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Cubierta DONDE HABITA EL PAISAJE 31. 2006. Acrílico sobre lienzo. 81 x 65 cm Fragmento
Del 18 de enero al 15 de febrero de 2008
AANNDDRRÉÉSS DDEELLGGAADDOOdonde habita el paisaje
EXPOSICIÓN
COMISARIOSabas Martín
COORDINACIÓN GENERALHilda Mauricio
REALIZACIÓN DEL MONTAJEAndrés DelgadoSabas MartínCentro de Artes PlásticasMudanzas Ramos, S.L.
TRANSPORTEMudanzas Ramos, S.L.
SEGUROSMapfre GuanartemeCorreduría de Seguros AÓN GIL Y CARVAJAL
CATÁLOGO
TEXTOSSabas MartínFermín HigueraVerónica García
FOTOGRAFÍASInmaculada Valenzuela
PROYECTO GRÁFICOJavier Caballero
PRODUCCIÓN EDITORIALEdiciones del Umbral
IMPRESIÓNBrizzolis
ENCUADERNACIÓNRamos
ISBN: 978-84-8103-550-6D. L.: GC 1162-2007
CABILDO DE GRAN CANARIA
PRESIDENTEJosé Miguel Pérez García
CONSEJERA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURALLuz Caballero Rodríguez
CENTRO DE ARTES PLÁSTICAS
DIRECTORAHilda Mauricio Rodríguez
TÉCNICAMaripino Amador Armas
SECRETARIAMª Luz Rodríguez Montelongo
Después de visitar la Casa de Postas de Ingenio y la Casa Verde de Aguilar en Gáldar, llega a la saladel Centro de Artes Plásticas de Las Palmas la muestra Donde habita el paisaje, primera del progra-ma Diálogo desde las Artes, impulsado por la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural,con el ánimo de acercar a la ciudadanía las propuestas de los creadores nacidos en el ArchipiélagoCanario o que desarrollan su actividad en las islas.
Diálogo desde las Artes sale al encuentro de nuestros estudiantes en los institutos y acoge a losadultos que visitan las salas de exposiciones, consciente de que la nuestra es una población sensi-ble a las propuestas culturales, que al visitar una muestra busca claves para disfrutar de la creaciónartística y de la reflexión que los artistas hacen sobre problemas sociales que nos afectan a todos.
Estos paisajes de Andrés Delgado han convocado además a la poesía, la novela, el ensayo y la músi-ca y en esta aproximación Diálogo desde las Artes ha contado con la participación de Sabas Martín,Fermín Higuera, Rosario Valcárcel, Luis León Barreto y Verónica García, canarios de diversas islasque viven, o han vivido habitualmente en Madrid, que han compartido con los alumnos de los ins-titutos esas islas que pinta sobre el lienzo Andrés Delgado desde el recuerdo y la libertad en el trazo.
Ellos nos han regalado a todos los que nos hemos acercado a la muestra Donde habita el paisaje suemoción ante un paisaje genuino, muy nuestro, frente al que no podemos mantenernos insensibles;reconociendo que está dotado de gran poder de comunicación.
En su itinerario insular, esta exposición ha logrado que muchos visitantes de las salas de exposiciónhayan hecho suya la mirada que nuestros artistas e intelectuales han dedicado a los paisajes deAndrés Delgado, gracias a las actividades culturales, a los talleres didácticos y a las visitas guiadasorganizadas por el Departamento de Acción Didáctica del Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM).
Andrés Delgado nos ofrece una personal visión del territorio insular. Vivencias que transmiten unasingular experiencia: paisajes de la memoria. Pero, junto a esas islas del recuerdo, nos presenta otrasislas, próximas en su vivencia cotidiana, las que el insular que vive lejos del archipiélago percibe alatravesar el páramo castellano, sorprendido por la presencia de macizos verdes en la inmensidad delcampo de Castilla, ese páramo que tan profundamente sintiera Miguel de Unamuno.
De este modo, la muestra, expuesta en la sala “Juan Cas” de La Laguna, al visitar Gran Canaria, nosha permitido reflexionar sobre un signo indiscutible de nuestra identidad, pues, como ya afirmabael escritor vasco que visitó en 1924 Tenerife y Gran Canaria, camino hacia su destierro enFuerteventura, cada individuo lleva impreso en su ser el alma del paisaje. Y ese paisaje/sentimientonos lleva a presentir islas en la distancia, a intuirlas en cada horizonte, incluso tierra adentro, dondeno existe otro mar que el sugerido por los trigales o la vegetación rastrera.
