119 El tapiz - Grupo SM...Curro no quería ir al Museo del Prado. ¡Menudo tostón! Pero cuando se...
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El tapiz misterioso Luisa Villar Liébana Ilustraciones de Javier Zabala
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Curro no quería ir al Museo del Prado. ¡Menudo tostón! Pero cuando se queda solo en la sala de Goya, alguien le toca la camisa, alguien le tira de las orejas y alguien se ríe de sus pantalones cortos. Curro pide ayuda, pero sus padres no pueden verlo. ¿Qué está pasando en realidad?
El tapizmisteriosoLuisa Villar Liébana
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Los personajes de los cuadros
parecen solo pinturas, pero a veces, solo a veces,
cobran vida y… ¡Ten cuidado!
¡Son muy bromistas!
Ilustracionesde Javier Zabala
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Primera edición: junio de 2008
Edición ejecutiva: Gabriel Brandariz Coordinación editorial: Paloma Jover Coordinación gráfica: Lara Peces
© del texto: Luisa Villar Liébana, 2008© de las ilustraciones: Javier Zabala, 2008 © Ediciones SM, 2015
Impresores, 2 Parque Empresarial Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) www.grupo-sm.com
ATENCIÓN AL CLIENTETel.: 902 121 323 / 912 080 403 e-mail: [email protected]
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A Pilar Solana, para quien escribí este cuento.
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Curro no quería ir al Museo del Prado. Nunca había estado en un museo, seguro que se aburría.
–Nada de eso –dijo Jorge, su padre, entusiasmado con la visita–. El Prado es un lugar fabuloso. En él llegas a sentir cosas muy interesantes.
–¿Sí? ¿Qué cosas? –lo desafió Curro.–Pues... cosas. Sensaciones. Ya verás.Curro notó cómo se arrugaba
su entrecejo en un gesto de enfado. ¡Qué rabia! No le iba a quedar
más remedio que ir.
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Y fue con su padre al museo. Era más grande de lo que había imaginado. Con más de noventa salas, cuatrocientos pintores, óleos, los relojes de los reyes...
No lograrían verlo todo ni visitándolo tres días seguidos.
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–¡Mira qué caballo! –le indicó Clara, que también lo acompañaba.
Clara era su madre. A ella le habría gustado ser pintora.
Se detuvieron frente a un caballo marrón con la crin negra y rizada. Lo montaba un rey, y sus patas delanteras se levantaban a punto de saltar.
–Es un caballo de Velázquez –dijo Clara.
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–Mira este –señaló Jorge–. No sé cuál me gusta más.
Se refería a otro caballo de Velázquez, marrón, con las patas blancas y una mancha clara en el hocico. Lo montaba la reina doña Margarita, que llevaba puesto un vestido impresionante.
–¡Qué vestidos más elegantes llevaban estas reinas!, ¿eh?
A Curro le gustaron más los caballos.
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Había muchos. ¡Tan grandes y fuertes en aquellos bonitos paisajes, que daban ganas de montar en ellos y empezar a trotar!
De pronto tenía hambre. Sacó un paquete de patatas fritas de su mochila y se dispuso a engullirlas. Su madre dijo que no era el lugar apropiado, y no le quedó más remedio que guardarlas otra vez.
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