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1 Artículo publicado en: Michel Bertrand (coord.). Configuraciones y redes de poder: un análisis de las relaciones sociales en América Latina. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 2002, pp. 133165. (ISSN Lf58120013011396, ISBN 9803252410) RECOMENDACIONES Y EMPEÑOS EN LA SOCIEDAD COLONIAL Y POSCOLONIAL. Garantías jurídicas, poder y red social GABRIELA DALLA CORTE Universidad Nacional de Rosario, Argentina (UNR) Universitat de Barcelona (UB) 1 “La carta de recomendación tirela Vm. a su satisfacción que yo la firmaré y a mas de ella recomendaré el asumpto con empeño en mi carta de correspondencia en la intelijencia que harán por mí quanto haya que practicar. Porque yo les he servido y sirvo en términos que, con dificultad, haría otro tanto un padre por un hijo, aunque es verdad son agradecidos”, Carta de Jaime Alsina i Verjés (Buenos Aires) a su yerno Carlos Camuso (Montevideo), escrita el 17 de diciembre de 1808 2 1. LA RECOMENDACION COMO DOCUMENTO ESCRITO El estudio de la palabra escrita como manifestación de vínculos sociales puede dar lugar a análisis centrados en los modelos lingüísticos subyacentes o en la comprensión de su rol como instrumento público y de poder. Siguiendo la primera línea de investigación, el interés por las fórmulas de comunicación epistolar de los actores del Antiguo Régimen ha puesto en evidencia que aquéllos compartieron definidas reglas de comunicación que les permitió decodificar el significado de las misivas (ANGULO 1996), una perspectiva que, a pesar de su riqueza, se mantiene en 1 Becaria ICI de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Este trabajo forma parte de mi Tesis doctoral “Vida y muerte de una aventura en el Río de la Plata, Jaime Alsina i Verjés, 1770/1836. Historia, Derecho y familia en la disolución del orden colonial”, dirigida por la Dra. Pilar GARCIA JORDAN (U.B.) a quien agradezco sus comentarios previos, al igual que a Zacarías Moutoukias y Michel Bertrand 2 Archivo General de la Nación, Argentina (en adelante AGN), División Colonia (DC), Sala (S) VII, Copiador (Cop.) 10-6-4. Copiadores de Cartas de Jaime Alsina i Verjés, Buenos Aires

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Artículo publicado en: 

Michel  Bertrand  (coord.).  Configuraciones  y  redes  de  poder:  un  análisis  de  las 

relaciones sociales en América Latina. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 2002, pp. 

133‐165.  

(ISSN Lf58120013011396, ISBN 980‐325‐241‐0) 

 

 

 

RECOMENDACIONES Y EMPEÑOS EN LA SOCIEDAD COLONIAL Y 

POSCOLONIAL.  

Garantías jurídicas, poder y red social 

 

GABRIELA DALLA CORTE 

Universidad Nacional de Rosario, Argentina (UNR) 

Universitat de Barcelona (UB)1 

 

 

“La  carta  de  recomendación  tirela Vm.  a  su  satisfacción  que  yo  la 

firmaré y a mas de ella recomendaré el asumpto con empeño en mi 

carta de correspondencia en  la  intelijencia que harán por mí quanto 

haya que practicar. Porque yo les he servido y sirvo en términos que, 

con  dificultad,  haría  otro  tanto  un  padre  por  un  hijo,  aunque  es 

verdad  son  agradecidos”,  Carta  de  Jaime  Alsina  i  Verjés  (Buenos 

Aires)    a  su yerno Carlos Camuso    (Montevideo),  escrita  el    17 de 

diciembre de 18082 

 

   

  1. LA RECOMENDACION COMO DOCUMENTO ESCRITO 

  El estudio de la palabra escrita como manifestación de vínculos sociales puede dar 

lugar  a  análisis  centrados  en  los  modelos  lingüísticos  subyacentes  o  en  la 

comprensión de su rol como instrumento público y de poder.  Siguiendo la primera 

línea de  investigación, el  interés por  las  fórmulas de comunicación epistolar de  los 

actores  del Antiguo  Régimen  ha  puesto  en  evidencia  que    aquéllos  compartieron 

definidas  reglas de  comunicación que  les permitió decodificar el  significado de  las 

misivas (ANGULO 1996), una perspectiva que, a pesar de su riqueza, se mantiene en 

1Becaria ICI de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Este trabajo forma parte de mi Tesis doctoral “Vida y muerte de una aventura en el Río de la Plata, Jaime Alsina i Verjés, 1770/1836. Historia, Derecho y familia en la disolución del orden colonial”, dirigida por la Dra. Pilar GARCIA JORDAN (U.B.) a quien agradezco sus comentarios previos, al igual que a Zacarías Moutoukias y Michel Bertrand 2Archivo General de la Nación, Argentina (en adelante AGN), División Colonia (DC), Sala (S) VII, Copiador (Cop.) 10-6-4. Copiadores de Cartas de Jaime Alsina i Verjés, Buenos Aires

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los  límites  del modelo  saussuriano    considerando  al  lenguaje  como  un  objeto  de 

conocimiento intelectual per se. 

  La segunda vía de análisis, en cambio, toma al lenguaje como un instrumento de 

garantía  para  la  reproducción  de  los  lazos  sociales,  de  los  vínculos  de  poder 

(GOODY  1986)  y    de  los  pactos  entre  las  personas  (GELLNER  1997:52).  La 

correspondencia  que  redactó  un  comerciante  catalán  radicado  en  Buenos  Aires  

durante la dominación española  y el proceso de independencia puede ser analizada 

siguiendo  este  segundo  criterio.  Una  de  las  evidencias más  interesantes  de  estas 

cartas es la existencia de la multiplicidad de fórmulas jurídicas utilizadas en la época 

colonial y poscolonial para poner en contacto a las personas  y estructurar una densa 

red de relaciones sólidas y seguras. 

  Una  de  las  fórmulas  jurídicas  que  intersectó  la  correspondencia  fue  la 

recomendación,   una especie de carta de confianza que tuvo usos variados en el marco 

de  la manifestación del poder del  recomendador para obtener beneficios múltiples 

para  el  recomendado3.    El  interés  por  la  recomendación  no  es  nuevo.  Algunos 

colonialistas, como Susan Socolow y François‐Xavier Guerra, han señalado dos de las 

funciones de la recomendación en la sociedad americana, en el terreno laboral y en el 

político. La primera menciona su decisiva importancia en la ´colocación´ de algunos 

inmigrantes, como  la del   andaluz Damián de Castro que, al  llegar a Buenos Aires,  

trajo consigo unas cartas de recomendación dirigidas a Juan de Osorio con las cuales 

pudo encontrar trabajo (1983: 14).  François‐Xavier Guerra, por su parte, presenta la 

recomendación  como  una  simple  gestión  que  servía  para  ´apoyar´  determinadas 

demandas en el terreno político en el seno de una ´vida política ordinaria´ en la que 

las  formas  de  acción  consistían  esencialmente  en  el  juego  de  influencias  y  de 

relaciones con el objeto de obtener decisiones favorables o de limitar la influencia de 

los  otros.  En  este  sistema,  entonces,  se  trataba  de  movilizar  recomendaciones  y 

apoyos para obtener favores de las autoridades (1998: 252).  

  Socolow atribuye a la recomendación del Virrey Vértiz la designación de Fernando 

Rafael  de  Sobremonte  como  intendente  de  Córdoba  en  1783  (1983:  42).  El 

reclutamiento de colaboradores a través de la recomendación ha sido estudiado por 

Michael Augeron  en  relación  al  nombramiento  de  subdelegados  durante  la  época 

colonial.  La  recomendación  estaba  íntimamente  unida  a  la  valoración  del mérito 

individual y a la protección brindada por los fiadores que, en el estudio realizado por 

Augeron,  aportaban  el  dinero  necesario  para  conseguir  los  puestos  atribuidos.  La 

recomendación  funcionaba,  en  este  sentido, aumentando  el  índice de  corrupción y 

puede ser entendida como un termómetro de los enfrentamientos de las élites (1998). 

  Fuera de estas menciones, no existen trabajos específicos sobre la figura jurídica de 

la recomendación o sobre su  importancia en  la articulación de  los vínculos sociales, 

3La efectividad de la recomendación para definir la selección de recursos humanos es evidente en una de las últimas contribuciones de Jack Goody, The expansive Moment, en la que el autor analiza la construcción de la Antropología en Inglaterra y Africa durante el siglo XX comenzando por la impronta de Malinowsky y su poder casi omnímodo al definir los subsidios de sus recomendados, como Fortes (GOODY 1995)

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tanto  en  la  expresión  de  los  lazos  previos  de  tipo  familiar,  de  amistad,  de 

conocimiento o de confianza,   como en el tejido de nuevas redes. Es interesante, sin 

embargo,  evaluar  el  significado  de  la  carta  de  confianza  en  la  estructuración  y 

creación de las redes garantizando, a su vez, la solidez jurídica de los vínculos, y no 

verla sólo como un instrumento útil para el funcionamiento de aquéllas. 

  Numerosos  fueron  los usos de  la carta de confianza aunque podemos clasificarlos 

en tres bloques, uno referido a su calidad de instrumento probatorio, otro a su rol en 

las actividades  financieras y el último a su papel como definidor de  los  fallos en el 

sistema judicial.  

  A través de su circulación se ponían bienes y personas bajo la responsabilidad de 

un tercero; también servía para introducir a un nuevo miembro en un grupo social o 

actividad,  como  las  tertulias;  aseguraba  a  los  viajeros  un  alojamiento  o  permitía 

iniciar una transacción mercantil. La recomendación fue utilizada en el seno del poder 

judicial  para  delimitar  derechos  y  deberes  de  los  particulares. Como  instrumento 

privado  intersectó  el  entramado  social  por  sus  posibilidades  de  expresarse  ´a 

derecho´  en  el  ámbito público,  es decir,  como prueba de  la  existencia del  vínculo 

privado en caso de conflicto.  Por ello  encontró la lógica de su funcionamiento en el 

terreno del Derecho privado, especialmente en el civil y el mercantil. 

  La tarea esencial de la recomendación fue suplantar la ausencia de un sistema de 

crédito formal y homogéneo, por lo que analizo sus analogías con la letra de patronage 

utilizada en el sistema bancario y financiero. En estos dos grandes bloques, y a pesar 

de  su  diversidad  manifiesta,  dos  denominadores  comunes  intersectan  a  la 

recomendación.  Por  una parte,  la  existencia del documento  escrito. Por  la  otra,  la 

aceptación  tácita  del  recomendador  de  actuar  como  garante  de  la  persona 

recomendada.  En  este  sentido,  los  receptores  admitían  mantener  vínculos    o 

establecer  pactos  con  personas  desconocidas  si  contaban  con  la  posibilidad  de 

presentar  el  documento  al  estrado  judicial  y  demandar  directamente  al 

recomendador. 

  El  tercer  ámbito  en  el  que  fue  usada  la  recomendación  fue  el  seno  del  poder 

judicial porque demostró sus atributos en el ritual de la justicia para decidir la suerte 

de  los  imputados  durante  el  proceso  judicial  suplantantando  en  gran medida  el 

sistema inquisitorial en la averiguación de la verdad que debería haber sido la base 

de los fallos (FOUCAULT 1991).  

