo-radores, habían contribuido a generalizar las ideas y las prácticas que determinaron iniciativas no previs-tas, y ante el cambio total de los planes, desde La Ha-bana Juan Gualberto Gómez comunicó a la dirección revolucionaria la determinación de los directivos den-tro de Cuba de continuar los preparativos y alzarse en armas para luchar por la libertad. Sin tardanzas, porque en tiempos de revolución no

puede haberlas, volaron las comunicaciones entre los mandos de fuera y dentro del país, y el 24 de febrero de 1895 diversos grupos de conspiradores, en múlti-ples lugares de la geografía insular, tomaron las armas y enfrentaron a las fuerzas del colonialismo. No fue el «grito» de una localidad aislada ―como se repite a ve-ces, sin meditar―, sino diversos alzamientos coordi-nados, algunos de los cuales fracasaron, pero otros, la mayoría en la zona oriental del país, hicieron posible el inicio de «la guerra de Martí», cuyo legado permanece vivo en su pueblo, dispuesto a defender a toda costa la independencia, la soberanía y la libertad. (Texto to-mado del portal web José Martí, con el título origi-nal 24 de febrero de 1895. 126 aniversario).

*Doctor en Ciencias Históricas. Premio Nacional de Historia (2009) y Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas (2020).

Martí no era de la raza vendible, ni un revolucionario cansado

No fue el «grito» de una localidad aislada como se repite a veces, sin meditar, sino diversos alzamientos coordinados, algunos de los cuales fracasaron, pero otros, la mayoría en la zona oriental del país,

hicieron posible el inicio de «la guerra de Martí», cuyo legado permanece vivo en su pueblo

Obra de Rogelio Fundora

juventud rebeldemiércoles 24 de febrero de 2021ESPECIAL04

por OSVIEL CASTRO [email protected]

«RUPTURA», dicen. «Nueva etapa», escriben. Y en las aparentes simples palabras van ganchos lanzados a la cabeza que no son tan fáciles de ripostar, como a veces creemos.Son términos pensados con frío cálculo que encajan

con aquella doctrina de la cacareada «era pos-Castro» o el desgaste biológico. Se insertan en los conceptos de «pasar la página» y el «quiebre» de la historia. Estas observaciones saltan hoy a estas páginas por

el peso de una fecha cumbre, a la que probablemen-te deberíamos haberle puesto más bomba revolu-cionaria desde antes: el 24 de febrero. Esta es, en-tre tantas efemérides que conmemoramos, la marca perfecta para decir continuidad, hilo, prolongación, persistencia.Parecería ideal para difundir de manera más

atractiva la conexión del pretérito con el presen-te y la secuencia de un proceso cargado de innu-merables hechos estremecedores, algunos casi desconocidos.Cuando la evoco es como si viera en retrospectiva, en-

sillando caballos, a hombres como Bartolomé Masó, uno de los veteranos de la contienda iniciada en 1868.Fue el segundo de Carlos Manuel de Céspedes en La De-

majagua y casi tres décadas después —cuando tenía 64 años y dos meses— lideró la insurrección de Bayate, uno de los múltiples alzamientos del 24 de febrero de 1895.Y me he imaginado a Martí corriendo de un lado

a otro, desgastando sus zapatos, convocando a pi-nos nuevos y viejos (en una época en que las comu-nicaciones eran rudimentarias), apretando el cora-zón para sobreponerse al fracaso de La Fernandina y volver a avivar la chispa independentista encendida por aquellos patricios fundadores que saltaron de la cama de oropel a la manigua dura y gloriosa.

He pensado en la fiesta interior que debieron vivir los patriotas del 95 cuando conocieron que otra vez, aun a riesgo de sus vidas, se irían al monte a levan-tar espadas por la independencia y la emancipación.He escuchado, también con emoción, el «¡Aquí Ra-

dio Rebelde!» de otro 24 de febrero (1958), ese que sella el nacimiento en plena Sierra Maestra de una

emisora insurgente, la misma que demostró el alcan-ce de las armas ideológicas e hizo temblar tantas ve-ces a los soldados batistianos. No fue casual que a fi-nales de la guerra, como aseguró su fundador, Ernes-to Che Guevara, se convirtiera en una de las plantas radiales con más audiencia en el país.Como si esos hechos cruciales no bastaran, el 24 de

