1. Damill, Mario_Macroeconomía y Políticas Macroeconómicas. Caps 2,3 y 4

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MACROECONOMIA Y POLÍTICAS ECONÓMICAS EN LA ARGENTINA: UNA INTRODUCCIÓN Primera Parte Mario Damill CEDES Buenos Aires, agosto de 2004

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MACROECONOMIA Y POLÍTICAS ECONÓMICAS

EN LA ARGENTINA:

UNA INTRODUCCIÓN

Primera Parte

Mario Damill

CEDES Buenos Aires, agosto de 2004

Capítulo 1: Una visión panorámica del análisis macroeconómico .................................................................... 2 El enfoque de la macroeconomía.............................................................................................................. 2 Los agregados........................................................................................................................................... 3 Las fluctuaciones económicas .................................................................................................................. 4 El contexto externo................................................................................................................................. 15 Perturbaciones y fluctuaciones ............................................................................................................... 18

Perturbaciones, información y fluctuaciones...................................................................................... 22 Modelos .................................................................................................................................................. 26 Nota periodística:.................................................................................................................................... 28

Capítulo 2. Introducción al marco contable del análisis macroeconómico...................................................... 31 La información macroeconómica ........................................................................................................... 31 A la búsqueda de una medida de cuánto se produce............................................................................... 31

Flujos, “stocks”, períodos................................................................................................................... 31 Precios corrientes y constantes ........................................................................................................... 33 El problema de la múltiple cuenta ...................................................................................................... 34 El producto y los bienes finales .......................................................................................................... 35 El producto y el ingreso...................................................................................................................... 36 El producto "por origen"..................................................................................................................... 36 El producto según "destino" ............................................................................................................... 36 Las importaciones y el concepto de producto interno ........................................................................ 39 Producto bruto y neto ......................................................................................................................... 41

Algunas variantes a partir de la identidad básica.................................................................................... 42 Identidades y causalidad..................................................................................................................... 42

Miscelánea de cuentas nacionales .......................................................................................................... 43 El PIB y el nivel general de precios ....................................................................................................... 44

Nota sobre la medición del producto en la Argentina ........................................................................ 47 Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica.................................................. 48 Hacia las explicaciones....................................................................................................................... 49

Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos .......................................................................... 51 Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto. ................................................................... 57

La introducción del sector público ......................................................................................................... 63 No es tan sencillo, sin embargo .......................................................................................................... 65

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Capítulo 2. Introducción al marco contable del análisis macroeconómico La información macroeconómica

Comencemos con una nota de alerta: este capítulo será de lectura algo más trabajosa que el anterior. Antes de retornar al análisis de los temas de política económica que seguramente nos resultan más interesantes, tenemos que construir paso a paso y pacientemente un conjunto de herramientas. Empezamos ahora a recorrer ese camino.

En el capítulo anterior señalamos que el conjunto de relaciones que solemos establecer entre los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico incluye a las que son de tipo contable. Se trata de identidades, es decir, de relaciones que siempre se cumplen. Estas constituyen frecuentemente el punto de partida de la argumentación, lo que se debe en parte a que mucha de la información que utilizamos se reúne y organiza en sistemas contables.

Los principales datos cuantitativos relativos a los bienes y servicios que la sociedad produce, por ejemplo, los genera el Sistema de Cuentas Nacionales, del que nos ocuparemos enseguida. Hay otros tres sistemas contables que nos suministran también informaciones básicas para nuestra tarea de análisis macroeconómico. El primero de ellos es el Sistema de Cuentas Internacionales, cuya pieza central es el balance de pagos, que informa acerca de las transacciones económicas entre los residentes y los no residentes en el país. Luego contamos con las Cuentas Monetarias, con eje en los balances del Banco Central y del resto del sistema bancario, y también con el Sistema de Cuentas Fiscales. Utilizamos, asimismo, cifras que provienen de otras fuentes y que no se encuentran en formato contable, como las que se refieren al comportamiento de distintos conjuntos de precios (al consumidor, mayoristas, etc.), o al empleo, el desempleo, las tasas de interés y otras. En este capítulo nos concentraremos en algunas cuestiones fundamentales de las cuentas nacionales, y dejaremos por el momento de lado las restantes cuentas, sobre las que retornaremos, una a una, en capítulos posteriores. A la búsqueda de una medida de cuánto se produce

Hemos visto ya algunos datos que provienen del Sistema de Cuentas Nacionales. En el capítulo anterior presentamos gráficos con índices del producto. Este concepto lo concebimos entonces, provisoriamente, como una medida de las cantidades de bienes y servicios producidos en el país, en cierto período. Sobre ese tema nos detendremos ahora: vamos a indagar cómo se construye una medida aproximada de las cantidades de bienes y servicios que una sociedad produce. Flujos, “stocks”, períodos

Una primera cuestión que hay que dejar establecida es que una medida de este tipo tiene que estar asociada a cierto período. ¿Las cantidades de bienes y servicios producidas cuándo?¿Entre qué fechas? Las variables que se miden así,

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en “tanto por período”, suelen llamarse flujos. Los flujos se diferencian de los acervos (aunque es frecuente que utilicemos la palabra stocks, tomada del inglés, para referirnos a lo mismo). Los stocks se pueden medir en un instante determinado. Si hablamos de cuantos fideos produce una firma, decimos, “produce 300 toneladas por trimestre”; eso es un flujo. Pero hoy tiene en sus depósitos 150 toneladas acumuladas. Eso es un acervo.

Puede ilustrarse esta distinción con la imagen de una canilla abierta. El flujo de agua que sale de la canilla es, digamos, de 20 litros por hora. Hace una hora y media que está abierta, de modo que en la pileta (suponemos que está tapada) se han acumulado 30 litros. Este es un acervo. Los acervos suelen originarse en la acumulación de flujos a lo largo del tiempo. El producto generado por una economía lo concebimos como un flujo.

Retornemos entonces a nuestro problema: construir una medida agregada de lo que la sociedad produce.

Parece razonable empezar por reconocer que todo el tiempo se están elaborando muchísimos bienes diferentes (y servicios; en adelante hablaremos de “bienes”, entendiendo que nos referimos a “bienes y servicios”, para simplificar). Asumamos que se producen “M” bienes. “M” es un número muy grande, seguramente, pero no precisamos, a nuestros fines presentes, definir cuántos son, por eso los describimos con una letra. Nuestro problema es, justamente para no extraviarnos entre ese denso conjunto de M bienes diferentes, construir un agregado.

Ahora podemos asignar a cada bien un número, desde 1 hasta M. Utilizaremos otra letra, la N, para designar a las cantidades producidas de los distintos bienes, de modo que N1 corresponde a las cantidades del bien que ubicamos primero en nuestra lista, N2 corresponde a las cantidades producidas del segundo bien, y así sucesivamente, hasta llegar a NM, el último considerado. Tendremos entonces, por ejemplo: N1: toneladas de trigo N2: toneladas de harina N3: kilogramos de pan N4: litros de vino ... etc. ... NM-1: servicios médicos NM horas de clase de macroeconomía dictadas

El primer impulso podría llevarnos, en el afán de construir nuestra medida agregada, a sumar directamente las cantidades en cuestión (todas ellas correspondientes a cierto período, el mismo para todas, no lo olvide), haciendo N1+N2+N3+...+NM. Eso aparenta ser sencillo y natural, pero desafortunadamente tal suma carece de todo sentido. No podemos sumar directamente esas cantidades. ¿Qué se obtiene si a doscientas toneladas de manzanas se suman 4000 barriles de petróleo, y 432 horas de servicios médicos?

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Este problema de adicionar entes heterogéneos no tiene solución única y perfecta. Es imprescindible recurrir a alguna convención para construir el agregado que necesitamos. Es decir, nos tenemos que poner de acuerdo acerca de alguna forma razonable de hacerlo.

La convención que se sigue consiste en multiplicar las cantidades de cada bien por el precio unitario correspondiente (un buen candidato es el precio promedio del bien en el período de que se trate). Eso hace que todos los sumandos se expresen en las mismas unidades monetarias, y así, la suma es viable. En definitiva, sumamos los valores producidos de cada mercancía, en el período. Para ilustrarlo de una manera simplificada (sin afectar la generalidad), imaginemos que se producen sólo dos bienes. Estamos proponiendo un procedimiento como el siguiente: P1.N1 + P2.N2 = H.

Allí multiplicamos la cantidad (Ni) producida de cada bien “i”, por el correspondiente precio Pi. Al sumar los valores resultantes obtenemos un agregado, H, que contiene la información relativa a los dos bienes que produce nuestra economía hipotética (o a “M bienes”, en el caso más general).

Como ya hemos indicado, esta cuenta tiene que estar referida a un período determinado. Hablamos de las cantidades producidas entre dos momentos en el tiempo. Es decir, a lo largo de un trimestre, o de un año. Supongamos que se trata del año 2003. Tendríamos que hacer explícito esto en la fórmula, para evitar confusiones. Escribiríamos entonces: P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003 = H2003.

De modo que N1,2003, por ejemplo, designa a las toneladas de trigo producidas en ese año. P1,2003 debería ser, en consecuencia, el precio medio de la tonelada de trigo en ese período. El agregado H2003 es entonces una medida de lo que la economía produjo en 2003. Podemos utilizarla para hacer comparaciones: ¿H2003 resultó mayor, menor o más o menos igual que H2002 (la que seguramente fue calculada mediante una fórmula semejante a la anterior, pero sustituyendo el subíndice 2003 por 2002, allí donde aparece)?

Si efectivamente la nueva H resultó mayor que la anterior, ¿podremos concluir que, en algún sentido, las cantidades de bienes y servicios que la economía produce aumentaron?

Parece evidente que no. Ese agregado no nos permite sacar una conclusión semejante. En efecto, un problema de la medida agregada que acabamos de concebir es que si la misma cambia, es decir, si el valor de H varía a lo largo del tiempo, no sabremos si esas variaciones se deben a que cambiaron las cantidades, o los precios, o alguna combinación de ambos. Precios corrientes y constantes

Ese es un problema que aqueja a las medidas obtenidas a precios corrientes, como es el caso de nuestra H. Decimos que una medida es “a precios corrientes”

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cuando se utilizan en el cómputo, para cada período, los precios del mismo período, que multiplican a las correspondientes cantidades de los distintos bienes. Así, el H de 2003 la hemos calculado multiplicando las distintas “N” de ese año por los precios de los bienes en el mismo 2003. La H de 2004 se calculará multiplicando las distintas “N” de 2004 por los precios de 2004, y así por delante.

Ya construimos un agregado de lo que la economía produce, pero este nos enfrenta, como vemos, a un nuevo problema: tenemos que ser capaces de distinguir las variaciones de las cantidades producidas de las variaciones de los precios de los bienes.

El procedimiento al que apelamos, de nuevo recurriendo a una convención, para aproximarnos a una medida de las "cantidades" consiste en trabajar utilizando en el cómputo, para todos los períodos, los mismos precios. Se trata de los precios de algún período determinado, escogido como "base" de las estimaciones. Actualmente, el año base de las cuentas nacionales de la Argentina es 1993. De modo que, tomando en cuenta esto, replantearíamos el cálculo de una medida como la “H” más o menos así: P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003 = H2003,1993.

