1. La concepción materialista de la historia y la sociedad.

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Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx La concepción materialista de la historia y la sociedad. Cuaderno 1 Fernando Gargano Introducciones, selección de textos y diagrama de lecturas Taller de lecturas / EscribEntes 2011

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Un acercamiento

al pensamiento de

Karl Marx

La concepción materialista

de la

historia y la sociedad.

Cuaderno 1

Fernando Gargano Introducciones, selección de textos

y diagrama de lecturas

Taller de lecturas / EscribEntes

2011

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La concepción materialista de la historia y la sociedad. Cuaderno 1.

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx, Escribentes. 2011.

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Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx.

Introducción.

¿Por qué leer a Karl Marx a más de un siglo de su muerte? Marx se ocupó del

estudio crítico del sistema capitalista y fue un activo cooperante en la constitu-

ción del movimiento comunista internacional. ¿Por qué ocuparnos hoy de él,

cuando muy pocos apuestan a salidas colectivas, cuando el individualismo parece

haber triunfado y las variantes religiosas se multiplican? Precisamente por su

vigencia: Marx hizo la investigación más profunda del sistema mercantil de pro-

ducción. Preguntar por nuestras sociedades supone indagar cómo llegamos a ser

lo que somos, hacia dónde vamos, cómo estamos relacionados entre sí; querer

saber del lugar de las personas en la historia, el estado y los conflictos sociales.

Encarar un proyecto de intervención política, cualquiera sea, supone una variante

determinada de formación; nosotros optamos por la formación autogestiva y

plural, y desde allí hacemos la invitación. Los siguientes textos extraídos de la

obra de Karl Marx y los breves comentarios, introducciones y guías de lecturas,

constituyen un insumo para una serie de reuniones de lecturas colectivas, de

nuestro taller. Como toda selección es caprichosa, como toda obra de autor pre-

senta contradicciones, cambios, superaciones; sus interpretaciones no son menos

unívocas. Sus palabras dan la entrada a una mirada del mundo social que en sí

misma junto con las de Proudhon, Bakunin o las de su compañero Engels consti-

tuyen un diálogo fundacional del proyecto emancipatorio libertario. Seguramente

Marx ha presentado una verdadera superación en el desarrollo del pensamiento,

una ruptura, pero el legado de Marx también ha sido filosofía de estado, dogma.

Sin embargo su obra no constituye un sistema general ni una cosmovisión acaba-

da; no pretendió serlo. Está en nosotros completar nuestra formación y actualiza-

ción según los problemas con que nos encontremos en nuestras luchas. Aquí

simplemente, y ambiciosamente, se propone un primer acercamiento que pre-

sente temas, primeras respuestas y abra .un abanico de interrogantes hacia posi-

bles lecturas posteriores.

* * *

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Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx

Cuaderno 1. La concepción materialista de la historia y la sociedad.

Los seres humanos y la historia.

Desde un punto de vista materialista, la especie humana es una parte integran-

te más del ordenamiento natural, los seres humanos surgen en la naturaleza.

No hay ninguna instancia relacionada a la vida de los hombres y las mujeres,

que se encuentre fuera de este orden, ni motivos fundados para separar a la

humanidad del resto de la naturaleza. Lejos de ser creados de la nada, o surgi-

dos espontáneamente por capricho de alguna voluntad, hay un desarrollo y una

historia que motivan su surgimiento. Contrariamente a las explicaciones religio-

sas donde predominan la inmutabilidad y las instancias trascendentes, el naci-

miento y el desarrollo de la humanidad en la naturaleza y la historia suponen el

cambio continuo.

Producido por su propia acción, el ser humano es un ente autocreador; que se

opone a la naturaleza en la que surge y a la que transforma en función de sus

necesidades y posibilidades. De acuerdo a sus facultades, disposiciones, capaci-

dades e impulsos irá constituyéndose como resultado de su interacción en el

medio donde se encuentra; en su hacer, mantiene una relación de transforma-

ción con el mundo, lo adapta a sus necesidades, lo cambia –en la medida de lo

posible- en función de sus fines. Así se distingue de las demás especies. Su ope-

ración activa es además, consciente y voluntaria mientras que el animal se

adapta pasivamente a ese mundo. Esta práctica única, singular, es el trabajo.

El proceso de trabajo es la operación transformadora de los objetos de la natu-

raleza; por medio del trabajo, hombres y mujeres intentarán ponerla a su servi-

cio, creando un mundo objetivo distinto al puramente natural. En esta práctica

de relacionarse y operar con el entorno natural irán perfeccionando todo un

sistema de instrumentos, técnicas y relaciones con sus pares que se hará más y

más complejo, hasta alcanzar a formar un conjunto de organizaciones e institu-

ciones sociales que ya no podrán controlar directamente desde sus singularida-

des.

Entonces, es cierto que el ser humano es un producto del medio en el que está,

pero también él mismo interviene en ese hacer. Fundamentalmente porque

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produce sus medios para vivir, reproducirse, desarrollarse. Sus condicionamien-

tos, sus determinaciones, límites y posibilidades serán también resultado per-

manente de este proceso, que es netamente social. La vida social está dada,

configurada por estas relaciones donde cada ser humano es un nudo de rela-

ciones, y no hay existencia humana alguna fuera de ellas. A la vez, se puede

decir que la sociedad es nexo y resultado de las relaciones entre los individuos.

Con la creación de un mundo objetivo, distinto al mundo natural, específica-

mente del ámbito humano se va desarrollando, entre otros elementos, el pro-

ceso histórico, el desarrollo cultural. Este universo de objetos creados, producto

de esa práctica material adquiere su propia dinámica y aparece como una natu-

raleza alternativa enfrentada u opuesta al sujeto que la crea, una compleja

estructura social con la apariencia de ser absolutamente independiente de los

sujetos. Con el desarrollo de sus potencialidades la especie alcanzó su forma

actual, desde cierta existencia animal anterior, por medio del trabajo en socie-

dad. La discontinuidad con el orden natural por el trabajo la ha diferenciado del

mundo natural. La naturaleza pasa a ser también, obra del ser humano, que

igualmente aparece como algo ajeno y opuesto. Toda la naturaleza contiene a

la especie humana y su cultura, pero desde otro punto de vista se puede decir

que tenemos por un lado al mundo natural, y por otro, como entidad distinta, al

mundo humano.

