M. CIGES APARICIO Y ENGUERAM. CIGES APARICIO Y ENGUERA14/07/2014 – IV Edición Cursos de Verano Fundación La Sierra

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En la calle Molina nº 13 habita la familia al nacerManuel. Foto: Cecilio Alonso.

En la calle San Juan nº 18 habita la familiamaterna. Sus primeros años transcurren entreesas calles al pie del castillo. Foto: CecilioAlonso.

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En la calle Chella (actual Pedro Sucías) habita lamadre del escritor tras enviudar por segunda vez.La placa conmemorativa en la fachada de la casada cuenta de un nacimiento poco probable atenor de los hechos. Foto: Cecilio Alonso.

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Játiva.No recuerdo si es un viejo cuartel o un convento viejo. Quizás ambas cosas. Ante una puerta

Edificio del Hospital Municipal de Xàtiva

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nos detenemos los reclutas, inscriben nuestros nombres y entramos.Es un local largo, bajo, de muros robustos como murallas. Suenan espuelas marciales;

chocan y arrastran los sables; óyense voces que mandan con imperio, y otras que saludan condisciplinado apocamiento. Los oficiales pasan graves, nerviosos, enfundados los roses; loscabos y sargentos pasan, inspecciona a los quintos que llegan.

Del primer local entramos en otro que lo continúa. Está rebosando de hombres jóvenes, quecomo informe piara, se revuelven, chillan, cantan, dicen obscenidades.

El libro de la crueldad. Del cuartel y de la guerra, 1906 cap. I

Yo era entonces un romántico de la virtud.Ningún móvil egoísta determinaba mis actos,y no había justa causa que no meentusiasmase. Sensible a la piedad y al amor,sabía indignarme a tiempo y odiar lasiniquidades. ¿Qué se ha hecho de aquella fe?¿Dónde está aquella integridad de carácter,libre de toda corruptela?... Ya no soy capazde sacrificarme por ninguna idea; ya no me

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de sacrificarme por ninguna idea; ya no meentusiasmo; ya no siento grandesindignaciones; ya no protesto… Y ahora metienen por buen muchacho. ¡Ah, sí!, hemejorado bastante! Díganlo algunos severosburgueses de mi pueblo, que me llamabanrebelde y hereje, y me detestaban aunque nohiciese daño a nadie, ni engañase doncellascomo ellos, cuando seguía la conducta queme indicaba una conciencia honrada, y que

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me indicaba una conciencia honrada, y quehoy me aplauden y festejan porque he ido amisa varios domingos de aburrimiento y mehan visto rezar el trisagio con solemnegravedad algunas tardes de tormentapasadas entre lindas muchachas que noaman a los incrédulos.

¡Qué gran cosa es la hipocresía!Libro de la vida trágica, Cap. XIX, I

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Noticia, con retrato de Ciges Aparicio, durante la publicación de Memorias de la Cabaña,07/01/1900.

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En el último número de Electra aparece el relato de Ciges Aparicio titulado “La viuda”, 1901.

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Cubierta de la antología donde aparece el relato de Ciges Aparicio, editado en París en 1902.

Provistos de sombrilla Elvira y deescopeta Enrique, salieron del

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escopeta Enrique, salieron delpueblo y comenzaron la ascensión dela cuesta. Una senda estrecha ytortuosa conducía hasta la mitad delmonte; después sólo el desgaste queen las piedras y pizarras habíaproducido el frecuente pasar yrepasar de cazadores y labriegosindicaba el sitio menos fragoso para

Vista del castillo

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fragoso parallegar al castillo.

“La viuda”, 1901

Ascensión al castillo desde la Mota, en sumomento único camino de acceso.

Restos del castillomusulmán. Arriba,desde el exterior;abajo, desde laplazoleta interior.

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Apresuraron cuanto les fue posible el pasohasta tocar la cumbre poblada de ruinas.

Cuando llegaron a la amplia plazoletacubierta de musgo, la mujer dio un suspiro de

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cubierta de musgo, la mujer dio un suspiro desatisfacción, y como reanimada de súbito porel aire vivificador de la altura fuertementeimpregnado del olor salutífero de tomillos yromeros, volvió a dar libre curso a su charlaencantadora, contenida durante la segundamitad de la caminata.

