10 AÑOS MUERTE DELEUZE

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Po rque la escr itura no es l a vida, ni tampo co como  la vida, me gusta imaginarme a Gilles Deleuze caminando por las calles de París con un hueco de ocho años. Un atado de años vacíos, fuera del calendario, atado de días blancos, días no gregoria nos. De l eu ze (1925-1995) publicó muy pronto su pri- mer libro y luego, durante esos ocho años, vivió en una l aguna de va c í o. No por estar aislado en la concentración, sino quizás en estado de escucha admirativa, en una zo n a de palabras descarnadas por el viento.  Yo sé lo que hacía y cómo vivía durante aquellos años, pero lo sé en abstracto, co- mo si otra perso na me relatase unos recuer - dos de los que yo no dudo, pero que no son realmente mis re c u e rd o s . Los escritores y los filósofos siempre señalan cierto momento significativo, un corte o una aparición, como el punto de p art ida de su formación. Pe ro De l e uze dejó de publicar durante esos años de sonam- bulismo; nada se sabe de sus trayectos ni si cruzó ese periodo blanco —o gris, que es blanco con el volumen bajo. Creer que al publicar de nuevo dejó atrás el vacío como si cerrase un paréntesis, es no entender n ada. Si formó algo tal vez fue un movi- miento, la posibilidad de moverse. Para Deleuze la filosofía es creadora; no reflexi- va, contemplativa o comunicativa. La filo- sofía está siempre en movimie nto; cre an d o conceptos nuevos. Por ello los libros de- leuzianos de historia de la filosofía desbor- dan el sentido c anónico-acad émico; en ellos encontramos métodos y reglas nuevas, un tono diferente. Deleuze inventó un linaje de autores que se oponían a la tradición r a- cionalista de la filosofía: Lu c recio, Hume, Spinoza y Nietzsche aparecen vinculados por la crítica de lo negativo, la exteriori- dad de las fuerzas y de las relaciones y el d esprecio por la i nterio ridad . De esas inte r- venciones extrajo herramientas para mos- trar cómo funciona una máquina literaria, de qué líneas está atravesada, de qué afectos es capaz. Los libros desde Proust, Sacher- Masoch o Kafka, los libros de cine o pintu- ra (Bacon), nos muestran las posibilidades de una mirada crítica que no está lastrada por la interpretación. Una mirada que re- nueva las obras que nos descubre. Están luego los libros acentuadamen- te filosóficos: Repetición y diferencia , gi -  ca del sentido y, en colaboración con Félix Guattari, El An t i - Ed i p o  ,Mi l Me s e t a s  y ¿Qué  es la filosofía? Un estrato donde la aventu- ra conceptual alcanza toda su potencia. En unas sobrias páginas de Lógica del sentido , Gilles De l e u ze e xplica que el a contecimien- to puro, “ real sin ser empírico, ideal sin ser mental”, destituye a las esencias como dis- pensadoras de sentido para sustituirlas por los acontecimientos como fuentes de sin- gularidades. El acontecimiento rompe la homogeneida d del “mundo ve rdade ro” cuya lógica sólo manejaba fórmulas par a cosas estables. Los acontecimientos, en cambio, son coextensivos al devenir , su estatuto es la indiferencia a todos los opuestos, su s in- gularidad es pre-individual, no personal. Cuando Deleuze encuentra a Guattari la sobriedad se torna radiante: ¿Cómo c rear multiplic idades y no sólo enun ciarlas? ¿Qu é poblaciones ocuparán el desierto de las esen- cias? Escribir entre  , como lo hacen ellos, no se había practicado nunca en filosofía. Es una nueva dimensión que busca que el pen- samiento se libere de su modelo; que quie- bra la identidad del autor y hace brotar las multiplic idades, las lín eas, l os deve ni res. Li- b ros constr uidos como cajas de herramien- tas: ningún significante que se muerda la cola, sólo intensidades en diversas veloci- dades, creciendo desde una interferencia causada por afuera, por gracia del azar. La isla desierta... , reúne textos de Gilles Deleuze publicados entre 1953 y 1974, desde la aparición de Empir ismo y subj e -  tividad  , su primera obra —dedicada a Hume—, hasta los debates y entrevistas que siguieron a la aparición de El Anti- Edipo  . La edic ión f ue pr epar ada por Da v i d Lapoujade (quien preparó también un se- gundo volumen, Dos regímenes de locos , que recoge textos de 1975 a 1995 y que está siendo traducido). La versión castellana es de José Luis Pardo, uno de los más intere- santes pensadores españoles. En artículos, reseñas, prefacios y en- t revista s es pos ibl e se gui r el inc r eme n to de vital idad en el pensa mient o d e De l eu z e. Hay avisos de obras en proceso de cons- trucción, como en una reseña de un libro de Jean Hyppolite, de 1954, donde se for- mula ya la necesidad de una ontología de la pura diferencia —aspiración con la que coincidirán Foucault, Lyotard y Derrida. Hay indicadores de paso, como los artícu- los dedicados a Bergson y su concepción de la diferencia, a Ro ussea u e n ta nto precur s o r de Kafka y de Céline, a Gilbert Simondon y su tesis sobre la génesis físico-biológica del individuo, a Kant (para mostrar cómo funciona el enemigo). También hay e n- t ronques y encrucijadas: con el horror al vacío de Roussel, con la Patafísica de Jarry y la fenomenología, con el Sarte que viene de rechazar el premio Nobel, con los pri- meros libros de Foucault. Hay paradas es- tratégicas: las conclusiones de un coloquio s o b re Niet zsch e que el pro pio De l e u ze o rganizó en 1964 o el texto sobre cómo reconocer el estructuralismo que escribió A diez años de la muerte de Gilles Deleuze Salvador Gallardo Cabrera

