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HACIA UNA ARQUEOLOGÍA DE LOS MEDIOS

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Hacia uNa arqueoLoGÍa de Los Medios

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eL gato siemPre tiene La raZón¿o No SIeMPRe?

Hacia uNa arqueoLoGÍa de Los Medios

Karla Jasso

el gato es el único que siempre tiene la razón. Afirma que existen un gato y un investigador, que el investigador observa fenómenos que ocurren en el gato, que formula teorías o leyes abstractas que relacionan las variables que intervienen en estos fenómenos, que confronta estas teorías con los hechos y que cuando, como ocurre a menudo, no hay concordancia entre un hecho rebelde y una bella teoría, rechaza despiadadamente la formulación abstracta de ésta, para formular otra que armonice satisfactoriamente con el hecho, lo que ocurre con el gato.Arturo Rosenblueth

Advierto también que de observaciones hechas sin instrumento, sino con la vista y estimación, es cosa indigna pensar que se puede concluir cosa alguna de consideración en materia tan primorosa como la que aquí se ventila, por lo cual merecía, no sólo no admitirse, pero que ni aun se gastase el tiempo en especularla. Carlos de Sigüenza y Góngora

entre un hecho rebelde y una bella teoría emerge con tenacidad el acto de observación, como si fuese un huésped conspicuo que en un momento determinado, adquiere conciencia de su presencia milenaria —su estirpe se remonta a la antigua casa del conocimiento. Haciendo honor a la tra-dición de la investigación empírico-sensorial, desde las épocas más re-motas su función ha sido y será, caminar al lado de su guía: la incesante búsqueda de significado. De ahí que las observaciones precisas de los fenómenos naturales o artificiales provocaran la articulación de princi-pios explicativos cuya cadencia dio pie a formular criterios, normas de razonamiento, así como los métodos (instrumentos) adecuados para confirmar su auténtica cualidad —eterna ironía— de veracidad. La histo-ria de la civilización está labrada bajo estos principios, que tornaron ha-cia teorías y éstas a su vez fueron colocadas sucesivamente al abrigo de sus propios regentes, las denominadas “disciplinas”. Todos sabemos que cada época ha construido su visión-mundo, marco de realidades, arquitectura de guerra desde la cual se sortean todo tipo de “rebeldías”. De alguna forma hemos sido testigos de la suerte de procedimientos en

diagrama que aparece en la Libra astronómica y Filosófica de carlos de sigüenza y góngora. su relevancia radica en que la ilustración sigue las teorías de copérnico y descartes para demostrar la razón por la cual los cometas no pueden originarse en las manchas del sol. ver: respuesta al argumento cuarto.

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donde el hecho rebelde —sin importar procedencia— es sometido a la “disciplina” del conocimiento. este último, comprometido con las com-plejidades ideológicas, actitudes marcadas por prejuicios establecidos desde las esferas más altas del poder en turno. Sin embargo, nada ter-mina simplemente aquí. Todo se transforma, se erosiona o sedimenta cuando al tono de la bella teoría le sucede el de la razón por sí misma. ya no se trata simplemente de observar para comprender, sino de com-prender para dominar. es entonces cuando se articulan aquellas pregun-tas que desbordan, ¿quién produce la razón?, y acto seguido, ¿qué acontece cuando razón y verdad toman las riendas del conocimiento humano? en todo caso, siempre será válido formular la ecuación de ma-nera diversa. Basta con recordar aquella frase de Foucault, “detrás de la verdad, siempre reciente, avara y mesurada, hay la milenaria prolifera-ción de errores”.1 y aún ahí, o a pesar de lo que se encuentra detrás, ¿podemos todavía, girar una vez más la perilla que sostiene nuestra mano desde el otro lado? Una vuelta más para encontrarnos cara a cara ante la agitación que produce el saber que “¡Nos preguntamos, siempre nos preguntamos, por qué nos encontramos aquí!”2

Si el conocimiento es por definición un campo de batalla, tal vez el arma más sofisticada que logremos portar, se revele al definir la intensidad con la cual enfrentamos las posturas hegemónicas y dominantes de nuestro propio campo de estudio. ¡Perseguir la locura en la pradera que no ha sido conquistada! en estas líneas, intentaré dar cuenta de las implicaciones que conlleva la arqueología de los medios. el termino “ar-queología” sigue siendo para muchos, aquella ciencia que estudia la antigüedad a través de sus “restos”, o bien, aquello que se revela al in-terior de la materia que permanece. esta opinión resulta convencional y por mucho frustrante para quienes vemos en sus herramientas todo un laboratorio de creatividad para el pensamiento. ¿Por qué? Porque justa-mente, la oportunidad emerge al rechazar las génesis lineales, la nece-sidad por la esencia exacta, la insistencia en el origen. es pues, necesario ese algo todavía más profundo. Mientras la línea recta del majestuoso progreso permanezca adherida a la conciencia, correre-mos el peligro de sucumbir ante alguna de sus promesas, o esperar a la sombra de sus múltiples mitos sin siquiera percibirlo. No basta pues, con ser “pacientemente documental”; tampoco es suficiente la neutrali-dad que asoma su frente cuando David C. Lindberg escribe, “La tarea del historiador no es evaluar el pasado sino comprenderlo”. y por otro lado —como si estuviese elaborada en función de respuesta— encon-tramos una intrigante declaración del propio erwin Schrödinger, una de las figuras sustanciales de la física cuántica, ”La mente siempre existe ahora. Para la mente realmente no existe el antes ni el después. Sólo existe un ahora, que puede incluir recuerdos y expectativas […] Cuando

1 Foucault michel, 2000. nietzsche, la genealogía, la historia, trad., josé vázquez pérez, 4ª ed., valencia, pre-textos, p. 21.