  El uso de la recomendación permite plantear, a mi juicio,  la profunda unión entre 

orden legal, sistema judicial, garantías jurídicas y red social.  A través de este estudio 

pretendo poner en discusión la pretendida informalidad de las redes sociales que en 

las imágenes construidas por algunos autores como E. Bott (1990)  parecerían actuar 

en  forma  paralela  a  las  instituciones  o  como  condicionantes  del  poder  político. 

Retomo  ciertas  propuestas  metodológicas  de  Zacarías  Moutoukias  acerca  de  la 

formalización  de  contratos  en  el marco    de  lazos  sociales,  considerados  como  un 

sistema  de  derechos  y  obligaciones  recíprocas  que  los  definen. Me  inspiro  en  sus 

ricos postulados sobre la actuación de las personas en el seno de múltiples normas a 

veces  heterogéneas  y  contradictorias,  un  fenómeno  también  señalado  por  Horst 

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Pietschmann (1987). Pero relativizo la imagen de la red como el “cuadro en el cual se 

establecían  los  contratos  y  la  institución  que  aseguraba  su  cumplimiento” 

(MOUTOUKIAS, mimeo). 

 

  2. LA RECOMENDACION, LOS VIAJEROS Y EL INGRESO A LA TERTULIA 

  Los mercaderes y comerciantes coloniales no sólo compartieron un estilo de vida 

similar y vivieron bajo un mismo techo  legal, sino que también conformaron   redes 

sociales  que  les  permitieron  conducirse  con  confianza  en  el  universo  de  las 

transacciones  mercantiles.  Los  riesgos    se  sobrellevaban  con  una  tupida  red  de 

relaciones que,  en algunos casos, reemplazó la ausencia de entes corporativos como 

los  Consulados  de  Comercio  (LUGAR  1986),    pero  que  no  perdió  su  vigencia  y 

efectividad con la consolidación de estos últimos (DALLA CORTE 1998 <a>). 

  Jaime Alsina i Verjés, nuestro comerciante,  se desenvolvió durante su vida adulta 

en el marco de densas y prolongadas relaciones de amistad, de vecindad y de origen 

geográfico  común,  a  las  que  se  unieron  lazos  de  parentesco  de  diverso  tipo:  de 

sangre, político y ficticio.  

  Uno de  los  escenarios que  le permitió  consolidarse  en  el grupo de poder  fue  la 

tertulia, definida por Socolow  como una especie de  ´meeting´ en el que  los amigos  

discutían  cuestiones  intelectuales y  chismes  locales, y que  servía para diseminar  la 

información antes del advenimiento del periódico a  fines del siglo XVIII  (1986: 12).  

En ellas se  jugaba a  los naipes y se conversaba displicentemente, y se programaban 

estrategias  ofensivas  y  defensivas  de  diversa  índole.  Jaime Alsina    se  autodefinía 

como un ´tertuliano´  y tomaba a estas reuniones como un equivalente de las Juntas. 

Durante el período colonial solía ir a dos tertulias, la de la quinta de Baldovinos que 

se formaba durante las horas de la tarde, y la de José Antonio Santa Coloma, que se 

realizaba al anochecer4.  

  La recomendación jugó un rol esencial en la incorporación de nuevos individuos a 

la  tertulia. Quienes  ya  formaban  parte  de  esos  espacios  de  sociabilidad  tenían  el 

derecho de recomendar a  otros amigos o conocidos para que pudiesen acceder como 

miembros.   A    Jaime, por ejemplo,    le  tocó proponer  la  incorporación de Luis de  la 

Cruz  en  la  tertulia  organizada  en    casa  de  Santa  Coloma.  Conoció  a  de  la  Cruz 

cuando  éste  vino  recomendado  por  conocidos  suyos    radicados  en Chile  y,  por  las 

cartas de confianza que  le entregó el viajero,  lo  insertó en  los círculos sociales de  la 

capital virreinal y le brindó todo lo que tenía en su casa.  

  Una atenta    lectura de  la correspondencia  indica que  las actividades mercantiles  

de Alsina se acompañaron siempre de un documento escrito que podía servir como 

prueba  en  caso  de  que  se  originase  un  pleito  judicial.  Esos  instrumentos  estaban 

representados por las obligaciones  y por las  cartas de recomendación que contenían, a  4AGN, DC, Sala VII, Cop. 10-6-4: a Carlos Camuso, 11/06/1808 y 25/06/1808; a Pascual Parodi, 13/02/1808 y 18/06/1808; a Luis de la Cruz, 16/05/1807; 16/10/1807 y 16/12/1807; “De las 4 a las 5 nos vamos un rato a la Quinta de Baldovinos hasta la oración y a las 8 hir a la Tertulia hasta las 10 en donde se lehen los papeles publicos y las papeletas y endando las 10 nos vamos a nuestras casas” , en Cop. 10-6-4: a Luis de la Cruz, 16/10/1807. También DC, S IX, Cop. 10-2-2: a Pascual Parodi, 18/03/1809

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su vez, obligaciones. La obligación contenida en la recomendación inserta la discusión en 

el terreno del Derecho privado y en la exigencia de seguridad jurídica como base del 

cálculo  en  los  negocios.  La  obligación  fue  una  de  las  fuentes  de  legitimidad más 

importantes  frente a un potencial conflicto por  incumplimiento del pacto mercantil 

(DALLA CORTE <b>: cap. IV). Reflejaba el contrato y el compromiso asumido por las 

partes,  unidas  en  forma  estable  y  en  relación  de  correspondencia  para  fines 

particulares. 

  Se  entiende  regularmente por  obligación  jurídica  el vínculo que  fuerza a dar una 

cosa o  ejecutar una  acción, por  imposición de  ley o por pacto  legítimo,  contrato o 

acuerdo de voluntades, que nos impele al cumplimiento de los deberes. Puede tener 

origen en la escritura que uno hace en favor de otro de que cumplirá lo que ofrece y 

por lo que se ha obligado; y se utiliza para definir el título al portador que representa 

una suma prestada a una persona o una compañía. Estos principios doctrinales nos 

indican de forma relativa que no todo deber constituye una obligación jurídica, sino 

que ésta se origina cuando hay un vínculo que determina a prestar, a hacer o a no 

hacer  una  cosa.  Ese  vínculo  se  establece    entre  un  sujeto  activo  (que  exige  la 

prestación), pasivo (que tiene el deber de prestarla) y el objeto de la obligación.  En el 

caso de la recomendación, el sujeto activo era la persona que recomendaba; el pasivo, 

quien recibía la nota.   

  Durante la colonia, el Derecho mercantil se estructuró en base a la libertad de  las 

personas para obligarse  y fueron admitidos los contratos consensuales (GONZALEZ 

1992; OTS CAPDEQUI 1958: 222/248). Es decir, se aceptó la constitución de dos tipos 

de obligaciones, una   de estricto derecho y reguladas por  la  ley; otra de buena  fe y 

fijada por la voluntad de las partes. Esta segunda acepción explica por qué Alsina se 

sintió obligado al recibir las recomendaciones traidas por  de la Cruz.  Diría que, aún 

queriendo,  no  hubiese  podido  negarse  a  cumplir  con  el mandato  contenido  en  la 

nota, dado que se trataba de un documento que contenía una obligación asumida por 

quien  recomendaba  a  de  la  Cruz.  Se  suponía,  por  otra  parte,  que  la  respuesta 

satisfactoria  de  Alsina  sería  correspondida  con  una  actitud  positiva  de  parte  del 

recomendado y del recomendador5.  

  El hecho de que  los  receptores  cumplieran  con  el pedido del  recomendador  era 

fruto  del  consenso  del  funcionamiento  de  la  nota  escrita  como    garantía  del 

compromiso  del  emisor.  La  recomendación,  entonces,  hacía  viable  la  franquicia 

porque contenía el nombre del   garante, pero este sistema  tenía sus  lados  flacos ya 

que se apoyaba en verdaderos  lazos previos de confianza,  familiares y de amistad.  

Mientras de la Cruz estuvo en Buenos Aires, Alsina le prestó dinero y lo alojó en su 

casa porque las notas que le fueron presentadas estaban escritas de puño y letra por 

el  cuñado de uno de  sus mejores  amigos, Urmeneta. Cuando de  la Cruz volvió  a  5AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a José Maria Urrutia y Manzano, 16/03/1807. En una de las tertulias, de la Cruz acordó con el resto de los comerciantes encontrar un camino alternativo para unir a Buenos Aires con Chile, teniendo en cuenta que los ingleses amenazaban con atacar nuevamente el puerto desde su asentamiento en el sur de la Banda Oriental, en el área de Colonia, Cop. 10-6-4: a Luis de la Cruz, 16/10/1807, 16/12/1807, 16/05/1807, 16/07/1808 y 16/09/1808. a Julián de Urmeneta, 16/05/1807; Cop. 10-6-5: a Bernardo Bergara, 01/02/1812

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Concepción  de  Chile,    dejó  de  pagarle  la  deuda  que  había  contraido,  y  Jaime  se 

dirigió  al garante,  José María Mendiburu, para exigirle el cumplimiento de su rol de 

fiador6. Comprobó muy pronto que le sería muy difícil, aunque no imposible, forzar 

y  reconvenir  a   Mendiburu.  En  el  vocabulario  de  la  época,  acudir  al  garante  era 

sinónimo de reconvenirlo7.   

  Mediante  la  recomendación,  como  vimos  en  el  caso  de  de  la Cruz,  se  abría  la 

posibilidad  de  otorgar  franquicias  a  quienes  llegaban  a  un  lugar  nuevo.  También 

servía  para  conseguir  alojamiento  que  era  una  de  las  preocupaciones  de  los  

transeúntes  y  viajeros  que  arribaban  a Buenos Aires  y  encontraban  que  la  ciudad  

carecía  de  la  infraestructura  edilicia    necesaria  para    hospedarlos.  Eran  los 

comerciantes quienes ofrecían  sus  casas a  los viajeros o a  los enviados del Rey. Se 

aseguraban, en el futuro, la potencial devolución de ese favor8.  

  En  su   casa, por ejemplo, Alsina  recibió  la visita de varios  recomendados, como 

dos amigos de su hijo Juan, que se encontraba en Chile,  a quienes Jaime les ofreció 

su  habitación  mientras  estuvieron  en  Buenos  Aires.  A  mediados  de  1808,  por 

ejemplo,    alojó durante varios días al  catalán  José Casellas, Oficial Real designado 

para La Paz, y al gallego Manuel Coton, Teniente de Navío y   subdelegado para  la 

Provincia de Porco, ambos recomendados por sus amigos de  La Coruña.  

