10 andamientos Para Hacer Televisión Educativa

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10 mandamientos para hacer televisión educativa Creo que si se siguen estos mandamientos dejaremos de hacer esa televisión educativa pesadilla que expulsa televidentes, mete miedo en los maestros y hace de lo educativo un asunto aburrido. Pasaremos a hacer una televisión encantadora desde y en lo educativo. El reto es pasar de la pesadilla a la imaginación educativa, por fin. Los 10 mandamientos Desmitifique la pantalla chica Por: Omar Rincón Profesor asociado Departamento de Comunicación, Universidad Javeriana Correo electrónico: [email protected] La televisión nunca ha estado a la altura de sus expectativas. Mucho peor, la pantalla masiva es la gran frustración que heredamos del siglo XX. Es más, no lo podemos creer: ¡La televisión no ha sido una opción de comunicación masiva para la educación! Triste porque según los ilustrados ha pervertido el gusto, los saberes y los modos de producir conocimiento en la sociedad. Increíble... no ha servido para aumentar la cobertura escolar, ni la calidad de la educación. Misterioso, los maestros y las escuelas le tienen miedo a esa pantalla "come corazones. ¡Dios, la tele está en todas partes! Apagarla o ignorarla es imposible porque sin ella no podemos vivir, nos es imposible existir. La televisión es el medio central para el juego de los sentidos colectivos en la sociedad actual, su centralidad está marcada por sus características como institución social y cultural ya que, sin querer queriendo, interviene en los procesos educativos y políticos de la comunidad y conforma los modos de la imaginación colectiva. ¡Ah, entonces, si es educativa! Sí, pero en la formación de los proyectos de colectivo social, más no en aprendizajes específicos propios de la escuela. Pero más importante aún, la seducción televisiva emociona como narrativa y estética, esa es su estrategia de interpelación social. Más importante, las audiencias deciden qué es lo educativo de la tele cuando sacan algo de ella, algo que responda a sus necesidades y expectativas, así hasta Laura en América es educativa en cuanto la gente aprende (¿qué aprende? Tal vez a no mirar al marido ajeno o algo así contundente para la moral afectiva del diario vivir). Aún más, la tele es educativa por los usos que la gente le da a sus imágenes, ruidos y emociones; por ejemplo, la tele sirve para hacer tareas, para poner brava a la mamá, para jugar, para tener el control, para hablar por teléfono, para dormir papas, para burlarse, para comer, para llorar, para reír, para aburrirse, para dormir, para despertarse, para almorzar, para hacer ejercicio, para aprender a bailar, para entretener al perro, para leer... Aunque su centralidad como aparato y medio de comunicación es evidente, aunque de ella se aprenda a pesar de todo, aunque ella sirva para todo... no se puede afirmar que sea responsable e imaginativa con los procesos de construcción del proyecto de sociedad que requerimos. Así que si queremos hacer televisión educativa estos son los mandamientos a seguir: Los 10 mandamientos

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10 mandamientos para hacer televisión educativa

Creo que si se siguen estos mandamientos dejaremos de hacer esa televisión educativa pesadilla que expulsa televidentes, mete miedo en los maestros y hace de lo educativo un asunto aburrido. Pasaremos a hacer una televisión encantadora desde y en lo educativo. El reto es pasar de la pesadilla a la imaginación educativa, por fin.

Los 10 mandamientos

Desmitifique la pantalla chica

Por:Omar RincónProfesor asociado Departamento de Comunicación, Universidad JaverianaCorreo electrónico: [email protected]

La televisión nunca ha estado a la altura de sus expectativas. Mucho peor, la pantalla masiva es la gran frustración que heredamos del siglo XX. Es más, no lo podemos creer: ¡La televisión no ha sido una opción de comunicación masiva para la educación!

Triste porque según los ilustrados ha pervertido el gusto, los saberes y los modos de producir conocimiento en la sociedad.

Increíble... no ha servido para aumentar la cobertura escolar, ni la calidad de la educación.

Misterioso, los maestros y las escuelas le tienen miedo a esa pantalla "come corazones. ¡Dios, la tele está en todas partes! Apagarla o ignorarla es imposible porque sin ella no podemos vivir, nos es imposible existir.

La televisión es el medio central para el juego de los sentidos colectivos en la sociedad actual, su centralidad está marcada por sus características como institución social y cultural ya que, sin querer queriendo, interviene en los procesos educativos y políticos de la comunidad y conforma los modos de la imaginación colectiva.