febrero de 2015, coincidiendo con los 120 años del rei-nicio de las guerras independentistas, Raúl puso en el pecho de los Cinco el título de Héroe de la República de Cuba. Entonces, en la solemnidad suprema, Euse-bio Leal hizo un recuento hermoso de lo que hemos vi-vido y sangrado desde la postura rebelde de Hatuey, las pruebas virtuosas de Félix Varela, la quema de Ba-yamo, los sacrificios de Mariana… Todo eso fue re-matado con una sentencia poderosa: la unidad es «la prenda más preciosa» que Cuba necesita mantener.

No podríamos olvidar tampoco que hace dos años, en una fecha como esta se aprobó por abrumadora mayoría el referendo constitucional (86,85 votó por el sí), un espaldarazo admirable al actual proyecto social cubano en una época de turbulencias, nece-sidades y una situación lejana al soñado esplendor económico. Otra de las huellas de la fecha está en una brillan-

te intervención de Fidel en el cuartel Moncada, donde se reunió con campesinos orientales el 24 de febre-ro de 1959. Entonces expresó que la Revolución o se hace bien o, simplemente, se pierde.Y ese reto de hacerla bien implica desterrar triun-

falismos, asumir desafíos por grandes que parezcan, salvar con la verdad, anteponer la continuidad a la ruptura, conseguir la pluralidad en medio de la uni-dad, consolidar el concepto de libertad individual y nacional, lograr la República moral soñada por nues-tros próceres, levantar las mismas banderas que se izaron aquel 24 de febrero para volver a gritar cespe-dianamente «¡Independencia o muerte!».

por ARÍSTIDES HERNÁNDEZ (ARES)[email protected]

SIEMPRE tengo que estar creando algo porque no sé cómo es que se hace para descansar, por eso decidí llenar uno de mis espacios de esta cuarentena con un proyecto sin patrocinio: armar el ár-bol genealógico de la familia.Y emprendí al inicio solo y de memoria

la tarea. Comencé a revisar las fotos y los documentos de la familia y mi hermana Idania encontró varios apuntes suyos. Empecé a hacer llamadas telefónicas a los primos Bamby, Cecilio, Zoraida y Ro-landito; a hacerles preguntas yo a ellos y ellos a mí, e hice un grupo de WhatsApp con los «Guerrero Najarro» y volvimos a comunicarnos y a intercambiar fotos, a recordar a nuestros muertos y a los que están vivos pero no vemos, y nos reímos de las anécdotas de todos y nos reímos también de nosotros.Sigue incompleto y yo sigo buscando,

pero sé que esta locura está ya entre las cosas más agradables que me he pro-puesto en la vida. Apareció la única foto en la que estamos los tres hermanos junto a mi madre. Supe que mi padre hacía en el taller propiedad de Agustín Quintero los tabacos que se enviaban a

Marcas de una fecha

Un árbol y un 24 de febrerolos soldados americanos que fueron a la segunda guerra mundial, en el mismo taller del que lo botaron luego por invo-lucrarse en mítines y actividades políti-cas. También hallé que las doce fincas que administraba a la perfección mi ile-trado abuelo pertenecían a Santiaguito Rey, quien era muy cercano a Batista y gobernador de Las Villas. Supe que una abuela tenía once hermanos y me puse al tanto de los tíos que murieron niños por influenza, quemadura o envenena-miento. Recordé al tío que andaba en una Harley Davidson y que se parecía a Hemingway, en todo. Y regresó otra vez la leyenda de la herencia familiar que no recibió la tatarabuela blanca en castigo por marcharse con el tatarabuelo mesti-zo. Esas y toda una lista interminable de imágenes, historias, anécdotas… Pero la mayor alegría de esta pesquisa

llega a mí a los cincuenta y siete años de la mano de mi bisabuelo Benigno Naja-rro. Descubrir primero que fue un mam-bí, más tarde comenzar la búsqueda y encontrarlo en documentos históricos y enterarme que alcanzó los grados de teniente en la Guerra de los Diez Años y que llegó a capitán en la Guerra del 95 y encontrar el nombre de mi amigo cienfueguero Orlando García entre los