Ahora H2003,1993 quiere decir: la suma de todos los valores de los bienes y servicios producidos en 2003, pero calculados a precios de 1993.

Si hacemos el mismo cálculo para 2002, por ejemplo, tendremos: P1,1993.N1,2002 + P2,1993.N2,2002 = H2002,1993.

Si comparamos el lado izquierdo de las dos últimas expresiones, vemos que lo único que cambia son las cantidades. Los precios son los mismos en las dos cuentas. Siendo así, si H varía entre esos dos años, es decir, si H2003,1993 y H2002,1993 son distintas, sólo puede deberse a que se modificaron las cantidades producidas. Si H aumentara, por ejemplo, lo leeríamos así: la suma de las cantidades (una suma donde los precios son "ponderadores") se incrementó entre esos dos períodos. Las cantidades, en síntesis, están aumentando, medidas por este agregado. La economía está generando un H mayor, está, en principio, produciendo más.

Esa es una medida a precios constantes. Recurrimos a ella precisamente para abstraer las eventuales variaciones de precios. El problema de la múltiple cuenta

Tenemos todavía un problema serio si queremos utilizar a H como una medida de las cantidades de bienes y servicios que la economía produce. Observe que si hacemos esa suma incluyendo en la cuenta a todas aquellas mercancías que la economía genera tendremos, por ejemplo, las toneladas de trigo por un lado, la harina por otro, y también el pan, y los triples que compramos en la confitería, etc.. Es decir, estaremos sumando algunas cosas dos o más veces. Parte del valor del trigo producido, por ejemplo, aparecerá nuevamente cuando sumemos el valor de la harina, y otra vez en el valor del pan producido, y así sucesivamente.

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Tenemos que corregir también este problema si queremos tener una medida más ajustada de lo que la sociedad produce.

Un procedimiento razonable es el de restarle, al valor producido de cada bien, el valor correspondiente a los "insumos intermedios" utilizados en su elaboración. Los insumos intermedios son las materias primas que se emplean para producirlo. Esta resta evita que contemos nuevamente, al incluir en nuestra adición el valor del bien “pan”, por ejemplo, el valor de la harina en él contenida, que ya se ha considerado al agregar a la cuenta el valor generado por el sector harinero.

Conviene que asociemos cada bien a un sector. El bien 1, por ejemplo, lo produce el sector 1. En nuestro caso, es el sector triguero. Si al valor del trigo producido (P1 . N1) le restamos el valor de los insumos intermedios utilizados en su elaboración obtenemos el valor agregado por ese sector.

Llamaremos VINT1 al valor de los insumos intermedios empleados para producir el bien 1, VINT2 al mismo concepto para el bien 2, y así sucesivamente. La notación VINT1,2003,1993 quiere decir: valor de los insumos intermedios empleados en la elaboración del bien 1, en 2003, a precios de 1993.

En nuestro esquema sencillo con sólo dos bienes tendríamos entonces las siguientes cuentas (que planteamos aquí a precios del año base, aunque podríamos hacerlas también a precios corrientes):

Presentamos allí la cuenta del valor agregado para los bienes (o sectores) 1 y

2, en las primeras dos líneas, y en la tercera sumamos las dos expresiones superiores, miembro a miembro.

El valor agregado es una medida más precisa de lo que se ha producido en el período, porque evita el problema de la múltiple cuenta. Nuestra medida anterior, H, que es una suma de multiplicaciones que tienen la forma (Pi.Ni), se denomina "producción", o "valor bruto de la producción". Como hemos visto, al restarle el valor de las compras intermedias se obtiene el valor agregado.

El valor agregado de un sector se denomina también "producto" del sector, y VATOT, el valor agregado total generado en la economía, es el "producto agregado". Como estamos refiriéndonos a las actividades productivas que se desarrollan en el interior de nuestras fronteras, ese concepto podemos designarlo como producto interno.

El producto y los bienes finales

Una alternativa al procedimiento que hemos seguido hasta aquí para obtener el

producto es la de medir únicamente, si fuese posible, el valor de los bienes que llamamos "finales", situándonos justamente al final de la cadena productiva. Así, si medimos el valor del pan que compramos en la panadería, por ejemplo, (y nos

P1,1993.N1,2003 - VINT1,2003,1993 = VA1,2003,1993

P2,1993.N2,2003 - VINT2,2003,1993 = VA2,2003,1993

H2003,1993 - VINTTOT,2003,1993 = VATOT,2003,1993

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referimos a “todo” el valor del pan, no sólo al valor agregado del sector panificador, que en él está contenido) no será necesario sumarle luego el valor que genera el sector harinero, puesto que ya está contenido en el del pan, y tampoco el del trigo, por la misma razón. Podemos pensar, así, en resolver el problema de la doble o múltiple cuenta con una estrategia diferente, eligiendo, para nuestra suma, un subconjunto de los bienes producidos: sólo aquellos que llamamos "finales".

Y es así, en efecto, como suele definirse el producto: es el valor de los bienes y servicios finales generados en una economía en determinado período. Ya sabemos, sin embargo, que eso es igual al valor agregado generado en todos los sectores productivos. Como también sabemos, estos conceptos podemos medirlos a precios corrientes y también a precios constantes.

El producto y el ingreso

El valor agregado es, por otra parte, el ingreso que obtienen quienes participan

en el proceso productivo. Esos ingresos son esencialmente salarios y beneficios. Salarios más beneficios (distribuidos y no distribuidos) son entonces el valor agregado en la economía, y son también el ingreso total del sector privado. De modo que el ingreso total es necesariamente equivalente al producto.

Por eso, en adelante, pensaremos al producto y al ingreso como sinónimos. Consideraremos a esas dos nociones como dos formas distintas de medir el mismo flujo de valor. El producto "por origen"

Una de las presentaciones habituales del producto nos ofrece la cifra agregada pero también su descomposición por sectores de origen (como “Agricultura, caza, silvicultura y pesca”, “Industrias manufactureras”, etc.). De manera que, llamando “Y” al producto total, el mismo resulta de una cuenta como la siguiente: VA1 + VA2 + ... + VAM ≡ VATOT ≡ Y, es decir que es igual a la suma de estimaciones de los valores agregados por distintos sectores económicos. (No olvidamos que es necesario tener presente la cuestión del período al que se refieren los datos, cuya indicación hemos omitido en la fórmula anterior, ni que es también necesario señalar si estamos hablando de las cifras a precios corrientes o constantes). El producto según "destino"

Otra desagregación habitual del producto clasifica a los bienes que integran el valor de Y según su destino (o su tipo de “uso final” dentro del período de que se trate). Los destinos que suelen distinguirse son cuatro.

Una parte de los bienes producidos tiene destino en las familias. A este agregado, que es un subconjunto de “Y”, lo designamos con una letra C y lo llamamos consumo. En realidad, todos los bienes adquiridos por las familias, con la única excepción de las viviendas (de las que hablaremos enseguida), se

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incluyen en este grupo. Observe que no importa si el bien fue efectivamente utilizado o “consumido” en el período. Una familia puede adquirir una botella de vino y guardarla para una celebración que acontecerá el año próximo; para las cuentas nacionales, sin embargo, esa botella estará dentro del consumo de este año, no del siguiente. El momento en que el vino se utiliza efectivamente no le interesa a la oficina de cuentas nacionales.

Un segundo destino posible de los bienes producidos es lo que llamamos “inversión”. En las cuentas nacionales, digámoslo antes que nada, este concepto no tiene vinculación con nada “financiero”. Llamamos aquí inversión a uno de los destinos posibles de los bienes producidos en cierto período. Es un flujo de bienes, o de valor corporizado en bienes. Un depósito en un banco, o la compra de acciones o de títulos, que son inversiones en el sentido corriente, no lo son para las cuentas nacionales.

Los bienes que integran este concepto son esencialmente de dos tipos (es decir, hay dos grandes componentes de la inversión): construcciones, por un lado, y maquinaria y equipos, por otro. En la inversión en construcciones se incluyen los nuevos caminos, instalaciones, galpones, etc., y también las viviendas, que si bien tienen, en muchos casos, destino en las familias, no están contenidas, como ya dijimos, en el consumo. Se trata siempre de las nuevas construcciones generadas en el período de que se trate (y de las nuevas máquinas), y no de los cambios de manos de inmuebles (o maquinaria ya usada) producidos en períodos anteriores. Si una familia compra este año una casa producida el año anterior, eso puede considerarse una inversión desde la perspectiva de esa familia, pero hay alguien más que está “desinvirtiendo”. Por ende, no es inversión para la economía como un todo. Esa vivienda fue seguramente considerada en el cómputo de la inversión (en construcciones) del año anterior, cuando fue construida.

La suma de las nuevas construcciones y las nuevas maquinarias y equipos constituye la “inversión fija”. Hay un tercer componente de la inversión que es la “variación de existencias” o acumulación de inventarios de bienes. Las firmas productivas mantienen normalmente existencias de mercancías para hacer frente a las ventas del día a día, mientras nuevos bienes están siendo producidos. Si una firma que elabora fideos cuenta, al final del período, con existencias de fideos aún no vendidos superiores a las que tenía al comienzo del mismo, esa diferencia es, para las cuentas nacionales, inversión en existencias. Este componente de la inversión puede ser negativo y lo será muy frecuentemente. Tendremos, en esos casos, una declinación del valor de los inventarios de bienes entre los extremos del período de que se trate.

Designaremos a la inversión total, que incluye los tres componentes que acabamos de describir, con la letra “I”.

Un tercer destino posible de los bienes generados en la economía es el sector público. Este puede, por ejemplo, adquirir leche, harina, fideos, para un programa alimentario. También adquiere materiales para las oficinas de la Administración, servicios de transporte y otras mil cosas.

Pero la introducción del sector público nos lleva a considerar aspectos menos obvios, obligándonos a revisar algunas de las ideas que hemos planteado en este capítulo.

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En primer lugar, recordemos que hemos supuesto que la cuenta del producto puede concebirse como la suma de una serie de multiplicaciones de la forma (Pi.Ni), es decir, de productos de “precios” por “cantidades”. Sin embargo, hay productos que la sociedad genera y que no tienen precios de mercado (asumimos de hecho que nuestros Pi lo son). Consideremos por ejemplo los servicios de defensa, justicia, salubridad, parte de la educación y de la salud. Muchos de ellos, malos, buenos o regulares, el sector público los ofrece sin cargo a la población. Pero deben considerarse en el cómputo de Y, naturalmente. ¿Cómo se lo hace? El criterio básico aquí es el de contabilizar el valor de los bienes producidos por el sector público tomando en cuenta el costo de producirlos. En el caso de la justicia, por ejemplo, se mide su contribución al producto, o al valor agregado total, tomando en cuenta lo que cuesta producir ese servicio. En ese cómputo, el elemento principal son los salarios de magistrados y funcionarios. Entonces, se trata también de la multiplicación de “precios por cantidades”, pero los correspondientes precios son en realidad salarios, de distintas categorías de trabajadores, que se multiplican por las cantidades de tiempo remuneradas (horas, meses, según corresponda).

Contabilizado de ese modo, el valor agregado por la justicia está adicionado en el valor de Y, por origen. Del mismo modo se procede con los servicios de defensa, con los de administración pública y otros semejantes. Es posible que usted recuerde el nombre de algún juez cuya “contribución al producto”, calculada así o de otro modo, pueda quizás sospecharse dudosa. Otro tanto podría decirse de los gastos de defensa y de varios conceptos más. Pero, en fin, se trata de medidas imperfectas.