“La viuda”, 1901

Abajo, al pie de la montaña, se veía elpueblo con sus casas blancas yapiñadas, con sus calles rectas yestrechas. Del pueblo salía lacarretera polvorienta, larga y tortuosacomo una serpiente, enlazando cualcinturón de plata a los cuatro

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pueblecitos de la llanura, apenasperceptibles sumergidos en aquelocéano de luz que daba al espacio eltinte rojo del incendio haciendo difícilla visión.

“La viuda”, 1901Panorámica de Enguera desde la atalaya superior del castillo, 1998. Fotos: R. Gómez Frías.

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El mito de Salomé a través de las pinturas de Gustave Moreau: Izda: La aparición (1975); dcha: Salomé(1876). El relato de Ciges posee concomitancias con el mito, así como con el tópico finisecular de la femmefatale.

Abandonado, olvidado en un rincónesquivo de feracísima provincia, lejos delmar, lejos de fáciles vías férreas que allananlas comunicaciones, sólo el súbito nacer dela industria pudo dar apariencias de vidaholgada a aquella villa circundada de

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holgada aquellacampos yermos y de montañas calvas.Durante el breve período de pujanzaagrandóse la población hasta contener másgente extraña de la que allí naciera. Con larápida decadencia, las cosas volviéronseharto anchas y las personas se encontraroncon medios sobrado estrechos para vivir.Empujados por la necesidad, que siemprehurga espolea los débiles, fueron

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hurga y espolea a los débiles, fueronsaliendo en largo éxodo los que sobraban yestableciéndose en la extensa Mancha, enla distante Andalucía, en la remotaExtremadura, doquiera el hambre o elnegro sino los echaba.

El Vicario, 1905, cap. VIII

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Ninguno de los tres viajeros advirtió quepasaban ante la alta Cruz de Piedra, quela devoción de un pueblo fiel habíaerigido a la entrada para que con susombra tutelar lo guardase del enemigomalo.

El Vicario, 1905, cap. II, 65

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tosaCruz de piedra a la entrada al pueblo.

Foto: Cecilio Alonso.

Tostado por la pólvora, acribillado aestocadas, aplastado por las piedras y lospalos, don Iñigo Interián de Barnuevoexhaló su último suspiro, reposando larota cabeza en el primer escalón de laCruz de Piedra. Sus grandes ojos sin vidamiraban más fríos e impasibles que lamuerte misma a la muchedumbre cruel, y

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cruel, yde sus finos labios, contraídos en unamueca de infinito desdés, brotabanburbujas purpúreas, como si aquella bocaaltiva quisiera escupir su sangrientodesprecio a la caterva insana deatormentadores.

FINEl Vicario, 1905, cap. XX, 227

El Vicario se detuvo un momento paracontemplar la negra y fantasmática mole depiedra fría, tétrica y sin exterioresornamentos. Sus duras aristas destacabanrígidas entre las densas tinieblas circunstantes.La plaza desierta y medrosa, la Iglesiaseverísima e imponente como la religión que

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tosaFachada principal de la iglesia Arzobispal San

Miguel Arcángel

simbolizaba, los largos aullidos del viento alentrar por los altos ventanales simulandopatéticos lamentos de espíritus en pena oclamorosa batahola de infernal caterva,sobrecogieron el ánimo del forastero. Desde loalto del campanario rodaron lentas, graves ymonótonas hasta ocho campanadas […] Lacampana mayor dobló en seguida más lenta yluctuosa invitando a rogar por las ánimas de

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luctuosa invitando a rogar por las ánimas delos muertos, y el Vicario sintió que sobre sucabeza poblada de dudas pasaba silencioso elhálito glacial de lo infinito y de lo eterno… […]La torre se erguía llena de majestad y la sutilsaeta se perdía entre las sombras brumalespobladas de fantasmas

El Vicario, 1905, cap. III, 68

El Vicario se dirigió a la Rectoría. Altravés de las puertas, discretamentecerradas con una cadena, percibíaserumor de rezos y purpúreosresplandores de vívida hoguera. Elforastero pulsó con el pesado

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aldabón de metal bruñido y al pocorato pasos leves de mujer seacercaron a franquearle la puerta.

