15.- Kershaw Ian - La Dictadura Nazi

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Historia y cultura Dirigida por: Luis Alberto Romero

Transcript of 15.- Kershaw Ian - La Dictadura Nazi

  • Historia

    y

    cultura

    Dirigida por:

    Luis Alberto Romero

  • LA DICTADURA

    NAZI

    Problemas y perspectivas

    de interpretacin

    por

    Ian Kershaw

  • m _______ Siglo veintiuno editores Argentina s. a. TUCUMN 1621 7 N (C1050AAG), BUENOS AIRES, REPBLICA ARGENTINA

    Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN, 04310, MXICO, D. F.

    ndice

    940.53 Kershaw, Ian

    CDD La dictadura nazi: problemas y perspectivas de interpretacin.

    - Io ed. - Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2004.

    440 p.; 21x14 cm. - (Historia y cultura ; 9)

    Traduccin de: Julio Sierra

    ISBN 987-1105-78-9

    1. Nazismo-Historia I. Ttulo

    The Nazi Dictatorship - Fourth edition was originally published in English

    in 2000 by Edward Arnold Publishers Limited (first edition, 1985) "

    Portada: Peter Tjebbes

    2004, Ian Kershaw

    2004, Siglo XXI Editores Argentina S. A.

    ISBN 987-1105-78-9

    Impreso en Artes Grficas Delsur

    Alte. Solier 2450, Avellaneda,

    en el mes de agosto de 2004

    Hecho el depsito que marca la ley 11.723

    Impreso en Argentina - Made in Argentina

    Prefacio a la cuarta edicin 9

    Abreviaturas 13

    1. Los historiadores y el problema de explicar el nazismo 15

    2. La esencia del nazismo: una forma de fascismo,

    un tipo de totalitarismo o un fenmeno nico? 39

    3. Poltica y economa en el estado nazi 73

    4. Hitler: "amo del Tercer Reich" o "dictador dbil"? 101

    5. Hitler y el Holocausto 131

    6. Poltica exterior nazi: "un programa" o "una expansin

    sin sentido" de Hitler? 181

    7. El Tercer Reich: "reaccin social" o "revolucin social"? 217

    8. "Resistencia sin el pueblo"? 245

    9. "Normalidad" y genocidio: el problema de la "historizacin" 287

    10. Cambios de perspectivas: tendencias historiogrficas

    en el perodo posterior a la unificacin 309

    Notas 349

    Lecturas recomendadas 427

  • Prefacio a la cuarta edicin

    Siempre imagino que los historiadores escriben libros sobre

    complejos asuntos, en primer lugar, para resolver problemas para

    s mismos; es una suerte que los dems se interesen en sus medi-

    taciones. Ciertamente, ha sido una fuente de persistente placer pa-

    ra m que este libro haya demostrado ser til para aquellos que

    buscan una gua en las miradas de intentos por parte de los estu-

    diosos, a lo largo de ms de medio siglo, de abordar algunos de los

    ms difciles e importantes temas de comprensin histrica.

    Cuando comenc a trabajar sobre la era nazi a fines de los aos

    setenta, de inmediato me interes en estos temas y tuve acceso a las

    amargas disputas, sobre todo entre los historiadores de Alema-

    nia occidental, en una conferencia internacional a la que asist

    en 1979. Mi experiencia en esa conferencia me proporcion el

    estmulo para escribir este libro (que fue redactado en su for-

    ma original a principios de los aos ochenta). El nudo central del

    libro, tal como sigue sindolo ahora, es, en este sentido, una pice

    d'occasion: una evaluacin del punto alcanzado por la investigacin

    histrica acerca del Tercer Reich en aquel momento. Algunos de

    los debates que analic ya no resultan tan decisivos como parecan

    entonces: las investigaciones continan, las condiciones externas

    cambian, aparecen nuevos problemas y los viejos pierden su inten-

    sidad. Todo esto es normal en los estudios histricos. Menos nor-

    mal es la velocidad del cambio y decididamente anormal es el mo-

    do como los escritos sobre temas histricos han sido acompaados

    y afectados por la conciencia pblica acerca del legado del pasa-

    do. La historiografa sobre el Tercer Reich ha seguido reflejando

    las dimensiones morales y polticas de ese trabajo (as como las di-

    visiones tericas acerca del mtodo y del enfoque), que seal en

    el primer captulo. La "Hisorikerstreit" (disputa de historiadores)

    de los aos ochenta y el "debate Goldhagen" de la dcada siguien-

  • 1

    0

    IAN KERSHAW PREFACIO A LA CUARTA EDICIN

    1

    1

    te son tal vez las ms espectaculares ilustraciones de esto. Pero ms

    all de las controversias pblicas, la investigacin misma ha segui-

    do avanzando como el torrente de un ro desbordado ms que co-

    mo los suaves remolinos de una lenta corriente de agua. Es difcil,

    incluso para los especialistas, mantenerse al da con todo lo que

    est ocurriendo. Pero, tal vez, por lo menos el intento justifica una

    nueva edicin de este libro.

    He tratado de actualizar el texto donde ha sido necesario, y

    he ajustado las notas y la gua de lecturas recomendadas. De todos

    los temas de los que me he ocupado, ninguno ha sido objeto de

    tan intensas investigaciones ni ha producido tan rpidamente

    cambiantes interpretaciones como el captulo sobre "Hitler y el

    Holocausto". Ya haba vuelto a escribir partes de l para la terce-

    ra edicin y he considerado ahora necesario, a la luz de importan-

    tes publicaciones recientes, reescribir diversas secciones para esta

    edicin. El captulo final estaba compuesto, para la edicin ante-

    rior, por varias secciones especulativas acerca de cmo la historio-

    grafa podra cambiar despus de la unificacin. Cuando volv a

    mirar ese captulo, record las razones por las que me va mejor

    atenindome a la historia que especulando acerca de tendencias

    futuras. Esta parte del libro tambin tuvo, necesariamente, que ser

    reescrita en gran parte para poder incluir el "fenmeno Goldhagen"

    y tambin para volver a considerar las cambiantes tendencias en las

    investigaciones acerca del Tercer Reich a medida que, con el paso

    de las generaciones, Hider y su rgimen pasan a la historia (dejan-

    do la conciencia histrica de una generacin que, afortunadamen-

    te, nunca experiment el nazismo, aparentemente tan lastimada

    como las anteriores por su legado moral).

    Debo agradecer profundamente, ahora como antes, a amigos

    y colegas en varios pases, pero sobre todo en Alemania y en Gran

    Bretaa. Los trabajos de todos ellos sobre un rgimen que de ma-

    nera tan fundamental y tan negativa marc el siglo que se acerca

    a su fin constituyeron un gran estmulo para m. Seleccionar algu-

    no de ellos resulta, tal vez, odioso, pero me gustara, de todos mo-

    dos, agradecer particularmente a Hans Mommsen por las ilimita-

    das discusiones, consejos y aliento (aun cuando no estuvimos de

    acuerdo) a lo largo de muchos aos. Tambin le estoy especial-

    mente agradecido a la Alexander von Humboldt-Stiftung por su

    infatigable apoyo. Por ltimo, me alegra tener la oportunidad de

    expresar mi agradecimiento, como editor a la vez que como ami-

    go, a Christopher Wheeler por su continuado inters en este li-

    bro. Ni su aliento ni su poder de persuasin han disminuido con

    el paso del tiempo.

    IAN KERSHAW

    Sheffield/Manchester, septiembre de 1999

  • Abreviaturas

    AfS Archiv fr Sozialgeschichte

    AHR American Historical Review

    APZ Aus Politik und Zeitgeschichte (Beilage zur Wochenzeitung 'das

    Parlament')

    BAK Bundesarchiv, Koblenz

    CEH Central European History

    EcHR Economic History Review

    GG Geschichte und Gesellschaft

    GWU Geschichte in Wissenschafi and Unterricht

    HWJ History Workshop Journal

    HZ Historische Zeitschrift

    IMT International Military Tribunal (Trial of the Major War

    Criminis [Nuremberg, 1949], 42 vols.)

    JCH Journal of Contemporary History

    JMH Journal of Modern History

    MGM Militargeschichtliche Mitteilungen

    NPL Neue Politische Literatur

    PVS Politische Vierteljahresschrift

    VfZ Vierteljahrshefte fr Zeitgeschichte

  • 1. Los historiadores y el problema

    de explicar el nazismo

    Ms de medio siglo despus de la destruccin del Tercer

    Reich, los principales historiadores estn lejos de ponerse de

    acuerdo sobre algunos de los problemas ms fundamentales de la

    interpretacin y explicacin del nazismo. Por supuesto, se han he-

    cho grandes progresos a partir de los textos sobre temas histri-

    cos de la era de la inmediata posguerra, cuando los historiadores

    trataban de escribir "la historia contempornea" aun antes de que

    el polvo hubiera comenzado a asentarse sobre las ruinas de la Eu-

    ropa de Hitler, en un clima definido por las horribles revelacio-

    nes de los juicios de Nuremberg y el desenmascaramiento total de

    la bestialidad del rgimen. En semejante clima, no debe sorpren-

    der que las recriminaciones del bando aliado y la tendencia a la

    disculpa del lado alemn fueran los aspectos principales en los es-

    critos acerca del pasado inmediato. Una perspectiva ms extensa

    en el tiempo y una vasta produccin de eruditas investigaciones

    de alto nivel realizadas por una nueva generacin de historiado-

    res especialmente desde los aos sesenta en adelante, despus

    de la apertura de los registros alemanes incautados, que para ese

    momento ya haban regresado a Alemania introdujeron impor-

    tantes avances en el conocimiento de muchos aspectos esenciales

    del gobierno nazi. Pero en cuanto las detalladas y eruditas mono-

    grafas son colocadas en el contexto de las amplsimas cuestiones

    interpretativas acerca del nazismo, los lmites del consenso se al-

    canzan con rapidez. Una sntesis de interpretaciones polarizadas,

    con frecuencia defendidas y justificadas, no aparece en el horizon-

    te. El debate contina firme, llevado adelante con gran vigor y tam-

    bin, frecuentemente, con un rencor que va ms all de los lmites

    de la controversia histrica convencional. Esto fue muy vividamen-

    te ilustrado con la explosin de sentimientos que acompa a la

    "Historikerstreit" (o "disputa de historiadores"), una importante con-

  • 16 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 17

    troversia pblica acerca del lugar que ocupa el Tercer Reich en la

    historia alemana, que involucr a los principales historiadores ger-

    manos y que se encendi en 1986.