Ahora bien, cuando pensamos en el “uso final” de los bienes y servicios producidos”, ese servicio, el de justicia, que integra el valor de “Y” ¿dónde está? ¿En qué destino? No está en el consumo, porque el servicio del sistema judicial no es “adquirido” por las familias. Tampoco está en la inversión. Estará sumado en el nuevo agregado que estamos presentado, que designaremos como “G”, y que reúne los bienes y servicios adquiridos por el sector público. Ese agregado no comprende sólo, en síntesis, los fideos y la harina de los planes alimentarios, y los materiales de oficina, sino también los costos de producir defensa, seguridad, justicia, educación pública, etc.. Se procede como si el sector público adquiriera esos servicios, de justicia por ejemplo (lo que de algún modo hace pagando los salarios de los jueces, etc.), y luego los distribuyera sin cargo a los habitantes. La G que utilizamos para representar este nuevo destino de lo que se produce proviene de “gasto” (público, en este caso), pero no se refiere a todo tipo de gasto que el gobierno pudiere hacer. Sólo comprende los bienes y servicios que adquiere (no incluye, por ejemplo, transferencias como las correspondientes a pagos jubilatorios y de pensiones, seguros de desempleo, y otras erogaciones como pagos de intereses de la deuda pública; vale la pena insistir: estamos clasificando el valor de los bienes y servicios producidos según su destino).

Nuestra “G” tampoco contiene el gasto del sector público en bienes de capital (como caminos, construcciones, maquinaria y equipos). Este último tipo de destino es en realidad la inversión que viéramos más arriba. Lo que deberíamos aclarar ahora es que la inversión total puede a su vez descomponerse en privada y pública. Hoy en día, privatizaciones de por medio, el gasto público en inversión es

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relativamente pequeño, muy inferior a lo que fuera antes de la década de los noventa. En tanto no incluye la inversión pública, la variable G se suele también denominar “consumo público”, o consumo del gobierno.

Nos queda un único casillero adicional en nuestra clasificación de los bienes de acuerdo con su uso final. Si no están en alguno de los tres anteriores, seguramente los bienes producidos fueron a parar al exterior. A esta fracción del flujo de producto la llamamos “exportaciones”, y la designamos con una “X”.

Nótese que esta clasificación por destino no tiene que ver con la naturaleza de los bienes sino con su uso en el período del que se trate. Volviendo a nuestro paquete de fideos: podría estar en el consumo si lo adquirió una familia, o en la inversión, si se acumuló en las existencias de fideos sin vender en una firma (o en los stocks de un supermercado); también podría estar computado en G si el sector público lo hubiese adquirido para, quizás, utilizarlo para alimentar a los pacientes internados en un hospital. Por último, también podría haberse exportado, en cuyo caso estaría computado en el valor de las exportaciones.

Sintetizando, tenemos, como primera aproximación, esta descomposición del flujo de bienes por destino:

Las importaciones y el concepto de producto interno

Si los cuatro destinos señalados agotan el producto, podríamos pensar en una nueva forma de medición de Y, además de las que ya hemos presentado. Imaginemos que fuésemos capaces de medir separadamente todo el gasto de consumo que hacen las familias (C), el gasto de inversión (I), el que hace el sector público en bienes y servicios (G), y el valor de las exportaciones (X) de cierto período. Como primera aproximación, parece que entonces la suma de esos cuatro conceptos nos daría el valor de Y.

No es así, sin embargo. En el consumo total de las familias, por ejemplo, habrá también bienes que no fueron producidos internamente. Fideos importados de Italia, por ejemplo, entre otros muchos bienes elaborados más allá de nuestras fronteras. Y esos no forman parte de nuestro producto. Lo mismo sucede con I, G y X: cada uno de esos componentes del gasto agregado podría descomponerse en una fracción “de origen interno” y otra “de origen externo”. Así, C, por ejemplo, podría desagregarse en Cy y Cq, donde la primera comprende el valor de todos los bienes y servicios que tuvieron como destino las familias (menos las viviendas) y que fueron producidos internamente, mientras que Cq designa al valor de los bienes que, estando contabilizados en C, fueron producidos en el exterior. Esto

C

Y I

G

X

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mismo se puede hacer con las restantes variables de gasto, incluso con las exportaciones, porque una parte del valor de un automóvil exportado por la Argentina, por ejemplo, contiene piezas o elementos, como el motor, eventualmente, producidos en el exterior, que entraron previamente como importación y luego volvieron a salir. De modo que tenemos:

Puesto que nos interesa el valor generado internamente, está claro que el

producto Y no coincidirá con la suma (C + I + G + X). Será igual, en realidad, a la suma de (Cy + Iy + Gy + Xy), del diagrama anterior.

En otros términos, a la cuenta (C + I + G + X) hay que corregirla restándole los bienes importados, para obtener el valor del producto. Ahora bien, la adición de los valores de todos los bienes importados, (Cq + Iq + Gq + Xq), la designamos como “Q”. Así, en definitiva, el producto interno resultará de la siguiente igualdad (que es en realidad una identidad): Y ≡ C + I + G + X - Q.

Esa expresión es una de las más importantes en el campo de la macroeconomía y se conoce como "identidad básica del Sistema de Cuentas Nacionales", o identidad de ingreso-gasto. Nos indica que el producto (o el ingreso), además de ser igual al valor agregado total y al valor de los bienes finales, como ya sabemos, es también igual, en las cuentas nacionales, al gasto total en bienes producidos internamente.

• Una digresión sobre la variación de existencias y los períodos

Acabamos de decir, por ejemplo, que el consumo puede descomponerse en el

abastecido por bienes producidos internamente y por bienes importados (C = Cy + Cq). Ese razonamiento involucra una simplificación que vale la pena hacer explícita. Para simplificar el argumento estamos ignorando, al hacer ese planteo, que una parte del consumo actual, por ejemplo, puede abastecerse con bienes provenientes del pasado. Es decir, con bienes producidos o importados en períodos anteriores. Lo mismo sucede naturalmente con la inversión y con los restantes componentes del gasto.

C = CY + CQ

Y I = IY + IQ

G = GY + GQ

X = XY + XQ

Q

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Supongamos que yo adquiero $10 de fideos producidos el año pasado. Fueron contabilizados en el producto de aquél año, pero están en C de este período. ¿Habrá un error en el cómputo de Y, medido “del lado del gasto”? No, porque esos fideos se encontraban en los depósitos del supermercado, o en las góndolas, y estaban contabilizados como existencias. Ahora, luego de mi compra, estarán dentro de C, sumando. Pero simultáneamente, esos $10 estarán restando en la cuenta “variación de existencias”, que es uno de los rubros que integran la inversión. Ambos asientos se cancelan, de modo que esos diez pesos, correctamente, no aparecerán en el producto del período actual. Producto bruto y neto

Hemos caracterizado ya al producto interno. ¿Por qué se lo suele calificar de “bruto”? La cuestión aquí es que en la inversión fija pueden a su vez distinguirse, conceptualmente, dos componentes. Una parte del valor de las maquinarias y equipos y de las construcciones que integran la inversión fija de un período determinado viene, en realidad, simplemente a sustituir a las maquinarias, equipos e instalaciones preexistentes que se han desgastado por el uso o que simplemente se han tornado obsoletos. Podemos entonces concebir la noción de “inversión neta”, que es la inversión total (bruta), menos la depreciación del acervo de capital heredado de períodos anteriores. Es posible sintetizar eso mediante la siguiente expresión: I = IN + D, donde I es la inversión total, bruta, que resulta igual a la inversión neta (IN) más la depreciación del acervo de capital preexistente (que designamos como “D”).

La inversión es una variable crucial en la determinación del crecimiento, o de la capacidad de crecimiento de una economía, porque indica qué parte del producto se acumula, esencialmente en la forma de nueva capacidad productiva. Pero IN es una mejor medida de esa acumulación, ya que toma en cuenta el desgaste de la capacidad productiva heredada. En consecuencia, cuando se discuten los problemas del crecimiento económico, IN suele aparecer como una variable posiblemente más relevante que I. Sin embargo, si bien eso es cierto en un plano conceptual, en la práctica, debido a que es muy difícil obtener una medida agregada razonable de la depreciación, es bastante habitual que IN no se calcule. Con frecuencia sólo dispondremos de datos de I, es decir, de la inversión bruta.

Volviendo ahora al producto: en la identidad básica de cuentas nacionales incluida más arriba se encuentra sumando, del lado derecho, la inversión bruta. Por eso definimos a Y como el producto interno bruto (PIB). En cambio, si en esa misma identidad sustituyésemos a I por IN tendríamos el producto interno neto (PIN, que designaremos aquí como YN). En otros términos: YN ≡ Y – D ≡ C + IN + G + X - Q.

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Algunas variantes a partir de la identidad básica

Retomando ahora la identidad básica de cuentas nacionales, podemos introducir otras definiciones de uso habitual, mediante algunas manipulaciones sencillas. Por ejemplo, pasando las importaciones a la izquierda de la igualdad tenemos: Y + Q ≡ C + I + G + X.

La suma (C + I + G + X) constituye lo que se designa como demanda global, y (Y + Q) es la oferta global, ambas idénticamente iguales para las cuentas nacionales.

Además, dentro de la demanda global, una parte proviene de los agentes económicos residentes en el espacio geográfico nacional, y otra del resto del mundo. La que proviene de los residentes es la suma (C + I + G), y se le designa como “absorción interna” (AI). Por otro lado, la cuenta (X-Q) representa el balance comercial con el resto del mundo (BC), de modo que podemos rescribir nuestra identidad básica así: Y ≡ AI + BC. Por lo tanto, Y - AI ≡ BC. Identidades y causalidad

Observe la última expresión. El término de la derecha, el balance comercial, podría ser negativo, si las exportaciones fuesen inferiores a las importaciones. La ecuación nos dice que, en tal caso, necesariamente, tendremos que AI, el gasto interno, es mayor que Y, el ingreso interno. En algunos textos, alcanzado este punto, se podrá leer que si una economía tiene déficit en el comercio, es porque los residentes están gastando “más allá de sus medios”. Esta es una lectura causal de esa ecuación. Se nos dice que la causalidad va del lado izquierdo al derecho: Y < AI => BC < 0.

Eso puede ser cierto, pero en ocasiones no lo será. Queremos decir que no es válido en general interpretar que un déficit en el comercio aparecerá porque los residentes gastan más que su ingreso. Las identidades no habilitan una interpretación causal. Ambos lados del signo ≡ tienen el mismo peso. Es decir, cabría afirmar que: Y < AI <=> BC < 0.

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En el caso de un país con déficit en el comercio, podríamos por ejemplo pensar en alguna causa, no visible en la identidad, que da origen tanto al déficit del comercio cuanto al exceso del gasto interno sobre el ingreso.