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8/8/2019 10 AÑOS MUERTE DELEUZE

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Po rque la escritura no es la vida, ni tampoco

c o m o la vida, me gusta imaginarme a Gi l l e s

Deleuze caminando por las calles de París

con un hueco de ocho años. Un atado de

años vacíos, fuera del calendario, atado de

días blancos, días no gregorianos. De l e u ze

(1925-1995) publicó muy pronto su pri-

mer libro y luego, durante esos ocho años,

vivió en una laguna de va c í o. No por estar

aislado en la concentración, sino quizás en

estado de escucha admirativa, en una zo n a

de palabras descarnadas por el viento.

  Yo sé lo que hacía y cómo vivía durante

aquellos años, pero lo sé en abstracto, co-

mo si otra persona me relatase unos recuer-

dos de los que yo no dudo, pero que no son

realmente mis re c u e rd o s .

Los escritores y los filósofos siempre

señalan cierto momento significativo, un

corte o una aparición, como el punto de

p a rtida de su formación. Pe ro De l e u ze dejó

de publicar durante esos años de sonam-

bulismo; nada se sabe de sus trayectos ni si

cruzó ese periodo blanco —o gris, que es

blanco con el volumen bajo. Creer que al

publicar de nuevo dejó atrás el vacío como

si cerrase un paréntesis, es no entender

n ada. Si formó algo tal vez fue un movi-

miento, la posibilidad de moverse. Para

Deleuze la filosofía es creadora; no reflexi-

va, contemplativa o comunicativa. La filo-

sofía está siempre en movimiento; cre a n d o

conceptos nuevos. Por ello los libros de-

leuzianos de historia de la filosofía desbor-

dan el sentido canónico-académico; en ellos

encontramos métodos y reglas nuevas, un

tono diferente. Deleuze inventó un linaje

de autores que se oponían a la tradición r a-

cionalista de la filosofía: Lu c recio, Hume,

Spinoza y Nietzsche aparecen vinculados

por la crítica de lo negativo, la exteriori-

dad de las fuerzas y de las relaciones y el

d e s p recio por la interioridad. De esas inter-

venciones extrajo herramientas para mos-

trar cómo funciona una máquina literaria,

de qué líneas está atravesada, de qué afectos

es capaz. Los libros desde Proust, Sacher-

Masoch o Kafka, los libros de cine o pintu-

ra (Bacon), nos muestran las posibilidades

de una mirada crítica que no está lastrada

por la interpretación. Una mirada que re-

nueva las obras que nos descubre.

Están luego los libros acentuadamen-

te filosóficos: Repetición y diferencia , Lógi -  

ca del sentido y, en colaboración con Félix

Guattari, El An t i - Ed i p o ,Mil Me s e t a s y ¿ Qu é 

es la filosofía? Un estrato donde la aventu-

ra conceptual alcanza toda su potencia. En

unas sobrias páginas de Lógica del sentido ,

Gilles De l e u ze explica que el acontecimien-

to puro, “real sin ser empírico, ideal sin ser

mental”, destituye a las esencias como dis-

pensadoras de sentido para sustituirlas por

los acontecimientos como fuentes de sin-

gularidades. El acontecimiento rompe la

homogeneidad del “mundo ve rd a d e ro” cuya

lógica sólo manejaba fórmulas para cosas

estables. Los acontecimientos, en cambio,

son coextensivos al devenir, su estatuto es

la indiferencia a todos los opuestos, su sin-

gularidad es pre-individual, no personal.