historiadores que lo mencionan e ima-ginar que de Benigno Najarro llegarán aún más sorpresas. Sigue incompleto y yo sigo buscan-

do, una familia es muchos años, mu-chas personas, son muchas historias y muchos lazos, la mía es blanca negra y mestiza, grande, linda, unida, aunque dispersa, trágica y cómica. Cada uno de

los que somos parte de ella le debemos algo a los que llegaron antes y otro tan-to a los que arribaron después.Por todo eso, cada vez que voy a decir o

hacer algo lo tengo que pensar muy bien, no me parece justo traicionar a tanta gen-te. Yo me olvido del dinero de la herencia arrebatada por racismo y me quedo con la historia del bisabuelo mambí.

Fotos y documentos familiares del autor

por LUIS RAÚL VÁZQUEZ MUÑ[email protected]

DESPUÉS de una dura manifestación, en la que los golpes de la policía batistiana conmovieron al país, al presidente de la FEU de la Universidad de La Habana, José Antonio Echeverría, se lo llevaron bañado en sangre para el Hospital Calix-to García. Los médicos revisaron aquel cuerpo robusto, de apenas unos veinte años, lleno de moretones y con la san-gre fresca o coagulada entre los cabe-llos del cráneo. El examen terminó con un diagnóstico terrible.—No puede recibir ni un golpe más en la

cabeza —dijeron—. Uno más y se muere.Todos andaban preocupados, pero lo

que más inquietaba era la sonrisa tran-quila del Gordo, como lo llamaban. Una nueva protesta contra Batista era cues-tión de horas; no obstante, en esas condiciones, ¿quién lo iba a detener en la próxima manifestación? Reunidos a sus espaldas, los compañeros más cer-canos hicieron un juramento. La tánga-na saldría; pero ellos harían un cerco bien cerrado a su alrededor para impe-dir que recibiera un golpe. Pocos días después la protesta estu-

diantil bajó por la Escalinata de la Uni-versidad, y avanzó por la calle San Lá-zaro para darse con la policía en la in-tersección de Infanta. La refriega duró un rato entre golpes, disparos al aire y chorros de agua de los bomberos con-tra los manifestantes.Cuando la marcha se deshizo y los es-

tudiantes debieron retirarse hacia la co-lina universitaria, José Antonio iba sin un rasguño; pero al que llevaban desvane-cido a toda carrera para el hospital, con-vertido en un bulto lleno de sangre, era a José Machado Rodríguez (Machadito). Cuentan los testigos que aquello era

un espectáculo algo extraño. Porque el herido iba casi inconsciente pero no lanzaba gritos de dolor. Más bien se reía y sin cesar repetía: «Al Gordo no le dieron, al Gordo no le dieron».

***Esa sería una de las últimas manifesta-

ciones de José Antonio Echeverría. A par-tir de ese momento, él y la dirección de la FEU pasarían al clandestinaje más pro-fundo. Andaría por La Habana disfraza-do de chófer de ómnibus, con gorra, ga-fas oscuras y un sweater ancho bajo el cual ocultaba la pistola y varias granadas. No sería el único. Fructuoso Rodríguez

Pérez viviría una constante mudanza de lugares para resguardar su vida. Hacía poco se había casado con una de las jó-venes más hermosas de la Universidad: la estudiante de farmacia Marta Jiménez Martínez; que lo acompañó hasta el fi-nal, incluso hasta después de la muer-te para enterrarlo y luego hacer justicia con la traición que condujo al asesinato de su esposo y varios de sus compañe-ros en el apartamento de Humboldt 7.

Machadito, por mencionar otro ejem-plo, sufrió un calvario después del asal-to al Palacio Presidencial. En medio de innumerables sobresaltos, viviría por un tiempo escondido en una igle-sia en la localidad habanera de Párra-ga, gracias a la valentía y generosidad del cura. Por las noches, el joven salía a la azotea para tomar aire, ver la ciu-dad convertida en una ciénaga de luces y quizá soñar con una vida normal.En uno de esos días de clandestinaje,

convertido en uno de los hombres más buscados de Cuba, Machado vio de le-jos a su novia. «Mírenla —dijo a los que lo acompañaban—, es ella. Es mi novia. ¿No es linda?». La miró un rato en me-dio del bullicio, olvidado de la sentencia de muerte. Posiblemente fueron unos segundos, a lo mejor unos minutos; no más. Fue un momento de dicha. La mu-chacha, en cambio, nunca lo vio.