En nuestro tiempo presente, con la modalidad de producción capitalista del

trabajo, la condición colectiva del trabajo es apropiada privadamente por los

sectores hegemónicos, reduciendo a los verdaderos productores a niveles mise-

rables de vida. Nos encontramos con características que siendo específicamen-

te humanas, que nos definen como especie, (prácticas libres, transformadoras,

creadoras), son degradadas a simples medios de subsistencia. Los propios pro-

ductos del ser humano se levantan como poder sobre él.

Con ciertos cuidados de no creer que habría una esencia perdida válida para

todo tiempo y espacio, se puede hablar de deshumanización puesto que se

trata justamente de la pérdida de lo que diferencia al ser humano de los anima-

les (esas características antes nombradas).

Las líneas que preceden parecen considerarse una concepción acabada de la

sociedad, de la historia, de lo que son los seres humanos. No contienen concep-

tos que no puedan comprenderse fácilmente, ni supuestos que remitan a estu-

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dios profundos. Se explicitó al inicio que expresan un punto de vista materialis-

ta, pero no enrolado en cualquier materialismo, se trata de la concepción a la

que llegan Marx –fundamentalmente - y Engels, polemizando con los pensado-

res de su época (y tomando elementos de algunos de ellos), desarrollando la

crítica al sistema general -a la concepción- de Hegel una generación atrás y a los

dogmas religiosos o las filosofías idealistas de la época y de épocas anteriores.

La base de esas líneas es explicada por Marx y Engels en el escrito “La ideología

alemana”, con un lenguaje más llano que en algunos textos anteriores, dejando

de usar algunas expresiones y conceptos que correspondían a esa forma de

pensar anterior que va siendo superada en esos años, o precisando y compleji-

zando otros y que a la vez retomarán en escritos posteriores. El primer estudio

de la sociedad capitalista naciente y las diversas posiciones y situaciones de los

seres humanos en ella, tanto como la crítica de los fundamentos filosóficos, se

había anticipado en los escritos críticos de la filosofía hegeliana, de la concep-

ción del estado que se desprendía de ella y en los estudios económico filosófi-

cos y las polémicas contra otros socialistas del momento. Hay una concentra-

ción paulatina de la atención en la forma mercantil de producir específica del

capitalismo, y hay una línea de desarrollo coherente que es importante seguir

para entender más cabalmente los resultados, desarrollados finalmente en “El

capital”.

“La ideología alemana” expone tanto la modalidad como las consideraciones

generales del punto de vista materialista del desarrollo social, las llamadas “Te-

sis sobre Feuerbach” compendian la ruptura con el pensamiento anterior, idea-

lista y apriorista, pero sobre todo contemplativo y pasivo. Son ineludibles sus

lecturas, al menos un resumen de las primeras y el agregado de algunos pasajes

de “La sagrada Familia” y la “Miseria de la filosofía”. Los escritos metodológicos

que contienen la crítica a Hegel y su concepción de sociedad civil y estado re-

quieren una base filosófica más completa, pero estos textos que siguen son

accesibles y de fácil lectura aunque las Tesis tienen una forma críptica que en-

cierra un potente contenido. “La cuestión judía” y otros textos del momento

describen (y presentan la crítica) la constitución del ciudadano burgués en el

ámbito de la democracia naciente de los “derechos universales” tras la supera-

ción del régimen feudal. En los “Manuscritos económico filosóficos” se dan las

primeras denuncias de la condición de alienación en la que se encuentra el

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trabajador, y los primeros desarrollos de la explicación comunista sobre las

relaciones mercantiles en la sociedad.

Este punto de vista particularísimo supera a todas las posturas que de alguna u

otra manera llevan a los seres humanos a forjar ideas y saberes mistificadores

acerca de lo que son y de sus relaciones sociales, con profundas consecuencias

prácticas a la hora de ejercer la vida cotidiana, y más aún, de intentar cualquier

proyecto emancipador. Esto es, fundamentalmente, porque los materialismos

no críticos, los sistemas idealistas y los dogmas religiosos presentan una con-

cepción abstracta no fundamentada de las personas - siempre singulares, siem-

pre en situación y relación- y no permiten un cabal conocimiento de las institu-

ciones, de las relaciones en las que estas se ven inmersas y dominadas.

Los dogmas religiosos, las cosmovisiones idealistas y materialistas no críticas

dan explicaciones del mundo, de lo social, de los seres humanos partiendo de

misticismos, de concepciones ilusorias, de mitos e invenciones, pero su génesis

tiene motivos que es necesario dilucidar. Decimos en principio que no son críti-

cas porque son tomadas sin ninguna puesta en cuestión, como dadas y verda-

deras por sí mismas, son apriorísticas. Más adelante profundizaremos este con-

cepto de crítica.

Es por eso que no estamos ante un punto de vista acabado y consolidado, jus-

tamente estamos frente a un punto de vista crítico y no dogmático, que nos

impedirá formar concepciones generalizables de manera sencilla y mecánica.

Esto ocurre porque estamos frente a entidades humanas dadas, determinadas

permanentemente por la historia; por ejemplo, no podríamos hablar sencilla-

mente, groseramente de “la humanidad” en general y comenzar a adjudicarle a

esa entidad pensada, propiedades, determinaciones, como si existiera más allá

de los seres humanos particulares que “la componen día a día”.

En todas las sociedades existen diversas explicaciones que pretenden dar cuen-

ta de lo que ocurre en su propio ámbito, de las relaciones entre sus seres hu-

manos; intentan narrar los fundamentos de la vida y sus sentidos. Hablamos de

interpretaciones religiosas, de las distintas ideologías y cosmovisiones para toda

época y lugar, o de diversos dogmas y cuerpos de ideas.