  Para  asegurar  el  viaje  de  Casellas  hacia  La  Paz,  Jaime  volvió  a  actuar  de 

recomendador y dirigió notas de  confianza  a una  serie de  comerciantes  conocidos 

radicados en distintos puntos del Virreinato, personajes con los que no mantenía un 

contacto  asiduo  a  nivel  mercantil,  pero  con  los  que  funcionaba  claramente  la 

referencia del paisanaje como un signo de la confianza mutua. Es el caso del paisano 

Salvador  Fullá    a  quien  Jaime  expresó  que,  si  bien  había  cortado  tiempo  antes  la 

correspondencia ´por falta de asuntos´, le recomendaba por carta a José Casellas para 

que  lo guiase en Potosí y  lo habilitase con dinero.  Jaime se hizo responsable de  las 

libranzas que los receptores hiciesen a favor de Casellas:   

“no  conoce  en  esa  Imperial  Villa  a  persona  alguna,  se  lo  recomiendo  a  Vm.  no 

solamente para que le sirva y dirija en quanto a Vm. le pareciese le pueda servir de 

guía, sino  también para que  le suministre el dinero que necesitase para  llegar a su 

6AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Luis del Monte, 01/06/1812; a Juan Alsina i Ambroa, 01/06/1812; 16/09/1812; 16/11/1812; 16/04/1813; 01/11/1813; a Bernardo Bergara, 01/02/1812; a Mariano Serra i Soler, 01/02/1812; 01/11/1812; a Julián de Urmeneta, 16/07/1812; a Joaquín Salas y Díaz, 01/09/1812; S IX, Cop. 10-2-2: a Luis de la Cruz, 16/01/1810; S VII, Cop. 10-6-5: a Joaquín Salas y Díaz, 01/09/1812 7“No te fíes de palabras dulces...con palabras alagüeñas procuran engañar á los acrehedores.... A una carta que se les escriba responden con otra, esto es, si contestan, como lo ha hecho Cruz que a muchas cartas no me ha contestado... Y si llegase el caso de que conocieses que Cruz se desmayase en pagar, le dirás que reconvendrás a su fiador, que es Josef María Mendiburu, cuñado de Urmeneta para que te pague, pues lo afianza en su carta de recomendación que me trajo quando vino á esta”, en AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Juan Alsina i Ambroa, 01/06/1812 8Cuando su hija Teresita contrajo matrimonio con el comerciante de Tucumán José Garmendia, Jaime recomendó a ambos a una serie de amigos para que los hospedasen en sus casas en el viaje que emprendieron hacia Tucumán, en AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Felipe Manuel González, 11/07/1815; 26/08/1815

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destino, pues aunque no va nada escaso de  facultades me á parecido  combeniente 

darle esta recomendación para confirmar el buen afecto que  le profeso y porque es 

acrehedor por sus bellas prendas, á que  todo el mundo  lo ame y estime y con más 

afecto sus paysanos”9.   

 

  En Mendoza Jaime conectó a Pedro Sosa;  en Córdoba, al gallego Felipe González; 

y, en Salta, a  los paisanos catalanes Mateo Saravia  i  Jaurregui, Jaime y Juan Nadal10. 

Casellas debía mostrar   los documentos cuando se encontrara con sus destinatarios, 

como hizo con   Felipe González, que  le cedió 200 pesos y    libró  inmediatamente el 

recibo contra nuestro personaje11. 

  

  3. LAS GARANTIAS DEL VINCULO  SOCIAL 

  Como  sugirió  Socolow,  la  recomendación  fue  un  instrumento  esencial  para 

encontrar  trabajo para  los  inmigrantes. De una  serie de  casos que  aparecen  en  los 

escritos del comerciante, he seleccionado dos que me parecen  representativos: el de 

un  amigo  de  juventud, Genaro  Fontela  y  Pastoriza;  y  el  del  hijo  de  su  hermano 

mayor, Buenaventura12.   

  Antes  de  llegar  a  Buenos Aires  en  1771,  Jaime  vivió  unos  años  en  La Coruña, 

donde  aprendió  algunos  rudimentos  del  arte mercantil  trabajando  en  una  tienda 

junto a  su amigo Genaro Fontenla  i Pastoriza.   Años después, viviendo en Buenos 

Aires,    relató  a  un  amigo  que,  de  la  noche  a  la  mañana,  su  patrón  decidió 

desprenderse de Fontenla y lo despachó a La Habana. Sólo le entregó algunas  cartas 

de  recomendación  con  las que el  joven  se  introdujo en México y amasó, en un  corto 

lapso, una importante fortuna que le permitió volver con su esposa a La Coruña13.  

  El  caso  del  sobrino  es  mucho  más  complejo.  A  principios  del  siglo  XIX, 

Buenaventura Alsina  i Pons, el sobrino de  Jaime, dejó Cataluña y se  fue a   Buenos 

Aires donde conoció a su tío que hacía treinta años había dejado su pueblo de origen, 

la Villa  de Calella. Alojado  en  casa  de  Jaime,  éste  lo  conectó  con  otro  catalán  de 

apellido de Reynals quien  le dio  trabajo. Gracias a  las cartas de confianza  firmadas 

por  su  tío,  Buenaventura  viajó  a Valdivia  pasando  por Concepción  de Chile. Allí 

consiguió albergue en casa del comerciante  Mendiburu y Manzano quien, a su vez,  

solicitó  a  otros  amigos  de  Concepción  que  le  entregasen  a  Bentura  una  serie  de 

recomendaciones  para ´acomodarse´ como piloto en su destino final,  Lima.  

9AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Salvador Fullá, 22/07/1808; a José Casellas, 26/09/1808 10AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Andrés Sánchez de Quiroz, 26/06/1808; a Manuel Manuel Parodi, 26/07/1808; a Pedro Sosa, 16/12/1807; a Felipe González, 22/07/1808 y 26/08/1808; a Mateo Saravia y Jauregui; y a los hermanos catalanes Jayme y Juan Nadal, ambas del 22/07/1808; a José Casellas, 26/09/1808; Cop. 10-6-5: a Juan Alsina i Ambroa, 01/09/1812 11AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Felipe González, 22/07/1808 y 26/08/1808 12AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Julián de Urmeneta, 1&701/1809 13Arxiu Històric Municipal de Calella (AHMC) (Villa de Calella, Catalunya), Fons Alsina, Companya comercial Alsina, March i Cona, Capsa 13, “Nota de los sujetos que correrán riesgo en el regreso del Barco”, 1803. También aparece en la lista de interesados Josep Alsina i Goy y su sobrino, Mariano Bonaplata i Alsina; AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: A Carlos Camuso, 17/09/1808

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  En 1807 Bentura se examinó como   piloto pero  fue   despedido de su  trabajo por 

una sobreoferta de marinos. Gracias a otra recomendación de su tío Jaime, consiguió 

alojamiento  temporario  en  casa  de  Andrés  Sánchez  de  Quiroz.  Jaime  le  escribió 

inmediatamente  diciéndole  que  volviese  a  Buenos  Aires  pasando  por  la  ruta  de 

Mendoza, ciudad en la que encontraría el apoyo de Mont. A Mont, paralelamente, le 

escribió  recomendándole  a  su  sobrino  y  pidiéndole  que  controlase  su  conducta 

impidiéndole la entrada a casas sospechosas, así como las malas compañías. Bentura 

acudió directamente a los contactos de Jaime que le pagaron los pasajes para volver a 

casa de su tío en cuya tienda acabó como mercader14.  

  En  la  figura  jurídica  de  la  recomendación  confluían  lazos  sociales  previos  que  

otorgaban fuerza al vínculo instaurado y los resignificaban en  la trata comercial.  La 

amistad  constituía  un  insumo  vinculante    que  permitía  a  las  personas  iniciar 

relaciones  comerciales  con  una  tercera.  Para  consolidar  un  pacto  mercantil  con 

extraños eran imprescindibles las  recomendaciones de una persona conocida por las 

dos partes involucradas15. Siguiendo con el ejemplo de de la Cruz, en 1807 Alsina lo 

recomendó a  su amigo Manuel Mont para que éste  lo alojase en su  residencia y  le 

pusiese    en  contacto  con  otros  comerciantes  de  Mendoza.  Alsina  se  declaró 

responsable frente a la posibilidad del incumplimiento de la obligación contraida: 

 “en  la  intelijencia  (sic)  que  esta mi  recomendación  no  es de mi de  las  comunes  ‐  

escribió Jaime a su paisano Mont ‐ espero de su buena amistad que me dejará quedar 

hayroso por todas circunstancias, todo lo qual buelvo a repetir quedo responsable”16.  

 

  Similar recomendación envió a un amigo de Santiago de Chile, Tomás Ignacio de 

Urmeneta quien, a la llegada de de la Cruz, debía hacerle entrega de efectos y dinero, 

cuya devolución, de acuerdo a  la carta de recomendación, corría a cargo de    Jaime. 

Para reforzar la nota,  Alsina agregó que de la Cruz era su amigo y que pretendía de 

Mont un comportamiento similar al paternal.  Instruir y ´servir´ a los recomendados 

era una de las obligaciones contraidas por los receptores17. 

  Aunque en ocasiones la recomendación de una  persona desconocida  podía servir 

como única garantía18, en el origen de la recomendación casi siempre se concentraba 

14AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: cita extraida de carta a a Antonio Mont, 16/02/1808; 16/04/1808; 16/05/1808; referencias del caso en cartas a a Bentura Alsina i Pons, 16/08/1807; 16/11/1807; 26/11/1807; 26/12/1807; 26/02/1808. Todas las referencias de este caso en AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Bentura Alsina i Pons, 16/08/1807; 26/10/1807; 16/11/1807; a Bentura Alsina i Verjés, digo Pons, 26/02/1808; a Andrés Sánchez de Quiroz, 26/02/1808 y 26/06/1808; a Julián de Urmeneta, 16/08/1807; 18/11/1807; a José Galup, 03/09/1808; a Carlos Camuso, 23/07/1808; 15/10/1808; 29/10/1808 y 05/11/1808; a Pascual Parodi, 03/12/1808; a Francisco Bueno, 26/11/1808; S IX, Cop. 10-2-2: a Bentura Alsina i Pons, (Montevideo), 20/05/1809 15AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 15/08/1807 16AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Antonio Mont, 16/03/1807 y 16/05/1807 17Jaime recomendó a Pedro Trápani cuando éste pasó a la Habana en barco en 1812; José Matías Azebal tenía la obligación de instruirlo y ´servirlo´ hasta que Trápani pudiese insertarse plenamente en el mundo comercial, en AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Tomás Ignacio de Urmeneta, 16/03/1807; S VII, Cop. 10-6-5: a José Matías de Azeval, 10/02/1812 18Al igual que las personas, a veces las mercancías también venían recomendadas a determinados comerciantes y no a otros. Estos últimos no podían echar mano de los géneros porque el receptor de la

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la  relación  de  amistad,  familiar  o  de  paisanaje  que  unía  a  recomendador  con 

recomendado.  No  siempre  el  recomendador  beneficiaba  a  una  persona 

voluntariamente.  El  hijo  de  Jaime,    Juan,  escribió  en  una  oportunidad  que  en 

Montevideo se había visto forzado por el esposo de su hermana, Carlos Camuso,   a 

recomendar a un  presbítero para que recibiese socorro en España19. En este sentido, 

la  recomendación    permitía  fundar  una  malla  de  vínculos  sociales  con  garantía 

jurídica  y  con  capacidad  de  integración  de  las  redes  a  lo  largo  y  a  lo  ancho  del 

Imperio (BERTRAND 1998 <a> y <b>). 

 

  4. CREDITO MERCANTIL Y PATRONAGE 

  Como vimos más arriba, una de las funciones principales de la recomendación fue la 

de  reemplazar  el uso de dinero en efectivo en los viajes a larga distancia20.  En una 

oportunidad, Jaime Alsina i Verjés recomendó a su  hijo Juan en un viaje a Chile. La 

obligación de  los  receptores de  la  recomendación  fue  franquearles  lo que necesitara, 

así como el dinero para el pasaje o mercancías21.  En otra ocasión, un neutral español 

que en   1807 pasó de Montevideo a Buenos Aires y pidió a Alsina que le ayudase a 

vender  cobres.  La  única  recomendación  que  trajo  con  él  fueron  cartas  de    algunos 

comerciantes de la Banda Oriental. Fue también el caso de Juan Perrault que viajó de 

Lima  a  la  Banda  Oriental  con  una  recomendación  de  José  Correa,  y  que  en 

Montevideo  recibió otra carta del yerno de Jaime, Carlos Camuso22.  