Para la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural del Cabildo de Gran Canaria consti-tuye un honor poder contar con el apoyo de CajaCanarias. Compartir siempre resulta una experien-cia enriquecedora, pero cobra especial valor cuando se hace con una entidad canaria que consentido regional promueve actividades culturales que contribuyen al avance de nuestra sociedad yademás porque aunando esfuerzos podemos asumir el reto de mostrar en las islas la obra de loscreadores canarios que viven y crean fuera del territorio insular.
Luz Caballero RodríguezConsejera de Cultura y Patrimonio Histórico y Cultural
Cabildo de Gran Canaria
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EL PAISAJE QUE NOS HABITASabas Martín
Ya los postrománticos afirmaban que el hombre es la imaginación de su suelo que era una
manera de decir que el paisaje es la vida y la identidad. Esa definición, que lo resume todo, incluye
también el sentimiento, muy especialmente cuando la tierra propia es convocada desde la ausencia
y la distancia. Que la geografía es uno de los rostros de la emoción es algo que, quien más quien
menos, hemos podido experimentar alguna ocasión con mayor o menor secreta e íntima intensidad.
Quiero decir que somos lo que somos y nos dejan, pero, además, también somos la presencia o la
memoria del paisaje en el que creció nuestra mirada. Luego, el tiempo y sus derrotas, el amor y el
dolor, esa música callada que compone la vida ocurriendo hacia la muerte, se encargan de transfor-
marnos la mirada y, en ella, la claridad o el fuego original que alguna vez fuimos. Sin embargo, a
solas, despojados ante el espejo, la imagen del cristal nos devuelve no el rostro, sino el sentimiento
que lo sustenta. Entonces dejamos de ser lo que estamos acostumbrados a que nos dejen ser para
convertirnos en una geografía sentimental en cuyos límites suceden los recuerdos y el paisaje que
en ellos se convoca. Entonces volvemos a ser el niño cuya mirada no sucumbió al olvido.
Nuevamente capaces, entonces, de ser isla entera: esa que enseñó a los ojos y al corazón los latidos
del mar, los delirios de la lava, los escarpes de las cimas, las siluetas de espuma en la arena, los mis-
terios sigilosos que guarda el horizonte.
Entre nosotros, allá por los años 30, Pedro García Cabrera se aventuró a formular una explicación
del ser insular en función del paisaje. El poeta gomero nos enseñó que no podemos reconocernos
a nosotros mismos si no disponemos de una mirada integral a través de la cual sentir nuestras islas
y, con las islas, recreadas por la palabra o por el arte, los sueños y las heridas del mar que las
envuelve. También Pérez Minik dejó dicho que el canario siente en todos sus actos la naturaleza de
su recinto geográfico, por más que permanecer en las islas fuese estar a la vez en un purgatorio y
en un paraíso. Isla somos, pues. Como un destino inevitable. Aunque no vivamos en esa Isla, única
y múltiple a la par, que son nuestras islas. De isla somos. Aunque otro paisaje haya venido a sus-
tituir el paisaje originario. Para lo bueno y para lo que no lo es tanto, seguimos siendo el sueño del
paisaje, la consecuencia de la geografía y su sentimiento. Somos, sí, el paisaje que nos habita la
memoria.