Leyendo a Marx aprendemos que hay una relación directa entre estas ideas y el

hacer material de los seres humanos. Por otro lado, sabemos que esas explica-

ciones tienen que dar cuenta de alguna u otra manera de la relación entre los

individuos particulares y los intereses generales de la sociedad. Una primera

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impresión nos permite decir que nos encontraríamos ante una oposición entre

un pensamiento crítico que desmistificaría los saberes corrientes, distorsiona-

dos: verdad frente a falsedad, apariencia o realidad, crítica versus ideología.

Habría una metodología para aprender cabalmente la verdadera trama social.

Vamos a retomar esta cuestión metodológica luego de la lectura de algunos

pasajes fundamentales de La Ideología alemana acerca de la concepción mate-

rialista, para ir abordando la constitución estructural de la sociedad mercantil

fundada en la mercancía.

* * *

Lecturas.

La concepción materialista de la historia.

La concepción materialista según Karl Marx y Friedrich Engels.

Encontramos aquí, en La ideología alemana, el punto de vista al que llegaron

Marx y Engels allá por 1846 y que es fundamento de todo pensamiento crítico

posterior. Se da en el texto, el sumario de la explicación de las relaciones reales

en la sociedad, su devenir en la historia, y la formación de la imagen que crean

los seres humanos de sí mismos. Junto con las Tesis sobre Feuerbach, plantean

por primera vez, el punto de vista crítico histórico que deja de lado las concep-

ciones erróneas de las visiones idealistas y religiosas. Para focalizar la lectura en

los conceptos que nos interesan en este punto y facilitar la lectura, en este re-

sumen se han suprimido las referencias a la crítica de la filosofía idealista ale-

mana del momento, que se presentan en otro cuaderno y los apartados sobre

las distintas fases en el desarrollo de las formas históricas de producción. Se

agrega el texto El Trabajo enajenado, que muestra los primeros ataques críticos

de Marx a las relaciones de producción y sus efectos en los seres humanos en un

abordaje filosófico.

Las notas bibliográficas y las referencias sobre los textos se dan en el apartado

“Sobre Los textos seleccionados”. Los subtítulos y las negritas son agregados

nuestros.

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Fragmentos de La ideología alemana (K. Marx)

1. Premisas.

Partimos de premisas que no son arbitrarias, no son dogmas, sino premisas

reales, de las que sólo es posible abstraerse en la imaginación. Los individuos

son reales, como su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas

con que se han encontrado ya hechas, como las engendradas por su propia

acción. Estas premisas pueden comprobarse, consiguientemente, por la vía

puramente empírica.

La primera premisa de toda historia humana es, naturalmente, la existencia de

individuos humanos vivientes. El primer estado que cabe constatar es, por tan-

to, la organización corpórea de estos individuos y, como consecuencia de ello,

su relación con el resto de la naturaleza. No podemos entrar a examinar aquí,

naturalmente, ni la contextura física de los hombres mismos ni las condiciones

naturales con que los hombres se encuentran: las geológicas, las oro-

hidrográficas, las climáticas y las de otro tipo. Toda historiografía tiene necesa-

riamente que partir de estos fundamentos naturales y de la modificación que

experimentan en el curso de la historia por la acción de los hombres.

Podemos distinguir los hombres de los animales por la conciencia, por la reli-

gión o por lo que se quiera. Pero los hombres mismos comienzan a ver la dife-

rencia entre ellos y los animales tan pronto comienzan a producir sus medios de

vida, paso este que se halla condicionado por su organización corpórea. Al pro-

ducir sus medios de vida, el hombre produce indirectamente su propia vida

material. El modo de producir los medios de vida de los hombres depende, ante

todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y

que hay que reproducir. Este modo de producción no debe considerarse sola-

mente en el sentido de la reproducción de la existencia física de los individuos.

Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un

determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los

mismos.

Los individuos son tal y como manifiestan su vida. Lo que son coincide, por

consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo

de cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condi-

ciones materiales de su producción. Esta producción sólo aparece al multiplicar-

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se la población. Y presupone, a su vez, un trato entre los individuos. La forma de

esté intercambio se halla condicionada, a su vez, por la producción.

2. Producción de la sociedad, producción de ideas.

Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos que se

dedican de un determinado modo a la producción, contraen entre sí estas rela-

ciones sociales y políticas determinadas. La observación empírica tiene necesa-

riamente que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin

ninguna clase de falsificación ni especulación, la relación existente entre la

estructura social y política, y la producción.

La estructura social y el Estado brotan constantemente del proceso de vida de

determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan presentar-

se ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es decir,

tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como

desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones

materiales, independientes de su voluntad.

La producción de las ideas, las representaciones y la conciencia aparecen, al

principio, directamente entrelazadas con la actividad material y el trato mate-

rial de los hombres, como el lenguaje de la vida real. La formación de las ideas,

el pensamiento, el trato espiritual de los hombres se presenta aquí todavía

como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre

con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la políti-

ca, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo.

Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc.,

pero se trata de hombres reales y activos tal y como se hallan condicionados

por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el trato que a él

corresponde, hasta llegar a sus formas más lejanas. La conciencia jamás puede

ser otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de

vida real. Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen inver-

tidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su

proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre

la retina proviene de su proceso de vida directamente físico.

Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende

del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se

parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco

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del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arran-

cando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente

actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo

de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida.

También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los

hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso

empíricamente registrable y ligado a condiciones materiales. La moral, la reli-

gión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a

ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No

tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que

desarrollan su producción material y su trato material cambian también, al

cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento.

No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la

conciencia. Desde el primer punto de vista, se parte de la conciencia como si

fuera un individuo viviente; desde el segundo punto de vista, que es el que

corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y se consi-

dera la conciencia solamente como su conciencia.

Y este modo de considerar las cosas posee sus premisas. Parte de las condicio-

nes reales y no las pierde de vista ni por un momento. Sus premisas son los

hombres, pero no tomados en un aislamiento y rigidez fantástica, sino en su

proceso de desarrollo real y empíricamente registrable, bajo la acción de de-

terminadas condiciones.