2 Hardy thomas, en: jay gould, 2010. Desde Darwin. reflexiones sobre historia natural, trad., antonio resines, barcelona, crítica, p. 11.

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un arqueólogo reconstruye una ciudad o una cultura desaparecida hace tiempo, se interesa por la vida de los seres humanos que formaron par-te de ella en el pasado, por sus acciones, sensaciones, pensamientos, sentimientos, por sus penas y alegrías, por todo lo que allí y entonces experimentaron.”3 Con todo, no se trata de documentar, comprender ni reconstruir, pero sí del ahora que describe Schrödinger. La profundidad que la arqueología de los medios requiere no tiene que ver con el vacío de los abismos, tiene que ver con el desplazamiento del estado mental en donde no existe el antes ni el después, para emplazarlo en “una cua-lidad” que emite determinada singularidad que a su vez puede provenir de cualquier coordenada espacio-temporal de la historia. esa cualidad es la “excelencia” cuya acepción no refiere a lo absolutamente mejor, sino a lo que es verdaderamente contingente.

De ahí que, desde la llamada arqueología de los medios, demos por sen-tado que se entienda el punto de partida quizá elemental pero absoluta-mente esencial: ¡afuera las crónicas de procedencia!. Su propósito no se limita a rastrear el pasado bajo conciencia genealógica, que deje algún resquicio abierto para facilitar la comparación entre presente y pasado. Por ejemplo, entraríamos en un terreno poco prometedor al tratar de describir el “ambiente virtual” que se proyectaba desde la creación pic-tórica de la Capilla Sixtina e incluso desde una época mucho más anti-gua, en los frescos que datan del siglo I a.C. y recubren los muros de la célebre habitación de la villa de los Misterios —Villa dei Misteri, a las afueras de Pompeya.4 ¿Por qué pedirle al pasado que nos ofrezca ejem-plos que respondan a las características que definen nuestro presente? Una situación parecida o comparable, podría ser aquella en que se ve imbuido el estudioso de la ciencia que enfrenta dilemas como “la contri-bución de la ciencia antigua y medieval” para la metodología de la ciencia experimental que tuvo lugar durante los siglos xvII y xvIII. Si bien es verdad que los marcos conceptuales se heredan, no por ello debemos deducir sencillamente que es posible generalizar y afirmar que fueron continuados a favor de su mejoría, como si la promesa de la continuidad estuviera inscrita al interior de la especificidad de sus propias reflexio-nes. Las generalizaciones en sí, nunca han logrado elaborar argumentos firmes, pues la belleza de la excepción se erige sin titubeo. es tiempo de referirnos a casos de estudio. Como muchos saben, se ha llegado al punto de afirmar que la linterna mágica es el infalible “predecesor” del dispositivo cinematográfico, o bien, que la mecánica y la física modernas son resultado de los “pequeños” avances realizados desde el corazón de la filosofía escolástica.5 Con respecto a esto último, Lindberg escribe casi de manera satírica, algo que puede ser aplicado al pensamiento tradicionalista tanto en la historia de la tecnología, como en la ciencia. y dice, “en resumen, debemos perdonar a los estudiosos medievales por

3 Wilber Ken, ed. 1986. Heisenberg, schrödinger, Einstein, Jeans, Planck, Pauli, Eddington. cuestiones cuánticas, escritos místicos de los físicos más famosos del mundo. trad., pedro de casso, barcelona, Kairós, pp. 137-138. 4 grau oliver, 2003. Virtual art, From illusion to immersion. cambridge, mit press. 5 duhem pierre, 1905-1910. Les origines de la statique, 2 vols., parís, Hermann; maier anneliese,1982. “the achievements of late scholastic natural philosophy” en, maier anneliese, On the threshold of Exact science: selected Writings of anneliese Maier on Late Medieval natural Philosophy, Filadelfia, university of pennsylvania press; crombie alistair, 1952. augustine to Galileo: the History of science a.D. 400-1650, londres, Falcon.

