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1 1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima Juan Carlos Reyes G. (ed.) D.R. © 2005 Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura EL ESPACIO DOMÉSTICO Notas sobre las unidades habitacionales del Posclásico en el valle de Colima. Mtra. Ma. Ángeles Olay Barrientos Centro INAH, Colima Arqlgo. Samuel Mata Diosdado Centro INAH, Oaxaca 1) Deraga, Daría y Ro- dolfo Fernández, “Las Unidades habitacionales en el Occidente”, en Linda Manzanilla (ed.), Unida- des habitacionales meso- americanas y sus áreas de actividad, México, UNAM / Instituto de Inves- tigaciones Antropológicas (Serie antropológica 76), 1986, pp. 375-398. Como la han señalado numerosos estudiosos del Occidente de México, la región enfrenta un notable rezago en la investigación relativa al desarrollo de sus pueblos originarios. Si el rezago alcanza temas fundamentales como el inventario básico de sus asentamientos prehispánicos y su comportamiento temporal, debe decirse que el estudio de sus espacios domésticos es, sin duda, un tema de los menos favorecidos. Hasta hace relativamente poco tiempo sólo existía una primera semblanza realizada por Daría Deraga y Rodolfo Fernández.(1) En ella los autores señalaron, primero que nada, la disociación existente entre el Occidente y el resto de Mesoamérica a lo largo del espacio temporal conocido como Preclásico o Formativo a causa de que ambas macro áreas tomaron caminos distintos en el desarrollo de sus formas de organización social. La especie fue enunciada de manera prudente por la propia Isabel Kelly en sus conclusiones

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1er Foro de Arqueología, Antropología e Historia de Colima

Juan Carlos Reyes G. (ed.)

D.R. © 2005

Gobierno del Estado de Colima, Secretaría de Cultura

EL ESPACIO DOMÉSTICO Notas sobre las unidades habitacionales del Posclásico

en el valle de Colima.

Mtra. Ma. Ángeles Olay Barrientos Centro INAH, Colima

Arqlgo. Samuel Mata Diosdado Centro INAH, Oaxaca

1) Deraga, Daría y Ro-dolfo Fernández, “Las

Unidades habitacionales en el Occidente”, en Linda Manzanilla (ed.), Unida-

des habitacionales meso-americanas y sus áreas de actividad, México,

UNAM / Instituto de Inves-tigaciones Antropológicas (Serie antropológica 76),

1986, pp. 375-398.

Como la han señalado numerosos estudiosos del Occidente de

México, la región enfrenta un notable rezago en la

investigación relativa al desarrollo de sus pueblos originarios.

Si el rezago alcanza temas fundamentales como el inventario

básico de sus asentamientos prehispánicos y su

comportamiento temporal, debe decirse que el estudio de sus

espacios domésticos es, sin duda, un tema de los menos

favorecidos. Hasta hace relativamente poco tiempo sólo existía

una primera semblanza realizada por Daría Deraga y Rodolfo

Fernández.(1) En ella los autores señalaron, primero que nada,

la disociación existente entre el Occidente y el resto de

Mesoamérica a lo largo del espacio temporal conocido como

Preclásico o Formativo a causa de que ambas macro áreas

tomaron caminos distintos en el desarrollo de sus formas de

organización social. La especie fue enunciada de manera

prudente por la propia Isabel Kelly en sus conclusiones

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2) Kelly, Isabel, Ceramic sequence in Colima: Capacha an early phase,

Tucson, Anthropological Papers of the University of Arizona Press, 1980,

pp. 29-38.

3) Bernal, Ignacio, El Mundo Olmeca, México,

Ed. Porrúa, 1968, p.192.

4) De cualquier manera es importante señalar el

hecho de que la definición de la Cultura Capacha en Colima por Isabel Kelly

introdujo interesantes ele-mentos en esta discusión. En síntesis, la hipótesis

que deriva de las carac-terísticas de la cultura material de esta cultura

parece indicar que si bien Román Piña Chan reco-noce en lo olmeca un

remoto origen sudame-ricano que habría pene-trado por la costa de

Chiapas para posterior-mente trasladarse a la costa del Golfo, esta mis-

ma influencia habría arri-bado a las costas cocí-dentales marcando a su

vez con su sabor “sud-americano” expresiones tan antiguas como las ol-

mecas -los ejemplos se-rían la cultura material de Capacha, Colima y El

Opeño en Michoacán- pero que, sin embargo, habrían desarrollado otro

tipo de expresiones cultu-rales. Esta por demás se-ñalar que falta documen-

tar con más datos esta hipótesis.

relativas a las características del complejo Capacha y su

evidente originalidad con respecto al resto de las tradiciones

cerámicas del Formativo mesoamericano.(2)