***Todos ellos pertenecían al Directorio

Revolucionario 13 de Marzo. En aquellos momentos de las manifestaciones, la or-ganización no ostentaba la fecha que la glorificaría en la Historia de Cuba. Ella se adoptaría después de los asaltos al Pala-cio Presidencial y la emisora Radio Reloj.Su nacimiento se proclamó el 24 de

febrero de 1956 donde tenía que ha-cerse: en el Aula Magna de la Universi-dad de La Habana. Surgió primero sin nombre y en homenaje a aquel Direc-torio Estudiantil Universitario, que des-de la Colina se enfrentó a la dictadura

de Gerardo Machado. Era el brazo ar-mado de la FEU y su existencia se en-cuentra llena de una intensidad y de episodios admirables, muchos de ellos todavía desconocidos.El tiempo y la muerte de las perso-

nas corre el velo sobre los hechos rea-les. También los prejuicios, los resque-mores personales o las simplificaciones. Contra ellas se lanzó Fidel el 13 de mar-zo de 1962 en un encendido discurso en el cual calificó de cobardía y miseria mo-ral a la omisión hecha por los organiza-dores del acto cuando indicaron censu-rar la invocación a Dios realizada por José Antonio en su Testamento Político. Esas palabras de Fidel son hoy más ne-

cesarias que nunca; no solo para cono-cer nuestro pasado, sino también para comprender al país actual que debemos defender.

***En aquel documento (breve, conci-

so, agónico en ocasiones; pero lleno de poesía) se leen unas palabras muy próximas a esa misma invocación men-cionada por Fidel: «la pureza de nues-tra intención», se lee. Es un detalle que dice mucho. Al igual que la del Monca-da, la juventud del Directorio compar-tía una eticidad. Fueron jóvenes que amaban la vida y estuvieron dispues-tos a entregarla a la muerte por un ideal. No aceptaron mecenazgos polí-ticos ni materiales de cualquier tipo, y en la consecuencia de sus actos vivie-ron privaciones.

Por eso, las palabras de José Antonio no son retóricas. «Esta acción —escribió momentos antes de iniciarse el asalto al Palacio Presidencial— envuelve gran-des riesgos para todos nosotros y lo sa-bemos». Sabe que se encuentra ante el camino de un posible no retorno y no lo evade. Es un acto de renunciación: el de él y de todos sus compañeros: los que aguardaban la orden de partida en va-rios apartamentos habaneros o los que se mantenían junto al líder estudiantil en el sótano de la calle 19 en el Vedado.Un acto en el que la grandeza se com-

binó con la sencillez ante el deber, y que se revela en los pequeños detalles. José (El Moro) Assef Yara, uno de los com-batientes que permaneció con José An-tonio recuerda: «El asma no lo dejaba conciliar el sueño. El frío en aquel sóta-no era mortal para él. Poseíamos una sola cama. Él siempre quería cedérme-la y yo, que él la cogiera. Acabamos por dormir en el suelo, porque él no la co-gía y yo, mucho menos».Comprender las razones de esos ges-

tos e, incluso, las causas de aquella omisión denunciada por Fidel impli-can adentrarse en las fecundas contra-dicciones de nuestra Historia, como las llamó en una ocasión Abel Prieto al ha-blar de la importancia del cineasta Juan Padrón en la vida nacional. Reflexionar, estudiar, ponderar con madurez, mi-rarlos en su dimensión humana es una invitación que siguen haciendo aque-llos hombres y mujeres de Cuba desde la gloria de sus tumbas.

La gloria desde la tumbaUn día como hoy, hace 65 años, se anunció la existencia del Directorio Revolucionario. Su gesta significó

abrir un libro que invita a su lectura por la intensidad, el dramatismo y belleza de sus páginas. También para conocer nuestro pasado y comprender la Cuba que necesitamos defender

José Antonio Echeverría, acompañado de sus compañeros, bajando la Escalinata de la Universidad de La Habana durante una manifestación es-tudiantil. Foto: Archivo JR

juventud rebelde miércoles 24 de febrero de 2021 05ESPECIAL