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ser medievales y dejar de castigarlos por no ser modernos. Si tenemos suerte, las futuras generaciones nos harán un favor similar.” este brillan-te comentario nos conduce de nuevo al corazón de la arqueología medial, en tanto ésta rechaza la comparación que beneficia los argumentos del progreso técnico y/o experimental. Por lo tanto podríamos cuestionar, ¿cuál sería entonces la aportación o el interés del pensamiento arqueo-lógico? Antes de responder, quisiera aclarar que desde mi punto de vis-ta, encontramos al menos dos líneas en el complejo método arqueológico. Una de ellas deriva de los extensos trabajos de Michel Foucault sobre las formaciones discursivas que se distinguen del logos universal, así como la emisión de singularidades y sus emplazamientos. La arqueología de los medios coloca junto a ellas, premisas conceptua-les sobre las “estructuras de tiempo” o “cualidades” provenientes de la geología, la paleontología o la historia natural; su función ha sido justa-mente, prevenir al arqueólogo de los medios de la superficie unitaria en donde se inscriben las invenciones tecnológicas. Por el contrario, su mirada debe penetrar la discursividad superficial para rondar la profun-didad de la mediación, “la excelencia debe ser medida en relación a los procesos de variación de los eventos y expansión de la diversidad”.6

La segunda es una reactivación puntuada del concepto de magia natural por todo lo que dicha rama de conocimiento aportó al escrutinio de los “materiales” de la naturaleza y los experimentos de transmutación. Hoy en día, aunque no esté formulada, logramos detectarla al interior de los procesos tanto de producción artística como teórica a través de la con-ciencia plena del materialismo de los medios. Me atrevería a denominarla como “Magia y Materialidad”. Sería demasiado ingenuo mencionar tan sólo lo que es evidente y palpable para todos, el hecho de que el discurso artístico nos sugiere dilemas en torno a la embriología, la neurobiología, la biofísica, las micromatices de DNA y más. Todo parece dirigirse cada vez, con mayor ahínco, hacia los sistemas vivos y su reconfiguración. el trabajo conjunto entre artistas y científicos especializados acontece con frecuencia y está transformando la relación entre territorios del saber, así como las modalidades de expresión. es pues, de cara a esta situación, que las palabras del filósofo alemán Siegfried Zielinski parecen llenar el ambiente con un poco de aire fresco: "Cuando hablo de arte, me refiero a una teoría y a una práctica específicas para las que existe una cuestión de principio: están influidas por la ciencia y la tecnología. y cuando hablo de ciencia y su especial tendencia a la experimentación, me refiero a un con-cepto que es poroso y presenta una fuerte curiosidad por el arte. […] Necesitamos una ciencia que sea poética y que tenga la capacidad de pensar poéticamente; necesitamos una ciencia que sea capaz de imagi-nar el arte, que incluso pueda tomar formas de experimentación, que pue-dan ser caracterizadas como experimentaciones poéticas."7 en este

6 zielinski siegfried, 2006. Deep time of the Media: toward an archaeology of Hearing and seeing by technical Means, cambridge, mit press, p. 5

7 zielinski, siegfried. 2011. “thinking about art after the media: research as practised culture of experiment”, pp. 293-312. en biggs m., Karlsson H., eds., the routledge companion to research in the arts, nueva york, routledge.

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sentido, podemos señalar nuevamente el ahora de la mente que describe Schrödinger, en donde no existe el antes ni el después, para yuxtaponerlo a la siguiente crítica de Foucault: "en suma, la historia del pensamiento, de los conocimientos, de la filosofía, de la literatura parece multiplicar las rupturas y buscar todos los erizamientos de la discontinuidad; mientras que la historia propiamente dicha, la historia a secas, parece borrar, en provecho de las estructuras más firmes, la irrupción de los acontecimien-tos."8 es con esta conciencia que la mirada del arqueólogo pausa la velo-cidad y regresa al archivo. La búsqueda de momentos y personajes, los llamados sujetos de enunciación que se apropiaron del Saber para llenar-lo de variabilidad y posibilidades alternas.

Hasta este momento se han descrito dos líneas claras en la arqueología de los medios. Pero, ¿es posible orientarla hacia otra dirección? este es el punto decisivo del presente ensayo, pues mi interés específico cues-tiona la posibilidad del entrelazamiento de la arqueología medial con el fenómeno de la construcción del saber Criollo —la construcción del su-jeto de enunciación criollo y su intercambio-mediación con el saber eu-ropeo. este horizonte me ha llevado a recorrer el marco epistémico del siglo xvII, ese siglo y sus periodicidades, sus descubrimientos, sus in-venciones, pero sobre todo, sus profundidades y excelencias.

GeniuS barbaruS aMeriCanOruMel intercambio con el saber europeo acontece a través del libro, ese obje-to de significación total y visibilidad del universo barroco. Libros, epistola-rios y tratados; todos ellos no hacen más que confirmarnos que en esos momentos se está cifrando el mundo. Asimismo, al ritmo de la signatura, la mecánica (el teatro de las máquinas) en tanto ciencia, potencia un tipo de actividad intensiva que se manifiesta en el culto a la máquina y por consiguiente, a todo tipo de instrumentos para la visión y la escucha. en este universo enciclopedista, de culto por el instrumento y la máquina que intensifican las experiencias de visibilidad y audibilidad, el gran personaje es sin duda, el jesuita Athanasius Kircher, quien ya para mediados de si-glo había desarrollado una prominente colección de libros y máquinas en el Colegio Romano, sede principal de la órden de la Compañía de Jesús. estamos hablando ciertamente, de la Roma de Kircher; pero también Nueva españa será a su manera, kirkeriana. en la Biblioteca Nacional de México, en el Fondo Reservado se conservan 27 obras del jesuita alemán. este dato es información valiosa, así como testimonio del intercambio de conocimiento. Para el saber criollo y la construcción de su nueva ciencia, las mediaciones con dicho personaje serán fundamentales y se materia-lizan en dos niveles opuestos. La “enciclopedia de Kircher” en tanto dis-curso de autoridad y en el caso opuesto, en tanto discurso de fascinación. en líneas pasadas se mencionó la particularidad de la mirada arqueológi-