  El cumplimiento de las obligaciones contraidas coadyuvaba en la conservación del 

crédito, posiblemente una de las riquezas inmateriales más importantes en el mundo 

colonial en el que el metálico no circulaba tan fácilmente como las libranzas, las letras 

y las obligaciones. El rol de estas últimas ha sido analizado por Pérez Herrero para el 

caso  mexicano  quien  sostuvo  que  sirvieron  para  conjurar  la  constante  iliquidez 

porque sustituyeron el dinero en metálico y evitaron el transporte de   moneda. Las 

libranzas  compensaban  las deudas de plaza  a plaza y  aseguraban una  compleja y 

cruzada  red  crediticia que  englobaba  a  todos  los  comerciantes  (PEREZ HERRERO 

1988: 80).  

  En  otro  contexto  geográfico,  el  rioplatense, Moutoukias demostró  que  las  redes 

sociales  reemplazaron  la  ausencia  de  oferta  de  crédito  (MOUTOUKIAS, mimeo). 

Indudablemente,  debiron  existir  estrategias  que  garantizaran  el  cobro  de  los 

préstamos y es en ese contexto donde adquiere relevancia la recomendación que no 

ha sido aún estudiada.   recomendación tenía pleno derecho sobre los mismos, como ocurrió con una partida de negros a la que en 1808 se hizo acreedor Marcó del Pont gracias a la recomendación de un comerciante portugués, en AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Julián de Urmeneta, 16/07/1808; a Tomás de Urmeneta, 16/10/1808 19AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Carlos Camuso, 25/02/1815 20 Pérez Herrero, por su parte, no hace ninguna referencia al uso de la recomendación como sustitutivo de la libranza en el complejo sistema crediticio colonial. Por mis comunicaciones personales con el autor he comprobado que la recomendación no aparece en sus investigaciones como instrumento monetario 21AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Julián y Tomás de Urmeneta, 17/03/1812 22AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Fernando de Aguirre, 16/11/1807; a Carlos Camuso, 07/05/1808

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  La  recomendación daba  lugar  a  la  cesión  o  franquicia de metálico  en  el  lugar  en 

donde  se  la hiciese  valer,    y  sólo porque  el  recomendador  aparecía  obligándose  a 

futuro. Cuando los comerciantes se movilizaban por las diversas áreas del Virreinato 

hacían valer  cartas de confianza para conseguir fiadores entre los mercaderes locales. 

Esas  misivas  contenían  los  requisitos  de  ´buena  fe´  y  de  confiabilidad  que  sólo 

podían  garantizar  los    comerciantes  con  cierta  trayectoria  públicamente  conocida. 

Eran  la garantía de que el emisario era el responsable último de pagar el préstamo o 

la  cesión  de  mercancías.  En  ocasiones,  además  del  compromiso  explícito  del 

recomendador,  los  beneficiarios  podían  afianzar  los  préstamos  con  sus  propios 

bienes23. 

  Las  redes  sociales  eran  intersectadas  por  la  carta  de  recomendación  como 

instrumento legítimo y ajustado a derecho que garantizaba el flujo de información y 

el crédito personal. Se  trata, en realidad, de sinónimos para expresar una  idea más 

general, la de estrategia, en apariencia no normativizada ni legalizada, pero aceptada 

como un insumo imprescindible para la actuación a derecho. 

  El  rol  de  la  carta  de  recomendación  en  el  terreno  crediticio  puede  ser  fácilmente 

contrastado con el uso actual de la lettere di patrocinio y la lettere di patronage en Italia; 

con  la  letter of awareness y  la comfort  letter en Gran Bretaña; con la Patronatserklärung 

en Germania; con  la  lettre de patronage en Francia... Se  trata de convenciones  todavía 

radicadas  entre  nosotros  y  que  tienen  un  origen  histórico  claro  en  el  universo 

financiero y crediticio del medioevo (MAZZONI 1986:6 y 17).  

  En el marco del funcionamiento de la banca y de la bolsa, Alberto Mazzoni define 

la lettera di patronage como un instrumento que posee una peculiar potencialidad al 

interior del grupo en el cual  funciona como canal de negociación, ya que aumenta  la 

capacidad del grupo de procurarse crédito en forma alternativa, sin acudir al uso de la 

moneda ni a las prestaciones ordinarias.  A pesar de su uso múltiple y de su diverso 

significado en el seno de las sociedades en que son requeridas, todas ellas coinciden 

en que su ratio constante es ser garantía del vínculo. En la banca, por otra parte, goza 

de  garantía  y  de  relevancia  como  instrumento  vinculado  a  la  esfera  del Derecho 

(MAZZONI 1986:13) 

  A través de la lettere di patronage se unen un patrocinador y un patrocinado en una 

declaración  de  carácter  informativo  en  la  que  el  primero  acepta  la  concesión  de 

crédito  al  segundo,  siempre mediante un  escrito y no por una manifestación  oral. 

Representa,  entonces,  la  relación  entre  quien  escribe  y  quien  recibe  la  carta,  un 

vínculo  intersectado  también  por  el  honor      y  el  compromiso  de  ambas  partes, 

conectadas  por  obligaciones  positivas  (RUSSELL  1993:  42).  Se  trata  de  un  vínculo 

contractual,  no  extracontractual,  muy  relacionado  con  la  recomendación,  y  que 

yuxtapone una garantía atípica de tipo personal (MAZZONI 1986: 13/17; 25; 105/114). 

En este sentido, se trata de una forma más de garantía que deriva del acuerdo de las 

partes. 

23AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Blas de Pedroza, 16/08/1807; AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Luis de la Cruz, 16/10/1807

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  En el contexto del crédito y como carta escrita, el patronage consiste en un contrato 

unilateral atípico de garantía autónoma, cuyo contenido obligatorio varía de acuerdo 

al patrocinador y a su declaración. Sirve para indemnizar al que recibe la carta y que 

actúa  como  acreedor,  ya  que  puede  demandar  al  patrocinador  (obligado)  por  las 

prestaciones  hechas  al  sujeto  patrocinado  (deudor).  Es  un  complejo  movil  de 

declaración  de  negocios,  heterogéneo,  pero  que  construye  las  obligaciones  en  el 

marco  de  nuestra  cultura  jurídica.  El  receptor  de  la  ´letra´  se  obliga  en  el 

establecimiento de un negocio  al interior del grupo, y actúa en favor del beneficiario 

ejecutando factualmente una prestación o transmitiendo un derecho. Construye, así, 

un vínculo  que puede ser revertido, por presión o persuación, sobre el obligado y el 

deudor (MAZZONI 1986: 321 passim).  

  El patronage  es una  figura nebulosa, evocada en diversas oportunidades por  sus 

similitudes  y  por  la  existencia  de  un  patrocinador  y  un  patrocinado  (MAZZONI 

1986:14/16). En el siguiente acápite comparo el rol de la carta de recomendación con la 

figura del patronage medida en términos políticos.  

 

  5. ´AMARILLOS´  Y  PATRONAGE 

  Socolow  habla  de  la  existencia  del  patronage  en  Buenos Aires  en  el  sistema  de 

admisión de personas conocidas o familiares en la burocracia colonial y poscolonial, 

pero no define el uso del concepto ni abunda en más detalles (1983:259).  

  Se entiende por patronage la relación en la que unos sujetos buscan un protector, y 

éste se satisface en ese rol de protección. Los ´clientes´ quedan obligados frente a los 

´amigos´  más  poderosos  (JOHNSON  &  DANDEKER  1989).  La  relación  así 

establecida  se  diferencia  de  otros  vínculos,  como  los de parentesco  espiritual  o  la 

amistad.  El  prestigio  del  patrón  se mide  por  su  capacidad  de  proteger  y  de  dar 

favores,  en  una  relación  de  sociabilidad  asimétrica.  De  acuerdo  al  Diccionario  de 

autoridades, el patrón era el defensor, protector y amparador de sus patrocinados y 

protegidos24.  El  patronage  o  patronazgo  no  se  configura  entre  iguales,  sino  que  es 

consecuencia  del  reconocimiento  de  la  diferencia  de  prestigio  entre  unos  y  otros 

(CAMPBELL 1976: cap. IX “Patronage”).  

  Acerca de  la universalidad  o historicidad de  esta  relación,  Johnson y Dandeker 

sostienen  que    contar  con  amigos    es  una  tendencia  universal,  pero  se  trata  de 

averiguar de qué tipo de sociedad hablamos cuando la pregunta más importante es 

“¿quiénes  son  tus amigos?”. Lo  cierto es que el patronage, constituye una excelente 

herramienta  para  los  estudios  comparativos,  por  su  capacidad  de  revelar 

similaridades  estructurales  entre  sociedades  históricamente  diversas,  tanto  de  la 

Roma  republicana,  de  la  Inglaterra  del  siglo  XVIII,  como  de  la  sociedad  feudal, 

24 Diccionario de autoridades, Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes del uso de la lengua, dedicado a Felipe V, Madrid, 1964 (1726); Real Academia Española, Tomo 3, pág. 166. El Diccionario habla del patrocinado como de un protegido y amparado. El concepto patrocinio deriva del latín protectio y patrocinium, sinónimo de amparo, asistencia y auxilio

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estudiada también por Marc Bloch con un sentido de universalidad, o las sociedades 

campesinas y pastoriles griegas abordadas por Campbell (1976).   

  El  patronage  se  asocia  a momentos históricos  con  limitada  integración política  o 

mediación  social,  debilidad  de  las  fuerzas  del  mercado  y  un  gobierno  central 

inefectivo, en una fase transicional del desarrollo del Estado moderno. Es estudiado 

en  relación a sociedades y economías en  las que  los  lazos de parentesco ya no son 

efectivos, pero donde aún no opera un Estado y un mercado no  tradicionales. Los 

autores,  señalan  Johnson y Dandeker, han oscilado en presentar al vínculo patrón‐

cliente  como  un  tipo  particular  de  relación  o  un  sistema  social,  equivalente  este 

último  a un mecanismo  que  funciona para  reproducir  instituciones de poder.  Sus 

características  básicas  serían  la  desigualdad  entre  patrón‐cliente;  la  reciprocidad 

asimétrica de bienes y servicios; una relación íntima y personal de carácter temporal; 

y la voluntariedad del vínculo. No se trata de un simple sistema  de poder, sino que 

reproduce relaciones de poder en un sistema de bases personalizadas que median en 

el  acceso  a  los  recursos  a  través  de  un  sistema  de  explotación  (JOHNSON  & 

DANDEKER 1989: 222/226).   La característica del  patronage es que no era fijado por 

la  solidaridad  ´de  sangre´  que  supone  lazos  voluntarios  que    organizan  los 

intercambios. 

  El patronage tiene más que ver con el vínculo establecido con el caudillo (LYNCH 

1987)  que  con  el  fenómeno  de  la  recomendación  como  vengo  proponiendo  en  este 

trabajo. A  diferencia  del  patronage,  y  de  acuerdo  a  las  fuentes  documentales  que 

manejo, la recomendación se caracterizó por jugar un rol esencial entre los parientes de 

sangre y por no generar competencia entre las personas que recomendaban, como sí 

ocurría  entre  los  patrones  para  conseguir  más  clientela  e  incorporar  nuevos 

miembros  a  la  ´camarilla´  existente  (MOUTOUKIAS  1998).  La  recomendación  no 

generó  rivalidad,  ya  que  no  necesariamente  suponía desigualdad manifiesta  entre 

recomendado y recomendador. No se trató de un vínculo vertical, sino básicamente 

horizontal,  lo  que  aseguraba  cierta  homogamia  de  grupo.  Y  no  dio  lugar  a  una 

relación de ´explotación´ como parece haber sido la tónica del vínculo patrón‐cliente, 

fundado  este último  entre personas no vinculadas por el parentesco    (CAMPBELL 

1976:236 y 257).  