¡Ah, entonces, si es educativa! Sí, pero en la formación de los proyectos de colectivo social, más no en aprendizajes específicos propios de la escuela. Pero más importante aún, la seducción televisiva emociona como narrativa y estética, esa es su estrategia de interpelación social.

Más importante, las audiencias deciden qué es lo educativo de la tele cuando sacan algo de ella, algo que responda a sus necesidades y expectativas, así hasta Laura en América es educativa en cuanto la gente aprende (¿qué aprende? Tal vez a no mirar al marido ajeno o algo así contundente para la moral afectiva del diario vivir).

Aún más, la tele es educativa por los usos que la gente le da a sus imágenes, ruidos y emociones; por ejemplo, la tele sirve para hacer tareas, para poner brava a la mamá, para jugar, para tener el control, para hablar por teléfono, para dormir papas, para burlarse, para comer, para llorar, para reír, para aburrirse, para dormir, para despertarse, para almorzar, para hacer ejercicio, para aprender a bailar, para entretener al perro, para leer...

Aunque su centralidad como aparato y medio de comunicación es evidente, aunque de ella se aprenda a pesar de todo, aunque ella sirva para todo... no se puede afirmar que sea responsable e imaginativa con los procesos de construcción del proyecto de sociedad que requerimos. Así que si queremos hacer televisión educativa estos son los mandamientos a seguir:

Los 10 mandamientos

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I. Respetar la televisión desde su discurso, sus lógicas, sus estructuras de narrar, ya que este medio masivo de comunicación es más inteligente narrando

bien. La televisión no reproduce la secuencia lineal y curricular de la educación formal sino que trabaja sobre el proceso y el flujo propio de las narrativas audiovisuales.

II. Respetar a la televisión como lugar de narración y entretención social. La televisión ha demostrado que es una máquina eficiente de contar historias ; su potencial está ahí, en haberse convertido en la "cuentera" de nuestros tiempos que le crea encanto al ciudadano.

III. Evitar llenar la pantalla de contenidos para ilustrar ignorantes, morales de imposición pública y políticas de imagen personal.  Todo contenido, moral o política se debe convertir en historias audiovisuales.

IV. Recordar que la televisión es educativa en cuanto forma en modelos sociales. La televisión es educativa cuando es escenario del diálogo intercultural, presenta lo universal que no pasa por lo comercial y amplia las posibilidades simbólicas de construcción de ciudadanía, democracia y sociedad civil.

V. Asumir que la televisión educativa debe ser una experiencia formativa nueva en sí misma al incorporar las nuevas-otras formas de cultura, de ver y leer, de aprender y conocer, de hacer y construir ciudadanía, que forma para la convivencia y capacita para poder tener acceso a las competencias múltiples que habilitan para ser un ciudadano productivo en la actualidad.

VI. Aprender que hoy las temáticas son locales y las narrativas globales. Por lo tanto, hay que reivindicar aquellas formas y formatos que encantan más frecuentemente a los televidentes, y que ellos y ellas consideran como cotidianos y hasta educativos.

VII. Asumir que la televisión educativa recupera lo gozoso, divertido, significativo, seductor y afectivo propio de la educación.

VIII. Recordar que si el programa de televisión que se hace es aburrido o tedioso o arrogante es porque quien lo hace es aburrido, tedioso o arrogante.  La pantalla es un espejo del alma de quien la hace.

IX. Asumir que la televisión educativa es una práctica vital que reconoce a los maestros en cuanto trabajadores de la cultura y del nuevo ciudadano.

X. Recordar que la televisión es educativa en cuanto genere proyectos de interactividad con la comunidad educativa ; la interactividad del canal educativo está dada por el uso de los multimedios (televisión, radio, impresos e internet).

Desmitifique la pantalla chicaPara hacer televisión educativa, o por lo menos, para entenderla y verla como un medio que puede estar a favor del proceso pedagógico de los estudiantes, es importante abandonar los "mitos" que se han creado alrededor de la televisión. A continuación le presentamos algunos de ellos, explicados por expertos en el tema y con los cuales podrá empezar a valorar la posibilidad de usar un medio como la televisión, en el aula.

La objetividad

La televisión educativa no existe

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El primer mito: la objetividad

Hay muchos mitos en relación con la televisión educativa: que la televisión por sí sola educa, que reemplaza a los maestros, que no desarrolla la capacidad de lectura en los estudiantes, que no enseña porque convierte a los receptores en seres pasivos. Desmitifique la pantalla chica, de la mano del experto Milcíades Vizcaíno G* .

La televisión comparte con otros medios electrónicos, como internet, una imagen cargada de mitos.