    Por supuesto, el debate y la controversia constituyen la esen-

    cia misma de los estudios histricos; son el prerrequisito para el

    progreso en la investigacin histrica. Sin embargo, el nazismo

    plantea interrogantes de interpretacin histrica que, o bien tie-

    nen un sabor particular, o bien destacan de una manera muy mar-

    cada temas ms amplios de la explicacin histrica. Las caracters-

    ticas particulares de los desacuerdos fundamentales entre los

    historiadores acerca de la interpretacin del nazismo se encua-

    dran, en mi opinin, dentro de la inevitable fusin de tres dimen-

    siones: una dimensin histrico-filosfica, una dimensin polti-

    co-ideolgica y una dimensin moral. Estas tres dimensiones son

    inseparables tanto del tema propio del historiador como de lo que

    el historiador o la historiadora entienden es su papel y su tarea en

    la actualidad, al estudiar el nazismo y escribir sobre l. Estas carac-

    tersticas especiales, como yo podra adems argumentar, estn

    condicionadas por un elemento central en la conciencia poltica

    de ambos estados alemanes de la posguerra, que a la vez es un re-

    flejo de l: dominar el pasado nazi, Vergangenheitsbewltigung, ha-

    brselas con la historia reciente de Alemania y aprender de ella.

    Los abordajes radicalmente diferentes del pasado nazi en la

    Alemania oriental y la Alemania occidental confieren, sin duda,

    un tono especial a los escritos sobre temas histricos acerca del na-

    zismo, en la medida en que los dos estados alemanes con filoso-

    fas polticas totalmente contrastantes se enfrentaban uno al otro.

    Pero dado que el problema de enfrentar el pasado ha sido abor-

    dado de una manera menos lineal en la Repblica Federal de lo

    que fue en la Repblica Democrtica Alemana, las controversias

    acerca de cmo interpretar el nazismo han sido sobre todo contro-

    versias germano-occidentales. Esto, por supuesto, no significa de

    ninguna manera subestimar la importante, y con frecuencia inno-

    vadora, contribucin hecha a la historia alemana por historiadores

    no alemanes. No pocas veces, en realidad, esa misma distancia (con

    la correspondiente perspectiva diferente) de los historiadores ex-

    tranjeros respecto tanto del peso de "dominar el pasado" como de

    las corrientes intelectuales de la sociedad de Alemania occidental

    ha sido la que ha proporcionado el trampoln para nuevos impul-

    sos y nuevos mtodos. La importante marca dejada por la erudi-

    cin internacional se ver con toda claridad en los prximos cap-

    tulos. De todas maneras, es un punto de vista bsico de este libro

    que los contornos de los debates han sido por lo general estable-

    cidos por historiadores alemanes, en especial los de la Repblica

    Federal, y han sido moldeados en gran medida por la visin que

    los historiadores alemanes occidentales han tenido de su propia

    tarea al ayudar a dar forma a la "conciencia poltica" y con ello, a

    superar el pasado.

    Se ha dicho de la Repblica Federal que, mucho ms que Is-

    rael o Vietnam del Sur, es un "estado nacido de la historia contem-

    pornea, un producto de la catstrofe para superar la catstrofe".1

    En esta sociedad, los historiadores del pasado reciente claramente

    juegan un papel poltico mucho ms desembozado que, por ejem-

    plo, en Gran Bretaa. No es ir demasiado lejos decir que con la in-

    termediacin de sus interpretaciones del pasado reciente los his-

    toriadores son vistos y se ven a s mismos, de alguna manera, como

    los guardianes o crticos del presente. La inseparabilidad de la in-

    vestigacin histrica acerca del nazismo respecto de la "educacin

    poltica" contribuye en parte al sentimiento latente de algunos his-

    toriadores en el sentido de que, sobre todo en lo que se refiere a

    la comprensin profunda de la esencia del sistema nazi, la claridad

    es un deber. Este sentimiento fue expresado por el entonces can-

    ciller de la Repblica Federal, Helmut Schmidt, cuando se dirigi

    a la Conferencia Anual de Historiadores Alemanes en 1978 y se

    quej de que un exceso de teora haba producido para muchos

    alemanes actuales una imagen del nazismo a la que todava le fal-

    taba "un claro contorno".2 El mismo argumento marc el tono

    una mezcla de enojo y tristeza de algunos historiadores, cuya

    interpretacin domin los aos cincuenta y sesenta, al reaccionar

    a un desafo "revisionista" para establecer una ortodoxia que llega

    a someter a un cuestionamiento radical "descubrimientos eruditos

    que han sido considerados ciertos y hasta indiscutibles".3

    La conexin entre la cambiante perspectiva de la investiga-

    cin histrica y la formacin de la conciencia poltica del momen-

  • 9 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 19

    to es reconocida como algo obvio, tanto por los "tradicionalistas"

    como por los "revisionistas".4 Como la "HistorikerstreiF lo demos-

    tr claramente, las interpretaciones contradictorias del nazismo

    son parte de una permanente reconsideracin de la identidad po-

    ltica y del futuro poltico de Alemania. Los historiadores contem-

    porneos y su trabajo son propiedad pblica. Esto da forma al

    marco de referencia e influye en la naturaleza de las controversias

    sobre asuntos histricos que vamos a evaluar.

    La literatura sobre el nazismo es tan vasta que incluso los ex-

    pertos tienen dificultades para abordarla. Y resulta claro que los es-

    tudiantes que se especializan en historia alemana contempornea

    con frecuencia no pueden asimilar la compleja historiografa del

    nazismo, ni seguir las controversias sobre interpretaciones desarro-

    lladas en su mayor parte en las pginas de las publicaciones o

    monografas eruditas alemanas. Mi libro fue escrito con esto en

    mente. No ofrece una descripcin del desarrollo de la historiogra-

    fa, ni una historia de la historia del nazismo, por decirlo de algn

    modo.5 Se trata, ms bien, de un intento de analizar la naturaleza

    de numerosos problemas centrales de interpretacin, relacionados

    especficamente con el perodo mismo de la dictadura, con los que

    se enfrentan los historiadores actuales de la Alemania nazi.6

    La estructura del libro est en gran medida prefigurada por

    los temas interrelacionados y entrelazados que dan consistencia a

    la base de las controversias. El siguiente captulo trata de analizar

    las muy diversas y firmemente opuestas interpretaciones de la na-

    turaleza del nazismo: si puede ser satisfactoriamente considerado

    una forma de fascismo o un estilo de totalitarismo, o como un pro-

    ducto nico de la historia reciente de Alemania, un fenmeno po-

    ltico "nico en su especie". Directamente relacionada con el de-

    bate sobre fascismo est la acalorada controversia sobre nazismo

    y capitalismo, en particular acerca del papel de la industria alema-

    na, que constituye el tema del captulo siguiente. Un tema clave

    que surgi fue el de cmo interpretar la posicin, el papel y el sig-

    nificado de Hitler mismo en el sistema nazi de gobierno, un com-

    plejo problema explorado ms adelante en tres captulos separa-

    dos sobre la estructura de poder del Tercer Reich y la preparacin

    de la poltica exterior y de la poltica antisemita. El foco de aten-

    cin fue luego trasladado desde el gobierno del Tercer Reich a la

    sociedad bajo el gobierno nazi, tratando de examinar hasta dn-

    de el nazismo alter, y hasta revolucion, a la sociedad alemana,

    y de evaluar el complejo tema de la resistencia alemana a Hitler.

    A esto le sigue un anlisis del importante debate que se desarro-

    ll acerca de la "historicizacin" del Tercer Reich, o sea, si a la era

    nazi se la puede tratar en todo sentido como cualquier otro pero-

    do del pasado, es decir, como "historia". Finalmente, trato de con-

    siderar algunas de las maneras en que las tendencias historiogr-

    ficas han cambiado (y siguen cambiando) desde la unificacin de

    Alemania. Dentro de cada captulo, pretendo sintetizar adecuada-

    mente las interpretaciones divergentes y el estado actual de la in-

    vestigacin, para luego ofrecer una evaluacin. No he considera-

    do que sea tarea ma tratar de colocarme como espectador y

    adoptar una posicin neutral al pasar revista a las controversias, lo

    cual, de todas maneras, sera imposible. Espero presentar las opi-

    niones que sintetizo lo ms adecuadamente posible, pero tambin

    voy a ser partcipe del debate, no "arbitro", por lo que dar mi po-

    sicin en cada caso.

    Los distintos enfoques respecto de la historia del Tercer Reich

    que se encuentran en este libro comparten un mismo objetivo:

    ofrecer una adecuada explicacin del nazismo. Explicar el pasado

    es la tarea de los historiadores, pero la intimidante naturaleza y la

    complejidad de esa tarea en el caso del nazismo se harn obvias

    en las pginas que siguen. En efecto, se podra decir que una ade-

    cuada explicacin del nazismo es una imposibilidad intelectual. El

    nazismo constituye un fenmeno que apenas si parece posible que

    sea sometido a un anlisis racional. Con un lder que hablaba en

    tono apocalptico de poder mundial o destruccin y con un rgi-

    men basado en una ideologa de odio racial totalmente repulsiva,

    uno de los pases ms avanzados cultural y econmicamente de

    Europa se prepar para la guerra y dio lugar a una conflagracin

    mundial que mat alrededor de 50 millones de personas y perpe-

    tr atrocidades cuya culminacin fue el asesinato masivo y meca-

    nizado de millones de judos, de una naturaleza y en una escala

    que desafa a la imaginacin. Frente a Auschwitz, la capacidad de

    explicacin del historiador resulta insignificante. Cmo es posi-

  • 10 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 21

    ble escribir adecuada y "objetivamente" acerca de un sistema de

    gobierno que gener un horror de semejante monumentalidad?

    De qu manera debe realizar su trabajo el historiador? Difcil-

    mente podra limitarse, en trminos neorrankeanos, a recoger de

    las fuentes el relato de "cmo fueron realmente las cosas". Ade-

    ms, puede acaso el historiador "comprender" (en la tradicin

    historicista) un rgimen tan criminal y a su tan inhumano lder?

    O es su tarea desnudar la maldad del nazismo para dar testimo-

    nio en el presente y una advertencia para el futuro? Si es as, de

    qu manera podra hacerlo? Acaso el historiador puede, o debe,

    esforzarse por lograr "distanciarse" de su tema, distancia considera-

    da habitualmente la esencia misma de la "objetividad" en los escritos

    sobre temas histricos? El solo hecho de plantear estas preguntas su-

    giere algunas de las razones por las que ninguna explicacin del na-

    zismo puede ser del todo intelectualmente satisfactoria. Sin embar-

    go, en ltima instancia, el mrito de cualquier enfoque interpretativo

    debe reposar en la medida en que podra ser visto como una contri-

    bucin a una interpretacin del nazismo potencialmente mejorada.