  La  recomendación  tuvo una  funcionalidad muy particular en el universo público, 

especialmente cuando  fue concedida por    los Regentes,  Intendentes o  Jueces     para 

que los beneficiados obtuviesen favores del Monarca. Si el recomendador era un jefe 

militar,  la  carta  servía  como    certificación    del  buen  comportamiento  y  de  los 

excelentes  servicios  de  los  soldados.  Cuando  provenía  de  una  autoridad,  el 

documento    certificaba  la  valoración personal  que merecía  el  recomendado    en  el 

seno de  su  comunidad o de  su grupo. Disimulaba así    la   carencia de  información 

sobre las personas que vivían en la colonia, producida  por  la falta de un sistema de 

documentación personal organizado y controlado por el Estado.   

  Esto se verifica en el caso concreto de Nicolás Fontenla, el hijo de Genaro Fontenla,  

quien en  1799  dejó La Coruña y encontró en Buenos Aires la ayuda de Alsina que en 

sus años de  juventud había  sido amigo de  su padre. En una  carta bastante  íntima 

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Jaime comentó que su amigo Genaro le ordenó no entregar a Nicolás absolutamente 

nada porque quería que su hijo pasase ´trabajos infinitos´ para aplacar sus travesuras 

y  “porque le havía votado muchos pesos”25.  

  Nicolás apoyó al Virrey de Sobremonte y, después de 1806, se radicó en  la costa 

patagónica,  en Río Negro,  donde  se  desempeñó  como  soldado.  Luego  de más  de 

nueve años en América y de vivir en las áreas más inhóspitas de la frontera indígena, 

decidió dirigirse a Jaime para pedirle que intercediera ante su padre y lograra que “le 

levantara  la  mano  de  su  justicia  y  recivirlo  en  su  gracia”.  Jaime  no  tardaría  en 

responderle  diciéndole  que  movería  todos  los  ´resortes´  políticos  posibles  para 

conseguir su vuelta a Buenos Aires para acabar con su servicio.  Una de las cartas era, 

en  realidad,  una  nota  de  recomendación  que  Nicolás    podía  presentar  como 

documento  probatorio  al  Comandante  Luis  Antonio  de  Lahitte  para  lograr  una 

vacante militar en Buenos Aires. En la nota Jaime reconoció la necesidad de Nicolás 

de  volver  como  hijo  pródigo  a  la  península,  pero  sólo  podía  hacerlo  si  era 

reemplazado por otro soldado.  

  Jaime también envió una nota particular a Lahitte y pidió las recomendaciones de 

otras personas, como las de  José Calaysate y su esposa Juana Josefa García y Zúñiga. 

A Lahitte  le  confesó que Genaro Fontenla había enviado a Nicolás a Buenos Aires 

“para que pasase algunos travajos por veer si con ellos amaynaba las fogocidades de 

su  jubentud”.  La  carta  se  completaba  con  información  de  que  el  joven  había 

cambiado,  pretendía  ahora  convertirse  “en  hombre  de  bien  y  cumplir  con  su 

obligación” de hijo.  

  Alsina envió una carta paralela a Nicolás pero de carácter reservado diciéndole que 

hablaría  con  varios  conocidos  que  ocupaban  lugares políticos de  importancia26. El 

joven  debía,  por  su  parte,    cumplir  con  sus  obligaciones  y  dejar  de  ´juntarse  con 

calaveras  y  tirarlo  todo  a  la  risa´. Gracias  a  las  recomendaciones  conseguidas por 

Jaime, Nicolás fue derivado a Montevideo y allí presentó notas de confianza al yerno 

de Alsina, Carlos Camuso, quien le prestó dinero para volver a La Coruña.  

  En algunas ocasiones Jaime actuó como fiador de sus amigos ante la Superioridad 

en  los  casos  en que   pretendieron acceder a un  cargo público. Manuel Parodi, por 

ejemplo, quiso obtener una    subdelegación  en Chayanta  como  recompensa por  los 

perjuicios  sufridos durante un  juicio  en  el  que  fue  injustamente  imputado por  las 

autoridades  de  Potosí  y  de  Buenos Aires27.  Si  bien  Jaime  tenía  cierto  poder  para 

conseguir designaciones,  escribió a su compadre que debían esperar a la resolución 

de  la  sentencia  y  que  aprontase  los  ´amarillos´,  es  decir,  las  recomendaciones, 

mientras  él maquinaba  todas  las  estrategias  viables  para  obtener  el  favor  de  las 

autoridades judiciales28.  

25AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Carlos Camuso, 17/09/1808 26Cita extraida de AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Nicolás Fontenla, 17/06/1808, reservada; el énfasis es mío; a Luis Antonio de Lahitte, 17/06/1808 27AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/07/1808 y 26/08/1807; a Pascual Parodi, 27/02/1808 28AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/03/1808, 26/05/1808 y 26/07/1808; a Pascual Parodi, 01/08/1807. Su pedido al gobierno fue desestimado frente a la elección de Manuel García por

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  La recomendación compartió con el patronage una característica muy importante: fue 

equivalente  a  la  idea  de  buena  referencia  sobre  la  conducta  del  recomendado.  Y 

también  se  fundó  en  el  valor  del  prestigio  y  del  honor, medidos  en  términos  de 

reputación social  (CAMPBELL 1976:268), pero en el marco del cumplimiento de  las 

obligaciones  contraidas  previamente  o  del  puesto  ocupado  en  la  burocracia  real 

(AUGERON 1998).  

  La  carta de  recomendación articuló básicamente a un  conjunto de personas que 

compartieron una misma condición económico‐social, política o  jurídica, aunque he 

comprobado  que,  en  ocasiones,  existían  diferencias  etarias  entre  recomendador  y 

recomendado. Esta característica la diferencia de la institución del patronage inglés o 

romano  que se fundaba en  el vínculo establecido entre patrón‐cliente29. La distancia 

entre una y otra institución nos permitirá volver sobre la figura de la recomendación 

y el uso de ´empeños´ en el seno del aparato judicial.  

 

  6. EMPEÑO PERSONAL Y PODER JUDICIAL  

  Los  comerciantes  de  beneficiaron  de  un  sistema  judicial  fundado  en  la 

estructuración  de  una  red  de  relaciones  personales  en  las  que  la  recomendación, 

como veremos,  jugó un rol central. La serie homogénea de cartas escritas por Jaime 

Alsina  i Verjés me permite  comprobar otros usos de  la  carta de  confianza. Hemos 

visto más arriba su  funcionalidad para establecer vínculos de  tipo privado. En este 

acápite  analizo  la  recomendación  en  relación  al poder público,  básicamente  en  su 

calidad  de  certificado  de  conocimiento  dirigido  como  aval  a  las  autoridades 

judiciales. Estudio la funcionalidad de la recomendación en el ritual de un pleito en 

el que  Jaime actuó  informalmente como representante del  imputado. Abordo el rol 

del documento en el seno de los grupos de presión y su conexión con los ´empeños 

personales´    en  el  aparato  político  que  concentraba  las  funciones  ejecutivas  y 

judiciales. 

  El sistema oficial de leyes y poderes coexistió con un sistema no oficial de vínculos 

personales.  Burocracia  y  patronage  no  fueron mutuamente  exclusivos  (WALLACE‐

HADRILL  1989:  7).    El  patronage  parece  no  haber  sido  fijado  por  sanción  legal, 

conduciéndose en el terreno de la informalidad  y como estrategia paralela al sistema 

burocrático  con  el  cual  convivió  en  la  definición  del  Estado  (JOHNSON  & 

DANDEKER 1989: 231/237), mientras que  la  recomendación  estuvo  reconocida  en  el 

universo  jurídico  como  prueba  básica  para  decidir  la  suerte  de  los  imputados  en 

juicio, en el marco del ritual judicial. 

“unos méritos muy relevantes que contrajo él y mucho más su padre, que se hallava de comandante de los Montañeses que, con auxilio de otros compatriotas, atacaron a una columna de mil y doscientos enemigos que, al mando del General Clafurt y del Coronel Pack se havían apoderado del Combento de Santo Domingo...se agrega que el padre, a más, tiene un desmedido balimiento con el Sor. Liniers” 29Agradezco al Dr. Antonio Annino, del Dipartimento di studi sullo stato de la Università degli studi di Firenze, el haberme sugerido la importancia de la contrastación de información entre la recomendación y el patronage inglés y romano durante mi intervención en el Seminario de Historia de América en junio de 1998. A partir de la comparación entre ambas instituciones jurídicas, pude volver a la figura jurídica de la recomendación y encontrar su lógica en el universo colonial

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          Siguiendo  las  acepciones  dadas  por  el Diccionario  de Autoridades  que  la Real 

Academia  Española  ‐  creada  en  1713  para  fijar  la  etimología  de  las  palabras  de 

acuerdo al modelo de París y Florencia  ‐ editó en 1726,  la palabra  ´recomendación´ 

también  era  utilizada  para  representar  a  alguien  frente  a  una  autoridad, 

demostrando así que era digna de confianza. En este sentido, era derivación del latín 

dignitas  y  auctoritas.  Se  vinculaba  directamente  con  la  figura  de  la  carta  de 

recomendación,  definida  como  prenda  del  alma  o  del  cuerpo,  con  la  que  se  hace 

digno de estimación a algún sujeto. El vocablo carta de recomendación era derivación 

del latín littera commendatitia30. El concepto de prenda conduce directamente al análisis 

del  vocablo  empeños  en  el  estudio  de  la  función  de  la  recomendación  con  as 

autoridades judiciales.   

  La  recomendación  fue  aceptada  en  el  universo  judicial  como  una  especie  de 

testimonio escrito de  los recomendadores sobre  la buena conducta de  los acusados. 

Estos últimos se beneficiaban del buen crédito de sus garantes que, también en este 

caso, actuaban en su representación para obtener éxito en los pleitos y en los asuntos 

encomendados a  la  justicia. El abuso de  la    recomendación como  resorte o  recurso 

jurídico  la  convirtió  en  principal  objeto  de  crítica  contra  el  régimen monárquico 

español. En España,  Isabel  II   prohibió  la  recomendación   por Real Cédula el 6 de 

octubre de 1853 ya que atentaban seriamente contra la supuesta independencia de los 

Tribunales y de la administración de justicia. En el Buenos Aires colonial  sirvió como 

articuladora de una  serie de personas,  casi  todas de  similar  condición  económico‐

social, política y jurídica. 

  Ante un juicio, las personas involucradas se servían de la recomendación para dar 

cuerpo a la defensa procesal. La importancia de ese instrumento jurídico en el pleito 

judicial se evidenció durante la intervención de Jaime Alsina i Verjés en el juicio que 

la Real Audiencia de Buenos Aires siguió contra Manuel Manuel Parodi, el hermano 

de  su  compadre    Pascual  José  Parodi,      radicado  en  Potosí.  Jaime  fue  bastante 

prudente en sus cartas y dejó pocas referencias sobre las causas del juicio que tuvo a 

Parodi como  incoado   ante  los  funcionarios  reales. Pero escribió páginas y páginas 

sobre  las  diversas  gestiones  que  se  vio  forzado  a  realizar  ante    las  autoridades 

judiciales durante los largos meses del pleito.  

