1761 - Clemente XIII - Encíclica En el campo del Señor IN DOMINICO AGRO

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  Encíclica en el campo del Señor (In Dominico agro) CLEMENTE PAPA XIII A NUESTROS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS Y OBISPOS: Venerables hermanos, salud y bendición apostólica. 1 EN el campo del Señor, cuyo cultivo está á nuestro cargo por disposición de la Divina Providencia, ninguna cosa requiere cuidado tan exquisito y trabajo tan continuado como la defensa de la buena semilla en él sembrada, esto es, de la Doctrina católica, enseñada por Jesucristo y por los Apóstoles, y á Nos confiada; no sea que, si se abandona por culpable negligencia ó por cobarde desidia, mientras duermen (Mt 13,25 ) los obreros, siembre zizaña en medio del trigo el enemigo del humano linaje; de donde resulte que, en la época de la recolección, en vez de grano para guardarlo en las paneras, se halle maleza, que sólo sirve para arrojarla al fuego. Y á defender la fe (Jud 3), enseñada primeramente á los Santos, nos exhorta con energía San Pablo, quien escribe á Timoteo (Cf 2Tm 3,1) que guarde el rico depósito, porque (2Tm 1,14) sobrevendrán tiempos peligros os, en que se levantarán en la Iglesia de Dios ( 2Tm 1,13) hombres perversos é impostores, por medio de los cuales el astuto tentador se esforzará en corromper las almas incautas con errores contrarios á la verdad del Evangelio. 2 Y si, como sucede con frecuencia, se vertiesen en la Iglesia de Dios ciertas doctrinas depravadas, que, aunque opuestas entre sí abiertamente, están, sin embargo, acordes para denigrar de cualquiera modo la pureza de la,fe católica, es muy difícil en tal caso dirigir los tiros de nuestra argumentación contra uno y otro enemigo con prudencia tal, que se vea claramente, no que volvemos la espalda á ninguno de ellos, sino que rechazamos y reprobamos por iguala entrambos enemigos de Jesucristo. Y, á veces, se presenta de tal suerte el error, que fácilmente se encubre la falsedad diabólica con mentiras disfrazadas bajo cierta apariencia de verdad, corrompiéndose el sentido de los testimonios con alguna pequeña adición ó variación, y á las palabras que obraban la salud, por alteraciones á veces ingeniosas, se las hace producir la muerte. 3 Por esta razón debe apartarse á los fieles, singularmente á los que son de entendimiento rudo y sencillo, de tales caminos peligrosos y resbaladizos, por los cuales apenas podrán estar en pie ó andar sin caer; ni deben ser guiadas las ovejas á los pastos por sendas desconocidas, ni proponérseles tampoco ciertas opiniones particulares, aunque sean de doctores católicos; sino que se les ha de enseñar la nota certísima de la verdad católica, esto es, la catolicidad, la antigüedad y la unidad de la doctrina. No pudiendo, además, el pueblo (Cf Ex 19,12) subir al monte adonde desciende la gloria del Señor, pues el que traspase los límites para verle perecerá, deberán los doctores señalar al pueblo los límites dentro de sus facultades, para que sus conversaciones no anden errando fuera de lo que es necesario ó sumamente útil á la salvación, y los fieles sean obedientes al dicho del Apóstol (Rom 12,3): Que no intentéis saber más de lo que se debe saber, sino que habéis de saber con moderación. 4 Estando bien persuadidos de esto los Romanos Pontífices, nuestros predecesores, pusieron todo su cuidado, no sólo en cortar con la espada del anatema las raíces venenosas de renacientes errores, sino también en impedir el curso á ciertas opiniones que subrepticiamente venían introduciéndose, las cuales, ó por su exageración impedirían en el pueblo cristiano frutos riquísimos de la fe, ó por su proximidad á error podrían perjudicar á las almas de los fieles. Por tanto, después de haber condenado el Concilio de Treñto las herejías que en aquel siglo habían intentado obscurecer la luz de la Iglesia, y de haber puesto mucho más evidente la verdad católica, habiéndose como desvanecido las tinieblas del error; considerando los mismos Predecesores nuestros que aquella sagrada Asamblea de toda la Iglesia había procedido con tan prudente criterio y con tal moderación, que se abstuvo de reprobar las opiniones apoyadas en autoridades de doctores eclesiásticos, determinaron se escribiese otra obra, según la mente del mismo Santo Concilio, que comprendiese toda la doctrina, según la cual habrían de instruirse los fieles, y que estuviese completamente exenta de todo error, cuyo libro publicaron con el nombre de Catecismo Romano, siendo por esto muy dignos de alabanza por dos razones. Porque, por una parte, encerraron en él la doctrina común en la Iglesia y libre de todo peligro de error; y por otra, porque la expusieron con palabras muy claras, para que fuese enseñada públicamente al pueblo, siguiendo de este modo el precepto de Cristo, nuestro Señor, que mandó á sus Apóstoles (Cf. Mt 10,27) dijeran á la luz del día lo que Él les había dicho de noche, y que lo que se les había dicho al oído, lo predicasen desde los terrados; y conformándose con su Esposa, la Iglesia, de quien son estas palabras (Ct 1,6): Dime dónde pasas la siesta al medio día; porque, en donde no fuere medio día y no hubiese una luz tan clara que manifiestamente se conozca la  Página 1 de 3 CATECISMO ROMANO 10/08/2010 http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/bhb.htm