    El objetivo de este libro habr sido alcanzado si su evaluacin de

    las diferentes interpretaciones de la dictadura nazi sugiere cul de

    esos enfoques tiene un mejor potencial en relacin con los dems

    (o dicho de otra manera: es menos inadecuado que los dems), pa-

    ra brindar una explicacin del proceso de radicalizacin dinmi-

    ca en el Tercer Reich que condujo a la guerra y al genocidio en

    una escala incomparable.

    Antes de considerar las dimensiones histrico-filosficas, po-

    ltico-ideolgicas y morales que subyacen a las controversias que

    examinaremos, es necesario abordar un ltimo asunto preliminar.

    Se trata de un asunto bastante obvio, pero de todas maneras vale

    la pena repetirlo: las insuficiencias de las fuentes materiales. A pe-

    sar de la vastedad de los restos de archivo que han sobrevivido, la

    documentacin es fragmentaria en extremo y muchos de los se-

    rios problemas de interpretacin en parte estn relacionados con

    las fundamentales deficiencias en la naturaleza de las fuentes. Bue-

    na parte de la documentacin clave fue, por supuesto, deliberada-

    mente destruida por los nazis al aproximarse el final de la guerra, o

    se perdi en los bombardeos areos. Pero el problema se extiende

    ms all de la mera prdida fsica del material archivado. Llega

    hasta los enormes vacos en las fuentes documentales con respec-

    to a los puntos ms crticos y sensibles, que son, ellos mismos, un

    producto inevitable del modo en que el sistema de gobierno nazi

    funcionaba. En ninguna parte esos vacos son ms evidentes o ms

    frustrantes que en lo que tiene que ver con Hitler mismo y con su

    papel en el gobierno del Tercer Reich. As pues, la creciente de-

    sintegracin de cualquier maquinaria de gobierno formal centra-

    lizado en el Tercer Reich, junto con el estilo de gobierno extraor-

    dinariamente no burocrtico de Hider en el que las decisiones

    rara vez eran registradas, han dejado un enorme vaco en la do-

    cumentacin de la esfera central de toma de decisiones. Los in-

    mensos remanentes burocrticos del Tercer Reich se detienen,

    por lo tanto, antes de llegar a Hitler. Es difcil saber qu mate-

    rial del gobierno llegaba alguna vez a Hitler; ms difcil an re-

    sulta saber si lo lea o no y cul era su reaccin. Como dictador

    de Alemania, Hitler es para el historiador en gran medida inal-

    canzable, refugiado en el silencio de las fuentes. Por esta misma

    razn, los conflictos fundamentales de interpretacin acerca del

    lugar de Hitler en el sistema de gobierno nazi no pueden ser evi-

    tados ni definitivamente resueltos sobre la base de la documen-

    tacin disponible.

    Las falencias de las fuentes constituyen una parte relativamen-

    te menor del problema de interpretar el nazismo. Un papel ms

    significativo en la formacin del carcter de las controversias acer-

    ca de la dictadura nazi ha sido desempeado por las concepciones

    y los mtodos de anlisis histrico, con frecuencia contradicto-

    rios, de los historiadores al aplicarlos al estudio del nazismo.

    La dimensin histrico-filosfica

    Dos puntos se pueden sealar desde el comienzo. El primero

    es que las diferencias de enfoque y mtodo histricos, as como de

    filosofa de la historia, no son de ninguna manera exclusivas del

    estudio del nazismo, aunque los problemas involucrados en la in-

    terpretacin del nazismo hacen que estos temas de filosofa de la

  • 11 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 23

    historia se destaquen de una manera particularmente intensa. El

    segundo punto es que la profundidad y el rigor del debate sobre

    mtodo histrico provienen de la tradicin especficamente ale-

    mana de escritos sobre temas histricos y el desafo a esa tradicin,

    aplicada al terreno del Tercer Reich. Si bien los historiadores no

    alemanes con frecuencia han realizado importantes contribucio-

    nes, el debate sobre mtodo histrico es en gran medida y de ma-

    nera caracterstica un asunto alemn occidental. En lo que sigue,

    por lo tanto, es necesario que centremos nuestra atencin en el

    curso y la naturaleza de la historiografa alemana, y en las radical-

    mente opuestas opiniones acerca de la forma y el objetivo de los

    escritos sobre temas histricos propuestas por los principales his-

    toriadores de Alemania occidental.

    Los contornos de la historiografa alemana de la posguerra

    han sido delineados por una cantidad de factores especficos que

    distinguen a Alemania de los desarrollos historiogrficos de otros

    pases. Detrs de todo ese proceso, se halla la necesidad de llegar

    a una aceptacin del pasado nazi. Esto ha sido fundamental en la

    conformacin de la relacin particularmente estrecha en los es-

    tudios histricos alemanes de posguerra entre los problemas de

    interpretar el curso y carcter de la historia alemana reciente y las

    cuestiones de mayor alcance referidas al mtodo histrico y a la

    filosofa de la historia. En general, el desarrollo posterior a la gue-

    rra de los estudios histricos en Alemania occidental la Rep-

    blica Democrtica Alemana debe ser excluida de esta categoriza-

    cin puede ser dividido en cuatro fases: un perodo de

    continuado y parcialmente reacondicionado historicismo, que du-

    r hasta principios de los aos sesenta; una fase de transicin de

    esa transformacin, que se extendi hasta mediados de los seten-

    ta; una fase que continu hasta fines de los aos ochenta, a pe-

    sar de algunos rgidos desafos y ciertas tendencias regresivas,

    en la que nuevas formas de "historia social" con bases estructu-

    rales alineadas con las ciencias sociales y estrechamente interre-

    lacionadas con desarrollos paralelos en estudios internacionales

    se puede decir que ya estn establecidas; y una fase, cuyo desen-

    lace no est todava del todo a la vista, que comenz con los impor-

    tantes cambios de 1989-1990.7

    La tradicin historicista ejerci un dominio sobre la filosofa de

    la historia y las investigaciones histricas en Alemania despus

    de la poca de Ranke incomparablemente mayor que el de cual-

    quier filosofa de la historia en cualquier otro pas.8 Esta tradicin

    historicista se apoyaba en un concepto idealista en el sentido fi-

    losfico de la historia como desarrollo cultural, formado por las

    "ideas" de los hombres tal como se manifiestan a travs de sus accio-

    nes, a partir de las cuales sus intenciones, motivos y "autorreflexin"

    pueden ser deducidos. Los escritos sobre temas histricos se con-

    centraban en la tarea de tratar de explicar las acciones por la "com-

    prensin" intuitiva de las intenciones detrs de ellas. En la prctica,

    esto condujo a que se pusiera un fuerte acento en la singularidad

    de los hechos y los personajes histricos, en la abrumadora impor-

    tancia de la voluntad y la intencin en el proceso histrico y en el

    poder del estado como un fin en s mismo (y, en consecuencia, la

    elevacin del estado nacional prusiano-germnico).

    Para un profesional de la historia que se haba concentrado

    fuertemente en la naturaleza y el papel del estado como un factor

    "positivo" en la historia, fue sumamente chocante, despus de

    1945, tener que enfrentarse "no slo con la ruptura del estado...

    sino tambin con la ruptura de un estado agobiado por crmenes

    del estado de una magnitud inconcebible".9 Sin embargo, el co-

    lapso del Tercer Reich no produjo cambios fundamentales en la

    tradicin y el predominio historicista en los escritos sobre temas

    histricos. Como en 1918 y en 1933, la continuidad fue el sello dis-

    tintivo esencial. Los dos ms importantes historiadores de la Ale-

    mania de posguerra, Friedrich Meinecke y Gerhard Ritter, fueron

    criados y escribieron en la tradicin historicista, y sus ideas esta-

    ban profundamente insertadas en la tradicin idealista alemana

    de pensamiento histrico y poltico. Ninguno de los dos fue nazi.

    En realidad, ambos tuvieron sus roces con los nazis. Meinecke fue

    desplazado de su cargo como editor del Historische Zeitschrift en

    1935, y Ritter, como asociado de Cari Goerdeler, fue puesto en pri-

    sin en 1944 despus del atentado contra la vida de Hitler. El in-

    fluyente libro de Meinecke, Die deutsche Katastrophe, que apareci

    en 1946, y Europa und die deutscheFrage, el libro de Ritter que tenia

    un tono de disculpa ms intenso, publicado en 1948, constituan

  • 25

    24 IAN KERSHAW

    en su esencia intentos por justificar el idealismo alemn y la tradi-

    cin poltica nacional. Segn esa visin, el nazismo haba surgido

    de una suerte de excrecencia parasitaria subalterna, que se poda

    rastrear hasta las negativas fuerzas salidas a la luz por primera vez

    en la Revolucin francesa, y que haban coexistido junto al desa-

    rrollo del estado alemn, en general saludable y positivo. Si bien

    existieron seales amenazadoras a fines del siglo XIX, fue sobre to-

    do una desastrosa serie de acontecimientos desatados por la pri-

    mera guerra mundial la que provoc en toda Europa, y no slo en

    Alemania, la cada de los valores morales y religiosos, el predomi-

    nio del materialismo, el aumento de la barbarie y la corrupcin

    de la poltica como maquiavelismo y demagogia. El nazismo fue,

    por lo tanto, segn esa interpretacin, el terrible resultado de ten-

    dencias europeas, no especficamente alemanas, y constituy una

    decisiva ruptura con el "saludable" pasado alemn ms que un

    producto de l. Meinecke hablaba de "la historia de la degenera-

    cin de la humanidad alemana".10

    A Ritter le resultaba "casi inso-

    portable" pensar que "la voluntad de un solo loco" haba llevado

    a Alemania a la segunda guerra mundial.11

    El nazismo fue, por lo

    tanto, ms o menos un accidente en un desarrollo que por otra

    parte era loable. Y el desastre que sobrevino en Alemania poda,

    en gran parte, ser atribuido a Hitler, el "demonio". (Estos inten-

    tos defensivos de interpretar al nazismo como parte de una en-

    fermedad europea eran, por supuesto, la respuesta directa a la

    cruda interpretacin propuesta por los autores anglonorteameri-

    canos despus de la guerra; ellos consideraban que el nazismo s-

    lo poda ser visto como la culminacin de siglos de subdesarrollo

    cultural y poltico de Alemania, que poda rastrearse hasta Lutero

    y ms all todava.12

    )