  Sabemos que  Manuel Parodi fue detenido en Potosí hacia fines de  1806 por una 

denuncia avalada por el Intendente Francisco de Paula Sanz que, como vimos en el 

capítulo  anterior,  había  entablado  con  nuestro  personaje  un  fuerte  vínculo  de 

amistad durante su permanencia en Buenos Aires. Parodi había sido beneficiado por 

un asiento en Potosí, y  tenía a  su  cargo una  tribu  indígena que  sucumbió  con    las 

pestes y el hambre,  impidiendo a aquél  cobrar   unos 9000 pesos de  tributo, por  lo 

cual  tampoco  pudo  hacer  frente  a  las  deudas  con  la  Real  Hacienda  y  con  sus 

acreedores  azogueros31.  

30Diccionario de Autoridades, op. cit., Tomo 3, pág. 521 31AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: Cartas a Pascual Parodi, 10/12/1808 y 10/12/1808; a Manuel Parodi, 26/11/1807 y 26/07/1808

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     Parodi salió en libertad en febrero de 1807, ahora recomendado por el Intendente 

de  Paula  Sanz  que  antes  había  apoyado  la  acusación  de  sus  fiadores  pero  que,  a 

pedido de Jaime, se había decidido a actuar en  favor del acusado.  Tiempo después 

Jaime  comenzó  a  mostrar  su  rabia  y  escepticismo  frente  al    ambivalente 

comportamiento  de  las  autoridades  que  conducía  a  que  sus  recomendaciones 

tuviesen  escasa  efectividad.  Pensaba  que  “el  poderoso  quando  entra  en  algun 

capricho tira á llevarlo hasta el fin por no ceder de su primera opinión”:   

“Las recomendaciones del Sor. Intendente siempre son buenas, pero serían mexor si no 

hubiese antes estendido tanto beneno en los autos. SS mató a su compadre Cañete, y 

después  lo  llenó  de  abrazos,  y  con  lágrimas  en  los  ojos  le  manifestó  el  mayor 

sentimiento que son las políticas que, en general, reynan en el mundo”32.  

 

  Nuestro  personaje  se  dirigió  en  forma  personal  a  las  autoridades  tratando  de 

conseguir  de  ellas  una  actitud  favorable  para  Parodi.  Lo  hizo  porque  gozaba  de 

prestigio  en  la  ciudad  y  porque  contaba  con  un  gran  tesoro:  las  cartas  de 

recomendación ‐  que Jaime consideraba como equivalentes a ´cartas de confianza´ ‐ 

que  el  imputado  había  conseguido  de  una  nómina  de  personajes  vinculados  al 

mundo político potosino.   El personaje, al  igual que  todos  los comerciantes, utilizó  

estrategias particulares  en su  relación con los funcionarios reales:   

“El Procurador Segovia me dijo anteayer que el tal escrito ba saliendo tan asombroso 

que  le parece que  todos  los Sres. han de convenir con él, pero sin embargo dice el 

adajio  que  hasta  el  fin  no  se  puede  cantar  victoria,  será  muy  bueno  bengan  las 

recomendaciones que se pudiesen juntar y en particular las del Sr. Intendente para este Sor. 

Regente para entregársela al tiempo de darle la sentencia definitiva, porque como es un Señor 

de tantos años y tan sobrecargado de asumptos, ya no se acordará tal vez de la primera, que en 

aquel tiempo se le entregó en propia mano” 33. 

 

  El Doctor Leiva  se  encargó de defender a Parodi  en Buenos Aires mientras que 

Jaime  fue comisionado por  su compadre para   actuar como  representante  informal 

del imputado con tareas muy particulares: convencer a cada uno de los funcionarios;  

concentrar  copias  de  toda  la  documentación    y  hacerla  llegar  a  los  interesados;  y 

gestionar la redacción de las recomendaciones y  su envío a las autoridades.  

“El 27 de Mayo le mandé al Dr. Leyba con el certificado de essos Ssres. Ministros de 

Hazienda que  acredita haver pagado Vm.  29984 ps.  en  esas Reales Caxas,  como y 

también la muy favorable carta de ese Sor. Intendente (que desea ser Padre de todos 

los  Hombres)  para  este  Sor.  Regente,  interesándose  salga  Vm.  lo más  protexido 

posible. Y enterado de todo, el día 24 presentó el escrito del que incluyo copia, por el 

que verá solícita vista de autos, para poner sin duda más clara la  justicia que a Vm. 

asiste, como así me lo ha hecho veer también muy claramente Don Manuel Obligado 

que bino aberme, y hablamos largamente del asumpto, a quien enseñé la dicha carta 

32Cita extraida de AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/06/1807 y 27/01/1808; a Pascual Parodi, 18/07/1807 y 01/08/1807 33AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/09/1807

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para  el  Sor. Regente. Y  también  la  ha  visto  el  Sr. Don Manuel Vélez,  a  quien  he 

mandado mis emisarios (digámoslo así) y uno de ellos hasido el mismo Obligado. La 

carta mencionada se la mandé al Sor. Regente por un amigo de toda confianza y con 

la exprección de que  luego que yo saliera a  la calle pasaría a su cassa a hazerle mi 

devido cumplido”34.  

 

  La recomendación  servía en términos judiciales, en pleitos y recursos, para poder 

defender  las  posiciones,  bienes  y  personas  de  quienes  eran  agraciados  por  la 

recomendación.  Pero  la  carta  no  tenía  ningún  valor  si  no  era  acompañada  por  la 

presentación oral y personal de otro personaje de importancia en la esfera local a las 

autoridades ‐ en general la Real Audiencia o el Virrey ‐ que debían decidir el destino 

de los imputados.  Las cartas  eran  enviadas a Jaime y éste las ponía en manos  de los 

funcionarios reales en su  justo tiempo.  

  El   personaje articulaba una serie de vínculos sociales que constituían el escalón 

para  el  acceso  al poder político, pero  también  enlazaba diversas  estrategias  en  los 

pleitos.  Dado  que  la  justicia  se  nutría  de  las  gestiones  personales,    aconsejó  al 

acusado  que  procurase  enviar  con  extrema  regularidad  las  recomendaciones  que 

pudiese conseguir de personas de reconocida trayectoria en Potosí. Parodi consiguió 

en  Potosí      cartas  de  recomendación  de  comerciantes  y  funcionarios  dirigidas  a 

diversos  personajes  de  la  vida  pública  de  Buenos  Aires,  como  al  entonces 

Administrador de correos, Manuel Romero y Texada, el Intendente, el Regente....:  

“Sería  también muy y muy probechosa una  recomendación para  el Contador Don 

Ramón Dromi,  y  yo  a  su  tiempo  hablaré  al  Sor. Contador Don  Pedro  Ballesteros 

como  Vm. me  encarga.  La  carta  de  recomendación  que me  incluye  para  el  Sor. 

Contador Don Diego de la Vega la he entregado al dicho Procurador Segovia para a 

su tiempo me la debuelva para entregarla yo en propia mano” 35. 

 

     Jaime entregó personalmente a la  Junta Superior un manojo de representaciones y 

las  autoridades,  a  su  vez,  le  aconsejaron  que  en  su  momento  volviese  a  hacer 

presentaciones  con  ´empeño´.  También      la    esposa  del  acusado  se  dirigió  a  las 

autoridades de Buenos Aires,    en donde    Jaime  se  entrevistó  con particulares que 

gozaban de  cierto   ascendiente  en  las autoridades  judiciales y que  se demostraron 

dispuestos a ayudarlo para demostrar la inocencia de Parodi. Todo dependía de los 

vínculos de amistad que pudiesen expresarse en las cartas de recomendación36. 

       Jaime aclaró que otra de las condiciones de una estrategia judicial como la de la 

recomendación debía ser no mostrar bloques de personas unidas. Los receptores no 

debían  intuir  la  unidad  del  ´partido´  ni  la  posibilidad  de  la  existencia  de  una 

estrategia colectiva de ´apalabramiento. Pero había otro riesgo quizás mucho mayor  34AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 12/09/1807; a Manuel Parodi, 26/06/1807 y 26/07/1807 35AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 20/02/1808; a Manuel Parodi, 26/09/1807, 26/10/1807 y 26/11/1807 36AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/02/1808; a Pascual Parodi, 09/01/1808 y 13/02/1808.

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que  la  desconfianza  de  las  autoridades,  y  era  el  cruce  de  recomendaciones 

contradictorias.   A  través  de  la  lectura  del  expediente  de Manuel  Parodi,  nuestro 

personaje  comprobó que   algunas  recomendaciones estaban  contradichas por otras 

cartas  en  las  que  los mismos  recomendadores  se  retractaban de  la  recomendación 

que de alguna manera se habían visto forzados a efectuar a pedido del interesado:   

“Porque por mucho pan, nunca  es mal  año,  aunque  también  suele  suceder que  el 

mucho pan empacha, quiero decir, que se suele dar recomendaciones y por separado 

despachan el beneno, como en esa lo an embenenado (hablo ésto con toda reserva)”37. 

 

  La justicia se realimentaba a través de la figura de la recomendación. Por supuesto, 

quienes  no  pertenecían  a  estos  sectores  sociales  que  analizamos  no  contaban  con 

´recomendaciones´ del poder político, que parecen haber  sido uno de  los  insumos 

excluyentes del sistema judicial. Constituían el implemento básico, según Jaime, para 

salir airosos en las Juntas Superiores de la Administración de  justicia. No se trataba 

de cualquier  tipo de ´recomendación´ sino de  las que estubiesen ´arregladas´  ‐ para 

utilizar las expresiones de Jaime ‐ a listas de nombres determinadas por las jerarquías 

de la autoridad.  Además, no todos los miembros del Poder judicial tenían el mismo 

ascendiente en el resto de sus compañeros. Inclusive no siempre quien tenía voto en 

la sentencia era el más indicado para recibir las ´recomendaciones´. Sobre este tema 

se referiría Jaime acertivamente al señalar que: 

“el  expediente de su hermano está en vista del Sor. Fiscal Villota, a quien Magariños 

podrá escrivir con empeño sin perder correo, porque es esta la mejor ocasión. Dicho 

Sor. Villota a más de dar su vista, asiste en las Juntas, y en las de apelaciones, en la 

que  se  ha  de  sentenciar  la  cuestión,  y  aunque  no  tiene  voto  tiene  voz,  que  es 

mucho...como al hijo del Sor. Velasco lo estiman todos, será bueno que Magariños le 

escriva para que se interese con quien mejor le parezca”38. 

 

  El por qué de la existencia de la recomendación tiene una explicación muy clara en 

palabras de nuestro personaje. Para ganar un juicio no era actuar a Derecho y Jaime 

sabía  que  “para  ganar  un  pleyto  es menester  tener  razón,  y  que  los  Juezes  se  la 

quieran dar”. La  justicia no dependía sólo de  la recta  interpretación y aplicación de 

las normas legales. En el caso de Parodi era necesario, por ende, que las autoridades 

de Montevideo, en  la que el hermano del  imputado se desempeñaba como Alcalde 

de  1º  voto  del  Cabildo,  también  otorgasen  cartas  de  confianza  al    Fiscal Manuel 

Genaro de Villota  y  a  la  Junta  Superior de  la Capital,  y  “para  otros que hablen  a 

ellos”.  