El Vicario, 1905, cap. III, 68Virg

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Fachada y entrada principal a la Vicaría, amitad de camino entre la plaza mayor de lavilla y la Iglesia Arzobispal de San MiguelArcángel. Anteriormente fue sede palaciegade los Condes de Cervellón. Foto: CecilioAlonso.

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Desde la salida del pueblo la carretera se extendía como una sierpe de plata por espacio dedos kilómetros; luego comenzaba a ondular graciosamente entre claras viñas y obscurosolivares, y se desvanecía como hilo sutilísimo en los últimos lugarejos recostados en lasfaldas de la glauca sierra que limitaba el extremo confín del sinuoso valle. […]

Algo más debajo de la Cruz, y frente a un viejo edificio rectangular que en invierno como

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en verano servía de asiento y sede a los políticos encargados de gobernar el pueblo, surgíandos sendas que paulatinamente se alejaban del camino principal. La de a mano izquierda,casi desierta siempre, inclinábase hacia el cauce del semidesecado río, y la de arriba,practicada al pie de verdes ribazos, era el ordinario e incómodo paseo de los que rehuíanmezclarse a la algazara de la carretera. Este era también el paraje por donde cotidianamentesolían discurrir algunos librepensadores, gente arriscada y orgullosa de no padecer lo quellamaba rancias supersticiones de aquel pueblo atrasado y levítico

El Vicario, 1905, cap. VI, 93-4

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Restos de una temprana industrialización en el río, primero fabricando paños y luego haciendo tintes.Foto: Virgilio Tortosa.

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Restos de la fábrica junto al río donde se fabricaron paños hasta que una inundación obliga a trasladarse y crear El Vapor San Jaime. Foto: Virgilio Tortosa.

La visita del obispo de José Gutiérrez Solana,1926. Caricatura de las famosas visitas de losobispos a los pueblos y testimonio gráfico de laEspaña finisecular.

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El cura de aldea de José Gutiérrez Solana, 1923.El busto de un sacerdote, que cubre su coronillacon solideo, preside la plaza del pueblo, si bien eneste pintor el cura posee más bien el rostro de uncampesino curtido en las faenas agrícolas que nopor las misas o misereres.

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Viernes Santo en Castilla deDarío Regoyos, 1904. El óleomuestra el contraste brutal entrela España tradicional y la reciénincorporada a la industrialización.

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Imágenes de Enguera, en diferentes épocas, desde la falda del piquet y del castillo. Sus lomospedregosos son descritos por Ciges en sus novelas ubicadas en Enguera, El vicario y Los caimanes. Fotosuperior: Mesas; foto inferior: R. Gómez Frías.

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Arriba: Vista panorámica de Enguera a principios de siglo. Foto propiedad Piedad Ciges; abajo: Vista panorámica de 1998. Foto: R. Gómez Frías.

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Al divisar en medio del camino la misma rígidaCruz de Piedra que los había despedido; alpercibir los mismos tejados, negros y tristonesque los había[n] cobijado; el mismo campanariode enhiesta y sutil saeta que en las mañanasinvernales celaba la densa niebla; el truncadocastillo roquero, morada de brujas y fábrica deencantamientos que tantos sustos les diera de

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queniños; en fin, al contemplar en la cumbre másalta y agreste –dominando el castillo, y elcampanario, y el pueblo, y la Cruz de Piedra−,aquella otra Cruz, gigantesca, desolada y trágica,que los había visto salir jóvenes y los veía tornarcon la cabeza plateada, el pecho se les hinchabade congoja y del corazón les brotaba, aunque nosupiesen formularla los labios, la patéticasalutación esquílea «¡Oh, tierra de Argos! ¡Oh,

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salutación esquílea: «¡Oh, tierra de Argos! ¡Oh,suelo de la Patria! Al término de mis años vuelvoa ti en este claro día. De tantas esperanzasdefraudadas, por fin he alcanzado una, la quenunca imaginé lograr: ¡Morir en Argos y tener misepultura en su tierra queridísima! ¡Salve, ohtierra!»

El Vicario, 1905, cap. VI, 111-2

Cruz de piedra a la entrada del pueblo.Foto: Cecilio Alonso.

