11. 12. noviembre 2009

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Poema de dos letras Siento que te pierdes en páginas sensibles Y te encuentro en la aspereza del grisáceo del carboncillo que pinta tu silueta Obstruida por la combinación tónica, naufrago perdiendo en la inamovilidad tropical Entonces me quedo inerte, ante el deseo inherente de no querer olvidarte Te olvido en un sitio, pero de la nada me apareces en cualquier parte Y perdido en tu ausencia, me regocijo en la pluma de tu vista pueril tu rostro de seda y sonrisa de muñeca como siempre…te vas y me dejas me deja el orgullo me espera aún la esperanza después de ti desenfrenado hostigamiento se consume el último suspiro de la rememorada clase invernal que congela las razones cardiacas de cada minuto y termino siempre engarbullado entre las sabanas de huida, en medio de la tormenta que a diario me golpea en la realidad mojada de mi rostro Juan Carlos Aguilera Diraidi Rondón 11/2009 Minicuento 1 Tenía miedo a morir, pero verlos arder junto a él, aquí en el infierno, es el mejor de los cielos que jamás le hubieran prometido. Carmen Romero 27 ¿Qué significa existir en una forma? (Damos vueltas y vueltas, todos /nosotros, para volver siempre al mismo sitio.) Si nada se desarrollara más allá que /la almeja en su concha dura, ya bastaría. Mi ser no es una concha dura. Poseo instantáneos conductores por /todo mi cuerpo, que reaccionan cuando me muevo o /reposo. Se apoderan de cada objeto y lo /llevan inofensivamente por todo mi ser. Me basta con agitar, presionar y /palpar con los dedos para ser feliz. Tocar un cuerpo ajeno con el mío es /casi lo más que soy capaz de resistir. Hojas de Hierba Walt Whitman Texto leído en el recital poético del 28 de octubre: “Versos Brujos” por los participantes del seminario “La voz del cuerpo poético” Ítalo Calvino. Cómo escribo Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta. Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche, pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo. Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros que me gustarían escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a escribir ese libro. Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de escribir de un modo que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e ideas. En ese momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy escribiendo. Por otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico, ligado a las particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección opuesta. El libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero. REFUGIO DE LUZ ONCE

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Poema de dos letras

Siento que te pierdes en páginas sensibles

Y te encuentro en la aspereza del grisáceo del carboncillo que pinta tu silueta

Obstruida por la combinación tónica, naufrago perdiendo en la inamovilidad tropical

Entonces me quedo inerte, ante el deseo inherente de no querer olvidarte

Te olvido en un sitio, pero de la nada me apareces en cualquier parte

Y perdido en tu ausencia, me regocijo en la pluma de tu vista pueril

tu rostro de seda y sonrisa de muñeca

como siempre…te vas y me dejas

me deja el orgullo

me espera aún la esperanza

después de ti

desenfrenado hostigamiento se consume el último suspiro de la rememorada clase invernal que congela las razones cardiacas de cada minuto

y termino siempre engarbullado entre las sabanas de huida, en medio de la tormenta que a diario me golpea

en la realidad mojada de mi rostro

Juan Carlos Aguilera Diraidi Rondón

11/2009

Minicuento 1

Tenía miedo a

morir, pero

verlos arder

junto a él, aquí

en el infierno, es

el mejor de los

cielos que jamás

le hubieran

prometido.

Carmen Romero

27

¿Qué significa existir en una forma?

(Damos vueltas y vueltas, todos

/nosotros, para volver siempre

al mismo sitio.)

Si nada se desarrollara más allá que

/la almeja en su concha

dura, ya bastaría.

Mi ser no es una concha dura.

Poseo instantáneos conductores por

/todo mi cuerpo, que

reaccionan cuando me muevo o

/reposo.

Se apoderan de cada objeto y lo

/llevan inofensivamente por

todo mi ser.

Me basta con agitar, presionar y

/palpar con los dedos para ser

feliz.

Tocar un cuerpo ajeno con el mío es

/casi lo más que soy capaz

de resistir.

Hojas de Hierba

Walt Whitman

Texto leído en el recital poético del 28 de

octubre: “Versos Brujos” por los

participantes del seminario “La voz del

cuerpo poético”

Ítalo Calvino. Cómo escribo

Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho

más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y

experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de

adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta.

Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo

de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los

periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que

termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la

mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche,

pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo.

Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor

de veinte libros que me gustarían escribir, pero después llega el momento de

decidir que voy a escribir ese libro.

Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de

escribir de un modo que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e

ideas. En ese momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy

escribiendo. Por otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico,

ligado a las particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección

opuesta. El libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo

mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero.