    El comienzo de una rpida declinacin de la influencia del

    historicismo y una transformacin en el pensamiento acerca de la

    historia surgieron a partir de la "controversia Fischer", de princi-

    pios de la dcada de 1960. Sin dejar de usar mtodos totalmente

    tradicionales de investigacin, Fritz Fischer, en su Griffnach der

    Weltmacht, publicado en 1961, puso al descubierto los objetivos

    agresivos y de guerra expansionista de las lites alemanas en la pri-

    mera guerra mundial, y con ellos derrib el argumento de que un

    desarrollo bsicamente saludable hasta un cierto momento "se ha-

    ba descarrilado" despus de la guerra. Y si bien no era su inten-

    cin, Fischer tambin abri nuevas reas de preocupacin para la

    investigacin histrica, especialmente con respecto al papel de las

    lites "tradicionales" y las continuidades en las estructuras socia-

    les, y tambin la poltica tanto interior como exterior, que relacio-

    naba la era imperial con la era nazi. El escndalo que provoc el

    trabajo de Fischer reflejaba claramente la amplitud del impacto

    cultural en el grupo dominante en los estudios histricos.13

    El pro-

    ceso de transformacin desatado en parte por la "controversia Fis-

    cher" fue continuado, en gran medida, por el debilitamiento de

    la vieja rigidez, gracias a la expansin del sistema universitario; por

    los desafos a la profesin de los historiadores, provocados por los

    avances producidos en las ciencias sociales; y por los cambios en

    el clima poltico e intelectual que acompa el final de un largo

    perodo de gobierno conservador y el "movimiento estudiantil"

    de finales de los aos sesenta.14

    Despojados de su aislamiento historicista y en un contexto

    donde las estrechas relaciones culturales con otros pases euro-

    peos y con los Estados Unidos eran activa e intensamente promo-

    vidas, los estudios histricos alemanes salieron al mundo exterior.

    Los conceptos estructurales de la historia, derivados en particular

    de la escuela francesa de los rmales, y la influencia de las ciencias

    polticas y sociales norteamericanas comenzaron a transforman

    los enfoques histricos en Alemania occidental.

    Enfoques nuevos y ms tericos en los estudios histricos, fuer-

    temente inclinados hacia los desarrollos del otro lado del Atlnti-

    co en las ciencias polticas y sociales, lucharon por establecerse por

    primera vez en las universidades alemanas. El enfoque de la "nue-

    va historia social" o "ciencia histrico-social", promoviendo una dis-

    ciplina integradora basada en la teora para construir un anlisis

    estructural de la "historia de la sociedad", cambi radicalmente el

    acento de los estudios histricos tradicionales en Alemania. Este

    enfoque afirmaba que el concepto de "poltica" necesitaba ser su-

    bordinado al concepto de "sociedad", de modo que la "historia

    poltica", si bien importante en s misma, por s sola no poda pro-

    veer una clave para la comprensin histrica y necesitaba echar

  • 26 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 13

    races en un contexto ms amplio (y terico).15

    La creacin de dos

    nuevas revistas el Geschichte und Gesellschafl, en 1975, y Geschichts-

    didaktik, en 1976, donde se materializ la metodologa y la pu-

    blicacin de los descubrimientos de las investigaciones de estos

    nuevos enfoques, se podra decir que refleja el hecho de que la

    "historia como ciencia social", innovadora a mediados de los aos

    sesenta, se convirti en un hecho establecido e institucionalizado

    una dcada ms tarde.

    Este progreso, por supuesto, fue cuestionado. El guante arro-

    jado por los representantes del enfoque de la "nueva historia so-

    cial" fue recogido por los principales historiadores, quienes, aun-

    que ya divorciados del historicismo clsico, seguan aferrndose a los

    mtodos histricos y mbitos de inters convencionales. Los deba-

    tes acerca del mtodo histrico entre los dos bandos aparente-

    mente irreconciliables en ocasiones eran feroces. Y stos tienen

    una influencia directa en las controversias acerca del nazismo.

    El principal protagonista del enfoque "historia de la socie-

    dad", Hans-Ulrich Wehler, en general no era considerado un es-

    pecialista en nazismo, aunque sus estudios sobre la Alemania im-

    perial estaban expresamente emparentados con la cuestin de la

    continuidad de las estructuras de la sociedad alemana entre 1870

    y 1945.16

    Entre los principales atacantes de la "nueva historia so-

    cial" y defensores de los mritos de la historia poltica convencio-

    nal con un fuerte acento en la historia de la diplomacia y las re-

    laciones exteriores, la importancia del individuo y su voluntad e

    intencin, en contraposicin a determinantes estructurales, y el

    valor del mtodo histrico tradicional de investigacin emprica

    fueron los difuntos Andreas Hillgruber y Klaus Hildebrand, am-

    bos famosos expertos en la poltica exterior de la Alemania nazi.17

    En un artculo clave de 1973, Hillgruber desarroll un argu-

    mento a favor del regreso a un acento central sobre la moderna

    historia poltica.18

    All atacaba fieramente "las exageradas afirma-

    ciones de moda de la 'historia social'", donde los modelos han

    reemplazado a las pruebas concretas. Los enfoques de la nueva

    historia social no eran, en su opinin, adecuados para arrojar luz

    sobre el sistema internacional y los todava cruciales determinan-

    tes del "equilibrio de poderes" en asuntos internacionales. Recha-

    zaba la excesiva simplicidad de las teoras de "imperialismo" o "fas-

    cismo", y terminaba con una andanada contra la idea de que no

    existe nada semejante a "la erudicin libre de valores". De este mo-

    do, reafirmaba su opinin de que el trabajo del estudioso debe se-

    guir siendo independiente de su compromiso poltico. La lnea de

    ataque de Hildebrand era similar, aunque ste usaba un tono to-

    dava ms directo.19

    Atacaba la aplicacin de la teora, ya que la ac-

    cin poltica debe buscarse en las fuentes y en la crtica de las fuen-

    tes, en la evaluacin de la situacin particular, de las aspiraciones

    individuales, en las decisiones, en los acontecimientos accidenta-

    les y sorpresivos. Negaba que las relaciones internacionales pudie-

    ran ser consideradas un derivado de los desarrollos sociales, y ar-

    gumentaba que, comparados con los conceptos de "hegemona"

    y de "equilibrio de poderes", los de la "nueva historia social" eran

    de limitado valor. El nico procedimiento legtimo para el histo-

    riador era trabajar desde lo particular a lo general, y no al revs.

    Para l, la aplicacin de la teora era metodolgicamente dudosa,

    potencialmente excluyente de muchas facetas de la realidad.

    Conclua reafirmando la opinin de que el pasado es autnomo

    y no est all para dar informacin o instruir al presente.

    La rplica de Wehler sostena que el enfoque de Hillgruber

    tambin necesitaba sustento terico y conceptual, y que su con-

    fianza en los objetivos de los grupos conductores, ideas polticas

    e intenciones conduca inexorablemente hacia una historia pol-

    tica de las ideas que no abra nuevos horizontes. Wehler destaca-

    ba las limitaciones de concentrarse en las fuentes de archivos so-

    lamente para el anlisis de la toma de decisiones en poltica

    exterior.20

    Su respuesta a Hildebrand fue expresada de manera

    ms aguda. Lo acus de exageracin terica, ataques sin sentido,

    y aparentemente, por lo menos en un lugar, hasta de incluir citas

    distorsionadas deliberadamente.21

    Vea su insistencia en operar

    desde lo particular hasta lo general como algo insuficiente, inclu-

    so para la investigacin sobre el nazismo de Hildebrand mismo.

    En una andanada posterior, atac el enfoque de la historia del na-

    zismo como aparece en el trabajo de Hildebrand diciendo que se

    trataba de un "historicismo confuso y deformado".22

    ste, a su vez,

    aseguraba que los comentarios de Wehler demostraban precisa-

  • 14 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 29

    mente cmo la relacin de la sociedad y Hitler, de estructura y per-

    sonalidad en el Tercer Reich, "pueden ser distorsionadas y descrip-

    tas de manera simplista gracias a los prejuicios y la falta de cono-

    cimiento". Sostena, adems, que el artculo de Wehler estaba

    fuera de los lmites de los estudios serios, que acumulaba afirma-

    ciones de opinin poltica e insulto personal y que careca de va-

    lor en el contexto de una discusin acadmica seria.23

    Estos intercambios intransigentes sobre los enfoques tericos

    y las cuestiones metodolgicas tienen una relacin directa con la

    naturaleza de algunas controversias interpretativas clave acerca

    del nazismo. Indican las dificultades tericas para reconciliar

    un enfoque "estructural" para la historia del nazismo con uno de ti-

    po personalista, un problema clave para la interpretacin del papel

    y el lugar de Hitler en el sistema nazi de gobierno. En segundo lu-

    gar, sealan algunas de las dificultades de la relacin del historia-

    dor con las fuentes. Es decir, cmo deben ser entendidas y ledas.

    En tercer lugar, plantean la compleja cuestin de la posicin pol-

    tica del historiador, de qu manera se relaciona con las circunstan-

    cias polticas en las que l o ella vive y trabaja, y la relacin entre las

    posiciones terico-metodolgicas y poltico-ideolgicas.

    Acerca del primer punto, el enfoque terico, conceptual de

    Wehler impuls una preferencia metodolgica instintiva y brind

    apoyo al trabajo de los historiadores del nazismo llamados "revi-

    sionistas", como Hans Mommsen, el difunto Martin Broszat, y

    Wolfgang Schieder, quienes, trabajando por lo general sin la apli-

    cacin consciente de un gran aparato terico, enfocaron comple-

    jos problemas como la interrelacin de la poltica interior y la ex-

    terior en el estado nazi, la estructura de la maquinaria del estado

    y los procesos de toma de decisiones, y, no menos importante, el

    lugar y la funcin de Hitler en el sistema nazi, en lo que podra

    ser ampliamente descrito como un modo "estructural-funcionalis-

    ta". De manera correspondiente, las limitaciones son fuertemen-

    te destacadas por explicaciones que se apoyan principalmente en

    las intenciones conscientes de Hitler y su papel individual en la

    formacin de la poltica nazi.24

    Con respecto al segundo punto, la disputa acerca del mtodo

    histrico ha resaltado el problema de cmo el historiador cons-

    truye una explicacin de las fuentes. Ms all de las deficiencias

    en las fuentes materiales sobre el nazismo que sealbamos ante-

    riormente, las fuentes, muchas veces, (como sealaba el difunto

    Tim Masn en expresa referencia a las intenciones y los objetivos

    de Hitler) pueden "ser ledas de muchas maneras diversas, segn

    los diferentes tipos de otros conocimientos histricos que son tra-

    dos a colacin en estos textos", y no deberan ser ledas nicamen-

    te en lo que parece ser el literal modo del "sentido comn".25

    De

    ah que algunas de las controversias (particularmente aquellas en

    torno de Hitler) se plantean entre historiadores que usan precisa-

    mente las mismas fuentes documentales, pero que parten de dife-

    rentes premisas y concepciones no slo acerca de lo que fue el

    Tercer Reich, sino tambin acerca de qu es eso de escribir histo-

    ria, y las leen de una manera radicalmente diferente.