8 Foucault, michel. 1969. La arqueología del saber, trad. aurelio garzón del camino, 2da. ed. méxico, siglo xxi. p. 15.

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ca medial, la cual debe penetrar la superficie del dato histórico para valo-rar la profundidad de la mediación, puesto que (nuevamente cito) “la excelencia debe ser medida en relación a los procesos de variación de los eventos y expansión de la diversidad”.9 De esta manera, en la superficie encontramos esa mezcla de autoridad y fascinación reconfigurada en la figura del criollo. Ahora bien, el tiempo profundo implica en este caso, el encuentro fortuito de personajes que expandieron dicha autoridad y fas-cinación mediante espacios singulares que poco a poco, dibujan la emer-gencia de diversidad y contingencia. Aquí realizamos un corte, puesto que las dos figuras criollas a partir de las cuales se despliega el análisis serán Don Carlos de Sigüenza y Góngora y Alexander Favián. Para am-bos, el saber kirkeriano se emplaza bajo formas opuestas, pero en ambos está presente una preocupación particular por los instrumentos como posibilidad de observación de los fenómenos naturales. ¿es esto un signo de mediación? Para Don Carlos, la obra de Kircher sería una obsesión durante toda su vida. Aún en su testamento manifestó el deseo de que se reuniera el total de la obra del autor jesuita en la biblioteca del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo. Contribuyó a tal deseo legando sus propios tomos al Colegio en 1700, el año de su muerte. el “saber kirkeria-no” aparece una y otra vez en los escritos de Don Carlos, y de manera intensiva, en la cúspide de sus observaciones astronómicas con la óptica instrumental del siglo xvII materializada en tratados de cometología, eclipses y cartografía celestes. La figura de autoridad de Kircher se ma-nifiesta, pero no es inmune a la interpretación, la apropiación y la diversi-dad. Para Favián será lo contrario, no sólo por el intercambio epistolar que entablaron, sino por el deseo que ronda el imaginario de Favián res-pecto a la técnica y las máquinas de Kircher como instrumentos de ilusión y espectáculo, en resumen, como maravillas.

en 1667, Athanasius Kircher publica Magneticum naturae regnum. el libro contiene una amplia dedicatoria a nuestro criollo, el padre Alexander Favián con quien Kircher mantuvo correspondencia durante 13 años.10 La posición neoplatónica se manifiesta a lo largo de la obra y casi al final de la misma, Kircher incluye un sustancioso fragmento en castellano proveniente de una de las cartas del propio Favián. Consi-deremos el carácter primordial de esta narración; expone su práctica experimental en torno al fenómeno del magnetismo animado por el des-cubrimiento de un prodigio de la naturaleza, dos conchas redondas de un animal marino entre cuyas raras propiedades, la más prodigiosa y admirable para Favián es aquella que opera cuando,

“tomándola en la mano, y aún sin tomarla, sino tocarla sólo, al instante atrae o conmueve o alborota los humores o la sangre de tal suerte que parece sino que todo el cuerpo se desconjunta o va muriendo y no sé si

athanasius Kircher, Magneticum naturae regnum, 1667.

9 zielinski siegfried, 2006. Op. cit. p. 5

10 la primera carta que escribe alexander Favián a athanasius Kircher data de 1661 y la última que escribe a su vez athanasius Kircher a Favián es de 1674.

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ésta será cualidad atractiva, conmotiva o venenosa: lo que yo sé decir es que a mí me alborota todo el cuerpo de tal suerte que parece que yo mue-ro. en infinitas experiencias que he hecho y aun sin llegarle la mano, sino sólo desde un trecho competente, obra como la imán en el yerro, ella en los humores del cuerpo. Por ver si esto era sólo en mí por alguna antipatía que pudiera tener mi naturaleza y mi cualidad de humores con este ani-mal y sus conchas, quise que otros hicieran experiencia de lo mismo, y hallé que en todos obraba lo mismo, en unos más, en otros menos.”11

Como podemos intuir, ambos desean conocer la “causa” del efecto nar-cótico, pero una variante se instaura. el propio cuerpo de Favián es el medium de su investigación, la insistencia en la experiencia del tacto —que realiza a diversas distancias— le otorga un marco de referencia para medir intensidades de reacción y explicar tanto las propiedades como las fuerzas del animal-magneto. Kircher por su parte, analiza los experimentos de Favián a la luz de teorías del comportamiento de cuer-pos magnéticos y sus cualidades de atracción. Por las propiedades del animal en donde se encuentran las conchas, deduce que es un Torpedo y a partir de este momento, propone aquello que la historia natural ha-bía registrado sobre este tipo de pez. Cita a opiano y también a Codigno para hablar de la eficacia del efecto en la conmoción de los humores. Una de sus conclusiones es que dicho pez,