Un "Mito" es un sistema de creencias no demostrado pero que se presenta con rostro de verdad en razón del volumen grande de personas que están de acuerdo y que lo han sostenido durante un tiempo prolongado. Aquí no valen las democracias de mayorías. Así como los hombres crean realidades que tienen claramente correspondencia con los hechos sociales, también pueden hacerlo sin respaldo, solamente en la capacidad imaginativa prolongada en el tiempo y sobre muchas personas.

En esta primera edición trataremos de demostrar que la televisión por sí sola NO educa. Para muchos, un argumento a favor del uso de la televisión para la educación es o puede ser que ella sirve para mostrar objetivamente la realidad. Cuando se reinició el proyecto de televisión educativa en Colombia, a principios de los años sesenta y después de una suspensión de siete años, se afirmaba que los niños de las escuelas y de los colegios no tenían ayudas audiovisuales mediante las cuales pudieran aprender con mayor facilidad.

Era la época en la que los maestros tenían que apelar a su imaginación para "mostrar" a sus alumnos el mar, la altura de las montañas, la planicie de los valles, el correr de los ríos, la velocidad de las nubes, la Batalla de Boyacá, la posesión del presidente Alberto Lleras Camargo o los hechos del 9 de Abril de 1948.

En todos y cada uno de los eventos existía el riesgo de que la capacidad imaginativa se desviara y no representara la realidad tal como era. Por ello, se pensó que la televisión era el medio más eficaz y democrático a través del cual esa realidad representada podría llegar a todos sin distinción.

Pero una cosa era lo que pensaban los gestores, desde la mirada de lo educativo, y otra, bien distinta, la de la televisión como tal que había heredado del cine la propiedad de crear realidad. Bien conocida es la anécdota de los hermanos Lumière cuando hicieron su primera representación. Fue tan "real" que los asistentes se llevaron un gran susto cuando un tren parecía irse sobre ellos.

El movimiento, el color, el sonido, los planos de luz, los desplazamientos de cámara... todo contribuye a crear realidad. Pero no hay que perder de vista los aspectos que hacen el lenguaje total de la televisión. Para empezar, la cámara es "subjetiva". Quien la maneja, toma la decisión de mostrarnos lo que interesa a sus objetivos, selecciona los ángulos, define los planos, los movimientos o la cámara estática, hace tomas de frente, de arriba, de abajo, de perfil, hace coincidir la toma que hace con lo que se dice, y ambienta los segmentos, las pausas y los silencios.

Así, aquello que vemos en un programa es lo que el realizador nos dejó ver, sencillamente porque le pareció importante que viéramos. Por la misma razón, no vimos lo que no quiso que viéramos sino solamente lo que se acomodaba a su historia. He aquí el primer mito: la supuesta objetividad es la subjetividad del

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realizador.

Piense en una transmisión de televisión en directo. Allí ve un grupo folclórico que está en el escenario, los instrumentos y las danzas. También hay jinetes, caballos y toros. Las imágenes son creíbles porque la pantalla actúa como una ventana a través de la cual vemos lo que pasa al otro lado, "como si" estuviéramos presentes en el lugar de origen de la señal televisiva.

La credibilidad se asocia con la verosimilitud, como adecuación entre el tiempo real y el tiempo representado, lo que nos lleva al concepto de simultaneidad; y, por este camino, a la credibilidad fundamentada en "lo vi con mis propios ojos" que usamos cuando nos referimos a una realidad cercana a nuestra experiencia individual. Algunos géneros televisivos tienen un plus de mayor objetividad aparente como el documental, la noticia o el reportaje.

Avancemos: no existe una ventana abierta al mundo; no hay transparencia. Toda información es un discurso elaborado de acuerdo con mecanismos propios del proceso comunicativo, como la selección de los contenidos, la secuencia, los puntos de entrada, de climax y de salida y, claro está, la escogencia de los códigos que ayudan, en ocasiones, a crear estereotipos. Éstos, por su parte, más ocultan que muestran la realidad.

Dos conclusiones de esta reflexión: Lo primero es que la televisión NO es objetiva y no puede serlo porque es una construcción desde la producción y la realización y, por lo tanto, sustituye la realidad por otra realidad, o se monta una sobre la otra.

Entonces, ¿Qué debemos hacer los televidentes? Reconstruir la realidad, apropiarnos de ella y construir mensajes desde nuestra realidad individual y colectiva. Esto implica saber algo más que prender o apagar el televisor; es darnos cuenta de lo que percibimos y lo que nos llega para agudizar nuestro sentido crítico y analítico. "No comer entero", puede ser la consigna. He aquí la primera contraparte al mito de la objetividad: para que la televisión eduque tiene que contar con nuestra intervención consciente.