Cuando Deleuze encuentra a Guattari la

sobriedad se torna radiante: ¿Cómo crear

multiplicidades y no sólo enunciarlas? ¿Qu é

poblaciones ocuparán el desierto de las esen-

cias? Escribir e n t re , como lo hacen ellos, no

se había practicado nunca en filosofía. Es

una nueva dimensión que busca que el pen-

samiento se libere de su modelo; que quie-

bra la identidad del autor y hace brotar las

multiplicidades, las líneas, los deve n i res. Li-

b ros construidos como cajas de herramien-

tas: ningún significante que se muerda la

cola, sólo intensidades en diversas veloci-

dades, creciendo desde una interferencia

causada por afuera, por gracia del azar.

La isla desierta..., reúne textos de Gilles

Deleuze publicados entre 1953 y 1974,

desde la aparición de Empirismo y subje - 

t iv i d a d , su primera obra —dedicada a

Hume—, hasta los debates y entrevistas

que siguieron a la aparición de El Anti- 

Ed i p o . La edición fue preparada por Da v i d

Lapoujade (quien preparó también un se-

gundo volumen, Dos regímenes de locos , que

recoge textos de 1975 a 1995 y que está

siendo traducido). La versión castellana es

de José Luis Pardo, uno de los más intere-

santes pensadores españoles.

En artículos, reseñas, prefacios y en-

t revistas es posible seguir el incre m e n t o

de vitalidad en el pensamiento de De l e u ze .

Hay avisos de obras en proceso de cons-

trucción, como en una reseña de un libro

de Jean Hyppolite, de 1954, donde se for-

mula ya la necesidad de una ontología de

la pura diferencia —aspiración con la que

coincidirán Foucault, Lyotard y Derrida.

Hay indicadores de paso, como los artícu-

los dedicados a Bergson y su concepción de

la diferencia, a Rousseau en tanto pre c u r s o r

de Kafka y de Céline, a Gilbert Simondon

y su tesis sobre la génesis físico-biológica

del individuo, a Kant (para mostrar cómo

funciona el enemigo). También hay e n-

t ronques y encrucijadas: con el horror al

vacío de Roussel, con la Patafísica de Jarry 

y la fenomenología, con el Sarte que viene

de rechazar el premio Nobel, con los pri-

meros libros de Foucault. Hay paradas es-

tratégicas: las conclusiones de un coloquio

s o b re Nietzsche que el propio De l e u ze

o rganizó en 1964 o el texto sobre cómo

reconocer el estructuralismo que escribió

A diez años de la muerte de Gilles Deleuze

Salvador Gallardo Cabrera

100 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 101

LA MUERTE DE DELEUZE

para la historia de la filosofía editada por

Châtelet. Hay intervenciones que funcio-

nan como puntos de aplicación: sobre los

intelectuales y el poder, sobre la situación

de los presos, el capitalismo y el deseo, el

pensamiento nómada. La batería de con-

ceptos que De l e u zey Guattari cre a ron para

pensar las relaciones de poder —micro-

p olítica, territorialización, pared blanca /

h oyo negro, máquina de guerra, etcétera—

permitió luego a Deleuze atravesar la apo-

ría enraizada en el analítica del poder de

Foucault y proponer un concepto clave; el

de “sociedad de control”.

Los libros de Deleuze, y La isla desier - 

ta ... da un bello ejemplo de ello, abrieron

espacios para nuevas experimentaciones.

Quizá nunca alcanzaron la soñada pop fi-

losofía o el esquizoanálisis, pero cre a ron un

p o d e roso vitalismo que logró constituir una

teoría de los signos y del acontecimiento y 

una lógica de las multiplicidades. Esas he-

rramientas configuran una de las filosofías

más ricas y complejas de nuestro tiempo.

En México, como en América Latina, fue-

ron los poetas, los escritores, los artistas

quienes abrieron un horizonte de re c e p c i ó n

para sus trabajos. Quizá porque adv i rt i e-

ron la enorme fuerza de vida que atraviesa

esa obra. Su potencia afirmativa.

Para Deleuze la filosofía es creadora;no reflexiva, contemplativa o comunicativa.

La filosofía está siempre en movimiento;creando conceptos nuevos.