En cuanto se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser una

colección de hechos muertos, como lo es para los empíricos, todavía abstractos,

o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como lo es para los idealistas.

Allí donde termina la especulación, en la vida real, comienza también la ciencia

real y positiva, la exposición de la acción práctica, del proceso práctico de desa-

rrollo de los hombres. Terminan allí las frases sobre la conciencia y pasa a ocu-

par su sitio el saber real. La filosofía independiente pierde, con la exposición de

la realidad, el medio en que puede existir. En lugar de ella, puede aparecer, a lo

sumo, un compendio de los resultados más generales, abstraídos de la conside-

ración del desarrollo histórico de los hombres.

Estas abstracciones de por sí, separadas de la historia real, carecen de todo

valor. Sólo pueden servir para facilitar la ordenación del material histórico, para

indicar la sucesión de sus diferentes estratos. Pero no ofrecen en modo alguno,

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como la filosofía, receta o patrón con arreglo al cual puedan aderezarse las

épocas históricas.

Por el contrario, la dificultad comienza allí donde se aborda la consideración y

ordenación del material, sea de una época pasada o del presente, la exposición

real de las cosas. La eliminación de estas dificultades se halla condicionada por

premisas que en modo alguno pueden darse aquí, pues se derivan siempre del

estudio del proceso de vida real y de la acción de los individuos en cada época.

3. Historia.

a. El devenir socio histórico.

*…+ Debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia

humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen,

para «hacer historia», en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir ha-

cen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más.

El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios

indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir la producción

de la vida material misma, y no cabe duda de que es éste un hecho histórico,

una condición fundamental de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles

de años, necesita cumplirse todos los días y a todas horas, simplemente para

asegurar la vida de los hombres.

Y aun cuando la vida de los sentidos se reduzca al mínimum, a lo más elemental

—a un palo—, como en San Bruno, este mínimo presupondrá siempre, necesa-

riamente, la producción de dicho palo. Por consiguiente, lo primero, en toda

concepción histórica, es observar este hecho fundamental en toda su significa-

ción y en todo su alcance y colocarlo en el lugar que le corresponde. *…+

Lo segundo es que la satisfacción de esta primera necesidad, la acción de satis-

facerla y la adquisición del instrumento necesario para ello conducen a nuevas

necesidades, y esta creación de necesidades nuevas constituye el primer hecho

histórico. *…+

El tercer factor que aquí interviene desde un principio en el desarrollo histórico

es que los hombres que renuevan diariamente su propia vida comienzan al

mismo tiempo a crear a otros hombres, a procrear: es la relación entre marido

y mujer, entre padres e hijos, la familia. Esta familia, que al principio constituye

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la única relación social, más tarde, cuando las necesidades, al multiplicarse,

crean nuevas relaciones sociales y, a su vez, al aumentar el censo humano,

brotan nuevas necesidades, pasa a ser *…+ una relación secundaria y tiene, por

tanto, que tratarse y desarrollarse con arreglo a los datos empíricos existentes,

y no ajustándose al «concepto de la familia» misma, como se suele hacer en

Alemania.

Por lo demás, estos tres aspectos de la actividad social no deben considerarse

como tres peldaños distintos, sino sencillamente como eso, como tres aspectos

o *…+ como tres «momentos» que han coexistido desde el principio de la histo-

ria y desde el primer hombre y que todavía hoy siguen rigiendo en la historia.

La producción de la vida, tanto de la propia en el trabajo, como de la ajena en la

procreación, se manifiesta inmediatamente como una doble relación -de una

parte, como una relación natural, y de otra como una relación social-; social, en

el sentido de que por ella se entiende la cooperación de diversos individuos,

cualesquiera que sean sus condiciones, de cualquier modo y para cualquier fin.

De donde se desprende que un determinado modo de producción o una deter-

minada fase industrial lleva siempre aparejado un determinado modo de

cooperación o un determinado peldaño social, modo de cooperación que es a

su vez, una «fuerza productiva»; que la suma de las fuerzas productivas accesi-

bles al hombre condiciona el estado social y que, por tanto, la «historia de la

humanidad» debe estudiarse y elaborarse siempre en conexión con la historia

de la industria y del intercambio. *…+

b. La formación de la conciencia.

Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momentos, cuatro

aspectos de las relaciones originarias históricas, caemos en la cuenta de que el

hombre tiene también «conciencia». Pero, tampoco ésta es desde un principio

una conciencia «pura». El «espíritu» nace ya tratado con la maldición de estar

«preñado» de materia, que aquí se manifiesta bajo la forma de capas de aire en

movimiento, de sonidos, en una palabra, bajo la forma del lenguaje. El lenguaje

es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la concien-

cia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza

a existir también para mí mismo; y el lenguaje nace, como la conciencia, de la

necesidad, de los apremios de relación con los demás hombres.

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Donde existe una actitud, existe para mí, pues el animal no tiene «actitud» ante

nada ni, en general, podemos decir que tenga «actitud» alguna. Para el animal,

sus relaciones con otros no existen como tales relaciones. La conciencia, por

tanto, es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras exis-

tan seres humanos. La conciencia es, en principio, naturalmente, conciencia del

mundo inmediato y sensorio que nos rodea y conciencia de los nexos limitados

con otras personas y cosas, fuera del individuo consciente de sí mismo; y es, al

mismo tiempo, conciencia de la naturaleza, que al principio se enfrenta al hom-

bre como un poder absolutamente extraño, omnipotente e inexpugnable, ante

el que la actitud de los hombres es puramente animal y al que se someten co-

mo el ganado; es, por tanto, una conciencia puramente animal de la naturaleza

(religión natural).

Inmediatamente, vemos aquí que esta religión natural o esta determinada acti-

tud hacia la naturaleza se hallan determinada por la forma social, y a la inversa.