Las identidades nos permiten organizar la información y avanzar en la descripción: esta variable ha venido incrementándose, aquella otra por el contrario está en declinación, etc. etc., pero no habilitan interpretaciones de causa-efecto. Para avanzar en el terreno de la interpretación se requiere más que la contabilidad. Son necesarias relaciones de comportamiento como las que ya hemos mencionado en el capítulo anterior, y que comenzaremos a introducir en el próximo. Miscelánea de cuentas nacionales

Hemos mencionado algunos problemas en la elaboración de la medida del producto, como por ejemplo la ausencia de precios de mercado de algunos servicios. Hay muchos otros. A los efectos del análisis macroeconómico, esos temas no son en general relevantes y por eso no los trataremos con detalle aquí, pero mencionaremos algunos de los más importantes.

Uno se refiere a la aparición de bienes nuevos. Consideremos por ejemplo el caso de una computadora de última generación, aparecida este año. Ese bien no existía en 1993, el año base de las cuentas nacionales. Por ende, cuando se estima el PIB a precios constantes, hay que resolver el problema de qué precio “de 1993” asignarle. Esta dificultad es mucho más corriente de lo que podría parecer en una primera aproximación, porque involucra también los cambios de calidad de los bienes, por ejemplo. Un automóvil modelo 2004 puede tener mejoras en relación con el mismo modelo correspondiente al año anterior. En tal caso, se trata en cierta forma de un bien distinto, nuevo.

Otra cuestión se refiere a como tratar los bienes en proceso. Por ejemplo, una plantación de cereal que, al cierre del período, está a medio crecer. ¿Qué valor debería asignársele? Estas y otras muchas cuestiones requieren de convenciones para su tratamiento. En general, esas convenciones se apoyan en los criterios fijados por las Naciones Unidas, en manuales de cuentas nacionales elaborados por oficinas de ese organismo internacional que son seguidos por la gran mayoría de los países.

Algunas cuestiones son polémicas, como la no consideración del trabajo realizado por amas o amos de casa en el hogar en el cómputo del producto interno bruto. Pero esa convención, como otras, puede cambiar a lo largo del tiempo. (Un chiste de economistas dice que el producto bruto se reduce si un señor(a) se casa con su mucama(o), a quien antes pagaba un salario. ¿Comprende por qué? No puedo explicarlo aquí, no tendría gracia).

Una cuestión que suele dar lugar a cierto debate es la calidad del PIB o del ingreso agregado como medida de bienestar. Una consideración obvia es la de que la distribución del ingreso seguramente tendrá una gran relevancia en lo que se refiere al bienestar, además de su nivel. La medida del PIB tomada aisladamente no nos dirá quizás demasiado. Pero hay cuestiones menos evidentes. Imagine una economía en la que el producto industrial está creciendo rápidamente, pero generando enormes efectos negativos sobre el medio

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ambiente, como contaminación y agotamiento de recursos no renovables. Estos efectos negativos que son “producidos conjuntamente” con los bienes industriales no se miden en el cómputo del PIB.

Hay otra cuestión que merece mención. Hemos visto que al calcular el producto a precios constantes realizamos una suma de cantidades de distintos bienes, en la que utilizamos como “ponderadores” a los distintos precios. Pero son los precios de un período determinado: el período base. Para ilustrar una consecuencia de este procedimiento imaginemos un país en el que determinado bien, la papa, tiene un peso muy grande en el PIB. Supongamos ahora que en el año base el precio de la papa tenía, por razones climáticas, un precio (relativo, es decir, en comparación con los restantes precios) muy elevado. Ese precio elevado será utilizado luego para ponderar las cantidades de papas producidas en todos los períodos siguientes. La papa tendrá así una ponderación elevada en el cálculo del producto. Eso se reflejará, por ejemplo, en las tasas de crecimiento calculadas para la economía de ese país. Lo que queremos señalar es que las tasas de crecimiento del PIB estimadas resultarían entonces más altas, por esta ponderación fuerte de ese producto, de lo que serían si el precio de la papa en el año base hubiese sido relativamente bajo. En resumen, lo que estamos argumentando es que las tasas de crecimiento medidas no son independientes del período que se elija como base. Por eso, entre otras cosas, es una buena práctica que si las cuentas nacionales se elaboran de este modo, al cambiar la base se recalcule el PIB (y con ello las tasas de crecimiento) de períodos anteriores, para poder tener una perspectiva temporal más o menos amplia, es decir, para contar con series homogéneas para un lapso razonable.

Normalmente, sin embargo, las tasas reestimadas al cambiar la base no diferirán sustancialmente de las obtenidas con los precios de la base anterior, aunque a veces sí puede haber cambios importantes. Posiblemente esto suceda con las cuentas nacionales de la Argentina cuando la base 1993, todavía vigente, se cambie. Esto es así porque la depreciación cambiaria de 2002 produjo un enorme cambio de precios (relativos), en comparación con los que se observaban en la década anterior.

El PIB y el nivel general de precios

Dividamos ahora el PIB medido a precios corrientes por el PIB medido a precios constantes de 1993. Siguiendo con nuestro ejemplo de una economía de dos bienes, tendríamos este cociente:

Puede verse que las cantidades Ni de los distintos bienes son las mismas en

el numerador y en el denominador. De modo que si ese cociente tiene un valor distinto de uno, eso se deberá a que los precios de 2003 (que son los ponderadores en el numerador) difieren de los del año base (que aparecen en el denominador). En efecto, esa es la fórmula de un índice de precios. El valor de

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003

P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003

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ese cociente será uno en el año base (o cien, si multiplicamos esa expresión por 100, como suele hacerse), y a partir de allí subirá si los precios se mueven al alza, o bajará si descendieran. Llamemos P a ese índice de precios. Esta nueva variable se denomina, en el Sistema de Cuentas Nacionales, Índice de Precios Implícitos del Producto, o deflactor del PIB. En definitiva, y multiplicando por 100, tenemos:

La notación P2003,1993 se refiere al valor del índice de precios implícitos del PIB en 2003, con base 100 en 1993.

Llamando Y al PIB a precios constantes y YNOM al PIB a precios corrientes, podemos escribir:

,PY

YNOM=

que es en forma sintética la misma expresión de arriba, o bien

,.PYYNOM = donde el PIB a precios corrientes se expresa en cierta forma como el producto entre "cantidades y precios".

Esta es una forma útil de desagregar el producto o el ingreso a precios corrientes, porque, como viéramos en el capítulo anterior, con frecuencia nos preguntaremos, ante un shock, en qué medida la economía responderá mediante ajustes de precios y en qué medida mediante ajuste de cantidades (como una recesión, ante un shock negativo).

Naturalmente, también podemos escribir

,YP

YNOM=

donde estamos “deflactando” el producto a precios corrientes por el índice de precios implícitos del PIB, para obtener el producto a precios constantes.

“Deflactar” quiere decir dividir una magnitud nominal por un precio (o un índice de precios). Consideremos por ejemplo el salario. Llamemos W al salario nominal. Se trata de cierta cantidad de pesos, por tiempo de trabajo. Es en esas unidades que se mide (pesos por hora de trabajo, por ejemplo). Ahora calculemos el precio (es decir, el costo) de una canasta básica de consumo. Designémoslo como PC. Si hacemos la cuenta

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003

P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003

P2003,1993.100 =

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PCW

estamos deflactando el salario nominal por el precio de esa canasta básica. ¿En qué unidades se mide el resultado? Se mide en horas de trabajo por canasta básica. Es decir, nos dice cuántas horas de trabajo se requieren para adquirir esa canasta. Note que se trata de una tasa de cambio entre mercancías (trabajo y los bienes que componen esa canasta). Las unidades monetarias aparecen en principio tanto en el numerador cuanto en el denominador, por lo que pueden simplificarse y desaparecen. Estamos hablando, en realidad, de una medida posible de lo que se llama el “salario real”. Si lo designamos como WR escribiremos:

.PCWWR =

Decimos que esa es una medida “real” justamente porque las unidades

monetarias no intervienen en ella. Aunque podamos emplearlas para el cálculo, el concepto del que estamos hablando es, como hemos señalado, la tasa de cambio de horas de trabajo por bienes. Ambos entes son “no monetarios”. En economía suele llamarse real a una variable con esas características, es decir que, como sucede con WR, es “no monetaria”.

¿Acaso el dinero no es algo “real”? Parece que sí lo es, pero muchos pensadores han concebido al dinero como un “velo” que apenas cubre las cosas verdaderamente reales, sobre las cuáles los fenómenos monetarios tendrían escasa o nula gravitación. Heredamos este uso del vocablo “real”, muy posiblemente inadecuado, de esa visión particular del funcionamiento del sistema económico.

Normalmente, para obtener el salario real, por ejemplo, dividimos W por el valor del Índice de Precios al Consumidor (IPC). Este índice refleja efectivamente la evolución del costo de una canasta determinada de bienes (y servicios) de consumo. El IPC se calcula según una fórmula que se asemeja a la que presentamos arriba para el Índice de Precios Implícitos del PIB, pero con una diferencia importante. Mientras que en esa fórmula hemos incluido, en el numerador y en el denominador, las cantidades del período corriente (N1,2003 y N2,2003, en nuestro ejemplo), las cantidades que se toman en cuenta en el cálculo del IPC son siempre las mismas, es decir, permanecen fijas en los distintos períodos. Se trata de determinado número de pasajes de colectivo, tantos kilogramos de manzanas, etc., permaneciendo la composición de esa canasta fija. El de precios implícitos es, en cambio, un índice de “canasta variable”, porque las cantidades cambian todos los períodos. El índice de precios mayoristas (IPM) es también de canasta fija.

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Nota sobre la medición del producto en la Argentina

En la Argentina el PIB se mide “por origen”, es decir, por sector productivo. Se lo hace esencialmente a partir de datos de precios y cantidades producidas de los distintos bienes y servicios, aunque en algunos casos, especialmente para ciertos servicios, no existen propiamente “mediciones” sino estimaciones a partir de indicadores indirectos.

Los datos de precios y cantidades de los distintos bienes permiten en realidad estimar el “valor bruto de la producción” de cada uno de ellos, y no el valor agregado. Para obtener este último dato, que es la contribución efectiva al producto, habría que restar el valor de los insumos intermedios, pero esta información no se releva regularmente.

¿Cómo se pasa entonces del VBP al valor agregado? Pues bien, sí se cuenta con estimaciones de los valores agregados para el año base de la serie de cuentas nacionales. Esto es así porque normalmente uno de los requisitos que un año base debe cumplir es el de que se haya realizado, en ese año, un censo económico. En función de esto, se cuenta, para el período base, con mucha más información que la que se releva corrientemente. Entre otros datos, puede contarse con la relación entre el valor agregado en cada sector productivo y el correspondiente valor de la producción. Luego, para los períodos subsiguientes, simplemente se supone que la relación entre el valor agregado y el valor bruto de la producción es igual a la observada en el año base. Así, el PIB es en realidad una suma de valores agregados estimados, estimación que se hace a partir de datos sobre precios y cantidades, y del supuesto de constancia de las relaciones VA/VBP sectoriales del año base. Por supuesto que estas relaciones cambiarán a lo largo del tiempo, por lo que al suponerlas constantes se establece una fuente de error. Esta es una razón más para modificar periódicamente el año base de las cuentas nacionales, a fin de reconocer estos cambios.

Si bien el PIB se mide fundamentalmente por sector de origen, se publican también los datos de composición del gasto. ¿Cómo se obtienen? Los datos de X y Q derivan de la información de Aduana, mientras que los de G se obtienen a partir de los datos de las cuentas fiscales. Los problemas más complejos se vinculan con la inversión y el consumo.