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Encíclica en el campo del Señor (In Dominico agro)

CLEMENTE PAP A XII I

A NUESTROS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS Y OBISPOS:

Venerables hermanos, salud y bendición apostólica.

1 EN el campo del Señor, cuyo cultivo está á nuestro cargo por disposición de la Divina Providencia, ningunacosa requiere cuidado tan exquisito y trabajo tan continuado como la defensa de la buena semilla en élsembrada, esto es, de la Doctrina católica, enseñada por Jesucristo y por los Apóstoles, y á Nos confiada;no sea que, si se abandona por culpable negligencia ó por cobarde desidia, mientras duermen (Mt 13,25

 

)los obreros, siembre zizaña en medio del trigo el enemigo del humano linaje; de donde resulte que, en laépoca de la recolección, en vez de grano para guardarlo en las paneras, se halle maleza, que sólo sirvepara arrojarla al fuego. Y á defender la fe (Jud 3), enseñada primeramente á los Santos, nos exhorta conenergía San Pablo, quien escribe á Timoteo (Cf 2Tm 3,1) que guarde el rico depósito, porque (2Tm 1,14)sobrevendrán tiempos peligrosos, en que se levantarán en la Iglesia de Dios (2Tm 1,13) hombresperversos é impostores, por medio de los cuales el astuto tentador se esforzará en corromper las almas

incautas con errores contrarios á la verdad del Evangelio.2 Y si, como sucede con frecuencia, se vertiesen en la Iglesia de Dios ciertas doctrinas depravadas, que,aunque opuestas entre sí abiertamente, están, sin embargo, acordes para denigrar de cualquiera modo lapureza de la,fe católica, es muy difícil en tal caso dirigir los tiros de nuestra argumentación contra uno yotro enemigo con prudencia tal, que se vea claramente, no que volvemos la espalda á ninguno de ellos,sino que rechazamos y reprobamos por iguala entrambos enemigos de Jesucristo. Y, á veces, se presentade tal suerte el error, que fácilmente se encubre la falsedad diabólica con mentiras disfrazadas bajo ciertaapariencia de verdad, corrompiéndose el sentido de los testimonios con alguna pequeña adición óvariación, y á las palabras que obraban la salud, por alteraciones á veces ingeniosas, se las hace producirla muerte.

Por esta razón debe apartarse á los fieles, singularmente á los que son de entendimiento rudo y sencillo,de tales caminos peligrosos y resbaladizos, por los cuales apenas podrán estar en pie ó andar sin caer; nideben ser guiadas las ovejas á los pastos por sendas desconocidas, ni proponérseles tampoco ciertasopiniones particulares, aunque sean de doctores católicos; sino que se les ha de enseñar la nota certísimade la verdad católica, esto es, la catolicidad, la antigüedad y la unidad de la doctrina. No pudiendo,además, el pueblo (Cf Ex 19,12) subir al monte adonde desciende la gloria del Señor, pues el que traspaselos límites para verle perecerá, deberán los doctores señalar al pueblo los límites dentro de sus facultades,para que sus conversaciones no anden errando fuera de lo que es necesario ó sumamente útil á lasalvación, y los fieles sean obedientes al dicho del Apóstol (Rom 12,3): Que no intentéis saber más de loque se debe saber, sino que habéis de saber con moderación.