    El tercer punto, la influencia de consideraciones poltico-

    ideolgicas sobre la historiografa del nazismo, es un tema inde-

    pendiente e importante, al que ahora paso a dedicarme.

    La dimensin poltico-ideolgica

    Dos reas separadas, aunque relacionadas, necesitan ser con-

    sideradas: primero, los modos en que la divisin de Alemania mol-

    de las premisas poltico-ideolgicas para interpretar el nazismo

    a ambos lados del Muro; y segundo, los modos en que estas dife-

    rencias han dado forma a los cambiantes patrones de lo escrito so-

    bre el nazismo dentro de la Repblica Federal misma.26

    En la Repblica Democrtica Alemana, fundada sobre prin-

    cipios marxistas-leninistas, el antifascismo fue, desde el comienzo,

    una piedra angular indispensable de la ideologa y legitimidad del

    estado. Por lo tanto, el trabajo histrico sobre "Hitler-fascismo" ha

    tenido siempre una relevancia poltica directa. Y dado que el fas-

    cismo fue considerado un producto intrnseco del capitalismo, y el vecino estado de Alemania occidental se fundaba en los princi-

    pios capitalistas de los aliados occidentales, la investigacin hist-

    rica sobre el fascismo tuvo la tarea no meramente de educar a los

    ciudadanos alemanes orientales acerca de los horrores y males del

  • 15 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 31

    pasado, sino tambin, y con mayor razn, acerca de los peligros y

    males presentes y futuros, del potencial fascismo, considerado par-

    te constitutiva del imperialismo capitalista, especialmente en la Re-

    pblica Federal.

    La comprensin del nazismo en la Repblica Democrtica

    Alemana se apoyaba en la larga tradicin de la Internacional Co-

    munista de luchar con el problema del fascismo en los aos vein-

    te y treinta, que culmin en la famosa formulacin de Georgi Di-

    mitroff, definitivamente establecida en el Sptimo Congreso del

    Comintern en 1935, con respecto a que el fascismo era "la dicta-

    dura abierta y terrorista del ms reaccionario, ms chauvinista y

    ms imperialista de los elementos del capital financiero".27

    El "pa-

    sado no dominado" del estado alemn occidental junto con la

    supervivencia de personas con un pasado ms que dudoso duran-

    te el Tercer Reich, bastante renuente, en lugares prominentes de

    la economa y de la vida poltica simplemente destacaban para

    los estudiosos alemanes orientales la relevancia presente y el sen-

    tido poltico de sus estudios histricos. La introduccin a una co-

    leccin de ensayos que sintetiza los resultados de la investigacin

    histrica en la Repblica Democrtica Alemana sobre el nazismo,

    declara categricamente: "El objetivo y la preocupacin del libro

    se vern satisfechos si, como un primer paso en el camino hacia

    una amplia investigacin sobre los problemas polticos del fascis-

    mo, histricos y actuales, se logra proveer material erudito para

    la lucha actual contra el fascismo y el imperialismo".28

    Y uno de

    los colaboradores del volumen destacaba an ms: el intento de

    los capitalistas de apuntalar su poder con nuevos mtodos los

    del fascismo es una verdad que "ha sido tomada con pasin por

    los historiadores marxistas, quienes, con su investigacin de la

    historia del fascismo, quieren hacer una contribucin para com-

    batir las fuerzas reaccionarias que siempre estn reapareciendo

    con nuevos disfraces, y quienes, sobre la base de su experiencia

    histrica, actan desde el punto de vista de que la lucha antifas-

    cista slo puede ser llevada a la victoria con la total eliminacin

    del poder y la superacin del capital monoplico".29

    Uno de los

    ms importantes historiadores de la Repblica Democrtica Ale-

    mana precisamente resuma este punto: "Para nosotros, la inves-

    tigacin sobre el fascismo significa participar en la actual lucha

    de clases".30

    El marco de referencia ideolgico dentro del cual la investi-

    gacin histrica operaba en Alemania occidental era menos abier-

    tamente declarado, pero era obvio de todas maneras.31

    El princi-

    pal objetivo en la formulacin de la Constitucin Alemana

    Occidental (la "Ley Bsica") era eliminar la posibilidad de la crea-

    cin de un sistema "totalitario", no slo como el que existi en el

    Tercer Reich, sino como el que ha seguido existiendo en la Unin

    Sovitica y en la Zona Sovitica de Alemania. La constitucin era

    intencionalmente tanto antifascista como anticomunista. Como

    ha sido sealado, "la teora del totalitarismo que compara y hasta

    llega a igualar fascismo y comunismo puede, por lo tanto, ser con-

    siderada la idea dominante detrs de la ley constitucional bsica

    e incluso, hasta un cierto punto, la ideologa oficial de la Repbli-

    ca Federal".32

    La premisa "totalitaria" estaba implcita y era am-

    pliamente aceptada en Alemania occidental, aun entre los social-

    demcratas, antes de que los escritos eruditos de los emigrantes

    alemanes en los Estados Unidos, especialmente los de Hannah

    Arendt y Cari Friedrich, establecieran que el totalitarismo consti-

    tua el concepto central para interpretar al nazismo.33

    El enfoque

    a partir del concepto de "totalitarismo" domin la investigacin

    sobre "historia contempornea" en la Repblica Federal en los

    aos cincuenta y principios de los sesenta. Los influyentes traba-

    jos de Karl Dietrich Bracher sobre el final de la Repblica de Wei-

    mar y sobre la "toma del poder" por parte del nazismo son los ms

    notables ejemplos.34

    La importante revista de "historia contem-

    pornea", la Vierteljahrshefte fr Zeitgeschichte, que apareci por pri-

    mera vez en 1953, tambin consider que era su misin no slo

    estudiar el nazismo, sino emprender investigaciones sobre los mo-

    vimientos totalitarios en general, incluido, por supuesto, el comu-

    nismo.35

    El desafo a la predominante teora del totalitarismo y al rena-

    cimiento de las teoras fascistas en Alemania occidental en los aos

    sesenta se llev a cabo en dos planos: el de la erudicin acadmica

    Y el de la polmica ideolgico-poltica. Pero, como siempre, haba una conexin intrnseca entre los dos niveles, que nunca podran

  • 32 IAN KERSHAW 16

    ser separados completamente. Al abordar el primer desafo impor-

    tante con respecto a los valores dominantes del estado conserva-

    dor manejado por los demcratas cristianos a mediados de los

    aos sesenta y la creciente crisis dentro de las universidades ale-

    manas que se desat en 1968, la discusin acadmica sobre el fas-

    cismo y la rehabilitacin intelectual de las teoras fascistas de los

    aos entre las dos guerras mundiales rpidamente se convirti en

    una "esloganizacin" por parte de segmentos de la izquierda,

    mientras que la impresionada y excesiva reaccin de la derecha li-

    beral y conservadora le asegur un lugar al debate sobre fascismo

    o totalitarismo como parte del dilogo y el conflicto poltico. Nos

    ocuparemos de esas teoras y sus crticas en el captulo siguiente.

    Ac, el asunto es ilustrar las claras connotaciones polticas que lle-

    va consigo la controversia acadmica. Adems, no slo las reper-

    cusiones del ao de disturbios de 1968, sino tambin la mucho

    ms abierta politizacin de los claustros universitarios en Alema-

    nia occidental ayudaron a delinear los perfiles del debate. Y mien-

    tras en los aos sesenta y principios de los setenta la expansin de

    las universidades en general promovi una sensacin de desafo a

    la ortodoxia y a las posiciones dominantes, las restricciones en el

    crecimiento de la educacin superior y la Berufsverbot contribuye-

    ron a un cambio de clima.36

    El predominio apoyado por abun-

    dantes y sumamente influyentes publicaciones del establish-

    ment conservador y liberal en la profesin de los historiadores fue

    reafirmado en no menor medida. El tono del conflicto est bien

    representado en los comentarios de dos de los principales histo-

    riadores "liberal-conservadores" del nazismo, Karl Dietrich Bra-

    cher y Andreas Hillgruber.

    En un breve y muy ledo libro de texto sobre la historia ale-

    mana de posguerra, publicado a mediados de los aos setenta,37

    Andreas Hillgruber habl de la crtica radical en las universida-

    des, que se haca cada vez ms dependiente de las "fuerzas del

    marxismo-leninismo doctrinario", orientadas hacia el modelo de

    la Repblica Democrtica Alemana, y de una bsqueda en la

    "Nueva Izquierda" de ideologa y adoctrinamiento (la cual, al ro-

    tularla "necesidad de teora", implcitamente era asociada al cos-

    tado "progresista" de los debates terico-metodolgicos dentro de

    las disciplinas histricas). Consideraba que la hiptesis de la "pri-

    maca de la poltica interior", que Wehler y otros haban derivado

    del trabajo de Eckhart Kehr y desplegado principalmente como

    un aparato heurstico, proporcionaba una "aparente legitimacin

    intelectual" de la supuesta conviccin de la "Nueva Izquierda" con

    respecto a que el cambio social radical e incluso la revolucin eran

    la nica preocupacin del presente.

    El ms notable de todos los historiadores germano-occiden-

    tales especializados en el Tercer Reich, Karl Dietrich Bracher, tam-

    bin dej muy en claro sus opiniones acerca de la cambiante natu-

    raleza de los escritos sobre "historia contempornea".38

    Escribi que

    la vivaz discusin de los aos sesenta haba sido estimulada, pero

    tambin ensombrecida y a veces distorsionada, por la politizacin y

    los trastornos institucionales en las universidades y la educacin

    superior alemanas. Las tendencias de la investigacin hacia los

    enfoques interdisciplinarios y comparativos tambin haban he-

    cho su contribucin, especialmente la ampliacin del mtodo

    histrico y el requerimiento de una base de ciencias sociales para

    los estudios de la historia. Un "renacimiento marxista" de la "Nue-

    va Izquierda" haba aumentado la complejidad y la confusin de

    conceptos, especialmente en las "vehementemente manifestadas

    afirmaciones de una teora" y en el "ataque radical a los patrones

    anteriores de interpretacin que haban surgido esencialmente

    del esfuerzo de comprender el pasado despus de las catstrofes

    de 1933 y 1945". A medida que los enfoques moldeados por la ex-

    periencia del Tercer Reich se desvanecan, fueron siendo reem-

    plazados por enfoques e ideas crtico-sociales que ponan a las an-

    teriores interpretaciones bajo fuego cruzado, frecuentemente

    lanzado por "rsticas armas". Los logros de la investigacin ante-

    rior fueron ignorados o distorsionados, y se recurri a la agitacin

    poltica en la que "la lucha ideolgica fue realizada por detrs y

    en nombre del saber". Bajo la exigencia de teora y revisin, los

    cnones previos de los estudiosos fueron tambin distorsionados.