Y el paisaje que habita la memoria de Andrés Delgado es el de Canarias. En él se fundamenta buena
parte de su razón de ser como artista plástico. Nacido en Güímar en 1953, fue Primer Premio de
Pintura 1969 en Santa Cruz de Tenerife y se le suele encuadrar en la llamada Generación de los 70,
DONDE HABITA EL PAISAJE 11. 2007. Acrílico sobre lienzo. 60 x 73 cm. Fragmento
cuando advirtió aquello de que la pipa representada en uno de sus lienzos no era una pipa. Pero no
se piense que esa rememoración de signo estético que acomete en sus cuadros Andrés Delgado, esa
su evocación plástica de las formas de la geografía insular, es una ceremonia de melancolía o de nos-
talgia, tendente a la reiteración sentimentaloide de una iconografía sabida. En absoluto. El sentimien-
to, la emoción presente en estas obras es de rango más profundo y perdurable. Surge de la íntima
necesidad, de la confrontación de la memoria y el pensamiento con las imágenes que conforman la
propia biografía. Es lo que decían García Cabrera y Pérez Minik: el designio ineludible de ser siendo
isla. Aunque se esté fuera, aunque se esté lejos. Es lo que afirmaron los postrománticos: la vida y la
identidad latiendo en el sueño del paisaje. Después, emociones y sentimientos se hacen pintura y se
despliegan por las telas con acentos líricos, muchas veces, y otras con contenido o explícito drama-
tismo, en una suerte de multiplicación de contrastes en la búsqueda de hacer ciertos, inmediatos y
tangibles los lugares que anidan en la mirada. Lugares vividos, presentidos, imaginados o mezcla de
todo ello, ya sea a la vez o en parte. En cualquier caso, paisajes que son los paisajes de la Isla, y pai-
sajes que se cumplen en el acto creador de la pintura.
En cierta ocasión, hace un par de años, escribí que la de Andrés Delgado es una pintura de honda
fuerza telúrica, de trazo suelto y vigoroso, en donde confluye un tratamiento gestual del color,
fuertemente empastado, que busca realzar la inflexión viva e intensa de las tonalidades. Por su
parte, Carlos Pérez Reyes, Presidente de la Asociación Española de Críticos de Arte, a propósito de
la presentación en Madrid, en 2005, de una carpeta con grabados de Luis Arencibia, Luis Alberto
Hernández, Nicolás Calvo y el propio Andrés Delgado, con textos de Luis León Barreto y míos, publi-
cada por AHD Editor, señalaba, como algunos de los elementos identificatorios de la fuerza de la
obra del artista, la gestualidad y una sutil impronta caligráfica superpuesta a volúmenes que encie-
rran una recreación de formas telúricas y perfiles de montañas. Lo dicho entonces se cumple igual-
mente en esta exposición. Pero hay más elementos pictóricos y compositivos que se dan cita en
estos paisajes esencialmente isleños de Andrés Delgado. Hay una forma característica de abordar
el color que en ocasiones linda con lo matérico y en otras, con una sugerente porosidad. Hay la
fusión de contrarios en una gama sutil de matices que recorren lo suave y lo fuerte, lo sosegado y
lo impetuoso. Hay una impronta expresionista que deriva a cortes de planos y a la irrupción abrup-
ta de volúmenes. Hay una ondulación complementaria entre veladuras y cúmulo de manchas. Hay
un deslizarse hacia las lindes de la abstracción que nunca llega a ser absoluta. Hay, en suma, un
sabio dominio de la pintura-pintura que cristaliza en la composición de un vívido e inaugural uni-
verso, regido todo él, de raíz a cielo, por lo telúrico.
En formato mayor o reducido, los verdes del campo, los negros de las lavas, los marrones y arenas
de montañas y playas, los azules acantilados, conviven aquí con horizontes difuminados que, por
momentos, desaparecen ante la rotunda presencia de perfiles y siluetas geodésicas emergentes del
espacio. Frente a este universo creado desde la mano que toca la memoria, sitúa Andrés Delgado al
espectador. Un universo que sólo alcanza su plenitud cuando la mirada de quien contempla com-
pleta el trazado último y, en la intimidad de la propia experiencia, hace suyos los paisajes en donde
laten los signos indelebles de la Isla. Entonces, espectador y pintor se reconocen. Entonces, el paisa-
je está ya habitado, mutuamente para siempre perteneciéndose.
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según constató su participación en la muestra antológica que con ese apelativo generacional se
llevó a cabo en la Sala Conca de la ciudad de Aguere en 1980, punto de referencia para nuestra
memoria cultural reciente. Tras varias exposiciones individuales y colectivas, Andrés Delgado pasa
por la Escuela de San Fernando, en Madrid, y desde 1980 se establece ya en la capital. Es, pues, uno
de esos canarios que están fuera, pero que, como tantos otros, nunca se ha ido y nunca ha renun-
ciado a su raíz. Al contrario. Su condición, más allá de residencias y fronteras, es inequívocamente
isleña.