En este caso, como en todos, la identidad entre la naturaleza y el hombre se

manifiesta también de tal modo que la actitud limitada de los hombres hacia la

naturaleza condiciona la limitada actitud de unos hombres para con otros, y

ésta, a su vez, determina su actitud limitada hacia la naturaleza, precisamente

porque la naturaleza apenas ha sufrido aún modificación histórica alguna. Y, de

otra parte, la conciencia de la necesidad de entablar relaciones con los indivi-

duos circundantes es el comienzo de la conciencia de que el hombre vive, en

general, dentro de una sociedad. Este comienzo es algo tan animal como la

propia vida social, en esta fase; es, simplemente, una conciencia gregaria, y, en

este punto, el hombre sólo se distingue del cordero por cuanto que su concien-

cia sustituye al instinto o es el suyo un instinto consciente.

c. La división del trabajo

Esta conciencia gregaria o tribal se desarrolla y se perfecciona después, al au-

mentar la productividad, al incrementarse las necesidades y al multiplicarse la

población, que es el factor sobre que descansan los dos anteriores. A la par con

ello se desarrolla la división del trabajo, que originariamente no pasaba de la

división del trabajo en el acto sexual y, más tarde, de una división del trabajo

espontáneo o introducida de un modo «natural» en atención a las dotes físicas

(como la fuerza corporal), a las necesidades, a las coincidencias fortuitas, etc.

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La división del trabajo sólo se convierte en verdadera división a partir del mo-

mento en que se separan el trabajo material y el mental. Desde este instante,

puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto

que la conciencia de la práctica existente, que representa realmente algo sin

representar algo real; desde este instante se halla la conciencia en condiciones

de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría «pura», de la

teología «pura», la filosofía «pura», la moral «pura», etc.

Pero, aun cuando esta teoría, esta teología, esta filosofía, esta moral, etc., se

hallen en contradicción con las relaciones existentes, esto sólo podrá explicarse

por qué las relaciones sociales existentes se hallan, a su vez, en contradicción

con la fuerza productiva dominante; cosa que, por lo demás, dentro de un de-

terminado círculo nacional de relaciones, podrá suceder también por que la

contradicción no se da en el seno de esta órbita nacional, sino entre esta con-

ciencia nacional y la práctica de otras naciones; es decir, entre la conciencia

nacional y la conciencia general de una nación (como ocurre actualmente en

Alemania); pero, dado que esta contradicción se presenta como contradicción

existente sólo dentro del cuadro de la conciencia nacional, a tal nación le pare-

ce que también la lucha se limita a dicha escoria nacional.

Por lo demás, es de todo punto indiferente lo que la conciencia por sí sola haga

o emprenda, pues de toda esta escoria sólo obtendremos un resultado, a saber:

que estos tres momentos, la fuerza productiva, el estado social y la conciencia,

pueden y deben necesariamente entrar en contradicción entre sí, ya que, con la

división del trabajo, se da la posibilidad, más aún, la realidad de que las activi-

dades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la producción y el con-

sumo, se asignen a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en

contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del

trabajo.

Por lo demás, de suyo se comprende que los «espectros», los «nexos», los «se-

res superiores», los «conceptos», los «reparos», no son más que la expresión

espiritual puramente idealista, la idea del individuo imaginariamente aislado, la

representación de trabas y limitaciones muy empíricas dentro de las cuales se

mueve el modo de producción de la vida y la forma de relación congruente con

él.

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx. Cuaderno 1

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La concepción materialista. Pág. 15

d. Los antagonismos en la sociedad, el estado.

Con la división del trabajo, que lleva implícitas todas estas contradicciones y

que descansa, a su vez, sobre la división natural del trabajo en el seno de la

familia y en la división de la sociedad en diversas familias opuestas, se da, al

mismo tiempo, la distribución y, concretamente, la distribución desigual, tanto

cuantitativa como cualitativamente, del trabajo y de sus productos; es decir, la

propiedad, cuyo primer germen, cuya forma inicial se contiene ya en la familia,

donde la mujer y los hijos son los esclavos del marido.

La esclavitud, todavía muy rudimentaria, ciertamente, latente en la familia, es la

primera forma de propiedad, que, por lo demás, ya aquí corresponde perfecta-

mente a la definición de los modernos economistas, según la cual es el derecho

a disponer de la fuerza de trabajo de otros. Por lo demás, división del trabajo y

propiedad privada son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la activi-

dad, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta.

La división del trabajo lleva aparejada, además, la contradicción entre el interés

del individuo concreto o de una determinada familia y el interés común de to-

dos los individuos relacionados entre sí, interés común que no existe, cierta-

mente, tan sólo en la idea, como algo «general», sino que se presenta en la

realidad, ante todo, como una relación de mutua dependencia de los individuos

entre quienes aparece dividido el trabajo.

Finalmente, la división del trabajo nos brinda ya el primer ejemplo de que,

mientras los hombres viven en una sociedad formada espontáneamente, mien-

tras se da, por tanto, una separación entre el interés particular y el interés co-

mún, mientras las actividades, por consiguiente, no aparecen divididas volunta-

riamente, sino por modo espontáneo, los actos propios del hombre se erigen

ante él en un poder ajeno y hostil, que le sojuzga, en vez de ser él quien lo do-

mine.

En efecto, a partir del momento en que comienza a dividirse el trabajo, cada

cual se mueve en un determinado círculo exclusivo de actividades, que le viene

impuesto y del que no puede salirse; el hombre es cazador, pescador, pastor o

crítico crítico, y no tiene más remedio que seguirlo siendo, si no quiere verse

privado de los medios de vida; al paso que en la sociedad comunista, donde

cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que

puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se

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encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible

que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la ma-

ñana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después

de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente

cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos.

Esta plasmación de las actividades sociales, esta consolidación de nuestro pro-

pio producto en un poder material erigido sobre nosotros, sustraído a nuestro

control, que levanta una barrera ante nuestra expectativa y destruye nuestros

cálculos, es uno de los momentos fundamentales que se destacan en todo el

desarrollo histórico anterior.