No puede dejar de señalarse que la razón de estas

diferencias se encuentra en el hecho de que el Occidente es

una entidad cultural un tanto diferente al resto de las subáreas

mesoamericanas. Ignacio Bernal habría resumido esa

característica a través de su conocida frase: al no haber tenido

la influencia civilizadora de los olmecas, el Occidente quedó

permanentemente en una posición de atraso.(3) La “influencia

civilizadora” a la que se refería Bernal derivaba del hecho de

que esta cultura habría desarrollado una complejidad social

cuyas expresiones materiales e influencias ideológicas

marcaron de manera determinante a la diversidad de culturas

que le sucedieron. Buena parte de los rasgos mesoamericanos

típicos fueron instrumentados por estos grupos establecidos en

las planicies húmedas y tropicales del Golfo de México hacia el

primer milenio antes de Cristo. Entre los mismos podemos

mencionar la elaboración de estelas y altares y la colocación

de ofrendas a sus pies, la escultura monumental y el tallado en

jade, los atlantes, las cabezas colosales, los sarcófagos de

piedra, los pisos de mosaico enterrados, los espejos cóncavos,

las plataformas construidas sobre terrazas, los montículos de

tierra, la elaboración de centros ceremoniales planificados, la

construcción de edificios alineados astronómicamente y, desde

luego, la idea de registrar fechas importantes en un calendario.

Ciertamente, los rasgos mencionados no son elementos que

puedan ser documentados para el Occidente en etapas tan

tempranas.(4)

Si bien futuras investigaciones darán luz respecto a las

razones por las cuales el esquema de organización social

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5). Esta percepción se ha venido transformando paulatinamente en la me-

dida en que las investi-gaciones arqueológicas han ido develando pro-

cesos de desarrollo social que no pueden ser ad-jetivados como margi-

nales. Es el caso de los estudios realizados en la región de Etzatlán, Jal.,

así como en Zacapu, Mich.

imperante en el resto de Mesoamérica no alcanzó a

generalizarse con similares características en el Occidente

sino hasta etapas tardías, se debe señalar que una de las

consecuencias más evidentes de esta tardanza fue que en la

región no ocurrió el “fenómeno urbano” que caracterizó, como

elemento fundamental, al período Clásico. Ha sido esta la

razón por la cual al Occidente se le consideró como un área

marginal.(5) De cualquier modo, subsanar el prejuicio contra

las características culturales desarrolladas en el Occidente a

través del largo período que va de Formativo Inferior al Clásico

–lapso que ha sido denominado por algunos investigadores

como el Formativo eterno- requiere, sin embargo, el

incremento de investigaciones enfocadas, precisamente, a

develar los eventos que marcaron la originalidad del devenir

histórico de los diversos pueblos que habitaron sus amplios

territorios.

En todo caso no puede dejar de señalarse que el

período que va del 600 d. C en adelante (del Clásico tardío al

Posclásico tardío) es aceptado por la mayor parte de los

investigadores, como una etapa en la cual la típica tradición

mesoamericana se integra de manera evidente a todo lo largo

y lo ancho de la tradición occidental. Es entonces cuando se

observa un marcado ordenamiento en los asentamientos -

sencillos o complejos-, en las diversas regiones del Occidente.

Este fenómeno fue uno más de los elementos que fueron

configurando sus novedosas expresiones culturales, esas que

surgieron al desplomarse la fortísima y longeva tradición

funeraria de las tumbas de tiro y de la tradición abajeña de

Chupícuaro. Este lapso se encuentra pues, signado por la

“mesoamericanización”.

La índole de estos emplazamientos apenas se

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6). La investigación ar-

queológica realizada a partir de información ge-nerada por medio de res-

cates y salvamentos ar-queológicos supone una enorme diferencia respec-

to a la investigación reali-zada a través de proyec-tos de investigación espe-

cíficos. En este caso la delimitación del área de estudio y la planeación de

la investigación supone, ante todo, la búsqueda de objetivos claramente plan-

teados. En el caso de los rescates y salvamentos arqueológicos, los obje-

tivos derivan de los pro-pios hallazgos. Es decir, en el primer caso se trata

de la utilización de un método deductivo, en el segundo es inductivo.

7) Manzanilla, Linda (ed.), Unidades habitacionales

mesoamericanas y sus áreas de actividad, Méxi-

co, UNAM / Instituto de

Investigaciones Antropo-lógicas, (serie antropoló-gica 76), 1986.

encuentra siendo recuperada a través de vertientes diversas

de investigación que van, desde estudios integrales de área

(como los trabajos realizados en las cuencas de Sayula,

Zacapu y La Magdalena), a numerosos trabajos de rescate y

salvamento arqueológicos. Esto último sería el caso del valle

de Colima.(6). Es a través de los datos recuperados en algunas

intervenciones realizadas en la zona ubicada al norte de la

ciudad de Colima, como documenté el presente trabajo.