Y su presencia en algunas exposiciones, en solitario o acompañado de otros pintores, en la Casa de
Colón y en la ermita de San Antonio, de Las Palmas de Gran Canaria, en la década de los 80, o en
el Ateneo lagunero, en 2000, confirma ese vínculo, invisible, pero no por ello menos poderoso, del
ser sin estar. Como lo confirma nuevamente su regreso a Canarias con esta muestra que ahora se
presenta en la Sala de Arte Juan Cas de La Laguna. Pero sobre todo lo confirma su universo pictó-
rico, que se nutre de la mirada insular de una manera esencial y definitiva, diríase que irremisible-
mente.
He tenido la oportunidad de asistir en Madrid a algunas exposiciones de Andrés Delgado y, en ellas,
el impulso pictórico ha estado dominado singularmente por la voluntad de recreación isleña. En el
Istituto Europeo di Design, por ejemplo, en septiembre de 2003, fue la iconografía de la Montaña Roja
y la misma playa del Médano el motivo sobre el que giraba su trabajo. Las variaciones que sobre este
espacio delimitado de la geografía del sur de Tenerife desarrollaba nuestro pintor, hacían que las imá-
genes de ese paisaje reconocible apareciesen ante los ojos con una inédita fuerza expresiva, multipli-
cándose en íntimas sugerencias. En otra ocasión, en febrero de 2005, en la Casa de Canarias, Andrés
Delgado llevó a cabo una propuesta de depuración y esencialización de perfiles telúricos isleños:
jables, cenizas, cumbres, mar y espuma que, en palabras del músico y poeta Fermín Higueras, brota-
ban “del mismo modo que objetos sin límites precisos en la vastedad del pensamiento”.
No se trataba entonces, como tampoco se trata ahora, de actuar sobre un territorio específico, sobre
una orografía concreta, sino de un proceso de interiorización de la naturaleza representada para
convertirla en mito y símbolo, en otra realidad posible o imaginada, pero que encierra en sí lo defi-
nitorio del paisaje insular. La isla pintada por Andrés Delgado desde Madrid, aun cuando aparece sin
referentes topográficos identificables, es la Isla por antonomasia, la que brota cierta y tangible con
los ojos cerrados. Una Isla, un paisaje, que transcurre, no ya en la superficie o la apariencia, sino que
germina en la profundidad de la memoria, en el centro de la emoción y el sentimiento. Un paisaje,
una Isla, que en su confluencia de líneas, planos, volúmenes y colores se revela cifra y resumen,
compendio identitario, intemporal y remota a la vez que instantánea y próxima.
De esa materia insular originaria, de ese designio depurador y esencializante, están hechos los cua-
dros que muestra Andrés Delgado. Son cuadros que, despojados de retóricas anecdóticas, limpios de
coartadas narrativas, apresan la índole más cierta de nuestra geografía traspasándola a la pintura sin
más aditamento que la verdad desnuda de su propia condición. Son paisajes vistos con los ojos de la
ausencia y la distancia y, quizás por eso, radicalmente reveladores. Andrés Delgado no repite lo que
la mirada contempla, sino que, desde la rememoración, crea una nueva mirada. No de otra cosa se
alimenta el auténtico arte. Hace tiempo que la pintura dejó de ser imitación de lo real para ser ella
misma una realidad autosuficiente que se cumple en sus propios postulados. Ya lo dijo Magritte
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DONDE HABITA EL PAISAJE 23. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 5. 2007. Acrílico sobre lienzo. 89 x 116 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 6. 2006. Acrílico sobre lienzo. 89 x 116 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 7. 2006. Acrílico sobre lienzo. 81 x 100 cm DONDE HABITA EL PAISAJE 16. 2007. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 30. 2007. Acrílico sobre lienzo. 97 x 130 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE
¿En qué geografía habita el paisaje?:
¿en la fijeza que anida concreta bajo el cielo,
o en el espacio secreto donde vela la mirada?;
¿en la estación presente que márgenes y límites confinan,
o en la distancia anterior de la memoria?
¿Desde cuándo irrumpe el color, su incendio intacto que rezuma
opacos vértigos de lava, cumbres escarpándose, la cal lenta del mar?
Las formas con que extraña su enigma el horizonte,
¿son del aquí que en el ahora se cumple,
o del rastro antiguo que une al origen?
¿En qué geografía habita el paisaje?
Con los ojos cerrados, abiertos hacia adentro aún
el latido de la mano toca el pensamiento.