Precisamente por virtud de esta contradicción entre el interés particular y el

interés común, cobra este último, en cuanto Estado una forma propia e inde-

pendiente, separada de los reales intereses particulares y colectivos y, al mismo

tiempo, una forma de comunidad ilusoria, pero siempre sobre la base real de

los vínculos existentes, dentro de cada conglomerado familiar y tribal, tales

como la carne y la sangre, la lengua, la división del trabajo en mayor escala y

otros intereses y, sobre todo, como más tarde habremos de desarrollar, a base

de los intereses de las clases, ya condicionadas por la división del trabajo, que

se forman y diferencian en cada uno de estos conglomerados humanos y entre

las cuales hay siempre una que domina sobre todas las demás.

De donde se desprende que todas las luchas que se libran dentro del Estado, la

lucha entre la democracia, la aristocracia y la monarquía, la lucha por el dere-

cho de sufragio, etc., no son sino las formas ilusorias bajo las que se ventilan las

luchas reales entre las diversas clases *…+.

Y se desprende, asimismo, que toda clase que aspire a implantar su domina-

ción, aunque ésta, como ocurre en el caso del proletariado, condicione en abso-

luto la abolición de toda la forma de la sociedad anterior y de toda dominación

en general, tiene que empezar conquistando el poder político, para poder pre-

sentar, a su vez, su interés como interés general, cosa que en el primer momen-

to se ve obligada a hacer.

Precisamente porque los individuos sólo buscan su interés particular, que para

ellos no coincide con su interés común, y porque lo general es siempre la forma

ilusoria de la comunidad, se hace valer esto ante su representación como algo

«ajeno» a ellos e «independiente» de ellos, como un interés «general» a su vez

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx. Cuaderno 1

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La concepción materialista. Pág. 17

especial y peculiar, o ellos mismos tienen necesariamente que moverse en esta

escisión, como en la democracia.

Por otra parte, la lucha práctica de estos intereses particulares que constante-

mente y de un modo real se oponen a los intereses comunes o que ilusoriamen-

te se creen tales, impone como algo necesario la interposición práctica y el

refrenamiento por el interés «general» ilusorio bajo la forma del Estado.

El poder social, es decir, la fuerza de producción multiplicada, que nace por

obra de la cooperación de los diferentes individuos bajo la acción de la división

del trabajo, se les aparece a estos individuos, por no tratarse de una coopera-

ción voluntaria, sino espontánea, no como un poder propio, asociado, sino

como un poder ajeno, situado al margen de ellos, que no saben de dónde pro-

cede ni a dónde se dirige y que, por tanto, no pueden ya dominar, sino que

recorre, por el contrario, una serie de fases y etapas de desarrollo peculiar e

independiente de la voluntad y los actos de los hombres y que incluso dirige

esta voluntad y estos actos.

Claves:

Individuo – Historia – Producción - Intercambio – Sociedad – Estado

Ideas – Conciencia

Necesidades – Reproducción - División del trabajo – Intereses – Luchas

* * *

El trabajo enajenado (Extractado de “Los manuscritos económico filosóficos”

de K. Marx).

(…) El obrero es más pobre cuanta más riqueza produce, cuanto más crece su

producción en potencia y en volumen. El trabajador se convierte en una mer-

cancía tanto más barata cuantas más mercancías produce. La desvalorización

del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las

cosas. El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y

al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mer-

cancías en general.

Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produ-

ce, su producto, se enfrenta a él como

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un ser extraño, como un poder independiente del productor. El producto del

trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el

producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetiva-

ción. Esta realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política

como desrealización del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y

servidumbre a él, la apropiación como extrañamiento, como enajenación.

Hasta tal punto aparece la realización del trabajo como desrealización del traba-

jador, que éste es desrealizado hasta llegar a la muerte por inanición. La objeti-

vación aparece hasta tal punto como perdida del objeto que el trabajador se ve

privado de los objetos más necesarios no sólo para la vida, sino incluso para el

trabajo. Es más, el trabajo mismo se convierte en un objeto del que el trabaja-

dor sólo puede apoderarse con el mayor esfuerzo y las más extraordinarias

interrupciones. La apropiación del objeto aparece en tal medida como extra-

ñamiento, que cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcan-

za a poseer y tanto más sujeto queda a la dominación de su producto, es decir,

del capital.

Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabaja-

dor se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Par-

tiendo de este supuesto, es evidente que cuánto más se vuelca el trabajador en

su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a

sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de

sí mismo es. Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en

Dios, tanto memos guarda en sí mismo. El trabajador pone su vida en el objeto

pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto.

Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que

es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto,

tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su

producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en

una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que

se convierte en un poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado

al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil.

(…) Cuando preguntamos, por tanto, cuál es la relación esencial del trabajo,

preguntamos por la relación entre el trabajador y la producción.

Hasta ahora hemos considerado el extrañamiento, la enajenación del trabaja-

dor, sólo en un aspecto, concretamente en su relación con el producto de su

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trabajo. Pero el extrañamiento no se muestra sólo en el resultado, sino en el

acto de la producción, dentro de la actividad productiva misma. ¿Cómo podría

el trabajador enfrentarse con el producto de su actividad como con algo extra-

ño si en el acto mismo de la producción no se hiciese ya ajeno a sí mismo? El

producto no es más que el resumen de la actividad, de la producción. Por tanto,

si el producto del trabajo es la enajenación, la producción misma ha de ser la

enajenación activa, la enajenación de la actividad; la actividad de la enajena-

ción. En el extrañamiento del producto del trabajo no hace más que resumirse

el extrañamiento, la enajenación en la actividad del trabajo mismo.

¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el

trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su

trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino

desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifi-

ca su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera

del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y

cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forza-

do, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino sola-

mente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo.

Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto

como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo

como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es

un trabajo de auto sacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabaja-

dor se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro,

que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino

a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la

mente y del corazón humano, actúa sobre el individuo independientemente de

él, es decir, como una actividad extraña, divina o diabólica, así también la acti-

vidad del trabajador no es su propia actividad. Pertenece a otro, es la pérdida

de sí mismo.