En el conocido texto editado por Linda Manzanilla hacia

1986.(7) la autora llevó a cabo una recopilación de trabajos

efectuados en diversas regiones mesoamericanas realizados

acorde a la metodología característica del patrón de

asentamiento. En este rubro Manzanilla distinguió dos

grandes apartados: los estudios efectuados a partir de la

recuperación de los contextos asociados (las áreas de

actividad) y los encaminados a documentar las formas

mediante las cuales se expresa la unidad espacial básica del

registro arqueológico: la unidad residencial.

Para Manzanilla el modo de vida de las sociedades del

pasado se ha llevado a cabo a través de diversos niveles de

análisis. En el primer nivel se observa al área de actividad

como a la unidad mínima con contenido social, toda vez que

refiere a una o varias actividades estrechamente ligadas a

procesos de trabajo. Un segundo nivel de análisis encuentra

en la unidad habitacional a la unidad básica de producción (la

familia). Este nivel incluye a las diversas áreas de actividad y

es conocido con el nombre de “conjunto doméstico”

(household cluster). El tercer nivel estaría dado por el estudio

relativo a la forma mediante la cual se agrupan las casas, ya a

través de la definición del espacio físico –casas establecidas

alrededor de un patio-, como a través del elemento aglutinador

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el cual podría ser el parentesco y/o el oficio. El cuarto nivel de

análisis observaría al sitio arqueológico como un todo y sería

comparable a esa unidad que los antropólogos definen como

“comunidad”.

Con relación al área de actividad, Manzanilla señala que

se trata de la unidad básica del análisis del registro

arqueológico, ya que es reflejo de acciones particulares

repetidas de carácter social, con un trasfondo funcional

específico. Las actividades pueden dividirse en varios tipos

según se adhieran a las categorías de: producción, uso o

consumo, almacenamiento o evacuación del espacio. La

unidad residencial junto con las diversas áreas de actividad

permite, por tanto, un acercamiento al grupo doméstico. En

este sentido Manzanilla lo define por medio de la residencia,

las actividades compartidas y el parentesco. A la vez, la unidad

residencial se puede observar a través de tres criterios: uno

social en el cual se puede indagar sobre el número de

miembros y la índole de sus relaciones; uno material que

describe a las viviendas y a sus áreas de actividad y,

finalmente, por medio del comportamiento del espacio el cual

puede estar destinado a la producción, a la distribución, a la

transmisión o a la reproducción.

De la discusión anterior se desprende la necesidad de

realizar una serie de tareas destinadas a configurar una base

de datos que permita avanzar en los diversos niveles de

interpretación esbozados con anterioridad. Toda vez que la

unidad residencial, junto con las diversas áreas de actividad,

permiten un acercamiento al grupo doméstico, el siguiente

trabajo tendrá entre sus objetivos el llevar a cabo una puntual

descripción de las unidades residenciales exploradas así como

algunos señalamientos relativos a su ubicación en relación a

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los propios asentamientos prehispánicos.

El primer ejemplo que tomamos procede de una

intervención en el área de lo que actualmente se conoce como

fraccionamiento Lomas Verdes. En un área aproximada de 14

ha se encontraban un total de 9 lomas tepetatosas (conocidas

con el nombre de hummuks) ubicadas sobre la margen

izquierda del arroyo Santa Gertrudis y, entre las cuales

discurría también, un arroyo temporal sin nombre. Estos

lomeríos mostraban dimensiones que iban de los 35 por 40

metros a los 120 por 60 metros, sus alturas oscilaban a la vez

entre 2 y 10 metros.

A pesar del enorme grado de afectación de las lomas,

los trabajos de rescate permitieron recuperar información

relativa a 17 cimientos (completos e incompletos). Estos

sistemas se agruparon en función del tamaño de los muros,

del aprovechamiento de grandes afloramientos de rocas que

sobresalían de la superficie del terreno y, por último, del

aprovechamiento de la numerosa escoria volcánica. Esta

pequeña muestra fue organizada en dos grupos, el primero

integró a los elementos completos y el segundo a los

incompletos. El primer grupo (“A”) integró a un total de 11

unidades de tamaños y orientaciones distintas. Se puede

señalar, en todo caso, que las mismas presentaron plantas

generalmente cuadrangulares (sólo hubo una rectangular)

cuyas dimensiones oscilaron entre los 5.50 y los 7 metros de

largo, por anchos de 3.50 a 5.50 metros. La orientación más

constante fue de 15ª NE, aún cuando hubo algunas de hasta

25ª NE. La unidad más relevante consistió en un cimiento de

planta rectangular que integró a las unidades 8, 9 y 10, el cual

tuvo una dimensión total de 15 metros de largo por 3.50

metros. En cuanto al segundo grupo (“B”) el mismo integró a 6

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unidades consistentes, en alineamientos incompletos que, en

virtud de sus dimensiones y características, asumimos como

parte de lo que fueron otras casas.