El tiempo es isla muda del recuerdo:
imagen de luz herida, vida vivida.
Hasta que el tacto la sueña, ausente,
y en otro sitio callado la asedia. Y la convoca.
Entonces sólida y pura la fecunda. A sí misma se sustenta.
Entonces por entero le pertenecen sus perfiles de sombra.
Entonces renace y vive la Isla en todo lugar.
SABAS MARTÍN
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DONDE HABITA EL PAISAJE 8. 2007. Acrílico sobre lienzo. 81 x 65 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 24. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 13. 2006. Acrílico sobre lienzo. 81 x 65 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 12. 2006. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm DONDE HABITA EL PAISAJE 14. 2006. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 17, 2007. Acrílico sobre lienzo, 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 28. 2007. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
DECONSTRUCCIÓN Y PAISAJE EN ANDRÉS DELGADOFermín Higuera
Según Carlos Pinto Grote, Juan Ismael encontraba en el paisaje del sur de Tenerife el ideal pictórico
del paisaje. En las amalgamas de las líneas puras y la progresión cromática de colores menos violen-
tos que los del norte de la isla, conseguía contener su pulso paisajista. Él huía de las estampas de
buganvillas y balcones, del pintoresquismo decimonónico, no quería hacer del paisaje un pretexto para
la confesión sentimental y el arrobo de las emociones, y prefirió, de cuantos le ofrecía la geografía
canaria, el paisaje que le parecía más alejado de las imágenes tópicas y turísticas de la canariedad.
Andrés Delgado, desde Madrid, con mirada evocadora, pinta esa isla, que ya no es el sur de Tenerife,
sino una esencialización de colores sobre un plano vacío, una depuración de pinceladas hacia la
marca mínima de las veladuras o el cúmulo limpio de la materia. Entre esos dos extremos, el lienzo
puro y la pintura añadida casi sin degradaciones, oscila su movimiento, que no es un péndulo entre
puntos extremos o entre contrastes dramáticos, sino una ondulación que se desarrolla más o menos
sosegada entre los jables casi inmateriales y los basaltos pendencieros, las espumas trenzadas en las
orillas y el zahorras claras de los suelos. Cenizas que han recuperado la calidad de la firmeza des-
pués del viento y la erupción. Cumbres, suavidad y altura paradójica de las tierras nuevas. Perfil de
los techos del valle que proporciona una oquedad al espíritu, un abrazo telúrico a los desplazamien-
tos aéreos del corazón. Mar que no nos remite a la orilla, sino a una meditación de los límites: los
trazos divisorios, el ribete blanco de la espuma, las concavidades de la luz, los arañazos que descu-
bren el lienzo. Acantilados sugeridos por una oscuridad ignota, playa y arena sujetas a la isla del
cuadro, viento transustanciado en las tablas, cielo pensante que se trasmina en las ínsulas borrosas
de la vastedad de la mente.
Todo terminará siendo paisaje, imagen deshabitada. El paisaje nos antecede y nos sobrevive. Si la isla
es la tierra habitada por los hombres, el cuadro es la ventana en la que el pintor proyecta su mente.
Sus cuadros son las islas de sus proyecciones. Todo paisaje acaba por transformarse en apotegma
del que lo mira. La ausencia de los confines despoblados nos remiten al otro, no es un signo de des-
humanización, es ausencia que marca con nitidez una falta. El atardecer es una elegía a un poeta
insular muerto inesperadamente en la meseta. Los cardones y las piteras, retratos majestuosos. El
volcán, la atalaya desde donde podemos contemplar el crecimiento de un árbol. Los cipreses, una
disculpa para una teoría de las proporciones y la perspectiva. El verde en su delirio crea analogías
entre los álamos y los acantilados, sintetiza las ínsulas vegetales de Castilla y las escarpaduras roco-
sas de Canarias. El negro es la suma de todos los colores. El blanco, la totalidad de la luz.