De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funcio-

nes animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca

a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente

como animal. Lo animal se convierte en lo humano y lo humano en lo animal.

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Claves:

Trabajo obrero – Producto del trabajo – Enajenación

* * *

Tesis sobre Feuerbach (Karl Marx)

I. La falla fundamental de todo el materialismo precedente (incluyendo el de

Feuerbach) reside en que sólo capta la cosa, la realidad, lo sensible, bajo la

forma del objeto o de la contemplación, no como actividad humana sensorial,

como praxis; no de un modo subjetivo. De ahí que el lado activo fuese desarro-

llado de un modo abstracto, en contraposición al materialismo, por el idealis-

mo, el cual naturalmente, no conoce la actividad real, sensorial, en cuanto tal.

Feuerbach aspira a objetos sensibles, realmente distintos de los objetos con-

ceptuales, pero no concibe la actividad humana misma como una actividad

objetiva. Por eso, en “La esencia del cristianismo”, sólo se considera como au-

ténticamente humano el comportamiento teórico, y en cambio, la praxis sólo se

capta y se plasma bajo su sucia forma judía de manifestarse.

De ahí que Feuerbach no comprende la importancia de la actividad “revolucio-

naria”, de la actividad “crítico- práctica”.

II. El problema de si puede atribuirse al pensamiento humano una verdad obje-

tiva no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la praxis donde

el hombre debe demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poder, la terrena-

lidad de su pensamiento. La disputa en torno a la realidad o irrealidad del pen-

samiento -aislado de la praxis- es un problema puramente escolástico.

III. La teoría materialista del cambio de las circunstancias y de la educación

olvida que las circunstancias las hacen cambiar los hombres y que el educador

necesita, a su vez, ser educado. Tiene, pues, que distinguir en la sociedad dos

partes, una de las cuales se halla colocada por encima de ella.

La coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o

cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racional-

mente como praxis revolucionaria.

IV. Feuerbach parte del hecho de la autoenajenación religiosa, del desdobla-

miento del mundo en un mundo religioso y otro terrenal.

Su labor consiste en reducir el mundo religioso a su fundamento terrenal.

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx. Cuaderno 1

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La concepción materialista. Pág. 21

Pero el hecho de que el fundamento terrenal se separe de sí mismo para plas-

marse como un reino independiente que flota en las nubes, es algo que sólo

puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de este fun-

damento terrenal consigo mismo.

Por ende, es necesario tanto comprenderlo en su propia contradicción como

revolucionarlo prácticamente. Así, pues, por ejemplo, después de descubrir la

familia terrenal como el secreto de la familia sagrada, hay que aniquilar teórica

y prácticamente la primera.

V. Feuerbach, no se da por satisfecho con el pensamiento abstracto, y recurre a

la contemplación; pero no concibe lo sensorial como actividad sensorial-

humana práctica.

VI. Feuerbach resuelve la esencia religiosa en la esencia humana.

Pero la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo.

Es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales.

Feuerbach, quien no entra en la crítica de esta esencia real, se ve, por tanto,

obligado: 1) A prescindir del proceso histórico, plasmando el sentimiento reli-

gioso de por si y presuponiendo un individuo humano abstracto, aislado. 2) La

esencia sólo puede concebirse, por tanto, de un modo “genérico”, como una

generalidad interna, muda, que une de un modo natural a los muchos indivi-

duos.

VI. Feuerbach no ve, por tanto, que el “sentimiento religioso” es, a su vez, un

producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece a una

determinada forma de sociedad.

VIII. Toda vida social es esencialmente práctica. Todos los misterios que inducen

a la teoría al misticismo encuentran su solución racional en la praxis humana y

en la comprensión de esta praxis.

IX. Lo más a que puede llegar el materialismo contemplativo, es decir, el que no

concibe lo sensorial como una actividad práctica, es a contemplar a los diversos

individuos sueltos y a la sociedad civil.

X. El punto de vista del materialismo antiguo es la sociedad civil; el del materia-

lismo moderno, la sociedad humana o la humanidad social.

XI. Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de

lo que se trata es de transformarlo.

* * *

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Primeros escritos de Karl Marx.

En 1842, Karl Marx comienza a escribir periódicamente como publicista; en

Colonia participa de la Rheinische Zeitung (Gazeta Renana). En el verano de

1843 (agosto), escribe la Crítica a la Filosofía del Estado de Hegel, también lla-

mada Crítica a la Filosofía del Derecho Público de Hegel (Zur Kritik der He-

gelschen Rechtsphilosophie, y Sobre la cuestión judía.

A fines de octubre –censura mediante- viaja a París, allí publica con Arnold Ruge

los Anales Franco Alemanes, en febrero de 1844: un solo número compuesto de

las tres cartas de Marx a Ruge, y cartas de Ruge, Bakunin y Feuerbach. También

incluye su Introducción a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. Es el

año de la redacción de los Manuscritos económico filosóficos; además colabora

en el periódico Vorwarts, y junto a Engels, preparan La Sagrada Familia, que

será publicada en Bruselas en 1845, donde se instala al irse de París en febrero.

Escribe las Tesis sobre Feuerbach y al año siguiente, en 1846 con Engels escri-

ben La ideología alemana, que al no encontrar editor deciden no publicar. En

este primer período, además de una extensa correspondencia y los textos de su

tesis, escribió distintos artículos de desigual importancia.

Crítica de la Filosofía del Estado de Hegel. [1843]

Sobre la cuestión judía. [1843]

Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel. [1844]

Manuscritos Económico-filosóficos. [1844]

La sagrada familia. [1844]

Anales franco-alemanes. [1844]

Tesis sobre Feuerbach. [1845]

La ideología alemana. [1846]

* * *

Sobre Los textos seleccionados

Los “Manuscritos…” nunca fueron publicados por Marx; básicamente son bo-

rradores escritos en un lenguaje todavía hegeliano, cuando Marx tenía veinti-

séis años. La importancia que se les da en los ámbitos políticos y de estudio, no

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx. Cuaderno 1

Page 25: 1. La concepción materialista  de la  historia y la sociedad.

es unánime. Como siempre, lo mejor es hacer la propia lectura y confrontarla.