RREEFFUUGGIIOO DDEE

LLUUZZ

OONNCCEE

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LOGRAMOS SALVAR A TODOS

II

Julia tiene veinte años, una cicatriz en la cadera y ocho mil bolívares en

el bolsillo trasero de su jean. Sus bolsillos delanteros siempre van cargados de

papelitos que Julia aprieta en sus manos y guarda cuando consigue uno nuevo y

mejor. La cicatriz le quedó hace 4 años, cuando se cayó intentando patinar de

nuevo. Julia tiene, además, dos ojos negros enormes a los que sabe dar matices

púrpura y hacer de ellos sus muñecos de ventriloquia.

Sus decisiones son firmes siempre, y grandes. Para las cosas pequeñas, es

indecisa, voluble y volátil. No tiene muy buena memoria y no funciona bien bajo

presión. Julia suele caminar en la misma dirección hasta que encuentra alguna

cuerda, cinta o hilo que se le enrede en los pies, entonces en seguida toma el

camino contrario.

Un día, su amiga Carmen, le colocó un cordón de zapatos a media pantorrilla para que se tropezara. Julia, por supuesto,

tropezó, se cayó y cuando se levantó, se volteó y caminó hacia otro lado. Seis minutos después, conoció a Miguel.

Cuando son las cuatro y media de una de muchas tardes de la ciudad, Julia sale por la ventana del cuarto de Miguel. Se

dirige a la universidad. Cada vez que Julia sale de ese cuarto, el mundo vuelve a temblar y el tráfico se mueve otra vez en cámara

rápida.

Esta vez, Julia camina hacia la universidad para buscar su reporte de calificaciones. Se tarda más o menos media hora en

llegar de casa de Miguel a la uni. Cuando va entrando a las oficinas, repica su celular. No le da tiempo contestarlo. El número es un

conjunto de números impares desconocidos para ella. Lo marca para llamar y saber quién era. En ese momento, advierte que hay un

chico sentado en una banca increíblemente húmeda por la lluvia. Cree reconocer al chico de algún sitio. El número era equivocado.

Se enternece con el perro.

María Ocando Finol. 2do Premio de Cuento. La Grapa Literaria. Escuela de Letras

Novela: es un espejo que paseamos a lo largo de un

camino. SAINT-REAL.

ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS

II

Sé silencioso en esa soledad

Que no es tristeza de aislamiento, porque

/entonces

Los espíritus de los muertos que estuvieron

/en la vida antes que tú, están otra vez

En la muerte alrededor de ti; y su voluntad

Te eclipsará: quédate quieto.

EDGAR ALLAN POE

MÁS ALLÁ

Más allá de tu nombre y de mi nombre,

qué será este esperar sin esperanza…

Dulce María Loynaz (Poeta cubana) Día, s. Período de veinticuatro horas en su mayor parte desperdiciado. Se divide en el día propiamente dicho y la noche o día impropiamente dicho; el primero se consagra a los pecados financieros y la segunda a los otros pecados. Estas dos clases de actividad social se complementan. Diccionario del Diablo. Ambrose Gwinet Bierce

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LA LUNA ASOMA

Cuando sale la luna

se pierden las campanas

y aparecen las sendas

impenetrables.

Cuando sale la luna,

el mar cubre la tierra

y el corazón se siente

isla en el infinito.

Nadie come naranjas

bajo la luna llena.

Es preciso comer

fruta verde y helada.

Cuando sale la luna

de cien rostros iguales

la moneda de plata

solloza en el bolsillo.

Federico García Lorca

Texto leído en el recital poético

del 28 de octubre: “Versos

Brujos” por los participantes del

seminario “La voz del cuerpo

poético”

Alejo Carpentier. El adjetivo y sus arrugas

Los adjetivos son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural,

sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en

una página. Pero cuando se les hace volver a menudo, cuando se les confiere una importancia particular, cuando

se les otorga dignidades y categorías, se hacen arrugas, arrugas que se ahondan cada vez más, hasta hacerse

surcos anunciadores de decrepitud, para el estilo que los carga. Porque las ideas nunca envejecen, cuando son

ideas verdaderas. Tampoco los sustantivos. Cuando el Dios del Génesis luego de poner luminarias en la haz del

abismo, procede a la división de las aguas, este acto de dividir las aguas se hace imagen grandiosa mediante

palabras concretas, que conservan todo su potencial poético desde que fueran pronunciadas por vez primera.

Cuando Jeremías dice que ni puede el etíope mudar de piel, ni perder sus manchas el leopardo, acuña una de

esas expresiones poético-proverbiales destinadas a viajar a través del tiempo, conservando la elocuencia de una

idea concreta, servida por palabras concretas. Así el refrán, frase que expone una esencia de sabiduría popular

de experiencia colectiva, elimina casi siempre el adjetivo de sus cláusulas: "Dime con quién andas...", " Tanto va

el cántaro a la fuente...", " El muerto al hoyo...", etc. Y es que, por instinto, quienes elaboran una materia verbal

destinada a perdurar, desconfían del adjetivo, porque cada época tiene sus adjetivos perecederos, como tiene

sus modas, sus faldas largas o cortas, sus chistes o leontinas.