La inversión interna bruta fija se estima indirectamente, recurriendo también a la información “del lado de la oferta”. En efecto, hay información sobre las máquinas y las construcciones producidas en el país en el período de que se trate. Se asume, razonablemente, que el gasto en inversión fija debe ser igual al valor bruto de dichas máquinas y construcciones, menos el valor de la maquinaria exportada en el período, más el valor de los bienes de capital importados.

En cuanto al consumo, durante muchos años se midió simplemente por diferencia. Es decir, se obtenía residualmente, haciendo la cuenta:

.QXGIBIFYC +−−−=

donde IBIF es la inversión bruta interna fija.

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La estimación residual del consumo es naturalmente muy poco satisfactoria, entre otras razones porque cualquier error de medición en las restantes variables se reflejaría allí, al igual que la “discrepancia estadística” originada en la diferente metodología de cómputo de distintos componentes del gasto y de Y. Además, C es de hecho la componente más importante de la demanda global, por lo que obtener residualmente a una variable tan significativa es de por sí chocante. Un punto destacable es que si la estimación se hace de este modo, y la inversión estimada del lado de la oferta es la IBIF, la variación de existencias queda de hecho sumada al consumo, lo que es una fuente considerable de error. En Argentina, por ejemplo, hay fuertes variaciones de existencias propias del sector agropecuario (acumulación de existencias cuando se levanta la cosecha, desacumulación cuando se envían los granos al exterior), que en tal caso quedarían captadas erróneamente como variaciones en el consumo.

En forma relativamente reciente, se han venido publicando cifras del consumo privado estimadas a partir de encuestas de consumo, de manera que aparece una nueva variable residual, que se denomina “discrepancia estadística y variación de existencias” (DEYVE):

.DEYVEQXGIBIFCY +−+++=

Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica

Ya hemos dicho que las cuentas nacionales suministran información que nos permite avanzar en la descripción de lo que sucede en una economía, aunque no dan lugar, sin la incorporación de otros elementos, a la interpretación de los hechos observables. Pero una buena descripción es un muy buen punto de partida de un análisis aplicado. Veamos cómo podemos comenzar a organizar la información si se nos pide que avancemos en el análisis de una economía determinada.

Para comenzar, podríamos por ejemplo dividir por Y la ecuación que nos presenta la desagregación del PIB por origen. Tendríamos entonces:

....1 21

YVA

YVA

YVA

YY M+++==

Asumimos que hay M sectores productivos. La ecuación así presentada nos da

la participación de cada sector (o de cada bien, si asimilamos, por simplicidad, un bien a un sector) en el PIB total. De manera que organizando la información cuantitativa que proporciona el Sistema de Cuentas Nacionales de este modo podemos caracterizar la estructura de la oferta de la economía de que se trate: cuál es el tamaño relativo del sector agropecuario, del sector industrial, etc.. Si además miramos lo que sucede con esas proporciones a lo largo del tiempo, tendremos naturalmente una idea de cómo está cambiando la estructura productiva. Estaremos en condiciones de constatar, por ejemplo, si el sector industrial ha venido ganando o perdiendo participación, etc..

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Un procedimiento similar podemos seguir con la ecuación del PIB por destino. Tendríamos en este caso lo siguiente:

.1YQ

YX

YG

YI

YC

YY

−+++==

Con la información presentada de este modo podemos observar otras

características de la economía. Por ejemplo, los cocientes (X/Y) y (Q/Y) nos indican cuán grandes son los flujos de comercio internacional en relación con el tamaño de la economía, medido por su PIB. En otros términos, nos hablan de cuál es el grado de apertura comercial en la práctica. A su vez, (I/Y), la tasa de inversión, revela qué proporción de los bienes producidos se acumula en la forma de nueva capacidad productiva. Esta variable, como se dijo con anterioridad, se correlaciona muy directamente con el crecimiento económico, sobre todo si se considera la inversión neta. Por su parte, (G/Y) informa acerca del tamaño económico del sector público. Nuevamente, podemos observar lo que sucede con estas relaciones a lo largo del tiempo, y constatar si el grado de apertura aumenta o no, etc.. Hacia las explicaciones

Si bien la información que nos suministran las cuentas nacionales no permite por sí misma construir explicaciones de los fenómenos observables, es el punto de partida. Podemos, en principio, identificar algunos de los fenómenos que resulta interesante explorar, y la propia observación de los datos puede comenzar a sugerir preguntas interesantes, así como argumentos explicativos. Del examen de las cifras puede surgir, por ejemplo, la constatación de ciertas regularidades que son una rica fuente de ideas e hipótesis a partir de las cuáles es posible luego seguir trabajando.

Cerramos el capítulo mostrando una regularidad interesante. La destacamos porque lo que ésta revela constituirá materia central de los desarrollos que plantearemos un poco más adelante, en el capítulo 4 y siguientes.

El gráfico siguiente presenta datos del PIB (en realidad del desvío del PIB en relación con su tendencia) y de la cuenta (X-Q), es decir, del balance de comercio, en ambos casos a precios constantes.

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Es inmediato concluir que estas variables se mueven juntas, pero en sentido

contrario. Como la serie incluida en la parte superior de la ilustración constituye una descripción del “ciclo”, y la otra variable, el balance comercial, se mueve al revés, solemos decir que esta última tiene un comportamiento “contracíclico”. Cuando una variable se mueve en el mismo sentido que el desvío del PIB, decimos que es “procíclica”. La principal razón de lo que se observa allí es que las importaciones tienen, en la Argentina, una elasticidad-producto muy alta: aumentan rápidamente cuando la economía se expande, y declinan también mucho más velozmente que el PIB cuando este se contrae, mientras que las exportaciones tienen una muy baja vinculación con el ciclo de actividad interno. Así, por ejemplo, la recesión de 1998-2001 condujo la economía de una zona de déficit comercial a un fuerte superávit.

No esperaríamos encontrar una gráfica semejante en cualquier economía. Por ejemplo, en una en la que el PIB crezca fundamentalmente porque se expanden las exportaciones, posiblemente el producto pueda crecer, y quizás bastante rápidamente, sin un deterioro apreciable del balance de comercio. El comportamiento contracíclico del saldo del comercio era, sin embargo, bastante típico en las economías que seguían, en la posguerra, el modelo de industrialización orientada a la sustitución de importaciones; y en la Argentina sigue siendo aún evidente, muchos años después de que ese estilo de crecimiento se convirtiera en historia. Los argumentos que estamos introduciendo aquí involucran relaciones de comportamiento (decimos, por ejemplo, que “las importaciones dependen del producto”), y con ello estamos ya asomándonos a los temas de los capítulos que siguen.

-2000

0

2000

4000

6000

-12

-8

-4

0

4

8

86 88 90 92 94 96 98 00

Balance comercial Componente cíclico

Componente cíclico del PIBy balance comercial de la Argentina

a precios constantes(1986:1-2002:2)

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Capítulo 3. Sobre la representación de los comportamientos

Antes de sumergirnos propiamente en el análisis macroeconómico introducimos, en este capítulo, algunos recursos analíticos y elementos del lenguaje y de la forma de razonar de la economía, con el fin de facilitar la comprensión de lo que se planteará más adelante.

No es extraño, aunque casi seguramente inapropiado, que se arribe a un primer curso de macroeconomía sin haber pasado por uno de microeconomía con anterioridad. Es por eso que incluimos esta sección, que resulta innecesaria, y por ende puede pasarse por alto, si se ha dado ese paso previo. Si es así, puede saltar directamente al capítulo 4.

Articularemos la exposición que sigue en torno a la explicación de lo que es un “mercado”. La noción de mercado es muy antigua y, como se sabe, designa a un lugar donde se realizan intercambios de bienes, o de bienes por dinero. Para cada bien particular que se negocia en un mercado, hay un conjunto de oferentes y un conjunto de demandantes. En consecuencia, hay cantidades ofrecidas y cantidades demandadas, y en la interacción de oferentes con demandantes se establecen precios, a los que se realizan las transacciones.

Sin embargo, con el tiempo, la asociación del “mercado” con un lugar físico fue desdibujándose. Muchos bienes, zapatos, por ejemplo, se ofrecen en diversas bocas de venta, en muchos comercios, diseminados por la ciudad y por todo el país. Sin embargo, seguimos hablando de un “mercado de zapatos”, y lo entendemos como una suerte de lugar abstracto en el que de algún modo se encuentran oferentes y demandantes y hacen transacciones a ciertos precios. Si bien esas transacciones se han desconcentrado físicamente, sigue siendo posible pensar en cantidades demandadas, cantidades ofrecidas, y precios. Podemos seguir razonando acerca de cómo se comportan, de cómo evolucionan determinados “mercados” así entendidos.

¿Cómo representamos el funcionamiento de un mercado, como el de zapatos? Estamos ahora en el terreno de la microeconomía, pero tomaremos de aquí algunos elementos que luego utilizaremos en el análisis macro.

En primer lugar, asumiremos que hay dos conjuntos de agentes. Los demandantes de un bien y los oferentes del mismo. La siguiente cuestión es caracterizar el comportamiento de ambos. Es decir, ¿de qué dependen las decisiones de unos y otros en relación con este mercado? ¿Qué factores determinan la demanda de zapatos y cuáles la oferta?

Comencemos por la demanda. Lo primero que tenemos que decir es que los demandantes de zapatos tomarán decisiones sujetos a una restricción, que es la disponibilidad de recursos. En otros términos, tienen una “restricción de presupuesto”. Esta restricción se plantea como una identidad, que es el punto de partida del análisis (los recursos disponibles de cada uno son necesariamente iguales a los usos que se da a esos recursos). Dada la restricción presupuestaria, ¿de qué dependerá la demanda de zapatos (y de cualquier otro bien, ya que el razonamiento es generalizable)? Presumiblemente, nos dice el texto de microeconomía, del precio del par, en primer lugar. Por cierto, hay muchos tipos de zapatos diferentes y muchas calidades y precios distintos. Para no complicarnos más, supongamos que estamos hablando de un bien “homogéneo”.

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Esto puede significar que decidimos ignorar esas diferencias, o que nos restringimos, en nuestro análisis, a un subconjunto específico de zapatos (los mocasines con suela de cuero, quizás), en el que las diferencias tal vez sean menores o despreciables. Si nos concentramos entonces en un solo bien, diremos simplemente que “la demanda depende del precio”, con “precio” en singular. Seguramente, en el texto de micro se incluirá, en esta sección, un gráfico como el siguiente:

Allí medimos las cantidades de zapatos (Qz) en el eje de abscisas (medidas en

“pares”), y el precio del par en el eje de ordenadas.15 La línea Dz es una representación del comportamiento de los demandantes de zapatos. Decimos que la curva de demanda tiene “pendiente negativa” cuando baja hacia la derecha. ¿Qué señala esa inclinación de la línea? Que ante un menor precio, habrá una mayor demanda de zapatos. Para verlo con más claridad, vayamos al gráfico siguiente.

Si la cantidad demandada de zapatos, al precio Pz1, es Qz1, con un precio más bajo, como Pz2, habría una demanda Qz2, mayor. ¿Por qué, dada la

15 Atención: en el capítulo anterior utilizamos la “Q” para designar a las importaciones. Aquí, Qz

significa algo completamente distinto: “cantidades de (pares de) zapatos”.