4 Estando bien persuadidos de esto los Romanos Pontífices, nuestros predecesores, pusieron todo su

cuidado, no sólo en cortar con la espada del anatema las raíces venenosas de renacientes errores, sinotambién en impedir el curso á ciertas opiniones que subrepticiamente venían introduciéndose, las cuales, ópor su exageración impedirían en el pueblo cristiano frutos riquísimos de la fe, ó por su proximidad á errorpodrían perjudicar á las almas de los fieles. Por tanto, después de haber condenado el Concilio de Treñtolas herejías que en aquel siglo habían intentado obscurecer la luz de la Iglesia, y de haber puesto muchomás evidente la verdad católica, habiéndose como desvanecido las tinieblas del error; considerando losmismos Predecesores nuestros que aquella sagrada Asamblea de toda la Iglesia había procedido con tanprudente criterio y con tal moderación, que se abstuvo de reprobar las opiniones apoyadas en autoridadesde doctores eclesiásticos, determinaron se escribiese otra obra, según la mente del mismo Santo Concilio,que comprendiese toda la doctrina, según la cual habrían de instruirse los fieles, y que estuviesecompletamente exenta de todo error, cuyo libro publicaron con el nombre de Catecismo Romano, siendopor esto muy dignos de alabanza por dos razones. Porque, por una parte, encerraron en él la doctrinacomún en la Iglesia y libre de todo peligro de error; y por otra, porque la expusieron con palabras muyclaras, para que fuese enseñada públicamente al pueblo, siguiendo de este modo el precepto de Cristo,

nuestro Señor, que mandó á sus Apóstoles (Cf. Mt 10,27) dijeran á la luz del día lo que Él les había dichode noche, y que lo que se les había dicho al oído, lo predicasen desde los terrados; y conformándose consu Esposa, la Iglesia, de quien son estas palabras (Ct 1,6): Dime dónde pasas la siesta al medio día;porque, en donde no fuere medio día y no hubiese una luz tan clara que manifiestamente se conozca la

 

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verdad, con facilidad se admite por ella la mentira por su semejanza con aquélla, puesto que en laobscuridad difícilmente se distingue de la verdad. Sabían perfectamente que antes hubo y que despuéshabría quienes atraerían á las ovejas, prometiéndoles pastos más abundantes de sabiduría y de ciencia,adonde muchas acudirían, porque (Pr 9,17) las aguas hurtadas (ó deleites prohibidos) son más dulces, yel pan tomado d escondidas es más sabroso. Con el fin, pues, de que la Iglesia no estuviese incierta,andando engañada tras de los rebaños de sus compañeros, los cuales también andaban errantes, por noestar apoyados en principio alguno cierto de verdad, (2Tm 3,7) estando siempre aprendiendo, sin arribaramás al conocimiento de la verdad; por esta razón dispusieron que se enseñase al pueblo cristiano

solamente las cosas necesarias y sumamente útiles para salvarse, las cuales se hallan expuestas clara ysencillamente en el Catecismo Romano.

5 Pero este libro, compuesto con no pequeño trabajo y celo, aprobado por general asentimiento y recibidocon los mayores encomios, ha sido en los tiempos presentes poco menos que arrebatado de las manos delos párrocos por el amor á la novedad, enamorándose de diversos Catecismos, que de ningún modopueden compararse con el Romano; de donde se originaron dos males: el uno, haber casi desaparecido launiformidad en el modo de enseñar, produciéndose cierto escándalo en las almas sencillas, que sefiguraban no estar ya en (Jn 11,1) la tierra de un solo lenguaje y de unos mismos pensamientos; y el otro,haber nacido contiendas de los diversos y varios métodos de enseñar la verdad católica; y de laemulación, al andar diciendo uno que (1Tm 3,15) seguía á Apolo, otro á Cefas y otro á Pablo, nacíandivisiones en el juicio y grandes discordias; y no creemos pueda haber nada más pernicioso que estasacres disensiones para disminuir la gloria de Dios, ni más perjudicial para destruir los frutos que los fielesdeben sacar de la Doctrina cristiana. Por consiguiente , para poner término á estos dos males de la Iglesia,consideramos necesario volver á la misma enseñanza, de donde' hacía tiempo habían apartado al pueblocristiano, unos con muy poco sano juicio, y otros llevados de soberbia, juzgándose los más sabios de laIglesia; y resolvimos recomendar de nuevo este mismo Catecismo Romano á los pastores de las almas,para que, del mismo modo con que antiguamente fue confirmada la fe católica, y fortalecidas las almas delos fieles con la doctrina de la Iglesia, que (3) es columna de la verdad, por ese mismo modo las apartenahora también, todo lo posible, de las opiniones nuevas, que no tienen á su favor ni el comúnasentimiento ni la antigüedad. Y para que este libro se pudiera adquirir más fácilmente y resultase mejorcorregido de los errores que se habían introducido por defecto de los'editores, hemos procurado sepublique de nuevo en Roma, con el mayor cuidado, según el ejemplar que publicó nuestro predecesor SanPío V, por decreto del Concilio Tridentino; el cual, traducido en lengua vulgar, y publicado por orden delmismo San Pío V, en breve saldrá otra vez á luz, impreso igualmente por nuestro mandato.