Meditabundo y distraído en la contemplación deaquella naturaleza dura para el hombre, el Vicarioprolongó su paseo hasta llegar, dando la vuelta alpueblo, a un edificio largo, muy largo, de bajas paredesacribilladas de ventanas. Una gigantesca chimenea deladrillos rojos encaperuzada de negro surgía de sucostado izquierdo. Paralelo y adyacente al gran edificiocorría un jardín, seco y abandonado Desde una vecina

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corría un jardín, seco y abandonado. Desde una vecinaeminencia el cementerio proyectaba su sombra fatídicay letal sobre la silenciosa fábrica que en más dichosostiempos atormentaba incesantemente con el tumultode los émbolos, el escandalizar de los silbatos, el girarvertiginoso de las ruedas y volantes que le dabanapariencia de colosal organismo animado. Desde que laindustria había venido en lamentable decadencia, elférreo gigante de complicada estructura estaba mudo,

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dormitando su pereza a la sombra vencedora delcallado cementerio, y sólo algunos días del verano elingente tubo, de ladrillo exhalaba débiles y tardíascolumnas de humo como avergonzado de enviar tanmezquina ofrenda al tosco dios del trabajo, que gustaembriagarse con el negro incienso que surte de lasfábricas y talleres.

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Vista de El Vapor desde la ascensión al cementerio. Foto: Cecilio Alonso

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Vista parcial de Enguera desde el camposanto. A sus pies, en primer término, El Vapor San Jaime.

Puerta de acceso a El Vapor deSan Jaime, hoy desaparecida. Seadivina en su arco interior elcementerio encubierto por lahilera de cipreses que recorren laascensión al mismo. Todo unsímbolo preciado para el autorpor el dualismo progreso(industrial) y muerte Fotos:

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(industrial) y muerte. Fotos:Cecilio Alonso.

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Exterior del edificio antiguo de ElVapor de San Jaime desde la caraposterior, con la chimenea que seyergue apuntando al cielo y encompetencia con los cipreses delcementerio que sobrepasan latapia.

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El Vapor desde el cementerio. Foto: Cecilio Alonso

Cardadores de lana en plena actividad. Foto: Atget

Las fábricas se nutren de mano de obrapreciada como niñas y mujeres encondiciones laborales en buena parte duras

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D. José Cabot (en la foto, nº 1) acompañado de sus nuevos socios Sres. Piqueras (2), Marín (3), y del Dr.Albiñana (4, de pie y con bastón). El resto son operarios y viajantes de la casa, en la fiesta de despedida delnegocio, celebrada el 18 de febrero de 1914. Se da la circunstancia de hallarse todos los trabajadores,viajantes y gerentes de la empresa, con excepción de Vicente Marín Gómez, ausente por representación dela empresa en tierras aragonesas. Foto: El defensor de Enguera y sus distrito.

El despacho de la factoría deMalaveta se halla radicado en la C/Sorni, en pleno ensanche. Abajofachada principal con detalle delescudo de la industria lanera, en1998. Foto inferiores: R. Gómez Frías.

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Fachada principal de la factoría de V. MarínGómez en Valencia, hoy hotel de lujo, C/Amadeo de Saboya, 16.

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Carta comercial de Vicente Marín Gómez-IndustriaLanera Valenciana. De Valencia a Castellón, año1920.

El edificio de la Industria Lanera Valenciana,llamada fábrica de lanas “Marín” o también “Lalanera”, ocupa toda una manzana, asentadosobre un solar asimétrico de la ExposiciónRegional de 1909. De estilo modernista, comose aprecia en los diferentes laterales, tienerasgos del art nouveau, que confierenmagnanimidad horizontal al visitante. Suarquitecto es Alfonso Garín Ortolá 1917arquitecto es Alfonso Garín Ortolá, 1917.

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Iban contorneando la montañarotunda. Cuando dieron otra vez vistaal valle apareció reclinada en lasestribaciones de la cordillera, la antiguaNoriega, rebautizada Troya de la Sierrapor mérito de los diez años que entreasedios y ataques, retiradas y nuevosasaltos costó el recobrarla de losmoriscos a Fernando II el Santo Desde

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moriscos a Fernando II el Santo. Desdela altura divisó el viajero las callesangostas, las casas blancas y los restosde murallas árabes con vestigiospúnicos en sus fundamentos. Un grancuadrilátero indicaba la plaza dondeestá su hogar.