    El ataque a los valores liberal-democrticos haba sido articulado

    en los amargos embates contra la idea de totalitarismo y en la ili-

    mitada expansin de la teora general del fascismo, que rpida-

    mente haba degenerado desde los nuevos enfoques intelectuales

  • 17 IAN KERSHAW LOS HISTORIADORES Y EL PROBLEMA DE EXPLICAR EL NAZISMO 35

    (como los de Ernst Nolte) hasta formulaciones marxistas-comu-

    nistas de agitacin que rejuvenecan las de las dcadas de 1920 y

    de 1930, y atacaban el concepto occidental de democracia como

    "burgus tardo" y "capitalista tardo", y el estado parlamentario

    liberal-democrtico de Alemania occidental como simplemente

    "restaurador". Las explicaciones ideolgicas monocausales haban

    reemplazado a la anterior apertura de la ciencia poltica e histri-

    ca. Tambin los escritores no marxistas, por el mpetu de los m-

    todos socioeconmicos y la "sociologizacin de la historia contem-

    pornea", haban contribuido a un cambio de lenguaje y de estilo

    de interpretacin. En general, el acceso a nuevas fuentes y la in-

    tensificacin de la investigacin emprica haban ampliado la ba-

    se para el trabajo slido, especializado. Pero esto generaba una re-

    lacin difcil con la "tendencia, a travs de la teorizacin y la

    alienacin ideologizante desde la historia de las personas y los he-

    chos, a mostrar y poner en efecto como tema dominante y con-

    ductor la crtica contempornea del capitalismo y la democracia".

    Las controversias que vamos a explorar surgieron en este cli-

    ma, recubiertas de consideraciones polticas e ideolgicas. En un

    estado que no ha tenido una importante escuela historiogrfica

    marxista, la mayora de los debates que vamos a considerar son

    controversias entre historiadores de diferentes tipos de tendencia

    liberal-democrtica. La politizacin del debate es ac ms latente

    que patente. En la medida en que llega a salir a la luz, lo hace os-

    curamente reflejado en disputas filosficas acerca de la relevancia

    de los valores sociales y polticos del momento, respecto de los es-

    critos de los historiadores, y de si stos deberan ser proscriptos en

    beneficio de una historia "libre de valores" y "objetiva".39

    Existe

    un acuerdo general acerca de la tarea del historiador de "educar"

    en cuanto a los valores de razn, libertad y "emancipacin", pero

    semejante compromiso difuso con la virtud y no con el pecado na-

    turalmente deja espacio para una multitud de a menudo apenas

    semiocultas posiciones ideolgicas. Adems, como lo demuestran

    los comentarios anteriores, tampoco impide la aparicin de me-

    nosprecios y calumnias como acompaamiento de la controversia

    erudita. Una manifestacin de esto fue la afirmacin de que, en

    su intento de "revisin" de las aceptadas interpretaciones del na-

    zismo, los historiadores estaban "trivializando" la naturaleza ma-

    ligna del rgimen nazi. Esto indica de manera impresionante la

    importancia, tambin, de la dimensin moral, inevitable al escri-

    bir sobre el nazismo.

    La dimensin moral

    El contenido moral de los escritos sobre el nazismo de prin-

    cipios de la posguerra era explcito. Los historiadores de las po-

    tencias victoriosas estaban demasiado ansiosos por encontrar en

    el nazismo la confirmacin de todas las peores caractersticas de

    los alemanes a travs de los siglos, y del evidente apoyo masivo a

    Hitler en los aos treinta deducan una "enfermedad" peculiar-

    mente alemana y una fcil igualacin de los alemanes y los nazis.

    Ya hemos sealado el tono moral de la defensa contra estas torpes

    acusaciones en los trabajos de Meinecke y Ritter, que reflejaban el

    natural carcter de disculpa de los escritos alemanes sobre temas

    histricos en la era de posguerra. La insistencia en "la otra Alema-

    nia" y el complot de resistencia de 1944 como, por ejemplo, en

    la biografa de Goerdeler escrita por Gerhard Ritter una vez ms

    indica la preponderancia de la dimensin moral en los escritos so-

    bre el Tercer Reich a principios de la posguerra.40

    Aunque los estudiosos ms recientes se han apartado total-

    mente de la indignacin y el resentimiento, de la condena y la dis-

    culpa que caracterizaron la era de posguerra, un fuerte elemento

    permanece como una presencia latente. Todos los intelectuales

    serios (los alemanes sobre todo) demuestran, incluso por el len-

    guaje que usan por ejemplo, en el frecuente uso de trminos

    como "criminalidad" y "barbarie" en relacin con el rgimen na-

    zi, su desprecio moral por el nazismo. Esto seala un punto que

    numerosos comentaristas han advertido como una dificultad en

    la interpretacin del nazismo. Mientras que los historiadores tra-

    dicionalmente tratan de evitar todo juicio moral (con diversos gra-

    dos de xito) en el intento de alcanzar una "comprensin" (Vers-

    tehen) favorable de su tema de estudio, esto resulta claramente

    imposible en el caso del nazismo y de Hider. Wolfgang Sauer plan-

  • 36 IAN KERSHAW 37

    tea el dilema de la siguiente manera: "Con el nazismo, el historia-

    dor se enfrenta a un fenmeno que no le deja otro camino que el

    rechazo, sea cual fuere su posicin individual. Literalmente, no

    hay ninguna voz importante que est en desacuerdo en este

    asunto. [...] Pero este rechazo fundamental no implica una fal-

    ta fundamental de comprensin? Ysi no comprendemos, cmo

    podemos escribir historia? El trmino 'comprender' tiene, cier-

    tamente, un significado ambivalente; podemos rechazar y seguir

    'comprendiendo'. Sin embargo, nuestras capacidades intelectuales

    y psicolgicas alcanzan, en el caso del nazismo, una frontera no

    imaginada por Wilhelm Dilthey. Podemos elaborar teoras expli-

    cativas, pero, si nos enfrentamos directamente con los hechos, to-

    das las explicaciones parecen dbiles".41

    Puede ser que el proble-

    ma resulte, en la prctica, menos serio de lo que Sauer imaginaba.

    Despus de todo, los historiadores de muchos otros regmenes

    polticos y sus lderes con frecuencia tienen muy pocas oportu-

    nidades de dar muestras de su "comprensin favorable" hacia el

    objeto de sus estudios.

    Aun as, el problema no poda ser ms claramente puesto de

    relieve que en el caso de la Alemania de Hitler, aunque la univer-

    sal condena moral del nazismo hace que resulte mucho ms sor-

    prendente que la cuestin de su implcita trivializacin moral en

    los escritos sobre temas histricos sea siquiera planteada. Karl Die-

    trich Bracher parece haber comenzado y sus comentarios mues-

    tran que la afirmacin no est desconectada de las cuestiones de

    mtodo histrico y de las resonancias poltico-ideolgicas que ya

    hemos analizado. Bracher afirma que los enfoques marxistas y de

    la "Nueva Izquierda" pero tambin los de algunos bien estable-

    cidos "burgueses" liberales (o, como los llama l, "relativistas")

    equivalan a una enorme subestimacin de la realidad del nazis-

    mo. Por consiguiente, "la dimensin ideolgica y totalitaria del na-

    cionalsocialismo se reduce a tal extremo que la barbarie de 1933-

    1945 desaparece como fenmeno moral". El resultado es que

    "puede muy bien parecer que una nueva ola de trivializacin y has-

    ta de disculpas estaba comenzando".42

    En un tono similar, Klaus

    Hildebrand criticaba a aquellos que "inmovilizados en lo terico,

    se preocupan vanamente por las explicaciones funcionales de la

    fuerza autnoma en la historia, y el resultado es, con frecuencia,

    que contribuyen a su trivializacin".43

    El rechazo ms directo a ta-

    les afirmaciones fue expresado por Tim Masn, dentro del con-

    texto de los debates sobre el nazismo: "El debate ha alcanzado tal

    pico de intensidad que algunos historiadores ahora se acusan en-

    tre s de 'trivializar' al nacionalsocialismo en sus trabajos, de pro-

    porcionar, implcitamente, sin pensarlo, una disculpa para el r-

    gimen nazi. sta es tal vez la ms seria acusacin que se puede

    hacer contra los historiadores serios de este tema", planteando

    "preguntas fundamentales acerca de la responsabilidad moral y

    poltica del historiador".44

    Las interpretaciones que han dado lugar a estas acusaciones

    de trivializacin nos ocuparn ms adelante en el libro. Basta aho-

    ra con sealar que la acusacin ha sido hecha para ilustrar las ine-

    vitables resonancias morales de cualquier discusin acerca del na-

    zismo, en particular entre los historiadores alemanes. En realidad,

    aunque Bracher tena algn fundamento para su acusacin en el

    caso de las ms banales producciones de la "Nueva Izquierda" que

    no vean diferencias esenciales entre el fascismo y otras formas de

    "dominacin burguesa", me parece que era, y es, una acusacin

    totalmente innecesaria e injustificada cuando se la extiende a los

    historiadores serios del nazismo.