“introduce la parálisis por cierta facultad narcótica […] difundida a par-tir del cuerpo del pez irritado, cuando encuentra a músculos y nervios la convierte en una sustancia espiritosa volviéndolos inmóviles; no de otra manera que la cualidad de algunas serpientes venenosas […] No de otra manera opera el Torpedo pues irritada por un movimiento insensi-ble, difunde a su peculiar orbe esta latente, cualidad narcótica y congela la sangre y el espíritu en las venas, músculos y nervios con cierta espe-cífica frialdad colocada en él, el cual congelamiento muchas veces se-guido de estupor, espasmo y convulsión. Así pues, yo no veo la dificultad para darse idea de la causa de este efecto.”12

este es definitivamente un momento remarcable. en la mayoría de las cartas que Favián envía a Kircher, no deja de insistir en la situación del conocimiento y la ciencia en Nueva españa. en una aseveración determi-nante le afirma que los novohispanos sólo tienen ojos para los estudios especulativos. nadie en estas tierras escribe o imprime libros sobre ciencias experimentales. De alguna manera Favián recibe el “saber kir-keriano” y su admiración se canaliza hacia la maravilla y algunas veces el espasmo. en consecuencia, su sentimiento ante la “supuesta” caren-cia de experimentación en la ciencia novohispana, lo conduce a una casi adoración por la figura de Kircher, el poder de la Compañía de Jesús que

11 osorio romero. 1993. La luz imaginaria, Epistolario de atanasio Kircher con los novohispanos. méxico: iib, unam, pp. 117-118

12 ibid., pp. 122-123

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ante sus ojos no puede ser más visible y absoluta que mediante la esté-tica de los majestuosos libros del autor. Pero en lo más profundo de la realidad de ambas figuras, reside una verdadera distorsión en torno al sentido de “especulación” y “experimentación”. Favián está alejado de la intensa actividad realizada en la Real Universidad Pontificia de Nueva españa; esto se evidencia cuando menciona que él es el único que se dedica al estudio de las matemáticas. Acaso ¿ignoraba? que para el año de 1661 cuando escribe la carta con dicho contenido, hacía más de dos décadas que fray Diego Rodríguez había inaugurado la cátedra sobre astronomía y Matemáticas.13 y resulta imposible omitir que —aunque haya quedado MS— el mismo fraile había escrito un Tratado del modo de fabricar relojes horizontales, verticales, orientales. Con declinación, in-clinación o sin ella, por senos rectos, tangentes para por vía de números fabricarlos con facilidad. Mientras Favían solicitaba incansablemente a Kircher, el envío de cualquier tipo de libro que tratara sobre el arte de los relojes. Ciertamente las máquinas de ilusión y entretenimiento de Kircher eran remarcables, pero su concepción del mundo estaba arraigada en la tradición neoplatónica que tanto ha sido criticada en sus estudios sobre las fuerzas de la naturaleza. Seguramente el propio fray Diego Rodríguez albergaba y sostenía teorías más cercanas a las ciencias experimenta-les que para Favián, irónicamente, sólo se producían en lejanas tierras, aquellas que son “las perfectas”.

Finalmente, al retomar la fascinación por las máquinas de ilusión de Kircher, Favián solicita a él el envío de todas sus obras impresas y co-mienza a enumerar una larga lista de instrumentos y artefactos que asi-mismo le gustaría que le fuesen enviados. enumerarlos es de entrada percatarnos del lugar que ocupaba la curiosidad por la música y los au-tómatas, así como los recientes descubrimientos de la óptica.14 Favián solicita, de ser posible los dos clavicímbalos con ruedas —publicados en la Misurgia— y hace hincapié que no sean de los que se mueven con agua, sino de los que tienen movimiento con ruedas. Favián echaba a volar la imaginación y tal vez lo que no conseguía construir en Puebla, lo disponía en sus peticiones a Kircher. es curioso observar que al solicitar los instrumentos, da incluso instrucciones sobre cómo realizarlos: tam-bién, me parece que se podría hacer de suerte que tuviere las teclas descubiertas como los órganos ordinarios, mas de tal suerte, que llegan-do a tocarlas cualquier persona, se soltase el movimiento interior de la música y se tocase él mismo; de esto seguiría que, tocando las dichas teclas uno que no supiera tocar, se le podría hacer creer que él mismo tocaba aquella música tan concertada y que la había aprendido de re-pente o en poquísimo tiempo. Si algo entendió Favián, era que la transi-ción por realizar en la Nueva españa para desprenderse de aquella tradición "especulativa" que tanto nombra, estaba en la técnica, en el

13 astrónomo erudito, mentor y maestro de sigüenza y góngora. no solo fue un seguidor de las teorías copernicanas, sino que él mismo realizó todo un tratado logarítmico, incluso antes de conocer las obras de caramuel para la observación de las estrellas. la cátedra de astronomía y Matemáticas fue inaugurada en 1637.

14 tan sólo en la primer carta, Favián solicita: los dos clavicímbalos con ruedas, el órgano que integraría el movimiento de las ruedas de la música al movimiento del reloj, los espejos que reflejan diversas figuras (de preferencia el de la calavera), los anteojos de larga vista que alcanzan largas distancias y descubren cosas muy menudas, anteojos de cañutos y un reloj de los que suelen tener junto con las horas el astrolabio y el zodiaco.