Al término de los trabajos realizados en Lomas Verdes

llevamos a cabo las siguientes observaciones: 1) encontramos

un aprovechamiento de las elevaciones naturales del terreno a

partir de rellenos artificiales que tuvieron como fin nivelar sus

partes elevadas, mismas que sirvieron como base a los

cimientos de piedra que sostuvieron materiales más ligeros y

seguramente más sensibles al deterioro causado por el

tiempo. 2) Los sistemas de cimentación fueron construidos a

base muros de piedra de una sola hilada careadas en una o

dos caras, las cuales fueron colocadas en su mayor parte,

hacia fuera de la vivienda. Asimismo se aprovecharon los

grandes bloques que se encontraban diseminados por toda la

superficie del sitio. Estos bloques de piedra no sólo se

utilizaron en las esquinas o en ciertos muros, también se

ubicaron en el interior del recuadro del aposento interno, es

posible que los mismos fueran “adecuados” dentro de las

casas a base de arcilla o cubiertos de esterillas tanto como

“mesas” o “camas”. 3). El agrupamiento de las unidades

residenciales guardaron una cierta distribución intencional,

esto es, se presentaron en grupos que formaban espacios

norte-sur o este-oeste, más o menos amplios. Estos espacios

se encontraban, claramente, en los niveles más bajos del

asentamiento lo cual posiblemente indica que fueron

dedicados a actividades como el cultivo. 4). La cronología del

sitio percibida a través de los materiales recuperados indican

una ocupación Armería, así como algunos elementos Chanal,

esto es, en el sitio se observaron materiales que fueron del

750 al 1,450 dC. Es importante señalar en ese sentido que la,

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definición puntual de cada etapa fue difícil de calibrar en virtud

de que las muestras de materiales recuperadas fueron pobres

a causa de dos factores: el primero el saqueo y el segundo, la

destrucción causada de la maquinaria en el trazado de la

cuadrícula necesaria al fraccionamiento al cual se estaba

dotando de infraestructura.

Si bien en Lomas Verdes se encontraron materiales

típicos de la fase Armería, debe señalarse que la mayor parte

de las evidencias que se encuentran en la franja ubicada al

norte de la ciudad de Colima son, en su mayor parte,

pertenecientes a la fase Chanal. Al respecto es prudente

señalar que las temporadas de exploración que se han

realizado en el área protegida de esta zona arqueológica, han

permitido recuperar información relativa a las características

del espacio doméstico en el que fue, muy probablemente, uno

de los barrios del gran poblado. Las peculiaridades que

encontramos fueron los siguientes: 1). Las unidades

residenciales al interior del asentamiento fueron edificadas

sobre plataformas de un solo cuerpo de planta rectangular, por

lo que se accedía a su interior por medio de una escalinata. 2)

Generalmente la escalinata definía el frente de la casa, sin

embargo, se encontró una casa a la cual se accedía por medio

de dos accesos, ambos con gradas. 3) Hacia ambos lados de

las escalinatas se encontró, de manera recurrente, unas

pequeñas plataformas de apenas una hilada de piedra y,

ocasionalmente, empedradas. Es posible que estos espacios

hayan sido utilizados como áreas de actividad. 4). Las

plataformas que sostienen las unidades residenciales se

encuentran organizadas alrededor de patios de planta

rectangular o, en su defecto, en largos y anchos pasillos que

sirven, a la vez, como accesos que permitían circular entre los

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diversos componentes del poblado. 5) Si bien las plataformas y

su organización espacial mantienen como eje rector ortogonal,

el mismo es totalmente asimétrico a diferencia del existente en

otras áreas de Mesoamérica. 6) Se puede señalar que esta

ausencia de simetría es la característica fundamental no sólo

de los espacios domésticos sino, fundamentalmente, de los

espacios colectivos como las plazas a cuya vera se ubicaron

las áreas administrativas y ceremoniales.

Ahora bien, como dijimos al principio de este trabajo, el

mismo pretende enfocarse hacia el estudio de las unidades

residenciales encontradas en lo que podría definirse como la

periferia del gran asentamiento de El Chanal e, incluso, de sus

espacios rurales. En este sentido, puede decirse que la

muestra más representativa que se ha obtenido hasta ahora

procede del rescate arqueológico realizado en la parcela 18 Z-

1 P1/3 del Ejido Villa de Álvarez. En este lugar se exploraron

un total de 13 unidades residenciales, las cuales fueron

designadas con el nombre de “cimientos”.