    Sin embargo, la acusacin de "trivializacin" no plantea pre-

    cisamente la cuestin de un propsito moral al escribir sobre el na-

    zismo. Es el objetivo aprender acerca de la maldad del nazismo

    "comprendindolo"? Es cuestin de condenar un fenmeno ni-

    co de maldad que por el hecho de ser nico jams puede repetir-

    se y ya desapareci para siempre? Es el objetivo extraer lecciones

    de este horror del pasado acerca de la fragilidad de la democra-

    cia moderna y la necesidad de mantener una constante guardia

    contra la amenaza a las democracias liberales tanto de la derecha

    como de la izquierda? El propsito es acaso proveer estrategias

    para el reconocimiento y la prevencin de un resurgimiento del

    fascismo? Es realizar al mismo tiempo un acto de recuerdo y de

    advertencia a travs del odio y la furia? Esta ltima pareca ser la

    posicin de la difunta Lucy Dawidowicz en un libro que slo se

    ocupa de la moralidad de los escritos de los historiadores sobre el

  • 19

    Holocausto.45

    Ella hablaba all del nazismo como "la esencia del

    mal, el demonio liberado en la sociedad, Can en una encarna-

    cin corporativa". Sostena ella que "nada salvo la ms lcida con-

    ciencia del horror de lo que ocurri puede ayudar a evitarlo en el

    futuro". Y citaba complacida las palabras de Karl Jaspers: "Lo que

    ha ocurrido es una advertencia. Olvidarlo es una culpa. Debe ser

    recordado continuamente. Fue posible que esto ocurriera, y sigue

    siendo posible que vuelva a ocurrir en cualquier momento. Slo

    conocindolo es posible evitarlo".46

    Al mismo tiempo, el disgusto

    de ella por los mtodos de los historiadores marxistas y estructura-

    listas (que fueron otra vez acusados de abdicar de su responsabili-

    dad profesional) y su predileccin por la historia personalizada

    pues la "atribucin de responsabilidad humana por los hechos

    histricos que ocurren... a los instigadores y agitadores que hacen

    que las cosas ocurran"47 plantea una vez ms, de manera sor-

    prendente, el problema de cmo el mtodo histrico que ella fa-

    voreca puede producir los efectos que ella deseaba.

    Volvemos otra vez a la interrelacin entre el mtodo del his-

    toriador, la naturaleza moral de su obligacin profesional, y el

    marco de referencia poltico ideolgico en el que esa obligacin

    es llevada a cabo.

    2. La esencia del nazismo: una forma

    de fascismo, un tipo de totalitarismo

    o un fenmeno nico?

    Desde 1920, se han producido debates acerca de la naturale-

    za y el carcter del fenmeno nazi: cmo debera ser ubicado en

    el contexto de los sorprendentemente nuevos movimientos pol-

    ticos que, desde la revolucin bolchevique de 1917 hasta cinco

    aos despus de la "Marcha sobre Roma" de Mussolini, estuvieron

    modificando el perfil de Europa. Mientras los tericos del Comin-

    tern en los aos veinte ya rotulaban al nazismo como una forma

    de fascismo engendrada por el capitalismo en crisis, los escritores

    burgueses slo un poco ms adelante comenzaron a asociar dere-

    cha e izquierda como los combinados enemigos totalitarios de la

    democracia. Los debates fueron, por supuesto, considerablemen-

    te ampliados durante los aos del gobierno nazi: por una parte,

    con la finalizacin de la definicin del fascismo dada por la Co-

    mintern en 1935 y con los anlisis del fascismo por parte de los

    tericos de izquierda exiliados en Occidente, y, por otra parte, con

    una creciente predisposicin en las democracias occidentales y en

    los Estados Unidos a considerar al nazismo y al comunismo sovi-

    tico las dos caras de una misma moneda totalitaria, una visin apa-

    rentemente confirmada por el Pacto de No Agresin Nazi-Sovi-

    tico de 1939. Si bien esta lnea de pensamiento naturalmente se

    desdibuj a partir de 1941, resurgi con ms fuerza todava al co-

    mienzo de la guerra fra, a fines de los aos cuarenta. Durante la

    era de la guerra fra, las interpretaciones izquierdistas del nazis-

    mo como una forma de fascismo perdieron su influencia, mien-

    tras que las teoras basadas en el concepto de totalitarismo disfru-

    taron de sus buenos momentos hasta que fueron cada vez ms

    atacadas desplomndose bajo el peso de la acumulacin de de-

    talladas investigaciones slo a finales de los aos sesenta, un pe-

    rodo de creciente distensin, de mayor introspeccin y crtica tan-

    to a la sociedad como a los gobiernos occidentales, y despus, de

  • 40 LAN KERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 41

    desrdenes en las universidades y nuevas corrientes intelectuales.

    El renacimiento del inters por el fascismo como un problema ge-

    neral se vio reflejado en una exuberante produccin de estudios

    no slo desde la izquierda, sino tambin desde los escritores libe-

    rales. Esto puso a los tericos del "totalitarismo" a la defensiva,

    aunque se produjo una cierta retirada en los aos setenta cuando

    la debilidad del enfoque comparativo del fascismo se volvi cada

    vez ms obvia.

    El debate acerca del fascismo y del totalitarismo se mantuvo

    con vida tambin por su relacin con una tercera corriente de in-

    terpretacin que demostr ser sumamente influyente: la que dice

    que el nazismo puede slo ser explicado como producto de las pe-

    culiaridades del desarrollo prusianogermnico a lo largo de, ms

    o menos, el siglo anterior. Pero esa interpretacin era presentada

    de dos maneras totalmente diferentes y opuestas.

    Los historiadores sociales, al concentrarse en las causas del na-

    zismo, destacaban un camino especfico de modernizacin en Ale-

    mania, donde, mucho ms que en las sociedades occidentales, las

    tradiciones autoritarias y feudales preindustriales, precapitalistas

    y preburguesas sobrevivan en una sociedad en la que nunca hu-

    bo una verdadera burguesa y coexistan en una relacin de ten-

    sin con una economa capitalista moderna y dinmica. Esto se

    mantuvo hasta que finalmente explot en una violenta protesta

    cuando esa economa se derrumb en una crisis. Fue menos la na-

    . turaleza del capitalismo alemn que el vigor de las fuerzas premo-

    dernas en la sociedad alemana lo que determin el camino a la vic-

    toria del nazismo en 1933. Aunque destacaban las peculiaridades

    del desarrollo alemn, los exponentes de esta interpretacin sea-

    laban los obvios paralelos en otras sociedades por ejemplo, en

    Italia y consideraban el nazismo, con todas sus caractersticas sin-

    gulares, una forma de fascismo en lo que hace a sus orgenes so-

    cioeconmicos y a su formacin. No vean, al mismo tiempo, nin-

    guna incompatibilidad necesaria con los elementos de la teora del

    totalitarismo en cuanto a ciertos componentes de gobierno.1

    El hecho de destacar una "revolucin burguesa fallida" y el

    predominio de estructuras preindustriales y neofeudales al expli-

    car un "camino especial" alemn de desarrollo estaba, sin embar-

    go, sujeto a un ataque frontal.2 La posicin alternativa pona de

    relieve, en contraste, el carcter burgus de la sociedad y la polti-

    ca alemanas de fines del siglo xix y de manera implcita, ms

    que explcita la necesidad de explicar al nazismo no por las "pe-

    culiaridades alemanas", sino por los desequilibrios particulares de

    la forma de capitalismo y del estado capitalista que existan en Ale-

    mania. Se podra pensar que esta lnea de argumentacin sean

    cuales fueren sus mritos slo lo llevara de vuelta a una serie

    de preguntas sobre las "peculiaridades" ligeramente diferente pa-

    ra poder dar respuesta al obvio problema acerca de por qu slo

    Alemania, entre todas las economas capitalistas industriales su-

    mamente avanzadas (Italia, aunque haba hecho grandes progre-

    sos de industrializacin antes de la guerra, no poda ser puesta a

    la par de las principales economas industriales), produjo una dic-

    tadura "fascista" totalmente desarrollada. El acalorado aunque

    un tanto artificial debate sobre el "camino especial" del desa-

    rrollo alemn se preocupaba ms por la interpretacin del pero-

    do imperial que por el Tercer Reich. A pesar de sus obvias conno-

    taciones para la comprensin de los orgenes del nazismo, no es

    necesario que nos ocupemos ms de este asunto en este lugar, en

    particular porque los historiadores de ambos bandos del debate

    aceptan completamente que, con todas sus caractersticas particu-

    lares, el nazismo entra en una categora ms amplia que la de los

    movimientos polticos que llamamos "fascistas". Las "peculiarida-

    des" alemanas a las que se refiere esta controversia son las que co-

    locan a Alemania aparte de las democracias parlamentarias occi-

    dentales, no aparte de Italia o de otras formas de fascismo.

    Una manera diferente y ms exclusiva de destacar la singula-

    ridad del nazismo como producto de la historia prusiano-alema-

    na reciente ha sido un importante foco de la interpretacin de al-

    gunos de los ms importantes historiadores polticos alemanes

    occidentales en sus anlisis del carcter y la naturaleza del gobier-

    no nazi. De acuerdo con esta interpretacin, el nazismo fue sui ge-

    neris: un fenmeno del todo nico que surgi del legado peculiar

    del estado autoritario prusianoalemn y del desarrollo ideolgico

    alemn, pero que debe su singularidad sobre todo a una persona,

    Hitler, un factor de arrolladura importancia en la historia del na-

  • 42 IAN KERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 43

    zismo y uno que es imposible ignorar, subestimar o sustituir. Tan

    singular fue la contribucin ideolgica y poltica de Hitler a la for-

    macin y direccin del movimiento nazi y luego del estado nazi,

    que cualquier intento de rotular el nacionalsocialismo como "fas-

    cismo" y de esa manera compararlo con otros movimientos "si-

    milares" carece de sentido e implica, adems, la "trivializacin"

    de Hider y del nazismo. Ms bien, est tan inrrincadamente entre-

    tejido el nacionalsocialismo con el ascenso, la cada, los objetivos

    polticos y la destructiva ideologa de esa personalidad nica, que

    es lcito hablar del nazismo como "hiderismo". Aunque excluyen

    con vehemencia toda posibilidad de considerar al "hitlerismo" co-

    mo un tipo de fascismo, los exponentes de esta interpretacin de

    todas maneras agregaron un importante elemento de compara-

    cin al argumentar que la forma y naturaleza del gobierno nazi

    haca esencial considerar el nazismo una clase de totalitarismo,

    junto con el comunismo sovitico (en particular el estalinismo) .3

    En este captulo, primero resumir brevemente las etapas del

    desarrollo y las principales variantes de interpretacin dentro de

    los enfoques del tipo "totalitarismo" y del tipo "fascismo". Existe

    ya una amplia literatura que examina y describe estos enfoques en

    detalle, de modo que brindar un resumen tan breve como sea

    posible slo como orientacin. En segundo lugar, tratar de eva-

    luar los puntos fuertes y las debilidades de las ideas en su aplica-

    cin al nazismo. Finalmente, a la luz de la discusin del nazismo

    y del fascismo, volver a considerar el argumento de la singulari-

    dad del nazismo en el contexto de la "peculiaridad" del desarro-

    llo alemn.