Muchos postulamos cierta continuidad en la totalidad de la obra de Marx, y los

manuscritos adelantan muchísimos conceptos que se desarrollarán progresiva-

mente. El abordaje de la relación entre filosofía y economía –que Marx inaugura

en los manuscritos de París- requiere un estudio aparte, pero hay elementos

para decir que esa fusión es parte de la superación de la filosofía qué él declara,

conciliación que sin ser explícita en su obra posterior abonará y enriquecerá con

sus avances sobre alienación, ideología, y el desarrollo de la crítica a la econo-

mía política burguesa.

“La Ideología Alemana” tampoco encontró edición en vida de Marx y Engels;

para nuestro estudio tiene valor la primera parte, que es el desarrollo de la

concepción materialista y la crítica a las categorías de la filosofía idealista. El

resto es una polémica extensísima con diversos filósofos del ámbito político de

su época, donde en muchos pasajes exagera en la disputa personal.

Ambos estudios se publicaron recién en 1932, lo que nos dice que el marxismo

forjado previamente no tuvo en cuenta sus aportes, y produjeron una renova-

ción crítica de consecuencias prácticas importantísima. “Las Tesis…” son sen-

tencias que presentan un programa absolutamente rupturista con todas las

formas del pensar filosófico anterior, sujetas a interpretación por su carácter

aforístico pero de una importancia fundamental. Toda la obra posterior de Marx

se ilumina por estas tesis que nosotros usamos como puente entre el abordaje

de la concepción materialista y la cuestión metodológica.

Para tener una base sólida hacia el abordaje de cuestiones posteriores es nece-

sario conocer las premisas de La Ideología Alemana, (la primera parte: Feuer-

bach); de los Manuscritos económico filosóficos: El trabajo alienado, aun cuan-

do está escrito con algunas categorías que luego serán dejadas de lado. Las

Tesis sobre Feuerbach pueden resultar crípticas si no se está al tanto de la

disputa entre idealismo y materialismo, y si no se tiene una somera idea del

estado de la filosofía en la época. Sin embargo, retomar su lectura a medida

que se avanza en el estudio del legado de Marx es un ejercicio que refuerza y

potencia la concepción materialista de la historia y el desarrollo del pensamien-

to crítico.

* * *

Page 26: 1. La concepción materialista  de la  historia y la sociedad.

La concepción materialista. Pág. 23

Datos bibliográficos:

K. Marx, Manuscritos: Economía y Filosofía. Traducción de Rubio Llorente. Ma-

drid: Alianza Editorial, 1968.

K. Marx y F. Engels, La ideología alemana. Trad. de Wenceslao Roces. Buenos

Aires: Ediciones Pueblos Unidos, 1985.

K. Marx, Tesis sobre Feuerbach, en: La Ideología Alemana, Traducción de Wen-

ceslao Roces. Buenos Aires: Pueblos Unidos, 1985.

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx. Cuaderno 1

Page 27: 1. La concepción materialista  de la  historia y la sociedad.

Índice del cuaderno 1:

La concepción materialista de la historia y la sociedad.

Introducción. 1

Los seres humanos y la historia. 3

La concepción materialista según Marx y Engels 7

La ideología alemana. (Fragmentos) 8

1. Premisas. 8

2. Producción de la sociedad, producción de ideas. 9

3. Historia. (Geschichte) 11

a. El devenir socio histórico. 11

b. La formación de la conciencia. 12

c. La división del trabajo 13

d. Los antagonismos en la sociedad, el estado. 15

El trabajo enajenado (Extractado de

“Los manuscritos económico filosóficos”). 17

Tesis sobre Feuerbach. 20

Primeros escritos de Karl Marx. 22

Sobre Los textos seleccionados. 22

Datos bibliográficos. 23

La concepción materialista de la historia y la sociedad. Cuaderno 1.

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx, Escribentes.

Buenos Aires, 2011.

Page 28: 1. La concepción materialista  de la  historia y la sociedad.

Un acercamiento al pensamiento de Karl Marx.

¿Por qué leer a Karl Marx a más de un siglo de su muerte, cuando muy po-

cos apuestan a salidas colectivas, cuando el individualismo parece haber

triunfado y las variantes religiosas se multiplican? Precisamente por su vigen-

cia: Marx hizo la crítica más profunda al sistema mercantil

de producción, que es justamente su investigación culminante.

Preguntar por nuestras sociedades supone indagar quiénes somos, cómo lle-

gamos a ser lo que somos y cómo estamos relacionados, el lugar del indivi-

duo en la historia, el estado y los conflictos sociales. Encarar un proyecto de

intervención política, cualquiera sea, supone una variante determinada de

formación. Nosotros optamos por la formación autogestiva y plural, y desde

allí hacemos la invitación.

Proponemos una lectura colectiva y crítica de las bases del pensamiento crí-

tico y materialista en la lectura de uno de sus fundadores, en un primer acer-

camiento que presente temas, primeras respuestas y abra un abanico de inte-

rrogantes hacia lecturas posteriores.

Recorrido propuesto:

Cuaderno 1. La concepción materialista de la historia y la sociedad.

Los seres humanos y el devenir social.

Cuaderno 2. La cuestión metodológica.

Marx y los pilares del pensamiento crítico.

Cuaderno 3. La cuestión política.

Desarrollo histórico y clases.

Cuaderno 4. Apariencia y realidad en el sistema capitalista.

Mercancía, fetichismo e ilusión.

Cuaderno 5. La forma social contemporánea.

De la cooperación simple a la subsunción real.

Cuaderno 6. La planificación del capital.

Dominio y despotismo en la fábrica capitalista.

Todos los textos están disponibles en Internet:

escribentes.blogspot.com.ar y www.libertaria.8k.com

editado por: Escribentes

[email protected]

2011