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entendimiento de su utilidad, la explicación de la fabricación de los ins-trumentos y su aplicación experimental. el intercambio de cartas aumen-ta y nos resta señalar la manera en que un epistolario se convierte en ese otro medium por el cual se informa de los experimentos realizados, de la dificultad no sólo de entender su funcionamiento sino del transpor-te de todo tipo de espejos, vidrios y cristales de microscopios y heliosco-pios que, la mayoría de las veces llegaban rotos y no podían ser ajustados. esos instrumentos, son para Favián, de asombro y espanto pero de ma-nera ambivalente manifiesta su deseo por aplicar la nueva criptología. en los libros que recibe, comprende el funcionamiento del helioscopio, la diferencia entre éste y los anteojos de larga vista, así como la utilidad que da Juan Caramuel al mismo. Algunos años después, el helioscopio será una de las razones más importantes con las cuales Don Carlos de Sigüenza y Góngora debatirá sobre la observación de los fenómenos ce-lestes y en específico, sobre el paso del cometa de 1681.

INTeRPReTACIóN CeLeSTe, MeDIACIóN INSTRUMeNTALLas colonias no estaban alejadas de la efervescencia modernista que acontecía en europa, o por lo menos no de la manera en que la Historia lo ha relatado. La primera característica de ello, es el criterio experimen-tal, el valor de la experiencia personal ante la especulación científica. el Dr. elías Trabulse observa al respecto que la Historia ha vinculado la decadencia de los estudios científicos en españa a todas sus colonias, como si estas fueran tan sólo sus reflejos. Nada más alejado de la reali-dad que esto. ejemplos hay muchos, pero basta uno que adquiere sus-tancialidad en este escrito; la Academia de Matemáticas de Madrid fundada por Felipe II fue suprimida en 1624 con las decadencias implí-citas en ello. Trece años después, en 1637 fray Diego Rodríguez —como ya fue mencionado en líneas pasadas— inauguró prácticamente a contra corriente, la cátedra de Matemáticas y Astronomía. Su huella es amplia y las influencias decisivas, sobre todo en aquello relativo al método y las teorías físicas que ahí se discutían. No estamos hablando de una ruptura total con los dogmas, puesto que sería prácticamente inoperable en este contexto, en donde la práctica de la astrología judiciaria se extendió con-siderablemente, aún ante los interdictos de la Inquisición. Sin embargo, en esta cátedra, al lado de Sacrobosco y Tolomeo, se discutía a Pedro Apiano, Cristobal Clavio, Tycho Brahe, Copérnico, Descartes y Kepler, una realidad que sin duda despliega más afirmaciones acerca de la ex-perimentación que sobre la especulación. otra línea abierta para la me-diación y la diversidad ante el saber europeo, se localiza al considerar el gran espectáculo de la mecánica celeste. Don Carlos de Sigüenza y Góngora, escribe en uno de sus tratados sobre el cometa de 1681: "Manifestaré entonces las observaciones exquisitas que he hecho de este cometa que no dudo serán aplaudidas y estimadas por aquellos

página del mss de Fray diego rodríguez, Doctirna general repartida por capítulos de los eclipses de sol y luna, en donde expone su conformidad ante la teoría copernicana .

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grandes matemáticos de europa que las entenderán porque las saben hacer, a quienes desde luego aseguro que de esta Septentrional América española no tendrán más observaciones que las mías".

A finales del siglo xvII, la observación del espectáculo del mundo celes-te es un tipo de acontecimiento: los fenómenos luminosos, la irregulari-dad del movimiento, la naturaleza y las causas de los cuerpos celestes tiene un nuevo paradigma, el delirio por la precisión incorporado en la astronomia nuova de Kepler. Así, la aseveración sobre la ciencia espe-culativa es un punto de inflexión interesante si se contrapone al episodio específico del paso del cometa de 1680 y la larga lista de tratados come-tológicos que se escriben en respuesta del mismo. en este contexto, el interés se mueve de nuevo al interior de la república de las letras de la Compañía de Jesús y el intercambio de saberes, la comparación. Al paso de este cometa, se escriben dos obras que generan una diatriba fundamental, cuyo nodo es la técnica. el jesuita eusebio Kino, experto en cartografía, escribe un tratado llamado exposición astronómica de el co-meta, arraigado a una fuerte visión escolástica. Por su parte, Sigüenza y Góngora, matemático y cartógrafo real en la Nueva españa, presenta el Manifiesto filosófico contra los cometas despojados del imperio que te-nían sobre los tímidos,15 en donde da cuenta de su visión sobre la mecá-nica celeste basada en ideas de Copérnico, Descartes, Brahe, Kepler, entre otros. entre ellos inicia una pugna que termina por generar la crea-ción, por parte de Sigüenza y Góngora de uno de los tratados más impor-tantes de la ciencia moderna novohispana: la Libra astronómica y Filosófica,16 cuyo título es una cita al rótulo que dio Horacio Grassis,17 quien publicó los discursos que generó a su vez el cometa de 1618, tan conocido por los folios que le dedicaron tanto Galileo como Mario Guiducio. La recepción social es importante para entender la lucha esta-blecida entre los dos textos y el lugar que la técnica adquiere en ellos. Ambos autores escriben a petición de virreyes y padres de la Iglesia quienes acuden a su conocimiento astronómico en búsqueda de una ex-plicación del fenómeno luminoso. Kino escribe: "Lo que más comúnmen-te suelen indicar los cometas, suele ser muertes de príncipes. Pero este cometa siendo tan grande y habiendo durado tanto, parece que significa más universales desgracias: esterilidades, penuria, tempestades, inun-daciones, temblores de tierra, tormentosos vientos." La controversia en sí puede ser leída como un gran capítulo en el campo de la óptica en la Nueva españa: lo que en estos textos se materializa, es un momento de ruptura, la instauración de un nuevo tipo de pregunta frente a los fenó-menos naturales y la cuestión del "método", el instrumento que comple-menta el cálculo matemático. Para Sigüenza y Góngora resulta ocioso el tipo de argumento del padre Kino. en él, está implícita una preocupación por la naturaleza de la luz, por la observación y los métodos de los que