Y es cargo Nuestro, venerables Hermanos, procurar que sea recibida por los fieles esta obra, que entiempos tan trabajosos para la república cristiana os ofrece nuestro cuidado y diligencia, como remediomuy oportuno para librarse de los engaños de las malas opiniones, y para propagar y afirmar la verdaderay sana doctrina. En virtud de lo cual, este libro, que los Romanos Pontífices quisieron proponer á losPárrocos como norma de la fe católica y de la enseñanza cristiana, para que se manifestase unánime elconsentimiento hasta en el modo de enseñar la doctrina, os le recomendamos ahora muy especialmente,venerables Hermanos, y os exhortamos en el Señor con no menor encarecimiento que mandéis á todos losque tienen la cura de almas se rijan por él para instruir á los pueblos en la verdad católica, con lo cual seconseguirá restablecer así la unidad de la enseñanza, como la caridad y concordia de los espíritus. Pues esvuestro deber mirar por la pureza en todas las cosas que están verdaderamente á cargo del Obispo; elcual, por esto mismo, debe procurar con mayor cuidado en que nadie, procediendo con soberbia por causade sus honores, promueva cismas, rompiendo los lazos de la unidad.

7 Ningún fruto provechoso, sin embargo, ó muy pequeño, será el que den estos libros, si los que han deexponerlos y explicarlos á los fieles son poco idóneos para la enseñanza. Y así importa muchísimo queelijáis para este ca,rgo de enseñar al pueblo la Doctrina cristiana personas, no solamente dotadas deconocimientos en las ciencias eclesiásticas, sino mucho más que se distingan por su humildad, por supráctica en la santificación de las almas y por su caridad. Porque el mérito de la enseñanza cristiana noestá en la afluencia de palabras , no en la habilidad para discutir, ni en el deseo de alabanza y gloria, sinoen la humildad verdadera y afectuosa. Pues hay quienes se distinguen por sus grandes conocimientos,pero que desdeñan el trato con los demás, y, cuanto más saben, tanto más les disgusta la virtud de laconcordia, á los cuales advierte la misma Sabiduría por medio del Evangelista (Mc 9,49): Tened envosotros sal de sabiduría y prudencia] y guardad la paz entre vosotros; porque de modo tal se debe tenerla sal de la sabiduría, que se conserve con ella el amor al prójimo y desaparezcan nuestros defectos. Y side la aplicación á la ciencia y del celo por el bien del prójimo se entregan luego á las discordias, tienen salsin paz, lo cual no es efecto de virtud, sino señal de reprobación; y cuanto más saben, tanto más

delinquen; á los cuales condena la sentencia del apóstol Santiago por estas palabras (Jc 3,14): Mas sitenéis un celo amargo, y reina en vuestros corazones el espíritu de discordia, no hay para qué gloriaros ylevantar mentiras contra la verdad • porque no es ésta la sabiduría que desciende de arriba, sino más bienuna sabiduría terrena, animal y diabólica; porque donde hay tal celo y espíritu de discordia, allí reina eldesorden y todo género de malas obras; por el contrario, la sabiduría que desciende de arriba, además de

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ser honesta, es también pacífica, modesta, dócil, inclinada á todo lo bueno, muy misericordiosa yabundante en excelentes frutos de buenas obras, que no se mete á juzgar, ni es hipócrita.

8 Y en tanto que á Dios rogamos con espíritu humilde y contrito derrame en abundancia sobre los esfuerzosde nuestro celo é ingenio su bondad y misericordia, para que la discordia no perturbe al pueblo cristiano, ypara que, en unión de paz y caridad de espíritu, tengamos todos una misma aspiración, alabando yglorificando todos solamente á Dios y á Jesucristo, Señor nuestro, (Rm 16,16) os saludamos, venerables

Hermanos, con el ósculo santo; y á todos vosotros, é igualmente á los fieles todos de vuestras Iglesias, osdamos muy tiernamente la bendición apostólica.

Dado en nuestro Palacio Pontificio de Castel Gandolfo, día 14 de Junio de 1761, año tercero de nuestroPontificado.

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