Todas las casas tuvieron una planta rectangular cuyas

dimensiones fueron desde relativamente pequeñas (5 x 4.25

metros) a grandes (12.50 por 4.80 metros). Los elementos

explorados mostraron, a diferencia de los trabajados en Lomas

Verdes, no sólo mayores dimensiones, sino también una

organización espacial más evidente. Las casas no se

encontraron desplantadas sobre plataformas rectangulares con

accesos a base de escalinatas, sino construidas directamente

sobre el suelo. Si bien existió un predominio de la técnica del

doble muro como sistema constructivo, no puede dejar de

señalarse que en varios casos existió una convivencia entre

muros sencillos de una hilada y los muros dobles. A nivel de

hipótesis se mencionó la factibilidad de que los muros anchos

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8) Olay, Ma. Ángeles, Las

unidades habitacionales de El Chanal, Colima, Informe final del rescate

arqueológico efectuado en la parcela 18 Z-1 P1/3 del ejido Villa de Álvarez,

Municipio de Colima, junio septiembre 2000, 2 t.,

Colima, Centro INAH

Colima, mecanoescrito, 2003.

(de doble hilada) sostuvieron muros de adobe y de que los

muros angostos (de una hilada) sirvieron para desplantar

muros de bajareque. En cuanto a los materiales asociados a

cada cimiento sobresalió, sin duda, la abundancia de tiestos

presentes en el cimiento 4 –un total de 4,860; tal universo da

cuenta del constante movimiento de objetos utilizados en

actividades que van más allá de lo doméstico, pues una familia

no tendría porqué mantener una vajilla tan abundante para

satisfacer necesidades básicas de alimentación y resguardo de

agua. Si a ello se agrega el gran número de artefactos

elaborados en obsidiana recuperados en la misma casa (108),

así como la presencia de artefactos metálicos como agujas y

un cincel, se puede suponer que de todas las unidades

residenciales exploradas, la casa de dos habitaciones y doble

banqueta que constituyeron al cimiento 4 fue la sede de

personajes dedicados a elaborar o transformar objetos, para lo

cual emplearon herramientas tanto de piedra pulida como de

piedra tallada y que incluyeron, además, objetos de metal

susceptibles de ser empleados para cortar, desbastar o tallar.

Los cimientos 8 y 9 presentaron también elementos relevantes,

tanto en número de tiestos como en diversidad y cantidad de

artefactos.(8)

Se puede hacer notar también que a lo largo de la

excavación realizada en la Parcela 18 se pudieron recuperar

10 entierros asociados de manera directa o indirecta a los

espacios domésticos. Si pensamos que en la única estructura

excavada en las inmediaciones del área ceremonial -la

Estructura 15- se obtuvieron dos entierros, puede concluirse

que el enterramiento al interior del propio espacio doméstico

era una pauta socialmente aceptada.

En síntesis podemos señalar los siguientes aspectos: 1)

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Dada la ubicación del sitio explorado podemos pensar que el

mismo correspondió a la periferia sur del asentamiento, razón

que explica la convivencia entre construcciones que mantienen

el orden ortogonal y otras que parecen encontrarse aisladas.

2) El conjunto más elaborado fue, en este sentido, el más

cercano al sitio. El mismo mostró evidencia de haber estado

formado por tres grandes recintos, organizados alrededor de

un patio. La casa mayor –cimiento 9- estuvo formada por una

sola habitación de casi 56 m2; las otras casas –cimientos 6/11

y cimiento 10- parecen haber sido casas con dos o tres

cuartos. Lo estrecho de los mismos parece indicar que se

trataba de espacios dedicados más al resguardo de bienes

que a actividades humanas. 3) Las casas que se encontraron

relativamente aisladas mostraron dimensiones y formas poco

convencionales; en el caso del cimiento 4, el mismo estuvo

formado por dos recintos cada uno con acceso propio, uno por

el oriente y otro por el oeste. En el caso del cimiento 5 el

mismo tuvo una planta casi cuadrangular y alejado de

cualquier otro conjunto. 4) Los cimientos 7 y 8, parecen haber

funcionado como espacios de un solo núcleo familiar pues el

C-8 (10 x 5 metros) pudo desempeñarse como área de

habitación y el C-7 (5 x 4.60 metros) como una suerte de

bodega o área de resguardo. No obstante, debe decirse que

en ambos lugares se encontraron sendos enterramientos.

No puedo dejar de señalar, por otro lado, que la

exploración de unidades habitacionales realizadas en otros

lugares parece indicar la existencia de una variada inventiva

que va más allá de las típicas casas de una sola habitación. Lo

anterior se puede ilustrar con las casas excavadas durante el

rescate del Colegio Inglés y El Cortijo. En el caso del primero

se trató de un cuarto de planta rectangular de 6 por 4 metros

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de ancho, orientado hacia el NE, al cual se encontraron

adosados otros tres cuartos de dimensiones diversas, pero sin

duda angostos. La exploración del interior de cada cuarto, sin

embargo, no arrojó mayor información sobre las actividades a

las cuales se encontraban destinados. En el segundo caso se

trató también de casas con varios cuartos de dimensiones

variables cuyos muros presentaron alineamientos tanto de una

como de doble hilada. La mayor midió un total de 14.50

metros de largo por 8.50 de ancho, en su interior de

recuperaron cinco entierros, algunos de ellos con vasijas como

ofrendas las cuales correspondieron a tipos propios de la fase

Chanal.