15 publicado el 13 de enero de 1681. dedicado a la virreina condesa de paredes. el cometa había comenzado a observarse en la ciudad de méxico desde mediados del mes de noviembre de 1680, lo cual nos da un tiempo de observación y análisis de dos meses antes de su publicación. contra este manifiesto no sólo publicó Kino, sino también el jesuita don martín de la torre. su obra, manifiesto cristiano en favor de los cometas mantenidos en su natural significación, 1681. la réplica a este escrito es el famoso y nunca publicado belerofonte matemático contra la chimera astrológica de don martín de la torre, matemático campechano. se ha escrito mucho sobre el belerofonte y se considera gran pérdida la destrucción del escrito —realizada por el mismo don carlos— puesto que tenemos noticia de los contenidos que en ella se discutían. en el prólogo a la Libra astronómica y Filosófica que realizó su editor y que publicaría tan sólo 10 años después del acontecimiento del cometa de 1680, da noticia: “sigüenza y gongora replicó al flamenco mediante su belerofonte, obra que quedó inédita o que incluso fue destruida por su autor, pero de la que sabemos contenía cuantos primores y sutilezas gasta la trigonometría en la investigación de las paralajes y refracciones, y la teórica de los movimientos de los cometas, o sea mediante una trayección rectilínea en las hipótesis de copérnico, o por espiras cónicas en los vórtices cartesianos”. ver: Libra astronómica y Filosófica. —en: irving a. leonard, 1984. Don carlos sigüenza y Góngora, seis Obras, venezuela, biblioteca ayacucho, pp. 241-409.

16 el editor de la obra fue don sebastián de guzmán y córdoba, publicada por primera vez en 1690-91. en: sebastián de guzmán y córdoba, 1959, reimpresión, carlos de sigüenza y Góngora, Libra astronómica y Filosófica. méxico, unam.

17 jesuita italiano, conocido por su polémica con galileo. autor de Libra astronomica ac philosophica qua Galilaei Galilaei opiniones de cometis a Mario Guidvcio in Florentia academia Expositae.

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dispone el observador para decir "sus verdades"; argumenta sobre los datos obtenidos a través de sus instrumentos así como el tiempo dedi-cado a la observación, ese delirio por la precisión que mencionamos con anterioridad. Latitud, longitud, altura, meridiano y horizonte. el primer reproche que hace Sigüenza es que Kino sigue con la vista el movimiento, y lo hace tan sólo un día. este es un tipo de mirada especulativa que no puede dar cuenta de un fenómeno físico que implica la comprobación de la naturaleza de la luminosidad del fenómeno, el color, el tipo de movi-miento, la duración e infinidad de particularidades observables sólo a través de los instrumentos precisos, como el helioscopio y un tiempo de observación prolongado y comparado con otros realizados en diversos puntos geográficos.

Siempre llegado este punto, hay algo que disfruto al preguntarme cuando leo la Libra y es: ¿para quién está escribiendo Sigüenza y Góngora? él mismo dice: "Nada hay que más conmueva los ánimos de los mortales que las alteraciones del cielo […] es necesario que se alboroten al ver que el objeto nobilísimo de la vista padece mudanza con apariencias ex-trañas."18 esta observación resulta curiosa cuando recordamos que en años previos al uso del telescopio, la Corona española emitió repetida-mente instrucciones y mandatos de cómo debía realizarse la observación de eclipses y cometas en las ciudades y pueblos de españoles de las Indias.19 La Corona, por motivos político-económicos, necesitaba datos y al solicitarlos por mandato desencadenaba una extraña práctica "colecti-va" de observación de los espectáculos celestes exigiendo de tal obser-vación —tímida, supongo, siguiendo a Góngora— un reporte conforme las instrucciones dadas. estas, no eran más que un uso rudimentario de la técnica de la gnomótica para la observación de cuerpos celestes.