“Si para  los Señores que componen    (la  Junta Superior)  tubiese Vm. algún resorte, en 

particular  para  el  Sor.  Regente,  para  Don  Ramón  Oromi  (bocal),  y  para  el  Sor. 

Visitador Don Diego de la Vega, no se descuide Vm”39. 

37AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 26/05/1808; a Manuel Parodi, 26/09/1808 38Cita de AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 27/02/1808; 12/03/1808 39AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Pascual Parodi, 30/01/1808, 13/02/1808, 20/02/1808 y 19/03/1808; el énfasis es mío

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  El  tipo  de  justicia  de  la  época  exigía  que  los  interesados  tuviesen  que  estar 

presionando  y  ´hablando´  a  las  autoridades.  Pascual  Parodi  movió  todos  los 

´resortes´ posibles y Jaime   ´habló´ al hermano del Fiscal Villota y pidió a un amigo 

que ´apalabrara´ al Relator de la Real Audiencia. Llovieron, paralelamente, infinitos 

´empeños´ al Agente Pasos, que  tenía su despacho en un pequeño altillo del centro 

de  la ciudad.   Villota acabó por  ir a casa de  Jaime y preguntarle quién era Manuel 

Parodi para que tanta gente le ´hablara en su favor´40. Este era el sentido último de la 

recomendación,  eficaz  en un  contexto  en que  el Poder  judicial  estaba  íntimamente 

imbricado  con  el  sector  social  beneficiado  por  esos  mecanismos.  Al  ir  siempre 

profundamente acompañados,  la  recomendación y el empeño personal adquirieron 

un  sentido  formal  que  está  bastante  lejos  de  concordar  con  la  imagen  de 

informalidad que pretende la historiografía (GALLEGO 1992). Los empeños no eran 

sólo estrategias de tipo político para conseguir favores también en el terreno político. 

Surgían en general en el seno del grupo de los poderosos pero no eran sólo expresión 

de un poder paralelo al político.   

        La eficacia de  la recomendación estaba condicionada también por  la  insistencia 

demostrada  por  las  personas  para  conseguir  sus  fines,  una  estrategia  que  los 

contemporáneos denominaron  ´empeño´, que significaba simplemente  la constancia 

y tenacidad demostrada al intentar conseguir una cosa.    

  Ambas figuras jurídicas eran utilizadas también  para dirigir los dictámenes de las 

autoridades judiciales pero exigía paciencia, tiempo  y la utilización de la confianza, 

prestigio y status de las personas, un capital simbólico e inmaterial que desgastaba la 

imagen de los individuos.  

  El empeño era  tanto  la   presión a  las autoridades como el acto de empeñarse por 

otro, de hacer todo lo posible por él. El vocablo deriva de la unión de la preposición 

en,  y  del  nombre  peño,  que  en  el  derecho  antiguo  significaba  prenda.  La  Real 

Academia Española definió al empeño como  la obligación contraida por haber dado 

alguna cosa en prenda. El que  ´hablaba´ a las autoridades en favor de un imputado, 

se ´empeñaba´ con ellas, es decir, adquiría una especie de deuda por la pignoración.  

  De acuerdo al Diccionario de autoridades, en el siglo XVIII el  término empoño valía  

para  referirse  a  la  obligación  contraida  al  tomar  a  su  cargo  alguna  cosa  o  el 

cumplimiento  de  una  deuda.    En  este  sentido,  se  aludía  a  las  personas  que 

patrocinaban  a un  tercero. Sobre  este último  se decía,  entonces, que  “Fulano  tiene 

tantos empeños, efto es, tiene muchos que le favorecen y patrocinan. Latín protector, 

suffragator”.  Empeñarse  a  uno  mismo  significaba  “favorecer  á  uno,  esforzar  tal 

dictamen, patrocinar tal partido” 41. 

          Esta claro que éste fue el sentido utilizado por Jaime Alsina i Verjés al referirse 

a  los procedimientos básicos utilizados por  las personas enjuiciadas,  siempre en el 

marco del Derecho procesal que acompaña tanto al Derecho civil  (privado), como al 

40AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/05/1808 y 26/11/1808; a Pascual Parodi, 18/06/1808 41Diccionario de Autoridades, Real Academia Española, Madrid, Tomo 2, pág.409/410

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penal (público). Cabe agregar que, a diferencia del patronage que unía a un patrón y a 

un cliente, los empeños  que favorecían a un sujeto eran múltiples y estaban aceptados 

por el régimen judicial.  

  En  el  caso  que  nos  ocupa,  estos  empeños  no  originaron  una  relación  de 

dependencia o explotación, como sí parece haber ocurrido con el patronage en el que 

se  ponían  en  relación  dos  individuos  de  diferente  jerarquía  social  (JOHNSON & 

DANDEKER 1989).  

  Jaime comenzó a cuestionar cada vez más  fuertemente el procedimiento  judicial,  

las  tácticas  que  lo  subyacían  y  a  las  autoridades;    y  lo  hizo mucho  antes  que  el 

movimiento  de  independencia.  Por  sus  cartas  se  intuye  su  cansancio  frente  a  un 

modelo  que  exigía  no  sólo  presentaciones  personales  constantes,  sino  también    el 

empeño personal. Escribió bastante agriamente a su amigo y paisano Manuel Mont 

diciéndole que estaba dispuesto a resolver en  la Capital    todos  los conflictos en  los 

que  se viese  involucrado, pero que no  le  enviase más  recomendados   por quienes 

tuviese que interceder ante las autoridades judiciales  

“estamos  conformes  en  que  sólo  de  los  asumptos  de Vm.  propios me  haré  cargo 

siempre  que  se  ofrezca,  y  de  ningún  modo  de  sus  recomendados  futuros,  esto  es 

recomendaciones para seguir pleytos, recursos y el de tener que hablar con V.S. que es lo que 

aborrezco ó a lo menos me incomoda mucho”42  

 

  El empeño era tanto la   presión a las autoridades como el acto de empeñarse por 

otro, de hacer todo lo posible por él. Ante un pleito judicial, certificaba la valoración 

personal que   militares,  religiosos,  comerciantes o  funcionarios  tenían acerca de  la 

buena conducta del  imputado en el seno de su comunidad o de su grupo. 

“Siendo  así,  seguramente  lo  favorecerán  los SS de  la  Junta,  según me  an ofrecido, 

pero asta el fin no podemos cantar victoria, porque los tales SS siempre dan buenas 

razones quando las partes les hablan y quando se juntan en tortilla se acuerdan poco 

de los empeños..veremos en el correo que viene si le podré dar cordial o vinagre”43.  

 

  Todos  estos mecanismos  se pusieron  en  juego  en  la  causa de Parodi. Pese a  las 

tardanzas  de  Leiva,    Jaime  prefirió  no  cambiar  de  profesional  pero  tampoco  lo 

presionó directamente  sino que  le envió esquelas a  través del   Procurador y habló 

con  los Fiscales que  le   prometieron ayudar al  imputado. Convenció al abogado de 

que presentase un   escrito de desagravio a  la  Junta Superior de  la Real Audiencia. 

Leiva tardó otros seis meses en redactar la presentación, pero antes de entregarla a la 

Audiencia  dejó que Jaime  revisara los argumentos.  

  El personaje estaba  acostumbrado a los trámites judiciales que se desarrollaban en 

el  seno  del  Consulado,  de  carácter  breve  y  sumario.  El  juicio  de  Parodi  se  le 

presentaba  tan estrafalario como incorrecto. “Los asumptos abultan como una resma 

de papel”, diría críticamente al tiempo que  “para conseguir el dichoso escrito  me he 

42AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Antonio Mont, 16/02/1808 43AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/07/1808; S VII, Cop. 10-6-5: a Francisco Calderón, 01/02/1816

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balido de cinquenta mil tramoyas y del nombre de su hermano, mi compadre Alcalde 

de primer voto de Montevideo”.  Jaime diagnosticó   que  ´en  tortilla    es otra  cosa´, 

especialmente  porque  los  funcionarios  habían  dejado  ´dormir´  a  pesar  de  su 

insistencia por  averiguar  el  estado de  la  causa y de visitar diariamente  la  casa de 

Villota y la de sus padres.  Las presiones lograban a veces algún efecto; de hecho, el 

Fiscal ordenó a Pasos que despachara preferentemente el expediente de Parodi para 

calmar a Jaime. De acuerdo a las palabras del Fiscal Villota, la causa siguió el camino 

marcado  por  las  recomendaciones  escritas  y  por  los  empeños  orales  de  una  serie  de 

´fiadores´  que  se  habían  obligado  ´moralmente´  al  salir  como  recomendadores  de 

Parodi, y no por las disposiciones normativas44. 

        Cuando se trataba de un pleito, la recomendación era una especie de suplicación 

o conducto   con  la misma categoría  jurídica que  la representación45. Todo dependía 

de  la  valoración  de  las  autoridades  judiciales  en  relación  a  la  buena  conducta,  la 

buena  fe,  las  demostraciones  explícitas  de  los  interesados  y,  especialmente,  su 

paciencia46.   Por eso Jaime debía ir cada día a hablar con Juan José Pasos, el Agente 

del Fiscal.   Y   perdía horas y horas pidiendo  a  las  autoridades  la  remisión de  los 

papeles de Parodi. Le costaba mucho, porque no  tenía genio para rebajarse con  las 

´Usías´: 

“Hasta el miércoles próximo no se sentencia el asumpto de su hermano, y aunque el 

Fiscal está de mi parte, he visto y volveré a ver a  los bocales, y  todos en particular 

dicen que me han de servir pero quando se  juntan en tortilla no se acuerdan de los 

ofrecimientos. En fin, quiera Dios que salgamos con las esperas que es con lo que me 

contento  por  ahora. Quedo  enterado  como  el D.  Paso  no  le  ha  entregado  dinero 

alguno,  quien  como  se  asegura  no  recive  ni  el menor  regalo,  no me  animaba  yo 

tampoco a hacerlo”47.  

 

 

  7. EL EQUILIBRIO DE LA RECOMENDACION EN EL MUNDO PUBLICO 

44AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Manuel Parodi, 26/07/1807; 26/10/1807; 26/11/1807; 26/01/1808; 26/07/1808; 26/11/1808; a Pascual Parodi, 01/08/1807; 12/09/1807; 19/09/1807; 09/01/1808; 23/01/1808, 13/02/1808 y 25/06/1808; a Manuel González Ortega, 26/03/1808. La estrategia de la recomendación se reitera en otros casos, por ejemplo con Juan González Torre, radicado en Potosí. A principios de 1808, seguramente por mediación de Manuel Manuel Parodi, Jaime recibió una solicitud de que intercediera por el primero en un pleito que le había impuesto Manuel Fernández de Alonso para cobrar intereses. El pleito, iniciado en el Consulado, había sido ya elevado al Tribunal de Alzadas. Jaime aconsejó que González eligiese en Buenos Aires, como Apoderado, a Leyva, a Manuel González Ortega, 26/03/1808 45AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Luis de la Cruz, 16/12/1807; a Carlos Camuso, 08/08/1807 y 02/07/1808 46Estos componentes fueron señalados a Estevan Oliva y Caballero cuando Jaime le escribió para informarle sobre el estado de sus pleitos en Buenos Aires, la testamentaria de su tío y un juicio por tráfico de mulas a Salta, que en tiempos coloniales poseía la mayor feria de mulas de la región, en AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: Carta a Estevan Oliva y Caballero, 26/07/1808. También a Manuel Parodi, 26/07/1808 47AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Carlos Camuso, 25/06/1808 y 08/08/1807; a Manuel Parodi, 26/03/1808, 26/05/1808; 26/07/1808 y 17/12/1808

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  Casi al  finalizar  la primera década del siglo XIX una nueva  legalidad comenzó a 

frenar el antiguo poder casi omnímodo de los comerciantes y, especialmente, de los 

peninsulares. Jaime habló sobre el funcionamiento del poder judicial  cuando, luego 

de 1808, los letrados y los magistrados  dejaron de demostrarse incondicionales y  se 

vieron abrumados por la cantidad de expedientes (o ´atados´, para utilizar una de las 

expresiones  de  Jaime)  que  se  acumulaban  en  los  despachos.  O  cuando  los 

funcionarios se vieron obligados a atender a   personas que venían más recomendadas 

que otras, es decir, con privilegios de las autoridades, y se dedicaban a escuchar a unos 

y otros sin poder decidir48.  