Pz

Dz

Qz

Pz

Pz1

Pz2Dz

Qz1 Qz2 Qz

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restricción presupuestaria de los demandantes, se espera que haya una demanda mayor de un bien ante un precio más bajo? La razón más importante es el llamado “efecto sustitución”. Si el precio de un bien baja, los demandantes posiblemente sustituirán otros bienes por ese que se abarató. Así, si cae el precio de la manzana, posiblemente comeremos más manzanas y algo menos de peras. En el caso de los zapatos, tal vez habrá más demanda de zapatos y menos de zapatillas, que son un “sustituto” de ese bien.

¿Cuánto responde la demanda de zapatos al cambio en el precio? Eso depende de cómo sean las preferencias de la gente. Si los zapatos son un bien muy valorado y con pocos sustitutos próximos, posiblemente una suba del precio desalentará poco a los demandantes. Distintas inclinaciones de la curva de demanda reflejarán diferentes configuraciones posibles.

Estas curvas representan comportamientos diferentes de la demanda de zapatos. La de la izquierda indicaría una escasa respuesta de los demandantes ante cambios en Pz. La del centro una respuesta mayor, y la de la derecha una respuesta muy alta: basta una pequeña reducción del precio para provocar un gran aumento de la demanda, por ejemplo.

Estos razonamientos nos conducen al concepto de elasticidad. La elasticidad de una variable en relación con otra es la medida de cuánto responde la primera ante cambios en la segunda. Si decimos que la elasticidad de la demanda de zapatos en relación con el precio Pz es nula o muy baja, estamos diciendo que frente a modificaciones en Pz habrá poco cambio en las cantidades demandadas. Eso se corresponde con una situación como la ilustrada por el gráfico de la izquierda. El de la derecha, en cambio, muestra una “elasticidad-precio” de la demanda de zapatos muy elevada.

Pasemos ahora a examinar la oferta de zapatos. ¿Cómo se comporta? En general, esperaremos que la oferta de un bien aumente con el precio. Aquí las razones son un poco menos evidentes. En primer lugar, recordamos que también los oferentes actúan sujetos a restricciones semejantes a las presupuestarias. En este caso, podemos pensarlas como restricciones de recursos productivos. El productor de zapatos requiere de ciertos instrumentos, de alguna maquinaria,

Pz Pz Pz

Dz Dz

Dz

Qz Qz Qz

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instalaciones, etc. Su disponibilidad de recursos limita la cantidad de zapatos que puede hacer.

Por otra parte, normalmente, a medida que usa sus recursos con mayor intensidad, le resultará cada vez más costoso aumentar su producción: los instrumentos se desgastan más, a partir de cierto ritmo de trabajo los rendimientos que pueden obtenerse de un uso más intenso comienzan a declinar, y entonces sólo será rentable producir más zapatos si los precios son más elevados. La curva de oferta de zapatos (Oz) tendrá, en consecuencia, al revés que la línea Dz, pendiente positiva, lo que significa que sube hacia la derecha. La incluimos a continuación, junto con la curva de demanda.

Por supuesto, también con la oferta podríamos presentar casos de diferentes

elasticidades. Dejando de lado esa cuestión, representamos en el gráfico los elementos principales de nuestro mercado de zapatos. ¿Cómo funciona?

Para explicarlo supongamos que el precio de los zapatos hoy es Pz1, como se muestra en la ilustración siguiente.

Con esos precios, la demanda de zapatos sería Dz1, y la oferta Oz1. Es decir, hay un exceso de oferta. Se supone que, en tales circunstancias, los precios tenderán a bajar.

A medida que Pz desciende, los comportamientos se modifican tal como las curvas indican: la demanda de zapatos se incrementará, y la oferta declinará. De modo que el exceso de oferta se atenúa con el tiempo, hasta desaparecer cuando se alcanza el precio Pz*. Con ese precio de los zapatos, las cantidades ofrecidas y demandadas son iguales, es decir, los planes son “consistentes”, como dijéramos en nuestro capítulo introductorio, y pueden realizarse, todos ellos, simultáneamente. Las cantidades vendidas y compradas de zapatos serán, en tal situación, iguales a Qz*. El par (Pz*,Qz*) describe entonces la situación de equilibrio del mercado de zapatos, a la que se supone que normalmente el mercado tendería. Si hubiésemos partido de un precio inferior a Pz*, el razonamiento hubiese sido semejante pero invertido: a tales precios habría exceso de demanda, y Pz subiría, también hasta alcanzar su nivel de equilibrio.

Pz

Oz

Dz

Qz

55

Pz y Qz de equilibrio son variables endógenas. Dependen de las

características de las curvas Oz y Dz, y nuestra argumentación, nuestro modelo, indica cómo se determinan. Una variable endógena es, en definitiva, una cuya determinación es “explicada” por el modelo.

Pero hemos dejado muchos elementos detrás del telón. Por ejemplo, apenas dijimos algo del precio de las zapatillas. La demanda de zapatos varía con Pz, como hemos señalado, pero ese razonamiento vale si suponemos que el precio de las zapatillas (y de otros bienes sustitutos de los zapatos, e incluso de otros que no lo son)16 permanece constante mientras tanto.

Volvamos a nuestra última representación del mercado de zapatos. ¿Dónde está, allí, el precio de las zapatillas? En realidad no está explícito. Pero la demanda de zapatos seguramente dependerá de él. Esa curva Dz esconde en su seno la información sobre este otro precio. Para verlo, supongamos que, ceteris paribus, es decir, sin que nada más cambie, se reduce el precio de las zapatillas. ¿Qué sucederá en el mercado de zapatos? Parece sensato esperar que, para cualquier precio Pz, haya una menor demanda de zapatos luego de este cambio que antes, puesto que habrá algo de sustitución entre estos bienes. Representamos eso como un desplazamiento de la curva de demanda de zapatos, que se mueve hacia la izquierda, desde Dz hacia Dz’, como ilustra el gráfico siguiente.

Movimientos sobre una curva y movimientos de la curva son dos cosas muy diferentes y es importante que logremos distinguirlas con claridad. Cuando nos movemos sobre la línea Dz, estamos observando únicamente cómo influye el precio Pz en las cantidades demandadas de zapatos. Es decir, estamos representando la respuesta de los demandantes de zapatos ante cambios en ese precio y en nada más. Cuando cualquier otro de los diversos determinantes de la demanda de zapatos que están tras el telón se modifique (como el precio de las zapatillas, o el de la pomada para zapatos, o el ingreso de los demandantes de zapatos que contribuye a definir su restricción presupuestaria, etc.), tendremos que representar esos cambios como movimientos de la curva. (Note que en los

16 Son también muy importantes los precios de algunos bienes que pueden considerarse complementarios, en lugar de sustitutos. Por ejemplo: si sube mucho el precio de la pomada para zapatos, con lo que se encarece su uso, tal vez algunos nos veamos más inclinados a las zapatillas.

Pz

OzPz1

Pz*

Dz

Dz1 Qz* Oz1Qz

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ejes del gráfico se miden únicamente Qz y Pz, por lo tanto, las curvas expresan relaciones entre esas variables, dados los valores de todas las demás).

Demos un ejemplo más de lo mismo. Si aumenta el ingreso de los demandantes de zapatos, seguramente estos podrán demandar más pares a cualquier precio Pz. En tal caso la curva Dz se desplazaría hacia la derecha.

Esas variables de las que decimos que están tras el telón, como el precio de las zapatillas, son, en nuestra argumentación, variables exógenas. Una variable es exógena en una argumentación cuando es un dato para la misma. En otros términos, esa variable no es “explicada” en la argumentación.

Esta distinción entre variables exógenas y endógenas es muy importante y la utilizaremos abundantemente en el futuro. Note además que un cambio en una exógena, como la baja del precio de las zapatillas, produce luego una modificación en los valores de equilibrio de las endógenas. Como puede verse en el gráfico anterior, el precio de los zapatos declinará, y también bajarán las cantidades de zapatos vendidas y compradas en equilibrio, ante una baja en el precio de las zapatillas.

También en el análisis macroeconómico dedicaremos mucho tiempo al examen de cómo los cambios en ciertas variables que consideramos exógenas modifican el valor de las endógenas. Cambios en las exógenas son, por ejemplo, una vía común para representar un shock o perturbación, retomando un tema del que tratáramos en nuestro capítulo introductorio. Y el consecuente cambio en las endógenas refleja el proceso de adaptación o de respuesta de la economía ante el shock.

Con los elementos aquí expuestos, ya estamos en condiciones de introducirnos en el análisis macroeconómico, a partir del capítulo siguiente.

Pz

Oz

DzDz'

Qz

57

Capítulo 4. Un esquema sencillo de determinación del producto.

En este capítulo avanzaremos más allá de la contabilidad, introduciendo algunas relaciones de comportamiento, que nos permitan avanzar en el terreno de la interpretación y la explicación del funcionamiento de la economía.

Vamos a presentar una argumentación muy sencilla del proceso de determinación del PIB en una economía de mercado. Se conoce como "el Modelo Keynesiano Simple”. Lo haremos partiendo de una drástica simplificación de las interacciones que se dan en la práctica en cualquier economía de este tipo. Pero luego iremos introduciendo, paso a paso, en los capítulos siguientes, los elementos más importantes de los que hacemos abstracción inicialmente.

En este primer argumento dejaremos fuera de la escena a las relaciones con el resto del mundo e incluso al sector público. Tampoco haremos foco aún en las relaciones monetarias y financieras. Nuestro punto de partida será la identidad básica de cuentas nacionales, pero para una economía cerrada y "sin gobierno". Tendremos entonces:

.ICY +=

En otros términos, en las cuentas nacionales de esta economía hipotética sólo encontraremos información sobre dos componentes del gasto agregado: el consumo y la inversión. Allí no aparecen G, ni X ni Q. El supuesto de "economía cerrada" podríamos entenderlo simplemente como reflejo del hecho de que las transacciones con el resto del mundo son de pequeño monto y poco relevantes en este caso. La ausencia de G podría suponer que esa variable de gasto está agregada en C y no nos interesa observarla en particular. Como ya dijimos, un poco más tarde incluiremos estos elementos que ahora permanecerán ausentes.

Otro supuesto importante es el de "precios constantes", o precios “dados”, fijos. Utilizaremos el símbolo P para designar al nivel general de precios. Supondremos que los mismos están, por ahora, estables en esta economía. Las variables Y, C e I están medidas "a precios constantes", pero como P no cambia, no necesitamos prestar especial atención a las variables medidas en términos nominales.

Asumiremos, asimismo, que el producto que esta economía genera puede aumentar (o contraerse, por supuesto) más o menos rápidamente ("en el corto plazo"). Que pueda aumentar rápidamente indica que no se están utilizando en forma plena los recursos productivos con que esta economía cuenta. Por cierto, esto hace que el razonamiento que vamos a desarrollar resulte más plausible en un contexto recesivo que en otro en que la economía esté operando con muy bajo desempleo, por ejemplo.

Entrando en asunto: ¿Cómo se determina Y? Bien, en esta primera argumentación sostendremos que las decisiones de

gasto de los consumidores y de las firmas son el determinante fundamental. Suele decirse que es el gasto planeado (en el sentido de “decidido”) por parte de quienes toman decisiones de consumo y de inversión (las dos variables de gasto que

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aparecen en la ecuación que incluimos más arriba) lo que determina el nivel en que se ubicará Y. Trataremos, en lo que sigue, de explicar por qué y cómo.