Pero volvamos a nuestra controversia de 1680. Kino asegura que nunca fue visto un cometa sin seguro desastre y para validar lo que dice, cita y acude a estudios sobre astronomía, entre ellos, los de Athanasius Kircher son tal vez los principales. Algo que resulta sorprendente es que ambos científicos utilicen las observaciones de Kircher para invali-dar la producción del otro. Para Sigüenza y Góngora, ya lo menciona-mos, las observaciones de Kino son totalmente especulativas, ociosas, carecen de observación científica y para comprobar esto, cita en largas ocasiones infinidad de autores —rasgo característico de la escritura gongorina— pero en la Libra astronómica interesan sus citas tanto de Kircher como de Kepler. efectivamente, Kircher era una autoridad en el tema cometario. Había relatado y explicado las causas de dichos cuer-pos celestes en varios de sus libros. Pero Sigüenza detecta que Kino no leyó o no entendió bien las palabras de Kircher, y lo desmiente varias veces en su tratado. Una de ellas es la siguiente. Kino había citado el

18 irving a. leonard. Op. cit. p. 253

19 trabulse, elías. archipiélagos siderales. Eclipses y astronomía en la historia de México. méxico, sct, 1991. p. 34

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itinerario extático de Kircher diciendo: "Nace el cometa, terrible amago para los mortales". Sigüenza y Góngora le replica que si hubiera leído no sólo uno de los libros de Kircher sino sus obras completas, sabría que éste mismo en Scrutinium Physco-Medicum contagiosae luis quae pes-tis dicitur 20 escribe así: "el vulgo de los filósofos casi siempre recoge indicios de los sucesos futuros de la aparición de las cometas, como si estuviera conectada con aquellos por una mutua simpatía de todas las cosas […] pero nosotros, juzgando este asunto por sus propias causas decimos que el cometa, cualquiera que sea, en suma, en cuanto a for-ma, figura y color, no tiene absolutamente ninguna virtud para significar los efectos arriba recordados; no puede más, repito, que las nubes que, rodeando la superficie terrestre, se transforman en múltiples formas y se tiñen también de todo género de colores. Pues, ¿quién oyó alguna vez que las nubes dispuestas en figura de dragón hubieran causado a alguna región males enormes?" Sigüenza y Góngora cita a Kircher 23 veces a lo largo de la Libra Astronómica, con largos pasajes de diversas obras. Lo hace seguramente para mostrar que Kino no entiende lo que Kircher explica y sólo utiliza su nombre para validar su teoría. Ante ello, Sigüenza y Góngora avanza y se dirige en la última parte de la obra, a la utilidad de los instrumentos y el valor que adquieren justamente, para desterrar la timidez que implica el dogma.

Las preguntas que plantea la óptica del siglo xvII están presentes en el escrito de Sigüenza y lo estaban aún más en el lamentablemente perdido belerofonte Matemático contra la Quimera astrológica de Don Martín de la Torre. Conocemos algo de este tratado gracias al prólogo de la Libra astronómica escrito por D. Sebastián de Guzmán y Córdoba: "cuantos pri-mores y sutilezas gasta la Trigonometría en la investigación de los parala-jes y refracciones, y la teórica de los movimientos de los cometas, o sea mediante una trayección rectilínea en las hipótesis de Copérnico."21 Sigüenza nunca describe la Libra como un tratado de óptica. Pero lo que sugiera entre líneas, los silencios desde los cuales podemos extraer tanta información sobre el arte de su técnica. Optical Media sería este el caso, cuyo punto central es la desconfianza en la mirada, una mirada que, como ya explicamos anteriormente, Sigüenza y Góngora rechaza cuando se hace de manera veloz y siguiendo a simple vista el movimiento del cuerpo celeste. Gran espectáculo de luz y sombra, esta fábrica de la astrología como la nombra Don Martín de la Torre. Lindberg hace hincapié, "el fenó-meno óptico aparece de manera frecuente en estos tratados que se en-frentan con temas cosmológicos y meteorológicos. Cometas o eclipses lunares que tratan cuestiones de sombras cósmicas y ofrecen una oportu-nidad de analizar la forma de la sombra como una función del tamaño rela-tivo de los cuerpos luminosos."22 La obsesión con la que Sigüenza y Góngora registra estas sombras cósmicas y la precisión de sus datos está

páginas anteriores:Mapa celeste que ilustra el paso del cometa de 1680. elaborado por eusebio Kino para su tratado Exposción astronómica de el cometa, 1681.

20 impresa en roma en 1658.

21 irving a. leonard. Op. cit. p. 244.

22 lindberg david. c. 1996. roger Bacon and the Origins of Perspective in the Middle ages. london, clarendon press, oxford. p. xxvi

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cifrada en sus escritos, así como el lugar exacto en donde apareció el co-meta y la manera en que se extendió la cauda. Datos obtenidos durante dos meses de observación en donde la influencia de Kepler es latente y no sólo a nivel instrumental. el estudio del movimiento no se detiene en la ci-nemática y su descripción, sino que existe una preocupación por la dinámi-ca. Mediante los instrumentos que utilizó Sigüenza para observar el paso del cometa y su movimiento respecto a las estrellas, deduce los grados exactos de la cauda y el ocaso helíaco. Sabemos que era un telescopio de los fabricados por Kepler, un "refractor kepleriano", pero esto supone asi-mismo que Sigüenza y Góngora conocía la teoría de la visión retiniana. Por ello persiste una y otra vez en la necesidad de que las observaciones se realizaran mediante el instrumento y durante largos periodos de tiempo. y finalmente nos resta un pequeño guiño, ojos e instrumentos, diría Kuhn así como Sigüenza y Góngora susurró a Kino: "estudiando la óptica, saldrá de su error y se liberará de tan notable prejuicio."23

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