  Con  el  proceso  independentista  iniciado  en  1810  contra  la  península  ibérica  no 

debe  extrañarnos  la  pérdida  del  poder  de  Jaime Alsina  i  Verjés  y  los  obstáculos 

impuestos  a  su  calidad  de  recomendador  y  afianzador.  Pero  esta  situación  no  

acompañó el desuso de la carta de recomendación, que subsistió al menos durante toda 

la primera mitad del siglo. De hecho, ayudó a los grupos hegemónicos a recomponer 

el  mapa  social  desestructurado  por  la  Revolución  y  la  guerra.  Mediante  ambas 

estrategias los grupos dominantes se reorganizaron bajo una sólida garantía jurídica 

los vínculos entre políticos, militares y comerciantes instalados en diversos espacios 

geográficos de las jurisdicciones sobrevivientes a la ruptura del Virreinato del Río de 

la Plata.   

  Una de  las estrategias  implementadas por  los  comerciantes  fue  la  instalación de 

sus descendientes o ´habilitados´ en diversos puntos geográficos. En 1812 el hijo de 

Jaime, Juan Alsina i Verjés, se instaló temporalmente con una tienda en Santiago de 

Chile,  donde  contrajo  matrimonio.  No  se  llevó  dinero,  sino  que  Jaime  atinó  a 

recomendarlo a sus tradicionales interlocutores para que le  franquearan todo lo que el 

joven pidiese. Cuando  cruzó  la  cordillera de  los Andes, pudo  alojarse  en  casa del 

amigo de su padre, Tomás de Urmeneta49. 

  La  figura  jurídica  de  la  recomendación  volvió  a  ser  esencial  para  garantizar 

legalmente las obligaciones entre las personas y para asegurar la correspondencia de 

los  favores. Dado que generaba obligaciones,  tenía  tanta  fuerza  jurídica  como una 

libranza y resolvía la escasez de metálico. Sirvió, entonces, para recomponer el tráfico 

mercantil.  Esa recomposición  siguió el modelo de la habilitación (CHIARAMONTE  

1991).  Instaló  tiendas    en  las  provincias  de  San  Juan  y  Mendoza,  dos  puntos 

geográficos  centrales  en  la  ruta  a Chile. Los Alsina  habilitaron      a un  aprendiz de 

comerciante, Francisco Calderón, y lo enviaron a Mendoza.  

  Juan Alsina  i Ambroa  sabía  que  Francisco Calderón  era demasiado  joven, pero 

podía abandonar Buenos Aires y  era un    ´hijo de  la  tierra´, un nacido  en América 

sobre  cuya  lealtad nadie dudaba. En  la nueva plaza mercantil Calderón no  estaba 

solo,  sino  que  actuó  con  el  apoyo  del  catalán    Manuel  Mont  a  quien  fue 

48AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-4: a Carlos Camuso, 04/06/1808 y 02/07/1808 49AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Julián y Tomás de Urmeneta, 17/03/1812; a Tomás de Urmeneta, 01/04/1812; a Antonio Mont, 01/04/1812; a José María de Rozas, 01/04/1812 y 01/06/1812; a Benancio Escanilla, 01/06/1812; a Juan Alsina i Ambroa, 16/04/1812; 01/06/1812; 01/08/1812; a Sres. Quirós y Domingo, 01/06/1812

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recomendado.  Mont  quedó  encargado  de  controlar  su  conducta,  instruirlo  y 

aconsejarlo  como había hecho  tiempo antes  con el  sobrino de  Jaime, Buenaventura 

Alsina  i Pons. También gozó del derecho de  apoderarse de  todos  los bienes de  la 

tienda si  juzgaba que  los  intereses de  los Alsina corrían peligro en manos del  joven 

habilitado. En este caso  la recomendación  también representó un poder otorgado a 

un tercero de determinar la conducta del recomendado en relación al  recomendador. 

Al otorgar la carta de recomendación, Juan se autoadjudicó el carácter de responsable 

por los gastos y esfuerzos de Mont. Este sistema se aceitaba, por otra parte, por años 

de amistad y correspondencia entre las casas comerciales Alsina y Mont50.  

  Encuentro el uso del  instrumento  jurídico a principios de 1815, beneficiando esta 

vez al ahijado de Jaime, Manuel García, que tuvo años después un rol destacado al 

presionar  a  las  autoridades  para  conseguir  la  redacción  del Código  de Comercio. 

García  era  el más  interesado  en  favorecer  a  los Alsina  y  en  aceptar  sus  empeños. 

Cuando viajó a Montevideo, Juan Alsina i Ambroa lo recomendó a su cuñado Carlos 

Camuso  para  que  le  franquease  el  dinero  que  necesitara.  Reproduzco  la  carta 

enviada a Camuso porque ejemplifica claramente el  ritual de  la  recomendación y  su 

significado en la consolidación de las redes sociales y políticas: 

“Muy Señor mío: el Señor Don Manuel García, ahijado del socio Don Jaime é intimo 

amigo  mío,  sale  mañana  para  esa.  Probablemente  será  el  dador  de  esta,  de 

consiguiente estimaremos lo mire y atienda en quanto tubiese la bondad de ocupar a 

Vd.,  en  el mismo  grado  que  si  fuese  uno  de  nosotros,  sin  reserba  de  franquearle 

dinero, si lo exigiese; sirbiéndose darnos aviso para hacer nuestros correspondientes 

asientos”51.  

 

  8. CONCLUSIONES PARCIALES 

  Las  acciones  de  Jaime  se  caracterizaron  por  sostenerse  en  los  estrictos marcos 

jurídicos, apoyados en cada caso concreto en vínculos de amistad,   en relaciones de 

parentesco o  en personas  conocidas. En  este  sentido, palabras  como  fiador,  fianza, 

confianza,  recibos,  libranzas, no  son vocablos pronunciadas al azar,  sino conceptos 

que en el terreno del Derecho adquieren un sentido casi unilateral vinculado con las 

obligaciones legales.  

  El marco en el que el personaje instaló sus acciones fue el Derecho, entendido no 

sólo  como manifestación  de  la  letra  de  la  ley,  sino  como  un  poder  que  pretende 

conservar cierto equilibrio entre antagonismo y consenso social. En la vida cotidiana  

aplicamos normas jurídicas múltiples, tanto en las relaciones interindividuales como 

en nuestros  contactos  con el poder político  (PIETSCHMANN 1987). Por ello en un  

ordenamiento jurídico coexisten normas jurídicas legales, normas de raíz doctrinal y 

costumbres de  larga duración   que  legitiman  la pretensión del Derecho de resolver 

conflictos e imponer soluciones (TOMAS Y VALIENTE 1983:24/32). Esas costumbres 

50AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Antonio Mont, 24/10/1814; 01/02/1815; a Francisco Calderón, 08/04/1815; 09/05/1815; 23/06/1815; 01/02/1815; 09/02/1816; a Melchor de Garmendia, 10/10/1815 51Cita extraida de AGN, DC, S VII, Cop. 10-6-5: a Carlos Camuso, 21/01/1815; a Antonio Mont, 31/12/1814; 01/04/1815; a Francisco Calderón, 09/03/1815; 22/06/1815; 24/07/1815

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pueden estar de acuerdo a la norma legal (secundum legem),  en ocasiones no están 

reguladas  por  ninguna  disposición  normativa  (praeter  legem),  aunque  también 

pueden ser totalmente contrarias a Derecho (contra legem).   

  De  todas maneras,  el Derecho  consiste  en  normas  que  tratan  de  organizar  una 

determinada sociedad y que coexisten con otras reglas de conducta diferenciables de 

las normas jurídicas.  El Derecho es un conjunto de normas objetivas que  regulan la 

conducta  de las personas que conviven en una misma sociedad. La aparición de esas 

normas no es casual, sino que obedece a la existencia de conflictos de intereses entre 

los individuos y grupos de individuos que componen una sociedad. En este sentido 

coincido  con  Moutoukias  en  que  las  personas  utilizan  flexiblemente  normas 

alternativas,  pero  disiento  con  su  ´intuición´    de  que  las  reglas  de  derecho  se 

´traducen´ o ´aplican´, y que las transacciones difieren de aquéllas por su calidad de 

relaciones de  fuerza  (MOUTOUKIAS, mimeo). Mi  intuición es que  la historiografía 

continúa  confundiendo  al  Derecho  con  la  disposición  normativa,  olvidando  las 

múltiples facetas que adquiere aquél en  la vida cotidiana (STARR & COLLIER1989; 

FALK MOORE 1978), especialmente en las fases de aplicación y   ejecución de la ley 

por parte de las autoridades judiciales. 

  Para  terminar  este  trabajo  quiero  señalar  que  la  recomendación  adquirió  usos 

variados pero siempre como   súplica o encargo mediante el cual se ponían bienes y 

personas  bajo  la  responsabilidad  de  un  tercero.    En  su  calidad  de  instrumento 

jurídico,  permite  analizar    la  construcción  del mapa  de  vínculos  sociales,  ya  que 

configuraba  y    garantizaba  jurídicamente  las  tratas  mercantiles.    Decir  ésto  no 

equivale  a  reducir  la  importancia  del  concepto  de  redes  sociales  para  analizar  la 

manera  en que  las personas  entraron  en  relación  en  la  época  colonial y, al menos, 

durante  la  primera mitad  del  siglo  XIX.    Sólo  que  detrás    de  estas  relaciones  se 

articuló un sistema normativo que aseguró el buen funcionamiento de las mismas y 

su  resolución  ante  el  incumplimiento de  los pactos. Mi pretensión  es  tomar  la  red 

social  como  un  concepto  abstracto  que  permite  articular  en  forma  sincrónica  los 

vínculos que sustentan a  las personas en sus elecciones y opciones, pero no olvidar 

que esas personas actúan previendo sus acciones futuras y las de quienes les rodean. 

Y que  es generalmente    el Derecho  el que permite prevenir  el  incumplimiento del 

pacto  tácito o explícito, entendiendo al   Derecho en un sentido amplio,  tanto como 

sistema de poder,   como en su calidad de regulador de los vínculos interpersonales 

en el terreno privado (RUSSELL 1993:63). 

  La recomendación  brinda pautas de la manera en que funcionaba la sociedad como 

un todo (LEPETIT 1993). Por ello considero que  la propuesta de  la microhistoria de 

reducir  la  escala  de  observación  constituye  un  insumo  esencial  que  legitima  mi 

pretensión de comprender los fundamentos subyacentes de los vínculos sociales y no 

sólo de ilustrarlos, como sostuvo Pro Ruiz, como si fuesen una fotografía a través de 

la unión de puntos y líneas (1995).  

 

 

 

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