Los caimanes, I, 411

Fachada del edificio que se hace construir en laplaza mayor del pueblo Malaveta en sus años deprosperidad. En el frontis superior figura inscritoel nombre de su propietario. Foto: Cecilio Alonso.

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Aunque posterior a los hechos narrados por Ciges, parte del conjunto arquitectónico de la Plaza mayorcon fachadas de elementos modernistas testimonian un desarrollo similar al descrito por Ciges en Loscaimanes, producto de una industrialización precaria. Preside el centro de la plaza la fuentemonumental, obra de Garnelo Fillol. Fotos: Mesas.

Interior del Bar Industrial, 1930. Su nombre lo debe al desarrollo alcanzado por el pueblo unos años después de la trama de Ciges en Los caimanes.

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El vetusto pueblo se agrandaba y modernizaba con la rapidez de un lugar americano.Todas las casas estaban alquiladas y había que construirlas numerosas para el albergue delos hacinados moradores. Trescientas familias tenían que residir en las aldeas próximashasta encontrar cobijo en Los Arcos. Los dos casinos antiguos y otro más ostentabanflamante decorado; los cafés eran cinco, y no había calle sin bar, donde el público deambos sexos iba adquiriendo nuevos gustos y hábitos”.

Prosperidad y ruina de un nuevo rico, 384-5

Vista general de la fábrica de tejidos de lana Piqueras y Marín, finales de los años 20. Foto: Mesas

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A medio kilómetro antes de entrar en la villa erguíase blanquísimo edificio, más grande queun cuartel, con avenidas de dorada arena y árboles jóvenes que indicaban su recientearraigo Era la primera fábrica moderna levantada por el esfuerzo tesonudo de Castilla Más

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arraigo. Era la primera fábrica moderna levantada por el esfuerzo tesonudo de Castilla. Máscerca de Troya destacábanse largos pabellones encuadrando un amplio estanque con aguasde luz al herirlas el sol. Bordeando un arroyo, y aún en su propio lecho, surgían otrasconstrucciones entre macizos de esmeralda. ¿Y aquella mancha gris que se divisa en la faldadel monte más enhiesto posterior al pueblo? Vista de lejos parece una locomotora recostada,y de cerca es una desgarradura de la roca. De allí habían salido los bloques para las flamantesobras, […]. Dispersos por oteros, recuestos y umbrosas sinuosidades, numerosos chaletsalegran el paisaje con sus notas blancas, rojas y azules.

Los caimanes, 0, 411-2

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Trabajadores del paño en plena actividad. Nave industrial del consorcio Piqueras y Marín, a finales de los años 20. Foto: José A. Piqueras

…eras buenos padres, ciudadanos ejemplares, probos trabajadores; no conocían el vicioni sentían propensiones rencorosas. ¡Algo envidiosos nada más! Su gran defecto era lamediocridad, el miedo a emprender, sugerido por la hereditaria desconfianza en símismos y en los demás. La industria, iniciada tres siglos antes, se quedó estacionaria.

LA MENTALIDAD ENGUERINA:Vi

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Lo que fabricaron los antepasados, eso hicieron los descendientes, y la actividad deTroya se redujo a vender en algunas zonas misoneístas para las clases más humildes yapegadas a la gleba. Los hijos de Modesto Sáez, a quienes sirvió Román Castalla, y losSucesores de Benito Cuevas, eran los restos importantes del antiguo pululamientofabril. Salvo ellos, podían contarse quince o veinte fabricantes menores y mínimos, sindinero ni material, secundados por tejedores domésticos, que elaboraban durante elverano de «notas» que hicieron en sus viajes de primavera representando Casascatalanas. Troya adquiría vitalidad en los meses veraniegos; pero al llegar los primerosfríos enmudecían los telares de mano y los tejedores habían de subvenir a sus

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fríos enmudecían los telares de mano y los tejedores habían de subvenir a susnecesidades laborando los escasos campos del término.Con la decadencia industrial sobrevino la de Troya. Sus diecisésis mil almas se redujerona la mitad en treinta años, y en los diez últimos emigró el tercio. ¡Casa que caía ya no selevantaba! Unos se iban a América, Orán o Argelia; otros se desparramaban por laMancha, Andalucía y Extremadura, llevando a todas partes sus hábitos de honradez ymedianía.

Los caimanes, 0, 412-3