El romanticismo, cuyos poetas amaban la desesperación -sincera o fingida- tuvo un riquísimo arsenal de

adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante, tormentoso, ululante, desolado, sombrío,

medieval, crepuscular y funerario. Los simbolistas reunieron adjetivos evanescentes, grisáceos, aneblados,

difusos, remotos, opalescentes, en tanto que los modernistas latinoamericanos los tuvieron helénicos,

marmóreos, versallescos, ebúrneos, panidas, faunescos, samaritanos, pausados en sus giros, sollozantes en sus

violonchelos, áureos en sus albas: de color absintio cuando de nepentes se trataba, mientras leve y aleve se

mostraba el ala del leve abanico. Al principio de este siglo, cuando el ocultismo se puso de moda en París, Sar

Paladán llenaba sus novelas de adjetivos que sugirieran lo mágico, lo caldeo, lo estelar y astral. Anatole France,

en sus vidas de santos, usaba muy hábilmente la adjetivación de Jacobo de la Vorágine para darse "un tono de

época". Los surrealistas fueron geniales en hallar y remozar cuanto adjetivo pudiera prestarse a especulaciones

poéticas sobre lo fantasmal, alucinante, misterioso, delirante, fortuito, convulsivo y onírico. En cuanto a los

existencialistas de segunda mano, prefieren los purulentos e irritantes.

Así, los adjetivos se transforman, al cabo de muy poco tiempo, en el academismo de una tendencia

literaria, de una generación. Tras de los inventores reales de una expresión, aparecen los que sólo captaron de

ella las técnicas de matizar, colorear y sugerir: la tintorería del oficio. Y cuando hoy decimos que el estilo de tal

autor de ayer nos resulta insoportable, no nos referimos al fondo, sino a los oropeles, lutos, amaneramientos y

orfebrerías, de la adjetivación.

Y la verdad es que todos los grandes estilos se caracterizan por una suma parquedad en el uso del

adjetivo. Y cuando se valen de él, usan los adjetivos más concretos, simples, directos, definidores de calidad,

consistencia, estado, materia y ánimo, tan preferidos por quienes redactaron la Biblia, como por quien escribió el

Quijote.

Sé,

nunca mientes

pero sigue cruzando

tus dedos

Milka García

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Resbalé en la luz de la luna buscando el alma de tu beso

trastorno tu paladar marchito de vientre de cuna

por el rincón de tu mirada paseo sin ser visto.

Pobre corazón que se desvela a desdeña del suelo

fructífero alivio del poeta sin venas

repitiendo constantemente tu nombre.

Aquí me tienes, en el soplo de tu mano

dispuesto a tu cintura colmada de versos

imponente calificativo para tu resplandor profundo.

Por el recodo de la vida deslumbro mi pobreza

soy el molino del Quijote

Sacerdote de malditas palabras.

Ahora tirito al saber amar

Amar de tanta ponzoña

Ahora tiemblo por tu caridad.

No cuelgo la hebilla del pasado

algo impuro no me permite

me detengo antes de velar tus ojos.

Sueños que me invaden en un minuto plano.

Jhoedy González

11/2009

LOGRAMOS SALVAR A TODOS

III

La Sra. Magdalena tiene 43 años y una sola gran historia que contar. Se

enamoró de Diego, un escritor margariteño. Se casó con Joaquín, un publicista

caraqueño. ¿Qué pasó en el medio? Abuelos, padres y prestigio social. Al fin y al

cabo no es ni siquiera una buena historia, pero es su historia.

De día, es profesora de literatura en un colegio católico privado del nor-

oeste. Sus alumnos creen en sus reversiones del Mío Cid como en la Divina

Palabra. A la hora del recreo, se sienta en la plazoleta a leer y casi nunca habla

con los demás profesores.

De noche, Magdalena es un almacén de quejas. Recibe principalmente,

las quejas del señor Joaquín, quien se queja porque la comida no estuvo lista a

tiempo, por los programas que hay en la tele, de la situación económica, y del

tráfico de la ciudad. Siempre, o casi siempre, el señor Joaquín concluye su

soliloquio con una expresión cualquiera que pone de manifiesto su fugitivo

interior.

María Ocando Finol. 2do Premio de Cuento. La Grapa Literaria. Escuela

de Letras

ESPÍRITUS DE LOS MUERTOS

III

La noche, aunque clara, arrugará la frente,

Y las estrellas no mirarán hacia abajo,

Desde sus altos tronos en el cielo,

Con luz como la Esperanza dada a los mortales,

Pero sus ojos rojos, sin rayo,

Para tu fatiga parecerán

Como una quemazón y una fiebre

Que se pegaría a ti para siempre.

EDGAR ALLAN POE

UNA PALABRA

Una palabra, sólo una palabra:

Y de pronto la vida se me llenó de luz…

Dulce María Loynaz (Poeta cubana)

Incluso la vida Incluso la muerte

Todo incluso. Nada se escapa, huyes en vano amigo mío, incluso tú y yo. Nada excepcional. ¿De qué te sorprendes?

MAYLI QUINTERO