* Sociólogo y Magíster en educación con especialidad en investigación socio-educativa; docente e investigador en las universidades Cooperativa de Colombia y del Rosario. E-Mail: [email protected]

La televisión educativa no existe

Cuando la televisión apareció, el mundo de los políticos, los tecnófilos y los ilustrados cantó ¡Eureka! Había llegado, aquí estaba, ella era la solución. ¿Solución? Sí. La solución para educar-alfabetizar-ilustrar a más gente. La solución para hacer de la pedagogía algo más productivo y atractivo. La solución para poner a los mejores maestros en pantalla y automáticamente educar más, mejor y más barato. Maestros a pensar y la tele a encantar ¡Eureka!

La tevé aburre

La tevé educa

Por: Omar rincón *

Pero, nadie se atrevió a preguntarse de qué estaba hecho el medio, qué posibilidades expresivas y cognitivas traía inscritas, cuál era su interpelación preferida. Si se hubiesen hecho estas preguntas, no tendríamos la decepción actual. El asunto es que la televisión nunca ha estado a la altura de sus expectativas. Mucho peor, la pantalla masiva es la gran frustración que heredamos del siglo XX. Es más, no lo podemos creer: ¡La televisión no ha sido una opción de comunicación masiva para la educación! Peor, ha pervertido los gustos, los saberes y los modos de producir conocimiento en la sociedad.

Terrible, se ha convertido en una desleal competencia del maestro y la escuela. Increíble, no ha servido para aumentar la cobertura escolar, ni la calidad de la educación. Misterioso, los maestros y las escuelas le tienen miedo a esa pantalla "come corazones". ¡Que la televisión educativa existe es un mito!

La tevé aburre

Este mito se creó porque maestros, educadores, científicos, políticos, tecnólogos, burócratas, ilustrados... todos esos sabios pensaban que el discurso racional, los conceptos, la argumentación, la razón era lo importante y debía dominar el matrimonio educación-televisión. Creyeron de forma machista y exclusoria que la razón/macho/educación dominaba y determinaba a la emoción/hembra/tevé. El resultado: Un fracaso histórico y para siempre. Si ellos, los sabios, se hubiesen preguntado de qué está hecho el medio llamado televisión hubiesen descubierto que comunica desde la lógica del afecto y la emoción, que su potencial de interpelación está en el contar historias y no en los conceptos, que está hecha de imágenes efímeras y fórmulas narrativas, que su lógica es el entretenimiento y no la ilustración y la educación.

La televisión aceptó sumisa las imposiciones de los expertos/machos educativos y hoy es una señora triste, aburrida, obvia y deformada imagen llamada televisión educativa. Así, la gente y la televisión se fueron para otra parte. No hay mucho que se pueda hacer porque sin ella no podemos vivir. Si la educación quiere romper con el mito odioso que dice que "toda televisión educativa es aburrida" tiene que pensarse y hacerse más en función de la televisión y menos en la lógica del aula de clase. Mejor dicho, la tele para encantar y el maestro para pensar.

La tevé educa

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La televisión es el medio central para el juego de los sentidos colectivos en la sociedad actual, su centralidad está marcada por sus características como institución social y cultural ya que, sin querer queriendo, interviene en los procesos educativos y políticos de la comunidad y conforma los modos de la imaginación colectiva. ¡Ah, entonces, si es educativa! Sí, pero en la formación acerca de los proyectos de colectivo social, más no en aprendizajes específicos propios de la escuela. Pero más importante aún, la seducción televisiva seduce como narrativa y estética, esa es su estrategia de interpelación social.

Más importante, las audiencias deciden qué es lo educativo de la tele cuando sacan algo de ella; lo educativo se da cuando el televidente encuentra algo que responda a sus necesidades y expectativas, así hasta Laura en América es educativa en cuanto la

gente aprende (¿qué aprende? Tal vez a no mirar al marido ajeno o algo así contundente para la moral afectiva del diario vivir).

La tele es educativa por los usos que la gente le da a sus imágenes, ruidos y emociones, por ejemplo, la tele sirve para hacer tareas, para poner brava a la mamá, para jugar, para tener el control, para hablar por teléfono, para dormir papas, para burlarse, para comer, para llorar, para reír, para aburrirse, para dormir, para despertarse, para almorzar, para hacer ejercicio, para aprender a bailar, para entretener al perro, para leer... y para escribir este texto.

*Director del posgrado en televisión de la Pontificia Universidad [email protected]