¿Qué es el "gasto planeado"? Lo entenderemos como el gasto que desean (y pueden) llevar a cabo consumidores y firmas (asumimos que las firmas productivas son los "agentes" que toman decisiones de inversión). Decimos que "pueden" para tener presente que los planes de gasto a los que nos referimos están condicionados por las restricciones que la gente y las firmas tienen para decidir. Todos querríamos posiblemente tener acceso a más o mejores consumos, pero el consumo planeado lo entendemos aquí como el gasto en consumo que el sector privado en su conjunto desea llevar a cabo bajo las circunstancias en que la economía se encuentra, y respetando las restricciones que ese gasto enfrenta (que son restricciones "de presupuesto").

Las cifras de gasto (en consumo y en inversión) de las que nos informan las cuentas nacionales no se refieren a magnitudes "planeadas". Los registros o estimaciones de gastos que hace ese sistema de cuentas nada saben de "planes". Solo observan lo que efectivamente sucede, más allá de qué ideas pasen por la cabeza de quienes toman decisiones. Por eso, al consumo y a la inversión medidos u observados los consideramos magnitudes "realizadas". Y estas pueden diferir de las planeadas, como veremos enseguida.

Nuestra primera argumentación se basa en una idea muy simple, que consiste en la distinción de dos tipos distintos de gastos planeados: aquellos que no vamos a explicar (es decir, que asumimos como un dato en nuestro razonamiento), y que solemos llamar "componentes exógenos" (o también autónomos) del gasto, y otros componentes que sí se "explican" en la argumentación. A estos los calificamos como componentes endógenos del gasto (también conocidos, en el contexto de esta argumentación, como "gasto inducido"). En síntesis, tenemos gastos planeados exógenos y endógenos. Los primeros los consideramos dados, los segundos se determinan según establezca nuestra argumentación.

Concretemos un poco más esto: diremos que el consumo planeado (al que llamaremos C*) tiene en realidad dos componentes o partes. Un "consumo autónomo" o exógeno al que designaremos Ca, y otro inducido, al que llamaremos Cy.

¿Cómo se determina el consumo inducido? Supondremos que guarda proporción con el ingreso. Asumamos, para comenzar, que el sector privado consume, además de Ca, un 60 por ciento de su ingreso total (es decir, un 60% de Y; recuerde que el producto y el ingreso son sinónimos para nosotros).

En síntesis, el consumo total planeado C* será igual a Ca (cuya determinación no explicamos) más un valor equivalente a 60% del ingreso total generado en la economía.

Nos falta decir cómo se determina la inversión planeada, a la que designaremos como I*. Aquí seremos muy "económicos": la consideraremos por completo exógena. Se determina tal vez como resultado de los estados de ánimo de los empresarios, de sus creencias acerca de cómo va a ser el futuro de nuestra economía, creencias que a su vez no explicamos. I* será entonces, por ahora, un dato.

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Nuestro razonamiento es, muy sucintamente y como primera aproximación, el siguiente: el gasto planeado total (en consumo e inversión) constituye la demanda agregada (DA) en esta economía sencilla, y la demanda agregada determina el nivel del producto que se genera (enseguida veremos qué sucede si ambos son distintos).

Tendremos entonces lo siguiente: Diagrama 4.1

Se comprenderá inmediatamente que ese diagrama es incompleto, porque el

consumo planeado C* tiene a su vez, como hemos dicho, un componente, Cy, que depende de Y, de manera que tiene que haber un "loop" en la ilustración. Es más correcto plantearla así:

Diagrama 4.2

Tenemos entonces que tres componentes del gasto sumados constituyen la

demanda agregada (la inversión autónoma o exógena, el consumo autónomo y el consumo inducido). La demanda agregada determina el valor de Y, pero este a su vez afecta a la decisión de gasto de consumo (incidiendo en Cy).

Un ejemplo numérico tal vez nos ayude a comprender los procesos involucrados.

Consideremos una situación en la que el valor del producto o del ingreso generado en la economía es $100. Eso significa que las firmas están elaborando productos por ese monto. En otros términos, ese es el valor de los bienes que están siendo producidos por período (puede ser un año o un trimestre, eso no nos importa mucho aquí).

Asumamos que ese producto se vende en su totalidad: la demanda agregada (el gasto planeado) es también $100. Tenemos que decir algo acerca de los valores que asumen los distintos componentes de esa demanda. Con uno de ellos

I*DA Y

C*

I*DA Y

Ca

Cy

60

no tenemos dudas. Si mantenemos el supuesto de que la gente gasta en bienes de consumo un 60% de su ingreso (además del gasto "autónomo" de consumo), entonces Cy será $60. Asumiremos que Ca es igual a $10, mientras que I* asciende a $30. De manera que la suma (Ca + Cy + I*), que constituye la demanda agregada, es, efectivamente, igual a $100.

Esa situación es reflejada por la primera línea de la tabla siguiente. Es la situación inicial. Cada variable tiene el valor mencionado.

Ahora, para hacer que nuestro ejemplo numérico resulte más comprensible, vamos a asumir que Cy depende de Y, como hasta ahora, pero con una pequeña corrección: no depende del Y contemporáneo sino del valor de Y del período anterior. Es decir, el consumo inducido depende del ingreso obtenido por el sector privado en el período precedente. Eso facilitará el análisis que sigue.

Tabla 4.1

Asumiremos que la situación inicial es "de equilibrio". Eso quiere decir que la

DA, el gasto planeado, y el producto Y son iguales. En otros términos, que el gasto planeado es igual al valor del producto, al que también podemos llamar "gasto realizado". Este último es el que miden las cuentas nacionales.

Si las magnitudes planeadas y las realizadas son iguales, los planes son "realizables", todos ellos, simultáneamente. Esta es una forma más precisa de entender un equilibrio. Pero enseguida veremos una situación de "desequilibrio" y tal vez eso nos ayude a perfilar mejor este concepto.

Para eso vamos ahora a complicarnos un poquito. Sigamos con cuidado el razonamiento. En el período siguiente al inicial, el "1", indicamos un aumento en la inversión planeada. Esta pasa de $30 a $40. Por alguna razón las firmas han modificado sus planes de inversión. Esto es, en este contexto, una perturbación

0 100 100 10 60 30 0 1001 100 110 10 60 40 -10 1002 110 110 10 60 40 0 1103 110 116 10 66 40 -6 1104 116 116 10 66 40 0 1165 116 119,6 10 69,6 40 -3,6 1166 119,6 119,6 10 69,6 40 0 119,67 119,6 121,76 10 71,76 40 -2,16 119,68 121,76 121,76 10 71,76 40 0 121,769 121,76 123,056 10 73,056 40 -1,296 121,7610 123,056 123,056 10 73,056 40 0 123,056

Inversión Planeada

(5)

Variación de Existencias

(6)

Gasto Realizado

(7) = (2) + (6)

Producto = Ingreso

(1)

Gasto Planeado

(2) = (3) + (4) + (5)

Consumo Autónomo

(3)

Variación total (de 0 a 10) +23,056 +23,056

Consumo Inducido

(4)Período

+23,056+13,056 +10

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exógena. Es decir, un cambio en uno de los datos de nuestro problema. La perturbación también es un dato para nosotros. Nuestra argumentación no explica qué la determina, pero nos ayuda a explorar sus consecuencias.

Hemos escrito $40 en la casilla correspondiente a la Inversión Planeada (I*) en la fila 1. Ahora, al sumar todos los componentes del gasto planeado, tenemos que esa cuenta da un total de $110, en la misma fila. En otros términos, la demanda agregada aumentó.

Sin embargo, inicialmente la economía sigue produciendo por un valor de $100, como puede ver en la primera columna. El producto todavía no reaccionó, no cambió. Fíjese que, entonces, la DA supera al producto que miden las cuentas nacionales: el gasto planeado es mayor al "realizado". Esto indica que no todos los planes (de gasto) están teniendo el resultado esperado. Estamos frente a una inconsistencia de planes. Tal como están las cosas, no todos ellos pueden realizarse simultáneamente. Eso define una situación de desequilibrio.

¿Cuáles se verán frustrados? Bien, comenzaremos a explorarlo a partir de otra pregunta: si la DA suma $110, pero las firmas sólo están produciendo por un valor de $100, ¿puede esa DA ser satisfecha?

Asumimos que sí, como la tabla en realidad indica: esos $10 "faltantes" se satisfacen con bienes que se encontraban antes en los depósitos de las empresas, almacenados. Luego, hemos anotado allí una cifra negativa de $10 en la columna "Variación de existencias". Dicha columna se refiere, más precisamente, a la variación no planeada de existencias (porque la variación "planeada" de los inventarios debería estar ya dentro de las cifras de la columna 5; las existencias son, como sabemos, parte de la inversión).

Conclusión: la inversión total que registran las cuentas nacionales en el período 1 no es igual a $40. A eso hay que sumarle la variación no planeada de existencias, que conceptualmente integra la inversión. Como esta es negativa, la inversión realizada será de sólo $30. Enfaticemos este hecho: la inversión planeada es $40 pero la realizada es $30. Las firmas están desagotando inventarios en cantidades que no planeaban. Son los planes de inversión, en consecuencia, los que no se están cumpliendo acabadamente.

¿Qué sucederá luego? Algo que parece claro es que esta situación no puede perdurar indefinidamente, período tras período. Esto es así porque las existencias de bienes tenderán a agotarse. Las firmas no podrán estar por mucho tiempo cubriendo una demanda de $110 si siguen produciendo $100. Como asumimos que no están trabajando al máximo de su capacidad, ni empleando en su totalidad alguno de los recursos necesarios para producir, concluimos que van a reaccionar a esta situación, a este aumento de la demanda, aumentando el ritmo de producción. Reflejamos eso en la fila (o el período) 2. Allí las firmas han incrementado el valor de lo que producen a $110 y dejan de desacumular existencias.

Pero nuestra historia no ha terminado aún. Ahora el ingreso es también de $110, y entonces el consumo inducido tendrá que aumentar en el período siguiente. Recuerde que asumimos que el sector privado consume un 60% de su ingreso (además del consumo autónomo). Con el nuevo nivel de Y, Cy debe pasar a $66, tal como indicamos en la fila 3. Ahora el gasto planeado sube a $116.

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Si las firmas están produciendo por un valor de $110, entonces caerán nuevamente las existencias. Ahora esa caída (no planeada) es de $6, como se indica en la misma fila, en la casilla correspondiente de la columna 6.

Y a empezar de nuevo: esa situación no perdurará, porque los inventarios tienden a agotarse, y las empresas productivas seguramente responderán incrementando el valor del producto. Así, en el período 4 éste sube a $116. Como se comprenderá, de nuevo el consumo inducido aumentará en el período 5, y así sucesivamente.