DONDE HABITA EL PAISAJE 34. 2007. Acrílico sobre lienzo. 81 x 65 cm
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El paisaje aquí no es un estado de ánimo, la ausencia de figuras humanas no nos remite a una poé-
tica de lo sentimental sino que afirma el pragmatismo de la composición. No importa el testimonio
del tránsito ni la escritura de los pasos en los caminos. Los únicos vestigios del sudor y la sangre son
los del pintor plegando y desenvolviendo, desde sus pupilas, los alcores y las colinas. No es una pin-
tura de afectos sino de las papilas gustativas. Los matices no han de desfigurar los planos, la bruma
y las trasparencias deben hacernos remitir a la masa. Si no fuese porque la continua referencia al
paisaje nos habla de una ausencia y una evocación, las únicas huellas humanas serían las de la pro-
pia pintura y su pureza. Así el autor ha de velar los acrílicos y los pinceles, los trapos y los lienzos,
los disolventes y las espátulas, en su estudio de pintor, pues ellos son los signos sagrados, los ves-
tigios primeros y últimos de su humanidad, son sus armas de caballero.
Andrés Delgado ordena los elementos de la sintaxis del paisaje y las herramientas del oficio. Por
unos afirma el panteísmo de su mirar y, por las otras, su fe en la pintura. Después los reagrupa en
ventanas sucesivas, que no son copias del mundo ni reconstrucciones de la mirada, sino arrecifes
deshabitados. Ha cuestionado las imágenes y sus orígenes. Un cierto nihilismo libera sus represen-
taciones de referencias concretas. Creo que su actitud es crítica y perseverante al mismo tiempo.
Cuestionamiento y fe son fuerzas, en apariencia contrarias, que incentivan su creación. Se arrasa y
se reconstruye. Conjeturo también que es irónico con los modos pictóricos y que, sin embargo, no
reniega de la estructura del bastidor y el plano del lienzo, de los acrílicos y el pincel, que no abomi-
na de la pintura. Supongo que desacredita el protocolo de la tradición y la herencia sin contradecir-
se. Aspira a que los demás lo reciban trascendido en sus obras. Tiene fe en la comunión. Por ello ha
sacado de sus paisajes todo lo que no es paisaje. La montaña roja es un imán sobre el océano. Los
pliegues de masapé y piedra pómez demandan presencias. Sus paisajes son prólogos y, al mismo
tiempo, epílogo a la parición dramática de Quijote y Sancho.
Este ejercicio de significarse en un plano es producto de la deconstrucción de un lenguaje en el que
no nos reconocíamos. Intentar reconocerse a sí mismo es el principio de un espejo en el que el otro
podrá mirarse. El paisaje también es un espejo que termina de bruñirse en los que se asoman, un
azogue que no pertenece a ningún reflejo, sino que permanece desasido, dispuesto a reflejar a cual-
quiera. Su universalidad deviene de que no es susceptible de ser poseído. Es inasible y escurridizo.
Aquí se nos revela el carácter indómito de Andrés, contrario a las complicidades cortas de miras. Su
severidad y su suavidad. Severidad por la que obliga al cuadro a ser un lugar de encuentro, un pai-
saje sin apostillas humanas. Suavidad por la que permite el acercamiento. El renacer se fundamen-
ta en estas dos virtudes, la mirada se reconstruye en el paisaje. La fijeza de la visión resurge en cada
obra, incorporando cicatrices, marcas de una deconstrucción, piedras de un torre caída que germi-
nan en frutos nuevos. No hay origen, no hay destino. Sólo hay estar en el ahora sagrado. Por el
estrechamiento de la constricción la mano y el pincel alumbran.
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DONDE HABITA EL PAISAJE 2. 2007. Acrílico sobre lienzo. 97 x 130 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 29. 2006. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 21. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 18. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm DONDE HABITA EL PAISAJE 20 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 9. 2007. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 26. 2007 y 2006. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 1. 2007. Acrílico sobre lienzo. 97 x 130 cm DONDE HABITA EL PAISAJE 3. 2007. Acrílico sobre lienzo. 97 x 130 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 19. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 10. 2007. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
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TRAS EL LIENZO
La isla se abre:
derrama delirio
en la entrega.
Su corazón no es blanco
conoce las cuevas
que la infancia abandona.
Lejos,
la insularidad
supura el verde
del jamás y del ahora
en extrema abundancia.
El cielo extiende
su corazón
que no es negro
sobre el mar
que escapa.
Un latido
en la arena
naufraga.
La llaga del continente
se cierra.
Una diadema de luz
enhebra las miradas.
Tras el lienzo
la ola escupe piedras
su espuma
dilata
los colores.