Si bien los datos recuperados a través de la exploración

arqueológica permiten ilustrar sobre las dimensiones de los

antiguos aposentos, es a través de otras herramientas como

podemos imaginar las características de sus muros, techos y

acabados. En este sentido son de gran ayuda los elementos

proporcionados por las Relaciones geográficas del siglo XVI

(principalmente la respuesta a la pregunta número 31), pues

en ellas encontramos elementos que permiten avanzar en

cuanto a la interpretación de los datos recuperados. Si bien no

dejaremos de lamentar el que la Relación relativa a Colima se

encuentre extraviada, pasaremos a resaltar la información

proporcionada para regiones colindantes. Al respecto cabe

señalar que las Relaciones de los Motines de Colima, referidas

a las provincias localizadas en la actual Costa Norte

michoacana suelen ser más bien parcas en cuanto a

información de esta índole se refiere. Sin embargo, se aprecia

ya, la huella de la reducción española:

La forma y manera de los pueblos, en esta tierra, es que la iglesia está en medio del pueblo, con sus cementerios cuadrados y cercado enfrente de la puerta

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9) Acuña, René (ed.),

“Relación de Motines”, Relaciones Geográficas del Siglo XVI. Michoacán,

México, UNAM, Instituto de Investigaciones Antro-pológicas, (serie antropo-

lógica 74), 1987, p. 158.

10) Ibidem, p. 179.

11). “Relación de Aliman-

zi, Cuzcaquahtla y Epa-tlan”, Ibidem, p.153.

12). “Relación de Zaca-tula”, Ibidem, p. 459.

13). “Relación de Zapo-

titlán” Acuña, René (ed), Relaciones geográficas del siglo XVI: Nueva

Galicia, Instituto de Inves-

tigaciones Antropológicas, UNAM, (Serie Antropoló-

gica 65), México, 1988, p. 68.

principal della. Los indios están poblados a la redonda de ella, como que la cercan, sin tener calle ninguna ni plaza ninguna, si no es algún patiecico que hay, adonde hacen tianguis algunas veces, y allí ponen la picota para corregir y castigar a los delincuentes.(9) En estos poblados sencillos y modestos las casas

fueron elaboradas de manera igualmente modesta:

El modo de sus casas, generalmente, son de horcones encima de los cuales arman palos atados con corteza de árboles y otros géneros de cuerdas que tienen y, sobre aquellos palos armados, a los que llaman tijeras, ponen unas varas menudas y, sobre estas varas, atan paja espesa; y, así, quedan armadas, y se meten dentro en ellas a vivir. No tienen otra forma de casas.(10) La forma y edificios de las casas destos dichos pueblos son de unos horcones de madera y, sobre éstos, edifican unas tijeras y otros artificios, todo de madera, y cierran con una varazón, juntándola y echan barro; y hacen las paredes que, con un puntillazo, harán portillo por do quisieren, y los techos cubren de paja; y otras casas hacen de adobes. (11)

Otra mención relativa a las casas ubicadas en lo que

sería la planicie costera michoacana puede reflejar una

respuesta al medio y al comportamiento del suelo:

Las casas que hay en esta provincia son, todas, casas bajas, armadas sobre unos horcones de madera, con unas varas atravesadas y embarradas que hacen pared, y son cubiertas, todas de paja. La tierra no sufre otras casas, a causa de los grandes temblores de la tierra. (12)

Al llevar a cabo una revisión del tipo de construcciones

existentes en los otros valles formados sobre las laderas de los

volcanes de Colima, aparecen datos interesantes, como los de

Zapotitlán:

Hacen sus casas los naturales de adobes, los que pueden y los que no de horcones, cercadas con carrizo, que lo hay a orillas del río; cúbrenlas con una yerba seca, larga a manera de paja de trigo entera.(13)

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14). “Relación de Tuxca-cuesco”, Ibidem, p. 75.

15). “Relación de la

provincia de Tenamaz-tlán”, Ibidem, p.291.