No tema, que si bien podríamos continuar de manera indefinida con estas rondas de sucesivas variaciones, ello no es, por suerte, necesario. Como puede verse, los cambios son cada vez menores. El proceso converge a un resultado definido, que puede obtenerse fácilmente aunque no hace falta que nos ocupemos aquí de eso. Los incrementos inducidos del gasto planeado serán cada vez más reducidos y al final cesarán. En ese momento el gasto planeado y el realizado serán iguales.17

Lo que sí vale la pena mostrar es que si bien la perturbación inicial fue de sólo $10 (el aumento original de la inversión planeada), al cabo de 10 rondas (o períodos), el producto (o el ingreso) aumentó más que eso: a los $10 que subió la inversión se agrega el incremento "inducido" del consumo, que aumentó más de 13 pesos. Y que subiría todavía un poco más si siguiéramos con las iteraciones, como indicamos en la nota de pie de página. Esta reacción inducida del consumo amplifica el impacto del cambio inicial. Este mecanismo de amplificación se conoce como "el multiplicador (keynesiano simple)".

Naturalmente, el razonamiento también vale en principio para una perturbación negativa. Si hubiésemos partido de una contracción de la inversión, hubiésemos tenido acumulación involuntaria de existencias, en lugar de desacumulación. Como las firmas no desearían seguramente acumular mercancías sin vender indefinidamente, suponemos que ajustarían el nivel del producto, en este caso hacia abajo. El ingreso declinaría y con él descendería luego el consumo inducido. Como ya hemos visto, ese proceso convergería a un valor de equilibrio del producto, pero menor que el inicial. Nuevamente, la caída del PIB total sería mayor que la declinación de la inversión, porque la misma induce una contracción (endógena) del consumo.

Como sugiere una somera inspección de la tabla anterior, el valor del multiplicador depende de cuál sea la sensibilidad del consumo inducido en relación al Y. A mayor respuesta de Cy ante cambios en Y, mayor amplificación.

17 En este ejemplo los cambios cesarán cuando Y alcance el valor de 125 pesos. El consumo

inducido será entonces de $75, Ca se mantendrá en $10 y la inversión planeada en $40. La situación se asemejará a la inicial, en el sentido de que la demanda agregada (el gasto planeado) y el producto (es decir, el ingreso, o el gasto realizado) serán iguales, cumpliéndose además que Cy=0,6.Y. Es de nuevo, por ende, una situación de equilibrio. En este ejemplo el valor del multiplicador es 2,5: un aumento de $10 generó un incremento de $25 en el producto agregado.

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La introducción del sector público

Una vez presentado el mecanismo básico de determinación de Y y la idea del multiplicador, podemos dar un paso más reintroduciendo al sector público en la argumentación. En primer lugar, tenemos que reformular la identidad contable básica. Ahora tendremos:

.GICY ++=

Seguirán todavía ausentes, a la espera de un próximo capítulo, las exportaciones e importaciones.

No son esas las únicas variantes que introduciremos en relación con la argumentación anterior. La inversión planeada seguirá siendo exógena, y supondremos lo mismo en relación con el gasto de consumo del gobierno (G*). Pero definiremos una nueva variable adicional, el "ingreso disponible del sector privado" (YD), que es igual al ingreso total pero después de pagar los impuestos T:

.TYYD −=

Asumiremos, a diferencia de lo que hiciéramos más arriba, que el consumo

inducido depende de YD, es decir del ingreso disponible, en lugar de hacerlo directamente de Y. Parece razonable suponer que los impuestos, a su vez, dependen de Y. Es decir, cuando el producto sube, aumenta la recaudación. La recaudación T depende también de las tasas impositivas. Las representaremos como “t”: tasa promedio de impuestos sobre el ingreso.

Nuestro diagrama de determinación de Y se hace, entonces, un poco más complicado. De aquí en adelante, cuando una flecha implica una relación causal negativa (en el sentido de que cuando una variable crece la que de ella depende declina) la dibujamos con una línea de puntos: Diagrama 4.3

Suponemos que el gobierno puede actuar directamente sobre G y sobre las

tasas impositivas, representadas aquí por “t”. G y las tasas impositivas son entonces viariables que entenderemos como instrumentos de política fiscal.

La forma de determinación de Y y el mecanismo del multiplicador son semejantes a lo que explicáramos más arriba, aunque con algunas interacciones adicionales que antes no estaban presentes o no aparecían explicitadas.

I*

G*DA Y

Ca

CyYD T t

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Una suba de $10 en la inversión planeada podría analizarse como hiciéramos en la Tabla 4.1, aunque podríamos o deberíamos incluir algunas columnas más: una para G y otra para T, y eventualmente también una para YD. Sin embargo, la descripción cambiaría poco. La suba de I* aumentaría la demanda agregada, llevando luego a un aumento de Y y posteriormente a varias rondas de incremento del gasto inducido, Cy, tal como sucediera en aquella explicación.

Pero los sucesivos aumentos de Y darán lugar, ahora, a incrementos de YD un poco menores, dado que una parte del ingreso adicional se destinará al pago de impuestos; es decir, alimentará a la variable T. Se comprende que esto atenuará un poco el tamaño del multiplicador, al debilitar el impacto de variaciones de Y sobre el consumo. La recaudación impositiva actúa como una suerte de “filtración” hacia afuera de la corriente de gasto.

Tal vez usted esté pensando que no será así si el gobierno decide a su vez gastar esos ingresos adicionales, y tiene razón, pero nosotros estamos considerando a las decisiones acerca de G como independientes, en principio, de lo que suceda con la recaudación. G* es, hasta aquí, exógena. Si T sube, mientras que G* no varía, estará reduciéndose el déficit fiscal (o aumentando el superávit; depende de cuál sea el punto de partida), pero en esta argumentación eso no tiene ninguna consecuencia (aunque podrá tenerla en capítulos más avanzados, cuando los temas financieros, por ejemplo, entren en escena). El déficit fiscal en este contexto sería la cuenta (G-T), y el superávit fiscal es la misma cuenta, pero con signo cambiado (es decir, es T-G).

Supongamos ahora que la inversión planeada se contrae en $10, en lugar de aumentar. Preferimos este ejemplo porque nos lleva al “clima” del origen de la macroeconomía moderna, como veremos enseguida.

Como ya sabemos, esta perturbación llevará, vía multiplicador, a una reducción del producto mayor a $10. Aparece ahora como posibilidad la utilización, por parte del gobierno, de los instrumentos de política macroeconómica de que dispone, con el fin de evitar esa contracción. Más en general, el gobierno puede actuar para estabilizar el valor de Y (evitando en este caso una recesión), o para alcanzar cierta meta de producto.

En el ejemplo que estamos dando, si I* está declinando, el gobierno podría recurrir a una política fiscal compensatoria, por ejemplo aumentando G*. En este tratamiento sencillo, una suba de G* de $10 bastaría para dejar las cosas como estaban, en lo que se refiere al nivel de Y.

La alternativa sería operar por la vía de los impuestos. Como muestra el Diagrama 4.3, la tasa impositiva “t” es la otra variable que el gobierno puede manipular. En este caso, si quiere compensar una declinación de la inversión, debería bajar los impuestos. Si “t” es reducida, por cada peso de Y quedará una fracción mayor en manos de los consumidores (es decir, YD será mayor que antes, para todo Y, si t es menor). Luego, es de esperar que el consumo inducido aumente. El gobierno debería estimar qué reducción de las tasas impositivas habría que adoptar, en función de cuán fuerte sea la contracción que espera en la inversión privada.

De cualquier modo, podríamos argumentar que este canal es menos seguro que el que opera por vía de G. Mientras que una suba del gasto público se

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traducirá rápidamente en un aumento de la demanda agregada, una baja de las tasas impositivas podría dar lugar a un aumento del consumo o no. Eso depende de cuál sea la reacción de los consumidores, y esta no siempre es fácil de prever.

La política fiscal compensatoria así planteada es una versión un tanto primitiva e introductoria de lo que se entiende por “políticas fiscales keynesianas de estabilización”. En el origen de la macroeconomía moderna, los keynesianos de primera generación solían enfatizar el carácter problemático de la variabilidad de la inversión. Como esta se hace “mirando hacia el futuro”, puesto que los empresarios invierten para obtener ganancias en períodos venideros, y lo hacen en función de lo que esperan que suceda por entonces, la inversión es una variable propensa a marcadas fluctuaciones. Esto debido a que las expectativas acerca del futuro pueden ser, a su vez, muy variables. Cambios en los estados de opinión suelen ser frecuentes, muchas veces se originan en información pero también con frecuencia en rumores o versiones que pueden o no tener fundamentos sólidos. Estos cambios se reflejan en volatilidad de I* y, vía multiplicador, se traducen en oscilaciones todavía mayores de Y (y, seguramente, del empleo). De manera que la política fiscal compensatoria aparece como una vía central para enfrentar el problema de la estabilización, que en esa época, en los años treinta y cuarenta, se refería generalmente a la estabilización del empleo y del producto, más que a la del nivel de precios.

No es tan sencillo, sin embargo Esta primera visión de la política fiscal, planteada en el marco de un modelo o

argumentación muy simple, puede también parecer un tanto "primitiva" y en cierta medida lo es. Se trata apenas de un primer paso. A pesar de ello, es bastante corriente que se identifique al keynesianismo con el fiscalismo elemental que trasunta nuestro análisis anterior. Desde esa perspectiva, una guía para la política fiscal podría ser por ejemplo la de actuar en en forma simétrica al sector privado, en materia de gasto, si el objetivo es estabilizar el nivel de actividad. Si nos concentramos en el manejo del gasto público más que en los impuestos, y si pensamos en la inversión como la variable de gasto privado probablemente más volátil, razonaríamos del siguiente modo: si la inversión cae en $10, el gasto público debería aumentar en $10, ocupando su lugar, para evitar una contracción del producto. Sin embargo, y si bien el Modelo Keynesiano Simple permite una primera y muy útil aproximación al tema, es por cierto posible y recomendable pensar a la política fiscal de estabilización de un modo más complejo. Considere, por ejemplo, el párrafo incluido en el siguiente cuadro.18

18 Extraído de: Damill, M. (1999), “Convertibilidad, capitales volátiles y estabilización. El papel

de las finanzas del gobierno”, Revista de Economía Política, volumen 19, número 1(73), San Pablo, Brasil, enero-marzo.

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Sobre la política fiscal keynesiana

"En los albores de la macroeconomía moderna, el problema típico que se planteaba a la política económica derivaba de la volatilidad de las decisiones privadas de inversión. La inestabilidad de esta variable era percibida como la causa principal de la eventual existencia de fallas masivas de coordinación. La inversión se hace ‘mirando al futuro’ y la información con la que se cuenta es, de manera irreductible, incompleta. Cambios en los estados de opinión acerca del futuro, que gravitan en los ‘animal spirits’ de los empresarios, son fuente de alteraciones en las conductas del presente, a veces significativas y de grandes consecuencias. Estas reacciones pueden incluso ser inconsistentes con el estado de las variables fundamentales de la economía. En efecto, la configuración de un estado de expectativas deprimidas, en principio ‘erróneas’ pero que tienden a autorrealizarse en vez de autocorregirse, constituye quizás el problema keynesiano por excelencia. Y la consiguiente prescripción de política fiscal anticíclica, basada en la idea de "cebar la bomba", debe entenderse en ese marco: se trata de ir en contra de las expectativas pesimistas, que en la medida en que no se vean confirmadas serán probablemente modificadas, permitiendo a la economía moverse hacia otro punto de equilibrio, con un nivel de gasto privado más elevado. Es decir, esa interpretación presupone la existencia de equilibrios múltiples, asociados a diferentes estados de las expectativas".