VERÓNICA GARCÍADONDE HABITA EL PAISAJE 27. 2007. Acrílico sobre lienzo. 81 x 65 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 32. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 36. 2007. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 38. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm DONDE HABITA EL PAISAJE 37. 2007. Acrílico sobre lienzo. 16 x 22 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 33, 2007. Acrílico sobre lienzo. 116 x 180 cm
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DONDE HABITA EL PAISAJE 35, 2007. Acrílico sobre lienzo. 65 x 81 cm
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OBRAS EN EXPOSICIÓN
DONDE HABITA EL PAISAJE 1 2007 Acrílico sobre lienzo 97 x 130 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 2 2007 Acrílico sobre lienzo 97 x 130 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 3 2007 Acrílico sobre lienzo 97 x 130 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 4 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 5 2006 Acrílico sobre lienzo 89 x 116 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 6 2006 Acrílico sobre lienzo 89 x 116 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 7 2006 Acrílico sobre lienzo 81 x 100 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 8 2007 Acrílico sobre lienzo 81 x 65 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 9 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 10 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 11 2007 Acrílico sobre lienzo 60 x 73 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 12 2006 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 13 2006 Acrílico sobre lienzo 81 x 65 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 14 2006 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 16 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 17 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 18 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 19 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 20 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 21 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 22 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 23 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 24 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 26 2006 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 27 2007 Acrílico sobre lienzo 81 x 65 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 28 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 29 2006 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 30 2007 Acrílico sobre lienzo 97 x 130 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 31 2007 Acrílico sobre lienzo 81 x 65 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 32 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 33 2007 Acrílico sobre lienzo 116 x 180 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 34 2007 Acrílico sobre lienzo 81 x 65 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 35 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 36 2007 Acrílico sobre lienzo 65 x 81 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 37 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
DONDE HABITA EL PAISAJE 38 2007 Acrílico sobre lienzo 16 x 22 cm
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ANDRÉS JESÚS DELGADO DOMÍNGUEZ
Nace en Güímar, en 1953 / Estudia Bellas Artes en Santa Cruz de Tenerife y en la Escuela de San Fernando de MadridEn 1969 obtiene el Primer Premio de Pintura en Santa Cruz de Tenerife / En 1972, primera exposición en el Ateneo de La Laguna
EXPOSICIONES RECIENTES
2007
ANDRÉS DELGADO. DONDE HABITA EL PAISAJE. Octubre / Sala de Arte Juan Cas. La Laguna
2006
FONDOS DE LA CASA DE CANARIAS Y DEL GOBIERNO DE CANARIAS EN MADRID. ColectivaMayo / Casa de Canarias. MadridISLAS RAÍCES. HOMENAJE A PEDRO GARCÍA CABRERAFebrero / Centro de Arte La Regenta. Las Palmas de Gran Canaria
2005
ISLAS RAÍCES. HOMENAJE A PEDRO GARCÍA CABRERA. ColectivaOctubre / CajaCanarias. Santa Cruz de TenerifeT.V.D. – TRES VISIONES DIFERENTES. ColectivaFebrero / Casa de Canarias. Madrid
2004
Edición de carpeta de grabados realizada por cuatro artistas plásticos y los escritores Luis León Barreto y Sabas Martín. Marzo / Casa de Canarias. Madrid
2003
PROYECTO 2.1. Exposición de dos artistas Septiembre / Sala de Exposiciones del Instituto Europeo de Diseño. MadridISLAS, exposición por el 50 aniversario de la fundación de la Casa de Canarias en Madrid Mayo / Círculo de Bellas Artes. Madrid
2002
MANUEL PADORNO. RECUERDO Y HOMENAJE 1933-2002. Colectiva Noviembre / Casa de Canarias. MadridJunio / Ateneo de La Laguna. Tenerife
EXPOSICIONES COLECTIVAS ANTERIORES
Colectiva ARTISTAS CANARIOS EN MADRID, Casa de Colón, Las Palmas de Gran Canaria, 1986Colectiva en Madrid con Darío Corbeira, Enrique Maté, Paco Leal y Fernando Corbacho, 1982ARTISTAS POR LOS DERECHOS HUMANOS. Amnistía Internacional Colegio de Arquitectos de Santa Cruz de Tenerife, 1980GENERACIÓN DE LOS 70, Sala Conca, La Laguna, Tenerife, 1980