En la colindante región de Tuxcacuesco, se señala que:

Las casas desta dicha provincia, algunas son de adobes las paredes y, otras, son de caña y embarradas; y los cobertizos que tienen son como las casas de paja de España, salvo que las atan con unos mecates a manera de tomizas de esparto. Dicen que no gastan clavos para clavar las tijeras, porque toda la madera con el dicho mecate la atan.(14)

Las casas, como se observa, estaban fabricadas ya de

adobes –para familias pudientes- ya de “cañas o varas” para el

resto. Estas últimas se elaboraban a partir de horcones de

madera sujetos no por clavos sino por “amarres” de lazos o

mecates. A la consabida información sobre la técnica y los

materiales empleados en la construcción de las viviendas se

agregaron algunas líneas sobre sus habitantes y sus familias,

las cuales nos remite, de algún modo, al funcionamiento de los

espacios residenciales del emplazamiento de El Chanal:

La forma y edificio de las casas en que viven, son labradas de adobe muy mazorral. Hacen unas galeras largas, de un estado muy alto las paredes, las cuales hacen angostas del ancho de un adobe, y allí arman maderos, rollizos y mal labrados, y sobre ellos ponen paja mal puesta para defenderse del agua y del sol. Duermen fuera de sus casas, en los patios que tienen delante, y, si no es cuando llueve, no se sirven de ellas. El frío nunca les da pena, por tierra templada. Viven juntas, tres y cuatro familias; en una galera destas, suelen habitar treinta y cuarenta personas. (15)

Esto es relevante pues da indicios relativos a la

existencia de casas de gran tamaño que servían como refugio

a varias familias nucleares. En otros casos la información

presente en los cuestionarios se extiende a la forma en la cual

las casas se distribuían en los poblados:

Están poblados en pueblo formado y permanentes, y lo han estado de cincuenta años a esta parte, con casas de adobe, que es un género de tapia de tierra y paja,

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15

16). “Relación de Ameca”, Ibidem, p.31.

17). Ibidem, p. 47.

18). “Relación de Xiquilpan”, Relaciones geográficas del siglo XVI: Michoacán..., .op.cit p.

416.

más fuerte que tapia, que se hacen en unos moldes cuadrados a manera de ladrillos, de vara de medir en largo y en media de ancho, con cimientos de piedra; la cubierta es de varas de encina y roble, hechas unas tijeras, y con cañas y paja atada, con dos corrientes, y caballete de estado y medio de alto, y de veinte pies, y treinta, de largo, de esta forma; con calles largas de cien pies de ancho y, de casa a casa, por el mismo largo de la calle, setenta pasos, que es el solar que se les midió a cada uno. Pocos dellos tienen cercadas sus casas con adobe, ni tienen patio, sino solas las casas; exentas las calles, con sus encrucijadas como las de las ciudades de españoles.(16)

En las descripciones de las casas de los naturales,

ocasionalmente también suelen mencionarse las posesiones

colocadas al interior de las casas:

La forma de casas y edificios son casas bajas, de poco más de un estado, de adobes y de cimientos de piedra redonda movediza que hay en los cerros de esta comarca: no son nada fuertes. Pocos dellos usan echar puertas a sus casas; los mas dellos, cierran sus puertas con petates, que así llaman a las esteras, y con unas puertas hechas de caña. Duermen en el suelo, todos, sin cama ni barbacoa. Tienen poco aparato en sus casas: lo mas que en ellas se halla, son ollas y escudillas de moler; las mejores casa que hay, son las del rey.(17)

En virtud de que el interés en el presente apartado es

observar si la información presente en las relaciones citadas

pueden ser empalmadas con los datos recuperados a través

de la exploración arqueológica, quisiera resaltar el hecho de

que en diversos documentos se menciona el empleo de

cimientos de piedra y la construcción de muros de adobe o

bajareque (varas cubiertas con lodo):

La forma y edificio de las casas deste dicho pueblo son de adobes y barro; solo los cimientos dellas hacen de piedra; son de poco sostén y cubiertas de paja, y la madera dellas es de pinos monteses.(18) Las casas deste dicho pueblo y sujetos son pequeñas y

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16

19). “Relación de Perivan”, Ibidem, p. 434.

20). “Relación de Chocan-diran”, Ibidem, p. 423.

21). “Relación de Cusala-pa”, Relaciones Geogra-

ficas del siglo XVI: Nueva Galicia…, op.cit. p. 81.

22). Relaciones geográfi-cas del siglo XVI: Michoa-cán, p. 388.

de poco sostén y muy bajas; son cubiertas de pajas y, los cimientos, de piedra, y las paredes, de adobes y barro.(19)

En algunos casos la información señala no sólo la

cimentación a base de hiladas de piedra, muros de adobe y

techos de paja, sino también de un proceso de “encalamiento”

de muros y de su decoración a partir de colorantes naturales:

Las casas deste dicho pueblo son pequeñas: los cimientos son de piedras y las paredes de adobes, son cubiertas de paja. Encalan las paredes con un barro que hay en el dicho pueblo muy colorado y añil.(20)

En virtud de que nuestras unidades de excavación

mostraron el empleo simultáneo de muros simples y dobles en

la cimentación, señalamos ya que ello se debía a que el muro

levantado sobre cada uno diferenciaba materiales

constructivos, siendo las varas para el primero y el adobe para

los segundos. Ello supondría que a la habitación se le podría

anexar una suerte de cobertizo. Al respecto se encuentra el

siguiente registro:

A los treinta y un capítulos, respondieron que las casas y edificios dellas, parte dellas son las paredes de adobes y los cobertizos son a manera de las casas de paja de España, y otras casas hay de horcones y carrizo, que es a manera de cañas y embarradas. Y esto declararon. Y los mismos cobertizos, salvo que es diferente el zacate con que cubren dichas casas. (21)

Para terminar este apartado quisiera señalar que la

información sobre a los valles de Zapotlán, Tuxpan y Tamazula

-los cuales compartieron buena parte la cultura material del

Posclásico con el valle de Colima-, es sumamente escueta:

“Relación de Tuchpan” En este pueblo las casas son pequeñas y bajas en general y son de poca fortaleza y cubiertas de paja.(22) “Relación de Zapotlan” En este pueblo las casas son

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17

23). Ibidem, p. 394.

24). Ibidem, p. 401.

25). Morales, Juan Joseph, Ixtlahuacán y sus pueblos, 1778, México,

Club del libro colimense

núm, 23, 1978.

26). Vergara Santana,

Martha, “Ixtlahuacán a través de la etnobotánica. Siglo XVIII”, Barro Nuevo,

Colima, Ayuntamiento de Colima/INAH, núm.3, octubre-diciembre de

1990, pp. 6-11.

pequeñas y bajas y de adobes y de ninguna fortaleza y son cubiertas de paja.(23) “Relación de Tamazula” Las casas deste pueblo son como las de Zapotlan.(24)

A partir de las citas anteriores, se puede resaltar el

hecho de que la población indígena, a una generación de la

conquista y colonización española, enfrentaba ya la clara

marginalidad rural que habría de caracterizarle los siglos

siguientes. Antes de cerrar este apartado me parece

conveniente referir la excelente información vertida en la

notable Relación de Ixtlahuacán, elaborada por Juan Joseph

Morales en el año de 1778(25) y en la cual, a pesar de no hacer

mayores descripciones sobre la vivienda indígena, proporciona

información esclarecedora respecto al medio físico y sus

productos vegetales y animales. Joseph Morales hace la

relación de hasta 40 plantas con uso maderable, de la cuales

se obtenían “horcones”, “latas”, “vigas”, “armazones de puerta”,

“quicios de puerta” y “coapanoles de casas”:

Cedro, primavera, parota, chico, palo maría, tosquahuite, morado, soloquahuil, pochote, cóbano, moralete, tepeguaje, guizache, tememesquite, tapinzirán, llorasangre, chamizo blanco, guayabillo, Ipaquahil, caña asada, cacahuanantle, mangle cimarrón, majahua, nechquahuil, chiquihuite, guachquilite, chamizo, quillipilalo, palo mulato, platanillo, potoniquahuitl, parotilla, guilolquahuil, quacacahual, tlomochil, istaquahuil, madura plátano, sazonaquahuil, ayle, pudiéndose agregar a este grupo el quaquispalmecal que servía de mecate para amarrar la madera y afianzar y amacizar las casas.(26)

En este punto es preciso señalar un aspecto importante

en relación con la investigación antropológica en la región. No

puede negarse que la información etnográfica generada en

México a lo largo de varias décadas es profusa y diversa,

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permitiendo en muchos casos, llevar a cabo inferencias sólidas

y comparaciones válidas. En el caso de Colima sin embargo,

los estudios de este tipo son en verdad escasos. Si bien los

últimos años dependencias con escasos recursos como la

Dirección de Culturas Populares ha realizado algunas valiosas

investigaciones y aportes, el hecho de que la tradición

indígena mesoamericana enfrenta, particularmente en Colima,

una acelerada destrucción a partir de la fuerza con la cual han

irrumpido pautas culturales acordes a estos tiempos de

globalización, hace imperativa la enorme necesidad que existe

de realizar trabajos de rescate etnográfico de aquellas

persistencias culturales que difícilmente sobrevivirán una

nueva generación.

………………………………….

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1. Cimiento 1, sitio Chanal

M. Planta y alzadas.

2. Cimiento 4, sitio Chanal

M. Planta y alzadas.

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3. Cimiento 5, sitio Chanal

M. Planta y alzadas.

4. Cimiento 8, sitio Chanal M. Planta y alzadas.

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5. Cimiento 9, sitio Chanal

M. Planta y alzadas.

6. Estructuras 1 y 2, sitio Chanal M. Planta y

alzadas.

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7. Colegio Inglés.

Estructura 1. Planta y cortes de exploración.

8. El Cortijo II. Unidad 2. Planta general.

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9. Lomas Verdes. Unidades 8, 9 y 10.

Planta general.

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10. Vista del cimiento 8 del sitio Chanal M., desde

su esquina sureste.

11. Vista de las hiladas

que componen el simiento 6, sitio Chanal M, visto

desde el sur.