    Totalitarismo

    Es equivocado considerar el concepto de totalitarismo simple-

    mente como un producto de la guerra fra, aunque se fue, en

    efecto, el perodo de su mayor florecimiento. Su uso es en reali-

    dad tan viejo como el de fascismo, que se remonta a los aos vein-

    te. Y aunque entra un poco ms tarde en la escena de los teoremas

    fascistas, el enfoque de totalitarismo fue pronto ampliamente acep-

    tado como una teora "establecida" y tambin del "establishment",

    antes de ser sometida a un daino desafo en los aos sesenta. Me

    ocupar, por lo tanto, primero del totalitarismo.

    El trmino fue acuado en Italia el 23 de mayo de 1923 y fue

    usado al principio como un trmino antifascista de insulto. Para

    dar vueltas las cosas y volverlas contra sus oponentes, Mussolini se

    apoder del trmino en junio de 1925, hablando de la "fiera vo-

    luntad totalitaria" de su movimiento. A partir de ese momento fue

    usado como una autodescripcin positiva por Mussolini y otros fas-

    cistas italianos, y luego, ms adelante, por los legalistas alemanes

    y por los nazis. Gentile, el principal idelogo del fascismo italia-

    no, tambin emple el trmino en numerosas ocasiones, aunque

    en un sentido ms estatista: implicaba un estado que todo lo abar-

    ca y que habra de superar la divisin estado-sociedad de las dbi-

    les democracias pluralistas. Las dos ideas, la del estatismo y la im-

    plicacin mussoliniana de la dinmica voluntad revolucionaria del

    movimiento, coexistieron una al lado de la otra. En alemn, el uso

    fue un tanto diferente, pero relacionado y con el mismo doble sig-

    nificado. Ernstjnger fue uno de los muchos escritores que ya ha-

    ban acuado la expresin "guerra total" y "movilizacin total" en

    los aos veinte, trminos con implicaciones dinmicas y revolucio-

    narias. Para esa misma poca Cari Schmitt, el ms importante te-

    rico de la ley de Alemania, estaba desarrollando la idea de polti-

    ca del poder basado en la relacin amigo-enemigo, en la que

    incluy, como la anttesis histrica de la pluralizacin liberal del

    estado, el "estado total de la identidad del estado y la sociedad".

    Ambas formas, por lo tanto, "la activista" y la "estatista", existan

    antes de que los nazis llegaran al poder y fueron incorporadas al

    vocabulario nazi (aunque la palabra "totalitario" fue, en realidad,

    muy poco usada por los lderes nazis) .4

    La primera vez que se us la palabra "totalitarismo" para

    equiparar a los estados fascistas y comunistas parece haber sido

    en Inglaterra, en 1929, aunque algunos aos antes Nitti, el ex

    primer ministro de Italia, estaba entre los que hacan compara-

    ciones estructurales entre el fascismo italiano y el bolchevismo. En

    los aos treinta y cuarenta, la idea fue tambin aplicada por ana-

    listas del fascismo decididamente izquierdistas, como Borkenau,

  • 44 IANKERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 45

    Lwenthal, Hilferding y Franz Neumann, quienes la utilizaban

    como una herramienta para caracterizar lo que ellos considera-

    ban lo nuevo y especfico slo del fascismo (o nazismo), sin el

    elemento comparativo extendido al comunismo sovitico. Franz

    Neumann, por ejemplo, elabor su aplicacin del trmino en su

    magistral Behemoth sobre la manera de referirse a s mismo del

    fascismo contemporneo y la idea del colapso en el caos del

    "estado total" de Schmitt, bajo el empuje "totalitario" del movi-

    miento nazi.5 Al mismo tiempo, el uso dominante del adjetivo

    "totalitario" para relacionar al fascismo y al nazismo con el co-

    munismo estaba ya ganando terreno en los pases anglosajones

    en los aos treinta, impulsado por los escritos de los alemanes

    exiliados, el terror estalinista y el Pacto Nazi-Sovitico. Se estaba

    allanando el terreno para el surgimiento del modelo completa-

    mente desarrollado de totalitarismo de principios de la era de

    posguerra, popularizado de diferentes maneras, sobre todo por

    Hannah Arendt y Cari Friedrich.

    El libro de Hannah Arendt, Origins ofTotalitarianism, es una apa-

    sionada y conmovedora denuncia de la inhumanidad y el terror,

    despersonalizados y racionalizados como la ejecucin de leyes ob-

    jetivas de la historia. Su acento en las caractersticas internas del

    nazismo, radicales, dinmicas y destructoras de estructuras, ha si-

    do ampliamente confirmado por investigaciones posteriores. Sin

    embargo, el libro es menos satisfactorio acerca del estalinismo que

    sobre la Alemania nazi. Adems, no ofrece una teora clara o una

    idea satisfactoria del concepto de sistemas totalitarios. Y su argu-

    mento bsico para explicar el crecimiento del totalitarismo el

    reemplazo de clases por masas y el surgimiento de una "sociedad

    de masas" es claramente deficiente.6

    Las publicaciones de Cari Friedrich, escritas desde el punto

    de vista de la teora constitucional, fueron todava ms influyentes

    que las de Hannah Arendt. Todos los siguientes escritores que se

    ocuparon del totalitarismo tuvieron que referirse al trabajo de

    Friedrich, y especialmente a su famoso "sndrome de los seis pun-

    tos", que destacaba lo que l consideraba eran las caractersticas

    centrales de los sistemas totalitarios (una ideologa oficial, un so-

    lo partido de masas, control policial terrorista, control monopli-

    co de los medios de comunicacin, monopolio de las armas y con-

    trol centralizado de la economa). La principal debilidad del mo-

    delo de Friedrich ha sido sealada con frecuencia. Se trata sobre

    todo de un modelo esttico, que casi no deja espacio para el cam-

    bio y el desarrollo en la dinmica interna de un sistema, y reposa

    sobre la exagerada suposicin de la naturaleza esencialmente mo-

    noltica de los "regmenes totalitarios". Su modelo, por lo tanto,

    termin siendo rechazado aun por aquellos estudiosos que toda-

    va operan con el enfoque del totalitarismo.7

    Despus de la estabilizacin de la URSS en la era postestali-

    nista, los tericos del totalitarismo tendieron a concentrar la aten-

    cin mucho ms en los regmenes vigentes del bloque oriental que

    en el desaparecido rgimen nazi. Ms an, se dividieron entre

    aquellos que ampliaron la idea del totalitarismo para incluir toda

    manifestacin de gobierno comunista y aquellos que lo limitaron

    principalmente al estalinismo. En ambos casos, sin embargo, la

    comparacin con los sistemas fascistas qued, por lo menos impl-

    citamente, preservada.8

    Mientras tanto, la idea de totalitarismo haba sido adoptada

    en los aos cincuenta como el elemento fundamental de las prin-

    cipales interpretaciones eruditas del nazismo, como en los clsi-

    cos y pioneros trabajos de Karl Dietrich Bracher. Bracher, den-

    tista poltico l mismo, ha sealado la cautela que se necesita al !

    desarrollar una teora general del totalitarismo por medio de ca-

    tegoras constitucionales o sociolgicas que se apoyen en inves-

    tigaciones histricas empricas demasiado dbiles. Esa investiga-

    cin era vital, en su opinin, para revelar las muchas y variadas

    formas de gobierno totalitario, pero confirmaran la similitud esen-

    cial en las tcnicas de gobierno de los sistemas bolchevique/comu-

    nistas y nazi/fascistas. Bracher no quera atarse a las caractersti-

    cas estticas, constitutivas e insuficientemente diferenciadas del

    modelo de Friedrich, que poca justicia le hara a la "dinmica re-

    volucionaria", considerada por l el "principio central" que dis-

    tinguira al totalitarismo de otras formas de gobierno autorita-

    rio. El carcter decisivo del totalitarismo resida, segn l, en Ti

    total reclamo de poder, el principio de liderazgo, la ideologa ex-

    clusiva y la ficcin de la identidad de gobernantes y gobernados^

  • 46 IAN KERSHAW LA ESENCIA DEL NAZISMO 47

    Representa la distincin bsica entre una comprensin "abierta"

    y otra "cerrada" de la poltica.9 El valor fundamental de la idea

    de totalitarismo radica, por lo tanto, en su capacidad de recono-

    cer la distincin primaria entre democracia y dictadura. Aunque

    Bracher ve eso como toda teora poltica y social que va ms

    all de la simple descripcin, las teoras sobre el totalitarismo tie-

    nen sus debilidades, l asegura que en ese momento y antes,

    incluso despus de Hitler y de Stalin, existe el "fenmeno de re-

    clamos totalitarios para gobernar y la tendencia a la tentacin...

    totalitaria" (la cual, en este contexto, l asocia con la Nueva Iz-

    quierda entre los intelectuales alemanes y tambin con el creci-

    miento del terrorismo de izquierda y de derecha en la Repbli-

    ca Federal en los aos setenta).10

    En su opinin, la pregunta

    bsica acerca del carcter totalitario de los sistemas polticos no

    puede evitarse tanto en inters de la claridad y objetividad eru-

    dita, como por las consecuencias polticas y humanas de esas dic-

    taduras, as como por las tendencias hacia el totalitarismo en la

    sociedad actual.

    Aunque otros importantes estudiosos han aplicado y conti-

    nuado aplicando la idea de totalitarismo para caracterizar lo que

    ellos ven como la esencia del sistema nazi, basta con resumir ac

    el uso que de esa idea hace Bracher. l no slo estuvo en el pin-

    culo de los estudios sobre el nazismo desde los aos cincuenta has-

    ta los setenta, sino que tambin apoy la idea de totalitarismo den-

    tro del marco de referencia de la comprensin de los diferentes

    modelos de dominacin poltica y fue l, ms que ningn otro his-

    toriador, quien ms contribuy a la preservacin e incluso a la

    reactivacin de la idea de totalitarismo en su aplicacin al nazis-

    mo. Sin embargo, deben de quedar dudas acerca del empleo que

    hace Bracher de la separacin poco diferenciada entre una com-

    prensin "abierta" y otra "cerrada" de la poltica como principio

    ordenador clave para definir el totalitarismo; dudas tambin de-

    ben de existir acerca de su falta de una clara distincin entre totali-

    tarismo como tendencia y como sistema de gobierno, y, finalmente,

    acerca del discutible valor de la idea de "dinmica revolucionaria"

    cuando se la aplica a las diversas sociedades que Bracher conside-

    raba "totalitarias" y, lo que es fundamental, acerca de la atribucin

    de caractersticas comunes relativamente superficiales a regme-

    nes que revelan muchas diferencias significativas de organizacin

    y objetivos.

    Podemos ahora realizar un breve resumen de interpretacio-

    nes contrapuestas que ubican al nazismo dentro de la familia de

    fascismos europeos del perodo de entreguerras y que rechazan,

    al mismo tiempo, la co